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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Miércoles, 9 de agosto de 2017
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En la festividad de Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no enteder, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

*

Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

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Gloria

Lunes, 7 de agosto de 2017
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Del blog Nova Bella:

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“Para mi es un placer ser ignorada

isla ignorada del océano eterno.

En el centro del mundo sin un libro

sé todo, porque vino un mensajero

y me dejó una Cruz para la vida

-para la muerte

me dejó un misterio-.

*

Gloria Fuertes

28 de julio de 1917- 27 noviembre 1998

gloria

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Coge tu cruz y sígueme…

Domingo, 2 de julio de 2017
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No te he negado

Por causa de Tú causa me destrozo
como un navío, viejo de aventura,
pero arbolando ya el joven gozo
de quien corona fiel la singladura.

Fiel, fiel…, es un decir. El tiempo dura
y el puerto todavía es un esbozo
entre las brumas de esta Edad oscura
que anega el mar en sangre y en sollozo.

Siempre esperé Tú paz. No Te he negado,
aunque negué el amor de muchos modos
y zozobré teniéndote a mi lado.

No pagaré mis deudas; no me cobres.
Si no he sabido hallarte siempre en todos,
nunca dejé de amarte en los más pobres.

*

Pedro Casaldáliga,
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae 1986

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.”

*

Mateo 10,37-42

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“La familia no es intocable”, 13 Tiempo ordinario – A (Mateo 10,37-42)

Domingo, 2 de julio de 2017
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post-manifiesto1-570x333Con frecuencia, los creyentes hemos defendido la «familia» en abstracto, sin detenernos a reflexionar sobre el contenido concreto de un proyecto familiar entendido y vivido desde el Evangelio. Y, sin embargo, no basta con defender el valor de la familia sin más, porque la familia puede plasmarse de maneras muy diversas en la realidad.

Hay familias abiertas al servicio de la sociedad y familias replegadas sobre sus propios intereses. Familias que educan en el egoísmo y familias que enseñan solidaridad. Familias liberadoras y familias opresoras.

Jesús ha defendido con firmeza la institución familiar y la estabilidad del matrimonio. Y ha criticado duramente a los hijos que se desentienden de sus padres. Pero la familia no es para Jesús algo absoluto e intocable. No es un ídolo. Hay algo que está por encima y es anterior: el reino de Dios y su justicia.

Lo decisivo no es la familia de carne, sino esa gran familia que hemos de construir entre todos sus hijos e hijas colaborando con Jesús en abrir caminos al reinado del Padre. Por eso, si la familia se convierte en obstáculo para seguir a Jesús en este proyecto, Jesús exigirá la ruptura y el abandono de esa relación familiar: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí. El que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí».

Cuando la familia impide la solidaridad y fraternidad con los demás y no deja a sus miembros trabajar por la justicia querida por Dios entre los hombres, Jesús exige una libertad crítica, aunque ello traiga consigo conflictos y tensiones familiares.

¿Son nuestros hogares una escuela de valores evangélicos como la fraternidad, la búsqueda responsable de una sociedad más justa, la austeridad, el servicio, la oración, el perdón? ¿O son precisamente lugar de «desevangelización» y correa de transmisión de los egoísmos, injusticias, convencionalismos, alienaciones y superficialidad de nuestra sociedad?

¿Qué decir de la familia donde se orienta al hijo hacia un clasismo egoísta, una vida instalada y segura, un ideal del máximo lucro, olvidando todo lo demás? ¿Se está educando al hijo cuando lo estimulamos solo para la competencia y rivalidad, y no para el servicio y la solidaridad?

¿Es esta la familia que tenemos que defender los católicos? ¿Es esta la familia donde las nuevas generaciones pueden escuchar el Evangelio? ¿O es esta la familia que también hoy hemos de «abandonar», de alguna manera, para ser fieles al proyecto de vida querido por Jesús?

José Antonio Pagola

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“El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.”. Domingo 2 de julio de 2017 13º Ordinario

Domingo, 2 de julio de 2017
Comentarios desactivados en “El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.”. Domingo 2 de julio de 2017 13º Ordinario

36-ordinarioa13Leído en Koinonia:

2Reyes 4, 8-11. 14-16a: Ese hombre de Dios es un santo, se quedará aquí.
Salmo responsorial: 88: Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Romanos 6,3-4.8-11: Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que andemos en una vida nueva.
Mateo 10,37-42: El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.

Las exigencias de la cruz cambian para cada generación de creyentes. En la época de Jesús existía la amenaza inminente de la muerte ignominiosa, bien fuera por la cruz, la espada o la lapidación. Los cristianos eran vistos como una amenaza para el imperio y, con frecuencia, se les acusaba falsamente de sedición. Con el tiempo, la pena capital fue cambiando de modalidad y sus cuerpos fueron quemados en locales públicos, o arrojados a leones, osos, tigres, toros y toda clase de fieras. Todas estos intentos de bloquear, anular o eliminar la novedad del evangelio fueron vanos porque la fuerza del cristianismo radica en la cruz de Cristo.

Los cristianos de los primeros siglos no anunciaban religiones de salvación, ni sanaciones individuales ni ritos de purificación. Aunque ellos anunciaran la universalización de la obra salvadora, curaran enfermos y tuvieran el símbolo del bautismo como rito de iniciación, lo que los hacía diferentes era su radical denuncia de la injusticia. Anunciar a un Mesías crucificado era, y es, ir en contra de todos los parámetros sociales, de las buenas costumbre e, incluso, de los preceptos de la religión. Ellos anunciaban como redentor a uno que el sistema lo había proscrito, condenado y sentenciado al escarnio público. El anuncio de un Mesías Crucificado era, en realidad, una denuncia vehemente de un sistema de creencias, valores e instituciones que habían hecho de la violencia, la mentira y la opresión los valores indiscutibles de la organización social. ¿Cómo iban a ver con buenos ojos las autoridades de Jerusalén, los gendarmes del imperio y el pueblo alienado que un individuo apoyado por un pequeño grupo de hombres y mujeres cuestionara directamente sus valores y anunciara que otra sociedad era posible? Imposible para la gente, pero no para Dios.

Las comunidades cristianas desde el inicio tuvieron conciencia de la magnitud de la tarea a la que se enfrentaban. La experiencia del resucitado les llevó rápidamente a descubrir que debían superar los límites de las comunidades palestinas y lanzarse a la misión universal; debían dar prioridad a la construcción de las comunidades y dejar a un lado la tentación de construirse edificios; debían enfocarse sobre los grupos excluidos y marginados y dejar de lado los centros de poder; debían asimismo retomar las opciones fundamentales de Jesús y hacerlas vida en todos los rincones del imperio. Por eso, las exigencias para seguir a Jesús se fueron formulando con una claridad y precisión asombrosas en cada comunidad. Los contenidos fundamentales se fueron adecuando a cada contexto histórico y cultural pero sin atenuar las características esenciales del mensaje.

Por tanto, no debe sorprendernos que Mateo nos diga con tanta ‘dureza’ las exigencias del seguimiento de Jesús. El evangelista retoma las tradiciones del evangelio y las actualiza de acuerdo con el lenguaje y necesidades de su comunidad. Sus palabras hieren, como el antiséptico sobre la eterna llaga, pero tienen una virtud medicinal: nos liberan de nuestros propios prejuicios y apegos.

Cuando Mateo nos dice que quien ama más a sus parientes que a Jesús no es digno de él, nos revela un problema de su comunidad. El pueblo judeocristiano, tiene una estima desmesurada por los de su propia sangre. Un afecto que fácilmente se convierte en apego paralizante. El texto usa en griego la palabra filia para denominar este afecto. Pero el proyecto de Jesús pide más: pide un amor enfocado hacia el prójimo, un amor que supere los lazos de sangre, el parentesco y la raza. Un amor como el que Dios nos tiene y que en griego se llama ágape. El cristiano que no sea capaz de trascender los estrechos limites de la familia, de la raza o de la nación, no está habilitado para experimentar y dar el amor solidario que propone el evangelio. Y por esa misma razón, el amor a Jesús no se reduce a la pura dimensión íntima, individual y privada. Amar a Jesús es amar lo que él amó, su proyecto, su ideal, su Utopía, el «Reinado de Dios», como él acostumbró a llamarla, con las palabras tradicionales de los profetas. Amar a Jesús es amar a las personas que él amó: pobres, marginados, excluidos, enfermos, abatidos, endemoniados, extranjeros. El amor de Jesús era tan grande que llegó a amar incluso a aquellos que se declararon sus enemigos. Un amor que hoy nos puede parecer desorbitado, desnaturalizado, extremo, pero que para nuestra dicha y quebranto es el amor con el que Dios nos ama. Un amor sin el cual no podemos llamarnos discípulos de Jesús.

Pablo simboliza muy bien la radicalidad del amor cristiano mediante la comparación entre la muerte y la inmersión bautismal. Ser cristiano es morir a todos los apegos irracionales hacia la propia familia, raza o nación, incluso es morir hacia un apego desordenado hacia sí mismo. La novedad cristiana se manifiesta en esa transformación sustancial de las relaciones humanas, en la resurrección a una vida nueva llena de afectos, proyectos y estilos de vida completamente volcados hacia la humanidad sufriente y marginada. Con Cristo morimos a una humanidad caduca y sin esperanza para resucitar en una nueva humanidad libre y generosa en la que el límite es el cielo, donde no hay límite. Leer más…

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2.7.17. El fuego de Jesús. Quien ame a su padre o a su madre más que a mí…

Domingo, 2 de julio de 2017
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19399260_815457485298112_1294603559265818618_nDel blog de Xabier Pikaza:

Este yo de Jesús (más que a mí) es el “yo” universal de los hambrientos y sedientos, de los exiliados/extranjeros y desnudos, de los enfermos y encarcelados… Quien ame sólo a sus padre y hermanos y olvide a los pobres del mundo… no es digno de Jesús, es decir, de su mensaje y camino de evangelio.

Así lo proclama el evangelio de este domingo, que recoge las dos últimas partes del final del sermón misionero (Mt 10, 1-42)… que incluye tres pasajes poderosos (10, 34-36; 10, 37-39; 10, 40-42) que destacan el carácter histórico y definitivo del envío eclesial de Jesús, , que identifica su camino con el camino de todos los pobres del mundo (cf. 25, 31-46).

Por eso quiero evocar los tres pasajes (y no sólo los dos últimos), como hace la liturgia de este domingo. Esos pasajes, que Mateo sitúa al final del discurso misionero, repiten y sitúan temas en parte conocidos, que provienen básicamente del Q, menos el tercero, propio de Mateo, aunque con elementos de Marcos.

Sigo recogiendo temas de mi comentario de Mateo, una lectura fuerte, para aquellos que quieran vivir el evangelio…

–En conjunto, un tipo de iglesia, ha querido más a su padre y a su madre (es decir, a sus propias instituciones) que a los pobres-hermanos de Jesús (es decir, se ha querido a sí misma más que a Jesús).

19424015_815486065295254_3382955844555456564_n— Una tipo de sociedad actual… se quiere a sí misma (quiere sus privilegios) por encima del “yo” de Jesús, que son los pobres, hambrientos, extranjeros, desnudos, enfermos… así nos va.

Por eso estamos en crisis… pero una crisis positiva, si redescubrimos el evangelio, como hemos de hacer, con temblor y gran gozo, este domingo. Buen día a todos.

1. No he venido a traer paz, sino espada (10, 34-35).

Superando la vieja familia sacral (que protege a los suyos) ha elevado Jesús su propuesta de comunidad abierta a todos, y de un modo especial a los carentes de familia. Ciertamente, reconoce el valor de la casa y la incluye en su proyecto misionero (Mt 10, 12-13; cf. Mc 6, 10); pero, al mismo tiempo, supera un tipo de “buena” casa-familia, que expulsa a los marginados. Por eso, su mensaje de concordia introduce una fuerte escisión en la estructura social precedente, incluso al interior de las familias (Lc 14, 16-24; cf. Lc 2, 35; Mc 13, 8).

10 34 No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada; 35 he venido a enfrentar al hombre con su padre, y a la hija con su madre, y a la nuera con su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su propia casa

Este pasaje proviene del Q (Lc 12, 51-53) y contiene una clara paradoja. Ciertamente, en un sentido profundo, Jesús ha venido a traer la paz mesiánica, y así lo han de anunciar sus mensajeros (cf. 10, 13). Pero esa paz sólo puede alcanzarse a través de una espada (ma,caira) que deshace y supera las conexiones antiguas Ciertamente, no será la espada de los soldados de Dios, que vencerán un día al imperio de Roma en el campo de batalla, como la del Dios de Josué (Js 5, 13-15) o la de los macabeos (2 Mac 15, 16-18), ni la espada de aquel que intentará “defender” a Jesús en el Huerto de los Olivos, porque a espada mueren los que empuñan la espada (Mt 26, 52).

Sólo el evangelio de Mateo ha insistido en esta espada del Cristo de Dios, que Hbr 4, 12 in-terpretará de manera interior, como cuchillo que penetra en la intimidad radical de la persona. Pues bien, aquí se trata de la espada que se introduce en el interior de la familia (un tipo de comunidad cerrada en sí), que Jesús ha venido a superar, aunque podía tener elementos buenos, pero que se hallaba vinculada a la expulsión de los pobres y al enfrentamiento con las otras naciones y familias.

La espada de Jesús divide y distingue con más fuerza que la espada del César, pero lo hace para crear una paz en la que todos pueden ser asumidos. Ésta es la espada de una lucha que no se despliega en un plano militar, ni se resuelve derrotando a Roma, pero que tampoco acepta su “justi-cia” (como supone la glosa de Rom 13, 4), sino que rompe y supera un tipo de familia clausurada en sí, para crear otra en la que quepan todos, empezando por los excluidos de la sociedad judía o romana.

Esas palabras (he venido a traer la espada) proclaman y definen la guerra de Jesús, que no es un combate entre naciones (semejantes unas a las otras), ni entre el mesianismo de Jesús y el judaísmo establecido (de tipo rabínico), sino entre una familia cerrada en sí (que condena a la otras), y una familia que se abre a todos, desde los privilegiados de Jesús, los pobres, pequeños y distintos…

La espada de Jesús se opone a un tipo de imposición particular, familiar y social, que hace imposible el surgimiento de la verdadera comunión de Dios y con todos los hombres. La espada de Jesús está al servicio de la gratuidad y del amor a todos, empezando por los excluidos y pequeños, para terminar incluyendo a los mismos enemigos (a los que en un primer momento parecía rechazar 25, 31-46). Mateo ha situado este proyecto de revolución familiar hacia el final del discurso misionero, tras haber resaltado la necesidad de “confesar al Hijo del Hombre”, representante de los pobres y expulsados (Mt, 10, 32-33), superando así un tipo de vinculación familiar que se cierra en sí misma. La espada de Jesús ha venido a romper (superar y recrear) tres tipos de vinculación fundamental, retomando en otro contexto un elemente clave de la crisis escatológica anunciada por Miq 7, 6:

‒ La espada de Jesús divide al hombre (anthropos) con su padre. Ésta es la más honda vinculación según ley (la establecida entre padre e hijo) y es la primera que debe ser superada, de forma que los seres humanos han de enfrentarse con su padre (kata tou patros) para ir más allá de una estructura patriarcal dominadora.

‒ Y a la hija con su madre. Esta ruptura es como la anterior, en línea femenina, pues la hija debe enfrentarse con su madre, para no repetir el mismo esquema de poder, rompiendo (superando y recreando, de un modo distinto) de relaciones entre madres e hijas, en línea de salvación universal.

‒ Y a la nuera con su suegra. Ésta es la tercera gran ruptura, dentro de una familia en la que, tras un casamiento regulado por ley, la madre (especialmente viuda) que sigue viviendo en la casa del hijo continúa siendo dueña de la casa (gebyra), en línea de poder .

Este pasaje, inspirado en Miq 7, 6 y que aparece en Lc 12, 51-3, pero sin citar la espada, y po-niendo en su lugar la división (diamerismo,n) expresa la ruptura escatológica que conduce a la crisis de familia, de manera que “los enemigos del hombre serán los de su propia casa” (palabras que significativamente Lc 12, 51-53 tampoco ha citado, para no insistir tanto en la división familiar de Jesús). Esta triple espada no tiene sólo una función destructora, sino también (y sobre todo) creadora, al servicio de la nueva familia universal del Reino, superando, al fin, todo talión y toda venganza:

‒ Es una ruptura dolorosa, destructora, la mayor que puede darse en este mundo, desde la perspectiva del judaísmo tradicional, donde la familia era el signo básico de Dios (en línea de Ley de genealogía). En esa perspectiva se había situado Miqueas y sigue situándose la comunidad cristiana (a partir de Jesús), sabiendo que la división de familias resulta más dolorosa y dura que la caída de naciones e imperios, que son, al fin, estructuras derivadas. Mientras siga habiendo familia seguirá habiendo humanidad, pero esa misma familia puede ser fuente de conflictos, de manera que resulte necesaria dentro de ella una ruptura y división más honda, para que pueda surgir la nueva comunidad de Reino, que promueve y busca Jesús.

‒ Ésta es una ruptura creadora, pues está al servicio del surgimiento de una comunión más alta de personas. No es ruptura de simple muerte, sino de nuevo nacimiento. Por experiencia de evangelio, es decir, para hacer posible el surgimiento de una comunión universal, que incluya a los enfermos y pobres (y a los mismos pecadores) los creyentes han de romper un tipo de unidad familiar impositiva de padre-hijo, madre-hija, suegra-nueva, a fin de que surja una familia distinta, de tipo mesiánico, abierta en forma universal, como seguiremos viendo en los textos centrales del Mateo, desde 12, 46-50 y 19, 27-30 hasta 25, 31-46 (reinterpretado en línea de perdón universal, desde el relato de la muerte y resurrección de Jesús). El cambio mesiánico iniciado por Jesús no comienza en un plano político o militar, sino en la misma familia. Leer más…

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Indignidad, acogida y recompensa. Domingo 13 TO. Ciclo A

Domingo, 2 de julio de 2017
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vaso-de-aguaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El largo discurso dirigido a los apóstoles (resumido en los domingos 11-13) termina con una serie de frases de Jesús que son, al mismo tiempo, muy severas y muy consoladoras. Las severas se dirigen a los apóstoles; las consoladoras, a quienes los acogen.

¿Quién no es digno de Jesús?

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

-«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí;

el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí;

y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.

El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.

            La sección comienza con tres frases que terminan de la misma manera: “no es digno de mí”. Las dos primeras están muy relacionadas: no es digno de Jesús el que ama a su padre o a su madre más que a él, o el que ama a sus hijos o a su hija más que a él.

            Una leyenda cruel ayuda a explicar la postura de Jesús

            En el libro del Éxodo se cuenta que, mientras Moisés estaba en el monte Sinaí recibiendo del Señor las tablas de la Ley, los diez mandamientos, el pueblo, cansado de esperar, decidió fabricar un becerro de oro y adorarlo. Cuando Moisés baja del monte y contempla el espectáculo, rompe las tablas, se planta a la puerta del campamento y grita: «¡A mí los del Señor! Y se le juntaron todos los levitas.» Moisés les ordena: «Ciña cada uno la espada; pasad y repasad el campamento de puerta en puerta, matando, aunque sea al hermano, al compañero, al pariente». Los levitas cumplieron las órdenes de Moisés y este, al final, les dice: «¡Hoy os habéis consagrado al Señor a costa del hijo o del hermano, ganándoos hoy su bendición» (Éxodo 32,25-29).

            El historiador moderno duda que los levitas tuvieran espadas en el desierto y que llevaran a cabo esta matanza. Pero los antiguos no eran tan críticos. Aceptaban las cosas que se contaban, e incluso alaban a los levitas, ya que en un caso de grave conflicto entre los vínculos familiares y la fidelidad a Dios, optaron por lo segundo: «Dijeron a sus padres: ‘No os hago caso’; a sus hermanos: ‘No os reconozco’; a sus hijos: ‘No os conozco’. Cumplieron tus mandatos y guardaron tu alianza» (Deuteronomio 33,9).

            Se podría decir que Jesús exige a sus discípulos la misma actitud de los levitas. Pero hay dos diferencias importantísimas: 1) Jesús no ordena matar a los padres o a los hermanos en caso de conflicto. 2) Los levitas se comportaron así por fidelidad a los mandatos de Dios y a su alianza; los discípulos deben hacerlo por amor a Jesús. Al exigir este amor superior al de los seres más queridos, Jesús se está poniendo al nivel de Dios, al que hay que amar sobre todas las cosas. Los primeros cristianos, en momentos de persecución, se vieron a veces en la necesidad de optar entre el amor y la fidelidad a Jesús y el amor a la familia. La elección era dura, pero muchos la hicieron, convencidos de que recuperarían a sus padres e hijos en la vida futura. (La misma fe que confiesan la madre y sus siete hijos en el Segundo libro de los Macabeos, capítulo 7).

            La frase siguiente (“el que no coge su cruz…”) también se entiende mejor a la luz del texto del Deuteronomio. En él se dice que los levitas, por haber mostrado esa fidelidad a Dios, recibieron un gran premio y dignidad: “Enseñarán tus preceptos a Jacob y tu ley a Israel; ofrecerán incienso en tu presencia y holocaustos en tu altar.” Jesús no promete nada de esto a sus discípulos. Añade una nueva exigencia, mucho más dura: ya no se trata de posponer a los seres queridos sino de renunciar a la propia vida, con la seguridad de recobrarla en el futuro.

Acogida y recompensa

            El que os recibe a vosotros me recibe a mí,

y el que me recibe, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta;

y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.

El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»

            La última parte se dirige a las personas que acojan a los discípulos: recibirlos a ellos equivale a recibir a Jesús y recibir al Padre. Estas palabras los sitúan muy por encima de profetas y justos, los grandes personajes religiosos de la época. La primera lectura cuenta como un matrimonio de Sunám decidió acoger en su casa al profeta Eliseo cuando pasaba por el pueblo; le construyeron una habitación en el piso de arriba y le proporcionaron una cama, una silla, una mesa y un candil. Una gran inversión para aquel tiempo. Pero recibieron su recompensa con el nacimiento de un hijo.

            En comparación con Eliseo, los discípulos pueden parecer unos “pobrecillos” sin importancia. A nadie se le ocurrirá darles alojamiento permanente. Pero basta un vaso de agua fresca (algo muy de agradecer cuando no existen bares ni agua corriente en las casas) para que esas personas reciban su recompensa.

Resumen

            Si en la primera parte entreveíamos los grandes conflictos familiares provocados por las persecuciones, en este final intuimos lo que experimentaron muchas veces los misioneros cristianos: la acogida amable y sencilla de personas que no los conocían. De estos últimos versículos, solo uno tiene paralelo en el evangelio de Marcos. El resto es original de Mateo, que ha querido redactar un final consolador, para dejarnos al final de este duro discurso un buen sabor de boca.

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Domingo XIII. 1 Julio, 2017

Domingo, 2 de julio de 2017
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domingo-13

“Quien encuentre su vida, la perderá, y quien pierda su vida por mí, la encontrará.”

(Mt 10, 37-42)

El evangelio de este domingo es un evangelio del “mundo al revés”. Jesús, que está hablándoles a sus discípulos, invierte el orden lógico, le da la vuelta a todo.

Perder resulta que significa ganar y encontrar perder. Lo que viene a decirnos que la lógica del Reino es siempre sorprendente. Nada convencional.

Por eso requiere de opciones que se “salen” de toda lógica humana, como puede ser el anteponer el amor a Jesús a cualquier otro vínculo por estrecho que sea. “Quien quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí.”

Y estas palabras, que de buenas a primeras pueden llegar a sonar un poco “rancias”, tienen un profundo sentido. Jesús no nos está diciendo que no amemos a nuestros padres o a nuestros hijos, no.

La propuesta de Jesús es que aprendamos a amar de manera diferente. Nos invita a amarnos, a amar a las demás personas, como él las ama. Como Dios las ama.

No se trata de renunciar al amor de nuestras familias, todo lo contrario. Se trata de amarlas más profundamente. Se trata de amar con un amor inclusivo. Como el de Dios Trinidad.

Un amor que siente como propias las alegrías y también los sufrimientos de las demás personas. Que se sabe poner en el lugar de la otra y desde ahí comprender. Servir y aliviar.

Es este amor el que hace que Dios cuando nos mira a cada una de nosotras vea la viva imagen de su Hijo querido Jesús.

Y solo ese amor será el que nos capacite para descubrir en las demás personas. En todas las demás personas. La imagen y semejanza de Dios.

Así podemos ofrecer un vaso de agua fresca o recibir a alguien como quien recibe la visita del Buen Jesús.

Oración

Gracias, por enseñarnos a amar como TÚ amas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El amar de Dios no es relación, no hay distinción entre objeto y sujeto.

Domingo, 2 de julio de 2017
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0_hospitalidadeMt 10, 37-42

Hace años empleaba yo, en el comentario a este evangelio, palabras como estas: exigencia, radicalidad, renuncia. Hoy considero que ese lenguaje es inadecuado. Jesús no nos pide que renunciemos a nada, sino que elijamos lo mejor. Si elegimos bien, alcanzaremos la plenitud de humanidad, dentro de nuestras posibilidades. El evangelio de hoy propone, en fórmulas concisas, varios temas esenciales para el seguimiento de Jesús. Todos tienen mucho más alcance del que podemos sospechar a primera vista. No podemos tratarlos todos. Vamos a detenernos en el primero y diremos algo sobre otros.

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. Sería interminable recordar la cantidad de tonterías que se han dicho sobre al amor a la familia y el amor a Dios. El amor a Dios no puede entrar nunca en conflicto con el amor a las criaturas, mucho menos con el amor a una madre, a un padre o a un hijo. Como siempre, el error parte de la idea de un Dios separado, Señor y Dueño que plantea sus propias exigencias frente a otras instancias que requieren las suyas.

Ese Dios es un ídolo, y todos los ídolos llevan al hombre a la esclavitud, no a la libertad de ser él mismo. Hay que tener mucho cuidado al hablar del amor a Dios o a Cristo. En el evangelio de Juan está muy claro: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Creer que puedo amar directamente a Dios es una quimera. Solo puedo amar a Dios, amando a los demás, amándome a mí mismo como Dios manda. Jesús no pudo decir: tienes que amarme a mí más que a tu Hijo.

El evangelio nos habla siempre del amor al “próximo”. Lo cual quiere decir que el amor en abstracto es otra quimera. No existe más amor que el que llega a un ser concreto. Ahora bien, lo más próximo a cada ser humano son los miembros de su propia familia. La advertencia del evangelio está encaminada a hacernos ver que desplegar a tope esos impulsos instintivos, no garantiza el más mínimo grado de calidad humana. Pero sería un error aún mayor el creer que pueden estar en contra de mi humanidad. Aquí está la clave para descubrir por qué se ha tergiversado el evangelio, haciéndole decir lo que no dice.

El evangelio quiere decir, que el amor a los hijos o a los padres puede ser un egoísmo camuflado que busca la seguridad material o afectiva del ego, sin tener en cuenta a los demás. El “amor” familiar se convierte entonces en un obstáculo para un crecimiento verdaderamente humano. Ese “amor” no es verdadero amor, sino egoísmo amplificado. No es bueno para el que ama con ese amor, pero tampoco es bueno para el que es amado de esa manera. El amor surge cuando el instinto es elevado a categoría humana.

Lo instintivo no va contra la persona, más que cuando el hombre utiliza su mente para potenciar su ser biológico a costa de lo humano. El hombre puede poner como objetivo de su existencia el despliegue exclusivo de su animalidad, cercenando así sus posibilidades humanas. Esto es degradarse en su ser especifico humano. Cuando estamos en esa dinámica y, además, queremos meter a los demás en ella, estamos “amando” mal, y ese “amor” se convierte en veneno. Esto es lo que quiere evitar el evangelio. Nada que no sea humano puede ser evangélico. No amar a los hijos o a los padres no sería humano.

Un verdadero amor nunca puede oponerse a otro amor auténtico. Cuando un marido se encuentra atrapado entre el amor a su madre y el amor a su esposa, algo no está funcionando bien. Habrá que analizar bien la situación, porque uno de esos amores (o los dos) está viciado. Si el “amor a Dios” está en contradicción con el amor al padre o a la madre, o no tiene idea de los que es amar a Dios o no tiene idea de lo que es amar al hombre. Sería la hora de ir al psiquiatra. ¡A cuántos hemos metido por el camino de la esquizofrenia, haciéndoles creer que, lo que Dios les pedía, era que odiara a sus padres!

El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará. Ya hemos dicho alguna vez que en griego hay tres palabras que nosotros traducimos por vida, “Zoe”, “bios” y “psiques”. El texto no dice zoe ni bios, sino psiques. No se trata, pues, de la vida biológica, sino de la vida psicológica, es decir, del hombre capaz de relaciones interpersonales. En ningún caso se trataría de dejarse matar, sino de poner tu humanidad al servicio de los demás. Esto no sería “perder”, sino “ganar” humanidad. Quien pretenda reservar para sí mismo su persona (ego) está malogrando su propia existencia, porque pasará por ella sin desplegar su verdadera humanidad.

No quiero terminar sin decir una palabra sobre la gratuidad. El ofrecer “un vaso de agua fresca” a un desconocido que tiene sed, puede ser la manifestación de una profunda humanidad. El dar “sin esperar nada a cambio” es el fundamento de una relación verdaderamente humana. En nuestra sociedad de consumo nos estamos alejando cada vez más de esta postura. No hay absolutamente nada que no tenga un precio, todo se compra y se vende. Nuestra sociedad está montada de tal manera sobre el “toma y da acá”, que dejaría de funcionar si de repente la sacáramos de esa dinámica.

La misma institución religiosa está montada como un gran negocio, en contra de lo que decía uno de estos domingos el evangelio: “Gratis habéis recibido, dad gratis”. Hoy todos estamos de acuerdo con Lutero, en su protesta contra bulas e indulgencias, pero seguimos cobrando un precio por decir una misa de difuntos. Es verdad que debemos insistir en la colaboración de todos para la buena marcha de la comunidad, pero no podemos convertir las celebraciones litúrgicas en instrumentos de recaudación.

La manera de hablar semita, por contrastes mientras más excluyentes mejor, nos puede jugar una mala pasada si entendemos las frases literalmente. Lo que es bueno para el cuerpo, es bueno también para el espíritu. La lucha maniquea que nos han inculcado no tiene nada que ver con la experiencia de Jesús.

El objetivo primero de todo ser vivo, es mantenerse en el ser. Tres mil ochocientos años de evolución han sido posibles gracias a esta norma absoluta. La misma evolución ha permitido al ser humano ir más allá y puede lograr esa misma meta conscientemente. Todo lo que le acerca a ese objetivo le puede causar satisfacción y en definitiva, felicidad. Por lo tanto la raíz última de todo acto bueno está en la misma biología, no es contrario a ella. Nada más falso que una lucha entre lo biológico y lo espiritual.

La trampa en la que puede caer el ser humano es que puede quedarse en el placer inmediato que le proporciona satisfacer las necesidades de su biología y perder de vista el bien total del individuo a más largo plazo. Ahí está la causa de tanto desajuste en la conducta humana. Debemos tomar conciencia de que lo que es malo a largo plazo, no puede ser bueno de ninguna de las maneras.

Meditación

El amor puramente teórico no tiene consistencia.
Un vaso de agua puede ser la manifestación más auténtica de amor.
No tiene importancia ninguna lo que hagas.
Lo que vale de veras es la actitud de entrega en lo que hagas.
El amor es anterior a cualquier manifestación del mismo,
pero siempre busca la forma de manifestarse.
Un amor puramente teórico es siempre engañoso.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Cordial acogida

Domingo, 2 de julio de 2017
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images¿Podrán los que acogemos día tras día hallar en nosotros a hombres que son reflejo de Cristo, nuestra paz? (Hermano Roger de Taizé)

2 de Julio. XIII domingo del TO

Mt 10, 37-42

Quien os recibe a vosotros a mí me recibe; quien me recibe a mí recibe al que me envió

La acogida cordial de los enviados por Dios para llevar su palabra profetas, apóstoles aparecen en la primera lectura de hoy y en el Evangelio. Dios premia esa acogida (el hijo de la sunamita: “Ese que viene siempre por casa es un santo hombre de Dios. Si te parece, le haremos en la azotea una pequeña habitación” (2 Re 4, 9-10), y el que recibe a los discípulos enviados por Cristo recibe a Cristo mismo, y el que recibe a Cristo recibe al Padre que lo ha enviado y tendrá su premio (Mt 10, 40). Acojamos bien, pues, a cuantos pasan por nuestra vida sembrando la fructífera semilla del Evangelio.

El ex-benedictino, místico y maestro zen, Willigis Jäger, escribió en su obra Adónde nos lleva nuestro anhelo: la mística del siglo XXI que la mayoría de la gente pierde la ocasión de crecer y madurar como persona, prefiriendo quedarse estancada en sus viejos patrones doctrinales. Este texto trae a mi memoria la experiencia personal vivida hace algún tiempo. Era una tarde en la que los rayos del sol caían como losas sobre mis espaldas en el campo. Busqué el alivio del frescor de las sombras en el bosque también allí el aire era sofocante y me tumbé bocarriba sobre el césped. Soñé que mi cuerpo dolorido estaba yerto, mis párpados cerrados y sin poder decir palabra con mis labios. Incapaz de levantar los brazos y de alcanzar la madurez como persona, que Jäger con tanto celo proponía.

El término acogida hace referencia, tanto a dar hospitalidad como a aceptar la palabra proclamada por Jesús y sus discípulos en el Evangelio. En realidad, como dice Pedro Olalde en su libro Palabra interpelante, estamos hablando de las personas que valoran la dimensión profunda de la vida, en la que el amor, la solidaridad, la verdad, los pobres, son asumidos y vividos desde el interior.

El suizo Hermano Roger, un modelo de acogida a refugiados que escapaban de la Primera guerra mundial inició tan evangélica tarea junto con su hermana Geneviève. En 1944 se le unen los primeros hermanos, y fundan la Comunidad de Taizé. Su propósito: hacer de la Tierra un lugar más habitable.

La misión de todos estos mensajeros es hacer a Jesús, su Mentor y Maestro, presente entre los hombres. En Mateo 10, 40, el propio Jesús sale garante de tan merecida recompensa: “Entonces el rey dirá: Venid benditos de mi Padre a heredar el reino preparado para vosotros… Porque tuve hambre y me disteis de comer… era inmigrante y me acogisteis…”

En nuestro Poema de hoy queremos un despertar del sueño Apostólico y Romano, y queremos que suene la voz de la regeneración de nuestra fe e Iglesia, al grito de: ¡¡¡Océano Católico a la vista…!!!

“Jesús respondió: Id a informar a Juan de lo que oís y veis: ciegos recobran la vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la Buena Noticia” (Mt 11, 4-5)

MAESTRO DE OFICIOS HUMANITARIOS

Un día decidiste,
con una visión trascendental del mundo,
convertirte en Maestro
de Oficios Humanitarios.

Manualidades de cuerpo y alma
tallando y torneando hombres.

Y, entre tanto,
la barca de Pedro –y nosotros en ella–
erre que erre a golpe de remo
en el aldeano Lago Tiberíades,
como si nada
hubiera ocurrido en veinte siglos.

Que en el puente de mando despertemos
del sueño Apostólico y Romano,
y suene la voz de…

¡¡¡Océano Católico a la vista…!!!

(Evangélico Cuarteto. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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La radicalidad evangélica no es para todos.

Domingo, 2 de julio de 2017
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14437838828006Hay páginas del evangelio que nos desconciertan profundamente y preferiríamos que no estuvieran ahí. Nos parece que las tenemos que “justificar” como si fueran una exageración, una salida de tiesto que hay que arreglar.

En continuidad con el evangelio del domingo pasado Jesús apunta a una radicalidad que no es para “todos”. Jesús, o la interpretación de sus palabras hecha por las primeras comunidades cristianas, desmontan la familia patriarcal que es el origen de las diferentes escalas de jerarquía en todos los ámbitos de la sociedad.

Partiendo de que para Jesús Dios no es un Dios todopoderoso, como un Rey que ejerce su autoridad y subyuga a sus súbditos, sino un Padre, una Madre que ama profundamente y que busca la igualdad de todos y todas, este Reino que anuncia provoca disputas, enfrentamientos y violencia. ¿Por qué, si la base es el amor, el respeto, el bien común? Porque esa “igualdad” es lo que el sistema no está dispuesto a admitir.

Por eso suenan a tremenda exigencia sus palabras: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí”. (Mt 10, 37) ¿A qué amor se está refiriendo? ¿Podemos medir el amor? Yo creo que se refiere a la pasión por vivir y crear reino. Y eso pasa por encima del amor a los más cercanos que es muy lícito pero no lo es todo. Por eso el proyecto de Jesús no es para todos, sino para los que preguntan como el joven rico: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida definitiva?” (Mc 10, 17). Hay que asegurarse de querer oír la respuesta porque Jesús es muy radical, no combina, llega hasta las últimas consecuencias y quienes se precian de seguirle no pueden aspirar a menos.

¿Es el proyecto de Jesús el proyecto de mi vida? ¿En qué se concreta?

“El que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí”. Mt 10:38. El seguir a Jesús tiene unas consecuencias que tienen que ver más con opciones que con las circunstancias de la vida. Hemos banalizado tanto la palabra “cruz” que ha perdido su significado real. Una cruz no es la enfermedad, la pérdida de trabajo, la dificultad de educar a los hijos… Todo eso es parte de la vida de toda persona tanto si es creyente como si no. Es peligroso tener una imagen de Dios “intervencionista” que nos “manda esto o lo otro”

No, la cruz es otra cosa. Es la consecuencia de las opciones que tomo por vivir el reino de una forma más radical. Las dificultades que experimento porque mi familia y los más cercanos no me entienden y creen que ya no les amo. La pérdida forzada o voluntaria de mi trabajo porque mi conciencia no me permite seguir haciendo cosas que no apruebo. Y tantas otras opciones personales y comunitarias que vamos tomando a la luz del evangelio.

Por eso decía al principio que esa radicalidad de Jesús no es para todos… Lo que pasa es que nos ha venido muy bien decir que era para los “curas y las monjas” y criticar desde nuestro sillón la falta de coherencia: Si los que nos van por delante son así, ¿qué se puede esperar del resto? Ese cristianismo que se nos ha asignado junto con el carnet de identidad está a punto de caducar. Ya es hora de hacer una opción personal con todas las consecuencias.

Hace unas semanas se nos llenaba la boca al hablar de un joven español que perdió la vida en los atentados de Londres para salvar la de otros. Ayer celebraban en Portugal el funeral de un bombero que perdió su vida por intentar salvar en vano la vida de una familia…

Resulta curioso que en nuestro país donde la fe tiene muy poco “prestigio” y mucha gente no quiere que se le identifique como cristiano, somos según las estadísticas, de los países más dados al voluntariado, a socorrer a nuestros semejantes ante cualquier tipo de desgracia y pioneros en donación de órganos para salvar la vida de otros. No por religión sino por humanidad.

Ese rechazo visceral de la religión, incluso de las generaciones más jóvenes que no han tenido ningún contacto con la iglesia, nos habla de un acomodo del evangelio a nuestros intereses personales que hace rechazar el cristianismo incluso a quienes no lo conocen.

Para Jesús “poner al seguro la vida” es perderla, mientras que “perderla por su causa es ponerla al seguro” (Cf.10:39)

Poner en riesgo la vida para salvar otras, entregarse sin medir las fuerzas, buscar la paz hasta perder la vida violentamente… Jesús no exige nada a sus seguidores. Va por delante, marcando el camino.

Dejemos ya de lamentarnos, de juzgar a los jóvenes por su indiferencia ante nuestro cristianismo aburguesado y diluido. Ojalá pudieran decir de nosotros: “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado” (Cf.10:40)

Carmen Notario

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

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Un dios murió …

Sábado, 15 de abril de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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Un dios ha venido esta mañana para
Cumplir sus deberes hacia los de abajo.
Se excusó, lloró,
miró una vez a los humanos.
Los miró, los comprendió
Todos ellos, transformados, diferentes.

(…)

Esta mañana un dios ha muerto:
Y nadie en el mundo se sorprende.

Un dios ha venido esta mañana para
Cumplir sus deberes hacia los de abajo.
Se excusó, lloró,
miró una vez a los humanos.
Los miró, los comprendió
Todos ellos, transformados, diferentes.

Un dios puso pie en tierra
Para mirar alrededor de él.
La sangre del universo se pierde,
Un dios hace frente al estado de hombre.
Ya ha comprendido:
el esqueleto del mundo muerto se corroe
Condenado a romperse,
En el interior, en sí mismo
Debido al peso de todo este tiempo perdido
Hasta ahora,
Por aportar nada más que palabras.
Un dios se ha negado,
Como un hombre encerrado en un mundo moribundo.

***

Fuente traducción : almanito

***

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Viernes 14 de Abril de 2014. “Viernes Santo”.

Viernes, 14 de abril de 2017
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De Koinonia:

Camino del Calvario

Isaías 52,13-53,12

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
¿Quien creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomo el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Salmo responsorial: 30

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí. /
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios.”
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón, /
los que esperáis en el Señor. R.

Hebreos 4,14-16;5,7-9

Aprendió a obedecer
y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación

Hermanos:

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

 

Juan 18,1-19,42

Pasión de N.S.Jesucristo según san Juan

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Le contestaron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Les dijo Jesús:

+. “Yo soy.”

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Jesús contestó:

+. “Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste.” Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+. “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”

* Llevaron a Jesús primero a Anás

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.” Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?”

C. Él dijo:

S. “No lo soy.”

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentÁndose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:

+. “Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.”

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?”

C. Jesús respondió:

+. “Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. “¿No eres tú también de sus discípulos?”

C. Él lo negó, diciendo:

S. “No lo soy.”

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. “¿No te he visto yo con él en el huerto?”

C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.

Mi reino no es de este mundo

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en le pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. “¿Qué acusación presentáis contra este hombre?”

C. Le contestaron:

S. “Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.”

C. Los judíos le dijeron:

S. “No estamos autorizados para dar muerte a nadie.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús le contestó:

+. “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

C. Pilato replicó:

S. “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?”

C. Jesús le contestó:

+. “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

C. Pilato le dijo:

S. “Conque, ¿tú eres rey?”

C. Jesús le contestó:

+. “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

C. Pilato le dijo:

S. “Y, ¿qué es la verdad?”

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. “Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?”

C. Volvieron a gritar:

S. “A ése no, a Barrabás.”

C. El tal Barrabás era un bandido.

* ¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. “¡Salve, rey de los judíos!”

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. “Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.”

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. “Aquí lo tenéis.”

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.”

C. Los judíos le contestaron:

S. “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.”

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. “¿De donde eres tú?”

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”

C. Jesús le contestó:

+. “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.”

¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. “Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.”

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. “Aquí tenéis a vuestro rey.”

C. Ellos gritaron:

S. “¡Fuera, fuera; crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “¿A vuestro rey voy a crucificar?”

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. “No tenemos más rey que al César.”

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Lo crucificaron, y con él a otros dos

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.” Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. “No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.””

C. Pilato les contestó:

S. “Lo escrito, escrito está.”

Se repartieron mis ropas

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:

S. “No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.”

C. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

Ahí tienes a tu hijo. – Ahí tienes a tu madre

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+. “Mujer, ahí tienes a tu hijo.”

C. Luego, dijo al discípulo:

+. “Ahí tienes a tu madre.”

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Está cumplido

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+. “Tengo sed.”

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+. “Está cumplido.”

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

*Todos se arrodillan, y se hace una pausa

Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron.”

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

(24 de marzo de 1978)

Queridos hermanos:

Después de escuchar la palabra de Dios en esta tarde del Viernes Santo, narrándonos la tragedia del Calvario, mejor sería guardar silencio y con el corazón agradecido adorar al Divino Redentor. Pero es necesario, es obligación del celebrante, aplicar esta palabra eterna a los que estamos viviendo esta ceremonia. Y es que la liturgia no es simplemente un recuerdo, la liturgia es actualización; aquí en la Catedral esta tarde de marzo de 1978, Cristo nos está ofreciendo la fuente inagotable de su redención a los que hemos venido con fe, con esperanza, a contemplar este misterio de la redención.

Es como si en este momento lo que se acaba de leer estuviera pasando aquí ante nuestros ojos y fuéramos nosotros los que nos estamos salpicando con esa sangre que se derrama en el Calvario. Las tres preciosas lecturas nos dan la medida sin medida de este gesto de amor que se llama la redención.

La primera lectura nos presenta el abatimiento de Cristo hasta la profundidad de una humillación que no tiene nombre. La segunda lectura, carta a los Hebreos exalta ese personaje humillado en la cruz hasta las alturas del cielo hecho pontífice supremo de nuestra salvación. Y el precioso relato de la pasión que los jóvenes seminaristas acaban de hacer, nos dice cómo sucedió todo esto: la humillación y la exaltación. Leer más…

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14.4.17. Viernes Santo, el grito de Jesús, con las Siete Cruces de cada día

Viernes, 14 de abril de 2017
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17903682_774749819368879_3111145497908297945_nDel blog de Xabier Pikaza:

La primera es hoy la de Jesús, la Cruz universal del Burro, que los romanos al principio interpretaron, de un modo sarcásticos en forma de burro.Ésta es la Cruz del Burro despreciado, a quien seguimos no sólo matando, sino echándole la culpa. El crucificado es ignorante y malo, hay que matarle.

En esa línea dice Pablo (1 Cor 1-2) que la Cruz de Jesús es necedad para los “gentiles” (los sabios del mundo) e impotencia y escándalo para un tipo de judíos, que quieren triunfar siempre, que siguen (seguimos creyendo) que Dios está con los que vencen en la historia.

17884364_774748012702393_2845430583553774665_nLa segunda es hoy la de la bomba inteligente y “buena”, que vuela guiada por los dos brazos en forma de alas… Es la cruz de un tipo de Imperio, de la gran cultura de occidente… Cruz de ciencia para matar, cruz de retórica para seguir destruyendo a los malvados, que tienden (se dice) a esconderse en los meandros internos de la tierra, para tramar desde allí atentados contra los buenos… No es por vergüenza la cruz de la bomba atómica (que es además peligrosa para todos por su radiación).

Esta es cruz de la bomba mata para gloria del sistema, cruz de todos los cruzados de una religión (cristiana, musulmana…)que destruye a los contrarios y de una ciencia o cultura que se cree con derecho para echar la bomba donde cree que hay peligro para ella. Liberanos Domine.

17523254_774748112702383_4369450444168380606_nLa tercera cruz sigue siendo hoy la de las niñas asesinadas…. Esta foto de hace un siglo recoge la crucifixión de niñas armenias, en manos de los “nuevos turcos”, que empezaron a “civilizarse” como nación moderna matando a los distintos, a los armenios cristianos, que iban en contra de su unidad… No hicieron un muro, como se hace hoy, tendieron a matar a los inocentes, a los que pueden “procrear y multiplicarse”, en este caso a las niñas, adolescentes, futuras madres de armenios.

Hoy, Viernes Santo, recordamos los genocidios que se siguen perpetrando en puro siglo XXI. En esta cruz queremos incluir el crimen de los que buscaron la unidad nacional alemana en la línea de los nazis, matando a los judíos. Esta es la cruz de los grandes imperios antiguos (asirios, babilonios, romanos…) y de los nuevos imperios (chino, británico, francés, de USA…) que de un modo o de otro destruye a los contrarios.

17903985_774748546035673_8045897263095402518_nLa cuarta cruz es la barbarie de grupos islamistas
que siguen matando no sólo a los cristianos, sino a otros grupos distintos (aunque en especial a los cristianos). No he querido poner la imagen de cristianos crucificados, degollados… Pongo de un modo más “austero” la cruz de los ahorcados por el sistema del tractor o de la grúa (dos grúas) que elevan en el aire los cuerpos de los pretendidos culpables, en un mundo de terror, donde se sigue matando a los distintos…

Ciertamente, un cierto tipo de islamismo militante es signo de cruz, cruz de barbarie, de inhumanidad, de muerte… Pero en el fondo de esa cruz está el principio de muerte de otros grupos sociales, nacionales… y especialmente la muerte que actúa a través de un capitalismo destructor de los pobres.

17903981_774811122696082_1397401278790719796_nLa quinta es la cruz de los mares convertidos en cementerio de pateras, . Cruz de aquellos que mueren porque algunos les expulsan o le obligan a marchar por hambre y persecución… y porque otros no quieren (no queremos) recibirles. En ellos se repite la palabra de Jesús: “Fue extranjero y exilado, y no me recibisteis…”.

Ésta es la cruz de todos los expulsados que vagan por todos los caminos del mar y de la tierra, sin derecho alguno, a merced de las inclemencias del agua… y de la fortuna de aquellos que quieran o puedan recibirles. Esta es la cruz de los que convierten al mundo en cementerio de mar o de desierto, para todos los contrarios o molestos de la tierra.

17903971_774821306028397_3000628194415100890_nLa sexta es la cruz de los muros y las vallas…, muros que cierran el paso de la gente que busca caminos, muros que dividen y matan, vallas de fronteras de muerte o de cárcel… “Estuve encarcelado y no me acogisteis ni visitasteis”. La Cruz es el signo de una humanidad que divide y expulsa, unas veces matando, otras sin matar directamente.

En este contexto quiero recordar la cruz de los guetos, de los barrios marginales, de los suburbios de las grandes ciudades donde se arroja la basura humana, fuera de los muros que protegen a los “buenos”.

17952484_774750099368851_10137508592135696_nSéptima cruz, un misterio. El Cristo de Velázquez

Quiero recordar aquí la cruz del misterio de Dios, que se expresa en el dolor de los hombres. Podría citar en este contexto las cruces románicas de majestad, con la cruces góticas del dolor… y las grandes cruces del renacimiento o el barroco. Pero desde una perspectiva hispana he querido proponer la cruz de Velázquez, que Unamuno comentó emocionado en Salamanca.

Ésta es la cruz que ha servido y sirve para meditar en la miseria y la grandeza humana, que es la grandeza y el dolor de Dios. Este es una cruz que podría convertirse en puro signo estético…, a no ser que recuerde las otras seis cruces anteriores, en oración y compromiso creyente.
Buen día de Viernes Santo para todos. Sigue la meditación.

JESÚS, EL GRAN GRITO

El Nuevo Testamento ha destacado el sufrimiento y pasión de Jesús (cf. Heb 5, 7; Mc 14, 34; 15, 34-37; Lc 12, 50) y recoge, de un modo especial, su llamada de muerte en la cruz: “Y dando un gran grito expiro” (Mc 15, 37). Pues bien, la tradición cristiana ha interpretado esa voz con las palabras del salmo 22, 1 (Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?: Eloi, Eloi. Lema Sabaktani: Mc 15, 34), pero ha citado es ese mismo contexto la opinión de aquellos que dicen que llamaba a Elías (Mc 15, 35-36).

De ese grito quiero hablar este día, grito de muerte de miles y millones de personas que siguen sufriendo con Jesús, personas a las que hoy recordados estremecidos, sin aliento. Ese es el grito que han escuchado las mujeres fieles, las únicas que han seguido a Jesús hasta la muerte. Ellas, las mujeres del Viernes Santo, son las fundadoras de la Iglesia de Jesús (Imagen: E. Munch, El Grito).

1. Un grito en la cruz.

Muchos exegetas han interpretado ese grito como invento de la iglesia (los crucificados mueren por asfixia y son incapaces de gritar). Otros lo han entendido como un signo apocalíptico del fin del mundo (como aparece en el Apocalipsis, libro de las últimas voces: Ap 4, 1; 5, 2; 8, 13 etc; cf. también Mc 1, 11). Pues bien, pensamos que ese grito constituye un recuerdo histórico. Precisamente porque los crucificados no suelen gritar, la tradición cristiana ha conservado el recuerdo de ese grito, a pesar de los problemas que podía plantear a los creyentes. Desde ese fondo se entienden los otros signos que los evangelios han vinculado a la muerte de Jesús.
La tradición recuerda que Jesús no ha muerto como un desesperado, pues en ese caso no podría haberse mantenido su recuerdo salvador. Pero sabe también que, en otro aspecto, su muerte en cruz ha sido un fracaso, aunque ella sepa que, mirando las cosas desde una perspectiva más alta, ese fracaso ha sido culminación de su vida, un momento del Reino que llega. Un Jesús externamente victorioso debería haberse colocado en la línea de los vencedores del sistema, es decir, de los reyes y los sumos sacerdotes, de los ricos y fuertes, los prepotentes. Un Jesús triunfador no podría seguir siendo Mesías de los pobres, expulsados y asesinados, por quienes y con quienes ha proclamado e iniciado un camino de Reino.

Sólo quien sabe perder puede amar de verdad a los demás y acompañarles. Los que quieren ganar siempre y tener siempre razón, acaban siendo dictadores, al servicio del sistema. Desde ese fondo queremos evocar la voz final de Jesús (“dando un fuerte grito, expiró”: Mc 15, 37), que requiere una aclaración, como sabe Marcos que ofrece dos interpretaciones diferentes.

1. Algunos pensaron que Jesús llamaba a Elías, para que viniera y le ayudara (15, 35). Esta opinión se sitúa en la línea del mensaje del propio Jesús, que se había presentado en forma de profeta-como-Elías y responde a la esperanza de aquellos que pensaban que el mismo Elías le sostenía y protegía (cf. Mc 6, 15 y 8, 28). Entendido así, este grito podría ser signo de fracaso: Desde su patíbulo de muerte, Jesús llamó al profeta de los milagros y de la justicia salvadora, pero Elías, el mensajero de Dios (cf. Mal 4, 5), no vino a liberarle. Pues bien, este grito puede interpretarse también en un sentido positivo: Jesús llama a Elías y Elías vendrá, de una forma u otra, avalando la misión profética de Jesús, en la línea que había iniciado Juan Bautista.

2. La iglesia ha escuchado en ese grito unas palabras dolientes del salterio («¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»: Mc 15, 34; cf. Sal 22, 2), reinterpretadas como llamada al Dios Padre, pues el testigo y protector de Jesús en su agonía no ha sido Elías, sino el mismo Dios, que le había ungido, diciéndole: ¡Tú eres mi Hijo querido, en ti me he complacido! (Mc 1, 11). Ese Dios del Reino parece abandonarle ahora. Por eso, Jesús le invoca, dolido, con la voz del Sal 22, 2: «¡Dios mío, Dios mío!…». No le abandona Elías, sino el mismo Dios Padre. Por eso, Jesús le llama, elevando su última palabra, haciendo suyo el grito de los condenados que acuden a Dios desde el mismo borde de su muerte.

–- Mc 15, 34- 37 supone que Jesús murió dando un grito (una voz: fônê), que puede ser un signo apocalíptico, una voz de del fin de los tiempos… o el recuerdo de un grito histórico, de una llamada última de Jesús, desde el Calvario. Ciertamente, en ese contexto se suele recordar que los crucificados no gritan (mueren de asfixia). Pero no es imposible que ellos se esfuercen por decir su última palabra y Jesús debió decirla. Desde ese fondo se entienden las observaciones siguientes.

(1) La tradición ha mantenido el recuerdo del grito, que fonéticamente habría contenido un sonido parecido a “eli”, que podía interpretarse en relación con Dios o con Elías. No se puede demostrar que llamaba a Elías, pero esa llamada tiene un sentido dentro de la tradición. Tampoco es fácil demostrar que llamaba a Dios, pero ella se sitúa también dentro de toda la historia de Jesús y de la tradición israelita.

(2) Desde la perspectiva cristiana, lo más normal es pensar que Jesús llamaba a Dios, pero algunos pensaron que llamaba a Elías. Ellos habrían confundido la palabra “Eli” (Dios mío) con un tipo de Eli-yah (mi Dios es Yahvé) o con un Eliya-ta (Elías ven). Desde el punto de vista puramente filológico es difícil resolver la cuestión y, además, la venida de Elías y la de Dios se encuentran vinculadas. (3) El tema nos sitúa quizá ante una controversia entre seguidores y no seguidores de Jesús. Los cristianos tenderían a pensar que Jesús llamó a Dios, mientras que los no cristianos pensarían que llamó a Elías (que no vino a ayudarle).

El evangelio de Marcos recoge la interpretación de los que pensaron que murió llamando a Elías, pero sin rechazarla expresamente. Algunos exegetas piensan que Marcos quería oponerse a la opinión de los que afirmaban que Jesús murió llamando a Elías, aunque esa figura le había acompañado desde el comienzo de su ministerio (desde su contacto con Juan Bautista; cf. también Mc 9, 4).

En esa línea, la referencia a Elías está llena de sentido: humanamente hablando, resulta lógico que Jesús llamara al profeta de los milagros, al testigo de Dios, en cuyo nombre había salido a proclamar la llegada del Reino. Pero, como hemos vito ya (en cap. 1), Elías esta también profeta de la venganza y del fuego del cielo (cf. 1 Rey 18, 38; 2 Rey 1, 10), de manera que podría creerse que, en el momento final, Jesús le habría invocado para que realizara el juicio de Dios sobre sus enemigos. (4) El evangelio ha interpretado el grito de Jesús como invocación a Dios, con las palabras del salmo 22, 1: “Díos mío, Dios mío….”. Así lo suponen aquellos que, según Marcos, están ante la cruz.

Los sacerdotes han acusado a Jesús diciendo que Dios le ha rechazado (cf. Mc 15, 29-32; más expresamente en Mt 27, 39-43). Jesús responde llamándole: “Dios mío, Díos mío: ¿por qué me has abandonado?”. Así lo han entendido los cristianos, interpretando esas palabras desde una perspectiva teológica, iluminando así la muerte de Jesús desde el Salmo 22, donde el orante israelita llama a Dios desde su abandono. Sea como fuere, Marcos no ha espiritualizado la muerte de Jesús, sino que ha dado testimonio de su dureza, añadiendo, sin embargo, que se mantuvo firme en la prueba, sin morir desesperado.

En este contexto debemos recordar los personajes de fondo de la historia de Jesús: Moisés, Elías, David… Parece que Jesús ha muerto como un David fracasado. Como a rey falso le han condenado, poniendo como razón de la condena este letrero: ¡Rey de los Judíos! Como rey derrotado y falso perece Jesús fuera de su ciudad (cf. Mc 15, 26 par). También muere como falso Moisés, pues ha sido condenado por los sacerdotes, custodios de la Ley mosaica. Muere, finalmente como falso Elías, como parecen suponer los que dicen: ¡está llamando a Elías! Leer más…

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Jesús no nos salvó con su muerte sino con su vida

Viernes, 14 de abril de 2017
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jesus-talhas-vinho03Jn 18,1-19,42

La celebración ayer de la última cena, la celebración hoy de la muerte y la celebración mañana de la resurrección, son tres aspectos de una misma realidad: La plenitud de un ser humano que llegó a identificarse con Dios que es Amor. Este es el punto de partida para que cualquier ser humano pueda desarrollar su verdadera humanidad. Pero el amor es la meta a la que llegó Jesús y a la que tenemos que llegar nosotros. Ese amor es lo más dinámico que podemos imaginar, porque es el motor de toda acción humana.

El recuerdo puramente litúrgico de la muerte de Jesús, sin un compromiso de mantener en nuestra vida las mismas actitudes que le llevaron a la muerte, es un folclore vació de contenido. Otro peligro que nos acecha en esta celebración, es caer en la sensiblería. Tal vez no podamos sustraernos a los sentimientos ante la descripción de una muerte tan brutal. El peligro estaría en quedarnos ahí y no tratar de vivir lo que estamos celebrando. Nos importan los datos históricos, pero solo como medio de descubrir la cristología que en ellos se encierra: Jesús es para nosotros el modelo de lo humano y de lo divino.

No podemos presentar la muerte de Jesús como el colmo del sufri­miento. La vida de Jesús se desarrolló con relativa normalidad y con una cierta comodidad. Los sufrimientos duraron solo unas horas. Millones de personas, antes y después de Jesús, han sufrido mucho más en cantidad y en intensidad. No podemos seguir hablando de sus sufrimientos como si fueran los únicos. Fue una muerte cruel, sin duda, pero no podemos presen­tarla como el paradigma del dolor humano. El valor de la muerte de Jesús no está en el dolor, sino en la motivación de esa muerte, en la actitud de Jesús y de los que lo mataron.

Tenemos que superar la idea de que “murió por nuestros pecados”. El autor de la carta a los hebreos, (que seguramente no es de Pablo) lo que intenta es hacer ver a los judíos, que ya no tenía sentido el repetir los sacrificios que habían sido la base del culto en el templo, porque ya estaba cumplida en Jesús toda la labor de mediación. Esta idea es posible, solo desde la perspectiva del Dios del AT que premia y castiga; y exige el pago por nuestros pecados. Este Dios no tiene nada que ver con el Dios de Jesús, que nos ama a todos, siempre e infinita­mente y que, si pudiera tener alguna preferencia, sería para con los débiles o los pecadores.

¿Por qué le mataron? ¿Por qué murió? Si no hacemos esta distinción, entraremos en un callejón sin salida. Le mataron porque la idea de Dios que él predicó no coincidía con la idea que los judíos tenían de su Dios. El Dios de Jesús, como veíamos ayer, no es el soberano que quiere ser servido, sino Amor absoluto que se pone al servicio del hombre. Esta idea de Dios es demoledora para todos aquellos que pretenden utilizarlo como instrumento de dominio y esclavitud de los demás. Ningún poder establecido puede aceptar ese Dios, porque no es manipulable ni se puede utilizar en provecho propio. Esta idea de Dios es la que no pudieron aceptar los jefes religiosos judíos. Este Dios nunca será aceptado por los jefes religiosos de ninguna época.

Jesús murió por ser fiel a sí mismo y a Dios. No se pueden separar las respuestas a las dos preguntas. Jesús como todo ser humano tenía que morir, pero resulta que no murió, sino que le mataron. Esto último, tampoco hace de su muerte un hecho singular. La singularidad de esa muerte hay que buscarla en otra parte. La muerte de Jesús no fue un accidente, sino consecuencia de su manera de ser y de actuar. Creo que en la aceptación de las consecuen­cias de su actuación está la clave de toda la vida de Jesús.

El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque sabía que eso le costaría la vida,es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino un hecho fundamental en su vida. El hecho de que le mataran, podía no tener mayor importancia, pero el hecho de que le importara más la defensa de sus convicciones, que la vida, nos da la verdadera profundi­dad de su opción vital. Jesús fue mártir (testigo) en el sentido estricto de la palabra.

Las palabras y los gestos de Jesús en la última cena, sobre el servicio total a los demás, pueden significar la más elevada toma de conciencia de Jesús sobre el sentido de su vida. Tal vez en ese momento, cuando ya era inevitable su muerte, descubrió el verdadero sentido de una vida humana. Cuando un ser humano es capaz de consumirse por los demás, está alcanzando su plena consumación. En ese instante manifiesta un amor semejante al amor de Dios y puede decir: “Yo y el Padre somos uno”. Dios está allí donde hay verdadero amor, aunque sea con sufrimiento y muerte. Si seguimos pensando en un dios de “gloria”, será muy difícil comprender el sentido de la muerte de Jesús.

¿Qué tuvo que ver Dios en la muerte de Jesús? El gran interrogante que se plantea sobre esa muerte recae sobre Dios. No podemos pensar que planeó su muerte, ni que la exigió como pago de un rescate por los pecados, ni que la permitió o la esperó. La paradoja está en que podemos decir que Dios no tuvo nada que ver en la muerte de Jesús, y podemos decir que fue precisamente Dios la causa de su muerte. Si pensamos en un Dios que actúa desde fuera, nada de lo que digamos en relación con esa muerte tiene sentido. Si pensamos que Dios era el motor de toda la vida de Jesús, de sus actitudes y de sus decisiones, entonces Él fue la causa de que Jesús fuera a la muerte.

La muerte de Jesús es una verdadero interrogante sobre Dios. Según todas las apariencias, Dios abandonó a Jesús a su suerte cuando le pedía a gritos que le ayudara. ¿Cómo podemos armonizar su silencio con la cercanía en el momento de morir? Aquí está la clave de comprensión del misterio Pascual. Dios no abandonó por un momento a Jesús para después reivindicarlo. Dios estuvo con Jesús en su muerte. Porque fue capaz de morir antes que fallarle, demuestra esa presencia de Dios como en ningún otro momento de su vida. En la entrega total se identificó totalmente con Dios y lo hizo presente. Cualquier otro intento de demostrar la presencia de Dios en Jesús (conocimientos, poder, milagros) es contrario a las enseñanzas más profundas de Jesús sobre Dios.

Creo que aún tenemos que reflexionar mucho sobre esa muerte para comprender el profundo significado que tuvo para él y para nosotros. Su muerte es el resumen de su actitud vital y por lo tanto, en ella podemos encontrar el verdadero sentido de su vida. Se trata de una muerte que manifiesta la verdadera Vida. Pero no se trata de la muerte física, sino de la muerte al “ego”, y por lo tanto a todo egoísmo, que hizo posible una entrega a los demás hasta la muerte. Este es el mensaje que no queremos aceptar, por eso preferimos salir por peteneras y buscar soluciones que no nos exijan entrar en esa dinámica. Si nuestro “yo” sigue siendo el centro de nuestra existencia, no tiene sentido celebrar la muerte de Jesús; y tampoco celebrar su “resurrección”.

Nosotros tenemos que separar la vida, la muerte y la resurrección de Jesús para intentar entenderlas, pero solamente las podremos entender si descubrimos la unidad de las tres realidades. La muerte fue consecuencia inevitable de su vida, pero en esa muerte ya estaba toda lo gloria que podía recibir Jesús. La trayectoria humana de Jesús terminó alcanzando la más alta meta: desplegar al máximo toda su humanidad, alcanzando y manifestando la plenitud de divinidad. Si no tenemos presente esto, podemos seguir echando balones fuera y sin descubrir lo que tiene de acicate para nosotros el darnos cuenta que un ser humano, en todo semejante a nosotros, pudo llegar a esa meta.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Todo se cumplió, pero… queda mucho por hacer

Viernes, 14 de abril de 2017
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kyris 1De su blog Vivir y Pensar en la Frontera:

Viernes Santo. Jesús muere gritando: no está todo consumado, os paso el testigo y entrego el Espíritu

En un twitter sedicente “anti-bergogliano”, leo que se alegran desde la oposición al Papa, diciendo así: “No le va a dar tiempo a su reforma, vendrá después un Juan Pablo III que haga volver la riada al cauce”.

En un blog digital de entusiastas de la primavera de Francisco, leo que se lamentan animados por su carisma, quienes dicen así: “Qué lástima, le va a faltar tiempo para culminar las reformas. Tememos que venga después otra vez la restauración ratzingeriana”.

Los anti-bergoglianos se alegrarían de que a Francisco no le de tiempo a consumar la tarea. Los pro-Francisco se impacientan temerosos de que no le de tiempo para decir consummatum est.

Unos y otros necesitarán (necesitaremos) meditar en Semana Santa el sentido exacto del Consummatum est: Todo está cumplido, sí, mas… no todo está consumado, puesto que aún queda mucho por hacer.

Pienso que a Francisco (que tanto repite lo de la prioridad del tiempo largo de discernimiento, más que el control de los espacios de poder) no le preocupa ninguna de estas dos voces (enemigas por defecto o amigas por exceso) sobre la falta de tiempo; ni le inquieta la voz de quienes desean acelerar su final, ni le seduce la de los que le desean larga vida.
Quien ha meditado y predicado, como Francisco, durante muchos años la tercera semana de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio: Pasión de Cristo, confórtame, conoce bien el tema: A Jesús no le dio tiempo, a Jesús se le quedó mucho, o casi todo, por hacer. Jesús muere quedándosele tantas cosas pendientes…

Aunque su muerte-resurrección consuma la obra de la salvación, Jesús muere encargando a sus seguidores la realización en la historia de la misión para la que les entrega su Espíritu al expirar.

Dos gritos estentóreos de Jesús al agonizar y expirar. Grita como fuera de sí. Un grito de queja y un grito de victoria.

Un primer grito que protesta: “¿Hasta cuándo, Padre, hasta cuándo? ¿Por qué, Abba, por qué? ¿Por qué a mí? ¿Por qué de este modo? Es el grito de Job. Es nuestro grito, cuando creemos en Dios, no porque resuelva el mal, sino a pesar de que se calla y no lo resuelve como quisiéramos. Es un grito de queja, fuera de sí ante lo insoportable del silencio de Abba.

Y, a continuación, otro grito, el de quien muere “expulsando el último aliento”, “expeliendo (en griego eksepneusen) su espíritu, su pneuma, entregando su espíritu a Abba y entregándonos su Espíritu para que nos haga vivir, dándones la fe en la resurrección como morir hacia la Vida.

Si el primer grito era el desesperado: “¿hasta cuándo, por qué?, el segundo grito es el que clama: “¡Por fin! ¡Al fin!”. Por fin se llega a un fin que es un comienzo. Aunque al crucificado se le quede todo por hacer en esta vida, su vida y misión sin terminar, sin embargo “todo está consumado y realizado”, no hay que añorar pasados nsotálgicos ni soñar futuros idealizados. Es el “hoy” del Presente de la Vida. Es la entrada en la otra cara del presente: ya no hay engaño de muerte y vida, sino vida verdadera resucitada. Muerte, resurrección y ascensión son todo uno en el Pentecostés del triunfo del Espíritu.

Acostumbrados a la traducción de la Vulgata latina, consummatum est: “todo está consumado” (Jn 19, 30), quizás pasa inadvertido el doble sentido tan rico de esa expresión: ya está cumplido y ya está entregado. Por una parte, Jesús muere demasiado pronto, quedándosele tantas cosas por hacer, tantas palabras que decir, tantos abrazos que dar… en el momento de morir hacia la Vida. Por otra parte, la continuación de su obra y la realización del Reinado de Dios está totalmente entregada en manos de la comunidad que se reunirá por su Espíritu. A ella le entrega el Espíritu al expirar el último aliento del suyo, que es el primero de la constitución de su iglesia por el Espíritu. Esta entrega, dramatizada en el brote de sangre y agua del costado abierto, es recibida por Juan y Magdalena, primera comunidad eclesial, amparada por la Madre de Jesús, la Piedad del Descendimiento, que se convierte en Madre de la Iglesia.

Jesús murió quedándosele mucho por hacer, pero su muerte no es una derrota, porque lo principal está cumplido y entregado. La garantía de su continuidad es su propio espíritu, entregado y vivo como Espíritu de Vida del Resucitado. Por eso pudo morir, por una parte, inclinando la cabeza (Jn 19, 30) y, por otra parte, puede morr gritando (Lc 23, 46 Mc 15, 37 Mt 27, 50). Muere gritando un grito de victoria, porque morir es salir fuera de sí para extenderse a todo, es salir de sí para entrar definitivamente en el misterio de la Vida. Morir es resucitar: no como re-vivir, sino como vivir plenamente y de veras en la vida de la Vida.

Ampliación exegética:

(Me disculpo por la extensión de estas líneas; el tema requiere una columna larga, más que un breve post del blog… Me alegraría que nos ayuden a meditar durante Semana Santa).

El cuarto evangelio lo cuenta así: “Cuando probó el vinagre, dijo Jesús: -Queda terminado (tetélestai, queda cumplido, acabado, concluído). Y, reclinando la cabeza, entregó el Espíritu” (Jn 19, 30).

El momento de expirar Jesús hacia la Vida (muerte y resurrección son simultáneas), es la génesis y entrega del Espíritu. Si se pone la frase en arameo, se expresaría con el mismo verbo: “entregar” (shelem, raíz S-L-M), lo que en griego y latín son dos verbos diferentes: 1) “todo está cumplido-entregado” (gr. tetelestai, lat. consummatum est) y 2) “entregó el espíritu” (gr. parédoken to pneuma, lat. tradidit spiritum). Lo comenta muy bien Abdelmumin Aya, en un libro cuya lectura no me canso de recomendar: El arameo en sus labios, Fragmenta editorial, Barcelona, 2013, pp. 133-136, cap. 22: La consumación).

Marcos relata escuetamente que Jesús muere gritando “¿por qué?”: “A media tarde clamó Jesús dando una gran voz (phoné megále): -Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?… Jesús, lanzando una gran voz, expiró (exepnéusen, expulsó el último aliento)” (Mc 15, 34-37). La expresión del “por qué”, dirigida a Dios, está tomada del comienzo del salmo 21 (22), que convierte en oración la queja ante el silencio divino: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado; a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. De día grito, y no respondes; de noche, y no me haces caso. Esta oración no es la de quien “tira la toalla, desengañado”, sino la que brota de las entrañas de fe y hace posible la paradoja de “desesperación esperanzada y la esperanza desesperada” (“Noche oscura del alma, eres nodriza / de la esperanza en Cristo salvador…” (Unamuno, El Cristo de Velázquez).

Mateo lo cuenta también recogiendo la tradición del doble grito (phoné megále) de Jesús antes de morir: “A media tarde gritó Jesús muy fuerte: -¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?… Jesús dio otro fuerte grito y exhaló el espíritu (aphéken to pneuma, dejó salir de sí efusión de espíritu” (Mt 27, 46-50). Frente a la incredulidad de quienes retaban a Jesús a bajarse de la cruz milagrosamente (la última tentación) e interpretaban el “por qué me has abandonado” como fracaso, la lectura de fe percibe en el grito estentóreo de Jesús un clamor de victoria, en el que se mezcla la angustia de Getsemaní (Mt 26, 38: aparta de mí este cáliz) con la efusión del Espíritu que había animado el camino de Jesús y animará a sus seguidores para llevar a cabo la misión que él les encargará (Mt 28, 16-20).

Luce en la majestad de tu tormento/ la luz del abandono sin reserva /resignación que es libertá-absoluta/ y el ¡Hágase tu voluntad! Reviste/ con velo esplendoroso tu martirio / Silencio, desnudez, quietud y noche/ Te revisten, Jesús, como los ángeles / de tu muerte; se calla el Dios desnudo / y quieto en su tiniebla. De tu Padre / dentro el silencio fiel tan solo se oye… Unamuno, El Cristo de Velázquez).

Lucas conserva la tradición sobre el fuerte grito (phoné megále) de Jesús al morir, pero las palabras que pone en labios de Jesús son las del salmo 30 (31): “A tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo así, ex-piró (exekpnéusen).

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¿Un Cristo demasiado humano? II. Las ocho palabras en la cruz

Viernes, 14 de abril de 2017
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jesus-vazquezeroLas primeras comunidades no podían comprender que el Mesías libertador muriera crucificado, incluso recordaban la sentencia del Deuteronomio “maldito todo el que cuelga de un leño”; por eso necesitaban buscar una explicación acorde con la Biblia.

Tradicionalmente mencionamos las siete palabras, y estrictamente hablando son siete palabras; sin embargo Marcos menciona una última expresión de Jesús, una expresión sin palabras pero más expresiva que cualquier palabra: “Jesús, lanzando un grito, entregó su espíritu”. Un grito que hizo que se rasgara (simbólicamente) el velo del templo y que el centurión exclamara: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.

Estas siete palabras en la cruz han centrado la piedad sobre este último momento de la vida de Jesús; las hemos considerado como rigurosamente históricas, y en una cierta progresión que las va complementando hasta el momento en que muere entregando su vida al Padre. Puede decepcionarnos saber que la historicidad de estas palabras es poco probable; Marcos nos dice que ningún cristiano estuvo a los pies de la cruz (Mc 15,40-41), y no pudieron transmitirlas.

Las primeras comunidades no podían comprender que el Mesías libertador muriera crucificado, incluso recordaban la sentencia del Deuteronomio “maldito todo el que cuelga de un leño”; por eso necesitaban  buscar una explicación de acorde con la Biblia. Esto es lo que le atribuye Lucas al mismo Jesús con los discípulos que huían desconcertados camino de Emaús: “Y empezando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que sobre él hay en todas las Escrituras” (Lc 24,27). Estas son las explicaciones que se fueron elaborando en las primeras comunidades para responder a las dificultades de propios y extraños, y para rellenar el vacío de un relato sobre la pasión.

Es significativo que cada evangelista le aplica a Jesús palabras distintas, a pesar de que Lucas y Juan conocen el relato de Marcos. Cada evangelista quiere transmitir a sus comunidades matices diferentes, mensajes diferentes, de este momento trascendental de la muerte de Jesús.

Estas diferencias es lo que queremos mostrar aquí para comprender que no se trata de la exactitud histórica sino de una interpretación espiritual de un suceso histórico. Veamos la interpretación de cada evangelista.

El evangelio de Marcos

“Dios mío, ¿por qué me has abandonado” (Mc 15,34).

En el primer evangelio, Marcos, que es el más brusco y espontáneo, sólo le aplica la cita del Salmo 21,2 “Dios mío, ¿por qué me has abandonado”. Marcos –o el texto que le sirve de base– supone que Jesús recordaría este salmo y se identificaría con la situación del Siervo doliente. Y es muy probable que estos fueran los sentimientos de Jesús en esos momentos. No resulta tan probable que emitiera esta exclamación con una gran voz, y menos aún que los presentes –¿romanos o judíos?– creyeran que llamara a Elías.

Esta es la exclamación inicial y la más dura de todo el salmo 21; luego pasa a una súplica de ayuda e incluso al reconocimiento de que Dios “no ha escondido su rostro al pobre desgraciado”.

Los lectores de Marcos conocían de memoria el salmo entero, y sabían que esa súplica de Jesús refleja un tremendo sentido de fracaso, aunque tenga un trasfondo de confianza. Una cosa es lo que sentimos y otra es lo que aceptamos racionalmente. Lucas y Juan omiten esta queja de abandono, solamente la recoge Mateo.

“Y dando un fuerte grito expiró” (Mc 15,37).

Esta es la última expresión inarticulada de Jesús, que exterioriza un profundo sentimiento, y que Marcos deja sin interpretar. Un final de Jesús que queda abierto, como queda abierto el evangelio de Marcos con las mujeres que reciben el mensaje del ángel y, por miedo, no se atreven a comunicárselo a los discípulos. Lucas interpretará este grito con palabras de serena aceptación. Algunos comentaristas dudan de la posibilidad de que un crucificado pudiera emitir este grito.

El evangelio de Lucas

Lucas es más conciliador, le aplica tres palabras más serenas de misericordia y confianza en el Padre:

“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).

Estas palabras parecen añadidas al texto original, porque interrumpen el relato, faltan en algunos manuscritos importantes, y pueden estar tomadas de la oración de Esteban en Hechos 7,60. Sin embargo la excusa de la ignorancia en la condena de Jesús es un tema que se repite en Hechos (Hch 3,17; 13,27; 17,30) y el tema de la misericordia concuerda con todo el mensaje de Jesús y con las características del evangelio de Lucas.

“Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43).

Este episodio puede estar inspirado en el relato de Marcos «también los que estaban crucificados con él lo insultaban», pero Lucas –o su fuente L– desarrolla ampliamente la escena. Acentúa el contraste entre Jesús y los otros ajusticiados, a los que llama malhechores (kakourgai) ) en vez de forajidos (lêstai);  y escenifica la petición de un de ellos –¡que lo invoca como Jesús!– para acentuar su respuesta de misericordia, con la promesa del paraíso inmediatamente después de la muerte. Algunos dudan de la historicidad de este episodio porque es exclusivo de Lucas, pero es igualmente consecuente con todo su evangelio.

Padre, en tus manos entrego mi espíritu” (Lc 23,46).

Lucas corrige una vez más el relato de Marcos al interpretar el grito final de Jesús con estas serenas palabras de confianza, tomadas del Salmo 31,6 según la traducción de los LXX , sustituyendo la invocación de Señor por la de Padre.

El evangelio de Juan

Este evangelio interpreta la muerte de Jesús no como fracaso humano sino como exaltación divina. Clavado en la cruz, Jesús, con serena majestad se ocupa de la comunidad que deja, y del cumplimiento de las profecías. Su teología simbólica ha dado pie a diversas interpretaciones, y resulta difícil establecer qué sentido quiso darle el autor.

“Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26-7)

Este pasaje contradice expresamente el texto de Marcos 15,40 que, respecto a los seguidores de Jesús, sólo habla tres mujeres “observando aquello de lejos” y ni siquiera está claro que una de ellas fuera su madre. Esta contradicción no tiene importancia porque la mayoría de los exégetas interpretan esta escena como simbólica: Jesús entrega a su madre –el Antiguo Testamento– al cuidado del discípulo, que simboliza el Nuevo Testamento; o, como interpretan otros, entrega la naciente comunidad al cuidado de su madre. Antiguo y Nuevo Testamento se reconocen y se integran en la nueva comunidad.

“Para que se cumpliese la escritura dice: tengo sed” (Jn 19,28)

Todo este pasaje insiste expresamente en el cumplimiento de la Escritura. Juan atribuye a Jesús la iniciativa al decir “tengo sed”, y no lo hace por la urgente necesidad que le ha provocado este martirio sino, con pleno dominio y majestad, “para que se cumpliese la escritura”. Los exégetas discrepan sobre si Juan alude a la sed física o a la espiritual. No hay ningún texto al que se refiera este cumplimiento; en sentido espiritual se cumple la escritura porque “los amó hasta el fin”, y porque entrega a los creyentes el don del Espíritu.

“Está cumplido” (Jn 19,30).

Plenamente dueño de sí, Jesús declara que ha dado cumplimiento al proyecto de Dios que habían anunciado los profetas. “Y, reclinando la cabeza, entregó el Espíritu”. Algunos comentaristas interpretan que reclinar la cabeza y entregar el Espíritu indican un acto consciente y voluntario, y añaden que Juan no dice que murió, sino que “entregó el Espíritu”, una expresión ambigua que puede indicar la muerte o la donación del Espíritu Santo.

Reflexión

Marcos, compañero de Pablo, escribió la primera biografía de Jesús para volver la atención desde el Cristo exaltado en su resurrección al Jesús de Galilea, y destacó los rasgos humanos de Jesús como la ira (Mc 3,5) y el “por qué me has abandonado”. Lucas, siguiendo una tendencia de la tradición, retomó al Jesús de Galilea pero limó las ásperas aristas de Marcos. El autor del evangelio de Juan continúa esta tendencia acentuando los rasgos espirituales de Jesús: no menciona su agonía en el huerto, y lo presenta en plena majestad en la cruz.

Los tres ven los mismos hechos con diversas perspectivas. Marcos ve el lado humano de Jesús, ve el revés nudoso del tapiz. Lucas y Juan ven los planes de Dios en esos mismos hechos, ven el dibujo del tapiz. Son tres legítimas consideraciones de la tradición cristiana.

Ya hemos comentado en la primera parte de “Marcos: ¿un Cristo demasiado humano?” el contraste entre la recomendación de Marcos de volver a Galilea y la recomendación de Lucas de perseverar en Jerusalén. Volver a Galilea significaba la ruptura radical con el judaísmo; permanecer en Jerusalén significaba conciliar el naciente cristianismo con el judaísmo. Cada cristiano puede acentuar una de estas posiciones –o combinarlas– según los signos de los tiempos y su propio camino espiritual.

(Este es el resumen escrito de una conferencia grabada en vídeo que puede verse aquí)

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Carlos Haya

Fuente Fe Adulta

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El día de la Cruz, reflexión. 14 Abril, 2017

Viernes, 14 de abril de 2017
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cruz

La cruz,  intercesión de dos maderos, donde reposa Cristo

 

DINÁMICA

Entramos descalzos, símbolo de apertura y de humildad, de querer vivir acogiendo todo con novedad

Comenzamos con la señal de la cruz

La Cruz es el encuentro de dos fidelidades, la  del Padre en el Hijo y del Hijo en el Padre. El hijo deja de pertenecerse y el Padre igual, y este descentramiento hace que surja el centramiento total de la comunión, la cruz, que conlleva  muerte y el dolor, pero en el centro donde los dos maderos se cruzan late las auténtica Vida. El corazón que en movimientos rítmicos anuncia la resurrección de un nuevo modo de existir.

Con nuestro gesto, tocamos nuestra frente y bajamos hacía las entrañas, símbolo de que todo lo que somos al pasar por nuestro corazón se abre a una nueva relación con Dios y después tocamos un hombro y posteriormente el otro,  todas nuestras acciones pasan por el corazón donde late la vida de Dios en nosotros , y sólo desde ahí podemos entregamos a los demás.

Jesús en la Cruz nos dice, estoy en mi centro, no puedo moverme, mis pies están clavados, mis manos igual, no puedo volver la cabeza, no me puedo ocupar más que de la relación con mi Padre…y eso es lo que te digo a ti hoy:

“No te compares, ni mires, ni critiques, ni envidies a  otros…a ti qué? Bastante tiene cada uno con sus límites….tú…sígueme.

 

CÓMO VIVIR LA PROPIA CRUZ

 

Para empezar, sabemos que, en rigor, no a todo sufrimiento podemos llamar “cruz”.

Hay sufrimientos evitables, en nosotros y en los demás, contra los que tendremos que luchar;

Hay otros inevitables, que tenemos que aceptar;

Y hay otros, que son consecuencia de una opción de amor fiel: éstos son la “cruz”, y frente a ellos, la opción constructiva es la que apreciamos en Jesús: asumirlos lúcida, paciente y confiadamente. Así vivida, la cruz es fuente de vida

Mt 26,39 …Padre mío, si es posible, que pase de mi esta copa de amargura; pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú

CARGAR CON LA CRUZ

“Se hicieron, pues, cargo de Jesús que llevando a hombros su propia cruz, salió de la ciudad a un lugar llamado  “La Calavera” Jn 19,17

(silencio)

Jesús vivió en fidelidad a la voluntad del Padre, y esto le llevó a enfrentarse con los poderes políticos y religiosos. La muerte de Jesús fue consecuencia de su vida.

Jesús no quiso la Cruz , pero no la evitó, pues fue consecuencia de su posicionarse en la vida

“Cuando se lo llevaron para crucificarlo, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaran la cruz para que la llevara detrás de Jesús” (Lc 23,26)

(silencio)

Y cargar con la cruz es seguir  sus pasos de manera responsable y comprometida, sabiendo que ese camino nos llevará tarde o temprano a compartir su destino doloroso.

Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarse servicialmente a los crucificados; introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde sólo hay indiferencia ante los que sufren.

Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimiento. Será nuestra manera de cargar con la Cruz de Cristo.

“Este es mi siervo a quién sostengo,

mi elegido en quien me complazco.

He puesto sobre Él mi espíritu,

Para que traiga la salvación a las naciones.

No gritará, no alzará la voz,

No voceará por las calles;

No romperá la caña cascada

Ni apagará la mecha que se extingue.

Proclamará fielmente la salvación,

Y no desfallecerá ni desmayará.

( Isaias 42,1-7)

No nos está permitido acercarnos al misterio de la Cruz de manera pasiva, sin intención alguna de cargar con ella.

Es precisamente al besar la Cruz cuando hemos de escuchar la llamada de Jesús: «Si alguno viene detrás de mí… que cargue con su cruz y me siga».

 

CONTEMPLAR LA CRUZ

 

La Cruz es el vaciarse de todo para llenarse del Todo, y vamos a contemplar la Cruz hoy, mirándola y dejándonos atravesar por su silencio,  un silencio cargado de dolor y de Vida Nueva.

La Cruz es la puerta que nos permite dejar atrás lo que no somos, la imagen que hemos confeccionado de  nosotros mismos para sobrevivir, es decir lo que hemos aprehendido .

La Cruz nos despoja de todo para podernos encontrar con el Todo.

Es la vuelta a la esencia que somos, es desnudarnos de barnices, caretas, ropajes…

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Desnudos nacimos y desnudos volveremos a Dios.

CABEZA

La cabeza de Jesús, llena de espinas, cada gota de sangre de Jesús es una pequeña obertura de desalojo de si, para dejar  que sus pensamientos compasivos y misericordiosos puedan llegar a los nuestros

 “Lo vistieron con un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron”

                                                       ( Mc 15,17)

(silencio)

 “Lo golpearon en la cabeza con una caña, le escupían , y poniéndose de rodillas le rendían homenaje” (Mc 15,19)

(silencio)

Jesús inclinando la cabeza, entregó su espíritu Jn 19,30

 

(silencio)

Una cabeza inclinada, Jesús aquieta sus pensamientos, estamos ante la máxima  pasividad, hoy podríamos llamar no resistencia.

Al entregar sus pensamientos, se abandona. No juzga, no critica, no se compara, no pretende. Silencia su mente y está en lo único necesario, en Su Padre

Se entrega, entrega el espíritu y así renuncia  a todo adjetivo y pronombre posesivo, transciende por completo su individualidad, abre su vida para vivir y ser en todos.

  • Jesús esperan de mi que sea importante ,que ocupe  primeros  puestos, que  gane mucho dinero, que sea reconocido socialmente….

Jesús te dice…”y a ti te llena?…tú sígueme”

LOS PIES DE JESÚS

Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando la buena noticia del reino y curando todas las enfermedades y dolencias. (Mt 9,35)

(silencio)

Los pies de Jesús iban de un sitio a otro para anunciar el Reino, hoy sus pies crucificados  ya no se dirigen a anunciar el Reino, porque el Reino es Él.

Ya no es necesario caminar porque Él es el camino para ir al Padre. Sus pies quietos, sin pisar tierra, ya no es necesario apoyarse en ellos, porque sus pies que fueron enjugados con lágrimas y perfume, hoy son camino , verdad y vida para nosotros

  • Jesús…es que necesito recorrer mundo, pisar otras tierras, ponerme las últimas deportivas…

Y Jesús nos dice   “ Y a ti llena?   ….tú sígueme  “

 

SUS  MANOS

 Dinámica:

Coger cualquier objeto que tengáis cerca e intentar dar la mano a quien tenéis al lado, podéis?

Cuando nuestras manos están llenas de cosas no podemos acercarnos a los demás.

No es malo tener cosas, sino que las cosas no posean.

Las manos abiertas pueden entregar y recibir

No es lo malo tener un móvil, lo malo es que el móvil sea mi vida

Las manos de Jesús son manos que acarician, que bendicen, que abrazan, que sanan, que parten el pan…sus manos abiertas siempre disponibles paras ser sanación y bendición para otros

Pero hoy sus manos abiertas, en los extremos de la cruz, indican que su misión es abrazar a toda la humanidad en ese gesto único en que sus manos abiertas entregan su último suspiro..manos que no retienen ni atesoran, manos que no guardan nada para si…manos entregadas para ser voluntad del  Padre.

Todo su ser tiende a Dios, es libre para entregarse, nada le retiene, nada le ata.

Este gesto de brazos y manos abiertas es el gesto definitivo de Jesús para pasar  al Padre….nunca ya se cerraran.

 

 

”Luego tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y lo abrazó                                             (Mc 9,36)

(silencio)

y tomándolos en brazos, los bendecía , imponiéndoles las manos”                    ( Mc 10,16)

(silencio)

” …Jesús compadecido tocó sus ojos, y al instante recobraron la vista y lo siguieron

( Mt 20,34)

(silencio)

Mientras cenaban, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos.

(Mt 26,26)

(silencio)

Manos abiertas, que piden, que reconocen su propia pobreza, que esperan, que muestran su receptividad ante el don de Dios.

Manos abiertas: lo contrario del puño violento o de las manos cerradas del egoísmo.

  • Jesús es que necesito demostrar que soy fuerte, que mis puños son de acero, que puedo con todo, que necesito acumular por ai acaso …

Y Jesús te dice: “Y a ti te llena?..tú sígueme”

 

CORAZÓN

Su corazón está en el centro, en la intercesión  entre la verticalidad y la horizontalidad, es el lugar de dos vaciamientos, lo humano en lo divino y lo divino en lo humano.

Es un corazón que deja de latir, porque trasciende el latido humano para entrar en el latido de Dios que no es otra cosa que un corazón que ama en el Silencio

Su corazón, ya no se apega a nada, ya no desea nada, sólo se rompe en un amor sin límites y su muerte es la entrega de un amar amando…

Jesús con su muerte abre su corazón a amar a toda la humanidad, sin excluir a nadie

y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Esto es Mi cuerpo que se entrega por todos vosotr@s, ; haced esto en memoria de Mí.”                       1 Cor 11,24          ( silencio)

  • Jesús mi corazón tiene muchos amores, me da miedo amar a fondo perdido, tengo miedo a la entrega, al compromiso….

Y Jesús te  dice: “ Y a ti te llenan?….tú sígueme”

SU COSTADO

 

”Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza  y, al punto, brotó de su costado sangre y agua” Jn 19,34

El agua y la sangre son los líquidos de la placenta, Jesús nos ofrece un nuevo renacer a la Vida en Dios. Cristo como dice Juliana de Norwich es madre y al ser rasgado su costado nos permite entrar por él al útero de Dios, donde la vida es vida en plenitud

  • A veces tengo miedo a entregarme, a que lo que me pidas me supere, a dejar atras ilusiones y expectativas, a no realizar mis sueños…             Y Jesús te  dice: “ Tú , sígueme”

 

 

EL SILENCIO DE JESÚS EN LA CRUZ                 

 

 Es expresión de ser consecuente, de quién  cree verdaderamente lo que vivió, de quién es fiel a sí mismo y al Padre

Es expresión de quien confía y se abandona,  se sabe abrazado ocurra lo que ocurra en Su Padre, no importan las circunstancias externas

Es expresión de sabiduría y saboreo, es decir, de conexión con su identidad más honda.

La sabiduría es aquella verdad que vive en el interior de cada uno y que se descubre a través del silencio, en esa profundidad donde uno se atreve a ser quién es y a vivir con quién le habita.

Lo opuesto al silencio es identificarnos con nuestra mente o pensamientos, nosotros no somos lo que pensamos o sentimos, somos mucho más que eso y eso se descubre en el silencio cuando descubres la identidad que eres, la esencia que eres.

Y eso es lo que hizo Jesús al ser crucificado, dejó de identificarse con sus sentimientos o pensamientos, para ser totalmente el ser humano libre, universal que vivió en esa comunión profunda de quien es en Quien es, en un amor universal, con un pensamiento y un corazón libre que se dilató y rompió por amor, transcendiendo su humanidad en divinidad

La Cruz es la puerta para volver al útero de Dios.

“Jesús dijo: Todo está cumplido, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu”                     ( Jn  19,30)

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La crisis más grande

Viernes, 14 de abril de 2017
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Todos los años debemos leer la Pasión como si fuera la primera vez. No vale pensar que ya la conocemos. Nosotros cambiamos; nuestras circunstancias, nuestras expectativas. Debemos volver a la única verdad: el amor y el perdón han sido crucificados por la violencia del mundo.

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Fuente Verbo Divino

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Oración Universal

Viernes, 14 de abril de 2017
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abrazoRespondemos:

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

Ya ha acabado la cena y abandonas la seguridad de la casa prestada. Jesús, sales hacia el huerto; Jesús transeúnte, tampoco esta última noche tendrás techo. Jesús, asustado con los emigrantes que se adentran en la oscuridad de lo desconocido. En tu mirada encontramos la mirada amarga de todos los exiliados de la historia; a todos los que ya no pueden resistir más, los que ya no tienen esperanza; los que nunca conocieron una mirada o una caricia de amor; los que quieren morir y no les llega la hora.

Hace mucho frío en el huerto, la sangre te palpita hasta traspasar tu piel cosiéndola a la piel de todos los que sienten que el terror congela su alma. Tu piel se hace piel erizada en el  paciente a quien se le comunica el diagnóstico terminal; en la piel amarga del recién nacido no deseado; en la piel borrada del quemado en la unidad del dolor; en la piel de los hijos marcados por los golpes del padre; en la piel vacía de los padres que pierden a sus hijos. Tu piel morena te hace invisible en la oscuridad del cayuco a la deriva.

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

Se oyen gritos. Te rodean las antorchas. Jesús eres traicionado. Recordamos a quienes cierran los ojos mientras les hieren con el beso que saben infiel; oramos por todos los besos calculados y cobardes que compran la huída de la soledad que no pueden afrontar; por todos los besos pagados de las prostitutas; por los besos enfermos del pederasta y el padre abusador.

Jesús eres arrestado en la oscuridad. Contra tu cuerpo están el de todos los niños raptados en las noches en las que acabó su infancia. Jesús maniatado en todas las esclavas ocultas en los Emiratos árabes y en los clubes de carretera de España. Jesús sin salida y sin respiración vendido con la niña del burdel de Tailandia donde un europeo va a profanar su virginidad. Jesús rehén de las FARC y de las milicias de Afganistán.  Jesús de Palestina, que juegas al balón encerrado tras las alambradas judías alrededor de Belén. Jesús del Sahara que naciste en un campo de refugiados olvidados. Jesús de Ucrania que con impotencia sufres cómo te arrebatan tu pueblo e identidad.

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

Jesús que naces enfermo y sin cura. Recordamos a todos los discapacitados físicos que sufren una total dependencia. A todos los discapacitados síquicos que señalamos y arrinconamos. En la oscuridad de la noche esperan contigo, Jesús, todos los niños africanos que nacerán con SIDA, los adultos que se contagiarán porque les negamos el preservativo.

Jesús inerme en el pulso helado del niño al que abandonamos, en la anorexia sin retorno de la adolescente, en la madurez truncada por el accidente y la discapacidad, en la vejez vacía de amor de las residencias. Oremos por cada débil sometido por el fuerte. Por cada niño acosado por sus compañeros de colegio. Por cada salario miserable, por cada explotación laboral.

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

Jesús, ves cómo Pedro dice de nuevo no conocerte. En tus ojos se funden las lágrimas de todas las mujeres repudiadas, de todos los que serán despreciados por haber nacido diferentes. Tu mirada alcanza todas las heridas secretas e inconfesables de nuestras familias y nuestros pueblos; los golpes asestados entre hermanos, entre vecinos; la fractura de las generaciones en los conflictos civiles de cerca y de lejos; las guerras religiosas y las matanzas tribales.

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

Jesús, eres inocente y te torturan. Oremos por todos los torturados del mundo, los de lejos y los de cerca, los que denunciamos y los que consentimos. Jesús, tus gritos estallan en la agonía de cada víctima de las minas anti-persona, en los espasmos de la hambruna, en los leprosos, los deformes y los mutilados, en todos los que por distintos motivos ya no reconocen su cuerpo.

En cada uno de tus pasos se arrastran contigo los enfermos sin recursos ni esperanza, los proyectos de vida rotos, los condenados de por vida. En tu silencio de esta noche Jesús, se enhebran todas las celdas habitadas a la fuerza; la lengua atada de los disidentes políticos en las dictaduras y la de los teólogos valientes de nuestra iglesia.

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

Jesús, ya no te puedes levantar y obligan a Simón de Cirene a llevar tu cruz. Oremos por todos los que no consiguen levantarse: los que viven esclavos de la adicción o la enfermedad que desquiciarán a las familias mejor estructuradas. Por los niños que no tienen acceso a la escolarización y por aquellos que fracasan en sus estudios. Por los arruinados en esta crisis, por los que ven su negocio fracasar y por cuantos pierden su puesto de trabajo.

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

Oremos por las mujeres, por las que viven el infierno de los malos tratos, por aquellas que renunciaron  a sus carreras brillantes para criar a sus hijos; por las viudas jóvenes, por las que se sienten incapaces de vivir tras la pérdida del esposo; por las mujeres estériles sin un hijo por el que llorar. Mujeres de mirada triste que añoran a sus hijos mientras acompañan la vejez de los padres. Mujeres víctimas del abuso sexual que ven cómo sus verdugos se pasean libremente.

Oremos por las mujeres apartadas de los cargos de la Iglesia y de la empresa. Jesús que lloras por todo lo que soñaste para ellas y nunca podrán tener.

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

Jesús que naciste entre corderos, vas a morir entre ladrones. Clavada contigo está la desesperación de los que aguardan la última oportunidad para salvar sus propias vidas; la mano en el cinturón del terrorista suicida; la desesperación sin fondo de los hijos del abuso familiar; el horizonte negro de la culpabilidad aplastante; la asfixia de las sectas y de los fanatismos religiosos.

Jesús que mueres sin entender. En tu cuerpo también se enfrían todas las esperanzas que se abortaron,  los corazones que al final de su vida fueron traspasados por la lanza del fracaso, los días que se oscurecieron de golpe por la tragedia; todas las vidas entusiastas que se entregaron por una causa que creyeron justa pero que cubrió el velo rasgado del olvido.

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

José de Arimatea reclama tu cuerpo frío para ponerlo en el sepulcro. Con él venimos todos los mediocres, los que vivimos con miedo a arriesgar y perder lo que creemos que tenemos seguro, todos los que miramos para otro lado para no verte, para no sentirte, para no exponer nuestro corazón miserable a tu mirada

Padre, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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