Francisco Javier… Ejemplo.
En la festividad de San Francisco Javier, ejemplo de misioneros…
Francisco Javier nació el 7 de abril en Javier (Navarra). Ya maestro de Filosofía y profesor en la Universidad de París, abandonó una prometedora carrera para seguir a Ignacio en la fundación de la Compañía de Jesús. Tras ser ordenado sacerdote, fue enviado como misionero a la India. Desde 1542 ejerció una inmensa actividad apostólica a lo largo de las costas de la India, en Malaca, en las islas Molucas (Indonesia) y en Japón. Murió el 3 de diciembre de 1552 en la isla de Sancian, frente a China, a donde quería entrar para llevar el Evangelio. El amor a Dios y el celo apostólico cualificaron su vida y le convirtieron en el mayor apóstol de los tiempos modernos. Es patrono de las misiones y modelo de los misioneros.
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
+ Id por todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda criatura. El que crea y se bautice se salvará, pero el que no crea se condenará. A los que crean les acompañarán estas seńales: expulsarán demonios en mi nombre, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes con sus manos y, aunque beban veneno, no les hará dańo; impondrán las manos a los enfermos y éstos se curarán.
Después de hablarles, el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.
Ellos salieron a predicar por todas partes y el Seńor cooperaba con ellos, confirmando la palabra con las seńales que la acompañaban.
*
Marcos 16,15-20
***
“Te ruego encarecidamente que por el amor que tienes a Cristo y el celo de la gloria de Dios, procures ser buen olor de Cristo en todas partes y edificar a toda la ciudad con tu buen ejemplo en toda virtud.”
*
Francisco de Jaso y Azpilicueta,
1506-1552 (san Francisco Javier)
***
“Me he debatido en muchos peligros durante esta travesía […]. He visto derramar muchas lágrimas a bordo. Dios nuestro Señor quería someternos a prueba a través de estos peligros, demostrarnos que por nuestra
Los que se encuentran frente a tales peligros y los afrontan en su nombre se dan cuenta, sin el menor asomo de duda, de que todo lo creado obedece al Creador y saben que el consuelo divino en esos momentos es mayor que el temor a la muerte, pues la vida del hombre debe tener también un fin. Cuando los temores y los peligros han pasado, no es posible describir los momentos vividos, aunque queda el recuerdo de que no podremos dejar de servir a tal maestro, ni en el presente ni en el futuro, esperando que el Señor, cuya misericordia no conoce límites, nos dé siempre la fuerza de servirle.
*
J. Brodrick, San Francisco Javier,
Espasa-Calpe, Madrid, s.f.
***
ORACIÓN
Os ruego, ángel bienamado a cuya custodia he sido confiado, que estéis siempre dispuesto a socorrerme. Presentad mis oraciones al oído misericordioso de Dios, nuestro Seńor. Que él me conceda, por vuestra mediación, la gracia de hacer el bien y de perseverar hasta el fin. Alejad de mí, por la fuerza de Dios omnipotente, toda tentación de Satanás, y que lo que no merecen mis acciones, viciadas siempre por algún mal, me lo obtengan vuestras plegarias ante Dios. Y que cuando esta vida haya llegado a su término, no permitáis que los demonios me aferren ni me dejéis caer en la desesperación. No me dejéis sin haberme conducido a la visión beatífica de Dios, para gozarme siempre con vos, con la bienaventurada María, Madre de Dios, y con todos los santos. Amén.
***
Pero la respuesta raramente resulta difícil al primer llamamiento. La dificultad llega más tarde, cuando los errores, el cansancio, los fracasos y el decaimiento han invadido el alma del apóstol. Se había disparado como una flecha: «Vais a ver lo que vais a ver. Ellos (los viejos) no comprendieron nada». Pero un día, como el profeta Elias, se comienza a murmurar: «Basta, Yavé! Lleva ya mi alma, que no soy mejor que mis padres» (1 Re 19,4). […] Al apóstol le sucede lo mismo que al profeta: su verdadera respuesta, su verdadero compromiso, no vienen sino en un segundo tiempo. […]
[…] Lejos de ser una contraindicación, la prueba del acerbo descubrimiento de nuestra incapacidad fundamental constituye el auténtico punto de partida: lo anterior no había sido más que un galope de ensayo, cuyo aspecto brillante ocultaba su fragilidad. Dios tiene su método, y raramente lo cambia. […]
Es capital para los apóstoles comprender la necesidad de esta purificación: Dios prende en nosotros una llama, pero es preciso que ésta consuma primero b más humano de cuanto hay en nosotros, nuestras atracciones, nuestra naturaleza, nuestras inclinaciones. No es que la naturaleza y la inclinación de nuestras actitudes sean malas; Dios elige a sus servidores y los califica, pero es necesario que todo eso desaparezca en una alquimia misteriosa hasta tener como único motivo de acción el llamamiento de Dios, que envía: «In nomine Domini» (la divisa de Pablo VI)
*
Jacques Loew,
Perfil del apóstol de hoy,
Verbo Divino, Estella 31969, pp. 32-34, passim.
***
Comentarios recientes