Mons. Naumann critica al cardenal McElroy y dice que Cristo exigió llevar una vida sexual no pecaminosa
La “inclusión” no puede excluir el arrepentimiento
Mons. Naumann recuerda al cardenal McElroy que Cristo exigió llevar una vida sexual no pecaminosa
En un artículo publicado en el periódico diocesano The Leaven, Mons. Joseph Naumann, arzobispo de Kansas City (EE.UU.), se ha sumado a las críticas de Mons. Samuel Aquila, arzobispo de Denver, contra las tesis sobre el tratamiento pastoral en la Iglesia a las personas que viven una sexualidad pecaminosa, incluídos los homosexuales, por parte del cardenal Robert McElroy, obispo de San Diego.
El cardenal McElroy publicó un artículo en la American Magazine, revista de la Compañía de Jesús en EE.UU, en el que, entre muchas otras cuestiones, abordaba la exclusión de la Eucaristía de aquellos que mantienen una vida sexual activa fuera del matrimonio. El purpurado pide un cambio:
“El efecto de la tradición de que todos los actos sexuales fuera del matrimonio constituyen un pecado objetivamente grave ha sido centrar la vida moral cristiana desproporcionadamente en la actividad sexual. El núcleo del discipulado cristiano es una relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu arraigada en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. La Iglesia tiene una jerarquía de verdades que fluyen de este kerigma fundamental. La actividad sexual, aunque profunda, no se encuentra en el centro de esta jerarquía. Sin embargo, en la práctica pastoral la hemos colocado en el centro mismo de nuestras estructuras de exclusión de la Eucaristía. Esto debería cambiar”.
Y concluye así su artículo:
“En Estados Unidos debemos buscar una iglesia cuyas puertas no se cierren y un perímetro que se ensanche continuamente si queremos tener alguna esperanza de atraer a la próxima generación a la vida en la iglesia, o de ser fieles al Evangelio de Jesucristo. Debemos ampliar nuestra tienda. Y debemos hacerlo ahora”.
El artículo del cardenal fue rebatido por el ultracatólico Mons. Aquila, arzobispo de Denver, quien comparó algunos matrimonios, incluidas las relaciones LGBTQ, con la bestialidad, y quien afirmó que “La inclusión no puede significar que permanezcamos en nuestros pecados” y rechazó la petición del cardenal Robert McElroy de bendecir a las parejas homosexuales y a otras que viven en “pecado objetivamente grave”.
Según Aquila, McElroy retrata a la Iglesia como una institución que hace daño a la gente porque es incapaz de acoger a todos para que participen plenamente en la vida de la Iglesia. En opinión de McElroy, la Iglesia discrimina, “pero, ¿no planteó el propio Jesús exigencias a sus discípulos que los distinguieran de quienes no respondían a la llamada radical del Evangelio?”, preguntó el arzobispo. Nunca suavizó sus enseñanzas, sino que siempre dio testimonio de la verdad. La llamada de Dios es radical y se dirige a todos, pero no todos la aceptan porque el precio del discipulado parece alto.
Los que rechazan a Cristo por un pecado grave y se separan de Él no pueden, por tanto, recibir la Comunión, señaló el arzobispo Aquila. Quien vive de un modo que viola la ley natural o cualquier otra categoría moral no está en comunión con la Iglesia. No se condena a la persona, sino que la Iglesia la llama a algo más grande.
A semejantes críticas se suma, el también ultracatólico arzobispo de Kansas City. Según Mons. Naumann, la exigencia del obispo de San Diego de una “inclusión radical” olvida la llamada a la conversión y al arrepentimiento en la predicación de Jesucristo.
Se trata de un “error grave y peligroso”, escribe Naumann. La moral sexual influye significativamente en la correcta comprensión del matrimonio y la familia. El matrimonio y la familia son esenciales para la sociedad, la cultura y la nación.
Los representantes de la «inclusión radical» señalan la comunión de Jesús con los pecadores. A pesar de las duras críticas de las autoridades religiosas de su tiempo, Jesús se acercó a los pecadores con mucha compasión y misericordia, escribe Naumann. Sin embargo, Jesús llamaba a los pecadores al arrepentimiento y a la conversión en cada uno de sus encuentros, subraya el arzobispo.
¿Era ésta una “cultura de la exclusión”? Jesús, con sus enseñanzas claras pero exigentes sobre el matrimonio y las consecuencias de la lujuria, ¿quería golpear a la gente en la cabeza o invitarla a la libertad? ¿Era realmente la “inclusión radical” su máxima prioridad, cuando muchos le habían abandonado tras su discurso sobre el pan (cf. Jn 6)?
Como discípulos de Jesús, los cristianos de hoy pertenecen a la contracultura. Así era también en los comienzos del cristianismo. Las cartas de Pablo y el sermón de Pentecostés de Pedro dan testimonio de ello. No eran llamadas a la “inclusión radical”, sino a la conversión, recuerda el arzobispo Naumann.
Fuente Agencias
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