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Amor incondicional (II).

Martes, 24 de marzo de 2020
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dos-mujeres-virtuosas_560x280Iniciar este tiempo litúrgico potente y hermoso que llamamos tiempo de desierto, de espacios largos de reflexión y silencio, de la mano del Amor Incondicional, es un lujo.

El número cuarenta, en el Antiguo y Nuevo Testamento, aparece en innumerables ocasiones, cuyas citas y significado puedes consultar en Google, por facilidad y por no extenderme. El denominador común es que siempre indica un tiempo especial, de crisis-crecimiento, hoy diríamos de discernimiento.

Y ¿qué se discierne? ¿Qué crecimiento-maduración interior se nos propone?

En el texto bíblico  de Mc 1, 9-13, se nos dice:

“Juan lo bautizó en el Jordán. Inmediatamente, mientras salía del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar como paloma hasta él. Hubo una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, en ti he puesto mi favor.

Inmediatamente el Espíritu lo empujó al desierto. Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás; estaba entre las fieras y los ángeles le prestaban servicio”.

Nos dicen los y las exégetas que el Bautismo de Jesús no significa una muerte al pasado, en línea de la conversión que predicaba el Bautista, ya que no hay confesión de pecados, sino un compromiso de entrega, hasta dar la vida: un compromiso de amor incondicional.

El cielo responde con esa potente imagen de desgarro: ya no se cerrará más el cielo, habrá plena y permanente comunicación de Dios a Jesús; Dios le comunica la plenitud de su vida y fuerza: el Espíritu.

La paloma remite a la primera creación (Gn1, 2). El Espíritu termina la creación llevando a Jesús a la plenitud humana.

La voz del cielo declara a Jesús, amado, objeto del favor divino.

Y ese Espíritu, fuerza de vida y amor, lo empuja al desierto, que representa la sociedad con sus diferentes ansias de poder, con los enemigos mortales porque lentamente envenenan la Vida, nuestra vida, con envidias, sumisiones, controles, compromisos gratificantes, poderíos enfermizos que adormilan la conciencia libre, guiada por el Espíritu.

Para ello, para desintoxicarnos de un cristianismo mezclado con otros vinos, no nuevos, sino rancios por haber sido objeto de intereses personales, eclesiales…tenemos que ir al desierto, al lugar de encuentro con la Voz y la Fuerza.

Este es el discernimiento que se nos propone. Alto y claro. Para ello se nos dice: desintoxica tus fuentes, aquello de lo que te nutres, especialmente lo que sale de dentro, por heridas mal curadas, por experiencias de oprobio: familiares, personales, eclesiales… dejemos de lamentarnos por lo que no funciona y pongámonos a la Escucha. Ella, la Escucha al Espíritu, te llevará a tomar decisiones con sabor a Reino. A dar pasos de amor incondicional.

Observaremos a lo largo de este tiempo importante, los diferentes procesos de personas, de ambos testamentos, que nos llevarán a ir comprendiendo la seriedad del tema.

Y la otra mano materna que nos guía, la Tierra, nuestro planeta, con la sabiduría del Amor Creador en continua evolución. También ella, la tierra, nos habla de su discernimiento. Hoy herida de muerte por esos dioses no sacados de muchas conciencias laxas y egoístas que sólo buscan el poder…son las fieras del texto del desierto.

Ellas están ahí, pero Jesús aguanta, no se intimida. Procesa el silencio y la ausencia de apoyos rápidos, fáciles… Jesús ora, dialoga con el Abba, cuya voz alguna vez experimentó. El resto de días, también para él, fueron una lucha y una fidelidad tantas veces a ciegas.

Esa desintoxicación de estilos de vida que hieren a la tierra y a los hermanos y hermanas, va desde la cesta de compra, a las opciones más comprometidas. Estas no sirven de mucho, si, como dice Pablo “aunque entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no soy nada”. Si no tengo amor.

¿De qué amor estamos hablando? ¿Cuál es el núcleo de este modo de amor? ¿Dónde radica su fuente/eje?

 Interesante observar en la Escritura y también en la naturaleza, que todo busca la luz y el agua, símbolos por excelencia de la Pascua. Las plantas, los animales por diminutos que sean se dirigen a la luz y en función de esta luz sus cuerpos se van formando.

El agua determina casi todos los movimientos de los seres vivos. Donde hay agua hay vida. En función de encontrar el agua los animales pueden recorrer miles de kms, también las personas lo hacemos si hace falta, para encontrar el agua de la vida.

Piensa cuantos kms recorridos y textos leídos y reuniones y… para saciar tu sed. Para esto es la Cuaresma; es como un atajo que nos conduce al amor y éste incondicional, porque sólo éste está libre de pesticidas y conservantes.

El amor, tipo el de Jesús, es incondicional. No hablamos aquí de celibato o castidad, la eterna pugna… el término amor incondicional es tal vez sinónimo de “respeto incondicional”.

Nos sumergimos todos en este tiempo de Dios, en una actitud de apertura al Espíritu. Es el que empuja inmediatamente a Jesús, y a quien se lo toma en serio, al desierto. Lugar de encuentro.

Deseamos dedicar esta Cuaresma y Pascua a ahondar en esta realidad de Amor Incondicional. Os invitamos a reflexionar, despacio, a orar con corazón humilde para comprender nuestra grandeza y no menospreciarla. Para ello necesitamos la cuaresma. Jesús no sale debilitado de su desierto. Sale tan empoderado que sus actos consecuentes, fruto de su relación directa con el Abba, transforman la historia en un antes y un después.

A nosotr@s también se nos empuja inmediatamente al desierto. ¿No lo notas?

Magda Bennásar,SFCC

espiritualidadcym@gmail.com

Fuente Fe Adulta

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Crecer en la amistad

Miércoles, 26 de febrero de 2020
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jesus-abraza-a-joven-fotoPregón de Cuaresma

Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

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– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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VII Jornadas de desierto con Carlos de Foucauld

Lunes, 18 de noviembre de 2019
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Del blog de  José L. Vázquez Borau CaféDiálogo:

Espiritualidad evangélica con Carlos de Foucauld

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Desierto, tiempo de Gracia.

Sábado, 24 de agosto de 2019
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Es preciso pasar a través del desierto y morar en él para recibir la gracia de Dios; es allí donde nos vaciamos, donde expulsamos de nosotros todo lo que no es Dios y donde se vacía esta pequeña casa de nuestra alma para dejarle todo el sitio a Dios.

Los judíos atravesaron el desierto. Moisés vivió en él antes de recibir su misión. San Pablo, cuando salió de Damasco, fue a pasar tres años en Arabia. También san Jerónimo y san Juan Crisóstomo se prepararon en el desierto. Es indispensable […].

Es un tiempo de gracia. Es un período a través del que debe pasar necesariamente toda alma que quiera dar fruto […]. Le hacen falta este silencio, este recogimiento y este olvido de todo lo creado en medio de los cuales pone Dios en el alma su Reino y forma en ella el espíritu interior: la vida íntima con Dios, la conversación del alma con Dios a través de la fe, de la esperanza, de la caridad […]. Los frutos que pueda producir el alma más tarde serán exactamente proporcionales a la medida en que se haya formado en ella el hombre interior.

*

Charles de Foucauld
Obras espirituales,
Ediciones San Pablo, Madrid 1998

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Mar Saba

Lunes, 15 de julio de 2019
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Del Blog Nova Bella:

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Dame palabras fáciles y claras
para explicar la sencillez del alma
antes de ser rozada por las cosas,
cuando el alma no amaba equivocarse.
Pues al desierto voy, dame lo extraño,
que es ver por vez primera lo sencillo.
la tiniebla y la luz se separaron;
la noche vino y vino la mañana

*
Julio Martinez Mesanza

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Fuego

Miércoles, 17 de abril de 2019
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im25411MoisesDesiertoVivimos como si nada ocurriera, con cierta o mucha rutina, que en el fondo nos da seguridad. Hay personas que llevan muy mal los cambios, y a veces el intento de tenerlo todo bajo control, organizado… hace que Dios, el Amor, para acercarse a nosotros, tenga que “manifestarse”, llamarnos la atención, suplicarnos con algún gesto que estemos despiertos, alerta, presentes ¿por qué? porque tiene algo que decirnos.

Éxodo 3,1-8  13-15

…Moisés, después de descubrir su identidad en palacio, y tratar a su manera, de defender a los que ha descubierto como “suyos”, se sumerge en un profundo desierto, el desierto que nuestro tiempo litúrgico nos invita a experimentar de nuevo este año,  y el texto nos descubre que incluso en el desierto nos podemos acomodar.  Sin embargo el buen hombre tiene tal sed de Dios, que hasta con el rebaño, con todo su bagaje existencial, se acerca a ese monte donde Dios habita.

El paralelo puede ser muy clarificador si le ponemos palabras nuestras. ¿Cómo sería tu interpretación? Algo tan sencillo como que voy a dialogar con Dios, lo intento con mi rebaño, que es  lo que te sigue, lo que tú cuidas, lo que te da de comer, lo que te hace sentir útil y necesari@.

Y, en medio de esta normalidad de vida, de ir con tu rebaño a todos lados, de pronto, algo irrumpe, algo es diferente, algo como fuego que arde y arde sin consumirse, sin destruir, sin quemar, es un fuego que llama, invita, alienta. Moisés queda maravillado y decide “voy a acercarme a mirar”

Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza”.

Te invito en este relato oracional a poner de nuevo nombre a lo que te rodea. Posiblemente la actitud humana de acercarnos a mirar está muy arraigada en nosotros, forma parte de todas las culturas; pero mirar no es igual a ver, tenemos una máscara turística muy incrustada, además hoy todos sacaríamos el móvil para filmar el show de la zarza y enviarlo a montones de gente que a su vez lo enviarían… ¿y qué?

Lo importante de todo el montaje es que en medio de esta puesta en escena hay algo que transforma para siempre la historia de salvación, la historia de la humanidad: Dios llama a Moisés y este responde: aquí estoy, y entonces la voz de Dios se vuelve más clara: quítate las sandalias (suelta las máscaras) porque pisas tierra sagrada, porque al dialogar con Dios, entras en su espacio, como cuando dialogas con alguien y te introduce en su vida, en su historia y realidad.

Desierto4Dialogar con Dios es dejarse introducir en su doble realidad: primero la seguridad de que me llama, desde la llama ardiendo, desde el fuego que siento, que sé es su llamada, su llamarada, el fuego de su Espíritu que busca su tienda, que busca una comunidad de personas que le acojan, una a una para un bien común, para una tarea imposible.

Pero la prueba y la evidencia de que es de Dios está en el relato, el peligro ahora es ir al versículo siguiente enseguida y enzarzarnos en la tarea, que es lo que nos hace sentir útiles, y olvidarnos de que sin el fuego del Espíritu, sin la voz de Dios que me llama por mi nombre y me convoca a un diálogo sobre la realidad, muy poco puedo hacer.

Moisés pudo liberar al pueblo de todas las opresiones, porque continuamente estaba conectado, pero no una conexión de GPS, que te guía robóticamente, sin relación personal, sólo una voz que te dice lo que hacer para llegar a tu destino.

Este, amig@s mí@s no es el Dios de Moisés, no es el Dios de Jesús. El Dios de nuestro relato es el que te busca en tu desierto, te prepara una situación para que le descubras, y te pide que seas su voz y presencia en las situaciones de abuso. No te dice ve y soluciona, te dice que Él ha visto la opresión, que Él ha oído sus quejas, que Él se ha fijado en sus sufrimientos, y que va a ir a librarlos.

Al fin, nuestro corazón empieza a comprender, y respondemos como responde quien ha estado con Dios: iré si vienes conmigo, iré si me dices quien eres, iré si eres mi amigo, iré si tú actúas en mí.

Iré si te haces fuego en mí. Iré si nunca interrumpimos la conexión. Iré si tú me lo pides. Pero primero necesito oír esa voz que me llama a mí, sin la cual no estoy bajo cobertura, y si voy por mi cuenta dejo de estar en tierra sagrada y puedo manosear la obra de Dios.

Hoy conocemos tantos tipos de opresión que es fácil sentirnos agobiados y encogidos ante tanto dolor causado al planeta, a pueblos enteros explotados… estoy impresionada de la cantidad de demencia que hay en el norte de Europa, dicen si son los hijos de la segunda guerra mundial, los que vivieron el horror nazi, niños entonces, como esa niña de 5 años que tuvo que asesinar a sus padres obligada por el nazi que si no la mataba a ella… el dolor tragado nos vuelve locos.

descubrimiento-del-fuego-r-655x368Liberar, amar, perdonar… quien no quiere colaborar… el pequeño detalle es que sin su fuego yo no puedo quemar la maldad, sin su calor no puedo caldear los corazones helados por los escándalos… estamos presenciando una especie de holocausto en la iglesia en que creíamos, resulta que… sí, se convirtió en institución y en muchos casos dejó de escuchar la voz de Dios, dejó de dejarse maravillar por la zarza, la llama, la llamarada, la invitación a ser la liberación de Dios.

Pero esto no es un final, este es un fuego purificador, y lo que quede después del incendio será lo auténtico, lo que realmente vale. Y con esas cuatro cenizas llenas de rescoldos del Espíritu, estamos reconstruyendo la comunidad cristiana.  Desde la libertad, desde la colegialidad, desde la reconciliación, desde la Palabra escuchada en el desierto y compartida bajo la tienda de tu hogar.

La zarza está ardiendo,  el fuego-llama, llama, atrae, convoca.

¡Aquí estoy! Con lo que soy ¡aquí estoy!  Con lo que no soy ¡aquí estoy!

Magda Bennásar Oliver

Fuente Fe Adulta

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El Destino de la Cuaresma.

Jueves, 14 de marzo de 2019
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cuaresma_portada_01A diario en el mundo se repite el éxodo, cuando los pies de los migrantes cruzan caminos inexistentes y el dios de Israel sigue abriendo para ellos los mares, los bosques, y hasta las fronteras, esas mismas que los seres humanos hemos intentado cerrar tanto fuera como dentro de nosotros. A diario también se repite el desierto en nuestra vida, cuando atravesamos momentos en los que apenas nos estamos sacudiendo de las cosas que no queremos vivir pero todavía no hemos llegado a las que sí queremos, y nos damos cuenta que estamos en ese punto intermedio, de tanta incertidumbre como esperanza, dos palabras que se entrelazan en la fe con mucha frecuencia.

El número cuarenta es muy importante en la Biblia. Aparece en el diluvio, en el éxodo, en el relato de Moisés en el Sinaí, en la historia de Elías y en la de Jesús, y representa al menos 3 palabras importantes, que se relacionan entre sí y que figuran una valiente invitación para quienes hoy vamos entrando también en nuestros 40 días de éxodo y desierto: Cambio, Preparación y Libertad. Y de alguna manera esas palabras se ven reflejadas en la propuesta litúrgica de la Iglesia, de vivir un tiempo previo a la celebración de la Pascua, con un detalle de hermosa pedagogía: en la Escritura el desierto es lo que sigue a la Pascua, pero en la Liturgia de la Iglesia es lo que le precede.

Para que el cambio nos resulte deseable, necesario y hasta imprescindible es preciso tener los ojos y los oídos abiertos. Tal vez en estos días en los que Netflix tuvo a medio mundo viendo una película sobre personas que se cubren los ojos (Bird Box), debamos pensar que aquella cruel metáfora es bastante real: Preferimos cubrirnos los ojos porque nos da miedo ver la realidad y perder toda esperanza. ¡Claro que el mundo es un lugar difícil, con hambre, crueldad, indiferencia y opresión! ¡Claro que si miramos detenidamente a los acontecimientos del día a día podemos pensar que nada vale la pena! Por eso hay tantos creyentes que jamás miran las noticias y confunden su resignación con aceptación de la voluntad de dios. Pero la Cuaresma es tener esa actitud de Yahvé que le dice a Moisés: “Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios” (Ex 3, 7-8), así que vivir cuaresma es abrir los ojos y los oídos para darnos cuenta que la voluntad de dios es que seamos capaces de notar y advertir qué es lo que necesita cambios, no solo en nosotros, sino también gracias a nosotros.

El Desierto es además, un tiempo prudente de preparación, es ese plazo que nos damos entre una situación de vida y otra, como la soledad al terminar una relación, como el duelo al despedirnos de quien amamos, como el silencio cuando no tenemos las cosas claras. Es un tiempo para que el agua turbia vuelva a estar clara y así podamos vivir y decidir con esa claridad. Israel no estaba listo para pasar de la esclavitud a la tierra prometida en un día, y hasta Jesús pasó por aquella preparación, pues lo que iba a vivir en esos días y noches en medio de la gente del pueblo con sus dolores y angustias, era algo que merecía llegar listo. Los seres humanos nunca estamos listos del todo, pero precisamente por eso la cuaresma nos recuerda que podemos prepararnos siempre. Así como no se alcanza a estar listo para ser padres en 9 meses de embarazo, sino que aquello toma toda la vida -y no por eso hay que dejar de hacerlo- así mismo, la continua preparación aplica para la vida en pareja, para el trabajo, para el servicio a los hermanos, para toda vocación.

Pero la Cuaresma no es un destino, es apenas un puente. Por algunas tristes razones, muchas de las formas de espiritualidad en nuestra fe tomaron un matiz cuaresmal permanente, y convirtieron la experiencia religiosa en un perpetuo arrepentimiento sin victoria, en un viacrucis sin pentecostés. El desierto estará siempre impregnando la vida de Israel, pero como una invitación a recordar la necesidad de cambiar y prepararse para poder vivir en Libertad. La Libertad es la puerta de la perfecta alegría y el punto de partida de la paz. En el día 41 (simbólico, no matemático) no hay luto, ni ceños fruncidos, sino fiesta y abrazos. El destino de la cuaresma es la dicha del amor y la fraternidad, que solo se pueden vivir en Libertad y que a su vez producen a su alrededor Libertad, pues no deja dios de escuchar el clamor de sus hijos. Pasar entonces por el camino cuaresmal es no perder de vista la libertad, es sacudirnos de cualquier tipo de opresión y esclavitud, es renunciar a tener una vida a medias.

Se hace evidente pues, que en la pedagogía de la comunidad cristiana la cuaresma anteceda a la pascua, si bien en la Escritura el desierto es el paso siguiente a la liberación. Porque no necesariamente estamos preparados para cambiar, o dispuestos a prepararnos, y no siempre somos conscientes de que el gran propósito de nuestro Padre del Cielo es vernos libres y libertadores de los hermanos. Por eso cada año volvemos a la ceniza, a la oración íntima, al ayuno en secreto, a la solidaridad sin selfies, porque cada una de estas invitaciones nos ayuda a estar cerca del corazón del Padre, atentos a nuestros propios apegos, y responsables de la necesidad de los hermanos.

Que sean los pies del maestro en el desierto nuestra guía en el camino cuaresmal.

Beto Vargas

Religión Digital

(Artículo publicado en la revista https://www.revistarayodeluz.com/)

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No tentarás al Señor, tu Dios

Domingo, 10 de marzo de 2019
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¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
Él es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.

*

Salmo 1

***

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.”

Jesús le contestó:

– “Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre»”.

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

“Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.”

Jesús le contestó:

“Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto»”.

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»”.

Jesús le contestó:

“Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios»”.

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

*

Lucas 4, 1-13

***

El Evangelio nos presenta este duelo entre Jesús y Satanás. Jesús fue tentado. También él quiere conocer el combate entre el alma que desea permanecer fiel a Dios y el invasor que tratará de desviarla e inducirla al mal. Hay que recordar que cuanto se refiere a Jesús nos toca también a nosotros. La vida de Jesús configura la nuestra; lo que a él le acontece se refleja en nosotros.

¿Fue tentado Jesús? Tanto más podemos o debemos serlo nosotros.

Parece lógica la pregunta, puesto que vivimos en un mundo asediado y turbado por esa iniciativa oculta del que san Pablo llama “el príncipe de este mundo de tinieblas”. Estamos rodeados de algo funesto, malo, perverso, que excita nuestras pasiones, se aprovecha de nuestras debilidades, se deja insinuar en nuestras costumbres, sigue nuestros pasos y nos sugiere el mal. La tentación consiste, pues, en el encuentro entre la buena conciencia y la atracción del mal, y esto del modo más insidioso que se pueda imaginar.

El mal, de hecho, no se nos presenta con su rostro real de enemigo, como algo horripilante y espantoso. Sucede precisamente lo contrario: la tentación es simulación del bien; es el engaño del mal disfrazado de bien, es la confusión entre bien y mal. Este equívoco, que se puede presentar siempre ante nosotros, tiende a hacernos retener como bien donde, por el contrario, está el mal.

*

Pablo VI,
7 de marzo de 1965,
en U. Gamba, [ed.], Pensieri di Paolo VI per ogni giorno dell’anno, Vigodarzere 1983, 279).

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Crecer en la amistad

Miércoles, 6 de marzo de 2019
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juan_jesusPregón de Cuaresma

Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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La Compasión es el nuevo desierto

Martes, 29 de enero de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“¿Cuál es mi nuevo desierto? Su nombre es Compasión. No existe yermo tan terrible, tan bello, tan árido y tan fructífero como el yermo de la compasión. Es el único desierto que verdaderamente florecerá como el lirio. Se convertirá en un estanque. Echará brotes y florecerá y saltará de gozo. En el desierto de la compasión, la tierra sedienta ve brotar fuentes de agua, el pobre posee todas las cosas. No existen fronteras que controlen a los moradores de esta soledad, en la cual yo vivo solo, tan aislado como la Hostia sobre el altar, que siendo el alimento de todos los hombres pertenece a todos y no pertenece a nadie, porque Dios está conmigo y se asienta en las ruinas de mi corazón, predicando el evangelio a los pobres.

¿Supones que yo tengo una vida espiritual? No, no la tengo. Yo soy indigencia, soy silencio, soy pobreza, soy soledad, porque he renunciado a la espiritualidad para encontrar a Dios, y es Él quien predica en voz alta en lo profundo de mi indigencia… Muero de amor por ti, Compasión. Te tomo por mi Señora. De la misma manera que Francisco desposó a la Pobreza, yo te desposo a ti, Reina de los eremitas y Madre de los pobres”.

*

Thomas Merton
Diarios
noviembre 1951

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“Abrir caminos nuevos”. 2 Adviento – C (Lucas 3,1-6)

Domingo, 9 de diciembre de 2018
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02_adv_c-600x400Los primeros cristianos vieron en la actuación del Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue urgiendo a preparar caminos que nos permiten acoger a Jesús entre nosotros.

Lucas ha resumido su mensaje con este grito tomado del profeta Isaías: «Preparad el camino del Señor». ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy? ¿Cómo abrir caminos para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo en nuestras comunidades?

Lo primero es tomar conciencia de que necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. No es posible alimentarnos solo de doctrina religiosa. No es posible seguir a Jesús convertido en una sublime abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser humano.

En medio del «desierto espiritual» de la sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas.

No lo hemos de olvidar. En los evangelios no aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de vivir realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús sí.

La experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace nacer a una nueva fe, no por vía de «adoctrinamiento» o de «aprendizaje teórico», sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con el evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.

Recorriendo los evangelios experimentamos que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por Alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de toda evangelización consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con Jesús. Sin él no es posible engendrar una fe nueva.

José Antonio Pagola

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En todo

Miércoles, 2 de mayo de 2018
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Del blog Nova Bella:

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“Aquél que anda por buen camino tiene a Dios en todos los lugares: en la calle y en medio de toda la gente exactamente lo mismo que en la Iglesia, o en el desierto, o en la celda, o en la plaza”

*

Maestro Eckhart

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“Entre conflictos y tentaciones”. Domingo 1 Cuaresma – B (Marcos 1,12-15)

Domingo, 18 de febrero de 2018
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808109-204x300Antes de comenzar a narrar la actividad profética de Jesús, Marcos nos dice que el Espíritu lo impulsó hacia el desierto. Se quedó allí cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Estas breves líneas son un resumen de las tentaciones o pruebas básicas vividas por Jesús hasta su ejecución en la cruz.

Jesús no ha conocido una vida fácil ni tranquila. Ha vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia carne las fuerzas del mal. Su entrega apasionada al proyecto de Dios le ha llevado a vivir una existencia desgarrada por conflictos y tensiones. De él hemos de aprender sus seguidores a vivir en tiempos de prueba.

«El Espíritu empuja a Jesús hacia el desierto»

No lo conduce a una vida cómoda. Lo lleva por caminos de pruebas, riesgos y tentaciones. Buscar el reino de Dios y su justicia, anunciar a Dios sin falsearlo, trabajar por un mundo más humano es siempre arriesgado. Lo fue para Jesús y lo será para sus seguidores.

«Se quedó en el desierto cuarenta días»

El desierto será el escenario por el que transcurrirá la vida de Jesús. Este lugar inhóspito y nada acogedor es símbolo de pruebas y dificultades. El mejor lugar para aprender a vivir de lo esencial, pero también el más peligroso para quien queda abandonado a sus propias fuerzas.

«Tentado por Satanás»

Satanás significa «el adversario, la fuerza hostil a Dios y a quienes trabajan por su reinado. En la tentación se descubre qué hay en nosotros de verdad o de mentira, de luz o de tinieblas, de fidelidad a Dios o de complicidad con la injusticia.

A lo largo de su vida, Jesús se mantendrá vigilante para descubrir a «Satanás» en las circunstancias más inesperadas. Un día rechazará a Pedro con estas palabras: «Apártate de mí, Satanás, porque tus pensamientos no son los de Dios». Los tiempos de prueba los hemos de vivir, como él, atentos a lo que nos puede desviar de Dios.

«Vivía entre alimañas y los ángeles le servían»

Las fieras, lo seres más violentos de la tierra, evocan los peligros que amenazarán a Jesús. Los ángeles, los seres más buenos de la creación, sugieren la cercanía de Dios, que lo bendice, cuida y sostiene. Así vivirá Jesús: defendiéndose de Antipas, al que llama «zorro», y buscando en la oración de la noche la fuerza del Padre.

Hemos de vivir estos tiempos difíciles con los ojos fijos en Jesús. Es el Espíritu de Dios el que nos está empujando hacia el desierto. De esta crisis saldrá un día una Iglesia más humana y más fiel a su Señor.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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D 18. 2. 18. Cuaresma, el mito de la tentación: ¡Entre Dios y el Diablo!

Domingo, 18 de febrero de 2018
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27971909_935161956660997_3972509272901833610_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 1 Cuaresma. Ciclo b. Mc 1, 12-13. Conforme al evangelio de Marcos, tras haber sido bautizado, antes de iniciar su ministerio Jesús permanece cuarenta días con el Diablo, en el desierto, para ser probado y superar la prueba, realizando así la primera cuaresma de la historia cristiana.

Éste es un relato mítico, pero (¡y por eso!) extrañamente actual y verdadero, pues sólo en forma simbólica pueden contarse las cosas más profunda, como sabe la poesía como cuenta el buen cine.

Este relato recoge el primero de los grandes dramas de la historia, el de la vida del hombre como tensión y prueba, un tema que ha sido contado en casi todas las culturas, y que el evangelio sitúa en el comienzo de la vida pública de Jesús, allí donde tiene que escoger entre Dios y el Diablo, entre la fidelidad a su llamada (al servicio de los hombres) y el deseo de huir, de escaparse, o de refugiarse en su propio Diablo.

Entre Dios y Satán habitará Jesús, en su desierto. Entre Dios y Satán seguimos encontrándonos simbólicamente, nosotros, ante el tema y tarea de la guerra final, que suele presentarse como lucha entre imperios e imperios, ángeles y diablos, la última de todas las guerras de la historia.

Pero el evangelio de Marcos sabe y nos dice que esa guerra se ha librado en el mismo corazón de Jesús y se sigue librando en el nuestro, entre la llamada de Dios y la “tentación” del Diablo, que habla, nos llama y nos prueba, para que entreguemos en sus manos nuestra vida.

evangelio-de-marcosSiendo humano, según el evangelio, Jesús se ha introducido en esa guerra (¡nuestra guerra!), buscando y encontrado su tarea (¡que es la tarea!), la de proclamar e iniciar la llegada del Reino de Dios entre aquellos a quienes la gente tomaba como abandonados de Dios (locos, posesos y enfermos), de forma que esa guerra personal se vuelve guerra social, universal, de la historia entera.

Ésta es la guerra que libramos cada uno de nosotros, pues somos desde antiguo un campo de batalla, entre Dios y Satán; pero ésta es, al mismo tiempo, la guerra universal por el dominio del mundo, por la supremacía económica, la guerra de Mammón (Mt 6, 24), en la que mueren cada día más de 40 personas de hambre.
El evangelio ha contado esta batalla de un modo simbólico (mítico), y quien piense que él no está implicado en ella no entiende nada… Quien se olvide de esa lucha y viva como si no le afectara se ha olvidado de sí mismo, no comprende nada de nada.
(lo que sigue está tomado de mi Comentario de Marcos).

Buen domingo a todos.

Texto. Mc 1, 12-13

12 Y de pronto, el Espíritu lo expulsó al desierto;
13 y estaba en el desierto durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
Y estaba con las fieras y los ángeles le servían

Lleno del Espíritu del Dios, que le ha llamado Hijo Querido, tras salir del agua del bautismo (habiendo superando así el nivel de conversión de Juan Bautista), Jesús debe asumir la tentación satánica, en un gesto donde se vinculan, en clave simbólica, los rasgos principales de la trama de Marcos, que presenta a Jesús entre fieras y ángeles.

Éste es un relato anticipatorio, de tipo especular (un texto espejo) que permite comprender desde el principio lo que sigue. Es como si pudiéramos quitar por un momento los velos que ocultan la verdad de los personajes, para ver la identidad de cada uno.

Introducción. Jesús probado.

No es Hijo (ni ha recibido el Espíritu) para encerrarse y vivir en aislamiento, sino para extender la filiación, como indica el texto al afirmar que de pronto (euthys, 1, 12), el mismo Espíritu que había recibido le arrojó al desierto, que ya no es lugar de “metanoia” o conversión (como para el Bautista), sino de prueba mesiánica, signo de las dificultades y problemas que Jesús ha de vencer en su camino de Hijo de Dios, a lo largo de su vida, en lucha con Satanás.

Así lo dice este breve texto, construido a modo de parábola fundante, que proyecta sobre Jesús los cuarenta años de prueba de los israelitas de antaño en el desierto. Es posible que el autor del evangelio de Marcos ignore los motivos más concretos de la tentación, que aparecen en el documento Q (Lc 4 y Mt 4: pan, poder, milagro). Pero parece más probable suponer que Marcos no quiso introducirlos, aunque fueran conocidos y narrados en algunos ambientes, construyendo, en cambio, este relato de tipo más general, que resulta necesario para entender su Evangelio, pues sirve para presentar a un personaje clave de su trama (Satán).

Ciertamente, él ha comenzado hablando del Bautista como iniciador profético y ha descubierto a Dios como agente principal (trascendente), pero a fin de comprender la vida y obra de Jesús, él debe presentar también a Satanás como antagonista, acudiendo para ello a unos motivos importantes de su tradición israelita (y de la primera Iglesia).

Para situar el tema

Marcos ha querido presentar desde el principio a Satanás, para que se sepa quién ha sido (y está siendo) el antagonista de Jesús. Por otra parte, como irá mostrando todo el evangelio, Satanás y/o los espíritus inmundos sólo actúan de manera expresa hasta un momento de la trama (dejamos de sentir a Satanás en 8,33 y a los espíritus malignos en 9,29).

¿A qué se debe? Probablemente al hecho de que Satanás es ante todo un «indicador» de los poderes perversos que se adueñan de la humanidad. Por eso, cuando los seres humanos llegan a su maldad extrema (en los relatos del juicio de Jesús en Jerusalén y en los motivos centrales de su muerte), son ellos mismos y no Satanás ni sus demonios, los que tientan a Jesús.

Pero vengamos ya al pasaje. Tras la gran revelación que sigue al Bautismo, allí donde parece que Jesús (Hijo Querido) debería vencer toda oposición, sin dificultades, Marcos ha querido mostrar que su camino mesiánico, definido por el descenso del Espíritu y la palabra de Dios, estará marcado por la tentación y el conflicto.

En un primer momento, este pasaje nos resulta extraño
, con mezcla de fábula (presencia de fieras), de mito religioso (oponen ángeles y diablo) y de relato edificante (el héroe Jesús vence a Satanás). Ciertamente hay esos y otros rasgos en el texto. Pero al estudiarlo con más detenimiento, descubrimos que los diversos rasgos quedan de tal forma ensamblados que se integran en un tipo de unidad de oposición revelatoria, en cuyo centro está Jesús, entre ángeles y fieras, entre el Espíritu y Satán, en un espacio y tiempo muy especial (del desierto y los cuarenta días):

Y de pronto el Espíritu lo «expulsó» (1, 12).

Se trata, sin duda, del Espíritu de Dios (santo), que él ha recibido tras el bautismo (1, 9; cf. 1, 8), que no le deja ya estar junto al río de la conversión (el Jordán, con el Bautista), sino que le “expulsa” (ekballei), como expulsó a Adán del paraíso (exeballen, con el mismo verbo: Gen 3, 24), para que habite así en el mundo de la prueba.

Según Gen 2, 3, Dios había ofrecido a los hombres su Espíritu (aliento), haciéndoles capaces de vivir en sí mismos (de discernir y decidirse). Pues bien, ese mismo Espíritu de Dios “arroja” ahora a Jesús (le expulsa del lugar de una filiación que resolvería todos sus problemas) para llevarle al desierto de la prueba, de manera que él aparece como un “poseído” del Espíritu.

El texto dice que le expulsó al Desierto (1, 12). Por exigencia de la tradición israelita, según el relato de Marcos, el lugar de prueba no es ya el paraíso (como en Gen 2-3), sino el desierto: espacio inhabitado, donde el hombre ha de moverse entre las fuerzas primigenias de la realidad. Este desierto donde el Espíritu expulsa a Jesús no es el de Juan, en 1, 4, junto al río del bautismo, sino el lugar de las “tentaciones y pruebas” de los israelitas, según el Pentateuco (en Éxodo, Números y Deuteronomio).

Cuarenta días. Éstos son los días de su prueba (1, 13), reflejo y concreción de los cuarenta años de prueba del antiguo Israel. En algún sentido se puede añadir que ese desierto (espacio) y esos cuarenta días (tiempo) responden también al paraíso de Gen 2, que aparece así como lugar donde Jesús, nuevo Adán, invierte el antiguo pecado y despliega la verdad del ser humano.

Jesús ha vuelto así al principio (los cuarenta días), para convocar, como Hijo de Dios y con la fuerza del Espíritu, la auténtica familia de Dios sobre la tierra. En ese principio de Jesús se encuentran incluidos sus seguidores . Leer más…

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Soy la voz del que grita en el desierto

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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Éste fue el testimonio de Juan,
cuando los judíos enviaron desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a Juan,
a que le preguntaran:

– «¿Tú quién eres?»

Él confesó sin reservas:

– «Yo no soy el Mesías.»

Le preguntaron:

«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»

El dijo:

– «No lo soy.»

– «¿Eres tú el Profeta?»

Respondió:

«No.»

Y le dijeron:

«¿Quién eres?
Para que podamos dar una respuesta
a los que nos han enviado,
¿qué dices de ti mismo?»

Él contestó:

«Yo soy la voz que grita en el desierto:
“Allanad el camino del Señor”,
como dijo el profeta Isaías.»

*

Juan 1, 19-23
***

Atribuyamos enseguida importancia a esta venida de Cristo al mundo; se trata de un hecho trascendental, colocado como clave normativa e interpretativa de todo el mundo religioso que de ahí se sigue.

La vocación cristiana es una vocación al gozo esencial para quien lo acepta. El cristianismo es fortuna, es plenitud, es felicidad. Podemos decir más: es una felicidad que no se contradice; el cristiano ha sido elegido para una felicidad que no tiene otra fuente más auténtica. El evangelio es una «buena nueva», es un reino en el que no puede faltar la alegría. Un cristiano irremediablemente triste no es auténticamente cristiano. Hemos sido llamados a vivir y a dar testimonio de este clima de vida nueva, alimentado por un gozo trascendente, que el dolor y los sufrimientos de todo orden de nuestra presente existencia no pueden sofocar y sí provocar a una expresión simultánea y victoriosa.

*

Pablo VI,
Discurso a la audiencia general del 4 de enero de 1978.

***.

*

***

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Nuestros desiertos

Martes, 14 de marzo de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

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 “Cuando amamos, nos gusta estar juntos,
y cuando estamos juntos, nos gusta hablar.
Cuando amamos, resulta molesto
tener siempre mucha gente alrededor.
Cuando amamos, nos gust
a escuchar al otro,
solo,
sin otras voces que nos estorben.
Por eso, los que aman a Dios
han amado siempre el desierto;
y por eso, a los que le aman,
Dios no puede negárselo.
Y estoy segura, Dios mío, de que me amas
y de que en esta vida tan saturada,
atrapada por todos lados por la familia,
los amigos y todos los demás,
no puede faltarme ese desierto
en el que se te encuentra
Nunca vamos al desierto sin atravesar muchas cosas,
sin estar fatigados por un largo camino,
sin apartar la mirada del horizonte de siempre.
Los desiertos se ganan, no se regalan.
Los desiertos de nuestra vida no se los arrancamos
al secreto de nuestras horas humanas
más que violentando nuestras costumbres, nuestras perezas, es difícil,
pero esencial para nuestro amor.
Largas horas de somnolencia no valen lo que diez minutos
de verdadero sueño. Lo mismo ocurre con la soledad contigo. “

 

*

Madeleine Delbrêl

***

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Crecer en la amistad

Miércoles, 1 de marzo de 2017
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juan_jesusPregón de Cuaresma

Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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No tentarás al Señor, tu Dios

Domingo, 14 de febrero de 2016
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¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
Él es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.

*

Salmo 1

***

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.”

Jesús le contestó:

– “Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre»”.

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

“Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.”

Jesús le contestó:

“Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto»”.

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»”.

Jesús le contestó:

“Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios»”.

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

*

Lucas 4, 1-13

(tomado del canal de youtube de José L. Garcia Mallada )

***

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“Voces en el desierto”, por Gabriel Mª Otalora

Lunes, 11 de enero de 2016
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BCF0E5CF-CE84-4045-A118-B17648B006F9.jpg__680__460__CROPz0x680y460Leído en la página web de Redes Cristianas

Mucho se ha hablado y escrito sobre el descubrimiento de América, sobre los desmanes coloniales que allí se perpetraron de manera continuada en nombre de nobles causas. Sin embargo, hubo quienes denunciaron sin pelos en la lengua aquella tropelía legalizada a manos de portugueses y castellanos, de cristianos y maleantes, que allí todos fueron mezclados en busca de riquezas y gloria, amparados en la necesaria conversión de aquellos pueblos tratados como infrahumanos.

Hubo de todo, ciertamente, pero el regusto fue de conquista con mucho salvajismo codicioso lleno de racismo. Y entre los que alzaron la voz contra los latrocinios de los compadres del rey Fernando, “El católico”, se encontraban dos dominicos: fray Bartolomé de las Casas, que escribió un alegato que pone los pelos de punta (Alianza lo sigue publicando en edición de bolsillo) y fray Antonio de Montesinos, algo menos popular, pero que se merece igualmente un gran lugar en la historia. Fue un poco antes de estas fechas navideñas de 1511, posiblemente a mediados del Adviento, cuando Montesinos pronunció su célebre discurso en la actual República Dominicana, con el título joánico de “Voz que clama en el desierto”.

Quienes fueron a escucharle, esperaban palabras de refuerzo cristiano para sus acciones sanguinarias contra los indígenas. Pero lo que se encontraron fueron preguntas como estas: ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en su tierras, mansas y pacíficas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan presos y extenuados, sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais se os mueren, y por mejor decir, los matáis por sacar oro cada día? ¿Es que estos no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos?

Y así durante toda su alocución hasta anunciarles que estaban en pecado mortal. Todos se quedaron consternados pero no parece que cambiaron sus costumbres contra aquellos pueblos, tratados como si fueran animales. Cuatro años más tarde, Montesinos y De las Casas volvieron a la metrópoli española para denunciar con hechos las salvajadas y los exterminios que estaban ocurriendo en ultramar. A partir de entonces y durante muchos años, De las Casas defendería con pasión en su país los derechos de los indios incluso frente a poderosos teólogos españoles que justificaban el fin con lo injustificable.

Vaya nuestro reconocimiento a ambos religiosos, sobre todo a Montesinos, que logró al menos una conversión, que ya no se recuerda: influyó decisivamente en la de Bartolomé de las Casas, quien en un principio tomaba parte en las conquistas sanguinarias por las que recibió esclavos indígenas a su servicio así como sus bienes y tierras… hasta que escuchó a su compañero dominico, cambiando radicalmente de actitud.

Todavía estamos en fechas pascuales de Navidad. Todavía somos muchos que nos decimos cristianos, o por lo menos no contrarios al mensaje de Cristo. Y siguen las injusticias estructurales en América latina y bastante más cerca, con muchos inmigrantes víctimas directas de esta crisis tan injusta. La Buena Noticia pasa por este mundo antes de llegar al otro, y precisa de todas las personas de buena voluntad para hacer un mundo mejor, más solidario y menos esclavo, en nuestro caso del consumismo capaz de deshumanizar hasta embrutecernos, como lo estaban aquellos conquistadores esclavos de su tiempo. Tuvieron mucho mérito los dos dominicos que al final no han sido tratados por la Iglesia como se merecen los profetas, incómoda con la Teología. cuando la primicia fue de estos dos frailes. Ambos actuaron como los primeros cristianos: tuvieron muy claro el tipo de armas que debían utilizar para ser testigos de Cristo: servicio, coraje, amor y ejemplo. Supieron darse y se hicieron vulnerables por amor a pesar de las consecuencias.

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¿Eres tú, Señor?

Lunes, 21 de diciembre de 2015
Comentarios desactivados en ¿Eres tú, Señor?

Del blog de la Communion Béthanie:

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¿En el desierto de mi vida, eres Tú, Señor,
– en la llamada telefónica amistosa de esta mañana,
– en la ayuda recibida de un vecino,
– en la sonrisa cómplice de una amiga,
– en la escucha atenta e inesperada al azar del camino?

¿En las dificultades de mi vida, eres Tú, Señor,
– en la palabra de paz recibida por sms,
– en el e-mail venido de lejos,
– en la sorpresa de una visita imprevista,
– en la respuesta calurosa a una llamada?

¿O, debo esperar otro?

¿Eres Tú, en la paz de la capilla,
En la Palabra que se hace llamada,
En el pan consagrado?

¿Eres Tú?

¡Por tu Espíritu Santo, cúrame mis dudas!
¡Haz que vea!
Que por el amor vivido con todo hermano, toda hermana,
descubra, aquí y ahora, tu reino de amor y de paz…

*

Según Bernadette Thésin
a través del sitio de loa salesianos de Don Bosco en Bélgica.

***

 

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