En España han supuesto un severo castigo al bipartidismo y la irrupción con gran fuerza de una nueva izquierda ajena a la política tradicional. A nivel global, sin embargo, las elecciones europeas arrojan un preocupante ascenso de la extrema derecha y de los partidos ultranacionalistas en buena parte del continente. El triunfo del Frente Nacional en Francia es el resultado más llamativo, pero no el único. La homofobia más o menos encubierta es parte inherente del discurso de estas formaciones, aunque no de forma uniforme. Un caso llamativo es el de UKIP en el Reino Unido, un partido capaz de llevar al Parlamento Europeo a un representante abiertamente gay pero contrario al matrimonio igualitario.
Los resultados de las elecciones europeas, conocidos en la noche del 25 de mayo, significaron un terremoto político en toda la Unión. Lo más significativo en el conjunto del continente han sido los importantes resultados de las formaciones de extrema derecha, ultranacionalistas o “euroescépticas”. Han ganado en Reino Unido, Francia y Dinamarca y han tenido resultados reseñables en Alemania (donde por primera vez ha sido elegido un eurodiputado neonazi) o Austria, aunque también es cierto que han retrocedido en otros países, como Holanda y Bélgica.
Si algo tienen en común estas formaciones, además de un discurso fuertemente nacionalista y contrario a la inmigración, es su homofobia. Cierto es que su éxito electoral se basa más en su retórica “euroescéptica”, crecida al calor de la crisis económica, pero ello no evita que su ascenso resulte especialmente preocupante para las personas LGTB. Y ello a pesar de que muchas de estas formaciones se esfuerzan en matizar su homofobia.
Especialmente llamativo resulta en este sentido el caso de UKIP, un partido en el que caben desde las declaraciones de Paul Forrest, candidato local por Liverpool, que afirmó en Facebook que los “homosexuales tienen diez veces más probabilidades que los hombres normales de ser abusadores de niños” hasta las de Gerard Batten, europarlamentario por Londres, que declaró que “nunca he conocido a un miembro gay del UKIP que quiera casarse” al mismo tiempo que aseguraba que “tenemos a muchas personas gays en el UKIP”. Batten intentaba conciliar en su discurso la oposición al matrimonio igualitario con la supuesta defensa de las uniones civiles, insistiendo que los derechos relativos a herencia o decisión en caso de accidente ya quedan cubiertos por estas. Forrest, por cierto, no fue elegido concejal de Liverpool, pero Batten si revalidó su escaño en el Parlamento Europeo.
Entre los nuevos eurodiputados de UKIP hay incluso uno abiertamente gay, que sin embargo se manifiesta contrario al matrimonio igualitario. Se trata del escocés David Coburn, con pareja desde hace 30 años y para quien el “matrimonio gay” es un “neo-derecho (neo-right) creado por activistas” pues para él “no hay diferencia con las uniones civiles”. Otro caso significativo es el de Dave Small, recién elegido concejal de UKIP en Redditch, que afirmó en Facebook que los “mariquitas y las bolleras” eran unos “pervertidos”. También consignó en Facebook un ofensivo “que les jodan a los maricas”. Dave Small ha sido por ello expulsado del partido de forma fulminante.
A estos ejemplos debe añadirse otro más antiguo, el de Nikki Sinclaire, eurodiputada del UKIP que luego fue expulsada por no aceptar la incorporación en el Parlamento Europeo al grupo EFD (“Europa de la Libertad y la Democracia”). Sinclaire era ya conocida como mujer lesbiana y posteriormente hizo público también que era una mujer transexual.
Homofobia, xenofobia y ultranacionalismo. Una relación compleja
El esfuerzo de UKIP por hacer compatible la presencia en su seno de personas homosexuales con un discurso extremista no es del todo nuevo. El ejemplo más destacado fue en su momento el de Pim Fortuyn. Líder de una lista de ultraderecha en los Países Bajos y asesinado en mayo de 2002, Fortuyn era abiertamente gay e hizo precisamente del miedo a la homofobia parte de su discurso xenófobo. Asimismo, y a pesar de su clara oposición al matrimonio igualitario, hay quien ha visto signos de cierta vacilación en el Frente Nacional. Aunque el partido apoyó las manifestaciones contrarias a su aprobación, lo hizo con menos energía de la esperable, y desde luego con menos entusiasmo que la derecha tradicional. A ello hay que sumar que hace pocos meses los medios de comunicación divulgaban la homosexualidad de dos de sus dirigentes, Steeve Briois (secretario general del partido) y Bruno Bilde. Steeve Briois es de hecho una figura en alza: ya siendo pública su homosexualidad (que él ni ha desmentido ni ha confirmado) fue elegido alcalde de Hénin-Beaumont en las pasadas elecciones municipales y en estas elecciones europeas ha sido elegido eurodiputado.
Este panorama obliga a una lectura matizada en clave LGTB. Por una parte, la homofobia ha dejado -al menos de momento- de ser un elemento central del discurso de estos partidos. Algunos justifican incluso sus posiciones contra otras minorías (como la musulmana) utilizando la homofobia de estas como un argumento más. Es más, hay quien incluso ha acusado a una parte del colectivo LGTB de defender posturas nacionalistas o incluso racistas, refiriéndose a “la manera en que los derechos de las mujeres o de los homosexuales pueden ser puestos de relieve desde una perspectiva xenófoba, no sólo por parte de partidos políticos sino también dentro de los mismos movimientos LGBT, que se ven cada vez más integrados en los proyectos nacionalistas en Occidente”. Se asociaría la homofobia con inmigración, con un discurso que se ha calificado de “homonacionalismo”.
Es fácil acusar a estos partidos de homófobos: en buena parte lo son, aunque de forma más o menos matizada. Pero una parte del colectivo LGTB no se ve libre de xenofobia, y algunos denuncian una cierta utilización a manos de oscuros intereses. En definitiva, lo que estos movimientos políticos en Europa suponen de cara a la realidad LGTB es más complejo de lo que pueda parecer.
Fuente Dosmanzanas
General, Historia LGTBI, Homofobia/ Transfobia.
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