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La palabra y el corazón, la imagen y la realidad.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_7060Domingo XXII del Tiempo Ordinario

01 septiembre 2024

Mc 7, 1-8.14-15.21-23

En un libro reciente (“Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío”), el biólogo y neurocientífico Robert Sapolsky afirma que, frente a la idea generalizada de que creer en un dios es esencial para la moralidad, “la creencia o no en el libre albedrío no tiene ningún efecto consistente sobre el comportamiento ético… Todo es más complejo” (p.331). Y ante la pregunta sobre por qué en todas las encuestas aparece que las personas religiosas manifiestan tener unos estándares éticos más elevados, escribe algo que estaría en línea con la denuncia de Jesús: una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Lo que tales estudios demoscópicos demuestran es que “las personas religiosas se preocupan más por dar una buena impresión que los ateos” (p.338). Porque en esos grupos, de manera particular, se ha asumido la importancia de “mantener una buena reputación moral”, que busca, en realidad, “ser socialmente deseable”.

Todo lo humano es, efectivamente, más complejo de lo que parece a primera vista. Como acertadamente denuncia Jesús, el culto puede estar vacío y la doctrina puede no ser sino un conjunto de preceptos humanos, llegando al extremo de buscar mantener, por encima de todo, “la tradición”.

Frente a debates estériles y a formulismos vacíos, Jesús remite al “corazón”, es decir, al centro de la persona, a ese lugar de honestidad, integridad, amor y respeto que, pese a todo, sigue habitando en todo ser humano.

Solo ese lugar nos centra, nos sostiene, nos fortalece y nos moviliza para entregarnos a los demás. Es, a la vez y sin dicotomías, un lugar de humildad y de dignidad, de paz y de acción, de serenidad y de coraje, de aceptación y de compromiso.

Frente a tanta crispación -de un lado y de otro-, a tanto exabrupto y, sobre todo, a tanta injusticia estructural, necesitamos encontrar con urgencia ese lugar -el “corazón”, la “casa” compartida- donde nos sabemos uno, pasando así de una errónea y funesta consciencia de separatividad a la consciencia de unidad.


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Un presente que no tiene pasado, carece de futuro. .

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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amerindia-congresoDel blog de Tomás Muro, La Verdad es Libre:

01.- Escucha Israel

Las dos lecturas de hoy nos hablan de una actitud clásica y valiosa en el pensamiento bíblico: Escucha Israel.

Se refiere a escuchar la voz de Dios, la voz de la ultimidad, la voz de la conciencia

El ser humano es quien en la historia presta atención, escucha, la voz de la vida, de la propia conciencia, de la solidaridad, de los que sufren. Algo de todo eso es la voz de Dios. Escucha y atiende a razones.

Escuchar no es meramente oír, sino que la escucha es prestar atención a la vida, a los demás, a la conciencia, a Dios. El oído es un órgano físico, la escucha es una actitud personal.

        Como consecuencia de nuestro modernismo, fruto de la Ilustración (siglo XVIII) y de nuestra fe en el progreso hoy en día despreciamos el pasado. No tenemos raíces. Lo de ayer, lo antiguo es malo, lo mismo da que sea un ordenador, un coche, un pensamiento o una persona, si es vieja, mal asunto.

Pensamos que con nosotros, hoy, ha amanecido el bienestar, la verdad, la razón del universo.

Pero no es así.

La humanidad ha pensado y vivido desde hace miles de años.

Es una actitud sensata escuchar la voz que se nos ha transmitido, la voz de la experiencia, la voz de los pueblos, de la filosofía, de la cultura, la voz de la conciencia, la palabra de Dios.

Hace unas pocas semanas una chica fue madre joven. Al preguntarle si era un niño o niña la madre decía: no,  ha nacido y cuando sea mayor decidirá su género.

¿No será conveniente acudir  y escuchar los conceptos que en la historia se ha vertido sobre el individuo, sobre lo que es persona, sobre la corporeidad y el espíritu del ser humano, sobre quién dice, decide y con qué criterios la identidad de un ser humano?).

        Por ejemplo: el profeta Isaías, Platón, S Tomás, Kant, K Rahner y tantos otros han pensado mucho y bien antes que nosotros.

El ser humano es quien en la historia presta atención, escucha, atiende la voz de la vida, de los que han pensado y piensan, la voz de los pobres y de los que sufren, la voz de la solidaridad, y algo de todo eso es la voz de Dios.

Quizás también nosotros pudiéramos decirnos a nosotros mismos: escucha y atiende a razones de la vida, de la historia y de Dios.

Decía el profesor jesuita René Latourelle (1918-2017) que: un presente que no tiene pasado, carece de futuro.

Escucha, Israel. Escuchemos lo que se dicho en la historia.

02.- La moralidad cristiana no consiste en el mero cumplimiento mecánico de la ley

Jesús nos remite a nuestra interioridad, a nuestro corazón. Un corazón y una mente limpios son el motor de una buena moral. Donde se ventila la personalidad humana es en el interior, no en la exterioridad.

        El Señor Jesús dio importancia a jugar limpio en la vida: bienaventurados los limpios de corazón.

El bien y el mal no surgen de la mera confrontación matemática de un comportamiento con determinada ley eclesiástica o civil. El bien y el mal surgen de la intencionalidad del corazón humano.

No todo lo legal es moralmente bueno, ni todo lo ilegal es moralmente malo.

+ El sistema económico vigente en nuestra civilización es legal pero profundamente inmoral

+ Puede que la pena de muerte sea legal (al menos en determinados países y estados), pero es profundamente inmoral.

+ Recoger a los migrantes en el Mediterráneo es ilegal, pero profundamente moral y bueno. (Posiblemente el barco Aita-Mari se salte muchas leyes marítimas y políticas, pero lleva a cabo una labor muy humanitaria).

Desde JesuCristo y desde el humanismo es bueno o malo lo que sale del interior del ser humano, del corazón. La bondad y la maldad radican en la intencionalidad del corazón. El mero cumplimiento de la ley, el quedar bien, una moral de mínimos canónicos, todo eso es una búsqueda ansiosa de seguridad.

Del hecho de que una persona cumpliera con todas las normas y preceptos del Código de Derecho Canónico y de la liturgia no se concluiría que fuese cristiano.

03.- Jesús fue un ilegal.

Jesús -hombre libre y liberador- no tiene ningún reparo en saltarse todas las leyes habidas y por haber en aras de salvar una vida, una persona. De hecho Jesús transgredió muchas normas y muchas leyes de la cultura-religión en la que nació y vivió:

Respecto de la sangre: la hemorroisa se acerca a Jesús, (hemo: sangre / reo: fluir: perdía sangre, y a los judíos no les  estaba permitido tocar sangre). El buen samaritano recoge al malherido en el camino

+      ¿A cuántos leprosos se acercó Jesús, los tocó y sanó? (Los leprosos eran seres marginados que no podían acercarse a la convivencia de la vida normal).

+      Jesús se acerca a ese mundo difícil de la epilepsia y enfermedades psíquicas. ¿Cuántos demonios echó Jesús y a cuántas personas rehabilitó?, (Los endemoniados vivían igualmente a las afueras, en los cementerios, etc.

+      Jesús se salta igualmente las prescripciones sobre la impureza de la muerte (Jesús está cerca de los que mueren a su alrededor: la hija de Jairo, Lázaro, etc.).

+      La mujer era menospreciada y postergada. Jesús no puso verjas de hierro para hablar con la samaritana (Jn 4), y es acusado de comer con toda clase de mujeres y pecadores, de tratar con samaritanos y paganos, extranjeros.

La moralidad, como la persona, no están en la ley, sino en el corazón. Lo que salva es el evangelio, no el Derecho Canónico.

04.- La moral del derecho canónico

La moral católica ha quedado reducida a unas rebajas legalistas. Es bueno o malo lo que se hace conforme a Derecho.

A muchos católicos les gustaría y les parecería bien, incluso sería signo de progresismo, que el papa y la Iglesia suprimieran la obligación de ir a Misa, permitiera los anticonceptivos, admitiera el divorcio y tres o cuatro cosas más, con lo cual seríamos el “no va más” de modernidad moral. Todo eso es tan estúpido como que una persona con infarto se sienta feliz porque el médico le ha dado permiso para fumar.

En el fondo todos se mueven en la misma longitud de onda de los judaizantes y el legalismo: entre lo permitido y lo prohibido. Sin embargo el corazón y el pensamiento van por otros derroteros: por los derroteros del corazón humano,  de la confianza, la gracia y la libertad.

La ley pretende asegurar la salvación sin lograrlo, la ley mata. La confianza, la gracia crea personas libres, la gracia, la bondad, salvan.

05.- Vivir desde la bondad.

        Jesús nos llama a vivir desde la bondad que brota del interior del corazón del ser humano, desde la honradez, etc. Nos llama a jugar limpio en la vida: bienaventurados los limpios de corazón…

En la vida social, política, eclesiástica vivimos manejando criterios de ideología, de poder, de competencia, de economía, a veces de amiguismos, etc., pero no vivimos desde la bondad.

Quizás nosotros mismos no apreciamos mucho la bondad. A la hora de elegir y nombrar a un presidente, a un obispo, un superior o superiora no pensamos en si es bondadosa o, como solemos decir familiarmente, si es “buena gente”. Nos interesa más si es de mi manera de pensar, de mi ideología, si sabe mandar (poder).

Sin embargo cuánto bien hacen una persona bondadosa: un cura bondadoso, un maestro paciente, un médico comprensivo, un obispo misericordioso…

Cultivar la bondad en nuestro interior nos ayuda a vivir en paz, con la  conciencia tranquila, en una alegría profunda aun en medio de las dificultades y de las incomprensiones. La bondad no es debilidad, sino fuerza, capaz de renunciar a la venganza»

La bondad hace bien al que la tiene y a quienes la reciben

06.- Ama y haz lo que quieras. vivir desde la bondad: ser buena gente.

Ama y haz lo que quieras decía San Agustín. Podríamos darle la vuelta a este principio y aplicarnos a nuestra vida: Ama y lo que quieras, hazlo, y no tengas miedo.

 

 

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“No es el apego a las normas lo que nos da más santidad y cercanía de Dios”, por Consuelo Vélez

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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Jesus_2684141570_17184843_660x371Comentario al evangelio del domingo XXII del Tiempo Ordinario 1-09-2024

Jesús discute con los fariseos porque están apegados a preceptos que son tradiciones humanas, no preceptos divinos.

También en estos tiempos Jesús nos podría llamar a nosotros “hipócritas”, cada vez que anteponemos el culto a la vida, los preceptos al amor, las normas a las condiciones reales de la existencia

No es el apego a las normas lo que nos da más santidad y cercanía de Dios. Es el amor, vivido y practicado con todo el corazón lo que nos permite la comunión con nuestro Dios

Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir, no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-. Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: ¿por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? El les dijo: Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, según está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres”. Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres.

Llamó otra vez a la gente y les dijo: óiganme todos y entiendan. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre. (Mc 7, 1-8.14-15.21-23)

Las semanas pasadas veníamos con los textos de Juan que se referían de diversas maneras al pan de vida, a la Eucaristía. Este domingo volvemos a retomar la lectura del evangelio de Marcos y se nos presenta a Jesús discutiendo con los fariseos. La escena es muy clara. Los fariseos cumplen estrictamente la pureza ritual y critican a los discípulos de Jesús porque no cumplen esos preceptos que, los fariseos, consideran una tradición heredada de sus antepasados. Cabe hacer algunas aclaraciones. Al hablar de pureza no se refiere a suciedad o al pecado, o sea con una connotación moral, sino a la pureza ritual, es decir la preparación que debe realizarse para ejercer el culto. En realidad, los que debían practicar dicha pureza eran los sacerdotes porque iban al templo a hacer los sacrificios. No podían contaminarse, por ejemplo, con la sangre, o con tocar un cadáver o con las relaciones sexuales. Recordemos la parábola del buen samaritano que tanto el sacerdote como el levita no se detienen ante el caído en el camino porque van hacia el templo. Haberse detenido para ayudar al hombre asaltado por los ladrones, hubiera sido motivo de impureza, incapacitándolos para el culto. Hemos de recordar también que el agua era escasa, traer un cántaro para hacer los baños rituales no era tan sencillo, es decir, muchas veces las condiciones externas impedían cumplir con la pureza ritual, de ahí, que el énfasis no podía estar en las normas sino en la realidad vital de aquellos pobladores.

Pero este texto, no se refiere a los sacerdotes que estaban obligados a tal pureza ritual, sino a los fariseos que habían incorporado, dichos preceptos, a su vida cotidiana y es con ellos con quienes Jesús discute. La respuesta de Jesús ante la interpelación de los fariseos, en primer lugar, es dura. Les dice: hipócritas. Es la única vez que el evangelio de Marcos utiliza este término contra los fariseos. Lucas lo utiliza 4 veces y Mateo 15 veces.

Al decirles hipócritas se remite a un texto del profeta Isaías que se refiere al culto vacío, lleno de ritos y preceptos y no de una adhesión de corazón al Señor. Y dice explícitamente: estas son tradiciones de hombres no preceptos divinos. Y para que entiendan con más profundidad, continúa afirmando que nada de lo externo puede hacer impura a la persona, sino que es del corazón humano que salen las malas intenciones. Termina el texto, señalando un “catálogo de vicios” o lista de pecados, mostrando aquellas actitudes que en ese contexto se ven como un mal comportamiento de los creyentes.

Este texto no necesita demasiada explicación porque también en estos tiempos Jesús nos podría llamar a nosotros “hipócritas”, cada vez que anteponemos el culto a la vida, los preceptos al amor, las normas a las condiciones reales de la existencia. Y, es que, en estos tiempos, en algunos sectores eclesiásticos se enfatiza en lo ritual, se implementan normas, símbolos, costumbres que nada tienen que ver con el evangelio -por muy valiosas que en algún momento de la historia hayan podido ser ciertas formas- y se pone en el cumplimiento de esas tradiciones la razón de ser de la fe que se profesa.

Nunca los signos externos pueden estar por encima del amor a los semejantes. Además de que cada signo responde a su tiempo y la actualización y adaptación al presente no es algo superfluo sino exigencia para mantener la vitalidad de nuestra fe. No es el apego a las normas lo que nos da más santidad y cercanía de Dios. Es el amor, vivido y practicado con todo el corazón lo que nos permite la comunión con nuestro Dios, la vida creyente que fructifica para el bien de la humanidad.

 (Foto tomada de: https://www.tendencias21.es/crist/Jesus-y-el-fariseismo-y-VI-Educacion-de-Jesus_a2187.html)

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Tarde te amé…

Miércoles, 28 de agosto de 2024
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Recordamos hoy, en su fiesta, al converso Agustín de Hipona…

“Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”

San Agustín

sanagustinysantamonica

“¡Tarde te amé,

hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé!

Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,

Y por fuera te buscaba;

Y deforme como era,

Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas

Que, si no estuviesen en ti, no serían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:

Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;

Exhalaste tu perfume y respiré,

Y suspiro por ti;

Gusté de ti, y siento hambre y sed;

Me tocaste y me abrasé en tu paz.”

*

San Agustín

***

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Alessandro Preziosi como Agustín en el filme Sant Agostinho

No con conciencia dudosa, sino cierta, Señor, te amo yo. Heriste mi corazón con tu palabra y te amé. Mas también el cielo y la tierra y todo cuanto en ellos se contiene he aquí que me dicen de todas partes que te ame; ni cesan de decírselo a todos, a fin de que sean inexcusables.

Sin embargo, tú te compadecerás más altamente de quien te compadecieres y prestarás más tu misericordia con quien fueses misericordioso: de otro modo, el cielo y la tierra cantarían tus alabanzas a sordos.

Y ¿qué es lo que amo cuando yo te amo? No belleza de cuerpo ni hermosura de tiempo, no blancura de luz, tan amable a estos ojos terrenos; no dulces melodías de toda clase de cantilenas, no fragancia de flores, de ungüentos y de aromas; no manas ni mieles, no miembros gratos a los amplexos de la carne: nada de esto amo cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y cierto alimento, y cierto amplexo, cuando amo a mi Dios, luz, voz, fragancia, alimento y amplexo del hombre mío interior, donde resplandece a mi alma lo que no se consume comiendo, y se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios .

*

Confesiones X, 6,8.

 

***

Agustín nació en Tagaste el 13 de noviembre del año 354. Fue educado siguiendo los hábitos cristianos de su madre, Mónica, y, como se reveló enseguida como un ¡oven de prometedoras cualidades, fue encaminado a la carrera de retórica. Ya desde los tiempos de estudio en Cartago estuvo marcado por una incomodidad interior que le llevaría lejos. La primera respuesta a esta sed de totalidad fue una vida mundana tejida por varios vínculos, más o menos límpidos. Ahora bien, la inquietud es también sed y búsqueda de la verdad: se apasiona con la lectura del Ortensio de Cicerón, lee la Sagrada Escritura, pero no se entusiasma con ella y acaba por adherirse al racionalismo y al materialismo de la secta de los maniqueos. Tras haber enseñado en Tagaste y en Cartago, se traslada primero a Roma (383) y después a Milán (384). Aauí su viaje espiritual da un viraje decisivo: conoce y escucha al obispo Ambrosio, revisa sus posiciones sobre la Iglesia católica, vuelve a leer la Sagrada Escritura y, en medio de la lucha entre sus antiguos hábitos de vida y los nuevos impulsos interiores, al final se abre a la luz y a la riqueza de Cristo.

Fue bautizado el año 387 por Ambrosio. Decidido a volver a África, se establece en Tagaste y funda allí su primera comunidad monástica, siguiendo el modelo de la comunidad cristiana de Jerusalén. En el año 391 fue ordenado sacerdote por el obispo Valerio, a quien en el 395 le sucede en la guía de la diócesis de Hipona. Desde entonces se dedicó por completo a la vida de la Iglesia -ministerio de la Palabra, defensa de la fe-, aunque prosigue con la experiencia de vida común con un grupo de hermanos monjes, a los que traslada al episcopio. Escribió más de doscientos libros y casi un millar de documentos, entre sermones y cartas. Murió el 28 de agosto del año 430. Hasta tal punto fue hijo de la Iglesia que se convirtió en padre… y doctor.

En Agustín no vivió un solo hombre: vivió en él la criatura de carne y hueso, de nervios y sangre, con su desarrollo misterioso, múltiple; vivió el escritor, conjuntamente sumo escritor, sumo filósofo, sumo teólogo, y sobre cualquier otra cosa poeta sumo de los afectos y de las verdades; vivió el cristiano y el monje, el sacerdote y el obispo, el santo. Recibió de Dios toaos los clones más altos: una juventud tempestuosa, la palabra creadora, el silencio inenarrable de la oración, la fuerza necesaria para gobernar su ánimo en la navegación ultraterrena y en el aura de lo divino. Experiencia de hijo y de padre, de pecador desbandado y de obispo muy rígido, de escolar y profesor y, por tanto, de maestro de su pueblo y de todo el Occidente; de mundano y de monje, de escritor y de filósofo, de polemista y de amigo, de pensador y de contradictor y orador.

En todos esos pasajes no perdáis nada de su riquísima y potentísima humanidad: todo lo llevó consigo y lo fundió en el ardor y en la luz única de su santidad doloroso y extática. Amó, y de su experiencia de amor surgirá un amor a Dios, tal vez el más elevado que jamás haya salido de corazón humano […].

Cuando moría Agustín en su ciudad asediada, no moría nada: nacía, para él, en los cielos amados sin paz y deseados sin tregua; nacía, para nosotros, en nuestra historia y en nuestra alma. Desde aquel día hay algo de agustiniano tanto en la historia de todos los hombres como en la historia de cada uno de ellos.

*

G. de Luca,
Sant’Agostino. Scrítti d’occasione e traduzioni

***

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Pasando al Sí

Lunes, 26 de agosto de 2024
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IMG_5372La reflexión de hoy es de la colaboradora invitada Laurel Potter (ella/ellos), que enseña teología en la Universidad de St. Thomas en St. Paul, Minnesota. Laurel investiga y rinde culto en colaboración con comunidades eclesiales marginales en El Salvador, donde vivió y trabajó durante varios años.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el vigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Las lecturas del evangelio de los últimos domingos nos han llevado a través del capítulo 6 del evangelio de Juan, un texto filosófico desafiante conocido como el discurso del “pan de vida”.

El capítulo comienza con la historia de Jesús alimentando a los cinco mil (¡desde dos peces y cinco panes de cebada hasta doce cestas de sobras!) y continúa a través de una reflexión sobre el alimento espiritual, la carne y el espíritu, y la tarea de creer. La comunidad de Juan entendió la historia de la alimentación de los cinco mil como un momento importante de la institución eucarística, y utilizaron algunos versículos de este capítulo en su propia conmemoración ritual de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Es un texto que expone lo que está en juego en el compromiso con el camino marcado por Jesús el Cristo.

En el pasaje de hoy, algunos discípulos no están dispuestos a orar por las promesas de Jesús. Después de escucharlo, “muchos de sus discípulos volvieron a su forma de vida anterior y ya no lo acompañaban”. Es una decisión consciente, un rechazo informado del camino de Jesús. Este momento me recuerda al teólogo alemán del siglo XX Karl Rahner, quien dice que pasamos la vida respondiendo “” o “no” a Dios. Rahner enfatiza que es realmente posible decir no. El libre albedrío humano incluye la posibilidad de negar a Dios (y al hacerlo, diría Rahner, negar la verdad de nosotros mismos).

Después de que algunos discípulos se van porque vieron la promesa divina de vida abundante para la amada creación y la encuentran demasiado extraña para aceptarla o demasiado difícil de creer, Jesús se dirige a los que se quedan y les pregunta: ¿Y qué, a todos ustedes también? ¿Me vas a dejar?

Y ellos, en particular, no intentan decirle a Jesús que su mensaje es simple, fácil o directo. No pretenden comprender, ni saber lo que puede suceder, ni fingir estar preparados. Todo lo que pueden decir es: ¿adónde más podríamos ir?

Para la mayoría de las personas, especialmente las personas LGBTQ+, vivir de acuerdo con nuestras esperanzas invisibles no es fácil. Convertirnos en nosotros mismos, tener el coraje de cambiar de opinión, aceptar nuevas realidades, confiar en los futuros prometidos, va en contra de todos nuestros deseos de seguridad, de lo conocido. Y, sin embargo, contradictoriamente, como Jesús intenta explicar a lo largo de Juan 6, nada más que el camino aterrador e inseguro nos llevará hacia ese fin. Esto es difícil de aceptar. Cuando Pedro responde a la pregunta de Jesús con una pregunta: “¿a quién iremos?”, no está listo para decir que conoce y consiente en cada paso del viaje que está por venir. Sólo puede reconocer que no hay otro camino para él, y esta respuesta es suficiente.

IMG_7033Esta sensación de que no hay nada que hacer excepto lo que se hace me recuerda un poema favorita de la poeta lesbiana Mary Oliver (*) titulado “El viaje”. Si tuviera que añadir una cuarta lectura al leccionario de hoy, sería esta.

Es un poema que ha acompañado gran parte de mi proceso de salida del armario y al que todavía recurro cuando la vida exige lo que parece imposible. Este poema es para momentos en los que no podemos trazar totalmente cómo se desarrollará la fidelidad a lo que nos han dado, muy parecido a cómo imagino que se sintieron los discípulos cuando Jesús los puso en aprietos, muy parecido a cómo debe haberse sentido la comunidad de Juan en medio del peligro y la incertidumbre de el período paleocristiano. Como mínimo, así es como me he sentido en diferentes encrucijadas de “” y “no” en mi propia vida.

Lo ofreceré aquí, a medida que avanzamos hacia otra semana, enfrentando las opciones, incertidumbres, desafíos o posibilidades que nos esperan.

***

M Journey 
El viaje

Un día finalmente supiste
lo que tenías que hacer, y comenzaste,
aunque las voces a tu alrededor
continuaban gritando
su mal consejo –
aunque la casa entera
comenzó a temblar
y sentiste el viejo tirón
en tus tobillos.
¡Arregla mi vida!
lloró cada voz.
Pero tú no te detuviste.
Supiste lo que tenías que hacer
aunque el viento acechó
con sus dedos severos
los mismos cimientos–
aunque su melancolía
fue terrible.
Ya era suficientemente tarde
una noche salvaje,
el camino repleto de ramas
y de piedras caídas.
Pero poco a poco,
según fuiste dejando atrás sus voces,
las estrellas comenzaron a arder,
a través de sábanas de nubes
y hubo una nueva voz
que lentamente
reconociste como la tuya,
que te hizo compañía
mientras tú avanzabas
más y más profundo
en el mundo,
determinada a hacer
la única cosa que podías hacer–
determinada a salvar
la única vida que podías salvar.

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—Laurel Potter (ella/ellos), 10 de junio de 2024

Fuente New Ways Ministry

***

(*) Mary Oliver nació en 1935 en Ohio, murió en su casa en Florida, Estados Unidos, en 2019. Obtuvo varios premios, entre ellos, el Pulitzer en 1984 por su libro American Primitive. Este poema pertenece a su libro Dream Work  (1986) y la traducción es de la poeta española Sara Torres.

Sobre Mary Oliver en español en: https://lausinamistica.wordpress.com/2013/02/04/
la-poeta-del-asombro/

Imagen: Rachel Giese en: http://www.poetryfoundation.org/bio/mary-oliver

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“¿A quién acudiremos?”. 21 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,60-69)

Domingo, 25 de agosto de 2024
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descubrir-a-jesucristo_560x280Quien se acerca a Jesús, con frecuencia tiene la impresión de encontrarse con alguien extrañamente actual y más presente a nuestros problemas de hoy que muchos de nuestros contemporáneos.

Hay gestos y palabras de Jesús que nos impactan todavía hoy porque tocan el nervio de nuestros problemas y preocupaciones más vitales. Son gestos y palabras que se resisten al paso de los tiempos y al cambio de ideologías. Los siglos transcurridos no han amortiguado la fuerza y la vida que encierran, a poco que estemos atentos y abramos sinceramente nuestro corazón.

Sin embargo, a lo largo de veinte siglos es mucho el polvo que inevitablemente se ha ido acumulando sobre su persona, su actuación y su mensaje. Un cristianismo lleno de buenas intenciones y fervores venerables ha impedido a veces a muchos cristianos sencillos encontrarse con la frescura llena de vida de aquel que perdonaba a las prostitutas, abrazaba a los niños, lloraba con los amigos, contagiaba esperanza e invitaba a la gente a vivir con libertad el amor de los hijos de Dios.

Cuántos hombres y mujeres han tenido que escuchar las disquisiciones de moralistas bienintencionados y las exposiciones de predicadores ilustrados sin lograr encontrarse con él.

No nos ha de extrañar la interpelación del escritor francés Jean Onimus: «¿Por qué vas a ser tú propiedad privada de predicadores, doctores y de algunos eruditos, tú que has dicho cosas tan sencillas, tan directas, palabras que siguen siendo palabras de vida para todos los hombres?».

Si muchos cristianos que se han ido alejando estos años de la Iglesia conocieran directamente los evangelios, sentirían de nuevo aquello expresado un día por Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos».

José Antonio Pagola

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“¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.” Domingo 25 de agosto de 2024. Domingo 21º ordinario

Domingo, 25 de agosto de 2024
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47-ordinarioB21 cerezoDe Koinonia:

Josué 24, 1-2a. 15-17.18b: Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 5, 21 – 32: Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Juan 6, 60-69: ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

Josué organiza la gran asamblea de Siquem, como la reunión constitutiva del pueblo de las tribus. Es el punto de partida de un movimiento nuevo que arranca del Éxodo. El pueblo debe aceptar su nueva identidad teológica, social, cultural. Es fundamental identificar al Dios del Éxodo: el que ve la opresión del pueblo, el que oye el griterío de dolor y conoce sus sufrimientos, el que está decidido a bajar para librarlo del poder de los opresores (Ex 3,7-8). El Dios de sus Padres, el Dios de la Historia.

Las tribus proceden de diferentes orígenes culturales, religiosos, étnicos, pero ahora se aglutinan, gracias a la fe en este Dios del éxodo, en un solo pueblo: Israel. Es la teología, la fe en Yahvé y no la sangre quien los compacta para una alianza tribal.

El corazón de esta alianza tribal es la fe común en este Dios de los pobres. Pero supone también, identificar a los dioses »extraños» a los dioses cananeos y egipcios, imágenes corrompidas de Dios, que generan esclavitud y muerte: un sistema de impuestos, una vida de esclavos, una religión opresora. Cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, fundando una sociedad de leyes para la vida, de reparto de la tierra, de culto nuevo basado en la pascua es el tema central de esta gran asamblea de Josué en Siquem.

Las tribus de Israel hacen un pacto de amor con este Dios de los pobres. Unos desposorios, como nos insinúa la carta a los Efesios. «Una Iglesia dócil al Mesías» «para hacerla radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada parecido».

Las palabras de Jesús chocan con la mentalidad vigente. Hace veinte siglos parecía inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de endulzar las palabras de Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Con frecuencia queremos convertir la palabra de Jesús en el ejercicio de un conjunto de ritos. Pero, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y nos lleva a cuestionar la vida diaria. A veces, incluso, decimos como los discípulos. «Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No obstante, si queremos seguir a Jesús, la única respuesta posible es un «sí» rotundo, un «amén» decidido y generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No deseamos contentarnos con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que anhelamos caminar con el Nazareno la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios en la historia.

¡Qué útil sería examinar nuestras eucaristías…! ¿Generan un «movimiento de Jesús» en dirección hacia la Utopía solidaria de lo que Él llamaba Reino? ¿Van cambiando nuestro modo de pensar y actuar? ¿Nos hacen capaces de identificar las otras presencias del Dios entre los desheredados de la vida? El mismo Jesús, en cuya boca Juan puso estas palabras: «Yo soy el Pan de Vida», según Mateo también dijo: «tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo» (Mt 25,35).

Completamos nuestra reflexión con palabras de José Antonio Pagola que continúan las que citábamos la semana pasada, sobre la forma actual de celebrar la Eucaristía: Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo. Leer más…

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¿También vosotros queréis marcharos? Para una recuperación de la iglesia (Jn 6, Dom 21 TO)

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_7038Del blog de Xabier Pikaza:

¿También vosotros queréis marcharos?  La pregunta se dirige al grupo de Pedro, porque es el que contesta La pregunta y las razones son las mismas de hace casi 2000 años. Queremos dejarle porque no nos da el pan que queremos, ni es rey como habíamos pedido. En otro tiempo (hacia el año 100 d.C) quedaron quedaron algunos Hoy ¿quedarán, quedaremos? 

Juan 6, 60-69 

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?” Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.” Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?” Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.”

Recuperación cristiana, infinitos en amor

 Dicen algunos que es preciso destruir esta iglesia, pero edificar después otra. Prefiero emplear, sin embargo, un lenguaje de reforma. La iglesia está fundada, pero puede y debe reformarse para expresar mejor la obra de Jesús y sus primeros seguidores, teniendo en cuenta los intentos anteriores de reforma protestante y de auto-reforma católica en amor, siguiendo el ejemplo de Juan de la Cruz,

 Reformar significa reparar, tapar los agujeros rotos o, mejor dicho, buscar como dice Jesús una nueva “tela” de evangelio, una tela nueva, un nuevo manuscrito, escrito con la vida de los creyentes de hoy, desde la savia rebosante de la vida de Jesús Esa reforma de hacerse también desde las condiciones de nuestra sociedad, pues sólo así la iglesia puede mostrarse signo salvador de Dios en este mundo, presencia misionera. Pero, sobre todo, ella ha de hacerse desde el evangelio como indicarán las reflexiones que siguen

1 Abandonar el Sistema de Mammón el pan por el pan, el poder. El evangelio dice que no podemos servir a Dios y a Mammon (Mt 6, 24). Mammón es el capital o dinero convertido en sistema (principio de organización universal de la vida, en forma de imposición). Lo contrario a Mammón es Dios, como principio de amor en libertad, en gracia.

   El sistema recibe actualmente una forma de organización capitalista, definiéndose como racionalización consecuente de las relaciones humanas desde una perspectiva económica y social, en los niveles de  poder y del trabajo, del salario y del mercado. El valor de los seres humanos, como miembros del sistema, se mide en claves de producción y organización económica, dirigida por una burocracia universal, con métodos cibernéticos (computarizados) e incentivos de tipo económico para sus beneficiados.

Según eso, La racionalización del sistema (o infra-estructura) se expresa en un nivel de imposición legal, que en un plano resulta provechosa para un número significativo de individuos, integrados en la gran red de relaciones estructurales (técnicas). A ese nivel, los individuos no son personas, sino fichas o números intercambiables de un todo que planea indiferente sobre los dolores y esperanzas, amores y deseos de cada uno, expulsando de los beneficios del conjunto a los menos adaptados o a los grupos desfavorecidos (que pueden ser numéricamente una mayoría hambrienta).

Pues bien, en este tiempo en  que la infra-estructura tiende a resolver de manera programada muchos problemas antes insolubles, emerge con más fuerza el misterio y tarea del mundo de la vida, donde ha venido a situarse la iglesia, que ofrece su palabra y testimonio desde fuera del sistema (economía y burocracia mundial), como revelación de una experiencia de gratuidad y comunicación personal abierta para todos los humanos, en especial para los pobres. (a)El sistema en cuanto tal opera a nivel de funcionamiento externo y juicio, allí donde las cosas se pueden organizar de forma técnica. (b) La iglesia, en cambio, revela y expande el sentido de la vida en dimensión de supra-estructura, de sentido, gratuidad y comunión personal.

El sistema se construye sin mística o misterio, como un todo redondo, cerrado en sí, sin infinito (sin el En-Sof de la cábala).  En otro tiempo, ese todo podía parecer sagrado; hoy es simplemente un mecanismo técnico, administrativo. No es sagrado, pero tiene gran poder, de manera que a unos (sus beneficiados) los eleva con dinero y honra, mientras que a otros los excluye. Es un todo infraestructural, de burocracia y economía globalizada, sin gratuidad ni encuentro comunitario, sin esperanza de Vida tras la muerte. Es un todo donde cosas y personas acaban siendo intercambiables: todas se transforman y cambian, nada pertenece.

Por el contrario, la Iglesia se sitúa en un nivel de supra-estructura personal, libertad regalada, gozosa y sufriente (comunión con los excluidos), de encuentro gratuito y esperanza de Vida eterna, es decir, de infinito de amor. Por eso no se puede estructurar ni organizar de manera impositiva y necesaria, sino en claves de gratuidad y entrega vital, libertad y respeto sumo, misterio y comunión personal:

– El sistema podría crear un tipo de igualdad económica por ley y fuerza, es decir, por imposición o talión, en sentido judicial, imponiendo su norma a los humanos. En esa perspectiva, capitalismo y comunismo estaban cerca, como esquemas distintos de racionalización económica y social. Por su versatilidad (y mayor preocupación humana, a nivel de libertad) ha triunfado el sistema capitalista, imponiendo en el mundo su modelo neo-liberal de origen europeo (occidental).

Se ha cumplido, por fin, o puede cumplirse la palabra “devolved al César lo que es del César….” (Mc 12, 17), pues él ha organizado de manera científica dinero y administración, unificando por la base o infra-estructura, el globo de la tierra. Bien medido, administrado científicamente, el dinero del César puede ofrecer muchas cosas a los hombres y mujeres, como sabía el Diablo de las tentaciones (Mt 4 y Lc 4); pero es incapaz de suscitar gratuidad y amor, donación y entrega personal. Ese dinero es el signo de la equivalencia (talión) del sistema, racionalidad instrumental que ofrece a sus beneficiados millones de placeres que se compran y venden (condenando a otros a muerte), pero no puede dar a nadie un placer más alto, el gozo superior de la vida. Por eso decimos que, a su nivel, el sistema es bueno y necesario, pues crea redes de intercambio mundial, pero no suscita gratuidad. Por definición, el dinero sirve para comprar y vender, no para amarse las personas.

– La iglesia ofrece a los seres humanos su experiencia más honda de gratuidad y comunión, por encima del sistema, en una línea de entrega de amor infinito y de resurrección. La iglesia descubierto en Jesús la libertad contemplativa: sabe que la vida es regalo, que Dios es principio de gozo que rompe y desborda la ley del sistema; sabe que vivir es morir por los demás, resucitar en ellos. Por eso, desea animar a cada hombre y mujer, para que tengan la audacia de vivir en plenitud contemplativa y autonomía dialogal, regalando la vida en amor, muriendo por la libertad y el amor de los otros.

La iglesia debe e ser principio de comunicación universal, pero no a nivel de intercambios económicos, sino de encuentro y comunión personal, sin imposición de unos sobre otros, ni ley opresora ni mercado económico. El dinero se debe racionalizar y organizar en forma de sistema (mercado). A ese nivel son necesarios los planes y organizaciones, una burocracia mundial encargada de programar y optimizar los resultados, en línea de producción, distribución y consumo. La iglesia, en cambio, no es lugar de mercaderes, sino hogar y vía de comunicación gratuita, perdón y donación, en el cara a cara de las relaciones cercanas, en el mano a mano del diálogo creyente. Ella expresa la experiencia del regalo divino que recibe y acoge en gratuidad, para compartirlo, por encima de toda imposición o programa legal. Por eso, sus ministerios y tareas desbordan el nivel de cálculo y mercado: no pueden medirse como la inversión y ganancia de dinero.

 Pienso que algunos eclesiásticos han caído en la trampa de la planificación y el mercado, aplicando a la iglesia unas formas propias de un del sistema, sobre todo en la organización de ministerios: tanta inversión en seminarios, con tales vocaciones y tantos resultados. Gracias a Dios, la fascinación del mercado (números, ganancias) ha quebrado. Dicen que se ha invertido mucho y parece que no se ha recogido casi nada. Se han creado instituciones grandes de acción y educación, de misiones y servicios sociales (seminarios y universidades, colegios y hospitales), para descubrir, al final, que t quiebran en plano de mercado o terminan empleando los medios normales del sistema, dejando así de ser cristianas, es decir, gratuitas, gozosas, personales

 Algunos se lamentan y hablan de la descristianización de occidente. Pues bien, pienso que es hermoso y bueno que haya sido así. No habíamos gozado la gratuidad, sino invertido con técnicas de sistema o mercado. Ciertamente, muchísimas personas de la administración eclesial han sido y son ejemplo de honradez personal y eficacia. Pero el sistema eclesial ha tendido a convertirse en mercado de inversiones y seguridades sacrales, poderes e influjos, al servicio de un Dios al que habíamos identificado con un tipo de administración cristiana. Por eso, es bueno que aquella inversión haya fallado, desde una perspectiva de evangelio: parece normal que gran parte de los antiguos creyentes de este final del Segundo Milenio estén dejando la estructura eclesial y no quieran ser cristianos en la forma antigua.

Este fallo de las instituciones sociales de la iglesia nos invita a buscar y descubrir su verdad en su plano de gracia y comunión personal, pues sólo así reciben su sentido los signos de la iglesia (oración contemplativa y comunicación de fe, bautismo y perdón, matrimonio y eucaristía…). Lógicamente, estos signos no se pueden realizar por sistema o encargo, sino que han de vivirse en apertura hacia el misterio, en encuentro personal, libre y creador, entre los humanos. Planificar las experiencias eclesiales en forma de mercado, buscando rentabilidad programada y dejando su gestión para una instancia superior, esto es, para unos ministros cristianos que actúan como administradores políticos o sociales del sistema, sería como pedir que otros me sustituyan en el amor del matrimonio o la experiencia familiar de comunión y amistad.

Los ciudadanos pueden delegar el uso del dinero o las funciones de administración, en manos de gestores apropiados de la sociedad (del sistema). Pero la iglesia no es sociedad, sino comunión de personas; por eso, ella no puede delegar en nadie la gestión de sus asuntos (oración y comunicación de fe, encuentro personal y fiesta), sino que son los mismos cristianos quienes deben cultivar la fe y amor de un modo autónomo, desde la raíz del evangelio.

El sistema está hecho de racionalizaciones y delegaciones: confía a un banco la gestión del dinero, al ejército la defensa militar… Así resuelve muchas cuestiones y problemas, en clave económica y social, pero nos deja vacíos (sin hondura y sin respuesta) ante los grandes misterios de la vida (gratuidad y amor, libertad y sentido, comunicación personal y esperanza tras la muerte…). El sistema planifica y podría resolverlo casi todo, menos lo más importante: el amor y los misterios y preguntas de la vida y de la muerte, (como sabían Job, Kohelet y Buda).

En otro tiempo se mezclaban vida pública y privada: nos hallábamos inmersos en un entorno de tipo familiar, donde nos conocían con nombre y apellido, de manera que éramos alguien, persona o personaje, dentro del conjunto. En ese contexto el sistema (reino, estado, orden religioso) se podía suponer divino. Ahora, en cambio, se ha vuelto impersonal: somos un número en el engranaje de la administración económica, en el conjunto de la burocracia social. Hemos descubierto y sabemos por experiencia (de marxismo y nazismo, neo-liberalismo y planificación global) que el sistema no es divino, sino creación de una racionalidad humana que puede pervertirse, pero que tampoco es demoníaco, en contra de lo que parecen sugerir ciertas lecturas de las tentaciones de Jesús (Mt 4; Lc 4) y del Apocalipsis.

El sistema en cuanto tal no es ni puede ser cristiano.El nacional/racional -cristianismo ha terminado: el sistema mundial, hecho de economía y burocracia, no es cristiano (ni demoníaco), sino construcción de la racionalidad humana, que programa y realiza acciones productoras e intercambios sociales. A ese nivel somos y debemos ser ateos, como en formas diversas se viene diciendo desde Nietzsche y M. Weber: el estuche de hierro del sistema no tiene más principio que la ley de relaciones económicas y la planificación mundial; por eso, todo intento de bautizarlo (cristianizar al César) resulta contrario a sistema y evangelio. Sólo cuando admitamos su autonomía y le dejemos mantenerse a su nivel podremos, descubriremos su valor como ley que permite resolver problemas de producción, distribución económica y administración mundial.

La iglesia forma parte del mundo infinito de la vida, no del sistema económico-político.Por eso, tiene otro principio (gratuidad), otras formas de comunicación (cara a cara de amor y cercanía, libertad) y una meta propia (Reino de Dios, Vida eterna).Ella no puede imponerse a la fuerza en el plano del sistema, pero ella tiene una palabra más honda que ofrecer, una experiencia de gratuidad que compartir y lo hace de un modo gozoso, agradecido, abierto a todos los humanos. No se opone directamente al sistema: no lo combate con armas, campañas políticas o dinero; ni siquiera lo demoniza y condena (como a veces ha podido hacerse Ap), pero introduce dentro (y por encima) del sistema un germen de gratuidad y comunicación humana, ofreciendo sentido a millones de personas, con esperanza de vida (amor y resurrección) por encima de la muerte.

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Abandono, seguimiento y traición. Domingo 21. Ciclo B.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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3b32a400-f8f1-4ffa-bc94-18d9c966940dDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado terminamos de leer el debate de Jesús sobre el pan de vida. Lo curioso, y extraño, es que el evangelista no cuenta la reacción final del auditorio. Anteriormente, en dos ocasiones, han interrumpido a Jesús mostrando su desacuerdo. Ahora no dicen nada, como si no mereciera la pena seguir discutiendo. Sin embargo, se cuenta la reacción de los discípulos de Jesús, con dos posturas muy distintas (unos lo abandonan, otros lo siguen) y el aviso de la traición de uno de ellos.

Evangelio (Jn 6, 60-69)

En aquel tiempo muchos de los discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:

-«Esto que dice es inadmisible. ¿Quién puede admitirlo?».

    Jesús, conociendo que sus discípulos hacían esas críticas, les dijo:

«¿Esto os escandaliza? ¡Pues si vierais al hijo del hombre subir adonde estaba antes! El espíritu es el que da vida. La carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Pero entre vosotros hay algunos que no creen». (Jesús ya sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a traicionar).

Y añadió:

-«Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre».

     Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.

     Jesús preguntó a los doce:

«¿También vosotros queréis iros?».

   Simón Pedro le contestó:

-«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios».

Abandono

«Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.» Es un momento de crisis muy fuerte. Hasta ahora, los discípulos de Jesús no han tenido ningún problema. Ahora, la mayoría abandona a Jesús. ¿Por qué? Ellos lo justifican diciendo que «este discurso»es duro, intolerable. No se refieren solo a la idea de comer su carne y beber su sangre; se refieren a todo lo que ha dicho Jesús sobre sí mismo: que es el enviado de Dios, que ha bajado del cielo, que resucitará el último día a quien crea en él, que él es el verdadero pan de vida. En el fondo, comer el cuerpo y beber la sangre de Jesús equivalen a «tragárselo», a aceptarlo tal como él dice que es. Y eso, la mayoría de los discípulos, no está dispuesto a admitirlo. Lo han visto hacer milagros, pero eso no les extraña. También en el Antiguo Testamento se habla de personajes milagrosos. Sin embargo, ninguno de ellos, ni siquiera Moisés, dijo haber bajado del cielo y ser capaz de resucitar a alguien. Si Jesús hubiera aceptado ser rey, como ellos habían pretendido poco antes, si se hubiera limitado a hablar de esta tierra y de esta vida, no se habrían escandalizado y lo seguirían. Ellos quieren un Jesús humano, no un Jesús divino.

En su respuesta, Jesús empieza echando leña al fuego: si se escandalizan de lo que ha dicho, podría darles más motivos de escándalo. Su problema es que enfocan todo desde un punto de vista humano, carnal; y para creer en él hay que dejarse guiar por el espíritu. Pero esto solo lo consigue aquel a quien el Padre se lo concede. Estas palabras de Jesús resultan desconcertantes: por una parte, cargan la culpa sobre los discípulos que se sitúan ante él con una mirada puramente humana; por otra, responsabiliza a Dios Padre, ya que solo él puede conceder el acceso a Jesús («nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre»).

Quizá el evangelista está pensando en los cristianos que han abandonado la comunidad a causa de las persecuciones o por cualquier otro motivo. ¿Qué les ha pasado a esas personas? ¿Es solo culpa suya? ¿Hay un aspecto misterioso, en el que parte de la culpa parece recaer sobre Dios? Pensando en la gente que conocemos y cómo han evolucionado en su vida de fe, estas preguntas siguen siendo de enorme actualidad.

Seguimiento

El momento más dramático se cuenta con enorme concisión. Tras el abandono de muchos solo quedan los Doce. La pregunta de Jesús («¿También vosotros queréis iros»), sugiere cosas muy distintas: desilusión, esperanza, sensación de fracaso… La respuesta inmediata de Pedro, como portavoz de los Doce, recuerda a su confesión en Cesarea de Filipo, según la cuentan los Sinópticos: «Tú eres el Mesías».

Pero hay unas diferencias interesantes. Pedro no comienza confesando: “Nosotros creemos que tú has bajado del cielo, que eres el pan de vida, que quien come tu carne y bebe tu sangre tiene vida eterna…”. Nada de esto. Pedro no comienza confesando su fe en Jesús, sino preguntándole: «Señor, ¿a quién iremos?» Abandonar a Jesús y volver a sus trabajos es algo que no se les pasa por la cabeza. Necesitan un maestro, alguien que los guíe. ¿Dónde van a encontrar uno mejor que él? ¿Uno cuya palabra te hace sentirte vivo? Lo primero que hace Pedro es reconocer que necesitan a Jesús, no pueden vivir sin él.

Luego sigue la confesión de fe, pero eludiendo comprometerse con fórmulas que no entiende. Jesús ha dicho que la vida se consigue comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre. Pedro evita esta expresión tan dura y dice: “Tú tienes palabra de vida eterna”. Es su palabra la que alimenta y da la vida. En cuanto a la identidad de Jesús, prescinde de si ha bajado del cielo; ni siquiera le concede el título de Mesías, sino el de «Santo de Dios», título que sólo aparece una vez en el Antiguo Testamento, aplicado al sumo sacerdote Aarón, con sentido honorífico o por su estrecha relación con el culto (Sal 106,16). Sin duda, Pedro confiesa que Jesús está en una relación especial con Dios, sin meterse a discutir si ha bajado del cielo.

Traición

En el texto litúrgico, este tema solo aparece de pasada: Jesús sabía «quien lo iba a traicionar». Si no hubiesen mutilado el evangelio, quedaría mucho más claro. Porque, inmediatamente después de la intervención de Pedro, Jesús añade: «“¿No os he elegido yo a los Doce? Pero uno de vosotros es un diablo.” Lo decía por Judas Iscariote, uno de los Doce, que lo iba a entregar.»

Con ello surge una nueva pregunta y un nuevo misterio: ¿por qué Judas no abandona a Jesús en este momento, cuando tantos otros lo han hecho? ¿Por qué Jesús, si lo sabe, lo mantiene en el grupo? ¿Cómo puede llegar alguien a desilusionarse de Jesús hasta el punto de traicionarlo?

1ª lectura: el compromiso de los israelitas con Dios (Josué 24,1-2.15-18)

     Estamos en el capítulo final del libro de Josué. Los israelitas, a las órdenes de Josué, han conquistado todo el territorio que Dios les había prometido (es preferible no recordar cómo lo consiguieron, porque lo que ocurre actualmente en la frontera de Gaza resulta un juego entretenido). En ese momento, Josué reúne a todas las tribus en Siquén, les recuerda los beneficios pasados de Dios y les ofrece la alternativa de servir o no servir a Yahvé. Es un diálogo espléndido, dramático, en el que Josué, contra lo que cabría esperar, se esfuerza por convencer al pueblo de que no sirva a Yahvé. Es un dios celoso que no los perdonará si lo traicionan. Sin embargo, los israelitas porfían en que quieren servirlo, y todo termina con la alianza entre el pueblo y Dios.

     Quienes han seleccionado el texto han demostrado, una vez más, que no les entusiasma la Biblia: han mutilado la intervención de Josué, el diálogo con el pueblo, y el final. De 28 versículos, solo se han salvado 6.

En aquellos días Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos, jefes, jueces y escribas, y en presencia del Señor dijo a todo el pueblo:

-«Esto dice el Señor, Dios de Israel: Vuestros padres, Téraj, padre de Abrahán y de Najor, vivían antiguamente al otro lado del río Éufrates y adoraban a otros dioses. Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir, si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río o a los dioses de los amorreos, cuya tierra ocupáis; yo y mi casa serviremos al Señor».

El pueblo respondió:

-«Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la casa de la esclavitud; ha realizado ante nuestros ojos estos grandes prodigios y nos ha protegido durante todo el camino que hemos recorrido y en todos los pueblos por los que hemos pasado. Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios».

El texto, si se hubiera leído completo, ofrecería una relación más clara con el evangelio. Tanto Josué como Jesús hablan de manera clara y dura, como queriendo desanimar a sus seguidores. La gran diferencia radica en la diversa reacción de los oyentes. El texto de Josué ofrece un final feliz, ajeno por completo a la realidad: los israelitas siguieron sirviendo a otros dioses y abandonando a Yahvé. El evangelio traza un cuadro más realista, incluso pesimista: muchos discípulos abandonan a Jesús; solo quedan doce, y uno de ellos será un traidor.

2ª lectura: ¿Sería mejor suprimirla? (Efesios 5,21-32)

     Este es el texto que ninguna novia quiere que se lea el día de su boda. En los tiempos que corren, decirle que «sea sumisa a su marido», que «le debe estar sujeta en todo», porque no hay igualdad entre ambos, sino que «el marido es la cabeza de la mujer», no es lo más agradable. Aunque luego le diga al marido que ame a su esposa como a su propio cuerpo. De esta segunda parte de la lectura, ni se entera.

Hermanos, respetaos unos a otros por fidelidad a Cristo. Que las mujeres sean sumisas a sus maridos como si se tratara del Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual él es el Salvador. Así como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las mujeres lo deben estar a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras esposas, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó él mismo por ella, a fin de santificarla por medio del agua del bautismo y de la palabra, para prepararse una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa y perfecta. Así los maridos deben también amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie odia jamás a su propio cuerpo, sino que, por el contrario, lo alimenta y lo cuida, como hace Cristo con la Iglesia, pues somos miembros de su cuerpo. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Éste es un gran misterio, que yo aplico a Cristo y a la Iglesia.

Esta mentalidad sobre el matrimonio, que hoy día nos escandaliza, era progresista en el siglo I. Basta mirar lo que ocurre en algunos países árabes. La mujer acepta con naturalidad estar sometida al marido. Pero el marido no siempre es consciente del cariño y delicadeza con que debe tratar a su mujer. La corrupción moral, tan extendida en el siglo I, explica que el autor exija a los matrimonios cristianos un comportamiento fundado en el respeto mutuo, por fidelidad a Cristo. Ojalá en todos los matrimonios cristianos actuales hubiera ese mismo respeto.

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Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 25 de agosto de 2024

Domingo, 25 de agosto de 2024
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Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: -¿También vosotros queréis marcharos?”

(Jn 6, 60-69)

Cabe una primera reacción ante este texto: Pensar así como: “¡menudos discípulos! ¡Qué gente tan inconsistente! ¡Qué falta de compromiso!”

Es una reacción de pura lógica humana. Las cosas no salen bien, no tienen éxito, porque siempre hay personas que vienen a estropearlo todo. Y en este caso concreto la cosa está muy clara. los que criticaron a Jesús y se marcharon son los malos de la película.

Sin embargo, aquí el evangelio no nos está hablando ni de buenos ni de malos. Habla, más bien, de un Reino que se abre camino en medio de las dificultades, de una fuerza amorosa que atraviesa la existencia humana; toda la existencia humana, también la parte más oscura.

A lo largo de todo el Antiguo Testamento hay una enseñanza constante que, llegadas a este punto, parece se nos olvida: Dios siente debilidad por lo pequeño.

Elige a Sara, a Jacob, a Raquel, a José… que son los pequeños, los que no cuentan; que son las estériles, las que no valen. Y elige también ejércitos pequeños, casi ridículos, para vencer a quienes se creen poderosos.

El amor de Dios no avanzagracias” a los méritos humanos, sino, muchas veces, a pesar de los errores humanos.

No es Jesús quien necesita a sus discípulos, son los discípulos los que tienen que optar por Jesús.

El Reino sigue creciendo. Crece hoy gracias a la crisis de vocaciones que vive la Iglesia. Crece a pesar de los errores de la jerarquía y también a pesar de cada uno de nuestros fallos. El Amor de Dios sigue imparable, seduciendo corazones dentro y fuera de los límites de nuestra Iglesia.

Así son las cosas de Dios: sorprendentes, imparables y gratuitas. Siempre gratuitas, generosas, metidas de lleno en el ámbito del exceso. Porque el Amor, por definición, es siempre excesivo y generoso.

Entonces puede libremente preguntarnos: ¿también vosotros queréis marcharos?

Ahora la pelota está en nuestro tejado.

Oración

Aumenta, Trinidad Santa, nuestra fe y nuestra confianza para que podamos caminar con la libertad que solo el Amor nos puede brindar.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Debemos elegir entre el Espíritu y la carne.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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juan-6-60-69-3-660x330DOMINGO 21º (B)

Jn 6,61-71

Llegamos al final del c. 6 de Juan. Llega la hora del desenlace. La disyuntiva es clara: o acceder a la verdadera Vida, o permanecer enredados en la pura materialidad. Recordar lo que decíamos el primer día: no tomar ninguna decisión es mantener el camino fácil del hedonismo, en el que estamos. ¿Qué resultado tiene hoy la oferta de Jesús?

Este modo de hablar es inaceptable. Son inaceptables estas propuestas, para ellos y para nosotros, pues contradicen nuestras apetencias más íntimas. Quieren llevarnos más allá de lo razonable. Todo aquel que se deje guiar por el sentido común, se escandalizará. Lo que nos pide Jesús es salir del egoísmo y entregarse a los demás. Se trata de sustituir a Dios invisible por el hombre concreto. ¿Cómo podemos dejar de servir a Dios para dedicarnos a los demás?  ¿No es el primer deber de todo ser humano dar “gloria” a Dios?

La incapacidad de comprender es consecuencia de entender desde la carne. No se trata de despreciar y machacar la carne. Entendido de esa manera maniquea, tampoco tiene ninguna salida el mensaje de Jesús. Se trata de descubrir que el verdadero sentido de la vida fisiológica y terrena, para un ser humano, el verdadero sentido de la carne, está en la trascen­dencia; es decir desplegar las posibilidades más sublimes que el ser humano tiene de ser más que simple biología. La pura vida terrena no puede ser meta para el hombre.

El espíritu es el que da Vida, la carne no sirve para nada. Aquí, carne y espíritu no se refieren a dos realidades concretas y opuestas, sino a dos maneras de afrontar la existencia. Solo la actitud espiritual puede dar sentido a una vida humana. Vivir desde las exigencias de la carne, cercena la meta del ser humano. En teoría no se entiende y en la práctica tampoco, ¿quién cree que la carne no vale para nada? ¿Por qué luchamos? ¿Cuál es nuestra mayor preocupación? ¿Cuánto tiempo dedicamos al cuerpo y cuánto al Espíritu?

Después de repetir por activa y por pasiva que había que comer su carne, ahora nos dice que la carne no vale para nada. Estas palabras nos obligan a hacer un esfuerzo para poder comprender el mensaje. No es ninguna contradicción. Se trata de descubrir que el valor de la “carne” le viene de estar informada por el espíritu. Con el espíritu, la carne lo es todo. Sien el espíritu, la carne no es nada. Queda claro el sentido que da Juan a la encarnación.

Las propuestas que os he hecho son Espíritu y son Vida. Las palabras no tienen valor por sí mismas. La referencia al Espíritu es clave para entender a Jesús. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”. Viene diciendo que él es el pan… Ahora dice que son sus palabras las que dan la Vida. Otra demostración de que todo es metáfora y símbolo. La única propuesta que le llevará al hombre plenitud es la de Jesús.

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. En este proceso de alejamiento entre Jesús y los que le siguen, se da el último paso, el abandono. Hasta ahora los que murmuraban y le criticaban eran los judíos, ahora son los discípulos los que deciden abandonarle. Recordemos que todo el capítulo se ha planteado como un proceso de iniciación. Al final no hay más remedio que tomar una decisión. En la comunidad donde se escribe este evangelio, la decisión era el bautismo.

¿También vosotros queréis marcharos? Jesús está hablando a los más íntimos. No busca la aprobación general. Tanto los políticos como los medios de comunicación dicen siempre lo que la audiencia quiere oír. Lo importante es la adhesión de los que oyen. Jesús acepta el reto que su doctrina provoca. Está dispuesto a quedarse solo antes que ceder en la radicalidad de su mensaje. La pregunta manifiesta una profunda amargura. Pero también deja muy clara la convicción que tiene en lo que está proponiendo.

¿Con quién no vamos a ir? Tus exigencias comunican Vida definitiva. Pedro da la única respuesta adecuada: “Nosotros creemos”. La gente que escuchan a Jesús, se sienten más seguros con el cumplimiento de la Ley. A la hora de comer eran cinco mil. Quedan doce. Pronto demostrarían que ellos tampoco lo entendieron hasta la experiencia pascual. Queda claro que los doce son el fundamento de la comunidad, con Pedro a la cabeza.

También en los sinópticos, Jesús empieza siendo aclamado por la multitud, pero termina siendo abandonado por todos. Si hoy nos declaramos cristianos dos mil millones de personas, se debe a que no se exige la radicalidad de su mensaje y seguimos en el engaño de lo que puede darnos, no en la conciencia de lo que nos exige. Si descubriéramos que la médula del mensaje de Jesús es que tenemos que dejarnos comer, ¿cuántos quedarían?

Juan intenta aclarar las condiciones de pertenencia a la comunidad de Jesús: La adhesión a Jesús y la asimilación de su propuesta de amor. Su ‘exigencia’ es una dedicación al bien del hombre a través de la entrega personal. El mesianismo triunfal queda definitivamente excluido. En contra de lo que se nos sigue diciendo, Jesús ni busca gloria humana o divina ni la promete a los que le sigan. Seguirlo significa renunciar a toda ambición personal.

Hoy seguimos ignorando la propuesta de Jesús. En su nombre seguimos ofreciendo unas seguridades derivadas del cumplimiento de unas normas. No se invita a los fieles a hacer una elección de la oferta de Jesús, porque no se les presenta dicha oferta. Hemos manipulado el evangelio para salirnos con la nuestra. No nos interesa el mensaje de Jesús, sino nuestros propios anhelos de salvación que no van más allá de la sola carne.

No es casualidad que en el evangelio se hable de Vida al tratar de expresar la realidad espiritual que descubrió Jesús más allá de la vida. El paralelismo nos puede llevar a comprender que no existe una VIDA separada de la materia. Ni en el orden espiritual ni en el biológico la vida puede andar por ahí separada de la materia sensible. Dios es Vida, pero no está en algún lugar del universo y desde allí nos hace partícipes de ella.

A la hora de definir la vida biológica, tenemos que recurrir a su manifestación. Nunca nos encontramos con la vida, sino con un ser vivo. Lo mismo en el orden espiritual, nunca nos encontraremos con el Espíritu, pero sí un ser atravesado por el Espíritu. ¿Cómo lo sabremos? Solo a través de las relaciones con los demás. Si es capaz de descentrarse y descubrir en los demás aquello que le identifica con ellos, tiene Vida espiritual. Si permanece el egoísmo y la búsqueda de seguridades y el hedonismo, solo tiene vida.

La propuesta terminó en estruendoso fracaso. Ni siquiera sus discípulos lo entendieron. Incluso los primeros cristianos tuvieron que convertir su derrota en triunfo para poder aceptarle. Solo el Cristo glorioso, que puede hacernos partícipes de su misma gloria, nos interesa. No seguimos a Jesús en la entrega, sino al Cristo que triunfó de sus enemigos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vanguardias y retaguardias

Domingo, 25 de agosto de 2024
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Jn 6, 60-69

«¿A quién iremos? … nosotros creemos en ti».

Los especialistas coinciden en afirmar que tras la multiplicación de los panes se produjo una importante crisis de seguimiento, pero no saben establecer sus causas. Es posible que aquellos que lo veían como el mesías libertador de Israel se cansasen de esperar algún gesto político que nunca llegaba y se marchasen. También es posible (según Juan) que fuese la novedad y la radicalidad de su mensaje la que hizo a muchos desistir.

Permanecieron a su lado los que se sentían necesitados de él, pero, en cualquier caso, la desbandada debió ser importante como muestra la pregunta que Jesús formula a sus discípulos cuando se vuelven a encontrar en Cafarnaúm: «¿También vosotros queréis marcharos?».

Al igual que entonces, hoy el seguimiento de Jesús está sumido en una profunda crisis que se manifiesta en la creciente indiferencia de la gente. Quienes creemos en su proyecto, achacamos esta crisis al desconocimiento profundo de Jesús, bien sea por falsificación o por omisión, lo que provoca que su propuesta no pueda competir con la propuesta del mundo. Pensamos que el camino de salida es el retorno a los orígenes; al Jesús genuino que arrastraba multitudes, al evangelio desnudo, a la buena Noticia, al tesoro escondido, al proyecto colosal al que todos estamos invitados.

Pero lo tenemos difícil, porque el espíritu revisionista propio de nuestra época nos mueve a minimizar la importancia de Jesús en la búsqueda de Dios; a postergar su mensaje y su praxis en favor de otras doctrinas u otras filosofías que están más de moda. Hoy nos consideramos “vanguardia” cuando nos mostramos escépticos con los textos evangélicos que no cuadran con la mentalidad que debe tener un ciudadano del siglo XXI; cuando lo consideramos uno más; cuando ponemos en tela de juicio su divinidad y rechazamos su Dios personal, Abbá; cuando apelamos a la tolerancia y la modernidad para renegar de la misión de llevar su luz a todas las gentes.

Pero nos equivocamos. En una maratón es vanguardia el que está más cerca de la meta, y en el cristianismo (con perdón) es vanguardia quien está más cerca de Jesús. Cuanto más lejos de Jesús, más “retaguardia”. Corremos el riesgo de arrinconar a Jesús como a un trasto viejo; de terminar creyendo que las creencias y los criterios de aquel artesano de otra época y otra cultura ya no sirven en nuestro mundo. Por eso, la pregunta del evangelio cobra hoy más significado que nunca:

«¿También vosotros queréis marcharos…?»

Terminamos con un comentario de Ruiz de Galarreta: «La profesión de fe de Pedro que leemos en el evangelio es emocionante: “Nosotros creemos en ti”. Y se acabó. Los demás tienen sabiduría, argumentos, sistemas filosóficos, razones históricas, poder… Nosotros creemos en ti; por encima del templo, de Moisés, de Platón… Por encima de todos, el hijo de José y María, el carpintero crucificado».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Tiempo de prueba y criba.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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CaminanteJn 6, 60-69

“En aquel tiempo”… Tu tiempo, empezaron las críticas cuando Tu mensaje y Tu acción resultaban duros a los oídos de quienes esperaban algo tan concreto como que fueras el líder que liberara al pueblo del dominio del invasor; y que siguiera proveyendo el alimento que quita el hambre del cuerpo y les recordaría al manáde aquel tiempo de penuria en la larga travesía del desierto hacia la tierra prometida.

¿Por qué les resultaba duro Tu modo de hablar? Empezaban a ver que Tus palabras hablaban de compromiso, de discernimiento, de la posibilidad de que habría problemas, de implicación en Tu vida y cambios en las suyas.

Abrirse a la escucha del Espíritu, abrirse a Tu palabra, es abrirse al “no-control”, exponerse a la intemperie. Eso puede producir un movimiento de huida y paso atrás: “muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”. Te volviste a los Doce. Los que habías elegido, los que Te acompañaban y escuchaban cada palabra que salía de tu boca dirigida a ellos, a las multitudes, a los que te vigilaban desde el poder político y religioso porque causabas molestia: “¿También vosotros queréis marcharos?”.

Seguramente hubo un silencio de estómagos apretados, al sentir que algunas de sus dudas e inquietudes eran las mismas de los que ya habían dado un paso atrás, es muy  muy humano.

Simón Pedro dio un paso adelante y te dijo: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. ¡Ay, ay, ay… Pedro, expresivo y pasional! Efectivamente a quién ibais a acudir.

Te tomo la palabra, Simón, hoy, año 2024, y Le hago la misma pregunta:¿Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.

Cuando el hartazgo de lo que se respira (discursos violentos, mentiras, frivolidad y manipulación en los medios, etc.) noto que me va afectando demasiado, doy un paso adelante: acudo al Evangelio y allí Te encuentro. Una suerte.

También me uno con otros en comunidad para compartir Palabra y Mesa. Busco a los más sencillos y necesitados que, sin discursos, me acercan a la esencia de lo que nos dejaron escrito los que vivieron a Tu vera, aún despistados y llenos de interrogaciones, como todos los que intentamos seguirte.

Cuando Tu hablar me resulta duro respiro hondo, intentando no dar echar marcha atrás; guardando cada palabra en el corazón, porque esta historia no es de entender sino de amar, y Tú empezaste primero.

 

Mari Paz Lopez Santos

FEADULTA – Domingo 2024.08.25

Fuente Fe Adulta

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¿Un Jesús pretencioso?

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6966Domingo XXI del Tiempo Ordinario

25 agosto 2024

Jn 6, 60-69

En ocasiones me ha ocurrido que, hablando con alguna persona que no ha crecido en un ambiente cristiano, me ha comentado, a propósito de algunos dichos que aparecen en el evangelio de Juan, que Jesús era un hombre pretencioso, cuando no egocéntrico, ya que por utiliza constantemente un lenguaje centrado en el yo, mí, me, conmigo, desde una cierta “aureola” de poder inapelable…

Tal apreciación no es del todo incorrecta. Su error, sin embargo, radica en el hecho de tomar las afirmaciones del cuarto evangelio como nacidas del propio Jesús. Es lo que sucede cuando se hace una lectura literalista del evangelio, la que siempre se ha promovido desde la Iglesia. No se ha tenido en cuenta algo que hoy sostienen los biblistas más rigurosos: los evangelios no son crónicas históricas, sino catequesis. Y esto lo cambia todo. Porque su objetivo no es narrar lo que Jesús vivió, ni siquiera lo que dijo, sino fortalecer la fe de aquellas primeras comunidades y regular su vida cotidiana, a la vez que impulsarlas en una misión proselitista.

Lo dicho vale para cualquiera de los relatos evangélicos, pero en el caso de Juan, adquiere una relevancia particular, ya que nos hallamos ante un texto eminentemente simbólico, donde nada está escrito al azar y en el que cada expresión contiene un simbolismo que, con frecuencia, escapa al lector no erudito en ese campo.

Pondré solo un ejemplo. Prácticamente al inicio de ese evangelio, cuando relata el encuentro de los primeros discípulos con Jesús, el autor añade: “Eran como las cuatro de la tarde” (1,39). Predicadores y comentaristas “fervorosos”, todavía hoy, creen ver en esa frase, una prueba evidente de que está escribiendo un testigo ocular o incluso una evidencia de la literalidad de lo que ahí se narra. Fue tan real -vienen a decir- que se les quedó grabada incluso la hora en que sucedió, tal como nos ocurre con frecuencia cuando vivimos una experiencia significativa. Sin embargo, también esa breve alusión es completamente simbólica. Las “cuatro de la tarde” es una traducción del original griego, que habla de la “hora décima”, por lo que parece tratarse de una alusión intencionada al “final” de la historia de Israel (la hora duodécima). En síntesis: ya en la narración del primer encuentro con la incipiente comunidad, al autor del evangelio le interesa poner de relieve dos asuntos capitales para su propia creencia: por una parte, la novedad radical que suponía Jesús y su mensaje, superadores, según él, de la religión judía; por otra, la urgencia de la conversión, ya que nos hallaríamos en los momentos finales de la historia (la “hora décima”).

Más allá de este ejemplo concreto -para mostrar que, si incluso lo más trivial se reviste de simbolismo, ¿qué no será en los temas importantes?-, es evidente que el autor del evangelio pone constantemente en boca de Jesús afirmaciones que este jamás habría podido hacer. O dicho de otro modo: en este evangelio no es el Maestro de Galilea quien habla, sino un creyente helenista, cercano a algún círculo gnóstico o influido por él, que hace decir a Jesús lo que no es sino su propia creencia.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El pacto de Siquem y los parlamentos. ¿Dónde mejor que en el Señor?

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6965Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- JOSUÉ REUNIÓ A LAS TRIBUS DE ISRAEL.

La primera lectura de hoy, tomada del libro de Josué, nos presenta el importante pacto de Siquén.

Allá por el siglo XIII a.C. las tribus hebreas que había salido de la esclavitud de Egipto, están llegando a la “tierra de promisión”. Moisés no entró en esta nueva tierra y Josué fue el nuevo líder de las tribus hebreas, de Israel.

En aquella tierra nueva y libre había habitantes con su cultura y religión.

Por otra parte las tribus no pensaban todas igual ni tenían los mismos esquemas de vida. Había que llegar a acuerdos y pactos: el pacto de Siquén.

Josué convocó a los ancianos de las tribus hebreas y a personas con autoridad para llegar a un acuerdo (pacto / alianza) que tuviera como sustrato común: un mismo Dios, una misma religión que amalgamara a todas las comunidades hebreas.

Josué reunió a las tribus de Israel y les propone: escoged hoy a quién queréis servir.

¿Qué otra cosa son las asambleas del pueblo, los parlamentos y la democracia hoy en día? Las personas, los grupos humanos vivimos en sociedad y como seres sociales hemos de comportarnos.

Aquella asamblea convocada por Josué era en el fondo, “como nuestros parlamentos”: para ver ante quién nos postramos, a quién queremos servir y cómo queremos vivir.

Si no os parece bien nuestra traditio (lo que se nos ha entregado), escoged cómo vivir y a qué dioses queremos servir.

Mejor seguimos en la tradición del Señor, antes que servir a otros señores.

02. MUCHOS DEJARON DE SEGUIR A JESÚS.

Tras la multiplicación de los panes y que Jesús se presentase como pan de vida muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

No se trata de una huida al estilo del hijo pródigo. El hijo pródigo nunca fue increyente. El hijo menor se marcha de casa, es una cuestión moral, pero aquel hijo conservó siempre la memoria de la casa de su padre. Las referencias -la tradición- las tenía bien puestas, la “cabeza bien amueblada” aunque en aquel momento de su vida se había despistado. (Pero no es lo mismo fe que moral).

Cuando san Juan dice que dejaron de seguir o de estar con Jesús, es que “terminaron la conversación”, rompieron el “carnet” y rompieron con todo. Hasta aquí hemos llegado y no quiero saber nada.

Esta historia del abandono nos es muy familiar en nuestro tiempo, en nuestro pueblo, en nuestras mismas familias, en nuestra Europa, especialmente en Europa.1 Mucha gente, muchos estratos de la sociedad han marchado del seno de la Iglesia, otros muchos no han estado dentro nunca. Entre los compañeros-discípulos de Jesús, -y en nuestro tiempo- hubo y hay muchos “transfugas” de todo tipo.

Quizás hoy en día mucha gente no es “nada”, ni creyente ni atea; un pasotismo nihilista, más o menos, ilustrado es el credo actual.

Vivimos en una civilización frívola. Nosotros ya no somos ateos, ni agnóstico, somos frívolos, superficiales

El diccionario de la Real Academia dice del término frívolo: “ligero, veleidoso, insustancial”. Una cosa es ser “ateo como Dios manda” y otra muy distinta es ser ligero, veleidoso e insustancial.

Más que ateos o agnósticos somos frívolos, superficiales.

Este es el “cuadro” religioso en España en estos momentos:

* No practicantes: 84,9%

* Agnósticos: 15,8%

* Ateos: 21,6%

* Católicos no practicantes: 31,7%

* No creyentes: 15,8%

* Practicantes: 15,1%

* Católicos practicantes: 13,2%

* Creyentes de otra religión: 1,9%

RELIGIÓN DIGITAL

P. Tillich (1886-1965) decía que: ateo solamente es quien no es capaz de tomarse en serio la profundidad de la vida.

Nosotros, nuestro momento cultural no es ateo, ni agnóstico, más bien somos frívolos y superficiales.

Quien es consciente de la complejidad y profundidad de la vida, ese tal no es ateo. Quien se toma en serio la familia, el trabajo, el pueblo, la libertad, la justicia, el sufrimiento, ese tal no es ateo; quien trabaja por la paz, quien trata de abordar humanamente la sexualidad, quien ama el desarrollo de las ciencias, quien ama la cultura, la estética-belleza, la felicidad, etc. está ya en el atrio de la fe.

En el fondo quien ama esas realidades profundas está muy cerca, está amando el Reino de Dios: Reino de justicia, de amor y de paz sembrado por Cristo.

03. ¿A DÓNDE VAMOS A IR, SI SOLAMENTE TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA?

Siendo razonables y legítimos muchos pensamientos, movimientos e ideologías son valiosas, sin embargo solamente confío, creo en Cristo.

* Es muy legítimo pensar que las ideologías pueden trabajar por la justicia en la sociedad, pero yo no creo en K Marx, ni en los líderes de los diversos partidos, ni en el capitalismo. Creo en Cristo.

* Es muy legítimo amar el propio pueblo, la propia cultura y sentirse perteneciente a un grupo humano, pero yo no creo, en el sentido de fe, en la etnia. Eso al fin y al cabo es también una ideología y no es lo mismo fe que ideología. Solamente creo en Cristo.

* Es muy razonable pensar en el psicoanálisis como terapia psicológica, pero yo no creo en S Freud, creo en Cristo.

* Es posible que algunos movimientos eclesiásticos actuales ultramontanos y “pseudo-segurolas” (dejémoslo ahí), hagan algún bien a determinadas personas, pero no son el eje de la fe, el centro, la roca de la fe es Cristo y solamente Cristo.

¿A dónde vamos a ir si solamente Tú tienes palabras, vida eterna?

El que creó y quienes oraban con el salmo 20 eran muy conscientes de esta cuestión:

Unos confían en sus carros de combate, otros confían en su caballería, nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios. (Salmo 20,7)

Unos confían en su poder, en la fuerza, en su dinero, en el brillo social, nosotros confiamos en el Señor.

El pasado domingo os comentaba en la homilía cómo podemos tener puesta nuestra esperanza con ansiedad en el progreso, en lo que la tecnología nos pueda ofrecer.

El cristiano confía y descansa en el Señor. No nos va a ocurrir nada más sereno y realizador que JesuCristo. Ex memoria, spes. Nuestra esperanza nos viene de la memoria de Cristo.

En el Señor se está bien y en paz. En el recorrido de la vida con sus momentos buenos, así como en las situaciones difíciles, en los fracasos y decepciones, se está bien en el Señor y se encuentra descanso.

Cuando ya más que adulto uno comienza a ser anciano, creer, lo que se dice creer, solamente cree y confía absolutamente en Dios por medio de JesuCristo.

En esta fe quiero vivir y morir

La fe es algo muy humilde, incluso frágil y pobre, pero llena de vida.

La semilla de la fe es la que da sentido a nuestra vida y su transcurrir.

NOSOTROS CREEMOS QUE TÚ ERES EL SANTO DE DIOS.

TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA.

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“¿A dónde vamos a ir si no recuperamos lo esencial del evangelio?”, por Consuelo Vélez

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6975De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XXI del Tiempo Ordinario 25-08-2024

Reconocer en Jesús la presencia de Dios, no se ajusta a sus lógicas y les parece un lenguaje duro, difícil de escuchar

Jesús sabe que hay algunos que no creen e, incluso, que alguno de ellos lo va a entregar.

Es demasiado riesgo aceptar los valores del reino.

La pregunta que Jesús hace a sus discípulos, de sí ellos quieren marcharse, nos la dirige también a nosotros hoy ¿Qué le responderemos? Ojalá que, como Pedro, permanezcamos, haciendo posible la Iglesia sinodal que tanto se necesita hoy

Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Y cuando vean al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? (…) El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quien era el que lo iba a entregar. Y decía: “Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre”. Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren marcharse?” Le respondió Simón Pedro: “Señor, ¿Dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.  (Jn 6, 60-69)

Este domingo termina el largo discurso sobre el pan de vida que nos ha acompañado todo este mes de agosto. Si en los domingos anteriores, Jesús se dirigió a la multitud y luego a los judíos, ahora se va a dirigir a los discípulos y concretamente a los Doce. Se esperaría que ellos si hubieran entendido a Jesús, pero el texto, inicialmente, muestra todo lo contrario. Los Doce también murmuran, comentando que es muy duro ese lenguaje. Es decir, reconocer en Jesús la presencia de Dios, no se ajusta a sus lógicas y les parece un lenguaje duro, difícil de escuchar. Rompe con la tradición judía, con la trascendencia de Dios, con el buscarlo subiendo a los cielos, todo lo contrario, a ese Dios que ha bajado en Jesús y se encarna en la cotidianidad de la historia.

Nuevamente Jesús sale al paso, sabiendo lo que están murmurando, y les explica una vez más: el espíritu es el que da vida, todo lo que Él les ha dicho es espíritu y vida. El texto dice que Jesús sabe que hay algunos que no creen e, incluso, que alguno de ellos lo va a entregar.

Las siguientes palabras de Jesús no se pueden entender cómo si ya hubiera algunos predestinados para seguir a Jesús y otros no, al decir que “nadie viene a él si el Padre no se lo concede”. Hay que entenderlo en el contexto del don de Dios que nos llega, a la gracia de la fe que no depende de nuestras fuerzas sino del Dios mismo.

El texto va terminando, señalando las posibilidades que se tienen frente a Jesús. Muchos discípulos se vuelven atrás. Definitivamente no creen en Jesús. Prefieren volver a lo conocido. Es demasiado riesgo aceptar los valores del reino. El fracaso comienza, ese fracaso que llegará hasta la cruz. Jesús entonces se vuelve sobre los suyos, sobre los más cercanos para hacerles la pregunta que marca la diferencia: ¿también ustedes quieren marcharse? Pero aquí Pedro tiene la oportunidad de reafirmar la fe: Jesús tiene las palabras de vida eterna, ellos creen y van a seguir con Él.

La pregunta que Jesús hace a sus discípulos también nos la dirige a nosotros. Lo que está en juego es la fidelidad al evangelio que se nos ha comunicado y sabemos que no es fácil. La historia de la iglesia nos muestra cómo vamos domesticando el evangelio y, una y otra vez, necesitamos convertirnos. En la realidad actual, la llamada a la sinodalidad es una llamada a la conversión. A más de uno, hoy también Jesús les podría preguntar si quieren marcharse de este camino sinodal. Ojalá que, aunque no está fácil dejar el clericalismo, mucho más difícil incluir verdaderamente a las mujeres y casi imposible que se escuchen todas las voces y se responda a sus demandas, repitamos las palabras de Pedro de no marcharnos sino empujar con todas nuestras fuerzas la Iglesia sinodal en misión, mucho más parecida a la Iglesia que Jesús quería.

(Foto tomada de: https://radiomaria.org.ar/programacion/la-mision-de-los-doce/)

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“Behemot y Leviatán”, por Dolores Aleixandre.

Viernes, 23 de agosto de 2024
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IMG_6594De su blog Un grano de mostaza:

Recordar cuántas veces la mano poderosa del Señor  nos ha dado ánimo para ir más allá de los temores que nos paralizaban

Por si alguien le falla la memoria o los tiene en la punta de la lengua pero no le salen, recuerdo que son dos figuras acuáticas tremebundas que aparecen en la Biblia (traducidas como hipopótamo o cocodrilo) y que a los israelitas les provocaban un terror pavoroso. En el libro de Job Dios aparece dominando soberanamente a esos dos monstruos míticos,  como si los hubiera creado para tenerlos como animales de compañía. Job se ha estado despachando a gusto a lo largo de 39 capítulos presentando a Dios sus quejas y reclamaciones pero en determinado momento, Él toma la palabra y ordena  a Job que mire a Behemot y a Leviatán y es como si le dijera “- ¿Ves  esos dos engendros que tanto te asustan? ¿Puedes tú pescarlos con anzuelo o meterles un junco por la nariz…?”. Y a Job no le queda más remedio que cerrar la boca y rendirse ante un poder creador que le sobrepasa.

De las muchas aplicaciones que podemos sacar del tema, solo estas tres: la primera, hacer una lista de las amenazas de los Behemotes varios que han poblado nuestro imaginario: “A ver si me van a cambiar ahora que estoy tan encajada aquí”; “Mira que si destinan a esta casa a X que es inaguantable…”; “Miedo me da que se lleven a esta superiora tan maja y llegue Z que es tan avinagrada…”: “Como me destinen a ese sitio tan húmedo,  agarraré un reúma…”

La segunda, reconocer  avergonzados la inutilidad de tantas aprensiones y temores con los que hemos perdido tontamente el tiempo, cuando la realidad se parece tan poco a lo que imaginamos sobre ella.

La tercera, la más gustosa, hacer memoria de cuántas veces la mano poderosa del Señor nos ha hecho vencer a Leviatanes de múltiples cabezas y nos ha dado ánimo para ir más allá de los temores que nos paralizaban: Sor Agripina ha aceptado con valor  una responsabilidad que le agobiaba. Fray Amancio ha enfrentado ese problema comunitario que parecía sin remedio. La Hna. Rogelia está tan contenta en esa casa a la que llegó renegando con cara de víctima pascual.

 “Con mi Dios asalto la muralla” dice un salmo. Y nosotros: “Si Él está conmigo, Behemot y Leviatán no son más que un par de mascotas juguetonas…

 Fuente Vida Religiosa, Julio 2024

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Bernardo de Claraval: Amo porque amo, amo por amar.

Martes, 20 de agosto de 2024
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Celebramos hoy la fiesta de San Bernardo,  místico del camino  hacia la unión espiritual con Dios, cantor del amor esponsal… Traemos uno de los textos del Oficio de Lectura preparados para hoy… Excelente meditación.

Amo porque amo, amo por amar

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El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la creatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.

El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?

Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la creatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.

Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la creatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.

*

De los Sermones de san Bernardo, abad, sobre el Cantar de los Cantares
(Sermón 83, 4-6: Opera omnia, edición cisterciense, 2 [1958], 300-302)

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São Bernardo de Claraval Museo de Dijon - Dijon, Francia

San Bernardo de Claraval
Museo de Dijon – Dijon, Francia

Bernardo, primer abad de Clairvaux (Claraval) y doctor de la Iglesia, nació el año 1090 en el seno de una familia noble de Borgoña. Inflamado por el Espíritu y enardecedor de almas desde su juventud, entró a los 20 años en el monasterio de Cíteaux, conquistando para el ideal monástico a muchos jóvenes nobles.

Tras ser nombrando en 1115 abad de Claraval, convirtió muy pronto su monasterio en un cenáculo de vida espiritual y en un auditorio del Espíritu Santo. Fue llamado por príncipes, obispos y papas, refutó herejías, defendió los derechos de la Iglesia y al papa legítimo. Como doctor de la unión mística con el Verbo y cantor sublime de la Virgen María, es autor de numerosos tratados, cartas y sermones. Murió en 1 153, llorado en Claraval por más de 700 monjes y siendo padre de más de 160 monasterios.

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El fin del hombre es el reconocimiento de la verdad, que es Dios, lo que implica el conocimiento de la relación del hombre con Dios, que es una relación de indigencia. Como el obstáculo es el orgullo, el remedio es la humildad; la condición es la gracia, el encuentro con Dios en Cristo. El resultado es la estima del hombre por su dignidad recuperada de imagen de Dios: mientras que la ignorancia de sí y el orgullo disminuyen el valor del hombre, la humildad, reconocimiento de la necesidad de Dios, pero también de la capacidad de Dios que hay en el hombre, revela a éste lo que él mismo es. De este modo, «sale» de él mismo y se eleva, crece, «se extiende» a nuevas dimensiones, las del amor a Dios y al prójimo. El ser humilde se vuelve manso, misericordioso. Así, la fe vivida y, por así decirlo, transformada en humildad, en caridad, hace, según los modos de hablar de nuestro tiempo, salir al «mí mismo» del «yo»: despierta al yo a la libertad del «mí mismo», le hace convertirse en persona en presencia de Dios, en comunión de solidaridad con todos.

En Bernardo está siempre presente este mensaje de gloria, condicionado por su mensaje de humildad, este realismo extremo en la consideración de la miseria del hombre, y esta confianza indefectible en la gloria que está ya en él y no espera más que manifestar sus efectos. La función de la expresión literaria será hacer ver un poco de esta luz oculta que percibe la mirada de la fe. En Bernardo, como también en otros grandes espirituales que fueron escritores, la intensidad de la experiencia explica el carácter ferviente, apasionado de la expresión y, por consiguiente, la parte de exageración que ésta pueda tener: tanto si evoca las profundidades de nuestra bajeza o la sublimidad de las visitas del Verbo, parece ir a veces demasiado lejos, rebasar los límites de lo razonable y, en todo caso, de lo normal y de lo habitual. A decir verdad, se limita simplemente a revelar, a propósito de él mismo, lo que puede ser el caso de todos.

Sus escritos manifiestan un pensamiento a la vez contemplativo y tan comprometido como es posible. Cada uno de ellos empezó siendo un acto bien preciso, pero en cada uno de ellos alcanza Bernardo lo universal. Cuanto más lúcido es un ser sobre sí mismo, más ilumina a los otros sobre ellos mismos.

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J. Leclercq,
Bernardo de Claraval,
Edicep, Valencia 1991, pp. 212-213.

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Vivir el misterio de la Eucaristía

Lunes, 19 de agosto de 2024
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IMG_6907La reflexión de hoy es de Liam Myers (él), escritor independiente, profesor adjunto de estudios religiosos en la Universidad de Iona, New Rochelle, Nueva York, y miembro de Catholic Worker Maryhouse en Nueva York.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el vigésimo domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

El haberme criado como católico me enseñó la importancia de ir a misa los domingos. De niño no siempre prestaba mucha atención, a menudo fantaseaba durante el sermón o pintaba en el banco de la iglesia, pero siempre sabía que algo importante estaba sucediendo cuando el sacerdote cantaba “El misterio de la fe” y respondíamos con “Proclamamos tu muerte, Señor, y profesamos tu resurrección, hasta que vengas”. Poco después de ese momento, me ponía en fila para recibir el cuerpo de Cristo, junto con el resto de la congregación.

En la lectura del evangelio de hoy, Jesús explica a las multitudes que su ministerio culmina en la entrega de su carne y sangre por la vida de quienes comen y beben de ella. En esencia, Jesús estaba describiendo el propósito de la Eucaristía que ahora celebramos. Jesús enseña que este sacramento es un encuentro íntimo en el que nos “alimentamos de la carne” que Él ofrece. Para mí, las palabras de Jesús son misteriosas, trascendentes y, en última instancia, poéticas.

Mary Oliver describe al poeta como alguien que “se encuentra entre dos cosas maravillosas y complejas: una experiencia y el deseo de contarla con la mejor conjunción de palabras posible”. En el evangelio de hoy, Jesús está claramente en esta situación, ya que anhela describir a quienes lo aman la suma importancia de celebrar juntos esta santa cena. Me pregunto qué sucedería en nuestra iglesia si tomáramos la lectura del evangelio de hoy no como un modelo para la doctrina, sino como una invitación a una experiencia.

20140618114901Los estudiosos señalan que la historia del milagro de los panes y los peces precede casi inmediatamente a esta historia en la narrativa del Evangelio. Debemos contextualizar la lectura del Evangelio de hoy, ya que la ubicación muestra cuán crucial fue para la gente experimentar la fiesta antes de que se la explicaran. Así también, nuestra experiencia de y con este sacramento viene antes de nuestra comprensión del mismo.

Pero esta relación recíproca de experiencia y comprensión no debe terminar dentro de nuestros propios cuerpos cuando recibimos el cuerpo de Jesús. En lugar de dejar que la fiesta termine en la iglesia, o simplemente observar o ver la Eucaristía desde lejos, debemos permitir que este encuentro continuo nos transforme activamente. Para tomar en serio las palabras de Jesús, sabemos que comer el cuerpo de Cristo significa compartir este cuerpo e invitar a otros a esta plenitud de vida.

Para recibir el Pan de Vida que Jesús ofrece, debemos estar en sintonía con nuestro yo más íntimo y con las experiencias que conducen a una autocomprensión más profunda. Este proceso implica humillarnos para reconocer que nosotros, como hechos a imagen de Dios, también estamos llenos de misterio. Nuestra propia esencia, al igual que la de Dios, no se puede precisar, nombrar o describir con claridad fácilmente.

Para las personas LGBTQ+, este proceso es especialmente difícil ya que vivimos dentro de una cultura y una iglesia que colocan binarios en torno al género y la expresión sexual. Estas restricciones dificultan que todos y cada uno vivamos en su totalidad, los seres que Dios nos creó para ser. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene un espacio de intersección dentro de sí mismo donde encontramos el misterio de nuestra fe. Como dijo Jesús:El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.

Este espacio, donde Jesús permanece en nosotros y nosotros en Él, nos permite experimentar el amor que Él tiene por nosotros y, a su vez, hacer resplandecer ese amor. Es en este espacio donde nos sintonizamos con nuestra vocación, la expresión de Dios que resplandece ante el mundo. También debemos crecer y aprender con nuestras comunidades a lo largo del camino, mientras cultivamos este espacio interior.

He encontrado este espacio no en el ámbito físico, sino en momentos en los que me he sentido en sintonía con mi identidad y la presencia de Jesús en el mundo. Estas experiencias han ocurrido a menudo fuera de la liturgia, pero a su vez me permiten participar más profundamente en la Eucaristía. Permítanme compartir con ustedes un par de experiencias recientes para ilustrar esto.

Hace un par de semanas, cuando iba en bicicleta a Misa, me encontré junto a un automóvil durante unas cuadras. El conductor estaba escuchando “Nothing Compares” de Sinéad O’Connor, lo suficientemente alto como para que yo también pudiera escuchar mientras pedaleaba. Acababa de aprender más sobre Sinéad, sobre sus incansables esfuerzos por elevar y hablar al sufrimiento del mundo a través de su música. Claramente estaba en contacto con el amor de Dios y luchaba constantemente por hacerlo. Mientras escuchaba la canción y al conductor cantando, experimenté una alegría que me llevó a reflexionar más sobre cómo compartir una honestidad tan cruda y cómo decir la verdad con tanta claridad, como lo hizo Sinéad a lo largo de su vida.

En un segundo ejemplo, este verano he estado ayudando a cultivar un hermoso jardín en el cálido techo de Maryhouse, una comunidad de Catholic Worker en Nueva York. Tengo la alegría de regarlo y cosecharlo para agregarlo a las comidas que cocinamos para servir a la comunidad local. Me sorprende cada vez que veo que un tomate se ha vuelto verde, o que hay más col rizada lista para cosechar, o me entero de que lo que antes pensaba que era mala hierba es en realidad una verdura deliciosa. Mientras cuido el jardín, él también me cuida a mí al brindar abundancia para que nuestra comunidad la tome y la coma. Aquí también, a través del jardín, soy testigo de que Jesús permanece dentro de mí y yo en Él.

Si bien tal vez nunca podamos “entender” completamente la Eucaristía, ciertamente podemos vivir en el misterio de Cristo al estar en contacto con el misterio dentro de nosotros mismos y dentro del mundo.

—Liam Myers, 18 de agosto de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Comulgar con Jesús”. 20 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,51-58)

Domingo, 18 de agosto de 2024
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20_TO_B«Dichosos los llamados a la cena del Señor». Así dice el sacerdote mientras muestra a todo el pueblo el pan eucarístico antes de comenzar su distribución. ¿Qué eco tienen hoy estas palabras en quienes las escuchan?

Muchos, sin duda, se sienten dichosos de poder acercarse a comulgar para encontrarse con Cristo y alimentar en él su vida y su fe. Bastantes se levantan automáticamente para realizar una vez más un gesto rutinario y vacío de vida. Un número importante de personas no se sienten llamadas a participar y tampoco experimentan por ello insatisfacción alguna.

Y, sin embargo, comulgar puede ser para el cristiano el gesto más importante y central de toda la semana, si se vive con toda su expresividad y dinamismo.

La preparación comienza con el canto o recitación del padrenuestro. No nos preparamos cada uno por nuestra cuenta para comulgar individualmente. Comulgamos formando todos una familia que, por encima de tensiones y diferencias, quiere vivir fraternalmente invocando al mismo Padre y encontrándonos todos en el mismo Cristo.

No se trata de rezar un «padrenuestro» dentro de la misa. Esta oración adquiere una profundidad especial en este momento. El gesto del sacerdote, con las manos abiertas y alzadas, es una invitación a adoptar una actitud confiada de invocación. Las peticiones resuenan de manera diferente al ir a comulgar: «danos el pan» y alimenta nuestra vida en esta comunión; «venga tu reino» y venga Cristo a esta comunidad; «perdona nuestras ofensas» y prepáranos para recibir a tu Hijo…

La preparación continúa con el abrazo de paz, gesto sugestivo y lleno de fuerza, que nos invita a romper los aislamientos, las distancias y la insolidaridad egoísta. El rito, precedido por una doble oración en que se pide la paz, no es simplemente un gesto de amistad. Expresa el compromiso de vivir contagiando «la paz del Señor», curando heridas, eliminando odios, reavivando el sentido de fraternidad, despertando la solidaridad.

La invocación «Señor, yo no soy digno…», dicha con fe humilde y con el deseo de vivir de manera más fiel a Jesús, es el último gesto antes de acercarnos cantando a recibir al Señor. La mano extendida y abierta expresa la actitud de quien, pobre e indigente, se abre a recibir el pan de la vida.

El silencio agradecido y confiado que nos hace conscientes de la cercanía de Cristo y de su presencia viva en nosotros, la oración de toda la comunidad cristiana y la última bendición ponen fin a la comunión. ¿No se reafirmaría nuestra fe si acertáramos a comulgar con más hondura?

José Antonio Pagola

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