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“Democracia y derechos humanos en la Iglesia”, por José María Castillo

Lunes, 2 de febrero de 2015
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mafalda_derechos_humanosLeído en su blog Teología sin Censura:

Para plantear, desde el primer momento, el tema que intento explicar, empiezo haciendo una pregunta: ¿Qué autoridad moral o qué credibilidad puede tener, ante los ciudadanos de nuestro tiempo, una institución (la Iglesia) que, tal como está pensada y organizada, no puede ser gobernada como una democracia, ni puede suscribir y poner en práctica los derechos humanos? Esta pregunta se nos hace más apasionante, y también más incómoda, si pensamos (al menos, por un instante) que la Iglesia pretende “evangelizar”, es decir, “transmitir el Evangelio”. Pero, ¿cómo va a intentar transmitir “lo más sublime” (el Evangelio de Jesús), si no puede ni cumplir “lo más elemental” (la democracia y los derechos fundamentales)?

Supuesta la pregunta que acabo de hacer, el punto de partida de mi reflexión es éste: la democracia en el gobierno de la Iglesia, así como la puesta en práctica de los derechos humanos en ella, son dos asuntos tan vitales y tan urgentes, que, de la correcta solución que se les dé a estos dos problemas, depende que la Iglesia pueda ser o no ser fiel a sus orígenes (o sea, al Evangelio). Lo mismo que, de la fidelidad a la democracia y a los derechos humanos, depende también que la Iglesia recupere la credibilidad que tanto necesita y pueda cumplir con la misión que tiene asignada en este mundo. Pienso, además, que la Iglesia (en su conjunto) no ha tomado aún conciencia de la importancia apremiante de lo que acabo de apuntar.

Y todavía, una observación, que para mí es vital: en esta conferencia voy a decir (ya las he apuntado) cosas que van a resultar desagradables para algunos. Si hablo de esta manera, no es por resentimiento o alejamiento de la Iglesia. Todo lo contrario. Digo estas cosas porque es mucho lo que me interesa la Iglesia y es muy fuerte el cariño que siento por la Iglesia. La Iglesia que tenemos, no la que yo pueda tener en mi cabeza. Porque en esta Iglesia he nacido. En ella vivo. Y en ella quiero morir. A la Iglesia le debo el conocimiento de Jesús y su Evangelio. Lo que pasa es que con frecuencia veo la distancia y hasta la contradicción, que palpa tanta gente, entre la Iglesia y el Evangelio. Ante esto no me puedo callar. En esto radica el contenido y la intención de lo que voy a decir aquí.

1. Punto de partida

El gran problema, que aquí afrontamos, no es el problema que consiste en precisar si la Iglesia puede o no puede ser democrática; debe o no debe ser democrática. Eso, por supuesto. Pero hay un problema previo al que nunca le hincamos el diente. Me refiero al problema de la estructura misma de la religión. Si hablamos de la relación entre Iglesia y democracia, entre Iglesia y derecho, nos metemos en un callejón sin salida, si previamente no afrontamos el problema de la relación entre la Iglesia y la religión. ¿Por qué? Porque la religión – tal como el hecho religioso nos es conocido y fuera de muy contadas excepciones – no consiste sólo en la “relación con Dios”, sino además de eso, es también “relación mediada”. Es decir, la religión consiste en una relación con Dios que se realiza por medio (relación “mediada”) de mediadores asociados a jerarquías que entrañan un sistema de ritos, rangos y poderes sagrados, que implican dependencia, obediencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles (Cf. Walter Burkert, La creación de lo sagrado, Barcelona, Acantilado, 2009, 146). De ahí que el “sentimiento religioso” específico es el “sentimiento de veneración” y el consiguiente “sometimiento” (Jean Bottéro, La religión más antigua: Mesopotamia, Madrid, Trotta, 2001, 59-65). Sometimiento, no sólo a Dios, sino también sometimiento a los mediadores, que actúan de “puentes” (“pontífices”), entre los seres humanos y el Trascendente. Entre la “inmanencia” y la “trascendencia”.

Ahora bien, en la medida en que la religión se acepta así, se vive así y se mantiene así, es sencillamente contradictorio y, por tanto, imposible establecer una relación, que se pueda justificar y llevar a la práctica, entre religión y democracia, entre religión y derechos humanos. Y por eso también, es imposible una relación normal entre Iglesia y democracia o entre Iglesia y derechos humanos. Esta contradicción no suele ser “argumentada racionalmente” o discursivamente. Pero sí suele ser “vivida emocionalmente” por importantes sectores de la población, especialmente en los países más desarrollados. De ahí la frecuente conflictividad que se suele producir entre los ciudadanos y las jerarquías de la religión. Con frecuencia, esta conflictividad se suele explicar, en el caso de los jerarcas, echando mano de la pérdida de la fe, del relativismo moral, de la degradación de las costumbres… Y en el caso de los ciudadanos, se rechaza a las jerarquías religiosas por motivaciones culturales, sociales, políticas y éticas. En todo eso puede haber, sin duda, algo o mucho de verdad. Pero en nada de eso está la verdadera razón del eterno conflicto entre jerarcas y fieles, entre sacerdotes y laicos.

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Y es que, cuando nos quedamos en esas rencillas, inevitablemente nos ponemos a dar palos de ciego. Porque, si nos quedamos en esas discusiones y en esos enfrentamientos, verdaderamente unos y otros estamos ciegos. Por eso, los palos que damos son palos de ciego. Porque el ciego, ya sea el obispo, el teólogo o el laico, si se queda en lo superficial y no llega al fondo del asunto, sin más remedio va por la vida como un ciego. A mí, por lo menos, esto justamente es lo que me ha ocurrido demasiadas veces.

2. Libertad e igualdad

Para hablar con propiedad, sobre la democracia y los derechos humanos, hay que empezar, como es lógico, por donde empieza la Declaración Universal: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” (Art. 1). Por tanto, la libertad y la igualdad son los dos fundamentos básicos de la democracia y de los derechos fundamentales de los seres humanos. Por consiguiente, donde no hay igualdad y no hay libertad, no hay – ni puede haber – democracia. Porque precisamente la democracia es el sistema de gobierno y de convivencia que acaba con las desigualdades y los sometimientos. Donde hay desigualdades y sometimientos no puede haber democracia.

Ahora bien, lo más opuesto, lo radicalmente opuesto, a los dos principios que acabo de apuntar (la libertad y la igualdad), es la religión. Porque religión es jerarquía y obediencia. Por supuesto, jerarquía y obediencia a Dios. Pero no sólo a Dios. Sino jerarquía y obediencia a Dios a través de los “mediadores”, que son esenciales en la religión. Y que son los que constituyen las jerarquías constitutivas de la religión. Ahora bien, jerarquía es lo mismo que desigualdad (de rangos, dignidades, poderes, categorías…). Y jerarquía es lo mismo que sometimiento. de unos (los que obedecen) a otros (los que mandan). Sometimiento en dogmas, ritos, normas, tradiciones…). Por tanto, donde hay religión no puede haber libertad, ni puede haber igualdad. Lo cual no quiere decir que donde hay relación con Dios no pueda haber libertad, ni pueda haber igualdad. Una cosa es la relación con Dios. Y otra cosa es la relación con la religión de lo sagrado, con sus jerarquías y sus consiguientes desigualdades y sumisiones.

DERECHOS HUMANOS DignidadEnseguida hablo de esto. Pero antes es necesario aclarar otra cuestión importante.

3. Igualdad y diferencia

Una cosa es la desigualdad y otra cosa es la diferencia. La diferencia es un hecho. La igualdad es un derecho. Es un hecho que los hombres son diferentes de las mujeres, los blancos son diferentes de los negros, etc. Pero esto no quiere decir que los hombres tengan derechos que no pueden tener las mujeres. O que los blancos tengan derechos que no pueden tener los negros, etc. La “diferencia es un término descriptivo”. Mientras que la “igualdad es término normativo” (Luigi Ferrajoli, Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 2001, 79). Las diferencias nunca pueden ser “factores de desigualdad” (o. c., 79-80). Porque cuando las diferencias se erigen en desigualdades, se pasa del ámbito de los “hechos” al ámbito de los “derechos”. Lo cual da pie a que, cuando uno es diferente (por el motivo que sea), ese “hecho” se constituya en un “derecho” o en una fuente de derechos que no están al alcance de los demás.

Este desplazamiento de los hechos a los derechos es mucho más frecuente de lo que imaginamos. Sucede en política, en el mundo empresarial y laboral, en el ámbito de la ciencia y el saber, en la sociedad en general…. Y de un modo muy especial, se produce – y reproduce – en las religiones, concretamente en la Iglesia: los hombres tienen derechos que no tienen las mujeres, los clérigos gozan de derechos que no pueden tener los laicos, etc, etc. Lo cual, para amplios sectores de la población, resulta sencillamente irritante. Especialmente en dos ámbitos de la vida a los que casi todos somos muy sensibles. Me refiero a todo lo relacionado con el dinero y con el sexo. Que la Iglesia es vista como una religión, es un hecho. Que este hecho se ha convertido en una fuente de derechos, que de facto son privilegios, es algo que está a la vista de todos. Esto ya, por sí solo, es indignante. Pero, si a esto se añade la opacidad de lo que se oculta, de lo que no se informa a la opinión pública…, entonces lo “indignante” llega a resultar “irritante”. Nadie sabe exactamente el dinero que ingresa la Iglesia. Nadie sabe de dónde proviene ese dinero. Nadie sabe en qué se invierte tanto dinero. Ni cómo se invierte. Es verdad que hay obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, que son ejemplares y hasta heroicos. Pero también es cierto que, por ejemplo, los privilegios fiscales de la Iglesia son importantes. Pero, ¿qué representa eso? ¿qué consecuencias tiene? Se sabe que esos beneficios eran, al menos los años del gobierno de Zapatero, mayores que los privilegios que tenía la Iglesia en tiempo de Franco (Cf. Julio Jiménez Escobar, Los beneficios fiscales de la Iglesia Católica, Bilbao, Desclée, 2002, 371). Y en cuanto al ámbito del sexo, baste con decir que, hasta el pontificado de Juan Pablo II, era el Vaticano el que prohibía severamente que se supiera nada de lo relacionado con los abusos de menores. Desde los tiempos de Pío XII, yo sabía de tales abusos. Como también sabía de las severas prohibiciones que Roma imponía en este asunto.

4. Jesús y la religión
Por todo lo que acabo de decir, impresiona más lo que representa la originalidad, la genialidad y la actualidad que tiene el Evangelio. Porque – lo digo ya desde ahora – ni el Evangelio es una religión (en el sentido que acabo de explicar), ni la Iglesia puede ser una institución que representa a una religión.

Me explico. Sabemos que Jesús fue perseguido, insultado, amenazado, juzgado, condenado y ejecutado por los representantes jerárquicos y mandatarios de la religión del templo, la religión de lo sagrado, la religión de la ley y de los ritos, la religión que amenaza con castigos y condenas. Los hombres de la religión, en tiempo de Jesús, se dieron cuenta de que lo que ellos representan y lo que representaba Jesús eran dos cosas incompatibles. Leer más…

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José María Castillo: “A Francisco le interesa más el Evangelio que la religión”

Domingo, 1 de febrero de 2015
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la-foto-1_560x280El teólogo denuncia que “la Iglesia es una institución más religiosa que evangélica”

“Tenemos que insistir no sólo en los deberes de los fieles, sino en los derechos de todos los ciudadanos”

“Para mucha gente, lo importante son los rituales, no Dios. Que haya bodas y procesiones, pero no creen en Dios”

(Jesús Bastante).- Es uno de los teólogos españoles más respetados en España, Latinoamérica y, en los últimos tiempos -coincidiendo con el pontificado de Francisco-, también en Italia. El primero en consseguir un doctorado Honoris Causa por una Universidad Civil. José María Castillo ha intervenido este fin de semana en el Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII con una ponencia sobre la Iglesia, la democracia y los derechos humanos. Siempre es un lujo poder conversar con él.

“Francisco es considerado un bicho raro por buena parte de la Curia y del clero vaticano, porque a él le interesa más el Evangelio que la religión, constata Castillo, quien se pregunta “¿qué autoridad moral o qué credibilidad puede tener, ante los ciudadanos de nuestro tiempo, una institución que, tal y como está pensada y organizada, no puede ser gobernada como una democracia ni puede suscribir ni poner práctica los derechos humanos?“.

“La Iglesia actual no puede transmitir lo más sublime -el Evangelio-, pues no puede cumplir lo más elemental -la democracia y los derechos fundamentales-. Y lo más grave es que la mayoría del mundo eclesiástico, ni la gente, no se dan cuenta de ello”, sostiene el teólogo, quien en los últimos tiempos se ha visto rehabilitado por una institución que, en su opinión, “olvidó que lo fundamental es transmitir y vivir el Evangelio”.

La Iglesia necesita recuperar la credibilidad que tanto necesita para poder cumplir la misión que tiene asignada, y para ello ha de intentar vivir con fidelidad a la democracia y a los derechos humanos”. En opinión de Castillo, el problema no está tanto en precisar si la Iglesia puede o no ser democrática, sino “afrontar la relación entre la Iglesia y la religión”.

 

Para el teólogo, desde el momento en que la relación con Dios se realiza a traés demediadores asociados a jerarquías que entrañan un sistema de ritos, rangos y poderes sagrados, que implican dependencia, obediencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles”. “Sin eso -añade- no hay religión. Pero con eso, no hay derechos humanos, porque no se admite la igualdad ni la libertad. Lo primero no es Dios, sino los rituales”.

Para mucha gente, lo importante son los rituales, no Dios. Que haya bodas y procesiones, pero no creen en Dios”, denuncia Castillo, quien contrapone religión, “que es jerarquía y obediencia” a Evangelio, que es “vida e igualdad“. “En la Iglesia, los hombres tiene derechos que no tienen las mujeres, los clérigos gozan de derechos que no pueden tener los laicos…, lo cual, para amplios sectores de la población, resulta sencillamente irritante”.

Ni el Evangelio es una religión, ni la Iglesia puede ser una institución que representa a una religión“, añade José María Castillo, quien insiste en que “Jesús fue perseguido, insultado, amenazado, juzgado, condenado y ejecutado por representantes de la religión del templo. Los hombres de la religión, en tiempo de Jesús, se dieron cuenta de que lo que ellos representaban y lo que representaba Jesús eran dos cosas incompatibles”.

“Seamos claros: Jesús no fundó la Iglesia, Jesús no fundó una religión. Más bien, desplazó la religión, la sacó de ‘lo sagrado’ y la puso ‘en la vida'”. Por ello, el Evangelio, “como forma de vida y principio organizativo para la Iglesia, se ha ido marginando”, lo que lleba a que “la Iglesia hoy es una institución más religiosa que evangélica. Por eso la gente sabe que, cuando se habla de cristianismo y de la Iglesia, estamos hablando de ‘religión’, no de ‘Evangelio'”.

Frente a ello, Castillo ofrece cuatro propuestas: “En primer lugar, mantener el papado como lo está intentando el Papa Francisco: ser fundamentalmente el obispo de Roma; en segundo lugar, recuperar el gobierno sinodal, con participación de los laicos, que estuvo vigente en la Iglesia durante el primer milenio; en tercer término, renovar y actualizar la praxis de los sacramentos, para que puedan ser practicados como símbolos de la fe; finalmente, la Iglesia tiene que insistir, no sólo en los deberes de los fieles, sino igualmente en los derechos de todos los ciudadanos. Ojalá así fuera.

Fuente Religion Digital

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Argentina celebra conquistas de la diversidad sexual en democracia

Viernes, 19 de diciembre de 2014
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1279178537_0El 15 de julio de 2010, el Senado argentino sancionó la Ley 26.618 de Matrimonio Igualitario, haciendo de Argentina el primer país en Latinoamérica y el Caribe -y el decimoquinto del mundo- en otorgar este derecho a las parejas del mismo sexo.

La oportunidad de ver en perspectiva la historia del colectivo LGBT ayuda a comprender el cambio social y cultural que se instaló en Argentina, con más fuerza que nunca, en los últimos 11 años, motivo de orgullo de las organizaciones que trabajan por la diversidad sexual. “Gracias a las leyes argentinas y la ayuda de organizaciones como la CHA, mi hija pasó de tener serios conflictos a querer ir a la escuela, tener amigos y hasta ir al médico con alegría”, dijo a Télam Gabriela Mansilla, mamá de Luana.

La nena, que hoy tiene 7 años, recibió el 9 de octubre de 2013 su DNI con la identidad de género autopercibida y se convirtió en el primer caso en el mundo, por su corta edad, en hacer ese cambio, sin pasar por la justicia. “Está segura y feliz porque ahora la tratan como ella siente y quiere que la traten, y su nombre no sólo figura en el DNI, también está en los cuadernos y en el boletín”, precisó la mamá de la nena conocida como Lulú.

Por su parte desde Río Grande, Tierra del Fuego, Alejandra Portatadino dijo a Télam que “lograr tener el titulo de ingeniera con el nombre que concuerda con su identidad de género le permitió recuperar su historia laboral, y demostrar que la capacidad y la idoneidad no dependen de los genitales que tengas entre las piernas”. Portatadino señaló que “gracias a la Ley de Identidad de Género sancionada en 2012, hoy tener todos los documentos a nombre de tu género autopercibido es cosa de un año y medio; para mí fueron siete años de lucha y tres de juicio”. “Empieza a quedar atrás el destino inevitable, la persecución y la muerte y una expectativa de vida que no alcanzaba a superar los 37 años”, sostuvo la profesional desde el sur del país.

Dos años antes, el 15 de julio de 2010, el Senado había sancionado la Ley 26.618 de Matrimonio Igualitario, con 33 votos a favor, 27 en contra y 3 abstenciones, haciendo de Argentina el primer país en Latinoamérica y el Caribe -y el decimoquinto del mundo- en otorgar este derecho a las parejas del mismo sexo.

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Flavia, que vive junto a su compañera desde hace ocho años, confió a Télam que “haber accedido al matrimonio, fue una decisión que tomamos porque habíamos decidido formar una familia y queríamos resguardar a nuestros hijos”.

“La Ley de Reproducción Humana Asistida (26.862) sancionada el 5 de junio de 2013 me permitió a mí intentar el embarazo por fertilización asistida en nueve oportunidades. No pudo ser. Ahora estamos en proceso de tener la guarda de una nena”, explicó Flavia, que es abogada y junto a su pareja integra Las Fulanas, una entidad que forma parte de la Federación Argentina Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT).

Desde esa federación, su presidente Esteban Paulón reivindicó las leyes de la diversidad alcanzadas durante los años de democracia en Argentina y expresó la necesidad de ratificar la Convención Interamericana contra toda forma de Discriminación e Intolerancia y la Convención Interamericana contra el Racismo, la Discriminación Racial y Formas Conexas de Intolerancia.

Las conquistas de la comunidad LGBT tuvieron un hito fundante a poco de recuperarse la democracia, cuando el 16 de abril de 1984 nació la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y, tras muchas denuncias en el país y desde el exterior, sus activistas lograron la personería jurídica ocho años después, en marzo 1992.

“Nuestra primera asamblea fue en la discoteca Contramano, donde concurrieron unas 150 personas. En esta asamblea también se estableció como objetivo primario y de emergencia luchar contra la represión y los edictos policiales heredados de la dictadura militar”, contó el titular de la CHA, César Ciglutti.

A partir de ese momento, la organización consigue el primer antecedente de reconocimiento de las parejas de gays y lesbianas en Latinoamérica y el Caribe: la Ley de Unión Civil, el 12 de diciembre de 2002, aprobada en la Legislatura porteña.

El 4 de octubre de 2006, el Senado aprobó la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral, que estableció la creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral en el ámbito del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.

En tanto, el 18 de agosto de 2008 la Administración Nacional de Servicios Sociales (Anses) aprobó una resolución (671/2008) para que por primera vez se reconozca la pensión por fallecimiento a las parejas del mismo sexo.

Para el titular de la CHA, “hay una deuda importante hacia nuestra comunidad: la modificación de la Ley Antidiscriminatoria para que incluya la orientación sexual, identidad y expresiones de género, y el cambio de la resolución del Ministerio de Salud de la Nación que nos discrimina para donar sangre”.

Fuente Telam

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Maura Healey: la primera demócrata lesbiana que consigue ser Primer Fiscal General en EEUU

Viernes, 7 de noviembre de 2014
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MTH_HeadshotLa demócrata Maura Healey, original de Massachusetts, ha hecho historia en EEUU al convertirse en la primera persona perteneciente al colectivo LGBT en conseguir el puesto de Primer Fiscal General. Anteriormente ya había ocupado el puesto de asistente del primer fiscal general de Massachusetts Martha Coakley.

La actuación de la nueva fiscal tuvo un éxito rotundo dentro de las primarias del partido demócrata derrotando cómodamente al otro candidato para el puesto, el ex senador estatal demócrata Warren Tolman con un 62,4% frente a un 37,6%.
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Healy tuvo un papel decisivo en su estado liderando el ataque frente la a corte contra la Ley de Defensa del Matrimonio que prohíbe el reconocimiento federal de las relaciones entre personas del mismo sexo y llevando todos los argumentos de victoria contra la ley.
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“Estoy muy orgulloso de estar aquí de pie como su próximo Fiscal General. Voy a dar todo lo que tengo cada día, ‘dijo Healey, a raíz de su victoria. Como fiscal general voy a ser el abogado que necesitas, voy a defender tus derechos”, apuntilló Healey.
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Su victoria ha sido celebrada por el grupo feminista Emily, un comité de acción política que apoya el aborto.
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Fuente Ragap

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