“Tinajas vacías, vino nuevo y Epifanía de la Vida”, por Juan Masiá sj
De su blog Vivir y pensar en la Frontera:
Se celebraba una boda en Caná de Galilea. María y Natanael estaban allí desde una semana antes hospedados en casa de los parientes (Jn 2, 1). María preparaba para alojar a los invitados de la novia, entre los que se hallaba Jesús, y Natanael se encargaba de recibir a los amigos del novio. “¿Podemos, debemos… o queremos ir nosotros también?”, preguntaron los discípulos de Jesús. “Bueno, sois muchos, pero con tal de que no alborotéis y…, por supuesto, que traigáis algo para reponer los odres vacíos… sois bienvenidos”.
A mitad de la fiesta, María avisa a Jesús : “Se están acabando los odres de Séforis. Ya va siendo hora de que le ofrezcáis a los novios vuestro vino de Taibeh”(Jn 2, 3). “Mujer, qué prisa tienes, aún es pronto, no ha llegado la hora (Jn 2, 4), deja que entretanto se refresquen con un botijo de agua de las tinajas del patio”. “Pero, hombre, qué cosas tienes. Esas son las Tinajas de la Ley, solo se usan para rituales. Además, si supieras… hace años que ni siquiera sirven ya para el rito, están vacías y secas”(Jn 2, 6-7). “Ya lo sé”, ríe Jesús. “Por eso encargué a Andrés y Simón que escondiesen allí nuestros odres de regalo a los novios, para sacarlos en su momento. Cuando llegue la hora, mujer, cuando llegue la hora (Jn 2, 4; 4, 23; 7, 30; 13, 33; etc…)”.
María asintió satisfecha y dijo a los sirvientes: “Id con estos a reponer las bebidas” (Jn 2, 5). “¿Adónde?” “Al patio grande, donde están rellenando de otra agua las Tinajas de la Ley” (Jn 2, 6-7). Al poco rato salían los sirvientes trayendo los odres de Taibeh, sacados de su escondite en el seno de las tinajas y comenzaron a escanciar. El capataz de cocineros probó un sorbo mientras adobaba las ensaladas. “¡Qué buen cuerpo tiene este vino! ¿Por qué no lo habrán servido antes? ( Jn 2, 10)”.
Natanael, sorprendido, comenta: “Ahora entiendo por qué decía Andrés que con Jesús podemos solucionar la falta de vino (Jn 1, 40-45). A tu hijo tendremos que ponerlo en cabeza de lista por Nazaret, en vez de los de la casta subvencionada por el Sanedrín”.
“Eso sí que no. Mi hijo huye de que le hagan cabecilla, si lo votáis se escapa al monte (Jn 6, 15), que bien sabe él lo que piensa cada uno de vosotros (Jn 2, 34-35)”.
“Es verdad, a mí me adivinó el pensamiento, decía que se fijó en mí cuando estaba bajo la higuera. ¡Increíble!” (Jn 1, 48)
“Eso no es nada, Natanael, lo que te queda por ver (Jn 1, 50), verás cosas mayores, cuando llegue el día en que este Hijo de hombre y mujer les cante las cuarenta a los de la casta derecha del Templo y a los de la casta izquierda de los zelotes (Jn 2, 13-22)”.
Hasta aquí la ficción de realidad de la Epifanía de la Vida, la verdad narrada por la ficción. El Evangelio de las bodas de Caná va bien para la liturgia de Año Nuevo. Recordamos la riqueza simbólica de esa perícopa joannea (Jn 2, 1-11) sobre Jesús-vino nuevo y la alianza de la nueva espiritualidad, en vez de la religiosidad avinagrada.
Este pasaje (Jn 2, 1-11) se podría titular “Investidura de Jesús, esposo de nueva espiritualidad” (Jn 1, 32; Jn 3, 27-30)).
La exégesis nos desvela su simbolismo así:
El vino nuevo, abundante y gratuito es el prototipo de todos los signos reveladores que inundan el cuarto evangelio con agua nueva, vida nueva, mandamiento nuevo, comunidad nueva.
No se trata de un milagro de conversión mágica de agua en vino, sino de un relato simbólico de la boda nueva, de la nueva alianza entre el novio divino y la comunidad universal.
A María (figura femenina en paralelo con la masculina de Natanael) se la trata como mujer y esposa, porque representa, como explica el exegeta Juan Mateos, la esponsalidad del pueblo fiel de la antigua alianza, que espera el cumplimiento de las promesas. Las tinajas de piedra, sigue diciendo Juan Mateos, “en el centro de la narración, representan la Ley, que presenta a un Dios susceptible que rompe por cualquier motivo su relación con la humanidad (impureza) ocultando el amor de Dios; obsesiona al hombre con su indignidad y le promete restablecer la relación de la humanidad con Dios mediante la purificación. No contienen agua (las llenarán por orden de Jesús), su promesa de purificación es falsa… (Nuevo Testamento, trad. de J. Mateos y Alonso Shökel, ed. Cristiandad, 1987, p.451).
Pieza clave de la trama son estas tinajas vacías, como vacía, hueca, seca, y estéril era la situación a que había llegado la institución y el sistema heredado de la antigua alianza. No viene Jesús a negar la Alianza antigua, sino a dar vida de nuevo a la Alianza resucitada. Pero el vino nuevo se conservará en odres nuevos (Mt 9, 17) y se servirá en copas nuevas. Las tinajas rituales vacías y la institución necrosada ya no valen para conservarlo ni para servirlo.
Al celebrar la Epifanía de la Vida en este Año Santo de la Misericordia, brindaremos para que el vino nuevo de Jesús vivifique a la comunidad con la alegría del Evangelio y asegure la reforma de Francisco.
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