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Muerte y vacío.

Domingo, 2 de abril de 2023
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judas_kissMt 26, 14-27,66

Todos los grupos humanos pueden tener entre ellos un traidor. Se trata de alguien que no ve que el proyecto común sea lo que responde a la realidad de manera de cumplir los objetivos planteados. Buscar alternativas incluso a costa del resto parece para ellos la mejor opción. Cuando no es posible hacerse comprender, hay una crisis que ha de desencadenar ineludiblemente un cambio radical.

Entre los discípulos, Judas aparece como quien “entrega” a Jesús. Jesús advierte al grupo que hay alguien que lo va a entregar. Incluso parece señalar quién es. ¿Por qué los discípulos no paran a Judas? La cosa sigue su curso. Participan todos de la cena, del pan partido. Todo sigue adelante, como si nada pasara o como si todos aceptaran que es lo que tiene que pasar. Como si no pudieran o no quisieran hacer nada. ¿Por qué no hablan con Judas? ¿Por qué no tratan de convencerlo o por lo menos de llegar a un acuerdo? En la versión joánica, el mismo Jesús dice a Judas: “Haz pronto lo que tienes que hacer” (Jn 13,27). Pero está claro que el plan de Judas es reunirse con el grupo que quiere acabar a Jesús y de hecho vendrá “acompañado de mucha gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo” (Mt 26,46). Parece como si Judas se pasara de bando y nadie hiciera nada para detenerlo. Mas aún, lo que pasará es lo que tiene que pasar. En palabras del mismo Jesús: “Todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas” (Mt 26,56).

De esta manera se abre paso el episodio más dramático en la vida de ese grupo. Jesús ha de sufrir y morir. Y los discípulos que quedan han de dispersarse: “En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron” (v. 56). Este acontecimiento excede en mucho la lógica de continuidad del grupo.

Es entonces cuando aparecerá un nuevo conjunto de protagonistas. Según el relato mateano, “Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús” (vv. 55-56).

Tal vez la muerte y el vacío marcan y son la posibilidad del comienzo de una nueva etapa, incluso de un nuevo colectivo de protagonistas, de testigos de la vida y también de la muerte de Jesús y de la dispersión del grupo. Las palabras, las parábolas y los relatos que Jesús usaba para referirse a la muerte y la angustia podrían empezar a cobrar relevancia para ellos: el grano de trigo de trigo que muere, la angustia de la mujer que grita de dolores de parto (Jn 16,21); y ahora la tumba (v. 66). Solo algunos serán capaces de advertir la continuidad en medio del vacío: el grano da lugar a un brote, el parto a la vida; y, el cuerpo muerto en una tumba, ¿a qué da paso?

Tal vez intentando responder a esta última pregunta, o por canalizar a su dolor compartido o sin más que buscar consuelo, es que “María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro”. Y así, serán testigos, tendrán una misión, cogerán la posta, continuarán…

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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El mito de la salvación

Domingo, 2 de abril de 2023
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08D20EEE-6B52-4289-8F05-3865640B30ABDomingo de Pasión

2 abril 2023

Mt 27, 11-54

La doctrina cristiana de la salvación es la contracara de la doctrina del pecado original, hasta el punto de reclamarse mutuamente: por eso se habla de “salvación del pecado”.

Tal conexión explica la dificultad que encuentra la teología para asumir como mito lo relativo al llamado “pecado original” o “caída de nuestros primeros padres”. Porque si esto se cuestionaba, parecía quedar vacía de contenido la doctrina de la salvación. Es decir, se vendría abajo toda la construcción teológica en torno a la salvación por la cruz y la misma figura de Jesús como “el Salvador”.

Sin embargo, ¿cómo podría sostenerse hoy la realidad del pecado original, de manera literal, tal como lo narra el relato bíblico? Incluso la propia teología reconoce que Adán (= “hecho de tierra”) y Eva (= “vitalidad, madre de los vivientes”) no han sido personajes históricos, sino símbolo de cada ser humano. ¿Qué homínidos habrían sido el “primer hombre” y la “primera mujer”? ¿Y qué dios sería aquel que, por desobedecerle, necesita castigar a toda la especie nacida de ellos?…

La conclusión parece evidente: tanto el “pecado original” como la “salvación” son mitos, es decir, relatos portadores de verdad que han de ser comprendidos de manera simbólica. ¿Cuál es su significado?

El pecado original es la ignorancia acerca de lo que somos. Ignorancia que nace con nuestra especie -en concreto, con la emergencia de la mente separadora- y que reduce nuestra identidad al yo, encerrándonos en una consciencia de separatividad y, en consecuencia, de soledad, ansiedad, miedo y culpa.

Si el pecado original fue (es) ignorancia, la salvación es sinónimo de comprensión de lo que somos: nuestra verdadera identidad está ya salvada, siempre lo ha estado. Lo único que necesitamos es caer en la cuenta, comprenderlo.

No hablo, por tanto, de que el yo se salve a sí mismo, como el barón de Münchhausen, que pretendía salir del pozo tirando de sus propios cabellos; ni siquiera de que haya que salvar al -hablando con rigor- inexistente yo: no se trata de salvar (perpetuar) al yo -como plantean las religiones-, sino de liberarnos de la identificación con él, al reconocer que no constituye nuestra verdadera identidad.

Es la comprensión, no un “sacrificio expiatorio”, lo que nos salva. ¿Nos salva Jesús? Ciertamente no, en el sentido en que habitualmente se ha entendido. En todo caso, nos “salva” -ilumina nuestro camino de comprensión, como tantas otras personas sabias a lo largo de la historia humana- al mostrarnos cómo vivir con acierto o sabiduría. Él vivió hasta el extremo la fidelidad al Fondo de sí mismo (“Abba”, Padre) y el amor y la entrega a los demás.

¿Qué ideas tengo del “pecado” y de la “salvación”?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¡Dios! ¿Por qué nos has abandonado?

Domingo, 2 de abril de 2023
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A8 DOMINGO DE RAMOS jpgDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Los que hoy aclamaban a Jesús hoy, son los mismos que el Viernes Santo pedirán su sangre.

    Llama fuertemente la atención cómo el mismo pueblo que hoy aclama a Cristo, el viernes pedirá la sangre de Jesús: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos:

  • ¡Cómo cambiamos las personas según las situaciones de la vida!: Cuando las cosas te van bien, “muchos amigos” te conocen, pero cuando te van mal eres tú quien conoce a los amigos de verdad.
  • ¿Qué esperaban de Cristo y qué espero yo de Cristo?

02.- Confianza radical de Jesús en Dios Padre.

En la Pasión y muerte del Señor hay palabras y gestos conmovedores de Jesús.

Las últimas palabras de Jesús en la cruz según la pasión de san Mateo, son el lamento de un hombre del AT que reza el salmo 21: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?

Jesús se siente abandonado por Dios, se siente fracasado.

¿No es también esta nuestra situación? En algunas ocasiones, ante determinados problemas, enfermedades, marginaciones, maldiciones, guerras nos sentimos también abandonados por Dios. El silencio y la ausencia de Dios nos embarga.

¿Por qué nos has abandonado?

03.- Descanso.

    En estos tiempos de vacío existencial y de nihilismo, la Semana Santa se ha convertido prácticamente en nada. La nada “nihiliza” la vida.

Sociológicamente estos días de Semana Santa son una “salida”, pero no un éxodo liberador; son unos días de divertimento, unas vacaciones anticipadas del verano, posiblemente merecidas, pero sin contenido.

El descanso de una persona adulta y del creyente es otro, más profundo y sereno.

04.- Vivir la vida con Dios, con JesuCristo.

    En Semana Santa evocamos, celebramos hechos decisivos, de una gran transcendencia para Cristo y para nosotros. Celebrar el Viernes Santo, la Pascua no son cosas banales, ni tan siquiera meros ritos litúrgicos más o menos artísticos o pesados.

    Vivirlo todo desde Cristo -sobre todo el pecado y la muerte- salva y esa experiencia de redención y salvación vuelven a crear nuestra humanidad, la vida entera.

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El canto de tu pueblo.

Lunes, 11 de abril de 2022
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Hoy queremos cantarte,
uniéndonos a la creación entera,
un canto nacido del corazón,
en las plazas y lugares de encuentro
de aldeas, pueblos y ciudades.

Porque tu paso y presencia
traen la alegría a nuestras vidas
y la paz a todos los rincones de la tierra.

Estamos cansados de las canciones militares,
pomposas y llenas de arrogancia,
que quieren comprar nuestra voluntad
y anuncian victoria con un gusto amargo
de sangre inútilmente derramada.

¡Nosotros queremos entonar una canción nueva!

Las canciones religiosas
que resuenan en los templos e iglesias,
en otros tiempos tan llenas de fe y vida,
no atraen y dejan vacíos esos lugares de encuentro,
pues ya no conectan con nuestros sentimientos.

Tampoco las que las se oyen concursos y festivales
nos conmueven y enganchan;
sus notas, ritmo y letras
no sintonizan con nuestras necesidades,
pues nos ofrecen un mundo irreal
en el que no podemos ser protagonistas.

Llenando ondas y programas a todas las horas
se hacen presentes las canciones de amor
y, aunque sean artículo de consumo diario,
se marchitan en nuestros labios sus notas
que se negocian, venden y compran sin pudor.

En los nuevos templos, salas de fiestas y discotecas,
las noches de vísperas y fines de semana,
los disc-jockeys nos invitan con canciones
a ritmo trepidante y ensordecedor,
a olvidar fracasos, decepciones y penas.

Y las canciones populares de fiestas y romerías
parecen de otro tiempo y cultura,
pues aunque las cantemos y bailemos,
no nos proporcionan la vida y el gozo
del que hablan nuestros padres y abuelos.

¡Nosotros queremos entonar una canción nueva!

Déjanos entonarte nuestro canto,
el canto que nace de la vida nueva
que Tú nos das cada día y hora.
Déjanos cantar y bailar,
con ritmo alegre y fraterno,
el sentir de nuestra vida,
hecho canción y danza sin miedos
para jóvenes, ancianos y niños de pecho.

Unidos a la creación entera,
a los pequeños, débiles y pobres,
a emigrantes, refugiados y sin patria,
a creyentes, agnósticos, ateos e indiferentes,
queremos cantarte una canción nueva.

La canción de la fraternidad y la esperanza,
porque Tú nos amas,
y hemos visto y sentido tu paso
por nuestro pueblo, iglesia y casa,
y te has dignado pararte y llamar
a las puertas de nuestras entrañas.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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Incluso las piedras gritarán

Lunes, 11 de abril de 2022
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índiceMaka Black Elk

La publicación de hoy es del colaborador invitado Maka Black Elk (Oglala Lakota). Maka es el Director Ejecutivo de Truth and Healing en Red Cloud Indian School, una escuela jesuita K-12 en Pine Ridge, SD. Es alumno de Red Cloud y continuó su educación jesuita en la Universidad de San Francisco. Más tarde obtuvo su maestría en Educación para la Paz en Teacher’s College, Universidad de Columbia, y en Liderazgo Educativo en la Universidad de Notre Dame. Puede obtener más información sobre el trabajo que realiza en Red Cloud haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy (Domingo de Ramos) se pueden encontrar haciendo clic aquí.

A medida que la Semana Santa desciende sobre nosotros, hoy recordamos la celebración de Jesús cuando se dirigía a Jerusalén y las multitudes lo rodeaban para vitorearlo. Cuando los líderes religiosos lo reprendieron para mantener callados a los discípulos, Él respondió: “¡Os digo que si callan, las piedras clamarán!”. Nada puede impedir que la alegría de la salvación se proclame al mundo. La misma tierra cantaría Su alabanza.

Pienso en las palabras de Jesús en el contexto de una ola de legislación en los EE. UU. que intenta atacar a los más vulnerables de nuestra comunidad LGBTQ. La comunidad transgénero en particular se enfrenta a un mundo en el que no pueden practicar deportes, no pueden usar los baños y no pueden recibir la atención médica de afirmación de género que necesitan. La comunidad LGBT siempre ha existido desde tiempos inmemoriales y muchos han intentado silenciarnos antes. Pero sabemos que no funcionará, porque no podemos quedarnos callados. Demasiada alegría y salvación están presentes en el confort de nuestras comunidades y de nuestras identidades. Existimos y eso nunca se puede cambiar.

Sin embargo, no se puede negar el daño que sufrirán las personas que se verán directamente afectadas por estas leyes. ¿Hay alguna manera de ser positivo con respecto a este contexto? Tengo esperanza en las formas en que muchos defensores se han levantado para enfrentar estos desafíos y presionar por la justicia para nuestras comunidades transgénero, especialmente para muchas personas transgénero. El trabajo es vital para un futuro de equidad. Todos aquellos que se comprometan con este trabajo deben recordar la cita del Evangelio de hoy para la Bendición de las Palmas: “El Maestro lo necesita”.

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En momentos de confusión como este, muchos recurren a la Santísima Madre en busca de un ejemplo de cómo podemos mantener nuestras fuerzas. En la larga lectura del Evangelio de hoy, también se nos recuerda el horrible viaje que Cristo emprendió en medio de Su pasión y finalmente fue a la cruz y a Su muerte. De pie al margen sufriendo mientras veía a su hijo enfrentar la tortura, el dolor y la muerte, nuestra Santísima Madre es un ejemplo de perseverancia. Ella estuvo allí incluso cuando otros discípulos lo abandonaron.

Es posible que no todos nos sintamos lo suficientemente poderosos para hacer los cambios en la sociedad que se necesitan en este momento. Es posible que no todos tengamos los recursos para unirnos a quienes luchan por la justicia en el frente. Pero hay un poder en estar allí para los necesitados. Servir de apoyo es una tarea especialmente importante para los padres y familiares, tanto biológicos como creados, de jóvenes LGBT. Esté allí, quédese con ellos, apóyelos, muestre su fe y amor en ellos. Muéstrales a aquellos que enfrentan una profunda persecución por lo que son que estás con ellos tal como lo hizo la Santísima Madre con su Hijo.

Mostrémosle al mundo cómo hasta las piedras clamarán.

—Maka Black Elk, 10 de abril de 2022

Fuente New Ways Ministry

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¿Quién es este que viene?

Domingo, 10 de abril de 2022
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Domingo de Ramos

Domingo de Ramos

Hubo demasiadas conciencias alumbradas,
hubo demasiados privilegios trastornados,
hubo demasiadas palabras mal recibidas,
hubo demasiada mala fe:
detrás de esta puerta
con los dinteles elevados, todo va a jugarse,
lo sabe.
Posiblemente tiene miedo,
da el paso.
Entra.

Es aquí dónde se le espera.
¡Es ahora
cuando se va a verificar el perdón dado
hasta el múltiplo de setenta y siete,
la vida dada como único signo de amor,
el cuerpo y la sangre dados hasta el desgarro,
el Espíritu dado como un soplo de vida!

Ha llegado la hora.
Es ahora cuando su verdad saldrá a la luz.
Lo sabe;
da el paso.
Entra.

La semana comienza.

*

Charles Singer

***

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos, )

***

Evangelio: Lucas 22,14-23,56

***

No conocíamos la medida del sufrimiento de Dios hasta que tomó cuerpo ante nuestros ojos en la pasión de Cristo. La pasión de Cristo no es más que la manifestación histórica y visible del sufrimiento del Padre por el hombre. Es la suprema manifestación de la debilidad de Dios: Cristo -dice san Pablo- fue crucificado por su debilidad (2 Cor 1 3,4). Los hombres han vencido a Dios, el Pecado ha vencido y se yergue triunfante ante la cruz de Cristo; la luz se ha cubierto de tinieblas… Pero sólo por un instante: Cristo fue crucificado por su debilidad, pero vive por la fuerza de Dios, añade el apóstol. ¡Vive, vive! El mismo lo repite ahora a su Iglesia: “Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo poder sobre la muerte y los infiernos” (Ap 1,18) […].

Dios ha vencido sin dejar su debilidad, sino llevándola al extremo; no se ha dejado arrastrar al terreno del enemigo: “Injuriado, no respondía con injurias, sufría sin amenazar” (1 Pe 2,23). A la voluntad del hombre que pretendía aniquilarlo, no ha respondido con deseos de destrucción, sino con voluntad de salvarlo: “Yo soy el Viviente -dice el Señor-; no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (cf. Ez 33,11). Dios manifiesta su omnipotencia con la misericordia y el perdón [parcendo et miserando), como reza la oración de la Iglesia. Al grito Crucifige!, respondió con este grito: “Padre, perdónalos” (Le 23,34).

No hay palabras en el mundo como estas breves palabras: “Padre, perdónalos”. Toda la potencia y santidad de Dios están ahí resumidas; son palabras indomables, que no pueden ser superadas por ningún crimen, porque fueron pronunciadas en el más grande de los crímenes, en el momento en que el mal ha hecho su esfuerzo supremo y ya no puede más porque ha perdido su aguijón.

*

R. Cantalamessa,
El misterio pascual, Valencia 1996).

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“Murió como había vivido?” Domingo de Ramos – C (Lucas 22,14-23,56). 10 de abril 2022

Domingo, 10 de abril de 2022
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¿Cómo vivió Jesús sus últimas horas? ¿Cuál fue su actitud en el momento de la ejecución? Los evangelios no se detienen a analizar sus sentimientos. Sencillamente recuerdan que Jesús murió como había vivido. Lucas, por ejemplo, ha querido destacar la bondad de Jesús hasta el final, su cercanía a los que sufren y su capacidad de perdonar. Según su relato, Jesús murió amando.

En medio del gentío que observa el paso de los condenados camino de la cruz, unas mujeres se acercan a Jesús llorando. No pueden verlo sufrir así. Jesús «se vuelve hacia ellas» y las mira con la misma ternura con que las había mirado siempre: «No lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos». Así marcha Jesús hacia la cruz: pensando más en aquellas pobres madres que en su propio sufrimiento.

Faltan pocas horas para el final. Desde la cruz solo se escuchan los insultos de algunos y los gritos de dolor de los ajusticiados. De pronto, uno de ellos se dirige a Jesús: «Acuérdate de mí». Su respuesta es inmediata: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso». Siempre ha hecho lo mismo: quitar miedos, infundir confianza en Dios, contagiar esperanza. Así lo sigue haciendo hasta el final.

El momento de la crucifixión es inolvidable. Mientras los soldados lo van clavando en el madero, Jesús dice: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo». Así es Jesús. Así ha vivido siempre: ofreciendo a los pecadores el perdón del Padre, sin que se lo merezcan. Según Lucas, Jesús muere pidiendo al Padre que siga bendiciendo a los que lo crucifican, que siga ofreciendo su amor, su perdón y su paz a todos, incluso a los que lo están matando.

No es extraño que Pablo de Tarso invite a los cristianos de Corinto a que descubran el misterio que se encierra en el Crucificado: «En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres». Así está Dios en la cruz: no acusándonos de nuestros pecados, sino ofreciéndonos su perdón.

José Antonio Pagola

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“He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer”. Domingo 10 de abril de 2022. Domingo de Ramos

Domingo, 10 de abril de 2022
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22-ramosC cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 50, 4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo responsorial: 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.
Filipenses 2, 6-11: Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Lucas 22, 14-23. 56: He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer.

El tema central de las lecturas del Domingo de Ramos, como bien puede verse, es el del Mesianismo. Éste tiene varias etapas en la Biblia. «Mesías» significa ungido, siervo, enviado, pero en sí, la idea más profunda de «Mesías» que el pueblo de Israel asumió es la espera de la aparición salvífica de un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia».

En el Primer Testamento es Isaías el profeta quien más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios. Mesías que él entiende como el Siervo de Yavé que llega. El Mesías es para el profeta la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la realidad del gran restaurador que libera de la esclavitud, de la gran violencia (violencia estructural diríamos hoy), de la gran miseria (pobreza extrema y masiva diríamos actualmente) a la que ha sido condenado el pueblo de Dios (los muchos pueblos de Dios). El Mesías, en su calidad de Ungido de Yavé, no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios.

La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesas hechas al pueblo elegido, a la nación que se creía a sí misma la elegida por Dios. La llegada del «Mesías» es la instauración del reinado de Dios en la historia y en el tiempo, y es allí donde, según la concepción judía (según, pues, un pensamiento muy humano, no según una revelación divina), Israel se vengaría de los «paganos» (la mayor parte de ellos tan religiosos como los propios israelitas), de los no judíos.

La idea mesiánica del Primer Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yavé por Dios. Como se ve, un mesianismo muy humanamente comprensible…

El Mesianismo es una de las herencias que el Segundo Testamento recibe de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva del Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos esperaban entonces la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.

En el ciclo C de la liturgia leemos el relato de la Pasión del Señor según Lucas. Consideremos las características teológicas que nos presenta este relato.

Lucas, como es sabido, es considerado como el evangelista de la misericordia, o lo que es lo mismo, como el evangelista que ha marcado toda la tradición que nos entrega, con el pensamiento del amor infinito de Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Ninguno de los evangelistas ha percibido como él la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de manera especial entre los pobres, entre los que sufren, entre los marginados. No es difícil constatar en el evangelio de Lucas la preocupación de Jesús por los débiles, por las viudas, por los huérfanos, por los pecadores, por las mujeres.

Este mismo interés se manifiesta en la narración de los acontecimientos de la Pasión del Señor. En primer lugar, porque todo este relato está sustentado por un conocimiento del alma de Jesús, cuya intimidad nos es desvelada por el evangelista cuando nos deja ver su estrecha relación con el Abba misericordioso, en los momentos de oración (Lc 22,42); o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento (Lc 22,43).

En segundo lugar, la cruz aparece en este relato de la Pasión como un verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento. Lucas no pone la atención en los aspectos negativos y crueles de esta situación. En su narración se omiten recuerdos o referencias que aparecen en los otros evangelistas como la flagelación o la coronación de espinas que sirven para inculpar a los que llevaron a Jesús a la muerte. Lucas nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los hombres, aún en esta situación de dolor. Jesús no aparece abandonado en el Calvario (no se cita a Zac 13,6 sobre la dispersión del rebaño): está acompañado de amigos y conocidos (Lc 23,49 en contraposición con Mt 27,55-56 y Mc 15,40-41). Y reemplaza el grito del Salmo 21 (22) que cita Mateo por la manifestación ilimitada de confianza del Salmo 30,6 (31,6): “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

A la luz de todo esto es comprensible el papel que desempeña en este relato de la Pasión la actitud del perdón, sólo explicable desde el misterio de la misericordia. En definitiva todo el mundo queda limpio y se insiste en hechos positivos, sólo explicables desde la virtud reconciliadora del sufrimiento de Jesús o desde su actitud de perdón: el caso de Pilato (Lc 23,4.13-15.20-22); el del agresor a quien Pedro cercenó una oreja y que es sanado por Jesús (Lc 22,51); el de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos (Lc 23,34); el del malhechor bueno (Lc 23,39-43); el del centurión (Lc 23,47); el de la reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).

Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aun en el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión también reconoce su inocencia.

Sólo en Lucas Jesús se dirige con palabras consoladoras a las mujeres que de lejos los siguen. Realmente, Lucas ha sido llamado el evangelio de las mujeres y de la misericordia con los más pobres e ignorados, y las mujeres hacían parte de la clase marginada en Israel. Pero para Jesús, en todo el evangelio de Lucas, las mujeres hacen parte del discipulado y merecen un trato respetuoso. Ahora, camino del Calvario, la fidelidad de las mujeres a su maestro es reconocida por el Señor.

La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido una actitud tan conmovedora, como la que nos trae este evangelio en la parábola del padre misericordioso, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.

Lucas concibió el relato de la Pasión como una contemplación de Jesús. Por eso este relato es una invitación al lector-oyente a aproximarse al Señor, a seguirlo, a llevar con él la cruz de cada día (9,23). En la palabra que dirige en la cruz al malhechor arrepentido, ese ‘hoy’ nos remonta a Lc 4,21 cuando en la sinagoga de Nazaret, Jesús declara que “hoy se ha cumplido” el pasaje de Is 61,1-2 que acababa de leer. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz pero seguirá viviendo en medio de nosotros.

Nota para lectores críticos

El evangelio de hoy es más largo que de ordinario: toda la Pasión de Jesús, por lo que muchas homilías hoy serán más breves. Por otra parte, la homilía debería enfocarse pues hacia el conjunto de la Pasión y su significado. También el viernes santo se leerá la Pasión, según san Juan. Y durante toda la semana, el trasfondo litúrgico-espiritual es ése: la pasión y muerte de Jesús. Es pues un momento apropiado para plantearse algunos criterios críticos respecto a la interpretación de la pasión de Jesús en su significado de conjunto.

Si somos cristianos, y si el cristianismo profesa la convicción de la significación salvadora de Jesús, necesitamos tener un «modelo soteriológico» («sotería» = salvación), o sea, una explicación de cómo Jesús salva a la humanidad y en qué consiste esa salvación. Es claro que esto es el corazón de la fe cristiana.

Pues bien, en la historia ha habido varios «modelos soteriológicos».

El modelo que nos ha llegado a nosotros es, fundamentalmente, el que elaboró san Anselmo de Cartebury en el siglo XI sobre la tradición jurídica del derecho romano. En este sentido. El ser humano ofendió a Dios con el pecado original, y con ello se rompieron las relaciones de Dios y la humanidad. Dios fue ofendido en su dignidad, y el ser humano, por su parte, quedó privado de la gracia de la relación con Dios y no tenía capacidad para superar esta situación, pues aunque había ofendido a Dios, no tenía capacidad para reparar una ofensa de carácter infinito. En su obra Cur Deus homo? (¿Por qué Dios se hizo hombre?) Anselmo elabora la teoría de la «satisfacción penal sustitutoria»: Jesús muere en sustitución de la humanidad pecadora culpable, para satisfacer con ello la dignidad ofendida de Dios, y restablecer así las relaciones de Dios con la humanidad.

Por una parte, hay que hacer notar que esta explicación, que nos ha llegado a todos nosotros en una tradición tan longeva, no deja de ser «una» explicación, la del siglo XI en concreto; es decir: no es «la» explicación, no es la única. Además, no está en el Nuevo Testamento: es una elaboración teológica, muy posterior, que asume las categorías y la lógica del derecho romano «recepcionado» en el mundo feudal europeo de la alta Edad Media: el derecho inapelable y absoluto de los señores, la servidumbre de los siervos, las obligaciones jurídicas relativas a la ofensa y a la satisfacción o reparación. Es la teología de la «redención», del redimir («re-d-emere»), re-comprar al esclavo para liberarlo de su antiguo dueño.

Esta teología, hoy ya insostenible, es, sin embargo, la que la mayor parte de los cristianos y cristianas, incluyendo a muchos agentes de pastoral tienen todavía en su conciencia, en su comprensión del cristianismo, o en su subconsciente al menos. Y es para muchos de ellos «la» explicación mayor del misterio cristiano, el misterio de la «redención».

Hay que recordar que los modelos soteriológicos, como todo el resto de la teología, no dejan de ser un lenguaje metafórico, y que la metáfora nunca debe ser tomada al pie de la letra, tanto sea en n sentido directo como en un sentido metafísico, sobre todo en el segundo término al que traslada el sentido (“meta-fora” = cambio, traslado de sentido). Las teologías y los modelos soteriológicos se apoyan sobre las lógicas y los símbolos de las culturas en las que son creados. Por eso, cuando la evolución cultural cambia de lógica y de símbolos, esos modelos soteriológicos, y en general, esas teologías, aparecen crecientemente desfasadas, se hacen incluso ininteligibles, y finalmente quedan obsoletas. La visión de Dios como «Señor» feudal irritado por una ofensa de la primera pareja humana… para cuyo aplacamiento habría sido necesaria la reparación de la ofensa por medio de la muerte cruel y cruenta de su Hijo, es una imagen de Dios hoy sencillamente insostenible, e inaceptable. La sola idea de que un mítico pecado de Adán y Eva hubiera torcido los planes de Dios, y hubiera sumido en las tinieblas del pecado y del alejamiento de Dios a toda la humanidad desde la primera pareja, durante miles y miles de años –hoy la ciencia nos dice que habrían sido millones de años-, hasta la aparición de Jesús, es absolutamente inaceptable para la mentalidad actual. La misma fórmula jurídica de la «satisfacción sustitutoria» resulta hoy día inviable desde los mínimos éticos de nuestra época. Un Dios así resulta increíble, provoca ateísmo, con razón.

Si este modelo nos parece hoy día sobrepasado, no debemos dejar de considerar que ha habido otros modelos todavía más inadecuados. En el primer milenio la teología dominante, en efecto, no fue la de la «satisfacción sustitutoria», sino la del «rescate»: por el pecado de Adán la humanidad había quedado «prisionera del demonio», literalmente bajo su poder (sic). Según san Ireneo de Lyon (+ 202) y Orígenes (+ 254) el Diablo tendría un «derecho» sobre la humanidad, debido al pecado de Adán. Jurídicamente, la humanidad estaba bajo su dominio, le pertenecía, y Dios «quiso actuar con justicia incluso frente al diablo» (Ireneo, Adversus Haereses, V, 1,1), al anular tal derecho sólo mediante el pago de un rescate adecuado. Para ello, entregó a su Hijo a la muerte, a fin de liberar a la humanidad del dominio «legítimo» del diablo. San Agustín lo dice aún más explícitamente: Dios decretó «vencer al Diablo no mediante el poder, sino mediante la justicia» (De Trinitate XIII, 17 y 18).

Este modelo del «rescate pagado al Diablo» para rescatar a la humanidad, aún resuena en las personas que tuvieron una formación cristiana. Pero hoy nos resulta no sólo inaceptable, sino inimaginable, y hasta grotesco: no podemos aceptar un Diablo, concebido como un contra-poder cuasi-divino, que está apostado frente a Dios y que retiene a la humanidad bajo su poder, durante milenios, hasta que es «justamente resarcido» por Dios, nada menos que con la muerte del Hijo de Dios, un Diablo que sólo así sería «derrotado por la victoria de Cristo»…

¿Qué queremos decir con todo esto? Muchas cosas:

-que las teologías son metafóricas, no narraciones históricas ni descripciones metafísicas;

-que las teologías son muchas, variadas, no sólo una… y que cuando adoptamos una de ellas no debemos nunca perder de vista que se trata sólo de «una» teología, no de «la» teología;

-que las teologías son contingentes, no necesarias;

-que son elaboraciones humanas, no revelaciones divinas bajadas en directo del cielo, y que están construidas con elementos culturales de la sociedad en la que han sido concebidas;

-que son también transitorias, no eternas, y que con el tiempo y los correspondientes cambios culturales pierden plausibilidad y hasta inteligibilidad y pueden acabar resultando inaceptables y hasta desechadas;

-que los agentes de pastoral que atienden al Pueblo de Dios han de estar atentos a no prolongar la vida de una teología sobrepasada, superada, que ya no habla de un modo adecuado a las personas de hoy;

-que pueden (y deben) tratar de encontrar nuevas imágenes, nuevos símbolos, nuevas respuestas interpretativas de parte de nuestra generación actual a las preguntas de siempre.

La Semana Santa no es el único momento en el que debemos referirnos a la significación de la salvación operada por Cristo, pues ésta es una referencia central de la fe cristiana; pero sí es una ocasión privilegiada para plantearnos la conveniencia de la revisión de nuestros esquemas teológicos al respecto. Leer más…

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10.4.22. Domingo de Ramos: Caída del templo, ruina y resurrección del papado

Domingo, 10 de abril de 2022
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Vaticano-reformas_2272882722_14949607_667x375Del blog de Xabier Pikaza:

En la línea de las tres “postales” anteriores  con su documento  de reforma de la Curia Vaticana (Anunciad el evangelio), el Papa Francisco  está proclamando y anticipando de hecho  la “caída y final del papado”.

–  Unos pueden decir y dicen que esa caída es una buena noticia: Lo mejor que le puede suceder a este papado es que se derrumbe, se muera, para que, en su lugar, pueda surgir una iglesia verdadera, sin poder sacral, sin imposiciones de conciencias, sin negocios de dinero. Sólo entonces, cuando caiga este papado, se podrá hablar de una iglesia liberada para la fraternidad del evangelio.

– Otros pueden decir y dicen que este Papa Francisco, quizá sin saber bien lo que hace, está dinamitando de hecho la Iglesia Católica, de forma que no no es Vicario de Cristo, sino del Anticristo. Por eso hay que esperar que sus reformas pasen, pues los papas también mueren, para que venga un verdadero Pontífice, que ponga de nuevo poner las cosas en su sitio.

No puedo entrar en esa temática concreta. Muchos de mis lectores saben lo que pienso. Sólo qiero seguir pensando y caminando en la línea de Jesús  y  para ello ofrezco un pequeño comentario del evangelio del Domingo de Ramos, con el anuncio de la “ruina” del Templo de Jerusalén con la auténtica pascua de Cristo. Buen comienzo de Semana Santa a todos.

Mc 11: Llegaron a Jerusalén y 7  le trajeron un pollino, echaron encima sus mantos y se sentó sobre él.8 Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos. 9 Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: «= ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! = ¡Hosanna = en las alturas!»…

y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas 16 y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo.17 Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: = Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? = ¡Pero vosotros la tenéis hecha una = cueva de bandidos! . (Por eso caerá y no quedará de ella piedra sobre piedra….).18 Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina.

Caída del templo, caída de un tipo de Vaticano.

 Conforme a este lectura, resulta conveniente (inevitable) que caiga o se abandone un tipo de templo eclesiástico, como el sepulcro de Jesús, que estaba vacía, pero no para elevar en su lugar otro semejante (que todo cambie, para que siga siempre igual), sino para tomar el «carro de vida de Dios» (profeta Ezequiel) , para que puedan subirse en ellos expulsados y negados de la historia actual,  para recorrer con ellos los caminos de Dios.

Muchas piensan  dificultades actuales no se solucionan con unos pequeños cambios de estructura: con un Papa más o menos liberal, con más o menos autonomía de las comunidades; con la supresión del celibato ministerio o la ordenación de las mujeres, como quieren los teólogos más «liberales», empeñados en lograr que la iglesia se ajuste a la moderna democracia.

Sin duda, esos cambios son importantes (¡necesarios!), pero vienen en un segundo momento, conforme a la dinámica de las comunidades. Lo que importa es el radicalismo evangélico: compartir la vida, desde los más pobres, ofreciendo el testimonio de un amor que es infalible porque es presencia del Dios que da vida (es Vida) al entregarse por los otros.

Jesús anunció la destrucción del sistema sacerdotal del Templo de Jerusalén antes que cayera. Por eso expulsó a sus mercaderes y anunció la ruina de sus edificios (¡caerán como caen los bancos y jaulas de cambistas y comerciantes!), vinculados a un poder sagrado.

De esa forma asumió el mensaje de Jer 7 (caída del templo) y de Ez 10 (el “carro de Dios” se aleja del lugar sagrado) y lógicamente suscitó la reacción no sólo de los sacerdotes de Jerusalén, sino de los jerarcas de Roma, pues tenían miedo de un Reino que fuera casa de oración y acogida para todos los pueblos, empezando por los pobres. En ese fondo situamos la destrucción del papado actual.

Muchos cristianos protestarán diciendo que la imagen del viejo templo no puede aplicarse hoy al Papa. Ciertamente, el Vaticano no parece cueva de bandidos (como Jesús dijo del templo), sino espacio de apertura, una plaza, una casa donde pueden reunirse muchos hombres, obispos en concilio, fieles en romería creyente, la mayor parte de ellos intachables y fieles… Pero tampoco Caifás era perverso, sino un hábil político, diestro en equilibrios al servicio de la paz. Tampoco el Sanedrín era un tribunal corrupto, sino un lugar honrado de discusiones sociales y religiosas, a partir de unas clases dominantes (sacerdotes, presbíteros, escribas). Pero Jesús quiso que aquel templo cayera, a pesar del dolor que eso implicaba para muchos (cf. Lc 19, 41-44; 21, 20-24), y nosotros queremos que caiga el templo vaticano, por amor a los hombres.

Lo que importa no es la caída, sino la resurrección. No dictamos así una propuesta de condena general de la historia, sino la afirmación de que el tiempo de suplencia papal ha terminado (como terminó la del templo de Jerusalén). La iglesia no es sistema de poder, sino fraternidad gratuita de pobres (de crucificados y expulsados), experiencia concreta de amor que va creando vida, esperanza de resurrección. Ella sólo puede decir y proclamar la Vida mesiánica de Dios   con su propia existencia, en el nivel de las relaciones personales, sin discursos elevados que se vuelven pronto ideología. Para que viniera la nueva humanidad y los hombres y mujeres pudieran perdonarse directamente, sin controles sagrados, tuvieron que caer los poderes del templo. Por amor de Dios y para bien de los pobres, enfermos y niños, representantes y portadores del poder de Dios (Mc 11, 12-26  par), debe caer un tipo de papado.

Pero más  que la ruina externa del templo de Jerusalén, proclamó su ruina interna,

 la ruina de ese templo de Dios que hemos levantado en nuestros corazones.  Jesús dijo a los judíos de aquel tiempo «Vuestra casa quedará vacía» (Mt 23, 38). Lo mismo puede suceder ahora el “sistema” vaticano: muchos piensan que a la sombra de sus grandes hojas no existe ya fruto (cf. Mc 11, 13-21), de manera que es preciso abandonarlo, dejando que surja, por gracia de Dios, el nuevo pueblo que produzca frutos (cf. Mt 21, 43).

Por eso, la caída de un tipo de papado nos debe alegrar, pues queremos uno diferente, que no sabemos aún cómo será, pero que tiene que ser de los pobres, enfermos y niños a quienes Jesús anunció el Reino de Dios (y a quienes introdujo como autoridad en el templo: cf. Mt 21, 14-17). La historia nos ha situado en una encrucijada y debemos tomar una decisión, pues dejar las cosas como están, manteniendo este modelo de iglesia, significa condenarla (¡y quizá condenarnos!) a una muerte sin resurrección.

No se trata de derribar con violencia los muros, pues tampoco Jesús destruyó físicamente el viejo templo (lo saquearon y quemaron más tarde, de formas diversas, los celotas y legionarios, que luchaban entre sí por el control del sistema). Pero Jesús y la mayoría de los grupos cristianos lo habían abandonado ya (como supone el evangelio de Marcos, lo mismo que  Mt 23, 37-39), antes de que ardiera en las llamas de la guerra, pues habían descubierto y edificado otra casa de fraternidad (la iglesia), en el campo extenso de la vida, sin necesidad de instituciones legales y sacrales.

También nosotros debemos abandonar un tipo de Vaticano actual y debemos hacerlo por amor, sin agresividad, sin lucha externa, con ternura y gratitud, con gran pena, por lo que ha sido. Debemos abandonarlo precisamente ahora, cuando parece que se eleva triunfante, con grande hojas, como la higuera de Israel (Mc 11, 13), para situar las tiendas de campaña de la iglesia de Jesús (cf. Jn 1, 14) en el ancho camino de la vida, buscando con otros hombres y mujeres el surgimiento de un servicio de unidad distinto, que represente a los pobres de Dios. Entonces podremos apelar de nuevo a las llaves de Pedro, como signo de potestad e infalibilidad evangélica.

No buscamos incendios ni guerra, ni que la Basílica de San Pedro de vaticano arda y acabe, con archivos y museos, con documentos de curia y curiales, con su banco y su pequeña guardia de suizos, sus cardenales, obispos y monseñores y/o funcionarios de segundo grado. Pero queremos que pierda su función (que se disuelva), mientras la iglesia verdadera emerge y crece en otro espacio, donde comienzan ya a juntarse los discípulos de Jesús.

Algunos, sienten mucha prisa: les gustaría que llegaran nuevos romanos (como el año 70 d. C.), quemando el Vaticano, de manera que sólo quedara una “zona cero” de ruinas con la memoria de Pedro.

Otros, más escépticos, sostienen que debe acabar no sólo el Vaticano, sino también la iglesia, pues todo en ella es folklore y sistema de dominación… Nosotros queremos que el Vaticano se mantenga como testimonio de una historia pasada, pero que la iglesia realice de un modo diferente su tarea de evangelio al servicio del conjunto de la humanidad. Leer más…

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La Pasión según Lucas. Domingo de Ramos. Ciclo C.

Domingo, 10 de abril de 2022
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Titian_-_Christ_and_the_Good_Thief_-_WGA22832Tiziano, Jesús y el buen ladrón

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Resulta imposible comentar en pocas líneas el relato de la Pasión en el evangelio de Lucas. De los diversos episodios exclusivos suyos, considero de especial interés las tres palabras que pone en boca de Jesús en la cruz. Como es sabido, ninguno de los evangelios trae las siete famosas palabras de Cristo en la cruz. Mateo y Marcos, solo una; Juan, tres; Lucas, otras tres. Sumándolas tenemos siete. Las tres de Lucas pueden servir de reflexión y oración.

  1. Morir perdonando

            Jesús y los dos malhechores acaban de llegar al Calvario. Crucificar a tres personas es un trabajo más lento y cruel de lo que puede imaginarse, pero Lucas no entra en detalles. Se limita a indicar lo que decía Jesús en este momento: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

            El tema de los enemigos y del perdón ha aparecido en este evangelio desde el comienzo. Zacarías, el padre de Juan Bautista, alaba a Dios porque ha suscitado a un descendiente de David “para que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, le sirvamos con santidad y justicia toda nuestra vida”. Su esperanza no se cumplirá como él espera. A su hijo lo decapitará Herodes. Y Jesús no habla de verse libres de los enemigos. Lo que manda a sus discípulos es: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ahora, en el momento decisivo, Jesús va más adelante. No solo reza por los enemigos, sino que intenta comprenderlos y justificarlos: “no saben lo que hacen”.

  1. Nunca es tarde para convertirse

            Que Jesús fue crucificado entre dos malhechores lo dicen también Mateo y Marcos (aunque estos los llaman “ladrones”, que equivale a “terroristas”, cosa más lógica porque a los ladrones no los crucificaban, sino que los vendían como esclavos). Pero la mayor diferencia consiste en que en Mateo y Marcos los dos insultan a Jesús. Lucas cuenta algo muy distinto: mientras uno anima irónicamente a Jesús a salvarse y salvarlos, el otro lo defiende, reconoce su inocencia y le pide que se acuerde de él cuando llegue a su reino. Todos sabemos la respuesta de Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

            Algún escéptico podría decir que Lucas ha inventado esta conversión tan inesperada del buen ladrón. Él respondería: “Si no fue así, pudo serlo”. Porque lo que intenta enseñarnos es que nunca es tarde para convertirse. En una parábola que comentamos hace tres domingos, el labrador pedía un año de plazo para la higuera estéril. Zaqueo tuvo el resto de su vida para demostrar su conversión. El buen ladrón solo dispone de unas horas antes de morir, aprovecha la ocasión de inmediato, y esas pocas palabras le sirven para salvarse. Al mismo tiempo, las palabras de Jesús suponen un consuelo para todos nosotros cuando se acerque la muerte: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

  1. Morir en manos de Dios

            Lo último que dijo Jesús antes de morir también varía según los evangelios. Marcos y Mateo ponen en su boca el comienzo del Salmo 22: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué he has desamparado?”. Parece un grito de abandono, sin esperanza. Quien sigue leyendo el salmo advierte que el olvido de Dios y el sufrimiento dan paso a la victoria final. Aunque esto sea cierto, Lucas piensa que sus lectores no van a entenderlo y se pueden quedar con la sensación de que Jesús murió desesperado. Por eso, las últimas palabras que pone en su boca son: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. De este modo, el final de la vida terrena de Jesús empalma con el comienzo de actividad apostólica. En el bautismo escuchó la voz del cielo: “Tú eres mi hijo amado”. Ahora, en el momento del dolor y la muerte, cuando parece que Dios lo ha abandonado, Jesús lo sigue viendo como “Padre”, un padre bueno al que puede entregarse por completo.

El relato de la pasión es una historia de dolor, injusticia, sufrimiento físico y moral para Jesús. Pero Lucas ha querido que sus últimas palabras nos sirvan de enseñanza y consuelo para vivir y morir como él.

Un comentario completo al relato de la pasión puede verse en J. L. Sicre, El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús (Verbo Divino 2021), págs. 449-510.

 

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10 Abril. Domingo de Ramos. Ciclo C

Domingo, 10 de abril de 2022
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“Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.”

(Lc, 22,14-23,56)

El domingo de Ramos nos abre un gran pórtico que nos muestra, este año a través del Evangelio de Lucas, lo que vamos a celebrar a lo largo de esta Semana Santa.

¡Siéntate, corazón mío!

Como “todos los que conocían a Jesús, y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, que estaban allí presenciando todo” (Lc 23,49), déjate tocar, déjate asombrar, déjate enamorar.

¡Siéntate, silénciate, contempla…!

Accede, corazón mío, a ese pórtico, ábrete a que sea el Espíritu mismo de Jesús quien te ayude a descubrir la fidelidad del Maestro en su entrega total, su confianza en el Padre. Es el corazón misericordioso que Jesús te ofrece lo que te hará misericordioso. Y esa misericordia entrañable te acercará a las hermanas/os que hoy siguen el camino de Jesús de Nazaret en medio de persecuciones, abusos, torturas, arrestos e incluso la muerte por ser fieles al Maestro. Recordamos los sentimientos de aquel cristiano, en tierras sirias, que en medio de la tortura dijo algo así a sus verdugos: “queréis que renuncie a mi fe cristiana, pero no puedo, porque mi corazón es de Cristo, está marcado por el amor a Cristo Jesús”.

Corazón mío, no hagas de estos días santos como aquella “gente que había acudido al espectáculo” (Lc 23,48) sino déjate sorprender, para que con el amor que Dios Padre te entrega a través del Espíritu puedas tú también decir con la confianza y abandono de Jesús: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).

Lo que te preparas a celebrar no es la muerte, aunque ésta sea la de Jesucristo, sino el camino hacia la Pascua.

Oración

Tiempo de vida, tiempo de de luz, tiempo de amor.
Señor, Jesús, Maestro bueno,
dame un corazón que sepa
contemplar, acoger, perdonar, amar…
coge mi mano y conduce mis pasos
a escuchar tu invitación: ¡Sígueme!

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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No celebramos la muerte sino la Vida.

Domingo, 10 de abril de 2022
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DOMINGO 6º DE CUARESMA (RAMOS) (C)

Lc 22,14-23,56

La liturgia de este domingo es desconcertante. Empieza celebrando una entrada “triunfal” y termina recordando una muerte. Es difícil armonizar estos dos aspectos de la vida de Jesús. Podríamos decir que ni el triunfo fue triunfo, ni la muerte fue derrota. Los evangelistas plantean la subida a Jerusalén como resumen de su actividad. La muerte se considera como la meta de su vida. En la vida de Jesús se vuelve a escenificar el Éxodo, paso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida. Allí iba a dejar patente el amor incondicional.

Jesús fracasó estrepitosamente porque la salvación que él ofreció no coincidía con la que esperaban los judíos. Jesús pretendió llevarlos a la plenitud de su verdadero ser. Ellos solo querían defender sus intereses, salvar su ego. Seguimos en la misma actitud. Dios “quiere” para nosotros lo mejor y nosotros seguimos creyendo que en asegurar nuestra individualidad está nuestra plenitud. No hay que entender la voluntad de Dios como venida de fuera. Lo que Dios quiere de cada uno es también la exigencia más profunda de nuestro verdadero ser.

El fracaso humano de Jesús nos invita a reflexionar sobre el sentido de las limitaciones humanas. Si nuestro objetivo es evitar el dolor y buscar el máximo placer, nunca podremos aceptar el mensaje de Jesús. Él confió completamente en Dios, pero Dios no lo libró del dolor ni de la muerte. ¿Cómo podemos interpretar este aparente abandono de Jesús? Sería la clave de nuestro acercamiento a su muerte. Sería la clave también para interpretar el dolor humano y tratar de darle el sentido que escapa a la mayoría de los mortales.

Es un disparate pensar que Dios exigió, planeó, quiso o permitió la muerte de Jesús. Peor aún si la consideramos condición para perdonar nuestros pecados. La muerte de Jesús no fue voluntad de Dios, sino fruto de la imbecilidad humana. Fue el pecado del mundo, el poder y el afán de someter a los demás, lo que hizo inaceptable el mensaje de Jesús. Lo que Dios esperaba de Jesús era su fidelidad. La muerte de Jesús no fue un accidente; fue la consecuencia de su vida. Una vez que vivió como vivió, era lógico que lo eliminaran.

Dios no está solamente en la resurrección, está siempre en el hombre mortal, también en el dolor y en la muerte. Si no sabemos encontrarlo ahí, seguiremos pensando como los hombres, no como Dios. Es una lección que no acabamos de aprender. Seguimos asociando el amor de Dios con todo lo placentero, lo agradable, lo que me satisface. El dolor, el sacrificio, el esfuerzo lo seguimos asociando a un castigo de Dios, es decir a una ausencia de Dios. Las celebraciones de Semana Santa nos tienen que llevar a la conclusión contraria. Dios está siempre en nosotros, pero necesitamos descubrirlo sobre todo en el dolor y la limitación.

Seguramente la pasión fue el primer relato sobre Jesús que se redactó por escrito. A pesar de ello no podemos estar seguros de que lo que nos cuentan corresponda a sucesos reales. Los que más probabilidades tienen de ser inventados son los que hacen referencia a profecías del AT. Esto se debe a que los primeros seguidores de Jesús, todos judíos, no tenían otro medio de explicar la muerte de Jesús que la Escritura. Debemos escapar de ese afán de convertir el AT en un anuncio de lo que sucedió en Jesús. Nadie pudo prever lo que pasó en Jesús, porque rompió todos los moldes y lo que vivió y predicó no podía adivinarlo nadie trescientos o quinientos años antes de que sucediera. Aludir a la inspiración divina para solucionar el problema es no tener idea de lo que significa la Sagrada Escritura como escrito sagrado.

La pasión de Lucas tiene una clara tendencia catequética. Aunque utiliza la narración de Marcos, u otra más antigua que ya utilizó el mismo Marcos, le da un toque de humanización muy significativo. Suaviza mucho la relación de los que están alrededor de Jesús con su persona. No todo es negativo. Incluso los paganos quedan de alguna manera justificados. Hay en el relato muchos personajes que están con Jesús y pretenden ayudarle. El mismo Jesús se relaciona con algunos con comprensión y como ayudándoles a entender lo que está pasando.

Lo importante no es la muerte física de Jesús ni los sufrimientos que padeció. A través de lo que conocemos de la historia humana, miles de personas, antes y después de Jesús, han padecido sufrimientos mucho mayores y más prolongados de los que sufrió él. Lo importante de Jesús en ese trance fue su actitud inquebrantable de vivir hasta sus últimas consecuencias lo que predicó. Para nosotros, lo importante es descubrir quién lo mató y por qué le mataron, por qué murió y cuáles fueron las consecuencias de su muerte para él, para los discípulos y para nosotros. No podemos asegurar las respuestas pero debemos seguir preguntándonos.

¿Por qué le mataron? Ni siquiera sabemos quién le mató, mucho menos podemos saber cuál fue la causa de su condena. La muerte de Jesús es la consecuencia directa de un rechazo por parte de los jefes religiosos a su enseñanza y a su persona. No debemos pensar en un rechazo gratuito y malévolo. Los sacerdotes, los escribas, los fariseos, no eran depravados que se opusieron a Jesús porque era buena persona. Eran gente religiosa que pretendían ser fieles a la voluntad de Dios, que para ellos estaba definida de manera absoluta y exclusiva en la Ley de Moisés. Para ellos defender la Ley y el templo era defender al mismo Dios.

¿Era Jesús el profeta, como creían los que le seguían, o era el antiprofeta que seducía al pueblo y le apartaba de la religión judía? La respuesta no era sencilla. Por una parte percibían que Jesús iba contra la Ley y contra el templo, signos inequívocos del antiprofe­ta. Pero por otra parte, la cercanía a los que sufren y los signos que hacía eran una muestra de que Dios estaba con él. El desconcierto de los discípulos ante la muerte de Jesús, tiene mucho que ver con esa confrontación de sus representantes religiosos. ¿A quién debían hacer caso, a los representantes legítimos de Dios, o a Jesús, a quien los sacerdotes consideraban blasfemo?

¿Por qué murió? No podemos saber la actitud de Jesús ante su muerte. Ni era un inconsciente ni era un loco. Se dio cuenta de que los jefes religiosos querían eliminarlo. Jesús debió tener razones muy poderosas para seguir diciendo lo que tenía que decir a pesar de que eso le acarrearía la muerte. Sabía que el pueblo no le entendía y dejaría de seguirle. Pero también sabía que los jefes religiosos no se iban a conformar con ignorarlo. Sabiendo eso, Jesús tomo la decisión de ir a Jerusalén. Que le importara más ser fiel a sí mismo y a Dios que salvar la vida es lo decisivo. Eso era lo que Dios esperaba de él y eso es lo que hizo.

¿Qué consecuencias tuvo su muerte? Para sus seguidores fue el revulsivo tan fuerte que les llevó a un total pesimismo, pero también fue el revulsivo que les llevó al descubrimiento del verdadero Jesús en la experiencia pascual. Durante su vida lo siguieron como amigo, maestro, profeta, pero no descubrieron el significado profundo de Jesús. A ese descubrimiento no podían llegar a través de lo que oían y lo que veían; se necesitaba un proceso de maduración interior. La muerte de Jesús les obligó a esa profundización y a descubrir en aquél Jesús de Nazaret, al Señor, Mesías, Hijo. En esto consistió la experiencia pascual. Si queremos entender la muerte de Jesús, tenemos que seguir ese mismo camino de la vivencia interior.

 

Meditación

La verdadera Vida está ya en mí.
Lo único que tengo que hacer es descubrirla.
Toda “muerte” (entrega, servicio) es signo de Vida.
Todo egoísmo (opresión, dominio) es signo de “muerte”.
La Vida-Amor es el fundamento de mi ser.
No la encontraré en lo superficial y accidental.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Una muerte anunciada.

Domingo, 10 de abril de 2022
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Crucifixión 2

Domingo de Ramos

Jesús entra el domingo en Jerusalén acompañado de un grupo de galileos que le aclaman como el Mesías anunciado: «Hosanna al hijo de David»… Disuelta la comitiva, se dirige al templo, expulsa a los mercaderes y se enfrenta sin contemplaciones a unos sacerdotes de alto rango que le increpan: «¿Con qué autoridad haces estas cosas?»… Al atardecer se retira a la seguridad de Betania.

El lunes, desafiando a las autoridades, se dirige al templo y comienza a enseñarles desde la escalinata del pórtico de Salomón. Los judíos le escuchan entusiasmados y Jesús les urge a la conversión: «Todavía es tiempo»… Aparecen unos sacerdotes desafiantes y arremete contra ellos con la parábola de los viñadores homicidas: «Hará perecer a los labradores malvados y dará la viña a otros»… Sin darles tiempo a reaccionar, censura violentamente a escribas y fariseos: «¡Hipócritas!»…

Se conjuran para matarlo, pero temen a la multitud.

El martes vuelve al templo y se congrega en torno suyo gran número de personas. Unos fariseos, acompañados de unos herodianos, le ponen a prueba con una pregunta trampa sobre el tributo a los romanos: «Dad pues al César lo que es del Cesar»… Más tarde les toca el turno a los saduceos, y finalmente a los fariseos: «¿Quién es mi prójimo?»… «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó»…

Los que buscan desprestigiarle caen en la cuenta de que es demasiado listo; que por ese camino no van a conseguir su propósito, y endurecen la apuesta.

Vuelve el miércoles. Su auditorio sigue creciendo, pero su enfrentamiento con las autoridades sube sustancialmente de tono. Unos fariseos irrumpen en el grupo, abren un claro delante de Jesús y arrojan a una mujer aterrada. «Moisés nos manda apedrear a estas mujeres, ¿tú qué dices?»… Y Jesús se juega la vida —y la pierde— por salvar la de la mujer, porque los santos fariseos no pueden perdonar que nadie les llame pecadores públicamente. Sale al monte de los olivos seguido de mucha gente y les manda el mensaje definitivo: «A mí me lo hicisteis»…

El jueves, Jesús sabe que su tiempo se ha acabado y organiza una cena de despedida con sus íntimos; incluidas, claro está, las mujeres: «Yo soy el maestro y el señor, y os he lavado los pies»… «Haced esto en memoria mía»… Al acabar la cena salen de la ciudad por la puerta de las Aguas y remontan el torrente Cedrón. En el cruce de caminos Jesús se detiene. El de la derecha lleva a Betania, a la seguridad de la casa de sus amigos. El que sale al frente, a Jericó, y de allí fuera de la jurisdicción de quienes quieren matarlo. Duda unos instantes y toma la senda que sube a Getsemaní; a su destino: «Pero no se haga mi voluntad sino la tuya»…

Judas lo entrega, los levitas y los criados lo prenden y el sanedrín lo condena a muerte por blasfemo: «¿Eres tú el hijo del Altísimo?… ¡Ha blasfemado!»…

El viernes, los sacerdotes lo entregan a los romanos, pero no le acusan de blasfemo sino de sedicioso. Pilato trata tibiamente de salvarlo, pero fracasa: «Nosotros no tenemos más rey que el César»… Su suerte está echada; los romanos lo torturan y lo crucifican: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»«¿Por qué me has abandonado?»… «En tus manos encomiendo mi espíritu»…

Los profetas mueren lapidados. Los sacerdotes se empeñan en que sea crucificado para crucificar también su doctrina, pero fracasan «porque Dios estaba con él»

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Haced esto en memoria mía.

Domingo, 10 de abril de 2022
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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

Domingo de Ramos

El domingo de Ramos hacemos dos lecturas en las que se recogen los últimos días de la vida de Jesús. Siguiendo la narración, caminamos desde su entrada triunfal en Jerusalén hasta su entierro, pasando a través de diversas escenas de gran intensidad dramática y profundamente teologizadas. Es significativo que en este recorrido se deje fuera un momento que es crucial para entender las razones históricas de la condena de Jesús y el por qué resultaba tan amenazante para quien ostentaba el poder: la acción profética que él realiza en el templo (Lc 19,45-48).

La subida a Jerusalén fue sin duda para Jesús una decisión meditada, pero también profundamente radical. En ella se ponían en juego todos sus empeños y sueños. Como un profeta al estilo de la más genuina tradición de Israel, Jesús realiza una doble acción simbólica que ponen en evidencia lo lejos que parecía estar el discurso religioso de los dirigentes de Jerusalén de los deseos de Dios.

La llegada de Jesús y sus discípulas y discípulos a la ciudad, formando parte de la comitiva de las y los peregrinos que llegaban de los cuatro puntos cardinales del mundo conocido para celebrar las Pascua, se convirtió en una procesión festiva. El maestro evocando la profecía de Zacarías (Za 9,9) quiso cruzar los umbrales de la ciudad santa montado en un borrico, mostrándose así como el enviado humilde de un Dios cuyo poder es el amor. Para algunos ese gesto era altamente provocador y quisieron frenar el entusiasmo que la persona de Jesús provocaba a su paso, pero el maestro no les hizo caso (Lc 19, 39-40).

Lucas a continuación narra brevemente un episodio en el que Jesús realiza otra acción altamente provocativa. Al entrar en la primera explanada del templo Jesús expulsa a todos los que compraban y vendían en ese lugar. ¿Por qué lo hace? ¿Es que estaban haciendo algo indebido? La verdad es que no había nada extraño en el comportamiento de aquellas personas, al contrario, pues esa explanada no tenía un carácter sacral, sino que era como una antesala donde se adquiría lo necesario para realizar los sacrificios que se ofrecían en el interior. Esto era así, porque según la legislación judía, había que asegurar que todo lo que se introducía en el templo fuese puro, y eso solo podía certificarse si se adquiría allí.

Lo que pretende Jesús entonces, no es cuestionar la ética de quienes estaban comprando o vendiendo, sino denunciar el sistema cultual judío, es decir el tipo de relación con Dios que estaba establecida en el templo. Lucas lo explica poniendo en boca de Jesús dos textos proféticos (Is 56,1-7; Jr 7, 1-11), él solo los evoca con una frase, pero lo que quiere es que se recuerde todo el pasaje, pues esa era la manera de citar cuando la Biblia no estaba todavía dividida en capítulos y versículos. Con ellos lo que quiere decir, es que para Jesús ese tipo de culto no era el que Dios quería, sino que lo habían pervertido, como decía Jeremías y que de ese modo habían excluido a muchos/as del encuentro con él. Y era el momento de que eso cambiase, como había anunciado Isaías. Y esto fue sin duda, lo que determinó definitivamente que quienes se sentían seguros con ese culto buscaran el modo de hacerlo desaparecer (Lc 119, 47).

Jesús es consciente de lo arriesgado de su propuesta, pero no puede dejar de anunciar al Dios que arde en sus entrañas. La cena con su comunidad es la expresión más honda del modo en que él entiende su relación con su Padre y de cómo quiere que sus discípulos y discípulas entiendan y continúen su misión. Los signos del pan y del vino, condensan la hondura de su entrega y fidelidad al Padre que busca con pasión ofrecer su amor y perdón a todas y todos. La invitación a hacer memoria de ese momento, no es una simple propuesta ritual, sino una llamada a identificarse con su camino existencial, a descubrir la gratuidad como la única opción para dejar a Dios ser Dios en la historia, a permanecer en la bondad y en la esperanza a pesar del fracaso.

Las escenas que siguen en el relato muestran el drama humano que provocan la injusticia y la opresión. El modo en que Jesús lo afronta transparenta el auténtico ser de Dios, un Dios que se deja vencer para que en su nombre no se pueda ya justificar ninguna acción que no sea liberadora y salvadora. La cruz de Jesús, no fue deseo de Dios, porque él no quiere nada que produzca sufrimiento y destrucción, pero junto a Jesús respondió a la violencia con perdón, al odio con ternura y al poder avasallador con humildad y permanencia. En la cruz de Jesús, siguió demostrando su amor desmedido por el ser humano, y negó cualquier justificación de la venganza o de la violencia en su nombre.

Para la primera comunidad fue difícil ahondar en el misterio que atravesaba la opción definitiva de Jesús. Todos y todas estaban fascinados por su mensaje, pero la dureza de su final surgió como una bofetada en sus vidas. Los relatos nos hablan también de ese camino comunitario de comprensión y de conversión que los compañeros y compañeras del maestro tuvieron que hacer aquel primer viernes santo. Tuvieron que afrontar la impotencia, el miedo, el fracaso y un fuerte sentimiento de orfandad. Necesitaron tiempo hasta que fueron capaces de encontrar sentido y esperanza…

La experiencia vivida por las mujeres que lo siguieron desde Galilea muestra de forma contundente el camino pascual vivido por la comunidad. Ellas son al inicio testigos mudos de los acontecimientos, acompañando en silencio los últimos momentos de vida del maestro entre el dolor y la impotencia ante algo que no pueden comprender. Al amanecer del domingo, en medio del ritual de duelo, ellas hacen memoria existencial de lo vivido junto a Jesús. En ese recuerdo, la tristeza comienza a transformarse en esperanza y comprenden que tenía sentido lo que había ocurrido. El sepulcro vacío ya no hablaba de ausencia, sino de vida, compromiso y misión (Lc 24, 1-10). Ellas también son nuestras compañeras de camino hacia la Pascua.

Carme Soto

Fuente Fe Adulta

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El mito de la salvación por la cruz

Domingo, 10 de abril de 2022
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Cruz-640x427Domingo de Ramos

10 abril 2022

Jn 23, 1-49

Tal vez, la tendencia a poner nuestra salvación “fuera” pueda deberse a dos factores: por un lado, a la creencia que nos identifica con el yo carenciado y esencialmente necesitado de alguien que nos pueda “salvar”; por otro, a la consciencia mágica y mítica -en la que nuestra especie ha vivido durante siglos-, que pone la salvación en otro ser, como suelen hacer los niños.

En la tradición bíblica encontramos una imagen sumamente elocuente: en el Libro de los Números se narra que, para curar a quienes habían sido mordidos por serpientes venenosas -enviadas por Yhwh como castigo por los pecados del pueblo-, Moisés colocó una serpiente de bronce en lo alto de un madero, de modo que todo aquel que miraba la serpiente quedaba automáticamente curado (Num 21,4-9).

En el caso cristiano, la cruz de Jesús se leyó en relación a la doctrina del “pecado original”. Según la “teoría de la expiación”, grabada a fuego en el imaginario colectivo del mundo cristiano, todos los humanos nacen con un pecado que solo podía ser perdonado gracias al sacrificio de Cristo en la cruz.

Sospecho que no somos todavía conscientes de la doble implicación “oculta” en esa doctrina:

  • imagen de un dios sádico, que reclama la sangre de su propio hijo para perdonar el pecado de “los primeros padres”;
  • imagen del ser humano como “pecador” desde antes de su nacimiento, creencia en la que se asentaría la omnipresente culpa católica.

Solo una identificación extrema con la creencia impide ver que un planteamiento de este tipo resulte frontalmente disonante con la conciencia moderna. ¿Cómo podría creerse hoy, literalmente, en el mito de la salvación por la cruz?

Pero todavía hay más. En profundidad, el mito de la salvación por la cruz parte de una comprensión del ser humano que, no solo es parcial, sino radicalmente inadecuada. Identificarse con el “yo pensado” -o imagen que tenemos de nosotros mismos- supone reconocerse esencialmente como carencia y, por tanto, necesitados de una salvación “exterior”.

Pero no somos nuestro yo: la “personalidad” es solo la forma en que se está experimentado lo que realmente somos. Ciertamente, es frágil, débil, vulnerable y necesitada. Y de todo ello habremos de hacernos cargo. Pero en nuestra “identidad”, somos plenitud de presencia, estamos ya “salvados”.

¿De qué habla, pues, la cruz de Jesús? De lo mismo que hablan las persecuciones, torturas y asesinatos de personas inocentes a lo largo de la historia: de los abusos de un poder prácticamente omnímodo y de la fidelidad de Jesús a su propia misión. No hubo extraños designios de ningún dios ofendido. Hubo injusticia sangrante del poder de turno y fidelidad coherente de un hombre íntegro.

¿Qué lectura hago de la cruz?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Jesús no entró en Jerusalén en un carro de combate

Domingo, 10 de abril de 2022
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F0EB4B8C-CAEB-4BB9-B0F0-405FF670006BDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Domingo de Ramos

    El domingo de Ramos es como el pórtico de la Semana Santa.

    En el torbellino de problemas y acontecimientos en los que estamos inmersos: la guerra Rusia – Ucrania, pandemia, incertidumbre social, corrupción, además de las cuestiones personales, la Semana Santa puede ser un tiempo de calma, de cierto silencio interior, de contemplación de Cristo crucificado y resucitado.

02.- Dos actitudes de Jesús

    Hemos escuchado la pasión del Señor según San Lucas. Y en esta tradición de Lucas, hay dos gestos, dos actitudes de Jesús que nos hacen bien a nuestro ser, a nuestra alma:

03.- Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso, (Lc 23,43).

    Lo último que hace Jesús entre nosotros es lo que ha hecho toda su vida: perdonar.

  • Nos pille como nos pille la vida y la muerte, tengamos la confianza en Jesucristo (te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso). Dios y Jesucristo no se cansan nunca de perdonar. La confianza en Dios Padre es el acto de fe más fundamental que podemos hacer y en el que podemos vivir.
  • hoy: no mañana, hoy, -ahora- estamos ya salvados. Es el hoy de San Lucas: hoy nos ha nacido un salvador, hoy se cumple la salvación que acabáis de escuchar, hoy ha entrado la salvación a esta casa. Hoy estarás conmigo en el Paraíso. Hoy estamos ya salvados: esa incógnita queda despejada por el Señor en la cruz. La salvación está ya en nuestra historia.

Gocemos, disfrutemos hoy ya de una historia que solamente termina bien. “Dios no se cansa de perdonar”.

  • El Paraíso es el símbolo de que esta historia nuestra (cuyo final no podemos, no sabemos describir) termina bien en Dios.

04.- Padre en tus manos confío mi espíritu (mi vida)

    Hasta llegar a la cruz Jesús ha sufrido mucho; ha tenido sus dudas, tentaciones, angustias. Jesús pidió que: si es posible que pase de mí este cáliz.

    Durante toda su vida Jesús ha confiado en el Padre, pero es en la cruz donde proclama su confianza, su fe, en Dios Padre: Mi vida la pongo en tus manos.

    También nosotros hemos podido tener, quizás estamos viviendo y tenemos recorridos de sufrimientos, dudas, angustias, sufrimientos de todo tipo, enfermedades. No temamos. Nuestra vida está en manos de Dios Padre. En tus manos pongo mi vida.

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¿Quién es este que viene?

Domingo, 28 de marzo de 2021
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Domingo de Ramos

*

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos.
Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor!
Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos)

***

No se puede abordar la vida de Jesús a sangre fría, porque ahí se juega el destino del hombre: Jesús se presenta como el Maestro de la vida.

          Sus lágrimas nos conmueven aún más al aproximarse el domingo de Ramos, donde asistimos a una especie de triunfo del Señor que no le lleva a engaño. Pocos días antes de su crucifixión, lleva sobre sí a toda la humanidad, a toda la historia, a todo el universo, a la luz de esta revelación formidable que hará de la muerte de Dios una afirmación de su omnipotencia.

          ¿Cómo puede llorar Dios? ¿Qué significa esto? ¿No se repite hasta el infinito que Dios es omnipotente? Pues bien, no: lo que Dios ha revelado al mundo es precisamente el fracaso de un Dios que se revela como amor, que no es otra cosa que amor. ¿Y qué puede hacer el amor? Sólo amar. Y cuando el amor no encuentra amor, cuando siempre choca con un rechazo obstinado, se queda impotente, y sólo puede ofrecer las propias heridas. Si Dios no se hubiese comprometido con nuestro destino y nuestra historia hasta morir en la cruz, sería un Dios incomprensible y escandaloso. Por suerte, Jesús nos ha librado de tal escándalo y ha abierto los ojos de nuestro corazón: él imprime en lo más hondo de nuestra alma ese rostro de un Dios silencioso, de un Dios incapaz de obligarnos y que se entrega en nuestras manos, de un Dios que nos concede un crédito insensato; de un Dios, finalmente, que no puede entrar en nuestra historia sin el consentimiento de nuestro amor. Quien no se aleja de sí mismo para tomar contacto con Jesús no puede pretender haberlo encontrado.

*

Maurice Zundel,
Scintille, Cinisello B. 1990, 98s.

***

***

Pregón al inicio de la Semana Santa.

Éste es el tiempo de la historia,
de la historia pura y dura
que sucede cada día a todas horas;
de la pasión de Dios desbordada
sobre nosotros y las realidades humanas
que gritan y mueren machacadas.

Éste es tiempo de muerte y vida,
de salvación a manos llenas;
del nosotros compartido,
del todos o ninguno;
de gestos que destilan esperanza
y del silencio respetuoso y contemplativo.

Tiempo de amor, tiempo de clamor;
tiempo concentrado, tiempo no adulterado;
tiempo santo, humano y divino,
para sorberlo hasta la última gota;
tiempo en el que Dios nos toma la delantera
y nos ofrece la vida a manos llenas.

Tiempo de fidelidad y Nueva Alianza
por encima de lo que sabemos,
queremos, soñamos y podemos.
Es el tiempo de todos los que han perdido,
de los que han sufrido o malvivido,
y de los que se han dado sin medida a su ejemplo.

Es el tiempo de la memoria subversiva,
de Dios haciendo justicia
en el templo y en la historia
y dándonos su espíritu y vida.
¡Es Semana Santa, humana y divina,
gratuita y portal de la Pascua florida!

*

Florentino Ulibarri

***

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“Jesús ante su muerte”. Domingo de Ramos – B (Marcos 14,1–15,47)

Domingo, 28 de marzo de 2021
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21_D-RAMOS_B_1434692Jesús ha previsto seriamente la posibilidad de una muerte violenta. Quizá no contaba con la intervención de la autoridad romana ni con la crucifixión como último destino más probable. Pero no se le ocultaba la reacción que su actuación estaba provocando en los sectores más poderosos. El rostro de Dios que presenta deshace demasiados esquemas teológicos, y el anuncio de su reinado rompe demasiadas seguridades políticas y religiosas.

Sin embargo, nada modifica su actuación. No elude la muerte. No se defiende. No emprende la huida. Tampoco busca su perdición. No es Jesús el hombre que busca su muerte en actitud suicida. Durante su corta estancia en Jerusalén se esfuerza por ocultarse y no aparecer en público.

Si queremos saber cómo vivió Jesús su muerte, hemos de detenernos en dos actitudes fundamentales que dan sentido a todo su comportamiento final. Toda su vida ha sido «desvivirse» por la causa de Dios y el servicio liberador a los hombres. Su muerte sellará ahora su vida. Jesús morirá por fidelidad al Padre y por solidaridad con los hombres.

En primer lugar, Jesús se enfrenta a su propia muerte desde una actitud de confianza total en el Padre. Avanza hacia la muerte, convencido de que su ejecución no podrá impedir la llegada del reino de Dios, que sigue anunciando hasta el final.

En la cena de despedida, Jesús manifiesta su fe total en que volverá a comer con los suyos la Pascua verdadera, cuando se establezca el reino definitivo de Dios, por encima de todas las injusticias que podamos cometer los humanos.

Cuando todo fracasa y hasta Dios parece abandonarlo como a un falso profeta, condenado justamente en nombre de la ley, Jesús grita: «Padre, en tus manos pongo mi vida».

Por otra parte, Jesús muere en una actitud de solidaridad y de servicio a todos. Toda su vida ha consistido en defender a los pobres frente a la inhumanidad de los ricos, en solidarizarse con los débiles frente a los intereses egoístas de los poderosos, en anunciar el perdón a los pecadores frente a la dureza inconmovible de los «justos».

Ahora sufre la muerte de un pobre, de un abandonado que nada puede ante el poder de los que dominan la tierra. Y vive su muerte como un servicio. El último y supremo servicio que puede hacer a la causa de Dios y a la salvación definitiva de sus hijos e hijas.

José Antonio Pagola

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“Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte”. Domingo 28 de marzo de 2021. Domingo de Ramos

Domingo, 28 de marzo de 2021
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24-ramosB cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 50,4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo responsorial: 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2,6-11: Se rebajo, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Marcos 14,1-15,47: Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte.

Un año más, pedimos disculpas a quienes buscarán un comentario bíblico-teológico «normal» para un domingo de Ramos; esperamos que podrán encontrarlo fácilmente en la red. Nosotros esta vez queremos volver a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que –como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado– se sienten mal ante ese conjunto de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un bucle teológico-litúrgico dentro el cual muchos de nosotros –que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida– sentimos que casi nos asfixiamos.

En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias teológicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica diferente a la real, y que parecen estar de antemano inmunizados contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, todo debe ser escuchado y recibido sin discusión, sin espíritu crítico, «con mucha fe». Los que tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de celebrar y acoger la semana santa»?

Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia –y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa–, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas… que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Estamos en Semana Santa, y lo que celebramos –así perciben en el templo– es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»… El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que cayó en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho «pecado» le infligió a Dios.

Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar por nosotros a Dios una reparación adecuada» por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.

Ésta es la interpretación, la teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones en curso durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo imaginario que nada tiene que ver ni con el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado de la Iglesia.

¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue a transitar por el mundo manido de esa teología en la que tantos ya no creemos?

¿«No creemos», hemos dicho? Ante todo hay que decir –para alivio de muchos– que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (si lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la intuición medieval de san Anselmo de Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el secreto sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta el siglo XXI. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.

El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o, para decirlo de otra manera, de una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar van más allá de él. El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar –no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación– deja de pasar por la redención, por el pecado original, por los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury… Desaparecen estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, incomprensibles, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.

¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por su misma Utopía… pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de las procesiones de semana santa, las meditaciones las siete palabras, las horas santas que retoman repetitivamente las mismas categorías teológicas del san Anselmo del siglo XI… estando como estamos en el siglo XXI…

Bajo la semana santa que oficialmente se celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita… Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la redención…

¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos» incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»… ¡y urgente! Y también legítima, por lo menos.

No vamos a desarrollar aquí nosotros una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía… ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?

Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/ Por su carácter dramatizado, y por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace treinta años, la serie «Un tal Jesús» presenta, de un modo muy pedagógico, la visión de la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la liberación. Leer más…

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Domingo de Ramos 2021. Jerusalén, ciudad de la Pascua cristiana

Domingo, 28 de marzo de 2021
Comentarios desactivados en Domingo de Ramos 2021. Jerusalén, ciudad de la Pascua cristiana

DD44C464-07F7-47B0-A841-56713FC90D17Del blog de Xabier Pikaza:

Celebramos mañana (28.3) el comienzo de la Pascua, con la entrada de Jesús en Jerusalén. Pero aquí no trataré del asna prestada, ni del canto de Hosanna, ni de los ramos, sino de la ciudad como tal, de su origen, de sus rasgos principales, y de la importancia que ella tuvo en el mensaje, vida y muerte de Jesús.

Jesús empezó su pascua entrando en Jerusalén. También nosotros debemos empezar la nuestra entrando en la ciudad, volviendo al principio, dejando nuestra seguridad engañosa y arriesgándonos a empezar desde el vacío de todo lo anterior, hacia la plenitud de la confianza en aquello que viene.

¿Cómo debemos sentirnos? ¿Qué hacer? ¿Qué significa hoy para nosotros, en el conjunto de la iglesia, volver con Jesús a Jerusalén? ¿Que perdemos al hacerlo, qué ganamos, con quién vamos?

Todas éstas preguntas quedan abiertas para los lectores, si llegan al final de lo que digo y quieren plantearlas a partir de mi propuesta sobre el sentido de Jerusalén y nuestra entrada en ella.

Buen día de Ramos a todos. ¡Nos vemos en Jerusalén, no el año que viene, sino éste! Todos los días y años son buenos para empezar desde Jerusalén.

1. Jerusalén en el Judaísmo(1)

 Al principio no formaba parte de la tierra y religión de las tribus federadas de israelitas libres, que se oponían a las “duras” ciudades cananeas, donde dominaban reyes, sacerdotes y soldados, por encima del pueblo. Una vieja historia bíblica concibe las ciudades como herencia de Caín, el homicida (Gen 4, 17). Es más, las perversiones del mundo se condensan en Babel, ciudad y torre soberbia, que divide y enfrenta a los humanos (cf. Gen 11, 1-9).

CB9C5B3A-69F8-4504-B581-6D0A74D524EAPero más tarde, a partir del Rey David (siglo X a. C.), los israelitas empezaron a conquistar las ciudades cananeas, y entre ellas Jerusalén (Sión), fortaleza jebusea, con un templo dedicado al Dios Elyón, que recibía culto de pan y vino (cf. Gen 14, 18-24)

David, rey muy humano y político, la convirtió en ciudad y corte de su dinastía, y ella apareció como morada del Rey divino, que no vive ya en la estepa, como recordaban las viejas tradiciones del Éxodo (cf. también Hab 3, 3), sino que se ha vuelto “ciudadano”, como saben los salmos reales (cf. Sal 2; 48).

Desde entonces, y de un modo especial tras el exilio y el dominio persa (desde el siglo V a. C.), Jerusalén se ha vuelto centro y lugar de referencia para el judaísmo.Más que un conjunto de muros y casas, la ciudad es signo de elección divina, centro del mundo, morada del gran Dios. La colina de Sión, su núcleo inicial y simbólico, se ha vuelto corazón de Israel y del conjunto de la humanidad. Así aparece como Hija-Sión (Novia-amiga de Dios) y llega a convertirse en símbolo de la creación, garantía de elección divina, signo y promesa de bienaventuranza.

Ciudad de Dios, experiencia y teología básica. Jerusalén fue ciudad fuerte de los jebuseos y permaneció fuera de dominio de las tribus de Israel, hasta que fue conquistada  David (en torno al 1000 a. C.). Algunos años más tarde, Salomón construyó en su colina sagrada (era de trigo, Sión) un templo israelita, que sigue conservado sus grandes rasgos simbólicos, aunque recreados desde una perspectiva israelita.

(a) Sión-Jerusalén es el Monte de Dios, como aparece en textos de la profecía clásica (Is 24,12-15; Ez 28,12-16) en una perspectiva cúltica cercana al paganismo ambiental. En línea semejante se sitúan los pasajes más antiguos sobre el Dios que habita (o se desvela) en el Sinaí (cf. Dt 33,16; 38, 2; Sal 68,9; Hab 3,3-4).

(b) Es la Casa de Dios. Suele hablarse de varios espacios sagrados: Dios tiene un templo sobre el cielo, en su altura trascendente; pero, al mismo tiempo, se supone que él habita de un modo especial en el santuario de la tierra; también se dice que mora en una ciudad sagrada, vinculada a la montaña o centro de la tierra.

(c) Bajo Sión nace el Río primigenio de la vida, que suele presentarse como torrente que brota del subsuelo del templo: allí se juntan las aguas superiores (espacio fundante de Dios) y las inferiores (que fecundan esta tierra).

En esa línea, el templo, con su ciudad y montaña, con sus aguas de vida y su liturgia, puede tomarse como lugar de la victoria de Dios sobre las fuerzas malas del cosmos y la historia (cf. Sal 46; 76; 92-93 etc.). Así lo canta un salmo:

«Grande es Yahvé y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, su monte santo, altura hermosa, alegría de toda la tierra; el monte de Sión, altura del cielo (=Safón), ciudad del Gran Rey. Entre sus baluartes Dios se ha demostrado como alcázar (=Roca).

Pues mira: los reyes se aliaron, para atacar juntos, pero al verla así quedaron aterrados, huyeron despavoridos. Allí les agarrón un temblor y dolores como de parto, como viento oriental que destroza las naves de Tarsis…

Rodead a Sión y recorredla, contando sus torreones, fijaos en sus defensas, observad sus baluartes, para que podáis decir a la próxima generación. Éste es Dios, nuestro Dios eterno, nuestro guía para siempre» (cf. Sal 48, 1-15).

      El salmo supone que en Sión hay un templo, construido por los hombres. Pero el verdadero santuario es la ciudad entera, concebida al mismo tiempo como centro del mundo (tierras y naciones la rodean) y altura suprema, vértice del cielo (Safon, monte del norte de Siria en que habitan, conforme a los mitos de Ugarit, Fenicia y Palestina, los dioses y diosas).

Por eso, siguiendo la costumbre del entorno pagano, los fieles que cantan este salmo identifican su monte/ciudad/santuario con la montaña original del cosmos. De esa manera, la colina de Sión (monte del templo) viene a presentarse como centro del mundo, omphalos sagrado, altura de Dios, lugar donde los cielos se unen con la tierra.

Esa misma Roca-Templo se concibe después como ciudad; no habita Dios en la altura desierta de una cumbre nevada (el Safón geográfico de Siria), ni en la roca del sur donde se engendran las tormentas (Sinaí). El Dios de la montaña se ha hecho ciudadano: es Gran Rey (soberano del cosmos) siendo, al mismo tiempo, Rey concreto de Sión y protector de sus habitantes. Ciertamente, la ciudad del templo tiene defensas militares o baluartes; pero su defensa principal, su roca firme o alcázar inexpugnable es el mismo Yahvé que, sin dejar su altura o cielo, ha puesto su lugar de habitación real sobre la tierra: Sión es su trono, Jerusalén su ciudad; los que en ella habitan son sus cortesanos; los restantes hombres y países han de someterse ante Sión.

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