Luz
Del blog Nova Bella:
“Su luz se difunde
a través de mi obscuridad”
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Dolores Aleixandre
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Del blog Nova Bella:
“Su luz se difunde
a través de mi obscuridad”
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Dolores Aleixandre
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Del blog Nova Bella:
Nosotros nacemos débiles y morimos débiles,
pero entre los dos momentos,
pasamos nuestra vida tratando de ocultar
nuestra debilidad.
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Dolores Aleixandre
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De su blog Un Grano de Mostaza:
Hace unos cuantos años un colega jesuita dijo delante de mí: “Dolores es la Corín Tellado de la teología”. Me fastidió un poco, la verdad, y no solo por la impertinencia, sino también por la posible “pertinencia” de su opinión: me estaba recordando que lo mío no es el “alto pensamiento teológico”, sino el intento de hablar de las cosas de Dios en el lenguaje de todos los días; que soy una escritora “de vuelo corto”, una cuentacuentos a lo divino.
Me encanta que haya otras mujeres teólogas más capacitadas para reflexionar en profundidad y debatir con rigor temas más arduos, pero mis estudios académicos están almacenados en algún rincón de la memoria que visito con poca frecuencia. La especulación teológica me ha dejado casi siempre fría y en cambio, en cuanto abro la Biblia, me arde el corazón. Ahí encuentro a quien quiero parecerme en mi tarea de biblista: a Sara, por ejemplo, la primera mujer que “hizo teología” y que la inauguró afirmando de Dios algo que elevaba la risa y el humor a una categoría casi teologal: “El Señor me ha hecho reír, y todos los que se enteren reirán conmigo” (Gen 21,6).
También me atrae Noemí, la Job en femenino, que se atrevió a hablar de Dios con nombres terribles que expresaban queja y rebeldía: el Señor es “el que me ha vaciado”, “el que me ha vuelto amarga”… (Rut 1,21) Ella no lo sabía, pero estaba abriendo la puerta a todos los que necesitan expresar ante Dios sus quejas, sus reproches y hasta su ira, seguros de que no le ofende que derramemos ante Él con libertad todo aquello que desborda nuestro corazón. Por cierto: frente a los 42 capítulos de Job, a Noemí le bastan dos versos para decir más o menos lo mismo.
Los sirvientes de las bodas de Caná me enseñan también mucho sobre el oficio teológico y Juan 2,9 ofrece un dato precioso sobre ellos: “El maestresala probó el vino nuevo sin saber su procedencia (sólo lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua)”. Lo mismo que ellos, me gustaría ser una especie de camarera con delantal que ha probado el Vino, tiene la suerte de saber por qué es el mejor que nadie haya probado nunca y lo va ofreciendo de acá para allá.
Y que dedica tiempo a buscar palabras que despierten en otros el deseo de conocer más al Gran Copero.
Emilia Robles pide una “reformulación de los ministerios más inclusiva”
Para Isabel Gómez Acebo, la medida anglicana “va con los signos de los tiempos“
” No será fácil porque a un sacerdote que se le niega el sexo y el dinero solo le queda el poder, y donde más poder tienen es sobre las mujeres. El cura es el gallo en el corral”
(Jesús Bastante).- El pasado lunes, el Sínodo General de la Iglesia Anglicana aprobó la ordenación de mujeres obispo, un paso más en el camino emprendido en 1994, cuando por primera vez en la historia una confesión cristiana logró consagrar sacerdotes del sexo femenino. Con este gesto, se rompía uno de los grandes tabú en el Cristianismo, que hasta ese momento se aferraba como un solo hombre -nunca mejor dicho- a la peregrina idea (estamos hablando de la Jerusalén del siglo I) de que, como los Evangelios no citan la presencia de ninguna mujer en la Cena de Jueves Santo, los únicos que pueden ser sacerdotes son hombres.
Sin entrar en que, incluso en la Palestina del primer siglo, Jesús fue se dejó acompañar por igual por hombres y mujeres, y que tanto María como la Magdalena o las hermanas de Lázaro formaban parte del grupo de discípulos de Cristo, lo cierto es que el paso dado por la Iglesia Anglicana supone un antes y un después, una de esas decisiones que marcan el futuro de una institución. Automáticamente, surge la pregunta: ¿Y en la Iglesia católica qué?
Roma se encuentra a años luz de la situación que se vive en la Iglesia de Inglaterra. En la Iglesia católica, el papel de la mujer -más de la mitad de los católicos del mundo son mujeres- es residual y limitado al servicio y no a la presencia en órganos de poder. Aunque el propio papa Francisco, en recientes declaraciones, ha sugerido la posibilidad de que pueda haber mujeres en cargos de responsabilidad en la Santa Sede -incluso se especula la posibilidad de que la reforma de la Curia pueda acabar colocando a una mujer al frente de un dicasterio vaticano, o que el Papa nombre cardenal (no es un cargo sacramental) a una religiosa o laica-, la cuestión del sacerdocio femenino no se ha tocado.
“Es una puerta cerrada”, aseguran desde la Conferencia Episcopal, que citan una carta escrita por Juan Pablo II en la década de los ochenta. Y si el sacerdocio femenino parece una quimera, su ordenación episcopal supone poco menos que un triple salto mortal en una institución poco acostumbrada a los cambios.
“Veo la decisión con esperanza”, subraya Emilia Robles, responsable de Proconcil, teóloga y casada con Julio Pinillos, uno de los pocos curas españoles que sigue en activo después de contraer matrimonio. “Personalmente me parece acorde, tanto con una visión eclesial y evangélica de ministerios como servicios según dones y carismas recibidos, cuanto con el sentir de sociedades democráticas y paritarias”, añade, asumiendo que la decisión puede provocar “disensos” en el seno de la comunidad anglicana, especialmente en los sectores más conservadores y cercanos a Roma. De hecho, la decisión, que no ha sido comentada oficialmente por la Santa Sede, sí fue contestada por el director de L’Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian, quien declaró que la ordenación de mujeres obispo “es un evento grave que complica el camino ecuménico”.
“El camino en la Iglesia católica, sin duda, será distinto del de la Iglesia anglicana, a otros ritmos e incluyendo otros debates”, subraya Emilia Robles, quien indica que, entre los católicos, la tesitura, más que en términos de reivindicación “mujeres curas” o “sacerdotes casados”. “Estos planteamientos siguen una visión clerical, que no tiene en cuenta a las comunidades”. En su opinión, es necesario “que dialoguemos sobre qué ministros se necesitan, para servir a qué comunidades, para alimentar qué Iglesia y al servicio de qué mundo, desde la perspectiva del Evangelio“.
Así las cosas, desde Proconcil se establecen otras prioridades, distintas a las del acceso de la mujer al sacerdocio sin más. “Si tuviera que apuntar algunas prioridades en el proceso de reflexión serían: que todas las comunidades del mundo tengan acceso a la Eucaristía; que las comunidades y los propios ministros ordenados se desclericalicen; que todos y todas puedan poner los dones y carismas que el Espíritu les da al servicio de la comunidad; que los procesos locales se vean promovidos, acompañados en libertad y refrendados cuando se vean positivos, por la Iglesia universal. Y que se considere cuánto podemos aprender juntos con otras iglesias hermanas que tienen otras experiencias ministeriales que les enriquecen”.
Pese a todo, sigue mirando el futuro con esperanza: “Juntos, conociendo las diferentes tradiciones y trayectorias, podemos avanzar. Espero que podamos hacer pronto una reformulación de los ministerios mucho más inclusiva con los laicos, con los casados, con las mujeres…Tal vez hoy nos cuesta imaginarlo, pero me parece un momento eclesial propicio, además de ineludible. No se puede seguir asfixiando al Espíritu“.
Por su parte, la teóloga y escritora Isabel Gómez Acebo se muestra “encantada con la idea”, pues “el Evangelio se tiene que amoldar a los signos de los tiempos de hecho así se ha hecho. Un ejemplo claro es el de la esclavitud permitida en el Nuevo Testamento y que hoy es impensable. Pero la Iglesia es lenta: a finales del XIX, cuando la campaña abolicionista, todavía seguía diciendo que la esclavitud no era contraria a la ley de Dios“.
Sobre la decisión tomada por los anglicanos, Gómez Acebo incide en que “los protestantes siempre han estado en la vanguardia con unas tesis que ha acabado reconociendo la Iglesia Católica“, de modo que lo lógico sería “darle un toque de normalidad” a la medida, en el sentido de ir “con los signos de los tiempos”.
“Además el único impedimento que hoy sigue en pie (los otros se han ido desmoronando) es la tradición de que no ha habido mujeres ordenadas (una tradición con pequeñas fisuras e interrogantes). Pero más tradición de que el papado es vitalicio… y Benedicto XVI se la ha saltado porque convenía“, constata la teóloga, quien sí ve problemas de aceptación de las mujeres sacerdotes en la casta clerical. “No será fácil porque a un sacerdote que se le niega el sexo y el dinero solo le queda el poder, y donde más poder tienen es sobre las mujeres. El cura es el gallo en el corral“.
El debate, en todo caso, está planteado, y teólogos como Xabier Pikaza denuncian que la prohibición del acceso al sacerdocio para la mujer “es un pecado contra el Espíritu de Cristo y contra los signos de los tiempos”. “Me duele la situación actual de la mujer en la Iglesia o, más que dolerme, estoy cansada”, explica la teóloga Dolores Aleixandre.
Para otra teóloga, María José Arana, “las mujeres han permanecido en la Iglesia como las grandes ausentes, una ausencia que perdura hasta nuestros días. Evidentemente la ausencia de las mujeres empobrece enormemente a la Iglesia en múltiples aspectos y en sí misma; pero además pierde credibilidad ante el mundo que va despertando rápidamente en estos aspectos y ante los cuales la Iglesia debería brillar con su ejemplo y alumbrar caminos nuevos”.
Fuente Religión Digital
Leído en su blog Un grano de mostaza:
No confundir con “apetito ordinario” ni asociarlo sólo con temas gastronómicos. Estoy citando nada menos que a San Juan de la Cruz cuando dice en la Subida al Monte Carmelo: “Lo primero, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida”. (I, Cap. 13,3). Así lo suelta, sin más contemplaciones, dejándonos con la inquietud de qué será eso del “apetito” y qué le añade lo de ser “ordinario”.
En realidad, de apetitos sabemos todos bastante en su versión de deseos, gustos, afanes, inclinaciones o ganas, asociadas estas muchas veces al comer y beber. A Eva el fruto del dichoso árbol prohibido le “tentaba el apetito, era una delicia de ver y deseable para tener acierto” (Gen 3,6). David dijo un día que le apetecía beber el agua de una fuente de Belén que estaba precisamente en poder de los filisteos. Como siempre hay gente dispuesta a hacer lo que sea para contentar al jefe, allá que se fueron tres de sus hombres arriesgando sus vidas para traérsela. Entonces él cayó en la cuenta de lo insensato que había sido y, en vez de bebérsela, la derramó por el suelo de puro remordimiento (2 Sam 23,15ss).
A otros el apetito les da por lo sexual, como a Amnón, hijo de David, un tipo incestuosísimo: se enamoró de su hermanastra Tamar que estaba divina de la muerte, le dijo que le apetecían unos buñuelitos que le salían a ella riquísimos y que se los llevara a su alcoba. Comprenderán que no voy a ponerme a contarles aquí lo que sigue, pero los mayores de 18 años pueden leerlo en 2 Sam 13.
Mejor vuelvo al texto de San Juan de la Cruz: “…la cual (vida de Cristo) deben considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera él”. Considerar: es decir, conocerla, recordarla, estudiarla, contemplarla y hasta aprendérsela de memoria. Saber más sobre sus gustos y apetitos: le gustaba madrugar, por ejemplo, y estar a solas con su Padre en el monte; prefería comer en compañía; se le iba el corazón hacia la gente más perdida; le impacientaban los fariseos y sus rigideces; no se dejaba acaparar por la familia; le importaba la gente y les hacía preguntas: “¿Qué queréis que haga por vosotros?, ¿A quién buscáis? ¿Qué te parece, Simón?, ¿De qué venís hablando por el camino?, ¿Quieres curarte?, ¿Ves algo?, ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? ¿Quién me ha tocado el manto?, ¿Quién soy yo para vosotros?”… Sabía acoger los gritos y las lágrimas de la gente abatida y derrotada: “Ánimo, no tengas miedo, yo no te condeno, vente conmigo, tus pecados te son perdonados, levántate, sal fuera, vete en paz…”
Procuraba con extraña fijación tener cerca a sus discípulos, caminar con ellos, comer en su compañía. Ellos se comportaban tal y como eran: cerriles y obtusos, escuchándole a medias, enredando en sus móviles mientras les hablaba del Reino. Pero él estaba inmunizado contra la decepción: los quería tal como eran sin poderlo remediar, lo mismo que le pasa con nosotros para dicha nuestra.
Si lo de imitarle y conformarnos con su vida nos sobrepasa, podemos al menos ir a más en lo de conocerle y discurrir nuevas maneras de hacerlo, a mí se me ocurre esta: bajarnos de internet los cuatro Evangelios y convertir nuestros artilugios electrónicos en GospelPad, Gospelphone, whatsapGospel, onetouchGospel, smartGospel, androidGospel…
Si mi propuesta consigue un éxito viral (acabo de aprender este adjetivo), al mirar a los que van sentados enfrente de nosotros en el metro enfrascados en sus móviles, podremos preguntarnos: ¿Estarán jugando a explotar caramelos de colores o aprendiéndose de memoria las bienaventuranzas…?
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