Cuando sanar es peligroso: Mataron a Jesús porque sanaba
Una Semana Santa de la Salud
Jesús profeta anunció a su gente (marginados y enfermos de Galilea) la llegada y presencia del Reino como salud y libertad.
Jesús terapeuta sanó a los enfermos, y decía que no era él quien curaba, sino la fe de los enfermos, porque creer en Dios esa salud y libertad.
Fue de esa manera un subversivo: Encendió una llama de la fe en la oscuridad de muchos, que pudieron ponerse en contacto con la fuente divina de su Vida, renaciendo así en salud de amor, ellos mismos, superando unos poderes de opresión.
Actualmente (primavera 2020) hay miles y miles de profesionales de la salud que arriesgan cada día su vida para acompañar y curar a los enfermos del coronavirus. Muchísimos son como Jesús, a ellos mi homenaje de agradecimiento, mi solidaridad de personas. Pero el sistema sanitario en su conjunto, aún siendo muy bueno en un plano, parece estar al servicio de la pervivencia del poder político-social, más que de las personas (y en especial de las más pobres). Nos hallamos pues, ante una encrucijada.
(a) Por una parte es muy bueno lo que están haciendo miles y miles de sanitarios en estos tiempos de coronavirus que nos sitúan de nuevo ante el riesgo y tarea de la vida.
(b) Pero muchos pensamos que hace falta un cambio intenso en la forma de entender las prioridades, poniendo el dinero y la ciencia al servicio de las personas y no del capital y de las instituciones del sistema político-administrativo.
Desde ese fondo he querido reflexionar sobre la forma de acompañar y curar a los enfermos que tenía Jesús, al que mataron precisamente por la forma en que curaba, partiendo de la disputa de Mc 3, 20-35 sobre el sentido de las curaciones de Jesús.
(a) Muchos dicen que Jesús cura para el Diablo, es decir, para dominar mejor a la gente, para tener sometidos a todos. En esa línea, este sistema curaría también pra el Diablo, para tener a la gente más sometida, más dependiente, más “victimizada”.
(b) Jesús contesta diciendo que él cura para Dios, es decir, para la libertad de los oprimidos y marginados… Ésta es quizá la disputa más importante del evangelio de Marcos, como he puesto de relieve en un comentario que he escrito sobre el tema.
Un sistema de salud muy bueno y problemático
Evidentemente, hay que mantener un sistema de salud como el que tenemos y mejorarlo todavía más, en investigación, en dotación económica, en asistencia concreta. Pero, al mismo tiempo, puede servirnos de gran ayuda el testimonio de Jesús, que ante todo un terapeuta,un hombre que supo que Dios (el Reino de Dios) se hace presente en la salud y libertad de los hombres y mujeres.
Significativamente, para Jesús, lo contrario a la Vida no es la muerte, sino un tipo de enfermedad sin fe. Lo contrario a la vida es la opresión, la violencia, la mentira organizada. En contra de eso, él ofreció a los hombres un camino de verdad, de perdón, de confianza en la vida, entre los enfermos y excluidos, los “endemoniados” a quienes enseñó a creer en la vida y a vivir en libertad.
Nuestro sistema sanitario está al servicio del sistema económico-social más que al servicio de los hombres y mujeres como tales, empezando por los pobres. Así sucedía en tiempo de Jesús. Pero él quiso curar y curó a los hombres para bien de ellos mismos, no para ningún sistema socio-religioso. Y por eso le mataron.
Por eso precisamente le mataron porque enseñó a vivir en dignidad a los oprimidos, en salud personal a los enfermos, porque se rebeló contra un mundo que necesita enfermos y pobres para tenerles sometidos. Por eso, las curaciones que él suscitaba eran peligrosas, porque eran gestos de afirmación y de vida de los pobres, excluidos y enfermos.
Jesús supo y dijo que el Reino de Dios no es tener más dinero en cuanto tal, ni más poder social… El Reino es la Salud para los Pobres y Enfermos… Salud significa dignidad, conciencia del propio valor, confianza creadora…
El reino de Dios (es decir, del hombre) es la salud
Jesús identificó la llegada del Reino de Dios con la curación de los enfermos, no con el cumplimiento de unas leyes sacrales, ni con penitencias o sacrificios de templo, con un tipo de guerra santa y victoria sobre los enemigos de Dios (que serían en aquel entorno los romanos). Jesús descubrió y mostró con su vida la relación más honda que había entre curación de los enfermos y presencia de Dios.
Así vino a presentarse y actuar como “terapeuta” del Reino de Dios, vinculando la llegada (implantación) del Reino de Dios y la curación de los enfermos, no por un tipo de obras suyas, sino por la fe de los mismos enfermos, es decir, sino con la transformación integral de los enfermos, vinculando de manera inseparable lo que hoy solemos llamar el cuerpo y el alma, que no son dos substancias separadas, como pudo pensar Descartes, sino dos aspectos o momentos de la misma realidad humana.
Jesús no fue médico de cuerpo, en el sentido posterior de la palabra (como si el cuerpo fuera un tipo de máquina independiente del alma o mente humana); tampoco fue médico de almas, en la línea de un espiritualismo posterior que desprecia o deja a un lado el cuerpo. Fue médico o terapeuta de personas, en línea de fe, es decir, de confianza básica en la vida, un terapeuta lógicamente discutido, pues no estaba al servicio del templo de Jerusalén, ni de la ley establecida de los escribas, ni del poder de Roma o de las autoridades políticas de Galilea.
‒ Fue terapeuta discutido y algunos le tomaron como un mago ambiguo, capaz de promover un tipo de “salud” en algunos enfermos, o de impulsar un movimiento de pobres y excluidos sociales, pero en una línea “asocial”, contraria a los principio del orden social imperante de los sacerdotes y escribas (y de los mismos romanos). Por eso es normal que algunos le acusen diciendo que era un “mago” satánico, alguien que cura a los locos y enfermos con poderes dudosos y con resultados aún más dudosos, rompiendo en nombre de Dios el buen orden de la sociedad establecida.
‒ Otros, en cambio, le vieron como un hombre de Dios, profeta poderoso en obras o palabras, dotado del Espíritu, para anunciar el reino de su vida y de su gracia sobre el mundo, en la línea de Elías y otros profetas antiguos a quienes la tradición de las Escrituras veneraba como santos, profetas y terapeutas. Éstos fueron y siguen siendo sus testigos, continuadores de su obra.
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