José A. Rosas: “Los organizadores del ‘Devolvednos la misa’ son los mismos que lanzan campañas negras contra obispos españoles, argentinos o brasileños”
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“Se autoproclaman los ‘perros pastores’ que deben ayudar a sus obispos a pastorear su grey”
“Conozco a varios de ellos, quienes se han caracterizado por manifestar una desconfianza y a veces una critica radical con aquellos pastores que no compartan sus criterios políticos, que en ocasiones se vuelven ideológicos”
“Desde la soberbia intelectual, se sienten con el derecho y obligación de corregir públicamente a sus pastores, si éstos no se ajustan a sus criterios -ideológicos o políticos-“
“Estos grupos se autoproclaman cruzados y, por tanto, todo lo que ocurra en su alrededor lo verán desde el prisma que refuerce que viven en medio de una guerra”
“No son tiempos de cruzados, sino de artesanos de la paz, de constructores de puentes, de creadores de espacios de diálogo”
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| José Antonio Rosas, Director Academia Latinoamericana de Líderes Católicos
La semana pasada, inicio una campaña promovida por algunos grupos filo-integristas de España, Argentina y de Brasil dirigida a sus obispos, titulada ‘nos devolvam a Santa Missa’ o ‘devuélvanos la Misa’. Estas campañas han logrado la adhesión de muchas personas bienintencionadas, cristianos de a pie, que sufren legítimamente por no poder acceder a la Eucaristía durante estos tiempos de cuarentena, pero que desconocen lo que subyace en el fondo de quienes orquestan de forma coordinada algunas de estas acciones.
Estas campañas que aparentemente nacieron de forma espontánea en cada uno de los países, llaman la atención por la exactitud del mensaje que quieren transmitir, las metodologías usadas y que ‘por casualidad’ fueron lanzadas al mismo tiempo en redes sociales de España, Colombia, Argentina, Brasil y México; por quienes militan en las mismas organizaciones políticas o cívicas, varias de ellas que en anteriores ocasiones han realizado campañas negras contra obispos argentinos, brasileños o españoles.
Conozco a varios de ellos, quienes se han caracterizado por manifestar una desconfianza y a veces una critica radical con aquellos pastores que no compartan sus criterios políticos, que en ocasiones se vuelven ideológicos.
Muchas veces se autoproclaman los “perros pastores” que deben ayudar a sus obispos a pastorear su grey -aunque ni el mismo obispo se los pida-; y desde la soberbia intelectual, se sienten con el derecho y obligación de corregir públicamente a sus pastores, si éstos no se ajustan a sus criterios -ideológicos o políticos-.
Creo que vale la pena señalar los principales problemas de esta campaña (‘devuélvanos la Misa’):
El primero es que la campaña que se dirige a los obispos, pareciera dar a entender que fueron los obispos quienes le quitaron las Misas al pueblo. Es como si desde un pedestal de superioridad moral, nos dijeran: ‘Obispos cobardes que nos quitaron la Misa, ahora nos las tienen que devolver’. Eso es una terrible mentira alejada de la realidad, provocada cuando la idea es superior a la realidad (ideología). La celebración pública del culto, no nos la quitaron los obispos. Fue suspendida por toda la comunidad, y no por cobardía de nadie, sino por un criterio de prudencia de cuidar el valor absoluto de la vida de todos. ¡Nos encontramos en medio de una pandemia!
El segundo problema es que varios de estos grupos, movimientos y organizaciones políticas en que militan católicos bien intencionados; sus jefes sienten desde hace tiempo que nos encontramos en una guerra del Estado contra la Iglesia. No podemos dejar de reconocer situaciones dolorosas de un laicismo radical y trasnochado, pero a pesar de esto, en nuestros países no podemos hablar de una persecución religiosa, como lo señalo en su columna hace unos días Monseñor Eduardo Horacio de Argentina.
Estos grupos -varios de los que promueven esta campaña- viven desde hace años con el prisma ideológico de la guerra cultural y religiosa. Se autoproclaman cruzados y, por tanto, todo lo que ocurra en su alrededor lo verán desde el prisma que refuerce que viven en medio de una guerra.
En esa perspectiva ideológica, la celebración pública del culto no fue suspendida por un consenso internacional de cuidar a las personas; sino -para ellos- porque forma parte de una conspiración mundial contra los valores cristianos (ojo que ellos siempre hablan de valores cristianos, pero pocas veces hablan de la persona de Cristo), y para ellos, la gran parte de los obispos son cómplices silenciosos de esta conspiración. Sin embargo, habrá que subrayarlo ¡no estamos en medio de una guerra, sino de una pandemia!
Y el tercer problema, es que en esta campaña subyace un profundo clericalismo, enfermedad que nos ha advertido insistentemente el Papa Francisco. Pareciera que la vida cristiana se reduce EXCLUSIVAMENTE a la celebración de la Eucaristía y, por tanto, la vida cristiana no puede continuar sin la presencia del sacerdote. Sin embargo, hoy es una magnifica oportunidad para redescubrir el valor extraordinario de las Sagradas Escrituras, del sacerdocio universal y de la ‘Iglesia doméstica’ que es la familia.
En la V Conferencia General del episcopado latinoamericano, nos recordaba que a Cristo se le puede encontrar en diversos lugares. Uno ciertamente y fundamental es la Eucaristía, pero también hay otros lugares de encuentro con Cristo: la oración, las Sagradas Escrituras, los Sacramentos y los pobres, los afligidos y los enfermos.
¡Sí, los pobres son un lugar de encuentro con Cristo! Cuanto nos gustaría que parte de los recursos de tiempo, dinero y esfuerzo que dedican estos activistas a hacer ciber campañas como éstas, las dedicarán también con la misma esfuerza y pasión para acciones de solidaridad con los pobres, los afligidos y los enfermos.
Por otra parte, la crisis que hoy vivimos es una maravillosa oportunidad para no quedarnos solamente en la reproducción de una vorágine de videos y streamings de celebraciones de Misas que se están haciendo. Son muy positivas todas estas iniciativas, pero también aprovechemos para hacer lectio divina con nuestra familia; para redescubrir las Sagradas Escrituras que desde hace tiempo se encuentran guardadas en el librero de nuestra casa; para hacer oración junto a nuestros hijos y padres; para hacer oración personal y comunitaria.
La Misa “electrónica” no tendrá la presencia sacramental del Señor, pero Jesús no es sólo cuerpo resucitado y glorioso, sino que es Dios vivo en nosotros, por eso se les “desapareció” a los de Emaús, los cuales también podrán haberle exigido que les “devolviera” su presencia física. Son más los hombres y mujeres que han sido tocados por el Espíritu que los ha acercado a la valoración de la fe descubierta en la Iglesia doméstica.
Es tiempo de redescubrir que todos los bautizados, tenemos un triple oficio: sacerdotes, profetas y reyes. Que, por nuestro Bautismo, compartimos un sacerdocio común. Ya llegará el tiempo en que se reabran nuestros templos y volvamos a celebrar la Eucaristía todos juntos. Mientras tanto, recordemos lo que los obispos en Aparecida señalaban hace varios años: “Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí Él cumple su promesa: Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 20)”.
Y, sobre todo evitemos grupos, reuniones o ambientes que siembran cizaña o desconfianza con nuestros pastores. No estamos en medio de ninguna guerra. Más bien, nos encontramos en medio de un hospital de campaña. Los hospitales de campaña no son solamente los que se instalan cerca de una guerra, sino también los que se instalan en medio de una zona de desastre.
No son tiempos de cruzados, sino de artesanos de la paz, de constructores de puentes, de creadores de espacios de diálogo. El Papa Francisco proféticamente desde hace años nos llamo a ser una Iglesia en salida. Ese es el enorme desafío que se viene por delante; que salgamos desde nuestra comodidad, y más que reclamar si se abre un templo, vayamos al encuentro de Cristo “de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos, que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta presencia y cercanía, y en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo” Aparecida 146.
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