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“¿Quién teme al género?” de Judith Butler. Una lectura reveladora para los católicos LGBTQ+

Martes, 23 de abril de 2024
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IMG_3951 Adam Beyt

La publicación de hoy es del colaborador invitado Adam Beyt (él/él), profesor asistente visitante de Teología y Estudios Religiosos en Saint Norbert College, Wisconsin. Su primer libro, Remaking Humanity: Embodiment and Hope in Catholic Theology, es una teología política constructiva que utiliza el trabajo del teólogo dominicano Edward Schillebeeckx y la filósofa estadounidense Judith Butler. El libro se publicará en Bloomsbury en el otoño de 2024.

Con la publicación del libro Gender Trouble de 1990, la filósofa estadounidense Judith Butler (ellos/ella) articuló un marco muy influyente sobre cómo académicos, activistas y muchas personas queer debaten hoy sobre el género. A partir de este trabajo, los escritos de Butler han popularizado la idea de que el género es una actuación. Este término no significa que sea un “espectáculo”, sino un proceso continuo y repetido, mediante el cual los cuerpos se clasifican como masculinos y femeninos y se les enseña a habitar disposiciones, comportamientos y orientaciones culturalmente condicionados.

Según la teoría de Butler, podríamos pensar en el género como un “proyecto de grupo local” mediante el cual se construye socialmente y se encarna contextualmente. En otras palabras, desde el momento en que un médico anuncia “¡es un niño!” En el caso de un niño al que se le asigna un varón al nacer, el niño es continuamente “educado como varón” en una determinada forma de estar en el mundo. Butler, entre muchos otros académicos, ha reconocido que su trabajo no fue el primero en hacer esta observación sobre el género, sin embargo, su trabajo ha sido un compañero de conversación útil para discutir temas LGBTQ+ y su relación con otros aspectos de la vida pública.

En las últimas décadas, la propia Butler se ha convertido en el objetivo de lo que muchos movimientos anti-LGBTQ+, junto con ciertos grupos de feministas, han denominado “ideología de género”. De hecho, Butler fue quemada en efigie en Brasil en 2017. Originada en la década de 1990, en la década de 1990, la frase “ideología de género” se ha convertido en un término general para muchos conservadores sociales, incluido el Papa Francisco y otros líderes católicos, que interpretan el discurso que involucra “género”. ”para desviarse de lo que creen que son las leyes reveladas de la naturaleza. Para quienes aceptan la “Teología del Cuerpo” (TOB) de Juan Pablo II, la “ideología de género” abarca cómo las interpretaciones ahora generalizadas de la “libertad” se han desviado de la “verdad” nupcial del cuerpo humano. Para TOB, los cuerpos humanos tienen sólo dos formas sexuadas distintas, limitadas a lo que muchos etiquetarían hombres y mujeres cisgénero. Una pareja así debe implementar amorosamente el don de la sexualidad de Dios para complementarse mutuamente en un matrimonio heterosexual, monógamo y sacramental, que sea a la vez unitivo y abierto a la creación de vida. La “ideología de género”, según afirman sus críticos, socava este supuesto significado del cuerpo, incitando a las personas a utilizar anticonceptivos artificiales, someterse a cuidados que afirmen el género, exigir acceso al aborto y actuar según deseos sexuales que están “intrínsecamente desordenados”.

IMG_7557En Who’s Afraid of Gender?, (¿Quién teme al género?), Butler ofrece su respuesta a tales críticas en una de sus obras más públicas y de mayor lectura, proporcionando un interlocutor de conversación revelador para los católicos que afirman queer hoy en día. Butler señala que el “género” se ha convertido en un “fantasma”, un “fenómeno psicosocial… un lugar donde los miedos y ansiedades íntimos se organizan socialmente para incitar pasiones políticas”. Este fantasma nombra “una forma de organizar el mundo provocada por el miedo a una destrucción de la que se responsabiliza al género”. Para decirlo en términos más religiosos, el movimiento que se opone a la llamada “ideología de género” interpreta las afirmaciones culturalmente omnipresentes en torno al género como si fuera un “demonio” que necesita ser exorcizado del discurso público para defender el bien común. Para Butler, este demonio llamado “género” oscurece otros miedos y prejuicios.

Butler comienza el trabajo centrándose en el uso de la “ideología de género” en las declaraciones del Vaticano, destacando su aparición en declaraciones del Papa Francisco y otros documentos como el muy denostado texto de 2019 “Varón y Mujer Él los creó” de la Congregación para la Educación Católica. Si bien Butler elogia el enfoque más amable de Francisco sobre el tema, les preocupa la comparación que hace el pontífice de la ideología de género con las armas nucleares. Butler también señala cómo el término “ideología de género” se considera a través de términos coloniales, lo que significa que el marco imperialista occidental de “género” se está imponiendo erróneamente al Sur Global. De hecho, la variación humana en cuanto a género, sexo y sexualidad (y la inescrutabilidad de esas categorías mismas) sigue siendo un fenómeno universal en todas las culturas y geografías.

Luego, Butler rastrea cómo el “fantasma de género” atraviesa diferentes localidades y movimientos, que van desde la xenofobia de Viktor Orbán de Hungría hasta las feministas radicales transexclusivas (TERF) del Reino Unido, que se refieren a sí mismas como “críticas de género”. Es importante destacar que Butler también cita a académicos negros y decoloniales que señalan cómo la mediación cultural del género también está entrelazada con categorías conectadas con la  raza y la colonizacion.

A lo largo de la carrera de Butler, las reflexiones sobre la ética han sondeado sus raíces judías para poner en primer plano la responsabilidad hacia las comunidades marginadas. Estas preocupaciones morales se superponen con las de los católicos, como honrar la dignidad humana y construir un mundo más justo donde todos puedan prosperar. En ¿Quién teme al género?, las citas de Butler incluyen a teólogos que afirman queer como Elizabeth Johnson, CSJ, y Dan Horan, OFM, junto con una referencia positiva a DignityUSA, una organización católica LGBTQ+.

IMG_3956Judith Butler

Su crítica termina con una exhortación a construir coaliciones para un mundo más justo, donde muchos tipos diferentes de humanos puedan ser libres. Además, su crítica se suma al coro de muchos otros católicos, incluido yo mismo, que exigen relatos vivificantes de la humanidad en la teología católica. Diferentes géneros, habilidades, razas y sexualidades pueden reflejar la imagen sagrada de Dios (Imago Dei), como un caleidoscopio del glorioso misterio de lo Divino.

El libro ofrece un útil punto de partida sobre cómo un pensador influyente se enfrenta a un esfuerzo concertado y global para socavar la dignidad humana de las personas queer y su participación en la vida pública. Lo recomiendo para aquellos que quieran una visión estimulante de los debates en curso sobre género, dignidad humana y nuestras vidas compartidas.

Mientras anticipamos otro documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que se espera reproduzca el fantasma incoherente en torno a la “ideología de género”, recordemos que la misericordia, el amor y la justicia de Dios exigen mucho más de nuestra Iglesia.

—Adam Beyt (él/él), 5 de abril de 2024

Fuente New Ways Ministry

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50 años de ‘Ser cristiano’: En la historia de la teología contemporánea hay hitos que merecen ser recordados

Miércoles, 13 de marzo de 2024
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IMG_2518Del blog de Ricardo Miguel Martí Pensar un cristianismo incómodo:

El texto del teólogo suizo Hans Küng, publicado en 1974, entre las obras teológicas más sorprendentes

“En 1974, el teólogo suizo, Hans Küng publica “Ser cristiano” (Christ sein, Piper, 1974), un libro que se cuenta entre las obras teológicas más sorprendentes, no sólo de la década de los setenta, sino de toda la época posterior a la segunda guerra mundial”

“Su mérito es haber roto con las normas que regían en la teología sistemática católica y que encontrará con el paso de los años, tenaz resistencia entre los especialistas de esta disciplina, una resistencia que muchas veces se ha agotado en la crítica global o en el silencio altanero”

“En su autobiografía, Küng hace una confesión reveladora: “¿Cuánto tiempo llevo trabajando ya en mi “Introducción al cristianismoʺ, que pronto me gustaría tener lista?”

“Dejo de lado por ahora el entrecomillado donde refiere a ‘su’ introducción al cristianismo, que oculta una larga amistad y enfrentamiento con Joseph Ratzinger, y me detengo en el surgimiento de la obra”

“Con “Ser cristiano” se inauguró un tipo muy peculiar de libro teológico, una síntesis muy pensada de narración y reflexión. Pero lo que Küng narra como historia dramática, lo que ha de ser narrado, deja ver que este teólogo no ha “entendido” (“se ha apropiado”) una figura como la de Jesús”

En la historia de la teología contemporánea hay hitos que merecen ser recordados.

En 1974, el teólogo suizo, Hans Küng publica “Ser cristiano (Christ sein, Piper, 1974), un libro que se cuenta entre las obras teológicas más sorprendentes, no sólo de la década de los setenta, sino de toda la época posterior a la segunda guerra mundial. Su mérito es haber roto con las normas que regían en la teología sistemática católica y que encontrará con el paso de los años, tenaz resistencia entre los especialistas de esta disciplina, una resistencia que muchas veces se ha agotado en la crítica global o en el silencio altanero.

En su autobiografía, Küng hace una confesión reveladora: “¿Cuánto tiempo llevo trabajando ya en mi ‶Introducción al cristianismoʺ, que pronto me gustaría tener lista? En efecto, para terminar un libro tan abarcador y elaborado hasta el más mínimo detalle, hace falta paciencia y más paciencia. Requiere sentarse al escritorio una y otra vez y trabajar hasta bien entrada la noche; y ello, en medio de todas las controversias y luchas” (H. Küng, Verdad controvertida. Memorias. Madrid, Trotta, 2009, p. 415). Quien por oficio se dedica a estos menesteres y se gana la vida con ello, puede entender “algo” de lo que estas palabras significan. Dejo de lado por ahora el entrecomillado donde refiere a “su” introducción al cristianismo, que oculta una larga amistad y enfrentamiento con Joseph Ratzinger, y me detengo en el surgimiento de la obra.

El itinerario de la obra en su gestación

En 1970 Küng había tenido una ponencia en un Congreso en Bruselas del “grupo Concilium” con el título “¿En qué consiste el mensaje cristiano?”, a la par, venía impartiendo varios seminarios en la Facultad de teología católica de la Universidad de Tubinga, relacionados con temas como: “la esencia del cristianismo” según los grandes teólogos del siglo XX, sobre “nuevos libros sobre Jesús” y “lo distintivamente cristiano en la ética contemporánea”. Ese año aparece su obra “La encarnación de Dios. Introducción al pensamiento de Hegel como prolegómenos para una cristología futura” (Menschwerdung Gottes. Eine Einführung in Hegels theologisches Denken als Prolegomena zu einer künftigen Christologie, Band 7, Verlag Herder, Freiburg im Breisgau, 2016), que ofrece su primera síntesis entre filosofía y teología.

Küng gestó el primer borrador de “Ser cristiano” en el marco de un viaje alrededor del mundo en 1971, que lo lleva por Afganistán y la India. En Bangalore toma contacto con el más importante teólogo evangélico indio, Medathilparampil Mammen Thomas, del United Theological College, por entonces moderador del Consejo Mundial de Iglesias y autor del muy difundido libro “El desconocido Jesús del hinduismo” (The Unkown Jesus in Hinduism, SCM, Press, London, 1969). En este centro de estudios, tiene una disertación sobre el tema desarrollado en Bruselas. La presencia de Küng en Bangalore inquieta a la jerarquía episcopal india, sobre todo al arzobispo de Bombay, el cardenal Valerian Gracias, a quien había conocido en época del Concilio. Afortunadamente su conferencia sobre la actualidad del mensaje cristiano es bien entendida y el debate resulta agradable y constructivo. Por aquellos meses, el conflicto desatado por su obra ¿Infalible? Una pregunta (1970), se halla en plena ebullición: correspondencia con Roma, obispos alemanes y teólogos de alto calibre.

En ese contexto álgido, avanza su investigación para la hechura del libro. La cuestión de fondo es presentar no un Jesús eclesiásticamente “domesticado” sino el verdadero Jesús. En la segunda parte de la obra, que Küng titula “lo distintivo”, desarrolla tres temas centrales: lo peculiar del cristianismo, el Cristo real y Cristianismo y judaísmo. En los tres capítulos ofrece una “cristología fundamental”, que incorpora los mejores estudios sobre el “Jesús histórico” hasta el momento conocidos. Autores del ámbito alemán, como: Schweitzer, Dibelius, Bultmann, Bornkamm Conzelmann, Jeremías, Cullmann, Marxsen, Lohfink, Haag, Fuchs y Käsemann; del mundo anglosajón, Dodd, Taylor, McKenzie, Robinson y un centenar de otros estudios en campo protestante, aparecidos a partir de 1933, en importantes comentarios bíblicos, como el dirigido por G. Kittel y G. Friedrich (Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament), o el Comentario teológico al Nuevo Testamento, dirigido por A. Wikenhauser y A. Vögtle (Herders Theologischer Kommentar zum Neuen Testament), en 1953.

El “horizonte”, primera parte de la obra, está planteado por Küng desde “El reto de las grandes religiones”, una cualidad de “su” enfoque cristológico y de la esencia del cristianismo que atraviesa “toda” su obra, particularmente lo que serán sus estudios sobre El cristianismo y las grandes religiones (Europa, 1987), El Judaísmo. Pasado, Presente, Futuro (Trotta, 20198), y El Islam. Historia, Presente, Futuro (Trotta, 20113).

Küng reconoce que el cristianismo, debido principalmente al Vaticano II y a la nueva mentalidad misionera del Consejo Ecuménico de las iglesias, ha cambiado en sentido positivo la actitud de la Iglesia católica con respecto a las religiones universales; al desprecio del pasado ha sucedido la alta estimación, a la desantención, la comprensión, al proselitismo; el estudio y el diálogo (H. Küng, Ser cristiano, Madrid, Cristiandad, 1977, p. 105-141). Küng ve la esencia del Ser cristiano en la persona de Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, Mesías y profeta del reino, muerto y resucitado, que en los días de su ministerio público, generó entorno a sí un “movimiento” de discípulos y discípulas, con el encargo de anunciar y descubrir el reino que ya operaba en ellos.

Se trata de comprender a Cristo desde su “indispensable” contexto judío, pero en la apertura cósmica de su figura y mensaje, que integra y abraza las culturas, religiones y sabidurías de la tierra. Aquí late mucho de lo novedoso de su aporte, que algunos verán como límite y cuestionamiento. Küng opta por un enfoque “ascendente” que considera más difícil que el “descendente”. La tarea en extremo fascinante, es poner de relieve con ayuda de la moderna exégesis bíblica, cómo el joven hombre de Nazaret, con su mensaje y su conducta, hace saltar por los aires todos los esquemas que la religión construye a lo largo del tiempo. La palabra “escándalo”, pequeña piedra en la que se puede tropezar, es una de las claves de su obra. Jesús en persona vino a ser la piedra de escándalo; todo lo que él dijo e hizo fue un escándalo ininterrumpido. ¡A qué tremendas consecuencias teóricas y prácticas le llevó su particular identificación radical con la causa de Dios que es la causa del hombre! Combativo hacia todas las direcciones, desde todas partes fue también combatido (Ser cristiano, p. 350).

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Con la vista puesta en la situación epocal (los 70’), Küng deja claro que este Jesús no anuncia una nueva teoría teológica ni una nueva ley, pero tampoco se anuncia a sí mismo. Anuncia el reino de Dios, lo cual para nuestro tiempo, quiere decir lo siguiente: la causa de Dios, la voluntad de Dios, es la causa del ser humano, el bien del ser humano. Si se acepta esto, se comprenden los reproches dirigidos contra él: ¿no se trata, como dicen los sacerdotes y los escribas, de un hereje, un falso profeta, un embaucador del pueblo, un blasfemo? En último término, la disputa gira, de hecho, en torno a Dios, en cuyo nombre, Jesús actúa y como cuyo enviado se presenta. Sin embargo, Jesús no apela a un nuevo Dios, sino al Dios de Israel, pero entendido de una manera nueva; no sencillamente como Dios de los devotos de la ley, de los “justos”, sino como padre de los perdidos, los débiles, los pobres, los oprimidos, los pecadores. A este Dios se dirige de forma totalmente insólita como “Padre” suyo y nuestro. Está claro que con este mensaje, el camino de Jesús debía ineludiblemente pasar por el “conflicto” con los poderosos en el ámbito del Estado como en el de la religión.

La detención, la condena y la muerte violenta de Jesús fueron consecuencia lógica de su actitud hacia Dios y el ser humano. Los guardianes de la ley, el derecho y la moral reaccionaron con violencia a su acción no violenta, su muerte en la cruz. Que Jesús de Nazaret fue ejecutado en una cruz es una de las realidades más ciertas de la historia que narran los relatos evangélicos. El sufrimiento al que se vio sometido con este suplicio extremo se interpreta como una maldición de la ley: aquel al que sus discípulos consideran Enviado y Mesías de Dios, aparece ante los fieles a la ley como representante del criminal, del “pecador”. Y así, Jesús muere abandonado de los hombres y de Dios. Pero Dios, el Padre de Jesús, “interviene” en la historia y como dice la fórmula antigua “lo hizo resucitar librándolo de las angustias de la muerte”. Los testimonios auténticos y decisivos de fe de la comunidad son inequívocos: ¡el Crucificado vive para siempre junto a Dios! Y al mismo tiempo, es el “Señor” presente por el Espíritu en su Iglesia y, en fin, el escondido Señor del mundo (“cosmocrátor”) con cuyo señorío ha empezado ya el reinado definitivo de Dios (Ser cristiano pp. 374, 395, 397, 400, 428, 442, 447).

Unas palabras sobre el “destinatario” del libro considero una primera “clave” para entender la propuesta de Küng: “Este libro ha sido escrito para aquellos que por una u otra razón quieren, honrada y sinceramente, informarse de lo que es el cristianismo, saber en qué consiste propiamente ser cristiano. También ha sido escrito para aquellos que no creen, pero preguntan seriamente; que han creído, pero están insatisfechos de su incredulidad; que creen, pero no se sienten seguros en su fe; que andan indecisos tanto frente a sus convicciones como frente a sus dudas en la fe. Ha sido escrito, pues, para cristianos y ateos, gnósticos y agnósticos, pietistas y positivistas, católicos tibios y católicos fervientes, protestantes y ortodoxos” (Ser Cristiano p. 15).

La segunda “clave” se halla al final del libro, en lo que enuncia como sugerencias: “Imitando a Cristo Jesús, el ser humano puede en el mundo actual, vivir, actuar, sufrir y morir realmente como ser humano: sostenido por Dios y ayudando a los demás en la dicha y en la desdicha, en la vida y en la muerte” (Ser cristiano p. 759). Un detenido examen de la obra, muestra que Küng intenta hablar del mensaje cristiano de manera científicamente responsable, para ello, considera como condiciones imprescindibles la exactitud histórica y la interpretación crítica de la historia. En este aspecto, se siente cercano y en plena sintonía con Edward Schillebeeckx, que acababa de publicar en holandés “Jesús. La historia de un Viviente” (E. Schillebeeckx, Jezus. Het verhaal van een Levende, Bloemendaal, Nelissen, 1974), obra que caerá recién en observación en 1980, una vez que fuera traducida al inglés, bajo el implacable control de la “Sagrada” Congregación para la Doctrina de la Fe, en manos del celoso doctrinero polaco el cardenal Franjo Šeper, el mismo, que el 15 de diciembre de 1979, firmará la declaración con la que Küng ya “no podrá ser considerado como teólogo católico, no pudiendo ejercer como tal el oficio de enseñar” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Documentos 1966-2007, Madrid, BAC, 2008, p. 185).

Tanto Küng como Schillebeeckx, consideran que la exégesis fundada sobre el método histórico-crítico exige una teología dogmática con responsabilidad histórico-crítica. Otro aporte de “Ser cristiano” absolutamente en línea con los avances del Vaticano II en el declaración “Nostra aetate”, es que el diálogo teológico serio con el judaísmo, sólo puede desarrollarse de manera razonable sobre la base de una cristología “ascendente”. Una idea que retoma Küng en su Teología para la postmodernidad (Theologhie im Aufbruch. Eine ökumenische Grundleguung, München, Piper, 1987, pp. 186-187) es que quien quiera dialogar con judíos o musulmanes a partir de las doctrinas clásicas helenísticas de la Trinidad y la encarnación comienza un diálogo aparente que en seguida llega a su fin.

Una palabra sobre el trabajo diario que implicó la redacción de “Ser cristiano”. Küng escribió cada página dos veces a mano, luego la dictaba al “magnetófono” y la volvía a controlar y corregir; a partir de allí, pasaba a ser leída y mejorada por sus colaboradores más cercanos, Hermann Häring y Karl-Josef Kuschel; el texto volvía de nuevo a sus manos para pulirlo literalmente y darle lustre. Cuando terminaba un capítulo, su amigo y compañero Walter Jens se encargaba de revisarlo con ojos críticos.

Dada la “amplitud” temática y los múltiples cruces con otras especialidades, procuraba que los capítulos difíciles fueran examinados por expertos en los distintos temas, por ejemplo, para las secciones sobre las grandes religiones, recurrió a su colega y amiga Julia Ching, nacida en Shangai que enseñaba en la Catholic University of America (Washington, DC) y que había adquirido fama mundial como experta en el neoconfucianismo; los capítulos sobre el Nuevo Testamento los hacía revisar por su amigo y profesor en Tubinga, Gerhard Lohfink; como también las secciones sobre ética teológica, las compartía con Alfons Auer y Wilhem Korff. Mientras tanto se ha clarificado el título del libro. Quien recorre la entera obra de Küng y sus centenares de capítulos sabe que le encantaban los títulos en forma interrogativa, de allí que su primera intención fue: “¿Ser cristiano? Una introducción”.

El editor Klaus Piper, con un certero instinto para los títulos, le propone “Ser cristiano” (Christ sein); un título poco habitual, que en alemán ni siquiera deja claro si se ha de añadir al final un punto o un signo de exclamación o de interrogación; o sea, si “Ser cristiano” alude a una forma de ser o un deber. Pero precisamente eso le confiere interés al título, y de hecho, éste se impone con tanta rapidez que pronto se hace usual hablar de “Ser cristiano”. El 3 de octubre de 1974, en Sursee (su patria chica), Küng ya tiene el primer ejemplar en sus manos, y el 10 de octubre, en el vigésimo aniversario de su ordenación sacerdotal, lo presenta a la opinión pública en una rueda de prensa en la Feria del libro de Frankfurt.

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Pentecostés

Domingo, 4 de junio de 2017
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pentecostesHay más verdad en todas las religiones que en una sola (Schillebeeckx)

4 de junio. Domingo de Pentecostés

Jn 20, 19-23

Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros

Celebramos el nacimiento de la Iglesia, el pueblo de la Alianza nueva y eterna, no escrita en tablas de piedra, sino en nuestros corazones. Un pueblo del que están llamados a formar parte gentes de toda raza y condición para formar un solo cuerpo. Un pueblo diverso, pero con un lenguaje común -el amor de Dios derramado en nosotros- y no aquel en el que la autoridad religiosa actúa como el pastor de Jesús Carrasco en su libro Intemperie: silba, y el perro se levanta, corre hacia las ovejas díscolas que buscan nuevas hierbas y las atemoriza con sus ladridos para que regresen al redil. De esta manera la vida del rebaño queda paralizada para siempre bajo la férrea vigilancia del ojo acusador de perros y pastores, dispuestos siempre a dar la amedrentante voz de alarma. En tales condiciones, los discípulos no podrán nunca empezar a hablar en lenguas extranjeras como se apunta en Hechos 2, ni se podrá renovar la faz de la tierra, según reza el Salmo 104.

El historiador Flavio Josefo asegura a mediados del siglo I en Antigüedades de los judíos (16, 3,3) que Jesús “atrajo a muchos judíos y también a muchos de origen griego”.

El compositor ruso Stravinsky (1882-1971) fue un joven rebelde que a los 15 años abandonó la fe y la recuperó a los 45. En una confesión personal manifestó que no podía valorar los hechos que le habían llevado a descubrir la necesidad de la fe religiosa y que no obedeció a una decisión razonada. El recado recibido de la Iglesia de Pentecostés fueron para él los hechos. Le llegaron en formato de partitura del siglo XX, desnuda de abalorios rituales y de dogmas: “La música alaba a Dios. Lo hace de manera mejor que el propio templo y su decoración. Es el mayor ornamento que tiene la Iglesia”.

El mayor y el más eficaz en su labor de evangelización para extender los valores cristianos, profundamente humanos. Un ornamento inconsútil, el manto de Jesús, que los soldados romanos echaron a suertes, y que hoy siguen vistiendo cuantos se sienten comprometidos con ellos. Una preciosa leyenda cuenta que fue tejida por su Madre a los doce años, y que él usó durante su vida en la tierra. Quizás lo más interesante del relato sea que la túnica sin costuras, crecía con él, al margen de si la prenda guardada en Argenteuil (Francia) tenga escasos visos de veracidad. Cada uno de nosotros la llevamos puesta, y lo único que cabe es preguntarse: ¿Crecemos también nosotros cada día con ella?

Es una túnica que nos envuelve a todos, que crece, se detiene o disminuye a ritmo de coro. Así lo expresa en positivo Thich Nhat Hanh cuando en Un canto de amor a la Tierra dice que “Si bien la energía de nuestros pensamientos, palabras y acciones es poderosa, todavía lo es más cuando nos reunimos con otras personas. Cuando formamos un grupo con el objetivo y el compromiso común de llevar a cabo una acción, generamos colectivamente una energía muy superior a la que lograríamos individualmente”.

El polémico y heterodoxo teólogo belga Edward Schillebeeckx (1914-2009) concretó la universalidad de ese Evangelio que Jesús nos propuso expandir, en esta frase: “Hay más verdad en todas las religiones que en una sola”.

José Antonio Pagola nos manifiesta este deseo imperativo de lo que él anhela sea esta Iglesia Apostólica, en su obra “Jesús. Aproximación histórica”, publicada por PPC.

AMAR A LA IGLESIA

Amo a la Iglesia tal como es, con sus virtudes y su pecado, pero ahora, cada vez más, la amo porque amo el proyecto de Jesús para el mundo: el reino de Dios. Por eso quiero verla cada vez más convertida a Jesús. No veo una forma más auténtica de amar a la Iglesia que trabajar por su conversión al Evangelio.

Quiero vivir en la Iglesia convirtiéndome a Jesús. Esa ha de ser mi primera contribución. Quiero trabajar por una Iglesia a la que la gente sienta como “amiga de pecadores”. Una Iglesia que busca a los “perdidos”, descuidando tal vez otros aspectos que pudieran parecer más importantes. Una Iglesia donde la mujer ocupe el lugar realmente querido por Jesús. Una Iglesia preocupada por la felicidad de las personas, que acoge, escucha y acompaña a cuantos sufren. Quiero una Iglesia de corazón grande en la que cada mañana nos pongamos a trabajar por el reino, sabiendo que Dios ha hecho salir su sol sobre buenos y malos.

Sé que no basta con hablar de la “conversión de la Iglesia a Jesús”, aunque pienso que es necesario y urgente proclamarlo una y otra vez. La única forma de vivir en proceso de conversión permanente es que las comunidades cristianas y cada uno de los creyentes nos atreviéramos a vivir más abiertos al Espíritu de Jesús.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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