Miguel Ángel Mesa Bouzas
Madrid.
ECLESALIA, 07/07/17.- Siendo mayor de edad, y en plenas facultades mentales, con domicilio en Madrid, pero sintiéndome ciudadano del mundo, abogando por la superación y la eliminación de todas las fronteras en todos los países del mundo:
DECLARO:
Que a pesar de mis insuficiencias, temores e incoherencias, deseo que me inscriban en un registro que conste en todos los estamentos públicos y privados, nacionales e internacionales, en el que conste que me siento muy unido, enteramente cercano, intensamente identificado y en profunda solidaridad:
Con las mujeres, que sufren discriminaciones de todo tipo, acoso y toda clase de violencia, que son obligadas a casarse en edades tempranas, o son víctimas de trata para prostituirse, que son asesinadas por sus parejas, familiares u otras personas, por el simple hecho de ser mujeres, en un inmenso feminicidio a escala mundial.
Con el colectivo LGTBI, con cada una de sus personas concretas, con nombres y apellidos, con sus luchas y reivindicaciones, para superar la exclusión, el rechazo, el insulto, la violencia, la prisión, la muerte que sufren cada día.
Con los niños y niñas obligados a realizar un trabajo esclavo, a vender sus cuerpos, que sufren distintos tipos de agresiones en la escuela, en su casa, en la sociedad, que son empujados a la droga o enrolados a la fuerza en distintas guerrillas…
Con las personas en paro, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que no tienen un trabajo, no pudiendo así independizarse, mantener a sus familias, sentir que pueden vivir con cierta seguridad, felices, con dignidad.
Con las personas refugiadas, que tienen que huir de sus países en guerra, por pobreza, para escapar de las persecuciones de distintos tipos, para mejorar sus vidas… y son engañados, extorsionados, violentados, perseguidos y, al final, al fin cuando llegan a su destino, son rechazados y apartados en campos de aislamiento… quienes han tenido ¿la suerte? de llegar.
Con las personas ancianas, olvidadas, abandonadas, desatendidas por sus familiares, por el Estado, muchas de ellas con alzheimer, parkinson u otras enfermedades, o sin medios para subsistir.
Con todos los hombres y mujeres, niños y niñas, jóvenes y ancianos de toda la tierra, que son víctimas de la guerra, el hambre, el odio, la violencia, el terrorismo, la marginación, la expulsión de su tierra, el racismo, o la persecución por sus ideas políticas o sociales, su identidad sexual, su religión, su etnia…
Con los países del Sur y los colectivos empobrecidos de nuestro mundo, valiosos y ricos por sus tierras y sus gentes, pero colonizados, explotados, enfrentados de forma subliminal entre su propia población, marginados de las decisiones que les afectan, ninguneados, despreciados por los países ricos del Norte, tan cristianos y civilizados, pero que en realidad son los causantes de muchas de sus desgracias, guerras y violencias, de su desesperanza.
Con la Madre Tierra, que sufre la devastación, el expolio, la polución, la despreocupación del género humano hacia ella. El aire, los ríos, lagos, mares y océanos, la superficie terrestre están en gran medida contaminados; los bosques, la selva, la flora y muchos animales están desapareciendo y, por eso, nuestro mundo está dando cada día más señales del dolor que le causan los seres humanos y, en especial, los países ricos, que no quieren tomar medidas drásticas para que se invierta el proceso de cambio climático que estamos causando y sufriendo.
Y para que así conste, reafirmando mi plena solidaridad y mi deseo de seguir siendo fiel, en la medida de mis posibilidades, a todas estas personas, a estos colectivos y sus justas causas, a este hermoso planeta azul, firmo la presente declaración a 30 de junio de 2017
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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