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“Menos victimismo y más Evangelio”, por José María Marín

Jueves, 12 de septiembre de 2024
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IMG_6443De su blog El coraje de levantarse/Fragilidad espiritual:

“¿Es acaso más real la presencia de Jesucristo en el sacramento del altar que en el hermano de carne y hueso?”

“¿Por qué tanta indignación frente a lo “sagrado” y tan escasa reacción cuando se ofende a Dios en la dignidad de las personas? ¿Por qué parece ser más ofensiva y grave una burla a la Eucaristía que la profanación de millones de vidas humanas en las guerras, el hambre o las migraciones forzadas?”

“Hay incluso quien aprovecha para hacer apología subrayando las bondades de la religión cristiana, la nuestra, comparándola con el resto de confesiones religiosas. Argumentan que estas burlas se hacen solo con la religión cristiana porque es la ‘única que perdona las ofensas'”

“Necesitamos diálogo, no para convertir a los demás, ni mucho menos para someterles con la fuerza, sino para aceptarnos mutuamente y caminar juntos”

La fiesta pagana de los dioses del Olimpo representada en la ceremonia Inaugural de los Juegos Olímpicos de París, inspirada según el encargado de su organización Thomas Jolly, en la obra El festín de los dioses (1635-1640), de Jan Hermansz van Bijlert, ha sido interpretada por muchos católicos como una burla a la religión cristiana, supuestamente inspirada en la obra de Leonardo da Vinci (1452/1519), una de las múltiples interpretaciones de la Última de Cena de Jesús con sus discípulos.

Visto los resultados tal vez podríamos admitir que la escenificación sobre las aguas del Sena en París fue de mal gusto, gratuita y fuera de lugar. La intencionalidad y la importancia del hecho es bastante más subjetivo. Ahora que parecen calmados los ánimos y el ruido, será bueno hacer algunas reflexiones sobre tanta “indignación” y acerca de esas “reacciones” de los defensores a ultranza de la religión.

Cada vez que asistimos a una de esas aireadas ofensas contra la fe, se producen en cascada todo tipo de reacciones de grupos cristianos y comunicados institucionales para defender la religión. Ante tanto ofendido y ante el victimismo de sus argumentos, surgen siempre las mismas dudas: ¿son lamentaciones sinceras o son reacciones ideológicas preconcebidas y provocadas? ¿Nos molestan realmente las presuntas ofensas a la fe o es nuestro orgullo el que se siente ninguneado con esas faltas de respeto? ¿Por qué tanta indignación frente a lo “sagrado” y tan escasa reacción cuando se ofende a Dios en la dignidad de las personas? ¿Por qué parece ser más ofensiva y grave una burla a la Eucaristía que la profanación de millones de vidas humanas en las guerras, el hambre o las migraciones forzadas? ¿Es acaso más real la presencia de Jesucristo en el sacramento del altar que en el hermano de carne y hueso?

Menos victimismo…

Pareciera que hay quien está en estado de alerta permanente, dispuesto a enfrentarse, no siempre de manera pacífica y educada, a quienes piensan y manifiestan su opinión sobre nuestra religión y nuestras instituciones. Hay incluso quien aprovecha para hacer apología subrayando las bondades de la religión cristiana, la nuestra, comparándola con el resto de confesiones religiosas. Argumentan que estas burlas se hacen solo con la religión cristiana porque es la “única que perdona las ofensas.

Pero no es cierto: prácticamente todas las grandes religiones plantean el perdón como una de las virtudes esenciales: el Islam, por ejemplo presenta a Dios como “el Perdonador y Misericordioso; el Budismo subraya que perdonar consiste en despojarse de todo resentimiento y hostilidad hacia el otro. Mahatma Gandi abogado hinduista indio defendió la desobediencia civil no violenta y el perdón, como expresión del amor divino y camino de liberación interior … y así podríamos seguir. Hasta la psicología, considera el perdón como actitud que capacita a la persona “herida”, en el cuerpo y/o en el alma, para desprenderse del rencor y la ira, sentimientos profundamente dañinos para la salud mental. Merece la pena advertir, además, que “obras son amores, que no buenas razones”.

Y aunque es justo y saludable reconocer que, poco a poco, todos estamos aprendiendo a perdonar, no es menos cierto que todavía son muchos los creyentes, y no creyentes, que siguen viendo más virtud en perseguir y condenar al pecador, al blasfemo y el disidente que en tratar de conseguir la reconciliación. Será bueno reconocer que queda mucho camino por recorrer y que son pocos los que en esto se suben, como medallistas, al pódium de las Olimpiadas del espíritu.

Más espiritualidad cristiana.

IMG_6785Antes de tratar de defender a Dios, con vehemencia y descalificaciones –ya no digo con violencia, que haberla hayla-, nos vendría bien utilizar la imaginación, que nos propone Ignacio de Loyola en  los Preámbulos de sus famosos Ejercicios Espirituales, para aplicarla en la recreación de la escena del Ecce Homo en el relato de la Pasión del Señor en el evangelio de Juan (19,5).

La imaginación facilita un marco sensible para sentirse parte integrante de la escena. La recreación imaginaria de la escena, nos proporciona un punto de referencia concreto y personal, valiosísimo para evitar convertir nuestra contemplación en algo etéreo. Sugiero seguir el consejo del Titán del espíritu (Iñigo de Loyola) a la narración de una de las experiencias especialmente humillante para Jesucristo (el hombre y el Dios encarnado).

¡Este es el hombre!  Dijo temblando el todopoderoso Pilatos. No hay en los relatos de los evangelios una escena más pretendidamente burlesca y denigrante para Jesús, para sus discípulos y para el pueblo, que el espectáculo montado por Pilatos, en la Inauguración de aquella pascua judía del inicio de nuestra era. Pero lo realmente novedoso y sorprendente no fue la “ofensa” sino la reacción del “ofendido”: sus silencios y la dignidad con la que Jesús se enfrentó a la pretendida burla, terminó humillando a su agresor. Hay silencios que liberan. Este fue uno de los más grandes de la historia.

Estoy convencido, como decía san Agustín, que “vale más una lágrima derramada en memoria de la Pasión de Cristo” que todas esas defensas de la fe, airadas y lo estoy, sencilla y llanamente, porque la verdadera Pasión de Cristo se sigue produciendo cada día en millones de víctimas inocentes, sin que parezca (como lo es), el mayor desprecio y la más grande profanación del Cuerpo (la persona) y la Sangre de Cristo (su vida). Y estas “profanaciones a la presencia real de Jesucristo” en la tierra, ni los medios, ni las redes, ni los defensores de la fe, parecen despertar tanto interés. “Los creyentes, cuando quieren ver y palpar a Jesús en persona, saben a dónde dirigirse, los pobres son sacramento de Cristo, representan su persona y remiten a él” (Francisco, V Jornada Mundial de los Pobres, 14 de noviembre de 2021).

Antes de convertirnos en defensores apologetas de la fe y la religión cristiana nos vendrá bien recordar, lo que sucedió en el Huerto de los Olivos y recordar cómo terminó la cena y cuál fue la despedida de Jesús. La cena finalizó con el gesto más sorprendente que se pudiera espera de divinidad alguna: arrodillándose, ante los hombres, sus discípulos, para lavarles los pies. Y la despedida no pudo ser más elocuente y clarificadora para el tema que nos ocupa: Pedro, queriendo defender a Jesús del tropel de gente que venía a aprenderlo con palos y griterío, cometió la mayor torpeza que pudiera consumar alguien que instantes antes había estado sentado a la mesa compartiendo con Él sus confidencias, el pan y el vino de su última cena. Pedro, que pensaba como los hombres y no como Dios (Marco 8,27), reaccionó “desenvainando la espada con la que iba armado dio un tajo al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha (Juan 18); Jesús lleno del espíritu de Dios, “reaccionó” diciendo “¡mete tu espada en la vaina! (Juan 18,20). Sin titubeos Jesús dejó bien claro que, ni a Él ni a su causa, se le defiende con las armas, ni con violencia alguna.

Al Evangelio de Jesús debemos apuntarnos todos, si queremos “reaccionar” ante las supuestas burlas y agresiones contra la fe, actuar en coherencia espiritual y práctica con Él.

De lo anecdótico a lo esencial

Homofobia religiosaLa polémica olímpica, aireada en exceso por unos y por otros, no pasa de ser –en mi modesta opinión- una anécdota menor, más o menos desafortunada, pero insignificante si la comparamos con los verdaderos problemas de la Iglesia y del mundo. Lo mismo muchas de las reacciones han sido igualmente desafortunadas, aunque no tan insignificantes. Estas sí son significativas, cuando las valoramos desde el seguimiento de Cristo, la fe y las consecuencias que tienen para la credibilidad de la Iglesia y su diálogo con el mundo.

En este sentido, el episodio ha puesto de manifiesto, una vez más, algo que me parece importante: la siempre inadecuada relación de la Iglesia con el movimiento social LGBT+, cuya legitimidad (contra la discriminación y en favor del reconocimiento de derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero y transexuales) es incuestionable y en muchos sentidos loable. La diversidad de orientaciones, identidades y características sexuales forma parte de nuestra realidad biológica y social. El desafío, para todos, será cómo encontrar una relación adecuada basada en el respeto, la comunicación y la ayuda mutua. Además, los creyentes no deberíamos olvidar que, entre todas estas personas hay muchos, católicos, cristianos, hermanos en la fe que esperan y merecen de la “madre Iglesia”, acogida y respeto profundo más allá de cualquier otra consideración.

Quizá deberíamos preguntarnos: ¿Porqué el colectivo LGBT+ se manifiesta en general tan alejado de la Iglesia, agresivo y combatiente? ¿Tenemos nosotros, (laicos, clero y jerarquía de la Iglesia) alguna responsabilidad? A la comunidad cristiana en su conjunto corresponde escuchar (en tiempos de sinodalidad más si cabe) y acoger a todos. Pero esto no está siendo siempre así. Son numerosas las personas que todavía tienen que seguir soportando discursos de odio y ver como la homosexualidad se señala como una enfermedad que se puede revertir. No son pocos los que, incluso siendo menores, han sido sometidos a falsas terapias de conversión, ilegalizadas en nuestro país.

¿Qué decir de la pederastia y los abusos sexuales? Deberíamos reflexionar profundamente: ¿cuántos miembros de este colectivo LGBT+ han sido víctimas de este horrible delito, niños/as inocentes heridos en sus cuerpos y en su alma para toda la vida? ¿Cuántos de ellos no denunciaran los hechos, convencidos de que sufrirlo en silencio o llevárselo a la tumba es lo mejor para ellos mismos, para sus familias y para la misma Iglesia a la que pertenecen y aman? Dudo de que silenciar o minimizar la gravedad de estos hechos sea lo más honesto y lo más evangélico. Hay silencios que matan, que se instalan en el alma, provocan insomnio, paralizan y entristecen (también los silencios cómplices son difíciles de llevar), lo que no decimos nos mata poco a poco. Romper el mutismo y la ceguera institucional, en la sociedad y en la Iglesia, es uno de los desafíos más importantes para evitar nuevas víctimas. La verdad os liberará (Juan 8, 32) parece ser la respuesta de Jesús a los que habían creído en Él, le escuchaban y le seguían, en este gravísimo tema parece que, también, pensamos y actuamos más como los hombres que como Dios.

Resulta bastante comprensible que un colectivo al que, una y otra vez le damos con la puerta en las narices, se aleje de todo lo que tiene que ver con una Institución que lo bendice todo, con ritos y ceremonias más o menos solemnes (aguas, casas, animales y hasta dictadura, armas y ejércitos…), pero se niega a bendecir la vida, el género y el amor de hijos del mismo Dios.

Así, pues, me ratifico: menos lloriqueo y más espíritu evangélico. 

Frente al ninguneo de la fe y cualquier otro fracaso pastoral no estaría de más recordar aquel episodio bíblico en que Elías, abatido y sin fuerzas para vivir, escuchó la voz del Señor: “Levántate, come, que el camino que te queda es largo y superior a tus fuerzas” (1 Reyes 19, 7). Una vida interior bien alimentada y sana, arraigada en el encuentro con Jesucristo, nos permitirá seguir adelante, en pie, sin complejos… orando unos por otros, porque orar es lo contrario de pasar a la ofensiva, las descalificaciones y la violencia. Desde el corazón y sin ideologías ciegas, aprenderemos a no negar las evidencias y descubrir caminos de encuentro y fraternidad universal. Necesitamos diálogo, no para convertir a los demás, ni mucho menos para someterles con la fuerza, sino para aceptarnos mutuamente y caminar juntos. El camino es largo y superior a nuestras fuerzas. Lo es para todos: para quienes nos sentimos ofendidos y para quienes por manifestarse como son y reivindicar sus derechos se ven sometidos a toda clase de vejaciones y burlas.

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A Dios se le defiende amando, porque “el que no ama, no ha conocido a Dios” (I Juan, 4,8); a Jesucristo se le defiende sirviendo, porque ”este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por todos” (Mateo 20,28); y a la fe católica verdadera se la defiende más con obras que con palabras, porque “como el cuerpo sin el aliento está muerto, así está muerta la fe sin obras” (Santiago 2, 26). El camino continúa, corresponde a la Iglesia, a los discípulos de Cristo, “nacer de nuevo”, en cada momento y en cada acontecimiento de la historia sin olvidar que todos los bautizados hemos sido ungidos con el Espíritu del Resucitado, “para desterrar de nosotros toda amargura, ira, enfados e insultos y toda maldad” (Efesios 4, 30).

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Todo cambia

Martes, 5 de marzo de 2024
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A los 60 años del estreno del Evangelio según san Mateo de Pier Paolo Pasolini, vamos a dedicar tres de estas migajas a este feliz acontecimiento y comenzamos hoy con unas palabras del hombre que, providencialmente favoreció ese “encuentro” entre Pier Paolo y su “amigo”, Jesús… un Jesús que, nadie como él, supo transmitir en el cine.

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“Todo cambia en el mundo.
Asistimos a transformaciones impensables de almas, pueblos y religiones.
Necesitamos preparar puentes en lugar de obras;
más que sermones, diálogos;
más que recuerdos, nuevas visiones de un futuro de libertad, paz y justicia.”

*


Don Giovanni Rossi

fundador de Pro Civitate Christiana

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

“El silencio y lo sagrado, entre otros silencios” (3/3), por Javier Elzo.

Sábado, 3 de febrero de 2024
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IMG_2366Calasso, Durkheim y la sociedad divinizada

        Voy a completar esta conferencia, reflexionando con la ayuda de un libro excepcional de Roberto Calasso. “La actualidad innombrable”, que ya he citado más arriba [1].

La sociedad – dios

        Calasso, en las primeras páginas de su trabajo, tras recordar tiempos no tan lejanos en los que “bastaba con divinizar al emperador para asegurar la cohesión social” añade que “ya no. Ahora es necesario divinizar a la sociedad misma”, pues, como dice Durkheim, “ella, (la sociedad) es para sus miembros, lo que un dios es para sus fieles”. (p.27) Así nace, en la era post- moderna, o post -secular, silenciado Dios, la “sociedad divinizada”.

        La referencia a Durkheim, junto a Max Weber, uno de los dos padres de la sociología de la religión, si no de la sociología sin más, me ha retrotraído a mis tiempos de estudiante y a la lectura compulsiva de las 638 páginas (la devoré en una semana, aunque, obviamente, sin asimilarla completamente) de una sus obras magnas, “Les formes élémentaires de la vie religieuse [2], publicación donde se encuentra la citación de Calasso. He localizado en mi ejemplar del libro de Durkheim esta referencia que traslado a continuación, más extensa que en la citación de Calasso, para contextualizarla.

        “De manera general, no hay duda de que una sociedad tiene todo lo que se necesita para despertar en las mentes, por la única acción que ejerce sobre ellas, la sensación de lo divino; porque la sociedad es para sus miembros lo que un dios es para sus fieles. Un dios, de hecho, es antes que nada un ser que el hombre representa, en cierto modo, como superior a sí mismo y del que él cree que depende. Ya sea una personalidad consciente, como Zeus o Yahvé, o fuerzas abstractas como las que están en juego en el totemismo, el creyente, en ambos casos, se siente ligado a ciertos modos de acción impuestos por la naturaleza del principio sagrado con el que se siente en relación comercial. Pero la sociedad también mantiene en nosotros la sensación de una dependencia perpetua. Debido a que tiene una naturaleza propia, diferente de nuestra naturaleza individual, persigue fines que también son especiales para ella, pero como solo puede alcanzarlos a través de nosotros, busca imperiosamente nuestra ayuda. La sociedad exige que, olvidando nuestros intereses, nos hagamos sus servidores, y nos obliga a toda suerte de incomodidades, privaciones y sacrificios sin los cuales la vida social sería imposible. Por lo tanto, en todo momento, estamos obligados a someternos a reglas de conducta y pensamiento que no hemos construido ni deseado, y que a veces son contrarias a nuestras inclinaciones e instintos más fundamentales” [3].

        El texto, soberbio, me sugiere los siguientes subrayados (alimentados por otros textos del propio Durkheim).

  • La sociedad es más que la suma de individuos. Así como la conciencia colectiva es más que la suma de conciencias individuales.
  • La sociedad tiene entidad propia, aunque no es independiente de las personas que la componen, bien al contrario, necesita de las personas para alcanzar sus fines. Hay un “comercio”, dirá Durkheim, entre la sociedad y las personas que la componen.
  • Esa sociedad crea un dios, que “de hecho, es antes que nada un ser que el hombre representa, en cierto modo, como superior a sí mismo y del que él cree que depende”.
  • La sociedad tiene capacidad de coerción sobre los individuos, a partir del momento en que la divinizamos.
  • Esto es independiente de que el dios sea una figura concreta (Zeus o el Dios bíblico, Yahvé), sean fuerzas más o menos abstractas (tótem o las fuerzas de la naturaleza) sea la sociedad, como entidad propia.
  • La religión para Durkheim tiene como objeto crear o mantener cierta cohesión social. Que se haga por el tótem, el temor a la naturaleza, los dioses de la antigüedad o la sociedad de nuestros días, lo esencial no es la verdad de los dioses sino la función que cumplen.
  • Llegados a este punto, la pregunta, brutalmente planteada, es la de saber si salimos ganando, con los dioses totémicos, los dioses personalizados (uno o varios, de los judíos, persas, griegos, romanos, musulmanes, cristianos, etc.) o con el dios de la sociedad, con la sociedad – dios.

La sociedad fuente de lo sagrado

        Pero avancemos en la lectura de Durkheim y en lo que supone la divinización de la sociedad.

        Ya en las conclusiones de su estudio Durkheim escribe que “el ideal colectivo que la religión expresa no es consecuencia de no se sabe bien qué poder innato del individuo, pues es en la escuela de la vida colectiva donde el individuo ha aprendido a idealizar. Es asimilando los ideales elaborados por la sociedad que el individuo es capaz de concebir el ideal. Pues es la sociedad (….) la que le ha contraído la necesidad de alzarse por encima del mundo de la experiencia…”. (p.604). Es, pues, claro para Durkheim, el papel de la sociedad como agente primordial de creación de cosmovisiones, como agente de socialización, como instancia de lo políticamente correcto, de lo obvio, de lo indiscutible, de las certezas indiscutibles.

        Pero que estas cosmovisiones e imperativos, encarnando en cada individuo los ideales colectivos, estos tienden a individualizarse. Pero, insiste fuertemente en ello Durkheim, el ideal personal, aun individualizado, proviene del ideal social, de la conciencia colectiva que en cada momento conforma una sociedad determinada. Esto es particularmente cierto para Durkheim en el caso de la fe religiosa. En la página 607, luego ya avanzado en las conclusiones de su ensayo, podemos leer algo que ya me llamó la atención en mi primera lectura en Lovaina el año 1970, pues lo subrayé. Escribe Durkheim que “una filosofía puede elaborarse en el silencio de la meditación interior, pero no una fe”. Para Durkheim pensar en un individualismo radical que hiciera de la religión algo puramente individual supone desconocer las condiciones fundamentales de la vida religiosa y estas provienen de la sociedad de nuestros semejantes: “las fuerzas morales en las que podamos sustentar y crecer las nuestras son las que nos prestan otros” de la misma forma que “las creencias solamente son activas cuando son participadas”. Todo esto nos muestra la importancia capital que Durkheim concede a la sociedad como tal, más precisamente, a la conciencia colectiva que la sociedad tenga de sí misma.

        Pero, de nuevo aquí también, hay que ir más allá del dato, del hecho (el dominio y la prioridad de la conciencia colectiva sobre la individual en la sociedad) para reflexionar sobre su interpretación. Lo que exige, de forma capital, el silencio personal. Una cosa es que el “acto de fe”, la “experiencia extracotidiana”, en la terminología de Durkheim que, en la mayoría de los casos se produce en un ámbito colectivo, y otra es la asunción personal de tal experiencia como acto de fe, que exige el silencio, la reflexión, el dialogo y, habitualmente el recuerdo de lo recibido en herencia de la familia, educación y ámbito social en el que se ha crecido.

        Ahora bien, ¿cuál puede ser el tenor de esa conciencia colectiva? ¿Dependerá de las condiciones materiales que presidan, en cada momento, la sociedad en cuestión? Sin negar la importancia de estas condiciones materiales, sin embargo, Durkheim, con energía, se separa de una interpretación meramente materialista de la historia. Aquí la citación se impone: “hay que rechazar que mi teoría de la religión sea como un rejuvenecimiento del materialismo histórico: pensar así supondría equivocarse singularmente sobre nuestro pensamiento. Mostrando que la religión es una cosa esencialmente social, no entendemos de ninguna de las maneras que la religión se limite a traducir, en otro lenguaje, las formas materiales de la sociedad y sus necesidades vitales inmediatas. (….) Pues la conciencia colectiva es otra cosa que un simple epifenómeno de su base morfológica, así como la conciencia individual es otra que una simple eflorescencia del sistema nervioso. Para que la primera aparezca se precisa una síntesis sui generis [4] de las conciencias particulares”. Y a renglón seguido Durkheim nos muestra, en términos rotundos, la independencia de la conciencia colectiva respecto de las condiciones materiales de origen y de las conciencias individuales, así como su gran poder de coerción. En efecto, escribirá que “esa síntesis (que da lugar a la conciencia colectiva) tiene el efecto de liberar todo un mundo de sentimientos, de ideas, de imágenes que, una vez hayan nacido, obedecen a leyes que le son propias. Se llaman, se repelen, fusionan, se segmentan, proliferan sin que todas esas combinaciones sean directamente comandadas y necesitadas por el estado de la realidad subyacente. La vida así suscitada goza, incluso, de una independencia bastante grande, originando a veces manifestaciones sin objetivo concreto, sin utilidad alguna, simplemente por el solo placer de afirmarse”. (P.603). En otras palabras, la sociedad se presenta, según Durkheim, como el agente fundante de cosmovisiones, como agente básico de socialización, como instancia de lo políticamente correcto, de lo obvio, de lo indiscutible, de las certezas indiscutibles que condicionan en gran medida la conciencia individual. Lo mismo cabe decir, añado, de la fe religiosa. De ahí que Durkheim en su definición de la religión, introduzca la iglesia.

        En conclusión, frente a la sociedad estamos ante un dios absoluto, aunque necesitado en su origen, y después en su actuar, de los humanos. Es un dios todopoderoso, arbitrario, omnisciente, juez de los hombres (y mujeres, claro) pero que necesita de esos hombres y mujeres para ejercer su divinidad. Pues de ellos proviene. Durkheim no entra a discutir si hay una realidad divina, más allá de la humana, que esa realidad sea un tótem o un dios personal, o una realidad abstracta, pero sí reconoce, y de qué manera, su autoridad para sus “creyentes”, sus “fieles” (los humanos) una vez originados por la conciencia colectiva de la sociedad considerada, que así adviene, origen de la divinidad que, a su vez, deviene controlador de esa misma sociedad. Insisto, poco importa la forma que adopte esa divinidad, pero, eliminados, o consideradas rémoras de tiempos pasados los dioses de las religiones de antaño, sean animistas, naturalistas, o personales (unipersonales como los monoteísmos – Yahvé, Jesús el Cristo, Ala-, o colectivos- los politeísmos), ya solamente queda la propia sociedad que se eleva así a la condición de divinidad todopoderosa.

Cerrando estas páginas, que no concluyendo.

        Manifestaciones de lo sagrado, como fenómenos extra- cotidianos pueden darse en un conjunto de personas (ante un emotivo o fuerte encuentro religioso; ante un gol casi al final de un partido de futbol, ante un concierto multitudinario) o individuales (en una relación amorosa potente; un abandono religioso ante una situación complicada)

        Nos inclinamos a pensar que la divinización de la sociedad, que acabamos de mostrar, tras la exculturación social de lo religioso en general y de los dioses religiosos más en particular, en realidad nos lleva, en el actual mundo secular, a una nueva “guerra de dioses”. Pero, de entrada, debemos formularnos la cuestión de saber qué consecuencias tiene para nosotros, ciudadanos en la tercera década del siglo XXI, el hecho de que hayamos delegado en la sociedad, divinizándola, el sistema de legitimación de las relaciones sociales, de los valores dominantes que nos dicen lo que es bueno y lo que es malo, y cuáles son las prioridades por las que debemos esforzarnos para mantener, al menos, un simulacro de cohesión social.

        Es posible que el futuro nos depare otra guerra de dioses, cuyas primicias ya están a la vista. Los dioses del mundo secular nos muestran un politeísmo que nada tiene que envidiar al de las civilizaciones griegas y latinas, por limitarme al mundo occidental. Pero, a diferencia de las greco-romanas, los dioses de nuestros días son puramente seculares, no permiten atisbo del “más allá” como Zeus, Júpiter etc. A lo sumo, pero en tono menor, un humano casi dios, como el emperador nipón, pero hemos quedado que nos limitamos al mundo occidental. Y, si me aprietan las tuercas, al del sur este europeo: España, Francia, Portugal e Italia con sus diversas regiones (naciones, pueblos, autonomías, …) de personalidades bien distintas, en unas regiones más marcadas que en otras.

        Lo hemos visto en Durkheim, aunque también en nuestra sociedad actual: la manifestación colectiva de lo religioso. Así en las peregrinaciones y encuentros, a menudo multitudinarios, en lugares o eventos especiales como Lourdes, Fátima, Medjugorje, la Semana Santa, etc., y muchas fiestas locales en las que la celebración religiosa tiene arraigo. Pero, solamente el silencio permite una reflexión de lo sagrado y, en consecuencia, una jerarquización y un discernimiento de las diferentes modalidades de sacralidades en la actual era emergente, la era post-secular.

        Las personas que nos asomamos a los 80 años de edad, hemos transitado en nuestra biografía de la era de la cristiandad a la era post-secular, siendo la era secular, aún la dominante en España, la que ha tenido el mayor recorrido en nuestras vidas.

        Pero cuándo constatamos, con Peter Berger los “innumerables altares de la modernidad” y con Hans Joas, la crítica a la tesis weberiana del desencantamiento con la modernidad, la racionalidad, y la arreligiosidad institucionalizada, oteamos en el horizonte la era post-secular. Así observamos, por un lado, presencia de toda suerte de sacralidades laicas, en gran medida consecuencia de los límites de la era secular: la nación, el pueblo, el dinero, el culto al cuerpo, lo “natural”, el sexo, etc., y por el otro la emergencia de otra sacralidad religiosa, a menudo en pequeños colectivos, una sacralidad más de convicción que de adhesión, modalidad de religiosidad, esta última, en la era de la cristiandad, en neto declive social, lo que no quiere decir que haya que echar por la borda un cuerpo de doctrinas que la tradición de veinte siglos de cristianismo ha ido elaborando. Repitámoslo para cerrar este texto. Solamente el silencio, interior y exterior, permite que se abra paso una lectura reflexiva de las diversas sacralidades. Lectura que, solamente será fructífera si se desarrolla en un diálogo que exige el silencio propio para escuchar al otro. El silencio no es solipsismo. El silencio supone apertura al otro, en lo más profundo de su otredad. Solamente con esa condición la relación “yo-tu” puede tener como norte y objetivo la fraternidad y una ética universales. Religiosa o laica, pero universal. Aunque un cristiano puede bucear en el ethos del amor para cimentar su actitud y comportamientos (lo que no significa que estos sean acordes al ethos que predica), mientras que el laico, habitualmente, debe limitarse a la racionalidad con sus aporías. Pero, todos necesitan del silencio para bien aprehender vitalmente lo que defiendan.

Donostia San Sebastián 12 de agosto de 2021

Javier Elzo

NOTAS:

[1] Ed. Anagrama, Barcelona 2018, 173 p.

[2] El libro se editó el año 1912. En mi biblioteca he encontrado la edición de 1968, PUF, que leí y anoté en Lovaina en mis años de estudiante, edición con la que trabajo en estas líneas. Obviamente hay edición castellana de esta obra magna de la sociología: “Las formas elementales de la vida religiosa”. Alianza, Madrid, 1983. Pero las citas de mi texto provienen de la traducción que yo mismo he realizado del original en francés.

[3] Emile Durkheim. “Les formes élémentaires de la vie religieuse”, Presses Universitaires de France, Paris 1968, pp. 295-296. La traducción es mía.

[4] En cursiva en el original

Fuente Atrio

Espiritualidad , ,

“El silencio y lo sagrado, entre otros silencios” (2/3), por Javier Elzo.

Viernes, 2 de febrero de 2024
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IMG_23662ª Parte: “El silencio y lo sagrado

        Breve clarificación de unos conceptos

        Hay que clarificar, de entrada, algunos conceptos de uso común. Hay que distinguir entre sagrado /profano, trascendente/ inmanente (o mundano) y religioso/secular. Los conceptos sagrado, trascendente y religioso no son sinónimos. El concepto de sagrado apunta a un fenómeno antropológico universal que resulta de la experiencia humana de fenómenos extra – cotidianos. El concepto de trascendente designa las representaciones de una separación entre la esfera de lo divino y la de la realidad terrestre: estas representaciones no constituyen en absoluto un fenómeno antropológico universal. En cuanto al concepto de religioso tiene sentido plenamente desde la aparición de la opción secular.

La sociedad del ruido

        Arnoldo Liberman en su reflexión, ya mentada, “El otro silencio”, nos recuerda cómo George Steiner en El Castillo de Barba Azul hace una crítica demoledora de lo que él llama “la sociedad del ruido”. En nuestra sociedad la música estrepitosa, el estrépito en sí mismo, el aturdimiento feroz, han pasado a ser primordiales en nuestra vida cotidiana. Lo que antes era recogimiento, pausa reflexiva, comunicación serena y valiosa y que se realizaba en entornos silenciosos y en espacios íntimos, ahora estamos dominados por alborotadas y rotundas vocinglerías que no tienen límite y que invaden cualquier campo habitable. Vivimos en un mundo (y en una cultura) donde el silencio es un lujo prohibido, una antigualla recordada pero estéril, un deseo o un anhelo oculto pero difícil de hallar. El ruido ha creado cultura (si así puede decirse) pero esta cultura es intolerante, totalitaria, inexpresiva, ensordecedora, “anda en ruidosa motocicleta” (como dice un amigo).

Cuando el silencio es necesario

                En la compañía de Arnoldo Liberman, parafraseándole, quiero recordar la necesaria presencia del silencio en actos sustanciales del ser humano: leer, hacer el amor, asistir a un concierto, caminar por un parque, etc. Pero esos actos, aparentemente sólidos, así como la instrumentalización de los clásicos ritos iniciáticos del sentido de la vida, resultan un actual sinsentido en la sociedad del ruido, y que exigen un esfuerzo y un valor. El silencio es un enemigo del ciudadano y del habitante de la metrópolis, es un enemigo al que parece temerse porque nos llevaría a nuestros propios interrogantes y a nuestras verdades más íntimas. Lluís Duch, el monje intelectual heterodoxo del Monasterio de Montserrat, doctor en Teología y profesor de filosofía moral, pensador profundamente cristiano y humanista, autor de un pensamiento que ha calado escribe que “lo mejor de la religión es que crea herejes”. Es autor de una búsqueda que llamó “Dios después de Auschwitz” y ha insistido en que “sin ética no hay mística” y que “nadie debe sentirse extranjero” en el mundo. Señala que: “el hombre no puede prescindir de construir absolutos”, o si se quiere decir de otra manera, la idolatría es una presencia casi constante en la vida de los seres humanos. Es decir, el intento de dominar lo indomable, de expresar colectivamente lo inexpresable, de reducir lo indefinido a definido, son todas, formas que tenemos en el fondo para ejercer o controlar el poder o el miedo. Los seres humanos siempre queremos una referencia a algo que consideramos intangible, la necesitamos: es decir, siempre construimos lo sagrado, lo intocable, lo impalpable y esto es a causa de nuestra finitud. Las apetencias de infinito eran evidentes en la antigua URSS, en el nacionalsocialismo o, actualmente, en el American way of life, en todas partes, países de ruidos. Para muchos seres humanos la noche se ha tornado tan ruidosa como el día y una habitación silenciosa un infierno y una tortura”.

El silencio religioso de un creyente

        Hay que aprender a callar, no temer el silencio, regresar a la palabra válida y al diálogo constructivo, redefinir el concepto mismo de la cultura: se trata de un mandato imperativo. Cabe decirlo enfáticamente: la palabra debe dejar que el silencio hable. Aprender que el silencio no es mudo, que – como lo decía nuestro querido e idolatrado Anton Bruckner- Dios estaba más cerca cuando callaba. Así en su impresionante Motete, “Locus iste”.

Locus iste a Deo factus est, inaestimabile sacramentum, irreprehensibilis est. (Este lugar fue hecho por Dios, un sacramento de valor incalculable, libre de todo defecto).

        El texto se centra en el concepto del lugar sagrado, basado en la historia bíblica de la Escalera de Jacob, el dicho de Jacob “Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía” (Génesis 28:16), y la historia de la zarza ardiente donde a Moisés se le dice “quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa” (Éxodo 3: 5). (Traducción de Enrique Yuste)

        En el Oratorio Elías de Felix Mendelssohn, podemos escuchar levitando un fragmento que dice así:

ELÍAS: Señor, la noche cae a mi alrededor, ¡no estés lejos de mí! ¡No me escondas tu rostro! Mi alma está sedienta de ti, como la tierra árida.
UN ÁNGEL: Sal ahí fuera, y ponte en el monte ante Yavé y su gloria resplandecerásobre ti. Cubre tu rostro, pues Yavé está cerca.
CORO: (Elías) vio pasar a Yavé, y un viento poderoso que rompía los montes y quebraba las piedras pasó delante de él, pero Yavé no estaba en elviento. Vio pasar a Yavé, y la tierra tembló y el mar rugió, pero Yavé no estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero Yavéno estaba en el fuego. Y tras el fuego vino un ligero y suave susurro. Y en el susurro vino Yavé. [1]

        ¿Y si Dios se manifestara, no con truenos y relámpagos, terremotos y fuegos, esto es, no al modo de grandes tratados ni en fórmulas perentorias e impositivas, sino en la insinuación (“a Dios nadie le ha visto, jamás” dirá el teólogo y filósofo Bellet, recordando los textos de Juan el Evangelista), al modo de susurro, “brisa tenue”, como traduce Schökel el texto de arriba? Lo que exige un silencio

        Como dice Roberto Calasso, “lo divino es aquello que Homo saecularis ha borrado con cuidado e insistencia. Lo ha suprimido del léxico de lo que existe. Pero lo divino no es como una roca que todos ven inevitablemente. Lo divino debe ser reconocido” [2].

        Aquí nos topamos con lo que no pocos cristianos del mundo de hoy entienden y viven su fe en el Dios, como la que se manifiesta en Jesús de Nazaret, quien llama a su Padre con el término, cercano y respetuoso al mismo tiempo, de Abbà (termino arameo, el lenguaje de Jesús, que significa “mi padre”, “papa”, “aitatxo” en euskera). Es una oración en la que no se privilegia la oración de alabanza, ni la oración de agradecimiento, menos aún la oración de petición, sino la oración de escucha, de confianza y abandono. Es una oración de silencio.

El silencio “religioso” de un ateo

        No hace mucho tiempo mantuve una larga conversación con un amigo, al que conozco bien, y con quien disfruto y aprendo conversando. Mi amigo, Dr. en Física y que trabaja en un centro de investigación de rango internacional, hace años que me confesó que era ateo. Ateo de convicción. Desde muy joven. Hablando de estas cosas, tras manifestarme su fascinación por la montaña, me confesó esto: “a menudo cuando estoy solo en la montaña, solo en el bosque nevado, tengo la certeza de que no estoy solo. En realidad, percibo, siento, que hay un espíritu, “el espíritu del bosque” que está ahí, que me protege, que me acompaña en la soledad y en el silencio de bosque”. Me recordó el libro de otro amigo que tituló “Sobre el Dios que está ahí” y no pude no decirle que no otra cosa era la experiencia religiosa. La experiencia religiosa no es otra cosa que lo que experimentamos en ciertas experiencias humanas, que no nacen en nosotros, que son externas a nosotros, con lo que, de entrada, derrumbamos las tesis de Feuerbach, a lo que denominamos, unos, experiencia religiosa, otros, experiencia secular o laica. Estamos ante lo sagrado en la terminología de Emile Durkheim.

Hans Joas, Habermas y Fraijó, ante el silencio de lo religioso en la sociedad de hoy

        En la actualidad el individualismo es omnipresente. Incluso un individualismo, no necesariamente utilitarista ni egocéntrico, pues mira a la universalidad ética del comportamiento, por ejemplo, en la defensa y promoción de los Derechos Humanos, en la custodia de la Tierra etc. Al mismo tiempo, en la cosmovisión judeo-cristiana, se habla expresamente de tradición bíblica, que incluye la tradición judía, así como la tradición cristiana. En la tradición bíblica el descentramiento moral es esencial. En esta concepción los seres humanos están obligados a tomar en consideración no solamente los otros seres humanos que pertenezcan a la misma familia, a la misma nación, a la misma religión, o la misma clase social sino a todos los seres humanos, comprendidas también las generaciones futuras. Es el “ethos del amor” bíblico.

        Por otra parte, filósofos como Kant, Rawls y Habermas, han elaborado una orientación universalista de este tipo desarrollando en detalle la lógica de la reflexión y la discusión moral universal, bajo el prisma de una ética racionalista. Pero una cuestión queda sin respuesta, nos apunta Hans Joas:

¿qué es lo que tiene que motivar a los seres humanos a reflexionar a las cuestiones morales y a la significación que pueden tener para la forma como ellos conciben y llevan su vida, máxime cuando tal reflexión corre el riesgo de ir en contra de sus propios intereses? Otro punto todavía queda muy oscuro: ¿cómo llegar a los individuos sensibles a los sufrimientos de los otros, teniendo en cuenta qué es cierto que esta sensibilidad no es el resultado de una argumentación racional?

        En esto reside, señala Joas, la superioridad de estos cristianos del amor – expresión a la que yo prefiero, la singularidad de estos cristianos del ethos del amor – incluso frente a formas de filosofía moral universalista y, evidentemente, frente a todas las formas de individualismo. La asunción de fe en un Dios que ama al hombre sin condiciones, conlleva una fe cristiana que puede, ciertamente, liberar el campo a la capacidad de amar, en los cristianos, y en todas las religiones del amor universal, sin condiciones y sin excepciones.

        Pero, a la reflexión que acabamos  de formular, parafraseando el texto de Joas, cuyo original es de 2014, hay que añadir la que realizó, años después Habermas, que presentamos a continuación. En efecto, Jürgen Habermas, a la demanda de “Le Monde des Livres” (“Le Monde“, 28/02/2018) redactó unas líneas sobre algunos de los temas centrales de su obra. Entre ellos su preocupación por encontrar un espacio a la creencia religiosa y a los creyentes, cuestión que le ocupa desde el final de los años 1990. Traigo aquí, traducido por mí, lo esencial de su aportación al cotidiano francés.

        “Debemos reservarnos la posibilidad de traducir contenidos semánticos enterrados, provenientes de tradiciones religiosas, ya que pueden ensanchar el horizonte conceptual de nuestro discurso público y nuestras sensibilidades trastornadas (“sensibilités tourneboulées”). Conceptos filosóficos, por muy cargados que sean, como “poder de la voluntad “, “ley”, autonomía “, “individualidad”, “conciencia”, “crisis”, “historicidad” y “emancipación” se han abierto paso en nuestro vocabulario actual. Pero, a la luz de la historia de los conceptos, varios siglos de constante trabajo filosófico han demostrado indispensable la importación de intuiciones con connotaciones religiosas al espacio universalmente accesible de los fundamentos racionales. (….)

        Esta elaboración discursiva de intuiciones enterradas no cuestiona en modo alguno el ateísmo metodológico practicado por los filósofos occidentales desde Hobbes y Spinoza. La moralidad basada en la razón tiene sus propios cimientos y no necesita apoyo religioso. El problema es más bien la desaparición de la solidaridad. Es legítimo que la moralidad racional atienda sus prescripciones, teniendo en cuenta al individuo. De repente, el surgimiento de una acción unida, que lleva por ejemplo a un movimiento social, pasa a depender de la improbable coincidencia y focalización de decisiones que emanan de conciencias individuales dispersas. En otras palabras, ¡es tan probable que suceda como que un camello atraviese el ojo de una aguja! Observo la tendencia actual a la disolución de la solidaridad, que acompaña directamente a la colonización de nuestro mundo vivida por los imperativos de una conducta cuya racionalidad es la del mercado. La mercantilización invasiva de las relaciones sociales, favoreciendo un tipo de comportamiento conforme a una racionalidad instrumental y egoísta, socava el poder abstracto de las normas universales y embota nuestra capacidad de reaccionar ante situaciones normativamente intolerables. Por el contrario, las comunidades religiosas se nutren (“puisent”), a través del culto, en las mismas fuentes de solidaridad. (en el “ethos del amor”, añado yo).

        Ciertamente, dada la naturaleza particularista de los dogmas y las creencias, estas energías pueden descarrilar y volverse hacia afuera con una violencia explosiva dirigida contra otras confesiones religiosas. Pero, ¿no es ésta una razón más para recordar la larga relación que la filosofía ha mantenido con estas fuentes religiosas que ha buscado racionalizar? Mientras la religión siga siendo una forma actual de la mente, representará un acicate plantado en la carne de la modernidad. No debe perder su tono, su vigor para trascender lo existente; lo que es capaz de generar lo realmente nuevo es esta facultad de una “trascendencia” que, viniendo desde dentro de nuestro mundo, y ya no desde el cielo, se esfuerza por ir más allá de él. La novedad de las mutaciones tecnológicas queda rápidamente obsoleta”.

        Es pues claro, el anhelo no satisfecho de un agnóstico de la profundidad y sinceridad como Habermas, quien, sosteniendo “el ateísmo metodológico” en la filosofía, y la moralidad racional sin necesidad de la religión, manifiesta sin ambages la aporía con la que se encuentra, al hablar de la solidaridad universal, sin acepción de personas.

        Este planteamiento lo resume magníficamente Manuel Fraijó en un artículo publicado en el diario “El País”, el año 2016, del que extraigo los últimos párrafos.

        “El afán por “durar” (Spinoza), la esperanza de algún género de futuro tras la muerte parece haber acompañado desde muy tempranamente a los seres humanos. Platón aseguró que no todo lo nuestro perece: perdura el alma inmortal. Una gran obsesión pareció acompañar siempre a este filósofo: el mundo sensible no puede, no debe, erigirse en explicación del mundo espiritual.

        Platón ha sido generosamente heredado. Solo una muestra: imposible no recordar el postulado de la inmortalidad kantiano. Un mundo que niega la felicidad a seres dignos de ella y se la otorga a los que no la merecen no puede ser la máxima expresión de lo que nos cabe esperar. Es lícito, obligado incluso, soñar con escenarios más justos. Kant, afirma Adorno, postuló la inmortalidad para huir de la “desesperación”, para abrirse “al ansia de salvar”. Y es que los defensores de la esperanza comprendieron siempre que no hay mejora en este mundo que alcance a hacer justicia a los muertos; las mejoras nunca las disfrutarán los que ya se fueron. Incontables seres humanos llegaron al final de sus días sin que hubiese sido tenida en cuenta su humilde solicitud de una vida digna; siempre fueron meros aspirantes a lo elemental, candidatos injustamente rechazados. De ahí que algunos grandes espíritus, ansiosos de reparar injusticias, hayan soñado con que nadie muera del todo para siempre. “La esperanza perdida de la resurrección —escribe Habermas— se siente a menudo como un gran vacío”. Es un anhelo profundamente humano. Eso sí: un anhelo de incierto cumplimiento. Laín Entralgo lo formuló así: “lo cierto es siempre lo penúltimo y lo último es siempre incierto”.

        Y, obviamente, son las religiones —especialmente las monoteístas— las más reacias al relato de la hamaca vacía (el mero recuerdo de alguien fallecido). Desde siempre ofrecieron su palabra de honor de que, tras la muerte, habrá nuevas acogidas, nuevos inicios, libres ya del signo de la actual precariedad. Eso sí: las religiones no informan de lo que saben, sino de lo que creen. De ahí que grandes creyentes como el cardenal Newmansuplicasen: “Que mis creencias soporten mis dudas”. En este sentido, el “más allá” no es científicamente verificable ni, por tanto, refutable. Las religiones consideran que algo puede ser significativo sin ser científico. Entre paréntesis: parece que, al principio, la nueva vida, la resurrección, solo se esperaba para los mártires, es decir, para los más afectados por el mal y el sufrimiento; pero lentamente se fue abriendo paso el convencimiento de que en mayor o menor medida todos terminamos compartiendo la condición de mártires: la muerte, que no es solo el final de la vida, sino su permanente amenaza, se encarga sobradamente de ello.

        Para concluir, escribe Fraijó: de especial trascendencia continúa siendo el anuncio cristiano de la resurrección de Jesús de Nazaret como anticipo de la resurrección universal. El teólogo Moltmann asegura que la resurrección de Jesús “ha hecho historia”. Es cierto: al menos iluminó muchos últimos instantes y suavizó innumerables despedidas” [3].

        Joas, Habermas y Fraijó nos manifiestan los dilemas de una racionalidad que se satisface a sí misma cuando se la pone en relación con una religión, la cristiana, aunque no solamente la cristiana, si defiende el ethos universal del amor. Y universal, quiere decir universal, sin excepciones espacio-temporales. Pero haremos bien los creyentes en no olvidar la reflexión de Newman de que “mis creencias soporten mis dudas”, pues, como decía Maurice Bellet, “una fe que no duda es una fe dudosa”.

        Claro que otra cosa es la práctica en los comportamientos de los creyentes que, en mil y una ocasiones de la historia, han mostrado que estaban bien lejos de la universalidad del amor. Ya Gandhi dijo que “cuando leo el Evangelio me siento cristiano; pero cuando veo a los cristianos me doy cuenta de que ellos no viven según el Evangelio”, el mismo Gandhi que sostenía que “nunca es bueno el amor a los otros, cuando es exclusivo y con excepciones. Yo no puedo amar a los hindúes o a los musulmanes y odiar a los ingleses”, añadía. Sí, la radicalidad no es solamente cosa de los violentos.

        Nada de todo esto, la universalidad del “ethos del amor” cristiano, en base a bucear en la figura y mensaje de Jesús de Nazaret, que denomina Abbà a Dios Padre, es posible sin el silencio interior, el silencio introspectivo, el silencio de escucha, el silencio de oración. Lo mismo cabe decir de la universalidad ética basada en la racionalidad humana como refieren los grandes filósofos arriba mentados. En efecto, es preciso el silencio interior para dar cabida a un atisbo de solidaridad con pretensiones de universalidad. Y esto, no viene de por sí. Es consecuencia de una reflexión, en silencio, (una oración en los religiosos) sobre el necesario impulso para la solidaridad.

        Y es también, en el silencio del temor, de la angustia por los hechos y actitudes de la vida pasada, que hemos mostrado más arriba. que el creyente puede reconocer que no ha sido fiel al mensaje heredado, haciendo buena la reflexión de Gandhi, de que estaba de acuerdo con el mensaje los evangelios, pero no con los creyentes que lo incumplían.

        Pero, hay que añadir, que las reflexiones y los comportamientos se complican, aún más, cuando las divinidades devienen seculares. Más todavía cuando es la propia sociedad la nueva divinidad de los tiempos actuales.

NOTAS:

[1] El texto original se encuentra en 1 Reyes, cap. 19, 10-13

[2] Roberto Calasso, “La actualidad innombrable”. Anagrama, Barcelona, 2018, p. 50

[3] Manuel Freijó. “La hamaca vacía”. El País, 13 de agosto de 2016. Yo subrayo.

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“El silencio y lo sagrado, entre otros silencios” (1/3), por Javier Elzo.

Jueves, 1 de febrero de 2024
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IMG_2366Este texto de Javier Elzo recoge los materiales usados por él para una intervención en el Curso de Verano 2021 de UPV/EHU, dirigido por Javier Urra con el título “El silencio. Sin aditivos” en Donostia- San Sebastián. Creo que es un texto básico para lo que queremos que sea ATRIO, donde el encuentro entre personas se produzca siempre en esa dimensión de escucha y palabras auténticas. Atrio invitará a ello presentando el texto en tres viernes seguidos. El guión previo que adelanta el autor muestra cada parte  en el contexto global. AD.

  •     Introducción

    1. – Los silencios en algunas de sus muchas acepciones

  1. El silencio introspectivo
  2. El silencio en relación con la escucha
  3. El silencio condición de la relación.
  4. El mutismo y sus variantes
  5. El silencio de la comunidad tácita
  6. El otro silencio de Arnoldo Liberman. Auschwitz
  7.  La muerte como el silencio absoluto. Jacques Sédat
  8.  El silencio angustioso.
  9.  Las trampas de la imprescindible memoria. Paul Ricoeur


2.- 
“El silencio y lo sagrado”

  1. Breve clarificación de unos conceptos
  2. La sociedad del ruido
  3.  Cuando el silencio es necesario
  4.  El silencio religioso de un creyente
  5.  El silencio “religioso” de un ateo
  6.  Joas, Habermas y Fraijó ante el silencio de lo religioso en la sociedad de hoy

    3.-  Calasso, Durkheim y la sociedad divinizada. La sociedad y los individuos

  1.  La sociedad – dios
  2.   La sociedad fuente de lo sagrado
  3.   Experiencias colectivas y ruidosas de lo sagrado y su interpretación personal y silenciosa

        Cerrando estas páginas, que no concluyendo.

  •  Sacralidades religiosas y laicas
  •   ¿Hacia una nueva guerra de dioses?

Introducción

        Cuando el mes de septiembre del año pasado, poco después de finalizado el curso sobre “Los miedos”, también en el marco de estos Cursos de Verano de la EHU/UPV, y también dirigido por Javier Urra, nuestro director nos envió un correo señalándonos que el título del curso de este año 2021, sería “El silencio. Sin aditivos”. Aquel verano de 2020 estuve trabajando en los contenidos de un libro, para mi excepcional, de un sociólogo alemán, no muy conocido en España, Hans Joas, del que no se habían traducido al castellano sus últimas publicaciones. Particularmente, la última, editada en alemán en 2019, traducida, entre otros idiomas al francés, idioma en el que lo leí, releí y llegué a escribir 120 páginas con recortes del libro, y añadidos de otros autores y reflexiones mías. El título del libre, en castellano, es “Los poderes de lo sagrado. Una alternativa al relato del desencantamiento” en referencia, principalmente, a los trabajos de Max Weber de hace un siglo y, también al de Marcel Gauchet de 1985, “El desencantamiento del mundo”, así como a la abundante literatura de los, – ya minoritarios, pero hace cincuenta años, muy mayoritarios -, defensores de la tesis de secularización. El libro de 330 páginas y otras cien de nutridas notas y bibliografías, libro de gran densidad, que exige lectura atenta con papel y bolígrafo, me resultó de enorme riqueza intelectual, que me obligaba a detenerme en su lectura pues no había página que no me incitara a la reflexión. Pero no voy a comentar aquí el libro, pero, si me detengo un poco en él, es para mostrar la razón inmediata, del motivo o circunstancia, por el que propuse a nuestro director, Javier Urra, el título de mi aportación a este curso, “El silencio y lo sagrado” y así redacté las líneas en las que explicitaba algunas ideas que pensaba exponer en mi conferencia, como aparecen en el Programa del Curso. Algunas de estas ideas provenían del libro de Hans Joas, en cuya lectura estaba enfrascado.

        Pero, meses después, a medida que se acercaba la fecha de esta intervención, me iba informando de otras reflexiones sobre “el silencio” de diferentes autores que iba anotando en mi Cuaderno de trabajo, junto a las ideas que, sobre “el silencio”, bullían en mi cabeza. Constaté, rápidamente, que el silencio, las ideas sobre el silencio, nos mostraban que el término “silencio” era polisémico, que reflejaba realidades bien distintas y, no solamente eso, sino que las valoraciones que cabía hacer de diferentes manifestaciones de “silencios” eran muy diversas. Desde las heroicas hasta las más abyectas e ignominiosas. De ahí que, como acabo de hacer, creo que es más correcto hablar de “los silencios” que de “el silencio”. Además, con la coletilla de “sin aditivos” al término Silencio, que nos enviaba nuestro director, nos permitía pasar al plural.

        En consecuencia, voy a entretenerme en esta conferencia en dos partes muy diferenciadas. En primer lugar, en la presentación de diferentes significados asociados al término silencio, para, en segundo lugar, centrarme en el silencio en relación a lo sagrado.

Primera Parte. Los silencios en algunas de sus muchas acepciones.

El silencio introspectivo

        En efecto, hay silencios y silencios. Comencemos por el silencio introspectivo. Es ese silencio en nuestro alrededor, fuera de nosotros que buscamos y llegamos a exigir para poder introducirnos en nuestro yo más profundo mediante el ejercicio de la meditación. Es un silencio que exige recogimiento, un tiempo de descanso del ajetreo cotidiano con el propósito de reencontrarnos y renovarnos. Hay, además, lugares donde se requiere el silencio porque participa en el desarrollo de la vida interior, en el trabajo sobre uno mismo, en la meditación y, en los creyentes, en la oración. Un ejemplo manifiesto de este silencio es el de la vida monástica. La vida monástica nos invita a cultivar el silencio en toda circunstancia, en el quehacer diario, en el compartir las comidas, en la oración: “ya no se trata de interioridad, sino de intimidad entre Dios y cada hombre”, dirán no pocos monjes. Quizá Ustedes han visto el extraordinario film- reportaje, “El Gran Silencio”, en el que un cineasta, tras 17 años de larga espera, obtuvo el permiso para filmar durante casi seis meses la vida cotidiana de los cartujos de la “Grand Chartreuse” al pie de los Alpes franceses. Un film absolutamente extraordinario, que capta y mantiene la atención del espectador, pese a su larga duración.

        Pero este silencio introspectivo no es privativo de los monjes ni de los claustros de la vida monástica. Muchas personas buscan ese silencio en su vida cotidiana, cuando ponen en paréntesis el bullicio del día a día, para encontrarse consigo mismos. Unos practican el yoga, otros peregrinan a Guadalupe, a Lourdes, en búsqueda de ese silencio, otros hacen el Camino de Santiago, o un parte de mismo, en silencio, un Camino de Santiago, en el que la motivación religiosa se da en menos de la mitad de los que hacen el Camino. Luego la búsqueda del silencio exterior, lo repito, no es privativo de la experiencia religiosa. Cuantitativamente hablando, en la era secular, dominante en nuestros días, cabe afirmar que, en este modelo de silencio, hay una mayoría de personas que lo ejercen sin motivación religiosa alguna: simplemente se buscan a sí mismos.

El silencio en relación con la escucha

        Hay que detenerse también en el silencio que está fundamentalmente del lado de la escucha del otro, o de los otros. Exige estar en silencio, tiene que haber un silencio interior para poder escuchar al otro, aprehendiendo lo que realmente quiere decir. Es un silencio difícil y, desgraciadamente, poco frecuentado en demasiadas ocasiones. Pero, si no se aplica el silencio interior cuando el otro está expresándose, normalmente quiere decir que estamos pensado en replicarle más que en escucharle. Es una situación que podemos encontrar en los pugilatos dialecticos en muchos “debates” en los parlamentos, donde no se escucha al otro, sino que, en el mejor de los casos, se subraya algo de lo que el otro esgrime para oponerse o, también, se le contesta sin atender en nada a lo que ha dicho. “¿Qué tiempo hace? Manzanas traigo”.        El silencio de escucha es tanto la condición del habla del otro como la condición del propio habla como sujeto, en la medida en que uno responde en su propio nombre y no en lugar del otro, que actuaría como interlocutor impositivo, y que, al final anularía nuestro propio razonamiento. En efecto, cuando interrumpimos el silencio interior para interrumpir al otro, podemos decir que, al romper el discurso del otro, corremos el riesgo de poner nuestras palabras en las suyas.

El silencio condición de la relación

        Como corolario de lo anterior, cabe decir que el silencio es también, la condición de la relación. Para que haya una relación, tenemos que poder hacer el silencio interior. Pero, este silencio interior significa que estamos en lo relativo, es decir, escuchamos al otro como el discurso de un sujeto que nos habla, nos interpela, en un nivel de horizontalidad, donde todos estamos al mismo nivel. Algunos, como Jacques Sedat [1], a quien sigo en esta parte de mi reflexión, afirman que “no puede haber relación con el otro excepto en su propia relatividad con él. Solamente hay relación en lo relativo “. Pero no siempre es así. Pues no todas las relaciones con otra u otras personas se dan en un nivel de horizontalidad. Por ejemplo, cuando estamos en una relación de autoridad y, no digamos, de poder. El alumno ante su profesor, el marinero ante su capitán, el soldado ante su superior, el hijo menor ante sus padres, etc., etc. Aquí vivimos en una relación de diferenciación jerárquica en la que el silencio puede tener diferentes formas y modo de expresarse. Tanto, por decirlo simple y brevemente, en el lado del superior como en el del inferior.

El mutismo y sus variantes

       Así llegamos al mutismo como otra variante del silencio. O estamos atrincherados en una fortaleza interior que nos impide o desaconseja comunicarnos con el otro, o nos encerramos en un silencio que significa: “no quiero decirle nada al otro”. Si continuamos reflexionando sobre el silencio como condición para la relación, hemos de reconocer que, a menudo, el mutismo es una forma de silencio, que puede ser libremente adoptado (aun con motivaciones bien diversas) o forzado, por ejemplo, en al caso de una relación jerárquica.

        Hay diferentes manifestaciones de mutismo. Mutismo, tras consumos de drogas, por enfurruñamiento. Los jóvenes cuando sus padres les indican o abroncan, (así en la película “Historias del Kronen”), al descubrir su estado por haber abusado del alcohol o consumido drogas; en una entrevista, Marisol Touraine, siendo ministra con Hollande, confesaba que cuando su padre, el gran Alain Touraine se enfadaba, guardaba mutismo total durante dos días o, como me decía mi peluquera que cuando su pareja la enfadaba estaba dos o tres días sin dirigirle palabra alguna. 

       En una relación asimétrica puede haber un mutismo parcial por parte del superior. Por ejemplo, cuando un profesor se limita a decir con tacto a un alumno que debe estudiar más sin humillarle por un examen catastrófico.

       También en una relación horizontal, paralela, por ejemplo, en una matrimonio o pareja bien avenida, cuando uno de los dos enmudece ante alguna inconveniencia del otro, manifestándole con el silencio, su respeto y cariño. Es un mutismo de oro que mantiene la armonía de la pareja.

El silencio de la comunidad tácita

        En este orden de cosas, cabe una breve referencia al silencio que los antropólogos llaman comunidad tácita. Es el hecho de que las parejas no hablan mucho, sobre todo cuando llevan muchos años juntos. A menudo las únicas palabras que se intercambian se limitan a “pásame la sal”, porque no saben hablar y todo se desarrolla al nivel de los actos de la vida cotidiana, de su repetición, como si todo hubiera ya sido dicho. Se habla más con los amigos y amigas, en el trabajo, en los lugares de ocio y se calla, o habla menos, en el hogar. Encontramos en la vida social, incluso en nuestra vida cotidiana, silencios organizados de esta manera.

El otro silencio de Arnoldo Liberman. Auschwitz

        Quiero traer aquí el inicio de un texto de un buen amigo mío, judío ashkenazi, que nació hace 90 años en Argentina en donde sus padres recalaron huyendo del horror nazi. Me refiero a Arnoldo Liberman, musicólogo y psicoanalista. A menudo me envía sus textos antes de publicarlos. Este que hoy traigo aquí, y que no creo haya publicado todavía, lo titula “El otro silencio”. Lo inicia con estas palabras: “El silencio. Era el mismo silencio, el día de la partida, en el patio de la gran sinagoga que servía de lugar de agrupamiento. Locos de rabia, los nazis corrían en todas direcciones dando alaridos y golpeaban a los hombres, mujeres y niños, no tanto para hacerles daño como para quebrar su silencio. Pero la multitud guardaba silencio. Ni un grito. Ni un gemido. Herido en la cabeza, un anciano se ponía de pie con aspecto despistado. El rostro ensangrentado, una mujer caminaba sin aminorar el paso. Nunca se había conocido un silencio semejante. Ni un suspiro. Ni una queja. Ni siquiera los niños lloraban. El silencio perfecto del último acto. Los judíos hacían mutis. Para siempre”. Y cierra así su texto Liberman con unos versos que Pardo Zapatero cita, de autor aparentemente anónimo:

    1. “La botella ya vacía
      el mensaje por descifrar
      Ludwig se ha quedado dormido
      Sólo quedan los pajarillos /
      que en el olvido están
      junto al chapoteo de carcajadas
      la manía y tu callar”.

        “Tu callar”: ¿es necesario insistir que el otro silencio es Auschwitz?

La muerte como el silencio absoluto

        De una forma no tan trágica como la del exterminio de los judíos en el nazismo alemán, cabe hablar también la muerte como el silencio absoluto, en expresión de Jacques Sédat. “El silencio absoluto es muerte. Rendir el alma es perder la posibilidad tanto del habla como del silencio, ya que el silencio es correlativo del habla. El silencio definitivo ya no es silencio en el sentido de que el silencio es una experiencia subjetiva del sujeto. El muerto no guarda silencio desde este punto de vista. Está en el vacío, como sea que lo llamemos. Pero, el silencio es siempre, como el habla, una categoría del sujeto. El silencio de las estrellas no es silencio”.  

El silencia angustioso
     

Pues, un sujeto se construye con palabras y con silencios, que se concluye con la muerte. Pero, entre tanto, también está el silencio agonizante, el silencio angustioso: cuando uno se entrega al otro, al decirle al otro “te quiero”. Es un riesgo, una aventura. Es abrirse y comprometerse frente a alguien sin tener ningún poder sobre él, sin tener la seguridad de un eventual retorno positivo. Los que hemos vivido la experiencia del enamoramiento y hemos dado el paso de declararlo a la persona amada, sabemos de la angustia en la espera de la respuesta. En este caso, la ansiedad es, amén de legítima, evidente. Es abrirse en canal al otro lo que preocupa. Que puede ser fuente de sufrimiento si la respuesta es negativa. Es “el mal de amores” tantas veces evocado en la literatura de todos los tiempos y de todos los idiomas.

Las trampas de la imprescindible memoria. Paul Ricoeur

        Hay un silencio ante lo que es difícilmente verbalizable. Es, ciertamente el silencio del espacio que se produce en el análisis psicoanalítico. Un silencio muy difícilmente interpretable. Nunca se sabe lo que sucede en el silencio hasta que se llegue al habla. Entretanto no se puede interpretar, es decir, poner palabras en algo que no conoces. Es un silencio de espera por lo que pueden surgir como pensamientos, ya que la regla del análisis es dejarlos surgir, libremente. Y es, precisamente, esta libertad de expresión la que causa problema. Pues, a menudo, es un silencio de vergüenza para decir cosas difíciles que la psique humana, en un principio de autodefensa, lo envía al ámbito del subconsciente inconsciente. En el idioma francés hay una distinción entre el subconsciente consciente, con el término “reprimé” que lo diferencia del subconsciente inconsciente para el que utiliza el término “refoulé”. Para el que no encuentro término en castellano. 

       Pero esta situación se da también fuera del espacio psicoanalítico del que, si se trata del “refoulé” no tenemos consciencia, pero está ahí. Tiene que ver con lo que Paul Ricoeur denomina “las trampas de la memoria”, cuando se refiere a la memoria reprimida, memoria que hace que distorsionemos la memoria de lo sucedido para quedarnos con lo que nos satisface y ocultemos y tratemos de olvidar lo que nos denigra o nos avergüence de nuestro comportamiento, actitud o valores del ayer. Es, exactamente, lo que sucede, con la memoria de la guerra, del terrorismo, situaciones en la que, solamente a través del tiempo y la búsqueda de la verdad, es posible llegar a un relato compartido. Y no siempre. Así, más de un siglo después, no se ha llegado a un relato compartido del origen de la primera guerra mundial.

        Estamos ante un silencio de vergüenza para decir cosas difíciles que la psique humana, en un principio de autodefensa, lo envía al ámbito del subconsciente, a menudo, inconsciente. Según el concepto judío de memoria, nos recuerda Arnoldo Liberman, la memoria es antes que nada un asunto hermenéutico, pues consiste en ver lo que algunos intentan considerar olvidable o menos relevante. Pero, sin memoria, las injusticias pasadas dejan de ser injusticias pues dejan de existir. Sin memoria nos quedamos sin identidad. El sujeto se vuelve amnésico. Sin memoria la racionalidad sucumbe. Por eso la memoria es la única jurisprudencia posible, la que impide olvidar lo que no debe ser olvidado. La que es capaz de oír el silencio de los muertos y recordarlos para que no mueran por segunda vez.

        En las personas, existe el temor de que ciertas cosas del pasado estremezcan y nos flaqueen. Hay ciertas verdades que tenemos la impresión de que si las contamos nos amenazarán, ya que el trauma fue muy duro y decirlo será revivirlo. Lo que nos lleva al silencio. Se necesita tiempo para domesticar pensamientos terribles relacionados con hechos que pueden habernos trastornado, antes de poder transformarlos en palabras y salir de ese silencio cercano al terror, ese terror que, al superar el bloqueo y las digamos, vuelvan a la memoria del presente y las revivamos de nuevo, mientras que, sin embargo, es diciéndolas, como podemos conjurar el efecto que pueden haber tenido en nosotros, que puede llegar a ser un terror interior. Es el efecto benéfico de una confesión, una declaración a otro, de algo que nos pesaba en la conciencia y que nos impedía la serenidad de espíritu. Es, por eso, el efecto benéfico de una confesión, una declaración a otro de algo que nos pesaba en la conciencia y que nos impedía la serenidad de espíritu y descerrajar la verdad.

        He aquí un ejemplo de un silencio difícil a negociar. De aquí, daremos el paso el próximo viernes a la segunda parte de este texto, sobre el silencio y lo sagrado.

[1] En Sophie Périac-Daoud et al., « Silences », Érès, 2004, p, 233 y ss.

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Católico homosexual de Malasia insta a al Iglesia a facilitar las conversaciones sobre fe y sexualidad.

Sábado, 27 de enero de 2024
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IMG_2182Un católico gay en Malasia ha instado a la iglesia a organizar y facilitar mejor las conversaciones sobre fe y sexualidad en su país de origen.

“Si nací naturalmente de esta manera, ¿por qué la Iglesia dice que está mal?” dijo el hombre, usando el alias Adam Abraham, a UCA News. “No puedo evitar lo que siento y también quiero ser católico”.

Abraham hizo los comentarios durante una entrevista sobre cuestiones LGBTQ+ en Malasia. Dijo que se guardó para sí su experiencia como católico gay debido a los sentimientos anti-LGBTQ+ entre sus compañeros creyentes. Pero expresó su esperanza de que la iglesia pueda cambiar: los sacerdotes podrían hablar sobre cuestiones LGBTQ+ en las homilías y los laicos deberían sentirse cómodos haciendo preguntas.

Abraham le contó a UCA News sobre sus luchas al crecer como gay y católico:

“[Él] sabía que ese amor estaba mal porque sus padres le enseñaron que su fe católica lo prohíbe. ‘No quería sentirme así. Le pedí a Dios que me lo quitara, pero todavía estaba allí”, dijo Abraham…

“Al igual que Abraham, que creció en Kota Kinabalu, cientos de católicos en Malasia sufren vergüenza y un sentimiento de pecado debido a la falta de apertura de la Iglesia católica para discutir la orientación hacia el mismo sexo, coinciden expertos y funcionarios de la Iglesia”.

“‘La Iglesia debería estar más dispuesta a escuchar a personas como yo. No todo el mundo elige vivir así”, afirmó”.

En el mismo artículo, Bryan Shen, un consejero malasio que se especializa en identidad sexual, dijo que muchos seminaristas en el sudeste asiático luchan por aceptar su sexualidad:

‘Casi todos los seminaristas que sienten atracción por personas del mismo sexo no quieren identificarse como gays o lesbianas, y la gran mayoría no revela con qué luchan‘, dijo [Shen]…

“Dijo que era importante ‘darnos cuenta de que hay muchas personas comunes y corrientes en comunidades religiosas conservadoras‘ que luchan contra la no heterosexualidad, no quieren identificarse ni vivir como LGBTQ, ‘y tienen un miedo mortal de ser descubiertos, juzgados y condenados’.”

Shen dijo que es vital que la Iglesia capacite a los seminaristas para que sean tolerantes con las personas LGBTQ+ y les enseñen sobre una sexualidad saludable. Tal capacitación haría que la Iglesia fuera mejor tanto para los ministros como para los feligreses.

Las diversas actitudes hacia los católicos LGBTQ+ en diferentes regiones del mundo pueden dificultar la inclusión y la formación. Pero testimonios como el de Abraham arrojan luz sobre la realidad de que así como las personas LGBTQ+ están en las parroquias de todas partes, la necesidad de un ministerio empático se extiende a toda la Iglesia global.

—Grace Doerfler (ella), Ministerio New Ways, 3 de enero de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Jesús Lozano Pino: Medio kilo de diálogo y otro tanto de ternura. Sólo el Amor convierte en milagro el barro.

Jueves, 21 de septiembre de 2023
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Dialogo_2042805779_12054334_800x553Mientras muchos afirman que estamos ante la más terrible crisis de increencia que se haya conocido (es posible que en algunos aspectos así lo sea y que parte de culpa sea de los que nos llamamos creyentes), algunos pensamos que deberíamos poner un poco de sensatez y asumir que todos, sin excepción, creemos de alguna forma en algo. Se trataría únicamente de ver si podemos lograr algún acuerdo en aquello en lo que decimos creemos o no creemos. Es muy probable que no andemos tan lejos los unos de otros… Como he dicho en algún que otro artículo (a veces de forma indirecta), cuando con nuestras palabras y obras traducimos «Dios» por «Amor», los universos de comprensión de los interlocutores se conectan. Ya san Juan nos dejó escrito de forma indeleble que «Dios es amor», y san Pablo clarificó y esclareció qué connotaciones conlleva hablar de amor, hablar de Dios. Este lenguaje, bien explicado, es todavía hoy (en nuestro tiempo) universal: apreciado y entendido, bien acogido.

Por ello, lo que en principio pudiera parecer debilidad (en su sentido más negativo), se convierte, potencialmente para los creyentes, en una preciosa oportunidad. ¿Por qué renegar de la postmodernidad, de esta época en la que nos ha tocado vivir y dar respuesta como fieles creyentes? ¿Por qué querer encontrarnos con tiempos pasados que tampoco fueron perfectos (y algunos incluso indeseables)? Es una obligación de toda la Iglesia saber leer los signos de los tiempos y, sin traicionar la esencia del mensaje de Jesús, traducirlo adecuadamente a los oídos, las mentes y los corazones de las personas que habitan nuestro mundo. ¿O es que acaso el mensaje de Dios ya hoy no tiene la misma validez? Lo que sí es cierto y debemos ser conscientes es de que la gente es más exigente cada día en la respuesta que espera por parte de la Iglesia. No nos quepa duda.

Carlo Carretto (un inspirado de Dios como el Cardenal Martini), siendo de edad avanzada, cuando su salud le obligó a abandonar el desierto, se retiró a una comunidad religiosa en su nativa Italia. Estando allí leyó un libro escrito por un ateo que le pedía cuentas a Jesús acerca de una frase del Sermón de la Montaña, donde éste dice: “Buscad y hallaréis”, queriendo decir, por supuesto, que, si buscas a Dios con un corazón honrado, lo encontrarás. El ateo había titulado el libro «Busqué y no encontré», arguyendo desde su propia experiencia que un corazón honrado puede buscar a Dios y volver de vacío. Carretto le replicó con un libro titulado «He buscado  he encontrado». Para él, el consejo de Jesús resultaba verdadero. En su propia búsqueda, a pesar de observar muchas cosas que podían indicar la ausencia de Dios, él encontró a Dios. Pero admite las dificultades, y una de esas dificultades es, a veces, la propia iglesia. Ella puede -y a veces lo hace por su pecado- hacer difícil a algunos creer en Dios. Carretto lo admite con desarmada honradez, pero arguye que esto no es el cuadro completo. De aquí que su libro combine su profundo amor por su fe y su iglesia con su negativa a cerrar los ojos a las muy verdaderas faltas de los cristianos y las iglesias. En un lugar del libro nos dice abriendo el corazón:

“¡Cuánto debo criticarte, iglesia mía, y, sin embargo, cuánto te quiero! Tú me has hecho sufrir más que nadie, y, sin embargo, te debo a ti más que a ningún otro. A veces me gustaría verte destruida, y, sin embargo, necesito tu presencia. Tú me has escandalizado tanto, y, sin embargo, solamente tú me has hecho comprender la santidad. Nunca he visto en este mundo nada tan falso, tan condescendiente, y, sin embargo, nunca me he topado con nada más puro, más generoso y más hermoso.

¡En innumerables ocasiones he sentido ganas de darte con la puerta de mi alma en las narices, y, sin embargo, todas las noches he rogado para que un día pueda yo morir seguro en tus brazos! No, no me puedo liberar de ti, porque soy uno contigo, aun sin ser plenamente tú. Además, también, ¿a dónde iría yo? ¿A formar otra iglesia? Pero no sería capaz de formarla sin los mismos defectos, ya que son mis defectos. Y de nuevo, si yo hubiera de formar otra iglesia, ésa sería “mi” iglesia, no la iglesia de Cristo. No, soy suficientemente viejo, no me voy a equivocar” (Carlo Carretto).

Después de estas bellas y sentidas palabras de Carlo Carretto (un hombre que había buscado y que había encontrado –de todo–  en el seno de la institución eclesial), ponemos la esperanza en la Iglesia de Jesús, especialmente en el proceso iniciado en estos últimos años que quiere dar respuesta a muchas de las cuestiones que el Pueblo de Dios se pregunta. Asuntos tales como la mujer en la Iglesia, el papel de los jóvenes y la familia cristiana, la ecología y la creación, los abusos sexuales dentro de la iglesia, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, el celibato, la homosexualidad, la actualización del mensaje cristiano y la justicia económica y social…, muchos de ellos, temas, si no tabúes, de lento y complejo acercamiento, ya han sido acometidos o están siendo hoy estudiados y analizados para orientar mejor a la comunidad eclesial en estos difíciles tiempos que corren.  Tal y como Francisco invita a la Iglesia, pidamos a Dios que seamos capaces de dialogar, porque no existe un humanismo auténtico que no contemple el amor como vehículo entre los seres humanos… Y el amor siempre pasa por el diálogo, principalmente en la Iglesia.

Ya nos lo decía hábilmente Francisco en 2015:

«No debemos tener miedo del diálogo, es más, el enfrentar opiniones y la propia crítica nos ayuda a preservar la teología de transformarse en ideología […] La Iglesia también sabe dar una respuesta clara ante las amenazas que emergen en el interior del debate público y esta es una de las formas de contribución específica de los creyentes a la construcción de la sociedad común».

También nos lo cantaba de forma preciosa Silvio Rodríguez en una canción de la que rescato especialmente tres versos:

[…] Sólo el Amor engendra la maravilla

Sólo el Amor consigue encender lo muerto

Sólo el Amor convierte en milagro el barro.

 

Jesús Lozano Pino

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Grupo de sacerdotes de EE.UU. defiende al clero homosexual y busca el diálogo con los obispos

Sábado, 2 de septiembre de 2023
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AUSCP-Logo-2020-1024x989Un grupo de sacerdotes orientado a la reforma a nivel nacional aprobó una declaración de apoyo al clero gay en su asamblea a principios de este año, y le piden a los Obispos de Estados Unidos a hacer lo mismo por tales hombres.

La Asociación de Sacerdotes Católicos de EE.UU. (AUSCP) aprobó la declaración en junio cuando sus miembros se reunieron en San Diego. La declaración comenzó a circular ampliamente el pasado fin de semana. El texto se titula  “Being Gay, Ordained, Faithful to the Church and Appreciated by the Church: Are All These Possible in Today’s Church?” (“Ser homosexual, ordenado, fiel a la Iglesia y apreciado por la Iglesia: ¿Todo esto es posible en la Iglesia de hoy?”). En él, los miembros del Grupo de Trabajo de Apoyo Mutuo de la AUSCP, que se enfoca en el cuidado de los compañeros del clero, escriben:

“La cantidad de sacerdotes homosexuales que sirven fielmente en la Iglesia Católica de los Estados Unidos es desconocida pero significativa. Nosotros, los miembros de la Asociación de Sacerdotes Católicos de EE. UU. (AUSCP), hoy reconocemos a estos hermanos que sirven en todo Estados Unidos, que han sufrido injustamente por la situación eclesial formal en la que se encuentran. . .[L]os procesos individuales de ‘salir del armario’ pueden ser profundamente estresantes y alienantes, lo que hace que lleven a cabo el proceso completamente ‘en el armario’, sin apoyo. Incluso encontrar un director espiritual o un confesor comprensivo y equilibrado no siempre es fácil”.

La declaración aclara los múltiples desafíos que enfrentan los sacerdotes homosexuales. Entre estos se incluye la prohibición del Vaticano de que los hombres homosexuales sean admitidos en seminarios y otros documentos oficiales que “no son de apoyo“. Estos documentos obligan a los sacerdotes homosexuales a soportar un enfoque de “‘no preguntes, no digas’ sobre su orientación sexual con sus obispos, compañeros sacerdotes y feligreses”, incluso mientras “valientemente mantienen” sus votos de castidad. La declaración continúa:

“En segundo lugar, los sacerdotes homosexuales están atrapados entre la verdad de su identidad y experiencia y su papel como representantes de la Iglesia y sus enseñanzas. Este dilema se aplica tanto a los foros públicos en los que se encuentra un sacerdote (predicación, catequesis, programas ministeriales y acercamiento a personas LGBTQ, etc.), como a los foros privados (consejería pastoral, dirección espiritual y el sacramento de la penitencia) . ¿Cómo ayudamos a los sacerdotes homosexuales para que no se sientan atrapados?

“Tercero, esto conduce a una continua crisis de identidad para el sacerdote gay. ‘¿Niego quién soy y sigo sirviendo al pueblo de Dios (“no preguntes, no digas”), o reconozco quién soy como ser humano y ministro de Cristo, y dejo que las fichas caigan donde puedan? ? ¿Hay alguna manera de integrar mis vocaciones como ser humano, cristiano católico y sacerdote ordenado de una manera saludable y beneficiosa para mí y para las personas a las que sirvo?” ¿Cómo ayudamos a los sacerdotes homosexuales que luchan con una crisis de identidad? ”

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Miembros de la Asociación de Sacerdotes católicos de EE.UU. en su asamblea de junio de 2023

La declaración termina con tres solicitudes de los obispos, ya que cada obispo en los EE. UU. se envió copia del comunicado por parte de la AUSCP. Ellos solicitan:

“- ofrecer afirmación fraterna y pastoral de sus sacerdotes homosexuales y de su ministerio; en otras palabras, proporcionarles un entorno seguro para que sean quienes saben que son;

“- admitir a todos los candidatos a la formación del seminario y al sacerdocio según los mismos criterios: una personalidad madura y equilibrada, capaz de establecer sanas relaciones humanas y pastorales, un pleno conocimiento práctico de la teología y la tradición viva de la Iglesia, una sólida vida espiritual , y un amor por la Iglesia (ver Juan Pablo II, Pastores gregis, #48). El tema es la madurez sexual y la integración, no la orientación sexual;

“- y en el espíritu del diálogo sinodal, hacer un llamado público al desarrollo continuo de la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad humana, aprovechando el trabajo que ya están realizando aquellos en las ciencias humanas y sociales, y muchos eruditos bíblicos y teólogos, en diálogo con las experiencias de las personas LGBTQ”.

Los miembros de AUSCP cierran su declaración con una cita del difunto obispo Matthew Clark, emérito de Rochester, que hizo después de reunirse con dos sacerdotes homosexuales hace casi veinte años:

“De todos modos, los dos sacerdotes de nuestra diócesis me dijeron que son homosexuales, y me alegro de que lo hayan hecho. Les pareció un gran alivio que su obispo, al que están tan íntimamente ligados por su identidad y ministerio sacerdotal, fuera consciente de este importante aspecto de su realidad personal. Sé que me sentí profundamente complacido de que me confiaran esa información. Había llegado a conocerlos y admirarlos a través de años de ministerio compartido. Su sencillez y honestidad conmigo solo profundizaron mi respeto por ellos”.

Esta declaración sobre el clero homosexual es uno de varios pasos que la Asociación de Ministros de Asuntos Exteriores de EE. UU. Los miembros de los sacerdotes católicos han decidido expandir la inclusión LGBTQ+ en la iglesia. En la asamblea de junio, uno de los oradores principales fue Brian Flanagan, un teólogo homosexual casado que forma parte de la junta del New Ways Ministry. En 2021, AUSCP respaldó “Un hogar para todos: un llamado católico para la no discriminación LGBTQ” publicado por New Ways Ministry. En 2018, la asamblea de ese año aprobó una resolución para buscar cambios en el lenguaje sobre lesbianas y gays que se usa en la enseñanza de la iglesia. Y en 2017, la AUSCP condenó duramente la decisión del Vaticano de volver a enfatizar su prohibición de admitir hombres homosexuales en el seminario.

—Robert Shine (él/él), New Ways Ministry, 21 de agosto de 2023

Artículos relacionados

National Catholic Reporter, Assembly of US Catholic priests discusses calls for women’s ordination (“Asamblea de sacerdotes católicos de EE. UU. discute llamados para la ordenación de mujeres”)

Fuente New Ways Ministry,

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Bienaventuranzas del Diálogo

Viernes, 17 de febrero de 2023
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Del blog de Miguel Ángel Mesa otro mundo es posible:

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19.01.2023

Felices quienes han trabajado el diálogo en la fragua del silencio, pasado por el agua del respeto y enfriado al aire de la igualdad.

Felices quienes entrelazan las palabras al calor de un diálogo sincero y profundo, donde adquieren sentido y dan fruto.

Felices quienes abandonan para siempre el monólogo egoista, atienden con respeto las razones del otro y se arriesgan a la escucha generosa.

Felices quienes fecundan la relación con los demás mediante un diálogo siempre abierto al entendimiento y a la consideración.

Felices quienes vencen los enfrentamientos, las luchas, las enemistades, los odios, con la mejor herramienta: el diálogo.

Felices quienes asientan su relación de pareja con las mieles de la ternura y el café sereno del diálogo sin prisas.

Felices quienes redoblan su amistad con la conversación alegre, con la confidencia íntima, con el diálogo que favorece y asienta el afecto.

Felices quienes solucionan los problemas laborales, familiares, vecinales, o los conflictos entre pueblos y naciones con el poderoso arma del diálogo.

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

“Una Iglesia que fomente el diálogo y el encuentro “, por Consuelo Vélez

Viernes, 9 de septiembre de 2022
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dialogo_cDe su blog Fe y Vida:

“Es urgente liberarnos de esa perspectiva binaria que clasifica la realidad en buenos y malos”

“Esas palabras seguro decepcionaron a muchos porque esperaban que el Papa condenara a unos y defendiera a los otros”

“Es urgente liberarnos de esa perspectiva binaria que clasifica la realidad en buenos y malos. Más aún, liberarnos de la idea de que la verdad solo está de un lado y que hay que acabar a toda costa con los puntos de vista contrarios que se consideran falsos”

Ante la multitud de situaciones que vivimos, muchos piden que el Papa Francisco se pronuncie sobre esos problemas. Recientemente se esperaba que hablara de lo que está sucediendo en Nicaragua y, finalmente lo hizo, en el Ángelus del domingo 21 de agosto: “Sigo desde cerca con preocupación y dolor la situación creada en Nicaragua que involucra a personas e instituciones. Quisiera expresar mi convicción y deseo que por medio de un diálogo abierto y sincero se pueda aún encontrar las bases para una convivencia respetuosa y pacífica. Pidamos al Señor por la intersección de la Purísima que inspire en los corazones de todos tal concreta voluntad”.

Esas palabras seguro decepcionaron a muchos porque esperaban que el Papa condenara a unos y defendiera a los otros. Pero Francisco se expresó en los términos que nos brindó en su última Encíclica social, Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social. Se refirió al diálogo abierto y sincero para encontrar las bases de una convivencia posible en esa realidad.

Como cristianos, es necesario plantearnos, una y otra vez, cuáles son las actitudes que debemos proponer y sostener. Y “desde dónde” debemos hacerlo. Para el primer aspecto, es urgente liberarnos de esa perspectiva binaria que clasifica la realidad en buenos y malos. Más aún, liberarnos de la idea de que la verdad solo está de un lado y que hay que acabar a toda costa con los puntos de vista contrarios que se consideran falsos.

La Iglesia, muchas veces, ha caído en esa lógica y, al final, resulta apoyando lo más contrario a los valores del evangelio. No es gratuito que algunos sectores eclesiales hayan resultado, décadas atrás, aliados con dictaduras o, para no ir muy lejos, que no hayan apoyado los Acuerdos de Paz en Colombia.

Para el segundo aspecto, qué importante es para los cristianos mirar la realidad “desde dónde Dios la mira”. La praxis de Jesús de Nazaret nos mostró del lado del que Dios se coloca. Su anuncio del Reino se sitúa siempre desde abajo, desde los pobres, desde los últimos (Lc 4, 18-19). En esto el papa Francisco también es bastante explícito al hacer la llamada a colocarnos del lado del pueblo, entendiendo su sentir, solidarizándonos con sus luchas, alegrándonos con sus conquistas.

Algunos pasajes de la Fratelli tutti nos ayudarán a comprender más este llamado de Francisco al diálogo: “Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo esto se resume en el verbo ‘dialogar’. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar (…). El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta” (n. 198). Además, en la misma encíclica, Francisco dice que los medios de comunicación muchas veces instalan noticias que hacen imposible el diálogo, descalificando al adversario, promoviendo intereses egoístas que no favorecen para nada el bien común (n. 201).

Esto es innegable. Muchos titulares de los periódicos y muchos mensajes de las redes sociales desvirtúan la realidad. Así resultamos defendiendo posturas falsas y repitiendo slogans que todo hacen menos que contribuir a la solución de los problemas. La realidad es mucho más compleja y se necesita una información más completa para hacer juicios y tomar posturas. De nuestra parte, necesitamos discernir cuáles son los medios que leemos y hasta qué punto podemos creerles, para no contribuir a divulgar mentiras, instalándolas en el imaginario colectivo. Otras afirmaciones contundentes de la Encíclica sobre el diálogo invitan a reconocer que el otro puede tener convicciones e intereses legítimos y que las diferencias son creativas, crean tensión y en la resolución de una tensión está el progreso de la humanidad (n. 203).

Con respecto al “pueblo”, Francisco lo relaciona con la cultura del encuentro: “Hablar de cultura del encuentro significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en deseo y en estilo de vida. El sujeto de esta cultura es el pueblo, no un sector de la sociedad que busca pacificar al resto con recursos profesionales y mediáticos” (n. 216). Refiriéndose a la paz social, Francisco dice: “Esto no se consigue agrupando sólo a los puros, porque aún las personas que pueden ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Tampoco consiste en una paz que surge acallando las reivindicaciones sociales o evitando que hagan lío, ya que no es un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Ensenémosles la buena batalla del encuentro! (n. 217).

Pensando en la realidad colombiana, no parece que algunos sectores -incluso eclesiales- entendieran estas propuestas de diálogo y encuentro. Sus comentarios, predicaciones y actitudes desdicen de los esfuerzos de tantos sectores sociales que trabajan por el bien común (líderes sociales, movimientos sociales, movilizaciones juveniles, etc.). Con esa actitud no es de extrañar que cuando el pueblo celebra los pasos en favor de la vida, muchas veces, la gran ausente es la institución eclesial.

Asimilar mejor lo que dice la Encíclica Fratelli tutti nos ayudaría a situarnos de otra manera frente a la realidad social, política, cultural y religiosa que vivimos. Y esto es urgente para lograr ser estos abanderados de los valores del reino que siempre cuestionan la lógica humana de buenos y malos, de verdad y mentira, de gracia y pecado y que parten de los seres humanos concretos en donde ninguna ley es superior a la dignidad de la persona y donde ninguna situación se resuelve con la ley del más fuerte. Hemos de sentir preocupación y dolor por las situaciones que se viven en tantos lugares del mundo y hemos de levantar nuestra palabra frente a ellas. Pero que ojalá sean palabras de evangelio que alimenten la esperanza y no palabras hostiles que impiden el diálogo y hacen muy difícil la convivencia social.

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“Consejos vendo y para mí no tengo”, por Charo Mármol.

Miércoles, 29 de junio de 2022
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saber-escuchar-719x300Una conocida empresa de aparatos auditivos dice en uno de sus artículos: Escuchar significa prestar atención a lo que se oye. Sin embargo, oír se define como percibir con el oído los sonidos. Por tanto, la diferencia entre las dos acciones tiene que ver con la voluntariedad y predisposición. Y mira por donde no puedo estar más de acuerdo con ellos en esta ocasión, no siempre ha sido así. Pero centrándonos en lo que hoy querría tratar: la escucha. O como la ha llamado Francisco en la pasada Jornada de las Comunicaciones Sociales “La escuchoterapia”.

Estoy segura de que pocas serán las personas que estén en desacuerdo conmigo si afirmo que estamos rodeados de ruido, de palabrería… de un exceso de información que normalmente nos lleva a la desinformación. Hablamos, hablamos… y escuchamos muy poco. Con frecuencia los diálogos se convierten en monólogos. Por ejemplo: estoy con unos amigos y me preguntan cómo me encuentro. “Fundamentalmente bien, pero este codo sigue dándome un poco la lata”, contesto. A continuación, empieza una perorata de los dolores personales de mis amigos, de los amigos de mis amigos y sus personas allegadas a quienes yo ni conozco. Y así podemos pasar más de 30 minutos en los que no he sentido ninguna acogida a lo primero que les comuniqué. Resumiendo: cada vez con más frecuencia encuentro a personas centradas en sí mismas, con muy poca capacidad de escucha y con mucha necesidad de ser escuchadas.

Estos días he leído, no sé bien dónde, que la escucha es uno de los mayores gestos de solidaridad. Si no escuchamos, no conoceremos la realidad que otra persona está viviendo y, si no la conocemos, difícilmente empatizaremos con ella.

Y ¿qué significa empatizar con la persona? “La empatía es la intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo. La empatía hace que las personas se ayuden entre sí”.

Aquí es a donde yo quería ir a parar mediante esta serie de definiciones. Hace mucho tiempo que siento que el mundo iría mejor si fuéramos capaces de empatizar con la otra, con el otro, si fuéramos capaces de ponernos en lugar de las otras personas. Y para eso es necesario comunicar, no sólo oír, sino también escuchar.

“Escuchar con los oídos del corazón” es el bonito lema que la Iglesia ha elegido para la Jornada de las Comunicaciones Sociales en la Iglesia, celebrada el domingo de la Ascensión. No sé por qué, pero enseguida me vino un refrán, (¡qué sabio es el refranero español!) “Consejos vendo y para mí no tengo”. Y pienso en la escucha activa (léase un cierto retintín) de la Iglesia institución ante ciertos colectivos:

Escuchar a las mujeres que clamamos a voz en grito por la igualdad en la Iglesia.

Escuchar a los que han sido abusados en la Iglesia y que reclaman justicia y reparación.

Escuchar a gais y lesbianas que quieren sentir que la diversidad dentro de la Iglesia es una realidad

Escuchar a las personas más pobres y excluidas, las preferidos de Jesús de Nazaret; abrirles las puertas, aunque no vengan de Ucrania, sin exclusiones de ningún tipo.

Escuchar, siempre escuchar.

Dicen los obispos de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales: «La propuesta de la Iglesia es, más que nunca, una escucha con el corazón que cuando habla no insulta, no calumnia, no engaña, no manipula, no viene a imponer ni a traicionar, sino que viene a aportar su grano de arena en la construcción del bien común». Amén. Así sea. Que no se queden en bla,bla,bla,bla…Y otra vez el refranero español: “mucho ruido y pocas nueces”.

Escuchar, comunicar, empatizar…, solo así seremos creíbles.

Charo Mármol

8C324FBB-99C5-4820-AD7B-DEDAF6F452F3En 1953 en Cuba un grupo armado revolucionario liderado por Fidel Castro ataca el cuartel Moncada en Santiago de Cuba. Fue un intento fallido para derrocar al dictador. Ese mismo año en la URSS muere Stalin y, en Inglaterra, Isabel II es coronada Reina.

Además nací yo. Fue en Murcia, pero enseguida me acogió la capital del Reino, Madrid. Ya madurita empecé a viajar por los países del Sur y desde entonces me considero ciudadana del mundo. Un mundo en el que me gustaría que reinase la paz, la justicia y la igualdad. Y a esto he dedicado la mayor parte de mi vida: a trabajar por el Reino de Jesús aquí y ahora.

Fuente Alandar

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Cómo comunicar en una sociedad polarizada

Viernes, 17 de septiembre de 2021
Comentarios desactivados en Cómo comunicar en una sociedad polarizada

sociedad-polarizada-02Un interesante análisis que hemos leído en ATRIO:

Diego Fares (jesuíta boliviano) y Austen Ivereigh (escritor católico inglés) han escrito juntos este ensayo que acaba de publicar la Civiltà Cattolica, que sigue en punta. Lo he leído con calma el viernes por la tarde, y me ha iluminado y tranquilizado tras una semana en ATRIO marcada por el tono agresivo e insultante que ha cobrado algún hilo, haciendo abandonar tal vez a algunos atrieros. Invito a leerlo con calma en el fin de semana. Es largo pero de lenguaje sencillo. Esperanzador pero no buenista o francisquista, buscando el diálogo entre posturas contrarias que no es lo mismo que contradictorias. Ya me diréis. AD.

Comunicar en una sociedad polarizada, ser promotores de unión, de encuentro, de reconciliación, de coincidencia en la diversidad: ¿cuál es la actitud, la forma mentis necesaria para ser buenos comunicadores en un contexto en el que la polarización quiere imponer su ley a todo discurso público o privado?

La polarización es un fenómeno tan antiguo como la humanidad, pero que ahora tiende a incrementarse exponencialmente frente a cambios e incertidumbres a gran escala. En EE. UU., donde casi la mitad de los demócratas y los republicanos ven a los otros como una amenaza al bienestar de la nación, la creciente polarización ha despertado estudios y proyectos para intentar superarla[1].

En este ámbito se destaca el psicólogo social Jonathan Haidt, quien en The Righteous Mind ha subrayado la importancia de las «intuiciones morales» y el hecho de que las personas busquen argumentos para defenderlas[2]. Para superar la brecha que los separa, liberales y conservadores tienen necesidad de aprender cuáles son las intuiciones morales que los motivan a unos y a otros.

La organización de ciudadanos Better Angels busca «despolarizar América» realizando proyectos prácticos en los que reúne a partidarios de los demócratas y de los republicanos[3]. Su fundador, David Blankenhorn, que se describe como una persona herida por las culture wars americanas, ha identificado siete «hábitos» para «despolarizar» el conflicto, deduciéndolos de las siete virtudes del cristianismo clásico. Las tres virtudes más altas, según Blankenhorn, son:

  • 1) «criticar desde dentro», es decir, criticar al otro desde un valor que se tiene en común con él (reconociendo que las intuiciones morales suelen ser universales);
  • 2) «buscar los bienes en conflicto»; reconocer que, mientras que algunos conflictos tratan del bien en oposición al mal, la mayoría de ellos son conflictos entre bienes, y la tarea, por tanto, no consiste en separar el bien del mal sino en reconocer y sopesar los bienes que compiten entre sí;
  • 3) «contar más de dos», es decir, superar la tendencia a dividir en binomios antagónicos, que conducen a pseudodesacuerdos[4].

También en la Iglesia católica estadounidense podemos encontrar intentos de superar las agudas divisiones intraeclesiásticas entre católicos «progresistas» y «conservadores». En junio de 2018, por ejemplo, la Georgetown University patrocinó un encuentro de ochenta líderes con el fin de intentar superar la polarización a partir de la doctrina social de Iglesia y del ejemplo del papa Francisco[5]. Uno de los ponentes, el arzobispo de Chicago, cardenal Blase Joseph Cupich, hizo notar la distinción entre partidismo (partisanship) y polarización. Lo primero es división o desacuerdo que, sin embargo, permite trabajar juntos para lograr fines compartidos, mientras que, en el caso de la polarización, el aislamiento y la desconfianza entre unos y otros hace imposible la cooperación. Cupich recordó a san Juan Pablo II, quien describió la polarización como un pecado porque suscita obstáculos por lo visto insuperables para el cumplimiento del plan divino para la humanidad.

La postura del papa Francisco ante la polarización

El papa Francisco ha observado que «nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos»[6].

En su mensaje para la 53ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales dice: «La identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros)[7]. El ser miembros los unos de los otros —afirma en su reflexión el santo padre— es la motivación más profunda de la obligación de custodiar la verdad, que se revela precisamente en la comunión[8]. El Papa describe la Iglesia como «una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los likes, sino sobre la verdad, sobre el “amén” con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás»[9].

Uno de los discursos más contundentes al respecto fue el que el papa Francisco pronunció ante el Congreso de EE.UU.: «Puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores». Y proseguía, exponiendo una posible paradoja: «En el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice no»[10]. En clave cristiana, este «no», esta resistencia, es un «criterio de sanidad y ortodoxia cristiana» que consiste «no tanto en el modo de actuar como en el modo de resistir»[11]. Dicha resistencia personal reconoce que la polarización nace primero en el corazón humano y, posteriormente, puede estar fomentada por los medios y la política.

En el Mensaje para la 50.ª Jornada de las Comunicaciones Sociales el Papa precisó que el mal uso de los medios de comunicación puede «conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos»[12]. Del mismo modo, una política está enferma cuando prospera en función de los conflictos, acentuándolos para aumentar el poder o la influencia del político «intermediario», muy distinta de una política sana que se esfuerza en conciliar a las personas en torno al bien común, y en la cual el político es «mediador»: uno que se sacrifica a sí mismo en favor del pueblo[13].

Ya en 1974, en sus comienzos como provincial de los jesuitas, Bergoglio hacía ver que en los Ejercicios Espirituales el pecado es «fundamento desintegrador de nuestra pertenencia al Señor y a la Iglesia»[14]. El pecado desintegra también nuestra pertenencia a la humanidad. «El único enemigo real —reflexionaba Bergoglio— es el enemigo del plan de Dios»[15], que, como dice Pablo «dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman» (Rom 8, 28)». Y concluía: «Esta es la hermenéutica para discernir lo principal de lo accesorio, lo auténtico de lo falso»[16], las «contradicciones del momento» del tiempo de Dios[17], que es «más grande que nuestras contradicciones»[18].18

Una «forma mentis» despolarizadora

Analizaremos ahora cuatro actitudes del papa Francisco que pueden ayudarnos a configurar la forma mentis[19] necesaria para discernir cómo comunicar bien en medio de una sociedad polarizada. Se trata de dos «noes» y de dos «síes». Ante todo, no discutir con el que busca polarizar y no dejarse confundir por falsas contradicciones. Segundo, decir sí —más con las obras que con las palabras— a la misericordia como paradigma último, y decirlo en dialecto materno, que llega al corazón de cada persona en su propia cultura.

 Consideremos en primer lugar algunas situaciones en las que el Papa, con pocas palabras (a veces le bastó un gesto, una pausa o un silencio elocuente), comunicó bien en un contexto de polarización.

En el encuentro celebrado en el Augustinianum sobre el diálogo intergeneracional con ocasión de la presentación del libro La sabiduría de los años[20], el papa Francisco dialogó con una pareja de abuelos que le expresaron su necesidad de ser ayudados para poder hablar bien con sus hijos. Le decían: «A pesar de nuestros esfuerzos como padres para transmitir la fe, los hijos algunas veces son muy críticos, nos contestan y parecen rechazar su educación católica. ¿Qué debemos decirles?».

El Papa hizo una pausa de apenas un instante y respondió resueltamente: «Hay algo que dije una vez, porque se me ocurrió espontáneamente, sobre la transmisión de la fe: la fe debería transmitirse “en dialecto”. Siempre. El dialecto familiar, el dialecto… Pensad en la madre de aquellos siete jóvenes que leemos en el Libro de los Macabeos: dos veces la historia bíblica dice que la mamá los alentaba “en dialecto”, en la lengua materna, porque la fe se había transmitido así, la fe se transmite en el hogar»[21]. Después agregó: «Nunca discutáis, nunca, porque es una trampa: los hijos quieren llevar a los padres a la discusión. No. Mejor decir: “No sé responder a esto, busca en otra parte, pero busca, busca…”. Evitad siempre la discusión directa, porque aleja. Y siempre el testimonio “en dialecto”, o sea con esas caricias que ellos entienden»[22].

La fuerza de ese breve diálogo entre el Papa y la pareja de padres-abuelos contiene un núcleo comunicativo que despoja de sus armas al que, voluntariamente o no, polariza. Se trata de adoptar estas dos actitudes: dar testimonio en dialecto y no discutir. No discutir supone hacer un discernimiento: decir «no» a una falsa polarización y decir «sí» a un paradigma superador: el de la misericordia. Leer más…

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Brota de la herida

Jueves, 26 de noviembre de 2020
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Del blog Nova Bella:

Palestinian youths mourn at al-Shifa hospital morgue on July 14, 2018 after two teenagers were killed in one of a series of Israeli raids. Aged 15 and 16, two Palestinians were on a road west of Gaza City when an air strike struck a nearby empty building, the enclave's health ministry said. Israel unleashed a wave of strikes against Gaza on July 14, while scores of rockets were fired back across the border from the territory. / AFP PHOTO / ANAS BABA

 

“Solo hay verdadero diálogo

cuando es de herido a herido”

*

Pedro Rodriguez Panizo

***

Nota: Jóvenes palestinos lloran en la morgue del hospital al-Shifa el 14 de julio de 2018 después de que dos adolescentes murieran en una de una serie de redadas israelíes./ AFP PHOTO / ANAS BABA

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Líderes musulmanes de todo el mundo critican la reconversión de Santa Sofía en mezquita

Sábado, 25 de julio de 2020
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unnamed“Un error irreparable, que destruye el mensaje de reconciliación y justicia del Islam”

Alto Comité para la Fraternidad Humana: “Reconocemos el valor cultural y espiritual de Santa Sofía para toda la humanidad y, por lo tanto, apoyamos su llamamiento para evitar las divisiones y promover el respeto y la comprensión mutua entre todas las religiones”

Hafid Ouardiri: “Junto con otros musulmanes de todo el mundo, rezo para que Santa Sofía siga siendo lo que siempre ha sido desde 1934: una encrucijada de conocimiento, luz, sabiduría y paz para toda la humanidad”

De museo a mezquita: las últimas horas de Santa Sofía de Estambul

Erdogan preside el multitudinario primer rezo islámico del templo

Los obispos estadounidenses declaran un día de duelo por Santa Sofía

(Vatican News).- Continúan los preparativos en Turquía para convertir la basílica cristiana de Santa Sofía en una mezquita. La reapertura de la antigua iglesia bizantina -convertida en mezquita en el siglo XV tras la conquista otomana de Constantinopla y convertida en museo en 1934 a instancias del entonces presidente Mustafá Kemal Ataturk- como lugar de culto islámico está prevista para el 24 de julio. Mientras tanto, han continuado los llamamientos y las protestas en el mundo contra su conversión en mezquita querida por el Presidente turco Recep Tayyip Erdogan.

Carta del Alto Comité para la Fraternidad Humana

A los llamamientos también se han unido varios representantes importantes del mundo musulmán. Entre ellos, el Alto Comité para la Fraternidad Humana (HCHF) que ha escrito una carta al Consejo Mundial de Iglesias (CMI). “Reconocemos el valor cultural y espiritual de Santa Sofía para toda la humanidad y, por lo tanto, apoyamos su llamamiento para evitar las divisiones y promover el respeto y la comprensión mutua entre todas las religiones“, dice la carta, firmada por el jurista islámico Mohamad Abdel Salam, secretario general de la HCHF y asesor especial del Gran Imán de Al-Azhar Ahmad al Tayeb.

La convivencia como prioridad

Mosaico-Santa-Sofia_2249785011_14773278_660x371Según la HCHF, los lugares de culto deben transmitir “un mensaje de paz y amor para todos” y no ser utilizados para “contribuir a la segregación y la discriminación, en un momento en que el mundo realmente necesita responder al llamado de las religiones a buscar la solidaridad y fortalecer los valores de la convivencia y la fraternidad humana“. En este sentido -subraya la carta- es necesario “evitar cualquier iniciativa que pueda socavar el diálogo interreligioso y la comunicación intercultural y crear tensión y odio entre los seguidores de las diferentes religiones” y, en cambio, dar “prioridad a los valores de la convivencia“.

Santa Sofía: una encrucijada de conocimiento, luz, sabiduría y paz

Con otra carta del mismo tono, dirigida al Consejo Mundial de Iglesias, firmada por Hafid Ouardiri, director de la Fundación Musulmana de l’Entre-Connaissance de Ginebra, así como cofundador y vicepresidente de la Plataforma Interreligiosa de Ginebra, quien expresó su pleno apoyo a la carta dirigida el 11 de julio por el Secretario General interino del CMI, el reverendo Ioan Sauca, al Presidente Erdogan: “Junto con otros musulmanes de todo el mundo, rezo para que Santa Sofía siga siendo lo que siempre ha sido desde 1934: una encrucijada de conocimiento, luz, sabiduría y paz para toda la humanidad“, escribió Ouardiri.

Signos de un diálogo profundo y genuino

2020-07-02T104126Z_755142398_RC2YKH994WYI_RTRMADP_3_TURKEY-MUSEUM-GREECE-SPOKESMAN_20200702124526-khw-H734Q5N642FHTM26-992x558@LaVanguardia-WebSauca, por su parte, expresó su sorpresa y gratitud por todos estos testimonios de solidaridad: “Fue más de lo que podíamos esperar. Estoy orgulloso y animado de ver estos signos de apoyo y solidaridad expresados por nuestros amigos musulmanes. Demuestra que nuestro diálogo es profundo y genuino y que juntos podemos hacer realidad el sueño de construir un mundo pacífico en el que los pueblos y las religiones se respeten y apoyen mutuamente“, añadió el Secretario General del CMI, señalando que el diálogo interreligioso “se ha venido desarrollando durante casi 50 años y debe seguir profundizándose” en cuanto que es “necesario hoy más que nunca“.

Por iniciativa de Erdogan, tres conocidos intelectuales turcos, expertos en teología, citados por la agencia Fides, también intervinieron en estas horas: Nazif Ay, Mehmet Ali Öz y Yusuf Dülger, que hablan de un “error irreparable“, que “destruye el mensaje de reconciliación y justicia del Islam, cuyo significado es ‘paz’“.

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), General, Islam , , , , , , , , , , ,

¿Qué es el diálogo?

Lunes, 16 de marzo de 2020
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emac3basClaves para un diálogo transformador
Stefano Cartabia, Oblato,
Uruguay

ECLESALIA, 07/02/20.- La reflexión que sigue, basada en mi experiencia y reflexión, no quiere ser exhaustiva y tampoco puede serlo en tan breve escrito. Simplemente quiero abrir pistas para profundizar en un tema sumamente importante en este cambio de época.

La palabra diálogo viene del griego διάλογος, “dia-logos”: dia, “a través” y logos, “palabra-discurso”. Podemos por la tanto, según su etimología, entender el diálogo como un pasar a través de las palabras, un conocimiento que pasa por las palabras. Si entendemos λóγος en su sentido filosófico más profundo podemos ampliar el sentido de diálogo a una comprensión que atraviesa el orden misterioso de lo real para captar el sentido.

Por eso que diálogo no es exclusivamente reservado a una conversación entre dos personas. En esta reflexión utilizo la palabra diálogo en su sentido más amplio: una manera de relacionarse entre dos o más personas o realidades (grupos, instituciones, naciones, religiones, etcétera) para buscar una síntesis y una verdad más global y armoniosa. Diálogo en el fondo es relación.

En nuestro mundo globalizado y tecnocrático se habla mucho de diálogo. En muchos casos usamos la palabra diálogo simplemente como una fachada, para mostrar algo que en realidad no queremos ni saber ni hacer. En otros casos la intención es más genuina y se intenta dialogar para encontrar acuerdos y para crecer en conocimiento y en comunión.

En la mayoría de los casos – tengo esta percepción – los frutos del diálogo no son los esperados. Entran entonces el desencanto y la frustración, la tristeza y el enojo.

Con todo esto – me interesa subrayarlo – cualquier intento sincero de diálogo es valioso, necesario y merece todo el apoyo y la confianza.

Intentamos ver con más claridad y profundidad. ¿Por qué no funciona el diálogo? ¿Por qué no produce los frutos esperados?

Como decía intentaré abarcar la experiencia del diálogo en su sentido más amplio: desde los encuentros personales, familiares y de amistad hasta el dialogo político, entre naciones y el dialogo intraeclesial y entre las religiones.

En todos estos vastos campos me parece que el esfuerzo por dialogar no conduce adonde queremos.

Hacemos experiencia de que los conflictos familiares siguen, el diálogo político es siempre superficial y frágil y ni que hablar del diálogo entre las naciones. También a nivel eclesial se notan muchas dificultades para vivir un diálogo fecundo y fructífero y lo mismo ocurre con el diálogo interreligioso.

¿Por qué no funciona?

Porque en realidad no estamos dialogando. En muchos casos son monólogos con apariencia de diálogo. No hay verdadera apertura ni disponibilidad a comprender radicalmente el otro. Hay apego a los propias posturas, miedos, prejuicios.

Intento proponer unas claves para un verdadero diálogo. Debemos tener presente que estas claves están interconectadas, se dan juntas, se superponen y se dan la una en la otra. Para mayor claridad y orden las analizo brevemente una por una.

Claves para un verdadero diálogo

  • Apertura total y radical

Un verdadero diálogo empieza por una apertura radical de mente y corazón. No es posible un diálogo sin esta apertura. La apertura expresa confianza, disponibilidad. Abrirse nos es tan fácil como parece. Abrirse es hacer espacio al otro para que se sienta cómodo, como en casa.

¿Cuánta veces en nuestros diálogos nos sentimos verdaderamente cómodos?

Abrirse es poner entre paréntesis nuestro saber y nuestras creencias. Es poner todo en juego, todo arriba de la mesa. Abrirse también supone aceptar la vulnerabilidad. Cuando nos abrimos realmente nos experimentamos más expuestos y vulnerables. Tal vez en este miedo radica la dificultad de una apertura total y radical. La apertura es un paso prioritario y esencial para un verdadero diálogo.

  • Escucha profunda

Un verdadero diálogo necesita una escucha profunda. Una escucha profunda no es para nada fácil y mucho menos automática. Tenemos que estar muy presentes en el momento del diálogo para escuchar. La inercia mental, las heridas emocionales y los miedos siempre condicionan – a menudo inconscientemente – nuestra escucha. Una escucha profunda significa que mientras escucho estoy totalmente ahí con todo mi ser: cuerpo, mente y espíritu. Escuchar profundamente significa que no tenemos apuro en contestar, que no juzgamos lo que estamos escuchando y que no estamos pensando. Simple y totalmente estamos escuchando. Estamos ahí, estamos totalmente presentes desde lo profundo del ser. En mi experiencia es bastante difícil asistir a una escucha profunda.

  • Soltar los prejuicios

Para un verdadero diálogo es imprescindible soltar los prejuicios. Es una operación difícil porque a menudo son inconscientes. Muchas veces ni nos damos cuenta de nuestros prejuicios. Por eso es fundamental, antes del dialogo, sincerarse con uno mismo: ¿tengo prejuicios? ¿Cuáles son? Esta operación requiere tiempo y es importante tomarse todo el tiempo necesario, hasta que sintamos con la mayor lucidez posible que hemos detectado los prejuicios y los hemos soltado. Si por algún motivo no logramos soltar algún prejuicio sería conveniente postergar la etapa del diálogo. Darse cuenta del vasto campo de prejuicios que vive en nuestro interior requiere la gran aventura del autoconocimiento.

  • Aceptación radical del otro

No existe un verdadero y fructífero diálogo sin la aceptación radical del otro. Y este paso requiere otro previo: la aceptación de uno mismo. Sin aceptación no hay diálogo. Una de las causas más frecuente del fracaso de los diálogos es la falta de aceptación. La aceptación incluye a todo: a mi mismo, a la situación actual, al otro o los otros. Aceptar radicalmente significa reconocer que la realidad tiene prioridad sobre el pensamiento. Lo que es, es lo que es: aunque me gustaría que fuera de otra manera. La aceptación es fundamental porque nos introduce en un estado de paz absoluta y sin causa. Cuando aceptamos estamos en paz y desde la paz cada diálogo encuentra el mejor terreno para dar fruto. La aceptación radical impide enérgicamente que nos atrape la tentación de querer cambiar al otro. Cuando existe – aunque sea solo una chispa – el deseo de cambiar o convencer al otro el diálogo está infectado desde el arranque.

  • Respeto integral

De la mano de la aceptación surge el respeto. El respeto integral del otro o de los otros indica que los he aceptado, que reconozco su ser y su valía más allá de cualquier otra cosa que pueda existir o surgir. Respeto es darse cuenta de la unidad radical que nos convoca, de la interconexión que existe. El respeto es la muerte de cualquier intento del ego de sentirse superior o mejor. En el respeto integral nos percibimos profundamente iguales en el ser, más allá de las distinciones. Y reconocemos las diferencias como expresión del mismo Ser que nos constituye. Respeto es: te acepto y asumo integralmente como eres y te manifiestas.

  • Silencio

El silencio tiene que preceder, acompañar y seguir el proceso de diálogo. Hablamos del silencio de todo nuestro ser: cuerpo, mente y espíritu. El silencio es la condición que facilita todas las demás condiciones para un verdadero diálogo. Desde el silencio nos ubicamos en nuestro lugar sano, lugar que es también el lugar sano del otro. Desde el silencio se derrumban los muros del miedo. Sabemos que estamos a salvo, sabemos que el diálogo de cierta manera y en lo profundo ya está hecho. El silencio nos pone en la verdad y sana las heridas.

Antes de entrar en el diálogo efectivo tenemos que darnos tiempos de silencio y echar raíces ahí. La preparación remota a un verdadero diálogo es la constante practica del silencio que se puede hacer, por ejemplo, a través de la práctica diaria de la meditación. La preparación próxima al diálogo es hacer unos minutos de silencio antes de comenzar el diálogo mismo.

El silencio es fundamental porque genera una palabra viva. La palabra que surge del silencio es una palabra pura, humilde, serena, verdadera. Panikkar hablaba de “la dimensión apofática de toda palabra humana”: cada palabra humana esconde una dimensión de silencio y de misterio, algo no dicho. Conectar con esta dimensión es esencial para que nuestras palabras sean auténticas.

  • Trascender la mente

El silencio nos lleva a trascender la mente. Es un punto esencial. Los conflictos y los diálogos fracasados surgen de la mente, nunca del ser. La mente es la identificación del yo con el pensamiento y hasta que estamos identificados con el pensamiento un verdadero diálogo es imposible y, peor, será siempre un diálogo pobre, parcial, frágil. No podemos dialogar a partir de la mente y del pensamiento. El pensamiento es siempre conflictivo, egoico, repetitivo. Cuando nos establecemos más allá de la mente, usamos el pensamiento como una herramienta y entonces el diálogo puede desarrollarse en armonía y profundidad. Si no trascendemos la mente seremos esclavos del pensamiento y nuestro diálogo será mental y por ende, aunque no degenere en conflicto, será muy limitado.

  • Reconocer y asumir la propia sombra

Una de las claves importante es reconocer la propia sombra. Si no somos capaces de detectarla y asumirla la sombra se proyectará inevitablemente en el diálogo y minará desde la raíz sus posibilidades de éxito. La sombra consiste en nuestras zonas oscuras que hemos reprimido en el inconsciente. Se necesita mucho trabajo y honestidad para verla, reconocerla y asumirla. No se trata de ser perfectos ya que siempre nuestras sombras y heridas nos acompañarán. Se trata de reconocerlas para no proyectarlas en los demás. En el fondo es aprender a hacernos cargos de nuestras zonas oscuras y nuestras heridas para que no distorsionen la percepción que tenemos del otro.

  • Disponibilidad al cambio

Todo lo que vimos nos lleva derecho a ser disponibles para el cambio. Entablar un diálogo sin una previa disponibilidad a cambiar es la premisa para el fracaso. Si vivimos todas las dimensiones que hemos analizado notaremos surgir una pacifica y alegre disponibilidad al cambio. Disponibilidad al cambio no necesariamente significa que tenemos que cambiar algo, pero si indica que nos dejamos trasformar por el diálogo. Cualquier verdadero diálogo – aunque en la superficie no cambia nada – es profundamente revolucionario y transformador.

  • Más allá de las palabras

Me parece oportuno ampliar el contenido del diálogo más allá de las palabras. En nuestra sociedad occidental la palabra está sobrevalorada, abusada y manipulada. Cuando se habla de diálogo lo restringimos a conversaciones y palabra. Se puede dialogar – entrar en relación – a través de muchas otras dimensiones de nuestra rica humanidad.

¿Por qué no introducir en nuestros diálogos elementos como el arte, la música, la danza, el canto?

Sin duda nuestros diálogos se verían purificados de tantas palabras y enriquecidos por otras dimensiones del ser.

Las palabras – si no somos extremadamente lúcidos y honestos – caen fácilmente en el terreno de la interpretación y el malentendido. Nuestra experiencia común lo confirma.

Las palabras hablan a nuestra mente mientras otras formas de comunicar hablan a todo nuestro ser. Ampliar el diálogo a otras maneras de entrar en relación y comunicar puede abrirnos a profundidades y posibilidades insospechadas.

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Analizando tres diálogos

Si nos detenemos a analizar cualquier diálogo que consideramos “fracasado” – en el terreno personal y a nivel macro – nos daremos cuenta rápidamente de la ausencia de algunas de estas claves.

Vamos a analizar brevemente tres diálogos para darnos cuenta como funcionan o pueden funcionar las claves para un verdadero diálogo que hemos mencionado.

  • Diálogos políticos nacionales

Que la política mundial esté pasando por una de sus más grandes crisis no se le escapa a nadie. Poca o nula estabilidad, corrupción, fanatismo, falta de lideres. Es una crisis mundial que sin duda nos hará crecer. Los modelos democráticos que surgieron en el siglo pasado están reventando. Se aproxima a mi parecer un nuevo y más humano modelo de democracia. Uno de los factores de esta crisis es la incapacidad brutal de diálogo. Sospecho que en muchos casos juega también una mala intención: deseos de poder, fama, dinero. En muchos otros casos, bien intencionados, notamos una preponderante escasez de las claves que hemos mencionado.

En muchos parlamentos notamos poca apertura, poca o ninguna escucha profunda, muchos o bastante prejuicios, poca aceptación del otro, a veces se pierde el respeto, nada de silencio, nada de trascender la mente y por ende poca o ninguna disponibilidad al cambio. Por eso que los diálogos políticos, más que diálogos, son intentos de acuerdos. Reina lo superficial, los intereses creados, los fanatismos, las posturas ideológicas.

¿Cómo es posible el desarrollo de un país y sus ciudadanos en estas condiciones?

Las nuevas democracias estarán necesariamente ancladas a un verdadero diálogo.

Soñemos: imaginemos un parlamento donde haya apertura, escucha profunda, aceptación y respeto, silencio y disponibilidad al cambio.

¿Cómo será el diálogo que surgirá?

¿No tendrá un reflejo sumamente positivo para todo el país?

  • Dialogo intraeclesial

Muchas veces lo que estamos en la iglesia percibimos la dificultad de un verdadero diálogo. Experimentamos tensiones y frustración.

¿Por qué ocurre todo eso?

A mi parecer una de las causas más fuertes es la manera de entender y vivir la autoridad y el poder. Más allá de que el evangelio es muy claro en cuanto a la autoridad entendida como servicio, en la práctica y a menudo la autoridad es un obstáculo para el diálogo.

Me parece vislumbrar dos motivaciones para esta incoherencia.

  1. La autoridad es impuesta y no reconocida.

Una verdadera autoridad es siempre reconocida y nunca impuesta. La estructura eclesial se basa en imponer autoridad y autoridades. Obvio, con el supuesto “aval” del Espíritu Santo. Obviamente no pongo en duda el rol del Espíritu en el caminar de la iglesia y sus autoridades. Pero si cuestiono el “uso” y la manipulación que hacemos del Espíritu y del Misterio para justificar una autoridad impuesta y el ejercicio del poder.

Una nueva y más evangélica visión de la autoridad se relaciona a temas muy concretos: la autoridad del Papa, la elección de los obispos y de los párrocos, el rol de los laicos y especialmente de la mujer. Solo para nombrar unos pocos ejemplos.

Las instancias decisionales en la iglesia son casi exclusivamente reservadas a los varones y a la jerarquía que, entre paréntesis, constituyen la abrumante minoría de la iglesia. En la elección de los obispos los laicos no tienen ninguna participación.

Es normal que una autoridad así entendida y ejercida no puede manifestarse en un verdadero diálogo. Esencialmente por falta de igualdad y por la creencia de “poseer” la verdad. Se confunde el rol de servicio que la autoridad otorga con una supuesta mayor dignidad o mayor sabiduría y lucidez.

Notamos entonces que en el dialogo intraeclesial falta una radical apertura, una escucha profunda, un soltar prejuicios (de todas las partes involucradas obviamente), una aceptación y un respeto radicales. Falta también silencio y – algo paradójico para una institución espiritual – trascender la mente.

Hasta que la jerarquía no se pondrá en un plan de igualdad con el pueblo laico y hasta que tiene el “sartén por el mango”, un verdadero diálogo se hace sumamente difícil.

  1. La autoridad eclesial se fundamenta en dogmas y los dogmas, por cuanto los revistamos de espiritualidad, son formas relativas y parciales de expresar la verdad.

No son la Verdad. Esta manera unilateral y fundamentalista de entender los dogmas y la tradición nos atasca en el ámbito mental, donde un verdadero diálogo se hace imposible. Por eso que los diálogos más fecundos y provechosos se dan a menudo a partir de la base, donde lo que rige es la vida y no los dogmas. Donde la vida tiene prioridad sobre el pensamiento el diálogo es mucho más auténtico y fecundo.

  • Dialogo interreligioso

En el dialogo interreligioso el fenómeno es parecido. Acá tal vez lo más importante y urgente son las ultimas 5 claves. En estos últimos decenios se dieron instancias interesantes y profundas de diálogo, por lo menos en algún caso. Se pudo notar un crecimiento en apertura, escucha, en la aceptación y el respeto y en soltar prejuicios. Sin duda debemos y podemos crecer en esto pero estamos en camino. Me parece más urgente, como decía, apuntar al silencio, a trascender la mente, a reconocer la sombra, a ser disponibles al cambio y a buscar nuevas formas de diálogo.

En el diálogo interreligioso, todavía y en general, hay poco silencio. Se intenta dialogar a partir de conceptos, ideas, leyes, ritos, doctrinas. Este diálogo, aunque sin duda pueda servir y ayudar, quedará siempre atascado en la superficie y será muy limitado. Porque un dialogo “mental” no es, esencialmente, experiencial. Se dialoga a partir del pensar y el pensar muchas veces tiene poca relación con la vida y la experiencia. Dialogar a partir del silencio es dialogar a partir de la vida real, no de los conceptos o las ideas. En la experiencia del silencio todos nos encontramos, nos sentimos uno. Desde ahí el dialogo “verbal” toma totalmente otro espesor y calidad.

La consecuencia de esta falta de silencio en el diálogo interreligioso es la dificultad de trascender la mente y por eso, como expliqué hace un momento, nos quedamos atrapados en los conceptos y el lenguaje.

Creo que también es urgente emprender el camino del reconocimiento de la propia sombra, sobre todo a nivel institucional. Cuando la iglesia y el cristianismo dialogan con otras tradiciones se hace presente una “sombra” colectiva que, si no es reconocida, influye negativamente en el diálogo. La sombra colectiva de la institución iglesia y del cristianismo está constituida por toda nuestra historia de dolor, persecución, marginación, martirio. Si no logramos ver y asumir esta sombra la proyectaremos en el dialogo y veremos fantasmas donde no los hay. Esto nos llevará a cierta violencia, a cerrarnos y a juzgar.

Fundamental la disponibilidad al cambio. En un verdadero diálogo interreligioso es un elemento central y fundante.

¿Qué sentido tiene sentarse a dialogar si, desde un comienzo, me cierro a aprender y a cambiar?

Esto no significa, lo reitero, que necesariamente tenemos que cambiar algo.

Un diálogo verdadero sin duda iluminará la vida y podremos vislumbrar algún cambio posible. El diálogo no empobrece la identidad de cada uno, sino que la enriquece. El diálogo, si estamos abiertos y disponibles, confirmará nuestra identidad más profunda enriqueciéndola con otros aspectos y dimensiones.

Un diálogo profundo entre un cristiano y un budista por ejemplo, transformará el cristiano en un cristiano más pleno y auténtico enriquecido con la dimensión budista; y transformará un budista en un budista más pleno y auténtico enriquecido con la dimensión cristiana.

Es un viaje increíble y de una belleza inimaginable.

Por último cobra particular importancia la necesidad de abrir el diálogo a otras formas que trasciendan las palabras. En muchos casos, en el diálogo interreligioso, las palabras y el lenguaje serán obstáculo. Cuando nos abrimos a otras formas de dialogar descubriremos nuevas posibilidades para comprendernos, crecer juntos y enriquecernos.

El diálogo entre distintas religiones y tradiciones espirituales puede avanzar enormemente a través de la oración, del silencio, del arte, del danzar y cantar juntos, del juego, de la música.

Concluyendo

Se podría pensar que vivir un diálogo de la manera que hemos expresado anularía la identidad personal o institucional. Es un miedo comprensible y normal… pero un miedo del ego. El miedo solo viene del ego.

En este caso, como en muchos otros, la que habla es la experiencia. Probar para creer. Verificar personalmente.

Cuando dialogamos a partir de las claves aquí propuestas nos daremos cuenta por experiencia propia que nuestra verdadera identidad no solo no se anula, sino que se ve enriquecida. Porque nuestra identidad no reside en el pensamiento, sino en el ser. El otro, los otros, son parte de “mi” identidad. Viviéndola así también mi personalidad se verá enriquecida y será cada vez más transparente al ser que se quiere manifestar desde y a través de mi persona. Esto vale a nivel personal como a nivel colectivo, de naciones, de iglesia. Es ley universal.

Por otro lado todo esto puede parecer utópico y, desde lo macro, puede que lo sea. Pero, lo sabemos de sobra, el cambio empieza por uno. “Se tu el cambio que quieres ver en el mundo” y “si vos cambia, todo cambia” son afirmaciones que sin duda conocemos pero que frecuentemente se quedan sin práctica y sin concretarse en lo cotidiano. La clase política que tenemos y la iglesia que tenemos no surgen de la nada y las personas con autoridad para implementar más rápidamente un cambio son frutos de nuestros barrios, nuestras familias, nuestra educación, nuestra cultura.

El cambio, si empieza, empieza por ti y empieza por mi. Aquí y ahora. Aquí y ahora puedo decidir tomar este camino y aplicar con paciencia y pasión las claves para un verdadero diálogo.

Así surgen los cambios estructurales y verdaderos: no por imposición y desde arriba. Sino por crecimiento en conciencia y desde abajo, desde lo sencillo y lo cotidiano.

Jesús y el evangelio lo tienen claro. La transformación surge y empieza desde lo pequeño: la semilla de mostaza, la levadura en la masa.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Espiritualidad

Voz interior

Miércoles, 29 de enero de 2020
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       El magno e inefable diálogo entre Dios y el hombre que constituye nuestra religión supone, en el hombre mismo, una actitud receptiva particular. Si el hombre busca y escucha la Palabra de Dios, la Verdad salvadora entra en el alma y engendra nuevas relaciones entre Dios y el hombre: la fe, la vida sobrenatural. Pero si el hombre no escucha, Dios habla en vano; se abre un drama tremendo.

        En la Biblia aparece por doquier esta alternativa decisiva, la escucha del hombre es, por excelencia, un acto racional y voluntario, pleno y consciente del obsequio tributado al Dios que revela, pero supone la maduración interior, trabajada por la gracia, de una disposición innata y honesta para el encuentro con Dios. Como edad de la crisis y edad de la elección, la juventud está más expuesta a padecer el influjo arreligioso y antirreligioso de nuestro tiempo. Ahora bien, en cuanto edad del pensamiento y edad del amor, la juventud es la más capaz de comprender el valor religioso de la vida y de dar a su piedad un profundo significado personal, que adquiere a menudo una dramática expresión moral, una especie de fidelidad inmolada y total, plena de impulso apasionado, si bien todavía poco segura, como un vuelo, aunque espléndida y generosa, precisamente como un vuelo milagroso realizado en los cielos del heroísmo y de la poesía. Esto tiene lugar cuando el sentido religioso se pronuncia -como tormento, como atractivo, como alegría, poco importa- de un modo tan vigoroso que constituye un juego íntimo y sublime de libertad y de obligación, y se vuelve determinante desde el punto de vista moral.

        Es entonces, por lo general, cuando la voz interior se revela, no ya como propia, sino como eco de otra voz, lejana y próxima, la de Dios. .

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Giovanni Battista Montini
(Pablo VI),
El sentido religioso,
Ediciones Sígueme, Salamanca 1964

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Orar la vida

Lunes, 23 de septiembre de 2019
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Orar-vida_2157394247_13897634_660x371Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:

Una amiga me dijo hace unos días -en broma- que me iba a cobrar ‘derechos de autor’ porque una de las reflexiones hechas en este espacio, correspondía a un hecho vivido por ella. Tiene razón porque siempre escribo sobre algo que me ha impactado de mi vida o de la vida de los otros. En efecto, todo lo que vivimos, cuando lo reflexionamos, nos da muchas enseñanzas. En realidad, eso era lo que hacía Jesús, tomaba ejemplos de la vida cotidiana y, a partir de ahí, hablaba de Dios a sus contemporáneos. En eso consisten las parábolas: la oveja perdida, la semilla que crece, el tesoro que se encuentra, la red repleta de peces, el grano de mostaza, el trigo y la hierba mala, etc., no son más que ejemplos sencillos a través de los cuales Jesús enseñaba que Dios es misericordioso, que él siempre está presente, que su acción puede pasar desapercibida pero que es actuante, que él busca vencer el mal a fuerza de bien, etc. Ninguna imagen dice todo lo que Dios “es”, pero cualquier imagen nos enseña mucho sobre Dios.

Pues bien, los hechos de nuestra vida han de ser materia de nuestra oración. Muchas veces en ella pedimos por nosotros, por las situaciones que vivimos, por los problemas de los amigos, etc., y todo eso está muy bien. Sin embargo, la oración es ante todo, un diálogo, es decir, un hablar y un escuchar, un pedir y un recibir, un acoger y un entregar.

¿Cómo no sólo pedir sino también escuchar a Dios? La Palabra de Dios, sin duda, es un medio privilegiado para el encuentro con él pero también son igualmente importantes, los acontecimientos que pasan en nuestra vida y en la de los otros.

En la oración podemos recordar lo vivido durante el día y simplemente preguntarle al Señor: ¿Cómo te hiciste presente en este acontecimiento? ¿Qué me quisiste decir con esto? Estas son preguntas que tal vez ya las hacemos pero que podríamos hacerlas en la oración de cada día y descubrir así la manera real y fuerte como Dios actúa y está presente en todo lo que vivimos.

La experiencia cristiana nos lleva a ver todo con los ojos de la fe, es decir, a buscar y descubrir la presencia de Dios en todo y a dejarnos enseñar, dejarnos conducir y, sobretodo, abrirnos a los nuevos horizontes que la vida nos trae. La oración es diálogo que nos puede cambiar por dentro, cuando encontramos el sentido de las situaciones que vivimos. Pero se necesita volver sobre nuestra vida, meditarla, reflexionarla, no para darnos la razón o para justificar nuestras acciones, porque ¡atención! ese peligro también existe, sino para preguntarle al Señor qué podemos aprender de cada situación y cómo él hubiera actuado en ella. En fin, las enseñanzas son innumerables y la vida es siempre una parábola capaz de enseñarnos cosas nuevas.

Acostumbrémonos a tomar como materia de oración nuestra vida. Con seguridad nos entenderemos más a nosotros mismos, entenderemos a los otros y encontraremos alguna “salida” a todas las situaciones. En este horizonte, la Palabra de Dios dará mucho fruto porque essemilla que cae en tierra buena (Mt 13,8) y no haremos dicotomías entre la oración y la vida, entre pedirle a Dios solución a nuestros problemas y no hacer nada de nuestra parte para cambiar actitudes, posturas, sentimientos y decisiones.

“No digan muchas palabras como hacen los paganos (Mt 6, 7) nos dice Jesús al hablarnos de la oración. Por el contrario, “cierra la puerta y reza a tu Padre que comparte tus secretos” (Mt 6,6). Ese contemplar la vida con lo que conlleva y que Dios conoce, nos revelará su presencia en nuestra propia existencia.

La oración es diálogo transformador. Con humildad pidámosle al Señor que nos enseñe a orar la vida para que cambiemos y crezcamos cada día. Nuestra realidad necesita ser transformada y nuestra vida es un “necesario” punto de partida.

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Francisco pide “reparar los daños por la incomprensión entre judíos y cristianos”

Sábado, 19 de enero de 2019
Comentarios desactivados en Francisco pide “reparar los daños por la incomprensión entre judíos y cristianos”

papa-en-el-muro_560x280El Papa escribe el prólogo de ‘La Bilbia de la Amistad’

Subraya que el mejor modo para dialogar “no es sólo hablar y discutir, sino hacer proyectos juntos y realizarlos”

“Tenemos 19 siglos de antijudaísmo cristiano y pocas décadas de diálogo no son suficientes para la confrontación”, afirma. Sin embargo, destaca, últimamente ‘muchas cosas han cambiado y otras todavía están cambiando'”

(Valores Religiosos).- “Para el judío como para el cristiano no hay duda de que el amor a Dios y al siguiente resume todos los mandamientos”. “Por lo tanto, los judíos y los cristianos deben sentirse hermanos y hermanas, unidos por el mismo Dios y por un rico patrimonio espiritual común, sobre el cual sostener y seguir construyendo el futuro”.

Así escribe el Papa Francisco en el prefacio del libro “La Biblia de la Amistad. Trechos de la Torá / Pentateuco comentados por judíos y cristianos” organizado por Marco Cassuto Morselli y Giulio Michelini.

En el libro que fue lanzado el 18 de enero, el pontífice subraya que el mejor modo para dialogar “no es sólo hablar y discutir, sino hacer proyectos juntos y realizarlos”. “El objetivo común será el de ser testigos del amor del Padre en todo el mundo“, sostiene.

“Tengo conciencia observa Francisco de que tenemos diecinueve siglos de antijudaísmo cristiano y que pocas décadas de diálogo no son suficientes para la confrontación. Sin embargo, en estos últimos tiempos muchas cosas han cambiado y otras todavía están cambiando “.

“Hay que trabajar con más intensidad -escribe el Papa- para pedir perdón y para reparar los daños causados por la incomprensión. Los valores, las tradiciones, las grandes ideas que identifican al Judaísmo y el Cristianismo deben ser colocadas al servicio de la humanidad sin olvidar nunca la sacralidad y la autenticidad de la amistad. La Biblia nos hace comprender la inviolabilidad de estos valores, que es necesaria una premisa para un diálogo constructivo “.

“Para los cristianos es de vital importancia -escribe en el prefacio- descubrir y promover el conocimiento de la tradición judía para lograr comprender de modo más auténtico si mismos. El estudio de la Torá también forma parte de este compromiso fundamental”.

“Por eso quiero confiar su camino de búsqueda de las palabras de invocación que los fieles judíos recitan diariamente al final de la oración del Amidá: Que se abran las puertas de la Torá, de la sabiduría, de la inteligencia y del conocimiento, las puertas del nutrimento y del sustento , las puertas de la vida, de la gracia, del amor y de la misericordia y de la aprobación ante ti”, agrega.

Fuente Religión Digital

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El Papa reivindica el valor del diálogo en Nicaragua, Siria y el Cuerno de África

Lunes, 2 de julio de 2018
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dg3m7ruuyaam2oqEste sábado viaja a Bari para orar por la paz junto a los cristianos de Oriente Medio

“Hay que tener miedo al corazón endurecido, ‘momificado’… es la muerte del corazón”

(Jesús Bastante).- Angelus del Papa en una mañana soleada, con el Evangelio de la hija de Jairo y la mujer enferma que se sana ‘robando’ la fuerza salvadora de Jesús en el horizonte. Francisco reclama las dos condiciones para ser salvados: “Sentirse necesitados y tener fe en él”.

Jairo, recordó el Papa, era uno de los jefes de la sinagoga, y tragándose su orgullo, “suplica a Jesús que vaya a su casa porque su hija se está muriendo”. Cuando llegan, se encuentran con la peor de las noticias. “No temas, ten fe”, es la respuesta de Jesús a Jairo.

“Jesús dice ‘Álzate’ y de pronto la niña revive, como despertándose de un sueño profundo”, apuntó el Papa, que recordó que uno de los evangelistas, Marcos añade al relato el caso de la mujer que es sanada apenas toca el manto de Jesús. “La fe de esta mujer ‘roba’ la potencia salvífica de Cristo, quien sintiendo que una fuerza sale de él, pregunta quién le ha tocado. Cuando la mujer lo confiesa, le dice: ‘Hija, tu fe te ha salvado'”.

Dos milagros con “un único centro: la fe”, recalcó Bergoglio quien aseguró que “Jesús da vida, renueva la vida a quien se fía plenamente de él”. No importa quién sea: de hecho, ni Jairo ni la mujer “son discípulos de Jesús. Fueron por su propia fe, fueron salvados por su fe en aquel hombre”.

“Ninguno debe sentirse un intruso, un abusador, alguien que no tiene derecho a tener acceso al corazón de Jesús”, subrayó el Pontífice. “Para tener acceso, sólo hacen falta dos requisitos: sentirse necesitados, y fiarse de él”.

“Yo os pregunto: cuando alguno de vosotros siente necesidad de cuidado, o tiene cualquier pecado o problema, y siente esto, ¿tiene fe en Jesús? Son los dos requisitos para ser protegido: sentir la necesidad y tener fe”, repitió. Así, Jesús “nos libra del miedo de vivir, nos protege con una palabra que pone en camino más allá del sufrimiento y la humillación”.

Así, “estamos llamados a imitar esta palabra que nos libera, y restituir a quien ha perdido la alegría de vivir”, sabiendo que Jesús ha venido a curar a todos”, y que, como demostró el episodio de la hija de Jairo, “la muerte física, delante de Jesús, es como un sueño, no debe desesperarnos”.

“Hay otra muerte de la que sí hay que tener miedo -advirtió el Pontífice-: la del corazón endurecido por el mal. Cuando sintamos que tenemos el corazón duro, el corazón que se endurece, me permito la palabra, el corazón ‘momificado’… tenemos que tener miedo”.

“Esta es la muerte del corazón”, añadió el Papa, quien no obstante recordó que “aunque esté el pecado, aun con el corazón momificado, para Jesús no es la última palabra. Él nos trae la infinita misericordia del padre. Su voz tierna y fuerza se alza. ‘Yo te digo: álzate’. Es bello sentir que la palabra de Jesús resuena en cada uno de nosotros”.

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Fieles en San Pedro pidiendo ayuda para Nicaragua

Tras el rezo del Angelus, Francisco quiso renovar su oración “por el amado pueblo de Nicaragua, uniéndose “al esfuerzo que están llevando a cabo los obispos del país, y tantas personas de buena voluntad, en su tarea de mediación y testimonio por el proceso de diálogo nacional por la democracia”.

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Al tiempo, denunció los últimos ataques en Siria, donde “las operaciones militares han dañado hospitales, y han provocado millares de nuevos prófugos”. “Pido que el pueblo, ya duramente probado durante años, no tenga más sufrimientos”.

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En medio de tantos conflictos, Francisco quiso señalar “una iniciativa histórica, una buena noticia”. “Después de 20 años de conflicto, los gobiernos de Etiopía y Eritrea han vuelto a hablar de paz. Una luz de esperanza para estos dos países del Cuerno de África, y para todo el continente”.

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Finalmente, el Papa recordó que este sábado viaja a Bari,junto a muchos jefes de iglesias y comunidades cristianas de Oriente Medio”. Una “jornada de oración y reflexión sobre la dramática situación de la región, donde tantos hermanos y hermanas nuestros siguen sufriendo, e imploraremos, con una sola voz, que se haga la paz. Os pido que acompañéis con la oración este peregrinaje de paz y unidad”.

Fuente Religión Digital

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“Oferta y diálogo”, por Gerardo Villar.

Sábado, 12 de mayo de 2018
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dialogoCuando predico o doy charlas, hay personas que escuchan. Y puede ocurrir que hasta estén de acuerdo con lo que expongo y lo acepten. Una cantidad de personas no oyen por la edad, otras están pensando en sus cosas… Y otras no están de acuerdo en lo que trato de exponer. Lo cierto es que cuando yo digo consciente algún disparate premeditado, no veo la reacción inmediata que esperaba de estar en desacuerdo. Porque nos hemos habituado a oír, como quien oye llover.

Pero me da que eso no es lo importante. Nosotros enseñamos, opinamos, exhortamos, condenamos… Hay miles y miles de escritos de la Iglesia, sobre todo del papa, los obispos y los cristianos.

Es preciso pasar al diálogo con las personas, a comunicarnos y a escuchar. Un diálogo entre ambas partes; que se cree intercambio de opiniones. No sé cuál es la forma práctica de hacerlo en misas un tanto numerosas. Pero creo que evangelizar es dialogar. La sociedad es pluralista y vivir ignorando esto sería contrario a las exigencias de la naturaleza humana y a las enseñanzas del evangelio.

Hemos estado muchos siglos anunciando e imponiendo nuestra fe. Porque se trataba de que los fieles siguiesen aquellas pautas. Hoy, el cristiano necesita descubrir, interrogarse para llegar a encontrar su fe personal.

Se requiere una escucha mutua, una visión sobre el sentido que quieren dar a su vida. Necesitamos un estilo nuevo de proponer el Evangelio, un estilo de vida arraigado en unos valores. Y proponer, no un sistema, sino un camino que a cada uno le lleve a un término, con etapas, tras una búsqueda personal y unos interrogantes sin presiones. Muchos se han ido de la Iglesia porque han querido sentirse libres de tanta carga que les hemos impuesto.

Se trata de exponer la fe como una propuesta de vida con dudas y aciertos; algo en camino. Sin imponer ni presionar, aunque hayamos actualizado el Mensaje. No se trata de que los fieles piensen como yo, sino de que piensen. No puedo hablar de obligaciones.

Es preciso de pasar de una fe impuesta a una fe descubierta, aceptada y vivida. No acierto el cómo, pero siento -preciso y obligado- el que haya un diálogo en la transmisión de la fe y un camino, al que llamamos catecumenado.

No podemos ofrecer todo el Mensaje en un primer momento. Se trata de caminar juntos e ir descubriendo, como en Emaús, a Jesús de Nazaret y a través suyo, al Cristo Resucitado.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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