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Si no confío en medio de la tormenta, no confío en absoluto.

Domingo, 23 de junio de 2024
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LA-TEMPESTAD-e1533436322328-1DOMINGO 12º (B)

Mc 4, 35-40

Leemos hoy el final del c. 4. Podemos tener la sensación de tomar un tren en marcha sin saber de dónde viene ni a dónde va. Después de enseñar en Cafarnaúm, dejando clara la reacción de los jefes religiosos, narra Marcos varias parábolas y termina con el relato de la tempestad calmada. Los milagros, llamados de naturaleza, son los que menos visos tienen de responder a hechos efectivamente reales. Son todo simbolismo.

La Biblia utiliza varias palabras para expresar lo que hoy llamamos milagro. El concepto de milagro que tenemos hoy (hecho en contra de la naturaleza) es reciente. No tiene sentido preguntarnos si los evangelios nos hablan de milagros con este significado. Lo que nos importa es descubrir el sentido de esa manera de hablar. El milagro era un modo de expresarse normal, comprensible para todos los que vivían en aquel tiempo.

En tiempo de Jesús nadie se cuestionaba la posibilidad de milagros. Plantearnos este tema es anacrónico. Recordemos la conocida frase de Evely “Nuestros mayores creían gracias a los milagros; nosotros creemos a pesar de ellos“. Rousseau: “Quitad del evangelio los milagros, y toda la tierra quedará a los pies de Jesucristo“. Los milagros del Nuevo Testamento se han acabado como tales milagros. Debernos verlos con otra perspectiva. Decía Voltaire: milagro es la violación de las leyes matemáticas, divinas, inmutables, eternas. Por esta sola razón, un milagro es una contradicción in terminis“.

Jesús pide a los discípulos que vayan a la otra orilla. Está haciendo referencia al paso del mar Rojo. Aquel paso los llevó a la tierra prometida. La otra orilla del mar de Galilea era tierra de gentiles. Es una invitación a la universalidad, más allá del ámbito judío, que se opone a la apertura. La primera “tormenta” que se desató en el seno de la comunidad cristiana fue precisamente por el intento de apertura a los paganos.

La tempestad está haciendo referencia a Jonás (fue increpado por el capitán por estar durmiendo mientras ellos estaban muertos de miedo). El mar es en la Biblia, símbolo del caos, lugar tenebroso de constantes peligros. Dominar el mar era exclusivo de Dios. De ahí podemos sacar la enseñanza simbólica. El mensaje de Jesús tiene que llegar a todos los hombres, pero no se conseguirá si no se abandona la falsa seguridad de pertenecer a un pueblo elegido, sino a través de la lucha contra las fuerzas del mal.

Mientras todos estaban muertos de miedo, él dormía… Hay que tener en cuenta que se llamaba también “cabezal” a la especie de almohada, donde se colocaba la cabeza de un muerto. Están haciendo clara referencia a una situación postpascual. La primera comunidad tiene claro que Jesús está con ellos, pero de una manera muy distinta a cuando vivía. Aunque no lo vean, tienen que seguir confiando en su presencia.

¿No te importa que nos hundamos? La necesidad extrema les obliga a pedir ayuda a Jesús como último recurso. Las palabras que le dirigen indican su estado de ánimo. No dudan que Jesús pueda salvarlos, dudan de que esté interesado en hacerlo, lo cual es el colmo de la desconfianza. Es dudar de su amor. Es lo que Jesús reprocha a los discípulos. Siguen necesitando de la acción externa para encontrar seguridad.

Increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate! Son las mismas palabras que Jesús dirige a los espíritus inmundos. Además, en singular, como queriendo personalizar al viento. Recordad que la palabra “ruah” (viento) es la misma que significa espíritu. Viento que perjudica equivale a mal espíritu. El “poder” de Jesús se dirige contra la fuerza del mal, no contra los elementos, que, aunque pueden ser hostiles, nunca son malos. Hoy sabemos que después de toda tormenta viene la calma con total normalidad.

¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe? No son preguntas, sino constataciones de una evidencia. Ni confiaban en sí mismos ni confiaban en él. Aquí tenemos otra clave para la reflexión. Confiar en un Dios que está fuera, y actuará desde allí, nos ha llevado siempre al callejón sin salida del infantilismo religioso. Una vez más queda de manifiesto que la fe no es la aceptación de unas verdades teóricas, sino la adhesión confiada a una persona. Jesús les acusa de no confiar ni en Dios, ni en él, ni en ellos.

¿Quién es este? El miedo y la pregunta final dejan claro que no habían entendido quién era Jesús. El relato no tiene en cuenta que Marcos ya había adelantado varios títulos divinos aplicados a Jesús desde la primera línea de su evangelio: “Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”. Queda demostrado que no vale una respuesta intelectual. Lo que es Jesús, no hay manera de mostrarlo ni demostrarlo. El descubri­miento tiene que ser experiencia personal de lo que Jesús es en nosotros.

A todos nosotros nos invita hoy el evangelio a cruzar a la otra orilla. Estamos tan seguros en nuestra orilla que no será fácil que nos arriesguemos a cruzar el mar. Ni siquiera estamos convencidos de que exista otra Orilla, más allá de las comodidades y las seguridades que ambicionamos. Sin embargo, nuestra meta está al otro lado del riesgo y del peligro. La falta de confianza sigue siendo la causa de que no nos atrevamos a dar el paso. No terminamos de creer que Él va en nuestra propia barca.

El mensaje de Jesús es que debemos confiar, aunque nos parezca que Dios no se preocupa de nosotros. El enemigo del hombre no es la naturaleza, sino una falsa visión de la misma. La naturaleza es siempre buena. Dios no tiene que rectificar su obra para que los hombres confíen en Él. Flaco favor haría Jesús a sus discípulos si accediera a entrar en la dinámica de un Dios, que pone su poder al servicio de los buenos. Jesús les habla de un Dios que se identifica con ellos también en las circunstancias adversas.

Job plantea una cuestión muy seria, pero la solución que da no es la adecuada. Dios tiene que devolver a Job lo que supuestamente le había quitado para que su fidelidad sea creíble. El Dios en quien Jesús confió fue el Dios escondido, en quien hay que confiar aunque veamos que no actúa. Dios está siempre dormido. Su silencio será siempre absoluto. Ni tiene palabras ni instrumentos para hacer ruido. Mientras no busquemos a Dios en el silencio, nos encontraremos con un ídolo fabricado a medida.

No son las acciones espectaculares de Dios las que nos tienen que llevar a confiar en Él. El maestro Eckhart decía que tomamos a Dios por una vaca de la que podemos sacar leche y queso. Pero también decía: utilizamos a Dios como una vela para buscar algo; y cuando lo encontramos, la tiramos. La idea de un Dios que pone su poder a mi servicio es nefasta. No se trata de confiar en otro, si no de confiar en que Él está más cerca de mí que yo mismo. Solo si siento a Dios en mí, me sentiré seguro.

 

Fray Marcos

Fe Adulta

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Milagros

Domingo, 23 de junio de 2024
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tempestad-calmada

Mc 4, 35-40

«Pero ¿quién es éste?  ¡hasta el viento y las aguas le obedecen!»

Llamamos milagro a un hecho inexplicable por las leyes naturales y que se atribuye a una intervención sobrenatural de origen divino. Es de notar que la primera premisa de esta definición es objetiva (no es explicable en el estado actual de la ciencia), pero la segunda es subjetiva (la causa que lo provoca es de naturaleza divina).

Esta subjetividad hace que podemos adoptar cuatro posturas distintas ante los relatos de milagros que recogen los evangelios. La primera consiste en negarlos porque chocan frontalmente con nuestra mentalidad cientifista y, además, porque sabemos que los evangelistas no dudan en violentar la historia para comunicar mejor su fe. También sabemos que en su época los hechos milagrosos son muy bien admitidos, y que con ellos se viste la actividad de los personajes extraordinarios. De acuerdo con esto, parece lógico pensar que estos relatos han sido inventados por los evangelistas tras la experiencia pascual, y que tienen poca conexión con el Jesús histórico.

De hecho, basándose en estos razonamientos (u otros parecidos), los milagros son rechazados de plano por los grandes filósofos de la ilustración, como Spinoza, Hume y Voltaire. Más tarde —y esta vez con base en argumentos de naturaleza exegética— teólogos recientes de la categoría de Rudolph Bultmann toman también una postura rotunda en contra de los milagros. En cambio, John P. Meier y Joachim Jeremías se muestran más cautos al respecto.

La segunda postura consiste en darles a estos relatos un carácter meramente simbólico, aunque sus partidarios admitan que detrás de cada relato milagroso puede haber un hecho histórico. Para algunos, la intención del evangelista sería mostrar a través de los milagros que Jesús era más que un predicador carismático; que Dios estaba con él, mientras que, para otros, su intención sería mostrar el corazón de Dios a través de las curaciones de Jesús; Dios no es el que nos complica la vida, sino nuestro médico. También se manejan otras simbologías más complejas y rebuscadas.

Hay una tercera postura que consiste en afirmar que su fama de sanador se remonta al Jesús histórico; que los evangelios narran hechos extraordinarios de Jesús que sus contemporáneos calificaron de milagros. Jesús arrastra multitudes no sólo por su predicación, sino por sus curaciones, y a ellas debe buena parte de su fama. No obstante, se admite que esa misma fama crea en torno suyo una leyenda que multiplica sus hechos milagrosos, y que los evangelistas recogen por igual las tradiciones de hechos sucedidos y las leyendas que nacen de estos hechos.

Finalmente, la cuarta postura consiste en admitir los milagros narrados en los evangelios sin reservas. “Eso es lo que nos cuentan los evangelistas (alguno, testigo del hecho) y eso es lo que pasó”.

Y éstas son las cuatro opciones planteadas asépticamente, pero merece destacarse que a no pocos creyentes del siglo XXI nos desconciertan los milagros e incluso nos contrarían. Nos parece que introducen en los evangelios elementos mágicos que les quitan credibilidad, y en ocasiones preferiríamos que no estuvieran allí. Sin embargo, están ahí, y si los quitamos hacemos otros evangelios y, por tanto, otro Jesús.

Y es que el relato de milagros ocupa buena parte de cada uno de los cuatro evangelios (en el caso de Marcos, el 47% si descontamos la pasión), y no resulta lógico pensar que son fiables los pasajes cuando cuadran con nuestra mentalidad, y no lo son cuando no cuadran. O son fiables o no lo son; no podemos aceptar de la Palabra sólo lo que nos gusta, sino la Palabra entera.

El recurso al simbolismo podría ser válido hasta cierto punto, pero no cuando estamos hablando de una parte sustancial de cada evangelio. En muchos casos es evidente la intención del evangelista de relatar unos hechos de los que fue testigo o del que recibió noticia directa de testigos oculares. Y, sin negar que el significado del hecho es más importante que el hecho en sí, es innegable el género histórico que subyace en el fondo de estos relatos.

En segundo lugar, afirmar a Dios y negar de manera tajante los milagros resulta contradictorio. Si Dios es el Señor, es muy dueño de irrumpir en el mundo físico para comunicarnos algo si lo considera conveniente … a no ser que estemos hablando de un Dios que no tenga nada que ver con el Dios de Jesús.

En tercer lugar (y bajando de las alturas metafísicas a ras de suelo), Guillermo de Ockham, filósofo franciscano que vivió entre los siglos XIII y XIV, nos legó un principio metodológico que hemos denominado “la navaja de Ockham”, según el cual, «en igualdad de condiciones la solución más simple suele ser la más probable». Pues bien, si lo aplicamos al tema que nos ocupa, la solución más simple (y por tanto más probable) es que Jesús hacía milagros.

No obstante, queremos finalizar insistiendo en el carácter subjetivo del tema. Ante una curación sorprendente de Lourdes, un creyente y un escéptico pueden mostrarse de acuerdo en que el hecho no es explicable desde la ciencia, pero el primero lo achacará a una intervención divina, y el segundo al grado insuficiente de desarrollo de la ciencia médica… y creo que las dos posturas son igualmente válidas.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Vivimos en medio de tempestades. ¿Cómo las gestionamos? ¿Quién nos sostiene?

Domingo, 23 de junio de 2024
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barcao-jesusMarcos 4, 35-41

En el capítulo 4, del que forma parte el texto de hoy, el evangelista Marcos empieza ofreciendo diversas parábolas de Jesús sobre el Reino de Dios y la explicación de alguna de ellas. A continuación, presenta a Jesús haciendo cuatro milagros que lo revelan como liberador: ante las fuerzas de la naturaleza (calma una tempestad), del mal (libera a un endemoniado), de la enfermedad (cura a una hemorroísa) y de la muerte (resucita a la hija de Jairo).

Es decir, el evangelio presenta a Jesús como alguien que es capaz de controlar y dominar algunos elementos y realidades ante los que el pueblo era impotente. Alguien que con su palabra increpa a la naturaleza, y esta le obedece. Esta catequesisrecuerda la palabra creadora de Dios en el Génesis. Es importante no perder de vista este marco, para comprender mejor el texto de la tempestad calmada.

Hay elementos en este relato con los que no podemos identificarnos.  Ahora no creemos que el mar de Galilea, ni ningún otro mar del mundo, estén habitados por monstruos que mueven el agua en las profundidades y producen tempestades. Ninguna invocación sobre el mar puede hacer que, automáticamente, se calme.

Sin embargo, podemos centramos en el valor simbólico del texto: las tempestades que hay en nuestra propia vida y en la sociedad.

Continuamente experimentamos “vientos fuertes”, que nos colocan en medio de una tempestad, ya sea interior, familiar, laboral, de salud, de fe, etc. Suelen ser experiencias muy duras. El agua (el sufrimiento) inunda nuestra nave y sentimos que la barca vital está a punto de romperse o de naufragar.

Podemos hacernos una pregunta clave: en las tempestades de la vida, ¿a qué o a quién recurrimos? ¿Con qué herramientas gestionamos las tempestades personales?

Además, vivimos en medio de peligrosas tempestades sociales. Ha costado muchos años conquistar los derechos humanos, y actualmente, ciertas personas, grupos y partidos políticos, tiran por la borda esas conquistas. Hacen sonar las sirenas del barco para que cunda el pánico y el miedo nos empuje a refugiarnos en la bodega.

Quieren que, al sentir miedo, dejemos en sus manos el timón, las velas, los remos, la carta náutica y la brújula de todas las naves.

Quieren conducir la gran nave social al puerto que decidan las multinacionales, sin auxiliar a las pequeñas barcas que se encuentran en el mar, ni dejar subir a bordo a quienes piden auxilio desde el agua.

Tenemos miedo. Hay motivos para tenerlo si analizamos la situación mundial. Pero grupos poderosos se están sirviendo de ese miedo para dejar que se ahoguen miles de personas inocentes, y justificarlo en nombre de intereses patrios.

En este contexto resuenan las palabras de Jesús: ¿Por qué tenéis miedo?

Podemos preguntarnos en las comunidades: El miedo a quienes son diferentes, o vienen de lejos, ¿es más fuerte que la fe en que podemos seguir construyendo una nueva humanidad, fraterna y sororal? ¿El miedo nos hace organizar la pastoral, como si estuviéramos en una piscifactoría, en lugar de salir a mar abierto? ¿Hasta dónde vamos a dejar que el miedo gobierne y condicione nuestras vidas?

La fe nos da una fuerza imparable para navegar en medio de un mar embravecido, para recuperar el timón de cada nave, para saber que las cartas de navegación del Evangelio conducen a buen puerto y que las brújulas funcionan perfectamente, sin necesidad de recurrir al tarot, a gurús, al lujo, al poder o a cualquiera de las “herramientas” atractivas y baratas que se venden actualmente.

La fe es confianza y es fidelidad, por eso sabemos que el timón de las naves no se rompe, a pesar de los embates del mar.

Jesús “se encarnó en las tempestades de su tiempo y trajo la gran revolución social. Nos aseguró que estaría con nosotr@s hasta el final de los tiempos. Sabemos que no navegamos en solitario, en medio de las tempestades de cada día, que no sólo es patrón del barco, sino el propio barco.

Y las palabras de Jesús, que un día resonaron sobre las aguas del mar de Galilea, hoy nos salpican a cada uno, a cada una, y nos interpelan de nuevo: ¿Aún no tenéis fe?

Recordemos con agradecimiento a los hombres y mujeres del mar, que se juegan la vida pescando para alimentarnos. Y oremos y pidamos perdón a los miles de migrantes que han muerto en el mar, soñando un futuro mejor.

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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El silencio, puerta de la vida.

Domingo, 23 de junio de 2024
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IMG_5580Domingo XII del Tiempo Ordinario

23 junio 2024

Mc 4, 35-40

La lectura simbólica del relato evangélico urge a silenciar el «viento» y el «oleaje», para poder pasar así del miedo a la confianza.

Mientras no salgamos de la mente, será imposible hallar la calma y, con ella, el valor para afrontar el “oleaje” que pueda sobrevenir. Siendo la mente una herramienta prodigiosa, ocurre que cuando nos identificamos o reducimos a ella, no solo la convertimos en una fábrica de preocupaciones constantes, sino que nos impedimos captar la belleza y profundidad de lo real.

La mente, como los sentidos, nos engaña con facilidad, al hacernos creer que la realidad es exactamente igual a la imagen mental que nos hacemos de ella. Y no es así. Por su propia naturaleza, la mente objetiva y fragmenta lo real, mostrándolo como la suma de una infinidad de objetos separados.

Por el contrario, cuando acallamos la mente, percibimos que lo único realmente real es la consciencia (o la vida). Cualquiera puede comprobar cómo, al silenciar el pensamiento, lo único que queda es consciencia desnuda sin contenidos (objetos). Queda un puro “darse cuenta” como espaciosidad abierta capaz de acoger todo.

Esta “espaciosidad” resulta inalcanzable para la mente, que únicamente puede operar en el mundo de los objetos. Y, al no poder captarla, la ignora o la niega. En consecuencia, quedamos reducidos a objetos separados, es decir, asumimos como verdadera la imagen que la mente nos traslada.

Sin embargo, la imagen mental de la realidad no es la realidad. De ahí la importancia decisiva de entrenarnos en acallar la mente si queremos ver con claridad. Porque nos va en ello nada menos que el acceso a la comprensión y, con esta, a la luz, la libertad y la liberación del sufrimiento.

No llegaremos a saber lo que es la vida si nos reducimos a lo que nuestra mente puede percibir. Es preciso silenciar la mente y atender lo que queda: solo así nos descubrimos en nuestra identidad profunda como plenitud de vida que se está desplegando en nuestra persona particular. Esa comprensión es la que nos permite trascender la creencia errónea de separatividad y acceder a la consciencia de unidad, que transformará nuestro modo de ver y de vivir.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Si Jesús no va en la barca, esto se hunde

Domingo, 23 de junio de 2024
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jespe191Del blog de Tomás Muro, La verdad es Libre:

01.- Job: un hombre desconcertado (1ª lectura)

        El libro de Job refleja la fe -más que problemática- que Israel tenía en la justicia de Dios a finales del siglo V y comienzos del IV a-C.

        En esa época Israel todavía no había llegado a creer en la justicia de Dios en el “más allá” y en el “más acá” las cosas van como van, de todo menos en justicia.

En tiempos de Job Israel no creía en un “más allá”. Dios vivía en el cielo, los vivientes en la tierra y los difuntos quedaban bajo tierra, en el sepulcro, en el seol.

        Por otra parte en la época de Job creían que Dios premiaba y castigaba en esta vida con premios y castigos temporales, intrahistóricos, materiales: salud, familia, tierras, ganados, riquezas y bienes temporales, etc. El justo tenía salud, familia, bienes abundantes, etc… el injusto recibía la retribución de su pecado: enfermedades, desgracias, etc.

Es cierto que algunos salmos intuyen que Dios no dejará nuestra vida en la muerte. Me tomarás y no dejarás mi vida en el seol, en la muerte…, (Salmo 16).

Yo siempre estaré contigo (salmo 73).

        En este contexto se sitúa la vida de Job.

        Job es un hombre justo por lo que Dios le premia con bienes: familia, amigos, salud, tierras, cosechas abundantes.

        Pero entra en escena el diablo (la serpiente como en el Génesis) y le dice a Dios: tiéntale y verás cómo peca; entonces caerá en desgracia.

        Job siguió siendo hombre honrado y justo, sin embargo cae enfermo con una lepra: una llaga maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla, que le obliga a abandonar la familia, la convivencia, los bienes. Job pasa a ser un marginado, un maldito.

        Job entonces se queda perplejo y desconcertado. Su fe -la fe tradicional de Israel- entra en crisis, porque si “más allá” de esta vida no hay nada, no hay justicia y Dios premia a los justos en esta vida y castiga a los injustos también en esta vida. Yo no he pecado, ¿por qué me castiga Dios con esta lepra -llaga- con su consiguiente marginación?

        Entran en escena tres amigos de Job: Elifaz, Bildad  y Sofar, que le recuerdan y repiten a Job la doctrina tradicional y ortodoxa y le dicen: si tú, Job, tenías salud y familia, bienes abundantes, era porque eras justo y Dios te premiaba, pero -por el contrario- si ahora estás en la miseria, enfermo y en la marginación, es porque has pecado…

Los amigos de Job son los de siempre, los “del partido”, los de la Curia, que repiten miméticamente lo tradicional, pero no piensan ni ayudan.

Al final del libro de Job, Dios recrimina a los amigos de Job: Elifaz y Temar: estoy irritado contra vosotros, porque no habéis hablado bien de mí como ha hecho Job, (Job 42, 7).

        Job -naturalmente- se rebela: Yo no he pecado y Dios me castiga injustamente. Si no hay justicia ni en este mundo ni en el otro, ¿qué raza de justicia es la de este Dios?

        Así llegamos al momento más profundo del libro de Job.

        Job maldice el día en que nació:

¡Maldito el día en que nací!

Maldita sea la noche en que fui concebido.

Que ese día se vuelva oscuridad.

Job 3,1

        Entonces Job emplaza a Dios a un “careo” por aquello de que, “si Dios existe nos debe una explicación”…

        Dios acude “desde la tormenta” al encuentro (Job 38,1) y habla con Job remontándose majestuosamente al origen del universo. (Es el párrafo del libro de Job que hemos escuchado hoy).

¿Dónde estabas tú cuando creé y afiancé la tierra? (Job 38,4)

        Es como decirle a Job ¿Qué sabes tú de la vida, del origen y del futuro absoluto? ¿Quién eres tú para encararme a mí?

        Finalmente Job se humilla y responde al Señor:

He hablado yo insensatamente de maravillas que me superan y que ignoro. Te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me arrepiento cubierto de polvo y ceniza, (Job 42,3)

Y ya, Dios devuelve a Job la salud y los bienes.

Pero el problema de la justicia de Dios queda sin resolver, entra en punto muerto.

Habrá que esperar y recorrer otros caminos como la oración de los salmos, las guerras de los Macabeos, la fe de los profetas para llegar a una fe en la justicia de Dios y en la resurrección. Pero eso es ya otra cuestión que requerirá otros recorridos.

02.- La vida y la muerte son una tempestad

        El Evangelio de hoy refleja a la barca, la Iglesia, en medio de la tempestad del lago.

Cuatro veces aparece el simbolismo de la barca y la tempestad en el lago (Mt 14,22-36; 16, 5-12; Mc 4,36; 6,46). Son relatos eclesiales, de dificultades en la Iglesia naciente y de todo momento histórico de la Iglesia.

En la vida atravesamos por muchas tormentas y tempestades.

La Iglesia, las diócesis, etc. han de atravesar singladuras tempestuosas.

Los seres humanos también pasamos por tormentas de todo tipo. La mayor tempestad probablemente es la muerte que nos acecha.

Como a Job también a nosotros nos embarga la incertidumbre ante Dios, ante la justicia, ante el futuro absoluto, etc.

Y también como a Job Dios nos habla a nosotros desde la tormenta de la vida. JesuCristo nos habla “dormido” en la barca en pleno huracán en el mar de la vida. Tormentas en la vida.

03.- Tenían miedo.

Aquellos discípulos, primeros cristianos, tenían miedo -estaban espantados- quizás ante la persecución, quizás las ansias de poder de algunos de ellos, la cuestión es que “aquello” se hundía.

Es normal sentir miedo cuando uno va en una barca que se hunde o cuando nos hundimos moral o físicamente en la vida.

La vida está llena de tempestades, crisis, enfermedades, problemas, muerte…

Jesús navega tranquilo y dormido en aquella barca que se iba a pique, porque cree en Dios.

Jesús asocia el miedo a la falta de fe (confianza).

Quien confía no teme y quien teme, no confía. Job también terminará humillado y descansando en Dios.

En nuestras tempestades personales y eclesiales confiemos en que Cristo va en nuestra vida, en nuestra barca. Confiemos no en los amigos de Job, la ultraortodoxia, sino seamos humildes como Job.

Cuando Jesús está presente en la barca -aunque sea dormido-, el viento cesa y torna la calma.

04.- Cuando Cristo no está, esto se hunde.

        Cuando Cristo no está en nuestra vida o en la Iglesia, en la barca, esto se hunde, como la iglesia, la barca inicial, como Job.    Cuando Cristo está en nuestra vida y en la Iglesia entendemos la vida, nos acercamos al misterio de Dios.

Cristo calma nuestra existencia, nuestra angustia, nuestras tempestades. Cristo calmará las tempestades y luchas en el seno de la Iglesia.

Si Cristo estuviera en nuestra Iglesia viviríamos lo que hemos escuchado en el Evangelio: El viento cesó y vino una gran calma.

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“ No hay tormenta que pueda vencernos, cuando la fe se pone en acto”, por Consuelo Vélez

Domingo, 23 de junio de 2024
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IMG_5627De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio (XII del TO) 23-06-2024

No hay otra manera de emprender el seguimiento y de mantenerlo, que la fe

La fe sostiene el seguimiento, fortalece el discipulado

Ahora somos nosotros quienes estamos invitados a seguir el camino de la fe, manteniendo la paz ante las aguas agitadas, reconociendo en Jesús la autoridad para pasar cualquier tempestad

Ese día, caída ya la tarde, les dijo: Pasemos al otro lado. Despidiendo a la multitud, le llevaron con ellos en la barca, como estaba; y había otras barcas con Él. Pero se levantó una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya se anegaba la barca. Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; entonces le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: ¡Cálmate, sosiégate! Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma. Entonces les dijo: ¿Por qué están amedrentados? ¿Cómo no tienen fe? Y se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién, pues, es éste que aun el viento y el mar le obedecen?(Marcos 4,35-41)

El evangelio del domingo pasado nos presentó a Jesús predicando y enseñando sobre el reinado de Dios comparándolo con las parábolas del grano que crece por sí solo y el de mostaza. Fueron parábolas que llamaron a la confianza en Dios, a poner las fuerzas en Él y no en nosotros mismos. Esto contrasta con lo que nos trae el evangelio de hoy. Jesús deja de predicar y quiere ir a la otra orilla. Y, tal vez, es cuando se pone a prueba lo predicado anteriormente. Se desata una tormenta y Jesús duerme. Él tiene la confianza absoluta. Pero no así sus discípulos quienes están muertos de miedo y creen que van a perecer. Reclaman, por tanto, al maestro porque los está dejando abandonados a su suerte.

Jesús atiende su reclamo y calma las aguas, pero les hace la pregunta que habría de caracterizar a los discípulos que están acogiendo el reino: lafe. No parece que los discípulos tengan fe. Y es que no hay otra manera de emprender el seguimiento y de mantenerlo que la fe. Esta es la respuesta del discípulo y, continuamente, ha de ponerse en acto. Aquí podríamos recordar el texto de la carta a los hebreos, capítulo 11, en los que el escritor sagrado hace una lista de los personajes de la historia de salvación, mostrando como fue por la fe que se pusieron en camino, atravesaron el desierto y alcanzaron la tierra prometida. Eso mismo es lo que los discípulos han de vivir en su experiencia de seguimiento. La fe sostiene el seguimiento, fortalece el discipulado.

Además, de esta llamada a la fe, el texto nos muestra la autoridad de Jesús para remediar las situaciones. Es su palabra la que produce la calma de las aguas. Una palabra que emerge de la autoridad que surge de su propia coherencia de vida. Pero es, justamente, esa autoridad la que da miedo a los discípulos. Tal vez la llamada es demasiado exigente y, aunque la vean realizada en Jesús, dudan de su propia capacidad de mantenerse fiel en el camino. El texto termina ahí, con la pregunta hecha por los mismos discípulos sobre la identidad de Jesús: ¿quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen? Solo ellos pueden contestarla apuntándose al seguimiento o renunciando a él. Sabemos que ellos mantienen la fe, no sin dificultad. El mismo Pedro que vio a Jesús calmando las aguas, será el que luego lo niegue en el momento de la pasión. Es decir, la fe se pone en acto cada día y en cada situación. Y llegará la pasión donde está fe se pondrá, efectivamente, a prueba. El camino seguido por los discípulos ya lo recorrieron ellos. Ahora somos nosotros quienes estamos invitados a seguir el camino de la fe, superando las tormentas, manteniendo la paz ante las aguas agitadas, reconociendo en Jesús la autoridad suficiente para pasar cualquier tempestad.

Finalmente, este texto de la tempestad calmada nos recuerda la experiencia de pandemia que vivimos hace poco. Justamente este evangelio fue el que el papa Francisco propuso cuando se declaró mundialmente la pandemia. Pero su reflexión fue muy diciente: todos estamos en la misma barca y, ante las dificultades, si unimos fuerzas, todos nos salvamos. Ese es el gran desafío.

Seguimos pasando por diferentes tormentas, pero el Jesús que calma las aguas nos recuerda que la posibilidad de llegar a la otra orilla está en nuestra fe. Pero esa fe comunitaria, de quien sabe que va con otros y que la tarea es llegar a la otra orilla, como comunidad, como discípulos del reino, como esa nueva familia que engendra el seguimiento, que se sostiene por la fe. No sobra recordar lo que Jesús dijo al padre de un joven endemoniado, cuando al presentarle a su hijo le dijo a Jesús: “si algo puedes, ayúdanos. Jesús le respondió: ¿Qué es eso de sí puedes? Todo es posible para el que cree (Mc 9, 22-23).

(foto tomada de: https://rezoporti.org/2019/10/22/la-tempestad-calmada/)

 

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¡A Dios PEDIMOS, Y de tanto pedirle, ya no hay sitio en el corazón para darle, las GRACIAS por Todo..!

Sábado, 22 de junio de 2024
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Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

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¡A Dios PEDIMOS, Y de tanto pedirle, ya no hay sitio en el corazón para darle, las GRACIAS por Todo..!

¡Padre!

¡Perdona al hermano triste y orgulloso,

porque no sabe lo que hace!

!Quien confía en ti Jesús!

Se fía de Dios, al que no ve

!Quien se fía de Dios al que no ve!

Ve a Jesús en el hermano al que ve, y a todas sus criaturas

Y  Viendo así, ya ve al Padre.

Y Jesús y su Padre, y sus hermanos, y todas las criaturas,

nunca le abandonaran, ya es imagen y semejanza de Jesús,

y del buen Padre Dios.

Al no abandonarle nunca, el maestro da la cara por el,

y le infunde su palabra,

para hablar bien de nosotros delante de todos sus hijos;

y se coloca para rogar por él, delante de su Padre.

Y su Padre se estremece de gozo y le da todo, todo lo bueno.

Padre, solo quieres que no te pidamos tanto como los fariseos,

ellos ya recibieron su paga!

 El Padre ya sabe de nuestras necesidades

Él se ocupa de nosotros, de todos, de todos, como nos lo ha prometido.

Nosotros no confiamos en ti Señor, 

!Ayudanos a Confiar en ti, al 100%!

! ¡Padre!

¡Perdónanos porque no sabemos lo que hacemos!

El hermano que confía en Dios.

! ¡Bendito sea ese hermano!

Porque ha sabido morir cada día

y solo le importa la voluntad de su Creador

!Y da fruto en abundancia!

El hermano que confía en Dios, es humilde, sencillo, de nada se vanagloria.

Su corazón ya es del Padre y del Hijo y del Espíritu,

Y todo lo que hace le sale bien

El Padre ya vive con él,  y el hijo y el Espíritu

Nada más necesita,

! ¡Solo Dios le basta!

Está hecho a imagen y semejanza de su Creador.

!Jesús! 

Que no me avergüence de lo que hago.

Y me avergüence de lo que no hago.

!Jesús!

Que no me pase la vida entera excusándome,

de todo lo que es tuyo, para hacerlo mío,

Y haciéndolo mío

deje de hacer lo tuyo.

!Jesús!

Haz que sea testimonio de paz, de toda tu Paz,

y del bien, de todo tu Bien, para que solo sea tuyo,

Y que Confíe en ti

Cómo tú confías en mí,

Dando tu cara y tu palabra por mí.

Pues sí me avergüenzo de que confías en mí

y de lo que no hago, y me excuso de lo que hago

Te pido mi buen Señor

que me hagas Creer,

! ¡Como el ciego, para que vea sin ver!

! ¡Como el loco, que razone con tu locura!

! ¡Y cómo el buen mudo!, que hable por mi presencia.

¿Y si alguien me preguntara por ti?

Tú pongas en mi lengua de carne estéril,

Tu lengua bendita, que jamás enmudeció.

!Jesús!

Te dejo ahora que hagas de mí lo que tú quieras,

para ya no defenderme de lo que yo quiero,

Y llevame por dónde tú quieres,

Para que sea feliz como tú lo quieres.

Sin importarme; 

Vergüenza, Excusas,

Enfermedad, Soledad, Difamación, Abandono

Y nunca ya defenderme, igual que Tú,

y si mi presencia fuera testimonio de ser Tu

 testigo,

 solo hablaría cuando asi me lo pidieran, igual que tú.

Así eres, Jesús.

Locura bendita de Amor,

En tus predilectos, en los más débiles, los pobres de tu Reino.

Del Evangelio a la Vida

De la Vida al Evangelio.

*

Alfonso Olaz
31.05.2024

***

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Semillas de mostaza, cedros y católicos LGBTQ+

Lunes, 17 de junio de 2024
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IMG_5572La publicación de hoy es de La reflexión de hoy es de Brian Flanagan (él/él), teólogo y miembro principal del Ministerio New Ways. Es ex presidente de la Facultad de Teología y, más recientemente, profesor asociado en la Universidad Marymount en Arlington, Virginia. Su investigación se centra en la eclesiología y el ecumenismo, y su libro más reciente es “Tropezando en la Santidad: Pecado y Santidad en la Iglesia”. Es un hombre gay casado y feligrés de la Iglesia Holy Trinity en Georgetown, D.C.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Domino XI del Tiempo Ordinario, se pueden encontrar aquí.

En las lecturas litúrgicas de hoy encontramos la historia de dos plantas, y con ellas dos visiones diferentes del venidero reino de Dios. Y estos dos árboles –un cedro majestuoso y un humilde arbusto de mostaza– podrían proporcionar dos formas en las que nosotros, como LGBTQ+, podemos imaginar cómo la justicia, la libertad y la igualdad se están haciendo realidad para nosotros en nuestra iglesia y en nuestro mundo.

En la lectura de Ezequiel 17, la redención del pueblo de Israel está simbolizada por Dios restaurando o elevando el entorno natural. Esta simbolización también aparece en Isaías 2, donde escuchamos que “en los días venideros el monte de la casa del Señor será establecido como el monte más alto y elevado sobre los collados”. De manera similar, en Isaías 27, se compara a Israel con una viña y escuchamos que “En los días venideros, Jacob echará raíces, Israel brotará y florecerá, cubriendo de fruto todo el mundo”. En el texto de Ezequiel de hoy, obtenemos una imagen de un cedro plantado en Israel, que “echará ramas y dará fruto” donde “debajo de él habitarán aves de toda especie, y todo ser alado a la sombra de sus ramas. “

Estas imágenes nos señalan dos realidades en la redención esperada de Israel: primero, que un Israel restaurado será un lugar de vida floreciente, que dará refugio a las aves, como en el ejemplo de hoy, o una montaña santa donde pacerán el león y el cordero. juntos sin violencia. En segundo lugar, estas imágenes también enfatizan la visibilidad y claridad de esta redención: todas las naciones del mundo verán el monte de Dios y correrán hacia él; En la historia de hoy, el cedro está plantado “en un monte alto y encumbrado”, para que “todos los árboles del campo sepan que yo, el Señor, bajo el árbol alto, [y] exalto el árbol humilde”.

IMG_5573Es por eso que la imagen que Jesús usa en su parábola de la zarza de mostaza habría sido desafiante, incluso impactante, para muchos de los primeros oyentes de Jesús. A diferencia del noble y alto cedro, Jesús ofrece a sus oyentes una imagen del reino de Dios como un arbusto crecido. Como comenta la académica Mariam Kamell: “Si bien su audiencia puede esperar el reino venidero de maneras reconocibles y familiares (de la rama al cedro), un reino del que pueden enorgullecerse por ser noble y elevado, se les da una semilla y un arbusto de huerta”.

Kamell escribe que para los oyentes que esperaban que el reino de Dios llegara de manera clara, noble, visible, como un cedro, las imágenes de Jesús aquí habrían sido “impactantes”. En el relato de Jesús, el reino de Dios no sólo será diferente, sino que llegará de manera diferente: con el más pequeño de los comienzos, en un crecimiento pequeño y secreto, más parecido a una mala hierba que a un árbol noble y, sin embargo, sigue siendo un lugar de florecimiento y refugio. . Como el grano de trigo que muere y produce mucho fruto (Juan 12), el reino de Dios, colándose a través de una pequeña semilla, se ve muy diferente de lo que algunos de sus seguidores esperaban.

Para los católicos LGBTQ+, esto podría ser un recordatorio esperanzador de que el reino de Dios se parece más a un arbusto de mostaza que a un cedro majestuoso. A menudo anhelamos una victoria clara, decisiva y visible, una acogida de las personas LGBTQ+ sin ninguna ambigüedad, un cambio directo y radical en la enseñanza de la iglesia, el momento en el que la justicia de Dios venza clara y decisivamente. Pero la parábola de hoy nos dice que el reino de Dios, que nos incluirá a todos prosperando, llega en forma de semilla de mostaza: a través de actos pequeños, casi ocultos, de honestidad e integridad, como salir del armario; mediante la fidelidad silenciosa a nuestros hermanos en Cristo en la iglesia, incluso cuando nos frustran o nos desanimen activamente; al continuar apareciendo, semana tras semana, como miembros del Cuerpo de Cristo reunidos en comunión y enviados al mundo en servicio.

Y así como las parábolas piden oídos para escuchar, el reino de Dios requiere ojos para ver momentos de justicia y vida renovada, para las personas LGBTQ+ y para todo el pueblo de Dios y la creación, que llegarán lenta, silenciosamente y, sin embargo, imparablemente, hasta que todos encontrar refugio y florecimiento en el mundo que Dios está preparando para y con nosotros.

—Brian Flanagan, investigador principal, New Ways Ministry, 16 de junio de 2024

Fuente New Ways Ministry

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El mundo es el campo

Lunes, 17 de junio de 2024
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Del blog de Jesús Espeja La Iglesia se hace diálogo:

Domingo 11º  del tiempo ordinario

“Según los evangelios sinópticos, Jesús empleó la expresión ‘Reino de Dios’ o ‘Reino de los cielos’ para designar una sociedad fraterna”

“Qué difícil mantener viva esta confianza cuando estamos viendo cómo gastamos los recursos en armamento para matarnos unos a otros, mientras aumentan la injusticia social y la pobreza escandalosa”

“Pero en este mundo también hay muchas personas insatisfechas con esos atropellos inhumanos … No ahoguemos sus reclamos”

Decía Jesús al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.

Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Para meditar

Según los evangelios sinópticos, Jesús empleó la expresión “Reino de Dios o “Reino de los cielos” para designar una sociedad fraterna. Era la esperanza que animó la historia bíblica. Una situación donde los pueblos ya no se adiestrarán para la guerra: “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas; el lobo y el cordero pacerán juntos, y el león comerá paja como el buey; todos los pueblos participarán como amigos en el banquete de la creación. En esta tradición bíblica, Jesús tiene conciencia de que, ya en su propia conducta- “pasó  por el mundo haciendo el bien, curando heridas y combatiendo las fuerzas malignas”-   el reino de Dios está irrumpiendo.

“Jesús empleó la expresión ‘Reino de Dios’ o ‘Reino de los cielos’ para designar una sociedad fraterna. Era la esperanza que animó la historia bíblica”

Qué difícil mantener viva esta confianza cuando estamos viendo cómo gastamos los recursos en armamento para matarnos unos a otros, mientras aumentan la injusticia social y la pobreza escandalosa. Pero según las parábolas evangélicas, el reino de Dios o fraternidad sin discriminaciones ya está brotando en nuestro mundo tan herido. Cuando los seres humanos trabajan responsablemente con los talentos recibidos para cuidar y cultivar la tierra. Cuando un amo de la finca paga también jornal completo a un obrero que necesita el dinero aunque llegó tarde al tajo. Cuando un transeúnte movido a compasión, baja de su cabalgadura y aparca su proyecto por atender  a una persona maltratada y tirada en la cuneta.

IMG_5567“Según las parábolas evangélicas, el reino de Dios o fraternidad sin discriminaciones ya está brotando en nuestro mundo tan herido, cuando los seres humanos trabajan responsablemente con los talentos recibidos”

Sí, es verdad que la situación de nuestra sociedad es penosa. Casi nos hemos acostumbrado a normal esa masacre en el corazón de Europa y en Oriente Medio. Da grima ver a nuestros hermanos que desvalidos mueren ahogados en el mar mientras, muchas veces engañados, salen de su tierra buscando una mejora de vida. Pero en este mundo también hay muchas personas insatisfechas con esos atropellos inhumanos. Que tratan construir una sociedad más humana y solidaria. Que ayudan a las víctimas, que trabajan por erradicar las causas dela pobreza y de la injusticia. Que confían en que su compromiso por amor  en favor de los pobres, no cae ya en el vacío. Este compromiso responde a la semilla que una y otra vez puja en nuestro corazón. No ahoguemos sus reclamos.

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“La vida como regalo”. Domingo 11 Tiempo ordinario – B (Marcos 4,26-34)

Domingo, 16 de junio de 2024
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IMG_5307Casi todo nos invita hoy a vivir bajo el signo de la actividad, la programación y el rendimiento. Pocas diferencias ha habido en esto entre el capitalismo y el socialismo. A la hora de valorar a la persona, siempre se termina por medirla por su capacidad de producción.

Se puede decir que la sociedad moderna ha llegado a la convicción práctica de que, para darle a la vida su verdadero sentido y su contenido más pleno, lo único importante es sacarle el máximo rendimiento por medio del esfuerzo y la actividad.

Por eso se nos hace tan extraña y embarazosa esa pequeña parábola, recogida por el evangelista Marcos, en la que Jesús compara el «reino de Dios» con una semilla que crece por sí sola, sin que el labrador le proporcione la fuerza para germinar y crecer. Sin duda es importante el trabajo de siembra que realiza el labrador, pero en la semilla hay algo que no ha puesto él: una fuerza vital que no se debe a su esfuerzo.

Experimentar la vida como regalo es probablemente una de las cosas que nos puede hacer vivir a los hombres y mujeres de hoy de manera nueva, más atentos no solo a lo que conseguimos con nuestro trabajo, sino también a lo que vamos recibiendo de manera gratuita.

Aunque tal vez no lo percibimos así, nuestra mayor «desgracia» es vivir solo de nuestro esfuerzo, sin dejarnos agraciar y bendecir por Dios, y sin disfrutar de lo que se nos va regalando constantemente. Pasar por la vida sin dejarnos sorprender por la «novedad» de cada día.

Todos necesitamos hoy aprender a vivir de manera más abierta y acogedora, en actitud más contemplativa y agradecida. Alguien ha dicho que hay problemas que no se «resuelven» a base de esfuerzo, sino que se «disuelven» cuando sabemos acoger la gracia de Dios en nosotros. Se nos olvida que, en definitiva, como decía Georges Bernanos, «todo es gracia», porque todo, absolutamente todo, está sostenido y penetrado por el misterio de ese Dios que es gracia, perdón y acogida para todas sus criaturas. Así nos lo revela Jesús.

José Antonio Pagola

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“Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas”. Domingo 16 de junio de 2024. Domingo 11º Ordinario

Domingo, 16 de junio de 2024
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IMG_5310De Koinonia:

Ezequiel 17,22-24: Ensalzo lo árboles humildes.
Salmo responsorial: 91: Es bueno darte gracias, Señor.
2Corintios 5,6-10: En destierro o en patria, nos esforzamos en agradar al Señor.
Marcos 4,26-34: Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas.

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.”

Dijo también: “¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.” Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

La gran virtud de las parábolas es la de superar los obstáculos más obvios e inmediatos del entendimiento. Una parábola es un arco que se eleva por el aire y cae justo en su objetivo, evadiendo los obstáculos, enfocándose a su meta. Las parábolas de Jesús tienen un efecto similar. Frente a las interpretaciones oscuras y cargadas de sanciones con las que los maestros de la ley solían responder a sus interlocutores, las palabras de Jesús se imponen con una claridad demoledora. Frente a las intrincadas y sofisticadas interpretaciones de los maestros griegos, las enseñanzas de Jesús se presentan con una evidencia incontrovertible. Las palabras de Jesús hablan de la vida cotidiana: el campesino que salva su cosecha; de la persona que al cocinar administra con tino y prudencia la sal. Las palabras del profeta Ezequiel nos hablan del cedro, un árbol excepcional por su longevidad y por la calidad de su madera. Pablo nos hablará del cuerpo, como un domicilio provisional, y sin embargo imprescindible, para alcanzar una residencia permanente en un cuerpo resucitado.

El profeta Ezequiel compara la acción de Dios con la de un campesino que reforesta las cumbres áridas con cedros que se caracterizan por su tamaño excepcional, por la duración de su madera y por su singular belleza. El nuevo Israel será un rebrote joven plantado en lo alto de los montes de Judá; atrás quedaría la soberbia de la monarquía y todos los peligros de su desmesurada avidez de poder. El profeta tiene la esperanza de que su pueblo renazca luego del exilio y su estirpe perdure como lo hacen los cedros que pueden llegar a durar dos mil años.

Las parábolas de Jesús, en cambio, no hablan desde la perspectiva de los árboles grandes, sino de los arbustos que pueden crecer en nuestros jardines sin derribar la casa ni secar las otras hortalizas. La primera parábola habla de la fuerza interna de la semilla, que opera prácticamente sin que el campesino se percate. Si la semilla encuentra las condiciones favorables, florecerá. La labor del campesino se limita a preparar el terreno para que ofrezca esas condiciones que hacen posible el cultivo; a los cuidados indispensables para que la semilla germine y se fortalezca, y a la acción oportuna para cosechar los frutos. De manera semejante opera la acción del cristiano, favoreciendo la implantación de la semilla del Reino.

La homilía podría orientarse también muy justificadamente, más que por esa línea bíblica, por la línea teológica: el tema del Reino, que es el protagonista de las parábolas de Jesús del evangelio de hoy. En realidad sabemos que el tema del Reino fue… la pasión, la manía, el estribillo, la obsesión de Jesús. Por que fue también «Su Causa», la Causa por la que vivió y luchó, la causa por la que fe perseguido, capturado, condenado y ejecutado. Para comprender a Jesús nada hay más importante que tratar de comprender el Reino y la relación de Jesús con él.

[Es importante recordar –sin marcar bien los contrastes históricos caemos en el riesgo de repetir los errores pasados- que el Reino era en realidad un ausente mayor en el cristianismo clásico, incluso en el cristianismo que los hoy día «mayores» aprendimos y vivimos antes del Concilio Vaticano II… En el último milenio de la Iglesia se dio lo que Teófilo Cabestrero denomina «el eclipse del Reino»: la Iglesia prácticamente lo desconoció. Empleaba la palabra, el término, pero confundiéndolo. Típica es la expresión de esta confusión en las palabras del P. Vilariño, jesuita español de principios del siglo XX que sintetizaba su definición de Reino de Dios en aquel triple nivel: el Reino de Dios es el cielo, porque allí es donde Dios puede reinar efectivamente; el Reino de Dios es la Iglesia, porque la Iglesia sería el Reino de Dios en la tierra…; y el Reino de Dios, en tercer lugar, sería la gracia santificante en las almas, pues por medio de ella Dios se hace presente y reina en nuestro interior… Ninguna de estas tres definiciones coincide con lo que el obsesionado Jesús tenía en mente cuando hablaba y soñaba y se exponía por el Reino de Dios…]

Hay que subrayar que el tema del Reino de Dios, su redescubrimiento, a partir de ese citado «eclipse del Reino», es sin duda el tema teológico que más ha transformado a la Iglesia –y a la eclesiología y a la teología toda-. Véase la descripción del «Reinocentrismo» (por ejemplo en el libro Espiritualidad de la Liberación, de Casaldáliga-Vigil, disponible en servicioskoinonia.org/biblioteca) para desarrollar el tema dela transformación de la teología y de la espiritualidad con el re-descubrimiento del tema jesuánico del Reino…

El Reinocentrismo significa la superación del eclesiocentrismo, que se instaló en la Iglesia bien pronto, en contra de la mentalidad de Jesús. Y no es una «nueva teología», sino el pensamiento mismo de Jesús… Leer más…

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16.6.24.El reino de Dios se parece…. ¿A qué se parece? Palabra de Jesús, parábolas

Domingo, 16 de junio de 2024
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Jesús-y-sus-discípulos-Del blog de Xabier Pikaza:

Palabra viene de parábola, lenguaje simbólico y figurado, conversación abierta. No es lo ya dicho, sino lo que estamos diciendo, para niños, para ancianos, para pobres, para todos…  Nadie queda excluido. El Reino de Dios se parece, la vida es como…

¿Seguimos hablando, pensando, cantando?  ¿Me ayudáis y descubrimos juntos el sentido de la vida, sin excluir a nadie, sin pontificar sobre nada.

Hay siempre un lugar y un momento en el corro de las parábolas. Entremos hoy en la conversación de Jesús según el evangelio de Marcos.

No enseñaba de memoria, no daba lecciones. Se fijaba, escuchaba, proponía, matizaba, creando en la calle una escuela de vida.

Marcos 4,26-34 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.”

Dijo también: “¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.” Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Jesús, mesías de palabras…

              Jesús conocía el mensaje central de la Escritura, pero no se ha limitado a repetir sus argumentos ni ha discutido sus aplicaciones con otros rabinos, sino que   ha proclamado la llegada del  Reino (palabra de Dios) de un modo directo, entrando apelando a la conciencia de cada uno, desde el contexto de los campesinos y prescindibles de Galilea, expresando así la Palabra de Dios.

La sorpresa del pensamiento. Más allá de la lógica. Las parábolas son relatos breves, de carácter figurado, que nos introducen en la realidad desde una perspectiva imprevista, rompiendo el orden usual normal del pensamiento discursivo. Ellas expresan el poder creador del pensamiento, que es capaz de situarse de un modo paradójico ante el  misterio de la realidad (que es Dios).

Las parábolas se cuentan en formas distintas en  muchos pueblos y culturas, donde se vinculan con  enigmas y cuentos,  koan y las paradojas, con los poemas breves ylas adivinanzas,   apólogos y  alegorías y otras composiciones de la literatura oral más que de la escrita.

Tienen algo de juego y enigma, de curiosidad y eclosión imaginativa y han sido especialmente cultivadas en el mundo oriental y en el contexto de la Biblia, donde se afirma que Salomón, sabio por excelencia, fue autor de tres mil proverbios y de cien poemas (cf. 1 Rey 4, 32; cf. también Prov 1, 1; 10, 1; Eclo 1, 1; cf. 12, 9).

Normalmente, las mejores parábolas y enigmas de la Biblia no son obra de reyes, sino de personas que están fuera de las estructuras del poder, de manera que ellas pueden pensar más libremente y mostrar la otra cara de la realidad, rompiendo las redes del sistema. Entre los autores de parábolas antiguas podemos citar a Natán (2 Sam 12, 1-4), a la mujer sabia de Técoa (2 Sam 14, 2-7) o a Jotán, autor del apólogo famoso sobre el rey de los árboles (cf. Jc 9, 8-15).

Jesús, una puerta de parábolas que se abre

En el judaísmo del siglo I d. C. había otros narradores de parábolas, pero no conocemos a nadie que, entonces o después, se tuviera unos temas y modos de narrar como los haya podido comparar con Jesús, que no ha sido letrado de escuela o de corte, o escuela. P sino mensajero de un Reino (Palabra de revelación) cuyo impacto él ha descrito en forma de parábolas que ha proclamado en plazas y campos, para introducir a los  hombres y mujeres en el “mundo de la palabra”, que es mondo de sorpresa y comunicación.

 (1) Jesús ha creado parábolas de tierras y plantas, evocando el lago donde faenan los pescadores (Lc 5), el campo donde siembran los labriegos (Mc 4, Mt 13), de la semilla que crece por sí misma, y del grano de mostaza (Mc 4), o d el trigo y la cizaña que se mezclan das en la tierra (Mt 13), la de higuera estéril… (Mc 11).

 Jesús ha contado también parábolas que evocan trabajos y afanes: una mujer que amasa el pan con levadura (Mt 13) o que busca la moneda que ha perdido (Lc 15),; hay también un un comerciante experto en perlas finas (Mt 13), un agricultor acomodado que contrata jornaleros (Mt 20) y de un viñador y sus renteros (Mc 12).

 (3) Las parábolas de Jesús no son relatos ejemplares de piedad, sino llamadas de atención, ante la hora de Dios, es decir, ante la llegada del Reino con personajes ambiguos: administradores injustos (Mt 18; Lc 16), reyes crueles (Mt 22) o esposos desconsiderados (Mt 25), levitas y sacerdotes que abandonan al herido del camino (Lc 14). Ellas recogen así la vida real de los hombres y mujeres de su tiempo, situando ante esa misma vida el don y tarea del Reino.

En general, las parábolas evocan experiencias desconcertantes y en casi todas ellas late un rasgo que desconcierta, una paradoja que rompe los esquemas usuales de la vida: Un comerciante que vende su hacienda para comprar una fina perla (Mt 13, 45: ¿de qué vive después?), un padre que recibe y vuelve a dar sus bienes (anillo) al hijo pródigo que había dilapidado los bienes anteriores (Lc 15), un propietario  que envía   entrega a su hijo querido, sin armas ni defensa, poniéndole en manos de los duros viñadores que le matan (Mc 12), un sembrador que malgasta su semilla en el camino y entre zarzas (cf. Mt 4). Ellas evocan así la sorpresa de la vida, que nos sobrepasa y nos hace capaces de pensar de un modo distinto, en fidelidad a la tierra, sin un posible recurso a la evasión; pues bien, en ese trasfondo  presenta Jesús su mensaje de Reino.

Una tabla de parábolas.

Como he dicho, las parábolas sacuden al oyente y le capacitan para situarse de otro modo ante la realidad. Parecen hablar de un mas allá, como en el caso del rico Epulón (Lc 16) y del juicio del Hijo del Hombre (Mt 25), pero en realidad están hablando del más acá: El Epulón debe ayudar al pobre Lázaro, el rico ha de alimentar al hambriento, aquí y ahora, desplegando de esa forma el Reino. Jesús ha ido trazado así su itinerario de Reino, superando las seguridades oficiales y abriendo rutas desde la ley y el te felicidad y fidelidad. Éstas son algunas de sus parábolas, con las preguntas que suscitan (y con su paradoja): Leer más…

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El enigma, la mostaza y el cedro. Domingo 11. Ciclo B

Domingo, 16 de junio de 2024
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IMG_5357Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En el evangelio del domingo pasado vimos cómo se formaba una pequeña comunidad en torno a Jesús: su familia, sus hermanos, sus hermanas y su madre. Inmediatamente después introduce Marcos una serie de parábolas contadas por Jesús. Algo que el lector esperaba desde hace tiempo, porque el evangelista ha insistido en que Jesús enseñaba, pero no decía qué enseñaba. De ese largo discurso (34 versículos), la liturgia ha elegido dos parábolas (una que solo se encuentra en Marcos, y la conocida del grano de mostaza) y el final del discurso.

El campesino y la tierra (1ª parábola)

En aquel tiempo decía Jesús a las turbas:

– El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.

           Lo que dice la primera parábola parece una tontería: que el campesino siembra y luego se olvida de lo que ha sembrado hasta llegar el momento de la siega; la que trabaja es la tierra, es ella la que hace crecer los tallos, las espigas y el grano. Eso lo saben todos los galileos que escuchan a Jesús. ¿Dónde radica la novedad de esta parábola? En que Jesús compara la actividad del campesino con lo que ocurre en el reino de Dios. También aquí la semilla termina dando fruto sin que el campesino trabaje, mientras duerme.

Y entonces surgen los interrogantes: ¿quién es el campesino? ¿Es Jesús? No parece lógico, porque el campesino de la parábola no sabe lo que ocurre. ¿Son los apóstoles y misioneros que anuncian el evangelio, y éste da fruto, aunque ellos no se den cuenta? ¿Quién es la tierra? ¿Es cada cristiano, en el que la semilla va dando fruto mientras el que ha sembrado duerme?

La explicación hay que buscarla en otra línea: la parábola habla del proceso misterioso por el que crece el reino de Dios, la comunidad cristiana, semejante al de la simiente que crece sin que el campesino intervenga ni se dé cuenta. Cuando uno piensa en la forma misteriosa en que la simiente plantada por Jesús y sus discípulos en una región remota y sin importancia del imperio romano ha terminado produciendo fruto en todos los países del mundo, el sentido de la parábola resulta más claro. Es una invitación a confiar en la acción misteriosa de Dios en la iglesia y en cada uno de nosotros, renunciando a considerarnos los protagonistas de la historia, y a pensar que todo depende de lo que hacemos.

Sin embargo, parece que la parábola resultó demasiado extraña y difícil de entender, y quizá por eso Mateo y Lucas (por motivos pastorales, como ahora se dice) no la copiaron.

La mostaza y el cedro (2ª parábola y lectura de Ezequiel)

Dijo también:

– ¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

       La segunda comparación es más clara y de enorme actualidad, sobre todo en muchos países occidentales, donde el cristianismo parece andar de capa caída. Jesús compara a la comunidad cristiana, el reino de Dios en la tierra, con la semilla de mostaza; algo diminuto, pero que, al cabo del tiempo, se convierte en árbol y puede acoger a los pájaros del cielo. No hay que desanimarse si la iglesia es un arbolito pequeño, poco mayor que las hortalizas.

          Quien conoce el Antiguo Testamento, advierte que esta parábola recoge una comparación de Ezequiel modificándola radicalmente. Este profeta se dirige a los judíos de su tiempo, desanimados por tantas desgracias políticas, económicas y religiosas. Para infundirles esperanza, compara al pueblo con un árbol. Pero no con el modesto arbolito de la mostaza, sino con un majestuoso cedro, del que Dios arranca un esqueje para plantarlo «en un monte elevado, en la montaña más alta de Israel».

Esto dice el Señor Dios:

– Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré. De sus ramas más altas arrancaré una tierna y la plantaré en la cima de un monte elevado; la plantaré en la montaña más alta de Israel, para que eche brotes y dé fruto y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas.

        Todo es grandioso en Ezequiel; en el evangelio, todo es modesto. Pero el resultado es el mismo; en ambos árboles pueden anidar los pájaros. La comparación de Ezequiel recuerda la imagen de una iglesia universal dominante, grandiosa, respetada y admirada por todos. La de Jesús, una comunidad modesta, sin grandes pretensiones, pero alegre de poder acoger a quien la necesite.

         En resumen, las dos parábolas se complementan. La primera habla del crecimiento misterioso del reino; la segunda advierte que, a pesar de su crecimiento, no debemos esperar que se convierta en algo grandioso. Pero, aunque sea modesto como el arbolito de la mostaza, podrá cumplir su misión de acoger a los pájaros del cielo

Final del discurso (Mc 4,33-34)

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

           Marcos ha querido cerrar su discurso con una nota sobre el modo de enseñar de Jesús, sin caer en la cuenta de que se contradice. Comienza diciendo que hablaba en parábolas para acomodarse al entender de su auditorio. Pero la gente no debía de entenderlas, porque sus discípulos tenían necesidad de que se las explicara en privado. Podemos decir, resumiendo mucho, que Jesús utilizaba dos tipos de parábolas: las muy fáciles de entender (hijo pródigo, buen samaritano…) y las que pretendían que la gente pensase; si ni siquiera los discípulos encontraban la respuesta, él se la explicaba (estas son la mayoría).

El destierro y la patria (2 Corintios 5,6-10)

El tiempo ordinario nos devuelve también a la problemática realidad de la segunda lectura, sin relación con la primera ni con el evangelio. Un inciso que dificulta más que ayuda. Eso no significa que no contenga mensajes importantes.

Hermanos: Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras vivimos, estamos desterrados, lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe. Y es tal nuestra confianza, que preferimos desterrarnos del cuerpo y vivir junto al Señor. Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle. Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho en esta vida.

Este breve fragmento de la segunda carta a los Corintios nos permite conocer los sentimientos más íntimos de Pablo. La conversión supuso para él un cambio radical con respecto a la persona de Jesús. De perseguirlo pasó a estar tan entusiasmado con él que, por su gusto, preferiría morir para estar con el Señor. Su situación le recuerda a la de tantos contemporáneos suyos, que por motivos políticos eran desterrados, lejos de Roma o de otra ciudad importante. Él también se siente desterrado, lejos del Señor. Y le gustaría morir, porque sólo con la muerte se puede volver a la verdadera patria y estar cerca del Señor. (Siglos más tarde santa Teresa diría algo parecido: «Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero que muero porque no muero».) Pero Pablo acepta la realidad. En el destierro o en la patria, debemos esforzarnos por agradar a Dios.

«Es bueno darte gracias, Señor» (Salmo 91)

         Tanto si la semilla germina y da fruto en cada uno de nosotros o en toda la Iglesia, la respuesta al evangelio debe ser la acción de gracias. El salmo usa también una imagen vegetal, aunque no habla del cedro ni de la mostaza, sino de la palmera. Como ella, el justo «en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso».

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Domingo XI del Tiempo Ordinario. 16 de junio de 2024

Domingo, 16 de junio de 2024
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“A sus discípulos se lo explicaba todo en privado”

(Mc 4, 26-34)

Al abrir la biblia por la cita de hoy lo primero que leemos es este enunciado: Parábola del grano que crece por sí sólo. El subconsciente de cada cual es muy peculiar pero si el tuyo es de los que saltan disparados para protestar, no tardará en salirte un “¡sí, claro!”. Vamos, que no te parece muy convincente eso de que crezca por sí sólo.

Pues bien, ¿cuántas veces has escuchado o leído que nos tenemos que hacer como niños? Con esta, una más.

Si jugando con un niño haces que, por ejemplo, un muñeco le hable, en un primer momento se sorprenderá pero acto seguido te dirá “has sido tú”. Reconoce que alguien mayor que él ha hecho que el muñeco le hable. Luego, agradecido, incluso él imitará ese gesto que le acabas de enseñar y lo hará con otros niños.

Algo así podríamos hacer en nuestra cotidianidad. No me refiero a hacer cosas extraordinarias y ponernos medallas, qué va, aunque nos encanta. Me refiero a la actitud del niño: sorprendernos con lo que ocurre en el momento presente, es decir, estar despiertas y atentas al ahora, reconocer que lo que vivimos no es mérito nuestro sino que nos viene de Dios, alguien infinitamente más grande que nosotras, y así, llenas de gratitud, imitar entre las demás ese pequeño gesto que nos ha hecho sonreír.

Verás que así el grano sí que crece por sí sólo. Con gratitud y pequeños gestos. Una vez que una hermana acababa de sembrar unas semillas, una noche al acostarse se acordó que no las había regado y un rato después escuchó que comenzaba a llover. Dijo “gracias, Señor, por encargarte tú de regar ahora”… y vaya si crecieron.

Oración

Jesús de Nazaret, Maestro, no dejes de enseñarnos en el Silencio. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La semilla, como Vida que es, crece desde dentro.

Domingo, 16 de junio de 2024
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Mc 4,26-34

Más que parábolas son dos ejemplos simples que todo el mundo podía comprender. Con ellos Jesús intenta comunicar a los demás lo que está pasando en lo más hondo de su ser. El Reino de los cielos no se parece a nada, está más allá de todo lo que podemos comprender. En cada ser humano es una Realidad distinta e intransferible, solo el lenguaje simbólico puede apuntar a esa Realidad escurridiza. Si es única en cada uno, la manera de manifestarse también será siempre diferente. No cabe la programación.

Todos los exégetas están de acuerdo en que el “Reino de Dios” es el centro de la predicación de Jesús. Lo difícil es concretar en que consiste esa realidad tan escurridiza. La verdad es que no se puede concretar, porque no es nada concreto. Tal vez por eso encontramos en los evangelios tantos apuntes desconcertantes sobre esa misteriosa realidad. Sobre todo en parábolas que nos van indicando distintas perspectivas para que vayamos intuyendo lo que puede esconderse en esa expresión tan simple.

Podíamos decir que es un ámbito que abarca a la vez materia y espíritu. Todo el follón que se armó el primer cristianismo a la hora de concretar la figura de Jesús, nos lo armamos nosotros a la hora de definir que significa ser cristiano. El Reino es a la vez, una realidad divina que ya está en cada uno de nosotros y una realidad humana, terrena que se tiene que manifestar en nuestra existencia de cada día. Ni es Dios en sí mismo ni se puede identificar con ninguna situación política, social o religiosa.

Las parábolas no se pueden expli­car. Solo una actitud vital adecuada puede ser la respuesta a cada una. Como nuestra actitud espiritual va cambiando, la parábola me va diciendo cosas distintas a medida que avanzo en mi camino. Tampoco las dos parábolas de hoy necesitan aclaración alguna. Todos sabemos lo que es una semilla y como se desarrolla. Si acaso, recordar que la semilla de mostaza es tan pequeña que es casi imperceptible a simple vista. Por eso es tan adecuada para precisar la fuerza del Reino.

El crecimiento de la planta no es consecuencia de una acción externa sino consecuencia de una evolución de los elementos que ya estaban en ella. Este aspecto es muy importante, por dos razones: 1ª porque nos advierte de que lo importante no viene de fuera; 2ª porque nos obliga a aceptar que no es algo estático sino un proceso que no tiene fin, porque su meta es el mismo Dios. El Reino, que es Dios, está ya ahí, en cada uno y en todos a la vez. Nuestra tarea no es producir el Reino, sino hacerlo visible.

Tampoco podemos pensar en una meta preconcebida. Desde lo que cada uno es en el núcleo de su ser, debe desplegar todas las posibilidades sin pretender saber de antemano a donde le llevará la experiencia de vivir esa Realidad que nos desborda. En la vida espiritual es ruinoso el prefijar metas. Se trata de desplegar una Vida y como tal, es imprevisible, porque es respuesta interna incontrolable. No pretendas ninguna meta, simplemente camina. La fuerza que necesitas para caminar ya está en ti.

En cada una de las dos parábolas se quiere destacar un aspecto de esa realidad potencial dentro de cada semilla. En la semilla se quiere destacar su vitalidad, es decir, la potencia interna que tiene para desarrollarse por sí misma. En el grano de mostaza se quiere destacar la desproporción entre la pequeñez de la semilla y la planta que de ella surge. Parece imposible que de una semilla apenas perceptible surja, en muy poco tiempo, una planta de gran porte, donde pueden hacer su nido las aves.

En una religión que tenía verdadera obsesión por controlarlo todo, Jesús propone una total autonomía de la fuerza del Reino. La semilla crece sin que sepamos cómo. El afán de controlarlo todo, hasta los últimos detalles, arruina la energía de la semilla que la puede hacer crecer. La fuerza viene de la propia semilla que la desplegará en cuanto encuentre las condiciones adecuadas. La Iglesia pretende que pongamos toda nuestra confianza en las normas, los ritos y las verdades dogmáticas, olvidando lo esencial.

En una sociedad en que se valoraba el poder por encima de todo, Jesús da a entender que hay una Realidad que se muestra en lo infinitamente pequeño. El Reino que es Dios se manifiesta siempre, no a través del dominio sino a través del servicio. Jesús nos invita a ver la presencia de Dios en la insignificancia de todo ser humano. Dios no se manifiesta en lo grandioso sino en lo más pequeño. Como Iglesia y como individuos debemos recuperar esta manera de ver el mundo si queremos ser fieles a Jesús.

Cada uno de nosotros debemos preguntarnos si, de verdad, hemos descubierto y aceptado el Reino de Dios y si lo hemos rodeado de unas condiciones mínimas indispensables para que pueda desplegar su propia energía. Si no se ha desarrollado, la culpa no será de la semilla, sino nuestra. La semilla se desarrolla por sí sola, pero necesita humedad, luz, temperatura y nutrientes para poder desplegar su vitalidad latente. La semilla con su fuerza está en cada uno, solo espera una oportunidad.

No somos nosotros los que desarrollamos el Reino. Es el Reino quien se desarrolla en nosotros. Incluso los que tenemos como tarea hacer que el Reino se desarrolle en los demás, olvidamos ese dato fundamental. No tenemos paciencia para dejar tranquila la semilla, o intentamos tirar de la plantita en cuanto asoma y en vez de ayudarla a crecer la desarraigamos, o la damos por perdida antes de que haya tenido tiempo de germinar.

Puede frustrarnos el ansia de producir fruto sin haber pasado por las etapas de crecer como tallo, luego la espiga y por fin el fruto. La vida espiritual tiene su ritmo y hay que procurar seguir los pasos por su orden. La mayoría de las veces nos desanimamos porque no vemos inmediatamente los frutos. Cada paso que demos es un logro y en él ya podemos apreciar el fruto. Si tomas conciencia de tu verdadero ser, estás en camino.

El Reino está en nosotros como semilla que está sembrada en cada uno de nosotros. Es la realidad espiri­tual que está más allá del tiempo y del espacio. Está a la vez en todas partes y siempre. Si soy consciente de esa Realidad lo descubriremos mirando las obras. Si mi relación con los demás es adecuada a mi verdadero ser, demostrará que el Reino está en mí. Si es inadecuada, demostrará que el Reino no se ha desarrollado.

Jesús experimentó dentro de sí mismo esa Realidad y la manifestó en su vida. Toda su predicación consistió en proclamar esa posibilidad. El Reino de Dios está dentro de nosotros, pero puede que no lo hayamos descubierto. Jesús hace referencia a esa Realidad. Creo que, aún hoy, nos empeñamos en identifi­car el Reino de Dios con situaciones externas. La lucha por el Reino tiene que hacerse dentro de nosotros mismos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Las Parábolas

Domingo, 16 de junio de 2024
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Mc 4, 26-35

«Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas»

Imaginemos a Jesús sentado en una roca de la loma de un monte contando historias sencillas a la gente para hablarles de Dios y del Reino: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios» …  Enfrente, acomodados como pueden en la irregularidad del terreno, vemos gran número de personas que le siguen a todas partes y hasta se olvidan de comer por escucharle; que están entusiasmadas, pues les habla de Dios con cosas sencillas y en un lenguaje tan asequible que todos le entienden. Además, Jesús les abre una puerta a la esperanza que los letrados y fariseos mantenían cerrada, porque el Dios que predica no los rechaza por sus pecados, sino que los acoge: es como una Madre, no como un Juez…

Algunos especialistas dicen que las parábolas, tal y como las recoge el evangelio, son invento de Jesús; que las parábolas del Antiguo Testamento son más bien alegorías cuyo estilo no se puede equiparar al suyo. En cualquier caso, no cabe duda de que les hablaba en parábolas y que si las ignoramos (o las infravaloramos) nos quedamos sin mensaje. Son tan importantes para entender al Dios de Jesús y el Reino, que me van a permitir enunciarlas juntas para hacernos una idea de conjunto de la propuesta de vida que encierran.

“El sembrador”: Dios siembra a voleo la semilla de la Palabra para que llegue a todos, y cuando cae en buena tierra, da el ciento por uno… “La cizaña”: No habla de buenos y malos, sino de que el bien y el mal conviven en el interior de cada uno de nosotros… “La red”:bastante parecida a la anterior, añadiendo, quizá, que el ser humano no está capacitado para juzgar la bondad o maldad de los actos ajenos… “El grano que crece solo”: La semilla no es nuestra; nosotros no la hacemos germinar; lo nuestro es preparar el campo para que la semilla pueda germinar en nosotros… “El grano de mostaza”: Es un acto de fe en la fuerza imparable del Reino que acabará fertilizándolo todo allí donde caiga… “La levadura”: el Reino no crece por la fuerza del poder o el poder del dinero, sino desde dentro, en silencio…

“El tesoro”: Quien lo encuentra lo vende todo, pero lo hace lleno de alegría porque lo demás ha dejado de tener importancia para él; ya sólo le interesa el tesoro que ha encontrado… “Los talentos”: Los hemos recibido para que den fruto, no para quedárnoslos… “El fariseo y el publicano”: Complementaria de la anterior; no basta con dar gracias por los talentos recibidos, hay que ponerlos a trabajar por el Reino… “El administrador infiel”: ¡Hay si fueseis tan listos para las cosas de Dios como para las cosas de este mundo!… “Epulón y Lázaro”: Si estáis poseídos por el dinero, no se os ablandará el corazón aunque resucite un muerto…

Pero entre ellas podemos destacar cinco “cumbres” que nos ayudan especialmente a conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos. “La oveja perdida”: Todos somos importantes a los ojos de Dios, pero más importantes cuanto más necesitados; como ocurre con las madres… “El hijo pródigo”: El hijo pequeño creía que iba a estar mejor lejos de la casa de su padre. El padre sale todas las tardes a esperarle, y cuando le ve aparecer lleno de miseria, no sólo le acoge por caridad, sino que le restituye inmediatamente a su condición de hijo… “Los obreros de la hora undécima”: Vivimos en el mundo de la justicia, pero Jesús nos invita a dar el salto al mundo del amor; nos invita a pensar como Dios… “El buen samaritano”: De nada les sirve al sacerdote y al levita su condición sagrada; Jesús pone como ejemplo al hereje despreciado que se detiene a socorrer al herido… “El juicio final”: Venid benditos de mi Padre… porque a mí me lo hicisteis…

No podemos terminar sin hacer mención a las innumerables “expresiones parabólicas” de las que se vale Jesús a lo largo de su vida. La sal de la Tierra y la luz del mundo… Hacerse como niños… Ser esclavo de todos… La senda estrecha… Poner la otra mejilla…  El vino nuevo y los odres viejos… El camello y el ojo de la aguja… Edificar sobre roca… Tomar la cruz… La higuera estéril… La viga y la paja… Colar el mosquito y tragarse el camello… El agua… El grano de trigo… El médico…

Jesús hizo la mejor teología contando cuentos sencillos a gente sencilla. Pero, entre todas sus parábolas, podemos sin duda destacar una genial y definitiva: Abbá

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La fuerza de lo oculto.

Domingo, 16 de junio de 2024
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16 de junio de 2024

El evangelio de este domingo propone dos parábolas muy sugerentes que nos revelan aspectos esenciales sobre cómo se manifiesta el reinado de Dios en nuestra vida. Jesús prefiere anunciar con parábolas la realidad del reinado de Dios como pedagogía para comprender mejor su mensaje. No es un lenguaje inventado por Jesús, ya los rabinos usaban las parábolas para explicar algún punto de la doctrina o sentido de algún pasaje de la Escritura. La diferencia es que Jesús convierte las mismas parábolas en enseñanza para hacer que el oyente se sumerja en ella y conecte con la misma esencia de su mensaje y no con su literatura.

Estas parábolas se encuadran en el capítulo 4 del evangelio de Marcos, cuyo objetivo es “enseñar” en qué consiste la novedad del mensaje de Jesús con respecto al judaísmo. Es un capítulo especial en cuanto a la palabra pronunciada por Jesús ya que parece que es en el que más habla; su palabra se va convirtiendo en una provocación para situarse ante un Dios que va liberando la religión de lo que no es esencial.

A través de escenas comprensibles de la vida ordinaria, pretende revelar lo incomprensible para movilizar a muchas mentes llenas de prejuicios, ideas prestadas, patrones esclavizantes, dogmatizados y, en algunas ocasiones, rígidos. Jesús no entra en dialécticas teológicas y metafísicas para mostrar y demostrar su verdad, sino que utiliza un método más sereno, sin agresividad y despertando reacción interna en los oyentes, aun reconociendo la realidad de sus destinatarios.

Comienza el relato con una comparación, en boca de Jesús, no para explicar teológicamente lo que es el Reino sino cómo actúa en lo profundo del ser humano. No es casual que lo compare con una semilla que crece por sí sola, un crecimiento que no podemos controlar ni manipular porque pertenece a otro plano. Esta es la primera línea discontinua con respecto al judaísmo radical de entonces y a ese mismo judaísmo, casi inconsciente, que puede seguir presente hoy en nuestra manera de vivir la fe.

Con esta comparación pone de manifiesto que “lo de Dios” es un dinamismo que se escapa a nuestra percepción racional necesitada de cuantificar, sumar, restar, ampliar, clasificar, controlar… El reinado de Dios pertenece a otras categorías porque es un dinamismo que necesita de nuestra percepción espiritual. No se trata tanto de comprender sino de conectar con esta corriente que trasciende nuestra existencia y que es su mismo origen. El reinado de Dios, por tanto, no es un lugar, no ocupa espacio, no tiene tiempo, ni volumen, ni es reservado para aquellos que cumplen fielmente todo cuanto hay que hacer para “salvarse”. No es una conquista que llega por nuestros méritos, no es un premio, ni propiedad de una élite elegida.

El reinado de Dios es el mismo dinamismo divino que se manifiesta en lo humano que, en nuestra existencia, coge volumen, espacio, tiempo y presencia a través de nuestra humanidad. Jesús no lo puede explicar mejor: es una semilla que crece por sí sola, imperceptible, pero pujante, como potencia transformadora, primero como raíz, a través de la que fluye la verdadera naturaleza que somos.

Sería interesante que viviéramos con más conexión a este grano de mostaza, oculto a nuestros sentidos, revelado a nuestra conciencia interior, y que nos hace ser ramas tan grandes que a su sombra anidan los pájaros. Este es el verdadero signo del reinado de Dios: cuando hacemos presente nuestra capacidad de comunión con el género humano a través del respeto a la dignidad de todo cuanto existe. Lo demás se dará por añadidura.

¡¡FELIZ DOMINGO!!

Mari Fe Ramos

Fuente Fe Adulta

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La vida, proceso inteligente y autodirigido

Domingo, 16 de junio de 2024
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IMG_5374Domingo XI del Tiempo Ordinario

16 junio 2024

Mc 4, 26-34

Desde una lectura mental, la vida suele verse como “algo” que aparece en un momento determinado, fruto del azar para unos o creada por un dios para otros. En la misma línea, refiriéndonos ya a nosotros mismos, la vida se ve como “algo” que tenemos y que un día habremos de perder.

Al ser esta una lectura típicamente mental, es la que maneja la biología en particular y la ciencia en general, así como la que pervive en el imaginario colectivo. Sin embargo, a poquito que seamos capaces, no de pensarla, sino de atenderla y de contemplarla, podremos advertir que, más allá de aquella impresión, la vida es un proceso inteligente y autodirigido, en constante despliegue. No necesita de “alguien” que, desde el exterior, la cree: ella misma es eterna, el núcleo y la fuente de todo lo que es.

Una semilla -por retomar la parábola de Jesús- sabe lo que tiene que hacer para llegar a ser la planta que ella misma contiene. Ese es el modo de desplegarse de la propia vida. En cuanto proceso inteligente, vida y consciencia resultan términos equivalentes para nombrar la realidad originaria, de la que todo sin excepción está hecho. Todo es vida -todo es consciencia- que, en cada ser, se manifiesta en una forma concreta impermanente y transitoria.

Más allá de la “persona” en la que nos estamos experimentando, somos vida. Y podemos comprobarlo cuando, acallada la mente, en lugar de pensarnos -el pensamiento, por su propia naturaleza, reduce todo a objeto delimitado-, nos atendemos, apreciamos que no hay distancia ni diferencia entre la vida y nosotros, sino que, en nuestra identidad profunda, somos Vida.

La conclusión es clara: si la Vida es un proceso inteligente y autodirigido, la actitud acertada consiste en vivir diciendo sí a lo que la vida nos trae. No desde una resignación fatalista -la resignación es lo opuesto a la aceptación-, sino desde una aceptación lúcida que comprende el fondo de lo real.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol, (Martin Luher King.)

Domingo, 16 de junio de 2024
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IMG_5407Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. HACIA EL FIN DE CURSO.

Mediado ya el mes de junio es el tiempo de fin de curso, por otra parte y en muchas partes es el momento de la siega, de la cosecha del trigo, del cereal… Tiempo de cosechar.

Las lecturas de hoy están llenas de vida:

+ El profeta Ezequiel nos habla de ramas tiernas, cedros altos, palmeras, brotes tiernos, árboles que florecen…

+ El salmo que hemos rezado, 126, nos llena de esperanza: al ir iban llorando llevando la semilla, al volver vuelven cantando trayendo las gavillas.

+ Jesús en el evangelio nos habla de semillas pequeñas que crecen, trigo, el grano de mostaza se convierte en un gran árbol…

Jesús compara el Reino de los cielos a la semilla humilde pero llena de vida que poco a poco, calladamente va creciendo, creando vida.

La semilla del Reino de Dios está ya en el surco de la historia humana. Poco a poco irá creciendo. Tengamos fe y esperanza.

02. LA HUMILDE SEMILLA.

La sociedad industrial nos ha hecho olvidar y desconocer el mundo rural, la estima y el valor de la semilla, de la siembra, de la cosecha…

Por otra parte, ha cambiado mucho el estilo de vida y la calma, la paciencia, la espera que requiere la semilla y la espiga, el tiempo sereno de dejar que la naturaleza, el día, la noche, la lluvia, el sol, la tierra hagan su tarea “vital”.

Sería interesante que recordáramos el sosiego del tiempo en la cultura rural, en el mundo rural: las estaciones de año: la quietud del invierno, el duro trabajo de la siega en verano – otoño. El día estaba regulado por el sol, por el ángelus, las campanadas, las fiestas se celebraban con gozo e intensidad. Se vivía al ritmo de la naturaleza. Había que saber esperar… Todo tiene su tiempo (Eclesiastés).

Todo eso nos es ya desconocido y las prisas, la ansiedad, el stress regulan nuestra vida. Escribía el neurólogo y psiquiatra V. Frankl que la prisa y el continuo movimiento, el stress es como una “falsa” automedicación ante la ansiedad.

Las prisas y eficacias, la impaciencia no sirven en estas cosas de la vida.

Seguramente hemos visto la película “Campeones”. En una escena de aquel equipo de baloncesto de chicos y chicas con síndrome de Down, uno de ellos se queda un tanto bloqueado. El entrenador se exaspera y otro muchacho del equipo le dice: “hay que esperar”. ¿Esperar a qué? A que vuelva…

No tengamos prisas en las cuestiones educativas, (cuesta mucho tiempo que el grano de trigo vuelva a ser espiga, cuesta mucha dedicación, trabajo y, a veces, sufrimiento, educar un niño, un adolescente).

Es inútil que tiremos de la espiga, de la planta, porque no va a crecer ni antes, ni mejor y, con toda seguridad la vamos a romper y destrozar.

En otro orden de cosas, no tengamos urgencias morales, ni precipitaciones en las conversiones, en los cambios personales, sociales, políticos, teológicos, pastorales, etc., porque nos puede invadir la ansiedad, y la ansiedad puede generar miedo y angustia, lo cual puede llevarnos a pretender solucionar las cosas con una insaciable prisa y avidez de poder, de placer, etc.

Por otra parte el grano de trigo, un grano de mostaza son semillas humildes, pequeñas, pero llenas de vida. La semilla es paciente, callada, pero va creciendo poco a poco: duermas o veles, de día o de noche, la semilla sigue creciendo, desarrollando toda su vitalidad.

El crecimiento de la semilla no depende -al menos no totalmente- del trabajo humano, de los esfuerzos humanos. La semilla está llena de vida en sí misma y sigue creciendo aun cuando estemos dormidos.

03. SEMBRAR ES UNA TAREA SENCILLA PERO MUY NOBLE.

Sembrar es en todos los sentidos una tarea noble.

¿Quizás hoy sembramos poco?

SOCIALIZACIÓN

No me refiero al orden político, sino que en el mundo de la pedagogía, en el ámbito de la familia y de la educación por socialización se entiende la transmisión de lo que para nosotros (para un pueblo, para una sociedad) es bueno y valioso: comunicar la cultura en la que vivimos: desde el o los idiomas y la alimentación, hasta las fiestas, las costumbres, las tradiciones, los mitos, la fe, las normas de vida, la esperanza, etc…

Todo pueblo, toda sociedad tiene la obligación de transmitir a las siguientes generaciones lo que para ella es valioso.

Hoy transmitimos poco, sembramos poco, quizás porque para muchos padres -para la sociedad- ya no son valiosos y buenos los criterios y valores que configuraron la existencia en otros tiempos. (Quizás por eso se ha establecido como un “puente” y educan más los abuelos que los padres (¿)).

Sembrar es una tarea noble. Salió el sembrador a sembrar su semilla (Mt 13). Podríamos decir que vivir hasta cierto punto es sembrar.

04. SEMBRAMOS PORQUE ESPERAMOS LA COSECHA.

(CALMA Y PACIENCIA Y ESPERANZA).

Los que todavía conocimos y vivimos, al menos en la infancia, el mundo rural sabemos que cuando el labrador sembraba el trigo en otoño lo hacía lleno de esperanza. No tiene sentido sembrar si no esperas recoger. Cuando uno siembra es porque espera la cosecha y hay que esperar (esperanza) con calma y paciencia.

Sembrar es una tarea muy noble: sembrar vida. En muchas ocasiones sembrar es duro, difícil, sobre todo cuando no se ven ni se intuyen frutos. A veces hemos de hacer nuestro el salmo 126 que hemos rezado:

Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando, llevando la semilla;

al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.

Sembrar es un acto -una actitud- de esperanza. El labrador que siembra en otoño espera recoger en verano.

La cosecha será el momento de la alegría, de la plenitud, la siembra se hace con esfuerzo.

Si supiera que el mundo se acaba mañana,

yo, hoy todavía, plantaría un árbol, (Martin Luher King.)

07. LA ESPIGA Y EL ÁRBOL SON UN CANTO A LA SEMILL

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“ El reinado de Dios es gratuidad”, por Consuelo Vélez

Domingo, 16 de junio de 2024
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IMG_5439De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XI del Tiempo Ordinario 16-06-2024

El reino necesita nuestra acogida, pero es iniciativa divina que supera cualquier expectativa humana

La actitud que se nos pide es esa confianza infinita en el don que Jesús nos trae

Lo pequeño se puede hacer grande no porque nuestras fuerzas sean suficientes sino porque seguimos confiando en la fuerza de Dios que sostiene nuestra vida y nuestro compromiso

En esta escuela del discipulado se alimenta la esperanza, se mantiene la fe, se practica el amor

Decía también: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, y se acuesta y se levanta, de noche y de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga. Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega. También decía: ¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo describiremos? Es como un grano de mostaza, el cual, cuando se siembra en la tierra, aunque es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra, sin embargo, cuando es sembrado, crece y llega a ser más grande que todas las hortalizas y echa grandes ramas, tanto que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra. Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, según podían oírla; y sin parábolas no les hablaba, sino que lo explicaba todo en privado a sus propios discípulos. (Marcos 4, 26-34).

El evangelio de hoy trae dos comparaciones campesinas para hablarnos del reino de Dios. Es el mismo Jesús quien usa el género literario “parábola” para darnos a entender la buena noticia que nos trae. El reinado de Dios no puede definirse con categorías precisas porque no es una teoría sino una vida, no puede plantearse en su totalidad porque no es algo dado sino un dinamismo en construcción. La primera parábola toma como protagonista el proceso de crecimiento de las semillas. Aunque es sembrada por un hombre, el grano tiene su propio dinamismo y crece y da fruto, independiente del cuidado de quien lo sembró. Los campesinos podrían afirmar que muchas veces la tierra es capaz de dar mucho fruto, aunque las condiciones no parezcan ideales. Tantas flores que nacen en medio del cemento, tantos frutos en medio de la maleza. Sin embargo, una cosecha excelente necesita del cuidado del sembrador. Pero en esta parábola el sembrador es Dios mismo. Es decir, el reino necesita nuestra acogida, pero es iniciativa divina que supera cualquier expectativa humana. Como toda parábola, no pretende decir todo sobre el reino, sino enfatizar en un aspecto. En este caso: la gratuidad del reino, la inconmensurable misericordia de Dios. La actitud que se nos pide es esa confianza infinita en el don que Jesús nos trae.

La siguiente parábola es la del grano de mostaza. Aquí el énfasis está puesto en lo imposible que se hace posible. Si el grano de mostaza es tan pequeño, por la gracia de Dios puede llegar a ser una planta tan grande que anidan los pájaros en ella. Podríamos remitirnos, aunque no está en el evangelio de Marcos sino en el de Lucas, a las palabras del Magnificat: “Derribó del trono a los poderosos y ensalzó a los humildes, a los hambrientos los colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada” (1, 52-53). Estas palabras parecen imposibles de hacerlas realidad, más aún, si miramos la injusticia social que marca nuestras sociedades, la dificultad para llevar adelante políticas sociales para garantizar la vida digna para todos. Ahora bien, justamente esta es la propuesta del evangelio: incluir a los excluidos, garantizar la vida digna para todos, mostrar la igualdad fundamental de todos los seres humanos por ser creados a imagen y semejanza de Dios. A pesar de las dificultades son muchos los cambios alcanzados, muchos los derechos ganados, bastantes las transformaciones logradas a lo largo de la historia. Escuchar esta parábola es fuerza para los que seguimos este camino. Lo pequeño se puede hacer grande no porque nuestras fuerzas sean suficientes sino porque seguimos confiando en la fuerza de Dios que sostiene nuestra vida y nuestro compromiso.

Termina el pasaje de hoy hablando de la enseñanza que Jesús da a sus discípulos en privado. Esto no significa que Jesús haga grupos de selectos excluyendo a los demás. Significa lo que dijimos el domingo pasado: el discipulado que se va formando en torno a Jesús, está representado en los de la casa, en los que escuchan la palabra de Dios, en los que la llevan a la prácticaEn esta escuela del discipulado se alimenta la esperanza, se mantiene la fe, se practica el amor. Escuchemos, entonces, con atención al maestro para entender en que consiste el reino y dar un testimonio coherente con ello.

(Foto tomada de: https://argumentaciones.blogspot.com/2015/06/parabolas-de-la-semilla-y-del-grano-de.html)

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