29,9. Iglesia, ciudad abierta . Contra el monopolio Zebedeo (Mc 9, 38-41)
Del blog de Xabier Pikaza:
| Natxo Pikaza
Texto
(a. Juan)38 Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos impedido, porque no nos sigue a nosotros.
(b. Jesús) 39 Jesús replicó: No se lo impidáis, porque nadie que realice en mi Nombre un gesto de poder podrá hablar luego mal de mí. 40 Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro.
(c. Ampliación) 41 Os aseguro que quien os dé para beber un vaso de agua en nombre de que sois del-Cristo no quedará sin recompensa [2].
Tema de fondo
Como representante oficial de la comunidad, Juan quiere ejercer un control sobre el poder mesiánico de Jesús (que sólo ellos, los de la “buena comunidad” pueden ejercer). Pues bien, en contra de eso, fiel a todo su camino, Jesús rechaza a Juan y sigue presentando su proyecto, de un modo abierto, a todos los que quieran apelar a su “Nombre”, rompiendo así las estructuras de una iglesia “zebedea”.
Jesús no ha venido formar una secta o comunidad cerrada donde la institución deba imponerse, ni fundar un grupo oficial de realizadores de milagros. Quiere que el impulso de su doctrina (nombre poderoso) y la vida de sus discípulos pueda extenderse más allá de las fronteras de la Iglesia organizada. Por eso, los cristianos, nacidos del amor universal de Jesús, no tienen que esforzarse por mantener su identidad utilizando leyes exclusivistas. Más que el triunfo de su grupo han de querer que el bien mesiánico se extienda, es decir, que se realicen «milagros» en nombre de Jesús [3].
9, 38. Juan: Se lo hemos impedido
38 Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos impedido, porque no nos sigue a nosotros.
Aparece como representante de una iglesia bien establecida (con su estructura interna) y actúa en nombre de ella (se lo hemos impedido: ekôlyomen). Así aparece como jefe de aquellos que no han entendido (o no han querido aceptar) la enseñanza anterior de Jesús. Los mismos que buscaban antes los primeros puestos quieren ahora dominar y controlar el movimiento de Jesús, quien les ha dado el poder de expandir el evangelio, expulsando a los demonios y curando a los enfermos (6, 6b-13; cf. 3, 14-15). Es normal que se organicen, para cumplir mejor su tarea. No se les puede acusar porque quieran imponer condiciones y controles, impidiendo que otros, de fuera del grupo, utilicen el nombre de Jesús (9, 38) [4].
De esa manera, según Marcos, los de Juan han querido convertirse en la primera iglesia oficial. Humanamente, en clave social, hay que darles razón. Es como si hubieran inscrito en un registro religioso este nombre, de forma que sólo ellos poseen el derecho de llamarse los del Cristo (cf. 9, 41). Lógicamente, ellos reaccionan con violencia, oponiéndose al exorcista ajeno ((se los hemos impedido: ekôlyomen auton!), iniciando así un camino de imposición que se ha vuelto normal en largos trechos de historia cristiana.
Estos cristianos de Juan pretenden la exclusiva de Jesús, quizá por identidad y egoísmo (¡este camino es nuestro!), pero quizá también por mantener la pureza del nombre de Jesús y por identidad de grupo (¡sólo nosotros lo hacemos bien!). )No tendrán razón? )Para qué sirve una Iglesia o comunidad mesiánica si hay otros que apelan a Jesús y curan a los posesos (realizan su función) fuera de ella? Pero Jesús no es como estos cristianos de Juan: acaba de pedirles que acojan a los niños en su nombre (9, 37); por eso les dice ahora que acepten a los de fuera, si emplean el nombre de Jesús para obras buenas [5].
− Juan es jefe del grupo Zebedeo y necesita que la iglesia de Jesús sea una estructura clara, con una identidad propia (como otros tipos de judaísmo), con poder sobre los bienes mesiánicos. Históricamente, este Juan ha sido (tras la muerte de Jesús) un hombre de la Iglesia de Jerusalén, compañero de Roca, como supone Hch 3-4 y Gal 2, 9, un hombre de autoridad, que quiere imponer (extender) su poder no sólo en Samaria (cf. Hech 8, 14), sino también en Galilea, donde también le encontramos (probablemente), para «controlar» el despliegue de los exorcismos de Jesús
− El exorcista “no comunitario” (que no forma parte de la comunidad de Juan) podría formar parte de los nazoreos de Galilea, donde han existido grupos de “cristianos” libres, personas que apelan a Jesús, pero no se integran dentro del modelo eclesial de Juan (o de Roca y los Doce de Jerusalén). Los que son como este exorcista saben que Jesús había sido profeta y sabio, sanador y amigo de marginados, gran exorcista. En esa línea, las comunidades galileas no empezaron siendo instituciones organizadas o unificadas desde arriba, como los esenios de Qumrán; no forman un rabinato de buenos escribas, ni una sociedad de creyentes con un “dogma” común, sino un movimiento de exorcistas, a quienes aquí parecen oponerse otros «cristianos» de Jerusalén (de la línea de Juan y de Roca) que quisieron aparecer como portadores de un carisma que ellos deben controlan [6].
Lógicamente, en el momento en que Juan (el grupo zebedeo) ha querido organizarse de un modo exclusivo, con un mando unificado, han podido surgir y han surgido conflictos de competencia entre asociaciones personas que se vinculan a Jesús pero no forman parte de la comunidad oficial (zebedea) de sus discípulos. Así lo indica este relato, que refleja disputas eclesiales, centrándolas en Juan, que intenta controlar a los exorcistas galileos, como se dice que hizo en Samaria (cf. Hch 8, 14). La pregunta de fondo no es ya la disputa entre Jesús y el Diablo (como en 3, 22-30), sino la de saber «quién puede asumir y realizar la tarea mesiánica de Jesús»: si sólo los representantes de la iglesia establecida (de Juan) o también los exorcistas libres, que siguen actuando en nombre de Jesús, en Galilea, sin formar parte de esa iglesia oficial (zebedea) [7].
Es evidente que Juan actúa como autoridad eclesial, como representante de los discípulos centrales (de Jerusalén), queriendo interpretar y actualizar el proyecto de Jesús, a quien presenta como maestro (didaskale). Antes era Roca quien aparecía como Satanás/tentador de Jesús. Ahora es Juan Zebedeo (cf. 10, 35-45) quien desea controlar con la fuerza (ha controlado ya) los exorcismos de Jesús, en nombre de una comunidad constituida como instancia de control social, oponiéndose, con otros (¿con los Doce?) al exorcista no comunitario [8].
¿Cómo y con quiénes lo ha hecho? ¿Quiénes son los que impedido con su fuerza (ekolyomen) que aquel hombre siga realizando exorcismos en nombre de Jesús? El texto no lo dice, pero es claro que los de Juan han empleado algún tipo de violencia física o moral (verbal) y han conseguido lo que pretendían: ¡Se lo hemos impedido! Nos hallamos ante una de las primeras persecuciones intra-eclesiales (cuya existencia aparece clara en las disputas a las que alude Pablo en Gálatas) [9].
9, 39-40. Jesús dice no se lo impidáis: iglesia, ciudad abierta
39 Jesús replicó: No se lo impidáis, porque nadie que realice en mi Nombre un gesto de poder podrá hablar luego mal de. 40 Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Sentido básico. Según Marcos, Jesús no ha creado un grupo de control religioso, ni quiere el triunfo de “su” iglesia en cuanto tal, en clave de poder, sino que es profeta de una gracia abierta a todos, no rabino de escuela cerrada, ni nombre sagrado de un grupo de iniciados que desean adquirir notoriedad con gestos milagrosos. Precisamente para defender sus exorcismos, él ha rechazado a familiares y escribas (Mc 3, 20-35), condenando a Roca como Satanás eclesial, cuando intentaba oponerse a su camino de entrega (8, 33). Ahora, a fin de ratificar el carácter universal de los exorcismos, debe condenar el deseo de imposición de Juan y de aquellos que quieren adueñarse de su nombre y tarea, para controlar de esa manera a los demás [10]:
—a: Principio general: ¡No se lo impidáis! (9, 39a). Jesús rechaza así a los que han querido acallar por ley (o por fuerza) al “exorcista” ajeno. De esa forma eleva su programa de Reino por encima del control zebedeo y abre un camino de evangelio (iglesia) más allá de la cerca que quieren imponerle. Ciertamente, este Jesús de Marcos quiere que los partidarios de Roca y de Juan retomen el camino de la Iglesia en Galilea, donde el joven de la pascua les pide que vayan (cf. 16, 7-8); pero si quieren hacerlo (volver a Galilea) han de aceptar como cristianos (seguidores de Jesús) a otros exorcistas y grupos mesiánicos.
Resultaría fascinante saber quiénes eran esos exorcistas no zebedeos ni tampoco marcanos, pues parece que Marcos no se identifica tampoco con ellos, como veremos, aunque quiere que tengan libertad para apelar al nombre de Jesús al realizar sus exorcismos. Me inclinaría a pensar que pueden estar en la línea de la comunidad Q, no integrada en el grupo de Marcos, pero tampoco rechazada por él. De todas formas, se trata de un tema difícil de resolver pues, como veremos, el documento Q (cf. Lc 11, 23; Mt 12, 30) contiene una fórmula que parece opuesta a la de Marcos [11].
—Razón 1ª:Pues nadie que haga en mi Nombre un acto de poder (un milagro)… (9, 39b).El Nombre de Jesús (su mensaje fundante) es mayor que la iglesia. Por eso es bueno que se extienda y actúe, que ayude a los hombres a curarse y vivir, de un modo poderoso. No es Jesús quien se pone al servicio de la iglesia sino al contrario, es la iglesia la que debe ponerse al servicio del Nombre de Jesús, es decir, de su acción liberadora.
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