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“La “Sola Gratia” nunca ha sido gratis “, por Carlos Osma

Lunes, 21 de noviembre de 2016
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introDe su blog Homoprotestantes:

Por mucho que se enarbole la bandera del verdadero protestantismo, o del cristianismo más original, la gracia nunca ha sido suficiente para justificar el amor de Dios por los seres humanos. Siempre se han puesto condiciones para que Dios se mueva a misericordia y se decida a salvarnos de nuestras miserias o de las que nos rodean. La “Gratia” nunca ha sido gratis, se ha convertido más bien en un filón de donde muchas y muchos han ido estirando para beneficio propio.

Cuando los evangelios nos presentan a Jesús curando enfermos, liberando a poseídos o salvando a mujeres a punto de ser apedreadas, se nos está hablando de la “Gratia” divina, del amor de un Dios que por iniciativa propia decide acercarse al ser humano para salvarlo de sus miserias, aunque éste no haya hecho nada por merecerlo. En ningún lugar se nos dice que esos hombres y mujeres fuesen ejemplares, más bien todo lo contrario, en la mayoría de ocasiones eran personas marginadas y rechazadas por la sociedad y los religiosos de su tiempo.

Pero cuando cerramos la Biblia y escuchamos a quienes predican el amor incondicional de Dios, parece que no todos los seres humanos somos merecedores de dicha “Gratia”, sólo quienes piensan, sienten o actúan dentro de lo que la predicadora o predicador de turno considera aceptable. Dicho de otra manera, se nos pide que seamos aceptables para que Dios nos ame lo suficiente para querer salvarnos. El amor de Dios, al que se nos tiene acostumbrados, no es todopoderoso; cumplir las normas de quienes predican la “Gratia”, sí.

Fue Dietrich Bonhoeffer quien habló de dos tipos de gracia, la gracia barata y la gracia cara, y es la primera de ellas la que se vende y se compra desde los altares de quienes se han erigido como mediadores entre nosotros y Dios. La gracia barata es la gracia que merecemos, la que nos hemos ganado siendo buenas personas. Es la gracia de quienes vivimos encerrados en el mundo de lo aceptable, de lo correcto. La gracia de quienes miramos a Dios esperando a que nos pague todo lo que hemos hecho por su causa, por su Reino, aunque éste no sea más que un mundo religioso ideal construido a nuestra imagen y semejanza.  La gracia cara es aquella que no merecemos nosotros, ni nuestros enemigos, pero que Dios da tanto a unos como a otros. Es la gracia de los desposeídos, de los marginados, de quienes no son aceptables, de quienes egoístamente intentan construir un mundo más justo que les permita tener vida. Es la gracia de los hijos pródigos que se equivocaron mil veces, de quienes arruinaron su vida corriendo tras deseos que nunca fueron satisfechos, pero que ahora vienen avergonzados para ser abrazados por su padre.

Creo sinceramente que muchas cristianas y cristianos lgtbi hemos puesto demasiada energía en comprar gracia barata, realizando un esfuerzo titánico que no ha satisfecho nuestra necesidad de aceptación. Hemos pedido perdón por cosas que jamás deberíamos haber pedido, y nos hemos comportado como quienes no éramos, permitiendo que nos despreciasen sin abrir la boca. Como reacción a todo esto, en ocasiones nos hemos ido al otro extremo queriendo demostrar que somos perfectos, cristianos intachables con una fuerza de voluntad que puede cambiar por sí sola el mundo y nuestras comunidades. Por eso, aunque afirmábamos que no necesitábamos la gracia barata, nuestro comportamiento seguía haciéndonos sus prisioneros. Y lo que es peor, nos olvidábamos de la otra gracia, la de verdad, la gracia cara de un Dios que nos ama tal y como somos.

Los cristianos y las cristianas lgtbi, como el resto de seres humanos, somos vulnerables. Vivimos multitud de situaciones dolorosas, que nos hacen sentir impotentes. Al igual que sentimos felicidad cuando nos enamoramos, o alegría por compartir la amistad con personas a las que queremos, también vivimos fracasos, enfermedades, injusticias, o la misma muerte de nuestros seres queridos y la nuestra propia. No somos todopoderosos, no somos infalibles, ni heroínas, ni siquiera tenemos a veces la fuerza necesaria para estar a la altura de las circunstancias en las que vivimos. Gastamos demasiada energía en esconder que en realidad somos frágiles y que necesitamos la gracia de Dios, esa que da Él a pesar de cómo somos nosotros. Y ese “a pesar”, no tiene nada que ver con nuestra orientación sexual, más bien todo lo contrario, es por su gracia que somos capaces de amar y desear a personas de nuestro mismo sexo.

Cuando dejamos de exigirnos la perfección, cuando ya no nos importa lo que piensen los vendedores de indulgencias, es entonces cuando nos abandonamos a la “Gratia” divina. Una “Gratia” que nunca es una huida del mundo, sino otra forma de vivir en él. Es también, el poder de la vida que surge donde reina la muerte y que nos permite llegar más lejos de lo que nuestras fuerzas por sí solas alcanzarían para construir a nuestro alrededor un mundo más justo; es un sentido, una guía, una esperanza, un empuje que nos invita a no rendirnos ante nuestras limitaciones o nuestra fragilidad, y a poner todo nuestro esfuerzo al servicio de dignificar la vida; todas las vidas.

Somos arcilla en las manos del alfarero… Es en nuestra debilidad donde Dios muestra su poder, su voluntad de salvarnos, su amor incondicional por nosotros. Es su gracia, esa que le costó tan caro conseguir, la que nos ha convertido en sus hijas e hijos. Nunca han sido nuestros méritos o deméritos los que nos han hecho merecedores o no merecedores de ella. Aunque nos cueste comprenderlo y aceptarlo, el cristianismo predica a un Dios que se acerca al ser humano para salvarlo sin exigirle previamente algo a cambio. Es el amor de Dios el origen y la consumación de la salvación, y Jesús el único mediador para nosotros los cristianos. Todos los demás mediadores que dicen serlo en su nombre, son simples usurpadores. Y el reino que pretenden construir es el suyo propio, el de las buenas personas, que nada tiene que ver con el Reino de los desheredados que predicó Jesús.

Carlos Osma

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“Desempolvar a Dios”, por Gema Juan OCD

Sábado, 1 de octubre de 2016
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15243177266_e7e4107ab9_mHoy sábado  celebramos la fiesta de Teresa de Lisieux,  mujer excepcional,  profeta, poeta, escritora, mística y monja. Disfrutemos de este texto que nos acerca a su espiritualidad de confianza y que “desempolvamos” del archivo de  Cristianos Gays:

Leído en el blog Juntos Andemos:

Los evangelios, escritos por manos diferentes, en situaciones distintas y para comunidades diversas, tienen muchas cosas en común. La principal es la necesidad transmitir la buena noticia que es Jesús y con Él, la alegría de recuperar a Dios, al Dios verdadero.

Los evangelistas querían sanear la idea que las gentes tenían de Dios, porque les importaba su felicidad y una idea equivocada de Él podía generar mucha angustia y tristeza; pues Dios pasaba de ser el aliento y la bondad que sostiene la vida, a ser un quisquilloso supervisor.

Jesús quitaba vendas de los ojos y devolvía la voz a quienes la habían perdido, desataba los pies trabados y reponía la fuerza a los que encallaban en la arena de la vida. Lo hacía con una ternura conmovedora, que dejaba ver la pasión que le movía, la que le llevaba a sacudir los cimientos de su religión y a desmontar comercios y marañas espirituales que ahogaban la fe. Cerraba grietas, para que no se desangrara ningún inocente y abría unas entrañas maternas infinitas, para que nadie, absolutamente nadie, pensara que tenía cerrado el acceso a Dios.

Jesús hablaba así de su Padre. Pero con el tiempo, esa imagen se cubrió de polvo y apenas se podía ver su verdadero rostro. Tanto amor revelaba un Dios que no tenía fronteras, que no ponía límites a su bondad. Y eso tambaleaba la imagen de un Dios justo, que «premia a los buenos y castiga a los malos». Rompía las reglas de un juego establecido.

Desempolvar al Dios verdadero ha sido tarea de muchos creyentes y todavía es una tarea necesaria hoy. Sacarle de las alacenas, por más honorables que sean estas. Quitar la máquina registradora, no llevar cuentas, no tener resguardos ni hacer negocios con Él.

Una mujer, que se reconoció entre aquellos de los que Jesús decía: «Dejad que se acerquen a mí», que se veía entre los menores y menos considerados, quitó una gruesa capa de polvo al buen Dios. Era muy cuidadosa y no perdía ocasión de agradarle y mostrarle su amor. Pero tenía una intuición: el amor era confiar sin límites y solo la confianza podía unir a Dios.

Así fue desempolvando y redescubriendo al Dios de Jesús. Conforme avanzaba, quedaban más lejos de ella los usos de su tiempo: un tiempo consagrado a un Dios más justiciero que justo, un Dios que pagaba a sus fieles y castigaba a los insumisos. Y un tiempo donde servir a Dios tenía un camino por excelencia: hacer méritos y sufrir por Él.

couv5850g_260Teresa de Lisieux, muy cerca siempre de Jesús, fue desmontando falsos altares. No siguió un camino confortable, pero tenía una fe muy profunda y una sinceridad extraordinaria. Con ambas cosas, trazó rutas sencillas de acceso al verdadero Dios. Sintió que no podía traficar con Él y no cedió a las presiones, a pesar de alejarse de los cánones de santidad del momento.

Se sentía íntimamente impulsada por el amor descubierto, por el Dios que «se hace mendigo de nuestro amor… Te aseguro que Dios es mucho mejor de lo que piensas» —le decía a su hermana Leonia. Y con ello advierte, todavía hoy, a todo el que se acerca a Dios.

Así es como llega a comprender una idea que compartirá con un hombre que nace poco después de su muerte, Dietrich Bonhoeffer. Los dos refrescan la idea de un Dios a quien no satisface el sacrificio por sí mismo, sino descubrir su misericordia en todo y aceptarla como un camino de seguimiento. El teólogo protestante y la monja carmelita se unen desempolvando el rostro de Dios.

Bonhoeffer señalaría un error importante: la creencia de que se sirve más a Dios en el sufrimiento que en la alegría. Y advertía que el seguimiento se realiza acogiendo su voluntad, sea cual sea. Si es a través de circunstancias amables, seguirle en ellas. Si es en el camino del sufrimiento, hacerlo igualmente. ¿Qué Dios sería ese a quien le fuera más grato el sufrimiento?

Teresa, en la última etapa de su vida, enferma ya, decía a su hermana Inés que en otro tiempo, para mortificarse, mientras comía pensaba en cosas repugnantes. Y le añadió: «Después, me pareció más sencillo ofrecerle a Dios lo que me gustaba». Ese es el Dios que descubre: un Dios que desea lo bueno para todos y que, por eso mismo, alienta la generosidad en cada corazón.

A Teresa le llevó un tiempo comprender que «fuera del amor nada puede hacernos gratos a Dios», que a Él solo el amor le sirve. Desde ahí llegaría a entender lo que el teólogo supo después, que servir a Dios es decir: «Hágase tu voluntad». «¡Nada de merecer! Dar gusto a Dios». De eso se trataba.

Con un humor delicioso, diría a la madre María de Gonzaga, que le hacía tener una estufilla en invierno: «Las demás se presentarán en el cielo con sus instrumentos de penitencia, y yo con un brasero, pero solo cuenta el amor y la obediencia». Cuenta decir: «Hágase».

Teresa decía: «Compruebo con gozo que, amándole a Él, se ha agrandado mi corazón, y se ha hecho capaz de dar a los que ama una ternura incomparablemente mayor que si se hubiese concentrado en un amor egoísta e infructuoso». El Dios desempolvado rescata lo mejor de los seres humanos. Por ello, merece la pena seguir quitando cualquier capa que cubra su verdad.

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La puerta estrecha: Gracia cara vs. Gracia barata…

Domingo, 21 de agosto de 2016
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La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra Iglesia. Hoy combatimos en favor de la gracia cara

La gracia barata es la gracia considerada como una mercancía que hay que liquidar, es el perdón malbaratado, el consuelo malbaratado, el sacramento malbaratado, es la gracia como almacén inagotable de la Iglesia, de donde la toman unas manos inconsideradas para distribuirla sin vacilación ni límites; es la gracia sin precio, que no cuesta nada.

Porque se dice que, según la naturaleza misma de la gracia, la factura ha sido pagada de antemano para todos los tiempos. Gracias a que esta factura ya ha sido pagada podemos tenerlo todo gratis. Los gastos cubiertos son infinitamente grandes y, por consiguiente, las posibilidades de utilización y de dilapidación son también infinitamente grandes. Por otra parte, ¿qué sería una gracia que no fuese gracia barata?

La gracia barata es la gracia como doctrina, como principio, como sistema, es el perdón de los pecados considerado como una verdad universal, es el amor de Dios interpretado como idea cristiana de Dios. Quien la afirma posee ya el perdón de sus pecados.

La Iglesia de esta doctrina de la gracia participa ya de esta gracia por su misma doctrina. En esta Iglesia, el mundo encuentra un velo barato para cubrir sus pecados, de los que no se arrepiente y de los que no desea liberarse. Por esto, la gracia barata es la negación de la palabra viva de Dios, es la negación de la encamación del Verbo de Dios.

La gracia barata es la justificación del pecado y no del pecador.

Puesto que la gracia lo hace todo por sí sola, las cosas deben quedar como antes. «Todas nuestras obras son vanas». El mundo sigue siendo mundo y nosotros seguimos siendo pecadores «incluso cuando llevamos la vida mejor». Que el cristiano viva, pues, como el mundo, que se asemeje en todo a él y que no procure, bajo pena de caer en la herejía del iluminismo, llevar bajo la gracia una vida diferente de la que se lleva bajo el pecado. Que se guarde de enfurecerse contra la gracia, de burlarse de la gracia inmensa, barata, y de reintroducir la esclavitud a la letra intentando vivir en obediencia a los mandamientos de Jesucristo. El mundo está justificado por gracia; por eso -a causa de la seriedad de esta gracia, para no poner resistencia a esta gracia irreemplazable- el cristiano debe vivir como el resto del mundo.

Le gustaría hacer algo extraordinario; no hacerlo, sino verse obligado a vivir mundanamente, es sin duda para él la renuncia más dolorosa. Sin embargo, tiene que llevar a cabo esta renuncia, negarse a sí mismo, no distinguirse del mundo en su modo de vida.

Debe dejar que la gracia sea realmente gracia, a fin de no destruir la fe que tiene el mundo en esta gracia barata.

Pero en su mundanidad, en esta renuncia necesaria que debe aceptar por amor al mundo -o mejor, por amor a la gracia- el cristiano debe estar tranquilo y seguro (securus) en la posesión de esta gracia que lo hace todo por sí sola. El cristiano no tiene que seguir a Jesucristo; le basta con consolarse en esta gracia. Esta es la gracia barata como justificación del pecado, pero no del pecador arrepentido, del pecador que abandona su pecado y se convierte; no es el perdón de los pecados el que nos separa del pecado. La gracia barata es la gracia que tenemos por nosotros mismos.

La gracia barata es la predicación del perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, la eucaristía sin confesión de los pecados, la absolución sin confesión personal. La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado.

La gracia cara

La gracia cara es el tesoro oculto en el campo por el que el hombre vende todo lo que tiene; es la perla preciosa por la que el mercader entrega todos sus bienes; es el reino de Cristo por el que el hombre se arranca el ojo que le escandaliza; es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo abandone sus redes y le siga.

La gracia cara es el Evangelio que siempre hemos de buscar, son los dones que hemos de pedir, es la puerta a la que se llama. Es cara porque llama al seguimiento, es gracia porque llama al seguimiento de Jesucristo; es cara porque le cuesta al hombre la vida, es gracia porque le regala la vida; es cara porque condena el pecado, es gracia porque justifica al pecador. Sobre todo, la gracia es cara porque ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo -«habéis sido adquiridos a gran precio»– y porque lo que ha costado caro a Dios no puede resultamos barato a nosotros. Es gracia, sobre todo, porque Dios no ha considerado a su Hijo demasiado caro con tal de devolvernos la vida, entregándolo por nosotros. La gracia cara es la encarnación de Dios.

La gracia cara es la gracia como santuario de Dios que hay que proteger del mundo, que no puede ser entregado a los perros; por tanto, es la gracia como palabra viva, palabra de Dios que él mismo pronuncia cuando le agrada. Esta palabra llega a nosotros en la forma de una llamada misericordiosa a seguir a Jesús, se presenta al espíritu angustiado y al corazón abatido como una palabra de perdón.

La gracia es cara porque obliga al hombre a someterse al yugo del seguimiento de Jesucristo, pero es una gracia el que Jesús diga: «Mi yugo es suave y mi carga ligera».

*

Dietrich Bonhoeffer
El precio de la Gracia. El Seguimiento
Ediciones Sígueme, Salamanca 2004

***

 

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.

Uno le preguntó:

“Señor, ¿serán pocos los que se salven?”

Jesús les dijo:

“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él os replicará: “No sé quiénes sois.”

Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.”

Pero él os replicará: “No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.”

Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.”

*

Lucas 13, 22-30

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La figura del crucificado es extraña…

Miércoles, 27 de julio de 2016
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Crucificado

La figura del juzgado y crucificado es extraña y, en el mejor de los casos, digna de compasión para un mundo en el que el éxito es la medida y justificación de todas las cosas. El mundo quiere y debe ser vencido por el éxito. No son las ideas o los sentimientos sino las acciones los que deciden. Sólo el éxito justifica la injusticia realizada. La culpa cicatriza en el éxito. […] Ningún poder de la tierra osará atribuirse con tanta libertad y autonomía el principio de que el fin justifica los medios, como lo hace la historia. […]

Allí donde la figura de alguien exitoso se hace especialmente visible, la mayoría comete el pecado de la idolatría del éxito. Se convierte en ciega ante el derecho y la injusticia, verdad y mentira, decencia e infamia. La mayoría sólo ve la acción, el éxito. La capacidad de juicio ético e intelectual se mella ante el brillo del éxito y ante el deseo de participar de algún modo de este éxito. Hasta se llega a ignorar que la culpa cicatriza con el éxito, precisamente porque ya no se conoce la culpa. El éxito es el bien sin más. Esta actitud es excusable y auténtica sólo en el estado de embriaguez. Después de haberse impuesto la lucidez se la puede adquirir solamente en el caso de una profunda mendacidad interna, de un consciente autoengaño. Entonces se llega a una corrupción interna de la que es muy difícil lograr la curación. […]

La figura del Crucificado desvirtúa totalmente todo pensamiento orientado en el sentido del éxito, pues es una negación del juicio. Ni el triunfo del exitoso ni el odio amargo del fracasado contra el exitoso podrán vencer al mundo. Jesús no es ciertamente abogado de los exitosos en la historia, pero tampoco dirige la insurrección de las existencias fracasadas contra los que tuvieron éxito. En él no se trata de éxito o fracaso, sino de la aceptación voluntaria del juicio de Dios. Sólo en el juicio se da la reconciliación con Dios y entre los hombres. A todo pensamiento en torno al éxito y fracaso Cristo contrapone al hombre juzgado por Dios, tanto exitoso como fracasado. Dios juzga al hombre porque por puro amor quiere que el hombre siga existiendo ante él. Se trata de un juicio de gracia, que Dios en Cristo trae a los hombres. Frente al exitoso, Dios muestra en la cruz de Cristo la santificación del dolor, de la bajeza, del fracaso, de la pobreza, de la soledad, de la desesperación. No como si todo esto tuviera valor en sí mismo, sino que todo ello se santifica por el amor de Dios, que lo toma sobre sí a modo de juicio. El sí de Dios a la cruz es el juicio sobre el exitoso. […] El que precisamente entonces la cruz de Cristo, es decir, su fracaso en el mundo, conduzca nuevamente al éxito histórico es un misterio del gobierno divino del mundo, del que no puede establecerse regla alguna, pero que se repite una y otra vez en los sufrimientos de su comunidad.

*

Dietrich Bonhoeffer
Etica, Ed. Trotta, págs 77-79

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32 Encuentro Europeo de Curas Obreros

Domingo, 12 de junio de 2016
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curas-obreros-de-europa“Humanizar es evangelizar sin proselitismos”

Llegados de Alemania, Bélgica, italia, Inglaterra, Francia y España

Se celebró en Pentecostés como viene siendo habitual, el 32 Encuentro Europeo de Curas Obreros (CO) llegados de Alemania, Bélgica, Italia, Inglaterra, Francia y España. Estos encuentros son al mismo tiempo ecuménicos puesto que también participan en ellos pastores obreros evangelistas y anglicanos, hombres o mujeres.

Las conversaciones giraron sobre cómo vivir con los inmigrantes y refugiados que sufren situaciones de esclavitud, marginación o descarte.

1.- Los CO hacen una lectura de la realidad.

Los refugiados e inmigrantes han tenido que abandonar su casa, su familia, su país, todas sus pertenencias para sobrevivir y vienen con la riqueza de su dignidad y sus valores. En Europa muchos les tienen miedo y no ven que detrás de cada uno hay un drama humano.

Podemos ser cómplices de su esclavitud a través de nuestro consumo de productos hechos con trabajos esclavos.

Si hay refugiados a quien acoger es porque hay guerras a denunciar. No podemos hacer el discurso esencialista de “bienvenidos todos” sin denunciar los “poderes” que los expulsan y los “poderes” que imposibilitan la acogida.

Hay una creciente degradación laboral y de los derechos humanos en todo el mundo.

Es una mentira anunciar trabajo para todos como el medio para obtener los recursos económicos suficientes para vivir (trabajos ¿de qué tipo?). No va a ser posible el trabajo para todos pero sí una vida digna para todos. La cuarta Revolución Industrial (robótica, la Inteligencia artificial) hará estragos si no se contrarresta con “rentas básicas”, o similares

2.- Ante esta situación

Disciernen gritos y exigencia por un mundo sin exclusión y señales de la llamada del Señor a actuar. Es en estas y otras fronteras de “inhumanidad” donde se lleva a cabo el Reino de Dios. Jesús citó a sus discípulos a las fronteras de Galilea. Se trata de devolver la dignidad a los vapuleados de un país a otro, de contemplar al “otro” desde sus ojos y desde su corazón.

Las convicciones y esperanza consiste en que “muchas pequeñas realidades ayudan a construir un mundo habitable. Cada acción concreta es la anticipación del cambio del sistema. “El reino de Dios -dicen los CO- no se puede reducir a una tradición cultural de Occidente”; se trata de “enderezar un mundo al revés”.

3.- ¿Qué se puede hacer?

El camino consiste irremediablemente en “la integración y convivencia pluricultural o intercultural, extirpar la explotación-esclavitud y dignificar la vida de todos y cada uno.

No es suficiente el socorro y la ayuda inmediata. “Hay que denunciar que las migraciones son el resultado del colonialismo” y de las intervenciones armadas en Oriente Medio o África. “Hay que luchar por sus derechos a quedarse en su propio país. Descubrir y destruir las razones de su éxodo provocado”.

Los poderes económicos controlan casi todo y a pesar de la aparente impotencia se impone “apoyar a todas organizaciones que actúan para lograr el bien de toda la humanidad“.

El futuro pasa sobre todo por decisiones políticas (aunque no sólo) sobre: el tratado EU-Turquía, el TTIP, la lucha contra la corrupción económica, Panamà-paraísos fiscales…Nuestra intervención ha de ser también política. La Lucha será dura y violenta por la represión policial, laboral… sin embargo habrá victorias.

4.- Aportación de Leh, pastor protestante, teólogo y obrero, presente en encuentro.

Hizo un lectura desde el Evangelio, que se recoge en estas frases que fueron muy debatidas:

La justicia humana no se identifica con la justicia de Dios, que es la plenitud de la humanidad.

Comprometerse por la plenitud de la humanidad es la profesión de fe para algunos. Si se lucha por la plenitud humana, ¿por qué hablar de la “fe” o de las “fes”?

Humanizar es evangelizar sin proselitismos. Es ofrecer una experiencia que creemos que es muy humanizadora. Una riqueza que se puede tener o no tener, es “gratuita pero no superflua” como la conciencia obrera, pero que ensancha y profundiza el sentido de la propia vida.

No se puede comprender a Jesús al margen de su relación con el Abba. En el estilo de vida de Jesús se nos revela a los cristianos el horizonte de la plenitud de la humanidad.

La fe es la vida vivida de una manera concreta. Fe no quiere decir tener la verdad sino “crear confianza”. Bonhoeffer habla de “vivir sin Dios pero delante de Dios”, desde un profundo sentido de la trascendencia y la adoración

6. Celebración de la Liturgia de Pentecostés.

Fue una oración muy bien preparada, llena de cantos de Taizé, símbolos y belleza, presidida por dos mujeres belgas. Todo el mundo se sintió celebrando la eucaristía aunque formalmente no hubo consagración ni referencia a la santa cena.

En tono de Manifiesto se fue proclamando:

“Nunca como ahora nuestro mundo necesita personas que aporten Reconciliación, Solidaridad humana, Coraje, Confianza, Esperanza, Humor, Silencio.

Se leyó un texto de Dorothée Solle sobre “Mística y Resistencia”, y el fragmento de Colosenses 3,11-15 (“Desde ahora no hay griego ni judío, circunciso ni incircunciso, etc; sólo está Cristo, que lo es todo en todos”).

Recitaron alternadamente entre hombres y mujeres, la parte central de la oración:

– “Porque creemos en un Dios de amor, de luz en medio de la oscuridad, de agua en el desierto; nos oponemos al odio, al racismo y la violencia “.

– “Porque creemos en el hombre Jesús que nos ha precedido en la atención y cuidado, partiéndose y repartiéndose, nos oponemos a la pobreza, el hambre y tanta injusticia”.

– “Porque creemos en su Espíritu que nos anima, nos ilumina y nos calienta, nos conduce y nos muestra caminos, nos oponemos a la indiferencia, a la soledad y a tanto dolor”.

– “Juntos animados por el Espíritu que vive y da vida, cada uno con sus propios dones, queremos realizar lo que pedimos: reaccionar contra la injusticia y el odio y vivir la ternura, la justicia y el amor. Partimos el pan y el vino con el fin de convertirnos en hombres y mujeres en su Espíritu “. (Y se partió y repartió el pan entre todos).

Fuente Religión Digital

General, Iglesia Anglicana, Iglesia Católica, Iglesia Luterana , , , , , , , , , , , , ,

Velas, compañero de nuestras esperas.

Lunes, 7 de diciembre de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Velas, compañero de nuestras esperas,
tú, visitador escondido por nuestra vida.
Haznos oír tu voz que endereza
cuando cedemos bajo el peso de la desgracia
y abre el horizonte de la ternura
tan temida y el miedo hacen derivar nuestros corazones.
Qué tu Palabra levante la aurora
de nuestra humanidad transfigurada,
y haga nacer, en todas nuestras opacidades,
un soplo nuevo que cante la alegría de amar.
Bajo nuestros pasos florecerán en nuestra tierra
Justicia y paz, amor y verdad,
y de nuestras manos, perlas de luz.

*

Dietrich Bonhoeffer

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“Otra lectura de Efesios 2,1-10”, por Carlos Osma

Jueves, 3 de diciembre de 2015
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fe-en-accionLeído en su blog Homoprotestantes:

Todo el texto de Efesios 2,1-10 queda sintetizado en poco más de un versículo, concretamente en las frases: “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. Donde destacan cuatro palabras sobre las que parece pivotar toda la reflexión: gracia, salvación, fe y obras. Las interpretaciones que se hacen de este texto son diversas ya que cada una de ellas nace de una pregunta distinta, y por tanto, da prioridad a una de estas palabras sobre las otras tres.

Si nos acercamos a la experiencia de la comunidad del silgo I donde nació el texto que estamos leyendo, la pregunta que parece decisiva para el autor es: ¿Quién se salva? Si los judeocristianos afirmaban que además de la fe en Jesús era necesario formar parte del pueblo de Dios, del judaísmo, y que había que cumplir la Ley; los seguidores de Pablo, como el autor de este libro, afirmaban que Jesucristo había roto la barrera que separaba al pueblo de Israel del resto de la humanidad. Dios, mediante Jesucristo, había reconciliado al mundo con Él, por eso no hacia falta que los paganos tuvieran que hacerse judíos y cumplir todas sus leyes. En resumidas cuentas: todo el mundo podía salvarse por medio de Jesucristo.

En el siglo IV Agustín, que había rechazado en principio el cristianismo con el que su madre le había educado, había pasado gran parte de su vida dejándose llevar por sus pasiones y buscando un sentido para su existencia. En esta situación se hace la pregunta: ¿Cómo puedo salvarme? Una pregunta que en aquel momento el Pelagianismo responde diciendo que depende de lo que él haga, y el Maniqueísmo diciendo que no hace falta que haga nada que todo depende de la voluntad divina. Ante esa tesitura Agustín acaba encontrando la respuesta a su pregunta afirmando que hay un camino intermedio: Aunque el ser humano es libre, el pecado original lo limita y le impide hacer el bien, por eso es necesaria la gracia de Dios que le permite recuperar el dominio perdido sobre él mismo.

En el siglo XVI Lutero, un joven al que le acompañaba el temor a un Dios castigador buscaba también la salvación, para ello era capaz de autoflagelarse buscando la reconciliación con Dios. Las propuestas que le ofrecía su entorno para encontrar la salvación era el sufrimiento o el pago de las indulgencias que le evitarían una eternidad en el purgatorio o el infierno. Ante esta experiencia Lutero también se pregunta: ¿De qué he de salvarme? Y lo tiene muy claro, tiene que salvarse del infierno que lo atormenta, de la imposición caprichosa de la iglesia, del poder de un papa inquisitorial.

Dietrich Bonhoeffer en el siglo XX vivió en un momento en el que el nazismo se apoderó de la sociedad alemana. La iglesia evangélica alemana, a la que pertenecía, simpatizó con el nazismo y él, junto a otros cristianos y cristianas se separan y crean la Iglesia Confesante. En este contexto Bonhoeffer se pregunta: ¿Para que sirve la salvación? Y su respuesta es clara: la salvación necesita concretarse en obras que se opongan al nazismo y sean capaces de abrir espacios donde todas y todos puedan vivir, también quienes no son como yo.

Cuando una persona es capaz de leer este texto desde su experiencia, el texto puede recobrar vida. Cuando somos capaces de leer desde nuestra situación, nuestras preguntas, miedos o alegrías, el texto bíblico puede convertirse en un lugar de revelación. Es desde esta convicción que me pregunto, y os animo a preguntaros: ¿Cómo puedo relacionar en mi experiencia conceptos como gracia, salvación, fe y obras?

Salvación

¿De qué hemos de salvarnos? Si una persona jamás ha tenido necesidad de salvarse de algo, es evidente que este texto sólo lo podrá leer a nivel teórico, pero no entenderá nunca lo que se está diciendo en él.

Si la respuesta que damos parte de una experiencia personal, imagino que la mayoría de nosotros puede dar una o varias respuestas claras a esta pregunta, sólo hace falta que pensemos en los momentos en los que nos hemos sentido oprimidos, en los que nos faltaba el aire, la vida. Después, podemos analizar cuales eran las razones, los mecanismos, que producían esta situación opresiva. La salvación siempre es concreta, no teórica. La mayoría de personas LGTBI podemos decir por ejemplo que la heteronormatividad ha sido el poder que nos ha producido, y sigue produciendo, opresión y angustia, y que es sobre ella sobre la que necesitamos salvarnos.

Pero la salvación no tiene únicamente una dimensión individual, de hecho la salvación debe ser colectiva para ser real. No nos libraremos de la homofobia solos, auque se necesita de nuestra determinación, acabar con la homofobia es una tarea de todas y de todos. Y esto no ocurre sólo con la homofobia sino con cualquier opresión. Nuestra sociedad entiende a menudo la salvación como una lucha de unos contra otros, mi salvación es la opresión de otros seres humanos, mi salvación es negación de otras salvaciones. Pero cuando en el cristianismo hablamos de salvación, hablamos de la salvación de todas y de todos, para todos y para todas.

¿Para qué hemos de salvarnos? Esta es otra de las posibles preguntas. Si no queremos vivir, si estamos bien tal y como estamos ahora, cualquier mensaje sobre salvación no dejará de ser un discurso falso. Quien no es consciente de que necesita ser liberado, no busca la salvación. Muchas personas LGTBI buscan amor, aceptación, comprensión… pero no buscan salvación. Están dispuestas a aceptar la discriminación que existe en sus familias, su trabajo, su iglesia, mientras no se las rechace de una manera directa. Aceptan la homofobia porque no son capaces de creer que merecen ser salvados, merecen ser libres, merecen ser tratados como cualquier otro ser humano. Queremos la salvación para vivir con dignidad.

Gracia

La gracia es un acto de amor de Dios hacia nosotros que muestra su inequívoca voluntad de salvarnos. No son nuestros méritos, buenos o malos, los que justifican la voluntad divina de salvarnos. La gracia muestra el trato misericordioso de Dios hacia nosotros no por lo que valemos o por lo que hacemos, sino por el amor incondicional de Dios hacia nosotros.

Los evangelios hablan de esta gracia de Dios manifestada en Jesucristo. Cuando la gente que necesitaba salvación se acercaba a Jesús para pedírsela, él les liberaba, les daba vida. Nunca era una acción legal que valoraba los méritos de la persona oprimida. Era por misericordia, por pura gracia.

La gracia nos habla de un Dios que no quiere nuestro sufrimiento. No tienen sentido las teologías que predican el sufrimiento, tampoco el aceptar resignadamente la opresión. Quienes nos piden en nombre de Dios que entendamos la homofobia, que aceptemos la homofobia de baja intensidad, no nos está hablando del Dios de la gracia. La gracia nos muestra a un Dios que sufre con nosotros y que está decidido a liberarnos. Nuestra fe, para ser fe cristiana, no puede estar puesta en un Dios castigador o defensor de la opresión, sino en un Dios que tiene la firme voluntad de liberarnos y de salvarnos.

Nuestra esperanza es vivir plenamente, y para eso hemos de denunciar y no aceptar todo aquello que nos resta, que nos limita. Quien nos pida aceptar la opresión, cualquier opresión, en nombre de Dios, no nos está hablando del Dios de la gracia.

Fe y obras

Muchas veces se ha percibido estas dos palabras como antagónicas: ¿Nos salvamos por fe o por obras? El autor de Efesios no está hablando con esta lógica, cuando hablaba de obras se refería a la Ley que los judíos seguían. Eran el pueblo escogido y tenían que ser fieles a la voluntad divina que se reflejaba en la Ley que Dios les había dado. Por esta razón cuando los paganos se convertían al cristianismo (todavía dentro del judaísmo), hubo una tensión. ¿Tenían que cumplir la Ley o no? Pablo y sus discípulos pensaban que no, y esa es la reflexión que encontramos en el libro de Efesios. Aquí no se está negando la importancia de la Ley, pero se está diciendo que lo que rompe cualquier barrera entre judíos y paganos es la fe en Jesucristo.

Hay muchas leyes buenas, tenemos criterios útiles para distinguir lo que es bueno y lo que no lo es, muchas veces criterios basados en el texto bíblico, otras en lo que nuestra sociedad ha ido aprendiendo a lo largo de su historia. Pero por encima de todo eso está la fe en aquel que quiere nuestra salvación. Una fe que no se basa en la creencia o afirmación de unas teologías determinadas, o unos planteamientos políticos o sociales, sino en poner la esperanza en un Dios que quiere salvarnos a todos. Y para eso tenemos que trabajar, tenemos que movernos y arriesgar, como todo el mundo que de verdad quería ser liberado ha hecho a lo largo de la historia.

En la Biblia la fe no es algo intelectual, es una forma de vida, una manera de moverse por ella. Recordad que “gracias a la fe Abraham obedeció y se fue hacia el país que tenía que recibir en herencia… gracias a la fe Moisés abandonó el país de Egipto sin temor a la indignación del rey… gracias a la fe, Rahab la prostituta, que acogió en paz a los exploradores, no murió con los que se negaron a creer…”

Cada uno ha de buscar formas y caminos que le permitan liberarse y liberar a los demás. Como comunidad cristiana también lo hemos de hacer. Es nuestra responsabilidad, lo que se espera de nosotros. No hay soluciones fáciles ni mágicas.

A modo de conclusión

No todas las salvaciones que esperamos llegaran pronto, pero la gracia de Dios nos acompaña, su voluntad de liberarnos. Si tenemos fe, si nos movemos no por la ley, o la tradición, o la verdad, sino con la determinación de acabar con todo aquello que nos oprime a nosotros, y también a los que están a nuestro lado; entonces podremos sentir en nuestra vida que tiene sentido el texto que hemos leído: “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. La salvación definitiva de Dios se puede ver, se percibe cada día a nuestro alrededor, por la fe de las personas que han decidido no dejarse vencer por la opresión. Sea esta del tipo que sea.

Carlos Osma

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23.05.15. Beato Romero

Sábado, 23 de mayo de 2015
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11262993_883173091743476_6507209933649503993_nAsí quiero recordarte, Óscar Romero, treinta y cinco años después de tu muerte, sentado y cercano, con traje negro de cura-obispo. No ibas para Beato, no había hecho carrera para obispo mártir, ni te habías preparado para hablar de la justicia como hablaste… Pero te tocó y lo hiciste.

Las circunstancias te pusieron en la brecha, y fuiste voz de evangelio, día a día, en la vida muerte de tu pueblo, encontrando la palabra y el gesto adecuado en cada circunstancia. Habías nacido para otras respuesta, pero escuchaste las nuevas voces doloridas de tu pueblo y supiste encontrar la voz de la Justicia, la justicia del Dios de Jesús para tu gente.

Eras en el fondo muy tradicional, te gustaban las capillas piadosas, el rezo intenso de la gente, sin mezclarte en cuestiones que parecían simplemente materiales… pero los intereses materiales golpearon y mataron a tu pueblo, y tú supiste llegar al fondo de las almas, hasta la verdad de Jesús, con la voz del evangelio.

Y la inmensa mayoría de tu pueblo te sintió cercano: por tu manera de sentirte y ser iglesia, por tu forma de ser pueblo. Por eso te quisieron los más pobres de los pobres de tu pueblo, sintieron que eras de ellos, que estabas con ellos, siendo de Dios.

No te querían los jerarcas de la buena sociedad organizada, los jefes de las armas, ni los grandes del dinero y del comercio para algunos. Dijeron que eras enemigo del orden, amigo de revoluciones peligrosos… y hasta Roma llegaron las voces y escritos de tus acusadores. Y en la misma Roma te tuvieron miedo y quisieron silenciarte los dueños casi eternos de una Curia llamada Vaticana: Te humillaron cuando fuiste, te quisieron expulsar del obispado, querían que callaras (quizá los mismos que ahora te dicen Beato).

El mismo “Santo Padre” fue duro contigo, como si debiera vigilarte, como si tuviera que ignorarte y después marginarte cuando fuiste a verle (en mayo de 1879, diez meses antes de tu asesinato). Lo recuerdo muy bien, hasta creo que tengo por ahí algún escrito de aquel tiempo. Se decía que Roma quería apartarte, poniendo en tu lugar un “administrador apostólico”, porque no eras un hombre del sistema, una “figura” apropiada para aquel momento (es decir, para los dueños de un poder sangriento).

No voy a remover papeles, pero los que tenemos cierta memoria y un poco de edad sabemos recordar. Sé que volviste muy triste de Roma, y que el Papa (hoy ya santo) no quiso o no pudo entenderte. No te condenó porque era puro evangelio lo que tú decías y hacías, pero no se puso de tu parte.

Y así mataron los “poderes militares” al servicio de un sistema de dominio económico, pero te dejó morir una Iglesia aliada al sistema, una Iglesia que ahora se dice orgullosa de ti, todos buscando un lugar en tu foto de gloria.

11295892_883176528409799_5746432243968923782_nHan pasado los años, y algunos piensan que las cosas ya se han olvidado, pero muchos que éramos entonces ya “mayores” recordamos, y nos alegramos de que te digan Beato (¡no te hacen, ya lo eres, beato y santo). Nos alegramos, pero nos alegraríamos más si se dijeran las cosas en verdad, si cambiara la visión del conjunto de la Iglesia…

Ciertamente, tu Papa Juan Pablo II, viajando por tu tierra tres años más tarde, el 1983, quiso entrar en tu catedral inacabada, para orar ante tu tumba, para decir entonces que habías dado la vida por “amor a Dios y servicio a tus hermanos”. Era quizá tarde, pero fue hermoso que lo hiciera, y es hermoso que la Iglesia Universal, a través del Papa Francisco (a pesar de la oposición de muchos, dentro y fuera de la Iglesia) haya querido nombrarte Beato, no simplemente por tu muerte en defensa de la fe, sino en defensa de la justicia.
Las tres imágenes que comentan esta postal se las debo a Rosa Quinta, que las ha “colgado” amablemente en mi Facebook, donde podrá verlas quien quiera. Gracias Rosa, te debo este gesto, y el cariño que tienes por Romero.
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Tres años de verdad

Le asesinaron hace treinta y cinco años (24. 03. 80), después de tres de pasión con su pueblo y como su pueblo de El Salvador. Su “vida pública”, como arzobispo de la capital (San Salvador) duró tres años, como la de Jesús y no dejó a nadie indiferente.

Unos le consideraban un profeta, un mártir, un luchador por la paz y el diálogo, un hombre de Iglesia.
Otros, en cambio, le vieron como un simple un revolucionario, un agitador de masas, un político frustrado que promovía la crispación, un personaje en busca de notoriedad social.

Y así le mataron los políticos e ideólogos de un orden imperial capitalista. Su rostro amable, esculpido en piedra, entre D. Bonhoeffer y M.Luther King, en la abadía de Westmister, Londres, invita a mantener la esperanza contra toda desesperanza (cf. Imagen).

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El recuerdo de su asesinato, unido nuevamente al de Jesús, proclama la certeza y la fuerza de un amor y una justicia que es el rostro de Dios sobre la tierra.

Experiencia fundante.

Ciertamente, Romero se había preocupado siempre por los pobres, pero de un modo general. Pues bien, unas semanas después de haber sido nombrado arzobispo de San Salvador, el 22 de febrero de 1977, uno de sus buenos amigos, que trabajaba mano a mano con los pobres, Rutilio Grande SJ, fue brutalmente asesinado por los escuadrones de la muerte.

Ese asesinato despertó su conciencia cristiana y marcó desde entonces subida.

En los meses y años que siguieron a la muerte de Grande, fueron asesinados muchos sacerdotes, religiosas y agentes de pastoral. Entre ellos había religiosas como Dorothy Kazel, Ida Ford, Maura Clarke, y trabajadores laicos como Jean Donovan, que fueron asesinados el 2 de diciembre del 1980. Estas muertes tuvieron una gran repercusión pública, pero hubo también muchos catequistas, organizadores de asambleas de trabajo, periodistas, estudiantes, personas vinculadas al servicio médico y más de tres mil campesinos, que eran asesinados cada mes. Ellos deben ser añadidos a la lista de los iconos de justicia, aunque sus muertes hayan sido en gran parte desconocidas, no reconocidas y no publicadas. A través de estos injustamente asesinados, Romero se encontró en el centro de una guerra dirigida en contra de los pobres.

Metáfora central

La metáfora central que configuró la visión espiritual del Beato Romero fue Cristo crucificado y el pueblo crucificado de El Salvador, como él mismo decía:

Cada vez que miramos a los pobres…descubrimos el rostro de Cristo… El rostro de Cristo se encuentra entre los sacos y cestas de los trabajadores del campo; el rostro de Cristo se encuentra en aquellos que son torturados y maltratados en las prisiones; el rostro de Cristo está muriendo de hambre en los niños que no tienen nada que comer; el rostro de Cristo está en los pobres que piden a la Iglesia, con el deseo de que su voz sea escuchada

El Cristo crucificado iluminó su vida, hasta que el 24 de Marzo de 1980, dentro de la iglesia del Hospital de la Divina Providencia, le dispararon y mataron mientras celebraba la misa.

Teología operativa.

El eje principal en torno al cual giró la vida de Romero fue la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. En ésa línea, él creyó que había sido llamado a “sentir con la iglesia”, especialmente en la medida en que ella sufre en el mundo.

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“Jesús Nazareno”, por José Ignacio González Faus

Miércoles, 20 de mayo de 2015
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jesus-nazaret2 J. I. González Faus. [La Vanguardia] Hace 70 años, desde una cárcel de Hitler, en momentos de desesperación tras el holocausto y años en guerra, uno de los grandes profetas de nuestro futuro, escribió que hay una razón para seguir amando a esta tierra sin desesperar: y es que ha producido a Jesús de Nazaret. Parecerá una afirmación exagerada, pero sorprende por venir de alguien tan sobrio y contenido como D. Bonhoeffer. ¿Quién era pues ese tal Jesús?

De los primeros testigos de su paso por la tierra quedan dos rápidas pinceladas: “no buscó su propio interés”; “pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos”. De quienes recogieron recuerdos de su vida y los sistematizaron en forma de biografías-invitaciones a la fe, podemos destacar algunos rasgos:

Procedía de un pueblo pequeño casi desconocido. No tuvo estudios especiales, trabajó durante años en cosas de albañilería. Un buen día comenzó a recorrer su tierra anunciando que es posible otro mundo si nos decidimos a mirar a Dios con una palabra que, a la vez, denota el máximo de familiaridad y cercanía, pero también la imposibilidad de disponer de Él: pues, llámesele padre o madre, lo es de todos, no sólo mío. Otro de sus biógrafos presenta como programa de su vida unas palabras del profeta Isaías: “el Espíritu de Dios está sobre mí… para anunciar una buena noticia a los pobres y liberación a los oprimidos”.

En consonancia con este programa, solía comer públicamente con “gentes de malvivir”, desafiando una costumbre de su época de públicos banquetes ostentosos de las clases altas. Se le conoce amistad y cercanía con algunas prostitutas, a las que liberó de su esclavitud, pero de las que decía que estaban más cerca de Dios que sus oyentes. Defendió a las mujeres, rechazando el derecho al repudio que se atribuían los hombres de su época, y abriendo a la mujer el estudio de la “Ley de Dios”, que su sociedad reservaba solo a los machos.

Fue también un terapeuta innegable, pero provocativo: parece que prefería curar en días “de precepto”, como si quisiera mostrar que los enfermos tienen derecho a no esperar más, porque su salud es más importante que la guarda de preceptos cúlticos. Una de las expresiones que más se dicen de él es que “se le conmovieron las entrañas”.

Junto a esa práctica de misericordia tenía a veces un lenguaje duro y provocativo: enseñaba a no llamar a nadie padre ni señor: porque los hombres (aunque tengamos funciones diversas) somos todos hijos de un mismo Padre y tenemos un único Señor que es Dios. Armó una escandalera en el “vaticano” de su época, alegando que el culto a Dios no debe ser ocasión de comercio. Su visión de los hombres cabe en un palabra que sólo se ha conservado en sus labios: hipócritas (aunque esa acusación la dirigió sobre todo a los poderes religiosos). Pese a ello, exhortaba a ser misericordiosos como el Dios que Él anunciaba.

Su regalo era siempre la paz; y tenía una extraña concepción de la felicidad, que prometía a quienes opten por los condenados de la tierra desde una actitud de misericordia que genera hambre de justicia. Porque veía al mundo dividido entre pobres, hambrientos, llorosos y perseguidos, por un lado y, por el otro, ricachones hartos, que ríen y persiguen, los cuales son “malditos”.

Por eso eran provocativas sus palabras cuando entraba en el campo económico: los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres (vivió en una sociedad agobiada por las deudas, que llevaban a muchos a perder su terruño y dedicarse a la esclavitud, la prostitución o el bandolerismo). Enseñaba que es imposible que un multimillonario se salve, a menos que se produzca un milagro que sólo Dios puede hacer: que se desprenda de su fortuna (salvo aquello que necesite para una vida sobria y digna), poniéndola al servicio de las víctimas. Porque, según él, “es imposible servir al hombre y al dinero”.

La otra palabra que más se le aplica en los evangelios significa, a la vez, libertad y autoridad: “las gentes se maravillaban de la libertad-autoridad con que hablaba” y que no tenía nada que ver con lo que estaban acostumbrados a oír.

Sorprendentes vida y palabras. Pero más sorprendente es la reacción que desató: los responsables de aquella sociedad se hartaron de acusarlo de populista y terrorista. La conflictividad explotó cuando él puso de relieve que hablaba y actuaba así porque así es como actúa Dios. Entonces se le tachó de blasfemo, y los poderes religiosos y políticos dieron un respiro porque ya tenían algo claro por lo que condenarlo. Aun así, buscaron para él la muerte más ignominiosa y la condena más “ejemplar”

¿Es posible que haya existido un hombre así? preguntaba R. Attenborough en su película sobre Gandhi. Prescindiendo ahora del santo hindú (que se confesaba muy influido por Jesús), esa misma pregunta sigue vigente para nosotros hoy. Los cristianos confiesan que un hombre así fue posible porque era transparencia y calco del mismo Dios, revelado en la humanidad de aquel hombre. Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo.

Esa fe no se les exige hoy a todos. Pero lo que sí pueden (y deberían) todos hoy, es paladear la humanidad de aquel Nazareno. Y sacar consecuencias.

Fuente Cristianismo y Justicia

Imagen extraída de: Religión Digital

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“Jesús Nazareno”, por José Ignacio González Faus

Sábado, 4 de abril de 2015
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Axmk6dZCMAA35w4En este Sábado Santo en el que el Silencio lo cubre todo, meditemos ante el sepulcro acerca de quién era este Hijo de Hombre y el por qué está ahí, que le llevó a estar muerto, frío, yacente ante nuestras lágrimas y las de su Madre

Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo

Paladear la humanidad de Jesús el Nazareno

Los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres

De su blog Miradas Cristianas:

Hace 70 años, desde una cárcel de Hitler, en momentos de desesperación tras el holocausto y años en guerra, uno de los grandes profetas de nuestro futuro, escribió que hay una razón para seguir amando a esta tierra sin desesperar: y es que ha producido a Jesús de Nazaret. Parecerá una afirmación exagerada, pero sorprende por venir de alguien tan sobrio y contenido como D. Bonhoeffer. ¿Quién era pues ese tal Jesús?

De los primeros testigos de su paso por la tierra quedan dos rápidas pinceladas: “no buscó su propio interés”; “pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos”. De quienes recogieron recuerdos de su vida y los sistematizaron en forma de biografías-invitaciones a la fe, podemos destacar algunos rasgos:

Procedía de un pueblo pequeño casi desconocido. No tuvo estudios especiales, trabajó durante años en cosas de albañilería. Un buen día comenzó a recorrer su tierra anunciando que es posible otro mundo si nos decidimos a mirar a Dios con una palabra que, a la vez, denota el máximo de familiaridad y cercanía, pero también la imposibilidad de disponer de Él: pues, llámesele padre o madre, lo es de todos, no sólo mío. Otro de sus biógrafos presenta como programa de su vida unas palabras del profeta Isaías: “el Espíritu de Dios está sobre mí… para anunciar una buena noticia a los pobres y liberación a los oprimidos”.

En consonancia con este programa, solía comer públicamente con “gentes de malvivir”, desafiando una costumbre de su época de públicos banquetes ostentosos de las clases altas. Se le conoce amistad y cercanía con algunas prostitutas, a las que liberó de su esclavitud, pero de las que decía que estaban más cerca de Dios que sus oyentes. Defendió a las mujeres, rechazando el derecho al repudio que se atribuían los hombres de su época, y abriendo a la mujer el estudio de la “Ley de Dios”, que su sociedad reservaba a solos los machos.

Fue también un terapeuta innegable, pero provocativo: parece que prefería curar en días “de precepto”, como si quisiera mostrar que los enfermos tienen derecho a no esperar más, porque su salud es más importante que la guarda de preceptos cúlticos. Una de las expresiones que más se dicen de él es que “se le conmovieron las entrañas”.

Junto a esa práctica de misericordia tenía a veces un lenguaje duro y provocativo: enseñaba a no llamar a nadie padre ni señor: porque los hombres (aunque tengamos funciones diversas) somos todos hijos de un mismo Padre y tenemos un único Señor que es Dios. Armó una escandalera en el “vaticano” de su época, alegando que el culto a Dios no debe ser ocasión de comercio. Su visión de los hombres cabe en un palabra que sólo se ha conservado en sus labios: hipócritas (aunque esa acusación la dirigió sobre todo a los poderes religiosos). Pese a ello, exhortaba a ser misericordiosos como el Dios que Él anunciaba.

Su regalo era siempre la paz; y tenía una extraña concepción de la felicidad, que prometía a quienes opten por los condenados de la tierra desde una actitud de misericordia que genera hambre de justicia. Porque veía al mundo dividido entre pobres, hambrientos, llorosos y perseguidos, por un lado y, por el otro, ricachones hartos, que ríen y persiguen, los cuales son “malditos”.

Por eso eran provocativas sus palabras cuando entraba en el campo económico: los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres (vivió en una sociedad agobiada por las deudas, que llevaban a muchos a perder su terruño y dedicarse a la esclavitud, la prostitución o el bandolerismo). Enseñaba que es imposible que un multimillonario se salve, a menos que se produzca un milagro que sólo Dios puede hacer: que se desprenda de su fortuna (salvo aquello que necesite para una vida sobria y digna), poniéndola al servicio de las víctimas. Porque, según él, “es imposible servir al hombre y al dinero”.

La otra palabra que más se le aplica en los evangelios significa, a la vez, libertad y autoridad: “las gentes se maravillaban de la libertad-autoridad con que hablaba” y que no tenía nada que ver con lo que estaban acostumbrados a oír.

Sorprendentes vida y palabras. Pero más sorprendente es la reacción que desató: los responsables de aquella sociedad se hartaron de acusarlo de populista y terrorista. La conflictividad explotó cuando él puso de relieve que hablaba y actuaba así porque así es como actúa Dios. Entonces se le tachó de blasfemo, y los poderes religiosos y políticos dieron un respiro porque ya tenían algo claro por lo que condenarlo. Aun así, buscaron para él la muerte más ignominiosa y la condena más “ejemplar”

¿Es posible que haya existido un hombre así? preguntaba R. Attenborough en su película sobre Gandhi. Prescindiendo ahora del santo hindú (que se confesaba muy influido por Jesús), esa misma pregunta sigue vigente para nosotros hoy. Los cristianos confiesan que un hombre así fue posible porque era transparencia y calco del mismo Dios, revelado en la humanidad de aquel hombre. Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo.

Esa fe no se les exige hoy a todos. Pero lo que sí pueden (y deberían) todos hoy, es paladear la humanidad de aquel Nazareno. Y sacar consecuencias.

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“¿Catecismo o Evangelio?”, por Enrique Martínez Lozano,

Jueves, 29 de enero de 2015
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8299138295_0e85f07b41_zLo hemos leído en el blog Crónica Liminal:

Copio hoy un artículo de Enrique Martínez Lozano, con quien comparto su visión del mundo, de la espiritualidad, de la religión y de la aventura maravillosa del alma.

Este texto nace a raíz de algunas experiencias recientes vividas en encuentros con personas religiosas (católicas), que me habían pedido abordar el estudio de la figura de Jesús.

         En tales encuentros, se me ha ido haciendo cada vez más clara la dificultad que supone acercarse con limpieza a Jesús cuando se ha internalizado su imagen a través del catecismo aprendido. Y he podido constatar hasta qué punto el catecismo ha sustituido al evangelio y eso se ha convertido, en la práctica, en un obstáculo para acoger el mensaje de Jesús, por un doble motivo: porque el catecismo transforma la novedad del evangelio en doctrina anquilosada y porque tal doctrina resulta cada vez más difícil de asumir desde la sensibilidad que acompaña a nuestro momento histórico.

         En este escrito, quiero ofrecer algunas claves acerca de:

  • la trampa (inconsciente) que ha reducido el evangelio al catecismo aprendido;
  • las consecuencias de la misma;
  • la comprensión de la figura de Jesús, más allá de la religión y de la Iglesia, lo cual está en plena sintonía con nuestro momento cultural y lo que parece ser el horizonte futuro: una espiritualidad trans-religiosa;
  • la capacidad de acoger la figura de Jesús, desde el modelo no-dual de conocer; desde ahí, todo se modifica; también lo relativo al modo de entender la llamada “divinidad” de Jesús y las afirmaciones dogmáticas acuñadas a partir del concilio de Nicea (del año 325).

         Soy consciente de que los católicos dan por supuesta una identidad fundamental entre evangelio y catecismo, hasta el punto de que les puede resultar extraño incluso el hecho mismo de que sea puesta en cuestión. Sin embargo, quizás sea bueno verlo con un poco de detenimiento, sin dar nada por supuesto.

         En esos encuentros recientes a los que me refería, algunos participantes expresaron que tenían que rechazar lo escuchado porque “querían defender el catolicismo”, y les parecía que el Jesús del que yo hablaba no era el Jesús “católico”. En un lenguaje más preciso, yo entendí que el criterio para descalificar lo que había expresado en el curso, acerca de la figura de Jesús, era lo que habían aprendido en el catecismo.

         Y aquí es donde, a mi modo de ver, radica la trampa: el Jesús que ha llegado hasta la inmensa mayoría de los cristianos es una imagen filtrada, adaptada, reducida y, literalmente, “domesticada”, por obra y gracia del catecismo.

         Todos los estudios serios sobre la figura de Jesús ponen en evidencia que el Jesús histórico tiene poco que ver con el Jesús del que se habla en el catecismo. Pero esto no debería sorprender: mientras Jesús fue un crítico implacable de la religión y de la autoridad religiosa, el catecismo no nace del evangelio, sino de la proyección de la mente religiosa, que imagina a un Dios a nuestra imagen y semejanza.

         Durante la existencia histórica del Maestro de Nazaret, se planteó un conflicto entre el Dios de la religión y el Dios que Jesús anunciaba. Como suele ocurrir, el poder salió aparentemente victorioso y el Dios de la religión terminó asesinando al Jesús de Dios.

         O dicho de otro modo: el catecismo presenta a un Dios “previsible”, acorde con las categorías de nuestra mente proyectiva; por el contrario, tal como escribiera Dietrich Bonhoeffer, “el Dios que se revela en Jesús pone del revés todo lo que el hombre religioso espera de Dios.

         En el caso cristiano, la mente proyectiva se sirvió, primero, del genio religioso de Pablo –que convirtió en “religión” el mensaje sencillo y sabio de Jesús- y, más tarde, de las categorías de la filosofía griega –que habría de ser la matriz donde se gestaran los grandes dogmas del cristianismo-.

         Como resultado “natural” de todo ese proceso, se produjo una divinización, apropiación y  domesticación de la figura de Jesús que, de ser un judío sabio, un hombre profundamente espiritual (humano), portador de un mensaje universal de sabiduría y crítico de la religión, a través de una propuesta radicalmente subversiva, fue presentado como fundador de una religión más y, supuestamente, de la iglesia cristiana, tal como hoy la conocemos.

         Una vez producido el cambio, la visión de la teología (del catecismo) habría de convertirse, lógicamente, en el criterio último acerca de todo lo que podía decirse o no sobre la figura de Jesús. Todo aquello que no repitiera literalmente los dogmas cristológicos y que no asumiera la “imagen” de Jesús que había filtrado esa misma teología (y catecismo) quedaba automáticamente descalificado.

         Otra consecuencia no menor de aquella confusión es la que se palpa en la confesión de no pocas personas consagradas que reconocen haber sido adoctrinadas, pero no evangelizadas. Eso es exactamente lo que ocurre: el catecismo adoctrina y fomenta una religiosidad observante, basada en el cumplimiento, pero no lleva a conectar vitalmente con lo que fueron las actitudes profundamente humanas de Jesús.

         Todo ello, como decía, es consecuencia de haber absolutizado la teología heredada y el catecismo aprendido. Sin embargo, si se toma un mínimo de distancia de este, basta una aproximación simple al evangelio para constatar como evidente el contraste palpable entre los contenidos de uno y de otro. Sabiendo cómo funciona la mente humana y el papel que juegan las creencias, sobre todo dentro de una institución poderosa y autoritaria, no es difícil concluir que, si no se percibió antes aquella disonancia, fue debido sencillamente al mecanismo por el que los seres humanos tendemos a identificarnos con aquello que creemos.

         Con todo, si bien es cierto que el contraste entre catecismo y evangelio es evidente para cualquier lector atento, en nuestro actual momento histórico nos encontramos con dos elementos que facilitan una comprensión mayor.

         En primer lugar, la nueva sensibilidad cultural parece percibir que estaríamos asistiendo al inicio del ocaso de las grandes religiones teístas. Nacidas en un momento histórico determinado –dentro de un nivel de consciencia mítico y en una sociedad caracterizada por un fixismo rígido-, no solo se revelan en “disonancia” con un nivel de consciencia más ampliado, sino incluso –en su forma tradicional- resultan irrelevantes en esta sociedad tecnológica avanzada y en constante innovación y cambio.

         Nadie duda de que, en una historia de luces y de sombras –como todo lo humano-, han aportado riqueza a la humanidad en su devenir histórico: fundamentalmente, han motivado y desarrollado la personalización –al hablar de un Dios “personal”- y han potenciado la dimensión ética del comportamiento humano, desde la exigencia de “imitar” a un Dios bueno.

         Sin embargo, parecen acumularse evidencias de que nos hallaríamos en un proceso de transformación o metamorfosis de lo religioso, a resultas de la cual la religión sería trascendida en la forma de una espiritualidad no dogmática, universal, inclusiva y no-dual.

         El segundo factor que favorece una aproximación más “limpia” a la figura de Jesús es el giro copernicano en nuestro modo de conocer, que constituye una de las mayores revoluciones a las que estamos asistiendo: se trata del paso del modelo mental de conocer al modelo no-dual (o “conocimiento silencioso”, del que los sabios y místicos de todas las tradiciones han dado siempre testimonio).

         Ambos factores abren, de una forma espléndida y luminosa, nuestra percepción del Maestro de Nazaret, al acercarnos a un Jesús más allá de las religiones, no “religioso” ni “católico” y, al mismo tiempo, “espejo” límpido de aquella misma y única identidad que todos compartimos.

         Si el engaño primero y radical en que se basa el modelo mental es la creencia de que todo está separado de todo –y, sobre esa creencia errónea, se articuló la creencia dogmática en Jesús como un Dios separado-, el modelo no-dual nos permite percibir el equívoco y nos abre a reconocer la no-separación, la interrelación de todo en una admirable unidad dentro de las diferencias. Jesús deja de verse como un ser separado para ser comprendido como aquel hombre sabio que “vio” y vivió lo que somos todos.

         Desde esta nueva perspectiva, la imagen de Jesús que presentan los dogmas, la teología clásica o el catecismo resulta de una pobreza raquítica, desfigura su rostro y vacía de contenido su mensaje, hasta convertirlo en una creencia rutinaria para consumo exclusivo de quienes han decidido creer en él.

         Llegados a este punto, toca vivir el respeto hacia los otros y el cuestionamiento lúcido hacia uno mismo.

         Con frecuencia, en los ambientes católicos, al cuestionar la imagen de Jesús, aprendida en el catecismo, se producen malestares e incluso “escándalos”. Ante esta primera reacción, la autoridad religiosa se posiciona en defensa de quienes discrepan, porque también ella comparte la misma imagen de Jesús.

         Es llamativo, sin embargo, que la descalificación tome una forma “autoritaria”. Es decir, no se aportan argumentos de valor; son, sencillamente, de autoridad: “el catecismo no puede ser cuestionado”.

         Es significativa también la actitud que subyace: no se sabe bien si lo que interesa es conocer limpiamente a Jesús… o, más bien, fortalecer las creencias que ya se tenían acerca de él y “defender el catolicismo”.

         Llama igualmente la atención la insistencia en hablar de un Jesús “católico”, sin caer en la cuenta de que esa misma denominación está ya dando por supuesta una “apropiación” y “domesticación” de la figura del Maestro de Nazaret absolutamente indebida.

         En resumen, pareciera como si lo que realmente interesara no fuera un conocimiento real de Jesús, sino demostrar que Jesús es tal como ellos lo creen y que, además, es “nuestro”.

         Frente a ello, hoy parece incontestable históricamente que Jesús no “fundó” la Iglesia ni tampoco creó una nueva religión –su mensaje no coincide con la doctrina “católica”-, sino que ofreció y vivió un mensaje de sabiduría que, con frecuencia, la misma religión que dice fundamentarse en él ha encorsetado y empobrecido, convirtiéndolo en una creencia rutinaria y alejada de la vida.

         Soy consciente de que, ante estas afirmaciones, el católico suele argüir repitiendo aquellas palabras que el evangelio de Mateo pone en boca de Jesús, dirigiéndose a Simón: “Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18).

         Sin embargo, para la exégesis más rigurosa, tales palabras –exclusivas de Mateo- no pertenecerían a Jesús, sino que recogerían el sentir de la comunidad del propio evangelista; comunidad que reconocía a Pedro como figura legitimadora. La segunda parte de la afirmación –nacida también dentro de aquella comunidad y referida a ella misma- no puede ser sino una expresión de deseos. Mal que le pese a nuestra mente y por más frustrante que resulte para la necesidad de seguridad de nuestro ego, todas las formas son impermanentes y, por tanto, transitorias: la Iglesia también pasará. Lo único que permanece es Aquello que es y que, por ello mismo, somos.

         ¿Y el catolicismo? Constituye sin duda una imponente construcción religiosa, que ha aportado innegables riquezas de humanidad, a la vez que ha generado mucho sufrimiento.

         Ha tratado de dar respuesta al misterio del existir –eso es una religión-, en unas determinadas coordenadas espaciotemporales. Ese es su mérito y su límite. Como “mapa” que ofrece pistas para entrar en el “territorio”, es válido y legítimo, dentro de los límites de todo lo humano. El problema surge cuando el mapa se absolutiza y se erige en criterio último de verdad: entonces la religión se hace indigesta y peligrosa.

         El catolicismo se absolutiza y hace daño –como cualquier otra religión- cuando piensa que con él ha llegado el “culmen” de la verdad y que cualquier otra doctrina debe juzgarse a su luz. O cuando se considera como la “religión definitiva”, sin advertir que esa misma creencia lo único que revela es el nivel de consciencia mítico de quien la sostiene. Como cualquier otra forma histórica, también el catolicismo será superado y trascendido.

         En una homilía reciente (31 de diciembre de 2014), el papa Francisco –que, por otra parte, tanto está haciendo por “volver” al evangelio- expresaba lo siguiente: “Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo”.

         Me parece que esa frase –una de las más desafortunadas que le he oído al actual papa, y que se inscribe dentro de la teología más conservadora y etnocéntrica (eclesiocéntrica)- no solo no hace justicia a la realidad, sino que encierra un engaño peligroso, al reducir la figura de Jesús a la interpretación dogmática que la Iglesia hace de la misma.

         Indudablemente, Jesucristo puede quedar reducido a una idea, una moral y un sentimiento. Pero también a una interpretación religiosa y excluyente, que reduce y tergiversa su figura. Sin embargo, cabe una aproximación más ajustada a la historia y más fiel al propio mensaje de Jesús. Toda lectura es ya una interpretación –no puede ser de otro modo- y pensar que las interpretaciones únicamente las hacen los otros es caer en un error de bulto, que no favorece crecer en la verdad. En cualquier caso, la clave para comprender nuestras aproximaciones a la figura de Jesús pasa, de una manera radical, por el paradigma en el que cada cual nos encontramos y, más básicamente aún, por el modelo de cognición que utilizamos, como he expresado más arriba.

         En el aspecto concreto que nos ocupa, es legítimo que el catolicismo diga remontarse a Jesús. No lo es, sin embargo, que pretenda monopolizarlo o que exija imponer la suya como la única interpretación válida de la historia del nazareno: Jesús siempre trascenderá cualquier cuerpo dogmático en torno a su figura.

         Intuyo que, antes o después, las religiones están llamadas a reconocerse como “mapas” –valiosos y limitados-, que no tengan otra pretensión que la de favorecer y facilitar que las personas vivan su verdad más profunda –eso es la “dimensión espiritual”-, en un proceso en el que las mismas religiones irán desapareciendo, trascendidas en una espiritualidad abierta, inclusiva, experiencial…, es decir, radicalmente humana.

         La alternativa, por tanto, pasa por abrirse a la espiritualidad que, aun valorando lo que las religiones han aportado, sin embargo las trasciende. Y mientras estas ofrecen creencias que parecían prometernos seguridad, aquella nos ancla en la certeza de lo que somos, llenándonos de luz y ensanchando nuestro corazón hasta poder decir –como Jesús- que “todos somos uno”.

         Tal postura conecta mejor con la intuición y la propuesta de Jesús, con su carácter universal e inclusivo, con su sabiduría que no conoce fronteras y con su visión no-dual de lo real.

         Cada día tenemos más claro que, así como las creencias en Dios dificultan experimentarlo, la adhesión al catecismo impide el acceso abierto al evangelio, porque este –sin que la persona lo advierta- ha sido ya previamente filtrado por aquel.

Postdata:

         Después de haber enviado este artículo a un grupo, una lectora atenta me hace llegar el siguiente texto del papa Francisco, que yo desconocía. Lo transcribo a continuación, porque estas me parecen unas palabras realmente “inspiradas”. Dice así:

No es necesario creer en Dios para ser una buena persona. En cierta forma, la idea tradicional de Dios no está actualizada. Uno puede ser espiritual pero no religioso. No es necesario ir a la iglesia y dar dinero. Para muchos, la naturaleza puede ser una iglesia. Algunas de las mejores personas en la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre”.  

(A quien desee profundizar en las cuestiones aquí apenas apuntadas, le sugiero la lectura del libro que acabo de escribir y que, en breve, publicará la editorial PPC, con el título: “Cristianos más allá de la religión. Cristianismo y no-dualidad”).

www.enriquemartinezlozano.com

Teruel, 12 enero 2015.

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , , , ,

José María Castillo: ¿Otro restauracionismo preconciliar?

Domingo, 4 de enero de 2015
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20603720aLeído en su blog Teología sin Censura:

El Papa ve “escandaloso” las listas de precios en las iglesias para recibir los sacramentos

Las “quince enfermedades de la Curia“, según Francisco

El Papa pide perdón “por mis errores y los de mis colaboradores, y por los escándalos que han hecho tanto daño

“Francisco está amenazado, tan amenazado como la unidad de la Iglesia”

“Estamos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar”

“Con razón advierte A. Torres Queiruga que estamos ante un ‘escándalo'”

“Al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que dice y hace lo que a Müller (y a sus colegas) les parece bien “

¿No tuvimos bastante en la Iglesia con el restauracionismo que Juan Pablo II promovió y defendió con firmeza, durante su largo pontificado, para frenar y – si hubiera sido posible – incluso bloquear el impulso renovador que representó el concilio Vaticano II? ¿No ha quedado patente que aquel intento ha desembocado en un alejamiento mayor de la Iglesia en sus relaciones con la cultura de nuestro tiempo? A estas alturas, hay motivos fundados para pensar que aún no hemos reflexionado a fondo lo que ha significado para la Iglesia el hecho de que un papa teólogo, de la talla de Benedicto XVI, se haya visto en la apremiante necesidad de tener que presentar su renuncia al papado.

Sea cual sea el motivo determinante por el que el papa Ratzinger tomó semejante decisión, parece razonable pensar que Benedicto XVI se vio en la apremiante urgencia de dejar el gobierno de la Iglesia en otras manos porque, sin duda alguna, él vio que la situación no podía ponerse peor de lo que ya estaba. A partir de entonces, el cónclave que eligió a Francisco se dio cuenta de que la Iglesia necesitaba un rumbo nuevo. Y, a la vista de todo lo que ha sucedido, ¿vamos a tener el atrevimiento de tropezar dos veces en la misma piedra?

Pues sí. Efectivamente, da la impresión de que hay quienes se aferran al empeño por repetir la misma historia. Como es bien sabido, ya no es un secreto para nadie que cinco eminentes cardenales (Müller, Caffarra, De Paolis, Brandmüller y Burke) han buscado el apoyo del ex-papa Ratzinger para que les ayude en su intento de corregir el nuevo proyecto de papado y de Iglesia que estamos viendo en el papa Francisco. Se sabe también que Benedicto XVI se negó a aceptar las pretensiones de los cinco purpurados. Y no contento con eso, avisó de inmediato a Bergoglio que se pusiera en guardia por lo que se le venía encima con las pretensiones de los cinco cardenales mencionados y del “bloque preconciliar” de Iglesia que, sin duda, esos purpurados representan.

¿Ha quedado todo resuelto con este intento frustrado de un más que probable enfrentamiento de cinco importantes cardenales con el papa Francisco? Nada de eso. Después del fracaso de los mencionados cinco cardenales, los purpurados han seguido, erre que erre, en su empeño. Y ahora, lo que han hecho ha sido publicar un libro, en el que colaboran los cinco, y del que con razón advierte el profesor A. Torres Queiruga que estamos ante una “sorpresa mayúscula”, incluso ante un “escándalo”.

¿Por qué? Sin duda, los cinco eminentes eclesiásticos (y el bloque preconciliar de Iglesia, que ellos representan) están persuadidos de que el proyecto pastoral de cercanía al Evangelio, y al sufrimiento de los pobres y excluidos de este mundo, será un proyecto “enteramente responsable” si “presupone una teología que se abandona a Dios que se revela, presentándole el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad” (Card. G. L. Müller).

cinco-cardenales-vs-papa-720_560x280Si yo me he enterado bien, estas palabras del Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, vienen a decir que el papa actual, con sus gestos de profunda humanidad y cercanía a los que sufren, da pie para pensar (y decir) que no presupone “una teología que se abandona a Dios”, ni le presenta así (a ese mismo Dios) “el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad”. ¿Se puede hacer semejante insinuación contra el papa y quedarse tan fresco? ¿No sospecha este eminente cardenal que así, al decir eso, lo que en realidad está indicando es que hasta el papa se tiene que someter a lo que piensa el cardenal prefecto del Santo Oficio?

Al hacer estas preguntas, estoy afrontando un problema bastante más serio de lo que algunos se imaginan. Porque, echando mano de argucias teológicas de este calibre, lo que en realidad se pone al descubierto es que el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe le está diciendo a la Iglesia que al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que el Papa dice y hace lo que a este Cardenal (y a sus colegas) les parece bien que se debe decir y enseñar. Pero, entonces y si es que eso es así, ¿no estamos haciendo trizas la tradición secular de la Iglesia y las enseñanzas de los concilios Vaticano I y Vaticano II (Denz.-Hün. 3060; LG 22) cuando nos han explicado la naturaleza y la razón de ser del Romano Pontífice?

No estoy alambicando sobre el sexo de los ángeles o cosas parecidas. El momento, que estamos viviendo en la Iglesia, es mucho más grave de lo que seguramente muchos piensan. El problema de fondo del Vaticano II se repite. Y, de la misma manera que sucedió entonces, la resistencia al cambio se hace fuerte, seguramente más fuerte de lo que imaginamos. El papa Francisco quiere a toda costa una Iglesia que viva el Evangelio, cercana al sufrimiento humano y dispuesta, ante todo, a remediar los dolores, humillaciones y violencias que azotan sobre todo a los más débiles. Y es decisivo comprender que Francisco quiere una Iglesia entregada a semejante tarea aun cuando para ello sea necesario anteponer el logro de la felicidad de los que más sufren a tradiciones, normas y rituales que, en definitiva, lo que consiguen es tranquilizar conciencias satisfechas por sus “ortodoxias” y sus “observancias”.

Al decir esto, estamos tocando el nudo del problema. Si las quince enfermedades, que Francisco explicó y aplicó a los hombres de la Curia, en su discurso del pasado día 22, son la expresión de lo que realmente ocurre en el Vaticano, se comprende perfectamente que, en las oficinas de la Curia, abunden los funcionarios eclesiásticos (de todos los rangos) que no pueden comprender el genuino carácter cristiano de los dogmas y de las confesiones de fe. Porque se trata de personas que, en las dignidades, cargos y privilegios alcanzados, se han situado en un status que, si quieren mantenerlo, por eso mismo no pueden comprender que “el genuino carácter cristiano de los dogmas de fe está en la peligrosidad crítica y liberadora, y al mismo tiempo redentora, con la que actualizan el mensaje” de Jesús, de forma que “los hombres se asusten de él y, no obstante, se vean avasallados por su fuerza” (J. B. Metz; cf. D. Bonhoeffer).

Así las cosas, yo entiendo perfectamente que estemos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar. Como entiendo igualmente que mucha gente piense en el papa Francisco como un hombre amenazado. Tan amenazado como la unidad de la Iglesia. Y, por tanto, el futuro de esta Iglesia a la que queremos de verdad. Una Iglesia en la que no pretendemos ser más papistas que el papa. Y en la que siempre, y en cualquier caso, aceptamos al sucesor de Pedro, coincida o no coincida con nuestros puntos de vista.

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La necedad.

Miércoles, 8 de octubre de 2014
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Para el bien, la necedad constituye un enemigo más peligroso que la maldad. Existe la posibilidad de protestar contra el mal, de ponerlo de manifiesto y, en caso necesario, de evitarlo por la fuerza; el mal lleva siempre en sí el germen de la autodestrucción, al dejar en las personas al menos una sensación de malestar. En cambio, frente a la necedad carecemos de toda defensa. Ni las protestas ni la violencia sirven aquí para nada; las razones no surten efecto; las realidades que contradicen al propio prejuicio no necesitan sencillamente ser creídas- en tales casos el necio se muestra incluso crítico-; y si los hechos son inevitables, pueden ser simplemente dejados a un lado como casos sueltos carentes de significado. En todo esto, el necio, a diferencia del malo, se siente enteramente satisfecho de si mismo, e incluso puede hacerse peligroso cuando, levemente irritado, pasa al ataque. Por ello es necesario mayor precaución frente al necio que frente al malo. Nunca más intentaremos convencer al necio mediante razonamientos; tal procedimiento es absurdo y peligroso.

Pienso que deberíamos totalmente prepararnos por una disciplina del cuerpo y del espíritu para el día en el que que seremos puestos a prueba. Debemos empezar de nuevo a comprender.

(…)

Nos queda el camino estrecho y casi imposible de encontrar del que recibe cada una de sus días como la última y  que vive a pesar de todo por su fe y su responsabilidad, como si tuviera un futuro largo.

*

Dietrich Bonhoeffer, Resistencia y Sumisión – Cartas y apuntes desde el cautiverio. Ediciones Sígueme. Salamanca 2004 (El peso de los días, 18).

Prólogo. ˜Después de diez años. Balance en el tránsito al año 1943. Página 16-17

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“Desempolvar a Dios”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 8 de octubre de 2014
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15243177266_e7e4107ab9_mLeído en su blog Juntos Andemos:

Los evangelios, escritos por manos diferentes, en situaciones distintas y para comunidades diversas, tienen muchas cosas en común. La principal es la necesidad transmitir la buena noticia que es Jesús y con Él, la alegría de recuperar a Dios, al Dios verdadero.

Los evangelistas querían sanear la idea que las gentes tenían de Dios, porque les importaba su felicidad y una idea equivocada de Él podía generar mucha angustia y tristeza; pues Dios pasaba de ser el aliento y la bondad que sostiene la vida, a ser un quisquilloso supervisor.

Jesús quitaba vendas de los ojos y devolvía la voz a quienes la habían perdido, desataba los pies trabados y reponía la fuerza a los que encallaban en la arena de la vida. Lo hacía con una ternura conmovedora, que dejaba ver la pasión que le movía, la que le llevaba a sacudir los cimientos de su religión y a desmontar comercios y marañas espirituales que ahogaban la fe. Cerraba grietas, para que no se desangrara ningún inocente y abría unas entrañas maternas infinitas, para que nadie, absolutamente nadie, pensara que tenía cerrado el acceso a Dios.

Jesús hablaba así de su Padre. Pero con el tiempo, esa imagen se cubrió de polvo y apenas se podía ver su verdadero rostro. Tanto amor revelaba un Dios que no tenía fronteras, que no ponía límites a su bondad. Y eso tambaleaba la imagen de un Dios justo, que «premia a los buenos y castiga a los malos». Rompía las reglas de un juego establecido.

Desempolvar al Dios verdadero ha sido tarea de muchos creyentes y todavía es una tarea necesaria hoy. Sacarle de las alacenas, por más honorables que sean estas. Quitar la máquina registradora, no llevar cuentas, no tener resguardos ni hacer negocios con Él.

Una mujer, que se reconoció entre aquellos de los que Jesús decía: «Dejad que se acerquen a mí», que se veía entre los menores y menos considerados, quitó una gruesa capa de polvo al buen Dios. Era muy cuidadosa y no perdía ocasión de agradarle y mostrarle su amor. Pero tenía una intuición: el amor era confiar sin límites y solo la confianza podía unir a Dios.

Así fue desempolvando y redescubriendo al Dios de Jesús. Conforme avanzaba, quedaban más lejos de ella los usos de su tiempo: un tiempo consagrado a un Dios más justiciero que justo, un Dios que pagaba a sus fieles y castigaba a los insumisos. Y un tiempo donde servir a Dios tenía un camino por excelencia: hacer méritos y sufrir por Él.

couv5850g_260Teresa de Lisieux, muy cerca siempre de Jesús, fue desmontando falsos altares. No siguió un camino confortable, pero tenía una fe muy profunda y una sinceridad extraordinaria. Con ambas cosas, trazó rutas sencillas de acceso al verdadero Dios. Sintió que no podía traficar con Él y no cedió a las presiones, a pesar de alejarse de los cánones de santidad del momento.

Se sentía íntimamente impulsada por el amor descubierto, por el Dios que «se hace mendigo de nuestro amor… Te aseguro que Dios es mucho mejor de lo que piensas» —le decía a su hermana Leonia. Y con ello advierte, todavía hoy, a todo el que se acerca a Dios.

Así es como llega a comprender una idea que compartirá con un hombre que nace poco después de su muerte, Dietrich Bonhoeffer. Los dos refrescan la idea de un Dios a quien no satisface el sacrificio por sí mismo, sino descubrir su misericordia en todo y aceptarla como un camino de seguimiento. El teólogo protestante y la monja carmelita se unen desempolvando el rostro de Dios.

Bonhoeffer señalaría un error importante: la creencia de que se sirve más a Dios en el sufrimiento que en la alegría. Y advertía que el seguimiento se realiza acogiendo su voluntad, sea cual sea. Si es a través de circunstancias amables, seguirle en ellas. Si es en el camino del sufrimiento, hacerlo igualmente. ¿Qué Dios sería ese a quien le fuera más grato el sufrimiento?

Teresa, en la última etapa de su vida, enferma ya, decía a su hermana Inés que en otro tiempo, para mortificarse, mientras comía pensaba en cosas repugnantes. Y le añadió: «Después, me pareció más sencillo ofrecerle a Dios lo que me gustaba». Ese es el Dios que descubre: un Dios que desea lo bueno para todos y que, por eso mismo, alienta la generosidad en cada corazón.

A Teresa le llevó un tiempo comprender que «fuera del amor nada puede hacernos gratos a Dios», que a Él solo el amor le sirve. Desde ahí llegaría a entender lo que el teólogo supo después, que servir a Dios es decir: «Hágase tu voluntad». «¡Nada de merecer! Dar gusto a Dios». De eso se trataba.

Con un humor delicioso, diría a la madre María de Gonzaga, que le hacía tener una estufilla en invierno: «Las demás se presentarán en el cielo con sus instrumentos de penitencia, y yo con un brasero, pero solo cuenta el amor y la obediencia». Cuenta decir: «Hágase».

Teresa decía: «Compruebo con gozo que, amándole a Él, se ha agrandado mi corazón, y se ha hecho capaz de dar a los que ama una ternura incomparablemente mayor que si se hubiese concentrado en un amor egoísta e infructuoso». El Dios desempolvado rescata lo mejor de los seres humanos. Por ello, merece la pena seguir quitando cualquier capa que cubra su verdad.

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Jean Vanier: medio siglo de la comunidad del Arca

Sábado, 9 de agosto de 2014
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jean-vanierLa eliminación de los más frágiles lleva a la muerte

“En su actitud de acogida, Jean Vanier ve a Jesús en los otros”

“Y es que en nuestro mundo hay demasiada gente desesperanzada, demasiados gritos sin respuestas, demasiadas personas que mueren en la soledad. Por eso la necesidad de unas comunidades basadas en el amor”

Pensamientos de Jean Vanier

(Josep María Bausset).- El 5 de agosto de 1964, hoy hace 50 años, Jean Vanier compró una casa vieja, a 100 kilómetros de París, donde comenzó a acoger personas, sin familia, que tenían una discapacidad psíquica. De esta manera nacía la primera comunidad del Arca, un espacio que, como su nombre indica, mostraba ya desde sus inicios, el espíritu de acogida de Vanier.

Nacido el 10 de septiembre de 1928, Jean Vanier hizo la carrera militar, que abandonó el 1950, para estudiar filosofía y teología. Un día, cuando fue a visitar a su amigo, el P. Thomas Philippe, capellán de una residencia con personas con una limitación mental, Vanier descubrió que aquellas personas tenían una gran capacidad de ternura y también de sufrimiento.

Humanista, filósofo y teólogo y sobre todo hombre con un corazón grande, Vanier fundó hoy hace 50 años la primera comunidad del Arca, para acoger en un ambiente familiar, a personas con una discapacidad intelectual y para humanizar la vida de estos hombres y mujeres, demasiados heridos por la incomprensión y por el rechazo social.

En una sociedad como la nuestra que exige una perfección, muchas veces exagerada, las personas con una cierta fragilidad nos invitan a aceptar las propias limitaciones. Vanier lo continúa haciendo así a través del camino del corazón, que consiste en poner a las personas en un primer plano. Sobre todo a las personas rechazadas y heridas. De esta manera, cada comunidad del Arca ayuda a sus miembros a reconocer que hay muchas cosas en nuestro interior que se han de purificar, tinieblas que han de transformarse en luz y miedos que se han de transformar en confianza.

En su actitud de acogida, Jean Vanier ve a Jesús en los otros. Pero, como dice él, no al Jesús de los dogmas, sino a aquel que vive, respira y camina a nuestro lado. A aquel que humaniza nuestra vida.

Apasionado y comprometido en la lucha por la dignidad y por los derechos de las personas discapacitadas intelectualmente, Jean Vanier, acogiendo a estos hombres y mujeres (con más de 150 comunidades en 40 países) se ha convertido en un hermano para todos los que viven con él. A las comunidades del Arca todos comparten la misma vida, la misma mesa, las celebraciones, la amistad y la confianza mutua. Por eso las comunidades del Arca son espacios de vida y de crecimiento, donde todos son necesarios.

Como decía D. Bonhoeffer, “en una comunidad hemos de saber que no solo los débiles necesitan a los fuertes, sino que también los fuertes no pueden prescindir de los débiles, ya que la eliminación de las personas más frágiles, lleva a la comunidad a la muerte“.

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Sabiendo que nacemos y que morimos en medio de una extrema fragilidad, Vanier comenzó a humanizar la vida de aquellos que son los más vulnerables, haciendo de cada comunidad del Arca, una familia. De esta manera, los miembros del Arca pueden descubrir las heridas que todos llevamos en el corazón, para así asumirlas y poder llegar a sanarlas, renaciendo movidos por la esperanza.

Y es que en nuestro mundo hay demasiada gente desesperanzada, demasiados gritos sin respuestas, demasiadas personas que mueren en la soledad. Por eso la necesidad de unas comunidades basadas en el amor. De aquí que René Lenoir nos recuerde como los niños indígenas del Canadá, si les prometen un premio al que acierte una pregunta, todos juntos buscan la solución, que dan, juntos, al mismo tiempo. Estos niños, enraizados fuertemente en un clima comunitario, consideran intolerable que solo uno de ellos gane un premio y los otros pierdan. Pero desgraciadamente la civilización occidental, fuertemente competitiva, ha olvidado el valor de la comunidad. Por eso Jessie Jackson, discípulo de Martin Luther King, decía: “Mi pueblo es humillado”. Y la Madre Teresa de Calcuta: “Mi pueblo tiene hambre“, subrayando el aspecto colectivo y no el individual, como Vanier en las comunidades del Arca desde hace 50 años.

La Comunidad del Arca en España

Fuente Religión Digital

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¿Era gay el pastor alemán y líder de la resistencia nazi, Dietrich Bonhoeffer?

Sábado, 5 de julio de 2014
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noticias_file_foto_818393_1404487933Asesinado por los nazis, una nueva biografía se pregunta si el célebre pensador y teólogo luterano estaba enamorado de su amigo y biógrafo, Eberhard Bethge. Tenía 39 años cuando el pastor alemán Bonhoeffer fue ejecutado en el campo de concentración de Flossenbürg en 1945 acusado de sedición. En su libro ‘Strange Glory: A Life of Dietrich Bonhoeffer’ (Extraña gloria: La vida de Dietrich Bonhoeffer), el escritor, Charles Marsh, relata la intensa cercanía de la relación entre los dos hombres que compartían la misma cuenta bancaria, tocaba el piano y viajaban juntos y recibían regalos de los amigos con su nombres escrito en la misma tarjeta, como hacen cientos de parejas en el mundo ante cualquier efeméride.

De hecho, cuando Bonhoeffer fue asesinado a manos de los nazis, le legó la mayor parte de su patrimonio a su biógrafo, Bethge, en lugar de a su propia novia, Maria Von Wedemeyer. Sin embargo, lo que Marsh no puede ratificar, por carecer de pruebas, si Bonhoeffer declaró sus sentimientos a su amado o incluso si los admitió para sí mismo. Lo cierto es que ya no queda nadie vivo a quien preguntar.

La relación de Bonhoeffer con Bethge siempre estaba en la cuerda floja hacia el logro de un amor romántico, escribe Marsh en el libro, ‘nunca casto pero completo en sus aspiraciones complejas’.

Marsh también duda de que Bethge sintiera lo mismo por su mentor. Es más cuenta en el libro que Bonhoeffer finalmente murió virgen. El discípulo del pastor alemán consagró su vida a la promoción del libro y de las ideas del Bohhoeffer impartiendo conferencia por todo el mundo. Incluso se casó con la sobrina de su maestro, Renate. Escribió el libro “Dietrich Bonhoeffer: Hombre de visión, hombre de valor”, que se publicó en 1970, 25 años después de la muerte de su mentor. Bethge falleció en el año 2000.

11_DB Student 1923Dietrich Bonhoeffer fue profesor de la Universidad de Berlín, donde enseñó Teología y escribió varios libros. Opuesto firmemente al nazismo y a la claudicación de las iglesias alemanas frente a Hitler, se vio implicado, junto con Karl Barth, Martin Niemöller y otros, en el establecimiento de la Bekennende Kirche (Iglesia Confesante o Iglesia de la Confesión, de teología luterana pero no oficial). En abril de 1933, en una conferencia ante los pastores berlineses, Bonhoeffer insistió en que la resistencia política se hacía imprescindible. Entre finales de 1933 y 1935 sirvió como pastor de dos iglesias germanas protestantes en Londres.

Volvió a Alemania para encabezar un seminario ilegal para pastores de la Iglesia Confesante, en Finkenwalde, Pomerania —hoy Szczecin, Polonia sobre el río Oder—, donde recibió el apoyo incondicional de la condesa Ruth von Kleist Retzow. Allí conoció a su nieta María von Wedemeyer, que sería su prometida. Regresó a los Estados Unidos brevemente y retornó a Alemania en uno de los últimos barcos que hicieron la travesía antes del comienzo de las hostilidades.

La Gestapo clausuró el seminario en 1937
y le prohibió predicar, enseñar y finalmente hablar en público. El seminario funcionó entonces en el estadio von Blumenthal de Gross Schlönwitz, pero fue nuevamente cerrado al estallar la guerra. La resistencia, con la que colaboraba Bonhoeffer, era activa desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Durante este período, Bonhoeffer mantuvo estrechos contactos con Carl Friedrich Goerdeler y trabajó mano a mano con numerosos opositores a Hitler. Durante la Segunda Guerra Mundial, Bonhoeffer desempeñó un papel clave de acaudillamiento en la Iglesia de la Confesión, que se oponía a las políticas antisemitas de Hitler. Estaba entre aquellos que apelaban a la abierta resistencia de la Iglesia al tratamiento que Hitler daba a los judíos. Aunque la Iglesia de la Confesión no era grande, representaba un foco considerable de oposición cristiana al régimen nazi en Alemania.

En 1939 se unió a un grupo clandestino de la resistencia, que incluía militares de alto rango con base en Abwehr, la Oficina de Inteligencia Militar, quienes, encabezados por el almirante Wilhelm Canaris, querían derrocar el régimen nacionalsocialista de Hitler. Lo arrestaron en abril de 1943, después de que condujera hacia él el dinero del Proyecto 7, usado para ayudar a escapar a judíos a Suiza. Fue acusado de conspiración y encerrado en la cárcel de Tegel, en Berlín, durante un año y medio. Tras el infructuoso atentado del 20 de julio de 1944, Bonhoeffer fue sindicado de complicidad por sus conexiones con los conspiradores, algunos de los cuales eran familiares suyos, como su tío, el comandante de la ciudad de Berlín, Paul von Hase, ejecutado el 8 de agosto de 1944. El 8 de octubre fue trasladado a la prisión de la Gestapo en la calle Prinz-Albrecht para interrogarlo y el 7 de febrero de 1945 al campo de concentración de Buchenwald. En abril de 1945 fue llevado al Campo de concentración de Flossenbürg.

bonhoeffer-1_22El 8 de abril de 1945 bajo órdenes de Ernst Kaltenbrunner, en corte marcial se condenó a la horca a Dietrich Bonhoeffer y a su cuñado Hans von Dohnanyi -éste último fue ejecutado al día siguiente en Sachsenhausen-, General Hans Oster, General Friedrich von Rabenau, Theodor Strünck, juez Dr. Karl Sack, Capitán Ludwig Gehre y al almirante Wilhelm Canaris.

En el amanecer del 9 de abril, Bonhoeffer, que el día anterior había dirigido un servicio religioso a petición de los demás presos, fue ejecutado con la horca. Debió desnudarse para subir al cadalso. Sus últimas palabras fueron “Este es el fin; para mí el principio de la vida”. El doctor del campo -testigo de la ejecución- anotó “Se arrodilló a rezar antes de subir los escalones del cadalso, valiente y sereno. En los cincuenta años que he trabajado como doctor nunca ví morir un hombre tan entregado a la voluntad de Dios”. Su cadáver fue incinerado. También fue condenado por participar en la conspiración su hermano Klaus Bonhoeffer, que fue ejecutado en Berlín junto a doce conspiradores entre ellos Rüdiger Schleicher y Friedrich Justus Perels.

Bonhoeffer es considerado mártir por su fe; fue absuelto de cualquier crimen por el gobierno alemán a mediados de los 90. El calendario de la Iglesia Episcopal en los Estados Unidos de América lo recuerda el 9 de abril, fecha de su martirio. Una frase muy citada de uno de sus libros más leídos, «Seguimiento»El costo de ser discípulo» o «El precio de la gracia», 1937), prefiguraba su muerte. «Cuando Cristo llama a un hombre, le ofrece a venir y morir».

Fuente Ragap

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“Dietrich Bonhoeffer. La gracia cara”, por Carlos Osma.

Jueves, 15 de mayo de 2014
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bonhoeffer2Un buen artículo de uno de mis teólogos favoritos y que publica Homoprotestantes:

El pasado 9 de abril se cumplieron 69 años de la muerte del  pastor y teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer. Un hombre que rechazó toda escapatoria “espiritual” ante la barbarie nazi, y que entendió el llamado cristiano como entrega total a la realidad del mundo. Su mensaje, poseedor de la fuerza que imprime la acción a la palabra, produce tanto admiración como rechazo, pero ha influido profundamente en la Iglesia que le sucedió.

 Nace en Breslau el 4 de Febrero de 1906 en una familia numerosa, burguesa y culta. Con apenas 6 años, su familia se traslada a Berlín donde el padre trabaja como profesor de Psiquiatría y Neurología en la universidad. Pese a que su madre era hija y nieta de teólogos, sorprendió que Dietrich decidiera estudiar teología, cosa que hizo con éxito en Tubinga y Berlín. Su tesis doctoral “La comunión de los Santos”, defendida en 1927, refleja ya su interés por la esencia de la Iglesia.

 Continúa su formación como vicario, en la Iglesia Evangélica alemana de Barcelona, en 1928. Allí, además de reflexionar sobre cómo llevar el evangelio a cada clase social, se pregunta sobre la relación entre mundo y Dios: “La tierra es nuestra madre, como Dios es nuestro padre, y pone en brazos del padre únicamente al que permanece fiel a su madre [1].

 Dos años después estudiará en Nueva York donde conoce el protestantismo americano. Lo define como: “Una especie de club social” o “un protestantismo sin reforma” pero queda influido por la dimensión social del evangelio, la convivencia entre distintas razas y el comportamiento de las iglesias en unos momentos de crisis.

 A su vuelta a Berlín imparte clases en la Universidad [2]. Su forma de entender la iglesia ejerció sobre sus alumnos tanto fascinación: “En la comunidad uno se convierte en Cristo para el otro. Los miembros no están desligados unos de otros”, como escándalo: “La Iglesia…se sitúa en la periferia de la vida… Pero ella querría estar en el centro y por eso habla, juzgando y condenando, sobre cuestiones centrales de la vida. Así es como se hace despreciable y odiosa”.

 Cuando en 1933 Hitler es designado canciller del Reich la Iglesia se divide, la mayoría son simpatizantes del nacionalsocialismo, pero los teólogos Barth, Niemöller y el propio Bonhoeffer forman La Iglesia Confesante. Mientras Barth y Niemöller toman una postura más neutral y trascendente Bonhoeffer se enfrenta al nazismo advirtiendo de los peligros hacia los que su país se encaminaba. Decepcionado, parte hacia Londres donde informa sobre la situación a las iglesias extranjeras, llamándolas a intervenir proclamando la ilicitud de la guerra: “No hay camino para la paz que pase por el camino de la seguridad. Porque la paz supone audacia y es un gran riesgo”.

 En 1935, animado por Barth, decide volver y reunir a jóvenes teólogos en un seminario. En esta etapa encuentra en la Biblia su camino, el Sermón del Monte le dirige hacia el servicio y el sacrificio absoluto.  Es entonces cuando escribe una de sus más bellas y, a la vez, exigentes reflexiones: “La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz…la gracia es cara porque le ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo, y porque lo que le ha costado caro a Dios no puede resultarnos barato a nosotros [3]”.

 Pero en 1939 está arrinconado: no puede vivir en Berlín, hablar en público o publicar, por lo que huye a Estados Unidos. Semanas después vuelve: “Si no participo con mi pueblo de las pruebas actuales, no tendré derecho a reconstruir la vida cristiana en Alemania después de la guerra”, y se encuentra con una Iglesia Confesante debilitada por las represalias. En este punto decide colaborar con la Abwehr (organización militar de contraespionaje), donde participa en diferentes complots contra la vida de Hitler. Sabedor de situarse en contra de la tradición cristiana pregunta a sus compañeros: “¿Darían ustedes la absolución a un tiranicida?”.

 Finalmente es detenido en abril de 1943 y conducido a la prisión de Tegel donde convivirá con hombres a los que no les interesa la religión. Se cuestiona entonces: “¿Hay Cristianismo sin religión? ¿Cómo hablar de Dios sin religión?”. Rechaza también la idea de un Dios omnipotente y toma como modelos la encarnación y humildad de Cristo:“El Dios que está con nosotros es el que nos abandona…Ante Dios y con Dios, vivimos sin Dios. Dios consiente en ser desalojado del mundo y clavado en la cruz. Dios es impotente y débil en el mundo y solamente así está con nosotros y nos ayuda [4]”.

 La situación se complica al descubrirse su verdadera participación en la resistencia. Cuando Hitler está a punto de caer, decide la muerte de algunos hombres, entre ellos Bonhoeffer. En el campo de Flossenburg es juzgado, declarado culpable y ahorcado, tenía 39 años. Sus últimas palabras lo muestran sin miedo y con la seguridad que da una fe que ha sabido amar al mundo: “Voy hacia la libertad que da la muerte y voy hacia la alegría”.

Carlos Osma

BIBLIOGRAFÍA

 A parte de la bibliografía referida en las notas a pie de página son dignos de mención, para profundizar en la vida y  pensamiento de Bonhoeffer, las siguientes obras:

– Bonhoeffer, D. Cartas de amor desde la prisión. (Madrid: Editorial Trotta, 1998).

–                          Ética. (Madrid: Editorial Trotta, 2000).

–                         Redimidos para lo humano. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1979).

–                         Vida en comunidad. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1995).

 [1]Si no se dice lo contrario todas las citas han sido tomadas de: Hourdin, G. Bonhoeffer. Una Iglesia para mañana. (Madrid: Ediciones Bailén, 1972).

[2]Uno de estos semestres de docencia queda recogido en: Bonhoeffer, D. Creer y Vivir. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1985).

[3]Bonhoeffer, D. El precio de la gracia. (Santander: Ediciones Sígueme, 1986, Págs. 16-17).

[4]Estas y otras reflexiones aparecen en sus cartas publicadas en: Resistencia y sumisión. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2001).

 NOTA

 Publicado en la Revista Cristianismo Protestante en Julio de 2005

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II Encuentro de Protestants Inclusius en Barcelona.

Martes, 6 de mayo de 2014
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cartell recés 2014 #2 FINALDel viernes 23 al domingo 25 de Mayo tendrá lugar en Torroelles de Foix (a una hora de Barcelona) el segundo Encuentro de Protestants Inclusius. Un Encuentro dirigido a gays, lesbianas, bisexuales, transexuales y heterosexuales que tendrá como lema: “Haciendo juntxs comunidad en un mundo cambiante”. ¿Te animas a venir?

Durante ese fin de semana habrá momentos de reflexión, utilizando para ello algunos textos del libro “Vida en Comunidad” de Dietrich Bonhoeffer. Hay programadas varias excursiones, veladas y también espacios para compartir experiencias. Nuestro comité de Bienvenida y de Actividades Lúdicas os recibirá el viernes a partir de las 19:30 de una forma muy original, y el sábado por la noche tiene organizada una gran fiesta para todxs. El último día, el domingo, habrá una celebración con música, lectura de la Biblia, reflexión y Santa Cena. Tras la comida del domingo tendrá lugar la despedida.

Si deseas conocer a cristianxs inclusivxs, no lo dudes, e inscríbete lo antes posible. Las plazas son limitadas.

Precio:

– Si deseas quedarte todo el fin de semana el precio es de 60 euros, esto incluye todas las comidas (desde la cena del viernes a la comida del domingo) y la habitación compartida.

– Si quieres venir sólo un día, sin quedarte a dormir, el precio es de 20 euros por persona.

Inscripciones:

– Las inscripciones para todo el fin de semana deben hacerse antes del 8 de Mayo.

– Las inscripciones para un solo día deben hacerse antes del 15 de Mayo.

Desde Barcelona es fácil llegar a Torroelles en coche particular. Si vienes en transporte púbilico desde Barcelona, puedes utilizar los Ferrocarriles, y desde la estación te acercaremos hasta la casa.

Para más información y para realizar la inscripción enviar un mensaje a:

protestantsinclusius@gmail.com

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¿Quién soy yo?

Viernes, 18 de abril de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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“¿Quién soy yo? Me dicen a menudo
que salía del encierro de mi celda
sereno, alegre, con firmeza,
cual hacendado de su rural vivienda.

¿Quién soy yo? Me dicen a menudo
cuando hablaba a mis guardianes
libre y amigable, claramente,
como si fuese yo quien diera las ordenes.

¿Quién soy yo? También me dicen
que soportaba los días de infortunio
tranquilo, sonriente, dignamente,
como acostumbrado a ganar siempre.

Pero ¿soy realmente lo que otros dicen que soy?
¿O soy solamente lo que yo mismo conozco de mí,
inquieto y anhelante y enfermo, cual pájaro enjaulado,
luchando por respirar, como si unas manos
me oprimieran la garganta,
suspirando por los colores, las flores, el canto de los pájaros,
sediento de palabras cariñosas, de compañía,
moviéndome agitado, a la espera de grandes acontecimientos,
temblando impotente por amigos infinitamente alejados,
cansado y vacío al orar, al pensar, al actuar,
débil y presto a despedirme de todo?

¿Quién soy yo? ¿Éste o el otro?
¿Soy una persona un día y otra al siguiente?
¿Soy las dos al mismo tiempo? ¿Soy un hipócrita ante otros
y ante mí mismo un infortunado y despreciable cobarde?
¿O hay algo aún en mí, parecido a un ejército vencido
que huye desordenado de una victoria ya alcanzada?

¿Quién soy yo?
De mí se burlan estas solitarias preguntas mías.
Quienquiera que yo sea, tú lo sabes,
oh Dios, soy tuyo.”

*
Dietrich Bonhoeffer,

(poema escrito en una carta fechada 16 de julio de 1944)
Escritos en  Berlin en 1944, en prisión.

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***

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“Semana Santa: otra lectura”, por José Sánchez Luque

Miércoles, 16 de abril de 2014
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20130715_victor1Leído en Somos Iglesia Andalucía

Tenemos el peligro de detenernos en lo secundario y olvidar lo esencial. Me gustaría que estas líneas nos sirvieran para fijarnos en lo que debe ser más importante y fundamental  en la celebración de la Semana Santa para una persona creyente. Pienso que lo más esencial será que las diversas celebraciones: procesiones, vía crucis,  liturgias, encuentros familiares, etc.,  nos acerquen  al protagonista principal de esta semana: Jesús de Nazaret. Pero, tanto se ha hablado sobre Jesús, tantas cosas se han dicho de él que nos podemos  sentir como aturdidos e incluso desorientados. Por eso hemos de volver constantemente al Evangelio para comprender lo más  esencial sobre Jesús. Recuperemos, como nos dice el papa Francisco, la frescura original del Evangelio  (EG 11).

Lo primero que nos dice el Evangelio es que Jesús fue un buscador de alternativas. Y nosotros, si queremos continuar el camino que él abrió, tenemos que ser también buscadores de alternativas. Vivimos en  una sociedad en la que parece que ya no es posible otra economía ni otra política, que tenemos que resignarnos con lo que tenemos, que no hay alternativas, que solo son  posibles  pequeños retoques al sistema socioeconómico que nos  rodea. Hoy, los seguidores del Nazareno, igual que otras muchas personas, tenemos que creer firmemente que es posible un mundo  distinto, una sociedad distinta donde la fraternidad, la igualdad y la verdadera democracia se hagan realidad. Un mundo, en definitiva, en que se respeten los derechos de todas las personas y los derechos de la madre Tierra. Donde el compartir sea lo más normal y natural.

Jesús  nos propone una nueva  imagen de Dios,  de la persona humana y  de la sociedad. La Semana Santa nos escenifica  la nueva imagen de Dios que Jesús nos trae. Estamos llamados a buscar Semana Santa!ese Dios alternativo que Jesús nos revela que, aunque nos parezca extraño, es distinto al Dios de las religiones y de las filosofías, incluso al Dios del AT. La inculturación del cristianismo  en el mundo grecorromano hizo que se pensara que el Dios comunicado por Jesús era aquel Ser supremo caracterizado como Acto puro, Motor inmóvil, Divinidad inmutable, Poder impasible y  Todopoderoso de la filosofía griega. Incluso así pasó a la teología oficial.

Pero la cruz nos revela un concepto de Dios completamente nuevo. Dios se ha deshecho de las máscaras con que pretendíamos encubrir su rostro. Dios irrumpe en la historia humana en la persona del obrero Jesús. El misterio de Dios encontró cuna, hogar, asiento, camino y mortaja en el judío Jesús de Nazaret. Y  en la cruz, en esa cruz que con tanta solemnidad vamos a procesionar  por nuestras  calles en estos días, es donde Dios aparece en su verdadero ser. Un Dios que llora, suda y sangra, haciendo suyo el dolor, el miedo, la desesperación de quienes comparten con él la condición de victimas de la tierra.

Nos dice el profesor alemán y teólogo mártir D. Bonhoeffer que fue ahorcado a los 43 años en un campo de concentración nazi: “En Jesús crucificado se rompen todas las ideas que sobre Dios se han hecho las personas a través de la historia. En él aparece la debilidad y el sufrimiento de Dios. Solo un  Dios que sufre puede ayudarnos”. Y es desde la cruz, donde Dios nos dice que lo  más divino que hay  en nosotros es  la lucha solidaria por hacer un mundo más justo y más humano. Nuestra tarea será bajar de la cruz a los crucificados de la historia, y unirnos, indignados,  a los millones de personas que se manifiestan a favor de una sociedad más justa y menos desigual

¡Buen compromiso para esta Semana Santa!

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