Hermandad.
Del blog À Corps… À Coeur:
Algunos se asombran de verme tan próximo de mis hermanos. A mí, es lo contrario lo que me asombra.
¿Por qué la notoriedad mandaría alejarte de tus hermanos, al mismo tiempo que son la mejor muralla contra tus ilusiones?
La hermandad, te construye, y tú contribuyes a edificarla.
Te construye porque de niño, ella es el primer vínculo social. Te defines en relación a tus hermanos: el hijo mayor al que tensas o el hijo menor al que quieres dominar.
La hermandad no es un yugo, no te impide realizarte. Mejor aún, te ayuda a construirte.
Contribuyes también a consturirla porque la hermandad tiene su propio camino, invisible, distinto a los trayectos de los hermanos que la componen, pero que los reúne alrededor de los valores transmitidos por la misma educación y los sentimientos compartidos que la vida común engendra.
Alejarse temporalmente es a menudo saludable. Es necesario acercarse a la gente para realizarse. Pero, cualquiera que sea la distancia, vuelves siempre a tu base, a tus raíces.
Por supuesto, en una familia de chicos, no vamos a llamarnos todos los días para decirse que nos queremos. El afecto por un hermano a menudo se manifiesta con pudor, a empujones, broncas o incluso el silencio. No hay necesidad de añadir más.
La fuerza de este vínculo, lo encontré en mi deporte. Los combates realizados por una copa o un campeonato me han dado hermanos de juego. En la victoria como en la derrota.
¿Por qué hermanos? Porque juntos, los hombres se superan, se entregan y se dan mutuamente la posibilidad de conocerse. De invitar al otro a entrar en su casa, en cierto modo.
Hemos compartido victorias y derrotas. Queda de ello hoy un afecto profundo, la alegría de encontrarse a veces y el recuerdo de un calor no tan lejano.
Hermanos de sangre y hermanos de armas, todos me han hecho crecer, y debo a cada uno un poco de lo que soy.
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Éric Cantona, en “Cabezotas de rugby, hermano de juego“, Prefacio, Provale et l’Entrepren’art Éditions
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