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Lo importante es el fruto.

Domingo, 23 de marzo de 2025

higueraLc 13, 1-9

«Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro…»

Una de las parábolas clave para entender los criterios de Jesús es la del fariseo y el publicano. El fariseo da gracias a Dios por ser como es y ni siquiera se atribuye el mérito de ser así… pero el autor nos dice que no alcanzó la justificación que buscaba. Y nos preguntamos: ¿Cómo puede una oración de acción de gracias de un hombre justo no ser grata a Dios?

Parece una parábola paradójica, pero la explicación es muy sencilla: el fariseo había recibido mucho y se había quedado con todo. Pensaba que las virtudes con las que Dios le había favorecido eran parte de su Haber, cuando en realidad formaban parte de su Debe. Las había recibido para dar fruto y, según el sentido de la parábola, no lo había dado. Recuerdo decir a Ruiz de Galarreta: «Me preocupan más mis virtudes que mis pecados», y es lógico, porque el pecado es consustancial a nosotros, pero las virtudes –los talentos– las hemos recibido para compartirlas.

El espíritu de Dios solo se puede manifestar en nuestro mundo si está encarnado, y esto significa que en él no puede haber amor, sino personas que amen y sean amadas, ni puede haber misericordia, sino personas misericordiosas. El amor, la misericordia, la tolerancia o la simpatía, solo pueden darse en las personas; solo pueden darse encarnados. Y eso implica que si yo he recibido sabiduría, empatía o cualquier otro talento, es para que haya sabiduría y empatía en el mundo; y no me los puedo guardar para mí solo, sino que deben dar fruto.

Los frutos que Dios espera de nosotros son los derivados del amor; reflejo directo de su amor. Pablo manifiesta esta idea de forma magistral en su primera carta a Corintios: «Si me falta el amor de nada me sirve… si no tengo amor nada soy». Conocer a Jesús, ahondar en su mensaje, guardar los mandamientos, pertenecer a la Iglesia, participar en sus ritos o frecuentar sus sacramentos, de nada me sirve si no amo y si ese amor no da fruto.

Los frutos del amor son la entrega, la fraternidad, la solidaridad, el desprendimiento, la misericordia, la tolerancia, la ayuda mutua… pues son el modo que tenemos los seres humanos de contribuir a la obra de Dios; es decir, de generar humanidad en torno nuestro y llevar la creación a plenitud.

Una cosa más; y ésta anecdótica. Si leemos la parábola de la higuera como si fuese una alegoría –cosa que no viene al caso porque rara vez las parábolas de Jesús tienen carácter alegórico–, ¿con quién identificaríamos a Dios; con el amo que quiere arrancarla… o con el viñador que quiere seguir abonándola un año más para darle otra oportunidad?…

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

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¿Dar otra oportunidad? ¿En qué Dios creemos?

Domingo, 23 de marzo de 2025

the-sower-webLc 13, 1-9

Lucas 13, 1-9

Estábamos a punto de empezar a comer. Habíamos invitado a María de Magdala, nuestra vecina. Desde que era discípula de Jesús de Nazaret, nos gustaba hablar con ella, porque nos transmitía la buena noticia del Maestro con pasión.

Tras la bendición de los alimentos, mi padre nos dijo:

– Voy a cortar la higuera que tenemos en la viña. A pesar de haberla cuidado, no ha dado fruto estos tres últimos años. Hoy no he encontrado ni un solo higo en sus ramas.

María le respondió:

– Dale otra oportunidad. Yo misma iré a cuidarla, cavaré bien el alcorque y llevaré basura del establo. Por favor, dale esa oportunidad, en lugar de cortarla.

– ¿Para qué vamos a perder el tiempo, si no merece la pena? -replicó mi padre.

– Porque, desde que he conocido al Maestro he entendido la importancia de dar más oportunidades. No digo una, ni dos, sino dar hasta 70 veces 7. Así nos lo explicó hace poco, al hablarnos del perdón. Jesús hizo eso conmigo y he nacido de nuevo, lo mismo que Nicodemo; también están renaciendo muchos hombres y mujeres que estaban tirados en las cunetas de la vida.

Nos quedamos en silencio. María siempre hablaba desde las entrañas. El ejemplo de la higuera solo había sido un pretexto para compartir ese fuego que llevaba en su interior. Poco después, mi padre sacó un tema difícil, que era la comidilla de la aldea.

– María ¿qué nos dices del último escándalo que ha provocado Jesús? Todos sabemos que unos galileos cometieron un grave pecado, al ofrecer sacrificios, porque lo tenemos prohibido. Es normal que lo pagaran con la muerte. Habían ofendido a Dios, y Pilato se encargó de que los ejecutaran. Las culpas se pagan.

María se entristeció. Movía la cabeza hacia los lados y nos miraba como diciendo: no entendéis nada. Con la voz rota por el dolor nos dijo:

– ¿En qué Dios creemos? ¿Está Yahvé con el hacha levantada, para quitarnos la vida cuando pecamos? ¿Nos ha creado para vivir como hijos e hijas amados, o para castigarnos con la muerte cuando hacemos el mal? ¿Es castigo de Dios que se caiga una torre y nos pille debajo? ¿Es castigo que se desborde el río y nos ahoguemos? El Maestro nos invita continuamente a la conversión, a que cambiemos de camino cuando nuestros pasos están equivocados. Nos invita a cambiar de mentalidad cuando juzgamos a los demás. Nos invita a revestirnos de misericordia. Lleva tres años predicando lo mismo, pero… ¡tenemos los oídos tapados y el corazón endurecido!

Mi madre asentía con la cabeza. Ella rezumaba misericordia y entendía bien a María; eran grandes amigas. Mi padre y mis hermanos insistían en que las culpas se pagan y Dios se encarga de cobrarlas cada día.

Cuando acabamos de comer, María, con mucha sencillez y convencimiento nos dijo:

– Para entender al Maestro hay que intentar vivir lo que nos dice. Es verdad que nos causa escándalo, porque sus palabras son como una medicina amarga: es difícil de tragar, pero nos cura la enfermedad. Quizá nuestro interior está tan seco y enfermo como el de la higuera. La diferencia está en que Dios no deja de darnos oportunidades…, y nosotros, en cambio, tenemos preparada el hacha para cortar lo que no da los frutos que esperamos, aunque sea en la familia o en el vecindario.

Por la noche, antes de apagar el candil, seguí dando vueltas a las palabras de Magdalena. Y decidí que ya era hora de ir a conocer personalmente al Maestro. Tenía la esperanza de que, con el tiempo, pudiera llegar a decir lo mismo que Job: De oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos”.

Sí, las palabras de Jesús son una medicina amarga. Y veinte siglos después, preferimos sustituirla por “caramelos”, que nos endulzan la vida y nos dejan la conciencia tranquila. O por ritos arcaicos, sin plantearnos si nos ayudan a convertirnos. O por cantos religiosos, que contradicen el mensaje del evangelio, pero vamos pasando de generación en generación.

El mundo va dando pasos hacia el rearme. Muchos “mesías” utilizan el miedo como moneda, para comprar voluntades y sumisión, a costa de la justicia y la paz. En este contexto, oímos una vez más la llamada a la conversión que nos dirige Jesús. Hoy nos da una nueva oportunidad. ¿Necesitaremos 70 veces 7, para convertirnos?

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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Ni moralismo ni amenazas.

Domingo, 23 de marzo de 2025

IMG_0405Comentario al evangelio del domingo 23 marzo 2025

Lc 13, 1-9

Hemos crecido en una cultura tan marcada por la creencia en la culpa y en el castigo que, sin dificultad, hemos asumido, con ella, la actitud moralista y, en el terreno específicamente religioso, la idea de un dios que amenaza y castiga cuando no se cumple lo mandado.

Culpa, castigo, moralismo y amenaza tienen mucho en común: son creencias que giran en torno al ego -al que, aunque parezca paradójico, tratan de sostener-, partiendo de la idea de que el ser humano no es fiable y carece de guía interna adecuada que oriente su comportamiento. En consecuencia -sostiene esa visión-, necesita que le marquen lo que “debe” hacer, y que ese “debería” vaya acompañado de una advertencia que busque mantenerlo en el temor. Ese sería el papel de la culpa, de la amenaza y del castigo.

En la práctica, tal visión da como resultado la artificiosa división de los humanos entre “autoridad” -que se arroga el poder de imponer las normas- y “súbditos” -obligados a resignarse y obedecer lo ordenado-.

Y algo todavía más grave: esa visión se sostiene en una concepción radicalmente negativa del ser humano -una antropología sumamente pesimista, que ve a la persona esencialmente inclinada al mal-, a la vez que alienta un comportamiento tan egoico como artificioso: el ego se ve empeñado en hacer algo, por la simple razón de que “debe” hacerse.

Me parece urgente desmontar todas esas creencias tan falsas y engañosas como dañinas:

  • la creencia en la culpa,
  • la creencia en el castigo como medio de “mejorar” a la persona,
  • la creencia en la amenaza como medio para lograr objetivos saludables,
  • la creencia en la idea de que el comportamiento humano ha de estar marcado por el “debería”.

Tales creencias no solo se revelan radicalmente falsas, sino que siguen fortaleciendo una mirada distorsionada sobre la persona, marcada por la desconfianza básica y el moralismo autómata.

Alguien podrá argüir que la vida en sociedad requiere la amenaza para quienes pudieran constituir un peligro para la misma. Y que será necesario aislar o recluir a esas personas. Pero eso puede hacerse desde la prevención, sin potenciar la amenaza, ni el castigo, ni la culpa.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Señor, no te canses de mí, ten paciencia conmigo .

Domingo, 23 de marzo de 2025

Miracleofthefig-620x560Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- La vida tiempo de siembra.

        Poco a poco nos vamos adentrando en la cuaresma y, también, poco a poco, seguimos caminando por la vida.

        La vida es tiempo de siembra.

Dice el salmo 125: Al ir iban llorando llevando la semilla. Llegaremos a la Pascua  y algún día llegaremos a la Pascua definitiva-: al volver vuelven cantando trayendo las gavillas

        La vida es tiempo de desierto, de camino, de siembra.

        Al mismo tiempo la cuaresma es tiempo de conversión…

A lo largo de en nuestra vida hemos comenzado muchas cuaresmas, muchos advientos, hemos hecho muchos Ejercicios espirituales, muchos retiros… Lo hemos intentado mil veces, pero hemos conseguido poco. Como la higuera del evangelio, no damos fruto…

        ¿La historia de nuestra conversión es la historia de nuestro fracaso?

02.- Paciencia histórica.

        Aquella higuera del evangelio no daba fruto. Quizás como nosotros. Pero ello no ha de ser motivo de desesperanza sino de paciencia. En la vida hemos de tener paciencia histórica con nosotros mismos y con los demás.

        El buen labrador del Evangelio le dice al dueño de la tierra: espera un poco: yo cavaré, cuidaré de la higuera, espera, verás que el año que viene puede dar fruto.

        En otra parábola del evangelio -la del trigo y la cizaña, (Mt 13, 24-52)- el Padre, dice a los labradores: no os precipitéis en arrancar la cizaña, tened paciencia hasta el final.

        Dios tiene una paciencia infinita con nosotros.

        Para Dios nadie es un fracasado en esta vida. Dios Padre tiene paciencia para esperar a todos los hijos pródigos que vamos pasando por la historia. Ante Dios Padre no somos “des-graciados”, todos y siempre estamos en su gracia, en su amor.

        La historia del ser humano está llena de fracasos, pero todos  acontecen en la misericordia y paciencia de Dios.

        Tengamos paciencia con nosotros mismos y con los demás.

        Dios tiene una paciencia infinita con la humanidad y sabe soportar nuestras continuas infidelidades, incluso cuando en nuestro campo se entremezcla la cizaña y el trigo.

Quizás nuestra oración pudiera ser:

Señor, no te canses de mí, ten paciencia conmigo.

03.- Yo soy el que soy.

        En la primera lectura (Éxodo) hemos escuchado la pregunta que Moisés le hace a Dios: ¿Quién le digo al pueblo que eres Tú? Dios le dice: Yo soy el que soy.

        Moisés y los israelitas han salido y vienen de la esclavitud del faraón de Egipto. Dios se les presenta como liberador.

        Israel  cree -fe- en un Dios liberador.

        En la historia hay mucho faraón suelto: político, económico, religioso, eclesiástico, también hoy. Basta ver un telediario y algunas diócesis.

        El Dios de la Biblia, el Dios de Jesús es liberador de la historia, liberador de nuestros fracasos personales en la vida.

Señor, ten paciencia con nosotros.

 

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“En cuaresma: no dejemos pasar la ocasión de una verdadera conversión”, por Consuelo Vélez

Domingo, 23 de marzo de 2025

IMG_0437De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del III domingo de cuaresma (23-03-2025)

Jesús no pretende rebatir la doctrina de la retribución sino dejar claro que los acontecimientos negativos que pueden suceder no pasan porque los afectados sean más pecadores.

En ese sentido, todos están llamados a la conversión y nadie puede sentirse ajeno a ello.

El evangelio de hoy resulta bastante interpelante para los cristianos de hoy. ¿Dan los frutos esperados? ¿no han tenido el suficiente plazo para ello?

Son urgentes los frutos de la paz, la justicia social, la compasión, la solidaridad y tantas otras transformaciones que vendrían de una sincera conversión a los valores del Reino

En aquella ocasión se presentaron algunos a informarle acerca de unos galileos cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Él contestó:

¿Piensan que aquellos galileos, sufrieron todo eso porque eran más pecadores que los demás galileos? Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten, acabarán como ellos.  ¿O creen que aquellos dieciocho sobre los cuales se derrumbó la torre de Siloé y los mató, eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten acabarán como ellos. Y les propuso la siguiente parábola:

‘Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo al viñador: Hace tres años que vengo a buscar fruta en esta higuera y nunca encuentro nada. Córtala, que encima está malgastando la tierra. Él le contestó: Señor, déjala todavía este año; cavaré alrededor y la abonaré, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás’.

(Lc 13, 1-9)

Este texto, propio de Lucas, presenta a algunos que se acercan a Jesús a preguntarle sobre la suerte de los galileos asesinados por Pilatos en el santuario, lo cual daría a entender que por algún comportamiento negativo sufrieron esa muerte. Seguramente esa lectura proviene de la teoría de la retribución en la que se afirma que Dios hace bien a los buenos y castiga a los malos. En este caso, queda la inquietud si esa fue la razón de dicho asesinato. Pero Jesús no pretende rebatir dicha teoría sino mostrar, añadiendo otro ejemplo, el de la torre de Siloé que se derrumbo matando a 18 personas, que en ningún caso esos acontecimientos sucedieron porque ellos eran más pecadores. Lo que importa es entender la llamada a la conversión que es para todos y nadie puede considerarse mejor que los demás. La conversión es un tema frecuente en Lucas y, en este pasaje, así se muestra.

Para seguir profundizando en esas situaciones, Jesús ofrece la parábola de la higuera estéril que bien podría aludir a Israel que no acoge la palabra salvadora. El planteamiento de la parábola es lógico: si no da fruto, será mejor cortarla para no malgastar la tierra. Pero el viñador que cuida aquel campo, intercede por la higuera y le pide plazo en el cual intentará fortalecerla para que de fruto. El dueño de la tierra le da un año más, tiempo en el cual, si no da fruto, merecerá ser cortada. En continuidad con los dos ejemplos anteriores, el fruto que se espera es el de la conversión. Pero cuando llegue el tiempo, ya no podrá darse más espera.

Por lo tanto, el evangelio de hoy resulta bastante interpelante para los cristianos de hoy. ¿Dan los frutos esperados? ¿no han tenido el suficiente plazo para ello?Por parte de Dios siempre existe la generosidad de cavar alrededor y abonar a los suyos. Pero los plazos llegan y si los frutos no se recogen, no queda más que la esterilidad. Ojalá que no dejemos pasar las oportunidades que el Señor nos regala para una conversión que de frutos al mundo en que vivimos. Son urgentes los frutos de la paz, la justicia social, la compasión, la solidaridad y tantas otras transformaciones que vendrían de una sincera conversión a los valores del Reino. En esta cuaresma, no dejemos pasar la oportunidad de una verdadera conversión a este Dios que no se cansa de esperarnos.

(Foto tomada de: https://www.centrocristianodelavila.com/pensamiento/la-higuera-esteril.htm)

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“Dios es paciente”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 23 de marzo de 2025

higueraDe su blog Kristau Alternatiba (Alternativa cristiana):

Comentario a la lectura evangélica (Lucas 13,1-9) 

Caín arremete contra Abel, otra vez, todavía.

Y los civiles mueren. Y los niños. Y asedios como en la Edad Media, que llevaron a la gente al hambre y al frío. Y pesadilla nuclear. Y amenazas y fantasmas. Sombras.

¿Dónde está la belleza de Tabor? ¿Dónde está el Dios hermoso del que nos habló Jesús?

¿Dónde, por amor de Dios, si los hombres que profesan ser creyentes matan a hermanos creyentes?

Nuestra Cuaresma es desgarradora. De nuevos miedos, de pruebas muy duras.

Todo se destruye para afirmar principios, para mostrar músculos, una pelea entre machos alfa.

Pero ¿dónde está Dios al final?

¿Cómo podemos seguir creyendo en la salvación?

¿Cómo podemos tener esperanza?

Si

Si Dios es bueno ¿por qué el sufrimiento?

Si fuera un bastardo, un Moloch caprichoso e irritable, entonces podría entenderlo. Pero si creo en un Dios bueno y misericordioso, ¿por qué tengo que lidiar con el dolor? Sobre todo cuando, finalmente, dirijo mi vida hacia el Tabor, abro vislumbres de conversión y por tanto, de algún modo, ¿esperaría un poco más de un camino recto?

¿Es Dios un sádico?

Es tan bueno y amable, ¿pero no lo pongamos nervioso?

O bien sabe y no hace, y entonces es malo. O no lo sabe y por eso no está allí. O bien sabe y no puede y por lo tanto es inútil, argumentaban los filósofos griegos.

A lo largo de la historia, los autores bíblicos han dado diversas respuestas que buscaban, de alguna manera, salvaguardar a Dios, terminando por masacrar al hombre.

La síntesis del razonamiento fue: si sufrís es porque habéis transgredido las indicaciones divinas. En resumen: es vuestra culpa. ¿Y entonces el dolor de los inocentes?

Los rabinos habían decretado: los inocentes pagan los errores de sus padres.

¡El razonamiento va bien pero Dios sale realmente mal parado! Luego vino Job quien decretó que también los justos sufren y no sabemos por qué.

¡Qué respuestas!

Como si Dios no hubiera hablado en la magnífica página del Éxodo: Conozco el sufrimiento del pueblo.

Y envía a Moisés. ¡Qué mal negocio! De nosotros depende construir la paz. De mí.

Finalmente Jesús

Nos atormenta la idea de que el dolor y la desgracia tienen en último término su origen en Dios. Y, al final, pensamos que si alguien sufre una desgracia, es de alguna manera un castigo divino, o una advertencia muy clara.

¿Quién es el culpable de la muerte de los sepultados por el derrumbe de la torre de Siloé? ¿Y qué pasa con aquellos pobres desgraciados asesinados durante el culto por los soldados romanos?

La respuesta de Jesús es inquietante: no son sus pecados la causa de su muerte. Sino la inexperiencia del constructor y la violencia de los romanos. Hay razones simples de causa y efecto que explican gran parte del dolor que experimentamos. Como en toda guerra.

Nuestras elecciones, nuestros vértigos, la opresión de los seres humanos, nuestra codicia, la fugacidad del ser, el hecho de que somos criaturas frágiles.

Así es.

Pero, añade Jesús, aprovechad estos episodios para hacer cálculos, para comprender que la vida es corta e inestable, que es imprescindible encontrar lo esencial. Para convertiros. Jesús no ofrece respuestas, sino que indica un camino, ve el sufrimiento como una oportunidad.

Entiendo

Me rebelo dentro de mí, no quisiera sufrir, ¡nada más que historias! Pero al final me doy por vencido: no tengo todas las respuestas dentro de mí, no sé la razón del dolor, al menos el de los inocentes (¡mucho del sufrimiento que experimento lo he creado yo mismo!). Pero yo confío.

Sí, Señor, trato de tomar las inevitables dificultades de la vida no como un castigo sino como una oportunidad. Y no, no tienes nada contra mí en absoluto, no es broma.

A menudo me enojo conmigo mismo, y más raramente con los demás.

Y Tú no eres el asegurador de mi vida, yo no soy heterodirigido, yo no soy un títere.

Soy yo quien debo construir un metro cuadrado de paz (en pensamientos, acciones, palabras) a partir de mi corazón que está en paz porque se descubre amado.

¡Qué alto vuela Jesús! ¡Cuánta dignidad encuentro en mí mismo!

Y además

El evangelista Lucas se atreve a ir más allá.

Dios es como el señor que sabe tener paciencia aunque la higuera esté estéril, aunque espera una cosecha abundante y no encuentra nada. En lugar de cortar la higuera y plantar otra, como haríamos nosotros, cava alrededor de ella y la fertiliza, esperando que dé fruto.

Dios es paciente, es un esperanzado incurable, siempre espera que podamos cambiar, dar lo mejor, florecer y dar fruto. ¡Cuántas vidas áridas encuentro! ¡Y cuánto corre el riesgo de secarse mi vida, a pesar de todos los cuidados que he recibido en estos largos años!

La Cuaresma se me da como una oportunidad para mirarme honestamente a mí mismo, para ver si los frutos que produzco son sabrosos o están aún verdes. Para ver si el cuidado que Dios me da me hace crecer lozano o si, más bien, corro el riesgo de encerrarme en mí mismo, alimentándome de la savia sólo para vegetar.

¡Es tan hermoso experimentar el cuidado de Dios!

Pero esto sólo lo podremos hacer si, como el domingo pasado, nuestra mirada se abre más allá de lo evidente, más allá de lo cotidiano.

Incluso el dolor puede entonces leerse desde una perspectiva diferente.

A pesar del sufrimiento, el Dios del que Jesús vino a hablar es bueno.

Y sólo tiene un deseo: que prosperemos.

Entonces el sufrimiento que experimentamos puede transformarse en un fertilizante que nos nutra con lo esencial.

Y convertir el mundo. Empezando, sin ir más lejos, por mí.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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Transformados en el desierto, confiando en las promesas de Dios

Lunes, 17 de marzo de 2025

IMG_0404Maxwell Kuzma

La reflexión de hoy es de nuestro invitado Maxwell Kuzma, un hombre transgénero que vive en una granja en Ohio y escribe sobre la intersección entre la identidad queer y la fe. Puedes seguirlo en Twitter @maxwellkuzma.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Segundo Domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy nos invitan a contemplar temas de transformación, discernimiento y fe en medio de la incertidumbre. Nos ayudan en nuestro camino espiritual, siempre lleno de altibajos, gozosa exuberancia y quietud desértica. Los católicos LGBTQ+ solemos ser especialmente sensibles al discernimiento espiritual sereno en nuestros caminos. La Cuaresma nos ofrece muchas ayudas.

En la lectura del Génesis, presenciamos la alianza de Dios con Abram, donde Dios le promete una descendencia tan numerosa como las estrellas. Esta promesa llega en medio de la incertidumbre para Abram, quien, aunque fiel, lucha por comprender plenamente cómo se cumplirán las promesas de Dios. Su pregunta: “¿Cómo sé que la poseeré?” refleja las dudas y preguntas que muchos de nosotros tenemos en nuestro camino espiritual.

IMG_0401Abraham y las estrellas’ de Waylon Smith.

Ante desafíos o períodos de duda, puede ser difícil confiar plenamente en los planes de Dios para nosotros. Al igual que Abram, muchos católicos LGBTQ+ enfrentamos momentos de incertidumbre y cuestionamiento, especialmente cuando nuestras experiencias de identidad y amor no siempre son plenamente comprendidas o aceptadas por la sociedad o la Iglesia. Sin embargo, la promesa de Dios a Abram nos recuerda que, incluso en medio de nuestras dudas y luchas, somos parte de una historia más grande. El pacto que Dios hizo con Abram no fue solo para él, sino para las generaciones venideras, y de igual manera, el amor y la fidelidad de Dios se extienden a todos, independientemente de nuestra identidad o experiencias. No estamos solos en nuestro camino; las promesas de Dios siguen siendo para nosotros, y estamos invitados a caminar con fe, incluso cuando el camino parezca incierto.

La respuesta al Salmo de hoy, «El Señor es mi luz y mi salvación», subraya aún más este tema de la confianza y la fe. En momentos de miedo u oscuridad, recordamos que Dios es nuestro guía y refugio. A través del discernimiento, apaciguamos nuestros miedos al detenernos y mirar hacia nuestro interior para escuchar la apacible voz de Dios.

Las personas LGBTQ+ de fe tienen una relación única con el discernimiento, una relación inusualmente profunda debido al autoconocimiento necesario para encontrarnos plenamente con Dios, tal como somos. A menudo nos sentimos marginados o excluidos, y este salmo nos asegura que Dios nos ve, nos conoce y siempre está con nosotros. Las palabras del salmista reflejan la importancia de esperar en el Señor con valentía y confianza. Al enfrentar desafíos sociales y personales, nos aferramos a la creencia de que el amor y la presencia de Dios nos guiarán en la oscuridad.

En la lectura de Filipenses, San Pablo insta a la comunidad a “mantenerse firmes en el Señor” e imitar a quienes viven según el ejemplo de Cristo. Es muy fácil sentirse desanimado o aislado cuando enfrentamos el rechazo o luchamos por reconciliar nuestra fe con nuestra identidad. Pero también sabemos que Cristo siempre está presente con los vulnerables y marginados. Incluso si todos nos alejaran, Cristo nos vería y estaría con nosotros.

IMG_0403Finalmente, el pasaje del Evangelio de Lucas narra la historia de la Transfiguración, donde Jesús revela su gloria divina a Pedro, Juan y Santiago en la cima de la montaña. Este momento de revelación divina nos recuerda quién es Jesús. La gloria de Dios no siempre es visible en la vida cotidiana, pero siempre está presente. Nosotros también estamos invitados a escuchar a Jesús, como nos ordena la voz desde la nube, y a confiar en la promesa de transformación que ofrece a todos.

Para las personas LGBTQ+, la Transfiguración también es una fuente de esperanza. Así como los discípulos presenciaron un destello de la gloria de Jesús, nosotros también estamos llamados a vernos a la luz del amor y la gloria de Dios. Esta luz brilla sobre todas las personas, independientemente de su identidad o origen. Nos llama a aceptar nuestro verdadero ser y a confiar en que, incluso en momentos difíciles, la gloria de Dios está presente y transformará nuestras vidas de maneras que no siempre podemos ver en el momento.

Al reflexionar sobre estas lecturas, recordamos que este tiempo de Cuaresma nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre nuestro propio camino espiritual, de mantenernos firmes en nuestra fe y de escuchar la voz de Jesús que nos llama a la transformación. Así como la fe de Abram fue contada como justicia y los discípulos vislumbraron la gloria divina, nosotros también estamos llamados a vivir con fe, confiando en que la alianza de Dios con nosotros es verdadera y que su luz nos guiará en cada momento de oscuridad e incertidumbre.

—Maxwell Kuzma, 16 de marzo de 2025

Para una reflexión guiada sobre el evangelio de hoy, consulta la entrega sobre la Transfiguración de Journeys, la serie de reflexiones bíblicas del Ministerio New Ways Ministry para personas LGBTQ+ y sus aliados.

 

Fuente New Ways Ministry

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“Vivir ante el misterio ”. 2 Cuaresma – C (Lucas 9,28-36)

Domingo, 16 de marzo de 2025

IMG_0334El hombre moderno comienza a experimentar la insatisfacción que produce en su corazón el vacío interior, la trivialidad de lo cotidiano, la superficialidad de nuestra sociedad, la incomunicación con el Misterio.

Son bastantes los que, a veces de manera vaga y confusa, otras de manera clara y palpable, sienten una decepción y un desencanto inconfesable frente a una sociedad que despersonaliza a las personas, las vacía interiormente y las incapacita para abrirse al Trascendente.

La trayectoria seguida por la humanidad es fácil de describir: ha ido aprendiendo a utilizar con una eficacia cada vez mayor el instrumento de su razón; ha ido acumulando un número cada vez mayor de datos; ha sistematizado sus conocimientos en ciencias cada vez más complejas; ha transformado las ciencias en técnicas cada vez más poderosas para dominar el mundo y la vida.

Este caminar apasionante a lo largo de los siglos tiene un riesgo. Inconscientemente hemos terminado por creer que la razón nos llevará a la liberación total. No aceptamos el Misterio. Y, sin embargo, el Misterio está presente en lo más profundo de nuestra existencia.

El ser humano quiere conocer y dominar todo. Pero no puede conocer y dominar ni su origen ni su destino último. Y lo más racional sería reconocer que estamos envueltos en algo que nos trasciende: hemos de movernos humildemente en un horizonte de Misterio.

En el mensaje de Jesús hay una invitación escandalosa para los oídos modernos: no todo se reduce a la razón. El ser humano ha de aprender a vivir ante el Misterio. Y el Misterio tiene un nombre: Dios, nuestro «Padre», que nos acoge y nos llama a vivir como hermanos.

Quizá nuestro mayor problema sea habernos incapacitado para orar y dialogar con un Padre. Estamos huérfanos y no acertamos a entendernos como hermanos. También hoy, en medio de nubes y oscuridad, se puede oír una voz que nos sigue llamando: «Este es mi hijo… Escuchadlo».

José Antonio Pagola

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“Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió” . Domingo 16 de marzo de 2025. Domingo 2º de Cuaresma (C)

Domingo, 16 de marzo de 2025

18-cuaresmaC2 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 15, 5-12. 17-18: Dios hace alianza con Abrahán, el creyente.
Salmo responsorial: 26:  El Señor es mi luz y mi salvación.
Filipenses 3, 20-4, 1: Cristo nos transformará, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Lucas 9, 28b-36: Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

Análisis

El texto de Gn 15 pertenece a una unidad que tiene dos partes muy marcadas: la primera vv.1-6 sobre la promesa de un hijo y descendencia, la segunda vv.7-21 sobre la promesa de la tierra. El texto que hoy presenta la liturgia presenta una cierta confusión ya que encontramos la conclusión de la primera parte, y parte de la segunda. Muchos estudiosos se han preguntado por la antigüedad del texto, hoy parece haber acuerdo que si bien mucho material es antiguo, tenemos también elementos tardíos (como por ejemplo semejanzas con el Segundo Isaías). Incluso los primeros defensores de la teoría de fuentes del Pentateuco afirmaban que descubrir las fuentes de este texto resultaba muy difícil si no imposible.

La primera parte (vv.1-6) nos muestra la promesa de Dios (v.1), la objeción de Abraham, (vv.2-3), la respuesta de Dios en forma de signo (vv.4-5: v.4, negación a la objeción, v.5, signo en el cielo) y aceptación de Abraham (v.6). Como vemos, la liturgia sólo incorpora el signo y la aceptación final. La escena es muy conocida, por ser uno de los momentos iniciales, primordiales, del Primer Testamento.

Es sabido que a los domingos de Cuaresma se les ha asignado «textos bíblicos fuertes», referentes a elementos o dimensiones capitales de la fe judeo-cristiana. Este de hoy es claro: nada menos que la Alianza de Dios con Abraham, la Alianza que dio origen a todo, porque a partir de ahí es que supuestamente se comenzaría a formar el pueblo de Israel –de la descendencia de Abraham– y de ahí saldría Jesús, y de ahí el cristianismo, la Iglesia, y de ahí todo el Occidente Cristiano. De hecho, sin ir más lejos, la Doctrina del Destino Manifiesto de los Estados Unidos de América considera a este país como el nuevo Israel para los tiempos de la modernidad democrática. Países, religiones –incluido el Islam– y culturas creen llevar dentro de su código genético cultural el ADN de Abraham, todas ellas se consideran, de alguna manera, elegidas por Dios, queridas por Él, por medio de este Patriarca privilegiado que hoy estaría marcando más de la mitad de la Humanidad (cristianos y musulmanes ya sumamos el 54% de la población actual).

Al hecho mismo de esta Alianza de Yavé con Abraham se apela en el Parlamento del Estado Israelí para invocar el derecho de Israel a la tierra que ocupa, en medio de un conflicto de dimensiones prácticamente mundiales. Esos pocos versículos del capítulo 15 no son pues un fragmento piadoso sin importancia. Treinta y cinco siglos más tarde (según la tradición bíblica) del hecho que relata, sigue teniendo siendo considerado, pues, decisivo, cultural y políticamente.

¿Pero fue histórico un hecho tan importante? Más concretamente, ¿lo fue el personaje protagonista, Abraham? En muchas universidades –estamos queriendo hablar de hechos científicos, no de creencias religiosas– hace tiempo que se enseña que no, que no lo es, a la luz de las investigaciones arqueológicas más avanzadas. Obviamente, estamos ante una nueva edición del conflicto de la fe con la ciencia. En nuestra fe y en nuestras eucaristías podemos seguir hablando de todo esto, pero no podríamos hacerlo en el ámbito riguroso de la ciencia o de la universidad.

No vamos a resolverlo ahora, ni siquiera a abordarlo como sería conveniente. Solamente queremos dejar constancia de esta cuestión pendiente. Como el domingo pasado, recomendamos abordar el tema del «nuevo paradigma arqueológico-biblico». Véase la revista VOICES (eatwot.net/VOICES) y tómese su último número –en línea, gratuito–).

La carta de Pablo a los Filipenses tiene una serie de puntos que merecerían ser discutidos. Señalemos, sin embargo, que 3,1-4,1 parece ser una unidad (o quizá hasta 4,3 por la repetición de la invitación a estar alegres). En la mayor parte del cap. 3 Pablo alerta a la comunidad contra los “perros”, “obreros malos”, “falsos circuncisos”, todo lo que parece una ironía contra los grupos judaizantes, es decir quienes pretendían que los cristianos para ser verdaderamente salvados previamente debían aceptar la circuncisión. El tema es complicado: ¿quiénes eran? la cosa se discute, pero parecen ser grupos que pretenden que los cristianos venidos del mundo no judío se hagan a sí mismos primero judíos (circuncisión mediante) para poder gozar luego de los beneficios de la salvación. Puede ser para evitar conflictos: el judaísmo es una religión lícita, las novedades no son bien vistas por algunos griegos; puede ser por cerrazón ante la novedad de parte de los “judaizantes”; puede ser por una suerte de idolatría de la Ley, la circuncisión y la misma ley puestas casi al mismo nivel que Dios… la cuestión es que misioneros itinerantes han llegado a Filipos e insistido en que es necesario hacerse judíos por la circuncisión, y dejar de ser perros (= paganos). Pablo les dice que ellos son los incircuncisos, los perros, etc… A continuación presenta una especie de “curriculum” frente a los que lo cuestionaban: él tiene tantas o más razones para gloriarse de ser judío, pero no pone allí su seguridad, “todo eso lo tiene como estiércol” y sigue en camino para alcanzar a Cristo. Estemos donde estemos, avancemos (3,16).

El Evangelio de la Transfiguración según la versión de Lucas propone una serie de elementos que es interesante tener en cuenta. La diferencia con los textos de Mateo y Marcos hizo que muchos se pregunten si Lucas tuvo en su poder una fuente propia, aunque otros piensan que posiblemente las diferencias se deban propiamente a la redacción del evangelista.

Los elementos comunes son conocidos: Jesús ha anunciado que le espera el rechazo y la muerte. En los otros Sinópticos Pedro se ha escandalizado y Jesús lo compara con “Satanás” aunque esto es omitido por Lc. Jesús anuncia que quien quiera ser discípulo debe cargar la cruz (“cada día” añade Lc). Esto es muy duro, pero termina aclarando que “algunos de los que están… no probarán la muerte hasta que vean” (Mt aclara “al Hijo del hombre viniendo”) el Reino. Precisamente Jesús se aparta a algunos y les hará “ver”. Así sucede la Transfiguración.

Hay elementos que son propios de Lc y son interesantes: a diferencia de Mc/Mt los días son “ocho”, Jesús sube “al” monte (como si supiéramos cuál es) y sube “para orar” lo que es muy frecuente en Lc; lo que ocurre sucede “mientras oraba”, como una consecuencia de esta oración. Lc agrega como algo importante el contenido de la conversación entre Jesús, Moisés y Elías. Agrega el temor en medio de la nube, Jesús es además de “Hijo” presentado como “elegido”. Finalmente Lc omite toda relación entre Elías y el Bautista en el descenso del monte. Es interesante que este monte no sea el monte Sión, lugar donde Dios se encuentra con su pueblo: la cita “este es mi hijo” remite al Sal 2 que en v.6 dice que “ha instalado a su rey en Sión, su monte santo”.

Ante la presencia de Moisés y Elías interviene Pedro, pero “no sabe lo que decía”, probablemente Lc lee la clásica incomprensión propia de Mc pensando que es toda la Iglesia la que debe ser reunida por el Señor, o porque no se le puede dar a Dios una morada… La nube es un signo de la presencia divina y de su gloria (“vieron la gloria”, v.32), y por eso cuando los discípulos entran en la nube (sólo Lc señala expresamente que también ellos quedan cubiertos por la nube) “se llenaron de temor”; ellos no son simples espectadores, la nube es reunión de los discípulos en torno a la palabra de Dios, y unidos a su vez con los personajes del cielo en una suerte de “comunión de los santos”. Sin embargo, como en Getsemaní, el sueño los vence (22,45-46), no son testigos del diálogo, y sólo después de la resurrección comprenderán.

Escúchenlo” es la clave del relato: para estar en cercanía a Jesús no es necesario armar tiendas, sino escucharlo, vivir de su palabra. La peregrinación no ha terminado, estamos en camino aunque la transfiguración ilumine brevemente el escándalo de la cruz anunciada; la Iglesia en marcha a su éxodo en el cielo mira el monte, como Israel miraba el Sinaí en su éxodo.

De golpe, súbitamente todo termina y encontramos a “Jesús solo”. Sin prohibición de por medio, los discípulos guardan el secreto, seguramente porque no han comprendido y se mantienen en el misterio.

Comentario

¡Jesús es tan extraño…! Después de tirar abajo todas las expectativas propias de su tiempo, y remarcar que como Mesías lo van a matar, y así salvará a todos, -después de eso-, dice que sus seguidores deben caminar su mismo camino, deben pasar las mismas cruces, y hasta el mismo martirio, y esto ¡cada día!… ¿Quién lo entiende? Pero cuando todo parece, casi, una invitación al masoquismo, se nos manifiesta transfigurado… “¡esto es lo que les espera!”, nos señala, como en un relámpago en medio de la noche. Cruz y resurrección, van tan de la mano, que se hace imposible separarlas. La resurrección da un sentido nuevo y fructífero a una vida que quiere gastarse y entregarse, como el fruto da sentido al entierro del grano. Pero también, la muerte da un sentido nuevo a la resurrección, ¡¡¡el amor nunca se hace tan generoso como cuando da la vida!!!, y Jesús no será un Mesías “allá en las nubes”, sino uno que camina nuestros pasos, uno que pasó por la cruz y que se dirige a Jerusalén, tierra de Pascua, y tierra que es punto de partida de la misión.

La transfiguración es un anticipo; es un “eclipse al revés”: una luz en medio de la noche. Da un sentido completamente nuevo a la vida, ¡y a la muerte! Hace comprensible la maravillosa reflexión de Hélder Câmara: “El que no tiene una razón para vivir, no tiene una razón para morir”.

La Transfiguración es decirnos “esto es lo que les espera”, es decirnos que “dar la vida vale la pena”. Todo proceso de conversión y cambio tiene sentido porque tenemos una roca firme, tenemos uno que no cambia, y garantiza nuestra vida fecunda, un “resucitado que es el crucificado” (J. Sobrino). Por eso la importancia que tiene “escuchar” a Jesús. Es la voz del profeta de los tiempos finales, del profeta como Moisés, que nos enseña el camino de la vida, el camino del éxodo que es camino de Pascua. Leer más…

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16.3. 25. Dom 2º de Cuaresma. Transfiguración, camino de paz (Lc 9, 28-36)

Domingo, 16 de marzo de 2025

IMG_0390Del blog de Xabier Pikaza:

Un judío argentino, oficial del ejército de Israel, me dijo un día: Yo veo a Jesús con frecuencia o, más bien, me siento Jesús, en la Cima más alta, que llamáis de la Transfiguración, que es la Montaña de la Guerra de Israel, muy cerca de  Meguido, Harmagedón, cuando subo a reparar mi espíritu cansado o a preparar la próxima guerra final de Israel:

Estábamos celebrando un Congreso sobre Religión y Paz, en Majadahonda (Madrid), debía ser el año 1983. Hablamos de la Transfiguración. Presidió la misa R. Panikker.

El argentino me dijo  que subía al Tabor para tomar fuerza con Moisés y Elías, para vencer a los enemigos de Israel.  

El texto de Lucas 9 que este domingo 16.3.25 nos ofrece la liturgia nos pide que subamos al Tabor de Jesús, para verle con Moisés y Elías, e iniciar un camino  de éxodo de paz que conduce a la verdadera Jerusalén.

Los políticos de Europa, Rusia y USA quieren dinero para armas que les permitan ganar la paz. Yo, con el evangelio, quiero ofreceros una meditación cuaresmal de cuaresma, para convertir el Monte del Tabor en Monte de Bienaventuranza de la paz, con Jesús, Moisés, Elías… y mi compañero argentino de guerra a quien sigo recordando por sus buenas discusiones

Un judío y un cristiano en el Tabor

 Allí se me muestran, sobre la altura hoy ocupada por signos cristianos, los dos personajes centrales de mi historia, Moisés, hombre de Ley, Elías, el profeta. Se me aparecen con toda claridad, les veo con ojos cerrados, les siento con ojos abiertos, se apoderaban de mi espíritu y escucho la gran voz de la Altura Infinita, lo mismo que Jesús: ¡Tú eres mi Hijo, redime tú esta tierra, libérala de los poderes enemigos!

 Así me siguió diciendo el judío:

Sobre el monte me elevo con Jesús, como él y me siento enviado por Dios para cumplir la tarea de liberación del pueblo, con la ley de Israel en la mano (Moisés), con la experiencias más alta de oración (Elías…), con razones y con armas… Jesús retomó allí en su tiempo el buen camino, pero que no lo supo culminar… o no lo culminaron sus seguidores, los cristianos. Por eso, nosotros, los buenos judíos, herederos de Jesús, en la línea de Moisés y Elías, debemos culminarlo, con leyes, razones, armas y oraciones

Sí, ya sé que Usted, cristiano, no quiere o puede reconocerlo, me dijo, pero el Tabor es el monte de Barac, el Rayo, el gran guerrero de Israel, con Débora, la Abeja, la profetisa más grande. Allí subieron los soldados escogidos, como sabe Jueces 4, y de allí bajaron, con la ayuda del Dios de Moisés y de Elías (aunque Elías sea posterior), para vencer en la gran batalla a todos los cananeos y palestinos enemigos. No hace falta que se lo recuerde.

Usted lee la Biblia, y sabe que este monte, antes de lo que llaman Transfiguración de Jesús, era y sigue siendo la Montaña de la Transfiguración militar y victoriosa de Israel, con Barac y Débora.

 No quise argumentar, guardé silencio. Pero, en un momento dado, se situó en un plano personal y me preguntó: Y usted, cristiano ¿ve a Jesús? ¿Le ve con Moisés y con Elías, como el judío eterno, el hombre universal de la libertad israelita? ¿No habrá espiritualizado y deshumanizado a Jesús y convertido  esta imagen poderosa de la Transfiguración, que es una de “jura de bandera” de Israel, en una especie de evocación puramente estética de un cielo superior “sin carne” y sin historia, un Icono contemplativo de tipo helenista para evadirse del mundo real, mientras los hombres, mujeres y niños reales siguen oprimidos?

Soy de respuestas retardadas, quizá retrasadas. No quise entrar en polémica con el judeo-argentino, oficial del Ejército de Israel. No dije nada al buen porteño-israelita, que interpretaba con armas de guerra el relato de la Transfiguración y que subía a Tabor para retomar la experiencia de Jesús, con signos de Barac/Débora y para así cumplirla liberando toda la tierra de Israel, el mundo entero, e iniciando la era mesiánica anunciada por Moisés y Elías?

IMG_0389No le dije entonces nada, pero he seguido pensando en ello, año tras año, como podrá ver quien lea mi Historia de Jesús y mis Comentarios de Marcos y Mateo (Verbo Divino, Estella 2012 y 2017). Sé que aquel judío tenía en parte razón: Al Tabor hay que subir para tomar fuerza y bajar a la lucha por la liberación de los pobres y enfermos … Pero tengo la impresión de que la respuesta de aquel oficial no es la definitiva.

El camino de Jesús desde el Tabor incluye un elemento contemplativo, pero es ante todo un camino de compromiso real con la historia, un camino de transformación personal como muestra el Evangelio de Marcos, un camino de éxodocomo muestra la versión de Lucas que hoy se lee, que no dice muerte, como ha traducido el texto litúrgico de este domingo, sino que pone éx-odo, como pone el texto griego (como he puesto entre paréntesis en la versión del princpio),. Le tengo un gran respeto a la tradición oriental/ortodoxa del Icono de la Transfiguración, pero no interpreta ni asume todos los elementos del texto.

Una lectura “situada”. Para comprender el texto.

Éste relato de la Transfiguración ha sigo leído y entendido desde diversas perspectivas por la tradición. Aquí van algunas de ellas.

  1. Mi dialogante judío leía el evangelio en plano mesiánico-militar, partiendo de Barac/Débora,a quienes unía con Jesús, deseando reiniciar y culminar desde el Tabor la Gran Guerra de la reconquista judía y de la culminación mesiánica del Gran Israel… Jesús estaba en el buen camino, pero no supo culminarlo.
  2. Los exegetas profesionales leen este pasaje desde una perspectiva de Pascua cristiana y de fiesta judía de los Tabernáculos. La tradición cristiana anterior a Marcos habría “creado” simbólicamente este pasaje para presentar a Jesús Resucitado, Hijo de Dios, introduciendo su figura pascual en un momento de su historia anterior, con Moisés y Elías… De esa forma se habría cumplido, por otra parte, la fiesta judía de los Tabernáculos, es decir, de la plenitud del descanso futuro del Pueblo.
  3. Los cristianos helenistas habría reinterpretado este pasaje en línea de “transfiguración sacral”,convirtiendo la escena en un “signo de cielo”, en el Icono por excelencia. Se trata de “ver” más allá de los accidentes y formas externas, la verdad de Dios que se expresa en Jesús, de un modo simbólico. Éste ha sido y sigue siendo el Icono más importante (el sacramento fundamental) de una parte significativa de la Iglesia ortodoxa.
  1. La Iglesia Católica ha querido aplicar este Icono a la vida de los religiosos contemplativos ,como han marcado varios documento sobre el despliegue de la Vida Religiosa (como decía Vida Fraterna en Comunidad”, año 1994). La vida religiosa sería un Tabor continuado, un lugar de encuentro con el Dios de Jesús en la montaña.

Todo lo anterior es importante, pero el signo de la Transfiguración tiene otros elementos importantes, como indica el texto de  Lucas de la liturgia de hoy:

Lucas 9, 28b-36

IMG_0391En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte/éxodo  que iba a consumar en Jerusalén  (τὴν ἔξοδον αὐτοῦ, ἣν ἤμελλεν πληροῦν ἐν Ἱερουσαλήμ). Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.”No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.”Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

– Perspectiva histórica.

Aquí se habla de un “hecho”. En esta línea se destaca la experiencia religiosa de Jesús y puede pensarse que la escena presenta un hecho de su vida pública: se transfiguró sobre la montaña y sus tres discípulos principales le descubrieron como Hijo de Dios, escuchando unas palabras de la nube que tomaron como voz divina, revelación transformante del misterio que presente a Jesús diciendo: ¡ese es mi Hijo querido, escuchadle!

Esa interpretación es valiosa, pero debemos añadir que las palabras de la nube divina no se dirigen a Jesús sino a los discípulos, para fortalecer su fe vacilante. El mensaje de Dios parece situarnos en contexto actual (post-pascual). Dios no está hablando aquí a Jesús, se dirige a nosotros y nos dice quién es Jesús,para  que le escuchemos. Por eso diremos que ésta es una escena de pascua.

– Perspectiva apocalíptica.

La escena original no hablaría de una transfiguración histórica de Jesús (Mc 9, 2c sería posterior), sino de una visión y esperanza escatológica: los cristianos han visto a Jesús tras su muerte sobre el cielo, con Moisés y Elías, anticipando el final del tiempo como Pedro interpreta rectamente en Mc 9, 5 (9, 6 es posterior). Aquí no se contaría lo que pasó, sino lo que esperamos que pase. También nosotros, como Pedro, Juan y Santiago queremos subir a la Montaña de Dios, para ver a Cristo trasfigurado. La voz del cielo ratifica esa esperanza.

– Perspectiva pascual. Ese pasaje nos contaría una experiencia pascuL… Tenemos que ver a Jesús resucitado, como le vieron Pedro, Santiago y Juan. Los diversos elementos del relato (montaña, proclamación mesiánica, voz de Dios…) hacen pensar que estamos ante una experiencia de resurrección, interesada en mostrar a Jesús como hijo de Dios (Mc 9, 7) o rey escatológico. El mensaje del texto estaría cerca de Rom 1, 3-4 que identifica pascua y nacimiento del Hijo: el blanco de las vestiduras (Mc 9, 3) es color celeste de los ángeles (Mc 16, 5; Mt 28, 3; Jn 20, 12) o santos (Ap 6, 11; 7, 9, etc.); Moisés y Elías son habitantes del cielo con quienes dialoga Jesús. Los creyentes viven, según esto, a dos niveles: unidos a Jesús pertenecen al mundo divino, donde quieren integrarse con Pedro (Mc 9, 5); pero la Voz de Dios les invita al cumplimiento del mensaje de Jesús (oídle), mientras siguen viviendo sobre el mundo (Mc 9, 7).

Sentido. Entender y vivir la transfiguración

Desde esos tres planos se entiende el pasaje: cuando la Voz de la nube (presencia de Dios) atestigua que Jesús es su Hijo (Mc 9, 7) no alude sólo al fin del tiempo o a la pascua, sino a su realidad humana, en el camino de la historia, pues en ella ha venido a desplegarse su filiación divina. El misterio de la gloria orante de Jesús se funda en Dios y por eso es necesario que Dios mismo lo proclame.

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La anticipación del triunfo de Jesús y de nuestro triunfo. 2ª domingo de Cuaresma. Ciclo C

Domingo, 16 de marzo de 2025

08-transfiguaracionDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo 1º de Cuaresma se dedica siempre a las tentaciones de Jesús, y el 2º a la transfiguración. El motivo es fácil de entender: la Cuaresma es etapa de preparación a la Pascua; no sólo a la Semana Santa, entendida como recuerdo de la muerte de Jesús, sino también a su resurrección. Este episodio, que anticipa su triunfo final nos ayuda a enfocar adecuadamente estas semanas.

El contexto: la promesa

Jesús ha anunciado que debe padecer mucho, ser rechazado, morir y resucitar. Y ha avisado que quienes quieran seguirle deberán negarse a sí mismos y cargar con la cruz. Pero tendrán su recompensa cuando él vuelva triunfante. Y añade: «Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán antes de ver el reinado de Dios». ¿Se cumplirá esa extraña promesa?

El cumplimiento: la transfiguración

Ocho días después de estas palabras, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, aparecieron con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros se caían del sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: Maestro, que bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle.

Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

El relato podemos dividirlo en dos partes: la subida a la montaña y la visión. Desde un punto de vista litera­rio es una teofanía, una manifestación de Dios, y los evangelistas utilizan los mismos elementos que empleaban los autores del Antiguo Testamento para describirlas. Por eso conviene recordar algunos datos de la famosa teofanía del Sinaí, cuando Dios se revela a Moisés.

            La teofanía del Sinaí

Dios no se manifiesta en un espacio cualquiera, sino en un sitio especial, la montaña, a la que no tiene acceso todo el pueblo, sino sólo Moisés, al que a veces acompaña su hermano Aarón (Ex 19,24), o Aarón, Nadab y Abihú junto con los setenta dirigentes de Israel (Ex 24,1). La presen­cia de Dios se expresa mediante la imagen de una nube espesa, desde la que habla (Ex 19,9). Es también frecuente que se mencione en este contexto el fuego, el humo y el temblor de la montaña, como símbolo de la gloria y el poder de Dios que se acerca a la tierra. Estos elementos demuestran que los evangelistas no pretenden ofrecer un informe objetivo, histórico, de lo ocurrido, sino crear un clima semejante al de las teofanías del Antiguo Testa­mento.

            La subida a la montaña

Jesús sólo elige a tres discípu­los, Pedro, Santiago y Juan. Este dato no debemos interpretarlo solo como un privilegio; la idea principal es que va a ocurrir algo tan grande que no puede ser presen­ciado por todos.

Lucas introduce aquí un cambio pequeño pero importante. Marcos y Mateo dicen que subieron a una montaña alta y apartada; Lucas, que “subieron a la montaña para rezar”. La altura y aislamiento del monte no le interesa, lo importante es que Jesús reza en todas las ocasiones trascendentales de su vida.

            La visión

En ella hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud. El primero es la transformación del rostro y las vestiduras de Jesús. El segundo, la aparición de Moisés y Elías. El tercero, la aparición de una nube luminosa que cubre a los presentes. El cuarto, la voz que se escucha desde el cielo.

En ella hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud.

  1. La transformación del rostro de Jesús. Lucas destaca que el cambio se produce mientras Jesús oraba, y se centra en el cambio de su rostro más que en el de sus vestidos: “Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.” Es un anticipo de las apariciones de Cristo resucitado, cuando su rostro es difícil de identificar para María Magdalena, los dos de Emaús y los discípulos en el lago.
  2. La aparición de Moisés y Elías. Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Según la tradición bíblica, sin Moisés no habrían existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es el profeta que salva a esa religión hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea. Sin Elías habría caído por tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los discípu­los (no a Jesús) es una manera de garantizarles la importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está destruyendo la labor religiosa de siglos, se encuentra en la línea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.

En este contexto, las palabras de Pedro proponiendo hacer tres chozas suenan a simple despropósito. Pero son conse­cuencia de lo que ha dicho antes: «qué bien se está aquí». Es mejor quedarse en lo alto del monte que cargar con la cruz y seguir a Jesús hasta la muerte.

  1. Como en el Sinaí, el monte queda cubierto por una nube.
  2. Las palabras de Dios reproducen exactamente las que se escucharon en el momento del bautismo, cuando Dios presentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: “¡Escuchadle!” La orden se relaciona directamente con las anteriores palabras de Jesús, sobre su propio destino y sobre el seguimiento y la cruz de sus discípulos.

            Resumen

La transfiguración supone para los discípulos una enseñanza creciente: 1) al ver transformados su rostro y sus vesti­dos tienen la expe­riencia de que su destino final no es el fracaso, sino la gloria; 2) la aparición de Moisés y Elías confirma que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y de la revela­ción de Dios; 3) la voz del cielo les enseña que seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.

            La anticipación de nuestro triunfo (Filipenses 3,17-4,1)

A la comunidad de Filipos, igual que a otras fundadas por Pablo, llegaron misioneros cristianos, pero de la línea radical, judaizante. Estaban convencidos de salvarse por observar una serie de normas alimentarias (“su Dios es el vientre”) y por la circuncisión (“se glorían de sus vergüenzas”); en consecuencia, aunque no lo reconozcan, para salvarse no es preciso que Jesús muera por nosotros, y se comportan como enemigos de la cruz de Cristo”.

            Frente a esta postura, los filipenses, seguidores de Pablo, no aspiran a cosas terrenas sino que aguardan a un salvador, Jesús, que transformará nuestro cuerpo humilde a semejanza del suyo glorioso. Esta promesa de la transformación de nuestro cuerpo es la que ha movido a elegir esta lectura, en paralelo con la del evangelio: la transfiguración de Jesús no solo anticipa su gloria sino también la nuestra.

Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas.

Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelos de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

            La teofanía a Abrahán (Gn 15, 5-12. 17-18)

El texto ha sido elegido por su importancia en la historia de la salvación, que se recuerda en las primeras lecturas de los domingos de Cuaresma, pero no tiene relación estricta con el evangelio.

En el libro del Génesis, Abrahán, presentado como un pastor seminómada, recibe las dos mayores promesas que puede desear: una descendencia numerosa y una tierra donde asentarse. El texto podemos dividirlo en tres partes: la primera promete una descendencia numerosa como las estrellas; la segunda, la tierra (sin concretar de qué tierra se trata, se supone la de Canaán); la tercera une los dos temas: la descendencia de Abrahán heredará la tierra (en este caso se le atribuye una extensión fabulosa).

            1)

                        En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrahán y le dijo:

                        – Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.

                        Y añadió:

                        – Así será tu descendencia.

                        Abrahán creyó al Señor, y se le contó en su haber.

            2)

            El Señor le dijo:

            – Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos para darte en posesión esta tierra.

            El replicó:

            – Señor Dios, cómo sabré yo que voy a poseerla.

            Respondió el Señor:

            – Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.

            Abrahán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrahán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrahán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.

3)

            Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán en estos términos: A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Éufrates.

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II Domingo de Cuaresma. 16 marzo, 2025

Domingo, 16 de marzo de 2025

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Una voz desde la nube decía:
-Este es mi Hijo, el escogido; escuchadle.”

(Lc 9, 28b- 36)

A los matrimonios o las parejas se les suele preguntar algo así como: “Y vosotros, ¿cómo os conocisteis?”. A las personas consagradas nos suelen preguntar por nuestra vocación.

Pienso que si a Jesús le hubiéramos preguntado por su vocación nos habría contado dos cosas: el momento de su bautismo en el Jordán y el momento que describe el evangelio de hoy, y que nosotros llamamos la transfiguración.

Esos son dos momentos decisivos de la vida de Jesús y es probable que Jesús mismo hablara de ellos en más de una ocasión, de hecho nos los cuentan los tres evangelios sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas.

Las primeras seguidoras de Jesús guardaron en el corazón el recuerdo de estos dos “hitos” en la vida de su Maestro. Las dos veces que Jesús oye la voz del Padre que le recuerda su propia identidad: “Este es mi Hijo”.

El núcleo fuerte de cualquier vocación no es hacer esto o aquello sino descubrir quiénes somos. Cuando Dios nos llama nos desvela nuestra identidad. Por eso la vocación no es una cosa que sucedió si no que se renueva diariamente.

La llamada de Dios es a SER, ¿a ser qué? ¡A ser HIJAS AMADAS! Esto es lo más importante. Después viene la manera concreta de realizarlo que es única para cada persona. Unas responderán desde el matrimonio, otras desde la vida consagrada, la maternidad o paternidad, la soltería. Desde un compromiso total con la gente empobrecida o desde una opción preferencial por la vida de oración. Porque aunque aparentemente la llamada es la misma para todas y todos, ya se sabe (las madres lo saben muy bien): ¡no hay dos hijas iguales!

Acompañemos a Jesús en este día importante de su vida. Recreemos en nuestro corazón los detalles de aquel momento: la montaña, la intimidad con los amigos, el encuentro con Dios, su voz… Jesús nos deja entrar en una de sus experiencias más profundas.

Hoy nos lleva consigo a lo alto de una montaña, para orar. ¿Te apuntas?

Oración

¡Qué hermoso es estar aquí!, Trinidad Santa, en el corazón mismo de la oración del Hijo. Escuchando la voz del Padre. Fluyendo en el amor de la Santa Ruah que nos va transformando en lo que somos: HIJAS AMADAS SUYAS.

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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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En Jesús (y en nosotros) está siempre lo divino, aunque se perciba.

Domingo, 16 de marzo de 2025

DespertarDOMINGO 2º DE CUARESMA (C)

Lc 9,28-36

Toda la Biblia es el relato de la manifestación de Dios. Son leyendas construidas para fundamentar las creencias de un pueblo. La Alianza sellada por Abrahán con el mismo Dios es el hecho más importante de la epopeya bíblica. Hay un detalle muy significativo. Dios no llegó a la cita hasta que vino la noche y Abrahán cayó en “un sueño profundo…

La conversación con Moisés y Elías fue sobre el “éxodo de Jesús” (pasión y muerte). Se trata de un relato pascual. Todos los relatos evangélicos son pascuales. Me refiero a que en un principio se pensó como relato de resurrección, pero con el tiempo se retrotrajo a la vida terrena de Jesús, para potenciar el carácter divino de Jesús y su conexión con el AT.

Todos los elementos del relato se toman del AT. El monte, lugar de la presencia de Dios. El resplandor, signo de que Dios estaba allí. La nube en la que Dios se manifestó a Moisés. La voz, que es el medio por el que Dios comunica su voluntad. El miedo presente siempre que se experimenta lo divino. Las chozas, alusión a la fiesta mesiánica en la que se conmemoraba el paso por el desierto. Moisés y Elías: La Ley y los Profetas.

El relato se presenta como una transfiguración. Cambió la figura, lo que se puede percibir por los sentidos. En lo esencial, Jesús fue siempre el mismo. En Jesús, como en todo ser humano, lo importante es lo divino que no puede ser percibido por los sentidos. En los relatos pascuales, el Jesús que se les aparece, es el mismo que anduvo con ellos en Galilea. En los relatos de su vida, se dice lo contrario. Jesús, con el que viven, es ya el glorificado.

Las interpretaciones de este relato, apuntan siempre a una manifestación de “gloria”. La gloria de Dios no tiene nada que ver con la gloria humana. En Dios, la gloria es su esencia, no algo añadido. Si en Jesús habitaba la plenitud de la divinidad, quiere decir que Dios y su “gloria” nunca se separaron de él. Como hombre sí podría recibir gloria. Cuando queremos añadírsela después de su muerte, seguimos cayendo en la gran tentación de siempre.

En Jesús está ya la plenitud de la divinidad, pero está en su humanidad, aunque no se puede percibir por los sentidos. Todo lo que Jesús nos pidió que superáramos, lo queremos recuperar con creces. Jesús acaba de decir que tiene que padecer mucho; que seguirle es renunciar a sí mismo. Pedimos a Dios que recubra de oropel nuestra escoria.

Lo divino no es lo contrario de lo humano, sino compatible con nuestras limitaciones. Es absurda una esperanza de futuro. Dios nos ha dado ya todo lo que podría darnos. Claro que esto contradice nuestras expectativas. Pero esa es la clave: ¿Estamos dispuestos a aceptar la salvación que Jesús ofrece, o seguimos esperando una ‘salvación’ para nuestro falso yo?

¡Escuchadle a él solo! Seguimos, como Pedro, aferrados al Dios del AT. El cristianismo ha velado de tal forma el mensaje de Jesús, que es casi imposible distinguir lo que es mensaje evangélico y lo que son resonancias del AT. Hoy son numerosos los odres nuevos, que esperan vino nuevo, porque no aguantan el vino viejo y agrio que les seguimos ofreciendo.

El hecho de que Moisés y Elías se retiraran antes de que hablara la voz, es una advertencia para nosotros que no acabamos de superar el Dios del AT. Jesús ha dado un salto en la comprensión de Dios que debemos dar nosotros también. En realidad, en ese salto consiste toda la buena noticia de Jesús. El Dios del AT no es buena noticia sino temible noticia.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Discernimiento.

Domingo, 16 de marzo de 2025

Transfiguration_YearC_ethiopiaLc 9, 28-36

«Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña para orar»

Los sinópticos recalcan el hábito de Jesús de retirarse a menudo a orar buscando la soledad de la montaña; en ocasiones, acompañado de sus amigos más cercanos. Pero hay tres momentos cruciales en que su oración tiene un carácter especial, y los evangelistas se hacen eco de ello narrando con detalle la escena. Son momentos en que debe tomar las decisiones más importante de su vida, y en todos ellos recurre a la oración en busca de lucidez para discernir y fortaleza para responder.

El primero se recoge en el texto de la semana pasada y se desarrolla en el desierto de Judea. Jesús ha terminado de afianzar su vocación en el entorno del Bautista y se siente llamado a lanzarse a los caminos de Galilea a proclamar la buena Noticia del Reino… Pero esa decisión implica abandonar su oficio, su vida tranquila y a su familia, y lanzarse a una aventura arriesgada de final incierto. No es una decisión sencilla, ni mucho menos.

Para afrontarla hace lo que tantas veces hizo después a lo largo de su vida; sube al desierto y permanece largo tiempo en oración y penitencia. Y allí, en la soledad del desierto, entregado a la oración, decide responder a la llamada venciendo la acuciante tentación de ignorarla. Ya no vuelve a Nazaret, sino que va a Cafarnaún acompañado de Juan, Andrés, Simón y Natanael para iniciar desde allí la misión a la que se siente llamado.

El segundo discernimiento corresponde al evangelio de hoy. Jesús tiene que decidir entre permanecer en Galilea o universalizar su mensaje llevando la buena noticia al mismo corazón de Judea. Si permanece en Galilea como profeta rural, el alcance de su mensaje será muy limitado, pero al menos su vida no correrá peligro. En cambio, si sube a Jerusalén pondrá en grave riesgo su vida, pues sabe que las autoridades le buscan para matarle: «Vayamos también nosotros a Jerusalén a morir con él», dice Tomás, consciente del enorme peligro que ello entraña.

En este caso, el discernimiento queda en cierto modo velado porque Lucas incluye una teofanía que  pretende dejar claro (antes de iniciar el relato de la pasión) quién es el hombre que va a subir a Jerusalén, va a ser prendido por las autoridades, torturado y muerto en cruz. Lucas nos viene a decir: no os equivoquéis; Dios está con ese hombre que aparentemente es vencido por los sacerdotes; y no con quienes lo matan… «Y una voz desde la nube decía: Éste es mi hijo amado»

El tercer discernimiento tiene lugar en Getsemaní. Esa tarde Jesús ha organizado una cena de despedida con sus discípulos porque sabe que las cosas han ido demasiado lejos y su suerte está echada. Ya en el huerto, Jesús tiene que tomar la decisión definitiva: escabullirse amparado en las sombras de la noche, o ser consecuente con su misión y aguantar a pie firme la llegada de los guardias. Una decisión brutal, como también lo fue su angustia: «Padre, aleja de mí este cáliz».

Por fidelidad a la misión, en el primer caso Jesús renuncia a la vida cómoda de Nazaret, en el segundo a la seguridad de Galilea y en el tercero a la propia vida.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí 

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Dejarnos transfigurar .

Domingo, 16 de marzo de 2025

transfiguration-21Lc 9, 28b-36

Comentario Evangelio domingo. 16 marzo 2025

El Evangelio de hoy nos remite a una pregunta que frecuentemente las cristianas y los cristianos contemporáneos nos hacemos: ¿Cómo hacer experiencia de Dios en medio del ruido, el ajetreo y los compromisos cotidianos? ¿Cómo vivir la dimensión contemplativa y orante de nuestra fe y dejarnos transfigurar por ella, como le sucedió al propio Jesús y a tantos hombres y mujeres testigos, que nos han precedido?

El texto nos da algunas claves para ello.

El cuidado de la dimensión comunitaria

Aunque la oración es personal tiene una dimensión comunitaria, una comunidad de sentido y esperanza, que sostiene. Una comunidad, desde la que se clama a Dios conjuntamente, se expresa el anhelo de amor y comunión. Por eso Jesús invita a Pedro a Juan y a Santiago a subir al monte Horeb con Él.

Dejarse sorprender por las paradojas y la revolución de los adverbios, que propone el Evangelio.

En la tradición judeocristiana, el monte Horeb es el lugar de la revelación de Dios por excelencia. Lugar de teofanía, donde Dios selló su alianza de amor con Moisés. Sin embargo, desde una perspectiva espiritual “subir al monte Horeb” y contemplar los destellos del Misterio, más que ascender, implica descender. La espiritualidad cristiana más que a los arriba de la historia y la condición humana, remite a los abajo. Invita a adentrarse en la profundidad del corazón, en la fuente del ser, a aventurarse en su hondura, vivir haciendo hoyo, traspasando la corteza de la superficialidad, hasta descubrir esa experiencia que tan bellamente expresó Etty Hillesum:

Hay en mí un pozo profundo. Y en ese pozo está Dios. A veces consigo llegar a él, pero lo más frecuente es que las piedras y escombros obstruyan el pozo y Dios quede sepultado. Entonces es necesario volver a sacarlo a la luz (…) Voy a ayudarte Dios mío a no apagarte en mí

Ascender al Horeb” no es tampoco abstraerse de la realidad, ni idealizarla, sino más bien atreverse, con la ayuda del Espíritu, a perforarla y descubrirla habitada por un Amor que nos trasciende y trasfigura, si así se lo permitimos. Es decir, dejarnos configurar por el Amor, transformándonos internamente (sensibilidad, orientación vital) y externamente (prácticas, relaciones, etc.) para ser cauce de tanto don recibido.

-Participar de la vida de Dios y sus testigos y profetas, dejando que algo de sus vidas impregne las nuestras

La oración es comunicación, es interrelación, es participación de la vida de Dios. Por ello nos conecta también con la larga cadena de hombres y mujeres testigos y profetas que sostienen y acompañan nuestra fe. Expresado en la teología más clásica de la iglesia, la oración nos hace participar de la comunión de los santos y santas. En este sentido nos arraiga en una larga tradición de buscadores y buscadoras comprometidos y comprometidas en hacer histórica la utopía del evangelio. Nos sostiene y alienta una inmensa nube de testigos.

-Estar dispuestos y dispuestas a espabilarnos, como les sucede a los apóstoles 

Despertarnos de nuestras inercias, rutinas y comodidades. No pactar con ellas, sino avivar la sensibilidad para captar al Dios de la vida, que nos sorprende siempre empujando y sosteniendo la fragilidad, en nosotros y nosotras mismas, y en los y las demás.

-No caer en la tentación de separar a Dios de la historia, y del mundo. No “aspirar a hacer tres tiendas.”

La oración cristiana no nos aísla en burbujas espirituales, sino que nos implica y complica con el sacramento del encuentro, la projimidad humana y la comunión con toda vida. Nos lleva a un modo de estar en el mundo “de parte de Dios”, comprometidos y comprometidas con la realidad y el cuidado de la casa común.

-Escuchar al Hijo y su palabra encarnada en la historia y en lo profundo del corazón humano y dejarnos sobrecoger por esa experiencia.

Arrodillar el corazón ante este misterio. Dejar que cale en nosotros y nosotras como lluvia ligera, para que a su tiempo se traduzca en frutos, porque la experiencia de Dios se verifica siempre en las obras.

¿Cómo ayudarnos como comunidades cristianas a abrirnos a la experiencia de Dios y dejarnos transfigurar por ella?

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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Es hermoso estar aquí.

Domingo, 16 de marzo de 2025

IMG_0333Comentario al evangelio del domingo 16 marzo 2025

Lc 9, 28b-36

Soy consciente de que esa afirmación puede sonar como una insolencia o incluso como una afrenta para quien sufre con desesperación, física o psíquicamente. Sé bien que hay momentos en los que, atrapadas por sufrimientos tan insoportables como incomprensibles, las personas pueden verse sumergidas en ideaciones suicidas. Y sé también que quien busca el suicidio lo hace porque tiene la sensación subjetiva de no poder soportar la “carga” de una existencia marcada por la angustia y el sinsentido.

Parece innegable que todo depende de nuestra capacidad de “ver”. Sin duda, nuestro modo de ver puede estar condicionado e incluso cegado por experiencias dolorosas. Algo nos pudo haber sucedido que, conformando incluso la manera de funcionar de nuestro cerebro, hace sumamente difícil mantener una mirada luminosa hacia la realidad en su conjunto. Algo nos puede estar sucediendo ahora que absorbe nuestra energía y nos introduce en la apatía. Todo ello puede impedirnos “ver” con claridad.

Sin embargo, cuando es posible retirar el filtro producido por sufrimientos de todo tipo y nos es dado “ver” lo que somos, lo que aparece es hermosura. Todo sigue siendo lo mismo, pero aparece ahora todo ante nuestros ojos como transfigurado. Y descubrimos que esa hermosura no es algo añadido a la vida, sino su propio resplandor. La vida es hermosa.

Ahora bien, esa hermosura no alimenta el narcisismo -que desearía hacer una “choza” para instalarse cómodamente en ella-, sino que dinamiza y moviliza, como expresión de la propia vida que busca desplegarse fluyendo también a través de nosotros.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La Transfiguración acontece en la fe y en la oración, (no es la pasarela Cibeles).

Domingo, 16 de marzo de 2025

índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- La transfiguración.

¿Qué puede significar la Transfiguración?

Los textos bíblicos no son un mero reportaje de lo que ocurrió. El relato de la Transfiguración no es un hecho espectacular, histórico, sino que es expresión de la experiencia de fe del encuentro de aquellos tres discípulos (la iglesia naciente) con JesuCristo.

La Transfiguración es una narración de gran contenido cristiano que nos la ofrecen los tres evangelios sinópticos. Este relato está compuesto con símbolos tomados del AT y aplicados a Jesús – Cristo:

  • La montaña era lugar cercano a Dios, que vive en el cielo.

Las montañas eran el lugar más cercano al cielo lugar, donde vive Dios; por eso las montañas eran consideradas como el lugar de la máxima cercanía con Dios.

Los grandes “acontecimientos” de JesuCristo acontecen en un monte. Estas cosas acontecen cerca de Dios (monte) y en la oración.

  • Jesús subía y pasaba largas noches de oración en la montaña.
  • Jesús fue tentado en lo alto de un monte.
  • Su gran predicación aconteció tras la noche en oración en el monte de las bienaventuranzas.
  • Jesús toma conciencia de su mesianismo y los creyentes (representados por Pedro, Santiago y Juan) en el monte de la Transfiguración.
  • Jesús llega a la angustia de muerte en la oración del monte de los Olivos.
  • Jesús es crucificado en el monte
  • Jesús llega o vuelve definitivamente a Dios desde el monte de la Ascensión.
  • Nube: como protección de Dios al pueblo que caminaba por el desierto.
  • Resplandor: propio del ámbito de Dios.
  • Tres tiendas: la tienda es el lugar de Dios. [1]
  • Elías y Moisés: profetismo y ley: síntesis del AT

02.- Ver en Jesús a Cristo.

Y ¿qué puede significar la Transfiguración?

Jesús era hombre. Humana e históricamente Jesús era un judío del siglo I en el que no era fácil ver en él a Cristo como expresión de Dios, como hijo de Dios

¿No es éste el carpintero, el hijo de María, y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven sus hermanas aquí con nosotros?  (Mc 6,3). ¡Cómo va a ser hijo de Dios!

La Transfiguración acontece en la fe, por tanto para quien es creyente.

El relato de la Transfiguración está ubicado inmediatamente después del acto de fe de Pedro. «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo

Los discípulos, los primeros que siguieron a Jesús, llegaron a creer en Él como Mesías / Hijo de Dios por la fe, no por gestos y hechos espectaculares, sino por la fe.

Desde la experiencia de Jesús llegaron a creer en Cristo. Desde la materialidad de las palabras y acontecimientos de Jesús, llegaron a intuir y creer que aquel hombre, Jesús, era expresión de Dios, hijo, Palabra de Dios: Este es mi Hijo amado, escuchadle.

        Al Jesús hombre podemos llegar por la historia, por los relatos evangélicos, etc. Pero a Cristo llegamos por la fe. Pedro, Santiago y Juan, (y todos los creyentes) llegamos a Cristo cuando creemos en Él. A JesuCristo no se le demuestra, se cree en Él.

03.- La vida como signo y sacramento.

        El ser  humano transfigura las realidades de la vida y llega a ver y vivir en ellas algo más que la pura materialidad

        Y esto acontece no en la verificación empírica, en las ciencias, sino en la oración, en la fe, en el silencio, en la profundidad de la vida…

La vida está llena de signos y de símbolos que nosotros interpretamos: transfiguramos: un regalo es signo de afecto, de amor; unos colores son signo de una institución, de una nación; una iglesia románica, gótica, etc. son signo de una trascendencia…

        Jesús hombre es signo (sacramento) de Dios: hijo de Dios: Este es mi hijo, escuchadle; quien me ve a mí, ve al Padre…

        Y ya en el tiempo de las comunidades cristianas, Jesús se hace presente en el prójimo: ¿Cuándo te vimos hambriento, enfermo, desnudo, enfermo o encarcelado y te ayudamos o no te ayudamos? Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos…

        El ser humano, el prójimo es signo, sacramento de JesuCristo.

04.- Silencio y oración.

        La transfiguración de Jesús acontece en la oración. Jesús subió a la montaña con Pedro, Santiago y Juan a orar.

Las vivencias y decisiones más profundas de la vida acontecen, se producen en la oración. La oración es la respiración de la vida. En medio del ruido de la sociedad, en plena algarabía de los medios de comunicación, la Transfiguración es un acontecimiento  de silencio y oración.

        Dios está cerca en el silencio y la oración.

05.- La transfiguración como expresión (teofanía) de Dios.

        El relato de la Transfiguración es semejante al del bautismo de Jesús. En ambos se nos dice: Este es mi hijo amado, escuchadle.

Jesús es la expresión, la Palabra (S Juan), el hijo de Dios. Escuchando y acogiendo a JesuCristo, estamos cerca de Dios.

        Caminemos en paz de Dios por el desierto de la cuaresma y de la vida, caminemos, que somos ciudadanos del cielo (S Pablo / Filipenses). (Dios nos libre de quien cree que su patria es donde ha nacido).

 Éste es mi Hijo, escuchadle.

[1] La fiesta de las tiendas en el pueblo judío celebra el camino por el desierto hasta la libertad y la tierra de promisión.

 

 

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“Escuchar a Jesús, verdadero profeta de Dios”, por Consuelo Vélez

Domingo, 16 de marzo de 2025

IMG_0340De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del II domingo de Cuaresma (16-03-2025)

Jesús sube a orar pero no es una oración sin contenido sino un ponerse a la escucha de la voluntad de Dios, como los profetas

En este pasaje de la transfiguración se está revelando que Jesús es el “Hijo elegido” a quien hemos de escuchar

Revelar a Jesús como el Hijo Elegido a quien hay que escuchar, es una invitación de Lucas a dejar de escuchar a los profetas del Antiguo Testamento y escuchar al “profeta” de Dios, a su propio Hijo

Ocho días después de estos discursos, tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió a una montaña a orar.

Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y su ropa resplandecía de blancura. De pronto dos hombres hablaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Jesús que se iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.  Cuando éstos se retiraron, dijo Pedro a Jesús:

– Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a armar tres chozas: una para ti, una para Moisés y una para Elías –no sabía lo que decía-.

Apenas lo dijo, vino una nube que les hizo sombra. Al entrar en la nube, se asustaron. Y se escuchó una voz que decía desde la nube:

– Éste es mi Hijo elegido. Escúchenlo.

Al escucharse la voz, se encontraba Jesús solo. Ellos guardaron silencio y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto

(Lc 9, 28b-36).

En este evangelio Jesús toma consigo a Pedro, Juan y Santiago y sube a una montaña a orar. Sabemos que Lucas le da mucha importancia a la oración de Jesús: en el bautismo (Lc 3, 21); antes de elegir a los Doce (Lc 6, 12); al preguntar quién dice la gente que es (Lc 9, 18); antes de enseñar el Padre nuestro (Lc 11, 1); en el huerto (Lc 22, 41), etc. No es una oración sin contenido sino un ponerse a la escucha de la voluntad de Dios, como los profetas. Lucas presenta a Jesús como “el” profeta y, en ese sentido, la oración juega ese papel fundamental de escuchar a Dios para después hablar al pueblo en su nombre.

El texto continúa diciendo que el rostro de Jesús cambió de aspecto y su ropa resplandecía de blancura. Está hablando con Moisés y Elias comentando la partida (el éxodo) de Jesús a Jerusalén. El lenguaje utilizado nos sitúa en el ámbito de lo divino con rasgos apocalípticos que nos encaminan a hablar del misterio pascual que está próximo a acontecer en Jerusalén. Mientras tanto, los discípulos duermen, pero cuando despiertan, ven la manifestación de Jesús y Pedro le dice a Jesús que allí se encuentran muy bien pidiendo hacer tres tiendas, tal vez, rememorando la fiesta de las tiendas o también el tiempo de Israel en el desierto. Lo cierto es que esa gloria que alcanzan a vislumbrar se opaca con la nube y quedan asustados. En realidad, en este pasaje de la transfiguración se está revelando que Jesús es el “Hijo elegido” a quien hemos de escuchar. El texto corresponde a una unidad donde se dice quién es Jesús: Herodes dice que es el Bautista (Lc 9,9); la gente dice que es Juan el Bautista o Elías o un profeta (Lc 9, 19); Pedro afirma que es el “Cristo de Dios” (Lc 9, 20).

Revelar a Jesús como el Hijo Elegido a quien hay que escuchar, es una invitación de Lucas a dejar de escuchar a los profetas del Antiguo Testamento y escuchar al “profeta” de Dios, a su propio Hijo. El pasaje finaliza con el silencio que guardan los discípulos.

La invitación hoy es también para nosotros que ya sabemos la identidad de Jesús, profeta de todos los tiempos, cuya palabra revela el querer de Dios sobre la humanidad. De nuestra apertura a esa escucha dependerá que el reino de Dios siga haciéndose presente con más radicalidad en el aquí y ahora de nuestra historia.

 (Foto tomada de: https://www.vaticannews.va/es/fiestas-liturgicas/transfiguracion.html

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“ Escuchadle a Él ”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF.

Domingo, 16 de marzo de 2025

transfiguration1De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

Escuchadle a Él 

Si el primer Domingo de Cuaresma contemplamos a Jesús en su condición humana, tentado por el diablo en el desierto y durante su vida, en este segundo Domingo el Evangelio que se nos da, el de la Transfiguración de Jesús, nos lleva a confesar que en aquella carne mortal quedaron «entre paréntesis» las prerrogativas divinas de Aquel que «se despojó de sí mismo tomando la condición de hombre y esclavo» (Flp 2,7): su identidad profunda, de hecho, permaneció como la del Hijo de Dios y su destino fue la gloria divina (cf. Flp 2,9-11).

Estamos pues ante este relato testimoniado por los tres evangelios sinópticos (cf. Mc 9,2-10; Mt 19,2-9), cada uno con detalles diferentes y significativos. Lucas escribe que «ocho días después» (Lc 9,28a), el día del cambio, es decir, el día de la confesión de Pedro, que reconoció y confesó a Jesús como «el Cristo de Dios» (Lc 9,20), el día en el que Jesús mismo anunció por primera vez la necesidad de su pasión, muerte y resurrección (cf. Lc 9,22), Jesús decide subir al monte santo para dedicarse a la oración. Trae consigo a sus discípulos más cercanos, Pedro, Juan y Santiago, a quienes había prometido la visión del reino de Dios antes de su muerte (cf. Lc 9, 27).

Jesús entra en ese encuentro con Dios ejercitándose en la escucha de su voz, de su Palabra, para poder comprenderla, asumirla y custodiarla en el propio corazón y, en consecuencia, poder decir su “amén” a esta voluntad de Dios.

La oración de Jesús está toda aquí, y así es también la oración del cristiano: no hay mucho que decir a un Padre que sabe lo que necesitamos (cf. Mt 6,8) y lo que tenemos en el corazón, no hay largos discursos que pronunciar (cf. Mt 6,7), sino que basta con responder al Señor con la obediencia, con el “” asumido libremente y con una gran fe amorosa.

Muchas veces –nos lo atestiguan los Evangelios, especialmente Lucas (cf. Lc 5,16; Lc 6,12; Lc 9,18)– Jesús buscó la soledad, la noche, la montaña, para vivir esta oración asidua al Padre. También ahora, después de la confesión de Pedro, que marcó un salto adelante en la fe de los discípulos y les permitió revelar su muerte y resurrección, Jesús entra en oración.

Sabemos bien que la oración no cambia a Dios sino que nos transforma, pero lo olvidamos fácilmente, porque la forma de oración pagana que quiere hablar a Dios, que quiere doblegarlo a nuestros deseos, está en nuestras fibras de criaturas frágiles y necesitadas, dispuestas a hacer de Dios aquel que siempre puede decirnos “”. Jesús, sin embargo, no reza así, porque sabe que es él quien debe decir “” a Dios, no al revés.

Pues bien, en esa escucha del Padre, en esa adhesión a Él, se realiza la revelación dirigida a los tres discípulos, que quedan así constituidos «testigos de su gloria» (cf. 2 P 1, 16): el rostro de Jesús aparece «diverso», sus vestiduras resplandecientes de luz. Para nosotros, los hombres, ésta es la visión de la gloria: percibimos un cambio en Jesús, contemplamos su alteridad, su «transfiguración» («se transfiguró»: Mc 9,2; Mt 17,2).

Más allá de lo insuficiente de nuestras palabras, la realidad es que Jesús es percibido en su alteridad: el hombre Jesús, a quien los tres discípulos siguieron como profeta y Mesías, tiene otra identidad, todavía no revelada, pero que con este acontecimiento se les revela momentáneamente, por alusión, pero en todo caso de modo suficiente para transformar su fe en Él.

Aquí no podemos decir mucho más, balbuceamos, nos sentimos en presencia de un acontecimiento que sólo debe ser adorado.

A lo largo de los siglos, los cristianos se han planteado muchas preguntas al leer este pasaje. En la tradición oriental se ha llegado a pensar que en verdad Jesús permaneció igual, mientras que fueron los ojos de los discípulos los que sufrieron una transfiguración, hasta el punto de poder leer y ver lo que no veían cotidianamente.

Otros cristianos han pensado que en este acontecimiento Jesús permitió a los apóstoles ver su gloria, de la que se había despojado en la encarnación, una gloria no perdida sino sólo “puesta entre paréntesis“.

Otros, más recientemente, prefieren ver en el relato de la Transfiguración una anticipación de la Pascua: sería fruto de la fe en Jesús resucitado, de su identidad revelada en la resurrección, y por tanto leída a posteriori como profecía de la Pascua.

Diferentes lecturas, todas posibles, que no son excluyentes entre sí. Nosotros con sencillez, con ojos sencillos, acogemos el misterio de este acontecimiento como una revelación: Jesús, aquel hombre de Galilea, que como un profeta tenía discípulos y hablaba a las multitudes, aquel hombre precario, frágil, en camino de muerte, era en verdad el Hijo de Dios y sus prerrogativas divinas no aparecían porque era verdadera y totalmente hombre y no en condición de semidiós. ¡Sí, aquel hombre era el Hijo de Dios!

Para testimoniarlo, intervienen ante todo Moisés y Elías, en su gloria de vivir en Dios. Están a su lado y le hablan de su «éxodo», de su fin, de su muerte que se producirá dentro de poco en Jerusalén, la ciudad hacia la que se dirige: será un éxodo, un paso, porque el Padre lo resucitará en la gloria (cf. Lc 9,51; 24,51).

Lo que Jesús había anunciado como su fin próximo en Jerusalén es llamado “gloria” por la Ley (Moisés) y los Profetas (Elías). Aquí está la convergencia en Jesús de todas las Escrituras de Israel, que sólo en él encuentran unidad y pleno cumplimiento. Para los tres discípulos este acontecimiento aparece como un sello de aquello que siguen: lo que les sucede está de acuerdo con todas las Escrituras, es según la revelación de Dios dada hasta entonces a Israel, el pueblo de la alianza.

Incapaces de afrontar este misterio, Pedro, Juan y Santiago están agobiados por el sueño, pero consiguen vencerlo y contemplar “la gloria” de Jesús y de los dos hombres que hablan con Él de su pasión, muerte y resurrección. El peso de la gloria los invade, de modo que, de alguna manera, ven venir con poder el reino de Dios (cf. Mc 9,1).

Pedro entonces, en una especie de éxtasis, pide a Jesús que haga duradero ese momento, como un momento de visión y ya no de fe, de felicidad y ya no de fatiga, de paz y ya no de lucha espiritual. Pero mientras Pedro aún estaba hablando de manera extática, he aquí que la nube de la Shekinah, de la Presencia de Dios, viene y los envuelve con su sombra, causando temor y temblor en los discípulos.

Están ante Dios en su esfera de vida, no en la luz deslumbrante sino en la nube que oscurece y no les deja ver: sienten miedo pero no ven nada, perciben la Presencia de Dios pero no la ven. Pero ellos oyen, escuchan, porque a Dios no se lo ve sin morir (cf. Ex 33,20), pero siempre se lo escucha, como había enseñado Moisés a los hijos de Israel: “El Señor os habló desde el fuego y oísteis el sonido de sus palabras, pero no visteis ninguna figura; ¡Sólo había una voz!” (Dt 4,12).

La voz de Dios resuena en aquella nube como revelación de la identidad de Jesús y, al mismo tiempo, como tarea para sus discípulos: “Éste es mi Hijo, el Elegido; ¡Escúchalo!”. ¿Qué escuchan realmente Pedro, Juan y Santiago? Escuchan la profecía de Isaías sobre el Siervo anónimo del Señor, figura esperada por los creyentes de Israel: «He aquí mi Siervo, mi Elegido» (Is 42,1).

La revelación es ahora Jesús mismo, su persona y el gran mandato: “¡Escucha, Israel!”. (Shemá Yisra’el: Dt 6,4) se convierte en: “¡Escuchad al Hijo, escuchadlo!”. También la escucha de la Ley y de los Profetas debe convertirse en escucha de Jesús, el Hijo a quien Dios ama porque cumple su voluntad, según la misión recibida. Los tres ahora conocen a Jesús: es el Hijo amado de Dios, enviado por Él para ser escuchado.

Así, en silencio, termina este acontecimiento narrado con dificultad: Jesús está de nuevo solo con los tres, quienes, mudos por el estupor y la adoración del misterio, no hablan, no saben contar lo que han visto, hasta después de que Jesús ha resucitado de entre los muertos.

De hecho, la transfiguración es un signo y una profecía de la resurrección misma: también los justos serán transfigurados en el Reino de Dios después de su muerte.

En verdad, también nosotros esperamos este acontecimiento, deseamos participar en él en nuestra vida y de hecho lo hacemos, pero no tenemos la fe suficiente para verlo como gloria de Dios: ¡seguimos siendo hombres y mujeres de poca fe!

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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Subir, contemplar y escuchar

Después del primer Domingo, en el que se nos narra el episodio de las tentaciones, en el segundo Domingo de Cuaresma el Evangelio nos lleva al monte para entrar en el acontecimiento de la Transfiguración del Señor. Este texto concluye la primera parte del Evangelio de Lucas, en la que el evangelista nos lleva cada vez más a comprender la identidad de Jesús.

Herodes piensa que es un profeta, la gente dice que es el Bautista, los discípulos dicen que es el Cristo de Dios, pero no saben qué quiere decir Cristo ni qué quiere decir Dios, y Jesús explica que es el Hijo del Hombre. El Hijo del Hombre es la figura gloriosa de Daniel 7 que será Juez del mundo, la figura más divina que existe, pero que tendrá que sufrir. Él será el Siervo de Yhwh, que pasa por la cruz, y así vencerá el mal.

Subió al monte a orar. Sólo Lucas enfatiza que Jesús está orando, mientras ora su rostro cambia de apariencia. La manifestación del rostro de Jesús, y por tanto del rostro del Padre, se produce en el encuentro personal de Jesús con Dios Padre. Jesús necesita de esta intimidad y en la oración se hace visible la verdad y plenitud de su identidad.

Nos encontramos en una encrucijada del Evangelio, en un encuentro con Él dado a pocos. En esta oración se deja acompañar por Pedro, Juan y Santiago y serán también los mismos discípulos quienes le acompañarán en otra oración, la de Getsemaní, donde Jesús se dispondrá a mostrar no su rostro glorioso y luminoso, sino el desfigurado.

En el fondo se trata del mismo acto: por una parte se ve el rostro oculto, privado, y por otra se ve el rostro público, humillado, desfigurado hasta el punto de no ser la apariencia de un hombre y que aparecerá después de la oración en Getsemaní. Sólo después de haber visto aquel rostro desfigurado levantado en la cruz del monte Calvario, sólo después de haber visto su rostro después de la resurrección, los discípulos comprenderán lo que les había sido revelado por el Padre acerca del Hijo el día de la transfiguración.

Y he aquí dos hombres que hablaban con él…. Los discípulos ven junto a Jesús a dos hombres que le hablan de su éxodo, es decir, de su muerte en la cruz. Son Moisés y Elías, la ley y los profetas.

Dos hombres se les aparecerán a las mujeres en el sepulcro (Lucas 24,4) y nuevamente a través de la ley y los profetas las mujeres entenderán lo que ha sucedido. El mismo Jesús resucitado, en el camino de Emaús (Lc 24,13ss), explicará a través de Moisés, de los Profetas, del Antiguo Testamento, cómo era necesario que el Señor sufriera estas cosas para entrar en su gloria. Leer más…

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“¿Cuaresma un tiempo de desierto?”, por Carmiña Navia

Jueves, 13 de marzo de 2025

IMG_8803Para llegar a tu verdadero ser, hay que atravesar tu propio desierto.
Libérate de todo lo que crees ser para llegar a lo que eres de verdad.
Mantente en el silencio, hasta que se derrumbe
el muro que te separa de ti mismo.
Fr. Marcos Rodríguez

En las tradiciones espirituales el desierto ha sido identificado siempre como un ámbito de silencio, meditación profunda y encuentro con el fondo mismo de nuestro ser. En su horizonte último, una posibilidad de encuentro con la Divinidad que nos habita. En nuestra sociedades y ciudades actuales es difícil desear o encontrar el desierto. Las dinámicas que vivimos nos han hecho crear la absoluta necesidad de vivir “conectados”, entendiendo por ello: vivir pendientes de la última noticia y colgados de cualquier acontecer sea importante o anodino. Necesitamos aturdirnos con el exterior, escuchar el interior nos asusta. Esa conexión permanente no nos da tregua y el mundo en su desorden y en su caos se nos mete al corazón mismo de nuestro diario vivir.

Como ya no vivimos en el paradigma de “la cristiandad” los tiempos litúrgicos que marcan nuestros años, son significativos exclusivamente para quienes deseamos vivir en onda de Jesús de Nazaret. En este sentido creo que una forma actual de vivir la cuaresma es tratar de encontrar, aunque sea en ratos perdidos, un desierto, en la mitad de nuestras agitadas ciudades. Un cronotopo que nos permita, precisamente, entender, asimilar y profundizar en ese raudal de noticias que día a día nos invade.

Ese desierto nos ayudaría a entendernos mejor, a serenarnos cuando sea necesario, a comprender más a fondo las dinámicas del mal que nos habitan y los destellos de luz que nos jalonan hacia el lado del hermano. Nos ayudaría también a desechar en cada uno de nosotros y nosotras las grandes tentaciones que nos llegan y llaman: tentaciones que no tienen principio ni tendrán fin. Y desde ese desierto podríamos reemprender los caminos de una nueva praxis que genere nuestro aporte, aunque mínimo, en la construcción de un mundo más humano, más habitable, más sororo-fraterno.

Definitivamente el evangelio nos pide mucho más que cumplir con rituales o mandatos formales… el evangelio nos ofrece una Buena Noticia, que sólo lo será si los y las creyentes la hacemos realidad cada minuto en nuestra vida, cada momento en nuestro andar, cada relación o quehacer que emprendamos. El tejido social lo construimos la humanidad entera y si nuestro aporte a ese tejido social lo hace mejor, el mundo caminará hacia corredores cualitativamente diferentes: habitados por flores y no por espinas. Un tiempo largo o momentos perdidos de desierto se pueden convertir en motor, herramienta y apoyo para ello. Nuestras atafagadas ciudades claman por un desierto.

Salir y entrar de la Cuaresma no es ponernos la ceniza al principio y cantar al final “Resucitó” … es visitar de una manera diferente y en reposo nuestro mundo interior, nuestras relaciones, nuestras prácticas sociales… y conseguir en ellas un cambio, una metanoiaque nos sitúe en el corazón mismo del Evangelio. Si algo puede rescatar hoy al mundo, de los males sociales, económicos, políticos y éticos en que se encuentra es el mensaje evangélico; la Palabra y la Persona de Jesús que roturan caminos vírgenes.

Vivamos una Cuaresma 2025, diferente. Llena de vida y de sentido. Una Cuaresma que nos traiga retos.

Carmiña Navia Velasco

Cali, Marzo 2025

Fuente Fe Adulta

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