Condenaron a prisión perpetua al transfemicida de Cuqui Bonetto en Santa Fe
En 2018 el asesinato de Cuqui Adriana Bonetto, una mujer trans, conmovió a Rincón. Su victimario fue condenado a prisión perpetua. La Justicia trató el crimen como femicidio y no como transfemicidio, algo que habían reclamado las organizaciones.
El jueves 8 de febrero de 2018, Adriana Cuqui Bonetto fue asesinada en su casa de Rincón (Santa Fe), por Gabriel Gallay. Más de cinco años después del crimen, el femicida -con quien la víctima mantenía una relación desde hacía tiempo- fue condenado a prisión perpetua.
El tribunal de Santa Fe lo consideró autor de homicidio calificado (por el vínculo y por haber sido cometido por un hombre contra una mujer mediando violencia de género -femicidio), y hurto calificado de un vehículo de la víctima (por haber sido perpetrado con una llave verdadera sustraída).
El transfemicidio por el que se marchó en Rincón
En Rincón el crimen causó conomoción y se marchó para pedir Justicia por Cuqui. En el barrio Los Espinillos de San José del Rincón –una pequeña ciudad del área metropolitana de Santa Fe– todos y todas se conocen. Los caminos de arena, las casas pequeñas y los jardines llenos de plantas resisten los más de 40 grados que hace en verano y cobijan a una comunidad unida, donde siempre hay alguien atento para dar una mano o para cuidar a las niñeces juegan en las calles sin veredas.
Por eso, en 2018 cuando escucharon un portazo y una moto que aceleraba, rápidamente fueron a ver si todo estaba bien. Las primeras señales no eran buenas. La puerta estaba abierta, adentro estaba todo oscuro. Los siete perros mimados de Cuqui estaban afuera y ella no respondía.
Una de sus vecinas fue la primera en entrar a la casa y ver el rastro de sangre que dejó Gallay cuando escapó del lugar en la moto de Cuqui. Enseguida pidieron ayuda pero ya era tarde. El femicida la apuñaló muchas veces en distintas partes del cuerpo hasta asesinarla.
Con saña y fuerza desmedida
Los jueces Jorge Patrizi, Lisandro Aguirre y Gustavo Urdiale condenaron al femicida en el marco del juicio oral y público que finalizó el miércoles en los tribunales de la ciudad de Santa Fe.
Durante el proceso la Fiscalía comprobó el ataque de Gallay y la fiscal Ana Laura Gioria remarcó la saña con la que actuó el condenado. “Las puñaladas fueron en distintas partes del cuerpo y causaron la muerte de la víctima por un mecanismo combinado”, se detalló. Y el informe del Ministerio Público de la Acusación especificó: “Fue un caso de lo que se conoce como overkill (exageración, en inglés): la cantidad de lesiones realizadas por el agresor excedió a la necesaria para generar el fallecimiento”.
Además se comprobó que Cuqui y su asesino mantenían una relación, a pesar de que ella la había ocultado a sus allegados, y que en ese vínculo él ejercía violencia de género contra ella. Aunque las organizaciones de la diversidad sexual, la Mesa Ni Una Menos Rincón y allegados a Cuqui solicitaron que se cambie la carátula a travesticio para visibilizar la violencia particular que sufre el colectivo trans travesti, la Justicia santafesina no se tomó el reclamo.
Marcha por las calles de Rincón en 2018 para pedir Justicia para Cuqui Bonetto. Foto: Ni Una Menos Rincón.
Tras el conocimiento de la sentencia, el 5 de julio, y consultada por Presentes, María José Campos -militante trans histórica de Santa Fe expresó: «Me pone muy feliz que, por fin, la Justicia no haya dejado impune un travesticidio. Espero que ahora sea condenado el asesino de Alejandra Ironici«.
“Él siempre la visitaba con la capucha o el casco puesto, porque tenía familia y no quería que nadie se enterase. Le conocimos la cara en el juicio, cuando ella ya estaba muerta”, dice Patricia Otogalli, su gran amiga. Ella conoció a Cuqui en el Barrio Policial, en la ciudad de Santa Fe, calcula que hace unos 28 años.
“Una chica trans del barrio me pidió en ese momento, si le podía alquilar una piecita que tenía desocupada a una amiga suya. Era Cuqui. Yo tenía tres hijos chiquitos, el más chico de unos 40 días y la más grande tenía 4 años. Mi marido y yo trabajábamos mucho. Yo ten una casa de familia y él, municipal. Ella empezó a esperarnos para comer y después, a cuidar a mis hijos. Fueron como suyos, porque los cuidó toda la vida. Los maternamos juntas”, cuenta a Presentes.
Por cuestiones de la vida, muchos años después, las dos se fueron a vivir a la ciudad de San José del Rincón -limítrofe con la capital santafesina-. Vivían en casitas separadas sólo por un alambrado. Entre plantas (Cuqui las amaba) y perritos caniche, compartían mates y charlas a cada lado del tejido metálico.
“Ella decía que él era su chongo (se ríe) y hacía mucho que se veían ya. Él siempre venía de noche. Incluso la noche que la mató, se bajaron juntos del colectivo cerca de las 12 de la noche, porque eso se vio en las cámaras”, se acuerda Patricia. Uno de sus hijos, Ariel (el “preferido de Cuqui”), y una vecina de enfrente fueron los primeros testigos que, cuando sospecharon que algo malo había pasado, entraron a la casa junto a la policía.
Marcha por las calles de Rincón en 2018 para pedir Justicia para Cuqui Bonetto. Foto: Ni Una Menos Rincón.
La primera trans secretaria de Tribunales santafesinos
Patricia tuvo un lugar muy importante en la vida de Cuqui, no solo porque fue su “hermana de la vida”, le compartió su techo, una familia y la acercó a su primer trabajo, cuando la recomendó a una abogada amiga, Marisa Ahumada, para tareas administrativas.
“Todavía la recuerdo en su primer día, cuando llegó a buscar los papeles al estudio, para llevar a Tribunales. Tenía un pantalón rojo y remerita blanca. Eran principios de los años 2000. No fue noticia, pero ella fue la primera mujer trans que entraba a Tribunales como secretaria”, dice Marisa, en diálogo con Presentes.
Y recuerda que “al principio la miraban raro en mesa de entradas, pero después se fueron acostumbrando e incluso eran muy amables con ella”. También se acuerda que a Cuqui no le daba miedo, no pensaba en qué iban a decir: “Ella era consciente de que era una persona y merecía respeto como tal”.
Cuqui trabajó mucho como secretaria, pero comenzó a tener problemas en sus piernas. “Ella me explicaba que era por el metacrilato y que, al tener que caminar mucho haciendo trámites, se le corría, le causaba dolor. Entonces consiguió trabajo en el hogar de ancianos de Rincón y por eso se fue. Pero fue maravilloso trabajar con ella”, señala Marisa.
Como abogada, en relación a la causa y su desarrollo, recordó el inicio de la investigación y destacó el abordaje con perspectiva de género: “La misma fiscal, en un primer encuentro, dijo que iba a imputar lo de homicidio agravado por el vínculo y por femicidio, porque ella era una mujer. El fallo es lo que esperábamos”.
De todas maneras, su sensación es la misma que queda en muchos seres queridos en estos casos: “De estos hechos no se vuelve. Él en realidad nos quitó a nosotros todo un futuro que hubiéramos tenido con ella. Y hoy, bueno, solo hay un vacío”.
Fuente Agencia Presentes
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