Archivo

Entradas Etiquetadas ‘Dios’

“Ir contracorriente”: Cristo Rey (Juan 18, 33-37)

Domingo, 24 de noviembre de 2024

IMG_8226Comentario a la lectura evangélica (Juan 18, 33-37) del XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario.

 

“Pilato dijo a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús respondió: “¿Esto lo dices tú solo, o te lo han dicho otros de mí?”. Hasta el último domingo de este año B, se pueden encontrar ecos del debate sobre la identidad de Jesús en los pasajes de Marcos y Juan. ¿Quién es Jesús? Muchos se han preguntado esto. Algunos, principalmente opositores, tuvieron el coraje de formular la pregunta directa. Por mi parte, simplemente observo que hablar de él es más fácil que interrogarlo y sobre todo cuestionarse sobre él. Las cosas de la vida pasan, los días se suceden, los compromisos y las tareas se acumulan sobre compromisos y tareas. Ciertas preguntas corren el riesgo de no ser expresadas y quedar sin respuesta; para luego resurgir, aunque sólo sea por unos momentos, en momentos “capitales“.

El tema de este domingo es el de la realeza, que las Escrituras asocian con el del sacerdocio. El trono del Rey, la Cruz, es evidentemente también un altar.

La segunda lectura del Apocalipsis añade un tercer elemento clave: el real sacerdocio no es exclusivo del primogénito, sino que pertenece a todos. Nos ha hecho un reino, sacerdotes para su Dios y Padre. A lo largo de nuestra vida, “reinando“, hacemos un sacrificio de alabanza. Reinando. Dicho así, parece una palabra grande, si pensamos en las comodidades del trono, la arbitrariedad y las ambiciones del poder autocrático. En realidad, todos esperamos conocer bien la forma más noble de reinado: el ejercicio de la responsabilidad. Somos reyes, como guardianes que nos cuidan y nos hacen crecer; reyes jardineros. Crecemos asumiendo responsabilidad en las cosas cotidianas, la familia, el trabajo; crecemos haciendo las cosas bien (llenando los cántaros hasta el borde, como nos invita el Señor), con amor. Crecemos permaneciendo en nuestro lugar, incluso cuando nos sentimos incómodos (al pie de una cruz), continuando sirviendo incluso cuando nuestras energías están bajas. Hacemos crecer a los demás incluso amando la vida en nosotros mismos.

Algunos también son capaces de ver compromisos y asumir responsabilidades incluso fuera de la rutina del hogar y del trabajo, en el ámbito civil o en la comunidad cristiana.

Por eso podemos escuchar la pregunta de Pilato como recordatorio a cada uno de los bautizados: ¿en qué (y cómo) estamos ejerciendo nuestro ministerio real?

Cualesquiera que sean los contextos, hay que recordar dos cosas: que reinar es ante todo servir, y que los servidores son siempre inútiles (en el sentido de que la tarea que se les ha confiado los trasciende).

La Buena Noticia, fresca desde el día, pero también tan antigua como la eternidad, es ésta: Jesucristo es el Señor, el único Señor, el único Santo, el único Altísimo, el único Rey de gloria. No hay otro. Él es el “alfa” y el “omega“, el principio y el fin, el principio de inteligencia de toda la creación, el eje de convergencia de toda realidad. En Él cae toda la historia y las olas del universo chocan contra Él.

Si no encontramos motivos para alegrarnos demasiado con esta noticia, si no nos abandonamos a la gratitud, si no sentimos la necesidad incontenible de levantarnos inmediatamente para ir a transmitir este anuncio a los demás, es señal de que los creyentes hemos envejecido, y ese escepticismo, la sonrisa llena de cautela, el cálculo prudencial de quien sabe mucho, la frialdad senil, han reemplazado al entusiasmo y, quizás también, a la esperanza. Y ya no nos consideramos testigos y mensajeros que entregan un feliz mensaje tan esperado, sino repartidores que entregan una letra de cambio o la factura de la luz.

Pero ¿entendemos bien lo que significa que Jesucristo es Rey y Señor?

Significa afirmar la realeza y el señorío del hombre.

Significa rechazar los ídolos del poder, las sugerencias del dinero, el encanto de las ideologías.

Significa ir contracorriente en un mundo que de vez en cuando se puebla de nuevas divinidades y obliga a prostituirse delante de ellas.

Significa luchar contra los abusos de los más fuertes, la violencia de los arrogantes, las absolutizaciones de las estructuras.

Significa cuestionar la lógica de la opresión y la sumisión del hombre al hombre.

Significa impedir que los criterios de eficiencia sean la vara para medir a los hermanos.

Significa comprometernos para que el miedo, la soledad, el desempleo, el odio, la tortura, la masacre, la marginación de los débiles, la descalificación de los humildes reduzcan cada vez más su presencia nociva en el mundo.

 Significa afirmar la precariedad de la angustia, la temporalidad del dolor, la labilidad de la enfermedad, la fugacidad de la muerte.

Significa proclamar que nuestra historia, personal y comunitaria, tiene sentido, no es inútil, no está desarticulada, avanza hacia una meta, tiene trayectoria propia. Es, en una palabra, un fragmento de la Historia de la Salvación.

Este es el feliz mensaje que el Señor hoy, fiesta de Cristo Rey, nos atrevemos a creer y a anunciar.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

Viajero en la noche

Sábado, 23 de noviembre de 2024

Del blog Foucauld Diálogos:

IMG_8195


Manera corta y fácil para hacer la oración de fe simple presencia de Dios, por Bossuet.

1.- Hay que acostumbrarse a alimentar el alma con una simple y amorosa mirada en Dios y en Jesucristo nuestro Señor; y para este efecto hay que separarla dulcemente del razonamiento, del discurso, y de la multitud de afecciones, para mantenerla en simplicidad, respeto y atención, y aproximarla así cada vez más a Dios, su único y soberano bien, principio primero y fin último.

2.- La perfección de este camino consiste en la unión con nuestro soberano bien; y cuanto más grande sea la simplicidad, más perfecta será la unión. Es por lo que la gracia invita a simplificarse interiormente a lo que quieren ser perfectos, de forma que sean capaces de transmitir la alegría del Uno necesario, es decir de la unidad eterna.

3.- La meditación es muy buena en su momento y muy útil al comienzo de la vida espiritual, pero no hay que pararse ahí, pues el alma, por su fidelidad a mortificarse y a recogerse, recibe de ordinario una oración más pura y más íntima, la cual puede llamarse de simplicidad, que consiste en una simple visión, mirada o atención amorosa en sí, hacia cualquier objeto divino, bien sea Dios mismo o alguna de sus perfecciones, o Jesucristo y alguno de sus misterios, o alguna otra verdad cristiana. Prescindiendo el alma de su razonamiento, se sirve de una contemplación dulce que la mantiene apacible, atenta y abierta a las obras e impresiones divinas que el Espíritu Santo le comunica.

4.- La práctica de esta oración debe comenzar al alba, con un acto de fe en la presencia de Dios que está en todas partes, y en Jesucristo, cuyas miradas no nos abandonan… Este acto es producido o de una manera sensible y ordinaria… o es un siempre recuerdo de la fe en Dios presente que sucede de una forma más pura y espiritual.

5.- No hay que diversificarse para efectuar otros actos o disposiciones diferentes, sino permanecer simplemente atento a esta presencia de Dios, expuesto a su divina mirada, continuando así esta devota atención o exposición, mientras que nuestro Señor nos dará la gracia, sin afanarse en realizar otras acciones que las que nos son inspiradas.

6.- Hay que conservarse puro y libre en el interior… uniéndose a Dios frecuentemente, en encuentros simples y amorosos, recordando que estamos en su presencia, y que no quiere que nos separemos en ningún momento de él y de su santa voluntad: es la regla más básica de este estado de simplicidad; es la disposición soberana del alma: hacer la voluntad de Dios en todas las cosas…

7.- En fin, se terminará la jornada animando con esta santa presencia del examen, la oración de la tarde y al acostarse; y se dormirá con esta atención amorosa, interrumpiendo su reposo, cuando nos levantemos durante la noche, algunas palabras fervientes… como tantas voces y gritos del corazón hacia Dios.

8.- No hay que olvidar que uno de los más grandes secretos de la vida espiritual es que el Espíritu Santo nos conduce no solamente a través de iluminaciones, dulzuras, consolaciones y gracias, sino también mediante oscuridades, ofuscaciones, insensibilidades, dolores, angustias, revoluciones de las pasiones y los humores: digo todavía más, que este camino de la cruz es necesario, que es bueno, que es el mejor, el más seguro y el que nos hace llegar más pronto a la perfección… …La mejor oración es aquella en la que el alma se abandona plenamente a los sentimientos y a las disposiciones que Dios mismo pone en el alma, y donde se le estudia con simplicidad, humildad y fidelidad para conformarse a su voluntad y a los ejemplos de Jesucristo…”

*

Carlos de Foucauld.

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“El silencio, la quietud del Espíritu”, por Pepe Sánchez Ramos

Viernes, 22 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en “El silencio, la quietud del Espíritu”, por Pepe Sánchez Ramos

IMG_9896El silencio no es hijo de la superficialidad, sino de vivir desde la conciencia profunda. Pero esto exige un adiestramiento. Él nos ayuda a realizar el camino del silencio que termina en la quietud del corazón. Es lo que nos aporta este artículo.

Hace siglos, los Padres del desierto vivían conducidos por este principio de sabiduría: “Fuge, tace, quiesce”:”Huye calla y reposa”.

Desde la perspectiva de quienes queremos vivir la contemplación en medio de la vida diaria, creo que podríamos hacer esta traducción de aquel principio sabio: “Huye de la dispersión de la superficialidad, sosiégate, serénate, y serás conducido a la quietud del Espíritu”.

Para que el agua del Espíritu que mana dentro de nosotros pueda inundarnos e inundar todo lo que tocamos, necesitamos tener una actitud de sosiego, de serenidad y de quietud, en medio del mundo de relaciones y de acontecimientos en los que vivimos. No es fácil, pero es posible y es imprescindible, si queremos dejar al Espíritu del Padre hacer sus obras en nosotros.

Huyo de la dispersión, de la superficialidad.

Los grandes regalos que la civilización actual ofrece al hombre, entrañan una gran dificultad para vivir dentro y en reposo profundo.

Hay más posibilidades de moverse, existe un diluvio de información, nos llegan medios de presiones masivas, de estímulos de todo tipo en una sociedad rica, pluralista y libre, nuevas comodidades y objetos de todo tipo.

El uso indiscriminado de estas realidades está haciéndonos personas llenas de estrés, muy dispersas, personas nerviosas que viven fuera de sí, personas superficiales a caballo de la última novedad, personas poco silenciadas, que no viven a tope el presente, disfrutándolo; personas evadidas y desarmónicas. En El arte llamar de amar, Eric Fromm escribe: “Nuestra cultura lleva a una forma difusa y descentrada, que casi no registra paralelo en la historia. Se hacen muchas cosas a la vez… Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y dispuestos a tragarlo todo. Esta falta de concentración se manifiesta claramente en nuestra dificultad para estar a solas con nosotros mismos”.

Es tan fuerte esta situación que incluso se percibe en la vida de muchos sacerdotes y en las comunidades religiosas de vida activa, a quienes vemos estresados, sin tiempo para el encuentro personal, cogidos por horas de TV, sin espacios gratuitos y con un clima de parloteo que, a veces, son para preocupar.

Hemos de ser conscientes de esta situación quiénes queremos dejarnos conducir por el Espíritu hacia “el estado del hombre adulto, la madura es de la plenitud de Cristo” (Ef. 4,13). Así superamos positivamente la ambivalencia de la realidad actual en la que debemos vivir.

Es necesario vivir desde la profundidad.

No es posible que se dé en nosotros un nivel de conciencia mística, viviendo el nivel de conciencia superficial. Es necesario hacer fondo. Vivir desde lo hondo de nosotros, desde dentro, desde “la sustancia del alma”.

La vida del Espíritu es una sorprendente revelación de nuestra realidad fundamental y del Dios que vive en lo profundo de nosotros. Esto exige del creyente vivir desde su realidad esencial

Viviendo desde la profundidad, nuestra personalidad se armoniza Y cada pieza de nuestro puzle se va colocando en su sitio y aflorando nuestro rostro original.

Viviendo en ella, nos relacionamos con las personas desde una actitud de veracidad. Es mi yo verdadero quien sale a acoger al otro con quien me relaciono. Desde la profundidad puedo percibir los acontecimientos en su objetividad y puedo implicarme ycomprometerme con ellos en lo que desde mi verdadera realidad puede aportarles.

Desde la profundidad capto las ataduras, las distorsiones que desde mi falso yo están interceptando la relación verdadera con todo cuanto existe. Situo bien las tormentas de superficie que se dan en mí.

Por último solo desde la profundidad puedo valorar, puedo vivir en comunión con lo que es el Núcleo Esencial de cuánto existe, puedo ser introducido en el nivel de conciencia cristica para ir siendo unificado a Jesucristo.

Sosiégate, serénate.

Para poder vivir desde la hondura, es necesario no solo serenar la superficie, si no hacer todo el camino de sosiego que nos introduzca en la quietud del Espíritu.

Comencemos por cuidar el lugar donde vivimos. Muchos de los ruidos y de las tensiones que nos rodean son controlables. En tu casa, en el trabajo, en tu vida de relaciones pueden disminuirse los ritmos para ir construyendo un ambiente sereno, relajado, acogedor.

Una habitación ordenada, el detalle de una flor, el modo de caminar, tu manera de relacionarte con quienes vives, un tono de música apropiada, la hostilidad en los muebles y en los adornos de tu casa… son medios muy eficaces para vivir en un ambiente sereno y sosegado. Todos tenemos la experiencia de lugares que solo entrar en ellos nos sosiegan y no sitúan dentro de nosotros.

Otro paso es el sosiego de la persona. Soltar las tensiones musculares innecesarias, lograr un tono de relajación corporal que mantenga nuestro cuerpo en armonía. Hay que revisar nuestras costumbres en la comida, equilibrar más la tensión y el descanso, hacer un pequeño tiempo diario de ejercicio corporal. El cuerpo es la cara del espíritu, es la expresión sensible de la transcendencia es el templo de la divinidad… y debemos ayudarle para que puede transparentarla.

Llegamos así al sosiego psicológico.

IMG_2402Este es la armonía de todas nuestras dificultades. Fruto de ser señores de nuestro ser. De vivir conscientemente cada una de nuestras actividades, de estar aquí y ahora con aquellas dimensiones del ser que ahora necesitamos ejercitar.

La serenidad es el fruto de una adecuación del adentro con el afuera, en todo momento. La serenidad no es posible, además, sino en la medida en que nuestro mundo inconsciente vaya estando aclarado y descongestionado. Miedos, ansiedades, conflictos internos, influjos sutiles… todo debe irse limpiando para que haya también una adecuación entre nuestro consciente y nuestro inconsciente. La serenidad es el fruto de esta adecuación.

San Juan de la Cruz nos dirá que para que “el entendimiento está dispuesto para la divina unión ha de quedar limpio del todo. Un entendimiento íntimamente sosegado y acallado puesto en la fe”. (2 S. 9,11).

Así llegamos al gran sosiego, a la serenidad fundamental, la serenidad del corazón. Es el silencio de las raíces del ser, de donde nace el desorden radical: “Lo que sale del corazón del hombre es lo que contamina al hombre. Porque de dentro del corazón de los hombres salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, enviada, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas prevaricaciones salen de dentro y contaminan al hombre” (Mc. 7,20-23). Por eso Tony de Mello ha dicho que el silencio profundo es “la ausencia del egoísmo”.

La persona sosegada del todo es aquella que vive en la paz del corazón. La que domina sus apetencias, la que ha salido de si para vivir en el amor al Otro y a los otros, es la persona libre que tiene todo bajo sus pies, es el indiferente positivo de San Ignacio: “Igual muerte que vida, salud que enfermedad, riqueza que pobreza…”, Es aquel que ve todo solo desde el querer de Dios, es el pobre de corazón.

En esta desnudez halla la persona espiritual su quietud y descanso, porque no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime así abajo porque está en el centro de su humildad”, dice San Juan de la Cruz (1S.13, 13). En este silencio del corazón el que nos capacita para ver a Dios. “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Y nos capacita para ver al hermano desde la verdad, para acogerlo en su realidad, sin proyectar sobre él nuestras ilusiones o nuestras frustraciones, nuestras tentaciones del dominio. Este sosiego del corazón nos capacita para amar, un amor adulto y un amor teologal. Hace salir de nosotros la actividad verdadera, ese hacer ya que nos madura y hace crecer el Reino de Dios en la vida humana.

Necesidad de adiestramiento.

Todo este proceso de sosiego y de serenidad, impulsado en nosotros por el Espíritu, necesita de nuestra colaboración.

Hace falta todo un nuevo estilo de ascesis que deje crecer en nosotros la armonía y la unidad a la que somos llamados, en medio de un ambiente consumista y burgués en el que nos toca vivir.

Es necesaria una disciplina personal, comunitaria y ambiental. Jesús lo deja claro en el Evangelio: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se os darán por añadidura. No os preocupéis de la mañana: el mañana se preocupara de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propia dificultad” (Mt 6, 33-34). “El que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,33). “Venid a un lugar solitario para descansar un poco. (p. 31). Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo para comer” (Mc 6,31) “Si alguno quiere seguir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí la encontrará” (Mt 16, 24-25).

Necesitamos incluso, alguna metodología que nos acompañe durante esta peregrinación hacia el sosiego del corazón, al menos durante las primeras etapas. Las diversas generaciones creyentes han ido ejercitando, en su época, el método popular adecuado que conduciría al sosiego y la serenidad del espíritu.

Hoy también se nos ofrece viejos y nuevos métodos para el silencio del ser. Cada uno ha de encontrar el que más le ayude. Urge también encontrar el espacio de soledad y el ritmo de soledad que cada uno necesita para crecer. Jesús armonizaba soledad y servicio. A veces de noche, otras de madrugada. A veces marchando a la montaña, otras internándose en el mar o en el huerto de un amigo. A veces, los pequeños momentos oracionales que cada día realizaba como un buen israelita, a veces la fidelidad a los momentos semanales en la sinagoga o las grandes semanas en las que subía a Jerusalén.

La soledad es imprescindible en dimensiones diversas y en equilibrio con la actividad y el tiempo dedicado a las relaciones fraternales. La actividad será motor de crecimiento de nosotros, si encontramos el ritmo adecuado de soledad y de presencia en la vida.

El abad Moisés dijo a el abad Macario: “Yo deseo estar en sosiego y serenidad, pero los hermanos no me dejan”. Él le contesto; “Me parece que tú eres de natural tierno y delicado y no eres capaz de deshacerte de un hermano inoportuno. Si realmente buscas el sosiego de corazón ve al desierto, bien dentro, a Petra, verás cómo allá encontrarás el reposo que buscas”. Así lo hizo y consiguió la paz”.

Cada uno según su modo de ser y las circunstancias en las que debe vivir, debe encontrar la medida de soledad que necesita para responder a las exigencias que Dios pone en su corazón.

Así entrarás en la quietud del espíritu.

El sosiego y la serenidad de toda la persona van introduciéndonos en una activa quietud que en su momento va siendo madurada por el don de la quietud del Espíritu.

La verdadera quietud es intensidad de amor. Es poner en dirección de Dios todas las fuerzas, todas las capacidades, todo el corazón. Es amar sin medida a quien nos ama desmesuradamente.

La quietud es como un enraizamiento en Dios; es tenerlo ahí como la única tierra en que hemos sido plantados, en la que crecemos y desde la que fructificamos. Va haciéndose nosotros en la medida que estamos cogidos por el único necesario. “Marta, Marta aún estás cogida por muchas preocupaciones y no te das cuenta que solo una es necesaria. María la ha encontrado y por eso, su quietud y su enraizamiento en la tierra auténtica” (Lc 10, 41-42).

Esta quietud es contemplación. Así define la contemplación San Juan de la Cruz: “La atención amorosa a Dios en paz interior y quietud y descanso” (2S. 13,4). Y también: “Es una quietud amorosa y sustancial” (2S. 14,4). Y en el mismo capítulo: “Poniéndose la persona delante de Dios, se pone en acto de noticia confusa, pacífica, amorosa y sosegada, en que está la persona bebiendo sabiduría, amor y sabor” (2S. 14,2).

La quietud es la paz de Dios que insufla en el fondo del corazón.

La quietud no es inactividad. Lo místicos han actuado, han hecho lo que tenían que hacer, pero desde ese núcleo sagrado y quieto de quien solo busca “la honra y la gloria de Dios”.

IMG_7149La quietud tampoco es ausencia de sufrimientos. No hay verdadera quietud sin buena cruz. Pero se puede sufrir mucho y crecer en la quietud. Algunas personas me han dicho: “Estoy sufriendo mucho desde esta situación sin salida, pero hay un núcleo dentro de mí que sigue inalterable, en total paz”.

Cuando este don de la quietud va asentándose en la persona de Dios siendo el único Maestro, el guía espiritual del ser humano. Ya no necesita otros medios y maestros que le conduzcan en su claridad oscuridad.

“En soledad vivía
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido

(Canción 35)

Es la sabiduría de Dios, la única sabiduría del que vive en esta quietud: “Sabiduría de Dios, secreta, escondida, en la cual, sin ruido de palabras y sin ayuda de algún sentido corporal ni espiritual, como en silencio y quietud, a oscuras de todo lo sensitivo y natural, enseña Dios cultísima y secretísimamente a la persona, sin ella saber cómo, lo cual algunos llaman “entender no entendiendo” (Canción 39,12).

Es el punto final de este largo camino del sosiego y la serenidad. “Hay personas que con sosiego y quietud van aprovechando“, (S. prologo 7).

Aventura maravillosa la que hemos descrito. Aventura esencial que va a lograr en nosotros la integración de toda nuestra persona, la fecundidad en su quehacer y el crecer sin cesar en esta tierra teologal del único Dios

Pepe SÁNCHEZ RAMOS.

Fuente https://www.carlosdefoucauld.es/pdf/Boletin-083.pdf#page=24

Espiritualidad, Hinduísmo ,

Un tiempo sin igual en la angustia

Lunes, 18 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en Un tiempo sin igual en la angustia

IMG_8630La reflexión de hoy es del colaborador de Bondings 2.0, Michaelangelo Allocca.

Las lecturas litúrgicas de hoy del 33.º Domingo del Tiempo Ordinario están disponibles aquí.

Revelación completa: me encantan las lecturas de hoy porque incluyen una de las pocas veces que mi nombre aparece en las Escrituras: “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe, protector de tu pueblo…” (Daniel 12:1).

Una revelación completa más importante: aunque estás leyendo esta publicación después del 5 de noviembre, la estoy escribiendo antes de las elecciones. Cualquiera sea el resultado, creo que podemos llamar con seguridad a este período “un tiempo sin igual en la angustia”, en palabras de la primera lectura de hoy. Incluso las personas más irritantemente plácidas que conozco han estado operando en niveles máximos de estrés desde aproximadamente el Día del Trabajo. Aunque muchos, además de nosotros, la comunidad LGBTQ, tenemos motivos para alarmarnos, hay mucha verdad en una cita que he visto muchas veces en las últimas semanas: “Si no entiendes por qué tu amigo gay está preocupado ahora mismo, no tienes un amigo gay: simplemente conoces a una persona gay”.

Y aunque cuando leas esto sabrás si tu estrés estaba justificado o no, y si se ha aliviado o no, el estado de ánimo ansioso contemporáneo sobre los acontecimientos venideros es totalmente consonante con las lecturas típicamente apocalípticas del cierre del año litúrgico a medida que nos acercamos al Adviento.

Las visiones apocalípticas compartidas hoy tanto por el profeta Daniel en la primera lectura como por Jesús en el evangelio son relevantes e instructivas. La ubicación de estas lecturas en el leccionario al final de lo que llamamos “Tiempo Ordinario” (que termina el próximo domingo, la fiesta de Cristo Rey) nos enseña sobre el final literal de nuestro “tiempo ordinario”. El “reino de Dios” enseñado por Jesús no se refiere sólo a un futuro que sigue a nuestro presente, sino a la llegada del tiempo especial de Dios, kairos, para reemplazar el tiempo “ordinario” del calendario/reloj, chronos. Y por eso las imágenes perturbadoras siempre contienen también promesas brillantes: es el trabajo de la profecía hablar de esperanza en el horror, hacer que la eternidad se estrelle contra lo cotidiano.

La belleza de las promesas esperanzadoras en las Escrituras es que no son “simplemente ten paciencia con tu presente desagradable: recibirás un pastel en el cielo cuando mueras”. Prometen que en el tiempo real de Dios (kairos), la justicia ya vista en los profetas es la señal de la victoria de Dios. Daniel deja en claro que los justos entre nosotros son ahora nuestra luz y esperanza: “Pero los sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que conducen a la multitud a la justicia serán como las estrellas para siempre”. Cualquiera que sea el mal y la opresión que ahora oscurecen nuestra vista, en kairos, Marsha P. Johnson brilla intensamente; Harvey Milk es como el esplendor del firmamento; y el padre Mychal Judge, OFM, es como las estrellas eternas.

En la predicación apocalíptica que se encuentra en el evangelio de hoy, Jesús continúa y se hace eco de la visión profética de Daniel, de una manera vívidamente personal. Su declaración “el Hijo del Hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria” cita al profeta, y apunta tanto hacia atrás como hacia adelante: de regreso a la escritura que invoca, y hacia adelante a su propio “tiempo de tribulación”. Es un recordatorio de que el kairos no es como nuestro tiempo ordinario. Podemos asumir razonablemente que cuando predicó estas palabras, Jesús sabía lo que vendría muy pronto para Él. Estas palabras subrayan Su conocimiento y aceptación de lo que estaba por venir: durante Su juicio, cuando se le preguntó si Él era el Mesías, dijo que sí, y luego repitió esta cita de Daniel, sabiendo muy bien que sellaría Su sentencia de muerte.

También podemos suponer que Él fue fortalecido por la promesa profética que pronuncia, que “… entonces enviará a los ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos” (de nuevo, en el kairos de Dios, no en nuestro chronos). Dispersos a los cuatro vientos como podrían estar en este momento, hay elegidos (Mychal, Harvey, Marsha, Bayard Rustin, bell hooks, James Baldwin y muchos otros, tanto conocidos como anónimos), y Dios enviará ángeles para reunirlos.

La última parte desconcertante de la promesa en las palabras de Jesús hoy es “En verdad os digo: no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. La verdad en estas palabras no es literal sino verdad profética, y nuevamente, se refiere al kairos, no al chronos. Hubo mucha confusión en la Iglesia primitiva cuando la gente tomó esas palabras literalmente: algunas de las cartas de Pablo transmiten la clara sensación de que él y sus congregaciones esperaban que Jesús regresara a la hora del almuerzo el próximo martes. Pero la verdad en las palabras de Jesús es que el “día y la hora” del tiempo de Dios es ahora, dondequiera que los justos brillen como las estrellas, no en algún “más allá” o “dulce más allá”. Recordemos siempre eso, ya sea que estemos viendo tribulaciones o triunfos en los titulares diarios.

—Michaelangelo Allocca (él), New Ways Ministry, 17 de noviembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

“Plantearnos las grandes cuestiones”. 33 Tiempo ordinario – B (Marcos 13,24-32)

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en “Plantearnos las grandes cuestiones”. 33 Tiempo ordinario – B (Marcos 13,24-32)

IMG_8389Al hombre contemporáneo no le atemorizan ya los discursos apocalípticos sobre «el fin del mundo». Tampoco se detiene a escuchar el mensaje esperanzador de Jesús, que, empleando ese mismo lenguaje, anuncia sin embargo el alumbramiento de un mundo nuevo. Lo que le preocupa es la «crisis ecológica». No se trata solo de una crisis del entorno natural del hombre. Es una crisis del hombre mismo. Una crisis global de la vida en este planeta. Crisis mortal no solo para el ser humano, sino para los demás seres animados que la vienen padeciendo desde hace tiempo.

Poco a poco comenzamos a darnos cuenta de que nos hemos metido en un callejón sin salida, poniendo en crisis todo el sistema de la vida en el mundo. Hoy, «progreso» no es una palabra de esperanza como lo fue el siglo pasado, pues se teme cada vez más que el progreso termine sirviendo no ya a la vida, sino a la muerte. La humanidad comienza a tener el presentimiento de que no puede ser acertado un camino que conduce a una crisis global, desde la extinción de los bosques hasta la propagación de las neurosis, desde la polución de las aguas hasta el «vacío existencial» de tantos habitantes de las ciudades masificadas.

Para detener el «desastre» es urgente cambiar de rumbo. No basta sustituir las tecnologías «sucias» por otras más «limpias» o la industrialización «salvaje» por otra más «civilizada». Son necesarios cambios profundos en los intereses que hoy dirigen el desarrollo y el progreso de las tecnologías. Aquí comienza el drama del hombre moderno. Las sociedades no se muestran capaces de introducir cambios decisivos en su sistema de valores y de sentido. Los intereses económicos inmediatos son más fuertes que cualquier otro planteamiento. Es mejor desdramatizar la crisis, descalificar a «los cuatro ecologistas exaltados» y favorecer la indiferencia.

¿No ha llegado el momento de plantearnos las grandes cuestiones que nos permitan recuperar el «sentido global» de la existencia humana sobre la Tierra, y de aprender a vivir una relación más pacífica entre los hombres y con la creación entera?

¿Qué es el mundo? ¿Un «bien sin dueño» que los hombres podemos explotar de manera despiadada y sin miramiento alguno o la casa que el Creador nos regala para hacerla cada día más habitable? ¿Qué es el cosmos? ¿Un material bruto que podemos manipular a nuestro antojo o la creación de un Dios que mediante su Espíritu lo vivifica todo y conduce «los cielos y la tierra» hacia su consumación definitiva?

¿Qué es el hombre? ¿Un ser perdido en el cosmos, luchando desesperadamente contra la naturaleza, pero destinado a extinguirse sin remedio, o un ser llamado por Dios a vivir en paz con la creación, colaborando en la orientación inteligente de la vida hacia su plenitud en el Creador?

José Antonio Pagola

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

“Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.”. Domingo 17 de noviembre de 2024. Domingo 33º del tiempo ordinario

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en “Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.”. Domingo 17 de noviembre de 2024. Domingo 33º del tiempo ordinario

60-ordinarioB33 cerezoLeído en Koinonia:

Daniel 12, 1-3: Por aquel tiempo se salvará tu pueblo.
Salmo responsorial: 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Hebreos 10, 11-14. 18: Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Marcos 13, 24-32: Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.

Cercanos ya al final del año litúrgico, la liturgia de hoy nos presenta a través de la lectura del libro de Daniel y del evangelio, textos relativos al final de los tiempos. En efecto, el pasaje de Daniel anuncia la intervención de Dios a favor de sus fieles a través de Miguel, el ángel encargado de proteger a su pueblo. Estas palabras de Daniel hay que enmarcarlas en el marco amplio de todo el libro cuyo género y estilo corresponden a la corriente apocalíptica bastante popularizada a finales del período veterotestamentario. Todo el libro de Daniel es un llamado a la esperanza, característica principal de toda la literatura apocalíptica. No se trata tanto de una revelación especial de lo que sucederá al final de los tiempos, cuanto la utilización de imágenes que invitan a mantener viva la esperanza, a no sucumbir ante la idea de una dominación absoluta de un determinado imperio. El texto que leemos hoy es subversivo para la época, pues invita al rechazo del señorío absoluto de los opresores griegos de aquel entonces que a punta de violencia se hacían ver como dueños absolutos de las personas, del tiempo y de la historia.

Por su parte el evangelio nos presenta una mínima parte del «discurso escatológico» según san Marcos. Un poco antes de comenzar la narración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, los tres sinópticos nos presentan palabras de Jesús cargadas de sabor escatológico.

El pasaje de hoy hay que leerlo a la luz de todo el capítulo 13. Es más, conviene que en casa o en el grupo lo leamos completo y, de ser posible, leamos también el discurso escatológico de Mateo y de Lucas, eso nos ayudará a ver mucho mejor las semejanzas y las diferencias entre los tres y, por otro lado, nos facilitará una mejor comprensión del sentido y finalidad que cada uno quiso darle a esta sección.

Tengamos en cuenta que en ningún momento hablan los evangelistas del «fin del mundo», en sentido estricto, esa es una interpretación equivocada que no ha traído los mejores resultados ni a la fe del creyente ni a su compromiso con el prójimo y con la historia. No es éste, con palabras sacadas de aquí y de allá, el «fundamento» bíblico o teológico de las «postrimerías del hombre» de que nos hablaba el «catecismo del padre Astete», o de los «novísimos» que nos enseñaba la teología… O, por lo menos, no se debe reducir a eso.

Jesús no predica el fin del mundo, ése no era su interés. Las imágenes de una conmoción cósmica descrita como estrellas que caen, sol y luna que se oscurecen, etc., son una forma veterotestamentaria de describir la caída de algún rey o de una nación opresora. Para los antiguos, el sol y la luna eran representaciones de divinidades paganas (cf. Dt 4,19-20; Jr 8,2; Ez 8,16), mientras que los demás astros y lo que ellos llamaban «potencias del cielo», representaban a los jefes que se sentían hijos de esas divinidades y en su nombre oprimían a los pueblos, sintiéndose ellos también como seres divinos (Is 14,12-14; 24,21; Dn 8,10). Pues bien, en línea con el Primer Testamento, Jesús no pretende describir la caída de un imperio o cosa por el estilo, para él lo más importante es anunciar los efectos liberadores de su evangelio; y es que el evangelio de Jesús debe propiciar, en efecto, el resquebrajamiento de todos los sistemas injustos que de uno u otro modo se van erigiendo como astros en el firmamento humano.

Jesús es consciente y sabe que la única forma de rescatar, redireccionar el rumbo de la historia por los horizontes queridos por el Padre y su justicia, es haciendo caer los sistemas que a lo largo de la historia intentan suplantar el proyecto de la justicia querido por Dios, con un proyecto propio, disfrazado de vida pero que en realidad es de muerte. Esta tarea la debe realizar el discípulo, el que ha aceptado a Jesús y su proyecto. Recordemos la intencionalidad teológica y catequética de Marcos: a Jesús, el Mesías (cuyo «secreto» se mantiene a lo largo de todo el evangelio), sólo se le puede conocer siguiéndolo; y bien, el seguimiento implica no sólo ir detrás de él, implica además, tomar el lugar de él, asumir su propuesta como propia y luchar hasta el final por su realización.

Discípulas y discípulos están entonces comprometidos en ese final de los sistemas injustos cuya desaparición causa no miedo, sino alegría, aquella alegría que sienten los oprimidos cuando son liberados. Ésa debiera de ser nuestra preocupación constante y el punto para discernir si en efecto nuestras tareas de evangelización y nuestro compromiso con la transformación de lo injusto en relaciones de justicia está causando de veras el efecto que debe tener el evangelio, o si simplemente estamos ahí a merced de las corrientes del momento esperando quizás que se cumpla lo que no ni siquiera pasó por la mente de Jesús. Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

17.11.24 Entonces verán al Hijo del Hombre (Mc 13, DOM 33 TO)

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en 17.11.24 Entonces verán al Hijo del Hombre (Mc 13, DOM 33 TO)

IMG_8633Del blog de Xabier Pikaza:

Este sol y esta luna no se apagarán para que el mundo quede a oscuras, sino para que pueda brillar y brille el Hijo del Hombre a quien todos verán, viniendo con gran gloria, con su luz más alta, alumbrándoles con ella. En ese sentido se puede afirmar que al final no hará falta sol o luna porque el Hijo del Hombre (Dios y su Cordero: cf. Ap 21, 23; 22, 5) serán directamente luz y vida para todos los elegidos.

Venida del Hijo del hombre (13, 24-27)

La señal que los cuatro habían pedido a Jesús (13, 4) era la Abominación de 13, 14, pues ella está vinculada, de un modo general, al cumplimiento de “todas estas cosas” (13, 4), que aluden sobre todo a la caída del templo de Jerusalén. Pero, en sentido más profundo, la señal definitiva será el Hijo de Hombre que viene, como culmen del evangelio.

 (a. Tiempo) 24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación,

(b. Des-astre) el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; 25 las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se tambalearán;

(c. Hijo del hombre) 26 y entonces verán al Hijo del humano viniendo en nubes con gran poder y gloria.

(d. La gran reunión) 27 Y entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo.

Ésta es la afirmación central de la escatología de Marcos, una palabra que, unida al camino de muerte y resurrección de Jesús, constituye el eje de su evangelio. Podían decirse y se decían (o se dirán) palabras semejantes sobre la venida del Hijo del hombre en otros lugares del judaísmo de aquel tiempo, partiendo de Dan 7, 13-14 (como en la tradición de Henoc y en la de Esdras), pero sólo los cristianos identifican al Hijo del hombre con Jesús crucificado y le interpretan en ese contexto.

            Significativamente, este Hijo de Hombre viene “después de aquella tribulación”, de manera que no tiene que combatir directamente contra el Anticristo o contra el Diablo (o contra alguna otra figura satánica). No tiene rasgos guerreros, ni vence luchando a sus enemigos. Por eso, su venida no puede entenderse en forma de violencia, como resultado de algún tipo de guerra, sino como triunfo de la gracia sobre la violencia. Éste es el centro de la “teodicea” cristiana, la defensa de Dios, la manifestación suprema de su poder y gloria, como salvación de los elegidos[1].

 13, 24a. Tiempo final, en aquellos días

24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación,

             La escena empieza con un corte: pero (alla). Frente a todo lo anterior surge algo nuevo, distinto. Éste es el pero de Dios, que se alza y revela como divino frente a todas las cosas de los hombres, desde la altura suprema (o desde el final) de la historia, no para condenar a nadie (no hay ninguna condena), sino para mostrarse divino y salvar a los “elegidos” (a los suyos), desde los cuatro extremos del orbe. Significativamente, aquí no se dice nada de infierno, en contra del esquema dual (buenos y malos, salvados y condenados) que aparece en otros textos significativos de la Biblia (como Dan 12, 1-3 o Mt 25, 31-46)[2]. Tampoco se habla aquí de Gehena, como en Mc 9, 43-47, sino sólo de la salvación de los elegidos, como seguiremos viendo.

           − En aquellos días (en ekeinais tais hêmerais) es una frase hecha que se emplea en las narraciones simbólicas (fábulas y cuentos) para indicar un tiempo indeterminado, pero de gran importancia. Es una frase que aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento (desde Mt 3, 1 hasta Ap 9, 6; y dentro de Maros en 1, 9; 8, 1), y que denota un tiempo indefinido que no quiere o no puede especificarse más. De todas formas, aquí se vincula, de manera más concreta, al período que empieza con la Abominación de la Desolación (13, 14), un período que 13, 19 ha definido como tiempo de la crisis más grande de la historia.

Después de aquella tribulación, señalada de un modo especial en 13, 19, tras “el despliegue” de la Abominación de 13, 14 y de la gran lucha que sigue… Según eso, el tiempo de la Abominación y el del Hijo del Hombre no coinciden, ni ellos (el Abominable y el Cristo) luchan entre sí, sino que el “tiempo” del Hijo de Hombre (si es que puede interpretarse como tiempo) viene “meta”, es decir, después que se han agotado y terminado los días de la Abominación.

             Se trata, por tanto, de un tiempo que es próximo (como he venido mostrando la dinámica del evangelio, desde 1, 14-15 hasta 9, 1), pero que, por otra parte, se abre de un modo indefinido, que está marcado por la misión del evangelio en todo el mundo (13, 10; 14, 19).

De esa forma, el Jesús de Marcos libera a sus oyentes de la angustia vinculada a la inmediatez apocalíptica (¡no se puede decir que el fin viene ya, en un tiempo prefijado, pero muy cercano!), para ofrecerles una tarea de misión universal. En esa línea debemos añadir que el tiempo de la misión del evangelio es tiempo de prueba (de gran tribulación), que se extiende y abre, trazando un camino de seguimiento de Jesús y de creación de comunidades. Puede ser un tiempo “largo”, pero no es tiempo sin fin, sino que culminará con la gran manifestación del Hijo del Hombre, vinculada a los signos de un desastre cósmico.

 13, 24b-25. Des-astre, el sol se oscurecerá

el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; 25 las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se tambalearán;

             Tomo esa palabra (des-astre) en su sentido fuerte, como destrucción del orden astral donde se sustenta (o refleja) la vida de la tierra y la historia de los hombres. Como la Biblia sabe y dice, desde su perspectiva cósmica (Gen 1, 14-19, el día cuarto), en el centro de su gran Semana creadora, Dios ha fijado el orden de la bóveda celeste, con el sol, luna y estrellas, por “encima” de la tierra, para iluminarla y hacer así posible que exista vida en ella. Por eso, el fin de la historia actual viene marcado con la destrucción de ese orden, es decir, con el gran des-astre, algo que sólo Dios puede realizar.

            Los fenómenos anteriores, incluidos en la gran tribulación, sucedían antes en el plano de la tierra (terremotos, hambre), y en el plano de la historia de los hombres (guerras, persecuciones, abominación, engaños, huída…), aunque en ella viniera a proyectarse la sombra de Satán, a quien hemos visto luchando contra Jesús desde 1, 13 (pasando por 3, 23-26 y 4, 15). Ahora, al final, interviene otro agente, que es Dios, que aparece como causa del gran des-astre, con sus dos vertientes. (a) La destrucción del orden cósmico actual. (b) La creación de un orden nuevo de salvación, centrado en el Hijo del hombre (y no en este sol, luna y estrellas).

            El primer motivo (destrucción del orden astral) aparece en la Biblia desde antiguo y puede vislumbrarse ya su “riesgo” en Gen 7, cuando se supone que Dios abrió las “compuertas” que cierran y regulan la caída de las aguas del gran mar que se extiende sobre la bóveda celeste, amenazando con inundar y ahogar toda forma de vida sobre la tierra. Pero Dios se “arrepintió”, cerró luego las compuertas, dejó que la tierra se secara e inicio un nuevo camino de historia prometiendo a los hombres que “mientras dure la tierra” seguirá habiendo frío y calor, verano e invierno, noche y día, con los astros regulando la vida desde arriba (cf. Gen 8, 1. 20-22). Pues bien, Mc 13, 24 supone que ha llegado ya el fin para el orden de la tierra.

            En esa línea, siguiendo una antigua tradición, que no sólo es judía sino que aparece en relatos míticos (cosmogónicos) de muchos pueblos, desde la India hasta Grecia (e incluso en la América pre-colombina), 2 Ped 3, 6-7 asegura que el primer mundo fue destruido por el agua (en tiempos de Noé) y que este mundo actual (el último) lo será por el fuego, a través de una gran conflagración o incendio cósmico, que se vincula de algún modo con el infierno. Pues bien, este pasaje de Marcos no introduce ni evoca esos motivos (del agua y del fuego). Ciertamente, Marcos recuerda, en otro contexto, el fuego sin fin de la Gehena (9, 43-47); pero aquí, al final de todo, no hay fuego ninguno ni incendio, sino sólo el apagamiento del orden astral de la actualidad.

            Este des-astre ha sido evocado, de un modo más poético que “científico”, en diversos textos del Antiguo Testamento, muy semejantes al nuestro (tejido con citas de Is 13, 10; 34, 4; Joel 2, 10. 31; 3, 15). En ellos se supone un gran oscurecimiento (y también un derrumbamiento). Según la cosmología de aquel tiempo, el orden actual de la tierra (y la historia humana) existe porque hay luz de sol y de luna, y porque las estrellas están “fijadas” en el cielo, sin caerse. La manera más sencilla de imaginarse el fin es un gran “apagamiento” del sol y de la luna, que dejan de emitir su luz, dejando todo a oscuras. No hacen falta más terrores, sólo una gran oscuridad, con los astros cayendo como meteoritos sobre la faz de la tierra.

            De esa forma, Marcos ha compuesto un texto apocalíptico de gran sobriedad y de profundo efecto simbólico, sin apelar a ningún tipo de terrores, limitándose a recordar la fragilidad de un orden cósmico que surge de Dios y que Dios puede abandonar. Marcos sabe que los grandes y pequeños astros no son divinos, ni eternos, sino que pueden apagarse y que, de hecho, se apagarán un día (que él relaciona con el pecado de los hombres y en especial con la Abominación, evocada en 13, 14). No ha tenido que vincular de un modo más preciso esos momentos (la maldad de los hombres, la Abominación histórica, el oscurecimiento de los astros), aunque supone que están relacionados. Pero más que esa relación destructora (que algunos han visto en el Apocalipsis de Juan), Marcos ha destacado la relación positiva que existe entre el fin de este mundo y la reunión salvadora de los elegidos.

            Estrictamente hablando, como seguiremos viendo, los astros no se apagan para castigar y condenar a los impíos (a los seguidores de la Abominación), que quedan así a oscuras y sufriendo un horror insufrible, como los perversos de Sab 17, 1−18, 4 en Egipto, sino para salvar a los elegidos. Este sol y esta luna no se apagarán para que todo quede a oscuras, sino para que pueda brillar y brille el Hijo del Hombre a quien todos verán, viniendo con gran gloria, es decir, con su luz más alta, alumbrándoles con ella. En ese sentido se puede afirmar que al final no hará falta sol o luna porque el Hijo del Hombre (Dios y su Cordero: cf. Ap 21, 23; 22, 5) serán directamente luz y vida para todos los elegidos.

 13, 26. El Hijo del Hombre

26 y entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria.

             Atrás queda el signo de la Abominación (el Abominable), elevándose allí donde no debe (13, 14). Significativamente, Marcos no ha dicho qué ha pasado con el Abominable, ni siquiera una palabra evocando su ruina, aunque supone que su intento de dominio (de elevarse frente a Dios, ocupando su lugar) ha sido vano. En esa línea debemos añadir que, según Marcos, no ha existido (no se ha dado) una batalla apocalíptica, sino sólo un intento frustrado (el Abominable no ha logrado aquello que quería), con el triunfo final del Hijo del hombre, que viene cuando Dios quiere, sin necesidad de batalla ninguna (a diferencia de lo que aparece en 4 Esd 13, donde se dice que el Hijo del Hombre aniquilará a los enemigos con el aliento de su boca; cf. también Ap 19, 21).

Introducción, Hijo del Hombre. Como sabemos ya, el Hijo del hombre tiene poder de perdonar sobre la tierra, para que todas las cosas (incluso el sábado) se pongan al servicio de los hombres (cf. 2, 20.28). Su mismo gesto de perdón y su manera de entender-superar la ley le han llevado a dar la vida en gesto de servicio hacia los otros, como temáticamente ha indicado 8, 31. Pues bien, ese mismo Hijo de hombre (implícitamente vinculado siempre con Jesús), que empieza perdonando-ayudando a los demás, y sufre por ello, es quien ha de venir al fin en la gloria de su Padre, rodeado de los ángeles santos (cf. 8, 31 y 8, 38). Esa unión de sufrimiento y gloria subyace en este pasaje, vinculando la entrega de los discípulos (13, 8-13) y la venida final del Hijo del hombre glorioso, para recoger a los elegidos de los cuatro extremos de la tierra y conducirles a su Vida (13, 27)[3].

La novedad de este pasaje (Mc 13, 24-279, en su conjunto, no está en la promesa de la venida final del Hijo del hombre (cosa que puede encontrarse ya en Dn 7), ni tampoco en su posible función de juez final (que han desarrollado más las Parábolas de 1 Henoc, en contexto no cristiano), sino en que identifica al Hijo del hombre que viene (es culminador cósmico o juez final) con el mismo hombre Jesús que ha perdonado los pecados, ha superado la vieja ley del sábado y ha sido entregado, ofreciendo su vida a favor de los demás (cf. 10, 45).

La tradición judía conocía la figura del Hijo del hombre, pero sus rasgos en Marcos (poder sobre la tierra, entrega y culminación escatológica) sólo han podido vincularse en concreto desde la experiencia cristiana, que presenta a Jesús como encarnación personal y realización histórica de la figura antes dispersa, multiforme o puramente evocativa de ese Hijo del hombre, tanto en Dn 7 (donde aparecía tras el juicio) como en 1 Henoc 37-71 y 4 Esdras 13 (donde venía también al fin de la historia).

Marcos ha sido el primero que ha escrito la historia humana de Jesús Hijo del Hombre, presentándola en su evangelio de una forma personal, encarnada y coherente. Desde ese fondo ha escrito la historia de Jesús, Hijo del Hombre, cuya figura se centra en tres momentos. (a) Es sembrador de reino: perdona los pecados y supera la vieja ley (sábado), en gesto de amor liberador que se dirige a los pobres y perdidos de la tierra (2, 10.28). b) Es aquel que sufre y entrega la vida por el reino, como hemos señalado de una forma programada en el camino de subida a Jerusalén (8, 31; 9, 31; 10, 33). (c) Por último, Hijo del hombre es aquel que ha de venir en la gloria final (8, 31; 13, 26; 14, 62), en gesto de culminación que asume y lleva a su pleno desarrollo los rasgos anteriores.

Esos tres momentos ofrecen el perfil mesiánico de Jesús, como implícitamente indica Marcos cuando reinterpreta el título de Cristo en términos de Hijo del hombre, tanto en 8, 29-31 como en 14, 61-62 (como veremos en su lugar). Por eso, este pasaje (Mc 13, 26. 27) que anuncia la venida final del Hijo del hombre, que envía a los ángeles y reúne a los elegidos, ha de verse a partir de todo el evangelio. Aquel que vendrá tras el oscurecimiento del sol y la luna, y la caída de la estrellas (13, 24-25), no es un ser divino indeterminado, un ángel supremo, ni tampoco un mediador al estilo de aquellos que aparecen en Daniel, 1 Henoc o 4 Esdras, sino el mismo Jesús que ha realizado sus signos de reino en la tierra y que ha muerto por cumplir con fidelidad lo que ellos exigían.

Venida final. Ahora podemos comentar ya el texto, señalando que su visión de la venida del Hijo del hombre ha de entenderse a la luz de la experiencia pascual (cf. 16, 6-7), que es una anticipación y primer cumplimiento de la culminación escatológica, que no se identifica con la gran crisis (13, 21-23), sino después de ella (13, 13, 24-27), como sucedía ya al principio de la historia mesiánica de Jesús que no empezaba en el bautismo, sino después, cuando Jesús había salido del agua (cf. 1, 10- 11). Entonces le verán no sólo los cuatro testigos de 13, 2, sino los jueces de 14, 61-62, de una manera, gloriosa, definitiva, inapelable.

 − Verán al Hijo de hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria. Este pasaje es una cita de Dan 7, 13-14, pero ahora ya no es sólo el profeta el que “ve” al Hijo de Hombre, sino que le verán (opsontai) un grupo indeterminado de personas, que se identifican sin duda con todos los hombres y mujeres de la historia final (y quizá, de un modo más preciso, con aquellos que han perseguido a los cristianos). No se dice más, simplemente que “le verán”, en medio de la gran noche (pues sol y luna se han oscurecido y los astros han caído). Eso significa que él viene como gran luz, como nuevo “cielo de Dios”, realizando de manera más alta (salvadora) la función que antes realizaban sol y luna. Significativamente, el joven de la tumba vacía utiliza esa misma palabra para decir a las mujeres que ellas y los discípulos verán (opsesthe) a Jesús resucitado en Galilea, de esa forma se identifican la venida del Hijo del Hombre y la experiencia pascual de Jesús. Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

17.11.24. Miguel o Jesús ¿Quién resucita? ( Daniel 12, 1-3, Dom 33 TO).

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en 17.11.24. Miguel o Jesús ¿Quién resucita? ( Daniel 12, 1-3, Dom 33 TO).

IMG_8619Del blog de Xabier Pikaza:

Muchos cristianos prefieren la resurrección de Miguel/Daniel que la de Jesús, empezando por las  historias apocalípticas made in USA. Será bueno plantear el tema, tal como lo hace  la primera lectura de la misa de este Dom 33 TO  (17.11.24), que puede compararse con la profecía de  Isaías II, de la que traté hace dos días.

Jesús conocía los dos temas, Isaías II y Daniel. En sentido externo parece más cerca de Daniel, en sentido interno está  más cerca de Isaías, aunque no todos aceptarán mi opinión

Ése es el tema: Si resucitamos y cómo lo haremos. En este contexto leeré y comentaré brevemente el texto de Daniel, ofreciendo después una interpretación más extensa, para quienes quieran seguir pensando. Se trata de relacionar la resurrección angélica de los sabios de Daniel (por obra de Miguel Arcángel) y la resurrección humana (divinamente humana) de Jesús, por amor de Dios Padre, empezando por los pobres, enfermos y excluidos de la la tierra (conforme al Adviento cristianos, que vamos a preparar dentro de dos semanas). Buen domingo a todos. Tomo lo que sigue de La Palabra se hizo carne.

Daniel 12, 1-3

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, para toda la eternidad.

BREVE LECTURA DE DANIEL

En aquel tiempo, entonces…  Es el tiempo de la gran crisis antioquena/Macabea (165-162 a.C.). Los helenistas de Antioquía, con el rey Antíoco de Siria persiguen a los judíos piadosos (yahvistas). Será tiempo difícil, está en riesgo la existencia de Israel como pueblo de Yahvé, de Jerusalén como ciudad de Dios.

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo.  No hay posible salvación humana, ni por guerra (como quieren algunos macabeos), ni por martirio y testimonio de vida (como quieren otros judíos del entorno macabeo). La única solución es que intervenga Miguel, el ángel guerrero de Dios… La nueva humanidad surgirá por intervención “angélica”, a través de un tipo de “guerra de galaxias”, en contra del mensaje de Jesús

Muchos de los que duermen en el polvo despertarán  No hay más solución que una resurrección de los muertos…  por obra de Dios, a través de  Miguel, ángel guerrero, capitán de las milicias de Dios. No se dice cómo será.. Pero ha de entenderse como “recreación” angélica de la humanidad….. Dios hará surgir  una humanidad distinta, pero no desde la nada, como al principio (Génesis 1),  sino desde lo que ha sido la vida anterior de los hombres, a través de una intervención angélica, dirigida por Miguel.

El salvador no es Cristo/hombre (no hay encarnación),  ni evangelio de Navidad, ni muerte en Cruz de Cristo, ni amor hasta la muerte por los demás… El Mesías/Salvador es el ángel guerrero/juez de Dios, Miguel. Dios no redime a los hombres por amor, no se encarna en ellos para enseñarles amor, sino que les manda el ejército, para matar a los malos y salvar a los buenos.  No se dice si han muerto todos/todos…. Y si se trata de una muere y resurrección particular de algunos…

Unos para la vida eterna (vida sin muerte). Es evidente que son resucitados para la vida eterna son los justos mártires… Los sabios, que  brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, para toda la eternidad.

Este no es un cielo para guerreros, ni para pobres, sino para sabios… Es un  cielo para los sabios de la República de Platón, para filósofos elitistas como los de Qumrán…

  • (a) Resucitan los sabios (maskilim): Los que han mantenido en buen conocimiento Serán como estrellas del cielo (se supone que los sabios son como ángeles bajados  del cielo… que volverán al cielo, como estrellas de Dios)
  • (b) Entre los sabios sobresalen los maestros… Los que han enseñado la buena justicia, la sabiduría). Un cielo de sabios, de maestros…Un cielo de privilegiados un cielo de ángeles, un cielo de estrellas lucientes, no de pobres, enfermos, excluidos del mundo como los amigos de Jesús. Los no sabios… los ignorantes, los malos judíos… serán avergonzados… Vivirán una vida de “ignominia·.
  • Diferencia de Jesús. La resurrección y cielo no viene por guerra, ni por obra de Miguel, sino por el testimonio de vida (amor mutuo, servicio a los pobres y enfermos de Jesús).La salvación no es una transformación astral (los salvados no serán estrellas del firmamentos, sino nueva humanidad)

ESTUDIO EXEGÉTICO. LECTURA  DE CONJUNTO DEL LIBRO DE DANIEL 

 El libro de Daniel consta de dos partes principales.

(a)  Dan 1-6 presenta a Daniel como asceta (vegetariano) y vidente, intérprete de sueños, testigo de Dios entre los poderosos del mundo.

(b) Dan 7-12 le presenta como profeta sabio y resistente judío, en el contexto de la guerra de los macabeos. En su forma actual (sin los añadidos de LXX Dan 1. 24‒90 y Dan 13‒14), ha sido fijado en tiempos de Antíoco IV (167‒164 a.C.), en el contexto de la profanación del templo y de la persecución contra los judíos fieles a su ley y tradiciones, en un momento en que el rey pagano abre su boca y profiere insolencias contra Dios (Dan 7, 8.11. 25), suprimiendo las ofrendas y sacrificios de templo y colocando sobre el altar de Yahvé la “abominación de la desolación” (Dan 9,27; 12,11; cf. Mt 24,15; Mc 13,14).

DANIEL 2. CUATRO IMERIOS  

 [Estatua] Tú, oh rey, has tenido esta visión: una enorme estatua, de extraordinario brillo, de aspecto terrible, se levantaba ante ti. La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla.

[Piedra] Tú estabas mirando… cuando una piedra se desprendió, sin intervención de mano alguna, y dio a la estatua en sus pies de hierro y arcilla…, pulverizando todo: hierro, arcilla, bronce, plata y oro… Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra.

[Interpretación. Cuatro reinos] Tú, oh rey, rey de reyes… eres la cabeza de oro. Después de ti surgirá otro reino, inferior a ti, y luego un tercer reino, de bronce, que dominará la tierra entera. Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que todo lo pulveriza y machaca: como el hierro qué aplasta, así él pulverizará y aplastará a todos los otros. Y lo que has visto, los pies y los dedos, parte de arcilla de alfarero y parte de hierro, es un reino que estará dividido…

[Quinto reino] En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo suscitará un reino que jamás será destruido, y no pasará a otro pueblo… sino que subsistirá eternamente… (Dan 2, 31-44).

  Interpretación   

Entendida así, la Estatua es el Gran Ídolo, el Antidios, la humanidad elevada como poder imperial, que quiere dominarlo y controlarlo todo. Pero Dios hace que descienda contra ella una piedra que parece inútil (cf. Sal 118, 22; Mc 12, 10), pues “no viene de manos humanas”, ni forma parte del edificio de la humanidad divinizada, pero que proviene del Monte de Dios, que es Sion con el templo, destruyendo así la estatua de los cuatro imperios opresores.

Según eso, hay cuatro imperios sucesivos, que forman una única estatua idolátrica, una “humanidad de violencia”, que va del oro al hierro (Dan 2, 31-44). Pero vendrá una quinta edad (quinta-esencia), que no es ya resultado de una acción de hombres (que elaboran los metales y construyen imperios), sino que se inicia con una “piedra” sobrenatural, que proviene de Dios…

DANIEL 7. Cuatro bestias y juicio de Dios

 Los metales de Dan 2 se vuelven animales/bestias que brotan del mar grande. No son una expresión del poder vital del cosmos (como los vivientes de Ez 1 y Ap 4-5), ni portadores del trono, sino antagonistas de Dios. En la estatua de Dan 2 los cuatro parecían semejantes. Por el contrario, en Dan 7 la cuarta bestia se distingue por su maldad de las tres anteriores: El león alado es Babilonia. El oso es en principio el imperio de los medos, pero se aplica después a los persas. El rápido leopardo es Alejandro Magno. El cuarto viviente no es ya un animal (águila o toro), sino un monstruo, sin rostro ni figura que sirva de comparación, con un cuerno que profiere insolencias (Dan 7, 7-8). Se trata, sin duda, de Antíoco Epífanes, rey perverso, que representa el pecado total contra Dios:

Seguía mirando y vi que colocaron unos tronos y un Anciano de Días se sentó. Su vestido era blanco como la nieve, el cabello de su cabeza como lana blanquísima. Su Trono era llamas de fuego, sus ruedas fuego abrasador… El Tribunal tomó asiento el tribunal y se abrieron los libros. Yo seguí mirando, a causa de las palabras insolentes de aquel cuerno; estaba mirando, hasta que mataron a aquel viviente, lo descuartizaron y lo echaron al fuego. A los otros vivientes les quitaron el dominio, pero les dieron una prolongación de vida hasta un tiempo y hora (determinados) (Dan 7, 9-12).

La historia bíblica aparece condensada en esta cuarta fiera que, conforme a Dan 7,25, se ha elevado contra Dios y ha blasfemado, de forma que Dios mismo debe manifestarse y responderle, pero no lo hace de un modo militar sin estrictamente judicial: Se abrieron los libros y comienza el juicio. No se exponen los cargos de la acusación, ni se transcribe la sentencia, pero resulta claro que ese Cuerno (Antíoco) ha sido condenado, pues lo matan para descuartizarlo y echarlo al fuego. Y después:

Yo seguí mirando, en mi visión por la noche, y he aquí un como Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, llego hasta el Anciano de Días y se acercó a su presencia. Y a él se le dijo dominio y gloria y reino y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su dominio será dominio eterno, no cesará, su reino no será destruido (Dan 7, 13-14) [4].

 Frente a los vivientes/bestias, que se alzaban contra Dios (brotando del mar/caos), surgirá el ser humano, en las nubes del cielo, en la altura divina, como creación perfecta, revelación de Dios, reverso de las bestias destructoras, el pueblo mesiánico de los Santos del Altísimo, ángeles u hombres, como indicaremos al tratar al tratar de Jesús, Hijo de hombre (cf. cap. 15).

  Dan 12, 1‒3. Resurrección de los muertos

Con la destrucción del destructor (Antíoco IV) comenzará el tiempo final, de manera que al Hijo de hombre “se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás” (Dan 7, 14). Un pasaje posterior identifica ese Reino del Hijo del Hombre con el “pueblo de los santos del Altísimo, que pueden ser ángeles o israelitas triunfantes. Lo único seguro es que su Reino será eterno y todos los imperios le servirán y le obedecerán (Dan 7, 27) [5].

Por otra parte, la tradición judía, tal como aparece en algunos textos de Qumrán, habla de un Mesías de Leví (vinculado al templo, con el sacerdocio) y de un Mesías de David (en línea regia), de manera que podemos hablar de cuatro o cinco tipos de esperanza mesiánica (sacerdotal, política, angélica, de todos el pueblo israelita) [6]. El libro de Daniel deja ése y otros temas abiertos, pero insistiendo al final en la imagen más poderosa de la resurrección de los muertos, con la que puede empalmar la destrucción de las bestias, y en especial de la cuarta:

 En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está para servir a los hijos de tu pueblo. Será tiempo de angustia, como nunca lo hubo desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será liberado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua. Los sabios resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, para siempre (Dan 12, 1-2).

 Éste es el final más significativo del libro de Daniel: Queda a un lado la purificación escatológica del templo (realizada el 164 a.C., tras la victoria de Judas Macabeo) y la venida del Hijo del hombre (con un Reino que sustituye a los anteriores). Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

“Ucrania, Gaza, Líbano, Valencia…. ¿el fin del mundo?” Domingo 33. Ciclo B

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en “Ucrania, Gaza, Líbano, Valencia…. ¿el fin del mundo?” Domingo 33. Ciclo B

IMG_8609

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En el siglo I, sobre todo en las décadas en las que se escribieron los evangelios, ocurrieron cosas parecidas. Un terremoto en Asia Menor que destruyó doce ciudades en una sola noche (año 61). Otro terremoto en Pompeya y Herculano (año 63). Incendio de Roma (año 64). Rebelión de los judíos contra Roma, guerra que durará hasta el año 70 y terminará con el incendio de Jerusalén y de su templo. Nuevo terremoto en Roma (año 68). Guerra civil, con tres emperadores en un solo año: Otón, Vitelio y Vespasiano (año 69). Erupción del Vesubio (año 79).

            Estos fenómenos provocaron en muchos sectores cristianos la certeza del fin del mundo. Y los tres evangelistas sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) consideraron fundamental incluir un largo discurso de Jesús a propósito de este tema. Su idea fundamental es tranquilizar los ánimos, y consolar anunciando la vuelta de Jesús. Este convencimiento de que la vuelta de Jesús era inminente recorre todo el Nuevo Testamento, desde su primer escrito, la carta de Pablo a los Tesalonicenses, hasta el último, el Apocalipsis, que termina con las palabras: «Ven, Señor Jesús».

El fragmento de Marcos seleccionado para este domingo se centra en las señales que precederán al fin del mundo y el momento en el que tendrá lugar, insistiendo en que lo fundamental es la vuelta de Jesús. Aquí radica el punto débil de las lecturas de hoy. En el siglo I, algunos cristianos podían estar convencidos de que el fin del mundo y la vuelta de Jesús eran inminentes. Hoy día, salvo los Testigos de Jehová (y ellos mismo han tenido que actualizar sus cálculos), nadie lo cree.

Por consiguiente, cabe el peligro de convertir la homilía en una conferencia sobre la mentalidad cristiana del siglo I a propósito de las grandes desgracias. Sin embargo, en medio de ese lenguaje anticuado, las lecturas encierran gran dosis de esperanza y consuelo, muy necesarias hoy día.

Tres años terribles (169-167 a.C.) y el comienzo de la apocalíptica

            Los años 169-167 a.C. fueron especialmente duros para los judíos. El 169, Antíoco Epífanes, rey de Siria, invadió Jerusalén, entró en el templo y robó todos los objetos de valor, después de verter mucha sangre. El 167, un oficial del fisco enviado por el rey mata a muchos israelitas, saquea la ciudad, derriba sus casas y la muralla, se lleva cautivos a las mujeres y los niños, y se apodera del ganado. Al mismo tiempo, Antíoco, obsesionado por imponer la cultura griega en todos sus territorios, prohíbe a los judíos ofrecer sacrificios en el templo, guardar los sábados y las fiestas, y circuncidar a los niños [como si a nosotros nos prohibieran celebrar la eucaristía y bautizar a los niños]; y manda contaminar el templo construyendo altares y capillas idolátricas, y sacrificando en él cerdos y animales inmundos.

          IMG_8610  Estos acontecimientos provocaron dos reacciones muy distintas: una militar, la rebelión de los Macabeos; otra teológica, la esperanza apocalíptica, que encontramos reflejada en la 1ª lectura de hoy.

            Apocalipsis significa “revelación”, “desvelamiento de algo oculto”. La literatura apocalíptica pretende revelar un secreto escondido, que se refiere al fin del mundo: momentoen que sucederá, señales que lo precederán, instauración definitiva del Reino de Dios. Es una literatura de tiempos de opresión, de lucha a muerte por la supervivencia, de búsqueda de consuelo y de unas ideas que den sentido a su vida. La única solución consiste en que Dios intervenga personalmente, ponga fin a este mundo malo presente y dé paso al mundo bueno futuro, el de su reinado.

… y la respuesta del libro de Daniel (1ª lectura)

En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todo los que se encuentren inscritos en el Libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horno eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

            Se anuncia al profeta que habrá un tiempo de angustia como no lo ha habido nunca; pero, al final, se salvará su pueblo, mientras que los malvados serán castigados. Todo esto no puede ocurrir en este mundo, el autor está convencido de que este mundo no tiene remedio. Ocurrirá en el mundo futuro, cuando unos resuciten para ser recompensados y otros para ser castigados. Entre los buenos el autor destaca a los doctos, a los que enseñaron a la multitud la justicia, que brillarán como las estrellas, por toda la eternidad. Con ello deja clara su opción política y religiosa: la solución no está en las armas, como piensan los Macabeos.

Una década fatal (60-70 d.C.)…

            Además de los datos que hemos indicado al comienzo, la comunidad cristiana sufre toda clase de problemas. Unos son de orden externo, provocados por las persecuciones de judíos y paganos: se les acusa de rebeldes contra Roma, de infanticidio y de orgías durante sus celebraciones litúrgicas; se representa a Jesús como un crucificado con cabeza de asno. Otros problemas son de orden interno, provocados por la aparición de individuos y grupos que se apartan de las verdades aceptadas. La primera carta de Juan reconoce que “han venido muchos anticristos”, no uno solo (1 Jn 2,18), y que “salieron de entre nosotros”.

… y la respuesta del evangelio de Marcos

            En este ambiente tan difícil, el evangelio de Marcos también ofrece esperanza y consuelo mediante un largo discurso (capítulo 13). La lectura de este domingo ha seleccionado algunas frases del final del discurso, a propósito de los interrogantes principales de la apocalíptica: las señales del fin del mundo el momento en el que ocurrirá. En medio, la gran novedad: la venida gloriosa del Señor.

Las señales del fin y la venida del Señor

Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

            Las señales no acontecen en la tierra, sino en el cielo: el sol se oscurece, la luna no ilumina, las estrellas caen del cielo. Pero lo que ocurre no provoca el pánico de la humanidad. Porque la desaparición del universo antiguo da lugar a la venida gloriosa del Señor y a la salvación de los elegidos. Indico algunos detalles de interés en estos versículos.

            1) A Dios no se lo menciona nunca. Todo se centra, como momento culminante, en la aparición gloriosa de Jesús.

            2) De acuerdo con algunos textos apocalípticos judíos, se pone de relieve la salvación de los elegidos. Esto demuestra el carácter opti­mista del discurso, que no pretende asustar, sino consolar y fomentar la esperanza, aunque no encubre los difíciles momentos por los que atravesará la Iglesia.

            3) A diferencia de otros textos apocalípticos, que conceden gran importancia a la descripción del mundo futuro, aquí no se hace la menor referencia a ese tema, como si pudiera descentrar la atención de la figura de Jesús.

            El momento del fin

“De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.” 

            La parte final contiene tres afirmaciones distintas: 1) vosotros podéis saber cuándo se acerca el fin (parábola de la higuera); 2) el fin tendrá lugar en vuestra misma generación; 3) el día y la hora no lo sabe más que Dios Padre.

            La segunda es la más problemática. Si se refiere a la caída de Jerusalén no plantea problema, porque tuvo lugar el año 70. Pero, si se refiere al fin del mundo, no se realizó. A pesar de todo, es posible que así la interpretasen muchos cristianos, conven­cidos de que el fin del mundo era inmi­nente. Así pensó Pablo en los primeros años de su actividad apostólica.

Una omisión incomprensible

            El discurso no termina ahí. Añade una exhortación capital: «¡Atención, estad despiertos!». Lo importante no es discutir o calcular, sino mantener una actitud vigilante, esperando contra toda esperanza. Los miles de personas que están ayudando de forma muy sacrificada a las víctimas de Ucrania, Gaza, Líbano, Valencia… nos enseñan cómo debemos responder a las múltiples tragedias de nuestro mundo.

 

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 17 de Noviembre de 2024

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 17 de Noviembre de 2024

B363A06C-1956-4933-808B-3DA8401EA5D5

“Aprended lo que os enseña la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca”

(Mc 13, 24-32)

Estos textos de tono apocalíptico son más bien oscuros y difíciles de comprender. La mente se nos va a esas películas que nos muestran el fin del mundo sin regatear en imaginación. Grandes cataclismos, invasiones de extraterrestres, cualquier cosa puede valer para explicar que esta materia, que este mundo, tal cual lo conocemos, puede terminar.

El fin de lo conocido nos aboca a las grandes preguntas, nos enfrenta con el sentido de la vida.

Pero en realidad, que el mundo continúe o no, es más bien secundario. Sin embargo, nuestra condición finita nos inquieta. De la misma manera que un día recibimos el aliento y estrenamos la vida en este mundo, un día entregaremos un último aliento y dejaremos esta realidad.

Si coincide con el fin de este mundo o no, no tiene tanta importancia porque para quien muere termina.

Pienso que estos textos quieren ayudarnos a tomar conciencia de que la vida pasa. Esta vida que conocemos y respiramos cotidianamente terminará y eso en principio no es injusto ni cruel, solamente es parte de la vida.

Podríamos decir que no tenemos la vida en propiedad, solo en usufructo. Se nos da por un tiempo para que la disfrutemos y la cuidemos. Después tendremos que devolvérsela a su dueño y Él nos dará otra.

Aquí las palabras y las comparaciones se quedan cortas, pero nos ayudan. La higuera con sus ramas tiernas anuncia la primavera que significa el fin del invierno. Una realidad que pasa y da inicio a otra. Lo mismo cada uno de nosotros. Un día moriremos y ese mismo día empezará algo nuevo. La vida en plenitud.

Oración

Quítanos el miedo a la muerte, Trinidad Santa. Enséñanos a mirarla como parte de la vida. Que nos dejemos transformar en brotes tiernos de vida resucitada.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

Dios no tiene futuro, es un eterno presente en el aquí y el ahora.

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en Dios no tiene futuro, es un eterno presente en el aquí y el ahora.

For Lawrence 4DOMINGO 33º (B)

Mc 13,24-32

Estamos en el c. 13 de Marcos, dedicado todo él al discurso escatológico. Este capítulo hace de puente entre los relatos de la vida de Jesús y la Pasión. Los tres sinópticos proponen un discurso muy parecido, lo cual hace suponer que algo tiene que ver con el Jesús histórico. Pero las diferencias entre ellos son tan grandes, que presupone una elaboración de las primeras comunidades. Es imposible saber hasta qué punto Jesús hizo suyas esas ideas. Tampoco debe sorprendernos que admitiera el común sentir.

Estamos ante una manera de hablar que no nos dice nada hoy. No se trata solo del lenguaje, como en otras ocasiones. Aquí son las ideas las que están trasnochadas y no admiten ninguna traducción a un lenguaje actual. Tanto en el AT como en el NT, el pueblo de Dios está volcado sobre el porvenir. Israel se encuentra siempre en tensión hacia la salvación que ha de venir… y nunca llega. Desde Abrahán, a quien Dios dice: “sal de tu tierra“, pasando por el éxodo hacia la tierra prometida; y terminando por el Mesías definitivo, Israel vivió siempre esperando de Dios la salvación que le faltaba.

La apocalíptica fue una actitud vital y un género literario. La palabra significa “desvelar”. Escudriñaba el futuro partiendo de la palabra de Dios. Nació en los ambientes sapienciales y desciende del profetismo. Desarrolla una visión pesimista del mundo, que no tiene arreglo; por eso, tiene que ser destruido y sustituido por otro de nueva creación. Invita, no a cambiar el mundo, sino a evitarlo. El futuro no tendrá ninguna relación con el presente. El objetivo era que la gente aguantara el chaparrón en tiempo de crisis.

Escatología, procede de la palabra griega “esjatón“, que significa “lo último”. Su origen es también la palabra de Dios, y su objetivo, descubrir lo que va a suceder al final de los tiempos, pero no por curiosidad, sino para acrecentar la confianza. El futuro está en manos de Dios y llegará como progresión del presente, que también está en manos de Dios, y es positivo a pesar de todo. Este mundo no será consumido sino consumado. Dios salvará un día definitiva­mente, pero esa salvación ya ha comenzado aquí y ahora.

En tiempo de Jesús se creía que esa intervención definitiva, iba a ser inminente. En este ambiente se desarrolla la predica­ción de Juan Bautista y de Jesús. También en la primera comunidad cristiana se vivió esta espera de la llegada inmediata de la parusía. Solamente en los últimos escritos del NT, es ya patente un cambio de actitud. Al no llegar el fin, se empieza a vivir la tensión entre la espera del fin y la necesidad de preocuparse de la vida presente. Se sigue esperando el fin, pero la comunidad se prepara para la permanen­cia.

Hasta aquí hemos afrontado la salvación desde una visión mítica que ha durado miles y miles de años. Ahora vamos a situarnos en el nuevo paradigma en el que nos movemos hoy. Al superar la idea del dios intervencionista, se nos plantea un dilema. Por una parte, sabemos que Dios no tiene pasado ni futuro, sino que está en la eternidad. Por otro lado, el hombre no puede entender nada que no esté en el tiempo y el espacio. Meter a Dios en el tiempo es un disparate. Sacar al hombre del tiempo y el espacio, es tarea inútil.

Los novísimos (muerte, juicio, infierno y gloria) son viejísimos conceptos mitológicos que hoy no nos sirven para nada. Sabemos con absoluta certeza que no puede haber conciencia individual sin la base de un cerebro sano y activado. ¿Cómo podemos seguir aceptando una salvación para cuando no quede ni una sola neurona operativa? Piensa por tu cuenta, no sigas tragando el pienso que otros han preparado para ti, no sin antes haberte puesto orejeras para que la realidad no te espante. La realidad supera toda posible expectativa humana. Dios se ha dado todo, a cada uno, desde siempre.

Hoy sabemos que el tiempo y el espacio son productos de la mente. ¿Qué sentido puede tener el hablar de tiempo y espacio cuando ya no haya mente? Hablar de un cielo o infierno más allá de este mundo no tiene ningún sentido. Hablar de un “día del juicio”, cuando no haya tiempo ni espacio, es un contrasentido. Hablar de lo que Dios ha hecho en el pasado o de lo que va hacer en el futuro, es proyectar sobre él nuestros anhelos. Dios es un eterno presente. En el aquí y ahora debemos descubrir lo que está siendo para nosotros siempre. En el aquí y ahora debemos hacer nuestra su salvación.

No esperes más a salir de una mitología que nos ha mantenido pasmados durante tanto tiempo. Salta de la pecera donde has estado confinado y descubre el océano. Ni Dios tiene que cambiar nada ni Jesús tiene que volver al final de los tiempos a rematar su obra. Esperar que el bien triunfe sobre el mal, supone, no solo que existe el mal y el bien (maniqueísmo), sino que sabemos perfectamente lo que es bueno y lo que es malo y pretendemos, como en el caso de Adán y Eva, ser nosotros los que decidamos.

Todos los seres humanos que han vivido una experiencia cumbre, han experimentado la verdadera salvación que consiste en una conciencia clara de lo que son. Para alcanzar esa plenitud no se necesita ningún añadido a lo que ya es el hombre ni quitarle nada de lo que tiene. Desde esta perspectiva no necesitaríamos un Ser supremo que nos quite lo que no nos gusta y nos dé todo aquello que creemos necesitar y no tenemos. Tú lo eres todo. Estás en la plenitud de ser y puedes vivir lo absoluto que hay en ti aquí y ahora.

No tienes que esperar ninguna salvación que te venga de fuera, porque ahora mismo estás absolutamente salvado. La plenitud está ya en ti. Solo tienes que tomar conciencia de lo que eres y vivirlo. Todo está en ti en el momento presente. Nadie te puede añadir nada ni quitar nada de lo que te es esencial. En ningún momento futuro tendrás más posibilidades de ser tú mismo que en este precioso instante. Eres ya uno con todo en el instante presente y no hay ningún otro instante mejor que este.

Todo miedo y ansiedad debe desaparecer de tu vida, porque todas tus expectativas están ya cumplidas sin limitación posible. Si echas en falta algo es que aún estás en tu falso ser y pesa más lo accidental que lo esencial. Ningún tiempo pasado fue mejor y ningún tiempo futuro puede ser mejor que el ahora. Lo que te ha pasado, lo que te pasa y lo que te pasará es lo mejor que te puede pasar. Deja de dar valor a las circunstancias positivas y deja de temer las adversas. Descubre lo que eres y vívelo.

Todo el que te prometa una salvación para mañana o para después de tu muerte te está engañando. Si alguien te convence de que eres una mierda y tiene que venir alguien a sacarte de tus miserias, te está engañando. Aquí y ahora puedes descubrir en ti una absoluta plenitud y alcanzar la felicidad sin límites. No esperes a mañana porque mañanas estarás en las mismas condiciones que hoy. Muchos seres humanos, a través de la historia lo han conseguido, ¿por qué no lo vas a conseguir tú?

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

Jesús, norma definitiva de vida

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en Jesús, norma definitiva de vida

c9c8c92f-b049-4ed1-9508-b0fe5a64ec89Mc 13, 24-32

«Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria»

El mensaje que encierra el texto de Marcos es muy difícil de interpretar, pues está escrito en un lenguaje escatológico que no va con nuestro estilo y confunde a los especialistas. No obstante, vamos a tratar de extraer alguna conclusión en la línea en la que parece moverse al menos una parte de la exégesis actual, y que, además, no se quede en la mera erudición, sino que nos ayude a vivir con sentido.

La imagen de hecatombe universal que nos describe Marcos en el texto de hoy no nos interesa nada, pues nadie cuenta con vivir esa experiencia. Lo que nos interesa, porque nos atañe como ninguna otra cosa en el mundo, es que cada uno de nosotros camina hacia el final de su propio tiempo; que nuestra vida es camino; que por él nos dirigimos paso a paso hacia la muerte y que nada en la vida de un cristiano tiene sentido si no es mirando al final que le espera.

Somos caminantes que caminan hacia su destino, y el libro del Éxodo es una preciosa metáfora de nuestra vida: “Desde la cómoda esclavitud de nuestras pasiones, por el desierto de la vida, hacia la Patria; hacia la casa del Padre”.

Mientras dura el camino estamos sujetos a error; tenemos propensión a equivocarnos; a confundir lo que es mera apariencia con la verdad, y ese error nos mueve a elegir mal y echar a perder nuestra vida.

Y sobre esta base, lo que parece decirnos Marcos en el evangelio de hoy es que, al final de su vida, Jesús se proclama a sí mismo camino de Verdad”; nos alerta de que la Palabra está ahí para mostrarnos el camino; para no perdernos por otros caminos que mueren cuando acaba nuestra vida; para salvar nuestra vida de la banalidad y el desastre… Jesús nos urge con fuerza a optar por él; a optar por sus criterios; por su propuesta de vida.

«Yo soy el camino, la verdad y la vida», nos dice Juan en su evangelio. Pero Marcos no se expresa de una forma tan sencilla, sino que se vale de unas imágenes soberbias para presentarnos a Jesús como el juez supremo del bien y el mal; del acierto y el desacierto: «Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; y enviará a los ángeles…».

Nos cuesta mucho trabajo entender este lenguaje, nos resulta extraño, pero quizá pueda ayudarnos el recordar que el evangelio asocia siempre el final con un juicio, y lo hace usando una escenografía colosal que no debe confundirnos. Lo que significa ese juicio es que al final resplandecerá la Verdad; que al final, los seres humanos nos encontraremos con la revelación definitiva; y esa revelación es Jesús como norma definitiva de vida; que no aceptarlo así es equivocarse.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos

ob_98e422_caytruilaMc 13, 24-32

DOMINGO 33º T.O. (B)

La sensación de crisis que padece la humanidad a causa del desmoronamiento de antiguas estructuras económicas feudales, injustas, de ideologías envejecidas, caducas, de formas de gobierno dictatoriales y de anquilosados esquemas normativos, es profunda y general. El subdesarrollo, entendido como retraso económico, social y político de los países del Tercer Mundo, las bolsas de pobreza y marginación del Cuarto Mundo en relación con el progreso de los países opulentos, es un problema global que afecta a toda la humanidad, ya que es consecuencia del despilfarro, la corrupción y la malversación de las sociedades pudientes, ricas.

La miseria, la incultura de los países y zonas subdesarrolladas, empobrecidas, no se corrige con la ayuda de los países capitalistas o autocráticos, sino con la creación de nuevas formas de producción y de convivencia en el mundo desarrollado que acaben con la dependencia y generen auténtica liberación. Hay demasiada dependencia a base de mecanismos de dominación y explotación no sólo de recursos sino también de personas. Esta dependencia no se rompe con reformismos y desarrollismos de poca monta de cara a la galería. Es preciso ir más allá de conveniencias e intereses fraudulentos y afrontar con valentía el restablecimiento de la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos.

Esa vivencia empieza en casa, en la escuela, creando espacios de entendimiento, intercambio de recursos creativos, solidarios, que nos hagan crecer y avanzar en humanidad, compartir la alegría, la bondad, el cuidado entre nosotros, la gratuidad, la gratitud, el respeto, la ayuda a quien más lo necesita. Poner límites a la excesiva dependencia de móviles, tabletas, consolas y redes sociales alienantes que están causando un gran problema a nuestros propios hijos/as, a los profesionales de la educación, pero también a nosotros/as, a los mismos padres que hacen un uso desmedido de esos mismos medios. Ya lo están advirtiendo educadores, médicos, psicólogos. Por desgracia, parece confirmarse que El Homo Sapiens es capaz de acabar con la civilización y la cultura que tanto le costó consolidar. Podríamos preguntarnos, ¿de verdad estamos evolucionando hacia adelante?, “¿es posible soñar con la promesa de una humanidad futura que sea mejor que la actual viviendo en un planeta maravilloso junto con el resto de especies con las que hemos co-evolucionado?” (J.L. Arsuaga).

La Iglesia también se encuentra en situación de profundos cambios. Junto a la crisis religiosa generalizada, consecuencia de la propia incoherencia de la estructura eclesial, el clericalismo, la discriminación de las mujeres y el escándalo de los abusos, entre otros, se vislumbran con timidez, esperanzas de conversión a través de signos y de señales manifiestos. Son los signos de la esperanza, de una Iglesia sinodal en salida, como dice el Papa Francisco, en la que caben tod@s, tod@s, tod@s. ¡Ojalá que no sea sólo un espejismo! y se aborden los cambios necesarios que están en la base del mismo evangelio.

Para los/as cristianos/as el horizonte de la auténtica esperanza se basa en el cumplimiento de las promesas de Dios, fin y meta de la historia. Más que del fin del mundo, los evangelios nos hablan hoy del fin de un mundo. Se indica el fin de lo viejo, lo caduco y la aparición de lo nuevo, de la novedad que persistentemente sigue abriéndose paso, aunque todavía no en su plenitud. La evangelización liberadora exige que se formule el mensaje en conexión con las aspiraciones de liberación o de justicia. La liberación no es exterior a la evangelización. Tiene una implicación personal y comunitaria ineludible. Acontece en nuestra interioridad, en el corazón de nuestras entrañas, en mi yo original que se va haciendo vida, camino, testimonio, compromiso, verdad. Y al mismo tiempo, va dejando caer las hojas muertas del ego, la opresión, la injusticia, la mentira, la ambición, en definitiva, el desamor…

Para el creyente cristiano todo lo que hay de catastrófico en el mundo tiene un sentido purificador y esperanzador: el alumbramiento de un mundo nuevo y de una nueva creación. Y se viven en el presente. Sin la cruz de Cristo es imposible soportar las adversidades de la vida ni vislumbrar dentro de las tinieblas la salvación del pueblo, de la humanidad. Pero la cruz cristiana no se reduce a un fracaso: es victoria sobre la tumba, el sinsentido, la muerte, el pecado.

Esto es lo esencial: la llegada triunfal de Jesús, la nueva historia, un nuevo comienzo: vivir todos/as eternamente con/en Dios. Cada día, en toda circunstancia. Así lo proclamó el gran profeta Isaías: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que voy a hacer algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43,18)

¡Adelante a todos los damnificados por la Dana! ¡No estáis solos!

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

Lo único que permanece.

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en Lo único que permanece.

IMG_8557Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

17 noviembre 2024

Mc 13, 24-32

Con un lenguaje que hoy nos resulta extraño, el género apocalíptico trata de revelar o des-velar (el término “apocalipsis” significa quitar el velo, revelación o des-cubrimiento) lo realmente real, aquello que permanece cuando todo lo demás cambia.

Sabemos que todas las formas u objetos son impermanentes y que, en ese mundo, lo único constante es el cambio. Y sabemos también que la impermanencia es fuente de dolor y, con frecuencia, de intenso sufrimiento, cuando nuestro apego a las formas es fuerte.

Forma u objeto es todo aquello que puede ser observado. En cuanto tales, todos ellos son contenidos de consciencia, ocupan un “espacio” delimitado de lo real y, como acabo de indicar, no escapan a la llamada ley de la impermanencia.

En conclusión: todo aquello que podemos observar, por más importante que nos parezca y por más querido que nos resulte, un día desaparecerá. Lo cual es lo mismo que decir que todo lo que nace, morirá.

¿Hay algo que se salve de la impermanencia? Justamente aquello que no es objeto, lo sin-forma, la consciencia que sostiene todos los contenidos, la “espaciosidad” que contiene todas las formas.

Lo único que permanece es lo no-nacido: aquello -el único “sujeto”- que observa todos los objetos, pero que no puede ser observado; la consciencia que sostiene, contiene y, a la vez, constituye el “núcleo” de todos los contenidos; la “espaciosidad” o presencia consciente en la que aparecen y donde se mueven todas las formas. En definitiva, lo realmente real es aquello que no tiene forma ni nombre, dado que, al no ser objeto, no puede nombrarse adecuadamente. Tal como lo expresó bellamente José Saramago, “en todos nosotros hay algo que no tiene nombre; eso es lo que somos”.

El texto evangélico proyecta esa realidad -lo único permanente, lo realmente real- en Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”. Pero quien sabe leer descubre que va más allá de la persona del Maestro de Galilea. Lo único que “no pasará” es la consciencia, el ser, la vida… -hacia ello es adonde apunta la palabra de Jesús-, y eso es lo que realmente somos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

¿Finita la commedia o la vida tiene sentido?

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en ¿Finita la commedia o la vida tiene sentido?

angelDel blog de Tomás Muro, La Verdad es Libre:

Domingo XXXIII per annum

01.- Nota previa: Apocalipsis

        La Palabra de este domingo, -último del año litúrgico-,  nos sitúa ante el final de la historia, de nuestra historia personal y de la humanidad.

        Las dos lecturas de hoy hablan del final, y lo hacen con un lenguaje muy extraño para nosotros: con un estilo literario que se llama apocalíptica (apocalipsis).

        ¿Qué es la apocalíptica? Apocalipsis significa: revelación.

        Cuando un judío sabía que había ocurrido o iba a acontecer algo muy importante, deja correr un poco la imaginación, abre la “caja de los truenos” y habla con palabras y signos que a nosotros nos resultan extraños: catástrofes, los astros caerán, los sepulcros se abrirán, etc.

        Por ejemplo: a la muerte de Cristo -acontecimiento trascendental- los evangelistas dicen que el cielo se oscureció”, “los sepulcros se abrieron”, “hubo como un terremoto”, etc. Semejante lenguaje emplean los evangelistas ante el final de la historia, hecho decisivo para la humanidad, el evangelista dice que “el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán”.

        La apocalíptica es un modo de pensar y de escribir. Es como un observatorio drástico y radical tomado del ideario del AT

        Los fenómenos “angustiosos y trágicos” ni ocurrieron ni ocurrirán. Es un modo de subrayar por medio de símbolos los acontecimientos decisivos en la historia.

02.- El final.

El final del año litúrgico, el problema de la muerte, el final de la historia, el sentido de la vida, el fin del mundo nos emplazan ante la cuestión que siempre ha estado presente en la conciencia del ser humano: ¿Qué me cabe esperar en la vida?, (Kant). ¿Qué puedo esperar en la vida, si es que me cabe esperar algo?

        O si no: ¿Finita la commedia? La Ópera “Pagliaci-Payasos” de Leoncavallo termina con un terrible e irónico: finita la commedia: la comedia ha terminado. Cuando morimos: ¿finita la commedia? ¿La vida es una comedia?

        Lo decisivo no es que el mundo termine, sino que quien termina es el ser humano, ¿cuál será nuestro final? El problema no es que el planeta tierra o el universo concluyan, sino que el problema sigue en pie: ¿y cómo termina esto? ¿Cómo terminamos los seres humanos?

Esta cuestión nos sitúa ante la esperanza.

03.- Esperanza.

       espejo En la vida tenemos proyectos, esperanzas. Es bueno tener ilusiones en la vida que nos muevan a trabajar, a crear, a vivir.

        Habitualmente ponemos nuestra esperanza en la ciencia, en los logros políticos, sociales, tecnológicos, médicos, etc.

La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Los logros científicos, las buenas estructuras sociopolíticas ayudan, pero por sí solas no construyen el futuro absoluto.

        El hombre nunca va a ser redimido por la ciencia, ni por la política, ni por lo eclesiástico, desde afuera. El hombre no puede ser redimido por medio de la ciencia. Es pedir demasiado a la ciencia. Tal  esperanza es falaz.

04.- El final no es una conquista humana, sino un don de Dios

        En nuestra recámara de pensamiento vivimos como un caballo desbocado que corre hacia la conquista de un futuro mejor y pleno.

        El lenguaje apocalíptico dice que no. Este mundo, este estado de cosas tiene que terminar para que renazca la “nueva ciudad”. La apocalíptica es muy radical: “más de lo mismo, no”.

La “vieja ciudad”, los viejos sistemas políticos, la vieja condición humana caerán, como van cayendo todos los “imperios” de este mundo. Cada caída de un sistema opresor significa un triunfo  de lo humano sobre lo inhumano, de la nueva ciudad sobre la “vieja Jerusalén”.

Trump asegura que va a lograr una “nueva ciudad” (EEUU). Ni Trump ni ningún político son dioses, ni pueden construir la “nueva ciudad”

“La nueva ciudad” viene de Dios:

 Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios. La ciudad brillaba con el resplandor de Dios (Ap 21)

La “nueva ciudad baja del cielo”, no de la tierra. La “nueva ciudad” es un don de Dios, no una conquista humana. La salvación, el final del ser humano no está en nuestras manos. El final es un don,  un regalo de Dios.

La apocalíptica lo dice con símbolos: al final, en la “nueva ciudad” no habrá templos, porque Cristo será el centro. No habrá sol ni luna, por tanto no habrá tiempo, porque la luz es Cristo y seremos en la eternidad de Dios.

No vi ningún santuario en la ciudad, porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son su santuario.La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbren, porque la alumbra el resplandor de Dios, y su lámpara es el Cordero. (Ap 21, 22-23).

05.- Mis palabras no pasarán

        Jesús nos dice: Mis palabras no pasarán

¿Qué palabras son éstas?

Él mismo. Jesús es la Palabra.

Evoquemos en nuestro interior lo que Cristo, el Reino de Dios,  suponen para el ser humano: paz, serenidad, justicia, libertad, vida, fraternidad, amor. Tales son las palabras -realidades- que permanecerán en la “nueva ciudad”, en la Jerusalén celestial.

Ante el abismo y caos de la nada, el cristiano confía en el ser.

No es lo mismo saber que esperar. Los conocimientos más valiosos no son los científicos, sino los humanos: el sentido de la vida no es un saber científico, pero sí humano.

        Cuando ya no sabemos más, esperamos, lo cual infunde una gran serenidad a nuestra alma, a nuestra vida.

Mis palabras no pasarán.

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

“Jesús nos invita a saber Interpretar los signos del reino en el hoy de nuestra historia “, por Consuelo Vélez

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en “Jesús nos invita a saber Interpretar los signos del reino en el hoy de nuestra historia “, por Consuelo Vélez

Jesus-invita-Interpretar-signos-historia_2724337540_17394473_660x371De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XXXIII del Tiempo Ordinario 17-11-2024

Las lecturas ponen énfasis en la venida de Jesús como consumador de todo lo creado, realización plena de la historia de la salvación

El lenguaje apocalíptico del texto pretende mostrar la novedad absoluta de lo esperado y no, el revelar acontecimientos futuros que sucederán

Jesús es la novedad absoluta que está poniendo en práctica los valores del reino

Saber interpretar los signos de los tiempos para identificar lo que es del reino y lo que lo contradice.

Mas por estos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprendan esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sepan que el verano está cerca. Así también ustedes, cuando vean que sucede esto, sepan que Él está cerca, a las puertas. Yo les aseguro que no parará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre.

(Mc 13, 24-32).

El ciclo litúrgico está llegando a su fin y las lecturas ponen énfasis en la venida de Jesús como consumador de todo lo creado, realización plena de la historia de la salvación. El lenguaje utilizado es el apocalíptico el cual se sirve de figuras contrastantes para mostrar lo nuevo que va a suceder. En este caso, todo lo que el texto relata de los acontecimientos cósmicos que parece se darán ante la venida del hijo del hombre, tienen la finalidad de mostrar la novedad absoluta de lo esperado y no, el de revelar acontecimientos futuros que sucederán, así como se narran. Lamentablemente por un desconocimiento de los géneros literarios de la Biblia y de interpretaciones que se han hecho de estos textos en el pasado, todavía hoy se predican de manera literal, aprovechando ese lenguaje para causar miedo en los oyentes o para interpretar, por ejemplo, la crisis climática como el cumplimento de estos relatos, haciendo aparecer a Dios como castigador de la creación y del ser humano, cuando, Dios es cuidador de todo lo creado y es nuestra responsabilidad velar por su preservación.

Este texto lo que pretende, con este lenguaje apocalíptico, es mostrar la novedad absoluta que llegó con Jesús -al que se le aplica el título de hijo de Hombre (Dan 7, 13)-, novedad que se está cumpliendo con la puesta en práctica de los valores del reino.

El pasaje bíblico continúa con la figura de la higuera con la cual Jesús invita, haciendo la comparación entre el conocimiento del florecer de la higuera anunciando el verano lo que ellos deben hacer con el tiempo presente: interpretar lo que está sucediendo, la novedad que Jesús ha traído, de manera que se pueda llevar a feliz término la salvación anunciada por Él. Con los términos de hoy, podríamos decir, saber interpretar los signos de los tiempos, en una actitud vigilante que nunca ha de faltar para identificar lo que es del reino y lo que lo contradice.

Por lo tanto, el tiempo presente es una llamada a mantener la esperanza en el cumplimiento de las promesas hechas por Dios que ya se están realizando en nuestra historia, manteniéndose vigilante y actuando coherentemente porque, aunque no sabemos -ni debemos pretender saberlo porque ni los ángeles, ni el Hijo lo saben- cuando se dará la consumación definitiva de todo en Dios, ya están aconteciendo los valores del reino  y confiamos que llegarán a la plenitud en el tiempo propicio de Dios que solo Él conoce.

(Foto tomada de: Guía básica para el cultivo de la higuera | Agroempresario.com)

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

“Y llegamos…” (Marcos 13, 24-32) del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario.

Domingo, 17 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en “Y llegamos…” (Marcos 13, 24-32) del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario.

IMG_8600Comentario a la lectura evangélica (Marcos 13, 24-32) del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario.

Y llegamos.

Este es el fin. O el principio del fin. O más o menos.

Pero aquí estamos.

Al leer la página del Evangelio de hoy sentimos que se nos aprieta el corazón y nuestra mente empieza inmediatamente a proyectar imágenes de escenas catastróficas, de meteoritos que causan una destrucción total. E incluso los signos de los que habla Jesús parecen hacerse realidad.

Guerras interminables, miseria rampante, la otra pandemia… la de la injusticia que aún no ha sido derrotada, los pobres del mundo presionando para entrar en lo que creen que son tierras de fortuna, violencia, falta de respeto, agresividad, ira, oposición incluso dentro de la Iglesia y entre sus líderes…

Sí, yo diría que es esto: es realmente el fin del mundo.

Muy cierto. Es el fin de este mundo.

De un mundo construido sobre el engaño, el narcisismo, la chulería.

El fin.

Porque ya ha comenzado otra Historia, la verdadera, la que se esconde detrás de las cosas que nos parecen evidentes. Sólo es cuestión de saber leerla.

La comunidad de Marcos, el evangelista que nos ha acompañado este año, atraviesa graves dificultades: el Imperio Romano atraviesa una profunda crisis, parece estar en disolución. La situación es muy parecida a la que vivimos actualmente, de fin de imperio, de transición de era. Algunos exégetas afirman incluso que Marcos ha reabierto su obra terminada para incluir un nuevo capítulo, el decimotercero, creado precisamente para tranquilizar a los discípulos.

El lenguaje es el que se usaba en la época de Jesús, hecho de imágenes enigmáticas e hipérboles, que no hay que tomar al pie de la letra, sino interpretar correctamente. Y es un mensaje de esperanza que no asusta sino que tranquiliza: caen las estrellas, es decir, los astros venerados por las religiones paganas.

No habla del fin del mundo, sino del declive del paganismo, de una fe que ve en las estrellas una amenaza o una divinidad. Cae el imperio, ciertamente, pero también una visión superficial y supersticiosa de ver a Dios. Ya era hora.

La pequeña fe cristiana está protegida por su Señor, no tiene nada que temer.

Sus comunidades incipientes son el brote tierno de la higuera que por fin da fruto.

No como la estéril del templo. Sino la frondosa a cuya sombra escrutamos la verdad y la belleza de la Palabra.

La fe sigue ahí, ciertamente, pero a menudo superficial y emocional, mezquina y mundana, pendenciera y partidista.

Y atacada y asediada por otras formas de ver el cristianismo, a menudo como una amenaza o la pesada herencia de un pasado que hay que superar.

Con toda confianza, dice Marcos, lo que se derrumba son las estrellas, no la Iglesia.

Sí las Iglesias atrincheradas en sus posiciones…, no las comunidades que no reducen la fe a un legado social.

Incluso en nuestra fe, lo que se derrumba es lo que hemos añadido, a menudo apartándonos del Evangelio o incluso traicionándolo.

Derrumbar lo inútil. Permanece lo esencial y lo verdadero.

¿Y si todo lo que hemos vivido, el inmenso amor que hemos experimentado y volcado en nuestras acciones fuera para enfrentarnos ahora a esta oscuridad y no ceder al desánimo?

Más aún.

Los ángeles vienen de los cuatro puntos cardinales para reunir a los discípulos.

Y conocen a muchos, incluso a más de cuatro. Hombres y mujeres que viven en profecía, que animan, reúnen, motivan, socorren. Tantos que preceden y suscitan la venida del Hijo del Hombre, del Mesías en el que hemos creído y que sin duda volverá con gloria.

Ángeles que encontramos cada día, cada domingo, que reúnen, en lugar de dispersar, que construyen, en lugar de demoler. Ángeles que llenan.

Calma.

¿Cuándo sucederá? ¿Cuándo veremos volver al Señor? ¿Cuándo la penumbra que se desvanece en el mundo se convertirá en gloria y en la manifestación final de Dios?

No lo sabemos, no podemos saberlo, no debemos saberlo.

Sólo podemos mirar a la higuera, el último árbol que echa hojas, justo antes del verano.

La higuera, en la Escritura, llama siempre a la Palabra, a la Escritura que es dulce al paladar como el fruto de la higuera. Y Jesús llama a todos a acoger la Palabra que habita, que perdura.

Y nosotros, aquí, después de dos mil años, seguimos escrutando la Palabra, saboreándola, maravillándonos de ella, dejando que invada nuestros corazones, que invada nuestras mentes.

Permanece, fruto dulce a nuestro paladar, que nos habita y nos ilumina, que nos anima y nos espolea, que nos alivia y nos motiva, que nos acompaña para que podamos volar alto y ver. Ver la obra de Dios manifestándose, inexorable, en el despliegue del caos.

En otro lugar.

Jesús nos advierte: construir el Reino no es necesariamente sencillo, no es un pasaje de gloria en gloria, dejarse abrumar por el Evangelio e iniciar el camino del discipulado significa colocarse en una actitud de cambio perpetuo, luchar para hacer frente a las contradicciones de uno mismo y del mundo. El Reino sufre violencia, no se manifiesta con oleadas oceánicas y obras milagrosas.

En el signo de la contradicción, del cansancio, el Reino se manifiesta, entre el ya sí y el todavía no, alejándose de la lógica gerencial del éxito mensurable que, por desgracia, a veces se cuela incluso en la lógica eclesial.

Los ángeles reúnen a los discípulos de los cuatro puntos cardinales, se reúnen y sostienen a los que afrontan con serenidad la construcción del Reino.  Sólo la Palabra y la certeza de haber experimentado a Dios o sentido su presencia nos mantienen en pie en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios.

Necesitamos recordarlo, en este tiempo de recepción del Sínodo sobre la sinodalidad, salir de la lógica del mundo para asumir la mirada de Dios sobre nosotros mismos, sobre el mundo y sobre la historia.

No, los cristianos no hablamos del final del mundo, sino del sentido y de la meta del mundo.

Que es el de descubrirse amados.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Fuente: Remitido por el autor

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

“Come del fruto y sal del Edén”, por Carlos Osma.

Viernes, 15 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en “Come del fruto y sal del Edén”, por Carlos Osma.

IMG_8105


De su blog Homoprotestantes:

Los Dioses cisheteropatriarcales crean siempre al hombre, y después a la mujer, a su imagen y semejanza. Su soplo, con el que los trae a la vida, es un soplo limitado al binarismo que se presenta como complementariedad, pero que en realidad protege el privilegio de algunos hombres. Después les da un nombre: Adán y Eva, con el que los limita, predispone, obliga, y marca para siempre. Finalmente, los encierra en su jardín del Edén desnudos —pero ciegos para ver el color de su desnudez o la diversidad que alberga su cuerpo— y les arrebata el poder sobre su cuerpo y su deseo.

En el centro de todos y cada uno de los jardines que esos Dioses han creado hay plantados dos árboles al servicio de la protección del sistema cisheteropatriarcal: el árbol de la vida, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. El primero es la promesa de lo imposible, la mentira de evitar la muerte. Es el anhelo por el que cualquier ser humano estaría dispuesto a todo, incluso a someterse al silencio, la negación, la doble vida, o una pseudoterapia reparativa. El segundo es una amenaza para las disidencias, para quienes necesitan conocer, para quienes se saben parte de un mundo donde el bien y el mal conviven sin saber a veces dónde termina uno y comienza el otro. Sin embargo, es también la puerta de salida de cada uno de los jardines del Edén a un lugar desconocido donde los dioses cisheteropatriarcales ya no son todopoderosos.

Es complicado liberarse de la amenaza del árbol de la vida, por eso les Noemí y las Jonathan que han sido colocados en esos jardines con un nombre que no es el suyo —Adán y Eva—, se afanan en alcanzar estos arquetipos totalmente inasumibles para elles. Y vagan y vagan por el jardín del Edén buscando su lugar, aprendiendo de serpientes silenciosas a arrastrarse sin ser descubiertas. Algunos creían que los Dioses cisheteropatriarcales luchaban por expulsarlas del Edén, pero no es cierto, necesitan a muchas Noemí y Jonathan sufrientes para —como el árbol de la vida— atemorizar a Adán y Eva. Necesitan redibujarlos, caricaturizarlos, hablar por elles, para que su Edén permanezca para siempre. Sin ese Edén, el Dios cisheteropatriarcal y sus adoradores, perderían todo sentido, por eso hay que protegerlo a toda costa.

No hay un único Edén, sino muchos, tantos como los Dioses cisheteropatriarcales necesitan, y cada uno de ellos se adapta para poder sobrevivir. Por eso hay Edenes en los que junto a Eva y Adán —o incluso prescindiendo de ellos— Noemí y Jonathan pasean tranquilas sonrientes. No hay expulsión, ni caricatura, sino selección de las Noemí y Jonathan que podrían pasar por Eva y Adán, reforzando así el estereotipo al que hay que adaptarse para que el Edén Rainbow no sea más que una copia del Edén de toda la vida. Y donde el árbol de la vida que está plantado en medio del jardín, a pesar de estar repleto de luces y banderas de colores, advierte de la muerte que les espera a las disidentes, a las que ya no quieren vivir en un lugar donde no son libres ni felices, donde no son elles mismes, sino caricaturas al servicio de algún Dios decadente.

También hay muchas Noemí, Jonathan, Alex, Fátima, invisibilizadas por los ventrílocuos de los Dioses patriarcales, porque van con todo el cuerpo, con su propio cuerpo tal y como elles lo viven y lo comprenden: tal como es. No se las quiere escuchar porque hablan con una voz propia y se explican son palabras que han creado ellas mismas porque no tenían otras a su disposición donde estuvieran incluides. Hay muches Isabella, Aimar, Cris, Noa, que quieren explicar su deseo, mostrar como aman, como sienten, pero ningún jardín del Edén se lo permite, porque no se someten, porque no refuerzan el poder de los Dioses cisheteropatriarcales. Hay también, incluso muchos Adán y Eva que están cansados de ser utilizados como el arquetipo de Adán y Eva, que no quieren ser ejemplos para nadie, sino vivir libremente con el resto, y que su identidad no sea utilizada contra la identidad de las demás.

Todes elles son una amenaza constante para el mantenimiento del jardín del Edén, y los Dioses cisheteropatriarcales están dispuestos a todo para silenciarlos. Pero jamás los expulsará, las prefieren controladas en el espacio que controlan. Como sabe cualquier El Padrino —cualquier Dios de la mafia— hay que mantener a los amigos cerca, pero a los enemigos aún más cerca. Parece que no hay escapatoria posible, que están condenades a vivir encerradas en esa llanura primigenia que jamás existió, pero cuya opresión es muy real. Y eso se debe a qué solo son capaces de pensar en los términos de la teología fundamentalista y cisheteropatriarcal. Pero para liberarse hay que repensarlo todo, mirarlo con ojos nuevos, atreviéndose a hacer lo que nunca antes habían hecho: atreverse a interpretar y habitar el mundo desde su necesidad de vida y liberación.

El gran enemigo del Dios cisheteropatriarcal es la serpiente, por eso ella es para las disidentes la voz del dios liberador. Solo hay una forma de salir del jardín del Edén, comiendo del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Del fruto de ese árbol que no engaña, que revela la finitud del ser humano y, por tanto, la importancia de vivir plenamente cada instante. Del fruto de ese árbol que dejará desnudes a todes y les mostrará la realidad de su vulnerabilidad, y de la vulnerabilidad de les demés. Del fruto del árbol que les libera de unas normas inamovibles, eternas y universales, para llamarlas a la responsabilidad de vivir discerniendo en cada momento, en cada circunstancia, en cada cuerpo y deseo, que es lo bueno, y que es lo malo. Que es lo humano, y que lo inhumano.

Eva es el origen del pecado en el mundo cisheteropatriarcal, pero para nosotras es el origen de la liberación de quienes no queremos vivir en ese jardín. Ella se atrevió a seguir el consejo del dios liberador y desobedeció al Dios cisheteropatriarcal, en su desobediencia abrió la puerta de salida del Edén que no había escogido y donde había sido encerrada, pero no solo lo abrió para ella, sino también para Adán, Fátima, Cris, Jonathan… para todas nosotras. Además de la salida de su Edén particular, visibilizó que es posible dejar atrás los miles y miles de Edenes en los que hemos sido encerrados junto al resto de la creación. Debemos coger del mismo fruto para escapar, nuestro encierro no es eterno, hay una escapatoria posible que nos lleva a lugares en los que tendremos que construir los espacios donde nuestra vida y la de las demás puede ser vivida sin coacción, en libertad. Come del fruto y sal del Edén.

Carlos Osma

IMG_5202

Si quieres saber dónde conseguir el libro, haz un click aquí:

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , , , , ,

Pensando la Fe.

Jueves, 14 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en Pensando la Fe.

Del blog Amigos de Thomas Merton:

IMG_7091

“Sigue demasiado vivo el fantasma de una omnipotencia abstracta, según la cual Dios podría hacer lo que quisiera, sin resistencias de ningún tipo. No nos damos cuenta de que por su parte no hay límites, evidentemente; en sí misma y en abstracto, su omnipotencia lo puede todo; pero, en su funcionamiento concreto, la omnipotencia dice relación al otro, y el otro tiene necesariamente límites: el círculo no puede hacerse cuadrado sin desaparecer, y la libertad finita no puede, sin quedar anulada, ser forzada a obrar bien  siempre. Dios, por lo que a Él respecta, lo puede todo y quiere lo mejor para nosotros; pero no todo es posible en sí mismo. El amor de Dios consiste en “estar siempre trabajando” (Jn 5,17), contra toda inercia y resistencia, por nosotros y por nuestra salvación”.

“Acaso estemos empezando, por fin, a comprender, como de manera simbólica pero unívoca nos lo muestra la vida de Jesús, que, más que “señor“, Dios es “servidor” de sus criaturas; que jamás es el “verdugo” de sus sufrimientos, sino siempre, con ellas y a favor de ellas, la “víctima“. Empezamos a intuirlo con san Juan de la Cruz, como “océano de amor” que trata de inundarlo todo con su gracia y su gozo, que trabaja en todo, con todo y a través de todo: la tierra que nos sostiene, el aire que respiramos o el alimento que comemos, la mano amiga que nos acaricia o nos ayuda, el trabajo y la lucha de tantos por un mundo mejor… Si todo ello resulta posible es porque Dios lo creo así, en esa dirección y con esas capacidades, que Él está sosteniendo y apoyando a cada instante. Que se logre, es lo único que Él quiere y por lo que trabaja. Cuando no se logra, Él es el primer contrariado: el fracaso o la desgracia suceden contra Él en la misma e idéntica medida en que suceden contra nosotros”.

“Lo malo que acontece nunca “estaba de Dios“, por la sencilla razón de que eso es justamente lo que Él no quería: lo soporta con nosotros y nos apoya en la lucha por superarlo; y cuando la superación inmediata no resulta posible, nos asegura que la derrota no es definitiva, que la última palabra palabra de nuestra existencia se llama salvación“.

*

Andrés Torres Queiruga,
Recuperar la creación.

IMG_7859

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

“Dios no suspende a nadie”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Martes, 12 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en “Dios no suspende a nadie”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

IMG_8472(Imagen Ilustrativa Infobae)

En la Iglesia se sigue manteniendo que las relaciones homosexuales son condenadas en la Sagrada Escritura como graves depravaciones y presentadas, incluso, como la consecuencia desastrosa de un rechazo de Dios. Pero seguramente esta doctrina de la Iglesia está construida sobre cimientos muy frágiles. Y tarde o temprano llegará a comprender que, a los ojos de Dios, ningún hombre debe ser llamado profano o impuro.

Antes de que el húngaro Karl-Maria Kertbeny acuñara el término homosexualidad en 1869, la Iglesia no hablaba de homosexuales, sino de sodomitas, en referencia al episodio legendario narrado en el Libro del Génesis. Sodoma, la ciudad principal de la pentápolis cananea, florecía “como el jardín de Yahvé” (Gén 13,10) y por ello fue elegida por Lot cuando se separó de Abraham (Gén 13,12). Pero “los hombres de Sodoma fueron malvados y pecaron grandemente contra Yahvé” (Gén 13,13). El profeta Ezequiel, para quien los pecados de Sodoma fueron “orgullo, avaricia y ociosidad indolente”, acusa a los habitantes de la ciudad de no extender la mano a los pobres e indigentes, de haberse vuelto orgullosos y de cometer lo que es abominable hacia Yahvé. ” (Ez 16,49-50); en el Libro de la Sabiduría es precisamente el incumplimiento del deber sagrado de la hospitalidad el motivo del castigo divino: “No habían acogido a los extranjeros que llegaron… habrá juicio porque acogieron a los extranjeros hostilmente” (Sab 19,14.15).

Al no lograr encontrar ni siquiera diez justos en esa ciudad (Gén 18,31), Yahvé decidió borrarla de la faz de la tierra. La gota que colmó el vaso de la ira del Dios de Israel fue cuando una noche Lot recibió a dos ángeles. Los hombres de la ciudad, al enterarse de esto, “se agolparon alrededor de la casa, jóvenes y viejos, todo el pueblo”, y pidieron a Lot que dejara salir a sus invitados para poder insultarlos (Gén 19,4-5). Lot no quiso aceptar, no tanto por una cuestión de moralidad, sino porque el huésped es sagrado y el dueño de la casa es responsable de su seguridad incluso a costa de su propia vida (Sal 23,5). Lot está dispuesto a ceder ante los deseos de los habitantes de Sodoma, sus “dos hijas que aún no han conocido a varón; déjame sacarlos a ti y hacer con ellos lo que quieras, de modo que tú no les hagas nada a estos hombres, porque han venido bajo la sombra de mi techo” (Gén 19,8). Pero la multitud intentó derribar la puerta. Afortunadamente los ángeles intervinieron y se llevaron a Lot y a todos sus familiares, dándole luz verde a Dios para que desatara su ira mortal, de hecho “Yahweh hizo llover desde el cielo sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego provenientes de Yahweh. Destruyó esta ciudad y todo el valle con todos los habitantes de la ciudad y la vegetación del suelo” (Gén 19,24-25).

Un episodio similar se puede leer en el Libro de los Jueces y se refiere a la ciudad de Guibeá, cerca de Belén (Jueces 19,11-30). Un levita que viajaba con su concubina y uno de sus sirvientes, al no encontrar alojamiento, aceptó la hospitalidad de un anciano generoso. También aquí, como en Sodoma, algunos hombres de la ciudad, al saberlo, rodearon la casa y pidieron al dueño de la casa: “Saca al hombre que entró en tu casa, porque queremos abusar de él”. El anciano, apelando al sagrado deber de la hospitalidad, se negó, pero dijo que estaba dispuesto a entregarles tanto a su hija, que era virgen, como a su concubina, diciéndoles: “viólalas y hazles lo que quieras, pero no cometáis contra aquel hombre tal infamia” (Jueces 19,24). La situación fue resuelta por el levita, que tomó a su concubina y la entregó a los hombres que sitiaban la casa, quienes “la violaron toda la noche hasta la mañana”, hasta que murió (Jueces 19,25). Incluso en este episodio la transgresión no afecta a la sexualidad sino al deber sagrado de la hospitalidad. La conclusión espantosa del episodio es que el levita luego desgarró el cuerpo de la mujer en doce pedazos con un cuchillo que envió como advertencia por todo el territorio de Israel… Es sorprendente que en el episodio de Guibeá, a diferencia del de Sodoma, no, no hay castigo divino para los violadores sino sólo la venganza de los israelitas, que evidentemente habían aprendido bien de Yahvé y ahora actuaban en su nombre, con una terrible masacre que dejó veinticinco mil cien muertos en el campo (Jueces 20,35.46).

A partir de estos episodios, que pertenecen a la leyenda y no a la historia, la Iglesia católica desarrolló una teología que llegó a calificar la sodomía como uno de los peores pecados, mereciendo, como la ciudad de Sodoma, ser castigada con fuego. Como este juicio no puede basarse en las enseñanzas de Jesús, que no dice nada al respecto, los únicos frágiles fundamentos de la Sagrada Escritura sobre los que la Iglesia construyó su doctrina contra los sodomitas fueron un par de versículos del Libro del Levítico, donde leemos: “No te acostarás con un hombre como se acostará con una mujer: es abominación” (Lev 18,22); “Si alguno tiene relaciones sexuales con un hombre como con una mujer, ambos han cometido abominación; tendrán que ser ejecutados; su sangre será sobre ellos” (Lev 20,13). Es elocuente la ausencia de una condena similar hacia las mujeres: las prohibiciones no están en relación con la sexualidad, sino con la procreación, ya que contraviene el mandamiento divino “Fructificad y multiplicaos” (Gen 1,28). Según este juicio de la Escritura… da fe que los actos de homosexualidad son intrínsecamente desordenados y que en ningún caso pueden recibir aprobación alguna, la cultura de la época, de hecho, era el varón quien engendraba al niño, mientras que la mujer era sólo el recipiente que acogía la semilla para luego dar a luz a su debido tiempo, pero no metió nada propio (Cf Is 45,10).

También se ha intentado justificar la prohibición de las relaciones entre personas del mismo sexo basándose en lo escrito en la Carta a los Romanos, donde Pablo arremete tanto contra las mujeres que “han cambiado las relaciones naturales por otras contra natura”, como contra los varones, quienes “dejando la relación natural con la mujer, se encendieron en deseo unos por otros, cometiendo actos ignominiosos varón con varón” (Rom 1,26-27). Dado que la noción de homosexualidad, o la atracción normal que una persona puede tener hacia otra del mismo sexo, no existe, Pablo vio este comportamiento como una desviación, basada en lo que él creía que era la “relación natural”. Sus opiniones al respecto tienen el mismo valor que cuando afirma que “es la naturaleza misma la que nos enseña que no es decoroso que el hombre se deje crecer el cabello” (1 Cor 11,14), identificando el concepto de naturaleza con el de cultura que varía según las poblaciones.

IMG_8474Sobre estos débiles cimientos se construyó la doctrina represiva de la Iglesia que, tras alternar períodos de tolerancia y represión, con el pontificado del Papa Pío V (1568) alcanzó formas inhumanas hacia los sodomitas, que fueron encarcelados, torturados, quemados, por aquello que el propio Pío V definió como un “crimen horrible” que debe ser reprimido con el mayor celo posible. No pocas medidas represivas se referían “a los clérigos culpables de este crimen atroz y que no temen la muerte de sus almas“, para quienes el Papa decide “que sean entregados a la severidad de la autoridad secular, que aplica el derecho civil… para ser sometido a torturas, como prescribe la ley apropiada que castiga a los laicos hundidos en este abismo” (Pío V, Constitución Horrendum illud scelus, del 30 de agosto de 1568, en Bullarium Romanum, t. IV, c. III, p. 33).

La obediente autoridad secular puso en práctica la voluntad del Papa condenando y quemando en el fuego a personas culpables sólo de haber amado, pudiendo contar con el apoyo de la predicación fanática del clero que creía en el atroz castigo de la hoguera querido por el mismo Jesús cuando, hablando de la vid, dijo que todo sarmiento que no diera fruto debía ser cortado, arrojado y quemado en el fuego (Jn 15,6). Si para Bernardino de Siena (1380-1444) no había pecado más grave en el mundo “que el de la sodomía maldita” (Predica XXXIX), para Girolamo Savonarola (1452-1498) era necesario quemar en el fuego a los sodomitas como un sacrificio de agradable olor a Dios.

Hoy en día ya no se asa a los sodomitas, pero la Iglesia sigue manteniendo que las relaciones homosexuales “están condenadas en la Sagrada Escritura como depravaciones graves y presentadas, incluso, como consecuencia fatal de un rechazo de Dios” (Declaración Persona humana de la Congregación para la doctrina de fe, 29 de diciembre de 1975) y que “los actos de homosexualidad son intrínsecamente desordenados. Son contrarias al derecho natural” (Catecismo, art. 2357).

Tarde o temprano la Iglesia, en la medida en que se convierta a la Buena Nueva de Dios para cada hombre, dejará de cargar “cargas pesadas y difíciles de llevar sobre los hombros de los hombres” (Mt 23,4; Hch 15,10) y llegará a entender que a los ojos de Diosningún hombre debe ser llamado profano o impuro” (Hch 10,28), ya que sólo están sus criaturas a quienes ama incondicionalmente y a quienes no pedirá cuentas de quienes a quiénes han amado bien sino si han amado bien.

IMG_8473

(Adelfopoiesis: San Sergio y san Baco con Jesús en medio)

Si fuera posible suspender a alguien ‘a divinis’, ninguno de nosotros (consagrados o laicos) tendría esperanza alguna de salvarse. Y, en consecuencia, a ninguno de nosotros le interesaría cultivar la fe en un Dios o pertenecer a una comunidad eclesial capaz de suspender ‘a divinis’.

Nuestro Dios no suspende a nadie. El Dios encarnado en Jesús y revelado por Jesús eligió la ‘kénosis’, eligió rebajarse a nosotros. Se hizo niño y murió como un criminal precisamente para hacernos comprender que ninguna fragilidad, ningún sufrimiento y ninguna culpa podrán separarnos jamás de Él. Puede atraer a todos hacia sí precisamente porque resucitó de la tierra, asumiendo sobre sí todo el peso y la pasión de nuestra humanidad. En Cristo y en su cruz estamos ‘suspendidos’ para siempre de los brazos del Padre.

En Cristo nadie puede ser suspendido ‘a divinis’, es decir, excluido de la comunión con Dios y con los hermanos. Nadie puede ser privado de la dignidad de ser humano, de ser hijo de Dios.

Fuente: Remitido por el autor

 

Biblia, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , , , , , , , , , ,

Recordatorio

Cristianos Gays es un blog sin fines comerciales ni empresariales. Todos los contenidos tienen la finalidad de compartir, noticias, reflexiones y experiencias respecto a diversos temas que busquen la unión de Espiritualidad y Orientación o identidad sexual. Los administradores no se hacen responsables de las conclusiones extraídas personalmente por los usuarios a partir de los textos incluidos en cada una de las entradas de este blog.

Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Por supuesto, a petición de los autores, se eliminará el contenido en cuestión inmediatamente o se añadirá un enlace. Este sitio no tiene fines comerciales ni empresariales, es gratuito y no genera ingresos de ningún tipo.

El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un espacio de información y encuentro. La información puede contener errores e imprecisiones.

Los comentarios del blog estarán sujetos a moderación y aparecerán publicados una vez que los responsables del blog los haya aprobado, reservándose el derecho de suprimirlos en caso de incluir contenidos difamatorios, que contengan insultos, que se consideren racistas o discriminatorios, que resulten obscenos u ofensivos, en particular comentarios que puedan vulnerar derechos fundamentales y libertades públicas o que atenten contra el derecho al honor. Asimismo, se suprimirá aquellos comentarios que contengan “spam” o publicidad, así como cualquier comentario que no guarde relación con el tema de la entrada publicada. no se hace responsable de los contenidos, enlaces, comentarios, expresiones y opiniones vertidas por los usuarios del blog y publicados en el mismo, ni garantiza la veracidad de los mismos. El usuario es siempre el responsable de los comentarios publicados.

Cualquier usuario del blog puede ejercitar el derecho a rectificación o eliminación de un comentario hecho por él mismo, para lo cual basta con enviar la solicitud respectiva por correo electrónico al autor de este blog, quien accederá a sus deseos a la brevedad posible.

Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.