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El ‘choca esos cinco’ lo inventó un deportista gay

Miércoles, 15 de julio de 2015
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choca_cincoLa mayoría de las personas piensa que el famoso saludo de chocar las manos en el aire es una muestra clara y varonil de lo recio del deporte, en especial del béisbol.

Corría el año 1977. Estaba a punto de finalizar la temporada de béisbol norteamericana. Los Angeles Dodgers estaba a punto de convertirse en el primer equipo donde cuatro jugadores llegaba a los 30 “Home Run”. Pero el récord sólo sería efectivo si Dusty Baker, con 29 a sus espaldas, conseguía el último punto. Y ocurrió.

El público enloqueció por la gesta de sus jugadores, pero realmente lo que pasó a la historia aqulla tarde fue la celebración. Glenn Burke, el primer jugador de béisbol que admitió su homosexualidad, se acercó a su compañero Baker con la mano en alto y este, al no saber qué hacer, le imitó chocándola en el aire con la de su amigo. Había nacido el “high five” o “choca los cinco”.

La mayoría de las personas piensa que el famoso saludo de chocar las manos en el aire es una muestra clara y varonil de lo recio del deporte, en especial del béisbol. Pero este símbolo conocido como “high five” nació en el diamante y se reivindicó en el mundo homosexual hacia 1982.

El famoso saludo de chocar las manos con los brazos erguidos hacia el cielo y dando un pequeño brinco se le adjudica de forma errada a Dusty Baker, pero como el mismo lo confesó, no fue su gesto sino idea de Gleen Burke, se compañero de equipo en Los Angeles Dodgers.

Burke, que fue borrado de la historia del equipo y marginado por ser homosexual fue realmente quien inventó el saludo, como lo reseña Baker.

El béisbol es un mundo visual, el diamante se plaga de códigos no verbales para la comunicación, y los gestos siempre tienen un significado. Aquél de ese día no pasaría desapercibido, porque fue, como lo señala Enrique Alpañés en un artículo: genuino, improvisado y auténtico.

La publicidad de los Dodgers se encargó de hacer lo demás, cientos de carteles y anuncios promocionaban el saludo, pero evidentemente sin la presencia de Glenn Burke por su homosexualidad.

A lo largo de las siguientes temporadas decenas de jugadores se apropiaron del gesto y siguieron chocando las cinco, popularizándolo entre los seguidores del béisbol. Lo que empezó como un gesto espontáneo se intentaba patentar como una marca registrada del equipo. Pero la viralidad del high five no había hecho más que empezar.

glenn_burke.jpg.CROP.promovar-medium2Glenn Burke pasaría a la historia como el primer jugador de béisbol profesional en admitir su homosexualidad, fuera de los parámetros de hoy, no lo hizo público en rueda de prensa pero tampoco lo negó, y recorrió desde entonces un amargo camino con la dirigencia de su equipo, y no con sus compañeros, que terminó con la salida de Burke de la pelota mayor, y su retiro.

Los Dodgers siguieron potenciando el uso del “high five” en su propaganda, aunque eliminaron a Burke de forma nada sutil. Pero el símbolo no les pertenecía y estaba a punto de trascender lo deportivo para convertirse en algo totalmente distinto.

En 1982, el deportista confesaba a la revista Inside Sports lo que todo el mundo sabía. Lo hizo en un reportaje titulado La doble vida de un Dodger gay. Aliviado y ya fuera del armario, Burke se mudó a Castro, el barrio homosexual de San Francisco. Allí se convirtió en un miembro muy apreciado de la comunidad y siguió chocando las cinco con todos sus vecinos y amigos, en un saludo que pronto se convirtió en símbolo de identificación y orgullo entre la comunidad homosexual.

Glenn Burke murió a los 42 años víctima del Sida, pero su gesto le sobrevivió para convertirse en un símbolo mundialmente reconocido de triunfo y logro, en equipo y entre amigos que saben divertirse en la vida sin prejuicios.

Fuente Cáscara amarga

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La heterosexualidad es un problema

Miércoles, 27 de mayo de 2015
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rs_560x415-131023115247-1024.Warwick-Naked-Rowers-4.jl_.102313_copyEl artículo de Enrique Alpañés pone en duda el modelo ‘heterocentrista’ creado en las sociedades occidentales.

Por Enrique Alpañés (Altersexual)

Sí, has leído bien. No se trata de un titular con gancho para llamar tu atención. La heterosexualidad es, efectivamente, un problema. Un problema social grave que limita la vida de millones de seres humanos. La aseveración es dura, chocante, quizá suene un poco alarmista, sensacionalista incluso, pero adquiere un poso de seriedad al ser pronunciada por Óscar Guasch, sociólogo e historiador de la Universidad de Barcelona y autor de la Trilogía de la sexualidad (editorial Anagrama).

Las palabras de Guasch se entroncan en una corriente de pensamiento que pone en duda el modelo ‘heterocentrista’ creado en las sociedades occidentales. “No es solo discriminación”, asevera el sociólogo, “son detalles, cosas que no se cuestionan nunca. Imagínate que estamos en los estados federados (en el siglo XIX). Nadie se plantea si la esclavitud está bien o mal, y quien lo hace, lo hace desde un punto de vista condescendiente”.

Este heterocentrismo se basa en lo que se espera de un hombre, (heterosexual, por supuesto) y de una mujer (muy hetero y poco sexual). Hombres machos, mujeres delicadas. “Una mujer sola, con minifalda, tomándose un gin-tonic en un bar a las tres de la mañana, ¿qué es?” pregunta Óscar Guasch sin esperar respuesta. “Un hombre que está con los amigotes y rechaza irse de putas cuando los demás lo hacen, ¿qué le llaman? Calzonazos”, se responde en esta ocasión “Eso, eso es el orden heterosexual”.

En su último videoclip, Hard out here, Lily Allen critica el papel de la mujer en la industria del pop con guiños (o puñetazos) a artistas como Azealia Banks o Robin Thicke. Pero Allen también ironiza sobre el papel de la mujer en la sociedad. “Si te hablo de mi vida sexual me llamarás puta. Los chicos solo hablan de sus zorras y nadie monta un escándalo”, espeta la reina del pop británico bajo toneladas de Autotunes. Sin saberlo, Allen está reivindicando el mismo discurso que Guasch. Pone en entredicho un mundo de mujeres sumisas y frígidas regido por hombres valientes y promiscuos. Es algo más que machismo, es la exageración de los roles sexuales, el absolutismo de la heterosexualidad.

“Creíamos que íbamos a cambiar algo, pero al final nos dimos cuenta de que no”. Iván Prado habla sin derrotismo, más bien con realismo pragmático. Sabe que queda mucho por hacer. Prado alcanzó cierta notoriedad el año pasado cuando fundó, junto a su compañero de pupitre, Rodrigo Rodríguez, el blog Armarios en las aulas. Se trataba de un trabajo escolar que reflexionaba sobre la homofobia en los institutos basándose en encuestas y entrevistas a alumnos y profesores.

Alejandro (nombre ficticio), un profesor de 33 años, afirma en el blog que hay dos tipos de homofobia: la interiorizada, que llevamos en nuestro propio lenguaje, donde el insulto ‘maricón’ es el más usado en muchos casos como una simple broma (…), y la homofobia radical violenta, la que hace la vida imposible a aquel que se intuye, o se sabe, que es homosexual, una homofobia que comienza con dejar a esa persona aislada, transformarla en objeto de burla y muchas veces utilizarla como forma de afianzamiento del radical… En otras palabras: para uno afirmar su carácter y su hombría (porque en muchísimos casos el ofensor es un varón)”.

Prado está de acuerdo con esta última afirmación normalmente los que más insultan son los más heteros, los más populares, los líderes. En la misma línea recuerda que los insultos no se profieren cuando se produce una muestra de afecto hacia alguien del mismo sexo, (algo que rara vez se da en un ambiente tan hostil como el instituto) sino cuando no se siguen los estereotipos pensados para el hombre heterosexual “por no jugar al fútbol, ir con chicas…”. El rechazo entonces no viene tanto de las preferencias sexuales de una persona, sino por no repetir los códigos de conducta que se esperan de cada sexo. Volvemos a las mujeres sumisas y frígidas y a los hombres valientes y promiscuos.

Este rechazo, más por comportamiento que por sexualidad, es el que hace que los homosexuales reproduzcan los códigos de conducta heterosexuales. Tener “pluma”, ser promiscuo, ser “camionero” está mal visto, también, en los círculos homosexuales. El “buen gay” es el que no molesta, el que se adapta a los cánones de una sociedad heterocentrista. “Los psicólogos definen a los homosexuales por una atracción sexual, pero desde la sociología hacemos otras diferenciaciones”, aclara Guasch. “Puedes ser heterosexual aunque te atraiga tu mismo sexo, reproduciendo los mismos códigos, los mismos patrones. Una pareja monógama, -“aunque sea pura fachada, con unos cuernos bien escondidos”- responsable sexualmente y que eduque a sus hijos en los valores de la heterosexualidad.

“Vivimos en una sociedad determinista que crea fronteras como si fueran cosas acabadas”, reflexiona Guasch, “pero no lo son, son procesos”. Esta manía de etiquetar todo en compartimentos estancos nos viene heredada de la sociedad industrial, pero en la era del conocimiento en la que estamos inmersos las costuras se le quedan pequeñas y se empiezan a rasgar.

“Antes sabíamos qué era una mujer, ahora hay mujeres biológicas, mujeres operadas y mujeres con pene, y el Estado las reconoce como tales a todas, asevera Guasch. Los compartimentos ya no son estancos. “Todo es dinámico, no existen categorías estables, nada lo es. Antes el matrimonio era para siempre, el trabajo era para siempre”. Esta teoría podría entroncarse con la modernidad líquida defendida por Bauman pero Guasch va un paso más allá. “No es líquida, es gaseosa. No hay donde agarrarse; lo mismo pasa con los derechos humanos, la política, la organización…

Cuando era acosada de pequeña, insultada, perseguida hasta casa y a veces atacada físicamente, era por mi expresión de género. Tenía comportamientos mucho más femeninos de los que la mayoría de la gente consideraba aceptables en un chico”. Laverne Cox, una de las protagonistas de la exitosa serie Orange is the new black, se confiesa así en una entrada de su blog en The Huffington Post. En él analiza cómo la sociedad heterocentrista utiliza los mismos prejuicios para marginar a las mujeres y a los transexuales. “En la sociedad del patriarcado, no podemos realmente hablar sobre la erradicación del sexismo sin hablar de erradicar la homofobia”, asevera. Homofobia, transfobia y machismo forman, en realidad, parte de un todo. Un problema que nace de la obsesión con ser normal, con encajar en los estereotipos del absolutismo heterosexual. Por eso, por ello, la heterosexualidad es un problema. Y no afecta sólo al colectivo homosexual. Nos afecta a todos.

Vía SentidoG

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