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Será todo en todos: Resurrección de la carne, vida perdurable . Amén

Martes, 24 de noviembre de 2020
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Resurrección2Del blog de Xabier Pikaza:

La postal anterior de RD presentaba a Cristo como plenitud y juicio de la historia:Rey hambriento y sediento, extranjero y desnudo, enfermo y encarcelados, adelantedo y signo de la nueva humanidad (pero con riesgo de destrucción humana).

Sobre ese tema publiqué hace tiempo un estudio sobre el fin de la historia (Rev. Catalana de Teología). en un homenaje que amigos y colegas dedicábamos a J. M. Rovira Belloso. Retomo aquí la conclusión de aquel trabajo, que, situado en el contexto de su extensa obra, vinculaba la comunicación racional de la Ilustración y el Evangelio de la resurrección, expresando así la fe más antigua de la Iglesia: creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna, amén.

Para desarrollar el sentido de ese credo, con la resurrección de la carne (=historia) como meta y sentido de la creación he escrito el nuevo libro, La palabra de Dios se hizo carne. Retomo y condenso aquí el argumento de ese libro, con las páginas finales del homenaje a Rovira Belloso, respondiendo así a las especulaciones apocalípticas no cristianas de autores como las de L. Fanzaga, de las que he tratado también en una postal anterior de RD.

23.11.2020 | X. Pikaza

FRASES Un Mal Capitulo No Es El Fin De La Historia F@MisFrasesOk OFrase FacebookMisFrasesOk 🙄😌 | Facebook Meme on awwmemes.com

Hemos resuelto muchos problemas, pero queda abierto el misterio de la vida: el sentido y tarea de nuestro nacimiento, de la libertad y de la muerte en (con) los demás seres humanos, pues en ellos nos movemos, vivimos y somos (como sabe y dice Pablo en Hech 17, 28). El mismo Pablo añade que Dios es y será “todo en todos” (1 Cor 15, 28), pues en él son (seremos) vivificados todos.

Ésta es la experiencia cristiana radical, principio, sentido y meta de la historia, como sabe y dice el Credo Romano (=de los apóstoles): Creo en la resurrección de la carne y (o) en la vida perdurable.

Ese credo, que nos lleva con toda la teología de la Biblia del Dios creador del Principio al Dios Resucitador del final, constituye el tesoro, clave y tarea de la vida humana. Estamos llamados a la resurrección o culminación de la vida en Dios (en y por Cristo), pero corremos el riesgo de destruirnos, pues el Dios de la Vida no ha querido ni quiere imponerse a la fuerza, sino que deja su vida (se deja a sí mismo) en nuestras manos, de forma que pudiéramos destruirnos, creando un mundo sin él (contra él) para la muerte, como ha puesto de relieve el Papa Francisco (Lodato si, 2015).

Desde ese fondo retomo las páginas finales del trabajo de homenaje a Rovira Belloso, del año 2020, situando ese tema en el trasfondo de la modernidad, es decir, entre el siglo XX y XXI, traduciendo así la antigua esperanza apocalíptica en claves modernas de riesgo y experiencia creadora, dentro de un mundo abierto a la resurrección (desde un trasfondo de racionalidad operativa), pero con riesgo de destruirse a sí mismo, cayendo en el “infierno” de su propia muerte (pues Dios en Cristo ofrece su Vida, pero no nos la impone).

Fallece Josep Maria Rovira Belloso, teólogo de referencia en Cataluña
Estructura racional y super-estructura personal

Por un lado me sitúo en una línea racional que va de la antigua (siglo XVIII) a la nueva ilustración (siblo XX), destacando con M. Weber[1] que una visión de la historia lleva de la magia a la racionalidad operativa: vivíamos inmersos en un mundo sagrado, sometidos a sus ritmos; ahora somos nosotros los que proyectamos y aplicamos nuestros propios esquemas racionales sobre el mundo.

Pero, al mismo tiempo, acepto de un modo aún más intenso (en otro plano) el modelo y compromiso de vida y esperanza del evangelio cristiano. En el fondo de la razón y acción operativa existe y se despliega una más alta meta-razón de gratuidad, expresada en el menaje y vida (resurreccón) de Jesús. Desde ese fondo distingo y vinculo los dos niveles de la historia.

– Plano estructural: un mundo en el que todo se define por la ciencia. Un tipo de historia culmina allí donde, con medios científicos, surge y se organiza un sistema mundial de razón, al servicio de todos los humanos, ofreciendo a todos unas mimas posibilidades económicas, educativas, sociales. Por ventaja del sistema y para bien de cada uno de sus miembros, a ese plano podría surgir una ley que vincula e iguala a todos (como puso de relieve Benedicto XVI, Spe Salvi).

Eso significa que debe (puede) terminar la historia de las viejas disputas nacionales o sociales: todos los humanos podrán vivir y desarrollarse dentro de un mismo sistema universal de intercambios racionales[2]. En ese nivel no podría hablarse de “libertad”: cada uno debería aceptar las posibilidades y deberes que le ofrece el sistema, dentro de una estructura universal de relaciones (de educación, trabajo y consumo) avalado por el “sistema racional” (supra-personal).

– Plano supra-estructural. Sobre la base anterior, obligatoria para todos, se eleva un ancho campo de elecciones y gozos, realizaciones y libertades, que cada individuo o grupo particular podrá desarrollar en plano afectivo y/o religioso, artístico o deportivo, de descanso y juego. La misma “necesidad” estructural ya resuelta (no habrá agobio por la comida, ni falta de trabajo o de vivienda) liberaría una serie inmensa de posibilidades de gozo y plenitud humana por ahora insospechada.

Resueltos en el plano anterior los problemas estructurales, se abrirá un ancho campo de libertad, para que cada individuo (o grupo) particular pudiera expresar y cultivar sus “aventuras”, sus ideales y gozos personales y comunitarios (de familia o grupo). Sólo en ese plano seguirá abierto el camino de la historia: como búsqueda de dignidad personal y reconocimiento mutuo, de gozo y amor, en el campo afectivo, artístico y religioso. No podemos ni imaginar lo que será el florecimiento humano a ese nivel: nacerá entonces la historia verdadera.

Nuevo nicho religioso

– Cambiarían a ese nivel, o tendrán que replantearse, algunas de tradiciones religiosas: no se podrá hablar de la bienaventuranza de los pobres, en sentido puramente material, pues no habría pobres en un mundo de abundancia organizada; tampoco se podrá decir que los mártires son felices, pues la sociedad no tendrá necesidad de mártires. Un tipo de tradiciones religiosas seguirían conservando un valor, pero sólo como recuerdo o la memoria de los tiempos “prehistóricos”, pues sus aportaciones (liberadas de oscurantismos e irracionalidades) habrán sido recogidas para siempre en la riqueza de la nueva experiencia ética y estética de la humanidad ya liberada de las violencias del pasado[3].

-Pero con eso se abriría y debería desarrollarse un nuevo “nicho” ecológico y religioso, en un nivel de gratuidad, no de necesidad, de mística de amor (a Dios y a los demás en los demás), en un plano de comunicación gratuita, de identificación original con Dios y de experiencia divina de la vida, en la que se valora la muerte como experiencia de entrega personal signo de resurrección (de recuperación y pervivencia o super-vivencia de la vida, en la vida de los demás (resurrección en Dios, es decir, en la comunión interhumana).

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“La sorpresa final”. 22 de noviembre de 2020. Solemnidad de Cristo Rey. Mateo 25, 31 – 46

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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01_ultimate_exterface(Imagen Exterface)

Los cristianos llevamos veinte siglos hablando del amor. Repetimos constantemente que el amor es el criterio último de toda actitud y comportamiento. Afirmamos que desde el amor será pronunciado el juicio definitivo sobre todas las personas, estructuras y realizaciones de los hombres. Sin embargo, con ese lenguaje tan hermoso del amor, podemos estar ocultando con frecuencia el mensaje auténtico de Jesús, mucho más directo, sencillo y concreto.

Es sorprendente observar que Jesús apenas pronuncia en los evangelios la palabra «amor». Tampoco en esta parábola que nos describe la suerte final de los humanos. Al final no se nos juzgará de manera general sobre el amor, sino sobre algo mucho más concreto: ¿qué hemos hecho cuando nos hemos encontrado con alguien que nos necesitaba? ¿Cómo hemos reaccionado ante los problemas y sufrimientos de personas concretas que hemos ido encontrando en nuestro camino?

Lo decisivo en la vida no es lo que decimos o pensamos, lo que creemos o escribimos. No bastan tampoco los sentimientos hermosos ni las protestas estériles. Lo importante es ayudar a quien nos necesita.

La mayoría de los cristianos nos sentimos satisfechos y tranquilos porque no hacemos a nadie ningún mal especialmente grave. Se nos olvida que, según la advertencia de Jesús, estamos preparando nuestro fracaso final siempre que cerramos nuestros ojos a las necesidades ajenas, siempre que eludimos cualquier responsabilidad que no sea en beneficio propio, siempre que nos contentamos con criticarlo todo, sin echar una mano a nadie.

La parábola de Jesús nos obliga a hacernos preguntas muy concretas: ¿estoy haciendo algo por alguien?, ¿a qué personas puedo yo prestar ayuda?, ¿qué hago para que reine un poco más de justicia, solidaridad y amistad entre nosotros?, ¿qué más podría hacer?

La última y decisiva enseñanza de Jesús es esta: el reino de Dios es y será siempre de los que aman al pobre y le ayudan en su necesidad. Esto es lo esencial y definitivo. Un día se nos abrirán los ojos y descubriremos con sorpresa que el amor es la única verdad, y que Dios reina allí donde hay hombres y mujeres capaces de amar y preocuparse por los demás.

 

José Antonio Pagola

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“Se sentará en el trono de su gloria”. 22 de Noviembre de 2020. Ciclo A. Jesucristo Rey del universo

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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57-OrdinarioA34Leído en Koinonia:

Ezequiel 34,11-12.15-17: A vosotras, mis ovejas, voy a juzgar entre oveja y oveja.
Salmo responsorial: 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
1Corintios 15,20-26.28:Devolverá a Dios Padre su reino, y así Dios lo será todo para todos.
Mateo 25,31-46:Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros.

Problemática pastoral concreta de la festividad de Cristo Rey

Vamos a comenzar removiendo obstáculos, porque hay problemas respecto a los posibles significados de esta fiesta. Veamos algunos:

a) El origen de esta fiesta y su contexto original. Esta fiesta fue establecida en un contexto anterior al Vaticano II, en 1925, por Pío XI, y con un espíritu muy cercano al de cristiandad, cuando el Vaticano expresaba claramente su deseo de que el cristianismo fuera la religión oficial, la religión de los Estados cristianos. Al confesar a Cristo como Rey universal se quería con ello vehicular el deseo de que también la Iglesia fuese testigo y participante ya aquí en la tierra de esa realeza: una realeza de Cristo reconocida, redundaba inevitablemente en una Iglesia respetada, favorecida por el Estado, con alto estatus en la sociedad, fuerte y organizada, que aunque no podía ya revestirse de poder político temporal, al menos podía participar de él por una relación estrecha y armoniosa con los poderes sociales. Durante mucho tiempo, el título de “Cristo Rey”, el “reinado social del Corazón de Jesús”… incluyeron esos aspectos de autoencumbramiento de la Iglesia, olvidando que la práctica de Jesús de Nazaret fue muy distinta, incluso totalmente contraria.

b) El concepto de Reino-monárquico. El Reino no es hoy día la forma más frecuente de organización sociopolítica. La mayor parte de los países son repúblicas, de diferentes rostros, y los reinos que persisten, ya no lo son en su forma clásica, sino en adaptaciones a la cultura política actual (por ejemplo las monarquías “parlamentarias”) que, al superarla, niegan en el fondo la esencia misma de lo que era un “reino”.

Aun siendo conscientes de la limitación inevitable que todo lenguaje teológico tiene por su misma naturaleza analógica, figurada, simbólica, apofática… cada vez más se viene insistiendo en que la palabra “reino” no sería la más adecuada para expresar la utopía bíblico-mesiánica del Reino de Dios, porque en esta altura de la historia la palabra «Reino» ya no expresa una forma de organización sociopolítica deseable para los humanos. Cada vez se evidencia más la dificultad de hablar de Dios (y de Cristo) como “rey”, y de su proyecto escatológico como un “reino”. ¿Estamos seguros de que un reino, una monarquía, podría ser una analogía del “Reino de Dios” realizado? La realización del reino de Dios, ¿no exigiría la superación de muchos aspectos de lo que es una monarquía, un “reino”? Acaso una comunidad, ¿puede ser comparada con un «reino», con una «monarquía»? ¿Y una familia?

Pablo Suess viene proponiendo la expresión “democracia participativa del RD” para corregir la evocación que el término clásico conlleva. Ya sabemos que no se puede simplemente sustituir una expresión por otra, pero es bueno aludir con frecuencia a esa insuficiencia de la expresión clásica, para hacer caer en la cuenta a los oyentes, y para liberar al contenido (el Reino mismo, el significado), de las limitaciones del significante (una palabra no completamente adecuada).

Para hablar del Reino puede ser mejor hablar del Proyecto, de la Utopía de Dios… que hacemos nuestra: queremos «construir la Democracia de Dios, cósmica, pluralista, inclusiva, y por eso, amorosa, encarnación viva del Dios de los mil rostros, colores, géneros, culturas, etnias, sentidos…».

c) Connotación de género en la palabra “Reino”.

Es útil saber que en el ámbito de la teología feminista angloparlante se rechaza también la expresión (God’s Kingdom), a causa de su machismo larvado (kingdom alude directamente a king, no a queen…). En castellano no tenemos ese problema en esta expresión, pero el saber que existe en otras lenguas invita a prevenirlo en su uso consciente.

Los grandes temas de la fiesta de hoy y de la semana

Hay varios grandes temas que podrían servir para orientar la reflexión de la homilía o la reflexión del círculo bíblico o la comunidad cristiana en torno a los textos de este domingo. Habrá que elegir entre ellos. Aquí sólo los apuntamos:

a) El Reino de Dios, como contenido del mensaje de Jesús. Jesús nunca se proclamó Rey: nada más lejos de Él. Lo que Jesús hizo fue ponerse al servicio total del Reino, de forma que éste fue el centro mismo de su predicación y de su vida, la Causa por la que dio la vida. Importa pues hacer honor a la identidad verdadera de Jesús: Él no fue rey, ni lo quiso ser nunca, por mucho que algunos cristianos crean que llamándolo así lo honran… La intención puede ser buena, pero el título que de hecho se le atribuye no podría ser de su agrado.

Jesús habló del Reino, fue su servidor y su mensajero, pero sus seguidores se olvidaron del Reino. y lo constituyeron a él como el Reino mismo, como el Rey… El mensaje fue sustituido por el mensajero. Jesús nos indicaba el Reino, como la Causa por la que estaba apasionado y por la que dio su vida, y un buen grupo de seguidores se olvidaron de esa causa, y se enamoraron de Jesús. Es preciso volver a Jesús, y su Causa…

Para hablar concretamente del Reino es bueno reparar en el texto del prefacio de esta fiesta, que da una «descripción» muy plástica de su contenido. Esa idea fue recogida en el conocido estribillo del Salmo 71 del compositor Manzano, que dice: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia… es Paz… es Gracia… es amor, ¡venga a nosotros tu Reino, Señor». Bien glosada, y debidamente justificada esa perspectiva teológica, puede ser un buen guión para la homilía. Y no debería faltar ese canto en la celebración de hoy.

b) La relación entre cristocentrismo y reinocentrismo. Una cierta interpretación de esta fiesta –muy común por lo demás en el cristianismo en general– propicia un cristocentrismo exagerado, absoluto, que no hace justicia a la verdad de la revelación, al mensaje real de Jesús, a lo que Jesús realmente dijo, no a lo que después dijeron que había dicho. Importa pues pastoralmente discernir una «correcta jerarquía de valores», que la teología de la liberación fue la primera que dio en llamar “reinocentrismo”, con tal fuerza de persuasión, que no hay teología ni espiritualidad honesta que se puedan resistir.

c) El mesianismo de Jesús. La aclamación o la espera de Jesús como Rey se dio en el contexto del mesianismo: se esperaba un liberador. Hoy la postración es tal que ni siquiera se espera nada, pudiendo hacer de la aclamación de Jesús como Rey algo bien alejado de lo que el mesías supuso realmente para los que lo esperaron.

d) La dimensión escatológica: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el “juicio final”… El final del año litúrgico nos hace tematizar en nuestra reflexión el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Pero ya en un contexto mental diferente, en el que sabemos que nuestra aventura humana no es la razón del cosmos, que el mundo no acabará el día que Dios decida acabar el ciclo de la humanidad y pasar a la vida eterna, y que no se trata de que estemos aquí para una prueba que se verificará en el día del juicio final, tras lo cual iríamos al cielo o al infierno…

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22. XI. 2020. Ciclo A. (Mt 25, 31-46). Cristo Rey: Hambriento y sediento, extranjero y desnudo, enfermo y encarcelado

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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A019542E-7CA4-4341-B673-8BCB82B53B70Del blog de Xabier Pikaza:

Termina hoy el ciclo litúrgico 2020, presidido por el retablo del juicio final (Mt 25,31-46), uno de los textos más ricos, esperanzados y peor entendidos de la historia cristiana, que lo ha tomado como carta magna del miedo y la amenaza religiosa (como en la Capilla Sixtina del Vaticano).

Mt 25, 31-46 es la parábola del Dios Pobre, pues los pobres, en sus varios sentidos (hambriento, sedienta, desnudo, extranjero…), aparecen en ella como hijos de Dios, “hermanos de Cristo”, que se identifica con ellos: “Tuve hambre, tuve sed, fui extranjero y desnudo, enfermo y encarcelado”. Esos pobres de Dios son el mismo Dios en persona, aquel en que nos movemos, vivimos y somos.

Mt 25,31-46 es la parábola de la historia humana: Está en el fondo el amor de “bodas” (Mt 25,1-3) y la tensión vital (talentos: Mt 25, 14-30). Pero el sentido y futuro de la historia humana está definido por la solidaridad de Dios, que es en sí siendo en los otros.

Entendido así, este pasaje es la carta magna de los derechos y deberes humanos (no de la amenaza, sino de la riqueza más honda de la vida), tal como la formularé al final de este comentario.

21.11.2020 | X Pikaza

Mt 25, 31-46.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”

Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de deber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.” Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.”

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LECTURA DE CONJUNTO. INTRODUCCIÓN

Este pasaje recoge la ley o bene nueva y la tarea o responsabilidad del judaísmo mesiánico. Algunos de sus rasgos pueden encontrarse no sólo en el AT, sino en otras religiones y culturas Pero en su conjunto es un texto cristiano, vinculado al Sermón de la Montaña, que ha marcado no sólo la teología del cristianismo, sino de toda la cultura de occidente (y del mundo). Mirado en esa clave, Mt 25, 31‒46 es un texto de revelación suprema de Dios, elaborado por la Iglesia desde una perspectiva israelita de pacto que se abra a la experiencia universal de gracia del evangelio[1].

‒ Este pasaje responde al mensaje de Jesús, que había vinculado su Reino con el juicio que ha de aplicarse a todos los hombres, partiendo de la misericordia de Dios, la curación de los enfermos y la salvación de los pecadores. En esa línea, el mismo Jesús o sus seguidores inmediatos han podido afirmar que Dios se identifica con los pequeños y los pobres, con quienes sufre y a quienes ofrece salvación.

Este pasaje responde al mensaje de Mateo, y contiene aspectos (elementos) des “derecho escatológico” (cf. también Lc 12, 8-9; Mc 8, 38), expresado en la figura del Hijo del hombre, que, por un lado, comparte la suerte de los pobres (con quienes se identifica) y, por otro, juzga a los pueblos según la manera que ellos han tenido de tratarles. En esa línea podemos afirmar que ha sido formulado en su sentido actual por una iglesia judeocristiana como la de Mateo[2].

 Las seis “obras” de Mt 25, 31-46 (dar de comer al hambriento, de beber al sediento, acoger al exilado, vestir al desnudo, visitar al enfermo y encarcelado) se encuentran poderosamente influidas por la teología israelita del pacto de Dios con los hombres, tal como ha sido reformulada por Jesús en su anuncio del Reino de Dios, con su forma de servir a los necesitados y con su muerte mesiánica. Éste es un texto paradójico en varios sentidos, pues recoge de forma universal la novedad del mensaje judío y cristiano de Jesús y de la Iglesia primitiva, sin que aparezcan expresamente unos rasgos confesionales exclusivamente cristianos, de manera que puede y debe aplicarse a la humanidad en su conjunto:

 ‒ Esta palabra proviene de la historia de Israel, y condensa el mensaje central de la Ley y los profetas, pero lo hace desde Jesús, de un modo universal, pues no contiene nada exclusivamente judío, ni en su formulación (no habla del Dios Yahvé, ni del templo, ni de sacerdotes, ni de sacrificios o sacramentos), de manera puede aplicarse y se aplica por igual a todos pueblos, con los mismos derechos y deberes, como si la pertenencia israelita no contara (y no cuenta en ese plano). El juez final aparece como Hijo del Hombres, es decir, como humanidad universal, como eso que pudiéramos llamar el principio divino de la humanidad.

‒ Éste es un texto cristiano y eclesial, y, sin embargo, no contiene ninguna referencia a la Iglesia, ni a Jesús, entendido de un modo particular, pues el juez divino aparece simplemente como Hijo del Hombre, esto es, como principio divino de la humanidad y signo (portador) de las necesidades humanas[3]. Ciertamente, el cristiano puede afirmar que ese juez final es el mismo Jesús de Nazaret, cuya historia está contando el evangelio de Mateo, pero sin que esto se diga expresamente. El texto en sí sólo supone y afirma que el Dios del juicio se identifica con las necesidades humanas (o, mejor dicho, con los necesitados a quienes Jesús ayudó durante el tiempo de su mensaje, de manera que por ayudarles en concreto, por encima de toda ley particular, religiosa o política le mataron).

 No existe, que sepamos, ningún texto judío o pagano (egipcio, mesopotamio, chino…) que haya condensado las necesidades humanas de esa forma, mirándolas desde una perspectiva de justicia, pero como expresión del sufrimiento de Dios, que padece en los necesitados. En esa línea, leído desde el conjunto del evangelio, Mt 25, 31‒46 supone que los sufrimientos de los hombres se identifican con el dolor de Jesús, que los ha compartido con (que ha muerto por) ellos. Pero el texto en sí no lo dice, de manera que esas necesidades pueden entenderse de forma universal, sin tener que apelar a Jesús para entenderlas.

 Este pasaje no discute la causa radical de esos males, aunque sabe que están vinculados con la injusticia humana (unos hombres no ayudan a otros)… y sabe también que en ellos se expresa de un modo misterioso el mismo ser divino. No razona sobre el origen del hambre o de la cárcel, sino que supone su existencia y busca una forma de solucionarlos, no en clave de imposición legal, sino de llamada a la conversión (transformación) humana, en una línea gratuidad, desde la experiencia del Dios que se hace presente en las necesidades de los hombres, y les pide que sean solidarios unos con los otros, en perspectiva de juicio final[4].

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Como vengo diciendo, cerrado sí mismo, este pasaje no es específicamente cristiano (no contiene nada específicamente confesional, propio de la Iglesia), pero los cristiano pueden y deben entenderlo desde la perspectiva de un Jesús, a quien identifican con el Hijo del Hombre que se sentará sobre el trono de su Gloria, recibiendo a todas las naciones e identificándose, al mismo tiempo, con todos hambrientos y sedientos, enfermos y encarcelados, posesos y pecadores a cuyo servicio él había puesto su vida.

En un sentido, desde una esperanza anterior centrada en el libro de Daniel, los cristianos esperan a un Hijo de Hombre (=Hombre universal), Gran Rey-Mesías de Dios, y así le ven, al fin, pero identificándose con los hambrientos‒sedientos, exilados‒desnudos, enfermos‒encarcelados, por quienes ha dado su vida, y con quienes se manifiesta, incluyendo en su “yo” necesitado (y al fin asesinado) la opresión, sufrimiento y muerte de todos los excluidos y sufrientes de la historia[5].

Esta sentencia final de Jesús recoge toda su enseñanza y vida anterior, desde la montaña de Galilea, cando Jesús decía a sus enviados que “enseñaran a todas las naciones a cumplir lo que él les había mandado/encargado” (enteilamên hymin: 28, 20). Éste es su gran “encargo” de Jesús, su comisión definitiva: Que sean todos como él ha sido. Miradas así, estas dos palabras  de esús (una del envío/comisión, 28, 16‒20,  y otra del juicio/desvelamiento final, 25, 31‒46), vinculadas entre sí, constituyen un (el)  elemento central de la teología de la Biblia, ratificada y cumplida por Jesús que aparece, al mismo tiempo, como aquel  que está presente en los necesitados y como aquel que pide a todos los hombres que (les) ayuden, colaborando así en la tarea creadora de Dios.

PROFUNDIZACIÓN.TUVE HAMBRE Y ME DISTÉIS DE COMER…

 Como he puesto de relieve en Teología de la Biblia, esta “parábola”  retoma y recrea el sentido de las dos anteriores de Mr 25,1-30 (del aceite en la noche, de la administración de los talentos)… pero lo hace desde la perspectiva de la necesidad humana: Es bueno tener pan y agua, un grupo social y dignidad, libertad y salud. Pero supone que esas riquezas propias (de tipo social y personal, más que puramente monetario), han de ponerse al servicio de los demás, para dar de comer al que tiene hambre, acoger en casa al que no la tiene etc.

Según este pasaje, aquello que cuenta de verdad no es el dinero (ni la falta de dinero), sino la solidaridad: que hombres y mujeres puedan ayudarse, alimentarse, acogerse, visitarse… Entendido así, desde la raíz de esta parábola, el dinero puede servir como medio para activar la comunión interhumana (dar de comer, acoger y ayudar a los enfermos…), de manera que no sea fin en sí mismo, sino que uno hombres lo empleen para ayudar a los hombres, es decir, a los necesitado (al hambriento, al sediento, al extranjero, al desnudo…). Leer más…

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Dos regalos, con una condición. Fiesta de Cristo Rey. Domingo 34 Ciclo A.

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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a_7Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj: 

Como la Iglesia siempre va por sus caminos, el próximo domingo termina el año litúrgico, con más de un mes de anticipación al año civil. Los domingos siguientes los dedicaremos a preparar la Navidad (tiempo de Adviento) y a celebrarla. Pero ahora nos toca cerrar el año, y la Iglesia lo hace con la fiesta de Cristo Rey.

Motivo y sentido de la fiesta

            No se trata de una fiesta muy antigua, la instituyó Pío XI en 1925. ¿Qué pretendía con ella? Para comprenderlo hay que recordar los principales acontecimientos de la época. La Primera Guerra Mundial ha terminado siete años antes. Alemania, Francia, Italia, Rusia, Inglaterra, Austria, incluso los Estados Unidos, han tenido millones de muertos. La crisis económica y social posterior fue tan dura que provocó la caída del zar y la instauración del régimen comunista en Rusia en 1917; la aparición del fascismo en Italia, con la marcha sobre Roma de Mussolini en 1922, y la del nazismo, con el Putsch de Hitler en 1923. Mientras en los Estados Unidos se vive una época de euforia económica, que llevará a la catástrofe de 1929, en Europa la situación de paro, hambre y tensiones sociales es terrible.

            Ante esta situación, Pío XI no hace un simple análisis sociopolítico-económico. Se remonta a un nivel más alto, y piensa que la causa de todos los males, de la guerra y de todo lo que siguió, fue el “haber alejado a Cristo y su ley de la propia vida, de la familia y de la sociedad”; y que “no podría haber esperanza de paz duradera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de Cristo Salvador”. Por eso, piensa que lo mejor que él puede hacer como Pontífice para renovar y reforzar la paz es “restaurar el Reino de Nuestro Señor”. Las palabras entre comillas las he tomado del comienzo de la encíclica Quas primas, con la que instituye la fiesta.

            La posible objeción es evidente: ¿se pueden resolver tantos problemas con la simple instauración de una fiesta en honor de Cristo Rey?, ¿conseguirá una fiesta cambiar el corazón de la gente? Los noventa años que han pasado desde entonces demuestran que no.

            Por eso, en 1970 se cambió el sentido de la fiesta. Pío XI la había colocado en el mes de octubre, el domingo anterior a Todos los Santos. En 1970 fue trasladada al último domingo del año litúrgico, como culminación de lo que se ha venido recordando a propósito de la persona y el mensaje de Jesús.

            Ahora, la celebración no pretende primariamente restaurar ni reforzar la paz entre las naciones sino felicitar a Cristo por su triunfo. Como si después de su vida de esfuerzo y dedicación a los demás, hasta la muerte, le concedieran el mayor premio.

            Pero las lecturas no hablan de una celebración de campanas al vuelo y ceremonias deslumbrantes. Hablan de lo bien que se porta Cristo Rey con nosotros y de la respuesta que espera de nuestra parte.

Primer regalo: su preocupación por nosotros (lectura de Ezequiel)

               En el Antiguo Oriente, la imagen habitual para hablar del rey era la del pastor. Simbolizaba la preocupación y el sacrificio por su pueblo, como la de un pastor por su rebaño. En la práctica, no siempre era así. El c. 34 de Ezequiel habla de los reyes judíos como malos pastores que han abusado de su pueblo y luego se han desinteresado de él y lo han abandonado cuando se produjo la caída de Jerusalén y la deportación a Babilonia.

Pero Dios no va a permanecer impasible: eliminará a esos malos reyes y ocupará su puesto haciendo dos cosas: 1) como Rey-pastor, buscará a sus ovejas, las cuidará, etc. 2) como Rey-juez, juzgará a su rebaño, defendiendo a las ovejas y salvándolas de los machos cabríos (por eso llamamos en España “cabrones” a los que se portan mal con otros).

            El texto del evangelio (el Juicio Final) empalma con el segundo tema. Pero la liturgia se ha centrado en el primero, que subraya la preocupación de Dios por su pueblo. Es interesante advertir la cantidad de acciones que subrayan su amor e interés: «seguiré el rastro de mis ovejas, las libraré, apacentaré, las haré sestear, buscaré, recogeré, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas». En el contexto de la fiesta de hoy, estas frases habría que aplicarlas a Jesús y ofrecen una imagen muy distinta de Cristo Rey: no lo caracterizan el esplendor y la gloria sino su cercanía y entrega plena a todos nosotros. Buen momento para recordar cómo se ha comportado con cada uno, buscándonos, librándonos, curando…

Así dice el Señor Dios: «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.  Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear -oráculo del Señor Dios-. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré« como es debido.  Y a vosotras, mis ovejas, así dice el Señor: Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.»

Segundo regalo: victoria sobre la muerte (lectura la 1ª carta a los Corintios)

Pablo, influido sin duda por las campañas romanas de su tiempo, presenta a Dios Padre como el gran emperador que termina triunfando y sometiendo todo. Pero quien guerrea en su nombre es Cristo, que debe enfrentarse a numerosos enemigos. El último de ellos, el más peligroso, es la muerte, a la que Jesús vence en el momento de resucitar. De esa victoria sobre la muerte participamos también todos nosotros. El fin del año litúrgico, que recuerda el fin de la vida, es un momento adecuado para superar la incertidumbre y la angustia ante la muerte y agradecer la esperanza de la resurrección.

Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Una condición (evangelio)

El evangelio no se centra en el triunfo de Cristo, que da por supuesto, sino en la conducta que debemos tener para participar de su Reino.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:

̶  Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. 

Entonces los justos le contestarán:

̶  Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? 

Y el rey les dirá: 

̶  Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. 

Y entonces dirá a los de su izquierda:

̶  Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.

Entonces también éstos contestarán:

̶  Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?

Y él replicará:

̶  Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.

Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

La parábola es tan famosa y clara que no precisa comentario, sino intentar vivirla. Pero indico algunos datos de interés.

  1. A diferencia de otras presentaciones del Juicio Final en la Apocalíptica judía, quien lo lleva a cabo no es Dios, sino el Hijo del Hombre, Jesús. Es él quien se sienta en el trono real y el que actúa como rey, premiando y castigando.
  2. Los criterios para premiar o condenar se orientan exclusivamente en la línea de preocupación por los más débiles: los que tienen hambre, sed, son extranjeros, están desnudos, enfer­mos o en la cárcel. Estas fórmulas tienen un origen muy antiguo. En Egipto, en el capítulo 125 del Libro de los Muertos, encontramos algo pareci­do: «Yo di pan al hambriento y agua al que padecía sed; di vestido al hombre desnudo y una barca al náufrago». Dentro del AT, la formulación más parecida es la del c. 58 de Isaías: «El ayuno que yo quiero es éste: partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne.» Lo único que Jesús tendrá en cuenta a la hora de juzgarnos será si en nuestra vida se han dado o no estas acciones capitales. Otras cosas a las que a veces damos tanta importancia (creencias, prácti­cas religiosas, vida de oración…) ni siquiera se mencionan.
  3. La novedad absoluta del planteamiento de Jesús es que lo que se ha hecho con estas personas débiles se ha hecho con Él. Algo tan sorprendente que extraña por igual a los condenados y a los salvados. Ninguno de ellos ha actuado o dejado de actuar pensando en Jesús; pero esto es secundario.

 

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Jesucristo Rey del Universo. 22 noviembre, 2020

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.”

(Mt 25, 31-46)

Estos textos bíblicos en los que los buenos quedan separados de los malos me lleva a preguntarme: ¿somos imagen de Dios o hacemos a Dios a nuestra imagen?

Cada vez me cuesta más pensar en un Dios que se sienta a separar. ¿Cómo puede Dios Trinidad, que es comunión, sentarse a separar?

Tampoco me convence el otro extremo de pensamiento: “Total, si todo vale, vivo a mi bola sin preocuparme.” Creo que nuestra vida cuenta, y nuestras acciones y oraciones la encaminan en un sentido o en otro. Nos vamos haciendo personas cada vez más plenas o cada vez más vacías. Con todo, siempre, siempre, estamos a tiempo de volvernos hacia la plenitud.

La bondad y la maldad no son dos fuerzas iguales y contrarias. El mal no puede ya vencer porque ya fue vencido. No tiene poder sino que se encamina a su fin. Esta es nuestra esperanza, nuestra fe.

Creemos que Dios ha vencido al mal, a la muerte, a la oscuridad. Caminamos hacia la VIDA.

Muchas veces la realidad parece decir todo lo contrario. Seguramente más de una persona estará pensando: “¿cómo puede decir que el bien ya ha vencido cuando estamos viviendo una situación mundial de pandemia, cuando los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres y numerosos, cuando la naturaleza entera parece no resistir más… (aunque algunos sigan negado el cambio climático…)?

Es verdad, la lista de cosas que no funcionan es larga. Pero lo bueno es más grande y más resistente. Por cada gesto de violencia y desconfianza, por cada injusticia  hay cientos de gestos de generosidad, de acogida y de reconciliación que nos van trasformando. No los apreciamos porque nos parecen “lo normal”, lo que debiera ser. Eso significa que la inmensa mayoría de la humanidad desea lo bueno, lo justo, lo que nos permite convivir.

La fiesta de Jesucristo como Rey del Universo nos viene a recordar la bondad que ya somos en semilla y en la que debemos esforzarnos por crecer. Si Cristo comienza a Reinar es que la Vida, lo Bueno, el Bien…¡ha vencido!

Podemos repetir con confianza las palabras de la mística medieval Juliana de Norwich: ¡Todo irá bien, y todo irá bien y absolutamente todo acabará bien!

Oración

Aumenta nuestra fe y nuestra confianza. Danos una mirada llena de esperanza que sepa descubrir y agradecer la bondad escondida en cada corazón humano en todos los rincones de la creación. ¡Amén!

*
Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús reina como reina la paz, como reina el amor.

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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David Trullo+Ecce HomoMt 25, 31-46

Es muy difícil dar sentido “cristiano” a esta fiesta. Jesús nunca reivindicó ningún reino para sí. Todo lo contrario, afirmó de palabra y con su vida, que él “no venía a ser servido, sino a servir”. Después del ayuno en el desierto, el ser dueño y señor del mundo, se le presenta como una tentación. ¿No hemos ocupado el lugar del tentador cuando, sin pedirle consentimien­to, le hemos dado todos los reinos del mundo? Jesús criticó muy duramente todo poder. Después de la multiplicación de los panes, Nos dice Juan: “Viendo que querían proclamarle rey, se retiró a la montaña él solo.”

¿No hemos superado la burla macabra de los soldados, poniéndole una corona de oro, un manto real y un cetro cargado de brillan­tes? Este cetro y esta corona es mucho más denigrante para Jesús, que la caña y las espinas. Cuando Pilato pone el título sobre la cruz: “Éste es el rey de los judíos”, lo hace para burlarse de él y de los judíos. ¿No será también una burla llamarle rey del universo? La intención de Pio XI al instituirla hace un siglo no nos ayuda a darle sentido hoy. Lo que él pretendió fue que todos los hombres y todas las naciones le reconocieran a él como representante de eso: Cristo Rey.

Nuestro ego narcisista está incapacitado para asumir su desaparición. Tiene una capacidad increíble para revolverse y salirse con la suya. Como la propuesta de Jesús era inasumible, la presenta como una estrategia para conseguir plenitud de gloria. Así, cuando Jesús dice que la meta de su vida es el don total a los demás, el ego la interpreta como el único medio para ser glorificado por Dios. Una vez presentada así la trayectoria de Jesús, será muy fácil hacernos ver que la nuestra debe seguir el mismo camino.

El ser humano, como la vela, está hecho para dar luz, pero la vela nada más encenderla se empieza a consumir. La vela, hasta que no es encendida, es un trasto que rueda por los cajones. El día que se va la luz, la buscamos y la encendemos. En ese momento empieza a ser vela. Nuestro ego nos impide aceptar esta perspectiva. Nada ni nadie le puede convencer de que su objetivo es desaparecer, menos aún, en beneficio de los demás. El colmo del desastre fue que descubrió la manera de emplear toda la parafernalia espiritual para conseguir su propio objetivo. No hay forma de que pueda cambiar de perspectiva.

Fijaros qué contradicción. Para celebrar la gloria de Jesús, recordamos el momento de su vida donde mejor dejó reflejada su actitud vital, la eucaristía. Yo, como el pan, me parto y me vuelvo a partir para que me coman. Me dejo masticar, tragar, asimilar para alimentar a otros, aunque sea a costa de desaparecer. Yo entrego mi vida (mi sangre), a los demás para que la hagan suya y puedan trasformar su propia vida. La sangre solo se puede entregar a costa de la propia vida. Si la doy a los demás, me quedaré sin ella. Todo esto lo celebramos como un rito más, pero para nada condiciona mi propia existencia.

Sin duda, el Reino de Dios fue el centro de la predicación de Jesús. La imagen de Dios como rey de Israel se remonta a la época de la entrada en Palestina del pueblo judío. Para un nómada nada podía significar la idea de un rey; pero cuando entran en contacto con las estructuras sociales de la gente que vivía en ciudades, los israelitas piden a Dios un rey. Esto fue interpretado por los profetas, como una traición a Yahvé. Poco a poco se va enriqueciendo esa idea y termina por ser la imagen clave para la apocalíptica. El final de la historia será un Reino de Dios que termina por sobreponerse a todos los demás.

Solo en este contexto cultural, podemos entender la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Sin embargo, el contenido que le da es muy distinto. En tiempos de Jesús, el futuro Reino de Dios se entendía como una victoria del pueblo judío sobre los gentiles y una victoria de los buenos sobre los malos. Jesús predica un Reino de Dios, del que van a quedar excluidos lo que se creían buenos y van a entrar las prostitu­tas, los pecadores, los marginados. Los gentiles serán llamados y muchos judíos quedarán fuera.

El Reino predicado por Jesús ya está aquí, ha comenzado ya. “El Reino de Dios está dentro de vosotros”.  Esta idea desbarata todo nuestro montaje sobre el reino de Dios. No se trata de preparar un reino para Dios, se trata de un Reino que es Dios, no de que Dios tenga un reino. Haremos que se vea con nuestra manera de actuar, pero solo después de haber descubierto su presencia en lo más hondo de nuestro corazón. Es un reinado del AMOR. No es un reino de personas físicas, sino de actitudes vitales. Cuando me acerco al que me necesita preocupándome por él, hago presente el Reino de Dios.

Cuando Pilato le pregunta si es rey, contesta Jesús: “Mi reino no es de este mundo”. No quiere decir que vendrá después o que estará en otro lugar, sino que no tiene nada que ver con lo que él entendía por reino. Al insistir Pilato, Jesús le dice: “Sí, soy rey. Yo para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad.” Ser testigo de la verdad, ser auténtico, ser verdad, es la única manera de ser dueño de sí mismo, y por la tanto de ser dueño de la realidad entera. Jesús es rey de sí mismo y así es Rey en absoluto.

“El Reino de Dios, lo divino que nos inunda, es un fermento, un alma, una luz que transforma mi ser y toda la realidad. Se manifiesta como una cualidad, pero en realidad, es mi esencia. Yo tengo que esforzarme por hacerla surgir desde lo hondo de mí mismo, aceptando que viene a absorberme. Es necesario que, tras haber cooperado con todas mis fuerzas a hacerla brotar, consienta en la comunión, en la que mi propia individualidad se hundirá y acepte convertirme en su alimento”. (Teilhard de Chardin).

Después de lo dicho podemos comprender que, no se trata de entronizar a Jesús, ni antes ni después de morir. Lo “Crístico”, es decir, lo que significa y encarna la figura de Jesús, es lo que tiene que reinar entre nosotros. Cuando decimos: reina la armonía, reina la paz, etc., estamos hablando de un ambiente envolvente que permite su desarrollo. Hablar del reinado de Cristo significa que su mismo espíritu mueve también nuestra existencia.

En el relato que hemos leído encontramos la clave de la encarnación. Dios no se hace un hombre, sino que se hace hombre. El que juzga es el Hombre, el punto de contraste para valorar una vida humana es la semejanza con Jesús: “el Hombre”. No tenemos que esperar ningún juicio desde fuera. Mis actitudes van manifestando en cada momento el grado de identificación con el modelo de Hombre. En la medida que me identifique con el modelo, me salvo; en la medida que me separe de él, me voy condenando.

Hemos conseguido un cristianismo cómodo, colocando a Dios en el cielo. Sería demasiado peligroso descubrir a Dios encarnado en cada uno de los seres humanos que nos rodean. Pero no hay escapatoria. Dios es encarnación y lo tenemos que descubrir en las criaturas. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. La pregunta de los rechazados deja bien claro que, si hubieran descubierto la presencia de Dios en el necesitado, lo hubieran socorrido. La tarea es descubrir lo que somos.

Meditación

A Dios no le servimos para nada.
Los demás sí necesitan de nosotros.
Si quieres llegar a Dios cuida del otro.
En él lo encontrarás pobre y necesitado.
Al cuidar con amor de sus heridas,
restañarás las tuyas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vestir al desnudo.

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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El Greco (Domenikos Theotokopoulos) (Greek, 1541 - 1614 ), Saint Martin and the Beggar, 1597/1599, oil on canvas with wooden strip added at bottom, Widener Collection El Greco (Domenikos Theotokopoulos) (Greek, 1541 – 1614 ), San Martín y el mendigo

No sirve de mucho la riqueza en los bolsillos, cuando hay pobreza en el corazón (Papa Francisco)

Mt 25, 31-46. Les dijo el Señor: Porque tuve hambre y medisteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, encarcelado y me vinisteis a ver (v 35).

La intención de su discurso no es describir los acontecimientos finales, sino inculcar la debida preparación para superar con éxito la prueba final.

Los que son recibidos en el reino, son los que tuvieron amor misericordioso con el prójimo.

Y las mejores formas de manifestar este amor, se encuentran en Isaías 58, 7, cuando dice: “Compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al denudo y no despreocuparte de tu hermano”.

La doctrina de Jesús excluye toda acción interesada como el actuar para conseguir recompensas divinas, tergiversando así la verdadera religión.

Su doctrina se centra en el servicio caritativo al prójimo necesitado, y de este modo, las obras de misericordia realizadas por amor, aparecen libres de cualquier limitación que condicione su valor.

También fuera del ámbito visible de los discípulos y de la Iglesia, puede acontecer el reino, que también acontece más allá de las fronteras visibles, lo cual ha venido a llamarse el cristianismo anónimo.

Aunque, por otro lado, esta enseñanza de Jesús, se dirige a los cristianos que han descuidado su compromiso práctico para despertarles de su letargo y recordarles que el destino de cada uno se decide en la actitud que tenga ante los necesitados.

El papa Francisco dijo: “No sirve de mucho la riqueza en los bolsillos, cuando hay pobreza en el corazón”.

Poema que personalmente dedico al dominico Fray Emilio, gran poeta y a Luis Piedra, buenos amigos recientemente fallecidos:

VESTIR AL DESNUDO

Arrullasteis los dos mi mente y la vestisteis
cuando desnuda andaba tu palabra,
vagando por la existencia.

Tú, Emilio,
vistiendo mi memoria con tus versos,
y zurcida, dentro de la piel de mis recuerdos,
“con la historia interna de las luces y sombras que te habitan”
(libro El Manantial pág. 20)

Y tú Luis,
bordando silenciosa música callada,
con tu tan elocuente silencio,

Aullaba el viento de ambos desde el cielo,
cuyo eco resonaba intensamente
por el valle del Narcea y el lago de Parquelagos.

Bajaron ángeles del cielo a buscar vuestra alma blanca
cuando la luna se mecía en la alborada,
colgándola de dos estrellas: Alnilam y Mintaka
en el Cinturón de la Constelación Orión.

Y el coro de los arcángeles,
entonó el salmo 103 versículo primero:

“Bendice alma mía, al Señor Dios mío:
eres inmenso y te revistes de majestad y belleza”

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Projimidad y justicia, signos del reino.

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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CASALDALIGA(Mateo 25, 31-46)

La iglesia celebra este domingo la festividad de Cristo Rey. Una fiesta que en el actual contexto de emergencia de la ultraderecha nos provoca un cierto chirrido y malestar por la deformación y manipulación que este tipo de grupos en un pasado no tan lejano hicieron de ella. Pero el reino de Dios anunciado por Jesús crítica y juzga toda forma de poder que pretenda imponerse por la fuerza y se construya a costa de las esperanzas y los sueños rotos de los últimos y las últimas. Que Dios reine significa que nunca más podrán reinar unos hombres sobre otros, una raza sobre otra, un género sobre otro, un grupo social sobre otro. Implica el fin de toda forma de dominación y relaciones subalternas y excluyentes y poner en ello la vida con sencillez y alegría como hizo el mismo Jesús, hasta que la justicia y la paz se besen y la creación sea de nuevo reconciliada.

El Evangelio de este domingo nos recuerda de nuevo que la pregunta por el Dios de Jesús y su reino no remite a una abstracción, o a un “principio” o a “una doctrina “, sino a algo tan concreto, histórico y cotidiano como es siempre la pregunta por el prójimo. Por eso en las relaciones con los y las demás, especialmente con los más empobrecidos y empobrecidas nos jugamos la relación con Él. No hay relación ni culto posible al Dios de Jesús que no pase por la práctica de la misericordia, la solidaridad y la justicia con nuestros hermanos y hermanas más vulnerados. Sus situaciones de indigencia, despojo, expropiación de bienes y derechos las padece Dios mismo, porque ellos y ellas son sus vicarios, por eso lo que hagamos a uno de estos humildes conmigo lo hicisteis.

Dios no es un juez, sino que son nuestras obras u omisiones ante quienes han sido despojados de sus derechos más básicos y su dignidad como personas, quienes juzgan el éxito o el fracaso de nuestra vida. También en el contexto de esta crisis sanitaria y social que nos atraviesa Dios se nos revela en las vidas de los y las invisibles, aquellos y aquellas que no cuentan ni para salir en las estadísticas. Los excluidos y excluidas al banquete neoliberal que acontece en nuestro mundo

¿Como escuchamos hoy su clamor? ¿cuál es nuestro nivel de sensibilidad e implicación con sus vidas y desde que actitudes y prácticas? ¿Como hacer mesa común y participar juntos en el banquete del Reino instaurado por Jesús?…

Porque el reino de Dios se parece más a una fiesta popular donde corre la vida en abundancia, la alegría, el reconocimiento y el pan para todos, empezando por los últimos, que a un desfile militar donde se consagran los ejércitos.

Pepa Torres

Fuente Fe Adulta

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Todo otro es no-otro de mí

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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UnidadDomingo XXXIV del Tiempo Ordinario: CRISTO REY.

22 noviembre 2020

Mt 25, 31-46

Con frecuencia se ha leído este relato como si fuera una especie de “descripción” anticipada de lo que habría de ser el “juicio final”. No es así; se trata de una parábola que busca responder a una cuestión universal: “¿Qué hacer?, ¿cómo acertar en la vida?”.

  La respuesta que Jesús ofrece no puede ser más clara. No hay referencia a creencias ni a comportamientos “religiosos”, sino que nombra acciones concretas para cuya comprensión no se requiere ningún razonamiento: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedar al forastero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al preso.

   En su tajante y radical simplicidad, la parábola deja ver una de las grandes novedades que aporta el mensaje de Jesús: existe un camino para el encuentro con Dios que no pasa por el templo. En la lista no aparece ninguna exigencia “religiosa”; lo que importa es la acción compasiva en favor de quienes más sufren.

   Dicho de otro modo, Jesús sitúa la ética por encima de la religión. Lo cual no resulta novedoso, ya que en el mismo evangelio de Mateo, se encuentran aquellas otras palabras: “No todo el que me dice «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). Y ahora queda claro cuál es la “voluntad de Padre”, en la lista de acciones que aparecen en esta parábola.

   Además de la sencillez de su mensaje, centrado en la práctica compasiva hacia las personas más necesitadas, hay dos cosas más que llaman la atención. Por un lado, la pregunta de los destinatarios de las palabras: “¿Cuándo te vimos…?”. Unos y otros –tanto los que ayudaron como los que no lo hicieron– no habían sido conscientes de que Jesús estaba en los necesitados; era ellos. Usando nuestro lenguaje, diríamos que tanto los no creyentes como los creyentes no pensaron en absoluto que Dios se encontraba en los hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos, presos… Unos y otros parecían tener una “idea” muy distinta del Dios que negaban o en el que decían creer.

  La otra cuestión llamativa es la contundencia de las palabras de Jesús cuando afirma: “Lo hicisteis (o no lo hicisteis) conmigo”. No dice: “es como si lo hubierais hecho conmigo”; no. Esa afirmación no nace de un imperativo ético, sino de la comprensión de quien sabe que todos somos uno, que todo otro soy yo. O dicho con otras palabras: todo otro es no-otro de mí.

 Esas palabras expresan el núcleo de la no-dualidad: somos diferentes pero somos lo mismo. Y en el caso de Jesús casan de modo admirable con aquellas otras que el autor del cuarto evangelio pone en su boca: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10,30). Afirmando, valorando, acogiendo y cuidando las diferencias, somos uno con todo lo que es.

¿Cómo me vivo y me sitúo ante los demás?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Cristo rey no significa poder monárquico, sino Buen Pastor de las ovejas más pobres

Domingo, 22 de noviembre de 2020
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cropped-cristo-reyDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Fiesta de Xto rey.

         Terminamos hoy el año litúrgico con la fiesta de Xto rey, Señor del Universo. (El próximo domingo, 29 de noviembre, comenzaremos el nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento)

         Esta fiesta de Cristo como señor del Universo y de la historia es una celebración relativamente reciente, ya que la instituyó el papa Pío XI en 1925, como queriendo mostrar la dimensión social del cristianismo. (Pío XI fue el papa que fundó la Acción Católica).

         No obstante en algunos países, como España, esta fiesta y este título de Cristo rey fue cargado de connotaciones políticas muy poco, nada cristianas, y más bien ultraconservadoras, cuando no violentas. Cuando el Nuevo Testamento habla de Xto Rey, no tiene nada que ver con las monarquías intramundanas que conocemos, y ¡menos mal!

Una curiosidad: el evangelista Juan nunca habla del Reino de los cielos, del Reino de Dios. Juan habla de “vida”: pan de vida, agua de vida, etc. Sin embargo, dado su estilo, Juan es el único que pone en palabras de Jesús ante Pilatos: Yo soy rey, aunque mi reino no es como el de este mundo, (Jn 18,37). Y lo dice cuando ya está condenado a muerte. Hay alguna diferencia entre las realezas del “Hola” y la tv y la de Cristo.

         El título de rey se lo ponen a Jesús en la cruz (Jn 19,19: inri: Jesús Nazareno, Rey de los Judíos).

         Cuando Jesús se muestra como rey o habla del Reino de Dios no está hablando de un régimen político, ni aunque este fuese de cristiandad, sino que está pensando e iniciando un mundo de valores, de criterios que tienden a sembrar una situación de justicia, de libertad, de paz en la historia de la humanidad.

         Toda manipulación, toda utilización de este universo simbólico del Reino de Dios con matices de aprovechamiento político, de poder, etc., no es cristiana. Ninguna ideología, ningún partido tiene derecho a apropiarse y aprovecharse del Reino de Dios.

  1. Xto señor del universo da sentido a la vida.

         Respetando y acogiendo de buen grado la simbología sobre el Reino empleada por Jesús, podemos también entender esta fiesta en el sentido de que jesuCristo es señor del universo.

         En el principio existía laPalabra, Cristo, y la Palabra era Dios, (Jn 1,1) y al final será Cristo quien dé plenitud a la historia: cuando venga el Hijo del Hombre;[1] Cristo es el final de la historia.

         En la liturgia lo celebramos en la noche pascual cuando “inscribimos” en el cirio: Cristo alfa y omega, principio y fin.

         El arco del cosmos, del Universo, el recorrido de la historia humana y de nuestra historia personal se encuentra en la longitud de onda de Cristo. Venimos de la Palabra creadora y terminaremos en Él. La vida tiene sentido. Es lo que Teilhard de Chardin, teólogo de mediados del siglo XX, denominaba: cristofinalización: estamos llamados a finalizar en Cristo. La evolución llegó a la hominización y la hominización concluirá en la cristofinalización.

         No somos seres erráticos (Nietzsche), que vamos de aquí para allá medio deambulando en este divertimento que pretende construir la postmodernidad, sino que somos una flecha. Nuestro pasado nace en Cristo y se dirige hacia un “punto focal y final”, que es el mismo Cristo.

         No somos seres que giramos y giramos en la noria de un cierto placer. Nuestro tiempo no es un eterno retorno que gira y gira sin nada que esperar del futuro, porque no hay futuro. Somos una flecha que venimos del Génesis, nuestro origen es Dios y caminamos hacia el final, finalización, en Dios

         La vida tiene sentido. Vivir la vida con sentido y con la mirada oteando el futuro deseado, infunden una profunda paz y serenidad.

  1. transcurrir en la historia con los demás como sacramento de Dios

         Todas las religiones y culturas merecen respeto y tienes valores, pero no todas las religiones son iguales. El cristiano no encuentra a Dios en los ritos religiosos, en un éxtasis, en un nirvana, etc. El hombre religioso busca -quizás encuentra- a Dios en los ritos, en el culto, en los templos. El cristiano encuentra a Dios en el hambriento, en las pateras, en los encarcelados, en los enfermos…

         El cristianismo no es una suma de principios dogmáticos, sino éticos: ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, enfermos, desnudo, en la cárcel…?

         Posible, probablemente el yoga, la meditación transcendental, el zen el eneagrama, etc. sean terapias buenísimas, pero no es el eje cristiano. No quiero decir que sean malas, simplemente que no son cristianas. El budismo, el sintoísmo, el hinduismo son religiones excelentes, pero tienen perspectivas diversas al cristianismo.

Es como si nosotros, cristianos, fuésemos a India o Japón y les dijéramos que la Eucaristía es buenísima porque relaja un montón. El asunto es otro. El cristianismo es otra historia, más bien otra ética.

¿Cuándo te vimos o no te vimos a ti, Cristo – Dios? Cada vez que lo hicisteis con un pobre, un enfermo, un extranjero, un encarcelado, un necesitado, un refugiado …

         Para Jesús el “otro”, especialmente el débil es sacramento, presencia de Dios para nosotros. El cristiano encuentra -ve- a Dios en el ser humano, especialmente en el pobre.

         El reinado de Jesús se comenzó a realizar no en grandes apariciones, éxtasis, hierofanías, catástrofes cósmicas o en grandes concentraciones y celebraciones religiosas. El Reinado de Jesús comenzó a realizarse en los necesitados y en los pobres: curando dolencias y enfermedades.

         Estas ideas de fondo son las que el papa Francisco subraya en su última encíclica Fratelli tutti. Quienes tienen ganas de “meter el dedo en el ojo” dicen de Francisco que no es teólogo. Eso es más que discutible. La teología de Francisco está en su ética cristiana-evangélica. Lo que es indiscutible es que Francisco es cristiano.

  1. Conclusión.

         JesuCristo es señor del Universo y de la historia.

Él es el sentido de nuestra existencia: es nuestro pasado, nuestra esperanza y nuestro futuro.

Pero su realeza no es como las de este mundo, sino que es una relación de servicio y ayuda al ser humano, los débiles y pobres.

A nuestro Dios le veremos en la misericordia para con los demás.

Venid benditos de mi padre.

[1] La Parusía no será un hecho espectacular, apocalíptico, sino que significa que todo terminará en Cristo Jesús. No nos quedemos en el lenguaje apocalíptico, sino en el Señor de la historia.

 

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“Soy rey… para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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¿ME DEJÁIS SOLO?

¿Me dejáis solo?
¿Con la verdad?

¿Por qué no me ayudáis
a examinar la piedra fascinante
que me ha atraído siempre a la frontera?

Los caminos trillados
son caminos de todos.
Nosotros, por lo menos,
debemos arriesgar estas veredas
donde brota la flor del Tiempo Nuevo,
donde las aves dicen la Palabra
con el vigor antiguo,
por donde otros arriesgados buscan
la humana libertad…

Si el corazón es limpio
no ha de atraparnos nunca
la noche intransitable.
El viento y las estrellas
nos dictarán los pasos.

¿Por qué me dejáis solo,
con o sin la verdad?

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, 1986

***

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:

– “¿Eres tú el rey de los judíos?”

Jesús le contestó:

“¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

Pilato replicó:

– “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?”

Jesús le contestó:

“Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

Pilato le dijo:

“Conque, ¿tú eres rey?”

Jesús le contestó:

“Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

*

Juan 18, 33b-37

***

Jesús, que está a punto de subir al patíbulo, sin que se intente un solo gesto, de la tierra o del cielo, para defenderle, este mismo Jesús afirma con una calma suprema: «Yo soy rey». Rey, es decir, no sólo libre (y está atado), sino también Señor (y están a punto de matarle).

Aquel instante exigía la fe más firme, porque era el de la oscuridad más profunda, era el momento en que daba la impresión de que del Dios-nombre ya no quedaba nada de Dios y, dentro de muy poco, tampoco quedaría nada del hombre. No era difícil creer en el poder de Jesús cuando mandaba sobre las enfermedades, sobre la tempestad, sobre la muerte. Ahora bien, para pensar como Rey y como Dios a uno que ha sido vencido, aplastado, reducido a nada, es preciso recurrir a una lógica que invierta cualquier pensamiento humano, es preciso dejar que se hunda nuestra propia inteligencia en las tinieblas más densas; en una palabra, renunciar a cualquier otra luz que no sea la de la confianza ciega, propia del amor […].

En aquel momento era menester el amor mismo de Dios para comprender que el despojo total podría constituir la ofrenda suprema del amor, para descubrir en la aniquilación de la cruz la manifestación más sublime de la omnipotencia de Dios.

Jesús manifiesta su propia realeza y su soberano señorío sirviéndose de la mala voluntad de los hombres para cumplir su voluntad de salvación, utilizando su odio para su obra de amor.

Le crucificaban para quitarle de en medio, y he aquí que lo vuelven a zambullir en la eternidad de donde había venido y que, con su retorno, volverá a abrirla a todos los hombres

*

I. Riviére,
A chaqué jour suffit sa joie,
París 1949, pp. 171 ss.

***

***

 

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“Lo decisivo”. Jesucristo, Rey del universo – B (Juan 18,32-37)

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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34_to_b-600x400El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una mañana de abril del año 30 un reo indefenso llamado Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.

El evangelio de Juan relata el diálogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado momento, Jesús hace esta solemne proclamación: «Yo para esto nací y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz».

Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad, y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos.

Por eso Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos, que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios, que la defienden por obligación, aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián de la verdad, sino testigo.

Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio, sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se convierte así en «voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz» (Jon Sobrino).

Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los poderes financieros y de la gestación política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis en la mentira.

Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más grave.

Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No podemos acostumbrarnos a la exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en defensa de los últimos. Quien es de la verdad escucha su voz.

José Antonio Pagola

 

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“Tú lo dices: soy rey.” Domingo 25 de noviembre de 2018. Domingo 34 del tiempo ordinario. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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61-ordinarioB34 cerezoLeído en Koinonia:

Daniel 7, 13-14: Su dominio es eterno y no pasa.
Salmo responsorial: 92: El Señor reina, vestido de majestad.
Apocalipsis 1, 5-8: El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
Juan 18, 33b-37: Tú lo dices: soy rey.

Problemática pastoral concreta de la festividad de Cristo Rey

Vamos a comenzar removiendo obstáculos, porque hay problemas respecto a los posibles significados de esta fiesta. Veamos algunos:

a) El origen de esta fiesta y su contexto original. Esta fiesta fue establecida en un contexto anterior al Vaticano II, en 1925, por Pío XI, y con un espíritu muy cercano al de cristiandad, cuando el Vaticano expresaba claramente su deseo de que el cristianismo fuera la religión oficial, la religión de los Estados cristianos. Al confesar a Cristo como Rey universal se quería con ello vehicular el deseo de que también la Iglesia fuese testigo y participante ya aquí en la tierra de esa realeza: una realeza de Cristo reconocida, redundaba inevitablemente en una Iglesia respetada, favorecida por el Estado, con alto estatus en la sociedad, fuerte y organizada, que aunque no podía ya revestirse de poder político temporal, al menos podía participar de él por una relación estrecha y armoniosa con los poderes sociales. Durante mucho tiempo, el título de “Cristo Rey”, el “reinado social del Corazón de Jesús”… incluyeron esos aspectos de autoencumbramiento de la Iglesia, olvidando que la práctica de Jesús de Nazaret fue muy distinta, incluso totalmente contraria.

b) El concepto de Reino-monárquico. El Reino no es hoy día la forma más frecuente de organización sociopolítica. La mayor parte de los países son repúblicas, de diferentes rostros, y los reinos que persisten, ya no lo son en su forma clásica, sino en adaptaciones a la cultura política actual (por ejemplo las monarquías “parlamentarias”) que, al superarla, niegan en el fondo la esencia misma de lo que era un “reino”.

Aun siendo conscientes de la limitación inevitable que todo lenguaje teológico tiene por su misma naturaleza analógica, figurada, simbólica, apofática… cada vez más se viene insistiendo en que la palabra “reino” no sería la más adecuada para expresar la utopía bíblico-mesiánica del Reino de Dios, porque en esta altura de la historia la palabra «Reino» ya no expresa una forma de organización sociopolítica deseable para los humanos. Cada vez se evidencia más la dificultad de hablar de Dios (y de Cristo) como “rey”, y de su proyecto escatológico como un “reino”. ¿Estamos seguros de que un reino, una monarquía, podría ser una analogía del “Reino de Dios” realizado? La realización del reino de Dios, ¿no exigiría la superación de muchos aspectos de lo que es una monarquía, un “reino”? Acaso una comunidad, ¿puede ser comparada con un «reino», con una «monarquía»? ¿Y una familia?

Pablo Suess viene proponiendo la expresión “democracia participativa del RD” para corregir la evocación que el término clásico conlleva. Ya sabemos que no se puede simplemente sustituir una expresión por otra, pero es bueno aludir con frecuencia a esa insuficiencia de la expresión clásica, para hacer caer en la cuenta a los oyentes, y para liberar al contenido (el Reino mismo, el significado), de las limitaciones del significante (una palabra no completamente adecuada).

Para hablar del Reino puede ser mejor hablar del Proyecto, de la Utopía de Dios… que hacemos nuestra: queremos «construir la Democracia de Dios, cósmica, pluralista, inclusiva, y por eso, amorosa, encarnación viva del Dios de los mil rostros, colores, géneros, culturas, etnias, sentidos…».

c) Connotación de género en la palabra “Reino”.

Es útil saber que en el ámbito de la teología feminista angloparlante se rechaza también la expresión (God’s Kingdom), a causa de su machismo larvado (kingdom alude directamente a king, no a queen…). En castellano no tenemos ese problema en esta expresión, pero el saber que existe en otras lenguas invita a prevenirlo en su uso consciente.

Los grandes temas de la fiesta de hoy y de la semana

Hay varios grandes temas que podrían servir para orientar la reflexión de la homilía o la reflexión del círculo bíblico o la comunidad cristiana en torno a los textos de este domingo. Habrá que elegir entre ellos. Aquí sólo los apuntamos:

a) El Reino de Dios, como contenido del mensaje de Jesús. Jesús nunca se proclamó Rey: nada más lejos de Él. Lo que Jesús hizo fue ponerse al servicio total del Reino, de forma que éste fue el centro mismo de su predicación y de su vida, la Causa por la que dio la vida. Importa pues hacer honor a la identidad verdadera de Jesús: Él no fue rey, ni lo quiso ser nunca, por mucho que algunos cristianos crean que llamándolo así lo honran… La intención puede ser buena, pero el título que de hecho se le atribuye no podría ser de su agrado.

Jesús habló del Reino, fue su servidor y su mensajero, pero sus seguidores se olvidaron del Reino. y lo constituyeron a él como el Reino mismo, como el Rey… El mensaje fue sustituido por el mensajero. Jesús nos indicaba el Reino, como la Causa por la que estaba apasionado y por la que dio su vida, y un buen grupo de seguidores se olvidaron de esa causa, y se enamoraron de Jesús. Es preciso volver a Jesús, y su Causa…

Para hablar concretamente del Reino es bueno reparar en el texto del prefacio de esta fiesta, que da una «descripción» muy plástica de su contenido. Esa idea fue recogida en el conocido estribillo del Salmo 71 del compositor Manzano, que dice: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia… es Paz… es Gracia… es amor, ¡venga a nosotros tu Reino, Señor». Bien glosada, y debidamente justificada esa perspectiva teológica, puede ser un buen guión para la homilía. Y no debería faltar ese canto en la celebración de hoy.

b) La relación entre cristocentrismo y reinocentrismo. Una cierta interpretación de esta fiesta –muy común por lo demás en el cristianismo en general– propicia un cristocentrismo exagerado, absoluto, que no hace justicia a la verdad de la revelación, al mensaje real de Jesús, a lo que Jesús realmente dijo, no a lo que después dijeron que había dicho. Importa pues pastoralmente discernir una «correcta jerarquía de valores», que la teología de la liberación fue la primera que dio en llamar “reinocentrismo”, con tal fuerza de persuasión, que no hay teología ni espiritualidad honesta que se puedan resistir.

c) El mesianismo de Jesús. La aclamación o la espera de Jesús como Rey se dio en el contexto del mesianismo: se esperaba un liberador. Hoy la postración es tal que ni siquiera se espera nada, pudiendo hacer de la aclamación de Jesús como Rey algo bien alejado de lo que el mesías supuso realmente para los que lo esperaron.

d) La dimensión escatológica: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el “juicio final”… El final del año litúrgico nos hace tematizar en nuestra reflexión el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Pero ya en un contexto mental diferente, en el que sabemos que nuestra aventura humana no es la razón del cosmos, que el mundo no acabará el día que Dios decida acabar el ciclo de la humanidad y pasar a la vida eterna, y que no se trata de que estemos aquí para una prueba que se verificará en el día del juicio final, tras lo cual iríamos al cielo o al infierno… Leer más…

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24.XI.18: Un Cristo‒Rey, más parecido a Constantino que a Jesús nazoreo

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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1caf2670-1782-44f0-a508-c9daf23df3a7Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo de Cristo Rey. Ciclo b. Jn 18, 33-37. A Jesús le condenaron, según el evangelio, por ser un anti‒rey, como proclama con burla el letrero de la Cruz: Jesús nazareno (nazoreo) rey de los judíos.

El gobernador romano se burla de él, llamándole “anti‒rey”, todo lo contrario a lo que puede y debe ser un rey del mundo (como Basileus‒Rey o Emperador de Roma). Y, sin embargo, en vez limitarse a reírse y expulsarle del tribunal, le mata. Ésa es la paradoja, el humor macabro, sangriento y bendito de Jesús que fue ante todo un anti-sistema, es decir un anti-rey, en la línea de Pilato de Jerusalén y de Tiberio de Roma.

En este contexto, quiero decir (diré mañana) que se trata de una Festividad muy moderna, instituída por el Papa Pío XI, el 1925,para celebrar los 1.600 años del concilio de Nicea, donde el Rey‒Emperador Constantino se presentó como heredero real de Jesús, como su representa en el mundo, reuniendo en su palacio y bajo su autoridad a los obispos, que dijeron que Jesús era Hijo de Dios.

Los Padres Conciliares dijeron que Jesús era Hijo de Dios, de la Naturaleza del Padre… pero ese tema le importaba a Constantino menos…, pues a él le bastaba con que fuera Rey… y que él, Constantino, pudiera ser su represente regio sobre el mundo.

Los temas de fondo en esta “fiesta” moderna (y a mi juicio ya “abortada”, en el sentido que quiso darle el Papa Pio XI, que quería seguir siendo “Rey” de Roma) podrían ser éstos:

a. ¿Cómo había cumplido Jesús su tarea de instaurar el Reino de Dios? ¿Cómo expresó y realizó su intento, siendo crucificado por el representante del rey de Roma como pretendiente falso?

b. ¿Cómo pudo pasarse del Jesús anti-rey del evangelio al Cristo rey de una piedad cristiana moderna, Rey de Reyes, con un reino que quiere expresarse en formas no sólo de poder político,sino también de guerra santa?

Desde ese fondo empezaré hoy presentando el título de Jesús como rey, es decir, el motivo de su “coronación” en la cruz, para sacar algunas consecuencias de ello, en línea de inversión “regia” del cristianismo. Mañana indicaré el sentido moderno de esta fiesta… y pasado leeré y comentaré el evangelio de Jn 18, 33‒37 (ser rey es ser testigo y portador de la verdad).

Imagen 1: Letrero de la Cruz, según evangelio de Juan, en las tres lenguas. El original evangélico es el griego. El texto hebreo y el latino son traducciones.
Imagen 2-3. Jesús como Cristo-Rey, que reina en España (y en otros lugares). La imagen 2 es de tipo “monarquico” con la flor de lis de los borbones y los escudos de las naciones-regiones de España en el entorno. La imagen 3 de tipo fascista.

El título de la cruz: INRI. Versión de Marcos y de Juan

La tradición ha conservado dos versiones de ese título o causa de la condena de Jesús, pero las dos concuerdan en un hecho: le han condenado por “hacerse” de forma intensa y clave “rey de los judíos”.

La versión de Marcos dice así: «había una inscripción de su condena, que decía: El rey de los judíos»; (Mc 15, 26). Esta versión ha sido aceptada y ligeramente modificada por Mt 27, 27 («éste es Jesús, el rey de los judíos») y por Lc 23, 38 («el rey de los judíos es éste»).

La otra es de Juan, quien afirma que el título estaba escrito en hebreo (arameo), latín y griego y decía: «Jesús el Nazoreo el Rey de los judíos» (Jn 19, 19). Es muy posible que Juan conserve aquí, como en otros casos, un recuerdo histórico más preciso que el de Marcos.

–Marcos: El Rey de los judíos (15, 26).

Este pasaje, más breve y conciso, recoge la acusación que los sacerdotes presentaron a Pilato contra Jesús, y que sirvió como causa y razón de su condena. Jesús había actuado como profeta del Reino de Dios en Galilea, pero se había presentado en Jerusalén como Mesías, término que, en lenguaje jurídico y político, podía traducirse como Rey de los judíos.

Es poco probable que Jesús se llamara sí mismo Rey (y menos “rey de los judíos”), pues el Reino era de Dios. Él se tomaba más bien como profeta, un tipo de mesías‒servidor, de o, quizá mejor, como pretendiente mesiánico en una línea no militar, de toma de poder, y en esa línea contesta al Sumo Sacerdote cuando le preguntaba si es el “Cristo, el Hijo del Altísimo”, y él responde: «yo soy» (Mc 14, 62).

Es evidente que a Pilato no le importa el término “mesías”, pues no entraba en cuestiones intrajudías, pero sí le preocupa que Jesús pueda presentarse como Rey de los Judíos (pues hacerse rey contra o al margen de Roma es un crimen digno de muerte).

juan: Jesús el Nazoreo el Rey de los judíos (Jn 19, 19).

El Cuarto Evangelio afirma que el letrero estaba escrito en tres lenguas y que presentaba a Jesús como el Nazoreo. Pero esos dos motivos pueden y deben distinguirse con cuidado.

(1) La escritura en tres lenguas resulta probablemente una ampliación del mismo evangelista, que quiere presentar a Jesús como mesías universal, no sólo en hebreo/arameo (la lengua de la zona), sino en latín y griego (las lenguas del imperio). Pero es difícil que Pilato estuviera interesado en ese tema, y que los soldados, que habrían escrito el letrero, pudieran hacerlo en tres lenguas.

(Normalmente, podemos suponer que lo escribieron en griego, la lengua más utilizada en la parte oriental del imperio (aunque pudieron hacerlo también en Latín), pero el evangelista quiso resaltar el carácter universal de la condena, añadiendo que estaba escrita también en latín y hebreo (o arameo), como algunas inscripciones imperiales, redactadas en varias lenguas. Cf. R. E. Brown, La muerte del Mesías II, Verbo Divino, Estella 2006, 1144-1151

El evangelio de Juan interpreta ese letrero (rey de los judíos) como una venganza irónica de Pilato sobre los sacerdotes: Ellos han acusado a Jesús de presentarse como “rey de los judíos” sin serlo en realidad (ellos no quieren un rey como Jesús, ni quieren que ese título aparezca como causa de su condena.

Jesús, el Nazoreo, Rey de los judíos

Mírense bien las palabras en la imagen 1:

El texto hebreo dice Yeshua ha-notsri, Melek… A Jesús se le llama el Notsri (nazoreo, no nazareno), y se le presenta como Melek, rey.

El texto griego dice Iesous ho Nadsôraios (también el Nazoreo), Basileus (=rey)

El texto latino dice Iesus Nazarenus...Ha perdido la diferencia entre nazoreo y nazareno (como he puesto de relieve en mi Historia de Jesús, VD, Estella 2016) Éste es el texto que ha dado lugar al “INRI”

(a) Sin duda, esa palabra (nazoreo) puede haber sido “creada” por el mismo evangelio de Juan, para presentar el “nombre completo” de Jesús, siguiendo el estilo solemne de los emperadores, que tenían tres nombres, como “Tiberio César Emperador” (de manera que siguiendo ese ejemplo algunos cristianos dirían: “Jesús Nazoreo Rey”).

(b) Pero esa razón no explica el uso concreto del nombre (Nazoreo, no Nazareno), que tiene un sentido regio y mesiánico (del nezer de David, como habría que indicar con más cuidado)… Parece evidente que Jesús se presentó como un “nazoreo mesiánico” (de la línea de David, pero invirtiendo el sentido de las esperanzas políticas nacionales). Fue nazoreo, pero no quiero tomar el poder político-social, sino superarlo.

(Nosotros solemos decir “Jesús Nazareno…”, pero el texto de Juan dice Jesús Nazoreo… Ciertamente, Nazoreo y Nazareno pueden significar lo mismo, como algunos suponen. Pero en principio son palabras distintas, con sentidos o matices distintos, que a veces no suelen percibirse)

La cuestión es saber si Marcos suprimió ese título (Nazoreo), porque no quería presentar a Jesús en la línea mesiánica davídica, o si Juan lo inventó o encontró, transmitiendo así una tradición antigua, que presentaba a Jesús como nazoreo, vinculado a la promesa de David.

A mi juicio, las cosas se explican mejor suponiendo que Marcos (para desvincular a Jesús del mesianismo davídico/nazoreo) abrevió el texto anterior, de forma que el título originario, sería Jesús Nazoreo Rey de los Judíos (palabras que, por sus iniciales, aparecen como INRI en las imágenes de la crucifixión). En ese fondo es también más verosímil la protesta de los sacerdotes de Jn 19, 19-24, que pueden reconocer a Jesús como nazoreo (pues lo es, por familia), pero que no quieren aceptarle como rey de los judíos. Leer más…

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Domingo 34. Ciclo B. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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J026_PantocratorDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Como la Iglesia siempre va por sus caminos, el próximo domingo termina el año litúrgico, con más de un mes de anticipación al año civil. Los domingos posteriores los dedicaremos a preparar la Navidad (tiempo de Adviento) y a celebrarla. Pero ahora nos toca cerrar el año, y la Iglesia lo hace con la fiesta de Cristo Rey.

Motivo y sentido de la fiesta

No se trata de una fiesta muy antigua, la instituyó Pío XI en 1925. Por eso, cuando se buscan imágenes de Cristo Rey en Internet, aparece una serie de estampitas horribles, de pésimo gusto, en las que siempre lleva una corona en la cabeza. En cambio, el arte románico y el gótico, cuando representan a Jesús en majestad lo hacen como Maestro, con la mano derecha levantada en señal de enseñar, no como Rey.

            ¿Por qué quiso Pío XI subrayar este aspecto? Para comprenderlo hay que recordar la fecha de la institución de la fiesta: 1925. La Primera Guerra Mundial ha terminado hace siete años. Alemania, Francia, Italia, Rusia, Inglaterra, Austria, incluso los Estados Unidos, han tenido millones de muertos. La crisis económica y social posterior fue tan dura que provocó la caída del zar y la instauración del régimen comunista en Rusia en 1917; la aparición del fascismo en Italia, con la marcha sobre Roma de Mussolini en 1922, y la del nazismo, con el Putsch de Hitler en 1923. Mientras en los Estados Unidos se vive una época de euforia económica, que llevará a la catástrofe de 1929, en Europa la situación de paro, hambre y tensiones sociales es terrible.

            Ante esta situación, Pío XI no hace un simple análisis socio-político-económico. Se remonta a un nivel más alto, y piensa que la causa de todos los males, de la guerra y de todo lo que siguió, fue el “haber alejado a Cristo y su ley de la propia vida, de la familia y de la sociedad”; y que “no podría haber esperanza de paz duradera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de Cristo Salvador”. Por eso, piensa que lo mejor que él puede hacer como Pontífice para renovar y reforzar la paz es “restaurar el Reino de Nuestro Señor”. Las palabras entre comillas las he tomado del comienzo de la encíclica Quas primas, con la que instituye la fiesta.

            La posible objeción es evidente: ¿se pueden resolver tantos problemas con la simple instauración de una fiesta en honor de Cristo Rey?, ¿conseguirá una fiesta cambiar los corazones de la gente? Los noventa años que han pasado desde entonces demuestran que no.

            Por eso, en 1970 se cambió el sentido de la fiesta. Pío XI la había colocado en el mes de octubre, el domingo anterior a Todos los Santos. En 1970 fue trasladada al último domingo del año litúrgico, como culminación de lo que se ha venido recordando a propósito de la persona y el mensaje de Jesús.

            Ahora, la celebración no pretende primariamente restaurar ni reforzar la paz entre las naciones sino felicitar a Cristo por su triunfo. Como si después de su vida de esfuerzo y dedicación a los demás hasta la muerte le concedieran el mayor premio.

Las lecturas

            La primera lectura, de Daniel, anuncia el triunfo del Hijo del Hombre, que recibe el poder y la gloria.

Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.

            La segunda, del Apocalipsis, llama a Jesús “Príncipe de los reyes de la tierra”. Pero no se considera por encima de nosotros ni lejos de nosotros. “Nos ama y nos ha lavado con su sangre”, y nos hace compartir su dignidad convirtiéndonos en un “reino de sacerdotes”. Tras la desaparición de la monarquía judía, esta expresión significaba que el pueblo estaría regido por sacerdotes. El Apocalipsis lo enfoca de manera distinta: no exalta el poder de los sacerdotes, sino el carácter sacerdotal del pueblo de Dios.

Y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos. Amén. Mirad, que viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso.

            La tercera, del evangelio de Juan, ofrece una visión más crítica de la realeza. Es un auténtico interrogatorio, en el que Pilato formula cuatro preguntas; pero Jesús no es un acusado que se limita a responder. A la primera pregunta responde con otra pregunta casi insultante para un prefecto romano. A la segunda, “¿Qué has hecho?”, tampoco responde. Se remonta a la pregunta inicial de Pilato sobre si es el rey de los judíos, y se expresa de forma tan desconcertante, hablando de “un reino que no es de aquí”, que a Pilato no le quedan las ideas claras. Su pregunta final no es “¿Eres tú el rey de los judíos”, sino “¿Luego tú eres rey?”. La dimensión nacionalista desaparece; lo importante es la realeza misma de Jesús. Después de lo anterior, lo lógico sería que Jesús se limitase a responder: “Sí, soy rey”. En cambio, añade algo absolutamente nuevo: no ha venido a gobernar, ni a recibir honor y gloria, sino a dar testimonio de la verdad. Si recordamos que él es “el camino, la verdad y la vida”, Jesús ha venido a dar testimonio de sí mismo, a darse a conocer, a demostrar a la gente que “tanto amó Dios al mundo, que le dio a su hijo unigénito”. Un testimonio por el que lo acusarán de blasfemo y que, entre otros motivos, le costará la vida.

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Respondió Jesús: “¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?”  Pilato respondió: “¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” Respondió Jesús: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.” Entonces Pilato le dijo: “¿Luego tú eres Rey?” Respondió Jesús: “Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

Reflexión personal

 Generalmente esperamos de la homilía que nos ilumine y nos anime a ser mejores, a vivir de acuerdo con la enseñanza y el ejemplo de Jesús. Y esto es esencial si tenemos en cuenta las últimas palabras del evangelio: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Pero la fiesta de Cristo Rey nos invita también a felicitar, dar la enhorabuena a quien tanto ha hecho por nosotros.

Al mismo tiempo, el sentido primitivo de la fiesta encaja perfectamente con la situación que vivimos hoy de problemas sociales, políticos y económicos. No podemos ser ingenuos en las soluciones, pero tampoco podemos negarle la razón a Pío XI: si el mundo viviese de acuerdo con el evangelio, otro gallo nos cantaría.

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Jesucristo Rey del Universo. Último Domingo del Tiempo Ordinario. 25 de Noviembre de 2018

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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“Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

(Jn 18, 33-37)

Jesús es Rey. Hoy celebramos precisamente eso: Jesucristo Rey del Universo. Pero hay que reconocer que después de tantos reyes (¡y de tantos tiranos!) la imagen de rey no nos cae simpática. Tampoco los gobernantes nos ofrecen una imagen en la que apoyarnos.

Vivimos un cambio de época en el que las instituciones y los organismos de poder se encuentran en crisis, algo que sucede en la historia con una rítmica periodicidad.

El poder tiende a convertir a todos en lo mismo. Da exactamente igual si uno llega al poder por heredar un apellido o por aclamación popular, una vez en el poder se sucumbe al propio bienestar y al de los más cercanos. Pasa con los grandes poderes y pasa con los pequeños.

Tal vez por eso Jesús se apartó siempre del poder. Cuando las multitudes quieren proclamarlo rey él se aparta. Él había venido para servir. Parece que el único antídoto contra la tiranía es precisamente el servicio al estilo de Jesús.

Pero no nos engañemos, el servicio es desagradable. Ponerse a los pies de los demás facilita el ser pisoteado. Y también se corre el peligro de caer en el servilismo que denigra.

El camino que recorre Jesús es estrecho y poco claro. Caminar tras sus huellas es decidirse a dejarse confrontar continuamente.

El mismo Jesús se pasa medio evangelio “retirándose a orar”. Jesús se hizo ser humano y pasó por las mismas dudas y las mismas tentaciones que pasamos todas las personas.

Su reinado estaba al servicio de la verdad. Y la verdad suele ser siempre más amplia. Nuestros puntos de vista, nuestra claridad meridiana suelen palidecer cuando se descubre la verdad. La verdad no se deja poseer por una sola persona. Al contrario, se reparte. Todas tenemos algo de verdad. El problema es creer que esa pequeña verdad que tenemos es la verdad completa. Ese es el principio de la tiranía y del fanatismo.

Oración

¡Que venga tu reino, Trinidad Santa! Ábrenos la mente para que podamos reconocer que Tu Verdad es siempre más amplia de lo que alcanzamos a ver.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Serás rey de ti mismo si despliegas las exigencias de tu verdadero ser

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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corona-hombre-6Jn 18, 33-37

Es muy importante que tengamos una pequeña idea del momento y el motivo por el que se instituyó esta fiesta. Fue Pío XI en 1925, cuando la Iglesia estaba perdiendo su poder y su prestigio acosada por la modernidad. Con esta fiesta se intentó recuperar el terreno perdido ante un mundo secular, laicista y descreído. En la encíclica se dan las razones para instituir la fiesta: “recuperar el reinado de Cristo y de su Iglesia”. Para un Papa de aquella época, era inaceptable que las naciones hicieran sus leyes al margen de la Iglesia.

Ha sido para mí una gran alegría y esperanza el descubrir en una homilía sobre esta fiesta del papa Francisco, una visión mucho más de acuerdo con el evangelio. Pio XI habla de recuperar el poder de Cristo y de su Iglesia. El papa Francisco habla, una y otra vez, de Jesús poniéndose al servicio de los más desfavorecidos. No se trata de un cambio de lenguaje sino de la superación de la idea de poder en el que la Iglesia ha vivido durante tantos siglos. El cambio debía ser aceptado y promovido por todos los cristianos.

El contexto del evangelio que hemos leído, es el proceso ante Pilato, a continuación de las negaciones de Pedro, donde queda claro, que Pedro ni fue rey de sí mismo ni fue sincero. Es muy poco probable que el diálogo sea histórico, pero nos está transmitiendo lo que una comunidad muy avanzada de finales del s. I pensaba sobre Jesús. Dos breves frases puestas en boca de Jesús nos pueden dar la pauta de reflexión: “mi Reino no es de este mundo” y “yo para eso he venido, para ser testigo de la verdad”.

¿Qué significa un Reino, que no es de este mundo? Se trata de una expresión que no podemos “comprender” porque todos los conceptos que podemos utilizar son de este mundo. ¿En qué estamos pensando los cristianos cuando, después de estas palabras, nombramos a Cristo rey, no solo del mundo sino del universo? Con el evangelio en la mano no es fácil justificar el poder absoluto que la Iglesia ha ejercido durante siglos.

Tal vez encontremos una pista en la otra frase: “he venido para ser testigo de la verdad”. Pero solo si no entendemos la verdad como verdad lógica (adecuación de una formulación racional a la realidad) sino entendiéndola como verdad ontológica, es decir, como la adecuación de un ser a lo que debe ser según su naturaleza. Jesús siendo auténtico, siendo verdad, es verdadero Rey. Pero lo que le pide su verdadero ser (Dios) es ponerse al servicio de todo aquel que le necesite, no imponer nada a los demás.

No se trata de morir por defender una doctrina. Se trata de morir por el hombre. Se trata de dar testimonio de lo que es el hombre en su verdadera realidad. El Hijo de hombre (único título que Jesús se aplica a sí mismo), nos da la clave para entender lo que pensaba de sí mismo. Se considera el hombre auténtico, el modelo de hombre, el hombre acabado, el hombre verdad. Su intención es que todos lleguen a identificarse con él. Jesús es la referencia para el que quiera manifestar la verdadera calidad humana.

Poco después del párrafo que hemos leído, Pilato saca afuera a Jesús, después de ser azotado, y dice a la multitud: “Este es el hombre”Jesús no solo es el modelo de hombre, sino que exige a sus seguidores que demuestren con su vida, que responden al modelo que ven en él. Jesús dice: soy rey”, no: soy el rey. Indicando así que todo el que se identifique con él, será también rey. Esa es la meta que Dios quiere para todos los seres humanos. Rey de poder solo puede haber uno. Reyes servidores debemos ser todos. No se trata de que un hombre reine sobre otro, sino de un Reino donde todos se sientan reyes.

Cuando los hebreos (nómadas) entran en contacto con la gente que vivía en ciudades, descubren las ventajas de aquella estructura social y piden a Dios un rey. Esto fue interpretado por los profetas como una traición (el único rey de Israel es Dios); pero al final tienen que ceder. El rey era el que cuidaba de una ciudad o un pequeño grupo de pueblos. Tenía la responsabilidad de que hubiera orden en las relaciones sociales. Les defendía de los enemigos, se preocupaba de los alimentos, impartía justicia… El Mesías esperado siempre respondió a esta dinámica materialista. Los primeros cristianos no pudieron aceptar un cambio tan radical como el que Jesús les proponía y siguieron con el Mesías glorioso.

Solo en este contexto podemos entender la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Sin embargo el contenido que él le da es más profundo. En tiempo de Jesús, el futuro Reino de Dios se entendía como una victoria del pueblo judío sobre los gentiles y una victoria de los buenos sobre los malos. Jesús predica un Reino de Dios muy distinto; un Reino del que nadie va a quedar excluido, y del que forman parte las prostitu­tas, los pecadores, los marginados. También los gentiles están llamados, pero muchos judíos se quedarán fuera. El Reino que Jesús anuncia no tiene nada que ver con las expectativas de los judíos de la época. Por desgracia tampoco tiene nada que ver con las expectativas de los cristianos hoy.

Hay otros datos que pueden darnos luz. Jesús, en el desierto, percibió el poder como una tentación: “Te daré todo el poder de estos reinos y su gloria”. En Jn, después de la multiplicación de los panes, la multitud quiere proclamarle rey, pero él se escapa a la montaña, él solo. Toda la predicación de Jesús gira entorno al “Reino”; pero no se trata de un reino suyo, sino de “el Reino de Dios”. Jesús nunca se propuso él mismo como objeto de su predicación. Es un error confundir el “reino de Dios” con el reino de Jesús. Mayor disparate es querer identificarlo con el poder de la Iglesia, que es lo que pretendió la fiesta.

La característica fundamental del Reino predicado por Jesús es que ya está aquí, aunque no se identifica con las realidades mundanas. No hay que esperar a un tiempo escatológico, sino que ha comenzado ya. “No se dirá está aquí o está allá, porque mirad: el reino de Dios está dentro de vosotros”. No se trata de preparar un reino para Dios, se trata de un reino que es Dios. Cuando decimos “reina la paz”, no estamos diciendo que la paz tenga un reino. Se trata de hacer presente a Dios entre nosotros, siendo lo que tenemos que ser. No es un reino de personas físicas, sino de actitudes vitales.

¿Es éste el sentido que le damos a la fiesta? Cualquier connotación que el título tenga con el poder, tergiversa el mensaje de Jesús. Una corona de oro en la cabeza y un cetro de brillantes en las manos de Jesús, son mucho más denigrantes que la corona de espinas y la caña que le pusieron los soldados. Si no nos damos cuenta de esto, es que estamos proyectando sobre Dios y sobre Jesús nuestros propios anhelos de poder. Ni el “Dios todopoderoso” ni el “Cristo del Gran Poder” tienen absolutamente nada que ver con el evangelio. El Dios de Jesús es el “Abba”, padre y madre que cuida de nosotros.

Hace unos domingos nos decía Jesús que el que quiera ser primero, sea el último y el que quiera ser grande, sea el servidor. Ese afán de identificar a Jesús con el poder y la gloria, ¿no será una manera de justificar nuestro afán de poder y de estar por encima de los demás? Nuestro yo, creado y sostenido por la razón, no ve más futuro que potenciarse al máximo. Como no nos gusta lo que dice Jesús, tratamos por todos los medios de hacer le decir lo que a nosotros nos interesa. Eso es lo que siempre hemos hecho con la Escritura.

Meditación

Jesús está hablando de la autenticidad de su ser,
Falso es todo aquello que aparenta ser lo que no es.
Ser Verdad es ser lo que somos sin falsearlo.
El objetivo de tu vida, es descubrir tu verdadero ser
y manifestarlo en todo momento.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Un rey que nace en un establo.

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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navidad-nacimiento-del-nino-dios-en-la-gruta-de-la-montana“A los galgos del rey no se les escapa liebre alguna” (Refrán español)

25 de noviembre. Domingo XXXIV. Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

Jn 18, 33b-37

Tú lo dices, soy Rey

No hay cuna real en el establo, ni hay ministros; ni tampoco partera. Tan sólo hay un pesebre, una vaca y un buey, y una mujer y un hombre con aire de criados. Luego nacerá un niño que un día dirá a un gobernador: Soy rey. Sin embargo, los ángeles, en lugar de entonar el Gloria in excelsis Deo, le cantarán al recién nacido esta canción popular:

“Pobre y con honor
madre me parió a mí”.

En un sarcófago antiguo puede verse la escena de un zapatero y un hilandero trabajando.   San Pablo, al igual que ellos, era un trabajador manual, (Hechos 18, 3). Se dedicaba a trabajar el cuero…, predicaban mientras trabajaban, para no tener que vivir a costa de nadieSi quis non vult operari nec manducet”; es decir, “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”, como dijo el apóstol en su Segunda Carta a los Tesalonicenses.

He recorrido mi ciudad, y en ella he visto calles, iglesias, palacios, supermercados, tiendas de lujo, y pobres que demandaban limosnas. En mi parroquia he visto también a la puerta de entrada a un mendigo que, desde hacía años recibía de los feligreses compasivos, sonrisas y dinero. Yo me he negado a hacerlo, y me entristecía el dinero y las sonrisas de los feligreses, porque pensaba que aquellas donaciones empobrecían al pordiosero, que le condenaba a ser un pedigüeño para siempre. A no ser libre y pensar por sí mismo. ¿O recibe quizás órdenes de otros para ello?, como le ocurrió a Quinto, a quien el Emperador romano Cómodo le dijo, según nos cuenta el autor del último Premio Planeta Yo, Julia“Tú no piensas, ya pienso yo por los dos, por la urbe entera”. Y aquel día, en la misa de domingo, en el momento que se dan limosnas, pensé en un niño nacido pobre en un establo y di la mía rezando esta plegaria:

¡Señor, cómo me gustaría que cambiaras su eterna profesión al pedigüeño!

Cerré los ojos, borré la figura del mendigo de mi mente, y dibujé el rostro de Jesús en ese lienzo.

La realidad es que Jesús, de Rey nada de nada. En su último libro Simón Pedro, Pablo de Tarso y María Magdala dice Bart D. Ehrman: “El Jesús histórico era un campesino analfabeto de una zona rural, remota y atrasado, del Imperio romano. Cuando nos abrimos paso entre las leyendas que rodean su mundo posterior, lo que encontramos es un hombre común y corriente”. En lo que sí fue Rey, es evidente en su doctrina, en ella sentó cátedra de riqueza infinita. Aquí sí fue todo de todo.

Cátedra rica e insondable, de la que seguimos y seguiremos viviendo los cristianos desde hace más de XX siglos. En su extensa y profunda biblioteca, las enseñanzas de salen de las páginas de los libros.

¡¡Derrama, Señor, la ciencia de tus libros en los nuestros!! 

Dice nuestro refranero que “A los galgos del rey no se les escapa liebre alguna”.

Y un proverbio chino dice: Siempre queda algo de fragancia en la mano que da rosas.

LA LEYENDA DEL REY POBRE (Fragmentos)

El más pobre de un pueblito, que poco le importaba la guerra, sólo podía pensar en una cosa, y eso era comer. No tenía nada, ni techo, ni ropa decente. El vocero del rey había estado viajando pueblo por pueblo para reclutar los hombres más valientes y fuertes. Él no era fuerte, pero tenía algo que muchos hombres no poseían, y eso era experiencia, el vivir en la calle era una guerra constante, y muchas veces había tenido que pelear por un pedazo de comida o un lugar para dormir tranquilo. Era hábil y veloz, y había aprendido a ganar una pelea. Así que lo pensó, el ejército tiene comida para todos los días y una cama para dormir. Sonaba tentador, y como la muerte no le asustaba se enlistó al ejército.

Tuvieron varias semanas de entrenamiento antes de partir a la guerra. La dama de la nobleza, Circulina, le había visitado en varias ocasiones. Incluso le había llamado su amigo y le había hecho prometer que volviera de la guerra como un héroe de batalla nombrado capitán. Finalmente fue ascendido a capitán general una vez que el reino vecino fue vencido. Seios tenía el puesto más alto en toda la milicia y era el hombre más cercano al rey, ya que este le debía su reino a su fuerza de voluntad y su diligencia.

La boda con Cicurina no tardó en llegar. Y se rumoreaba que fueron muy felices en su vida de casados. El rey hizo llamar al capitán general Seios, el hombre que él consideraba de más confianza, a su alcoba. Allí le informó sus intenciones, sabía que no podía detener su final, y que, con su único hijo muerto, no había heredero legitimo para la corona, y sólo había un hombre en el que confiaba lo suficiente para dejar el reino en sus manos y poder morir tranquilo.

El general se resistió, ahora podía vivir en una casa grande y pertenecer a la nobleza, pero nunca pudo olvidar de donde venía, las calles estaban grabadas en sus recuerdos y constantemente le recordaban quien era en realidad. “Que un hombre pobre como yo tenga la corona, será un deshonor para usted y para todo el linaje real que en paz descanse”, “No eres un hombre pobre, eres un hombre fuerte, capaz de salvar a un reino entero, si no te hubiera tenido en el ejército este reino tendría a un mercenario por rey”. El rey le entregó la corona, confiándole el reino entero a sus manos, y le hizo prometer que velaría por el reino con el mismo espíritu indomable con el que lo había hecho en batalla.

La leyenda del rey pobre nunca fue olvidada en aquel reino, y nadie se atrevió ni una sola vez a cuestionar su lugar, porque su mandato fue regido con su espíritu inamovible, así como se lo prometió a su anterior rey.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Cristo ¿rey?

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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cd01e3397f71b6db586fbddd31f19e19-catholic-art-spiritualityA lo largo de toda su predicación y especialmente en el inicio de su misión, Jesús nos habla de un reino y de su inminencia. Este reino aparece en los evangelios innumerables veces, para indicar que hay una nueva realidad que está naciendo, que está entre nosotros o que vendrá en un futuro no muy lejano.

No sin razón algunos grupos judíos, como los zelotas, comprendieron este Reino en clave política de salvación del pueblo de Israel. Pero Jesús no parece cumplir las expectativas políticas, por lo menos a primera vista. Su reino es claramente especial y escatológico y para entenderlo hay que hacerse con el lenguaje paradójico y amplio de las parábolas y aceptar su implicancia entre pobres, enfermos, excluidos…

Pero el final de la vida de Jesús abre explícitamente el interrogante: ¿es Jesús el rey de los judíos? Podríamos decir que en los evangelios sinópticos Jesús no quiere responder a la pregunta por posibles interpretaciones erróneas de esta realeza. Pero Jesús no lo rechaza: “Tú lo dices”. Y, si bien los judíos no aceptan el título, este se mantiene firme como testimonio en el letrero de la cruz: “Jesús Nazareno, rey de los judíos”. En el evangelio de Juan, Jesús no solo no lo rechaza sino que además lo confirma “Sí, yo soy rey”.

Así, en todos los casos, el final de Jesús está marcado por la pregunta acerca de esta realeza. Y aparece en comparación con la autoridad romana. El confrontamiento entre Pilato y Jesús abre la comparación entre dos tipos de realeza. ¿Pilato o Jesús? ¿Cuál es el modelo de liderazgo? ¿Quién está del lado de la verdad? En definitiva, ¿qué tipo de rey y qué tipo de reino?

La pregunta se mantiene abierta y la comprensión de la realeza va progresando y adquiriendo nuevos significados tras la muerte de Jesús. Las primeras comunidades entendieron a Jesús Rey por encima de todos los poderes y lo cantaban en sus himnos. Así lo entienden, por ejemplo, los colosenses:

Él es la imagen del Dios invisible,
el primogénito de toda creación,
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas
en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles,
sean tronos, poderes, principados o autoridades:
todo ha sido creado
por medio de él y para él.
Él es anterior a todas las cosas,
que por medio de él forman un todo coherente.
Él es la cabeza del cuerpo,
que es la iglesia.
Él es el principio,
el primogénito de la resurrección,
para ser en todo el primero.
Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud
y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas,
tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo,
haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz.

Muchos autores contemporáneos, por su parte, afirman que se trata de un reino político y social. Es decir, seguir a Jesus implicaría regirse por normas económicas y políticas como el cuidado, la austeridad (si no pobreza), el servicio, la no violencia y la afirmación de principios “hasta dar la vida”. También hay interpretaciones más individualistas o sociológicas que hablan de un reino que va naciendo y creciendo en nuestro interior, en nuestros grupos, en la Iglesia. Otros afirman que se trata de un reino escatológico en el que se hará justicia al final de los tiempos. Otros dan una interpretación cristológica que asocia la cruz a la imagen verdadera y plena de la misericordia del Padre y por ello la verdadera imagen de Cristo y su realeza.

Hoy celebrarnos a Jesús como el líder de este reino, el Rey. La Iglesia propone la fiesta de Cristo Rey como el final del año litúrgico. Así, junto a las comunidades de los orígenes y a las de los siglos siguientes y, sea cual sea la interpretación que adoptemos, estamos invitados a posicionarnos respecto a qué realeza y qué tipo de rey queremos. Podemos nosotros buscar nuestra propia comprensión de esta realeza.

Con esta fiesta se cierra el año litúrgico. A partir de ahora comenzaremos el tiempo Adviento y un nuevo ciclo litúrgico.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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