Será todo en todos: Resurrección de la carne, vida perdurable . Amén
La postal anterior de RD presentaba a Cristo como plenitud y juicio de la historia:Rey hambriento y sediento, extranjero y desnudo, enfermo y encarcelados, adelantedo y signo de la nueva humanidad (pero con riesgo de destrucción humana).
Sobre ese tema publiqué hace tiempo un estudio sobre el fin de la historia (Rev. Catalana de Teología). en un homenaje que amigos y colegas dedicábamos a J. M. Rovira Belloso. Retomo aquí la conclusión de aquel trabajo, que, situado en el contexto de su extensa obra, vinculaba la comunicación racional de la Ilustración y el Evangelio de la resurrección, expresando así la fe más antigua de la Iglesia: creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna, amén.
Para desarrollar el sentido de ese credo, con la resurrección de la carne (=historia) como meta y sentido de la creación he escrito el nuevo libro, La palabra de Dios se hizo carne. Retomo y condenso aquí el argumento de ese libro, con las páginas finales del homenaje a Rovira Belloso, respondiendo así a las especulaciones apocalípticas no cristianas de autores como las de L. Fanzaga, de las que he tratado también en una postal anterior de RD.
23.11.2020 | X. Pikaza
FRASES Un Mal Capitulo No Es El Fin De La Historia F@MisFrasesOk OFrase FacebookMisFrasesOk 🙄😌 | Facebook Meme on awwmemes.com
Hemos resuelto muchos problemas, pero queda abierto el misterio de la vida: el sentido y tarea de nuestro nacimiento, de la libertad y de la muerte en (con) los demás seres humanos, pues en ellos nos movemos, vivimos y somos (como sabe y dice Pablo en Hech 17, 28). El mismo Pablo añade que Dios es y será “todo en todos” (1 Cor 15, 28), pues en él son (seremos) vivificados todos.
Ésta es la experiencia cristiana radical, principio, sentido y meta de la historia, como sabe y dice el Credo Romano (=de los apóstoles): Creo en la resurrección de la carne y (o) en la vida perdurable.
Ese credo, que nos lleva con toda la teología de la Biblia del Dios creador del Principio al Dios Resucitador del final, constituye el tesoro, clave y tarea de la vida humana. Estamos llamados a la resurrección o culminación de la vida en Dios (en y por Cristo), pero corremos el riesgo de destruirnos, pues el Dios de la Vida no ha querido ni quiere imponerse a la fuerza, sino que deja su vida (se deja a sí mismo) en nuestras manos, de forma que pudiéramos destruirnos, creando un mundo sin él (contra él) para la muerte, como ha puesto de relieve el Papa Francisco (Lodato si, 2015).
Desde ese fondo retomo las páginas finales del trabajo de homenaje a Rovira Belloso, del año 2020, situando ese tema en el trasfondo de la modernidad, es decir, entre el siglo XX y XXI, traduciendo así la antigua esperanza apocalíptica en claves modernas de riesgo y experiencia creadora, dentro de un mundo abierto a la resurrección (desde un trasfondo de racionalidad operativa), pero con riesgo de destruirse a sí mismo, cayendo en el “infierno” de su propia muerte (pues Dios en Cristo ofrece su Vida, pero no nos la impone).
Fallece Josep Maria Rovira Belloso, teólogo de referencia en Cataluña
Estructura racional y super-estructura personal
Por un lado me sitúo en una línea racional que va de la antigua (siglo XVIII) a la nueva ilustración (siblo XX), destacando con M. Weber[1] que una visión de la historia lleva de la magia a la racionalidad operativa: vivíamos inmersos en un mundo sagrado, sometidos a sus ritmos; ahora somos nosotros los que proyectamos y aplicamos nuestros propios esquemas racionales sobre el mundo.
Pero, al mismo tiempo, acepto de un modo aún más intenso (en otro plano) el modelo y compromiso de vida y esperanza del evangelio cristiano. En el fondo de la razón y acción operativa existe y se despliega una más alta meta-razón de gratuidad, expresada en el menaje y vida (resurreccón) de Jesús. Desde ese fondo distingo y vinculo los dos niveles de la historia.
– Plano estructural: un mundo en el que todo se define por la ciencia. Un tipo de historia culmina allí donde, con medios científicos, surge y se organiza un sistema mundial de razón, al servicio de todos los humanos, ofreciendo a todos unas mimas posibilidades económicas, educativas, sociales. Por ventaja del sistema y para bien de cada uno de sus miembros, a ese plano podría surgir una ley que vincula e iguala a todos (como puso de relieve Benedicto XVI, Spe Salvi).
Eso significa que debe (puede) terminar la historia de las viejas disputas nacionales o sociales: todos los humanos podrán vivir y desarrollarse dentro de un mismo sistema universal de intercambios racionales[2]. En ese nivel no podría hablarse de “libertad”: cada uno debería aceptar las posibilidades y deberes que le ofrece el sistema, dentro de una estructura universal de relaciones (de educación, trabajo y consumo) avalado por el “sistema racional” (supra-personal).
– Plano supra-estructural. Sobre la base anterior, obligatoria para todos, se eleva un ancho campo de elecciones y gozos, realizaciones y libertades, que cada individuo o grupo particular podrá desarrollar en plano afectivo y/o religioso, artístico o deportivo, de descanso y juego. La misma “necesidad” estructural ya resuelta (no habrá agobio por la comida, ni falta de trabajo o de vivienda) liberaría una serie inmensa de posibilidades de gozo y plenitud humana por ahora insospechada.
Resueltos en el plano anterior los problemas estructurales, se abrirá un ancho campo de libertad, para que cada individuo (o grupo) particular pudiera expresar y cultivar sus “aventuras”, sus ideales y gozos personales y comunitarios (de familia o grupo). Sólo en ese plano seguirá abierto el camino de la historia: como búsqueda de dignidad personal y reconocimiento mutuo, de gozo y amor, en el campo afectivo, artístico y religioso. No podemos ni imaginar lo que será el florecimiento humano a ese nivel: nacerá entonces la historia verdadera.
Nuevo nicho religioso
– Cambiarían a ese nivel, o tendrán que replantearse, algunas de tradiciones religiosas: no se podrá hablar de la bienaventuranza de los pobres, en sentido puramente material, pues no habría pobres en un mundo de abundancia organizada; tampoco se podrá decir que los mártires son felices, pues la sociedad no tendrá necesidad de mártires. Un tipo de tradiciones religiosas seguirían conservando un valor, pero sólo como recuerdo o la memoria de los tiempos “prehistóricos”, pues sus aportaciones (liberadas de oscurantismos e irracionalidades) habrán sido recogidas para siempre en la riqueza de la nueva experiencia ética y estética de la humanidad ya liberada de las violencias del pasado[3].
-Pero con eso se abriría y debería desarrollarse un nuevo “nicho” ecológico y religioso, en un nivel de gratuidad, no de necesidad, de mística de amor (a Dios y a los demás en los demás), en un plano de comunicación gratuita, de identificación original con Dios y de experiencia divina de la vida, en la que se valora la muerte como experiencia de entrega personal signo de resurrección (de recuperación y pervivencia o super-vivencia de la vida, en la vida de los demás (resurrección en Dios, es decir, en la comunión interhumana).
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