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Entradas Etiquetadas ‘Erich Fromm’

Unidad, plenitud de vida, confianza.

Domingo, 12 de mayo de 2019
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catedral-del-buen-pastorIV Domingo de Pascua

12 mayo 2019

Jn 10, 27-30

Parece claro que la imagen del pastor, nacida en un paradigma mítico –el término “mítico” no encierra contenido peyorativo alguno; con él me refiero a una forma de ver la realidad caracterizada por la consciencia de separatividad y la creencia en “otro piso superior” que sería sede de la divinidad– y en una cultura agraria y pastoril, no solo resulta ajena a la sensibilidad contemporánea, sino que choca frontalmente con el reconocimiento de la propia autonomía y la sospecha frente a todo lo que suene a seguidismo o “borreguismo”. La razón crítica –aunque en demasiadas ocasiones sea dejada de lado– nos ha vacunado contra cualquiera que se autoproclame “maestro” o “gurú”. Para nosotros resulta irrenunciable el grito de Kant que anunció el nacimiento de la Ilustración: “Sapere aude”, atrévete a saber, a conocer hasta el final, liberándote de los “tutores” que mantenían a la humanidad en una etapa infantil.

Y, sin embargo, es posible rescatar la intuición sabia que habita ese texto, “traduciéndolo” a otro paradigma o liberándolo del ropaje característico del momento en que nace.

Para empezar, no es posible asegurar que tales palabras salieran de la boca de Jesús. Ese no era su lenguaje ni su estilo. En realidad, el cuarto evangelio parece, más bien, todo él, una elaboración tardía, nacida y cultivada en un ambiente gnóstico, en torno al acontecimiento “Jesús”. Si fuera así, el texto que comentamos sería fruto de ese “ambiente” comunitario, que reconocía a Jesús como “maestro” y “salvador celeste”. A partir de ahí, en el evangelio, habrían puesto en su boca las afirmaciones que constituían el núcleo de la fe de aquella misma comunidad.

Clarificado el contexto, y liberado de su ropaje circunstancial, el texto ofrece certezas sabias, de validez universal y atemporal, relativas a la “vida eterna” (= plenitud de vida), la confianza estable y la unidad de todo lo real.

En la comprensión no-dual, aquellas tres afirmaciones que aparecen en este texto evangélico –y que la mente leería como separadas e incluso proyectadas en un “salvador” igualmente separado– no son sino tres modos diferentes de decir lo mismo. De manera que podrían traducirse así: Somos plenitud de Vida, en unidad con el Fondo de lo real (“Padre”) y eso constituye la Confianza que nos sostiene y que no es distinta de nuestra identidad profunda.

Según el cuarto evangelio, Jesús lo vio (“El Padre y yo somos uno”) y eso le permitió vivir en la certeza de que todo está a salvo siempre (“Nadie las arrebatará de mi mano”).

¿Dónde estoy en la comprensión de lo real? ¿Qué me sostiene?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Entre salteadores y el Buen Pastor

Domingo, 12 de mayo de 2019
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cq5dam.web.1280.1280Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. El Buen Pastor.

La Palabra de este IV domingo de Pascua es la del Buen Pastor, el redil, el rebaño, las ovejas, la puerta, (Juan, 10).

En el transfondo de la imagen de Cristo como Buen Pastor subyace una amplia mentalidad del AT:

  •  Jesús llora ante el pueblo, que vivía como ovejas sin pastor, (Mc 6,30-34).
  •  Jesús defiende las ovejas frente a los depredadores (asalariados, salteadores).
  •  El salmo 22 es una espléndida oración a partir de la experiencia del buen pastor: Dios es nuestro Pastor.
  •  El Pastor sugiere y confiere Vida: yo les doy vida eterna y no perecerán. (v 28).

Inspira gran confianza saber que el Señor es el pastor que guía y apacienta nuestra vida.

  1. El pastor da vida y da su vida.

Para escuchar hay que guardar silencio. El silencio es el sonido de nuestro vacío personal. El silencio humano lo llena sola y plenamente la palabra del Pastor. (Podemos recordar lo que decía el escultor vasco, Jorge Oteiza, cuando hablaba de los vacíos (huecos) en sus apóstoles del friso de Aránzazu y en tantas otras esculturas suyas: esos vacíos los llena solamente Dios, decía Oteiza).

En la vida percibimos muchos sonidos, mucho ruido, la vida sociopolítica y los medios de comunicación… Nos atolondran con su palabrería tertulianos y eclesiásticos, etc. pero palabras de vida escuchamos menos, muy pocas.

  1. pastores hoy en día: en medio de dos campañas electorales

Hoy en día en gran medida el pastoreo de la sociedad lo ejercen los políticos, las ideologías, que son los que después rigen la vida social, los medios de comunicación, la educación de los niños y de los jóvenes, la Seguridad médica, la ética, la justicia, etc.

Esta temporada nos han pillado entre dos fuegos de dos campañas electorales.

No cabe duda de que también entre los políticos hay gente honesta, que quieren ser buenos pastores, pero hace daño el ansia de poder que muestran las ideologías, la ligereza y brutalidad con la que hablan.

Resuenan las palabras de Jesús cuando hablaba de salteadores o de los pastores que se apacientan a sí mismos (Ezequiel 34,2).

Todo el evangelio es una presencia de la palabra que vive con nosotros. La palabra es Cristo y esa Palabra es sentido de la vida, sensatez, luz y vida. En el principio existía la Palabra y la Palabra se hizo uno de nosotros, (Jn 1,1.14).

La Palabra es Cristo. También podemos hallar huellas de esa Palabra, semillas de Cristo, en la vida: en los pobres, en la creación, en la ciencia, en los voluntarios, en la caridad.

  1. Somos pastores: seamos buenos pastores.

para que tengan vida

         La alusión a nuestra tarea como pastores en la vida es directa. En algún sentido todos somos pastores: padres, maestros, educadores, ministerios en la Iglesia, médicos, políticos, periodistas, etc.

         Unos padres son guías, pastores de sus hijos. Un buen médico es un buen pastor, que no solamente receta, sino que enseña a vivir: que tengan vida. Un buen cura es un buen pastor. Un buen amigo es un buen pastor.

La tarea de ser buen pastor es hermosa y la responsabilidad grande.

  1. Sigamos al Buen Pastor: no errantes, sino peregrinos.

pastor-tareaEl pastoreo es trashumancia, como la vida es peregrinar. Estamos todos de paso. Es decir que la vida es siempre ir hacia delante.

Somos peregrinos hacia las “verdes praderas del Reino, no somos seres erráticos: que deambulamos de aquí para allá, (como nos condenó Nietzsche), somos peregrinos (per agrum: por los campos de la vida, por la mies del Señor) caminantes hacia el redil, hacia el aprisco del Señor

El que compuso el salmo 22 sabía por experiencia que en la vida pasamos por valles oscuros. Esto es así por ley de vida y por ley de los hombres: vamos a tener y sufrir crisis, enfermedades, envejecimiento, problemas de todo tipo, y muerte.

El Señor es nuestro pastor, nada nos falta.

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“El miedo a la libertad”, por Antonio Zugasti.

Sábado, 2 de marzo de 2019
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9788449322501 En 1941, en los momentos más duros de la guerra contra las potencias fascistas, Erich Fromm publica su famoso libro El miedo a la libertad, un lúcido análisis de las causas que han llevado al surgimiento y el auge de las ideologías fascistas. En él nos viene a decir que el fascismo es la expresión política del miedo a la libertad; no es un fenómeno de un momento y de un país determinado, sino que es la manifestación de una crisis profunda que abarca los cimientos mismos de nuestra civilización. Erich Fromm se refería, naturalmente a la civilización burguesa- capitalista que dominaba en ese momento en los países occidentales.

        Esa civilización, que dio origen el siglo pasado al nacimiento del nazismo y el fascismo, no sólo no se ha debilitado o reducido, sino que se ha extendido al mundo entero y domina férreamente sobre la gran mayoría de la humanidad. No resulta pues nada extraño que en ese caldo de cultivo vuelvan a surgir unos movimientos de clara inspiración fascista. Ciertamente no van a ser una copia exacta del nazismo de Hitler o el fascismo de Mussolini, pero el mismo miedo la libertad está empujándoles en idéntica línea autoritaria a irracional.

        Una característica fundamental de esta civilización es el individualismo. Ha roto los lazos que tradicionalmente unían a las personas con los grupos sociales en que estaban integradas. Unos lazos que limitaban la libertad, pero otorgaban seguridad y amparo en las contingencias de la vida. Ahora el hombre se encuentra libre, pero está solo frente al mundo. Un mundo en el que la ambición es la guía suprema de los seres humanos; y la competencia, la lucha por la riqueza, es la relación fundamental que se establece entre todos los miembros de la sociedad.

        Vivimos sumergidos en esa cultura burguesa, fomentada por unos poderosos medios de comunicación en manos del gran capital. Esta cultura habla continuamente de nuestra libertad, pero deja en la sombra los poderes económicos que configuran nuestra sociedad e influyen decisivamente en nuestras vidas. Carga sobre nuestra responsabilidad personal el resultado de todos los acontecimientos en que nos vemos inmersos. Nos invita a luchar duramente por el triunfo, pero, sí llega el fracaso, nos acusará de ser los culpables, de que no hemos hecho lo suficiente para triunfar. Oculta la existencia de unas fuerzas económicas que condenan al fracaso a la mayor parte de la humanidad. Vienen a decirnos eso de “sálvese el que pueda”, y los que no puedan, que se aguanten ¡haber luchado más! Lo que no nos dirán es que el barco no tenía suficientes botes salvavidas y forzosamente muchos tenían que ahogarse.

desobediencia-El miedo a la libertad – Erich Fromm

        El neoliberalismo está acabando con los restos del estado de bienestar, el último asidero al que los seres humanos podíamos agarrarnos para no quedar totalmente a la intemperie. Por el contrario las amenazas que el individuo debe enfrentar van alcanzado cada vez mayores dimensiones. La desocupación de muchos millones de personas debido a la crisis económica ha aumentado su sentimiento de inseguridad. La precariedad en el empleo hace vivir con la sensación de estar siempre en la cuerda floja. Vivimos en una sociedad libre, pero es una libertad que da miedo. Y el miedo es un mal consejero. La continua sensación de inseguridad provoca angustia existencial y empuja a que mucha gente busque su seguridad en la pertenencia a grupos cerrados, fundamentalistas y autoritarios. A refugiarse en nacionalismos estrechos y excluyentes, en los que el miedo a la libertad se manifiesta en el miedo y el rechazo a los otros.

Fuente Atrio

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Misericordia y Personalismo

Martes, 3 de mayo de 2016
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mounier2“Perentoria necesidad de mutua compasión”

“La misericordia se enrolla así en la caridad incondicional e incondicionada”!

(Andrés Ortiz-Osés).- En la reunión del grupo Mounier en Zaragoza se ha planteado la teología de la misericordia del Papa Francisco y la filosofía propia del personalismo.

En esta reflexión trato ambos temas de la misericordia franciscana y del personalismo cristiano comparativamente.

1. Misericordia

Según Schopenhauer, la clave de la auténtica religión está en la compasión, tal y como la representa el budismo. Pero la compasión búdica es típicamente oriental, extática, mientras que la compasión cristiana es más occidental, dinámica, y se expresa por la misericordia. El Papa Francisco ha recogido la tradición cristiana dotándola de un fuerte componente perdonador: quién soy yo para juzgar, Dios es más grande que nuestros pecados, todo santo tiene su pasado y todo pecador su futuro, la caridad es incondicional…

La misericordia se enrolla así en la caridad incondicional e incondicionada, quintaesencia del cristianismo originario de Jesús. La misericordia es un amor básico, por cuanto se basa o fundamenta paradójicamente en el desfundamento de nuestra común miseria humana, de ahí la compasión como pasión o padecimiento mutuo, compartido no solo pasiva sino activamente. Por eso es necesario en este contexto el mutuo perdón, el perdón por lo hecho y lo no-hecho, por acción u omisión. Esta mutua misericordia es lo que funda la alegría del amor, el cual es una autoafirmación abierta al otro, la afirmación propia y ajena, la apertura radical.

Así que el amor de misericordia dice caridad, la cual obtiene un componente cuasi “matriarcal” de heteroafirmación o afirmación del otro. Como mostró Erich Fromm, el componente matricial del amor se caracteriza por su incondicionalidad, así pues por su positividad o positivación del negativo o negatividad de lo real. Se trata entonces de un amor asuntivo o afirmativo, transustanciador o regenerador, recreador o reconversor (metánoia). Kierkegaard hablaba de trascender la inmanencia, de salto o abrimiento radical; nosotros hablamos más discretamente de la misericordia como asunción autocrítica de nuestra miseria a nivel personal e interpersonal.

2. Personalismo

Decimos que la misericordia tiene un componente matriarcal-femenino, por cuanto es compasión junto al otro. Por su parte, la persona es el individuo no solipsista sino solidario o social, comunitario, por ello se define por su apertura o comunicabilidad. Ahora bien, esta comunicabilidad propia de la persona obtiene el contrapunto de la autonomía o autarquía, de modo que la persona es comunicable e incomunicable, extrovertida e introvertida, heteroafirmativa y autoafirmativa, abierta y propia. Por eso los clásicos hablan de la persona como comunicación de lo incomunicable o inefable, logos íntimo o interior, mismidad. Esta mismidad de la persona la hace “suya” (sui ipsius, sui iuris), y nadie puede usurpar su propia conciencia personal (ni siquiera el Papa, como ha dicho el propio Francisco).

La persona es entonces abierta y propia, matriarcal y patriarcal, anima y animus, como dice C.G.Jung. Digamos que el amor de caridad o misericordia es efusivo y refrenda sobre todo la igualdad, mientras que el amor personal es afectivo y refrenda la libertad. Hay así una cierta “dualéctica” entre la misericordia y la persona, entre la posición horizontal del amor y la posición vertical de la persona, una cierta tensión entre amor ajeno y amor propio.

No se trata de distingos escolásticos, sino del encuentro entre la igualdad compasiva y la libertad personal. Ambos, igualdad y libertad, constituyen la auténtica coexistencia democrática, en la cual debe realizarse la mutua corrección de la igualdad por la libertad, y de la libertad por la igualdad. Si prevalece la igualdad frente a la libertad, accedemos a una especie de populismo comunistoide; pero si prevalece la libertad frente a la igualdad asistimos a un neoliberalismo fascistoide.

Hay que coafirmar pues la igualdad y la libertad, ya que todos somos iguales y diferentes a un tiempo. Es cierto que afirmar a la vez la igualdad compasiva y la libertad personal es una contradicción, pero tenemos que encontrar el equilibrio democrático entre ambos extremos, equilibrio significado hoy simbólicamente por una democracia liberal de carácter social.

3. Misericordia y personalismo

Alguno ha interpretado la teología de la misericordia del Papa Francisco como populismo (y se señala la simpatía de Pablo Iglesias por el Pontífice), aunque en verdad se trata de una teología popular o teología del pueblo. En su significativo viaje a Cuba y Estados Unidos este Papa se ha distanciado tanto del viejo comunismo como del nuevo capitalismo neoliberal, propugnando una especie de personalismo o interpersonalismo compasivo, basado en la fraternidad de inspiración cristiana. Pero esta fraternidad es precisamente la hermandad de igualdad y libertad, o sea, de política social y espíritu libre.

Al respecto la figura de E.Mounier recobra sentido actual. Este filósofo cristiano predica y practica a la vez lo matriarcal y lo patriarcal, la apertura cuasi femenina y la autoafirmación cuasi viril. La persona es ex/sistencia o salida al otro, empatía, pero también alma o espíritu, libertad. Por eso precisamente critica en la Iglesia tradicional su “castratismo”, que ha reprimido el deseo humano en lugar de trasfigurarlo y espiritualizarlo, como Francisco de Asís. El afrontamiento cristiano de Mounier no es un enfrentamiento frente al otro, pero tampoco una regresión o ensimismamiento cavernario.

A partir de viejos textos de la patrística, Hugo Rahner redefinió a la Iglesia como “Luna patiens”, luna compasiva que recibe la luz no de sí misma sino del Sol (Cristo). El peligro está en quedarse alucinada/alunizada dentro de la caverna lunar (platónica) sin salir a la luz del sol, al aire libre, al mundo del hombre en el que se encarna la divinidad cristiana. Pues si desde las catacumbas de la Iglesia el mundo aparece en crisis, desde el mundo es la Iglesia la que aparece en crisis. Pero está en crisis la Iglesia y el mundo, como siempre, de ahí la perentoria necesidad de la mutua compasión, perdón y misericordia: crítica.

Fuente Religión Digital

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“No perder la identidad”. 5 Pascua – C (Juan 13,31-33a.34-35)

Domingo, 24 de abril de 2016
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abrazoJesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura especial: «Hijitos míos, me queda poco de estar con vosotros». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro?

Jesús les hace un regalo: «Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.

Por eso, Jesús añade: «La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros». Lo que permitirá descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad.

Vivimos en una sociedad donde se ha ido imponiendo la «cultura del intercambio». Las personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se intercambian además sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Erich Fromm llegó a decir que «el amor es un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea». La gente capaz de amar es una excepción.

Probablemente sea un análisis excesivamente pesimista, pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario resistirse a la atmósfera que envuelve a la sociedad actual. No es posible vivir un amor inspirado por Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e intercambios interesados que predomina con frecuencia entre nosotros.

Si la Iglesia «se está diluyendo» en medio de la sociedad contemporánea no es solo por la crisis profunda de las instituciones religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el distintivo cristiano.

Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo, no siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido a partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un comportamiento activo y creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir el ser humano.

José Antonio Pagola

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De la persecución a la gloria pasando por el amor mutuo. Domingo 5º de Pascua. Ciclo C

Domingo, 24 de abril de 2016
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viaje1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:
 .

Aunque no se advierta a primera vista, hay algunos temas comunes a las tres lecturas.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 14, 21b-27

            El domingo pasado se leyó la actividad de Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia, y las dificultades que promovieron al final los judíos y algunas señoras importantes, obligándoles a huir de allí. Marchan entonces a Iconio, Listra y Derbe (el mapa ayuda a seguir el itinerario). Lo que allí ocurrió no se lee en la misa, pero es importante recordarlo brevemente para comprender la lectura de hoy (el que quiera puede leer el capítulo 14 de los Hechos, que es muy interesante).

En Iconio predican con bastante éxito, pero al final la gente se divide, algunos intentan apedrearlos y tienen que huir de nuevo.

En Listra curan a un tullido y la gente los consideran dioses; ellos consiguen con dificultad que no les den culto. Pero vienen judíos de Antioquía e Iconio que ponen a la gente contra Pablo; lo apedrean y lo arrastran fuera de la ciudad dándolo por muerto. Los discípulos lo recogen y al día siguiente huye con Bernabé hacia Derbe.

En Derbe anuncian el evangelio y ganan bastantes discípulos. Allí no se dan persecuciones. Terminada la predicación, emprenden el viaje de vuelta a Antioquía de Siria (donde habían comenzado el viaje misionero), pasando por las mismas ciudades que ya habían evangelizado. Este viaje de vuelta es el tema de la lectura de hoy.

    En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios.

            En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. 

            Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.

El viaje de vuelta, contado tan esquemáticamente, debió de durar, como mínimo, uno o dos meses. Pero Lucas no se detiene a contar con detalle lo ocurrido. Para él es más importante indicar la conducta de los apóstoles. En todas las comunidades hacen lo mismo durante la vuelta:

1) Confortar y exhortar a perseverar en la fe. “Confortar” es un verbo exclusivo de Hch (14,22; 15,41; 18,23) y siempre tiene por objeto a los discípulos o a las comunidades (no a individuos). ¿Cómo se conforta y exhorta? Advirtiéndoles de la realidad: “hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios”. Igual que Pablo y Bernabé han tenido que sufrir para anunciar el evangelio; igual que Esteban fue apedreado hasta la muerte (Hch 11,19). Las persecuciones y tribulaciones forman parte esencial de la vida cristiana.

2) Designar responsables. Esta palabra griega, presbitérous, etimológicamente designa a los “ancianos”, pero en la práctica se aplica a los responsables de la comunidad y terminará adquiriendo un matiz muy concreto: sacerdote. Pero no es eso lo que designan los apóstoles, sino simples encargados de dirigir la comunidad, las asambleas litúrgicas, etc.

3) Celebrar liturgias de oración y ayuno, en las que encomiendan a la comunidad al Señor.

Finalmente, cuando llegan a Antioquía de Siria, pueden dar la gran noticia: Dios ha abierto a los paganos la puerta de la fe. Ha comenzado una etapa nueva en la historia de la iglesia y de la humanidad.

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a

            Si la primera lectura se fija sobre todo en las tribulaciones por las que hay que pasar para entrar en el reino de Dios, la segunda, del Apocalipsis, habla de ese reino de Dios, del mundo futuro maravilloso. No es literatura de ficción, aunque lo parezca. Los cristianos del siglo I estaban sufriendo numerosas persecuciones, y la certeza de un mundo distinto era el mayor consuelo que podían recibir.

            Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono:

            – «Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Todo lo hago nuevo.»

            Aunque el lenguaje es muy distinto, la idea de fondo es la misma en las dos primeras lecturas: ahora mismo, la comunidad padece grandes tribulaciones (Hch), hay lágrimas, muerte, luto, llanto, dolor (Ap), pero todo esto llevará al reino de Dios (Hch) y a un mundo maravilloso (Ap).

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 31-33a. 34-35

            El evangelio de hoy, aunque muy breve, lo podemos dividir en dos partes. La primera nos sitúa en la noche del Jueves Santo, cuando Judas acaba de salir del cenáculo para traicionar a Jesús y este pronuncia unas palabras desconcertantes.

            Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: 

            – «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. 

            ¿Qué quiere decir Jesús? La primera dificultad está en que usa cinco veces el verbo “glorificar”, que nosotros no usamos nunca, aunque sepamos lo que significa. Nadie le dice a otro: “yo te glorifico”, o “Pedro glorificó a su mujer”. Sólo en la misa recitamos el Gloria, y ahí el verbo va unido a otros más usados: “te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos”. Pero, en el fondo, después de leer la frase diez o doce veces, queda más o menos claro lo que Jesús quiere decir: ha ocurrido algo que ha redundado en su gloria y, consiguientemente, en gloria de Dios; y Dios, en recompensa, glorificará también a Jesús.

Pero, ¿qué es eso que ha ocurrido y que redunda en gloria de Jesús? Que Judas ha salido del cenáculo para ir a traicionarlo. Parece absurdo decir esto. Pero recuerda la primera lectura: “hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios”. A través de la pasión y la muerte es como Jesús dará gloria a Dios, y Dios a su vez lo glorificará.

La segunda parte es muy conocida, fácil de entender y muy difícil de practicar.

            Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

            El amor al prójimo como a uno mismo es algo que está ya mandado en el libro del Levítico. La novedad en este caso consiste en amar “como yo os he amado”, hasta dar la vida. Para Jesús, este rasgo es el único distintivo del cristiano, y no puede ser sustituido por actos cultuales (misas, etc.) ni por programas ideológicos de cualquier tipo.

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V Domingo de Pascua. 24 abril, 2016

Domingo, 24 de abril de 2016
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Pascua16
*
“La señal por la que os reconocerán como discípulos míos…”
(cfr.Jn. 13, 35)

¿Qué otra cosa podemos querer cada uno de nosotros en el momento de la muerte que dejar como legado a nuestros seres queridos un deseo de amor y unidad entre ellos, para nuestra familia, para nuestra comunidad, para nuestro grupo? Así, tan humano, se muestra Jesús en su última cena, en su última despedida: “amaos los unos a los otros”.

Sin embargo da un paso más y nos invita a recibir nuestra identidad conscientemente y trabajar por ser dignos, dignas, de llevarla encima. Se lo oí a un sacerdote en una homilía y mis oídos se estremecieron ante una afirmación tan rotunda y tan, he de reconocerlo, profundamente verdadera. Dijo: “la señal de los cristianos no es la cruz sino el amor”.

Como monja trinitaria la redención, el sentirme redimida, el saber a la humandad redimida, forma parte de nuestra manera particular de vivir en la Iglesia. La cruz es un elemento clave porque nos recuerda que Cristo se entregó hasta la muerte por cada una de nosotras, por cada uno de nosotros. Y a veces, es verdad, nos quedamos mirando las heridas que sangran y se nos pasa por alto el motivo, que no es el odio, ni la soledad, ni el abandono, el único motivo por el que Cristo está ahí clavado en la cruz es el amor. Tan fácil y tan complejo como amarnos a pesar de nuestras diferencias, a pesar de nuestras incomprensiones, a apesar de nuestros conflictos, siempre, por encima, Jesús nos recuerda que ha de estar nuestro amor mutuo y que solo ese amor será la manera de reconocernos como hermanos, como hijos.

Hoy también es el día del amor.

Feliz día. Feliz domingo.

Oración:
Tú me conoces y me sondeas,
tú me amas y confías en que el amor será el motor de mi vida,
el amor que tú has puesto en mi corazón
para entregar a mi prójimo
porque si no amo a quien veo,
¿cómo podré amarte a ti, a quien no veo?

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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