Padre Damián Montes: “No hace justicia a la Iglesia confundir dogma con doctrina”
“No digamos con tanta facilidad que algo doctrinal no se puede discutir”
“No es dogmática la liturgia ni dogmático el celibato de los sacerdotes”
“El Catecismo actual es de 1997, y se han enmendado, por autorización del Papa Francisco, algunos artículos”
“La cuestión del ‘Limbo’ es un ejemplo clarísimo de que las cosas se pueden cambiar”
| Damián María Montes (en su Facebook)
Para los fanáticos católicos:
No es bueno ni hace justicia a la Iglesia confundir dogma con doctrina. Lo inmutable con lo cambiante.
Las cuestiones dogmáticas en la Iglesia, asumidas como principios innegables, son muy pocas. Se trata, básicamente, de las palabras del Credo, las cuatro afirmaciones dogmáticas referidas a María y alguna otra afirmación que podemos situar en la antropología teológica. En definitiva, las cuestiones cerradas a discusión son verdaderamente pocas y, lo cierto, es que no son foco de interés social en este momento.
Todo lo demás, insisto, todo lo demás, pertenece al ámbito doctrinal, que exige ser interpretado a la luz de tres grandes fuentes (Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio), pero que está abierto a la discusión y al estudio teológico; esto es, al cambio. De hecho, muchas, muchísimas cuestiones doctrinales han cambiado con el paso de los siglos.
Por tanto, no digamos con tanta facilidad que algo doctrinal no se puede cambiar ni discutir porque esa afirmación es falsa. Desde el inicio ha habido, gracias a Dios, un espacio para la disidencia, muy necesario para la acción del Espíritu que renueva su Iglesia.
Uno de los primeros ejemplos lo encontramos ya en la Biblia: Pedro y Pablo discutiendo si era necesario estar circuncidado para ser cristiano. Para Pedro la circuncisión era cuestión de doctrina verdadera porque los apóstoles estaban circuncidados, Jesús estaba circuncidado y había venido para salvar a los circuncidados (para salvar a los judíos, pueblo de Israel). Pablo, por su parte, argumenta que Jesús vino para todos, también para los gentiles (los no circuncidados). Finalmente deciden en el llamado “primer concilio de Jerusalén” que no será necesaria la circuncisión para ser cristiano. La doctrina cambió en un punto que parecía inmutable. Pongamos algún ejemplo más:
El Catecismo actual es de 1997, y se han enmendado, por autorización del papa, algunos artículos. Uno de ellos, el artículo 2267 sobre la pena de muerte, se ha modificado para declarar esta práctica “inadmisible”. Es decir, que este “inadmisible” llega en 2018 por el papa Francisco después de una larguísima historia donde se contemplaba la pena de muerte en algún caso extremo y como “tutela del bien común” (artículo antes de la enmienda). Que nadie se ponga nervioso ante esta verdad: este artículo ha cambiado.
Otro ejemplo sonado, anterior al mencionado, fue la negación del “Limbo”, por Benedicto XVI, y podríamos seguir con la lista… Ejemplos clarísimos de que las cosas se pueden cambiar y la doctrina del catecismo también. Porque toda ella no es dogmática.
No es dogmático que el papa vista de blanco (pues sólo viste así desde 1566) y por ello en el futuro podría vestir pantalones. No es dogmática la liturgia, que se celebró primero en arameo y hebreo, más tarde en griego, después en latín y dando la espalda a la asamblea desde el siglo III y sólo desde 1970 en la lengua de cada comunidad. No es dogmático el celibato de los sacerdotes, que se determinó obligatorio sólo a partir del siglo XVI. Y, sin detenerme, porque es inviable e imposible en este clima de crispación que vivimos, sólo apunto que no son dogmáticos los temas de mayor fricción y debate. Y porque no son dogmáticos, sino doctrinales, pueden cambiar. Lo verdaderamente preocupante es que muchas personas ponen su fe en lo doctrinal. Os lo cuento con otro ejemplo que me entristece recordar:
Al poco tiempo de haber sido elegido Francisco como Papa, una señora me dijo –“padre, este Papa me va a quitar la fe”-. Yo le pregunté, –“Señora, ¿dónde ha puesto usted su fe?”-. Me dijo que el Papa anterior era un Papa de verdad, y no este, que llevaba zapatos negros. Le volví a preguntar: “¿Dónde ha puesto usted su fe?”. No me contestó. Era evidente que la tenía puesta en lo accesorio, en los zapatos del papa, que debían ser rojos y a saber en qué otra serie de aspectos.
Evidentemente, los fanáticos de la doctrina, perderán la fe y se enfadarán muchísimo cuando cambie lo que daban por cierto e inmutable (y no es ningún secreto que la doctrina cambia). Por el contrario, si ponemos la fe en Dios y sólo en Él, que es donde tiene que estar, nada ni nadie (ningún cambio de doctrina tampoco) podrá tumbar nuestra fe. La diferencia es que unos viven el cambio como una profunda traición, herejía, amenaza, etc… y otros como acción del Espíritu, que va sugiriendo en cada momento cómo quiere que sea su Iglesia a la luz de los signos de los tiempos.
Me posiciono en este segundo grupo, sin titubeos. Lejísimos del fanatismo, pero muy consciente de vivir en comunión; y por eso soy paciente y asumo el momento y la doctrina que me toca vivir. Pero mi fe no se daña absolutamente nada si mañana la Iglesia decide, por ejemplo, que las mujeres puedan servir con el ministerio de “párroco”; muy al contrario, se fortalece.
Esta es la aventura y lo que mantiene viva mi esperanza; que las cosas pueden cambiar.
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