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Entradas Etiquetadas ‘Dolor’

Un ángel más santo.

Martes, 11 de febrero de 2020
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Sifter dijo en una ocasión: «El dolor es un ángel santo que muestra unos tesoros a los hombres que, de otro modo, permanecerían escondidos para siempre; a través de él los hombres han llegado a ser más grandes que mediante todos los gozos del mundo».

Así debe ser y así me lo digo una y otra vez, en mi posición actual: el dolor del anhelo que, con frecuencia, se puede llegar a sentir físicamente deber estar ahí, y no hablamos ni necesitamos hacerlo para que se vaya. Sin embargo, hemos de vencerlo cada vez y, así existe un ángel incluso más santo que el del dolor y que es el del goce en Dios”.

*

Dietrich Bonhoeffer

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Dolor y Gloria

Viernes, 6 de diciembre de 2019
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Del blog Nova bella:

 

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Y sin embargo la vida de Cristo -tan enteramente pueden ser Dolor y Belleza una sola cosa en su significado y manifestación- es realmente un idilio, aunque acabe con el velo del templo desgarrado, y las tinieblas cubriendo la faz de la tierra, y la piedra rodada a la puerta del sepulcro.

*

Oscar Wilde,
De Profundis

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La vida duele y no se trata de anestesiarla.

Sábado, 30 de noviembre de 2019
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trabajar-a-disgusto-causa-más-depresión-que-estar-en-el-paro58 años. Barcelonesa. Soltera y sin hijos. Licenciada en Medicina y Cirugía y máster en Medicina Naturista. La política es un servicio al bien común, pero en este país ningún político lo cree, eso tiene que cambiar. Espíritu y materia forman una unidad. Estamos en el mundo para espiritualizar la materia.

Mente y corazón

Profesora del máster de Medicina Naturista (COMB) y del máster de Terapia Neural (Universidad de San Juan de Dios), médica de familia en el ambulatorio de la Segu­ridad Social de Esplugues de Llobregat, imparte cursos y conferencias sobre la constitución física y energética del ser humano. Preside Merry Life, asociación sin ánimo de lucro dedicada a la expansión de la conciencia que desarrolla actividades de autocrecimiento. El 12 de octubre la jornada versará sobre: ¿Es el amor el reto de nuestro tiempo? Es autora de De lo físico a lo sutil y coautora de Medicina natural basada en la evidencia. “Necesitamos una mente y un corazón abiertos para seguir avanzando en el conocimiento del milagro de la vida”.

Cuando me estaba formando como médica de familia, ver tanto dolor, enfermedad y sufrimiento me llevó a buscar más allá de lo físico, de lo obvio.

¿Por qué?

Tenía la sensación de que algo se nos estaba escapando, que las personas tenemos un desconocimiento muy profundo de nosotros mismos, y esa falta de conocimiento, del propósito de la vida, nos enferma.

¿Y se puso a buscar?

En la universidad me hicieron experta en enfermedad, en el máster de Medicina Naturista aprendí cómo mantenernos en salud, y también profundicé en el conocimiento del ser humano de la sabiduría antigua oriental. Todo eso cambió mi enfoque como médica.

Integró.

Sí, desde el conocimiento espiritual hasta la física cuántica. Recetar un pensamiento le puede cambiar la vida a una persona.

Ahora imparte cursos sobre la constitución física y energética del ser humano.

Cuando nos introducimos en las partículas subatómicas ya nos dicen los físicos que todo es pura energía. Hay aspectos de nuestra constitución sumamente importantes que no vemos.

Como las emociones.

Sí, y los pensamientos, que son un impulso motor. Entender cómo nos condicionan nuestras creencias y poder cambiar lo que pienso y lo que siento modifica mi realidad.

Lo que es consustancial a la física de partículas no es aplicable a la física clásica.

Que no hayamos sido capaces todavía de unirlo no quiere decir que estén separadas. Cuando inventamos el microscopio electrónico pudimos ver lo que pasaba dentro de las células, la vida molecular, y ahí nos hemos quedado.

¿El paso siguiente?

Electrones y partículas subatómicas: nuestra esencia. El mundo cuántico nos va a hacer cambiar de paradigma.

¿Cuál cree que será ese nuevo paradigma?

Los físicos dicen que estamos inmersos en un mar cuántico de energía, y la sabiduría antigua, que ese mar cuántico es una energía de amor, creadora, expansiva: la energía de la vida que fluye en tus células y por todo el universo y lo mantiene todo cohesionado.

¿Y?

Entenderlo nos hace salir de la competición para entrar en la cooperación. Es un cambio de visión que nos da claridad. Y todo lo que le estoy diciendo está reflejado en nuestra fisiología.

Cuénteme.

Las glándulas suprarrenales fabrican adrenalina y noradrenalina que se disparan cuando nos sentimos amenazados.

Las hormonas del estrés.

Sí, y vivimos sumergidos en esta fisiología. Cuando participa la fisiología del corazón, un segundo cerebro que emite un campo magnético, el miedo se transforma en amor.

¿…?

Cuando nos conectamos con la solidaridad, cuando salimos de la lucha por la supervivencia, cuando salimos del yo, que está en la zona visceral, y subimos a la zona cardiaca, el otro importa y entramos en el altruismo.

Valiente afirmación.

Hoy sabemos que cuando meditamos la coherencia cardiaca se armoniza con la coherencia cerebral y las personas entramos en un mayor bienestar y claridad mental.

Usted ha ido de lo físico a lo sutil.

La psiconeuroinmunología nos ha permitido comprender que todos nuestros sistemas, que creíamos separados, están interconectados, de manera que las dolencias de los pacientes deben ser tratadas de acuerdo con esa conexión.

Entiendo.

Y la plasticidad neuronal nos demuestra que tenemos una gran capacidad de evolucionar, y lo podemos hacer a cualquier edad; eso me permite decirles a mis pacientes que tienen un potencial enorme como seres humanos para comprender y transformar su vida.

¿Todo eso ocurre en su ambulatorio?

A menudo el dolor de cabeza se debe a un problema emocional. El paracetamol elimina el síntoma pero no la causa. La mayoría de los problemas con que me encuentro son psicosomáticos, porque la vida duele, y no se trata de ir anestesiándola.

La OMS nos dice que en el 2020 la segunda causa de enfermedad y de baja laboral serán la depresión y la ansiedad. Despertar la conciencia, intentar comprender, es el gran remedio. Y esa es mi idea de ayudar, con toda humildad y como médica de cabecera al pie del cañón viendo 30 pacientes al día desde hace más de 25 años.

¿Qué le han enseñado sus pacientes?

Que muchas enfermedades se deben a la pérdida de sentido en la vida.

¿Y cuál es el sentido de su vida?

Realizar esa unión entre espíritu y materia.

La ciencia no contempla el espíritu.

La ciencia solo puede afirmar lo que ya se ha materializado, lo demás es experiencia, la que nos explican tantos grandes sabios, la de una conciencia que se expresa.

¿Y usted ha tenido alguna experiencia?

Sí, he tenido la experiencia fugaz de formar parte del todo y de que todo está en mí; y en ese momento he sentido un amor tan grande que no puedo explicar… Y me voy a poner a llorar. Lo que vivimos es un pálido reflejo de lo que somos y de lo que es el amor.

Entrevista de Ima Sanchís a Inma Nogués, médico de familia, en La Contra, de La Vanguardia

Fuente: Boletín semanal Enrique M. Lozano

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Abrazar la cruz para alcanzar tu verdad.

Sábado, 9 de noviembre de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Tu dolor es profundo y no te abandonará fácilmente. Es únicamente tuyo, porque está unido a algunas de tus previas experiencias de vida. Se te pide que hagas íntimamente tuyo ese dolor. Mientras tu parte herida permanezca extraña a tu ser de adulto, tu dolor te herirá a ti y a los demás. Sí, tienes que incorporar tu dolor a tu propia vida y hacer que dé fruto en tu corazón y en el de los demás. Es lo que quiere decir Jesús cuando te pide que cargues con tu cruz. Te anima a reconocer y abrazar tu sufrimiento único y a confiar en que tu camino de salvación está en eso. Cargar con tu cruz significa, en primer lugar, aceptar con buen ánimo tus heridas y dejar que ellas te revelen tu auténtica verdad”.

*

Henri Nouwen
La voz interior del amor

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Nuestra copa de dolor es también nuestra copa de gozo

Lunes, 5 de agosto de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

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“¿Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber? Cuando Jesús les preguntó esto a Santiago y a Juan, y cuando ellos, impulsivamente, respondieron «podemos», Jesús hizo esta predicción aterradora, pero al mismo tiempo llena de esperanza: «Muy bien; beberéis la copa». La copa de Jesús sería su copa. Lo que Jesús viviría, también lo vivirían ellos. Jesús no quiere que sus amigos sufran, pero sabía que para ellos, como para él, el sufrimiento era el único y necesario camino hacia la gloria. Más tarde diría a dos de sus discípulos: «¿No era preciso que el Mesías sufriera todo esto antes de entrar en su gloria?» (Le 24,26). La «copa del dolor» y la «copa del gozo» no pueden separarse. Jesús sabía muy bien esto, aunque en medio de su angustia en el huerto, cuando su alma estaba «triste hasta la muerte» (Mt 26,38), necesitara un ángel del cielo para recordárselo. Nuestra copa está a menudo tan rebosante de dolor que nos parece imposible que quepa en ella el más mínimo gozo. Cuando se nos estruja como racimos, no podemos pensar en el vino en el que nos convertiremos. La pena nos abruma, nos hace postrarnos por tierra, con nuestra cara pegada al polvo, y sudamos gotas de sangre. Entonces se nos tiene que recordar que nuestra copa de dolor es también nuestra copa de gozo y que un día seremos capaces de saborear el gozo tan plenamente como ahora saboreamos el dolor”.

*

Henri Nouwen

Caliz del Señor

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Alegría

Miércoles, 12 de junio de 2019
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La alegría es esencial en la vida espiritual. Si pensamos o decimos cualquier cosa de Dios y no lo hacemos con alegría, nuestros pensamientos y nuestras acciones serán estériles. Podemos ser infelices por muchas causas, pero podemos encontrar aún alegría, porque ésta procede de saber que Dios nos ama. Estamos inclinados a pensar que cuando estamos tristes no podemos estar contentos, pero en la vida de una persona que pone a Dios en el centro pueden coexistir el dolor y la alegría. No resulta fácil de comprender, pero cuando pensamos en alguna de nuestras experiencias más profundas, como asistir al nacimiento de un niño o a la muerte de un amigo, con frecuencia forman parte de la misma experiencia un gran dolor y una gran alegría, y descubrimos a menudo la alegría en medio del dolor.

Recuerdo los momentos más dolorosos de mi vida como momentos en los que he llegado a ser consciente de una realidad espiritual mucho más grande que yo, y que me permitía vivir mi dolor con esperanza.

Incluso me atrevo a decir: «Mi dolor fue el lugar en el que encontré mi alegría». La alegría no es cualquier cosa que simplemente nos sucede. Debemos elegir la alegría y seguir eligiéndola cada día. Se trata de una elección basada en el conocimiento de que pertenecemos a Dios y hemos encontrado en Dios nuestro refugio y nuestra salvación, y que nada, ni siquiera la muerte, nos lo puede arrebatar.

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H. J. M. Nouwen,
Vivere ne lo Spirito,
Brescia 1998\ pp. 17s

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Una semana diferente

Lunes, 15 de abril de 2019
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Para algunos será una semana de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

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Ahondar en el dolor hasta que sea compartido

Miércoles, 9 de enero de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Un ministro no es un médico cuya primera misión es quitar el dolor. Más bien, profundiza en él hasta un nivel en el que pueda ser compartido. Cuando alguien llega al ministro con su soledad, puede esperar solamente que su soledad va a ser comprendida y sentida, de tal manera que ya no tiene por qué correr para liberarse de ella, sino que puede aceptarla como una expresión de su condición humana básica”.

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Henri Nouwen
(El sanador herido)

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Encuentro con Xisco.

Miércoles, 28 de noviembre de 2018
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Photographer: Phine Ka

(el 20/10/2018 alrededor de las 13:15)

Estaba candando mi bicicleta en un aparca-bicicletas de una calle céntrica de la ciudad. En ese momento reparé que había un hombre joven con gafas de pie comiendo una magdalena en frente de mí. Me ofreció un trozo de magdalena de forma simpática y amable. Decliné su invitación con una sonrisa argumentando que sólo tenía una magdalena y se iba a quedar sin almuerzo. Al insistir con gracia en lo rica que estaba, decidí aceptar su invitación. Tras comentar lo realmente delicioso de su sabor y decirme que la había comprado justo en la panadería que tenía a mi espalda, iniciamos una conversación llena de acogida humana.

Utilizó algunos diminutivos en navarrico. Le pregunté si era de Navarra. Me respondió que no, procedía de Lleida y había venido a trabajar a Astigarraga. Hablamos de bicicletas. Él acaba de aparcar la suya en el mismo aparca-bicis. Que candados eran los mejores para tratar de evitar robos. Había vivido en Francia y allí se podían comprar unos con alarma que no eran muy caros. Tenía tres hijos en Lleida de 16, 13 y 2 años y medio, los dos primeros de una pareja con la que convivió doce años y el más pequeño con una segunda pareja. Expresaba que los quería profundamente, llamaba por teléfono e iba a ver siempre que tenía el dinero para pagar el viaje. Yo le dije que estaba casada y que mi hijo era de la misma edad del suyo mayor y mi hija un año más pequeña que su hijo mediano.

En el curso nuestra agradable conversación, que duró algo más de media hora, señaló que había estado en la cárcel y que allí se había dado cuenta que la libertad se encuentra en la mente de cada persona. En un patio muy pequeño, donde el espacio era casi nulo entre compañeros de encierro, dejar claro las distancias físicas y de relación se tornaba vital. Él había encontrado la suya en abrir su pensamiento a ideas que se encontraban fuera de la cárcel. Pero se vio abocado a defender su espacio físico con la intimidación y la amenaza al otro. Si alguien no respetaba su espacio le advertía que en la ducha podía haber un navajazo. Tras escuchar su explicación, comenté en tono entre serio y jocoso que me había gustado su relato hasta el momento de la ducha, y dije que las reacciones hacia los demás han de ser proporcionales a la acción recibida. Entonces rectificó afirmando que por su puesto debía ser así. Aclaró que se había expresado mal porque, le ocurría en ocasiones, revivía la dureza de algunos episodios y recreaba la forma de comunicarse aprendida en prisión.

Hablamos del sistema de relación social y legal imperantes. “Imagínate cómo sería todo si las personas actuáramos como tú y yo ahora, hablando así, aunque no se conocieran”. Le respondí que estaba totalmente de acuerdo con él. Muchas veces había pensado sobre el daño que nos hace la desconfianza de nuestros días. Sobre la estructura de mantenimiento del orden social, estaba convencido en que la violencia no se combate con violencia. Llevar un arma, como es el caso de un policía, entendía que ya significaba violencia. La prisión debía ser un lugar donde las personas encontraran lo que necesitaran. Me contó que su hermano de Pamplona le enseñó un libro de historia de Rusia donde se recogía una experiencia de otro siglo de una cárcel de estas características. Todos recibían aquello de lo que habían carecido (educación, trabajo, acompañamiento) y que había condicionado su pasado de delincuencia. Añadió con naturalidad que si no respondían a este ofrecimiento se exponían a que acabaran con su vida. Para él, lo más importante sin duda era la oportunidad de ser acogido y ayudado. Aquella experiencia no tuvo continuidad “porque no interesó, lo mismo que ahora, la prisión se mantiene por intereses del sistema”, apostilló.

A mitad de la conversación, nos presentamos. Le dije que me gustaba mucho su nombre, corto y con personalidad. “Es corto para Francisco.”

Le pregunté por qué fue a prisión. Me contestó que tuvo una vida muy dura. Su familia no le trató bien. Se volvió violento desde muy joven. Tenía muchos antecedentes policiales. Le acusaron de ser cómplice en una agresión grave aunque realmente su participación no fue en la medida en que recibió la condena. Volví a preguntar si se refería a sus padres cuándo mencionó que había recibido un mal trato. Asintió. Percibí que era demasiado doloroso para él abordar el tema y entendí por qué me dijo que era de Lleida aunque tenía acento navarrico. Le dije que lo sentía mucho. Me preguntó por qué lo sentía. Respondí que porque era madre y me hería pensar que hubiera niños y adolescentes carentes del amor de sus padres. “No lo sientas, las cosas son así, eso me ha hecho ser quien soy”, me respondió.

El momento de nuestra conversación en el que Xisco realmente se emocionó fue cuando hablamos de quienes somos los seres humanos unos para los otros. “Somos hermanos”, aseveró, recordando las palabras de un amigo muy querido suyo que solía formular esta frase.

“Has aparecido por una petición que he hecho al universo”, me dijo poco antes de despedirnos. Me sentí agradecida y emocionada. Le contesté, con cariño, que el placer de conocerlo había sido de verdad mío.

Lourdes Fernández Manzano

Fuente Fe Adulta

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Sin palabras

Sábado, 29 de septiembre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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A uno le dejan sin palabras el dolor propio y de los otros,

pero también la belleza de los otros;

la belleza de un ser humano puede dejarnos sin palabras

o podemos sentir que no debemos acompañarla de palabras.

*

Juan Mayorga

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La corona de oro – Elias Driss

Martes, 18 de septiembre de 2018
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Del blog Pays de Zabulon:

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Pero, ¿qué es lo más seductor de esta canción? La belleza de los acordes folk de la guitarra? La voz dulce y sensible del cantante? ¿Las enigmáticas palabras que te invitan a ir más allá? La belleza andrógina del bello Elias Dris que nos revela en su clip y que asume tranquilamente en sus diversas entrevistas (ver, por ejemplo, aquí). Te dejo descubrir …

Elias Dris – Golden Crown / La corona de or0

One day I’ll forget the pain
And I’ll go far away.
Don’t say you’ve not been hurt
You must feel this thorn inside you heart.
It’s your turn, your turn.

The most beautiful flowers fade and sting
But you already know all these things,
You teach them to me.
You teach them to me.

I started my life with a suitcase full of stones.
While you were wearing your blond hair
Like a golden crown.
I was left alone with the crows and the bones.

The most beautiful flowers fade and sting
But you already know all these things,
You teach them to me.
You teach them to me.

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Un día me olvidaré del dolor
Y me iré muy lejos.
No digas que no has sido herido
Debes sentirte así dentro de tu corazón.
Es tu turno, tu turno.

Las flores más hermosas se desvanecen y pican
Pero ya sabes todas estas cosas,
Tú me las enseñas.
Tú me las enseñas.

Empecé mi vida con una maleta llena de piedras.
Mientras tú llevabas tu cabello rubio
Como una corona de oro
Me quedé solo con los cuervos y los huesos.

Las flores más hermosas se desvanecen y pican
Pero ya sabes todas estas cosas,
Tú me los enseñas.
Tú me los enseñas.

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En el dolor, un nuevo templo.

Miércoles, 13 de junio de 2018
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catedral-del-buen-pastorCarolina Abarca
Buenos Aires (Argentina).

ECLESALIA, 02/10/17.- El año pasado viajamos con mi familia a Europa a visitar a mi hermana, quien se encontraba viviendo allá con su marido. Recuerdo que llegamos a Madrid el domingo de Pascua y fuimos a misa juntos, a una iglesia cerca del Templo de Debod, en donde habíamos estado horas antes viendo el atardecer. Me acuerdo con sorprendente nitidez la sensación que tuve en esa misa. La homilía triste, seca y vacía que pronunció un cura entrado en años, contrastaba con el esplendor de la Iglesia en la que estábamos. Sentí que alguien tenía que avisarle al sacerdote y a las imágenes que poblaban la iglesia que era Pascua y estábamos festejando la resurrección de Cristo. A veces, nuestra religión parece olvidarse algo que la sana espiritualidad mantiene presente: Dios está vivo, cerca y presente.

Después de algunos días en Madrid, alquilamos un auto y emprendimos un roadtrip en el que recorreríamos Galicia y Asturias. Durante los diez días que duró, visitamos no solo ciudades emblema como Santiago de Compostela o Bilbao, sino también una innumerable cantidad de pueblitos. Y uno no puede creer que sean tan increíbles y estén ahí, silenciosos, aparentemente perdidos en el camino. No podría especificar con certeza la cantidad de iglesias que visitamos durante esos días, pero vale decir que fueron realmente muchas. Quizás influenciada por el sinsabor que me había dejado la misa de Pascua, no pude dejar notar que en todas ellas había demasiadas imágenes lúgubres y Cristos crucificados.

Recuerdo haber pensado dos cosas. Lo primero fue que difícilmente un niño se sienta a gusto dentro de esas iglesias, lo cual, como mínimo, me genera suspicacia. Cada vez confío más en el criterio de los niños que, en su inocente sabiduría, parecen saber más que los adultos sobre las cosas importantes. Lo segundo fue una pregunta con aire a reclamo: ¿cómo puede ser? ¿No hemos podido, en todos estos años de Iglesia, encontrar espacios, imágenes y signos que representen mejor al Dios de la Vida, de la Misericordia, del Amor y del Perdón? ¿No estamos subrayando demasiado exageradamente un renglón de la historia de Cristo y quitando luz a los demás que le dan sentido? A pesar de mi personalidad ansiosa, ya he aprendido que, si estamos atentos, más tarde o más temprano, Dios responde nuestras preguntas. Y esta no fue la excepción.

Cuando llegamos a San Sebastián, uno de nuestros últimos destinos, el usual ritual de conocer las iglesias de la ciudad nos llevó a la Catedral del Buen Pastor. Entré esperando encontrarla igual a todas las que ya habíamos conocido pero, para mi sorpresa, al terminar de recorrer la nave central noté que detrás del altar, en lugar de la tradicional cruz, se encontraba una escultura de Jesús Buen Pastor. Confieso que me conmovió ver esa imagen de Jesús manso, con su cayado, mirando y acariciando a su oveja. Me pregunté qué tipo de mella habrá hecho en nuestra fe y espiritualidad tanta imagen de Dios sufriente y muerto, y tan poca de buen pastor. Me senté a rezar contemplando esa imagen y, luego de unos minutos, pude casi escuchar a Dios diciéndome: “Mirá Caro, hubo alguien que se animó a construir un templo diferente donde hoy te estás encontrando conmigo. ¿No podés vos también hacer lo mismo?”.

Debo decir que este recuerdo no viene hoy casualmente hasta mí. Este ha sido un año difícil. Un año de pérdidas. El cáncer se llevó en el mismo puñado de meses a mi madrina y a la mamá de una de mis mejores amigas, a quien quería muchísimo. Uno cree que sabe algunas cosas, que es fuerte, que tiene fe, pero cuando la muerte o la pérdida toca de cerca, todo se vuelve difuso y parece quedar patas para arriba. Creemos conocer algunas respuestas por haber reflexionado sobre ellas, pero cuando toca sostener en un abrazo a una mejor amiga desarmada en lágrimas que, con la fe quebrantada pregunta sobre el cielo y dice que extraña tanto los abrazos de su mamá que daría cualquier cosa por tener uno más, todo lo que uno cree saber se vuelve silencio.

Hoy, mientras escribo estas líneas, mi madrina estaría cumpliendo 62 años. Tengo una mezcla de emociones que no logro terminar de procesar. Pienso en mi abuela, que perdió a su hija. En cómo mis primos estarán extrañando a su mamá y mi tío a su mujer. Pienso en mi propia mamá, que durante los meses de enfermedad de su hermana eligió acompañarla incondicionalmente y mantuvo la esperanza hasta el último minuto. Se me escapan algunas lágrimas que no dejan lugar para elucubraciones racionales y, sin tregua, interpelan mi fe. ¿Hay consuelo? Y si lo hay, ¿dónde está?

Lo que me viene una y otra vez al corazón en este momento está lejos de las lúgubres imágenes de Dios que todavía pueblan gran parte de nuestras iglesias, o de lo que algunos años de estudio me hicieron conocer sobre la religión. Hoy el alma me trae las palabras que me regaló una amiga hace algunas semanas al verme los ojos tristes y notar la fuerza que hacía para que no se notara tanto. Me dijo:  “Carito, no le tengas miedo al dolor, a la tristeza… Tranquila, dejate acompañar. Ya va a pasar y, si te lo permitís, te va a convertir en una mejor persona. Te va a hacer más sensible, menos omnipotente y más sabia. Te va a transformar en alguien mejor”. Me dijo esto, se paró y así, sin que se lo pidiera, me abrazó en silencio.

Es loco, pero nos alejamos de Dios al dejar de encontrarlo en las iglesias, o por dejar de identificarnos con las imágenes que tenemos de Él, sin ser conscientes de que quizás esa crisis es Dios mismo diciéndonos que ya no entra en ellas, que han quedado obsoletas y quiere darnos más. Si ante el dolor y la pérdida nuestra fe no encuentra consuelo, quizás no se trate de que hemos perdido la fe, sino de que ha llegado el momento renovarla. Si es eso lo que sentimos, quizás aún esté vigente la pregunta que, sentí, me hizo Dios en San Sebastián: ¿vas a quedarte al margen, mirando los templos vacíos, o vas a animarte a construir uno nuevo donde podamos encontrarnos?

De seguro, no me siento capaz de responder a todas las preguntas a las que nos enfrenta el dolor de las pérdidas pero, aún así, tengo la irracional certeza de que mientras escribo estas palabras Dios está cerca, pidiéndome que haga lugar para él y ensanche una vez más mi tienda.

Si el dolor ha enfriado nuestra fe y sentimos que Dios se ha convertido en alguien lejano y obsoleto, quizás la clave esté en recordar lo que el alma sabe desde siempre: el Dios verdadero hace nuevas todas las cosas y el templo en donde quiere encontrarse con nosotros, no es ya un lugar físico. Sospecho que tiene mucho más que ver con encuentros como el que tuve con mi amiga ese día en el café de un aeropuerto. En la escena no había ni rastros de lo que tradicionalmente llamamos “templo” pero cuánto tuvo de sagrado: con su abrazo me tocó el alma y no recuerdo la última vez que sentí a Dios tan cerca

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Elegir la Alegría.

Sábado, 19 de mayo de 2018
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La alegría es esencial en la vida espiritual. Si pensamos o decimos cualquier cosa de Dios y no lo hacemos con alegría, nuestros pensamientos y nuestras acciones serán estériles. Podemos ser infelices por muchas causas, pero podemos encontrar aún alegría, porque ésta procede de saber que Dios nos ama. Estamos inclinados a pensar que cuando estamos tristes no podemos estar contentos, pero en la vida de una persona que pone a Dios en el centro pueden coexistir el dolor y la alegría. No resulta fácil de comprender, pero cuando pensamos en alguna de nuestras experiencias más profundas, como asistir al nacimiento de un niño o a la muerte de un amigo, con frecuencia forman parte de la misma experiencia un gran dolor y una gran alegría, y descubrimos a menudo la alegría en medio del dolor.

Recuerdo los momentos más dolorosos de mi vida como momentos en los que he llegado a ser consciente de una realidad espiritual mucho más grande que yo, y que me permitía vivir mi dolor con esperanza.

Incluso me atrevo a decir: «Mi dolor fue el lugar en el que encontré mi alegría». La alegría no es cualquier cosa que simplemente nos sucede. Debemos elegir la alegría y seguir eligiéndola cada día. Se trata de una elección basada en el conocimiento de que pertenecemos a Dios y hemos encontrado en Dios nuestro refugio y nuestra salvación, y que nada, ni siquiera la muerte, nos lo puede arrebatar.

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H. J. M. Nouwen,
Aquí y Ahora. Viviendo en el Espíritu,
Madrid, San Pablo, 1998 pp. 17s.

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Una semana diferente

Lunes, 26 de marzo de 2018
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Para algunos será una semana de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

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Querer el bien.

Domingo, 20 de agosto de 2017
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Es triste tener que lamentar el dolor, pero
no basta con quejarse de él para eliminarlo.

Es el bien lo que debemos querer, cumplir, exaltar.

Es la bondad la que debe ser proclamada en presencia del mundo
para que irradie y penetre todos los elementos de la vida individual y social.

El individuo debe ser bueno, de una bondad que revela una conciencia pura
e inaccesible a la duplicidad, al cálculo, a la dureza del corazón.

Bueno, por una aplicación continua de la purificación interior, de la perfección verdadera;
bueno, por fidelidad a un firme propósito manifestado en todo pensamiento, en toda acción.

La humanidad también debe ser buena. Estas voces que suben del fondo de los siglos,
para enseñarnos todavía hoy con una nota de actualidad,
recuerdan a los hombres el deber que incumbe indistintamente a todos de ser buenos,
justos, rectos, generosos, desinteresados, prontos para comprender
y para excusar, dispuestos al perdón y a la magnanimidad.

*

 Juan XXIII

La documentación católica n°1367

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En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

“Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.”

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

“Atiéndela, que viene detrás gritando.”

Él les contestó:

“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.”

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:

“Señor, socórreme.”

Él le contestó:

“No está bien echar a los perros el pan de los hijos.”

Pero ella repuso:

– “Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.”

Jesús le respondió:

“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.”

En aquel momento quedó curada su hija.

*

Mateo 15,21-28

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Sensible y capaz de resistir…

Jueves, 13 de julio de 2017
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Dios, que me entrega tesoros para que los guarde, me permite que los custodie y los administre bien   Me agrada relacionarme con los demás. Mi intensa participación, me parece, irradia lo mejor y más sincero de mí; las personas se muestran sinceras conmigo, cada uno es una historia, y todos me cuentan su vida. Y mis ojos encantados no tienen que leer. […]. Soy un enfermo, no puedo hacer nada. Mas tarde enjugaré lágrimas y replegaré miedos, allá abajo. En el fondo, ya lo hago en esta cama. ¿Quizá sea por esto que tengo fiebre y mareos?. No quiero ser cronista de horrores. Ni tampoco de sucesos sensacionales.

Esta mañana le he dicho a Jopie: siempre llego a la misma conclusión, la vida es bella. Y creo en Dios. Quiero estar entre los  “horrores” y decir igualmente que la vida es bella. Ahora, con fiebre y mareos, acostado en un rincón, no puedo hacer nada. Hace poco me he despertado con la garganta seca, he aferrado mi vaso y he agradecido los sorbos de agua; he pensado: si pudiese andar entre los millares de hombres amontonadas por ahí y pudiese ofrecerles un trago… Me digo: no es nada, tranquilo, no es nada, tranquilo.

Cuando una mujer o un niño hambriento se ponía a llorar detrás de nuestras mesas de grabación, me arrimaba, le abrazaba sobre mi pecho, le apretaba, le sonreía y suavemente le decía a quien se encontraba acurrucado y aturdido: no es nada, no es nada. Me quedaba allí y, si podía, hacía algo. A veces me sentaba cerca de alguien, le ponía el brazo encima del hombro, guardaba silencio y le miraba a la cara. Nada resultaba nuevo, ninguna de aquellas expresiones de dolor humano. Todo me parecía familiar; como si ya hubiera vivido cada casa. Algunos me decían: tienes nervios de acero para resistir. No creo que tenga nervios de acero; mas bien, nervios sensibles, capaces de “resistir”. Tengo el coraje de mirar de frente al dolor. Al final de coda día me decía: ¡quiero tanto a los hombres!

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E. Hillesum,
Diario 1941-1943, Milán 1992, 232ss).

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¿Qué me traes, día de hoy?

Jueves, 26 de enero de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Cada día nos tiene reservada una sorpresa. Pero únicamente si la esperamos seremos capaces de verla, oírla, sentirla, cuando se nos presente.

No tengamos miedo a recibir la sorpresa de cada día, ya llegue en forma de tristeza o de alegría. Ya sea pequeña y trivial, o significativa.

Se creará un nuevo espacio en el que podremos dar la bienvenida a una nueva experiencia y celebrar de forma más plena nuestra humanidad compartida. “

“La alegría y la tristeza nunca llegan solas. Cuando nuestros corazones se regocijan ante una vista espectacular al mismo tiempo podemos echar de menos a nuestros amigos que no están presentes en ese momento para disfrutarla. Y cuando nos embarga el dolor quizás podamos descubrir el valor de la verdadera amistad. La alegría está oculta en el dolor y el dolor en la alegría. Si tratamos de evitar a toda costa la tristeza puede que nunca experimentemos la alegría y, si desconfiamos del éxtasis, tampoco podrá alcanzarnos nunca la agonía. La alegría y el dolor son los padres de nuestro crecimiento espiritual.”

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Henri Nouwen

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Una semana diferente

Lunes, 21 de marzo de 2016
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BlackJesus

Para algunos será una semana de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

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Una Semana diferente

Lunes, 30 de marzo de 2015
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BlackJesus

Para algunos será una semana de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, através de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos aamar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocación para mirara nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

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“Dolor, deseo y liberación, en los brazos del ángel”, por Carlos Osma

Viernes, 20 de marzo de 2015
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jacobangelDel blog Homoprotestantes:

Al final se hizo de noche, y prefirió quedarse sólo. Ya no necesitaba familia ni amigos, se había alejado de ellos poco a poco, casi sin darse cuenta. La continua tensión con la que vivía empezaba a hacer mella en él, por eso buscó un lugar en la noche donde pasar desapercibido. Allí estaba, en medio de la nada, agudizando todos sus sentidos para no ser descubierto, y con la esperanza de encontrar algo de tranquilidad.

Prefirió quedarse sólo, esperando, mientras recordaba las mentiras, engaños, y astucias que le habían ayudado a construir su vida. Siempre había huido de todo, invadido por profundos miedos y desestabilizadores deseos; pero ahora presentía que no podía escapar más, y que muy pronto acabaría por enfrentarse a sus peores pesadillas. Su cuerpo se agarrotaba por esa mezcla de sentimientos, quizás por eso subió hasta aquel lugar inhóspito, donde la oscuridad de la noche impedía distinguir otros rostros.

El terror le atravesó el alma cuando sintió a su lado la presencia de otro hombre. Se giró con rapidez para ver a aquel demonio que se abalanzaba sobre él. Intentó mirarle a la cara, pero era tarde ya, lo tenía encima. Fue una lucha atroz, donde el deseo insaciable por la vida, le ayudó a no darse por vencido. Intentó escapar de los brazos de su enemigo con todas sus fuerzas: empujando, golpeando, incluso mordiendo, pero le fue imposible. Una fuerza sobrehumana que desconocía le empujaba una y otra vez hacia él. Nunca se había resistido tanto, pero jamás había sentido una atracción tan sobrehumana como aquella.

Durante toda la noche no pudo escapar de aquel cuerpo, sintió su fuerza, su piel y el calor que desprendía. Aquello le produjo un profundo dolor que no podía entender ni compartir con nadie, estaba sólo. En cada uno de los golpes que infringía a aquel ser demoniaco se concentraban todas las experiencias de rechazo, falsedad y dolor que le acompañaban desde niño. Toda la energía malgastada en su huída hacia ningún sitio, explotaba virulentamente para repeler aquel cuerpo codiciable. Una noche larga y oscura, con ansias de amor encendido, que no tuvo otra luz ni guía que un corazón ardiente(1).

Pero llegó el alba, y aquellos primeros rayos de luz le permitieron adivinar el rostro de con quién luchaba. No era un demonio, el hermoso cuerpo de aquel hombre pertenecía a un ser celestial. Cuentan los antiguos que fue en ese momento, mientras observaba maravillado, que golpeó a aquel ser divino dejándolo herido para siempre(2). Entonces, como si de un milagro se tratase, sus ojos vieron claramente al varón que yacía en el suelo herido por sus rebeliones, molido por sus pecados, y con una llaga en el costado(3). Aquel ser que había venido, no para luchar, sino para acompañarle en su liberación, le susurraba: “vete, déjame ya, que nace un nuevo día. Vete, yo no te condeno”.

Podía haberle dejado marchar en aquel momento, pero no pudo hacerlo. La experiencia lo había transformado para siempre, eso lo sabía, pero necesitaba mucho más. Por eso, con su deseo liberado, se aferró aún más a él, y lo abrazó con todas las fuerzas que le quedaban. “No, no te dejaré”, le decía una y otra vez, “ahora no; no te dejaré si no me bendices”. Mucho le había costado llegar hasta allí como para perder la oportunidad de llevar siempre consigo algo de la esencia divina. Prefería morir en los brazos de aquel ángel, que volver sólo a la vida que había llevado hasta entonces.

Y milagrosamente recibió lo que pedía, fue transformado, salió de la oscuridad de su vida anterior para entrar en otra nueva. Ya no tenía que escapar de nadie, Dios mismo estaría con él en cada momento de su vida para enfrentarse a sus temores. Su nombre, su falsa identidad, quién todo el mundo creía que era, fue borrado para siempre. Ahora era alguien nuevo, porque se atrevía a ser él mismo en todas las facetas de su vida. No necesitaba mentir, ni engañar, ni esconderse. La experiencia con aquel ser divino lo cambió para siempre, y entro a formar parte de un pueblo. Un pueblo en busca de vida, la que Dios mismo le había dado.

Que alegría recordar aquella noche oscura y dolorosa, que se convirtió en una noche más amable que el alborada, donde fuimos guiados, y transformados por el amado(4). Una noche donde cayeron los disfraces que tan dolorosamente llevábamos y en la que fuimos conducidos ante la verdad desnuda de quienes éramos. Allí vimos perfectamente las heridas que producía la negación de nuestra identidad en aquel que nos dio la vida. Y allí, abrazando al herido por nuestras rebeliones, lloramos por nuestra incredulidad, por nuestra ignorancia, y por todas aquellas veces que le habíamos golpeado pensando que era nuestro enemigo.

Carlos Osma

Notas:

(1) Referencia a “Noche oscura del Alma” de San Juan de la Cruz.
(2) Gerard von Rad sostiene que probablemente, en una forma mucho más antigua de esta saga, y antes de que el texto bíblico quedase fijado como hoy lo conocemos, fue Jacob quién hirió al ángel. “El libro del Génesis”. (Ediciones Sígueme. Salamanca, 1988), p.395.
(3) Referencia a Is 53,5
(4) Referencia a “Noche oscura del Alma” de San Juan de la Cruz.

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