La Inmigración apela al Cristianismo
Gabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya).
ECLESALIA, 01/10/18.- “No hay sitio para todos”; así es como algún político de Madrid resumió el malestar creciente provocado por la oleada de pateras que invaden las costas de Europa por su flanco más vulnerable, cuando apenas sumaban diez los años desde la primera arribada a Canarias de inmigrantes clandestinos, embarcados por mafias que no han parado desde entonces.
Pasa el tiempo, y los responsables de la cosa pública solo saben preocuparse por la cantidad de sursaharianos (es que suena fatal subsaharianos) que no cesan de venir, incapaces de controlar la situación ni de enmarcar el problema local de las comunidades que reciben en primera línea a ésta procesión de desheredados de la tierra; ni tampoco acaban de centrar el problema general que afecta a todos (por ejemplo: ¿cuál es el número ideal de inmigrantes que podemos o queremos asumir? O, ¿qué política de inmigración podemos consensuar la mayor parte de Europa?). Las leyes, por sí solas, no son capaces de arreglar un problema demográfico, cultural, económico y social tan proclive a la xenofobia. No hay más que ver el caso que se hace a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en particular al artículo 13: “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”.
No es normal que un continente como África, con las materias primas que atesora, pase tanta necesidad crónica sin que los principales países beneficiarios de su riqueza natural tengan nada que decir ni hacer; La UE está entre los grandes beneficiarios de todo aquello que la inmensa mayoría de africanos no pueden acceder. Si miles de ellos han tomado la decisión desesperada de salir de aquél infierno para buscar una oportunidad entre nosotros viendo como nos sobra de todo, resulta carente de toda ética que centremos la preocupación política en que “no hay sitio para todos”.
Quien pronunció esta frase ten repetida, me hace pensar en alguien mucho más peligroso en este tema: el Partido liberal británico, que a partir de las ideas de Thomas Robert Malthus sobre que el crecimiento de la población incrementaría el número de pobres, desarrollaron sus ideas económicas -liberales- en la tristemente llamada Ley de Pobres (1834), a la que sus rivales denunciaron como ley malthusiana diseñada para forzar a los pobres a emigrar, a trabajar por salarios más bajos, a vivir con una cantidad reducida de alimentos. Ahora los tenemos en nuestras puertas.
Todos los días nos llegan noticias del dramático periplo de refugiados y emigrantes que huyen de la guerra o, simplemente, de la precariedad. Intentan llegar a Europa saltando vallas en las que se dejan, casi siempre inútilmente, o en barcazas que apenas alcanzan a flotar. Pero, por mucho que se repiten las imágenes y las historias de náufragos que han perdido a un ser querido ahogado, de familias divididas por fronteras o de niños abandonados por sus padres en la esperanza de que ellos solos puedan alcanzar más fácilmente la meta del nuevo mundo, los cristianos llegamos a reaccionar; algunos desearían que les echaran a todos desde su xenofobia mientras cooperantes solidarios, muchos de los cuales no son cristianos, ayudan en primera línea de playa, nunca mejor dicho..
Es cierto que estamos ante un problema nada superficial ni de fácil solución; pero la realidad empeora para los que intentan llegar encontrándose con un muro multiforme que les impide salir de su infierno. No entienden que su papel en la globalización es muy diferente al que sueñan. Es la desesperación de los que quieren cambiar de vida y solo encuentran insolidaridad y rechazo ¿Cómo justificar la postura europea?
La inmigración por razones económicas tiene forma de bomba de relojería por la enorme contradicción de la Europa de la justicia democrática y los Derechos Humanos, de acuerdo a los principios de la globalización económica y las multinacionales. Tenemos mucho que reflexionar los seguidores de Cristo con el evangelio en la mano, curiales y obispos incluidos, sobre lo que estamos haciendo o dejando de hacer en este drama. Algunos, ni hablan del tema.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios recientes