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Dom 8. 2.18. Jesús, curación y camino abierto. Simón, oficina de poder sagrado

Domingo, 4 de febrero de 2018
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 5 tiempo ordinario, ciclo b. Sigue el texto anterior de Marcos en el que vimos a Jesús curando en la sinagoga (Mc 1, 21-27). Hoy realiza un gesto esencial, en tres momentos:

(1) En pleno día, entra en casa de Simón y cura a la suegra, que que empieza a servirles, en día de sábado, apareciendo así como la primera seguidora agradecida y sabia de Jesús.

(2) Al comienzo de la noche, acabado el sábado ritual en que no podían venir a buscarle, Jesús sale ante la puerta de la casa y cura a todos los enfermos y posesos que se acercan, suplicándole una ayuda.

(3) Al amanecer del día siguiente, marcha al campo abiertopara orar, e inicia un camino de evangelio por todas la aldeas del entorno, en contra de Simón que le quería convertir en curandero a su servicio, abriendo ante su casa una oficina de poder sagrado.

images1Marcos nos sitúa así ante el Jesús cercano y lejano de este tríptico de amor y de servicio, al favor de la vida. Éstas son las cosas que cuenta Marcos desde su perspectiva, componiendo un relato que recoge el corazón del evangelio, con Jesús y Simón como protagonistas y antagonistas.

Simón aparece ya como signo de una autoridad que se quiere servir del evangelio para así alcanzar poder sobre los otros.

Buen domingo a todos. Sigo tomando (adaptando) el texto de mi comentario de Marcos

1) Un Sábado en casa de Simón;
curación y servicio de la suegra (1, 29-31).

29 Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, 31 y él se acercó, la agarró de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles.

De la sinagoga (ámbito judío) pasamos a la casa (espacio normal de la comunidad cristiana). Jesús viene con sus cuatro discípulos, signo de esperanza escatológica (cuatro direcciones del espacio, cuatro estaciones), a la casa de Simón, cuya suegra está enferma.

evangelio-de-marcosNo se dice que tenga un espíritu impuro, como el hombre de la sinagoga (cf. 1, 23), sino simplemente que tiene calentura (pyressousa: 1, 30), una fiebre que le impide trabajar. Parece impotente; nadie le ayuda. Pero Jesús agarra con fuerza su mano, para levantarla, en gesto y palabra de evocación pascual.Se completa así la pareja de enfermos primordiales del comienzo de Marcos:

— el endemoniado de la sinagoga (1,21-27) sometido a la impureza de una enseñanza opresora;
— la enfebrecida de una casa que parece invadida por varones.

Jesús cura a los dos, pero sólo a la mujer la levanta o “resucita”, de manera que ella puede servir en la casa, entendiendo a Jesús, haciéndose “cristiana”.

— La casa (oikia: 1, 29) es espacio de reunión y grupo familiar, lugar privilegiado de la comunidad (cf. 3, 20.31-35). Estamos en la casa de Simón y Andrés, donde entra Jesús con sus cuatro. Es quizá la casa de pascua donde deberían reunirse las mujeres de la tumba vacía cuando vuelvan a Galilea (cf. 16, 7).

Jesús toma la mano de la enferma y la levanta (êgeiren autên: la resucita: 1, 31; cf. 16, 6), para convertirla en servidora. Casa de evocación pascual y servicio mutuo será la iglesia de Jesús. La mujer curada, es la primera cristiana de la historia. Ésta es la casa cristiana de la resurrección y del servicio mutuo, donde el primer “ministro” (obispo o papa) es una mujer.

— El sábado (cf. 1, 21). Para los judíos es día sagrado en que nadie se afana en cosa externa (trabajo material). Parece irrelevante que ese día una mujer enferme, pues no tiene labor que realizar entre las obras o trabajos de la casa. El sábado no hay servicio, da igual que la mujer esté enferma. Pues bien, Jesús la toma de la mano y la levanta en día de sábado.

Ésta es una experiencia eclesial: superada por Jesús la fiebre (signo de muerte), la enferma se levanta y transforma el sábado en día pascual de servicio a los demás. Jesús no le manda. Es ella la que asume la iniciativa y saca las consecuencias, descubriendo el valor del servicio mutuo, por encima de la sacralidad del sábado judío; sirve, da de comer, actúa a favor de los demás. Ha entendido a Jesús, es cristiana.

— Ella les servía (diêkonei autois: 1, 31). La diakonía era el signo primordial de los ángeles de Dios que, en vez de descansar, sirven a Jesús en el desierto (Mc 1, 13) y define a las mujeres que al fin del evangelio aparecen como servidoras mesiánica (Mc 15, 41).

La suegra de Simón interpreta el don que ha recibido; su servicio no se puede entender como trabajo inferior, que era de ordinario propio de mujeres, bajo el dominio de varones ociosos, sino como ministerio (el Ministro de la Iglesia es Diakonos según el NT y la literatura cristiana primitiva), servicio creador de la nueva familia de Jesús. Por eso, la curada es la primera servidora de Jesús. En el origen de toda obra eclesial se encuentra esta mujer, conforma a Marcos.

La suegra curada y Jesús comparten una misma liturgia.
Él la cura en sábado, levantándola del lecho.

Ella le (les) asiste en gesto que inaugura la nueva sacralidad cristiana del servicio mutuo; nadie se lo ha dicho; no ha tenido que aprender de alguna exégesis rabínica muy alta; ella lo ha sabido al recibir la ayuda de Jesús y al responderle, precisamente en sábado. Su diakonía o servicio en la casa está al principio de todo el evangelio (los demás no han hecho todavía nada).

Simón y los restantes discípulos no lo entenderán hasta la pascua: no querrán hacerse servidores los unos de los otros (cf. Mc 9, 35; 10, 43), en contra del Hijo del humano, que ha venido a servir y dar la vida por todos (10,45). Ella, en cambio, lo sabe ya: ha superado el judaísmo de los escribas y se ha vinculado a Jesús; en el fondo ya es cristiana diaconisa, servidora de la iglesia reunida en la casa de su yerno.

2. Ante la casa.
Milagros en la noche tras el sábado (Mc 1, 32-34)

Al atardecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. 33 La población entera se agolpaba a la puerta. 34 Él curó entonces a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero a éstos no los dejaba hablar, pues sabían quién era.

Frente a la sinagoga de los endemoniados surge aquí la iglesia que está a la puerta de la casa de Simón donde en plena calle, al anochecer, se junta la multitud de aquellos que quieren escuchar y ser curados. A la puesta del sol, terminado el descanso inútil de estos judíos (escribas incapaces de curar), las gentes del entorno vienen trayendo ante la casa de Simón a sus enfermos para que Jesús les cure (1, 32-34), pues son muchos los que siguen oprimidos por el mal, endemoniados. Leer más…

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La conducta atípica de Jesús. Domingo 5. Ciclo B

Domingo, 4 de febrero de 2018
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Day_SimonsMotherinLaw_710Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio del domingo pasado contaba el asombro causado por la predicación de Jesús y por su poder sobre los espíritus inmundos. Todo eso ocurrió un sábado en la sinagoga de Cafarnaúm. El evangelio del próximo domingo nos cuenta cómo terminó ese sábado y qué ocurrió en los días siguientes.

Jesús cura en sábado

La doctrina de Jesús causó admiración porque enseñaba con autoridad, no como lo escribas. Y esa misma autoridad la demuestra curando en sábado a la suegra de Pedro. Quien lee este relato de Marcos no presta atención al hecho de que la curación tenga lugar en sábado. Pero cuando se conocen los otros evangelios, y se sabe que una de las acusaciones más fuertes contra Jesús fue la de curar en sábado, el detalle adquiere mayor importancia.

Un relato de milagro consta generalmente de los siguientes elementos: a) se presenta al enfermo, subrayando a veces la gravedad de la enfermedad; b) el interesado u otra persona pide su curación; d) Jesús lo cura, a veces con solo su palabra, a veces con algún tipo de acción; e) el enfermo demuestra que ha sido curado; p. ej., el paralítico carga con su camilla, el cojo da saltos. En nuestro caso, el relato es extraordinariamente breve y todo se cuenta con rapidez:

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

La fiebre de la enferma no es de escasa importancia, le obliga a guardar cama. Y el hecho de que se lo cuenten a Jesús significa que le preocupa a la familia. Él no dice una palabra, se limita a tomarla de la mano y levantarla. Para demostrar que se ha curado plenamente, se pone a servirlos.

Una feminista radical estadounidense dedujo de este detalle final que ni siquiera el evangelio libera a la mujer de su situación de esclavitud a los varones. Pero es una visión demasiado norteamericana y actual del relato. Lo que quiere decir Marcos no es que la mujer cristiana deba estar al servicio del varón, sino que la suegra se curó plenamente.

Un día en la vida de Jesús: ayuda y oración

Nosotros, no sé desde cuándo ni por qué, comenzamos el nuevo día a las 0 horas, cuando cualquier persona sensata está en la cama (menos muchos españoles). En la Biblia, el día termina al ponerse el sol (a eso de las 17:30 o algo más tarde según la época del año). Por eso, el relato de la creación no dice “pasó una mañana y pasó una tarde, el día primero”, sino “pasó una tarde y pasó una mañana…” Este detalle es importante para comprender lo que cuenta Marcos.

Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.

Al ponerse el sol termina el sábado, día de descanso, y comienza el día siguiente. La gente puede caminar, comprar, etc., y aprovecha la ocasión para llevar ante Jesús a todos los enfermos y endemoniados. En este contexto dice Marcos, casi de pasada, que Jesús “expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.” Esta idea, que ya apareció el domingo pasado en el relato del endemoniado y que se repetirá en otros momentos, la presentó Wilhelm Wrede en 1901 como “el secreto mesiánico en Marcos”. Jesús no quiere que la gente sepa desde el principio su verdadera identidad, tienen que irla descubriendo poco a poco, escuchándolo y viéndolo actuar.

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: 

̶  Todo el mundo te busca.

Él les respondió: 

̶  Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido. 

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

No se dice cuánto tiempo dedicó a curar a muchos de ellos. Se supone que hasta tarde. En Israel, como en todo el Mediterráneo, la noche no cae de repente. Tampoco se dice dónde cenan Jesús y sus discípulos, ni dónde se quedan a dormir. Los evangelios no son biografías ni se detienen en detalles que consideran secundarios.

En cambio, Marcos indica que Jesús se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Vienen a la mente las palabras del Salmo 63: “¡Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo.” Estamos al comienzo del evangelio, y Marcos indica algo que será una constante en la vida de Jesús: su oración, el contacto diario e intenso con el Padre, del que saca fuerzas para llevar adelante su misión.

Esta misión no se caracteriza por elegir lo cómodo y fácil. En Cafarnaúm toda la gente pregunta por él, quiere verlo y escucharlo. Sin embargo, él decide recorrer de nuevo toda Galilea. Ya lo había hecho solo, cuando metieron a Juan en la cárcel. Ahora lo hace acompañado de los cuatro discípulos. Y no sólo predica, también expulsa demonios.

Job, los otros enfermos, Jesús y nosotros

El texto de Job ha sido elegido como primera lectura pensando, probablemente, en los enfermos a los que cura Jesús. Existe una gran diferencia entre ellos. Job es el hombre destrozado por el sufrimiento, sin horizonte, que considera la vida un absurdo, convencido de que sus días se consumen sin esperanza y de que sus ojos no verán más la dicha. En cambio, los enfermos del evangelio y las personas que los rodean alientan la esperanza de encontrar la curación en Jesús, y la consiguen. De aquí no se pueden sacar conclusiones exageradas, como si cualquier enfermo actual que confía en Jesús se vaya a ver curado de su enfermedad. Pero, quien confía en él y se le acerca no terminará desilusionado y amargado como Job.

Lectura del libro de Job 7,1-4.6-7

Habló Job, diciendo:

«El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio,

sus días son los de un jornalero;

como el esclavo, suspira por la sombra,

como el jornalero, aguarda el salario.

Mi herencia son meses baldíos,

me asignan noches de fatiga;

al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré?

Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba.

Mis días corren más que la lanzadera,

y se consumen sin esperanza. 

Recuerda que mi vida es un soplo,

y que mis ojos no verán más la dicha.»

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Domingo V del Tiempo Ordinario. 04 de febrero, 2018

Domingo, 4 de febrero de 2018
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d5

“Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simeón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: -Todo el mundo te busca.”

(Mc 1, 29-39)

Seguimos como la semana pasada en Cafarnaún. Es decir, en la “Aldea del Consuelo”.

Y este domingo Jesús primero se hace consuelo en casa. En lo íntimo y con los suyos sana la fiebre de la suegra de Pedro. En el evangelio no dice que los vecinos se enterasen del suceso. Solo dice que Jesús “la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

¿Cómo se enteraron los vecinos? No lo sabemos. Pero al anochecer le llevaron todos los enfermos y poseídos. Y así Jesús se hace consuelo para toda la aldea: “la población entera se agolpaba a la puerta”.

Pero estos baños de masas siempre provocan la misma reacción en Jesús: “se marchó al descampado y allí se puso a orar”. Soledad y oración. Encuentro con su Dios Abba, fuente de todo consuelo. El encuentro necesita silencio y soledad; necesita intimidad.

Todas las personas necesitamos de ese encuentro, y de manera especial cuando recibimos de Dios grandes dones o beneficios. Cuando las cosas nos van bien y saboreamos el dulce sabor del éxito. Ahí necesitamos más que nunca el Encuentro profundo con Dios pues corremos el grave peligro de quedarnos con los dones de Dios y alejarnos de Él (Cfr. Lc 15: “Dame la parte de la herencia que me corresponde…”). Corremos el dramático y original peligro de querer ocupar el lugar de Dios; podemos recordar lo que les sucede a Adán y Eva.

Por eso nos viene bien no perder de vista este ejemplo de Jesús. Esta manera de actuar tan suya. Tras el éxito se retira a orar. También lo hace en el fracaso.

Oración

Danos, Trinidad Santa, el acierto necesario para volver siempre a Ti, tanto al oír el clamor de los aplausos como al escuchar las murmuraciones y las críticas. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Liberarte y liberar, claves de la vida espiritual.

Domingo, 4 de febrero de 2018
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suegra-pedro-meister_des_hitda-evangeliars_002Mc 1, 29-39

Recuerda que los evangelios no son crónicas de sucesos. Son teología narrativa. No tiene ninguna importancia que las palabras de Jesús sean exactamente las que él pronunció; ni que los hechos narrados hayan acontecido así. Lo importante es el mensaje que quieren trasmitirnos y que seamos capaces de traducirlo a nuestro lenguaje, siempre relativo, de manera que lo podamos entender hoy. Para ello es imprescindible que nos coloquemos en el ambiente de aquella época y conozcamos las características de aquella cultura.

Seguimos en el primer día de la actuación de Jesús. Mc intenta perfilar a grandes rasgos y con firmes trazos, la figura de Jesús. Se trata de un montaje programático para dejar muy clara la manera habitual que tenía Jesús de desarrollar su ministerio. No podemos desligar la perícopa que hemos leído hoy de la del domingo pasado. Ambas forman un todo teológico progresivo, que empieza en la sinagoga, y termina orando solo en descampado. Allí consigue reavivar la experiencia de Dios, que le permite hablar y actuar con autoridad.

El paso de la sinagoga a la casa, y después a la calle, nos dice que Jesús lleva la salvación a todos los lugares en donde se desarrolla la vida y a todas las personas que tienen necesidad de liberación. Con toda naturalidad se nos habla de la suegra de Pedro, aunque nunca se hable de la esposa. En aquella sociedad era impensable el estado de soltero, y Jesús nunca cuestionó las normas existentes con relación a la sexualidad, al matrimonio o a la familia. Los cambios que después se produjeron, no se pueden vender como mensaje evangélico.

La cogió de la mano y la levantó. La palabra katekeito para decir “estaba postrada”, puede significar enfermedad o muerta, en cualquier caso, falta de vida. También para decir que la levantó, Mc emplea hgeiren, que puede significar levantar o resucitar. Está claro que Mc quiere dar un doble sentido a las dos palabras, más allá del sentido material.

Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Jesús cura para que la mujer pueda servir. En el mundo griego, el servicio (diakonía) se consideraba una deshumanización. En las primeras comunidades cristianas, era el signo de seguimiento de Jesús. El verbo que se utiliza en griego es dihkonei = servía a la mesa. Los cristianos eligieron precisamente la palabra “diakonía” para expresar el nuevo fundamento de las relaciones humanas en la comunidad. El mismo Jesús dirá que no ha venido a ser servido sino a servir.

Al anochecer… Nos está indicando que los que se admiraban de las palabras y obras de Jesús, eran judíos y no habían superado la dependencia de la Ley, que era la causa de la opresión. Al ponerse el sol terminaba el sábado y la obligación de descanso. Por lo tanto, ya podían ellos llevar a los enfermos y Jesús curarlos, sin faltar al primer precepto de la Ley.

Curó a muchos y expulsó muchos demonios. Todos buscan a Jesús para ser curados. Aquí debemos hacer una profunda reflexión. En todos los evangelios se comienza con un éxito espectacular de la predicación de Jesús. Más tarde se verá que no les interesa nada más que ese beneficio material de ser atendidos en sus necesidades.

Se marcha a descampado y allí se puso a orar. En muchos lugares de los cuatro evangelios se dice lo mismo: “Se levantó de madrugada, se fue a un descampado y allí se puso a orar”. “Pasó la noche en oración”. “Por la mañana estaba allí sólo”. Es la clave de la vida de Jesús. Realmente necesitaba orar como verdadero ser humano que era. Descubrir lo que era su Abba para él, fue la clave de su espiritualidad. Esto solo se puede hacer aparatándose del bullicio de la gente y en silencio.

El domingo pasado decía el evangelio que hablaba con autoridad, no como los letrados. La clave está en este descubrimiento continuado de la presencia de Dios en él. A pesar de la absorben­te actividad, encontraba tiempo para estar a solas consigo mismo y cargar las pilas. Los evangelios nos dicen que también iba a la sinagoga y al templo, pero el verdadero encuentro con Dios lo realizaba a solas y en medio de la naturaleza.

¡Todo el mundo te busca! En el relato encontramos tres exageraciones intencionadas: todo el mundo te busca; la población entera; todos los enfermos y poseídos. Los discípulos están en la misma dinámica que la gente. No quieren que su Maestro pierda la ocasión de afianzar su prestigio (poder). Jesús sabía muy bien lo que tenía que hacer: “Vámonos a otra parte”. En el principio del relato se habló por dos veces de su enseñanza (didach). Ahora dice predicar (khruxw, de donde viene kerigma, concepto clave de la primera comunidad).

Todos los evangelios empiezan constatando la euforia con que la gente sigue a Jesús. Pero pronto, se va apoderando de ellos, primero la decepción, después el abandono, y finalmente la oposición total. En Jn este proceso se escenifica de manera genial en el capítulo 6, después de la multiplicación de los panes, cuando quieren hacerle rey y terminan abandonándole todos diciendo: “¿quién puede hacerle caso?” El por qué de esta actitud es claro: buscan ser curados, liberados, queridos, no están interesados en curar, servir y amar.

Si tomásemos conciencia de este cambio en la gente, comprenderemos donde falla nuestro cristianismo. La respuesta está en el relato de la curación de la suegra de Pedro. Jesús cura para que seamos capaces de servir. Esto es precisamente lo que no nos gusta. Cuando Jesús va dejando claro que Dios no es un tapagujeros, que su predicación lo que persigue es cambiar las actitudes fundamentales del ser humano y convertirle en libre servidor en vez de opresor, la gente empieza a sentirse incómoda y le abandona sin contemplaciones.

El evangelio no habla de resignación ante cualquier clase de dolor, sea físico, sea psíquico, sea moral. Pero no identifica la salvación con la supresión del dolor. Todo lo contrario, afirma expresamente que la verdadera salvación puede alcanzarla todo hombre a pesar del mal que nos rodea (bienaventuranzas). Siempre que se pueda, se debe suprimir, pero la victoria contra el mal no está en suprimirlo, sino en evitar que te aniquile.

La solución al problema vital del hombre no puede venir de fuera, la tenemos que encontrar dentro. Solo un conocimiento de lo hondo del ser nos descubrirá lo que somos. El hombre tiene que aceptar sus limitaciones. Pero solo lo conseguirá descubriendo que esas limitaciones no le impiden alcanzar su plenitud. Conocerme a mí mismo es conocer a Dios como fundamento de mi propio ser. Ser fiel a mí mismo es la única manera de ser fiel a Dios.

El fallo del cristianismo fue convertir la buena noticia del evangelio en una religión. Jesús quiso liberar al ser humano de todo lo que le impide ser él mismo, incluida la religión. Jesús nos quiso enseñar cómo ser libres a pesar de los problemas y aunque no se resuelvan. Hay problemas que no tienen solución, pero una vida más humana siempre es posible. El esperar que cambien las circunstancias adversas para sentirme bien es señal de pobre hedonismo.

Meditación

No puede haber espiritualidad sin verdadera contemplación.
No se trata de “rezar”, sino de fundirse con el Abba.
Lo que te cambiará será la conexión con lo Absoluto que hay en ti.
El conseguir la conexión puede llevar hora días o años.
El quedar impregnados de Dios
es cuestión de un instante.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Curó a muchos.

Domingo, 4 de febrero de 2018
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The hand of Christ is depicted by Lucas Turnbloom in an illustration for Easter. The Easter season begins with the celebration of the Resurrection, April 16 this year in the Latin Church. (CNS illustration/Lucas Turnbloom, The Southern Cross) (April 4, 2006)

Cuando ayudas a los demás te ayudas a ti mismo (S. Agustín, sermón 355, 2)

4 de febrero. Domingo V del TO

Mc 1, 29-39

Jesús sanó a muchos que sufrían de diversas enfermedades

El Salmo 46 es un cántico de consolación, de poder y bondad de Dios, presentándole como quien sana corazones y venda heridas. En sus versículos leemos el momento histórico difícil que atravesaba el pueblo de Israel, destruido su reino y su templo, sin tierra y deportado al exilio en Babilonia: “El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel; él sana los corazones destrozados y venda sus heridas” (Sal 146, 2-3), entona el salmista. Y el evangelio del domingo se hace eco de este lamento.

Una actitud bíblica mantenida tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En este caso centrado en las viudas, aunque podríamos comprobar que todos cuantos necesitan algún tratamiento paliativo –sea del orden que sea- tienen ventanilla abierta las veinticuatro horas del día al hospital del Evangelio. En 1 Reyes 17, 12, la viuda de Sarepta responde a Elías: “¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan; solo me queda un puñado de harina en el jarro y un poco de aceite en la aceitera”. Baruc dice en 4, 12: “Que nadie se alegre viendo a esta viuda abandonada de todos”, e Isaías maldice a los notarios: “que hacen su presa de las viudas y saquean a los huérfanos” (Is 10,2). El Deuteronomio propone dar el diezmo de todas las cosechas: “al huérfano y a la viuda para que coman hasta hartarse” (Dt 26, 12).

En el NT las viudas aparecen también como objeto de especial afecto por parte de Jesús, especialmente en Lucas. En 7, 13, al ver a la viuda de Naín: “sintió compasión y le dijo: No llores”; y en 20, 47 lanza esta invectiva contra los escribas que devoran las fortunas de las viudas: “Ellos serán juzgados con mayor severidad”. Y como colofón Santiago nos recuerda que: “Una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas”.

Este particular afecto lo muestra también en el caso de los publicanos y pecadores. Y de nuevo Lucas. “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Este acoge a los pecadores y come con ellos” (15, 1-2). “Algunos de los que se acercan a Juan el Bautista en señal de arrepentimiento son publicanos” (3, 12); como publicano es Leví, uno de los discípulos de Jesús (5, 27). Y, por supuesto, no falta Zaqueo (cuyo nombre especialmente significa Sr. Justo), jefe de publicanos y el hombre más rico de la ciudad, que, por su baja estatura, se sube a un sicomoro para ver a Jesús cuando entra en Jericó (19, 1-10).

A Jesús le traían ciegos, tullidos y todo tipo de enfermos para que los curara. Les miraba por dentro, les daba confianza en sus propias fuerzas, y muchos se curaban. ¿Cómo explicar estos supuestos milagros? La fe mueve montañas (Mt 17, 20). Lo que Jesús no podía saber, porque en su tiempo nadie lo sabía es que la fe mueve endorfinas.

La felicidad sólo vive, respira y crece si se comparte y se transmite. Como dijo un sabio en una ocasión: “Lo que das, lo ganas. Lo que te quedas, lo pierdes. San Agustín, había puntualizado en su sermón 355, 2: “Cuando ayudas a los demás te ayudas a ti mismo”.

John Boynton Priestley, fue un escritor, dramaturgo, locutor y activista político británico, autor de la obra teatral Llama un inspector. La representación termina, dirigiéndose a Eva, con esta reflexión: Pero, reténgalo bien, ha muerto una Eva Smith… ¡Quedan millones y millones de Evas Smiht y de Johns Smith entre nosotros! Con sus vidas, sus esperanzas, sus temores, sus sufrimientos y sus posibilidades de ser felices: todos ellos ligados a nuestras vidas, a lo que pensamos, decimos o hacemos. Nadie vive aislado. Somos miembros de una comunidad, y dependemos los unos de los otros.

El poeta alicantino Miguel Hernández nos invita a colaborar con él en la generosa tarea del dar y darse.

LAS MANOS

Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.

La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.

Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.

Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Quién es ella?

Domingo, 4 de febrero de 2018
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6a00d8341c3e3953ef0168e65ddbae970c-600wi-1Palabras habitadas. Así suenan y resuenan en el alma las palabras de Jesús: él se acercó, la cogió de la mano y la levantó.

Palabras habitadas de cariño, de justicia, de autoridad interior. Todo lo que le faltaba a la religión oficial lo aporta este judío diferente, retador, que no funciona por las leyes canónicas memorizadas sino por un corazón y una mente integrados, a lo Dios.

¿Quién es ella? Como de costumbre para la inmensa mayoría de las mujeres de todos los tiempos, es “la suegra de”, podría ser la mujer de, la cuñada de, la hija de, la pareja de… anonimato de la mujer todavía hoy.

En nuestra “suegra de” ese anonimato con sus múltiples y severas implicaciones, se somatiza, y su “fiebre” nos indica un cierto fuego interior que le sale por los poros, una fuerza no canalizada, una energía desaprovechada, una vida anonimizada por los de antes y los de ahora, tanta injusticia, tanto dolor y frustración hace que su cuerpo arda. Ya que no puede hablar porque su palabra no está autorizada, lo comunica con su cuerpo, cuerpo de mujer, anónima e identificada con un varón: en este caso es la “suegra de Pedro” como siempre en el patriarcado.

Hace unos días en una asamblea de varias parroquias, al proponer una iniciativa, un varón laico, de los históricos, me pregunta en público, ante todo el mundo: “y tú ¿eres religiosa o “vas de por libre”? La educación y el amor incluso a los hijos de Dios que menos me gustan me hizo responder con serenidad, pero el “vas de por libre” tenía un tono habitado de rabia, dominio, necesidad de someter: demonios que se pasean por nuestra sociedad y por supuesto por nuestras iglesias, disfrazados de “servicios”.

Estos demonios bloquean iniciativas, impiden el crecimiento porque siembran la sospecha, desautorizan, ningunean… no me extraña que Jesús, que también iba “de por libre”, se acercara a aquella mujer. Tal vez le movió la empatía, porque en su yo profundo también se sentía no aceptado por “los oficiales, los correctos”.

Es ahora el cuerpo de Jesús el que habla a través de varios gestos potentes y evocadores: no le suelta una perorata desde arriba y ella abajo, yaciendo sin fuerza, no, se acerca: acorta la distancia histórica que separa a las personas por su género, religión, raza, orientación sexual… ¡qué poco nos acercamos unos a otros para interesarnos por la persona! y es que acercarse significa tener resueltos temas como el de la igualdad, el del respeto por encima de la explotación, el de la humildad por encima del dominio y autoritarismo. Acercarse significa también quitarte la máscara, dejar que te vean como eres, sin maquillajes. No siempre es fácil.

La cogió de la mano, hoy nos parece normal, pero no lo era. ¿Cuántas manos has cogido para acariciarlas, besarlas, empoderarlas, desde la semana pasada, por decir algo? Coger a alguien de la mano supone estar muy cerca: es una conexión directa con el corazón. La mano alarga la presencia, coger la mano significa aceptar y aprobar lo que la persona es y hace. En el texto, queda reflejada la osadía de Jesús, ya que no se podía tocar a una mujer que no fuera la propia. Jesús rompe de nuevo la distancia y además todo ocurre en Sábado. No podía hacer esas cosas.

La levantó, porque cogerle la mano para dejarla en el lecho tirada no es propio del amor, como no lo es una pastoral mediocre… Jesús la levanta de una situación mortífera y le ayuda a ponerse de pie, de nuevo firme en la vida y sin fiebre porque la causa de la fiebre había desaparecido; ¿cómo? ahora es tratada con respeto, con igualdad, mirada a los ojos, no de arriba abajo, como a alguien a quien hay que ayudar, sino tratada de tú a tú. Suena a resurrección, a una vida profunda y digna desde otras claves.

Y se pone a servirles, de nuevo, depende de la tendencia del exégeta significa una cosa u otra. Yo me decanto por los y las que nos dicen que este servicio era el servicio de la Palabra en la casa-comunidad que “ella” ofreció al Maestro. Ella fue la primera discípula que sepamos, también en lenguaje posterior la primera diaconisa.

También nos cuentan que posiblemente era la dueña de la casa por estudios realizados sobre las costumbres de la época. Y si era la dueña de la casa y servía a los varones significa que posiblemente bendecía la mesa, lo que luego en las casas-comunidad seguirá haciéndose y que se llamará Eucaristía o acción de gracias de la comunidad de discípulos y discípulas.

Servir la palabra habitada del Maestro a todos los hambrientos y hambrientas de dignidad. Ella supera el sábado judío, rompe con ese rito y comienza a realizar la obra de Jesús. La ha experimentado en su propio cuerpo, en su propia vida. Ella se convierte en una extensión de sus manos, de su palabra habitada de presencia y vida.

¡Cómo me gustaría conocerla! Como dicen los jóvenes debía ser un “crac de señora”. Me encantan esas, y hacen mucha falta en nuestras asambleas y comunidades. Pero todavía hoy muchas mujeres están tumbadas por la fiebre. Me imagino que nuestra amiga, “la suegra de”, de nuestro texto debió dedicarse a “levantar” a vecinas y amigas. “Hagamos lo mismo” pero no vayamos sin haber sido “cogidas de la mano y levantadas nosotras primero, por el amor”.

Tal vez personas de Latino América que lean esto piensen que en sus países sí lo hacen, y tienen razón. Pero aquí hermanas, lo hacemos poquito. Una pena. Es cuestión de “cercanía” con el que quita fiebres y miedos, parálisis y mudeces.

El texto pasa de la sinagoga a la casa. ¿Y nosotros? Desde la casa-comunidad la Palabra está más habitada de hogar, de apoyo, de compromiso, de todo lo que le falta muchas veces a los espacios más oficialmente religiosos. Maravilloso reto.

Magdalena Bennásar Oliver

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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No era gripe, sino ansias de poder

Domingo, 4 de febrero de 2018
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suegra-de-pedro14Del blog de Tomas Muro La verdad es libre:

01. DE LA SINAGOGA A CASA DE PEDRO.

Este sencillo relato de la curación de la suegra de Pedro, es de una clara coloración y significado eclesial.

Jesús sale de la sinagoga y va a la casa de Pedro. No se trata de salir del edificio de la sinagoga, atravesar la plaza y entrar en una casa. Jesús sale, se marcha del viejo sistema del AT, de la sinagoga, etc., y “va” a casa de Pedro, a la Iglesia naciente. Jesús pasa del mundo judío a la comunidad eclesial, significada en la casa de Pedro, en su familia y los discípulos. (En los comienzos la iglesia, la comunidad eclesial se reunía en las casas, eran iglesias domésticas). Del AT al NT, de la ley a la libertad, de la fiebre de poder al servicio.

02. PEOR EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD.

En este texto, la familia de Pedro es un retazo del comienzo de la comunidad cristiana, de la Iglesia. Jesús se encuentra entre los suyos, incluso con los más íntimos: Pedro, Santiago y Juan. Pero resulta que los suyos, la familia, la suegra de Pedro, los discípulos tienen fiebre, en griego: fuego: (piresousa: pirotecnia, pirómano, pirograbado). No es que hubiera una epidemia de gripe, sino que había fiebre de poder.

El fuego, la fiebre de aquel grupo, concretada en la suegra de Pedro es de la fiebre, el ansia de poder. Parte del grupo de Jesús tenía ansiedad incluso violenta de poder. Había que expulsar a los romanos de Israel como fuere. El zelotismo (movimiento radical y violento) pretendía ocupar las primeras carteras del futuro e inmediato Reino o gobierno que Jesús iba a instaurar. Entre Los discípulos de Jesús había zelotas. La familia de Pedro sentía ganas de mandar.

Pero lo de Jesús no es el poder, ni instaurar un sistema religioso de poder que violara las conciencias. Tampoco es un asunto racial, nacional. Mi Reino no es a golpe de talonario o de escaños parlamentarios, ni de poder eclesiástico.

03. LA SUEGRA DE PEDRO.

La suegra de Pedro, el grupo eclesial pasan de tener fiebre, ansia de poder, a servir. Y el poder es algo con lo que Jesús no puede:

Los príncipes de este mundo tiranizan y oprimen a los suyos, entre vosotros no ha de ser así, sino que quiere quiera ser el primero, que se haga servidor de todos / pues el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida. (Mc 10,45; 9,33).

Una mujer, judía (cultura judía), ya mayor y suegra es la primera persona que encarna y da testimonio del Espíritu de Jesús: el servicio.

dibujo-curacion-de-la-suegra-de-pedroCon toda normalidad, Jesús va a casa de Pedro, se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Gestos familiares, espontáneos. Jesús no hace ningún rito, ningún exorcismo. Simplemente Jesús la toma de la mano y aquella mujer “resucita”, se levanta. La que estaba postrada por la fiebre, el ansia de poder, queda totalmente curada está en condiciones de servir la comida festiva del sábado. Se puso a servirles: señal evidente de su total curación.

04. LEVANTAR: RESUCITAR.

El pobre Job (1ª lectura) se encuentra desesperado por el abandono de Dios, por la enfermedad y la marginación. Job se angustia: la noche se alarga ¿cuándo me levantaré?

La suegra de Pedro estaba también postrada por el fuego del poder. Jesús la cura y la levanta. La expresión griega para hablar de esta curación (y de otras) es: levantar, que es una de las dos palabras que usa el NT para hablar de resurrección.

Cuando Jesús cura-resucita a la hija de Jairo, la levanta, (Mc 5,41)

Jesús “levanta” a un niño endemoniado (Mc 9,36).

Dios levantó (resucitó) a Jesús de la muerte (Rom 10,9)

“Levantar” es una de las expresiones que el NT emplea para expresar la resurrección de JesuCristo.

Cuando uno se encuentra con Cristo (con Dios) recupera la dignidad, la vida personal. Los paralíticos, los ciegos, etc. dicen que levantándose le seguían por el camino.

¿No es una resurrección cuando una persona se levanta de su depresión, de su drogadicción, o cuando se cura de raíz una vieja ruptura familiar o personal enquistada? ¿No fue una resurrección la del hijo perdido cuando se levantó y volvió a casa? Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida. Lázaro resucitó, se levantó.

Cuando nos encontramos postrados, abatidos, muertos como el hijo menor, Cristo nos devuelve a la vida.

05. LA IGLESIA ÁMBITO DE CERCANÍA, CURACIÓN Y SERVICIO.

La Iglesia necesita -necesitamos- levantarse: resucitar, espabilar y servir. Hemos de dejarse de tanta fiebre de poder: círculos, ámbitos, cargos, títulos, nombramientos, signos y símbolos de poder y mostrar cercanía, levantar y servir a los pobres a los heridos. La Iglesia ha de pasar del AT a la comunidad del lavatorio de los pies, a curar heridas y a servir.

200x128En la tradición de San Juan, en la última cena Jesús se levantó, se quitó el manto de Señor, se ciñó la toalla de esclavo y se puso a lavar los pies de sus discípulos. El lavatorio de los pies, la actitud de servicio es un momento fundacional de la Iglesia.

La preocupación eclesial del papa Francisco no es la doctrina ni la ultraortodoxia, sino ser a los más débiles y pobres, a los refugiados, a los que intentan pasar en pateras.
¿Cuál es nuestra actitud cristiana?

LA SUEGRA DE PEDRO, LEVANTÁNDOSE, SERVÍA A LA COMUNIDAD

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“Heridas secretas”. 13 Tiempo Ordinario – B (Marcos 5,21-43).

Domingo, 28 de junio de 2015
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13-852849-195x300No conocemos su nombre. Es una mujer insignificante, perdida en medio del gentío que sigue a Jesús. No se atreve a hablar con él como Jairo, el jefe de la sinagoga, que ha conseguido que Jesús se dirija hacia su casa. Ella no podrá tener nunca esa suerte.

Nadie sabe que es una mujer marcada por una enfermedad secreta. Los maestros de la Ley le han enseñado a mirarse como una mujer «impura», mientras tenga pérdidas de sangre. Se ha pasado muchos años buscando un curador, pero nadie ha logrado sanarla. ¿Dónde podrá encontrar la salud que necesita para vivir con dignidad?

Muchas personas viven entre nosotros experiencias parecidas. Humilladas por heridas secretas que nadie conoce, sin fuerzas para confiar a alguien su «enfermedad», buscan ayuda, paz y consuelo sin saber dónde encontrarlos. Se sienten culpables cuando muchas veces solo son víctimas.

Personas buenas que se sienten indignas de acercarse a recibir a Cristo en la comunión; cristianos piadosos que han vivido sufriendo de manera insana porque se les enseñó a ver como sucio, humillante y pecaminoso todo lo relacionado con el sexo; creyentes que, al final de su vida, no saben cómo romper la cadena de confesiones y comuniones supuestamente sacrílegas… ¿No podrán conocer nunca la paz?

Según el relato, la mujer enferma «oye hablar de Jesús» e intuye que está ante alguien que puede arrancar la «impureza» de su cuerpo y de su vida entera. Jesús no habla de dignidad o indignidad. Su mensaje habla de amor. Su persona irradia fuerza curadora.

La mujer busca su propio camino para encontrarse con Jesús. No se siente con fuerzas para mirarle a los ojos: se acercará por detrás. Le da vergüenza hablarle de su enfermedad: actuará calladamente. No puede tocarlo físicamente: le tocará solo el manto. No importa. No importa nada. Para sentirse limpia basta esa confianza grande en Jesús.

Lo dice él mismo. Esta mujer no se ha de avergonzar ante nadie. Lo que ha hecho no es malo. Es un gesto de fe. Jesús tiene sus caminos para curar heridas secretas, y decir a quienes lo buscan:

«Hija, hijo, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»

José Antonio Pagola

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“Contigo hablo, niña, levántate”. Domingo 28 de junio de 2015. Domingo 13º ordinario.

Domingo, 28 de junio de 2015
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38-ordinarioB13 cerezoLeído en Koinonia:

Sabiduría 1,13-15;2,23-24: La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo.
Salmo responsorial: 29. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
2Corintios 8,7.9.13-15: Vuestra abundancia remedia la falta que tienen los hermanos pobres.
Marcos 5,21-43: Contigo hablo, niña, levántate

Jairo viene de vuelta de la sinagoga. A pesar de ser jefe de esa institución no ha encontrado en ella la salvación para su hija; el judaísmo, representado por la institución más importante después del templo, no conduce a la vida; la hija de Jairo, imagen del pueblo, está abocada a una muerte irremediable. Por eso Jairo, tal vez desesperado y desilusionado con aquel viejo sistema, acude a Jesús, buscando vida para su hija. Y estando con él se entera de que su hija ha muerto: ¿Para qué molestar más al maestro?, le dicen. La gente piensa que se molesta al maestro pidiéndole que dé vida. No saben que “el ha venido para que tengan vida y vida abundante”, como dice el evangelista Juan. Jesús, en estas circunstancias extremas, no se arredra: “No temas, ten fe y basta…” Para quien cree –y Jairo ha comenzado ya a adherirse a Jesús, a creer en él, en la medida en que se ha distanciado de la sinagoga-, la muerte es un sueño del que se puede despertar. Los primeros cristianos lo entendieron así cuando comenzaron a llamar a la necrópolis (= ciudad de los muertos) cementerio (= dormitorio). No lo ve así la gente que, al enterarse de la muerte de la hija de Jairo, lloraba gritando sin parar –gesto de desesperanza total-, y que, cuando Jesús dice que la niña “no está muerta, sino dormida”, se reía de él considerando la situación irreversible. Ante tanta incredulidad no hay nada que hacer. Por eso, Jesús echa fuera a la gente –para quien no cree, la muerte es el final- y entra adonde está la niña con sus padres junto con tres de sus discípulos a quienes quiere mostrar especialmente la fuerza de vida que hay en él.

Curiosamente estos tres discípulos están presentes también en la transfiguración y en el Huerto y, en ambas escenas, se duermen. Este sueño es todo un símbolo. En la Transfiguración, Jesús habla con Moisés y Elías de su éxodo –esto es, de su paso de la muerte a la vida-; en el Huerto, Jesús pide a Dios fuerzas para aceptar el camino que le lleva a la muerte, como paso para la vida definitiva. Pedro, Santiago y Juan no tienen interés en aceptar este camino del maestro hacia la muerte, porque –al igual que los judíos- no creen que sea un paso hacia la vida definitiva. Tal vez, por esto, para que aprendan que Jesús es la imagen de un Dios que da vida, Jesús se los lleva consigo. Sorprende, no obstante, que, cuando Jesús devuelve la vida a la niña, insista vivamente a los discípulos para que no digan nada a nadie. Orden lógica, pues todavía no están capacitados para digerir y asimilar y proclamar este mensaje de vida.

Se asemeja a veces la sinagoga, de la que Jairo es jefe, a nuestra vieja iglesia y a algunos de sus jefes, que no son capaces de sanar los males del mundo por estar centrados en mantener unas estructuras que no dan vida. Al igual que Jairo, nuestra iglesia, si quiere seguir siendo la iglesia de Jesús, tendrá que salir al encuentro del maestro, rompiendo viejas estructuras que la mantienen cerrada al mundo. Y en ese encuentro con Jesús y su evangelio, oirá las mismas palabras que Jesús le dirigió a Jairo: “No temas, ten fe y basta”. Tal vez sea este el mal de nuestra iglesia: tiene demasiado miedo y poca fe, y este miedo a perder seguridades, prestigio y poder le impide lanzarse a la aventura de remediar los males de un mundo abocado a la muerte; tal vez tenga que adherirse más al mensaje de Jesús y a su estilo de vida pobre, libre, solidario y entregado a los que viven en las márgenes del mundo. Sólo así podrá devolver la vida a tanto muerto que hay vivo, a tantos que gritan llorando sin parar, lamentándose de que no es posible luchar contra este injusto sistema mundano que ha marginado a tanta gente, llevándola a las puertas de la muerte.

Pablo, en su carta a los corintios, invita a resolver el problema de la injusticia y la desigualdad con generosidad. Y para ello pone el ejemplo de Jesús que, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” y hacer un mundo más igualitario donde “la abundancia de unos remedie la carencia de otros”, y brote la igualdad. Un verdadero milagro que está en nuestras manos realizar para devolver la vida a cuantos carecen de las mínimas condiciones de vida, para hacer de nuevo el milagro del maná por el que Dios impedía que unos acumulasen lo que era necesario para otros: “al que recogía mucho no le sobraba y al que recogía poco no le faltaba” (Ex 16,18). Un mundo de iguales, un mundo regido por un Dios que, como dice el libro de la Sabiduría, “no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera.. Dios creó al ser humano para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser”…

Añadamos una «nota crítica» de precaución. Una lectura no crítica de la primera lectura evoca espontáneamente el tema del «pecado original» y deja claramente la idea de que la muerte sería consecuencia del pecado original, y que éste habría sido consecuencia de «la envidia del diablo» (Sb 2,24). Es todo un conjunto teológico y simbólico lo que es evocado aquí, como de paso, el pecado original. Es importante no caer en la facilidad de apoyarse acríticamente en ese supuesto, y hablar del mal o de la muerte, con toda naturalidad, como fruto del pecado o -peor aún- como introducida en el mundo por el diablo envidioso. Somos personas de hoy, y los oyentes de las homilías también lo son. Y aunque en alguna comunidad hubiera bastantes personas con una visión mítica atrasada, aun ellas merecen ser tratadas con dignidad, con una pedagogía crítica que le ayude a reconciliar su atrasada visión mítica con una religiosidad apta para los tiempos de hoy.

Todos, los predicadores de las homilías, y también los oyentes, tenemos la obligación de reivindicar un discurso «para hoy», que no repita -con frecuencia simplemente por pereza, o por miedo- las afirmaciones manidas afirmaciones míticas, y, más importante aún, que no las repita como si de afirmaciones reales (descriptivas de algo que realmente hubiera sucedido) se tratara. Se puede evocar el mundo simbólico del pasado para explicarlo y discernirlo, pero siempre con la obligación de dejar explícitamente claro que se trata de afirmaciones «simbólicas», que en otro tiempo fueron tomadas como literalmente reales (así fue, y hasta hace bien poco tiempo), pero que hoy sabemos que sólo son simbólicas, es decir, que tienen un valor para nuestra vida espiritual, pero que en su sentido literal no son históricas, o que incluso pueden ser contrarias a la verdad histórica.

En el caso que nos ocupa en concreto -aunque aquí no debamos justificarlo- la verdad original profunda es contraria a lo que tradicionalmente nos ha sido dicho: lo «original», lo que se dio en el principio, no fue un «pecado original», sino una «bendición original». [Matthew Fox es el teólogo que más emblemáticamente ha desarrollado esta afirmación, en su libro «La bendición original. Una nueva espiritualidad para el hombre del siglo XXI», Ediciones Obelisco, Barcelona – Buenos Aires 2002]. Leer más…

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Dom 28.6.15. Una mujer que toca, una mujer que dice (la hemorroísa)

Domingo, 28 de junio de 2015
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11071121_459757214201476_1819303381447838761_nDom 13, tiempo ordinario. Marcos 5,21-43. Este evangelio nos sitúa ante dos mujeres, víctimas de opresión personal y familiar:

una es joven, hija del archisingogo, y al parecer no tiene más remedio que morir, habiendo cumplido doce años (pues la vida mayor no le ofrece ningún aliciente);
la otra es ya madura, pero lleva sufriendo doce años de mal flujo de sangre, y las autoridades sanitarias y sociales no le dejan tocan, ni dicer.

Ambas están vinculadas por una enfermedad que es parecida, la enfermedad de ser mujer en aquel contexto y circunstancia. Pero Jesús deja que le toquen; les da la mano y les cura, no para que vuelvan al orden antiguo, sino para iniciar con ellas un camino de humanidad.

Hoy comentaré el tema de la hemorroísa. Dejo para mañana el de la hija del archisinagogo. Retomo así un motivo usual en este blog, y lo haré siguiendo básicamente mi Evangelio de Marcos (Verbo Divino, Estella 1012), sin notas críticas, que el lector interesado deberá buscar en el libro impreso.

big_stcatherine-sightseeing-tours-from-sharm-marina-by-sunray-tours01Ese pasaje de la hemorroísa ofrece dos mensajes antiguos, dos enseñanzas que siguen siendo nuevas también en nuestro tiempo, para hombres y mujeres:

a. Que la mujer pueda “tocar”, que pueda relacionarse corporal y humanamente con la vida, es decir, con los otros sin cortapisas ni limitaciones externas de género… Que no le impongan otros (sacerdotes y escribas) aquello que ha de hacer y sentir, cómo ha de vivir, aceptándose a sí misma, y así “tocar” al hombre, si ella quiere, como quiera, siempre que sea en respeto, para ser así persona.

b. Que la mujer pueda “contar”, decir lo que ha sentido; que recobra de esa forma la palabra, y diga lo que siente ante el corro de hombres que parecían dispuestos a imponer sobre ella su visión del mundo y de la vida. La verdad (toda la verdad, como en los juicios leales) es lo que ella tiene que decir, como verá quien siga leyendo.

Se trata de devolver la palabra a la mujer, dejar que ella diga y se diga, escucharla, y compartir con ella la trama de la vida.

La imagen 1 evoca el relato de la hemorroísa, en un fondo de sangre de vida.
La mujer de la imagen 2 es Catalina de Siena, que dice al papa y a la iglesia de su tiempo lo que ha de ser un papa y una iglesia.

Buen fin de semana a todos.

Texto: Mt 5, 24-34

(a. Una mujer quiere tocar…). 24 Y mucha gente lo seguía y lo estrujaba, 25 y una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años, 26 y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todo lo que tenía, sin provecho alguno, yendo más bien a peor, 27 habiendo oído hablar de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. 28 Pues se decía: Si logro tocar aunque sólo sea su manto, quedaré curada. 29 E inmediatamente se secó la fuente de su sangre y supo por su cuerpo que estaba curada del flagelo.

(b. Esa mujer tiene que decir) 30 E inmediatamente, Jesús, conociendo en sí mismo la fuerza que había salido de él, volviéndose a la muchedumbre, preguntó: ¿Quién ha tocado mi manto? 31 Y sus discípulos le replicaron: Ves que la gente te está estrujando ¿y preguntas quién me ha tocado? 32 Pero él miraba alrededor para ver quién lo había hecho. 33 Pero la mujer, temerosa y temblorosa, conociendo lo que le había pasado, vino y se postró ante él y le dijo toda la verdad 34. Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu flagelo.

1. Una mujer quiere tocar, esta mujer quiere vivir

Es una hemorroísa, mujer que los hombres declaran maldita, por su “menstruación irregular”… Fuente y foco de impureza para los hombres es esta mujer que avanza escondida y miedosa, en medio del gentío, pues si la reconocen deben hacer un hueco en torno a ella, expulsándola del grupo. Nadie puede ponerse en contacto con ella, ni tocar sus cosas.

Es una muerta viviente, expulsada de la sociedad y condenada a su propia soledad impura, por causa de una ley religiosa, defendida con celo por las «sinagogas» (por los archisinagogos, como éste al que Jesús acompaña). Pues bien, esta mujer, que no ha podido ser curada por la medicina (5,26), no se ha resignado a vivir como lo manda la ley israelita.

Es persona sin familia. Conforme a la ley sacral judía, su condición de hemorroísa (mujer con hemorragia menstrual permanente) la expulsa de la sociedad: no puede tener relaciones sexuales ni casarse; no puede convivir con sus parientes ni tocar a los amigos, pues todo lo que toca se vuelve impuro a su contacto: la silla en que se sienta, el plato del que come… Es mujer condenada a soledad, maldición social y religiosa. El milagro de Jesús consiste en dejarse tocar por ella, ofreciéndole un contacto purificador. En el fondo del relato hay un recuerdo histórico (forma de actuar de Jesús) y una experiencia eclesial (la comunidad cristiana ha superado las normas de pureza humana y sexual del judaísmo) .

Jesús no la ayuda para llevarla después a su grupo, ni le dice que venga a sumarse a la familia de sus seguidores, sino que hace algo previo: La valora como mujer, aceptando el roce de su mano en el manto y ofreciéndole el más fuerte testimonio de su intimidad personal; le anima a vivir y le cura, para que sea sencillamente humana, persona con dignidad, y para que construya el tipo de familia que ella misma decida. No la quiere convertir a nada (en nada) sino capacitarla para que ella sea, al fin y para siempre, humana. Socialmente impura era esta hemorroísa: rescatarla para la humanidad, para las relaciones personales, para la familia, esta ha sido una conquista capital del evangelio .

— Era hemorroísa desde hace 12 años (5, 25). Nadie podía acercarse a su cuerpo, compartir su mesa, convivir con ella. Como solitaria, aislada tras el cordón sanitario y sacral de su enfermedad, vivirá en la cárcel de su impureza femenina. No puede curarla la ley, pues la misma ley social y sacral la ratifica como enferma. Por eso no puede acudir a los escribas ni a los sacerdotes para curarse. Vive sin esperanza de curación humana, pues tampoco los muchos médicos (pollôn iatrôn; 5, 26) fueron incapaces de curarla. Lo ha gastado todo en sanidad y no ha sanado, como dice con ironía el texto . Leer más…

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“En busca de la mejor medicina”. Domingo 13. Ciclo B.

Domingo, 28 de junio de 2015
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B13h09 Del blog El Evangelio del Domingo de José Luis Sicre sj:

La muñeca rusa (Mc 5,21-43)

En los evangelios, los relatos de milagros son como contenedores bien cerrados, unos juntos a otros, sin que se mezcle su contenido. El pasaje de Marcos que leemos hoy recuerda, en cambio, a las muñecas rusas: un milagro dentro de otro. Jesús va a curar a una niña y se cuela por medio una enferma con flujo de sangre. Esa mezcla da gran dramatismo e interés al conjunto. Indico los dos relatos con distintos colores.

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en barca a la otra orilla, se reunió con él mucha gente, y se quedó junto al lago. Llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y, al ver a Jesús, se echó a sus pies rogándole con insistencia:

̶  «Mi hijita se está muriendo; ven a poner tus manos sobre ella para que se cure y viva».

Jesús fue con él.

Lo seguía mucha gente, que lo apretujaba. Y una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años, que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado toda su fortuna sin obtener ninguna mejoría, e incluso había empeorado, al oír hablar de Jesús, se acercó a él por detrás entre la gente y le tocó el manto, pues se decía: «Con sólo tocar sus vestidos, me curo». Inmediatamente, la fuente de las hemorragias se secó y sintió que su cuerpo estaba curado de la enfermedad. Jesús, al sentir que había salido de él aquella fuerza, se volvió a la gente y dijo:

̶  «¿Quién me ha tocado?».

Sus discípulos le contestaron:

̶  «Ves que la multitud te apretuja, ¿y dices que quién te ha tocado?».

Él seguía mirando alrededor para ver a la que lo había hecho. Entonces la mujer, que sabía lo que había ocurrido en ella, se acercó asustada y temblorosa, se postró ante Jesús y le dijo toda la verdad. Él dijo a la mujer:

̶  «Hija, tu fe te ha curado; vete en paz, libre ya de tu enfermedad».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron algunos de casa del jefe de la sinagoga diciendo:

̶  «Tu hija ha muerto. No molestes ya al maestro».

Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, dijo al jefe de la sinagoga:

̶  «No tengas miedo; tú ten fe, y basta».

Y no dejó que le acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, Jesús vio el alboroto y a la gente que no dejaba de llorar y gritar. Entró y dijo:

̶  «¿Por qué lloráis y alborotáis así? La niña no está muerta, está dormida».

Y se reían de él. Jesús echó a todos fuera; se quedó sólo con los padres de la niña y los que habían ido con él, y entró donde estaba la niña. La agarró de la mano y le dijo:

̶  «Talitha kumi», que significa: «Muchacha, yo te digo: ¡Levántate!».

Inmediatamente la niña se levantó y echó a andar, pues tenía doce años. La gente se quedó asombrada. Y Jesús les recomendó vivamente que nadie se enterara. Luego mandó que diesen de comer a la niña.

La medicina tradicional: imposición de manos

talita kumEl comienzo parece normal: un padre preocupado por su hija gravemente enferma. Lo que no es normal es su convencimiento de que Jesús puede curarla con sólo ponerle la mano encima. En nuestra cultura, el enfermo agradece que el médico no le hable a distancia; que lo ausculte y lo papel si es preciso. En la cultura antigua, el hombre santo y el curandero ejerce su poder mediante el contacto físico. En el evangelio de Lucas se dice que «toda la gente intentaba tocarlo, porque salía de él una fuerza que curaba a todos» (Lc 6,19). En efecto, Jesús cura a la suegra de Pedro tomándola de la mano; imponiendo las manos cura a diversos enfermos (Mc 6,5; Lc 4,40), a un sordomudo (Mc 7,32), a un ciego (Mc 8,23.25), a la mujer tullida (Lc 13,13); poniendo barro en los ojos del ciego de nacimiento le devuelve la vista (Jn 9,15); y a los discípulos les concede el poder de curar enfermos imponiendo las manos (Mc 16,18). Quien se haya fijado en las citas, habrá visto que casi todas son de Marcos y Lucas. Parece que a Mateo y Juan no les entusiasmaba el procedimiento, podría causar la impresión de un poder mágico.

Una nueva receta: tocar el manto

Si Jairo está convencido de que la imposición de manos de Jesús basta para salvar a su hija, la mujer con flujo de sangre va mucho más lejos: le bastaría tocar su manto. El relato acentúa la gravedad y persistencia de la enfermedad (¡doce años!), el fracaso de los médicos y el dineral gastado en buscarle solución. De repente, a la mujer le basta oír hablar de Jesús para depositar en él toda su confianza; ni siquiera en él, en su manto. ¿Fe o desesperación? Algunos de los primeros cristianos, amantes de aplicarse los relatos evangélicos, podrían identificarse fácilmente con la mujer. «Yo también estaba desesperado, oí hablar de Jesús, y todo cambió.»

La verdadera medicina: la fe

La mujer se cura al punto. Pero el relato toma un sesgo dramático. Jesús nota que una fuerza especial ha salido de él y quiere saber quién la ha provocado. Pregunta, rechaza la excusa de los discípulos, mira con atención a su alrededor, hasta que la mujer se presenta temblorosa y asustada. (Marcos describe a Jesús de forma tan humana, tan poco ortodoxa, que a Mateo por poco le dio un infarto y suprimió toda esa parte de su evangelio: Jesús sabe perfectamente lo que ha pasado.)

El lector termina poniéndose en contra de Jesús y a favor de la mujer. ¿Por qué le está haciendo pasar un rato tan malo? Es un recurso genial de Marcos, el mismo que utiliza en la curación de la hija de la mujer cananea: poner al lector en contra de Jesús y a favor del quien le suplica. ¿Para qué? Para que Jesús ofrezca al final la verdadera enseñanza.

Imaginemos que la mujer se cura y Jesús no pregunta nada. El lector se dice: «Llevaba razón la mujer. Bastaba con tocarle el manto.» Quizá añadiría: «En realidad, quien cura es Jesús, no el manto.» Pero todo el teatro montado por Jesús sirve para llegar a una conclusión muy distinta: «Hija, tu fe te ha curado.» Ni Jesús ni el manto, «tu fe». Esta afirmación podrá parecer atrevida, casi herética, a algunos teólogos. Pero, en este caso, Mateo y Lucas coincidieron con Marcos al pie de la letra: «Hija, tu fe te ha curado

Una medicina que, además de curar, resucita

La acción vuelve a su origen, pero de forma trágica: la niña ha muerto. No hay que molestar al Maestro. Pero Jesús le recomienda al padre la medicina usada por la hemorroisa: «No tengas miedo; tú ten fe, y basta». Siguen hasta la casa y se sumergen en un mundo de llantos y lamentos.

La gente es lista, no se deja engañar por Jesús

Cuando yo era joven, me indignaba leer que la gente se ríe de Jesús cuando dice que la niña no está muerta, sino dormida. Me parecía una tremenda falta de respeto. Pero estaba equivocado. La risa de la gente demuestra que Jesús no puede engañarlos. Él quiere pasar desapercibido, presentar lo que hace como algo normal, sin importancia; pero la gente sabe muy bien que la niña ha muerto, que Jesús ha realizado un gran milagro. El detalle final de darle a la niña de comer sirve para demostrar la realidad de la resurrección.

Resurrecciones en esta vida y fe en la vida futura

La resurrección de la hija de Jairo (contada por Marcos, Mateo y Lucas) trae a la memoria otros relatos parecidos, pero peculiares: la resurrección del hijo de la viuda de Naín, que sólo cuenta Lucas; y la resurrección de Lázaro, que sólo cuenta Juan. ¿Cómo es posible que estos dos hechos tan famosos no se encuentren en los cuatro evangelios? Es cierto que la tradición oral olvida a menudo cosas y detalles. Pero resulta extraño que un evangelista no los conozca. Como un biógrafo de Beethoven que no ha oído hablar de la 9ª Sinfonía.

A los evangelistas no les preocupaba, como a nosotros, el hecho histórico en cuanto tal, sino la realidad de lo que contaban. Lo importante no es que Jesús resucitara a Lázaro (que al cabo de los años volvería a morirse), sino que nos resucitará a todos a una vida sin fin. «Yo soy la resurrección y la vida» es también el gran mensaje de la resurrección de la hija de Jairo.

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Vámonos a otra parte…

Domingo, 8 de febrero de 2015
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Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron.

– “Todo el mundo te busca.”

Él les respondió:

“Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

*

(Marcos 1,29-39)

***

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“Retirarse a orar”. 5 Tiempo Ordinario – B (Marcos 1,29-39) Evangelio del 08/02/2015

Domingo, 8 de febrero de 2015
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793783-200x300En medio de su intensa actividad de profeta itinerante, Jesús cuidó siempre su comunicación con Dios en el silencio y la soledad. Los evangelios han conservado el recuerdo de una costumbre suya que causó honda impresión: Jesús solía retirarse de noche a orar.

El episodio que narra Marcos nos ayuda a conocer lo que significaba la oración para Jesús. La víspera había sido una jornada dura. Jesús «había curado a muchos enfermos». El éxito había sido muy grande. Cafarnaúm estaba conmocionada: «La población entera se agolpaba» en torno a Jesús. Todo el mundo hablaba de él.

Esa misma noche, «de madrugada», entre las tres y las seis de la mañana, Jesús se levanta y, sin avisar a sus discípulos, se retira al descampado. «Allí se puso a orar». Necesita estar a solas con su Padre. No quiere dejarse aturdir por el éxito. Solo busca la voluntad del Padre: conocer bien el camino que ha de recorrer.

Sorprendidos por su ausencia, Simón y sus compañeros corren a buscarlo. No dudan en interrumpir su diálogo con Dios. Solo quieren retenerlo: «Todo el mundo te busca». Pero Jesús no se deja programar desde fuera. Solo piensa en el proyecto de su Padre. Nada ni nadie lo apartará de su camino.

No tiene ningún interés en quedarse a disfrutar de su éxito en Cafarnaúm. No cederá ante el entusiasmo popular. Hay aldeas que todavía no han escuchado la Buena Noticia de Dios: «Vamos… para predicar también allí».

Uno de los rasgos más positivos en el cristianismo contemporáneo es ver cómo se va despertando la necesidad de cuidar más la comunicación con Dios, el silencio y la meditación. Los cristianos más lúcidos y responsables quieren arrastrar a la Iglesia de hoy a vivir de manera más contemplativa.

Es urgente. Los cristianos, por lo general, ya no sabemos estar a solas con el Padre. Los teólogos, predicadores y catequistas hablamos mucho de Dios, pero hablamos poco con él. La costumbre de Jesús se olvidó hace mucho tiempo. En las parroquias se hacen muchas reuniones de trabajo, pero no sabemos retirarnos para descansar en la presencia de Dios y llenarnos de su paz.

Cada vez somos menos para hacer más cosas. Nuestro riesgo es caer en el activismo, el desgaste y el vacío interior. Sin embargo, nuestro problema no es tener muchos problemas, sino no tener la fuerza espiritual necesaria para enfrentarnos a ellos.

José Antonio Pagola

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“Curó a muchos enfermos de diversos males”. Domingo 8 de febrero de 2015. Domingo quinto del tiempo ordinario.

Domingo, 8 de febrero de 2015
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14ordinarioB5 cerezoLeído en Koinonia:

Job 7,1-4.6-7: Mis días se consumen sin esperanza.
Salmo responsorial: 146: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
1Corintios 9,16-19.22-23: ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Marcos 1,29-39: Curó a muchos enfermos de diversos males

Hoy el libro de Job nos o presenta sumido en un gran sufrimiento. Delante de sus amigos desnuda su corazón, su desilusión. Ellos, que defienden una teología alejada de la vida, no pueden comprender la queja de su amigo ni acompañarlo plenamente en su dolor. El grito de Job está presente en la vida diaria de muchos hombres y mujeres en todos los rincones del planeta, que enfrentan una vida de lucha y dificultad. Job compara su existencia con la vida de un «mercenario»; mercenario es quien vende su lucha, que libra por dinero causas que no son suyas y se fatiga por empresas que no ama.

El libro de Job, como sabemos, es una joya literaria dentro de la Biblia hebrea (de la que está tomado nuestro «Primer Testamento»). Es una reflexión sapiencial sobre ese problema irresoluble, o mejor, sobre ese misterio eterno que es «el mal». El misterio del mal, su presencia injustificada en el mundo, ante la cual necesitamos justificar a quienes podrían resultar implicados por la existencia del mal. A Dios, en primer lugar. En efecto, la «teodicea» o disciplina filosófica que trata de mostrar la existencia de Dios, trata en realidad de «justificar» a Dios –como expresa la etimología misma de la palabra–.

Lo importante del libro de Job no son sus «datos históricos» (que no existen, pues no es un libro histórico), ni las respuestas de tipo explicativo que quisiera dar sobre el dolor humano (que estarían hoy absolutamente sobrepasadas), sino la sabiduría que encierra en sus reflexiones.

En efecto, la ciencia avanza cada día, y no tiene sentido hoy estudiar la óptica en la obra de Newton por ejemplo, que fue uno de sus fundadores, pues como ciencia su obra está hoy enteramente sobrepasada. En cambio, no avanzamos cada día en sabiduría –que no está en el mismo plano de la ciencia–, y hoy la humanidad sigue viviendo de la sabiduría de personajes como Confucio, Buda, Sócrates, Jesús… En realidad no hemos avanzado sobre aquella sabiduría fundamental adquirida hace ya tres mil años… Esa constatación nos permite escuchar y leer el libro de Job.

Pablo, de manera parecida a Job, se encuentra en una discusión acalorada con sus interlocutores, en la comunidad de Corinto, en la que grupos fracciones que critican y cuestionan su autoridad (v.3). Pablo responde haciendo una defensa radical de su misión y declara su absoluta libertad frente a toda manipulación o poder humano. No se declara miembro de un movimiento o representante de alguna institución, sino como un hombre “obligado a cumplir una tarea”. En el imperio Romano era común la práctica del clientelismo, en la cual el benefactor se convertía en patrón de quien recibía sus beneficios. El apóstol desea dejar en claro la pureza de su mensaje, que no está vendido a ningún “cliente”, ni moldeado por ningún interés personal (v. 17-18). Esta libertad en Cristo, le permite al apóstol ser un servidor de los demás. No teme amoldarse a las condiciones de vida de los destinatarios de su mensaje: judíos, seguidores de la ley o rebeldes a ella, débiles. Pablo anuncia así el Evangelio de la libertad que no se matricula con la rigidez, ni hace el juego a ningún interés particular o sectario, sino que es capaz de entrar en diálogo con la diferencia y de llegar a “todas” las realidades humanas, como una Buena Noticia del amor de Dios.

Esto es precisamente lo que hace Jesús en el evangelio de Marcos: entrar en la vida de las personas, ser uno de ellos en su cotidianidad. El domingo pasado, lo vimos sanando a un endemoniado. Hoy, lo acompañamos con Simón y Andrés a la casa de Pedro. La casa, el lugar íntimo done se comparte el techo, la mesa. Allí se encuentra con una anciana enferma, la suegra de Pedro, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Un gesto tan simple como es el acercarse, y tomar de la mano hace el milagro de recuperar a esta mujer, que no sólo recupera su salud, sino su capacidad de servicio. Al atardecer muchos vinieron a buscarlos, y relata el evangelista que Jesús continuó sanando. Era común en la época de Jesús que los enfermos fueran tenidos por malditos o poseídos por espíritus malos, de manera que eran alejados, excluidos y nadie se atrevía a acercarse a ellos. Jesús, al contrario, se entrega con amor y dedicación a su cuidado, siendo su servidor.

La práctica de curación, la lucha contra el mal, es decir, la praxis liberación del ser humano… es la práctica habitual de Jesús. Tan importante como hacer el bien, es evitar el mal, y luchar contra él: dar la vida en la tarea de procurar la paz, la salud, el bienestar, la felicidad… a todos aquellos que la han perdido. Ser cristiano es, entre otras muchas cosas, luchar contra el mal, no quedarse de brazos cruzados, o ensimismado en los propios asuntos, cuando vivimos en un mundo con las cifras escalofriantes de pobreza y miseria que hoy padecemos.

«Anunciar hoy el Reino» no es cuestión de sólo palabras; exige simultáneamente construirlo. La «evangelización», la nuestra, ha de ser como la de Jesús. Su «anunciar» la buena noticia no es cuestión de simplemente transmitir información… sino de hacer, de construir, de luchar contra el mal, de sanar, curar, rehabilitar a los hermanos, ponernos a su servicio, acompañar y dignificar la vida que, en todas sus manifestaciones, es manifestación de la mano creadora de Dios. Leer más…

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Dom 8. 2. 15. Jesús y la “empresa” de Pedro

Domingo, 8 de febrero de 2015
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Imagen2Bde2BJesus2Ben2Bel2Bcamino1Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 4 tiempo ordinario, ciblo c. El evangelio de este domingo consta de tres partes, de las que voy a destacar la tercera:

a. Jesús “cura” a la suegra de Simón en un día de sábado y ella, superando la ley que prohíbe trabajar ese día se pone a “servirle”, a él y a sus discípulos.

b. Cuando se pone el sol del sábado y comienza el nuevo día, al principio de la noche, Jesús acoge y cura, a la puerta de la casa de Simón (es decir, de su suegra) a un gran número de gente.

c. Cuando Simón “busca y sigue” a Jesús, para convertirle en “curandero de barrio”, creando así una “empresa de sanaciones”, Jesús se marcha, porque quiere conservar su libertad, promoviendo la llegada del Reino y curando por campos y aldeas.

Buen fin de semana a todos, con la suegra de Simón y con Simón aquel que empezó queriendo convertir el evangelio en una empresa.

Un texto con tres partes (Mc 1, 29-37)

(a. Suegra de Simón) 29 Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Jacob y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, 31 y él se acercó, la agarró de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles.

(b. Milagros a la puerta de la casa). 32 A la puesta del sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. 33 La población entera se agolpaba a la puerta. 34 Y curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, y no dejaba hablar a los demonios, pues sabían quién era

(c. Simón persigue a Jesús). 35 Y temprano, aún muy de noche, se levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar. 36 Simón y los que estaban con él le persiguieron, buscándole 37 Cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te buscan. Y les contestó: Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he salido.

a) La lección de la suegra.

Del “exorcismo” de la sinagoga (donde parecían abundar los demonios, como vimos el domingo pasado: Mc 1, 19-38) pasamos a las “curación” en la casa (donde no hay demonios, sino enfermos), y su primer destinatario de la acción de Jesús es la suegra de Simón, a la que Jesús sanó en sábado, levantándola de la cama. Ella, una vez sanada, respondió con un gesto de servicio, en su casa, ofreciendo la comida a Jesús y a sus compañeros, con una acción que inaugura el primer ministerio cristiano.

Nadie se lo ha dicho; no ha tenido que aprender de alguna exégesis rabínica. Lo ha comprendido ella misma, como mujer, que sabe estar al servicio de la vida, al recibir la ayuda de Jesús y al responderle, precisamente en sábado, de manera que su gesto (dejarse levantar por Jesús y servir a los demás) marcará de ahora en adelante todo el evangelio (hasta el final en que las mujeres vuelven a ser protagonistas: Mc 15, 40.37; 16, 1-8).

Simón y los restantes discípulos no lo entenderán hasta la pascua (y quizá nunca, si no vuelven a Galilea: Mc 16, 7), a no ser que se hagan servidores de los otros (cf. 9, 35; 10, 43), siguiendo al Hijo del hombre, que ha venido a servir y dar la vida por todos (10,45). Ella, en cambio, lo sabe desde el principio: ha superado un tipo de religión de escribas y se ha vinculado a Jesús de un modo personal, como servidora, el primer “ministro” de la comunidad de Jesús

b) Milagros a la puerta de la casa

A la curación durante el día y en casa (en tiempo de sábado) siguen las curaciones del anochecer, acabado el sábado, en la calle, a la puerta de la casa de Simón, es decir, en el entorno de la iglesia (de la comunidad establecida), como indica este sumario, que distingue cuidadosamente dos palabras: le traían a todos (pantas) los enfermos y endemoniados, y Jesús curaba a muchos (pollous) de esos enfermos, expulsando a muchos (polla) demonios.

Todo eso sucede “a la caída la tarde, tras la puesta del sol…”. Según el calendario judío, el sábado (tiempo de descanso) termina al ocaso de sol, esto es, a la caída de la tarde, Como observantes de la ley, los vecinos de Cafarnaúm esperaron ese ocaso. Así dejan que pase el sábado ritual, tiempo de un descanso que no logra liberar al ser humano, y sólo entonces, transcurrido ya el lapso sagrado, en el momento más profano de la nueva noche que se va extendiendo, buscan a Jesús para que les cure, a la puerta de la casa de la suegra de Simón.

Tanto Jesús como la suegra han superado ya una comprensión exclusivista del sábado, porque él ha curado y ella ha servido ese día. Pero el conjunto de los habitantes de Cafarnaúm se rigen todavía por el cómputo antiguo del tiempo y por eso esperan la puesta del sol para traer ante la puerta de la casa a los enfermos, a fin de que Jesús les cure. No pueden entrar en la casa, porque es pequeña y no caben, o porque no actúan aún como iglesia (comunidad de Jesús), sino como admiradores externos.

Son ellos, los vecinos de Cafarnaúm, los que vienen y traen a los enfermos, y los ponen ante él (epheron pros auton). Así inician las escena, como diciendo a Jesús lo que debe hacer. Llegan con prisa, no vienen a escuchar (como harían en la sinagoga), sino a pedir a Jesús que cure, pues son muchos los que están oprimidos por el mal, los endemoniados.

c) Por las aldeas del entorno. Jesús no acepta la “empresa” de Pedro

Jesús nos saca de la sinagoga (judaísmo) y de la casa de Simón (un tipo de iglesia, a la puerta de esa casa), para llevarnos al servicio misionero, a campo abierto. De esa forma, este tipo de “noche pascual”, llena de curaciones, desemboca en una primera división. Tras marcharse los enfermos, muy de madrugada, Jesús y sus discípulos (¡los cuatro del principio, con Simón!) toman decisiones distintas:

Los que “persiguen” a Jesús, con Simón, son representantes de un tipo de iglesia judeocristiana que quiere “encerrarle en una casa”, que es ya la de Simón (no la de su suegra servidora), sin asumir la apertura pascual, universal, del evangelio, que ha de extenderse por los bordes de Galilea (cf. 16, 7-8), sobrepasando siempre los espacios cerrados de un tipo de religión apegada a su propia ley.

a. Jesús sale de la casa donde quieren encerrarle, y lo hace en primer momento para orar (Mc 1, 35). El protagonista es Jesús, que se levanta de mañana (resucita) para orar en un lugar desierto (1, 35); es como si debiera retornar en oración, a su experiencia de encuentro con Dios (Bautismo), para reiniciar el camino . Esta “salida” de Jesús, en pleno noche, le permite “superar” el “cerco” que querían imponerle. Hasta ahora, después de la “llamada” de los cuatro discípulos, él había ido respondiendo a la presión de aquellos que, de un modo u otro, habían implorado su ayuda: el poseso de la sinagoga, los familiares de la suegra de Simón o los que llevaban a los enfermos de Cafarnaúm. Ahora se sitúa en soledad ante Dios, para así descubrir de un modo directo, por sí mismo, su misión. No tiene las cosas resueltas de antemano; por eso se pone en oración, para descubrir el camino que debe recorrer.

Ésta es la primera vez que Jesús aparece abiertamente en oración en Marcos, aunque parece claro que su experiencia anterior, tras el bautismo (cuando ha visto los cielos abiertos, y al Espíritu bajando sobre él: 1, 11-12), ha sido de oración. Ahora le vemos orando expresamente, muy temprano, aún de noche, en un lugar desierto, después de su primera acción mesiánica, y en esa misma línea le veremos otras veces en el evangelio. Es evidente que el desierto no es aquí lugar de penitencia, ni de lucha contra el diablo (sin más), sino de encuentro personal con Dios .

b. Simón y sus compañeros (hoi met’autou: cf. Mc 1, 36) le persiguen (1, 36-37). Deben ser del grupo de pescadores de hombres de 1, 16−20, que salen en su persecución (katediôxen), apelando a la necesidad de la multitud (todos te buscan: 1, 37). Éste es el primer enfrentamiento, la primera discusión mesiánica, y Simón (a quien todavía no se le llama Pedro/Roca, como se le llamará desde 3, 16) parece actuar como portavoz de una iglesia que quiere utilizar a Jesús para servicio propio, como si fuera un curandero doméstico establecido ante (o en) su propia casa a la que acudirían los necesitados y enfermos del entorno (cf. 1, 33-34).

Quizá podríamos decir que este Simón no quiere servir a los demás (en contra de lo que ha hecho su suegra), sino servirse de Jesús para provecho propio, interpretando en forma egoísta la tarea de pescador que ha recibido. Así quiere actuar como “dueño” de Jesús, representante de su empresa, cabeza de una Iglesia establecida .

Estamos ya ante una comunidad de Jesús que tiende a convertirse en sistema establecido, una especie de club de curaciones en torno a la casa de Simón (en Cafarnaúm o en Jerusalén), a diferencia de Pablo y de aquellos que quieren abrir el mensaje de Jesús al mundo entero. De esa manera, implícitamente, Marcos dice que la misma dinámica de la actividad de Jesús rompe y supera las fronteras de un sistema establecido (como el que quiere Simón). Leer más…

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La conducta atípica de Jesús. Domingo 5. Ciclo B

Domingo, 8 de febrero de 2015
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Day_SimonsMotherinLaw_710Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio del domingo pasado contaba el asombro causado por la predicación de Jesús y por su poder sobre los espíritus inmundos. Todo eso ocurrió un sábado en la sinagoga de Cafarnaúm. El evangelio del próximo domingo nos cuenta cómo terminó ese sábado y qué ocurrió en los días siguientes.

Jesús cura en sábado

La doctrina de Jesús causó admiración porque enseñaba con autoridad, no como lo escribas. Y esa misma autoridad la demuestra curando en sábado a la suegra de Pedro. Quien lee este relato de Marcos no presta atención al hecho de que la curación tenga lugar en sábado. Pero cuando se conocen los otros evangelios, y se sabe que una de las acusaciones más fuertes contra Jesús fue la de curar en sábado, el detalle adquiere mayor importancia.

Un relato de milagro consta generalmente de los siguientes elementos: a) se presenta al enfermo, subrayando a veces la gravedad de la enfermedad; b) el interesado u otra persona pide su curación; d) Jesús lo cura, a veces con solo su palabra, a veces con algún tipo de acción; e) el enfermo demuestra que ha sido curado; p. ej., el paralítico carga con su camilla, el cojo da saltos. En nuestro caso, el relato es extraordinariamente breve y todo se cuenta con rapidez:

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

La fiebre de la enferma no es de escasa importancia, le obliga a guardar cama. Y el hecho de que se lo cuenten a Jesús significa que le preocupa a la familia. Él no dice una palabra, se limita a tomarla de la mano y levantarla. Para demostrar que se ha curado plenamente, se pone a servirlos.

Una feminista radical estadounidense dedujo de este detalle final que ni siquiera el evangelio libera a la mujer de su situación de esclavitud a los varones. Pero es una visión demasiado norteamericana y actual del relato. Lo que quiere decir Marcos no es que la mujer cristiana deba estar al servicio del varón, sino que la suegra se curó plenamente.

Un día en la vida de Jesús: ayuda y oración

Nosotros, no sé desde cuándo ni por qué, comenzamos el nuevo día a las 0 horas, cuando cualquier persona sensata está en la cama (menos muchos españoles). En la Biblia, el día termina al ponerse el sol (a eso de las 17:30 o algo más tarde según la época del año). Por eso, el relato de la creación no dice “pasó una mañana y pasó una tarde, el día primero”, sino “pasó una tarde y pasó una mañana…” Este detalle es importante para comprender lo que cuenta Marcos.

Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.

Al ponerse el sol termina el sábado, día de descanso, y comienza el día siguiente. La gente puede caminar, comprar, etc., y aprovecha la ocasión para llevar ante Jesús a todos los enfermos y endemoniados. En este contexto dice Marcos, casi de pasada, que Jesús “expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.” Esta idea, que ya apareció el domingo pasado en el relato del endemoniado y que se repetirá en otros momentos, la presentó Wilhelm Wrede en 1901 como “el secreto mesiánico en Marcos”. Jesús no quiere que la gente sepa desde el principio su verdadera identidad, tienen que irla descubriendo poco a poco, escuchándolo y viéndolo actuar.

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: 

̶  Todo el mundo te busca.

Él les respondió: 

̶  Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido. 

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

No se dice cuánto tiempo dedicó a curar a muchos de ellos. Se supone que hasta tarde. En Israel, como en todo el Mediterráneo, la noche no cae de repente. Tampoco se dice dónde cenan Jesús y sus discípulos, ni dónde se quedan a dormir. Los evangelios no son biografías ni se detienen en detalles que consideran secundarios.

En cambio, Marcos indica que Jesús se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Vienen a la mente las palabras del Salmo 63: “¡Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo.” Estamos al comienzo del evangelio, y Marcos indica algo que será una constante en la vida de Jesús: su oración, el contacto diario e intenso con el Padre, del que saca fuerzas para llevar adelante su misión.

Esta misión no se caracteriza por elegir lo cómodo y fácil. En Cafarnaúm toda la gente pregunta por él, quiere verlo y escucharlo. Sin embargo, él decide recorrer de nuevo toda Galilea. Ya lo había hecho solo, cuando metieron a Juan en la cárcel. Ahora lo hace acompañado de los cuatro discípulos. Y no sólo predica, también expulsa demonios.

Job, Jesús y nosotros

No sé qué ha movido a elegir el texto de Job como primera lectura. En cualquier caso, este espléndido texto, muy poético, ofrece un profundo contraste con la actitud de Jesús. Job es el hombre destrozado por el sufrimiento, sin horizonte, que considera la vida un absurdo. Jesús ve la vida como una inmensa posibilidad de servir a los demás. No olvidemos que a Job el sufrimiento lo convierte en un personaje encerrado en sí mismo, mientras que Jesús está abierto a Dios y a los demás. De nosotros depende cuál de los dos modelos elegir.

Lectura del libro de Job 7,1-4.6-7

Habló Job, diciendo:

«El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio,

sus días son los de un jornalero;

como el esclavo, suspira por la sombra,

como el jornalero, aguarda el salario.

Mi herencia son meses baldíos,

me asignan noches de fatiga;

al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré?

Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba.

Mis días corren más que la lanzadera,

y se consumen sin esperanza. 

Recuerda que mi vida es un soplo,

y que mis ojos no verán más la dicha.»

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