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“No hacen lo que dicen”. 31 Tiempo ordinario – A (Mateo 23,1-12)

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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299368_254807651207684_183215645033552_814308_3458119_n1Jesús habla con indignación profética. Su discurso, dirigido a la gente y a sus discípulos, es una dura crítica a los dirigentes religiosos de Israel. Mateo lo recoge hacia los años ochenta para que los dirigentes de la Iglesia cristiana no caigan en conductas parecidas.

¿Podremos recordar hoy las recriminaciones de Jesús con paz, en actitud de conversión, sin ánimo alguno de polémicas estériles? Sus palabras son una invitación para que obispos, presbíteros y cuantos tenemos alguna responsabilidad eclesial hagamos una revisión de nuestra actuación.

«No hacen lo que dicen». Nuestro mayor pecado es la incoherencia. No vivimos lo que predicamos. Tenemos poder, pero nos falta autoridad. Nuestra conducta nos desacredita. Un ejemplo de vida más evangélica de los dirigentes cambiaría el clima en muchas comunidades cristianas.

«Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobres las espaldas de los hombres; pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas». Es cierto. Con frecuencia somos exigentes y severos con los demás, comprensivos e indulgentes con nosotros. Agobiamos a la gente sencilla con nuestras exigencias, pero no les facilitamos la acogida del Evangelio. No somos como Jesús, que se preocupa de hacer ligera su carga, pues es humilde y de corazón sencillo.

«Todo lo hacen para que los vea la gente». No podemos negar que es muy fácil vivir pendientes de nuestra imagen, buscando casi siempre «quedar bien» ante los demás. No vivimos ante ese Dios que ve en lo secreto. Estamos más atentos a nuestro prestigio personal.

«Les gusta el primer puesto y los primeros asientos […] y que les saluden por la calle y los llamen maestros». Nos da vergüenza confesarlo, pero nos gusta. Buscamos ser tratados de manera especial, no como un hermano más. ¿Hay algo más ridículo que un testigo de Jesús buscando ser distinguido y reverenciado por la comunidad cristiana?

«No os dejéis llamar maestro […] ni preceptor […] porque uno solo es vuestro Maestro y vuestro Preceptor: Cristo». El mandato evangélico no puede ser más claro: renunciad a los títulos para no hacer sombra a Cristo; orientad la atención de los creyentes solo hacia él. ¿Por qué la Iglesia no hace nada por suprimir tantos títulos, prerrogativas, honores y dignidades para mostrar mejor el rostro humilde y cercano de Jesús?

«No llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo». Para Jesús, el título de Padre es tan único, profundo y entrañable que no ha de ser utilizado por nadie en la comunidad cristiana. ¿Por qué lo permitimos?

José Antonio Pagola

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Marina Ibarlucea

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“No hacen lo que dicen”. Domingo 5 de noviembre de 2017. 31º Ordinario

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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54-ordinarioa31Leído en Koinonia:

Malaquías 1,14b-2,2b.8-10: Os apartasteis del camino y habéis hecho tropezar a muchos en la ley.
Salmo responsorial: 130: Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
1Tesalonicenses 2,7b-9.13: Deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas.
Mateo 23,1-12: No hacen lo que dicen.

Malaquías es un profeta de la época postexílica, o sea, después de que a finales del siglo VI a.C. el pueblo judío que se hallaba en Babilionia retornara a Jerusalén. Su labor se concentró en cuestionar la política de los exiliados que comenzaron a expropiar a la gente que habitaba las tierras de Palestina y que llevaba allí más de medio siglo. La mayor parte de los exiliados estaban más preocupados por hacer fortuna y ocupar la mayor parte de tierra posible, que por reedificar los fundamentos éticos, sociales y fraternos del nuevo Israel.

Por su parte, los habitantes de la provincia de Judá, Galilea y Samaría se vieron sacudidos por una ola de agresivos repatriados que, disponiendo de cuantiosos capitales, pretendían apoderarse de la tierra tratando a la gente del país como extranjeros. Esta situación echó por tierra la esperanza de muchos profetas que esperaban que Israel hubiera cambiado su proceder después del exilio. Lo peor de todo era que esta manera abusiva y violenta de proceder era liderada por un grupo de levitas que se consideraban los propietarios de la auténtica religión de Israel.

El profeta Malaquías es muy directo en sus denuncias. Utiliza el mismo lenguaje ampuloso y rimbombante de las celebraciones litúrgicas para denunciar las arbitrariedades de la casta sacerdotal que se aprovecha de la ignorancia de la gente humilde de la provincia para cometer toda clase de atropellos. Lo peor de todo es que los que se presentan como baluartes de la Ley, no tengan ni el más mínimo sentido de justicia. No respetar el derecho de los pobres es violar la alianza del Señor, y ésta es una ofensa más grave que cualquier infracción ritual o disciplinaria.

La enseñanza de Jesús se orienta en esta misma dirección y pone en jaque las pretensiones de tantas personas que preocupándose por la ortodoxia descuidan los principios elementales de la justicia.

La catequesis se ha preocupado durante muchos siglos por transmitir la doctrina correcta, y por que la gente muriera como «hijos fieles de la Iglesia». Saber el catecismo, a poder ser de memoria, era muy importante. No apartarse lo más mínimo de «la fe de la Iglesia», era prácticamente lo más valorado. Este interés catequético es legitimo, pero es necesario preguntar: la catequesis que se preocupó tanto por la «doctrina correcta», la llamada «ortodoxia», se preocupó igualmente por la práctica correcta, la llamada «ortopraxis»?

El evangelio de Mateo es directo y tajante. Nos pide aceptar la ortodoxia pero siempre y cuando esté basada y fundamentada en la ortopraxis, es decir, en la práctica de la justicia. Pues, anunciar las doctrinas correctas, que todo el mundo acepta, es muy fácil. Lo difícil es practicarlas. Por eso, urge más revisar nuestras prácticas catequéticas que los sistemas doctrinales.

Durante mucho tiempo nuestra catequesis se limitó, en gran parte, a memorizar preceptos, doctrinas y fórmulas. El evangelio nos pide que, sin olvidar todo esto, nos preocupemos de realizar lo que ellas proponen. Lo fundamental de toda la doctrina cristiana, contenida en el evangelio, es la práctica comunitaria de la caridad expresada en una exigencia irrevocable de justicia. La comunidad cristiana existe para enunciar buenas noticias a la humanidad. Se convierte ella misma en buena noticia cuando transforma las realidades de muerte en caminos hacia la vida en abundancia y no cuando se anuncia a sí misma. Leer más…

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Dom 5. 11. 12. Ni rabinos, ni padres, ni dirigentes. La autoridad de la an-arquía

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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76446371_49300329Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 31, tiempo ordinario. Mt 23, 1-12. Mt 23 es un capítulo de dura polémica, en el que Jesús (=Mateo) se opone a un tipo de judíos que, a su juicio, quieren convertir la religión en poder,con mandos superiores (rabinos, padre, dirigentes)… Pero, al mismo tiempo, él se opone, aún con más fuerza, a un tipo nuevo de cristianos que quieren expresar el mensaje y vida de Jesús en una forma de autoridad sagrada (jer-arquía) sobre los otros (rechazando de esa forma el evangelio).

En sentido externo, Jesús critica a los escribas y fariseos de un tipo de judaísmo. Pero en sentido más profundo él se eleva en contra de aquellos que, haciéndose pasar por cristianos,no lo son, pues asumen y ejercen en nombre de Cristo un poder que va en contra de Dios. 

iglesia_san_marcos_o_c-jpg_1306973099Éste es un capítulo de intensa y durísima retórica que resulta esencial para entender el evangelio, pues rechaza toda jer-arquía, fundando así una an-arquía superior, que viene del Cristo y se expresa en forma de fraternidad universal.

Más que del judaísmo rabínico de entonces (que tenía, sin duda, sus problemas de poder), Mateo plantea aquí de los riesgos de poder de su grupo cristiano, al que amonesta en nombre de Jesús, para que no convierta el evangelio en principio de dominio sagrado sobre otros.

Sobre esa an-arquía radical se fundará en Mt 28,18 la nueva ex-ousía de la misión cristiana, que es la ousía-esencia que sale de sí misma (ex) para así hacer que otros existan. Sólo allí donde se niega todo poder (an-arquía) puede darse la verdadera ex-ousía, que es autoridad creadora.

1. En la cátedra de Moisés se han sentado… (23, 2-7).

Este pasaje nos sitúa ante un tema clave de la identidad cristiana, en un momento en que la iglesia corre el riesgo de convertir el camino de Jesús en una carrera de honores. Hay cristianos que se sienten superiores y se sientan en sus “cátedras”, diciendo que son de Dios/Moisés, siendo de su propio orgullo:


23 2 En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos; 3 cumplid, por tanto, y guardad todo lo que os digan, pero no hagáis según sus obras, pues dicen y no hacen 4 Pues pesan cargas pesadas (e incapaces de soportar) y las echan a las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas
5 Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres: ensanchan sus filacterias y alargan los flecos; 6 buscan el primer puesto en los banquetes y la primera cátedra en las sinagogas, 7y los saludos en las plazas, y que los hombres le llamen Rabí (Mt 23, 5-7) .

evangelio-de-mateoEl mayor problema que Mateo ha visto en las comunidades es la hipocresía, el hecho de que se eleven en ellas un tipo de vigilantes, imponiendo sobre los pequeños unos cargas y pesos que ellos no soportan. De esa forma condena un riesgo que él advierte en algunas comunidades regidas por escribas y fariseos, donde el purismo (a su juicio falso) de los dirigentes desemboca en la opresión de los pequeños, un pecado que él había destacado en el discurso eclesial (Mt 18), pues no se encuentra sólo en los judíos de fuera, sino también en los cristianos.

Mateo no ha inventado este reproche, sino que lo ha tomado del Q (cf. Lc 11, 46) y especialmente de Mc 12, 38-39, lo que indica que el problema surgió pronto en ciertos grupos, en un tiempo en que muchos cristianos seguían integradas en las sinagogas, y no se habían independizado de ellas, formando así comunidades mixtas. Ni los cristianos habían abandonado del todo las sinagogas judías, ni los judíos de tendencia rabínica se habían cerrado aún de un modo exclusivista, como harán más tarde al condenar a los “minim” o herejes (entre los que estarán después los cristianos) .

Los cristianos de Mateo no habían instituido todavía un cuerpo separado de dirigentes, con mandos exclusivos,pues los cristianos siguen conviviendo, al menos en parte, con otros judíos. Pues bien, en contra del testimonio de Jesús, algunas comunidades rabínicas, a las que se encuentran asociados los cristianos, están creando (conforme a las acusaciones de Mateo) un sistema de honores,tomando el poder como signo de Dios.

‒ Poder de apariencia: “Hacen las cosas para ser vistos” (23, 5). Antes, en un contexto donde todos, en general, eran judíos, no había que acentuar los distintivos exteriores. Pero ahora algunos sienten la necesidad de decir con sus vestidos de “presidentes” que son mejores que los demás, vistiéndose de un modo distinto, para que los otros les vean, creando así una competición por el aspecto externo.

‒ Poder de presidencia: “Buscan los primeros asientos en los banquetes y las primeras cátedras en las sinagogas” (23, 6).Surge así una religión hecha de autoridad en las comidas y reuniones, en las que, más que el diálogo personal y la ayuda mutua (comunicación entre iguales, desde los más pequeños, como había puesto de relieve Mt 18), importa un tipo de estratificación social. Ciertamente, éste es un riesgo de muchas comunidades instituidas (no sólo judías y cristianas), y así puede verse en grupos religiosos de diverso tipo, pues la crítica de Mateo se dirige no sólo a los escribas/fariseos, dirigentes de las comunidades judías en general, sino, y sobre todo, a los cristianos .

En contra del mensaje de Jesús, la dinámica del poder está empezando a introducirse en las comunidades de sus seguidores, de manera que el mismo evangelio puede hacerse fuente y signo de distinción y jerarquización social, en un contexto donde empiezan dominan elementos económico/políticos (primeros puestos en comidas y reuniones). De esa forma, los que ocupan las primeras cátedras (como los obispos posteriores) tienden a convertirse en referencia fundamental de Dios, como una expresión de su poder sobre los otros (es decir, sobre los más pequeños), en contra de la norma central del juicio (25, 31-46).Evidentemente, este Jesús no aceptaría la iglesia posterior de obispos con primeras cátedras.

‒ Honor y poder social: “Y los saludos en las plazas, y que los hombres les llamen Rabí” (23, 7). Poder significa honor y afirmación pública en la sociedad antigua, un reconocimiento que tiene tanta importancia como la riqueza económica, con la que se vincula (cf. 6, 19-34 y 19, 16-30). Éste no es sólo un tema de pequeña moralidad para administradores eclesiales, sino un problema básico de institución comunitaria. De esa manera, el mensaje mesiánico, dirigido a los pobres y excluidos, a los que Jesús ha querido ofrecer toda la dignidad (cf. Mt 18), se convierte en un medio para el establecimiento de nuevas y más hondas desigualdades, fundadas en motivos religiosos .

Mateo no condena el buen judaísmo de la honradez y devoción profunda, ni el buen cristianismo del seguimiento de Jesús, sino un mal judaísmo y un cristianismo con jerarcas ansiosos de poder. Leer más…

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Dos malos ejemplos y uno bueno. Domingo 31. Ciclo A

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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a_burke_8Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Los protagonistas de las tres lecturas (hoy tendré también en cuenta la segunda) son las personas que deberían estar al servicio de la comunidad. Unos se portan mal con Dios y con el prójimo; Pablo se entrega por completo a sus cristianos.

 El mal ejemplo de los sacerdotes (1ª lectura)

 La primera lectura nos traslada a Judá en el siglo IV a.C. Por entonces, los judíos están sometidos al imperio persa. No tienen rey, sólo un gobernador, y los sacerdotes gozan cada vez de mayor poder y autoridad. Pero no lo ejercen como correspondería. Contra ellos se alza este profeta anónimo (Malaquías no es nombre propio sino título; significa “mi mensajero”). Las acusaciones que hace a los sacerdotes son muy duras, pero parecen muy genéricas: no dar gloria a Dios, no obedecerle, no guardar sus caminos, hacer tropezar a muchos. Si la liturgia no hubiese mutilado el texto, quedarían claras algunas de las cosas con las que los sacerdotes desprecian a Dios: ofreciendo sobre el altar pan manchado, animales ciegos, cojos, enfermos o incluso robados. En definitiva, no dan importancia al altar ni a lo que se ofrece a Dios.

 Lectura de la profecía de Malaquías 1, 14-2, 2b. 8-10

«Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones -dice el Señor de los ejércitos. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre -dice el Señor de los ejércitos-, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví -dice el Señor de los ejércitos-. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?»

 El mal ejemplo de los escribas y fariseos (evangelio)

 En los domingos anteriores leíamos diversos enfrentamientos de grupos religiosos judíos con Jesús. Ahora le toca a él contraatacar. Y lo hace con un discurso muy extenso, del que hoy sólo se lee la primera parte, dirigido contra los escribas y fariseos, los principales representantes religiosos de los judíos después del año 70 (cuando los romanos incendiaron el templo de Jerusalén, los sacerdotes pasaron a segundo plano porque no podían ejercer su función cultual).

Los escribas eran los especialistas en la Ley de Moisés, algo así como nuestros canonistas y moralistas. Los fariseos eran los seglares piadosos, que se esforzaban sobre todo por cumplir las normas de pureza y por pagar el diezmo incluso de lo más pequeño.

           Ni buen ejemplo ni buena enseñanza

 En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. 

 El discurso comienza con una afirmación llena de ironía. Aparentemente distingue entre lo que dicen y lo que hacen. Lo que dicen es bueno, lo que hacen… es que no hacen nada. Sin embargo, esta afirmación hay que matizarla teniendo en cuenta el resto del evangelio. Entonces se advierte que Jesús no está de acuerdo con la enseñanza de escribas y fariseos, porque en otras ocasiones ha mostrado su desacuerdo con ellos, e incluso ha puesto en guardia a los discípulos contra su doctrina («la levadura de los escribas y fariseos»). Así lo demuestra la referencia a su enseñanza: toda ella se resume en agobiar a la gente con cargas pesadas, que ellos no se molestan en empujar ni con el dedo. Por consiguiente, la única forma adecuada de interpretar las palabras iniciales es la ironía. Jesús está en desacuerdo con la conducta de escribas y fariseos, y también con su enseñanza.

 Filacterias y alzacuellos, borlas y colorines

 Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.

El discurso sigue con el mismo enfoque irónico. Después de afirmar que «no hacen», dice que hacen muchas cosas, pero todas para llamar la atención. Y se detiene en algo a lo que Jesús daba mucha importancia: la forma de vestir.

Las filacterias eran pequeñas cajas forradas de pergamino o de piel negra de vaca que contienen tiras de pergamino en las que están escritos cuatro textos bíblicos (Dt 11,13-22; 6,4-9; Ex 13,11-16; Ex 13,2-10). Desde los trece años, durante la oración de la mañana en los días laborables, el israelita varón se ponía una sobre la cabeza y otra en el brazo izquierdo, pronunciando estas palabras: «Bendito seas, Yahvé, Dios, Rey del Universo, que nos has santificado por tus mandamientos y que nos has ordenado llevar tus filacterias». Mateo alude a una costumbre de los judíos beatos, que llevaban las filacterias todo el día y agrandaban las borlas para hacerlas más visibles.

El origen de las borlas se remonta a Nm 15,38s: «Di a los israelitas: Haceos borlas y cosedlas con hilo violeta a la franja de vuestros vestidos. Cuando las veáis, os recordarán los mandamientos del Señor y os ayudarán a cumplirlos sin ceder a los caprichos del corazón y de los ojos, que os suelen seducir». Los judíos beatos agrandaban esas borlas que llamar la atención. Escribas y fariseos caen en estos defectos, a los que se añaden otros detalles de presunción.

            Ni maestro, ni padre

            Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Mateo, que no quiere limitarse a ironizar, sino que desea evitar los mismos peligros en la comunidad cristiana, termina esta parte introductoria exhortando a evitar todo título honorí­fico: maes­tro, padre, consejero. En su opinión, no se trata de una cuestión secundaria: el uso de estos títulos equivale a introducir dife­rencias dentro de la comunidad, olvidando que todos somos igua­les: todos herma­nos, todos hijos del mismo Padre. Más aún, esos títulos signifi­can desposeer a Dios y al Mesías de la dignidad exclusiva que les pertenece, para atribuírsela a simples hombres. Por eso, frente al deseo de aparentar de escri­bas y fariseos, el principio que debe regir entre los cristianos es que «el más grande de vosotros será servidor vuestro». Y el que no esté dispuesto a aceptarlo, que se atenga a las consecuen­cias: «A quien se eleva, lo abajarán, y a quien se abaja, lo elevarán».

            Una anécdota que viene a cuento

 Me contaban hace poco que un compañero fue a visitar a un cardenal. Cometió el tremendo error de llamarle “Reverencia” (título de un obispo) en vez de “Eminencia”. Al interesado se le mudó la cara ante tamaña ofensa. Y mi compañero no consiguió lo que pedía. Lógico.

El buen ejemplo de Pablo (2ª lectura)

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Oscar Romero, un buen ejemplo

Por pura casualidad, y sin que sirva de precedente, la segunda lectura de hoy se puede relacionar con las otras dos. Frente al mal ejemplo de desinterés, autoritarismo, vanidad y presunción, Pablo ofrece un ejemplo de entrega absoluta a los cristianos de Tesalónica, como una madre, trabajando día y noche para no resultarles gravoso.

Hermanos:
Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

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Domingo XXXI. 05 Noviembre, 2017

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque unos solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo.”

(Mt 23, 1-12)

Muchas veces me he preguntado si este fragmento del evangelio está en todas las biblias o solamente en algunas. Y me viene a la memoria una conversación que tuve hace años con un amigo. Algo le comentaba yo del evangelio, le decía que había cosas que no entendía y le preguntaba si a él no le pasaba lo mismo. Me contestó bromeando: No, yo las páginas que no entiendo o no me gustan las arranco y problema resuelto.

Aquella broma me hizo reír entonces, pero también me ha hecho pensar en más de una ocasión ya que tristemente a la Biblia le hemos hecho decir lo que hemos querido y también hemos silenciado aquello que nos ha interesado. Así, resaltando unas cosas y callando otras, hemos deformado profundamente el Rostro de Dios que vino a mostrarnos Jesús.

El evangelio de hoy es un vivo ejemplo. ¡Madre mía, cómo nos hemos llenado de títulos en la Iglesia! ¿Qué cara se le pondría a Jesús si escuchase lo de “eminencia”, “ilustrísimo”, “santo padre”, “excelentísimo”…? ¡Lo de maestro, padre o jefe es una nimiedad!

No vale decir que esto no tiene importancia, porque sí la tiene. El lenguaje es poderoso. No es lo mismo llamar a alguien “padre” que llamarle “hermano”. Tampoco es lo mismo acercarse a los demás con corazón de “jefe” o “superior” que hacerlo “como uno más”.

Cada momento histórico aporta sus tesoros y sus sombras y el poder de la Iglesia es una sombra muy alargada. Desde luego, gracias al inmenso poder que durante siglos ha ostentado la Iglesia como institución es mucho por lo que los cristianos tenemos que pedir perdón.

Porque hemos subido muy arriba, ahora la bajada se nos hace más penosa y difícil. Pero nos viene bien. La profunda crisis de vocaciones no es por culpa de la sociedad. Ni es por la falta de compromiso de los jóvenes de hoy. Es un crisol que volverá a colocarnos en el lugar que nos corresponde de la misma manera que ha sucedido en otras grandes crisis.

Oración

No nos dejes seguir cayendo en la tentación de dejarnos llamar con títulos y sentirnos mejores y superiores que los demás. Bendice, Trinidad Santa, a nuestra Iglesia, a cada persona cristiana, con el don de la humildad. ¡Amén!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Nadie es más que nadie.

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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tin-mung-mt-231-12Mt 23, 1-12

Sigue el mismo discurso. Después de las controversias, Mt sigue hablando para su comunidad y poniendo en boca de Jesús lo que quiere decir él a aquellos cristianos. Su intención es hacer ver la diferencia entre el antiguo Israel y la nueva comunidad. En el relato de hoy, Jesús no habla a los fariseos, sino a la gente y a sus discípulos. Mt pide a su comunidad que no caiga en los mismos errores que critica. Su preocupación está justificada, porque el cristianismo cayó muy pronto en un fariseísmo peor que el judío.

Nos llevaría demasiado tiempo el explicar cada una de las frases que hemos leído. Vamos a revisar solo algunas. La verdad es que hoy no se necesita ninguna exégesis especializada. Se entiende todo perfectamente. Otra cosa es, que nos interese, de verdad, seguir las directrices del evangelio. De muchos, que se encuentran hoy sentados en cátedras, se podía decir lo mismo que el evangelio dice a los fariseos. ¡Qué poco han cambiado las cosas! El texto sigue teniendo hoy una rabiosa actualidad.

El ambiente reflejado en este texto, no es el del tiempo de Jesús, sino el de la comunidad de Mt. Los furibundos ataques contra los fariseos que aparecen en los evangelios, seguramente no corresponden a Jesús, sino a una situación que comienza a partir de la destrucción del Templo en el año 70. Fue entonces cuando, desaparecido el sacerdocio y el culto, los fariseos se hicieron con el absoluto control del judaísmo e impusieron a todos su manera de pensar. Solo entonces decidieron expulsar del judaísmo a los cristianos y declararles formalmente herejes.

Lo que reflejan los evangelios es la reacción de los cristianos contra esos fariseos, que se mantuvo a través de los siglos. En el texto de hoy encontramos dos pistas para descubrir que esas palabras no las dijo Jesús: a) Nunca pudo decir que el único Señor era él mismo. b) La denominación de “hermanos”, que el evangelista pone en boca de Jesús, fue un distintivo de la primera comunidad cristiana. El saber que no lo dijo Jesús no resta un ápice la importancia de la advertencia a aquellas primeras comunidades.

Ellos no hacen lo que dicen. No es exacto que los fariseos fueran por definición “fariseos”. Eran cumplidores, pero su rigorismo en la interpretación de la Ley les obligó a disimular que eran incapaces de cumplirla, para poder seguir exigiendo a los demás lo que ellos no hacían. Pero el engaño mayor consistía en exigirles, en nombre de Dios, unas prácticas que no les podían traer salvación, porque solo eran preceptos humanos.

Cargan a la gente con fardos pesados e insoportables. Eran 613 los preceptos que tenía que cumplir todo israelita para ser fiel a la Ley, según algunos, todos tenían la misma importancia. En ese fárrago de prescripciones, la vida humana quedaba aprisionada y las personas sumidas en una frustración alienante. Recordemos que Jesús había dicho: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Cuando se pone la perfección en el cumplimiento de normas externas, solo caben dos salidas: En la medida que la alcances, la soberbia. Soy más que los demás y puedo mirarlos por encima del hombro. En la medida que no la alcanzas, la simulación. Lo que los demás piensen de mí es más importante que lo que soy realmente. De ahí el afán por exagerar todos los signos externos de religiosidad. Muchos cristianos de hoy estamos en esa misma dinámica.

Vosotros, en cambio… Aquí tenemos la clave del texto. La nueva comunidad no debe comportarse como los fariseos, sino desde la autenticidad. Esto es lo que quiere dejar claro Mt. El mensaje central del evangelio consiste en abandonar todo intento de superioridad y entrar en una dinámica de servicio incondicional a los demás. Cuando Jn habla del pecado del mundo, se refiere siempre al oprimir o al dejarse oprimir.

“No os dejéis llamar maestros, no llaméis a nadie padre, no os dejéis llamar jefes”. ¡Qué poco dura lo auténtico! Seguramente ya se empezaba a estructurar la comunidad y ya había, en aquella época, quien quería ser más que los demás. Los seres humanos somos capaces de remover el cielo y la tierra, con tal de justificar el estar pon encima de los demás y de alguna manera utilizarlos en beneficio propio.

El primero entre vosotros será vuestro servidor. Jesús exige lo que él vivió. El mismo Jesús comenta en otro lugar: “lo mismo que el Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Recordad que cuando Jn dice “dar su vida”, no emplea “zoe” ni “bios”, sino “psiques”. No está hablando de la vida biológica, que entregó en la cruz, sino de la vida psicológica (propiamente humana) que pone al servicio de los demás durante toda su andadura.

Ciertamente, a primera vista el principal reproche se hace a los superiores. A ello nos empuja también la primera lectura. Sin duda ninguna la jerarquía debía hacer un serio examen de conciencia partiendo de estas palabras del evangelio y de otras que van en la misma dirección, pero los títulos se los damos nosotros. Una vez más debemos recordar que Jesús no lanza sus diatribas contra la autoridad, sino contra la autoridad que se ejerce como poder. El que quiera ser primero que sea el último y el servidor de todos.

La Iglesia empezó muy pronto a organizarse copiando en su estructura el organigrama del imperio. Poco a poco, le fue dando más importancia al poder, y terminó sacralizándolo, en contra del evangelio. Una vez que entró por esa dinámica, no ha visto la manera de salir de ella. Desde la Edad Media, se han alzado en todas las épocas voces en contra de la estructura de poder (jerarquía) de la Iglesia Romana. Nadie ha sido capaz de emprender con éxito esa renovación. Juan Pablo I lo anunció, pero no vivió para realizarla.

No toda la culpa la tienen los superiores. Un examen cuidadoso de la psicología humana, nos llevará a descubrir, que somos los inferiores los que tendemos a buscar el refugio de otras personas en las que depositamos la confianza para encontrar seguridad, a cambio de que nos liberen de las responsa­bilidades, aunque eso suponga un cierto grado de sumisión. La carga de que me libero parece mayor de la que supone la sumisión. Esta es la trampa, porque actuando de esta manera renunciamos a la libertad responsable.

Obedecer órdenes no garantiza el cumplimiento de la voluntad de Dios. Ser fiel a Dios es ser fiel a ti mismo, a tu auténtico ser. Lo que Dios quiere de ti, te lo está diciendo Él desde dentro de ti mismo. Entre Dios y tú no puede haber intermediarios. Todo el que quiera doblegar tu voluntad en nombre de Dios, te está engañando. Es verdad que nunca podremos alcanzar la plenitud en soledad, pero los demás, todos los demás, tienen que ayudarme a descubrir el camino de esa plenitud, mostrándome el camino para alcanzarla o indicándome los errores que me lo puedan impedir.

Meditación

En el orden espiritual, nadie es más que nadie.
Todo lo que somos se lo debemos a Dios.
Y Dios da a todos lo mismo porque se da Él mismo.
La energía para caminar ya la tengo.
Falta saber en qué dirección tengo que orientar mis pasos.
El que ya ha subido a la cumbre, puede mostrarme las dificultades.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Dieta de Silencio

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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20111028103515e423ddSi tu palabra no es mejor que tu silencio, guarda silencio (Proverbio indio)

5 de noviembre, domingo XXXI del TO

Mt 23, 1-12

Lo que os digan ponedlo por obra, pero no los imitéis; pues dicen y no hacen

Un decir y hacer evangélico que ha de manifestarse en obras para realmente serlo. El americano Jack Kornfield (1945), escritor y maestro del budismo vipassana, resalta la idea de que dichas obras han de explicitarse en el quehacer de cada día. En su sugerente libro “Después del éxtasis, la colada”, escribe: “La verdadera tarea de la vida espiritual no se halla en lugares lejanos o extraños estados de consciencia: está aquí, en el presente”.

El profeta Malaquías, como Jesús, critica duramente a los escribas y fariseos, a las clases dirigentes de su tiempo por su hipocresía y el modo interesado de realizar su ministerio. El profeta, en siglo V a. C., lanza un duro ataque a los sacerdotes de su época por lo mal que realizan el culto y el mal ejemplo que dan en su vida. Buscan su propia gloria en vez de la de Dios: “Pero vosotros os apartasteis del camino, hicisteis tropezar a muchos con vuestras instrucciones, invalidasteis y habéis hecho que muchos tropiecen en la ley, invalidasteis la alianza con Leví”. (Mal 2, 8-9). Aunque el ataque a letrados y fariseos tenga más de caricatura que de retrato, Jesús les reprocha su afán de ostentación y de no cumplir lo que enseñan.

El escándalo provocado por su predicación entre los jerarcas judíos podría ser comparado con el producido entre el público por tantas obras musicales o literarias como, por ejemplo, la primera representación de La consagración de la primavera del ruso Igor Stravinski en 1913 o Histoire d’O, de la francesa por Dominique Aury en 1974.

Hoy nuestras jerarquías -tanto religiosas como políticas, con raras y loables excepciones- siguen mereciendo el azote de las palabras que el profeta les dedicó 460 años antes de Cristo. Un olvido del pueblo que ya el cardenal de París, Emmanuel Suhard, lo lamentó en su carta de Cuaresma de 1949: “Existe un muro que separa la Iglesia de la gente. Ese muro hay que derribarlo para devolver a Cristo a la gente”Un triste y secular muro que impide unir la calle con el Templo.

El Lama vietnamita Thich Nhat Hanh, puso también de manifiesto la necesidad del decir y el hacer, cuando dijo: “He sido monje durante 65 años, y lo que he encontrado es que no hay religión, ni filosofía, ni ideología más alta que la humanidad; con solidaridad y fraternidad, todo es posible”.

El versículo 3 de Mateo “Lo que os digan ponedlo por obra, pero no los imitéis; pues dicen y no hacen”, y el proverbio indio Si tu palabra no es mejor que tu silencio, guarda silencio”, lo dejan igualmente bien claro.

En nuestro Poema El lecho de Procusto, encabezado por Mt 5-20 “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de Dios”, se relata la triste historia de este bandido y posadero griego, talibán fundamentalista que asesinaba sin piedad a cuantos no fueran de su misma medida y pensamiento.

EL LECHO DE PROCUSTO

Jesús reconduce la Ley a su último objetivo:
servicio a la vida, a la justicia,
al amor, y a la verdad.

Un Torquemada griego laico y primitivo.
Un talibán fundamentalista,
para el que todo
cuanto no se ajustaba al angosto y rígido lecho de su mente
acababa despiadadamente mutilado.

Y la historia se reescribe.
Visionarios de vía estrecha, elegidos
por no se sabe bien qué demiurgo.
Se consideran gestores responsables
de pastorear las ideas ajenas,
no cesando en su celoso empeño
hasta encerrarlas –velis nolis–
en el redil, de sus certezas personales.

Un discurrir oscuro
por el angosto Cañón del Colorado,
condenado a la horca inexorable
de sus estrechas y rígidas creencias:
Caballeros de la armadura oxidada,
Jinetes del Apocalipsis.
Como Narcisos
ya irredentos acaban ellos y sus fieles
ahogados en el fondo del cauce de sí mismos.

(EVANGÉLICO CUARTETO. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Se acerca el final.

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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tissot-chief-priests-ask-jesus-by-what-authority-741x524_1_Se acerca el final del año litúrgico y se acerca también el final de Jesús, el final del tiempo que le queda para desenmascarar la mentira, el orgullo, el dominio de los poderosos hacia los más débiles, todo en nombre de Dios.

Se acentúa por momentos la tensión entre Jesús y sus adversarios; ellos no van a cesar en su acoso hasta encontrar la manera de acusarle formalmente. Jesús no dejará de tensar la cuerda porque no puede traicionar el propósito de su vida.

A pesar de que todos buscan la fidelidad al mismo Dios, los caminos escogidos son contradictorios, porque los fariseos ponen el énfasis en el cumplimiento de la ley y sus más de seiscientos preceptos, mientras que Jesús basa su enseñanza en el amor a Dios y al prójimo.

Después de sus choques frontales con los distintos grupos representativos del judaísmo, Jesús se dirige a sus discípulos y a las multitudes para expresar su opinión sobre la fidelidad-infidelidad del pueblo de Israel para con su Dios.

El ataque es frontal, sin tapujos, directo a quienes se hacen con la autoridad, dominan y subyugan. No quiere Jesús de ninguna manera que sus seguidores vayan por ese camino de hipocresía. En ningún momento niega que las autoridades hayan conservado la Alianza que Dios hizo con su pueblo a través de Moisés. Lo que critica no es lo que dicen sino lo que hacen.

Es un ataque frontal al patriarcado, que se erige como autoridad máxima buscando los privilegios y los primeros puestos a costa de los demás. Esta manera de vivir la religión no ha de ser la de la comunidad de Jesús. Nadie tiene derecho a cargar pesos en las espaldas de los demás mientras que “ellos” se saltan las normas a su antojo. Nadie es superior a nadie, y por tanto el vivir de cara afuera aparentando, buscando el reconocimiento y el elogio de los demás es duramente criticado.

Pero Jesús sobre todo remarca el que no nos dejemos obnubilar por el “saber” teórico de alguien dejándole las riendas de nuestra vida. Si todos somos herman@s tenemos la responsabilidad de compartir los “bienes”, sin alzar a nadie por encima de l@s dem@s.

¡Qué fácil es seguir a un gurú y dejarme guiar en lugar de tomar las riendas de mi seguimiento de Jesús y personalizar mi fe! Claro que a tod@s nos ayuda que personas con estudios nos vayan clarificando aspectos de nuestra vida espiritual; lo que no tiene sentido es que el seguirles a “ell@s” sustituya nuestra oración personal y nuestro compromiso en comunidad.

Tanto a los hombres como a las mujeres nos cuesta romper con esa lacra del patriarcado que nos destruye a tod@s. El discipulado de iguales es lo que Jesús intentó inculcar entre los suyos y se destruyó en los primeros años del cristianismo.

Ni padre, ni maestro, ni preceptor ni intermediario. Nada de todo esto sirve en la comunidad cristiana. Hermanos y hermanas aunque nos pueda sonar un poco extraño. Compañer@s de camino, que quiere decir aquellos con quienes comparto el pan, en todas sus diferentes formas.

A Pablo, en la segunda lectura, se le escapa el ramalazo patriarcal (aunque ese versículo no se leerá en la Misa): “Y aunque podríamos haber dejado sentir nuestra autoridad como apóstoles de Cristo (…) nos comportamos afablemente con vosotros como una madre que cuida de sus hijos con amor”. 1 Tes 2, 7  (El texto en negrita es lo que oiremos).

Como si el ser testigo de la Resurrección de Jesús, (por cierto Pablo no lo fue), confiriera una autoridad por encima del resto de miembros de la comunidad. Jesús dice o por lo menos así lo recoge la comunidad de Mateo: “El mayor de vosotros será el que sirva a los demás. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. (Mateo 23: 11)

Creo que a su comentario de un comportamiento cariñoso como el de una madre con sus hijos Jesús le habría dicho: Has hecho lo que te correspondía como miembro de la comunidad cristiana, ni más ni menos. ¡Qué menos se puede esperar de quien sirve la Palabra!

Estar sentado en la cátedra de Moisés, no nos da garantía de nada. Es vivir sencillamente esos valores a los que Jesús nos invita, lo que nos hace ser auténtic@s, gozar de verdad y no perder la esperanza en medio de tanta apariencia y falsedad.

Se acerca el final de este recorrido evangélico que hacemos cada año. No dejemos que nos pase por encima una vez más. Que su mensaje nos sacuda por dentro y nos de la paz y la armonía que necesitamos.

Carmen Notario

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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En la Iglesia todos sois hermanos.

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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tablas-de-la-leya56Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. DIVERSOS MODOS ECLESIALES YA EN EL NUEVO TESTAMENTO.

El grupo de Jesús, la Iglesia naciente nunca fue de un modo unitario, la iglesia era una pero no uniforme. Los uniformes (una – forma) pertenecen a otros ámbitos deportivos, militares, majorettes, comparsas de carnavales etc. pero no a la Iglesia

o Las comunidades de san Pablo tenían un tono carismático: cimentadas siempre en el Señor Jesús, se organizaban conforme a los carismas, las cualidades de los cristianos.

o Las comunidades de la tradición de san Juan sufrieron mucho principalmente por la ruptura con el mundo judío y por el gnosticismo que estaba empapando el naciente cristianismo. Por ello estas comunidades eran más bien grupos cerrados. A modo de ejemplo, estas comunidades de Juan “se parecerían” a las iglesias perseguidas en los países del telón de acero de los años 1950-60, “iglesias del silencio”.

o Las comunidades de las cartas Pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito) eran comunidades que a fines del siglo I, comienzos del II, echaban de menos la presencia de Pablo y tratan de estructurarse para continuar en la historia. De ahí que comiencen a hablar ya de presbíteros, diáconos y obispos, que habrían de garantizar la continuidad.

o La Iglesia de la tradición de Mateo era una comunidad que se entendía como una fraternidad: TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS.

La iglesia de Jesús tiene algunas características constantes en todos estos modelos eclesiales:

o Una iglesia basada no en el poder, sino en el SERVICIO. Tras el lavatorio de los pies, Jesús les invita a los a suyos a Haced vosotros lo mismo, (Jn 13).

o A los cristianos les conocieron no por una espléndida retransmisión televisiva, sino por cómo se amaban (AMOR), (Jn 13,35).

o La Iglesia que se refleja en el evangelio de Mateo es una FRATERNIDAD. Y eso que Mateo es el único evangelio que recoge aquel texto sobre Pedro: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, (Mt 16,18). Sin embargo la iglesia de Mateo es una comunidad de hermanos, de iguales.

La unidad de la Iglesia no reclama uniformidad. La Iglesia es una en la diversidad, en la pluralidad:

La Iglesia de Cristo, según el Nuevo Testamento, no es una Iglesia de unitarismo centralista e igualitarismo –y menos totalitario-. No conoce la uniformidad, sin alegría ni libertad, de una organización única o de tipo único de unidad. No entra en la esencia de la Iglesia ni el culto uniforme, ni la disciplina uniforme, ni la teología uniforme. Apoyándose en Efe 4,4-6 se podría más bien afirmar lo contrario.

Pluralidad en el culto: un solo Dios, un solo Bautismo, una sola Eucaristía, pero pueblos distintos, comunidades distintas, lenguas distintas, ritos y formas de piedad distintas, cantos y ornamentos distintos, distintas oraciones y, en este sentido, iglesias distintas. Pluralidad también en la teología: Un solo Dios, un solo Señor, una sola fe y una sola esperanza, pero distintas teologías, distintos sistemas, distintos estilos de pensar, aparatos conceptuales y terminologías, distintas escuelas, tradición y tendencias en la investigación, distintas universidades y distintos teólogos y, en este sentido, una vez más, distintas iglesias. Pluralidad finalmente también en el orden eclesiástico: un solo Dios, un solo Señor, un solo Espíritu, un solo cuerpo, pero diversas ordenaciones de vida, diversas estructuras de derecho, diversas naciones y tradiciones, diversos usos y costumbres y sistemas de administración y así finalmente, también en este sentido, distintas iglesias. 

La verdad es una, pero las formas y formulaciones en que se expresan, pueden ser varias y variadas.

/ ANACRONISMO

La palabra “anacrónico – anacronismo” es de origen griego y significa “fuera del tiempo”, fuera de tiempo”, (a – cronos).

Hoy en día no pocos católicos se lamentan de que se nombren obispos de mentalidad y actividad tridentinas, que muchos curas, nuevos movimientos religiosos, congregaciones religiosas, laicos, son ultraconservadores. Muchos sueñan con una iglesia uniforme. Pero la Iglesia, como los pueblos y culturas es plural y diversa.

Se están recuperando “latines”, campanillas, roquetes, palios, bandejas, paños, ritos ya casi olvidados, parece como si hacer la genuflexión al comulgar fuese índice de ser mejor cristiano, etc, etc.

En el evangelio hemos escuchado: Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.

Uno se queda un tanto pensativo y me surge la nostalgia de que:

¡ya quisiéramos obispos y curas tridentinos!

TRENTO UN CONCILIO POTENTE.

concilio-de-trentoEl Concilio de Trento fue un concilio potente, serio, con una gran teología, creó un estilo sacerdotal que ha dado grandes frutos y un gran estilo de vida sacerdotal, el cardenal Bérulle, el cura de Ars, la escuela de San Sulpicio, la gran tradición sacerdotal del seminario de Vitoria.

Lo que no está ocurriendo es que hoy en día -entre otras cosas- es que muchos obispos, curas, movimientos religiosos y laicos, puenteando el tiempo (el kairós), el espíritu y el tono del Vaticano II pretenden -supuestamente- remontarse a Trento, pero no porque estimen y amen el espíritu de aquel concilio, sino porque allí encuentran un arsenal para dinamitar el espíritu moderno del Vaticano II, al mismo tiempo que encuentran las piedras necesarias para construir “bunkers ideológico-religiosos”.+

03. UNA COMUNIDAD DE HERMANOS ES UNA COMUNIDAD DE IGUALES.

En la familia los hermanos son iguales. Todos somos hijos de Dios, por tanto hermanos, por tanto iguales.

comunidadfeLas diferencias y grados no son evangélicas y menos si tales diferencias provienen de distinciones de poder. Las distinciones que admite Jesús son las del servicio. En el evangelio de Mateo (20,17-28) aparece ya la tentación del poder en la familia de los Zebedeos: que estos dos hijos se sienten a tu derecha e izquierda… Entre vosotros no ha de ser así, como entre los políticos, sino que ha de ser de servicio: el que quiera ser el mayor que sea vuestro servidor…

Vistas las cosas desde el mundo eclesiástico, no, pero vistas desde Jesús, todos los que queremos seguir al Señor, todos somos iguales, hermanos.

Somos cristianos e iglesia en tanto en cuanto tratamos de ser hermanos, nos ayudamos y servimos (lavatorio de los pies, Jn 13) . Una Iglesia que viva en una pre – tensión (búsqueda previa) del poder, está -estamos- muy lejos de ser la Iglesia del Señor.

Difícilmente podemos ser una comunidad de hermanos en una iglesia de estructuras de poder.


04. ES HERMOSO SER Y VIVIR COMO HERMANOS.

3755462557_0b4aab0541_m¡Qué hermoso y alegre es que los hermanos vivan unidos!, dice el salmo 133. Es una gran verdad que la experimentamos en la vida familiar y en espacios de amistad, de convivencia.

Sin embargo y por desgracia es difícil decir esto del ámbito eclesial. En la Iglesia hay malestar, que significa: estar mal. En nuestra propia diócesis, en nuestra propia iglesia local, el clima es difícil, duro y de tristeza, al menos para muchos de nosotros. La comunión, la fraternidad eclesial se ha resquebrajado. Si el papa Francisco está viviendo en un fuego cruzado, ¿qué podemos esperar los demás?

La comunión eclesial no se logra por sometimiento, por dominación. Somos hermanos porque tenemos todos, -todos-, un mismo Padre. El que nos une es el Padre, lo mismo que nos ocurre en la vida: quienes nos unen a los hermanos son los padres: padre y madre. Cuando van muriendo los padres parece como que, un poco por ley de vida, los hermanos nos disgregamos.

La fraternidad, la unidad eclesial la crea el Espíritu del Señor. Es el espíritu del Señor el que nos une. Es decir, vivimos unidos no por imposición normativa, sino porque todos tenemos el tono vital de Cristo: servicio, paz, libertad.

Quien nos une en el Señor Jesús es Dios Padre, no otros poderes intermedios. La unidad y comunión es de la comunidad con el Señor no es cosa del “orden público eclesiástico”. Los “mandos intermedios” también son comunidad y no han de desgajarse de ella, ni del Señor.

Volvamos la mirada al Evangelio y hagamos nuestro que:

TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS

 

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