Dar a manos llenas
Dios mío, tú, que me has enriquecido tanto, permíteme también dar a manos llenas. Mi vida se ha convertido en un diálogo ininterrumpido contigo, Dios mío, en un largo diálogo. Cuando me encuentro en un rincón del campo, con los pies plantados en tu tierra y los ojos elevados hacia tu cielo, tengo a menudo el rostro inundado de lágrimas, único exutorio de mi emoción interior y de mi gratitud. También por la noche, cuando, acostada en mi litera, me recojo en ti, Dios mío, lágrimas de gratitud inundan a veces mi rostro, y ésa es mi oración.
Estoy muy cansada desde hace algunos días, pero es una cosa que pasará como todo lo demás. Todo progresa siguiendo un ritmo profundo, un ritmo propio en cada uno de nosotros.
Debería enseñarse a la gente a escuchar y a respetar ese ritmo: es lo más importante que un ser humano puede aprender en esta vida. No lucho contigo, Dios mío. Mi vida no es más que un largo diálogo contigo. Es posible que no llegue a ser nunca la gran artista que quisiera ser, pues estoy demasiado bien resguardada en ti, Dios mío. En ocasiones, quisiera grabar con un buril pequeños aforismos y pequeñas historias vibrantes de emoción. Mas la primera palabra que me viene a la mente, siempre la misma, es: Dios. Contiene todo y hace inútil todo lo demás. Toda mi energía creadora se convierte en diálogos interiores contigo. El oleaje de mi corazón se ha vuelto más ancho desde que estoy aquí, más animado y más apacible a la vez, y tengo la impresión de que mi riqueza interior se incrementa sin cesar.
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Etty Hillesum,
Diario: 1941-1943,
Milán 1996, pp. 253ss
[tomado de Paul Lebeau, Etty Hillesum. Un itinerario espiritual. Amsterdam, 1941 – Auschwitz, 1943, Sal Terrae, Santander 2000, pp. 200-201].
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