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“Conversión cuaresmal, tan cerca y tan lejos”, por Gabriel María Otalora

Miércoles, 12 de marzo de 2025
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IMG_0323De su blog Punto de Encuentro:

Conversión cristiana, hay que repetirlo, es tomar la decisión de un cambio de orientación personal en nuestra manera de sentir y pensar. Significa deseo de trabajarnos en nuestro interior para influir en los demás de otra manera, con nuestras acciones y omisiones. La Cuaresma es el tiempo especial para mejorar, así de fácil… decirlo, cuando lo que aprieta es el apego excesivo al placer y al consumismo.

La actitud de fondo que solemos pasar por alto, es trabajar este cambio interior desde el encuentro con el amor de Dios, que es lo que nos transforma. El Papa Francisco deja claro que el desapego en nuestra fe no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande: la comunión con Dios para compartirlo con nuestros semejantes; esto es evangelizar tras encontrarnos con “el tesoro escondido”.

A veces parece casi como si Dios callara justo cuando hemos dado el paso para acercarnos a Él; es entonces cuando a veces surge la tentación de creer que es imposible convertirse de verdad, que es tan difícil que la Cuaresma pierde su sentido y que la Buena Noticia se diluye con lo que esto supone para vaciar la tarea evangelizadora. Pero sentir no es saber. El que sabe, espera en Dios en clave de amor esperanzado

Ante los momentos de desánimo, de duda, y también de incoherencias, el Papa nos recuerda el valor de la oración y el don gratuito de su amor. La conversión es una gracia, y es necesario pedirle a Dios que nos ayude a perseverar en este cambio a mejor ante las tentaciones. El desánimo es parte del camino. Por eso mismo, las oraciones de petición en esta dirección son las que el Espíritu escucha y atiende siempre… pero dejando a Dios ser Dios respetando sus tiempos.

La metamorfosis espiritual es un proceso continuo. Requiere introspección y compromiso diario. Se trata de una transformación interna que nos impulsa a amar a Dios y por extensión, amar a nuestros semejantes. Nos hemos quedado, me parece, en el activismo social, loable y necesario, pero desprovisto de la actitud que Jesús nos mostró para hacer lo mismo. Aquí radica algo esencial: poner el acento en el cómo hacemos las cosas: la escucha activa, la sonrisa del corazón, la paciencia con quien se desahoga; trabajar nuestros defectos, limar las faltas de delicadeza, de maledicencia, de desconsideración.

No se trata solo de evitar el mal o cumplir con normas externas, signos de algo que debe anidar en nuestra interioridad. En este sentido, los musulmanes entienden mejor el Ramadán que nosotros la Cuaresma. No es un rito sino una purificación. Hemos llegado a no comer los viernes carne (picada) y sustituirla por pescado (rodaballo) perdiendo el sentido profundo de este tiempo purificador.

La mejor penitencia es domeñar nuestro interior a favor de quienes nos rodean, por amor a Dios. Misericordia quiero, y no sacrificios… lo recuerda el profeta Oseas en el AT. No es nuevo… Lo que ocurre es que nos viene mejor sacrificarnos en nuestras costumbres consumistas en lugar de cambiar nuestro estilo de vida. Lo esencial, repito, es la mejora personal, nuestra interioridad, procurando actitudes de bondad y compartiendo más y mejor nuestro tiempo y nuestro dinero; es difícil, y por eso la Cuaresma duda lo que dura como tiempo de reparación y de preparación para vivir el Triduo Pascual como se merece.

Este año 2025, Francisco nos exhorta a que dirijamos la mirada y el corazón especialmente a centrarnos en la verdadera compasión ante realidad de los inmigrantes y los refugiados, y en general con todos los vulnerables. La segunda mirada compasiva es a vivir la sinodalidad o la vocación de la Iglesia a caminar unida entre diferentes. En este sentido, el Papa advierte sobre el peligro del individualismo y subraya la importancia de escuchar, acompañar y trabajar en comunidad, sin dejar a nadie atrás. Es una manera esencial de vivir mejor nuestras comunidades eclesiales. Qué verdes estamos en esto…

Finalmente, el Papa nos invita a que vivamos la Cuaresma 2025 con verdadera esperanza cristiana, la que no defrauda si se vive como un estado anímico, como una orientación vital de que todo tiene sentido por encima de los sucesos intramundanos. A confiar plenamente en Dios desde nuestra necesidad de su perdón que transforma. Porque si no hay futuro en nuestro corazón, es imposible apasionarse.

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Dios está aquí y nosotros también

Lunes, 10 de marzo de 2025
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IMG_0316Desiré Findlay

La reflexión de hoy es de Desiré Findlay, directora espiritual certificada que vive en el área de Chicago y que disfruta del sol, la vida y todo lo que la haga reír o pensar profundamente.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Primer Domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.

Ríete y vuelve a empezar

Los vientos vinieron a llevárselo todo
Se hincharon y soplaron y dijeron:
¡Esto no es para ti!
Me derribaron
como castillos de arena en la orilla
construidos tan altos
que no había otro lugar a donde ir
excepto hacia abajo
Al día siguiente me quedé
mirando el paisaje vacío de mi vida
y me reí
porque sabía que esta era mi oportunidad
de volver a entrar al mundo
y empezar de nuevo.

La providencia de Dios y mi participación activa. Eso es lo que pienso cuando reflexiono sobre las lecturas litúrgicas de hoy. Escribí el poema anterior hace un par de semanas, después de reflexionar sobre algunos de los acontecimientos recientes de mi vida.

El mes pasado me despidieron de un trabajo que había estado pensando en dejar. Era un buen trabajo y una gran organización, pero era católica. Normalmente eso no es un problema, pero como miembro de la comunidad LGBTQIA+, tenía que mantener bastante silencio sobre mi vida personal y eso había comenzado a pesarme. Estaba en medio de la consideración de una nueva oferta de trabajo cuando USAID (United States Aid for International Development) fue desmantelada de manera devastadora.

La organización para la que alguna vez trabajé dependía de USAID para la mitad de su financiación. Con una pérdida tan abrumadora, tomaron la decisión de despedir a aproximadamente el 25% de su personal para tratar de mantener en funcionamiento la mayor cantidad posible de programas de asistencia. Mi equipo de nueve personas perdió a cuatro personas. Algunos miembros del personal lo vieron venir, otros se sorprendieron.

IMG_0315Yo ya había solicitado otros empleos mucho antes de que la ayuda internacional se convirtiera en un objetivo de la actual administración, pero había estado buscando por mis propios motivos personales. Resulta que –y siempre resulta que– el tiempo de Dios es impecable. Mientras mi equipo se reducía a casi la mitad, me ofrecí como voluntaria para irme y pude salvar a otro miembro del equipo del despido porque tenía otro trabajo al que recurrir.

He estado entre trabajos antes, pero en el pasado más reciente no tenía nuevas oportunidades en el horizonte. Pasé hambre muchas noches porque no tenía lo suficiente para pagar mis facturas mensuales, a pesar de tener un trabajo temporal mientras buscaba incesantemente un empleo de tiempo completo. Incluso entonces, Dios nunca me abandonó. Tenía gente que me apoyaba y me mantenía en pie hasta que pude valerme por mí misma.

Esta vez, sin embargo, las cosas sucedieron de manera diferente. Esta vez comencé a buscar un nuevo trabajo antes de necesitarlo. Como resultado, tenía un nuevo trabajo justo cuando mi otro trabajo llegó a su fin. ¿Las cosas siempre resultarán así? No. ¿Estaba haciendo algo mal la primera vez y por eso pasé tanto tiempo sin trabajar? Una vez más, no. Dios se manifiesta en nuestras vidas de manera diferente, pero Dios siempre se manifiesta.

Todos los pasajes de las lecturas de este domingo nos dicen que Dios está aquí para nosotros en abundancia y siempre lo estará. Por ejemplo:

Clamamos al Señor, el Dios de nuestros antepasados,
y Dios escuchó nuestro clamor
y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión.
(Deuteronomio 26:7)

Las lecturas también nos dicen que tenemos un papel activo en esa relación. Una historia sobre los oprimidos que asumen el poder: ¿dónde has visto esto antes? Un salmo cuya repetición nos insta a invocar a Dios en tiempos difíciles: ¿no estamos en tiempos difíciles ahora? Una carta que nos recuerda que debemos tener a Dios en nuestras mentes y en nuestros corazones: ¿hay momentos en los que has necesitado a Dios tanto en la calma como en la tormenta? Una lectura del Evangelio con un versículo introductorio que nos recuerda que Dios está con nosotros incluso en el desierto árido. ¿A dónde más podemos recurrir cuando todo parece imposible?

La ayuda internacional (su personal, sus programas y sus destinatarios en todo el mundo) está en problemas en este momento. Algunos de nosotros nos vemos afectados directamente, y cuando uno de nosotros se ve afectado, todos lo estamos. Desafortunadamente, ahora somos más los que estamos en la agenda. Las mujeres. La comunidad LGBTQIA+. Los pobres. Los inmigrantes.

Son muchos, así que tómate un descanso cuando lo necesites. Pasa un tiempo con Dios en silencio, lejos de las noticias y las redes sociales. Cuando estés listo para volver a participar, no lo hagas solo. Hazlo con tu comunidad, tu familia o familias elegidas y con Dios. Dios está aquí, y nosotros también.

–Desiré Findlay, 9 de marzo de 2025

Fuente New Ways Ministry

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“Lucidez y fidelidad ”. 1 Cuaresma – C (Lucas 4, 1-13)

Domingo, 9 de marzo de 2025
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IMG_0244No le resultó fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión recibida de su Padre sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus discípulos, a lo largo de su vida.

Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas capciosas para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu, que lo impulsaba a curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de aliviar el sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, «un signo del cielo», de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante todos.

Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos y pensara más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.

Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era fácil ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas y tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las fuerzas de seguridad del templo, Jesús les dice así: «Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas» (Lucas 22,28).

El episodio conocido como las «tentaciones de Jesús» es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que hubo de superar Jesús a lo largo de su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo.

¿Ha de pensar en su propio interés o escuchar la voluntad del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías o ponerse al servicio de quienes lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria o manifestar la compasión de Dios hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión o entregarse a su misión confiando en el Padre?

El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.

Para seguir a Jesús con fidelidad hemos de identificar las tentaciones que tenemos los cristianos de hoy: la jerarquía y el pueblo; los dirigentes religiosos y los fieles. Una Iglesia que no es consciente de sus tentaciones pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la infidelidad?

José Antonio Pagola

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El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado”. Domingo 1º de Cuaresma

Domingo, 9 de marzo de 2025
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17-cuaresmaC1 cerezoLeído en Koinonia:

Deuteronomio 26, 4-10: Profesión de fe del pueblo escogido.
Salmo responsorial: 90. Está conmigo, Señor, en la tribulación.
Romanos 10, 8-13:Profesión de fe del que cree en Jesucristo.
Lucas 4, 1-13: El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado.

Análisis

El texto “mi padre era un arameo errante”, fue motivo de arduas discusiones entre los estudiosos hace muchos años. Hoy parece que las aguas se han aquietado. Se afirmó —el gran biblista alemán G. von Rad— que estamos ante un “credo primitivo”, pronunciado en el santuario de Guilgal en la liturgia, y que representa el corazón histórico de Israel. Todo el Hexateuco, sigue diciendo, se formula a partir de este texto. Hoy tenemos muchos elementos para cuestionar su antigüedad, y podemos pensar que otros “credos” (como quizás el de Núm 20,14b-16) son más antiguos. Por otra parte, el esquema opresión-clamor-liberación es muy característico del autor deuteronomista (particularmente del libro de los Jueces) como para pensar en una pura originalidad. La importancia de la tierra, como lugar del descanso, tierra dada por Yahvé también es muy importante en el deuteronomista por lo que no parece fácil seguir sosteniendo lo que von Rad decía. Sin embargo hay un elemento que es característico de los credos israelitas, y no debiera discutirse, y es su dimensión histórica. El Dios de Israel es un Dios que se revela en la historia de su pueblo, en la de ayer y la de hoy. En este sentido es muy importante notar, por un lado los usos de las primeras personas del singular, y los plurales: el orante se planta personalmente ante Dios (“mi padre”, “traigo”…) pero cuando debe hacer memoria de su pecado y la intervención salvadora de Dios recurre al plural: “nos maltrataron”, “nos oprimieron”, “nos impusieron servidumbre”, “clamamos”, “escuchó nuestra voz”… “nos trajo”). Ese cambio de personas puede resumirse diciendo “mi padre era Israel, por lo tanto nosotros somos Israel”.

Tradicionalmente esto no ha tenido dificultad, pues desde siempre la tradición cristiana ha heredado con toda naturalidad esa visión según la cual nuestra fe es una respuesta a la intervención de Dios en la historia. Siempre nos ha parecido «natural» que Dios intervenga en el mundo con hechos milagrosos para decirnos algo, o para hacer algo con su pueblo. A Dios siempre lo hemos pensado como un vecino del piso de arriba, pero como un vecino que puede bajar en cualquier momento, y de hecho está siempre pendiente de nosotros. HOY es muy problemática esta visión, porque no forma parte ya de la cosmovisión moderna entender la realidad cósmica como dos pisos: el nuestro y el de Dios. Como sugiere el título del libro de Lenaers, «No hay un Dios ahí arriba». El Dios altísimo, el dios en lo alto del cielo… ha pasado a ser una frase hecha, con sabor añejo, o rancio, que ya no se sabe bien qué significa, porque en nuestra visión moderna actual no hay dos pisos, ni creemos estar conviviendo con vecinos del segundo piso que puedan bajar a éste en cualquier momento.

Hay además un nuevo problema respecto a la historia. Esas intervenciones de Dios en la historia, bien registradas en la Biblia, están siendo cuestionadas por la arqueología científica. No es el lugar para exponerlo aquí, pero puede ser una buena recomendación para la propia formación el estudiar el tema del «nuevo paradigma arqueológico bíblico»: hay toda una nueva visión –documentada, científica, arqueológica– sobre la historicidad de hechos principales que narra la biblia, y que desde siempre creímos literalmente históricos. En realidad no es nada nuevo, pues ya hace mucho tiempo que sabemos que Moisés no escribió el Pentateuco, o que Jesús no nació el 25 de diciembre ni en Belén… pero hay nuevos datos muy llamativos sobre otros elementos cuya historicidad sería decisiva. (Véase la revista VOICES (http://eatwot.net/VOICES) y tómese su último número –en línea, gratuito–; ofrece un buen material de lectura para iniciarse en el tema).

La Iglesia nos propone el Salmo 91 (90) por ser, precisamente, el que utilizará el diablo en la tentación. Quizá para que podamos ver cómo «sacar un texto de contexto puede ser diabólico»… No es unánime la opinión de frente a qué tipo de Salmo nos encontramos, y esto condiciona la interpretación. Unos piensan en un diálogo litúrgico, otros en una homilía sapiencial.

Luego de la sección teológica de la carta a los romanos (caps 1-8) y antes de la sección parenética (caps. 12-15), Pablo introduce un paréntesis sobre Israel (caps. 9-11). Paréntesis que no es ajeno a la totalidad de la misma ya que desde el comienzo nos dijo que la salvación es para todos, pero “primero para los judíos” (1,16; 2,10). Sin embargo, sus “hermanos de raza” demoran en reconocer a Cristo, y Pablo manifiesta su dolor por ello; de todos modos lo ve como un tiempo pedagógico de Dios para dar oportunidad a la conversión de los paganos. Después -quizá movidos por los celos- todo Israel se salvará (11,26). Pero esto no exime de responsabilidad a los judíos ya que miran la justicia que les viene de ellos mismos y no la que viene de Dios. La iniciativa de Dios (gracia) es uno de los temas centrales de la teología paulina, y es grave creer que de nosotros depende. Ese es el motivo, además, por el que Pablo abunda en citas de la Escritura en esta unidad. Este es el marco del párrafo que hoy nos propone la liturgia. Es evidente, y el manejo de los textos lo confirma, que Pablo es consciente de estar polemizando.

Parece que la fuente Q –en la que el evangelio de Lucas se inspira– expresó en tres tentaciones tomadas de las tentaciones del pueblo en el desierto, las tentaciones que tuvo Jesús en su ministerio, al menos las dos últimas aparecen destacadas. Allí donde Israel no supo hacer la voluntad de Dios, Jesús surge fiel, verdadero “Hijo” como ya el Bautismo lo había mostrado. Esto confirma la intención cristológica del relato, y también su probable intencionalidad polémica con el Israel de su tiempo.

Dado que la primera hace referencia a la “palabra de Dios”, la segunda a lo político y la tercera al Templo, algunos han pensado que se estaría ante una triple tentación profética, real y sacerdotal, pero no parece que eso esté en juego aquí. Sólo la tentación real aparece clara, mientras que la profética y más aún la sacerdotal no se revelan, y más aún, parecen muy improbables. Las respuestas apuntan en otra dirección.

En el relato de Lucas, a diferencia del de Juan, Jesús va del desierto a la ciudad, y en la ciudad comienza su ministerio, como en la ciudad culminará todo para desde allí comenzar, siempre conducido por el Espíritu el tiempo nuevo de la Iglesia. En la primera tentación, el diablo no discute que Jesús sea el Hijo de Dios, lo da por supuesto, y lo tienta a convertir en pan una piedra ya que lógicamente tiene hambre. Más que un “nuevo pueblo”, Jesús es “hijo de Dios”, “el Hijo de Dios”. ¿Por qué Jesús no obra el milagro? Porque los milagros que Jesús hace son siempre para los otros, como la multiplicación de los panes: allí Jesús mismo se preocupa: “denles ustedes de comer” (9,13). La segunda es la tentación de poder (exousía) política. En tiempos donde todo el mundo conocido está sometido al imperio romano, se puede ver de un golpe de vista todo: el imperio mismo es diabólico y perverso. E idólatra. La tercera tentación no sólo tiene como característica que ocurre en Jerusalén, sino también que el diablo cita la Escritura. La Escritura mal citada, o mal leída, también puede ser diabólica, o idolátrica. Por otra parte, Jesús deja muy claro que su ministerio es para otros, no para él. No es salvarse a sí mismo, como tampoco en la cruz: “si eres… sálvate” (23,35.37.39).

Como dos rabinos, Jesús y el diablo discuten con citas bíblicas. Y nos queda claro que es falso servidor de Dios el que se sirve de su ministerio en su propio provecho, que no es propio de los fieles a Dios reclamar milagros ya que Dios puede salvar sin necesidad de estas obras “maravillosas” o “teatrales”. Jesús nos muestra -con su vida- el camino de la obediencia de hijo conducido por el espíritu.

Comentario

El evangelio de Lucas, nos pone a Jesús en paralelo con el pueblo de Israel. En las mismas circunstancias en las que el pueblo fue infiel, Jesús sale adelante; y para resaltar el paralelo entre ambas situaciones, el evangelista recurre al desierto y a citas del Deuteronomio. Allí donde Israel cayó, allí Jesús sale adelante. Más que un acontecimiento es una plataforma, un programa: unidos a Jesús nada tenemos que temer, sólo el amor cuenta. Deberíamos aprovechar la Cuaresma para revisar cuántos desencuentros, cuántas infidelidades, cuántas injusticias… Pero, al revisarlas, corregirlas; es que la Cuaresma es tiempo de conversión, y conversión significa caminar, camino de vuelta al Padre.

Mientras el pueblo de Israel, en la tentación, no fue fiel y cedió, ahora nos encontramos a Jesús en la misma situación, en la misma tentación. ¡Y triunfa! Jesús aparece en el Evangelio de hoy como el que vence la tentación. Porque es posible vencerla. Muchas voces, de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus proyectos, de sus caminos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede vencer esas otras voces si disponemos el corazón para escucharla. Hace falta tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil. Chile  Leer más…

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Mi padre fue un arameo emigrante (=errante). Historia y triunfo de los emigrantes bíblicos

Domingo, 9 de marzo de 2025
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refugiados

Del blog de Xabier Pikaza:

Nosotros, herederos occidentales de la tradición de la Biblia, hemos olvidado y negado muchas veces nuestro nuestro origen: Somos  hijos de emigrantes/errantes que hemos entrado como ilegales en la tierra (Egipto, USA, España, Israel…) y nos hemos apoderado de ella, para hacernos después señores e impedir que otros entren…

La Biblia, en cambio, reconoce la verdad y nos hace confesar nuestro origen, para actuar en consecuencia.  Un país que no acoge emigrantes es infiel a la Biblia y está condenado a muerte… Será destruido por lo mismos emigrantes.

9.3.25. Dom 1 Cuaresma. Primera lectura. Dt  26, 4-10 

Confesión de fe. Este es el más importante de los  credos o confesiones de fe de la Biblia. El emigrante asentado en la nueva tierra lleva al templo una cesta con frutos de la tierra y da gracias a Dios diciendo.

“Mi padre fue un arameo errante (emigrante), que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas.

Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud.

Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos.

Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel . Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado.” Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.”

Exégesis breve

Muchos exegetas y teólogos, como mi profesor N. Lohfink, del Bíblico de Roma, afirman que este pasaje es el más importante del Pentateuco y de la Biblia hebrea:

  1. Es el principio del final del Pentateuco (Dt  26-33), reconociendo ante Dios que los israelitas son hijos de un emigrante arameo (Jacob-Israel) y que así pueden presentarse como signo y defensores de todos los emigrantes.
  2. De esta confesión de fe  y de reconocimiento  histórico brota la obligación de acoger y ayudar a emigrantes, mujeres oprimidas y huérfanos.
  3. Un pueblo (como USA, Europa…) que no acote y ayuda a emigrantes y errantes está condenado a la destrucción inexorable, como sigue diciendo todo lo que sigue (Dt 26-33).
  4. He desarrollado este tema en varios de mis trabajos exegéticos.

ISRAEL,EL TRIUNFO DE LOS EMIGRANTES

 Hay tres hipótesis sobre la “entrada” de Israel en Palestina: Invasión violenta, emigración compleja, revolución social. La más significativa es la segunda, vinculada a la tercera 8:

– La hipótesis de la invasión violenta toma como base los datos teologizados de Jo 1-12 donde se supone que el pueblo, formado de antemano bajo la opresión de Egipto, madurado a la lucha en intensas travesías de desierto y acercándose a los vados del Jordán, como un conjunto estatal de doce tribus, conquistó Palestina en tres campañas militares bien organizadas, aniquilando a los cananeos anteriores y repartiendo la tierra entre los vencedores (Jos 13-22).

Esta perspectiva, desarrollada por la escuela Dtr y asumida por algunos historiadores y arqueólogos, supone una visión dualista y destructiva de la guerra: unos eran buenos, y otros, malos; por eso resultaba necesaria una política de tierra y población quemada. Sobre la muerte de los enemigos y la victoria militar de los elegidos pudo asentarse Israel en Palestina, en rápida campaña de conquista 9.

Hipótesis de la emigración. Contra lo anterior  se elevan  datos de carácter religioso, arqueológico, exegético e histórico que  hicieron pensar que los israelitas se habían instalado en Palestina  poco a poco, como emigrantes pacíficos que fueron creciendo hasta adueñarse de la tierra. Llegaban como nómadas  (seminómadas)  de los desiertos de Siria, el Sinaí y la estepa transjordana.

Algunos escapaban de la esclavitud de Egipto, otros venían por razones económico-sociales, en busca de una tierra. Iban llegando en oleadas intermitentes, del XVII al XII a. de C., para establecerse de manera pacífica en las zonas montañosas de Samaria, Judea o la alta Galilea, regiones poco habitadas,  instalándose allí, en proceso de sedentarización que les puso en contacto con las ciudades cananeas de la zona costera y los bajos valles palestinos.

El proceso fue básicamente pacífico. Los cananeos controlaban las rutas comerciales y, debido a su ventaja económico-marcial, podían aprovecharse de las aportaciones ganaderas y agrícolas de los nuevos inmigrantes, en provechosa simbiosis. Pero luego la balanza del poder se fue inclinando a los (pre-) israelitas: su misma experiencia religiosa, vinculada al Dios de sus antepasados y al culto más austero del desierto, les mantuvo unidos; así, fueron creando lazos de solidaridad guerrera, mientras las ciudades cananeas, arrastradas por la decadencia del imperio egipcio, que ejercía sobre ellas protectorado y arbitraje (cf. cartas de Tell El-Amarna), carentes de iniciativa y creatividad, fueron decayendo.

Las ciudades palestinas no  tenían fuerzas para oponerse al avance religioso-social de las tribus israelitas, que las fueron absorbiendo, en  pequeñas guerras o de un modo pacífico. Este proceso, acelerado por el peligro filisteo, culminó en los reinados de Saúl y David (hacia el 1000 a. de C.). No hubo conquista militar propiamente dicha sino desarrollo superior de los israelitas, que lograron triunfar en plano demográfico, social y aun religioso, integrando en su estructura a las ciudades cananeas, como supondrían Jc y 1 Sam, ya ha defendido la escuela histórico-idealista de autores alemanes de la primera mitad del siglo XX 10.

Hipótesis de la revolución y conquista. La visión  anterior  encuentra dificultades. Ciertamente, había relación entre campesinos y pastores en los dos lados del Jordán; pero en aquel tiempo los pastores, más que nómadas (o aún seminómadas), capaces de emigrar por el desierto, eran trashumantes, moviéndose en un círculo de tierra bien determinado, en  complementariedad con los agricultores sedentarios, como sucedía hasta hace poco tiempo en lugares de la cuenca del Mediterráneo.

Antes del XIII a. de C. (domesticación del camello y razzias madianitas) no parece que hubiera invasiones de nómadas en torno a Palestina 11.  Por otra parte, las historias de Jc y la tradición que está al fondo de Jo hablan de guerras y cambios dentro de la misma tierra palestina.

Los protoisraelitas no eran simples invasores nómadas que, habiendo crecido en número, ocuparon el vacío de poder de las ciudades cananeas. Muchos de ellos se encontraban desde antiguo en la tierra y desde allí pudieron conquistarla en revolución popular que transformó la estructura social del conjunto, suscitando un pueblo nuevo en Palestina 12. Desde ese trasfondo estudiaremos la composición, ideología y carácter de la población (ejército) israelita 13.

 Comenzamos por la composición.La hipótesis de la invasión supone que los israelitas formaban ya un pueblo unitario y guerrero, que conquista Palestina desde fuera. La teoría de la inmigración les hace nómadas que fueron entrando pacíficamente, hasta crecer y adueñarse de las ciudades cananeas, carentes entonces de poder (por la decadencia de Egipto).

En línea de revolución creadora, pensamos que los protoisraelitas tenían  varias raíces: unos eran pastores transhumantes, otros campesinos marginales que habitaban en la zona montañosa, otros siervos de los señores feudales cananeos, aparceros de sus latifundios, etc. Algunos de ellos (o sus antepasados) aparecen en las cartas de Tell El-Amarna (XIV a. de C.) como habiru,  mercenarios inquietos, campesinos turbulentos que amenazan el frágil equilibrio feudal de las ciudades: son como un proletariado militar, personas dislocadas, que no han constituido todavía pueblo.

De un modo especial influyen los campesinos libres de la zona montañosa central de Palestina donde no había logrado imponerse el esquema feudal de las ciudades. Unos mismos  intereses económicos y un tipo de costumbres y creencias les fue vinculando hasta formar grupo importante en el mosaico inestable de ciudades y  poderes comerciales  cananeos 14 .

También parecen influir algunos fugitivos de Egipto, representados, quizá, por grupos de levitas y/o antepasados de los benjaminitas y efraimitas, portadores de una ideología sagrada de fuerte libertad. Conservan el recuerdo de la esclavitud a que se han visto sometidos en Egipto (Ex 1) y traen la certeza de que Dios mismo les sostiene en su camino (cf. Ex 3, 7-8), con el recuerdo de una intervención salvadora en la primera guerra santa, el paso del Mar Rojo :

 Yahvé retiró el mar con un recio viento solano que sopló toda la noche.  A la vigilia de la mañana miró Yahvé el campamento de los egipcios… y conturbó su campamento: agarrotó las ruedas de sus carros, haciéndolos avanzar pesadamente, y  los egipcios dijeron: huyamos…15.

 Ese recuerdo, repetido y celebrado como memoria fundante por los que se sienten liberados de Egipto, constituye el trasfondo de la lucha de liberación de los hebreos, el principio de constitución del pueblo israelita. El  terror de Yahvé, la crecida del agua, los carros del ejército enemigo que no pueden maniobrar en un espacio pantanoso… serán una constante en las batallas primordiales de  las aguas de Js 11, 5-9 (Merom) y Jc 4 (Quisón) donde se enfrentan:

  El pueblo se formó partiendo, según eso, de habiru (mercenarios desclasados), campesinos trashumantes, fugitivos de Egipto… que se fueron vinculando en conjuntos de tipo tribal, unidos por consanguinidad y  oposición al sistema feudal de las ciudades cananeas (o de Egipto), en comunidad no estatal, pero vinculada en clave económica, social y religiosa. Las tribus forman así una sociedad igualitaria, sin estado central, en contra de las ciudades cananeas, dominadas por un rey y una clase superior sacralizada con vínculos divinos. Esas tribus israelitas se vinculan ante Yahvé, su Dios, en pacto que les obliga a combatir el sistema cananeo:

 Cuando marche mi ángel ante ti y te introduzca en la tierra del amorreo, del hitita y ferezeo… no adores a sus dioses ni les sirvas, no fabriques lugares de culto como los suyos,sino que has de destruirlos y derribar también sus piedras sagradas (Ex 23, 23-24).

 Estas palabras forman parte de un  pacto de constitución sacral y/o social del pueblo (cf.  Ex 34,10-11; Jc 2,1-5;  Dt 7 y 20) 17 que se instituye probablemente en Guilgal, santuario de la transformación israelita, que vincula a los federados de Yahvé, haciendo que se opongan a los cananeos para destruirlos, en guerra militar e innovación popular. No matan a todos los habitantes de la tierra, como dirá la teología oficial Dt,  sino que luchan contra la oligarquía sacral cananea y destruyen, en guerra sagrada, sus signos de opresión fundamental, ligados al rey y al culto 18.  Israel se vuelve así nación santa y pueblo sacerdotal (cf. Ex 19, 5-6) con marginados, campesinos y fugitivos que destruyen la opresión feudal de las ciudades cananeas y suscitan una estructura fraterna de familias unidas libremente como tribus, en clave de solidaridad y ayuda mutua 19

CONCLUSIÓN Y NOTAS.

Los pueblos que llevan una Biblia en la mano y no se reconocen emigrantes… y no acogen a los emigrantes,,, son por un lado mentirosos y por otro están  condenados a la muerte.  Siguen notas eruditas.

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Las tentaciones de Jesús. Primer Domingo de Cuaresma. Ciclo C

Domingo, 9 de marzo de 2025
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imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El primer domingo de Cuaresma se dedica siempre a recordar las tentaciones de Jesús. También los evangelios sinópticos abren su vida pública con ese famoso episodio. Es un relato programático, para que el lector del evangelio sepa desde el primer momento cómo orienta Jesús su actividad y los peligros que corre en ella. Para eso, lo enfrentan con Satanás, que encarna las fuerzas de oposición al plan de Dios, y que intentará apartarlo de su camino.     

Las tentaciones empalman directamente con el episodio del bautis­mo y explican cómo entiende Jesús lo que dijo en ese momento la voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto. ¿Significa esto que la vida de Jesús vaya a ser cómoda y maravillosa como la de un príncipe?

1ª tentación: utilizar el poder en beneficio propio

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. En aquello días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.

Jesús le contestó:

—Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”. 

Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la primera tentación es la de utilizar el poder en beneficio propio.

La tentación se deja de sutilezas y va a lo concreto: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. El pueblo de Israel, durante su marcha por el desierto, se quejó de hambre, murmuró, acudió a Moisés para que resolviese el problema. Jesús no necesita nada de eso. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Pero Jesús, el nuevo Israel, demuestra que tiene aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años:Está escrito: No sólo de pan vive el hombre.

La enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más importante, expresada de forma casi subliminar, es esa visión amplia y profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se alimenta de la palabra de Dios.

2ª tentación: Tener, aunque haya que arrastrarse

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.

Jesús le contestó:

—Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto”.

Este episodio siempre me trae a la memoria mi decepción cuando subí a la cumbre del monte Nebo con la esperanza de ver, como Moisés, toda la Tierra Prometida. La neblina permitía ver el Mar Muerto a duras penas. Cuanto más alto llevase Satanás a Jesús, menos vería el esplendor de todos los reinos del mundo. El episodio no debemos interpretarlo en sentido literal e histórico. Lo importante es su sentido.

La segunda tentación no es la tentación provocada por la necesidad urgente, sino por el deseo de tener todo el poder y la gloria del mundo. ¿Es esto malo, tratándose del Mesías? Los textos proféticos y algunos Salmos hablaban de su dominio cada vez mayor, universal, concedido por Dios. Pero Satanás parte de un punto de vista muy distinto, propio de la mentalidad apocalíptica: el mundo presente es malo, no está en manos de Dios, sino en las suyas; es él quien lo domina y entrega su poder a quien quiere. Solo pone como condición que se postren ante él, que lo reconozcan como dios. Jesús se niega a ello, citando de nuevo un texto del Deuteronomio: “Está escrito: al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto”.

El relato es tan fantástico que cabe el peligro de no advertir su tremenda realidad. El ansia de poder y de gloria lo percibimos continuamente, y también es clara la necesidad de arrastrarse para conseguir ese poder. Pero este peligro no es solo de políticos, banqueros y grandes empresarios. Todos nos creamos a menudo pequeños ídolos ante los que nos postramos y damos culto.

3ª tentación: pedir pruebas que corroboren la misión encomendada.

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.

Jesús le contestó:

Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”.

Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Esta tentación se presta a interpretaciones muy distintas. Podríamos considerarla la tentación del sensacionalismo, de recurrir a procedimientos extravagantes para tener éxito en la actividad apostólica. La multitud congregada en el templo contempla el milagro y acepta a Jesús como Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un detalle importante: el tentador nunca hace referencia a esa hipotética muchedumbre, lo que propone ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios.

Considero más exacto decir que la tentación consiste en pedir pruebas que corroboren la misión encomendada. Nosotros no estamos acostumbrados a esto, pero es algo típico del Antiguo Testamento, como recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1‑7), Gedeón (Jue 6,36‑40), Saúl (1 Sam 10,2‑5) y Acaz (Is 7,10‑14). Como respuesta al miedo y a la incertidumbre espontáneos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido un signo milagroso que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un bastón mágico (Moisés), de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una serie de señales diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o en lo profundo de la tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una señal que tranquilice y anime a cumplir la tarea.

Jesús, a punto de comenzar su misión, tiene derecho a un signo parecido. Basándose en la promesa del Salmo 91,11‑12 (a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en volandas para que tu pie no tropiece en la piedra), el tentador le propone una prueba espectacular y concreta: tirarse del alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios.

Jesús no acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un texto del Deuteronomio: “No tentarás al Señor tu Dios” (Dt 6,16). La frase del Deuteronomio es más explícita: No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá”, cuando el pueblo, durante la marcha por el desierto, se queja por falta de agua para beber y se pregunta:¿Está o no está con nosotros el Señor?” (v.7). En el fondo, cualquier petición de signos y prodigios encubre una duda en la protección divina. Jesús confía plenamente en Dios, no quiere signos ni los pide. Su postura supera con mucho incluso la de Moisés.

Cuando termina el relato de las tentaciones, Lucas añade queel tentador lo dejó hasta otro momento. Ese momento será al final de la vida de Jesús, cuando esté crucificado.

Nuestras tentaciones

Las tentaciones tienen también un valor para cada uno de nosotros y para toda la comunidad cristiana. Sirven para analizar nuestra actitud ante las necesidades, miedos y apetencias y nuestro grado de interés por Dios.

1) La necesidad primaria: afecto, comprensión.

2) ¿Está Dios en medio de nosotros?

3) La tentación de tener.

 

1ª lectura: recordar nuestra historia con gratitud (Deuteronomio 26, 4-10)

El texto del Deuteronomio recoge la oración que pronuncia el israelita cuando, después de la cosecha, ofrece a Dios las primicias de los frutos. Va recordando la historia del pueblo, desde Jacob (“mi padre era un arameo errante”), la opresión de Egipto, la liberación y el don de la tierra. En el contexto de la cuaresma, esta lectura nos invita a pensar en los beneficios recibidos de Dios y a ser generosos con él. El agradecimiento a Dios es más importante incluso que la mortificación cuaresmal.

Dijo Moisés al pueblo:

El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios:

            “Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado”.

            Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios».

2ª lectura: confesar al Señor e invocarlo (Romanos 10, 8-13)

En este breve pasaje Pablo comenta dos frases de la Escritura, aplicándolas al tema de la salvación personal (1ª cita) y de toda la humanidad (2ª cita). ¿Cómo se alcanza la salvación? Confesando que Jesús es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos. Algo que estamos tan acostumbrados a repetir que no valoramos rectamente. A mediados del siglo I, confesar a Jesús como Señor (Kyrios), cuando el Emperador romano era considerado el único Kyrios (César), suponía mucho valor. Y confesar que Dios lo había resucitado podía provocar más sonrisas y escepticismo del que podemos imaginar.

La segunda cita «Nadie que cree en él quedará defraudado» la interpreta Pablo de forma revolucionaria. Para un judío, estas palabras sólo podrían aplicarse a los judíos, al pueblo elegido. Ellos serían los único en no quedar defraudados. En cambio Pablo la aplica a toda la humanidad, judíos y griegos. Cualquiera que invoca el nombre del Señor alcanzará la salvación.

Hermanos:

La Escritura dice: «La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón».

Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación.

Dice la Escritura:

«Nadie que cree en él quedará defraudado».

Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará».

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I Domingo de Cuaresma. 09 de marzo, 2025

Domingo, 9 de marzo de 2025
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Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

(Lc 4, 1-13)

Tras la fuerte e íntima experiencia de su propio Bautismo, Jesús se dirige al desierto. Acaba de conocer quién es, su identidad: Tú eres mi Hijo amado. Hijo y Mesías, Hijo y enviado, el Ungido.

Por la fragilidad de su condición humana necesita tiempo, espacio, pensar, asimilar su identidad y, en función de ella, reorientar su vida. Se retira al silencio y a la soledad del desierto. Con el paso de los días y lejos de las distracciones exteriores, es ahí, en la quietud del desierto, en su noche, cuando le asaltan los temores y la voz de su ego: si eres hijo de Dios… Reto que también le acompañará en la Cruz: si eres hijo de Dios, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.

Lo es. Es Hijo de Dios, y además, Amado. Sentir esa certeza en lo más profundo de su ser es lo que le lleva a permanecer, al igual que en la cruz, hasta el final. En la soledad del desierto, en su noche, en la nada. Y sin embargo, esa misma permanencia le agudiza la escucha de la Palabra. Llenándole de confianza y seguridad, agarrándose a ella una y otra vez, y mirando cara a cara a sus temores: Está escrito….

Jesús escucha la Palabra, la acoge en su corazón, la pronuncia con sus labios y la cumple por medio de sus acciones. Interesante y difícil tarea la que nos propone para, al menos, estos cuarenta días de Cuaresma. Podemos prestar especial atención a nuestra manera de escuchar la Palabra, de escuchar las palabras de quienes nos rodean. Reflexionar sobre el valor que damos a nuestras propias palabras e interrogarnos cuántas veces rompemos el Silencio pronunciando palabras absurdas.

Oración

Dios Trinidad, nuestro corazón está alegre
porque sabe que tú lo escuchas y lo miras.
Ojalá tu Palabra se sienta escuchada y acogida por nuestro corazón.
Que nuestros labios no la corrompan al pronunciarla.
Ojalá nuestras acciones sean reflejo suyo.
Amén.”

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Retírate al desierto.

Domingo, 9 de marzo de 2025
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tentacionesDOMINGO 1º DE CUARESMA (C) (Lc 4,1-13)

Debemos superar el enfoque maniqueo de la cuaresma. Sin embargo, el sentido profundo de la cuaresma debemos mantenerlo e incluso potenciarlo. En efecto, en ninguna época de la historia el ser humano se había dejado llevar tan masivamente por el hedonismo. A escala mundial el hombre se ha convertido en productor-consumidor.

¿Queremos consumir más o nos interesa ser cada día más humanos? En teoría no hay problema para responder, pero en la práctica, nos dejamos llevar por el hedonismo, aún a costa de menor humanidad. Aquí está la razón de la cuaresma. Debemos pararnos a pensar hacia dónde nos dirigimos. Alcanzar plenitud de humanidad exige esfuerzo.

Lo que llamamos mal no tiene ningún misterio; es inherente a nuestra condición de criaturas. La voluntad solo es atraída por el bien, pero la razón puede presentar a la voluntad un objeto como bueno, siendo en realidad malo. Todos buscamos el bien, pero nos encontramos con lo malo, no porque lo busquemos sino por ignorancia.

El mal es consecuencia del conocimiento limitado. Sin él, la capacidad de elección sería imposible y no habría mal. Si el conocimiento fuera perfecto, también sería imposible el mal. Si la voluntad va tras el mal, es siempre por ignorancia.

No es casual que sean tres tentaciones. Se trata de un resumen de las relaciones que puede desarrollar un ser humano. La tentación consiste en entrar en una relación equivocada con nosotros mismos. La relación con los demás depende de la relación con nosotros.

1ª tentación: Si eres Hijo de Dios… Si tú has hecho en todo momento la voluntad de Dios, también Él hará lo que tú quieres. Es la tentación de hacer la voluntad de Dios para que Él haga lo que yo quiero; es lo que estamos haciendo todos, todos los días. Jesús no es fiel a Dios porque es Hijo, sino que es Hijo porque es fiel.

No solo de pan… El pan es necesario, pero no es lo más importante. Nuestro hedonismo demuestra que aún no hemos aceptado esta propuesta. Dar al cuerpo lo que me pide es lo primero y esencial. El antídoto es el ayuno. Privarnos de lo que es bueno para el cuerpo, es la mejor manera de no ceder a lo que es malo.

Si me adoras, todo será tuyo. El poder es la idolatría suprema y lleva siempre consigo la opresión, único pecado. Si descubro mi ser profundo, no me importará desprenderme de mi falso yo y buscaré el servicio. El antídoto es la limosna. Para superar la tentación de dominio, debemos dar a todos de lo que tenemos y somos.

Tírate de aquí abajo. Realiza un acto verdaderamente espectacular, que todo el mundo vea lo grande que eres. Todos te ensalzarán y tu vana-gloria llegará al límite. La respuesta: deja a Dios ser Dios. Acepta tu condición de criatura y desde esa condición alcanza la verdadera plenitud. Dios no puede darte nada porque ya te lo ha dado todo.

Para llegar a tu verdadero ser, hay que atravesar tu propio desierto. Libérate de todo lo que crees ser para llegar a lo que eres de verdad. Mantente en el silencio, hasta que se derrumbe el muro que te separa de ti mismo. No confíes en milagros, nadie desde fuera de ti podrá llevarte hasta el fondo de tu ser y suplir el propio esfuerzo de encontrarte.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Dudas y tentaciones.

Domingo, 9 de marzo de 2025
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Jesus_en_el_desiertoLc 4, 1-13

«El Espíritu le fue llevando por el desierto mientras era tentado por el diablo»

Estamos en los prolegómenos de la vida pública de Jesús cuando probablemente todavía está decidiendo su destino. Ha dejado oficio y familia, ha salido de Nazaret para ir  al encuentro del Bautista y ha sido bautizado por él. Es razonable pensar que en ese entorno ha terminado de asentar su intuición de Abbá y su esquema del Reino, y que a la sazón se encuentra en el trance de decidir si vuelve a Nazaret o se lanza a la incierta y arriesgada vida de predicador ambulante.

Tenemos tendencia a creer que Jesús adquiere plena conciencia mesiánica en el momento del bautismo y que ya no duda hasta llegar a la cruz, pero esta creencia choca con otra creencia básica para el cristiano; su inequívoca humanidad. La duda es consustancial con la condición humana, y es difícil imaginar a Jesús libre de dudas toda la vida y hasta el final. Si no duda, si no sufre tentación, si no se angustia, si no se cansa, si no se enfada, será una divinidad disfrazada, pero no el hombre verdadero en el que muchos creemos.

Por eso cabe pensar que son las dudas las que lo llevan al desierto antes de comprometerse definitivamente la misión, y que también son las dudas las que traen aparejadas las tentaciones. Lucas nos habla de tres tentaciones concretas, y, dentro del simbolismo con el que plantea el texto, algunos entendidos afirman que con ellas simboliza las tres grandes tentaciones que acompañaron a Jesús a lo largo de su vida.

Según esta interpretación, la primera tentación, las piedras convertidas en pan, representa su permanente tentación de dejarlo todo y volver a la cómoda existencia que había dejado en Nazaret. Arguyen que su actitud destemplada con los familiares que van a buscarle para llevarlo a casa, o la respuesta desmedida a Pedro en Cesárea, «¡Apártate de mí Satanás!», parecen la reacción típica de quien ve removida su conciencia con una tentación recurrente: dejarlo todo y volver.

La segunda, el poder sobre todos los reinos de la Tierra, simbolizaría la tentación de afrontar la misión desde la tradición de Israel, es decir, dejándose encumbrar a la posición de mesías davídico que el pueblo espera de él, e instaurar el reino de Dios desde el poder. Alegan que su reacción cuando quieren hacerlo rey –despachando a sus discípulos que probablemente azuzaban a la multitud y huyendo a la soledad a orar– perece responder a una tentación presente en él a lo largo de su vida.

La tercera, el pináculo del templo, podría referirse a la tentación de pedir a Dios una señal que afianzase su decisión de seguir adelante sin desmayo a pesar del riesgo que está corriendo; a pesar del enfrentamiento con los santos y los sabios de Israel…

Sin duda, una interpretación muy sugestiva… pero secundaria para nuestra fe. No obstante, el texto encierra dos elementos verdaderamente importantes para nosotros; el primero, que Jesús sufría las mismas tentaciones que sufrimos nosotros y tenía que vencerlas con esfuerzo; igual que nosotros. El segundo, que por encima de sus dudas y consciente del riesgo que entrañaba su decisión, Jesús abrazó con valentía la misión de proclamar el Reino y fue consecuente con ella hasta el final.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

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El poder liberador de nuestros desiertos.

Domingo, 9 de marzo de 2025
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158524_desierto.jpgCOMENTARIO AL EVANGELIO Lc 4, 1-13

9 de marzo de 2025

Iniciamos el tiempo de Cuaresma marcado por el ritmo anual de la liturgia. Cabe esperar que ya hemos superado esa visión de la Cuaresma como un tiempo oscuro, lúgubre, donde los sacrificios o penitencias eran la puerta necesaria para entrar en la Pascua. Se miraba más al exterior, al cumplimiento de una serie de normas con poco sentido, a realizar obras que cobraban valor si suponía un esfuerzo, una especie de precio a pagar para conseguir no sé qué tranquilidad de conciencia. Esta tradición probablemente nació por una distorsionada interpretación del tiempo que Jesús pasó en el desierto donde todo lo que vivió fueron tentaciones. Precisamente, el texto evangélico de este 1er Domingo de Cuaresma nos recuerda este pasaje de su vida.

Afortunadamente hoy podemos hacer un análisis más profundo y menos literal de esta etapa de la vida de Jesús, más liberador y constructivo para tod@s. Y lo que nos encontramos no son 40 días cronológicos viendo a un Jesús que pasa hambre, rodeado de animales y tentado por el diablo. Lo que nos encontramos es con un Jesús que vive una etapa en la que, como todo ser humano, tiene que hacer frente a las sombras conscientes e inconscientes que planean en su vida.

Comienza el texto con una afirmación que es clave para poder comprender todo lo posterior: Jesús, tras el Bautismo, se siente lleno de Espíritu Santo quien le conduce al desierto. No va al desierto por placer sino por elegir seguir la voz interior de ese impulso divino que le sitúa en la necesidad de cambiar de plano en su existencia.

Jesús ya había experimentado en el Bautismo su verdadera identidad – Hijo de Dios, una vivencia que le daba profundidad y una honda raíz para sostener el árbol de su vida. Ahora bien, no es suficiente, tampoco posible, vivir conectados permanentemente a nuestro centro existencial, porque nuestra vida es un proceso de integración de nuestros límites que no solo se presentan como enfermedades y sufrimientos físicos; también aparecen en formato de sombras que nos complican y muchas veces amargan. La sombra se genera porque un cuerpo, en sentido figurado en este contexto, se interpone en la luz. La luz de Jesús es su identidad de ser hijo de Dios, como la nuestra. Es la figura metafórica del diablo quien le recuerda que, si de veras es Hijo de Dios, lo puede todo. Lo que este personaje le plantea es cómo va a usar esa identidad, esa luz, el para qué, el por qué y el hacia dónde.

La sombra tiene mucho que ver con experiencias de las que probablemente no somos responsables pero que bloquean el fluir de la realidad divina que nos habita. Algunas sombras se generan por heridas y experiencias emocionales que nos han dejado tan vulnerables que pueden llegar a condicionar las grandes decisiones de nuestra vida. Otras sombras también son fruto de nuestra decisión consciente de vivir desconectados de nuestro centro porque nos da una compensación más inmediata, más placentera a corto plazo, pero sin solidez. Jesús, en el desierto, se enfrenta a la sombra del vacío interior, de la insana soledad, del hambre emocional, sombras de poder, de dominación, de posesión, de idolatría. Y maneja esta situación no desde la huida sino desde el diálogo con ella. Dialogar con nuestras sombras, con nuestra vulnerabilidad, es una manera muy liberadora de integrar nuestros límites. Se trata de sacarla a la luz como hizo Jesús en el desierto y no identificarse con ella porque somos más que sombras.

Te invito a iniciar esta Cuaresma realizando una doble mirada. La primera hacia tu interior, sin miedo, con valentía y ver qué cuerpos psicológicos de tu yo desenfocado están interfiriendo entre la Luz y tu vida. La segunda mirada hacia el exterior, hacia lo que en este mundo y en nuestros pequeños mundos, está retorcido: guerras, injusticias, poderes económicos, liderazgos que someten, dominan, empobrecen, excluyen y matan y un largo etcétera que puedes completar. Quizá te des cuenta de que todo el mal proviene de esa mala decisión de desconectarnos de lo que somos, del polo positivo de nuestra existencia, nuestra identidad más esencial, como en Jesús el ser Hijo de Dios.

Baste con mirar el 8 de marzo, el día internacional de la mujer, que, más allá de lo político e ideológico, nos muestra la necesidad de no ser cómplices de este sistema patriarcal en el que todavía vivimos. No se trata sólo de conseguir derechos sino de una mirada nueva a la verdadera dignidad que nos iguala. ¡¡¡FELIZ CAMINO DE CUARESMA!!!

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Tener, poder, aparentar.

Domingo, 9 de marzo de 2025
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IMG_0233Comentario al evangelio del domingo 9 marzo 2025

Lc 4, 1-13

El llamado “relato de las tentaciones de Jesús” -probablemente construido por el evangelista y colocado intencionadamente en el inicio de su actividad pública- muestra, de manera paradigmática, las tres apetencias básicas del ego: tener, poder y aparentar.

Debido a nuestra propia constitución psicológica, el ego persigue en todo y de manera constante la seguridad. Consciente de su propio vacío -solo es una creación del pensamiento-, busca por todos los medios a su alcance obtener una seguridad en la que sostenerse.

Para lograrlo dispone del mecanismo de la apropiación: apropiándose de todo aquello que, aparentemente, pueda dotarle de consistencia, crea la ilusión, no solo de ser “alguien” con entidad propia, sino de lograr respeto y admiración por parte de los otros.

Con esos mimbres, el ego va buscando, por encima de todo, de manera manifiesta o sutil, consciente o inconsciente, reconocimiento. Como les ocurre a los niños, el hecho de sentirse reconocido le aporta una sensación de seguridad. No sorprende que, desde temprano, se vea lanzado a una carrera ansiosa por lograr tener, alcanzar poder y ofrecer una imagen “valiosa” de sí mismo.

Una vez asumido ese programa de vida, la persona puede instalarse en él, aun sin ser consciente de la mentira que encierra. Sencillamente, se ha acostumbrado a sobrevivir, buscando las mayores gratificaciones posibles y evitando al máximo el malestar. Habrán de ser el sufrimiento o el discernimiento los que le hagan abrir los ojos y, de ese modo, posibilitando la comprensión de lo que somos, trascender la identificación que mantenía con el ego y reconocerse finalmente en su verdad última. La comprensión le hará ver que no necesita buscar nada para sentirse completa, porque ya es, en sí misma, plenitud.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Tentaciones: “Sed buenos si podéis” .

Domingo, 9 de marzo de 2025
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IMG_3154Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Cuaresma – Ceniza.

        Con el símbolo de la ceniza comenzamos el tiempo de cuaresma: los cuarenta días en los que nos preparamos a la celebración de la Pascua, que es no solamente la fiesta, sino el centro de la fe y de la esperanza cristiana.

En realidad la vida es una cuaresma camino de la Pascua

        Desde el siglo IV las comunidades cristianas vivían con intensidad este tiempo de cuaresma camino de la Pascua. Sobre todo vivían la cuaresma con la lectura / escucha de la Palabra, la oración, la toma de conciencia de que somos caminantes hacia la tierra de promisión por el desierto de la vida y con un cierto sentido penitencial.

02.- Historia de la Salvación.

        La primera lectura de hoy, -tomada del libro del Deuteronomio- es una evocación del “credo” del Antiguo Testamento y de su fe:

  • Los hijos de Israel se sienten hijos de Abraham: mi padre fue un arameo errante. También nosotros somos peregrinos en la vida.

En cierto sentido todos somos emigrantes, “estamos aquí de paso”… Solemos cantar en la liturgia: peregrinos, caminantes, vamos hacia Ti

  • La situación de esclavitud de los israelitas en Egipto será el punto de partida hacia la libertad.

También nosotros vivimos encadenados por mil esclavitudes de la vida. La vida es una cuaresma, un desierto por el que caminamos hacia la libertad.

  • El Éxodo, el paso del mar Rojo es el comienzo de la libertad de aquellas tribus hebreas.

La cuaresma puede ser un momento de tomar conciencia de que ha comenzado nuestra liberación.

  • Cuarenta años por el desierto.

Cuarenta es un número significativo en la mentalidad bíblica: cuarenta significa toda la vida: Cuarenta fueron los días que duró el descenso de las aguas después del diluvio; las tribus hebreas caminaron cuarenta años por el desierto; Moisés estuvo en el Sinaí 40 días, Jesús fue tentado el desierto cuarenta días y cuarenta noches…

La libertad nos costará caminar por el desierto toda la vida…

  • Finalmente llegarán a la tierra de promisión, al menos como gran esperanza y con los grandes y graves problemas que esta cuestión ha traído y trae en la historia.

La tierra de promisión no es tanto un lugar geográfico cuanto la meta soñada. La tierra de promisión es el horizonte de Dios.

Y esa es nuestra cuaresma: peregrinar por la vida, saliendo de nuestras esclavitudes hacia la meta soñada. Y todo ello, con la protección de Dios liberador.

        Para la fe de Israel Dios es liberador.

03.- Tentaciones, tentativas, intentos.

        Dice el evangelio de hoy que Jesús fue tentado. Que no se nos olvide que Jesús fue hombre, vivió las mismas tentaciones que vivimos los humanos. (La película “La última tentación de Cristo” de Martín Scorsese refleja bien la humanidad de Cristo tentada como todo ser humano).

        Las palabras tentación, intentar, intento, tentativa contienen un significado muy similar.

Podríamos pensar que toda la vida es un intento, una tentativa, una tentación.

Las tentaciones son una explosión de nuestros sufrimientos y nostalgias más profundas, tal vez inconscientes y ocultas.

        Toda nuestra vida es un intento de buscar el bien y la verdad, una tentativa de ser libres, un intento de ser felices.

Detrás de lo que llamamos tentaciones hay una llamada a la felicidad.

En toda tentación hay un intento de “romper el límite” y dar un paso más hacia adelante.

A veces acertamos, muchas veces nos equivocamos.

04.- Entre pecado y neurosis

        En muchas -muchísimas- ocasiones, por los entresijos de las tentaciones es funcionan más mecanismos y problemas psicológicos que morales. Muchas tentaciones tienen que ver más con la psicología que con la moral.

        Somos pecadores, pero el pecado vivido desde JesuCristo no es causa de angustia ni neurosis, sino de sentirnos perdonados como el hijo pródigo, el publicano, como Zaqueo, el buen ladrón y tantos otros…

Reconocer el pecado infunde una profunda paz.

05.- Jesús fue impulsado por el espíritu al desierto.

        El buen espíritu de Jesús es el que le mueve e impulsa en la vida. Es el espíritu que le dio la vida por medio de María. Es el espíritu descendió sobre Jesús en el bautismo, en la Transfiguración, es el espíritu que está sobre mí desde el comienzo de su actividad pública

Un buen espíritu, un sano idealismo impulsa hacia el bien también al ser humano. Lo que nos ayuda a dominar un poco las pulsiones y tentaciones es una buena causa, un buen espíritu.

06.- Comencemos la cuaresma. Conversión.

        La historia de nuestra conversión es la historia de nuestra debilidad. Hemos comenzado muchas cuaresmas, advientos, hemos hecho muchos ejercicios pero seguimos igual, cambiamos poco.

Muchos de nosotros somos ya mayores, lo hemos intentado (tentaciones) mil veces en la vida, hemos conseguido poco, pero lo hemos intentado.

Para muchos de nosotros -entrados ya en años- nuestra conversión consiste en descansar en el Señor y vivir lo que dicen los salmos

No me rechaces ahora en la vejez,

me van faltando las fuerzas, no me abandones,

no abandones la obra de tus manos;

 (Del salmo 70)

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“ Jesús vence las fuerzas del anti-reino e inicia el Reino de Dios para los pobres de la tierra”, por Consuelo Vélez

Domingo, 9 de marzo de 2025
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IMG_0247De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del I Domingo de Cuaresma (9-03-2025)

Jesús es conducido al desierto por el Espíritu. A diferencia del pueblo, tentado en el desierto, Jesús sí las vence

Son tentaciones “mesiánicas”, es decir, que ponen en cuestión su mesianismo, invitándolo a valerse de este para provecho propio

El mesianismo de Jesús, coherente con los valores del reino, se enfrenta a los “otros reinos” o al “anti-reino” del diablo

Las tentaciones siguen presentes en cada uno de los creyentes y la fidelidad de Jesús nos invita a mantener la propia fidelidad

Jesús, lleno de Espíritu Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por el Espíritu al desierto, donde permaneció cuarenta días, siendo tentado por el Diablo. En ese tiempo no comió nada, y al final sintió hambre.  El Diablo le dijo:

– Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.

Le respondió Jesús:

Está escrito: No sólo de pan vive el hombre.

Después lo llevó a un lugar muy alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo. El Diablo le dijo:

– Te daré todo ese poder y su gloria, porque a mí me lo han dado y lo doy a quien quiero. Por tanto, si te postras ante mí, todo será tuyo.

Le replicó Jesús:

Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto.

Entonces lo condujo a Jerusalén, lo colocó en la parte más alta del templo y le dijo:

– Si eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí, porque está escrito: Ha dado órdenes a sus ángeles para que te cuiden y te llevarán en sus manos, para que tu pie no tropiece en la piedra.

Le respondió Jesús:

Está dicho: No pondrás a prueba al Señor, tu Dios.

Acabada la tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno

(Lc 4, 1-13).

Este conocido texto de las tentaciones de Jesús recuerda las tentaciones del pueblo de Israel en el desierto con la diferencia de que Jesús sí supera las tentaciones. Este pasaje también está en Mateo, lo que revela que ambos siguen la misma fuente (Q), con la diferencia de que Lucas invierte el orden de las dos últimas tentaciones, tal vez, con la intención de que esta etapa también termine en Jerusalén.

Comienza el relato diciendo que Jesús va al desierto “lleno del Espíritu Santo. Lo mismo se dirá en el libro de Hechos de los Apóstoles al inicio de la Iglesia. Esto señala que el protagonista de la misión de Jesús y de la Iglesia es el Espíritu Santo. Jesús pasa 40 días en el desierto, sin comer y es tentado por el diablo. Conviene señalar aquí que no debemos tomar el pasaje de manera literal sino como una narración que nos va mostrar cómo la tentación acompaña la vida de Jesús, igualmente que acompaña la nuestra. Son tentaciones “mesiánicas”, es decir, que ponen en cuestión su mesianismo, invitándolo a valerse de este para provecho propio. El diablo le invita a mostrar poder -convirtiendo las piedras en pan-, a apoderarse de todos los reinos que el diablo le promete y a hacer actos extraordinarios como lanzarse de lo más alto del templo. A cada tentación Jesús responde con citas del Deuteronomio y, a diferencia del pueblo, como ya dijimos, vence las tentaciones y sigue fiel a la misión encomendada para el bien de todos.

Es interesante notar que el diablo le dice que él le dará sus reinos, o sea, es poseedor de otros reinos. Con esto Lucas pretende mostrar que el mesianismo de Jesús, coherente con los valores del reino de Dios, se enfrenta a los “otros reinos” o al “anti-reino” del diablo.

Termina el texto diciendo que el diablo se alejó hasta un tiempo oportuno. Es decir, volverá cuando “entre en Judas” (Lc 22, 3) y cuando pretende entrar en Pedro (Lc 33,31-34) y cuando se desate la persecución contra Jesús hasta crucificarlo. Lo del “tiempo oportuno” es también una característica de Lucas que coloca a Jesús como centro del tiempo. Con él se hace presente el “hoy” del reino cuando en la sinagoga dice que “la escritura se ha cumplido hoy” (Lc 4, 21) y ahora con las tentaciones que, al vencerlas, comienza el reino de Dios para los pobres.

Las tentaciones siguen presentes en cada uno de los creyentes y la fidelidad de Jesús nos invita a mantener la propia fidelidad sin acomodarnos a los anti valores que, anteponen las riquezas, el honor y el propio interés al bien común, a la vida plena para todos y todas, como Dios lo desea para todos sus hijos e hijas.

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“Tentaciones y desafíos de una Iglesia en tiempos de crisis “, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 9 de marzo de 2025
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1ER-DOMINGO-DE-CUARRESMA-1De su blogKristau alternatiba (Alternativa cristiana):

Las lecturas del primer Domingo que nos introducen en la Cuaresma nos ofrecen interesantes elementos para la reflexión sobre los procesos de cambio en la Iglesia.

Quisiera partir del pasaje evangélico del primer domingo que nos propone el tema de las Tentaciones de Jesús. En un tiempo prolongado de prueba -han pasado cuarenta días- es más fácil caer en la tentación, se es más frágil cuando hay hambre. Y las tres tentaciones ilustradas muestran tres actitudes en las que también la Iglesia, cuando vive un momento de crisis, de cambio como el actual, corre el riesgo de caer.

1.- Transforma las piedras en pan: comprometerse a satisfacer las necesidades, las continuas y más diversas peticiones. Es una práctica gratificante en el corto plazo, porque responde a peticiones pero genera continuamente una presión sobre el hacer, que no hace más que aumentar aún más las expectativas. Porque una cultura del consumo sólo genera demandas y expectativas, no pertenencia a una comunidad. El autoengaño de resolver todo inmediatamente es el de decirnos “soy útil”, muriendo sin embargo en un funcionalismo estéril y en un pragmatismo que ya no sabe captar un sueño más allá de la necesidad. Así es como se responde al estómago de las personas y no a sus corazones.

2.- Lánzate y déjate atrapar por los ángeles de una manera bastante espectacular: llamar a los más fieles a reunirse, a ocupar espacios, a la atención, como un acto de fuerza, mostrar el propio músculo para decir ‘¡Yo existo!’. Una venganza identitaria que ingenuamente nos hace sentir vivos pero que incrementa la autorreferencialidad y la soledad y, por tanto, la crisis y la depresión a largo plazo. Identificar a un enemigo no es suficiente para definir una identidad generativa. El autoengaño es decirse a uno mismo “todavía soy fuerte”, reflejándose narcisistamente en un reflejo distorsionado y autoproducido. Así se responde así a los ojos pero no al corazón.

3.- Todo lo que veas será tuyo si me adoras: ser subordinado al mundo, estar a la moda, caer en la mundanidad. Esto se hace para mantener la relevancia, la importancia y el control sobre ciertos espacios. Un sacrificio inducido por el miedo a dejar de ser vistos y considerados, a perder posiciones. El autoengaño es decirse a uno mismo “soy agradable, interesante”, adaptarse a la realidad, seguir las modas del momento aunque éstas nos pidan eclipsar el núcleo fundador de nuestra fe. Nos embellecemos, nos hacemos liftings, discutimos de todo siempre que sea de interés, perdiendo de vista lo más importante y bello. Así, uno responde más al hígado -miedo- que al corazón.

¿Cuál es la raíz de las tres tentaciones? La tentación más grande, la que le será dirigida a Jesús bajo la cruz tres veces (¡el mismo número de tentaciones en el desierto!): “¡Sálvate a ti mismo!”Ésta es la gran tentación de la Iglesia, como de toda institución: ¡tratar de salvarse a sí misma!

Al fin y al cabo, es cierto que toda institución es creada por los hombres, pero a la larga es ella quien toma el mando y sólo pide una cosa: ¡ser salvada! ¡Ser preservada! Pero las instituciones eclesiales no existen para su propia conservación, tienen un valor icónico, remiten al Reino de Dios, y por tanto son formas transitorias que conservan, eso sí, un núcleo generativo y vital que requiere de vez en cuando formas nuevas, espacios, tiempos, lenguajes para permanecer fieles a la realidad y al hombre.

Cuando el hombre intenta hacerlo por sí mismo, se vuelve tan rígido como las instituciones que guía, cae en la tentación de conservar lo que existe, se encuentra ante tres consecuencias bien narradas en el segundo libro de Samuel respecto a la tentación de David de realizar un censo de sus tropas. Dios le da a elegir entre tres opciones.

Posibilidad número 1: siete años de hambruna. Un largo tiempo en el que no se podrá producir comida, alimento para la gente, generar sabor, gusto. Es una pobreza creativa y sapiencial.

Posibilidad 2: tres años huyendo de un enemigo que está frente a ti. El enemigo está adelante y crees que estás mirando el horizonte, pero en realidad estás corriendo hacia atrás, impulsado por el miedo.

Posibilidad 3: Tres días de peste negra. Cuando un ambiente ya no es generativo, atractivo, se llena de aire insalubre, enfermo, de virus,… y muchos mueren. Es decir, muchos se van y se alejan. Pensemos simplemente en el gran problema de la “salida” más que de la “entrada” de no pocas congregaciones religiosas.

La Palabra nos presenta así grandes riesgos o tentaciones, que si sabemos meditar a la luz de las acciones pastorales y de gobierno que se realizan en la Iglesia, pueden abrirnos destellos de luz, para purificar nuestro corazón, nuestros modelos mentales y finalmente nuestras prácticas.

Es un camino arduo para una Iglesia proyectada hacia la Pascua, donde es Cristo quien gana, no las formas, no las instituciones, no nuestros hábitos inerciales, no nuestros preconceptos.

 Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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“Una Cuaresma provocativa e impertinente”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Viernes, 7 de marzo de 2025
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16769253897000De su blog Kristau alternatiba (Alternativa cristiana):

Me gustaría introducir la Cuaresma ofreciendo algunas ideas pastorales, junto con algunas consideraciones deliberadamente provocadoras. Impulsos visionarios –no me atrevo a llamarlos proféticos– para desear que todos vivamos un tiempo incómodo, que nos escandalice, que nos sorprenda y nos obligue a perder el control sobre las situaciones, sobre las certezas que hemos acumulado. Lo cual nos lleva a buscar no solos sino, a través del Espíritu, junto con las comunidades a las que servimos.

Un tiempo que en sí mismo no quiere dar respuestas, sino abrirnos a preguntas generadoras, preguntas para habitar en estos cuarenta días. No son las respuestas las que desencadenan las conversiones, sino las preguntas reales y auténticas. No es el cómo ni el qué lo que nos mueve: estos son ámbitos que nos hacen sentarnos, problematizar, a sentirnos aplastados…

Es el “por qué”, o “el cómo sería si”, lo que se convierte en la pregunta generadora de todo espíritu narrativo, como bien lo describió Paul Ricoeur en su ensayo “Tiempo y narración”: la acción metafórico-simbólica rompe la referencia descriptiva, liberando una radical poder que nos cuenta nuestro ser-en-el-mundo. Se genera una impertinencia, pero ésta se realiza y alcanza una significación ontológica (conversión profunda del ser) sólo si se metaforiza el verbo ser mismo y nos percibimos como un ser-como o un ver-como, ampliando nuestra existencia.

Es precisamente a las obras de ficción a las que debemos en gran medida la ampliación de nuestros horizontes de existencia. Las obras literarias representan la realidad aumentándola con todos sus significados gracias a la capacidad de abreviación, saturación y culminación, maravillosamente ilustrada por la construcción de la trama”.

La Cuaresma, tiempo que nos exige atravesar la oscuridad de la existencia para llegar renovados a la luz de la Resurrección, se caracteriza en la tradición cristiana por tres grandes «signos» o «prácticas de conversión»: la limosna, la oración y el ayuno.

Estas prácticas, como indica Jesús en el Sermón de la Montaña -Mt 6,1-18-, tienen una doble función: por una parte son condiciones que favorecen un proceso de cambio profundo, por otra son expresión tangible de esta transformación que no es sólo fruto del compromiso personal, sino que encuentra su fuente en el Padre.

Estos tres «signos» no sólo son importantes para cada creyente en el camino de la conversión, sino que tienen un valor que podríamos definir «pastoral» y, por tanto, válido para la comunidad cristiana. Para nosotros son tres movimientos que deben interpelarnos, tres signos de impertinencia espiritual capaces de ampliar nuestra existencia. La Cuaresma no es un tiempo de mortificación, sino de expansión, de liberación de una muerte que ha ocurrido, pero que aún no hemos procesado.

Sí, ha muerto una época. Sí, ha muerto un modelo de Iglesia, ha muerto un cristianismo y sus formas. Liberémonos de ese hedor que, si no lo percibimos, es indicio de muerte interior. He aquí el poder de la impertinencia que puede darnos un empujón: como un interrogante provocador que reanima un corazón «lento y dormido» -es la expresión que usa Lucas para describir el corazón de los dos de Emaús- para ayudarnos a levantarnos de nuevo y vivir la nuevo que ya esta aquí.

1.- La limosna

Una característica de la práctica de la limosna descrita por Jesús es el secreto del gesto de caridad. La eficacia de esta práctica está directamente ligada a la capacidad de descentralizar y actuar en secreto, dando así al otro el lugar principal.

Desde el punto de vista pastoral, esto podría significar operar una sana descentralización desde nuestros centros pastorales: desde las Curias, desde las parroquias, desde las oficinas centrales,…, para dar ‘secretamente’ a las comunidades cristianas esparcidas por los territorios la posibilidad de crecer en libertad.

Si antes en el centro estaban los motores que hacían funcionar la máquina diocesana o parroquial o congregacional o…, ahora se trata de lograr que se desarrollen experiencias semiespontáneas, difundidas entre los lugares de la vida ordinaria. ¿Tan ilusorio es cambiar por el simple hecho de no cambiar?

¿Por qué no aceptar el escándalo o la impertinencia de reducir los cargos de una Congregación, Diócesis, Curia,…, a sólo tres o cuatro? ¿El escándalo de dejar de utilizar términos como Director, Colaborador, Oficina, Superior,…? Si estoy llamado a animar y desarrollar un área o zona, ¿qué utilidad tienen estas expresiones y los modelos que hay detrás de ellas? ¿Cómo sería una Curia compuesta sólo por 4 áreas -sólo a modo de ejemplo-: generatividad, fragilidad, responsabilidad, belleza…-) en las que injertar el ADN de la acción divina/pastoral (liturgia, caridad y anuncio)? Dividir lo que debería estar unido por su naturaleza genera ciertas patologías pastorales que están ante nuestros ojos. ¿Y qué sería si dentro de cada área, en lugar de un director, tuviéramos un referente/responsable de la liturgia, uno de la caridad y uno del anuncio dentro de un juego trinitario, relacional, recíproco?

Por supuesto, esta perspectiva exige una decisión firme y segura de “perder el control”, renunciando a la estabilidad de las estructuras y los programas. Pero quizá abre algún espacio para ese secreto tan querido por el Padre, que prefiere la gratuidad y la libertad del don.

2.- La oración

El Señor Jesús nos invita a redescubrir una intimidad profunda en la oración y a no perdernos en demasiadas palabras, yendo directo a lo esencial. La oración es un vínculo íntimo con el Padre que los cristianos, como hermanos y hermanas, cultivan como fuente de su ser y de su actuar.

Pastoralmente, esta “intimidad perdida” representa un estilo que hace fructífera la oración y las relaciones comunitarias. Se trata, ante todo, de volver a poner en el centro la atención al crecimiento de cada bautizado, procurando que todas las energías contribuyan al redescubrimiento de este don para la vida de cada persona.

Se trata también de hacer más cálidas nuestras comunidades, ofreciendo un contexto vital adaptado al dinamismo bautismal de cada persona, superando el anonimato, el elitismo y la indiferencia que a veces se cuelan en las rutinas de la vida comunitaria.

Se trata de poner las relaciones en primer lugar, descuidando todo lo que no vaya en esa dirección y que constituye un factor de pura administración y de mera gestión. Saber recuperar la dimensión trinitaria. ¿Quizás en las últimas décadas hemos exaltado demasiado el principio de la encarnación por encima del trinitario? ¿Tal vez la primera fue más aceptable para el individuo y el hombre autodidacta de la cultura occidental? ¿Quizás esto nos ha llevado a dejar en un segundo plano la dimensión narrativo-relacional de la experiencia espiritual?

Durante mucho tiempo hemos utilizado términos como ‘lejos’ y ‘cerca’ sin ser conscientes de que el uso de estas categorías establecía una distancia con la curia, con la parroquia, con…, y no con Cristo, pensando que la curia, la parroquia,…, era el centro. ¿Tal vez deberíamos cambiar de categorías? ¿Por qué lejos y cerca? ¿No podríamos hablar de ‘caliente’ y ‘frío’ y reconocer que un tal Zaqueo era un ‘distante cálido’, y que muchos trabajadores (¡el término lo dice todo!) son vecinos fríos o tibios?

Todavía tenemos una visión funcional y espacial (control y gestión). En nuestra cabeza siempre tenemos la idea de un centro… de donde emanan acciones. ¿Por qué? Un centro pulsante que da sentido al resto o un punto hacia el que converger y en todo caso hacia el que fluir. ¿Por qué? ¿Qué pasaría si no fuera un centro, sino un conjunto de nodos? En una era líquida quizá no basta un centro sino una red de nodos y cada nodo es un centro, un espacio de sentido que contiene el todo trinitario.

Las metáforas quizá ya no sean válidas. Pensar en la Iglesia como un cuerpo en un tiempo dinámico y fluido sería pura ideología: una visión organicista hoy superada en todos los contextos humanos. Una gran comunidad no se construye “ladrillo a ladrillo”. No es la proximidad física la que genera pertenencia y comunidad.

A veces nos dicen que una acción más cálida y relacional produciría comunidades de élite. ¿Quizás no nos damos cuenta de que nuestras comunidades hoy son puramente elitistas? ¿Por qué, por ejemplo, en un contexto parroquial de 5.000 habitantes sólo una parte muy pequeña se siente parte y experimenta una pertenencia significativa a la comunidad?

En una comunidad “cálida”, incluso un no creyente o una persona en búsqueda de sentido puede encontrar un espacio fértil de vitalidad. En el calor de las relaciones auténticas se crea espacio para el discernimiento y estamos mejor preparados para aprender la novedad del Evangelio.

3.- El ayuno

Por último, es necesario hacer espacio. El ayuno pastoral es liberación de todo lo que estorba y obstaculiza la acción impredecible del Espíritu. Se trata de reducir la saturación de las agendas pastorales para dejar espacio a lo que todavía no se entiende o no se puede ver.

Hay algunas actividades que hoy ya no tienen relevancia o ya no producen los resultados deseados. Provocan pesadez y provocan gran gasto de energía. Si queremos que las cosas cambien verdaderamente, si queremos redescubrir un nuevo entusiasmo por la misión evangelizadora, es necesario experimentar nuevas experiencias pastorales y liberar nuevas energías.

Para quien lidera una comunidad hoy es necesario encontrar el coraje de no llenar la agenda de septiembre a junio, saber salir y estar dispuesto a perder. Nuestro tiempo no está hecho para dar pasos graduales y lineales con cautela, sino que hoy necesitamos una discontinuidad generativa. ¿Es tan sabio hoy un camino lento y gradual? Quizás estaba bien en un contexto estable. En el contexto actual, en lugar de proceder mediante planificación, ¿no es quizás más apropiado actuar a través de pequeñas experiencias que permitan respirar a lo nuevo, aceptando el error en la búsqueda de lo mejor y no en la gestión de lo soportable?

Pero sobre todo es imprescindible dejar algo atrás. Ésta es la dinámica de la Pascua: para resurgir hacia la nueva luz es necesario pasar por la oscuridad del sepulcro. Para una verdadera renovación eclesial es esencial dejar de lado el viejo paradigma pastoral que hoy ya no es eficaz.

Es de desear que vivamos cuaresma pascual, es decir, no como un tiempo de mortificación sino de liberación, tratando de vivir esas condiciones de conversión que son ya signo de esa novedad que el Espíritu va introduciendo en la Iglesia: descentralizando sin miedo a perder el control, redescubriendo la intimidad y el calor en la experiencia comunitaria y haciendo espacio para experimentar nuevos paradigmas pastorales capaces de testimoniar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la belleza del Evangelio.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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“Cuaresma: tiempo de fortaleza”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Jueves, 6 de marzo de 2025
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cuaresma_portada_01De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

Cada tiempo litúrgico que se nos da vivir es un don, una oportunidad para retomar el camino, para dar nueva fuerza a nuestros pasos a veces vacilantes, cansados o desilusionados.

La Cuaresma es un tiempo de lucha, pero no como lo estamos haciendo nosotros. «Nuestra lucha», dice Pablo, «no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de este siglo de tinieblas, contra huestes espirituales de maldad» (Efesios 6,12). La Cuaresma es el «tiempo favorable» (cf. 2 Co 6,2) para una batalla que quiere prepararnos a la Pascua, que es el paso de la muerte a la vida y no al revés, hacia una existencia más respetuosa de nuestra dignidad, de los demás y del mundo que nos rodea.

Un tiempo que debe estar habitado por preguntas capaces de ayudarnos a renacer; de palabras que sondean el corazón, para revelárselo a nosotros mismos que muchas veces lo albergamos ignorando lo que lo habita.

Esto es lo que sugiere el pasaje del Deuteronomio donde Moisés justifica el camino del Pueblo de Israel durante cuarenta años en el desierto con estas palabras: «Para humillaros y probaros, para saber lo que había en vuestro corazón» (Dt 8,2). En el texto hebreo no está claro quién es el sujeto de ese “conocimiento”. Puede que parezca Dios, pero Él conoce nuestros corazones mejor que nosotros mismos. Es por tanto más probable que este verbo se refiera al hombre, que necesita tomar conciencia de lo que hay en su corazón, porque de allí, como enseña también Jesús (cf. Mc 7,21-22), brotan los pensamientos, las miradas y las acciones.

El corazón humano –que bíblicamente hablando indica no sólo la sede de los sentimientos sino también la conciencia y la dimensión interior del ser– es un gran contenedor de “palabras poderosas”, a las que hacemos espacio de manera más o menos consciente, dejándonos determinar. Son las palabras que se convierten en pensamientos y acciones. Palabras y acciones que hay que cribar para emprender la verdadera lucha, que debe dirigirse contra aquello que nos arrastra hacia el mal.

El primer domingo de Cuaresma escuchamos el pasaje evangélico, este año en versión lucana, donde Jesús se enfrenta a estas mismas palabras, dirigidas por el “diablo” (cf. Lc 4,1-13).

Surgen seducciones y seductores respecto a necesidades y deseos, que pertenecen constitutivamente al ser humano, que tienen legitimidad propia, pero que se prestan fácilmente a distorsiones y desfiguraciones.

Jesús se encuentra, en efecto, confrontado con la necesidad de alimento, con el deseo de autoridad, con la necesidad de protección.

Pero lo que es o podría parecer legítimo -el diablo, de hecho, motiva sus palabras citando las Escrituras- está colocado en una cima desde la que es fácil caer ruinosamente.

La satisfacción del hambre puede llevar, de hecho, a la alteración del orden natural (las piedras convertidas en pan), la autoridad puede llevar al abuso de poder (el prometido por el diablo), y la necesidad de protección a la búsqueda de espectacularidad y de visibilidad mundana (las hazañas asombrosas).

Jesús evita el peligro midiendo esas palabras con el rasero de las Escrituras y, al hacerlo, también nos muestra el camino. Éste es el camino de conversión que la Cuaresma nos invita a recorrer: exponer, discernir, cribar los pensamientos de nuestro corazón a la luz de las Escrituras.

En la celebración de la Pascua, hacia la que tiende el itinerario cuaresmal, este modo alternativo de habitar el propio ser y las propias necesidades está representado icónicamente por la acción de Jesús, por cómo afronta esos días intensos y convulsos que transcurren entre su entrada en la ciudad santa, el Domingo de Ramos (cf. Lc 19,28-44), y su salida en la tarde del día de Pascua, habiéndose convertido en el compañero anónimo de los dos discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35).

Allí mismo, Jesús, con sus acciones más que con sus palabras, intentará mostrar la culminación de su lucha, diseñando y luego siguiendo una especie de vía de escape que vislumbra y con la que amplía el estrecho espacio donde las fuerzas del mal intentan coartarle para aniquilarle.

Inventa y señala esa otra dimensión del ser y del tiempo, única capaz de redimir la vida del aplanamiento de los propios deseos y necesidades, también de los propios instintos, que se transforma fácilmente en violencia contra los demás. Al entregarse en la mansedumbre, Jesús muestra no que la vida no tiene sentido, sino que tiene una dimensión ulterior respecto a la que estamos acostumbrados a ver: la dimensión de la eternidad, que no quita nada a la historia, sino que la humaniza haciéndonos intuir su dimensión escondida, esa otra parte de la realidad que da a los pensamientos que habitan en el ser humano la posibilidad de ser vividos para el bien y no para el mal.

Pero ¿qué sentido puede tener todo esto y qué ayuda puede ser en los tiempos complejos y difíciles, no exentos de elementos dramáticos y trágicos, en los que vivimos?

Puede recordarnos el punto desde el cual podemos reiniciar nuestra lucha por seguir siendo humanos: cuestionando los pensamientos que habitan en nuestro corazón y exponiéndolos a la luz de las Escrituras.

Nuestras” batallas o combates, pequeños y grandes, entre individuos y entre pueblos, son siempre el resultado de una falta de vigilancia sobre los pensamientos que habitan en el corazón de nosotros, los seres humanos, de aspiraciones que se transforman en delirios, de deseos o necesidades que se convierten en absolutos, de ilusiones y sueños que se transforman en ensoñaciones, espejismos, quimeras…

La Cuaresma y la Pascua nos recuerdan la necesidad de plantearnos siempre, sin cansarnos nunca, como individuos y como sociedad, estas sencillas preguntas: ¿Qué dejamos que nos domine? ¿Qué deseos tenemos en nuestro corazón?

Y luego, de nuevo: ¿En qué espacios reducimos nuestros horizontes? ¿Somos capaces de percibir la otra dimensión del tiempo y de la historia, esencial para desactivar el poder, tantas veces inhumanos, que se esconde en nuestros pensamientos, sentimientos,  actitudes…?

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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Miércoles de Ceniza

Miércoles, 5 de marzo de 2025
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Hoy, miércoles de Ceniza, cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”“Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús.

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“Recuerda que eres polvo” ¡y algo más!
¡Ayuna del ayuno! ¡Sal del miedo!
¡Rasga las vestiduras… de los demás!
¡Echarte todavía más ceniza, no puedo!

*

Pedro Casaldáliga
Clamor Elemental.
Editorial Sígueme, 1971

Miercoles de Ceniza

 

 

Para mí, Señor, no es necesario el Miércoles de Ceniza
porque ni un solo día de la semana me olvido
de que fui barro en tu mano.
Y lo único que realmente necesito es que no lo olvides Tú

*

Dulce María Loynaz
Poema LXXXIX

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***

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

+ Cuidad de no practicar vuestra «justicia« para que os vean los hombres, porque entonces vuestro Padre celestial no os recompensará. Por eso, cuando des limosna, no vayas pregonándolo, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los alaben los hombres. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.

Cuando ayunéis, no andéis cariacontecidos como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que la gente vea que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, de modo que nadie note tu ayuno, excepto tu Padre, que ve en lo escondido. Y tu Padre, que ve hasta lo más escondido, te premiará.

*

Mateo 6,1-6.16-18

***

Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].

El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.

La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.

*

K. Ware,
Diré Dios hoy. El camino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim).

***

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“Miércoles de ceniza”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Miércoles, 5 de marzo de 2025
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cuaresma_portada_01De su blog Kristau alternatiba (Alternativa cristiana):

Dos artículos para reflexionar ante el tiempo fuerte que comenzamos hoy…

Ha vuelto el tiempo de Cuaresma, cuarenta días que los cristianos podemos vivir como un «tiempo especial», un tiempo propicio, un tiempo de retorno al Señor.

San Benito, en su Regla, escribe que toda la vida del monje debe ser una gran Cuaresma: es decir, toda la vida debe estar comprometida con la conversión, pero en realidad, tanto para los monjes como para los cristianos comunes, sigue siendo casi imposible vivir constantemente en el ejercicio de esta tensión espiritual.

La conversión nunca es un acontecimiento que sucede de una vez por todas, sino que es un dinamismo que debemos renovar en cada edad, en cada estación, cada día de nuestra existencia. Sí, porque aflojamos nuestras fuerzas, nos cansamos, somos presa de la confusión y de la conciencia de nuestra debilidad, estamos habitados por impulsos que nos hacen caer y contradecir nuestro camino hacia el Señor. No somos capaces de vivir siempre una existencia pascual: la inconstancia, la costumbre, la rutina nos lo impiden.

He aquí pues el tiempo propicio de la Cuaresma, tiempo de «ejercicios cristianos», tiempo en el que intensificamos ciertas acciones y retomamos algunas actitudes que, repetidas con particular atención y fuerza, nos permiten desarrollar, confirmar y aumentar nuestras respuestas a las exigencias del seguimiento cristiano.

Es cierto que la Cuaresma es, o más bien debería ser, vivida por los cristianos, pero sigo convencido de que lo que es auténticamente cristiano es también auténticamente humano y, por tanto, concierne a todos los seres humanos, independientemente de su fe.

Esta constatación puede parecer extraña a muchos, pero en realidad, precisamente porque también los no creyentes tienen una vida interior, son capaces de una vida humanizadora y la buscan, el tiempo de Cuaresma puede decirles algo también a ellos.

A veces me sorprende cómo la gente se interesa y casi quiere participar en el Ramadán musulmán, mientras que no les interesa e incluso les molesta la mera mención de la Cuaresma cristiana.

¿Depende quizás, también en este caso, de la incapacidad de los cristianos de comunicar el significado de su experiencia de fe? 

Sin embargo, las instancias que presiden la Cuaresma están al servicio del hombre, son una ayuda para que el hombre pueda hacer de su propia vida una obra de arte. No pocas veces he meditado sobre la Cuaresma, destacando ante todo las necesidades de la oración y del ayuno, pero ahora quisiera detenerme en otros «ejercicios», empezando por el de volver a lo esencial de la vida humana: se trata de redescubrir la libertad a través del desapego de muchas cosas que no son necesarias sino que resultan engorrosas para nuestra vida, como la hiedra que asfixia las plantas o los líquenes que desmoronan las rocas.

La Cuaresma puede ser un tiempo subversivo en el que simplificar la vida: en una sociedad como la nuestra, en la que prevalece el culto al yo, descentralizarse en las relaciones cotidianas con los demás y con las cosas, quitarse las máscaras, romper la costra que cierra nuestro corazón es un ejercicio de humanización al que nadie debe rechazar.

En esto también hay un ejercicio de autenticidad, de verdad sobre uno mismo. Vivimos en una sociedad donde lo que cuenta es lo que se ve, lo que aparece, una sociedad que se fija más en los objetivos a perseguir que en el estilo y los medios utilizados para alcanzarlos.

Se hace entonces necesario plantearnos una pregunta: ¿por qué hacemos determinadas cosas, especialmente por qué realizamos acciones consideradas buenas? ¿Ser visto, conseguir consenso, recibir aplausos? Para nosotros los cristianos, las palabras de Jesús resuenan a menudo durante la Cuaresma: “Vuestro Padre ve en lo secreto… No seáis como los que hacen alarde de su piedad… No imitéis a los hipócritas… No exijáis a los demás lo que no hacéis… No impongáis a los demás cargas que no podáis levantar con un dedo…”.

¿Pero no se aplican estas advertencias a todo el mundo? ¿No son estas palabras ricas en enseñanza y sabiduría humana?

Sí, el tiempo de Cuaresma y sus «prácticas» no levantan un muro entre cristianos y no cristianos, sino que podrían ofrecer más bien una invitación a emprender una dirección común: conozco alguna familia en la que sólo uno de los cónyuges es creyente y cristiano practicante pero en las que ambos deciden realizar juntos durante la Cuaresma algunos «ejercicios» en vista de la autenticidad de las relaciones, de la simplificación de la vida, de la actitud hacia los demás…

Esta convergencia puede contribuir también a una humanización personal y familiar, aportando un gran bien a todos: es necesario coraje, ciertamente, pero los creyentes – seguros de que Dios ve en el secreto de los corazones – nos atrevemos a ofrecer a los no creyentes la posibilidad de que recorramos juntos los caminos de un humanismo de autenticidad para una mejor calidad de vida.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Es miércoles de ceniza

Cada año vuelve la Cuaresma, un tiempo pleno de cuarenta días que los cristianos deben vivir juntos como tiempo de conversión, de retorno a Dios.

Los cristianos deben vivir siempre la lucha contra los ídolos seductores, es siempre el tiempo favorable para acoger la gracia y la misericordia del Señor, pero la Iglesia -que en su inteligencia conoce la incapacidad de nuestra humanidad para vivir con fuerte tensión el camino cotidiano hacia el Reino- pide que haya un tiempo preciso que se desprenda de la vida cotidiana, un tiempo “otro”, un tiempo fuerte en el que converjan en el esfuerzo de conversión la mayor parte de las energías que cada uno posee.

Y la Iglesia pide que esto sea vivido simultáneamente por todos los cristianos, es decir, que sea un esfuerzo hecho todos juntos, en comunión y solidaridad. Por tanto, son cuarenta días para el retorno a Dios, para el rechazo de los ídolos seductores pero alienantes, para un mayor conocimiento de la infinita misericordia del Señor.

La conversión, de hecho, no es un acontecimiento que sucede de una vez para siempre, sino que es un dinamismo que debe renovarse en los diversos momentos de la existencia, en las diversas edades, especialmente cuando el paso del tiempo puede inducir en el cristiano una adaptación a la mundanidad, un cansancio, una pérdida del sentido y de la finalidad de la propia vocación que lo lleva a vivir la fe en la esquizofrenia.

Sí, la Cuaresma es un tiempo para redescubrir la propia verdad y autenticidad, incluso antes de ser un tiempo de penitencia: no es un tiempo para “hacer” alguna obra particular de caridad o de mortificación, sino un tiempo para redescubrir la verdad del propio ser.

Jesús dice que también los hipócritas ayunan, también los hipócritas hacen la caridad (cf. Mt 6,1-6.16-18): precisamente por esto es necesario unificar la vida ante Dios y ordenar el fin y los medios de la vida cristiana, sin confundirlos.

La Cuaresma quiere revivir los cuarenta años de Israel en el desierto, guiando al creyente al autoconocimiento, es decir, al conocimiento de lo que el Señor del creyente ya sabe: un conocimiento que no se hace a partir de una introspección psicológica, sino que encuentra luz y orientación en la Palabra de Dios.

Como Jesús luchó y derrotó al tentador durante cuarenta días en el desierto gracias a la fuerza de la Palabra de Dios (cf. Mt 4,1-11), así el cristiano está llamado a escuchar, leer y orar con mayor intensidad y asiduidad –en la soledad como en la liturgia– la Palabra de Dios contenida en las Escrituras.

La lucha de Jesús en el desierto se vuelve entonces verdaderamente ejemplar y, luchando contra los ídolos, el cristiano deja de hacer el mal que está acostumbrado a hacer y comienza a hacer el bien que no hace. Surge así la “diferencia cristiana”, aquello que constituye al cristiano y lo hace elocuente en compañía de los hombres, lo capacita para mostrar el Evangelio vivido, hecho carne y vida.

El Miércoles de Ceniza marca el inicio de este tiempo favorable y de gracia que es la Cuaresma, y se caracteriza, como su nombre lo indica, por la imposición de la ceniza sobre la cabeza de cada cristiano.

Un gesto que quizá hoy no se entiende siempre pero que, si se explica y se entiende, puede ser más eficaz que las palabras para transmitir una verdad.

La ceniza, de hecho, es el fruto del fuego ardiente, contiene el símbolo de la purificación, constituye una referencia a la condición de nuestro cuerpo que, después de la muerte, se descompone y se convierte en polvo: sí, como un árbol frondoso, una vez cortado y quemado, se convierte en ceniza, así sucede con nuestro cuerpo devuelto a la tierra, pero esa ceniza está destinada a la resurrección.

El simbolismo de la ceniza es rico y ya es conocido en el Antiguo Testamento y en la oración judía: rociar la cabeza con ceniza es signo de penitencia, de deseo de cambio a través de la prueba, del crisol, del fuego purificador.

Naturalmente se trata sólo de un signo, que quiere significar un auténtico acontecimiento espiritual vivido en la vida cotidiana del cristiano: la conversión y el arrepentimiento del corazón contrito.

Pero precisamente esta cualidad de signo, de gesto, si se vive con convicción e invocando al Espíritu, puede imprimirse en el cuerpo, en el corazón y en el espíritu del cristiano, favoreciendo así el acontecimiento de la conversión.

En un tiempo, en el rito de la imposición de la ceniza, se recordaba al cristiano ante todo su condición de hombre tomado de la tierra y vuelto a la tierra, según la palabra del Señor dirigida a Adán pecador (cf. Gn 3, 19).

Hoy el rito se ha enriquecido de significado. De hecho la palabra que acompaña el gesto puede ser también la invitación hecha por Juan el Bautista y por el mismo Jesús al inicio de su predicación: “Convertíos y creed en el Evangelio”…

Sí, recibir la ceniza significa tomar conciencia de que el fuego del amor de Dios consume nuestro pecadoAcoger las cenizas en nuestras manos significa percibir que el peso de nuestros pecados, consumidos por la misericordia de Dios, es poco peso.

Mirar esas cenizas significa reconfirmar nuestra fe pascual: seremos cenizas, pero destinados a la resurrecciónSí, en nuestra Pascua nuestra carne resucitará y la misericordia de Dios como fuego consumirá nuestros pecados en la muerte.

Al vivir el Miércoles de Ceniza, los cristianos no hacen otra cosa que reafirmar su fe en la reconciliación con Dios en Cristo, su esperanza de resucitar un día con Cristo para la vida eterna, su vocación a la caridad que nunca terminará. El Miércoles de Ceniza es el anuncio de la Pascua para cada uno de nosotros.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

 

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“ Cuaresma: oportunidad de repensar nuestra fe”, por Consuelo Vélez

Miércoles, 5 de marzo de 2025
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De su blog Fe y Vida:

El 5 de marzo se inicia cuaresma con la celebración del miércoles de ceniza. Es un tiempo de preparación para conmemorar el acontecimiento fundamental de nuestra fe: la muerte y la resurrección de Jesús. Convendría repensar el significado de este día para vivir este tiempo con más conciencia, pero, sobre todo, para que pueda dar más fruto en nuestra vida.

En algunos lugares ha crecido el número de personas que acuden a la imposición de la ceniza. Sin embargo, si preguntáramos por el sentido de lo que están haciendo, bastantes personas responderían que lo hacen buscando una protección o una bendición de Dios, pero desconocen el verdadero significado de este sacramental. En realidad, hay muchas búsquedas espirituales que responden a la necesidad de solución de los problemas que viven las personas y no importa si el rito lo ofrece la iglesia católica o cualquier otra confesión de fe. Lo que interesa es participar de algo que les fortalezca, los anime, les ayude a afrontar lo que viven. Todo esto es legítimo, necesario y si ayuda a las personas, es importante respetarlo. Pero vale la pena reflexionar sobre lo que celebramos los cristianos para saber “dar razón de nuestra fe” (1 Pe 3, 15-16).

Cuaresma, etimológicamente viene de la palabra latina, cuadragesima, señalando así los cuarenta días que faltan para celebrar el misterio pascual. Es tiempo de preparación, conversión, reflexión sobre el núcleo de nuestra fe y sus consecuencias para la vida. Es tiempo de preguntarse en qué creemos, por qué creemos, cómo ser consecuentes con lo que creemos, cómo podríamos dar testimonio más claro de lo que creemos.

Los cristianos creemos en la encarnación de nuestro Dios en Jesús y, en consecuencia, creemos en sus palabras y obras. Jesús nos comunicó con su vida lo que Dios desea de la humanidad y el camino para realizarnos plenamente en el amor, construyendo un mundo justo y en paz, entre los seres humanos y con la creación. Por tanto, la conversión a la que nos invita este tiempo de cuaresma no se puede quedar en algún ayuno o abstinencia o en la participación litúrgica. La conversión, a la que se nos llama, supone contrastarnos con la persona de Jesús y ver si nuestra vida ha asumido sus valores y los pone en práctica.

Las preguntas que convendría hacerse podrían ser, por ejemplo, por la imagen de Dios que tenemos. Vivimos y anunciamos al Dios de Jesús, ese Dios misericordioso con toda la humanidad, ¿sin ninguna exclusión para ninguno de sus hijos? En sociedades como las nuestras donde se da tanta exclusión por razón de etnia, de género, de condición social y, como hemos visto en algunos países, en razón de su condición de migrante, cuaresma nos invita a dar un testimonio muy claro y decidido por la inclusión de todos los seres humanos, estando atentos a cualquier condición que atente contra la dignidad humana, con voz profética para denunciarla y buscar caminos de integración.

Otra pregunta que podríamos hacernos va en la línea de la praxis de Jesús. Un Jesús libre de la Ley cuando ella atenta contra los seres humanos, libre del Templo cuando este no es liberador sino mediación de ritos externos, libre del tener para vivir la solidaridad, libre del poder, practicando el servicio, libre de las búsquedas personales para construir el bien común. ¿Es nuestra fe generadora de libertad o nos encierra en legalismos, fundamentalismos, escrúpulos, vanaglorias? En tiempos donde crecen las posturas tradicionalistas se necesita vivir una experiencia de fe que libere, permitiendo entender los signos de los tiempos y responder a ellos.

Muy importante es preguntarnos sobre la dimensión social y política de la fe. Las experiencias religiosas han de ser para la vida, para la construcción de sociedades más justas y en paz, para realizar obras de misericordia y solidaridad que actualicen para el presente, la vivencia de las primeras comunidades cristianas. No debería pasarnos lo que relata la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) de dejar a los caídos en el camino por “no mancharse” para cumplir con la purificación ritual o permanecer indiferentes ante la realidad de los hermanos porque se tiene prisa con el cumplimiento de los oficios religiosos. Nuestra conciencia socio política ha de ser lúcida, siempre apoyando las políticas que garanticen la justicia para todos y rechazando aquellas políticas que se centran en el lucro y la ganancia, sin importar las consecuencias humanas y ambientales de tales propuestas. En este último sentido, preguntarnos por la responsabilidad ecológica, es imprescindible. Hemos ido tomando más conciencia de que la salvación de nuestro Dios no es solo para la humanidad sino para toda la creación, pero dependerá de nuestro cuidado y capacidad de vivir en armonía con ella, sin depredarla y extinguirla.

Tenemos cuarenta días por delante para pensar en estas cuestiones o en muchas otras que pueden surgir en el corazón de cada uno. No dejemos pasar esta oportunidad que nos brinda el ciclo litúrgico de tomar el pulso de nuestra fe y reorientar la marcha. En eso consiste la conversión y se nos invita a vivirla en este tiempo. Por supuesto, con mucha “esperanza, como lo ha señalado el Papa al invitarnos a vivir el Jubileo de la esperanza, sabiendo que por parte de Dios está todo dado y depende solo de nuestra generosidad que su amor hacia la humanidad se haga real y palpable en el mundo que vivimos.

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“Jubileo: tiempo de paciencia”, por Gabriel María Otalora

Miércoles, 5 de marzo de 2025
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De su blog Punto de Encuentro:

Ante el torbellino de noticias y acontecimientos que cada día nos sobresaltan e inquietan, los cristianos atesoramos una actitud que vivimos como si la hubiéramos arrinconado, y es la hora de desempolvar: la paciencia. Pero como buena virtud que es, no tiene que ver con la parsimonia del pánfilo, de quien ve pasar la vida como la vaca mirando al tren. Es hora de rearmarnos contra el frenesí que desasosiega lo cotidiano mientras encubre falta de esperanza.

Nos hemos contaminado de la sociología de las prisas que aportan muy poco fundamento en esta sociedad que impulsa constantemente a desearlo todo y obtenerlo de manera instantánea logrando así una profunda insatisfacción a medio plazo. Ante esta realidad, se torna fundamental revalorizar la mejor versión de la paciencia, es decir, la que nos enseña a vivir con esperanza. Esperar para un cristiano es saber, y el que sabe, espera. Ahora que estamos metidos en medio del  Jubileo, es tiempo de valorar la profunda conexión entre paciencia y esperanza. El Jubileo es una invitación a la conversión personal y a la reconciliación con Dios y con los demás. En la espera activa y esperanzada en donde encontramos la fortaleza para vivir en medio de la incertidumbre actual, tratando de construir un presente que dé sentido al futuro.

Tener un sentido en la vida es cosa grande, algo que anhelan muchos seres humanos desnortados en medio de esta cultura de la prisas. Tengo la impresión de que nos ven a los cristianos, desde fuera, derrochando nuestra fe, pasivos e inactivos ante el infortunio que trasladan las noticias. La paciencia en estos tiempos es un buen camino espiritual capaz de activar una paz profunda mientras transitamos por las estrecheces de lo cotidiano, confiados y atentos a la acción de Dios que se manifiesta en el susurro, como a Elías, tras el estrépito de volcanes y vendavales. Y en la frágil llamada a Samuel, quien no es capaz al principio de reconocer la llamada de Dios. De ahí lo de paciencia “activa”. Es lo que Jacqueline Kellen llama “la grandeza de la espera que teje toda la existencia y eleva a los humanos hacia lo alto”. Es la actitud necesaria hoy para descubrir la gratuidad de los bienes más preciados a nuestra disposición frente al activismo y a la avidez.

La paciencia entendida como una “una floración de la espera”, representa dejar de lado lo inconsistente y lo efímero, asegura J. Kellen. Es más, dicha actitud requiere firmeza, pues requiere el esfuerzo a contracorriente, tantas veces, para resistir sin aceptar resignadamente la foto social de que todo es inconsistente o materialista. Así, la invitación del Papa a vivir un año de gracia, de misericordia, viene muy bien para recordarnos lo que es el amor por excelencia. Y cuando hay amor de por medio, la esperanza revive pronto. Y los demás lo notan, es una forma de testimonio, de evangelizar.

En este año jubilar en curso, conjuguemos paciencia, espera, esperanza; trabajo interior que acoge ahora la Cuaresma como un impulso especial de vivencia teologal entre quienes viven de otra manera: fe, esperanza, amor. Este tiempo jubilar es una invitación a la conversión personal y a la reconciliación con Dios y con los demás, profundizando en la vida de oración y de amor hacia los demás. Cuántas personas ansían experimentar la fe que tenemos mientras ven adormecidos de nuesytros talentos espirituales que tenemos cuando comentamos qué aburrida es la Cuaresma.

Seamos, pues, testigos de vida esperanzada y comprometida especialmente con los más necesitados. Es el objetivo de toda Cuaresma y de este Jubileo 2025, que puede parecer algo anacrónico, pero como invitación papal es bien actual y necesaria. Somos sembradores, tengamos paciencia.

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