Día de la Tierra 2020
¿Te imaginas si nos informasen de cada especie que extinguimos, y de cada animal o árbol o planta que destruimos, en los medios, continuamente, como hacen con la pandemia?
Esta semana (22 de abril) celebramos el día de la Tierra. Y le pregunto a ella, la bella dama, sabia, que conoce la vida, la evolución, la extinción, la primavera y los inviernos… ¿qué te gustaría te regalásemos madre-hermana-tierra en tu día? ¿Qué necesitas?
Te escucho hermana-tierra: háblame, necesito conocerte, no sólo pisarte, comerte, bañarme en tus aguas, poseer tu belleza, aprovechar tu ingenio para creer que “yo invento” algo, utilizar tus fuentes para saciar mi sed y vender tu agua a los más pobres, y enriquecerme vendiendo tu belleza para mi provecho, destruyendo tus litorales, tus montañas, tus bosques, tus océanos, mares, lagos, ríos…y como consecuencia destruyendo millones de hábitats, todos los días, para nosotros seguir creyéndonos los dueños también de los pobladores de los lugares más ricos de la Tierra.
Háblame, necesito conocerte para respetarte, para devolverte lo que es tuyo y qué necesitas para seguir evolucionando sin tener que estar atendiendo a las múltiples heridas que te causamos y que tú pacientemente y sabiamente vas resolviendo. Mientras puedas.
A la pregunta ¿qué necesitas? me llega rápida una respuesta que surge de dentro, de dentro de todo: ¡respeto!
La tierra, como tú y como yo, pide respeto, requiere respeto para subsistir. Si no, como en cualquier relación humana y también con los animales, se origina algún tipo de violencia. Y la violencia causa heridas, de todo tipo, en la persona y en todo lo vivo.
Los términos consumo, abuso, explotación…sólo indican, como una brújula, hacia un fatídico destino, cáncer del alma humana: el egoísmo.
Ese perverso señor, como todo fantasma, se desvanece cuando dejamos de prestarle atención y la ponemos en el silencio, que nos permitirá ir reconociendo otras voces y sonidos que están, pero que tenemos silenciados, en modo “tumba” para que no nos cambien la rutina.
Necesitamos ese silencio curativo que nos permite reconocer las voces que como una nana nos acunan y empoderan como las palabras de abuelas, madres, tías, padres…cuando nos tenían en brazos y nos decían, achuchándonos hasta hacernos protestar, que éramos la niña, el niño más hermoso del mundo, la más simpática en cuanto asomábamos una sonrisa y la más inteligente en cuanto decíamos: ba, ba o más difícil todavía: gu, gu.
Gracias a ese cariño, abundante, gratuito, lleno de mimo, de ternura, de cuidado, de protección y de dejarnos ir en su momento, hoy somos alguien, aunque no todo fuera fácil.
Ayer me enviaban una nana mallorquina con la que miles de nosotros fuimos acunados, dormidos, consolados. Fue mi oración de la tarde, salir al pequeño jardín comunitario del apartamento y cantar la nana a las plantitas y arbustos y gotas de lluvia que caían y resbalaban por las hojas, como por una pasarela de las más bellas modelos. Las gotas caían del cielo y al acercarme al arbusto, venían hacia mí, patinando sobre las hojas. Sencillo, pero entrañable, porque la creatividad, como dice Edith Warton “no consiste en una nueva manera, sino en una nueva visión”.
Y mi salmo de gotas de lluvia anoche, en la cama, cuando por no poder sacar la energía caminando… me costaba conciliar el sueño, me dejé arrullar por la lluvia cuya nana acabó durmiéndome.
La naturaleza, a través de cosas tan sencillas y preciosas me dice que necesita que respete su modo de ser, su modo de evolucionar. Si la dejamos saldremos ganando porque ahora la estamos matando, y sin ella nadie puede sobrevivir.
Nos repiten que ella no nos necesita pero sin ella nosotros no somos. Sólo nos pide respeto. Por ello, estos días en que celebramos su vida, y tenemos tiempo, tal vez, podríamos dedicarle una mirada y una palabra de agradecimiento y de respeto.
Escucharla, acoger sus sonidos, desde el sonido del viento y la lluvia, al ruido del mar y el correr del río y el chat de los árboles y pájaros entre ellos, al amanecer y al atardecer…añade tus palabras.
Si cuidamos de ella, dejará de haber pobres, dejará de haber emigración, porque todo se equilibrará. Y como dejará de haber ricos, porque se enriquecen a costa de ella, las gentes empezaremos a vivir la igualdad, poco a poco, pero con firmeza. Todo ello, será real si Escuchamos a fondo las voces de nuestra madre-hermana Tierra.
Magda Bennásar, sfcc
Fuente www.espiritualidadintegradoracristiana.es
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