La igualdad trans real en un instituto de Madrid
Gabriel comenzó su proceso de transición hace cuatro años, cuando todavía estudiaba en un colegio en el que lo llamaban por el nombre de mujer.
Gabriel comenzó su proceso de transición hace cuatro años, cuando todavía estudiaba en un colegio en el que lo llamaban por el nombre de mujer que figura en su DNI y lo obligaban a llevar la falda del uniforme que vestían las niñas, pese a no identificarse como una de ellas.
No dudó en cambiarse de instituto. Le recomendaron el IES San Isidro de Madrid, porque tenía un programa de igualdad de género transversal que trataba la violencia machista y la discriminación sexual en todos los ámbitos. Actualmente, cursa 4º de la ESO.
Ahora, tanto en las listas de clase como en su carné de estudiante figura el nombre que él eligió, usa los aseos y vestuarios masculinos y ninguno de sus compañeros ni profesores cuestiona qué o quién es; es, simplemente, Gabriel.
“Algunos compañeros ni siquiera saben que soy trans”, explica Gabriel, pero lo cierto es que el primer día en su nuevo instituto sí que tuvo algo de miedo. “Era la primera vez que iba a aparecer con mi nombre en las listas y tenía miedo de que no se acordaran y saliese el otro“, recuerda .
El IES San Isidro, en el que estudia Gabriel, desarrolla su programa de igualdad de género desde hace muchos años. Es una “iniciativa casi personal del profesorado”, que no tiene ningún tipo de apoyo administrativo ni presupuestario, como relata Enrique Pelegrín, profesor de Lengua y uno de los responsables del programa.
Gabriel alaba la forma en la que “se esforzaron e implicaron para que todo fuera más fácil y pudiera estudiar”. El departamento de Orientación del instituto está compuesto por la orientadora, Marisa Villalba, y un trabajador social compartido con otro centro, y trabajan para 1.300 alumnos y tres turnos de estudio.
“Lo que necesitamos es que esto se apoye” con medios, reivindica Pelegrín, quien cree que esta iniciativa “casi desinteresada” necesita más personal y un protocolo que tiene que venir desde arriba y esté inspirado en “la experiencia de institutos como este”.
Gabriel llegó al instituto con un informe de la Fundación Daniela que, dadas las características y experiencia del centro en estos casos, no fue muy necesario.
Sin embargo, esta situación es excepcional en este centro, porque para conseguir tratamiento hormonal y médico se necesita más que un informe: “Necesito que un psiquiatra ponga en un papel que tengo disforia de género para que a los 18 años me remitan a un endocrinólogo y me puedan dar las hormonas”.
“Disforia de género” es el nombre que recibe la transexualidad en el último “Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales (DSM V)”, en el que se basan los profesionales de la Psiquiatría a la hora de tratar a estas personas, así como a quienes padecen cualquier tipo de enfermedad mental.
Aunque hay entidades médicas que defienden que la transexualidad no es una patología sino un “sinónimo de diversidad”, la OMS todavía lo tiene incluido en su catálogo de enfermedades (ICD-10) como un desorden mental y de comportamiento, y por lo tanto el Ministerio de Sanidad también lo considera como tal.
Esto hace que para conseguir un tratamiento hormonal se necesite el diagnóstico de un psiquiatra o un psicólogo clínico, y en caso de menores, excepto en determinadas comunidades, no pueden conseguir ese tratamiento en la Seguridad Social.
Fuente Agencias/Cáscara Amarga
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