“Pensar la vida, cantar la fe”, por Juan Masiá, sj
De su blog Vivir y pensar en la frontera:
Vosotros viviréis, porque yo vivo.
Vivir, pensar y creer, con Velázquez y Unamuno
| Juan Masiá, SJ
Hace tiempo que, en vez de los salmos del Breviario, me siento en silencio de Zen ante el Cristo de Velázquez y saboreo, como Kôan del Espíritu, instantáneas del poema de Unamuno. Degustemos una muestra.
No me verá dentro de poco el mundo,
mas sí, vosotros me veréis, pues vivo
y viviréis…
te prenden
los ojos de la fe en lo más recóndito del alma.
CV I (1)
Gran acierto del poeta al comenzar el poema con un texto evangélico cardinal (Jn 14, 19). “Dentro de poco el mundo no me verá”. Anticipo de oscuridad mortal, pero “seguido de doble promesa: me veréis, porque estoy vivo, y me veréis porque mi Espíritu os dará los ojos de la fe para verme“.
Me veréis porque soy El Que Vive, y esa es la razón de que vosotros no podáis morir, viviréis al morir, muriendo viviréis, viviré en vosotros y vosotros en mí. Es promesa de vivir para siempre.
Me veréis cuando aparezca resucitado en medio de vosotros, porque el Espíritu os dará los ojos de la fe para ver que estoy vivo y lo lleno todo, os envuelvo desde el horizonte infinito de la Vida verdadera y moro en el centro íntimo de vuestro ser profundo.
Los niños y niñas de siete años que escuchaban la homilía entendieron las apariciones del resucitado mejor que algunas personas mayores propensas a literalismos, fisicalismos y fundamentalismos. La sensibilidad infantil está más preparada para escuchar el lenguaje poético de la Biblia. Les preguntó el predicador:
– Si Pedro o Juan tuvieran como vosotros un teléfono móvil, querrían hacerse un selfie con el Resucitado, ¿verdad? Pero… ¿qué creéis que ocurriría? ¿Saldría bien la foto?
Dos niñas y un niño, en un grupo de once, atinaron respondiendo:
– No, el Resucitado no sale en la foto. Al Resucitado no se le puede ver con los ojos de la cara, solo se le ve con los ojos del corazón, con los ojos de fe.
Mi situación ante el Cristo de Velázquez no es distinta de la de los discípulos ante la presencia de El Que Vive. (Es un error pensar que ellos tuvieron más suerte que yo porque comieron con el resucitado. No, ellos necesitaron lo mismo que nosotros que el Espíritu les diera ojos iluminados del corazón para poder verle).Ellos pasaron por dos momentos de tinieblas y luz. El primero, la oscuridad de la noche: “Si no lo veo con mis ojos y toco con mis manos no pruebo que está vivo”. El segundo, cuando amanece el alba: El Que Vive les hace ver desde dentro y comprender que El está vivo, ellos viven porque Su Vida les vive.Y dicen: “Señor mío, Dios mío”.
En mi caso, ante el Cristo de Velázquez, sentado a practicar una hora en silencio de Zazen, se reproducen los mismos dos momentos de Juan o de Tomás . En ese cuadro el fondo negro brilla a veces como mármol y otras veces el cuerpo blanco del muerto vivo palidece hasta confundirse con el fondo negro por efecto de la melena del nazareno que parece querer extenderse hasta los pìes y confundirse con el fondo oscuro del cuadro.
He mirado demasiado con los ojos de la cara y se ha producido un efecto óptico de tinieblas, que duró varios minutos. Hubo unos escasos segundos en que miré desde dentro y me pareció sentir que el cuerpo blanco de luna del Hombre muerto que vive proyectaba tal resplandor al resto del cuadro que desaparecía la noche oscura del fondo negro. Podemos decir con Tomás: Señor mío y Dios mío…
Para el pensador poético la fe es querer creer. Para el creyente poético, creer es ser hecho creer por el Espíritu de El Que Vive. En mi sintonía con el poeta, tras esas primeras líneas del poema con la frase clave joannea: “viviréis porque vivo”, presiento el enigma filosófico del sentido de la vida y el misterio de fe: la Vida de la vida que me vive
Con razón el poeta agradece al pintor que con su pincel hiciera que “veamos hoy en carne esa vida que hace nueva la nuestra”… y agradecemos a Unamuno la ayuda de su pensamiento poético para pensar la vida y vivir la fe.
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