Joven argentino asesinado por un grupo de rugbiers tras brutal paliza
El crimen de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell conmueve por la brutalidad de los diez rugbiers implicados y por la impunidad y saña con la que golpearon. Los antecedentes por acoso sexual y peleas podrían haber sido una advertencia pero se dejaron pasar. Por eso, se reclama que haya programas de atención para hombres con signos de violencia. Mientras que se pone en debate el rol del rugby, sin culpar al deporte, pero con el reclamo a los clubes para que no promuevan una masculinidad que mata.
“Es lamentable lo que hicieron con mi hijo. Es una injusticia”. Son las palabras de Graciela Sosa, madre de Fernando Báez Sosa, asesinado la madrugada del pasado sábado presuntamente a manos de un grupo de jugadores de rugby en Villa Gesell, Argentina. “Se merecen que paguen todo eso que le hicieron. Le arruinaron su vida”, agregó entre lágrimas su madre en el velorio del que era su único hijo, exigiendo que el caso “no quede impune”.
El joven de 19 años salía de un local nocturno en la localidad balnearia bonaerense cuando fue interceptado por los rugbiers, quienes lo habrían golpeado brutalmente hasta la muerte. La autopsia del cuerpo de Báez Sosa determinó que la causa de la muerte fue un “fuerte traumatismo de cráneo”.
Once chicos de entre 19 y 21 años se encuentran detenidos tras el asesinato, la mayoría de ellos jugadores del Club Náutico Arsenal de Zárate, ubicado en las afueras de la capital argentina. Hasta el momento, casi todos los acusados se han negado a declarar, excepto Pablo Ventura, quien a diferencia del resto, fue detenido en Zárate.
Según el diario argentino La Nación, los abogados les habrían pedido a los amigos de la víctima no dar declaraciones a la prensa “para no entorpecer la causa”. Pero de acuerdo a una de las fuentes del periódico, todo habría empezado con una pequeña disputa dentro del local. “Le quisieron pegar a uno de los chicos y Fernando los quiso separar. Se generaron algunos empujones y por eso lo echaron a Fernando y a sus amigos de Le Brique (el nombre de la discoteca)”.
Según la misma fuente, una vez fuera del club, Báez Sosa y sus amigos estaban sentados en una vereda esperando a otros dos compañeros para abandonar el lugar, antes de que se produjera el ataque. “Uno había ido a hacer pis y otro todavía estaba adentro (…) Es ahí cuando salieron los rugbiers y fueron directo a buscarlo a Fernando”. Algunos de los amigos de la víctima que intentaron frenar la pelea también recibieron fuertes golpes en la cara y la cabeza.
En diálogo con la prensa a las afueras de su residencia en el céntrico barrio bonaerense Recoleta, la madre de la víctima habló de la última comunicación que tuvo con él. “La última vez que tuve contacto con él fue por mensaje. Le pregunté cómo estaba, y me respondió que se encontraba muy bien. Luego me dijo: ‘Mami, te quiero’. Esa fue la última vez que me contacté con él”, dijo entre lágrimas. Graciela Sosa aseguró además sentirse “muerta”. “Era mi único hijo”.
Fernando se había inscrito en la Universidad de Buenos Aires para estudiar Derecho. Su madre lo recuerda como “un chico bueno, decente, servicial. No se merecía esto: nadie se merece esto”.
Tatiana, la encargada de manejar las redes sociales de Le Brique, fue testigo del ataque y relató en una entrevista con el canal de televisión local Todo Noticias los hechos. “A eso de las cinco y media de la madrugada yo salí del boliche y lo vi a Fernando que estaba sentado, rodeado de sus amigos. En ese momento aparecen estos chicos y empezaron a pegarles, de la nada”, contó la joven de 17 años. “Eran una máquina de golpear, no les importó nada”, continuó la joven de 17 años. Ella también recuerda cómo otros jóvenes inconscientes, “más inconscientes que ellos (los rugbiers)”, gritaban “pégale dale, lo vas a matar, dale que vos podes”.
Walter Mércuri, el fiscal que inició las investigaciones por el asesinato del joven, le dijo en una entrevista con Todo Noticias que los rugbiers habían actuado con “premeditación” y “tenían un plan“. Mércuri también afirma que dos de ellos ultimaron al joven cuando estaba desmayado en el piso proporcionándole una patada “que según la autopsia fue mortal”.
Tras el asesinato, el fiscal pidió la detención formal de los 11 acusados ante el juez Leopoldo Mancinelli por “homicidio agravado por participación premeditada de dos o más personas”, el cual explica que tiene una pena de prisión perpetua. Igualmente explica que dos de los sospechosos están acusados como “coautores”. “Se ve clarito en las imágenes que ultiman a la víctima cuando está desmayada en el piso”, agrega.
Varios videos de la riña han sido publicados en las redes sociales.
Nancy, una prima de la víctima, recalcó que “no había un motivo real para le peguen de esa manera”. “Si hubo una pelea o un roce, no justifica que se pongan entre diez u once personas con un chico solo”, prosiguió, haciendo un llamado a todos los padres a que reconsideren cómo crían a sus hijos. “Nadie es más que nadie para hacer semejante acto de violencia, por creerse superior, por tener un poquito más”, concluyó.
“Para ellos, era una práctica habitual golpear a una sola persona entre varios”, aseguró Marcelo Urra, apoderado del Club Náutico Arsenal de Zárate, a donde concurrían la mayor parte de los diez detenidos por el crimen de Fernando Báez Sosa, de 19 años, el sábado, en Villa Gesell. “Si bien como club estamos ajenos a lo hechos acontecidos en Villa Gesell, la Comisión Directiva tomó la decisión de suspender a los socios activos porque están involucrados en un hecho que afecta y mucho a la imagen que pregona el club con sus asociados y sus deportistas”, afirmó Marcelo Urra, el apoderado legal de Náutico Arsenal.
Hasta ahora la fiscal Verónica Zamboni imputó a Máximo Thomsen y Ciro Pertossi como coautores del asesinato de Báez Sosa. Además, consideró partícipes necesarios al resto de los rugbiers, mientras que Pablo Ventura fue liberado. Y, aunque todavía sigue involucrado formalmente, parecería comprobarse que su detención se debió al testimonio de uno de los presuntos asesinos que habitualmente lo responsabilizaba de sus atropellos.
Máximiliano Thomsen y Ciro Pertossi
Después de la primera rueda de reconocimiento, los testigos del crimen de Fernando Báez Sosa identificaron como sus asesinos a Máximo Thomsen y Ciro Pertossi. Además, uno de los testigos también identificó a Enzo Comelli, uno de los rugbiers detenidos, como la persona que le aplicó el “primer golpe” a la víctima. Así lo informó Fernando Burlando, uno de los abogados de la familia del joven asesinado.
La fiscal Verónica Zamboni, a cargo de la causa por el crimen de Fernando Báez Sosa, imputó a dos de los rugbiers detenidos como coautores del homicidio. Se trata de Máximiliano Thomsen y Ciro Pertossi quienes enfrentarían una pena máxima de prisión perpetua debido a que el delito fue calificado como agravado por el “concurso premeditado de dos o más personas”.
Máximiliano Thomsen, de 20 años, es hijo de la arquitecta Rosalía Zárate, quien se desempeña como Secretaria de Obras Públicas del municipio de Zárate. Por su parte, Ciro Pertossi, de 19 años, es hermano de Luciano, otro de los detenidos. También es primo de Lucas Pertossi, quien dos semanas antes del brutal ataque publicó un polémico mensaje en las redes sociales. “Fua no falta nada para irnos a gesel (sic) con los pibes, a romper lo que nos faltó el año pasado”, escribió Lucas Pertossi el 4 de enero.
En Zárate, la madre de los hermanos Pertossi trabaja como docente. Su padre es jefe de la automotriz Toyota. Todos los Pertossi fueron suspendidos por el club este martes. Según revelaron algunos vecinos de la zona, los Pertossi eran conocidos porque solían protagonizar episodios violentos.
“No es la primera vez que llega a nuestro conocimiento, no al club en sí, sino en la sociedad de Zárate, de golpizas entre jóvenes y da la casualidad que algunos de los protagonistas son los que están detenidos”, afirmó Marcelo Urra, el apoderado legal de Náutico Arsenal.
En términos legales, se considera que los partícipes necesarios prestaron ayuda o tuvieron algún tipo de comportamiento sin el cual no se podría haber cometido el delito. Por lo tanto, también a ellos les cabría la misma pena.
Cuatro de los rugbiers detenidos por el crimen de Fernando Báez Sosa fueron suspendidos en su club: “Era una práctica habitual golpear a una persona entre varios”
El apoderado legal de la institución deportiva contó que varios de los imputados por el homicidio en Villa Gesell habían protagonizado otras agresiones en manada en la ciudad de Zárate
Las autoridades del club de rugby donde juegan algunos de los once jóvenes que fueron detenidos por el crimen de Fernando Báez Sosa, ocurrido la madrugada del sábado pasado a la salida de un boliche en la localidad balnearia de Villa Gesell, suspendieron a cuatro de los imputados por el homicidio que estaban afiliados a esa institución deportiva.
Se trata de los hermanos Ciro (19) y Luciano Pertossi (18), Alejo Milanesi (20) y Blas Cinalli (18), quienes fueron sancionados debido a que su participación en el ataque a Báez Sosa “afecta la imagen que pregona” el club Naútico Arsenal de Zárate.
Además de Ciro y Luciano Pertossi, Milanesi y Sinalli, están detenidos Matías Franco Benicelli (20), Ayrton Michael Viollaz (20), Máximo Pablo Thomsen (20), Lucas Fidel Pertossi (20), Tomás Enzo Comelli (19) y Juan Pedro Guarino (19)
Los once imputados por el homicidio de Fernando Báez Sosa
Todos están acusados del delito de homicidio agravado por el concurso premeditado de dos o más personas, que tiene la única pena de prisión perpetua. Para la Fiscalía, dos de los detenidos le dieron a Fernando los golpes mortales y los otros nueve colaboraron con el crimen, pero golpearon a los amigos de la víctima para impedir que le presten ayuda.
El crimen se desencadenó por una pelea cerca de las 3:30 dentro del boliche por la que los jóvenes fueron sacados del lugar. “Se hicieron los guapos adentro, a ver cómo les va afuera”, dijo en la calle uno de los dos rugbiers acusados de golpear a Fernando, según el relato de testigos.
El gobernador Axel Kicillof dijo estar preocupado y seguir con atención lo sucedido en Villa Gesell con el asesinato de Fernando Baez Sosa por una patota de rugbiers. “El Gobierno de la provincia ha acompañado a familiares de la víctima. Ha sido una situación muy delicada y esperamos que la Justicia actúe muy rápidamente sobre los responsables“, dijo el gobernador.
Respecto a la decisión del intendente geselino, Gustavo Barrera, de prohibir la venta y consumo de alcohol en la vía pública, evaluó que “hay que poner todo desde el gobierno para prevenir“. “Hay que hacer todo lo necesario para evitar que cosas como estas pasen” porque, remarcó, “todo hecho de violencia hay que condenarlo”.
Fuente La nación/ Infobae/Agencias
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“Masculinidades: entre el espejo y la cloaca”
“Si tantos discursos y tantas voces se levantan y se levantaron en esta semana para encontrar sentido a la escena insoportable de diez muchachos de 20 pegándole hasta la muerte a otro en el piso es porque el espejo está pulido y esquivarlo no sólo es un error, es un peligro, un riesgo constante, una ruleta rusa.”
Por Marta Dillon (Página 12), vía Sentido G
Los varones están hablando de sus cuerpos, desde sus cuerpos; están templando una voz para nosotras y nosotres conocida, esa que enuncia de qué se trata la experiencia de tener un cuerpo que siempre llega antes que cualquier otra presentación.
Tímidamente –pero siempre saludados por su “valor”–, los varones heterosexuales están poniendo en juego lo que significa un pene tildado de chiquito, el miedo a los ritos de iniciación en clubes o cofradías varias, la dificultad de decir No y quedar fuera, la falta de fuerza física. Se los puede leer en las redes y en los medios, envían mensajes diciendo que quieren contar más de lo que pasa en los vestuarios, están dispuestos, parece, a enunciar lo no dicho por sus propias bocas.
No son la mayoría, la primera persona capaz de narrar esas vergüenzas, esas nimiedades hechas de pelos, arrugas, grasa, fluidos, canas, dolor y temblor son un territorio en el que nos movemos con soltura y a la fuerza quienes acumulamos la experiencia de ser empujades por los toboganes del juicio permanente, la exclusión, los partos, las manchas de menstruación, los abortos, el abuso sexual, la violación. Parto, aborto, menstruación, menopausia son hechos de la vida reproductiva, hechos de la vida; sin embargo se viven con violencia también. Cuerpos feminizados, cuerpos devaluados, cajas de resonancia de voces que se hacen barricada para vivir una vida que valga la pena.
Los varones heterosexuales no siempre viven el cuerpo como potencia aunque a eso están exigidos, pero esa vergüenza de que sus genitales no encajen, sus músculos no sean lo suficientemente duros, su coraje no sea traducido en sometimiento de otres, sus éxitos no cuenten en los mandatos de esa masculinidad rancia que ahora se denuncia las más de las veces está enmascarada, aparece brutalmente en los números de suicidios –adolescentes la mayoría–, de accidentes que ocurren por necesidad de ponerse a tono con el imperativo del valor y la prepotencia. Aparece como un desgarro cuando ese imperativo se convierte violencia homicida: los femicidios, los travesticidios, las violaciones en manada, las violaciones correctivas; el asesinato de Fernando Báez, entre tantos otros que suceden cotidianamente en las cercanías de los boliches pero perdidos en el conurbano.
Esa brutalidad que acumula lágrimas de dolor y bronca, esta vez, tal vez, podría ser un punto de inflexión para quebrar el pacto que cobija en la cofradía el deprecio, la violencia, el uso de otros cuerpos como cosas. Sobre este cadáver tan joven y este duelo colectivo por esa vida aniquilida, tenemos que construir otras formas de vida, juntes. No ha sido suficiente hasta ahora que se llenaran calles y plazas que claman que todos los cuerpos cuentan. Ni la rebeldía de los cuerpos y los goces disidentes que desafían a diario la norma patriarcal. No alcanza con todas las que se paran sobre sus propios pies y enfrentan al poder de la fratria para denunciar la violencia sexual, como pueden y no como se pretende que es correcto.
Como fue con el soldado Carrasco que al ser asesinado, desde la oscuridad de la muerte, logró que se termine con la humillación institucionalizada del servicio militar obligatorio; así tendría que ser con Fernando. Que dejemos de infantilizar a los varones explicándoles qué es violencia, qué es acoso, qué es abuso. Lo saben, lo saben en sus cuerpos, síganlo diciendo; que crezca el coro de voces y que construya su propio No, su basta ya, que empiece de una vez a diseñar su manera otra de estar en este mundo que no es cruel porque sí sino porque así se lo hizo.
Caminamos sobre una tierra que se colonizó a fuerza de genocidio y de violaciones masivas de las mujeres indígenas. Con la misma cruz que alguno de los agresores de Fernando llevaban en el cuello. Estos varones que conocemos y que ahora intentan rasgarse los vestidos con los que se construye su género están hechos también con los discursos de las iglesias, del éxito como posesión de bienes y servicios de lo que consideran Sus familias, las familias que van a misa o al templo y que siempre tienen a mano la imagen del ángel exterminador, del apocalipsis de muerte para quienes no se disciplinan. Y de la acumulación capitalista para los obedientes.
“Fuimos nosotros, sí”, dijo un rugbier o un ex rugbier en redes sociales y tiene razón. No queda otra que mirarse en el espejo de esa patada dada a un chico inconsciente, como habría que mirarse en el espejo de Higui de Jesús que ahora enfrenta un juicio por haberse rebelado frente a la crueldad de ese rito –sí, rito– de la violación correctiva. A esa lesbiana le iban a dar una buena poronga y no sólo para que deje de ser lesbiana, para que deje de usurpar la identidad masculina que tan bien se construye en gimnasios, cuarteles, templos, bancos, boliches, canchas.
Si tantos discursos y tantas voces se levantan y se levantaron en esta semana para encontrar sentido a la escena insoportable de diez muchachos de 20 pegándole hasta la muerte a otro en el piso, que además era morocho, que además era paraguayo e hijo de un portero mientras los otros podían jactarse de sus privilegios de clase media blanca, conservadora y con aspiraciones es porque el espejo está pulido y esquivarlo no sólo es un error, es un peligro, un riesgo constante, una ruleta rusa. Otra vez puede ser tu hijo, y no sólo el que quedó en el piso, puede ser el que en la cofradía se sienta obligado a dar la patada. Como en ese libro de Luis María Pescetti que mi hijo de 11 odia por su crueldad, en el que un chico tímido termina matando un pájaro para no quedarse más solo en el recreo.
El espejo está pulido pero mientras algunos empiezan a mirarse otros lo convierten en la cloaca donde depositar sus desechos –porque son los rugbiers y no los hombres buenos–, sus deseos de exterminio –y que violen en la cárcel a esos monstruos que son esos 10 distintos de todos y el castigo que merecen es ser convertidos en maricas o mujercitas–, el airado reclamo a las familias que educan mal mientras se aferran a sus cruces teñidas de la sangre de las brujas, les indígenas, los campos de concentración, les que mueren por abortos clandestinos –y es una enumeración corta–.
El homicidio de Fernando Báez Sosa es una interpelación urgente. Justicia es que no vuelva a pasar.
Vía SentidoG
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