Josselin Tricou: “Durante mucho tiempo, la Iglesia ha sido un refugio para homosexuales”
“El clero ha sido un espacio protector en un mundo marcado por la homofobia generalizada”
El sociólogo de las religiones Josselin Tricou analiza en Des soutanes et des hommes. Enquête sur la masculinité des prêtres catholiques la “masculinidad atípica” de la masculinidad del clero
“La Iglesia católica desarrolla un discurso naturalizado y binario según el cual existe una naturaleza masculina y otra femenina, con una diferencia insalvable entre ambas, basada en la necesaria complementariedad de los sexos y la heterosexualidad obligatoria. Por otro lado, establece una organización interna completamente diferente”, comenta Tricou
“La Iglesia se ha visto moldeada durante siglos tanto por una fuerte presencia de sacerdotes homosexuales como por un discurso muy heteronormativo. Los sacerdotes homosexuales han organizado su vida en este espacio de relativa protección y realización, y a veces incluso de promoción social, que la sociedad no les habría ofrecido”
“Al sacralizar al sacerdote, la Iglesia lo ha convertido en un ser aparte, desprovisto de derechos y desexualizado”. Esta es una de las conclusiones a las que ha llegado el sociólogo Josselin Tricou en su análisis de la “masculinidad atípica” de aquellos a quienes la Iglesia católica sitúa en la cima de su jerarquía. Profesor de sociología de las religiones en la Universidad de Lausana (Suiza) y doctor en ciencias políticas y estudios de género, Tricou acaba de publicar Des soutanes et des hommes. Enquête sur la masculinité des prêtres catholiques (PUF), ensayo que aborda la construcción de la masculinidad del clero por parte de la Iglesia y sus consecuencias desde un punto de vista histórico, sociológico y político.
“Como actor comprometido, vi el aumento de las tensiones en torno a las cuestiones de género dentro del catolicismo, en particular entre los sacerdotes católicos, ya antes de 2012 y las principales movilizaciones contra el ‘matrimonio para todos’”, cuenta Tricou en una entrevista concedida a Luc Chatel, de Le Monde. “Como sociólogo —apunta—, me intrigaba un enigma: el hecho de que la Iglesia católica haya establecido un sistema de género que no se corresponde con el de las sociedades que la engloban. Este sistema no tiene dos sino tres géneros: el laico, la laica y el clérigo. Esto es lo que he llamado en el libro el ‘movimiento’ católico del género, como llamamos a un desenfoque deliberado en la fotografía”.
“Esta construcción centenaria es tan poderosa que muchos investigadores interesados en el catolicismo —del que a menudo proceden— la habían interiorizado ellos mismos. Pero creo que también hay una explicación ligada a la estructuración del campo académico: los recientes estudios de género y sexualidad se han desarrollado a distancia de la investigación sobre las religiones, que es más antigua y legítima, aunque en declive”, sostiene el investigador.
El espacio protector
El sociólogo destaca el hecho de que la Iglesia católica, a pesar de mantener un discurso de condena, ha sido durante mucho tiempo una especie de refugio para las personas homosexuales. Una tesis que va en sintonía con la de Frédéric Martel, autor de Sodoma, poder y escándalo en el Vaticano. “Al establecer este ‘movimiento’ de género y la idea de que los fieles están destinados al matrimonio heterosexual o a la vida consagrada en el celibato, la Iglesia católica ha restringido el horizonte de posibilidades para los hombres y mujeres que no se sienten atraídos por el matrimonio heterosexual: es el sacerdocio o la vida religiosa”, explica. “Dicho esto, el clero ha sido un espacio protector en algunos lugares y en algunos momentos en un mundo marcado por la homofobia generalizada”.
“Al establecer la idea de que los fieles están destinados al matrimonio heterosexual o a la vida consagrada en el celibato, la Iglesia católica ha restringido el horizonte de posibilidades para los hombres y mujeres que no se sienten atraídos por el matrimonio heterosexual”
“Una de las formas en que esto funciona es a través de la dirección de la conciencia. El director de conciencia es el que te escucha y te guía, y que está obligado a guardar el secreto. Para un cierto número de seminaristas y jóvenes religiosos, el intercambio con el director de conciencia era un espacio donde podían expresar sus deseos, e incluso sus prácticas, sin riesgo de represalias”, detalla Tricou. “También hay que destacar que para muchos sacerdotes y religiosos, el hecho de ser homosexual, si son capaces de verbalizarlo, no parece tan grave en sí mismo, ya que es la abstinencia —la ausencia de sexualidad— a la que les obliga la Iglesia católica, sea cual sea su orientación sexual”.
Para Tricou, una de las condiciones que permitió que este sistema se mantuviera es la obligación de estos sacerdotes y religiosos de mantener su homosexualidad en secreto. “La Iglesia se ha visto moldeada durante siglos tanto por una fuerte presencia de sacerdotes homosexuales como por un discurso muy heteronormativo. Los sacerdotes homosexuales han organizado su vida en este espacio de relativa protección y realización, y a veces incluso de promoción social, que la sociedad no les habría ofrecido”, concluye.
Fuente Religión Digital
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