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La Fiesta Antifascista de Cristo Rey

Lunes, 27 de noviembre de 2023
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IMG_1524La reflexión de hoy es de Allison Connelly, colaboradora de Bondings 2.0, cuya biografía está disponible aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para la Solemnidad de Cristo Rey se pueden encontrar aquí.

Hoy, último domingo del año litúrgico, se designa como Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Este título me molesta, como suele suceder. Parte de mi desafío con la solemnidad de hoy es que las iglesias y los cristianos la utilizan con frecuencia para pontificar sobre el secularismo, el patriotismo y el liderazgo político. Los cristianos blancos con demasiada frecuencia han interpretado el concepto de “Cristo Rey” para justificar obligar a los Estados Unidos a “someterse a la realeza de Cristo”. Al preparar este ensayo, me encontré con demasiadas homilías, oraciones y canciones que expresaban los temores de los cristianos blancos conservadores de un “creciente secularismo” y una “hostilidad contra la iglesia”. En otras palabras, esta versión del “reino de Cristo” busca imponer un tipo estrecho y opresivo de “cristianismo”, practicado sólo por algunos, a toda la población de la nación.

Para muchos cristianos que suscriben tales puntos de vista, algunos de los cuales conozco personalmente, una queja clave sobre la “secularización” es que su homofobia es menos tolerada. Estos cristianos se alinean con instituciones religiosas homofóbicas y transfóbicas, afirmando que la “libertad de religión” significa que tienen derecho a discriminar a las personas LGBTQ+. Temen que una sociedad “secularizada” les niegue este derecho. ¿Cómo puedo encontrarle sentido a la celebración de una fiesta utilizada para justificar la supremacía cristiana e incluso la violencia?

Al luchar con el concepto de “Cristo Rey”, las reflexiones de la teóloga pública Rev. Elle Dowd me han resultado increíblemente útiles para proporcionar un contexto para el día festivo. Ella escribe:

“[L]a solemnidad de Cristo Rey fue establecida recientemente por el Papa Pío XI en 1925 en respuesta a la creciente amenaza del ascenso del fascismo en Europa que condujo a la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, los líderes autoritarios de los regímenes fascistas estaban siendo elevados como semidioses todopoderosos, y la Iglesia Católica Romana creó este día santo en un intento de reclamar poder para la iglesia. Si esta fiesta nos dice algo es esto: el fascismo es diametralmente opuesto al Evangelio de Jesucristo. El Reino de Jesucristo se opone firmemente a las políticas mortíferas de tiranos y fascistas”.

Conocer esta historia me ayuda: la celebración de Cristo Rey comenzó no como una oportunidad para convertir el poder religioso en un arma, sino más bien como un recordatorio a las personas de buena fe de que el nacionalismo y el fascismo no son nuestras autoridades morales. Esta fiesta rechaza la idea de que tales ideologías deberían controlar la narrativa del mundo.

Aunque mucho ha cambiado en aproximadamente un siglo desde que se creó esta solemnidad, un recordatorio de los límites del fascismo y el nacionalismo parece tan necesario como siempre. Como persona queer, siento esto especialmente profundamente: grupos católicos en todo el país han estado encabezando esfuerzos para prohibir libros sobre personas LGBTQ+. El candidato presidencial Ron DeSantis ha defendido un proyecto de ley “No digas gay” en Florida y prohibió la atención médica que afirme el género para las personas transgénero. Y, apenas la semana pasada, muchos de nosotros honramos el Día del Recuerdo Trans, cuando recordamos a las 26 personas trans asesinadas en los EE. UU. debido a la violencia transfóbica, que está en aumento este año. Claramente, los temas que llevaron a la fundación de esta fiesta en 1925 son más relevantes que nunca en 2023.

Entonces, si el fascismo, el nacionalismo y el liderazgo político corrupto no son nuestra máxima autoridad moral, ¿cuál lo es? Nuestras lecturas de hoy ofrecen una alternativa. Escucho las palabras de Jesús:

“Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, forastero y me acogisteis, desnudo y me vestisteis, enfermo y me cuidasteis, en prisión y me visitasteis…Amén, yo Os digo que todo lo que hicisteis a uno de mis más pequeños, a mí lo hicisteis.”

Estas palabras contrastan marcadamente con el acaparamiento de poder y recursos, la xenofobia, la degradación de los pobres, la atención sanitaria inadecuada y los sistemas deshumanizantes de encarcelamiento y castigo, que fueron un sello distintivo de la época de Jesús tanto como lo son de la nuestra. Debemos recordar que, al igual que las personas LGBTQ+ de hoy, Jesús, un judío de Galilea, fue él mismo víctima del fascismo y el nacionalismo a manos del opresivo Imperio Romano. En el Evangelio de hoy, Jesús nos recuerda que su autoridad no es el camino de este mundo, no la forma en que nuestras mentes y espíritus muy humanos son llamados a alejarse de lo que es correcto y justo cuando son tentados por el poder y la comodidad. Más bien, la autoridad de Jesús, que también debería ser la nuestra, es el sueño de Dios de bondad, justicia y paz para todas las personas.

Cuando pienso en Cristo Rey en relación con mis propias fuentes de autoridad y sabiduría, esta fiesta se vuelve significativa, afirmativa e incluso liberadora. No dependo únicamente de mí mismo, ni de los sistemas imperfectos de la política y la sociedad, para encontrar mi base ética y moral. Si Cristo es Rey y la máxima autoridad moral, entonces yo no lo soy, como tampoco lo son las personas que prohíben los libros, la atención médica que afirma el género o las conversaciones honestas sobre sexualidad e identidad. Hoy y todos los días, recordemos que las fuerzas que guían nuestro universo no son el fascismo, el nacionalismo ni el odio, sino el amor, el cuidado y la justicia, y actuemos en consecuencia.

—Allison Connelly-Vetter (ella/ella), 26 de noviembre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Un juicio extraño”. 26 de noviembre de 2023. Jesucristo Rey del Universo. Mateo 25, 31 – 46

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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IMG_1436Las fuentes no admiten dudas. Jesús vive volcado hacia aquellos que ve necesitados de ayuda. Es incapaz de pasar de largo. Ningún sufrimiento le es ajeno. Se identifica con los más pequeños y desvalidos y hace por ellos todo lo que puede. Para él, la compasión es lo primero. El único modo de parecernos a Dios: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

No nos debería extrañar que, al hablar del Juicio final, Jesús presente la compasión como el criterio último y decisivo que juzgará nuestras vidas y nuestra identificación con él. ¿Cómo nos va a sorprender que se presente identificado con todos los pobres y desgraciados de la historia?

Según el relato de Mateo, «todas las naciones» comparecen ante el Hijo del hombre, es decir, ante Jesús el compasivo. No se hace diferencia alguna entre «pueblo elegido» y «pueblos paganos». Nada se dice de las diferentes religiones y cultos. Se habla de algo muy humano y que todos entienden: ¿qué hemos hecho con los que han vivido sufriendo junto a nosotros?

El evangelista no se detiene propiamente a describir los detalles de un juicio. Lo que destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos o nos desentendemos y los abandonamos.

El que habla es un juez que está identificado con todos los pobres y necesitados: «Cada vez que ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado se han acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de mi Padre».

Luego se dirige a quienes han vivido sin compasión: «Cada vez que no ayudasteis a uno de estos pequeños, lo dejasteis de hacer conmigo». Quienes se han apartado de los que sufren se han apartado de Jesús. Es lógico que ahora les diga: «Apartaos de mí». Seguid vuestro camino.

Nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida

José Antonio Pagola

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“Se sentará en el trono de su gloria”. 26 de Noviembre de 2023. Ciclo A. Jesucristo Rey del universo

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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57-OrdinarioA34Leído en Koinonia:

Ezequiel 34,11-12.15-17: A vosotras, mis ovejas, voy a juzgar entre oveja y oveja.
Salmo responsorial: 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
1Corintios 15,20-26.28:Devolverá a Dios Padre su reino, y así Dios lo será todo para todos.
Mateo 25,31-46:Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros.

Problemática pastoral concreta de la festividad de Cristo Rey

Vamos a comenzar removiendo obstáculos, porque hay problemas respecto a los posibles significados de esta fiesta. Veamos algunos:

a) El origen de esta fiesta y su contexto original. Esta fiesta fue establecida en un contexto anterior al Vaticano II, en 1925, por Pío XI, y con un espíritu muy cercano al de cristiandad, cuando el Vaticano expresaba claramente su deseo de que el cristianismo fuera la religión oficial, la religión de los Estados cristianos. Al confesar a Cristo como Rey universal se quería con ello vehicular el deseo de que también la Iglesia fuese testigo y participante ya aquí en la tierra de esa realeza: una realeza de Cristo reconocida, redundaba inevitablemente en una Iglesia respetada, favorecida por el Estado, con alto estatus en la sociedad, fuerte y organizada, que aunque no podía ya revestirse de poder político temporal, al menos podía participar de él por una relación estrecha y armoniosa con los poderes sociales. Durante mucho tiempo, el título de “Cristo Rey”, el “reinado social del Corazón de Jesús”… incluyeron esos aspectos de autoencumbramiento de la Iglesia, olvidando que la práctica de Jesús de Nazaret fue muy distinta, incluso totalmente contraria.

b) El concepto de Reino-monárquico. El Reino no es hoy día la forma más frecuente de organización sociopolítica. La mayor parte de los países son repúblicas, de diferentes rostros, y los reinos que persisten, ya no lo son en su forma clásica, sino en adaptaciones a la cultura política actual (por ejemplo las monarquías “parlamentarias”) que, al superarla, niegan en el fondo la esencia misma de lo que era un “reino”.

Aun siendo conscientes de la limitación inevitable que todo lenguaje teológico tiene por su misma naturaleza analógica, figurada, simbólica, apofática… cada vez más se viene insistiendo en que la palabra “reino” no sería la más adecuada para expresar la utopía bíblico-mesiánica del Reino de Dios, porque en esta altura de la historia la palabra «Reino» ya no expresa una forma de organización sociopolítica deseable para los humanos. Cada vez se evidencia más la dificultad de hablar de Dios (y de Cristo) como “rey”, y de su proyecto escatológico como un “reino”. ¿Estamos seguros de que un reino, una monarquía, podría ser una analogía del “Reino de Dios” realizado? La realización del reino de Dios, ¿no exigiría la superación de muchos aspectos de lo que es una monarquía, un “reino”? Acaso una comunidad, ¿puede ser comparada con un «reino», con una «monarquía»? ¿Y una familia?

Pablo Suess viene proponiendo la expresión “democracia participativa del RD” para corregir la evocación que el término clásico conlleva. Ya sabemos que no se puede simplemente sustituir una expresión por otra, pero es bueno aludir con frecuencia a esa insuficiencia de la expresión clásica, para hacer caer en la cuenta a los oyentes, y para liberar al contenido (el Reino mismo, el significado), de las limitaciones del significante (una palabra no completamente adecuada).

Para hablar del Reino puede ser mejor hablar del Proyecto, de la Utopía de Dios… que hacemos nuestra: queremos «construir la Democracia de Dios, cósmica, pluralista, inclusiva, y por eso, amorosa, encarnación viva del Dios de los mil rostros, colores, géneros, culturas, etnias, sentidos…».

c) Connotación de género en la palabra “Reino”.

Es útil saber que en el ámbito de la teología feminista angloparlante se rechaza también la expresión (God’s Kingdom), a causa de su machismo larvado (kingdom alude directamente a king, no a queen…). En castellano no tenemos ese problema en esta expresión, pero el saber que existe en otras lenguas invita a prevenirlo en su uso consciente.

Los grandes temas de la fiesta de hoy y de la semana

Hay varios grandes temas que podrían servir para orientar la reflexión de la homilía o la reflexión del círculo bíblico o la comunidad cristiana en torno a los textos de este domingo. Habrá que elegir entre ellos. Aquí sólo los apuntamos:

a) El Reino de Dios, como contenido del mensaje de Jesús. Jesús nunca se proclamó Rey: nada más lejos de Él. Lo que Jesús hizo fue ponerse al servicio total del Reino, de forma que éste fue el centro mismo de su predicación y de su vida, la Causa por la que dio la vida. Importa pues hacer honor a la identidad verdadera de Jesús: Él no fue rey, ni lo quiso ser nunca, por mucho que algunos cristianos crean que llamándolo así lo honran… La intención puede ser buena, pero el título que de hecho se le atribuye no podría ser de su agrado.

Jesús habló del Reino, fue su servidor y su mensajero, pero sus seguidores se olvidaron del Reino. y lo constituyeron a él como el Reino mismo, como el Rey… El mensaje fue sustituido por el mensajero. Jesús nos indicaba el Reino, como la Causa por la que estaba apasionado y por la que dio su vida, y un buen grupo de seguidores se olvidaron de esa causa, y se enamoraron de Jesús. Es preciso volver a Jesús, y su Causa…

Para hablar concretamente del Reino es bueno reparar en el texto del prefacio de esta fiesta, que da una «descripción» muy plástica de su contenido. Esa idea fue recogida en el conocido estribillo del Salmo 71 del compositor Manzano, que dice: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia… es Paz… es Gracia… es amor, ¡venga a nosotros tu Reino, Señor». Bien glosada, y debidamente justificada esa perspectiva teológica, puede ser un buen guión para la homilía. Y no debería faltar ese canto en la celebración de hoy.

b) La relación entre cristocentrismo y reinocentrismo. Una cierta interpretación de esta fiesta –muy común por lo demás en el cristianismo en general– propicia un cristocentrismo exagerado, absoluto, que no hace justicia a la verdad de la revelación, al mensaje real de Jesús, a lo que Jesús realmente dijo, no a lo que después dijeron que había dicho. Importa pues pastoralmente discernir una «correcta jerarquía de valores», que la teología de la liberación fue la primera que dio en llamar “reinocentrismo”, con tal fuerza de persuasión, que no hay teología ni espiritualidad honesta que se puedan resistir.

c) El mesianismo de Jesús. La aclamación o la espera de Jesús como Rey se dio en el contexto del mesianismo: se esperaba un liberador. Hoy la postración es tal que ni siquiera se espera nada, pudiendo hacer de la aclamación de Jesús como Rey algo bien alejado de lo que el mesías supuso realmente para los que lo esperaron.

d) La dimensión escatológica: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el “juicio final”… El final del año litúrgico nos hace tematizar en nuestra reflexión el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Pero ya en un contexto mental diferente, en el que sabemos que nuestra aventura humana no es la razón del cosmos, que el mundo no acabará el día que Dios decida acabar el ciclo de la humanidad y pasar a la vida eterna, y que no se trata de que estemos aquí para una prueba que se verificará en el día del juicio final, tras lo cual iríamos al cielo o al infierno…

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26.11.23. Cristo-Rey: Salvación en la historia, liberar a los condenados (Mt 25, 31-46)

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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IMG_1499Del blog de Xabier Pikaza:

Culmina el año litúrgico 2023 (año de Mateo), con un texto dividido en dos niveles:(a) El plano superior presenta la venida de Cristo-Rey (Hijo del hombre) que  separa a los hombres y pueblos según haya sido su conducta, poniendo a los buenos (ovejas) a su derecha en el cielo, y arrojando los malos (cabras) a su izquierda (al infierno). (b) El plano inferior distingue a los hombres conforme a sus obras: Dar de comer, acoger, vestir, curar, cuidar, liberar a los demás, o no hacerlo, mostrando así que Dios libera a los hombres haciendo que ellos se liberen a sí mismo.

La iglesia en general ha dado más importancia a la venida final del Cristo-Juez que a las obras de los hombres, sin advertir que hay una clara relación entre ambos planos: El Cristo-juez pide a los hombres que alimenten, acojan, curen y salven a otros seres humanos, comprometiéndose él mismo con su vida y muerte a liberarles.

Escribí sobre este texto una larga y premiosa tesis doctoral, Aquí me atrevo a condensarla, ofreciendo así un compendio de la historia y teología humana. Detalles, bibliografía y sentido del tema en  tesis citada,  en libro sobre teología bíblica   comentario de Mateo.

Mt 25, 31-46

Parábola del juicio, “obra de Dios:  25 31 Pues cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria, y todos los ángeles con Él, entonces se sentará en el trono de su gloria; 32 y serán reunidas delante de Él todas las naciones; y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. 33 Y colocará las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Obras de los hombres, historia humana:

[Salvación] 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero y me acogisteis; 36 estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuando te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿y cuándo te vimos extranjero y te acogimos o desnudo, y te vestimos? 39 Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, vinimos a ti? 40 Respondiendo el Rey, les dirá: En verdad os digo: cada vez que lo hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis.

[Condena] 41 Entonces dirá también a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el Diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; 43 fui extranjero y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces ellos también responderán, diciendo: Señor, cuando te vimos hambriento o sediento, o extranjero o desnudo o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 El entonces les responderá, diciendo: En verdad os digo: cada vez que no lo hicisteis a uno de esto más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.

[Conclusión] 46 E irán estos al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna..

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Carta magna del cristianismo

Mt 25, 31-46 es un texto de revelación suprema de Dios y de juicio humano, elaborado por la Iglesia desde una perspectiva israelita de pacto, condensando de esa forma el mensaje de Jesús, en línea de apertura universal (revelación de Dios) y de compromiso creyente, identificando a Dios (a su representante) con los necesitados, en un camino que va del hambre a la cárcel:

‒ Este pasaje responde al mensaje de Jesús, según el evangelio de Mateo, que había vinculado su Reino con el juicio que ha de aplicarse a todos los hombres, partiendo de la misericordia de Dios, la curación de los enfermos y la salvación de los pecadores. En esa línea, el mismo Jesús o sus seguidores inmediatos han podido afirmar que Dios se identifica con los pequeños y los pobres, con quienes sufre y a quienes ofrece salvación. Éstos son sus rasgos principales:

– Juicio de Dios, las grandes necesidades de los hombresque pueden dividirseen tres niveles: material (hambre y sed), social (exilio y desnudez), radical (enfermedad y cárcel). Esas necesidades expresan y condensan los males más corrientes de los hombres y mujeres, bien conocidos en la historia de los pueblos.  No existe, que sepamos, ningún texto judío o pagano (egipcio, mesopotamio, chino…) que haya sistematizado las necesidades humanas de esa forma y las haya entendido como efecto de una falta de justicia de unos hombres que no ayudan a los otros y como expresión del sufrimiento de Dios, que padece en los necesitados.

 Este pasaje no discute la causa radical de esos males, aunque sabe que están vinculados con la injusticia humana (unos hombres no ayuda a los otros)… y sabe también que en esos males se expresa de un modo misterioso el mismo ser divino. El texto no razona sobre el origen del hambre o de la cárcel, sino que supone su existencia y busca una forma de solucionarlos, no en clave de imposición legal, sino de llamada a la conversión (transformación) humana, en una línea gratuidad, desde la experiencia del Dios que se hace presente en las necesidades de los hombres, y les pide que sean solidarios unos con los otros, en perspectiva de juicio final.

 Cielo: Venid, benditos de mi Padre.

 La trama del sufrimiento humano pide una respuesta que ha de darse en la historia, pero que la desborda, pues se expresa y ratifica en la culminación del tiempo (con la venida o manifestación del Hijo del Hombre). De esa manera, desde ese fin se entiende la acción en favor de los expulsados del conjunto social (hambrientos, exilados, enfermos, encarcelados…), una acción que no se ejerce en línea de antítesis violenta (lucha de pobres contra ricos, de libres  contra encarcelados), sino de solidaridad transformadora entre todos los hombres y mujeres, de manera que el reino de Dios se identifica con el amor gratuito que unos ofrecen entre sí, sabiendo que los necesitados son el signo supremo de Dios y que los justos (los servidores, los que acogen y cuidan a los otros) son la expresión de su presencia en la historia.

En un sentido, el texto se encuentra construido en forma de antagonismo simétrico entre ovejas y cabras, derecha a izquierda, servicio y no servicio, premio y castigo, situándose así en un plano legal, que responde de manera muy significativa al mensaje israelita y de la iglesia primitiva. Las  dos partes de esa escena del juicio (derecha e izquierda, bien y mal) forman una especie de tablero simbólico, de tipo universal, para que en su fondo se destaque mejor lo inaudito: la preponderancia plena de la gracia de Jesús, Hijo de Hombre, que, tras contar esta “parábola”, según Mateo, seguirá caminando hacia la cruz para ofrecer su redención a muchos, es decir, a todos (cf. 20, 28; 26, 28). Sólo en ese fondo de entrega de Jesús puede entenderse este pasaje.

  Del hambre a la cárcel. El camino de muerte de la historia humana

 ‒ Ésta es, quizá, la primera tabla social (universal) de los derechos humanos,la más concreta e importante de todas. Éstos no son los derechos de una nación, de un Estado social, de una Iglesia… sino los derechos de la humanidad empezando por los pobres. Éstos son ante todo los derechos de los pobres (hambrientos, encarcelados), no en sentido general, como en la Revolución francesa (libertad, igualdad, fraternidad), sino en una línea concreta, que implica y exige la presencia, ayuda y asistencia del conjunto social (=dar de comer, visitar al encarcelado).  Éstos son los derechos que todos los hombres y mujeres tienen a ser atendidos.

Esos derechos marcan y definen el carácter divino de la vida humana, pues son los deberes y derechos del mismo Dios, que se ha encarnado en Cristo, no sólo de un modo individual (en Jesús, un hombre concreto), sino en sentido universal: en todos los hombres, y de un modo especial, en cada uno de los pobres en concreto, que son “hermanos” de Jesús, presencia de Dios. Esta encarnación de Dios (de Cristo) en los pobres-necesitados marca identidad suprema de la vida humana, como vida de Dios.

Esos derechos suscitan unos deberes correspondientes, que se fundan en la gracia y compromiso básico de reconocer, acoger y ayudar al mismo Dios que está presente en los necesitados. En esa línea, el deber fundamental no es el de honrar a los poderosos, sino el de atender, acoger y cuidar a los necesitados.

 ‒ Estas seis necesidades no son en principio de tipo religioso ni de estructura eclesial (el problema de fondo no es la falta de evangelización estricta, de buena religión o sacramentos…), sino de tipo humano, en el sentido básico del término. La iglesia cristiana, comprometida a cumplir estas “obras” (dar de comer, acoger al extranjero, visitar al encarcelado…), según el evangelio, ha de ponerse ante todo al servicio de la humanidad necesitada, por encima de un pueblo concreto (Israel, Antiguo Testamento), no para negarlo, sino para universalizar su aportación, o por encima de la misma iglesia, como institución creyente, tampoco aquí para negarla, sino para indicar mejor el sentido universal de su experiencia de Dios y su tarea de servicio humano.

‒ Son obras abiertas a todos los pueblos, es decir, a todas las unidades sociales, entendidas en forma cultural o social, cada uno de esos pueblos con su propia identidad, conforme a una visión común del Antiguo Testamento, que divide a los hombres y mujeres en lenguas y naciones (no en imperios, estados o clases sociales), para vincularlos después desde las necesidades de cada uno de los hombres. Significativamente, este pasaje deja a un lado las grandes unidades políticas (imperios, estados, reino…) que, a su entender son secundarias, para situarnos ante los pueblos, entendidos como unidades culturales y sociales de convivencia. Pero después tampoco los pueblos como tales importan, pues en contra de las grandes diatribas de los mensajes proféticos contra los estados-pueblos (cf. Ez 25-32), aquí esos estados-pueblos  desaparecen inmediatamente, de manera que ante el juez final quedan sólo hombres concretos, de cualquier pueblo o nación. Esas necesidades son las que vinculan a todos los pueblos y las que suscitan una serie de “obras”.

Éstas obras está estructuradas de un modo creciente, entre el hambre y el encarcelamiento.Es muy importante poner de relieve el orden progresivo, como si formaran una “cadena”, es decir, un proceso o progreso que va desde el hambre a la cárcel, que aparece como culminación de todos los males de la historia humana. Resulta fundamental tener en cuenta este ordenamiento, pues nos permite descubrir que la cárcel no nace de sí mismo, sino que, según Mt 25, 31-45, es la consecuencia y culminación de un tipo de males que empiezan con el hambre.

               Como seguiré indicando, estas seis obras son de tipo humano integral, aunque después la Iglesia ha tendido a llamarles obras corporales, añadiendo una séptima (que sería enterrar a los muertos) y poniendo a su lado unas siete obras también importantes, que serían “espirituales” (enseñar a quien no sabe, dar buen consejo a quien lo necesita, corregir al que yerra…). Pues bien, conforme al esquema de Jesús, cuidadosamente estructurado por Mt 25, todas las obras de misericordia se condensan en estas seis, que son espirituales y corporales, que son cristianas siendo universales, que empiezan por el hambre y culminan en la cárcel, como seguiré indicando.

               Por eso, según Mt 25, 31-46, no se puede visitar (liberar) a los encarcelados de verdad si es que no se empieza desde el principio, es decir, dando de comer a los hambrientos, para ir pasando desde ahí a todas las restantes (dar de beber, acoger a los exilados, vestir a los desnudos…). En ese sentido el “apostolado carcelario” (es decir, el envío de los cristianos a las cárceles del mundo) ha de entenderse como culmen y compendio de un testimonio completo de vida mesiánica, es decir, de compromiso al servicio de los necesitados.

  1. Tuve hambre y me disteis de comer (Mt 25, 35)

En principio, el hambre es una necesidad material, y parece fácilmente remediable, pues la tierra ofrece mucho alimento, y el hombre actual sabe producir, de manera que hay comida suficiente para todos. Pero de hecho los hombres concretos no saben o no quieren compartir la comida (los bienes), de forma que unos tienen pan sobrante y otros mueren por falta de alimento. Por eso, aunque el hambre tiene varias raíces(escasez de recursos, desgracias, subdesarrollo de algunos colectivos…), en sentido más profundo, ella proviene de dos principales: el egoísmo de algunos y la injusticia del sistema social.

Ciertamente, hay otros temas y cuestiones en el fondo del hambre, como principio de un camino que, en su forma actual, desemboca en la cárcel. Pero es evidente que sin una transformación económica, si no se empieza replanteando y resolviendo el tema del hambre es imposible resolver el de la cárcel. En el principio de un camino de libertad, tal como lo ha propuesto Jesús, se encuentra el don y la exigencia (la experiencia concreta) de comer juntos, compartiendo panes y peces, a campo abierto, sin expulsiones ni exclusiones, como muestran los relatos de las multiplicaciones (cf. Mc 6, 35-44; 8, 1-9 par). Leer más…

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Dos regalos, con una condición. Fiesta de Cristo Rey. Domingo 34 Ciclo A.

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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IMG_1485Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj: 

El próximo domingo termina el año litúrgico, con más de un mes de anticipación al año civil. Los domingos siguientes los dedicaremos a preparar la Navidad (tiempo de Adviento) y a celebrarla. Ahora nos toca cerrar el año, y la Iglesia lo hace con la fiesta de Cristo Rey.

Motivo y sentido de la fiesta

            No se trata de una fiesta muy antigua, la instituyó Pío XI en 1925. Para comprenderlo hay que recordar los principales acontecimientos de la época. En 1917 ha tenido lugar la revolución rusa y la instauración del comunismo. Un año después termina la Primera Guerra Mundial; Alemania, Francia, Italia, Rusia, Inglaterra, Austria, incluso los Estados Unidos, han tenido millones de muertos. La crisis económica y social posterior fue tan dura que provocó la aparición del fascismo en Italia, con la marcha sobre Roma de Mussolini en 1922, y la del nazismo, con el Putsch de Hitler en 1923. Mientras en los Estados Unidos se vive una época de euforia económica, que llevará a la catástrofe de 1929, en Europa la situación de paro, hambre y tensiones sociales es terrible.

            Ante esta situación, Pío XI no hace un simple análisis sociopolítico-económico. Se remonta a un nivel más alto, y piensa que la causa de todos los males, de la guerra y de todo lo que siguió, fue el “haber alejado a Cristo y su ley de la propia vida, de la familia y de la sociedad”; y que “no podría haber esperanza de paz duradera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de Cristo Salvador”. Por eso, piensa que lo mejor que él puede hacer como Pontífice para renovar y reforzar la paz es “restaurar el Reino de Nuestro Señor”. Las palabras entre comillas las he tomado del comienzo de la encíclica Quas primas, con la que instituye la fiesta.

            La posible objeción es evidente: ¿se pueden resolver tantos problemas con la simple instauración de una fiesta en honor de Cristo Rey?, ¿conseguirá una fiesta cambiar el corazón de la gente? Los casi cien años que han pasado desde entonces demuestran que no.

            Por eso, en 1970 se cambió el sentido de la fiesta. Pío XI la había colocado en el mes de octubre, el domingo anterior a Todos los Santos. En 1970 fue trasladada al último domingo del año litúrgico, como culminación de lo que se ha venido recordando a propósito de la persona y el mensaje de Jesús.

            Ahora, la celebración no pretende primariamente restaurar ni reforzar la paz entre las naciones sino felicitar a Cristo por su triunfo. Como si después de su vida de esfuerzo y dedicación a los demás, hasta la muerte, le concedieran el mayor premio.

            Pero las lecturas no hablan de una celebración de campanas al vuelo y ceremonias deslumbrantes. Hablan de lo bien que se porta Cristo Rey con nosotros y de la respuesta que espera de nuestra parte.

Primer regalo: su preocupación por nosotros (Ezequiel)

            En el Antiguo Oriente, la imagen habitual para hablar del rey era la del pastor. Simbolizaba la preocupación y el sacrificio por su pueblo, como la de un pastor por su rebaño. En la práctica, no siempre era así. El c. 34 de Ezequiel habla de los reyes judíos como malos pastores que han abusado de su pueblo y luego se han desinteresado de él y lo han abandonado cuando se produjo la caída de Jerusalén y la deportación a Babilonia.

Pero Dios no va a permanecer impasible: eliminará a esos malos reyes y ocupará su puesto haciendo dos cosas: 1) como Rey-pastor, buscará a sus ovejas, las cuidará, etc. 2) como Rey-juez, juzgará a su rebaño, defendiendo a las ovejas y salvándolas de los machos cabríos (por eso llamamos en España “cabrones” a los que se portan mal con otros).

            El texto del evangelio (el Juicio Final) empalma con el segundo tema. Pero la liturgia se ha centrado en el primero, que subraya la preocupación de Dios por su pueblo. Es interesante advertir la cantidad de acciones que subrayan su amor e interés: «seguiré el rastro de mis ovejas, las libraré, apacentaré, las haré sestear, buscaré, recogeré, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas». En el contexto de la fiesta de hoy, estas frases habría que aplicarlas a Jesús y ofrecen una imagen muy distinta de Cristo Rey: no lo caracterizan el esplendor y la gloria sino su cercanía y entrega plena a todos nosotros. Buen momento para recordar cómo se ha comportado con cada uno, buscándonos, librándonos, curando…

Así dice el Señor Dios:

«Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.  Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear -oráculo del Señor Dios-. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré« como es debido.  Y a vosotras, mis ovejas, así dice el Señor: Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.» 

Segundo regalo: victoria sobre la muerte (1ª carta a los Corintios)

            Pablo, influido sin duda por las campañas romanas de su tiempo, presenta a Dios Padre como el gran emperador que termina triunfando y sometiendo todo. Pero quien guerrea en su nombre es Cristo, que debe enfrentarse a numerosos enemigos. El último de ellos, el más peligroso, es la muerte, a la que Jesús vence en el momento de resucitar. De esa victoria sobre la muerte participamos también todos nosotros. El fin del año litúrgico, que recuerda el fin de la vida, es un momento adecuado para superar la incertidumbre y la angustia ante la muerte y agradecer la esperanza de la resurrección.

Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Una condición (evangelio)

            El evangelio no se centra en el triunfo de Cristo, que da por supuesto, sino en la conducta que debemos tener para participar de su Reino.

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:

̶  Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. 

Entonces los justos le contestarán:

̶  Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? 

Y el rey les dirá: 

̶  Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. 

Y entonces dirá a los de su izquierda:

̶  Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.

Entonces también éstos contestarán:

̶  Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?

Y él replicará:

̶  Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.

Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

            La parábola es tan famosa y clara que no precisa comentario, sino intentar vivirla. Pero indico algunos datos de interés.

  1. A diferencia de otras presentaciones del Juicio Final en la Apocalíptica judía, quien lo lleva a cabo no es Dios, sino el Hijo del Hombre, Jesús. Es él quien se sienta en el trono real y el que actúa como rey, premiando y castigando.
  2. Los criterios para premiar o condenar se orientan exclusivamente en la línea de preocupación por los más débiles: los que tienen hambre, sed, son extranjeros, están desnudos, enfer­mos o en la cárcel. Estas fórmulas tienen un origen muy antiguo. En Egipto, en el capítulo 125 del Libro de los Muertos, encontramos algo pareci­do: «Yo di pan al hambriento y agua al que padecía sed; di vestido al hombre desnudo y una barca al náufrago». Dentro del AT, la formulación más parecida es la del c. 58 de Isaías: «El ayuno que yo quiero es éste: partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne.» Lo único que Jesús tendrá en cuenta a la hora de juzgarnos será si en nuestra vida se han dado o no estas acciones capitales. Otras cosas a las que a veces damos tanta importancia (creencias, prácti­cas religiosas, vida de oración…) ni siquiera se mencionan.
  3. La novedad absoluta del planteamiento de Jesús es que lo que se ha hecho con estas personas débiles se ha hecho con Él. Algo tan sorprendente que extraña por igual a los condenados y a los salvados. Ninguno de ellos ha actuado o dejado de actuar pensando en Jesús; pero esto es secundario.

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Jesucriso Rey del Universo. 26 noviembre, 2023

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.”

(Mt 25, 31-46)

Estos textos bíblicos en los que los buenos quedan separados de los malos me lleva a preguntarme: ¿somos imagen de Dios o hacemos a Dios a nuestra imagen?

Cada vez me cuesta más pensar en un Dios que se sienta a separar. ¿Cómo puede Dios Trinidad, que es comunión, sentarse a separar?

Tampoco me convence el otro extremo de pensamiento: “Total, si todo vale, vivo a mi bola sin preocuparme.” Creo que nuestra vida cuenta, y nuestras acciones y oraciones la encaminan en un sentido o en otro. Nos vamos haciendo personas cada vez más plenas o cada vez más vacías. Con todo, siempre, siempre, estamos a tiempo de volvernos hacia la plenitud.

La bondad y la maldad no son dos fuerzas iguales y contrarias. El mal no puede ya vencer porque ya fue vencido. No tiene poder sino que se encamina a su fin. Esta es nuestra esperanza, nuestra fe.

Creemos que Dios ha vencido al mal, a la muerte, a la oscuridad. Caminamos hacia la VIDA.

Muchas veces la realidad parece decir todo lo contrario. Seguramente más de una persona estará pensando: “¿cómo puede decir que el bien ya ha vencido cuando estamos viviendo una situación mundial de pandemia, cuando los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres y numerosos, cuando la naturaleza entera parece no resistir más… (aunque algunos sigan negado el cambio climático…)?

Es verdad, la lista de cosas que no funcionan es larga. Pero lo bueno es más grande y más resistente. Por cada gesto de violencia y desconfianza, por cada injusticia  hay cientos de gestos de generosidad, de acogida y de reconciliación que nos van trasformando. No los apreciamos porque nos parecen “lo normal”, lo que debiera ser. Eso significa que la inmensa mayoría de la humanidad desea lo bueno, lo justo, lo que nos permite convivir.

La fiesta de Jesucristo como Rey del Universo nos viene a recordar la bondad que ya somos en semilla y en la que debemos esforzarnos por crecer. Si Cristo comienza a Reinar es que la Vida, lo Bueno, el Bien…¡ha vencido!

Podemos repetir con confianza las palabras de la mística medieval Juliana de Norwich: ¡Todo irá bien, y todo irá bien y absolutamente todo acabará bien!

Oración

Aumenta nuestra fe y nuestra confianza. Danos una mirada llena de esperanza que sepa descubrir y agradecer la bondad escondida en cada corazón humano en todos los rincones de la creación. ¡Amén!

*
Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Del Dios Todopoderoso al Jesús Rey del Universo.

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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00 jesus_choco_cerezoDOM 34 CRISTO REY (A)

Mt 25,31-46

Es muy difícil dar sentido “cristiano” a esta fiesta. Jesús nunca reivindicó ningún reino para sí. Todo lo contrario, afirmó de palabra y con su vida, que él “no venía a ser servido, sino a servir”. Después del ayuno en el desierto, el ser dueño y señor del mundo se le presenta como una tentación. ¿No hemos ocupado el lugar del tentador, cuando, sin pedirle consentimien­to, le hemos dado todos los reinos del mundo? Jesús criticó muy duramente todo poder. Después de la multiplicación de los panes, Nos dice Juan: “Viendo que querían proclamarle rey, se retiró a la montaña él solo.”

¿No hemos superado la burla macabra de los soldados, poniéndole una corona de oro, un manto real y un cetro cargado de brillan­tes? Este cetro y esta corona son mucho más denigrantes para Jesús que la caña y las espinas. Cuando Pilato escribe: “Éste es el rey de los judíos”, lo hace para burlarse de él y de los judíos. ¿No será también una burla llamarle rey del universo? La intención de Pío XI al instituirla hace un siglo no nos ayuda a darle sentido hoy. Lo que él pretendió fue que todos los hombres y todas las naciones le reconocieran a él como representante de ese Cristo Rey.

El ego narcisista nunca podrá asumir su desaparición. Tiene una capacidad increíble para revolverse y salir con la suya. Como la propuesta de Jesús era inasumible, la presenta como una estrategia para conseguir plenitud de gloria. Así, cuando Jesús dice que la meta de su vida es el don total a los demás, el ego la interpreta como el único medio para ser glorificado por Dios. Una vez presentada así la trayectoria de Jesús, será muy fácil hacernos ver que la nuestra debe seguir el mismo camino.

El ser humano, como la vela, está hecho para dar luz, pero la vela nada más encenderla se empieza a consumir. La vela, hasta que no es encendida es un trasto que rueda por los cajones. El día que se va la luz, la buscamos y la encendemos. En ese momento empieza a ser vela. Nuestro ego nos impide aceptar esta perspectiva. Nada ni nadie le puede convencer de que su objetivo es desaparecer, menos aún, en beneficio de los demás. Pero descubrió la manera de emplear toda la parafernalia espiritual para conseguir su objetivo. No hay forma de que cambie de perspectiva.

Fijaros qué contradicción. Para celebrar la gloria de Jesús recordamos el momento de su vida donde mejor dejó reflejada su actitud vital, la eucaristía. Yo, como el pan, me parto y me reparto para que me coman. Me dejo masticar, tragar, asimilar para alimentar a otros, a costa de desaparecer. Yo entrego mi vida (sangre) a los demás para que la hagan suya y puedan trasformar su propia vida. La sangre solo se puede entregar a costa de la propia vida. Si la doy a los demás, me quedaré sin ella.

La importancia del rey para el pueblo de Israel se remonta a la época de la conquista de Palestina por el pueblo judío. Para un nómada, la idea de un rey nada significaba; pero cuando entran en contacto con las estructuras de las ciudades, los israelitas piden a Dios un rey. Esto fue interpretado por los profetas, como una traición a Yahvé. Poco a poco se va enriqueciendo esa idea y termina por ser la imagen clave. El final será un Reino de Dios que termina por sobreponerse a todos los demás.

Solo en este contexto cultural entenderemos la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Sin embargo, el contenido que le da es muy distinto. En tiempo de Jesús, el futuro Reino de Dios se entendía como una victoria del pueblo judío sobre los gentiles y de los buenos sobre los malos. Jesús predica un Reino de Dios, del que van a quedar excluidos los buenos y van a entrar las prostitu­tas, los pecadores, los marginados. Los gentiles serán llamados y muchos judíos quedarán fuera.

El Reino de Dios está dentro de vosotros. Esta idea desbarata todo nuestro montaje. No se trata de preparar un reino para Dios, se trata de un Reino que es Dios, no de que Dios tenga un reino. Haremos que se vea con nuestra manera de actuar, pero solo después de haber descubierto su presencia en nosotros. Es un reinado del AMOR. No es un reino de personas físicas, sino de actitudes vitales. Cuando me acerco al que me necesita preocupándome por él, hago presente el Reino que es Dios.

Cuando Pilato le pregunta si es rey, contesta Jesús: “mi reino no es de este mundo”. No quiere decir que vendrá después o que estará en otro lugar, sino que no tiene nada que ver con lo que él entendía por reino. Al insistir Pilato, Jesús le dice: “sí, soy rey, yo para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad.” Ser testigo de la verdad, ser auténtico, ser verdad, es la única manera de ser dueño de sí mismo y ser dueña de la realidad entera. Jesús es rey de sí mismo y así es Rey en absoluto.

El Reino de Dios, lo divino que nos inunda, es un fermento, un alma, una luz que transforma mi ser. Se manifiesta como una cualidad, pero en realidad, es mi esencia. Yo tengo que esforzarme por hacerla surgir desde lo hondo de mí mismo, aceptando que viene a absorberme. Es necesario que, tras haber cooperado con todas mis fuerzas a hacerla brotar, consienta en la comunión en la que mi propia individualidad se hundirá y acepte convertirme en su alimento (Teilhard de Chardin).

Después de lo dicho podemos comprender que no se trata de entronizar a Jesús ni antes ni después de morir. Lo que significa y encarna la figura de Jesús es lo que tiene que reinar entre nosotros. Cuando decimos: reina la armonía, reina la paz, etc. estamos hablando de un ambiente envolvente que permite su desarrollo. Hablar del reinado de Cristo significa que su mismo espíritu mueve también nuestra existencia. Jesús se dio totalmente, no para ser glorificado sino para llevar a plenitud el amor.

En el relato que hemos leído encontramos la clave. Dios no se hace un hombre, sino que se hace hombre. El que juzga es el Hombre, el punto de contraste para valorar una vida humana es la semejanza con Jesús “el Hombre”. No tenemos que esperar ningún juicio desde fuera. Mis actitudes van manifestando en cada momento el grado de identificación con el modelo de Hombre. En la medida que me identifique con el modelo, me salvo; en la medida que me separe de él, me voy condenando.

Hemos conseguido un cristianismo cómodo, colocando a Dios en el cielo. Sería demasiado peligroso descubrir a Dios encarnado en cada uno de los seres humanos. Pero no hay escapatoria. Dios es encarnación y lo tenemos que descubrir en las criaturas. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. La pregunta de los rechazados deja bien claro que, si hubieran descubierto la presencia de Dios en el necesitado, lo hubieran socorrido.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Porque tuve hambre…

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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El Greco (Domenikos Theotokopoulos) (Greek, 1541 - 1614 ), Saint Martin and the Beggar, 1597/1599, oil on canvas with wooden strip added at bottom, Widener Collection

El Greco (Domenikos Theotokopoulos) (Greek, 1541 – 1614 ), San Martín y el mendigo

Mt 25, 31-46

«…Tuve sed y me disteis de beber»

Es una temeridad juzgar con criterios actuales unos hechos acaecidos en otra época histórica, pero lo cierto es que hoy nos cuesta entender las razones de Pío XI para proclamar la solemnidad de “Cristo Rey del Universo”. Imaginamos que en aquel contexto estas declaraciones pomposas provocaban la devoción de los fieles, pero nos tememos que hoy producen mayoritariamente rechazo. No; en el mundo no reina Jesús (los reyes no lavan los pies), sino la ambición, la opresión y el confort, y contra eso no se lucha haciendo grandes manifestaciones, sino siendo fieles al evangelio.

Pero todavía resulta más asombroso que los liturgos hayan situado esta solemnidad “tapando” el mensaje central del evangelio de Mateo, por lo que nos vamos a olvidar de ella (de la solemnidad) y centrarnos en lo verdaderamente importante.

Mateo nos presenta la parábola del juicio final como compendio y resumen de toda la predicación de Jesús. Para resaltar su importancia, la envuelve en una escenografía colosal propia de las grandes ocasiones, y a través de ella, nos transmite un mensaje que es la esencia misma de la predicación de Jesús. Todo el evangelio es importante, pero quizás hay dos expresiones que resaltan sobre todas las demás: «Abbá» y «A mí me lo hicisteis».

La esencia de la buena Noticia es la revelación de Dios. Saber que “Dios es Abbá” lo cambia todo. En primer lugar, nos quita el miedo a Dios; nadie teme a su madre y lo único que puede temer es disgustarle. En segundo lugar, nos da un inmenso sentido de dignidad; soy Hijo y no me conformo con menos; por supuesto, no hago lo que no es digno de mi padre. En tercer lugar, nos sitúa ante nuestra mayor responsabilidad como cristianos: atender a sus Hijos necesitados. Dios “no está” y no puedo responder directamente a su amor, pero sus hijos, mis hermanos, sí que están, y yo estoy aquí para lo que me necesiten.

Y desde esta perspectiva, la parábola de hoy cobra todo su sentido. Es mi hermano el que está hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o encarcelado, y soy yo quien se afana en darle de comer, o de beber, o acogerle, o vestirle o visitarle… Y aquí no caben coartadas, porque el mensaje es de una claridad meridiana y no admite interpretaciones abstractas, ni metafóricas, ni simbólicas. Es el núcleo más íntimo del mensaje evangélico dicho en el lenguaje más llano que cabe imaginar. Es la norma de conducta que, generalizada, cambiaría radicalmente la faz de la Tierra.

Como decía Ruiz de Galarreta: «El resumen de la buena Noticia es un gozoso descubrimiento: mi padre me quiere, mis hermanos me necesitan. Y, al contrario, yo necesito de ellos, de padre, de madre y de hermanos: y sé que puedo contar con su cariño»

Termino. No nos conocerán por ser piadosos, ni por ir mucho al templo a orar, ni por conocer al dedillo la exégesis más moderna e independiente, ni por meditar muy bien, ni por desarrollar planteamientos metafísicos fastuosos… nos conocerán por ser fraternos… «En esto conocerán que sois mis discípulos…»

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Jesucristo servidor de todos.

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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os_he_dado_ejemploMt 25, 31-46

Toda persona escucha una voz misteriosa en su interior, que lo impulsa a amar al prójimo por encima de todo

Desde el Concilio Vaticano II, la fiesta de Cristo Rey se sitúa en un nuevo contexto social dentro de las perspectivas litúrgicas del Viernes Santo, “ser testigo de la verdad” (Jn 18,37). La realeza de Cristo, no se visibiliza en la Iglesia por su poder o su grandiosidad, en un anacronismo que el mismo Papa Francisco denuncia, sino por la justicia, el servicio y la caridad. No es casual, que las lecturas de hoy hablen de un pastor, del servicio, del servidor de los más débiles, no de privilegios ni de poderosos.

La antigüedad familiarizada con la cultura pastoril acuñó la imagen del pastor, para referirse a los guías de los pueblos. Hoy podríamos utilizar una imagen sacada del mundo en que nos movemos… que, en definitiva, viene a significar lo mismo: frente a los pastores que explotan el rebaño o lo conducen al abismo, frente a los poderosos ávidos de poder, ambición, carentes de ética y conciencia moral para resolver los problemas de los ciudadanos y de la sociedad, Dios reúne a los dispersos, a los descartados… y les conduce a la fuente de la vida. El profeta Ezequiel (34,11-12. 16) anuncia la salvación de Dios al pueblo destruido. “Así seguiré yo el rastro de mis ovejas… las libraré sacándolas de los lugares donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad… vendaré a las heridas, curaré a las enfermas”. Jesús actualizó esa imagen (Jn 10,1ss). El ejercicio del profetismo en el mundo que nos toca vivir es tarea esencial cristiana. Anuncio y denuncia.

Podríamos pensar que los cristianos tenemos la exclusiva de la salvación pero no así los demás. Ni unos ni otros somos conscientes de que al luchar a favor de los pobres, de los oprimidos, de los presos, luchamos a favor de Cristo. Y es que toda persona escucha una voz misteriosa en su interior, que lo impulsa a amar al prójimo por encima de todo. Aquellos que, por razones insondables, no han sabido reconocer o discernir explícitamente a Dios, son también creyentes… “ateos”, “escépticos”. No es ni siquiera una actitud religiosa, sino una actitud vital en relación con los más vulnerables.

Jesús habla muchas veces del Reino de Dios pero no reivindica para sí ningún reino, ni dice expresamente qué es, o en qué consiste esa “soberanía de Dios”. Lo único que dice es: “está cerca”, “está aquí”, “está dentro de vosotros” (Lc 17,20-22). Si estamos despiertos, atentos a las palabras y acciones de Jesús, podremos descubrir la clave para entender lo que significa y exige el Reino de Dios, y lo más importante, cómo hemos de vivir para entrar y construir el Reino.

El modo como Jesús anunció el Reino, así como el modelo del Reino que concibió, quién puede entrar en el Reino de Dios y quién no, provocó dos efectos simultáneos, entusiasmo por parte del pueblo y un rechazo brutal de los grupos dirigentes (fariseos, escribas, sumos sacerdotes, poder romano…) [1]

Entender la dinámica del Reino de Dios, podría compararse con las modernas Constituciones, en las que se recogen los principios que rigen la vida de los ciudadanos, el funcionamiento de los distintos poderes: el legislativo, encargado de elaborar las leyes, el ejecutivo que tiene como obligación hacer efectivas las leyes, que se cumplan, y el judicial, encargado de juzgar y decidir sobre las infracciones a las leyes o si las leyes se ajustan a lo que la Constitución determina.

El evangelio de Mateo (Mt 5, 2-12) explicita con claridad las leyes del Reino:

· Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de los Cielos.

· Dichosos los que estáis tristes, porque Dios os consolará.

· Dichosos los humildes, porque heredaréis la tierra.

· Dichosos los que tenéis hambre y sed de hacer la voluntad de Dios, porque Dios os saciará.

· Dichosos los misericordiosos, porque Dios será misericordioso con vosotros.

· Dichosos los que tenéis el corazón limpio, porque veréis a Dios.

· Dichosos los que construís la paz, porque seréis llamados hijos de Dios.

· Dichosos si os persiguen por hacer la voluntad de Dios, porque vuestro es el Reino.

· Dichosos si os insultan, piensan mal de vosotros, digan contra vosotros calumnias por mi causa. Alegraos porque vuestra recompensa será grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

El poder ejecutivo nos dice cómo deben ser los gobernantes (Mc 10,42-45), y ¿cómo deben gobernar? (Jn 13,12-15)

– Jesús los llamó y les dijo: “Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su propia vida por todos”.

– Después de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y dijo a sus discípulos: “¿Comprendéis lo que acabo de hacer? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros. Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros”.

En cuanto al poder judicial: Mateo lo describe con rotundidad en el evangelio de hoy (Mt 25, 31-46). El criterio para juzgar es la actitud de amor o indiferencia ante los necesitados, los sencillos, los disminuidos por cualquier causa, las personas corrientes. Ellos se convierten así en la representación de Cristo como juez.

Las ovejas y los cabritos no se refieren a dos clases de personas, unas buenas y otras malas, sino a dos realidades dentro de cada persona. Se salvará, pues, lo bueno que hay en cada uno (amor) y se perderá lo malo de cada uno (indiferencia, mentira, ego, ambición…) Esto significa infierno; la pérdida definitiva de plenitud del ser.

Frente a la desesperanza, la mentira, la inequidad, la supremacía de unos sobre otros, apostemos por el coraje y la firmeza en tiempo de desolación. Hay muchas buenas personas que aman “la solidaridad entre los españoles, la igualdad ante la justicia, el bien común, y la unidad como un bien moral forjado en nuestra historia [2]. Alcemos nuestra palabra con respeto, con verdad. No entremos al trapo de quienes provocan enfrentamientos y división. No seamos cómplices de los veletas. La nueva humanidad está por encima de toda esa inmundicia. “Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Cuando te  sientas apesadumbrado/a, triste, adora y confía…” (T. de Chardin)

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

 

[1] Paz Garrido, Mujeres y Teología, Madrid.

[2] Santos Montoya, Obispo de Logroño.

Fuente Fe Adulta

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El amor, criterio de verdad.

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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IMG_1431Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario:

CRISTO REY.

26 noviembre 2023

Mt 25, 31-46

Incluso una parábola tan sabia y hermosa como esta puede quedar pervertida cuando se lee, no en clave sapiencial sino moralizante. En esta última, el acento se coloca de manera inmediata en el premio y el castigo, en las “ovejas” y las “cabras”, en la “derecha” y la “izquierda”.

La lectura sapiencial, por el contrario, se mueve en parámetros totalmente diferentes, ya que la sabiduría únicamente busca una cosa: favorecer la comprensión experiencial, es decir, evocar, facilitar y favorecer el acceso a la verdad de lo que somos.

Si se entiende bien, podría decirse que a la sabiduría no le interesa la moral, sino la verdad. Porque solo de tal comprensión -del reconocimiento de la verdad- podrá nacer la acción adecuada.

Tampoco la parábola quiere recrear el escenario de un imaginario “juicio universal” tras la muerte. Esa es únicamente la metáfora que le sirve de vehículo.

El objetivo de la parábola parece obvio: La Realidad es Amor. Por eso, acertamos cuando vivimos el amor y nos perdemos cuando lo ignoramos.

El amor del que se habla no tiene que ver, de entrada, con la emoción o el sentimiento, sino con la comprensión y la consciencia de unidad. No se basa en lo que pueda vibrar en mi sensibilidad -aunque requiera que esta se halle mínimamente limpia y vibrante-, sino en la certeza de que todos y todo somos uno.

Así entendida, la parábola es una invitación a pasar de la errónea consciencia de separatividad -característica del estado mental, que nos hace girar en torno a los intereses del ego- a la consciencia de unidad, en la que nos vivimos en comunión, entrega y servicio; no por un principio moral, ni por obedecer un mandato divino, ni por temor a ser enviados al infierno, sino porque hemos “visto” lo que somos.

Por ello, el amor no se queda en un sentimiento romántico, sino que es invitado a mirarse en el espejo de un criterio prioritario: la persona en necesidad. Y se concreta en el cuidado eficaz de quien más sufre.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El núcleo del cristianismo no es la Curia, sino los pobres y hambrientos.

Domingo, 26 de noviembre de 2023
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cropped-cristo-reyDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- FIESTA DE CRISTO, SEÑOR DEL UNIVERSO: PASTOR DE LA HUMANIDAD.

    Con la fiesta de Cristo Señor del universo –Cristo rey-  terminamos el año litúrgico.

    Fue el papa Pío XI quien en 1925 instituyó esta fiesta, por lo que es una celebración relativamente nueva y fue promovida en el contexto laicista del momento.

    Mejor olvidar viejas connotaciones socio-políticas sobre Cristo Rey, que subyacen a esta fiesta de Cristo como Señor del Universo.

Cristo como señor de la historia no tiene nada que ver con la monarquía, ni con ningún sistema político. Mejor dejar de lado lo que hace referencia a lo militar, a las patrias, al poder y la violencia.

Una curiosidad bíblica

El cuarto Evangelio (Juan) tiene una ironía muy fina.

    Resulta que San Juan es el único evangelista que no emplea nunca la expresión Reino de los cielos / Reino De Dios [1]. En cambio en el evangelio de Juan hay rey: Jesús. “Yo soy rey”

    El diálogo entre Pilato y Jesús es majestuoso y tiene su retranca: Pilatos le pregunta ¿Tú eres rey?

¿Qué clase de rey es uno que va a ser condenado a muerte?

Es condenado a muerte porque el Reinado de Jesús no es como los de este mundo. (Jn 18,37).

02.- Cristo: sentido de la vida, de la historia.

Fue casi el último pensamiento que redactó P. Teilhard de Chardin (si bien había presidido toda su vida).

Cosmogénesis = Biogénesis =  Noogénesis = Cristogénesis. [2]

    Cuando decimos: Creo en Dios Padre, creador… podemos pensar o soñar que, sea como fuere el comienzo, (un big-bang original del que nació uno o muchos universos), estábamos en los albores del cosmos (cosmogénesis). La complejidad del universo (o multiversos) hizo brotar la vida (biogénesis) y la evolución de la vida llevó al conocimiento (inteligencia, al hombre inteligente: noogénesis [3]), que concluyó en Cristo (Cristogénesis).

  • En lenguaje bíblico damos gracias a Dios por la vida original expresada en el barro de Adán y Eva.
  • Cantamos en el prólogo del evangelio de san Juan que: en el comienzo existía la Palabra (Cristo) y por Él fueron creadas todas las cosas (Jn 1,1ss). Y todo termina en el Señor: ¡Ven pronto, Jesús! (Jn 22,20).
  • En la liturgia (noche pascual) oramos: Yo soy el principio y el fin, alfa y omega. [4] Estamos llenos de sentido tanto en el origen, en el transcurrir de la historia y por el final. Cristo es el sentido del Universo, del tiempo, de nuestra existencia.

Cristo es Señor del Universo.

Cristo rey significa que el Señor es el comienzo y el fin de la historia.

03.- La imagen del Pastor.

La liturgia de hoy está impregnada por la amable imagen del buen Pastor:

  • Yo mismo buscaré mis ovejas, (Ezequiel).
  • El Señor es mi pastor, (salmo 22).
  • Cristo será el Pastor que acoja a su rebaño al final de la historia, (Mateo).

Late en la Palabra de hoy la bondad del Buen Pastor: Yo soy el Buen Pastor que conozco a mis ovejas y ellas me conocen, (Jn 10). Palpita igualmente el cuidado del Buen Pastor por las ovejas perdidas (Lc 15). Jesús siente lástima, porque aquel pueblo -y el nuestro- caminamos como ovejas sin pastor (Mc 6,34).

    Jesús es rey como un buen Pastor que cuida de su rebaño, de sus ovejas.

04.- La moral es el amor en la vida cotidiana.

Lo decisivo y central en la vida, al menos en el cristianismo,  no es lo dogmático, mucho menos lo ritual, sino las “pequeñas-grandes” cosas y gestos de la vida cotidiana.

La moral cristiana es el amor.

Curiosamente en la parábola del “juicio final” de Mateo, que hemos escuchado hoy, no se habla de otra cosa que de dar de comer, dar de beber, vestir al que está desnudo, visitar a los enfermos y encarcelados, acoger al forastero emigrante. Al atardecer de la vida me examinarán del amor.

Opción preferencial por los pobres

Dando un paso más, el centro de la moral cristiana es la opción preferencial por los pobres, que cultivaron las Iglesias latinoamericanas con la llamada: “Teología de la liberación” y el mismo papa Francisco.

Decía Helder Cámara: “Cuando le doy de comer a un pobre, me llaman santo. Pero cuando digo que los pobres no tienen qué comer, me llaman comunista”.

    Con el manto ensangrentado con el que fue “investido” Jesús, con la corona de espinas y desde la cruz, que es el trono de Jesús al que tenía que ser elevado para atraer a todos hacia sí (Jn 12,32), escuchemos y acojamos lo que Jesús nos dice:

[1] Para ser exactos hay que decir que aparece una vez y en el diálogo de Jesús con  Nicodemo: ¿Qué ha de hacer un hombre viejo para entrar en el Reino, (Jn 3,3.5).

[2]Última página del diario”, Pierre Teilhard de Chardin,  El corazón de la materia, Sal Terrae, Santander, 2002, 108-109.

[3] Nous es un término griego, que significa “conocimiento”. Está presente en algunas palabras románicas: diag –nóus-tico, pro-nóus-tico, etc.

[4] Alfa y omega son la primera y la última letra del alfabeto griego: el principio y el fin.

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Michael Moore: “Ser rey o no ser rey… ¡esa no es la cuestión!”

Sábado, 27 de noviembre de 2021
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Michael-Moore-rey-cuestion_2397970199_15808053_660x371Lo que está en juego es nuestra imagen de Dios en relación con el poder

“La cuestión religiosa fundamental no se dirime proclamando si Jesús es rey o no, sino aclarando qué se entiende por reyecía y por reinado”

“Cuando Jesús habla del tema no lo relaciona consigo mismo -si él es rey o no- sino con su Padre: habla del Reino de Dios y del Dios del Reino… sin confusión y sin separación”

“Dios reina -se hace su voluntad- cuando se dan circunstancias humanas bien concretas y, aparentemente poco sagradas o, si se prefiere, bastante profanas, que tienen que ver siempre con la superación de situaciones de des-humanización”

“Sería bueno recuperar la tradición teológico-espiritual franciscana que remite al Dios que se revela en Jesucristo de un modo eminente en el pesebre, la cruz y la eucaristía (…) Es la omni-potencia de un Dios que, libremente, se (des)vela en la im-potencia de lo aparentemente anti-divino, débil y vulnerable”

Si uno lee a la ligera el pasaje bíblico que la liturgia ofrece para reflexionar sobre la festividad de Cristo rey (Jn 18, 33-37) queda un tanto mareado. Parece un diálogo de locos: preguntas que no terminan de responderse y respuestas que no obedecen a preguntas hechas (recurso estilístico típico del evangelio según Juan). Y nos dan ganas de recordarle a Jesús sus propias palabras: “Cuando ustedes digan ‘sí’, que sea realmente sí; y cuando digan ‘no’, que sea no” (Mt 5,37). Porque el desorientado de Pilatos simplemente le pregunta acerca de lo que decían que él decía (o no): que era rey de los judíos. La confusión nos ofrece la posibilidad de una aclaración porque, creo, la cuestión religiosa fundamental no se dirime proclamando si Jesús es rey o no, sino aclarando qué se entiende por reyecía y por reinado.

reino Exégetas y teólogos coinciden hoy en afirmar que la categoría de “reino” es el eje en torno al cual se entiende la identidad, la misión y la muerte del profeta de Galilea. Por tanto, no es un tema menor desde el punto de vista histórico y teologal; diversa cuestión es la significación que intentó dársele cuando se instituyó la fiesta litúrgica de Cristo rey (Pío XI, 1925) y el uso que se le ha dado a lo largo de la historia de la iglesia -antes y después de esa fecha-, sobre todo en lo que atañe a las relaciones entre el llamado poder espiritual y el poder temporal… pero eso es otro tema. En este breve espacio sólo quiero comentar algo sobre el trinomio Jesús-reino-Dios, y la imagen que de lo divino subyace en relación con el poder.

Cabe señalar, como me gusta decir usando lenguaje actual, que Jesús fue poco autorreferencial: cuando habla del tema -fundamentalmente en los sinópticos- no lo relaciona consigo mismo -si él es rey o no- sino con su Padre: habla del Reino de Dios y del Dios del Reino… sin confusión y sin separación. Lo primero, porque Dios no se identifica -no se agota- con ninguna realidad mediadora (ni el reino, ni la Iglesia ni su mismo Hijo) y lo segundo porque no se lo puede conocer y confesar fuera de las múltiples mediaciones, fuera de esta historia.  En efecto, “a la vez que revela el designio del Padre, Jesús critica toda forma de humanismo que pretenda instaurar un Reino olvidando su último fundamento y condición de posibilidad que es la Paternidad de Dios; y en cuanto revela cuál es su voluntad histórica, critica toda iglesia, toda teología, toda fe, que intente predicar un Dios sin Reino” (J.I. González Faus). El Dios que predica Jesús no es alguien sin rostro, abstracto y a-histórico, sino que hace referencia a un Dios que reina cuando se dan ciertas situaciones históricas bien concretas. El Salmo 146 (esp.7-10) es muy iluminador al respecto: “Él hace justicia a los oprimidos, / y da pan a los hambrientos. / El Señor da libertad a los cautivos, / el Señor abre los ojos a los ciegos, / el Señor levanta a los humillados, / el Señor ama a los justos; / el Señor protege al emigrante, / sostiene a la viuda y al huérfano. / ¡El Señor reina por siempre, / tu Dios, Sión, por todas las edades! / ¡Aleluya!” Por tanto, Dios reina -se hace su voluntad- cuando se dan circunstancias humanas bien concretas y, aparentemente poco sagradas o, si se prefiere, bastante profanas, que tienen que ver siempre con la superación de situaciones de des-humanización.

Jesús vive y muere por esa “Causa” (Pedro Casaldáliga). Para él, el “reino de Dios” -con su innegable dimensión política en cuanto afecta a la vida de la polis– es lo primero y lo último: no es la Iglesia, no es “el cielo” ni la vida más allá de la muerte, no es tampoco su propia persona, no es ni siquiera “Dios” en abstracto. Lo más importante para Jesús es el Dios del reino, el Dios que escucha (de un modo particular) a las víctimas y quiere implantar la justicia en la historia. Lo último (= determinante) es, pues, el reino como promesa de Dios para la humanidad (sufriente).

piedadCabe recordar que “al cristianismo no se le pidió tener fe en Jesús como Dios, se le pidió creer en la buena noticia y la buena noticia era la venida del Reino de Dios” (J.L. Segundo). Y urge hacerlo porque “luego de Jesús, el fracaso de la vida terrena del Maestro, más la centralidad de la Cruz en la teología cristiana y el posible error cronológico del propio Jesús y de la Iglesia primitiva sobre la inminencia de esa llegada del Fin, fueron llevando a los cristianos a olvidar el Reino en su idea de Dios o, al menos, a cambiar el significado del Reino para poder seguir creyendo en Jesús y en Dios” (J.I. González Faus). Por eso, repetimos, cristianamente, no hay Dios sin reino ni reino sin Dios.

¿“Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat” ? Depende… A este punto sería bueno recuperar la tradición teológico-espiritual franciscana que remite al Dios que se revela en Jesucristo de un modo eminente en el pesebre, la cruz y la eucaristía. Claramente, no es allí el monarca mayestático que, sentado en un trono dorado, bendice e imparte justicia (como suele representárselo iconográficamente). Muy por el contrario, alude a un Dios que se manifiesta en la carne de un bebé, de un hombre fracasado y de un pedazo de pan in-significante. Es la omni-potencia de un Dios que, libremente, se (des)vela en la im-potencia de lo aparentemente anti-divino, débil y vulnerable. Ante ello, la pre-potencia del hombre queda cuestionada. Ni sentado ni de pie: maniatado entre pañales, aferrado por clavos y encerrado en la materia inerte.

Ser rey o no serlo nos remite a la asociación que, inmediatamente, hacemos entre lo divino y el poder. Una vez más, en esa festividad de Cristo rey, lo que se pone juego es nuestra imagen de Dios (revelada en Jesús). Y no es un tema menor, puesto que, toda la revelación de Dios es una especie de lucha con el hombre, para que éste le acepte allí donde Dios quiere revelarse: en lo último y en lo escondido, desde lo último y entre los últimos […] Pero, a pesar de esa revelación, el ser humano sigue buscando a Dios en aquello que es lo primero, lo más grande, deslumbrante y avasallador. Dios se revela en el amor y el hombre se empeña en buscarle en el poder (J.I. González Faus).

Fuente Religión Digital

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Agrelo: “Ellos, expuestos a la muerte, condenados a morir de hambre y de frío en fronteras diseñadas para la seguridad de unos pocos, ellos son ‘el rey’”

Martes, 23 de noviembre de 2021
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David Trullo+Ecce Homo“Ellos, con sus vidas a cuestas, son mi Rey”

Interrogado por el procurador romano: ¿Eres tú el rey de los judíos?, Jesús de Nazaret, un despojado de todo poder, un acusado a quien todos podían escupir y despreciar, humillar y atormentar, responde: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz

Ellos, los despojados de poder, de derechos y de pan, los acusados de violentos y borrachos, los señalados como un peligro para los demás, ellos son “el rey”, y quienes son de la verdad escuchan su voz

A un pobre, juzgado por sanedrines teocráticos y magistrados imperiales, condenado por todos, ajusticiado como blasfemo, como esclavo y criminal, y sellado en un sepulcro para enterrar allí con su cuerpo también su memoria, a ese pobre los cristianos lo celebramos en la liturgia de cada día, que es lo mismo que decir, lo recordamos cada día con agradecimiento y con fiesta, y hoy lo declaramos, no sólo nuestro Rey, sino El Rey del universo, ¡El Rey!

Interrogado por el procurador romano: ¿Eres tú el rey de los judíos?, Jesús de Nazaret, un despojado de todo poder, un acusado a quien todos podían escupir y despreciar, humillar y atormentar, responde: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.

Ese hombre, Jesús, con su púrpura de burla, su corona de espinas, su trono de crucificado, ése es el Rey ante quien nosotros nos inclinamos, ése es el Rey a quien hoy aclamamos diciendo: El Señor reina, vestido de majestad.

En ese hombre, en ese pobre, en su abandono, en su debilidad, reconocemos el amor que da consistencia al universo, la fuerza que lo mueve; en ese retoño sin aspecto que pudiéramos apreciar, en ese desecho de hombre, reconocemos al Hijo más amado, en quien el Padre quiso fundar todas las cosas: Así está firme el orbe y no vacila.

En ese crucificado reconocemos a Aquel que nos amó y nos liberó de nuestros pecados y nos ha convertido en un reino, y nos ha hecho sacerdotes de Dios.

De ese hombre nos fiamos. A ese Rey le abrimos de par en par las puertas de nuestra vida

Sea que lo recibamos resucitado y humilde en la divina eucaristía, sea que lo recibamos herido y necesitado en el cuerpo de sus pobres, es siempre el Rey quien entra en nuestra vida, es el Señor quien se sienta como rey eterno, es el Señor quien bendice a su pueblo con la paz.

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Refugiados afganos atrapados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia Attila Husejnow / SOPA Images Via / DPA

Y cuanto dije de él, cuanto creo de él, cuanto celebro de su misterio, lo digo de él en los pobres, lo creo de los pobres en él.

Ellos, los despojados de poder, de derechos y de pan, los acusados de violentos y borrachos, los señalados como un peligro para los demás, ellos son “el rey”, y quienes son de la verdad escuchan su voz.

Ellos, expuestos a la muerte, asfixiados en éxodos imposibles, condenados a morir de hambre y de frío en fronteras diseñadas para la seguridad de unos pocos, ellos son “el rey”.

En ellos, en su abandono, en su debilidad, la fe reconoce y abraza al Hijo más amado, al Señor de nuestra vida, a aquel en quien el Padre quiso fundar todas las cosas.

Ellos, con su estigmatización social a cuestas, con sus vidas a cuestas, con su fardo de miedos y angustias y terrores y agonías a cuestas, ellos son mi rey, de ellos voy diciendo: “El Señor reina”; y no quiero borrar lo que el salmista añadió: “vestido de majestad”; pues también en estos reyes, de burla para la impiedad, pero de verdad para la fe, habita, como en el Rey del universo, la gloria de Dios.

Pero éstas son sólo cosas de la fe, misterios que ella sola revela, luz que ella enciende en la mirada.

Hoy, el milagro de la fe nos permite ver al Rey, recibirlo y abrazarlo en la Eucaristía y en los pobres.

Fuente Religión Digital

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Cristo Rey: ¿La fiesta sagrada oficial de los católicos LGBTQ?

Lunes, 22 de noviembre de 2021
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imageLa reflexión de hoy es de Michaelangelo Allocca, cuya breve biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para la solemnidad de Cristo Rey se pueden encontrar haciendo clic aquí.

Propongo que la Solemnidad de Cristo Rey se convierta en la fiesta sagrada oficial de la comunidad católica LGBTQ. Antes de que me aten a la estaca y se encienda un fuego bajo mis pies, permítanme un minuto para explicarme.

Soy muy consciente de que muchos (incluido yo mismo) que nadan en el extremo más progresista y orientado a la justicia del grupo católico se sienten incómodos con la fiesta de hoy. Incluso con el ajuste fino teológico aplicado para explicarlo, una imagen tan triunfalista y monárquica del Salvador es muy problemática.

Pero este aspecto problemático es clave en mi propuesta de que nuestra comunidad tome como patrón a Cristo Rey… de la Ironía. Celebrar a Cristo como “rey” es el epítome de la ironía, y por eso, diría yo, es la posición de las personas LGBTQ en la Iglesia Católica: absolutamente central y esencial, pero abominablemente irrespetada y marginada.

Las lecturas litúrgicas de hoy resaltan la ironía del título de “Rey”. Como algunas otras fiestas (la Asunción; la Inmaculada Concepción), las lecturas no hablan explícitamente sobre el tema del día, ya que no hay escrituras que hablen directamente sobre él. Hoy escuchamos un salmo real que describe a Dios como un rey “vestido de majestad” y el título mesiánico de “Hijo del Hombre” en la profecía de Daniel. Escuchamos la visión de Apocalipsis que describe a Jesucristo gobernando después de su muerte, lo que solo llama la atención de que durante su vida, Jesús nunca aceptó el título de rey.

Sí, se llamó a sí mismo “Hijo del Hombre”, que tenía asociaciones mesiánicas. Pero esto es lo más cerca que estuvo de llamarse a sí mismo rey, y en realidad no está tan cerca. El Mesías sugirió “rey” a muchos judíos en ese momento. La palabra significa literalmente “ungido”, como lo eran los reyes; pero también fueron ungidos sacerdotes, e incluso ocasionalmente profetas. Más concretamente, Jesús mismo dejó en claro que “rey” no era la forma en que entendía su papel como mesías.

Plutarco y Shakespeare dijeron que muchos estaban impresionados por la humildad mostrada por Julio César al rechazar una corona tres veces. Pero esto es algo estrictamente amateur comparado con la persistencia de Jesús en rechazar los esfuerzos por coronarlo. En el evangelio de hoy, Pilato le pregunta sin rodeos si él es “un rey“, y específicamente, “rey de los judíos”. Jesús da un paso lateral o redirige la pregunta; los lectores del evangelio de Juan se preguntan si el “tú lo dices” de Jesús es un “sí” tácito o simplemente un exasperado, “no tienes idea de lo que soy en realidad, y esa palabra probablemente se acerca más a tu vocabulario, así que seguro, multa.”

En varios puntos de los evangelios, Jesús evade y rechaza repetidamente los esfuerzos por convertirlo en rey; y, sin embargo, es precisamente el cargo de pretender ser rey lo que se utiliza para que sea condenado por un delito capital. Es una de las mayores ironías en la historia de la Iglesia que el título que Jesús evitó enérgicamente en vida, y que se convirtió en el instrumento de su muerte, se le fijó póstumamente y se perpetuó en esta fiesta.

Y por eso propongo que nosotros, como católicos LGBTQ, nos identifiquemos con este epítome contraintuitivo de ironía, debido a la ironía de nuestro estatus dentro de la iglesia. Dudo que tenga que convencer a alguien de que, a pesar de que el Papa Francisco avanza en la dirección correcta, gran parte de la Iglesia todavía apenas tolera (si es que eso) nuestra presencia. Casi todas las semanas trae una nueva historia de un maestro en una escuela católica, o un organista parroquial, que fue despedido debido a su condición públicamente gay, ya que ‘no se ajusta a la enseñanza de la Iglesia’. Pero como se ha señalado durante mucho tiempo, elimine todo los empleados homosexuales y no tendrías escuelas católicas; Elimina a todos los músicos alegres, y las iglesias estarían en silencio. Y, por supuesto, ¿cuántos sacerdotes quedarían si todos los homosexuales fueran despedidos?

A principios de este mes, el pastor de una parroquia de Chicago escribió una columna en el National Catholic Reporter declarando rotundamente que su parroquia bien podría haberse derrumbado por la pandemia, si no fuera por los heroicos esfuerzos de sus miembros LGBTQ. Este pastor está afirmando la irónica verdad de que posiblemente la comunidad más despreciada y menospreciada de la Iglesia es quizás su mayor fortaleza y su alma.

El Salvador que siempre se puso del lado de los pobres y oprimidos, que estuvo a punto de ser asesinado en la infancia por un rey, que fue ejecutado por un imperio, es celebrado todos los años como “el Rey”. Cuando imagino a Jesús riéndose de esta divina ironía, no tengo ninguna duda de que estaría encantado si hiciéramos de esta nuestra fiesta religiosa especial.

—Michaelangelo Allocca, 21 de noviembre de 2021

Fuente New Ways Ministry

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“Soy rey… para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

Domingo, 21 de noviembre de 2021
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¿ME DEJÁIS SOLO?

¿Me dejáis solo?
¿Con la verdad?

¿Por qué no me ayudáis
a examinar la piedra fascinante
que me ha atraído siempre a la frontera?

Los caminos trillados
son caminos de todos.
Nosotros, por lo menos,
debemos arriesgar estas veredas
donde brota la flor del Tiempo Nuevo,
donde las aves dicen la Palabra
con el vigor antiguo,
por donde otros arriesgados buscan
la humana libertad…

Si el corazón es limpio
no ha de atraparnos nunca
la noche intransitable.
El viento y las estrellas
nos dictarán los pasos.

¿Por qué me dejáis solo,
con o sin la verdad?

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, 1986

***

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:

– “¿Eres tú el rey de los judíos?”

Jesús le contestó:

“¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

Pilato replicó:

– “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?”

Jesús le contestó:

“Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

Pilato le dijo:

“Conque, ¿tú eres rey?”

Jesús le contestó:

“Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

*

Juan 18, 33b-37

***

Jesús, que está a punto de subir al patíbulo, sin que se intente un solo gesto, de la tierra o del cielo, para defenderle, este mismo Jesús afirma con una calma suprema: «Yo soy rey». Rey, es decir, no sólo libre (y está atado), sino también Señor (y están a punto de matarle).

Aquel instante exigía la fe más firme, porque era el de la oscuridad más profunda, era el momento en que daba la impresión de que del Dios-nombre ya no quedaba nada de Dios y, dentro de muy poco, tampoco quedaría nada del hombre. No era difícil creer en el poder de Jesús cuando mandaba sobre las enfermedades, sobre la tempestad, sobre la muerte. Ahora bien, para pensar como Rey y como Dios a uno que ha sido vencido, aplastado, reducido a nada, es preciso recurrir a una lógica que invierta cualquier pensamiento humano, es preciso dejar que se hunda nuestra propia inteligencia en las tinieblas más densas; en una palabra, renunciar a cualquier otra luz que no sea la de la confianza ciega, propia del amor […].

En aquel momento era menester el amor mismo de Dios para comprender que el despojo total podría constituir la ofrenda suprema del amor, para descubrir en la aniquilación de la cruz la manifestación más sublime de la omnipotencia de Dios.

Jesús manifiesta su propia realeza y su soberano señorío sirviéndose de la mala voluntad de los hombres para cumplir su voluntad de salvación, utilizando su odio para su obra de amor.

Le crucificaban para quitarle de en medio, y he aquí que lo vuelven a zambullir en la eternidad de donde había venido y que, con su retorno, volverá a abrirla a todos los hombres

*

I. Riviére,
A chaqué jour suffit sa joie,
París 1949, pp. 171 ss.

***

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“Testigos de la Verdad”. Jesucristo, Rey del universo – B (Juan 18,32-37)

Domingo, 21 de noviembre de 2021
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55_34_TO_B_1480687El juicio tiene lugar en el palacio donde reside el prefecto romano cuando acude a Jerusalén. Acaba de amanecer. Pilato ocupa la sede desde la que dicta sus sentencias. Jesús comparece maniatado, como un delincuente. Allí están, frente a frente, el representante del imperio más poderoso y el profeta del reino de Dios.

A Pilato le resulta increíble que aquel hombre intente desafiar a Roma: «Con que, ¿tú eres rey?». Jesús es muy claro: «Mi reino no es de este mundo». No pertenece a ningún sistema injusto de este mundo. No pretende ocupar ningún trono. No busca poder ni riqueza.

Pero no le oculta la verdad: «Soy rey». Ha venido a este mundo a introducir verdad. Si su reino fuera de este mundo tendría «guardias» que lucharían por él con armas. Pero sus seguidores no son «legionarios», sino «discípulos» que escuchan su mensaje y se dedican a poner verdad, justicia y amor en el mundo.

El reino de Jesús no es el de Pilato. El prefecto vive para extraer las riquezas de los pueblos y conducirlas a Roma. Jesús vive «para ser testigo de la verdad». Su vida es todo un desafío: «Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato no es de la verdad. No escucha la voz de Jesús. Dentro de unas horas intentará apagarla para siempre.

El seguidor de Jesús no es «guardián» de la verdad, sino «testigo». Su quehacer no es disputar, combatir y derrotar a los adversarios, sino vivir la verdad del evangelio y comunicar la experiencia de Jesús, que está cambiando su vida.

El cristiano tampoco es «propietario» de la verdad, sino testigo. No impone su doctrina, no controla la fe de los demás, no pretende tener razón en todo. Vive convirtiéndose a Jesús, contagia la atracción que siente por él, ayuda a mirar hacia el evangelio, pone en todas partes la verdad de Jesús. La Iglesia atraerá a la gente cuando vean que nuestro rostro se parece al de Jesús, y que nuestra vida recuerda a la suya.

José Antonio Pagola

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“Tú lo dices: soy rey.” Domingo 21 de noviembre de 2021. Domingo 34 del tiempo ordinario. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 21 de noviembre de 2021
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61-ordinarioB34 cerezoLeído en Koinonia:

Daniel 7, 13-14: Su dominio es eterno y no pasa.
Salmo responsorial: 92: El Señor reina, vestido de majestad.
Apocalipsis 1, 5-8: El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
Juan 18, 33b-37: Tú lo dices: soy rey.

Problemática pastoral concreta de la festividad de Cristo Rey

Vamos a comenzar removiendo obstáculos, porque hay problemas respecto a los posibles significados de esta fiesta. Veamos algunos:

a) El origen de esta fiesta y su contexto original. Esta fiesta fue establecida en un contexto anterior al Vaticano II, en 1925, por Pío XI, y con un espíritu muy cercano al de cristiandad, cuando el Vaticano expresaba claramente su deseo de que el cristianismo fuera la religión oficial, la religión de los Estados cristianos. Al confesar a Cristo como Rey universal se quería con ello vehicular el deseo de que también la Iglesia fuese testigo y participante ya aquí en la tierra de esa realeza: una realeza de Cristo reconocida, redundaba inevitablemente en una Iglesia respetada, favorecida por el Estado, con alto estatus en la sociedad, fuerte y organizada, que aunque no podía ya revestirse de poder político temporal, al menos podía participar de él por una relación estrecha y armoniosa con los poderes sociales. Durante mucho tiempo, el título de “Cristo Rey”, el “reinado social del Corazón de Jesús”… incluyeron esos aspectos de autoencumbramiento de la Iglesia, olvidando que la práctica de Jesús de Nazaret fue muy distinta, incluso totalmente contraria.

b) El concepto de Reino-monárquico. El Reino no es hoy día la forma más frecuente de organización sociopolítica. La mayor parte de los países son repúblicas, de diferentes rostros, y los reinos que persisten, ya no lo son en su forma clásica, sino en adaptaciones a la cultura política actual (por ejemplo las monarquías “parlamentarias”) que, al superarla, niegan en el fondo la esencia misma de lo que era un “reino”.

Aun siendo conscientes de la limitación inevitable que todo lenguaje teológico tiene por su misma naturaleza analógica, figurada, simbólica, apofática… cada vez más se viene insistiendo en que la palabra “reino” no sería la más adecuada para expresar la utopía bíblico-mesiánica del Reino de Dios, porque en esta altura de la historia la palabra «Reino» ya no expresa una forma de organización sociopolítica deseable para los humanos. Cada vez se evidencia más la dificultad de hablar de Dios (y de Cristo) como “rey”, y de su proyecto escatológico como un “reino”. ¿Estamos seguros de que un reino, una monarquía, podría ser una analogía del “Reino de Dios” realizado? La realización del reino de Dios, ¿no exigiría la superación de muchos aspectos de lo que es una monarquía, un “reino”? Acaso una comunidad, ¿puede ser comparada con un «reino», con una «monarquía»? ¿Y una familia?

Pablo Suess viene proponiendo la expresión “democracia participativa del RD” para corregir la evocación que el término clásico conlleva. Ya sabemos que no se puede simplemente sustituir una expresión por otra, pero es bueno aludir con frecuencia a esa insuficiencia de la expresión clásica, para hacer caer en la cuenta a los oyentes, y para liberar al contenido (el Reino mismo, el significado), de las limitaciones del significante (una palabra no completamente adecuada).

Para hablar del Reino puede ser mejor hablar del Proyecto, de la Utopía de Dios… que hacemos nuestra: queremos «construir la Democracia de Dios, cósmica, pluralista, inclusiva, y por eso, amorosa, encarnación viva del Dios de los mil rostros, colores, géneros, culturas, etnias, sentidos…».

c) Connotación de género en la palabra “Reino”.

Es útil saber que en el ámbito de la teología feminista angloparlante se rechaza también la expresión (God’s Kingdom), a causa de su machismo larvado (kingdom alude directamente a king, no a queen…). En castellano no tenemos ese problema en esta expresión, pero el saber que existe en otras lenguas invita a prevenirlo en su uso consciente.

Los grandes temas de la fiesta de hoy y de la semana

Hay varios grandes temas que podrían servir para orientar la reflexión de la homilía o la reflexión del círculo bíblico o la comunidad cristiana en torno a los textos de este domingo. Habrá que elegir entre ellos. Aquí sólo los apuntamos:

a) El Reino de Dios, como contenido del mensaje de Jesús. Jesús nunca se proclamó Rey: nada más lejos de Él. Lo que Jesús hizo fue ponerse al servicio total del Reino, de forma que éste fue el centro mismo de su predicación y de su vida, la Causa por la que dio la vida. Importa pues hacer honor a la identidad verdadera de Jesús: Él no fue rey, ni lo quiso ser nunca, por mucho que algunos cristianos crean que llamándolo así lo honran… La intención puede ser buena, pero el título que de hecho se le atribuye no podría ser de su agrado.

Jesús habló del Reino, fue su servidor y su mensajero, pero sus seguidores se olvidaron del Reino. y lo constituyeron a él como el Reino mismo, como el Rey… El mensaje fue sustituido por el mensajero. Jesús nos indicaba el Reino, como la Causa por la que estaba apasionado y por la que dio su vida, y un buen grupo de seguidores se olvidaron de esa causa, y se enamoraron de Jesús. Es preciso volver a Jesús, y su Causa…

Para hablar concretamente del Reino es bueno reparar en el texto del prefacio de esta fiesta, que da una «descripción» muy plástica de su contenido. Esa idea fue recogida en el conocido estribillo del Salmo 71 del compositor Manzano, que dice: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia… es Paz… es Gracia… es amor, ¡venga a nosotros tu Reino, Señor». Bien glosada, y debidamente justificada esa perspectiva teológica, puede ser un buen guión para la homilía. Y no debería faltar ese canto en la celebración de hoy.

b) La relación entre cristocentrismo y reinocentrismo. Una cierta interpretación de esta fiesta –muy común por lo demás en el cristianismo en general– propicia un cristocentrismo exagerado, absoluto, que no hace justicia a la verdad de la revelación, al mensaje real de Jesús, a lo que Jesús realmente dijo, no a lo que después dijeron que había dicho. Importa pues pastoralmente discernir una «correcta jerarquía de valores», que la teología de la liberación fue la primera que dio en llamar “reinocentrismo”, con tal fuerza de persuasión, que no hay teología ni espiritualidad honesta que se puedan resistir.

c) El mesianismo de Jesús. La aclamación o la espera de Jesús como Rey se dio en el contexto del mesianismo: se esperaba un liberador. Hoy la postración es tal que ni siquiera se espera nada, pudiendo hacer de la aclamación de Jesús como Rey algo bien alejado de lo que el mesías supuso realmente para los que lo esperaron.

d) La dimensión escatológica: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el “juicio final”… El final del año litúrgico nos hace tematizar en nuestra reflexión el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Pero ya en un contexto mental diferente, en el que sabemos que nuestra aventura humana no es la razón del cosmos, que el mundo no acabará el día que Dios decida acabar el ciclo de la humanidad y pasar a la vida eterna, y que no se trata de que estemos aquí para una prueba que se verificará en el día del juicio final, tras lo cual iríamos al cielo o al infierno… Leer más…

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21.11.21.Domingo de Cristo Rey. Pilato le preguntó: ¿Eres el rey de los judíos? Jesús respondió: Para eso he nacido y he venido al mundo; para ser testigo de la verdad (Jn 18, 33-37).

Domingo, 21 de noviembre de 2021
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0BE201FB-A8FF-480B-9374-20D457608119Del blog de Xabier Pikaza:

El texto es algo más complejo, pero esas son sus palabras centrales: El Reino de Dios consiste en decir/hacer la verdad. No se trata de expresar una verdad que ya existía fuera, en un tipo de cielo independiente de la tierra, sino de hacerse (ser-vivir) en verdad.

1) Muchos pensaron (y siguen pensando) que Jesús debería ser como David, Alejando, César o Napoleón: conquistador guerrero, creador de dinastía eterna de reyes triunfadores. Pero se equivocaban. Ni esos fueron reyes de verdad, ni Jesús fue rey por armas o dinero, sino por ser testigo de la verdad y así le mataron, pero fue y sigue siendo rey verdadero.

2) Así le presenta el evangelio de Juan como Cristo-rey ante Pilato, representante del César Augusto de Roma. Fue y sigue siendo Rey en el sentido más alto, en un mundo como el nuestro (año 2021) donde (en nombre de Dios, de la paz, del orden mundial, del capital o del progreso) se siguen inventando e imponiendo reinos de muerte, imposición y mentira. Un día como hoy se sigue crucificando  a muchos hombres y mujeres simplemente porque son testigos de la verdad, como Jesús.  

Juan 18, 33b-37

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?” Pilato replicó: “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?” Jesús le contestó:

“Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.” Pilato le dijo: “Conque, ¿tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

Interpretación básica: soy rey. para eso he nacido y para eso he venido: para dar testimonio de la verdad ( jn 18, 37)

 Juan Bautista de Jerusalén había sido profeta del juicio de Dios, y así pensaba que este mundo debía pasar por el fuego (siendo destruido por el hacha y huracán), a fin de que surgiera después un mundo distinto, para un grupo pequeño de liberados (Mt 3, 1-10 par), el Reino de Dios. Augusto o Tiberio de Roma era entonces Rex, gran Basileus por imponer su dominio militar (imperium) sobre todo el mundo conocido.

 Jesús, en cambio, no anunció un como Bautista, ni conquistó un imperio con legiones como Augusto, sino que inició un programa de liberación por la verdad, anunciando y preparando así la llegada del Reino de Dios para todos los que buscan y aceptan la verdad (cf. Mc 1, 14-15).

La respuesta del Bautista era más fácil: Dios había fracasado con el mundo y debía destruirlo, para crear después uno distinto (con hombres limpios, ya purificados). La respuesta de César Augusto era más visible: Las legiones de su imperio se extendían por todos los caminos como testimonio de un imperio mundial, llamado a extenderse sobre el orbe de la tierra.

Jesús, en cambio, se atrevió a pregonar y anunciar la verdad (ser verdadero) ese un mundo que parecía condenado, para crear de esa manera el Reino de Dios que es la Verdad, desde los pobres y excluidos.

            De esa forma, en un mundo como aquel, obsesionado por pecados, faltas e impurezas, en un tiempo en que el templo de Jerusalén funcionaba como máquina de expiación y purificaciones, al servicio de la remisión de los pecados, dentro de un imperio obsesionado por perfeccionar su máquina militar, Jesús vino a presentarse como un hombre de Dios, había enviado para dar testimonio de la verdad, anunciando de esa forma la llegada de un Reino en el que todos los hombres y mujeres serían “reyes”, seres libres, abiertos a Dios, comunicándose entre sí, por amor y salud, en la la Verdad.

 Ciertamente, habló de la llegada del Reino, pero no en sentido de dominio económico, social o militar, sino de servicio mutuo, de establecimiento de la vedad por el amor. Por eso no vino anunciando una guerra apocalíptica, ni la destrucción de los perversos, sino sembrando humanidad, desde Galilea, ofreciendo a los enfermos, marginados y pobres la Palabra, pues otros se habían apropiado de ella, dejándoles sin nada, sin riqueza ni semilla humana. Quiso así que todos fueran reyes, en un Reino fundado en la verdad Dios y en la fraternidad entre los hombres.

No sabía de antemano la forma en que vendría ese Reino (ni qué día), pero estaba seguro de que había comenzado a revelarse, y que culminará muy pronto, desde Galilea, transformando a los artesanos y pobres, a los expulsados y enfermos de las aldeas de su tierra, que se convertirán en portadores de la Verdad de Dios.

No quiso ni pudo evocar sus detalles, pero estaba convencido de que el Reino estaba viniendo a través de campesinos, artesanos y pobres, a quienes él concibió como portadores de la verdad de Dios, para culminar así la obra de la creación (Gen 1). No fue a las ciudades mayores de Galilea (Séforis, Tiberíades) o de su entorno helenista (Tiro, Escitópolis, Gadara, Gerasa, Damasco), pues, aunque en ellas había muchos pobres, su núcleo dominante se hallaba pervertido, al servicio del poder.

Así inició su marcha entre las aldeas de Galilea, con la certeza de que Dios le enviaba a recoger y transformar a las “ovejas perdidas” (cf. Mt 10, 6), para iniciar con ellas un movimiento al servicio de la Verdad de Dios (que es el Reino), para Israel y para la humanidad entera.

 En esa línea debemos superar un gran malentendido, propio de aquellos que creen que el Reino de Dios vendría de repente, a través de algún tipo de estallido espectacular, como la descarga de un rayo que brilla en el horizonte y sacude la tierra de repente (cf. Mt 24, 27), sin que los hombres puedan hacer nada para impedirlo. Ciertamente, en un sentido, la llegada del Reino será como relámpago que alumbra y transforma de pronto el espacio y tiempo de los hombres. Pero en otro ha de entenderse como resultado de un proceso que habían puesto en marcha los profetas y que Jesús ha ratificado y acelerado con su vida, siendo testigo de la verdad de Dios.

Jesús no fue inventor de empresas productoras, ni organizó nuevos mercados laborales, como los que estaban imponiendo en aquel tiempo los magnates de Galilea, ni promotor de una alternativa política, pero hizo algo mucho más profundo y duradero: Inició desde (con) los pobres (enfermos, excluidos) de su entorno un camino de humanidad, es decir, de Reino de Dios, siendo así testigo de la verdad de Dios y de su vida entre los hombres.

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Domingo 34. Ciclo B. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 21 de noviembre de 2021
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J026_PantocratorDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Como la Iglesia siempre va por sus caminos, el próximo domingo termina el año litúrgico, con más de un mes de anticipación al año civil. Los domingos posteriores los dedicaremos a preparar la Navidad (tiempo de Adviento) y a celebrarla. Pero ahora nos toca cerrar el año, y la Iglesia lo hace con la fiesta de Cristo Rey.

Motivo y sentido de la fiesta

No se trata de una fiesta muy antigua, la instituyó Pío XI en 1925. Por eso, cuando se buscan imágenes de Cristo Rey en Internet, aparece una serie de estampitas horribles, de pésimo gusto, en las que siempre lleva una corona en la cabeza. En cambio, el arte románico y el gótico, cuando representan a Jesús en majestad lo hacen como Maestro, con la mano derecha levantada en señal de enseñar, no como Rey.

            ¿Por qué quiso Pío XI subrayar este aspecto? Para comprenderlo hay que recordar la fecha de la institución de la fiesta: 1925. La Primera Guerra Mundial ha terminado hace siete años. Alemania, Francia, Italia, Rusia, Inglaterra, Austria, incluso los Estados Unidos, han tenido millones de muertos. La crisis económica y social posterior fue tan dura que provocó la caída del zar y la instauración del régimen comunista en Rusia en 1917; la aparición del fascismo en Italia, con la marcha sobre Roma de Mussolini en 1922, y la del nazismo, con el Putsch de Hitler en 1923. Mientras en los Estados Unidos se vive una época de euforia económica, que llevará a la catástrofe de 1929, en Europa la situación de paro, hambre y tensiones sociales es terrible.

            Ante esta situación, Pío XI no hace un simple análisis socio-político-económico. Se remonta a un nivel más alto, y piensa que la causa de todos los males, de la guerra y de todo lo que siguió, fue el “haber alejado a Cristo y su ley de la propia vida, de la familia y de la sociedad”; y que “no podría haber esperanza de paz duradera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de Cristo Salvador”. Por eso, piensa que lo mejor que él puede hacer como Pontífice para renovar y reforzar la paz es “restaurar el Reino de Nuestro Señor”. Las palabras entre comillas las he tomado del comienzo de la encíclica Quas primas, con la que instituye la fiesta.

            La posible objeción es evidente: ¿se pueden resolver tantos problemas con la simple instauración de una fiesta en honor de Cristo Rey?, ¿conseguirá una fiesta cambiar los corazones de la gente? Los noventa años que han pasado desde entonces demuestran que no.

            Por eso, en 1970 se cambió el sentido de la fiesta. Pío XI la había colocado en el mes de octubre, el domingo anterior a Todos los Santos. En 1970 fue trasladada al último domingo del año litúrgico, como culminación de lo que se ha venido recordando a propósito de la persona y el mensaje de Jesús.

            Ahora, la celebración no pretende primariamente restaurar ni reforzar la paz entre las naciones sino felicitar a Cristo por su triunfo. Como si después de su vida de esfuerzo y dedicación a los demás hasta la muerte le concedieran el mayor premio.

Las lecturas

            La primera lectura, de Daniel, anuncia el triunfo del Hijo del Hombre, que recibe el poder y la gloria.

Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.

            La segunda, del Apocalipsis, llama a Jesús “Príncipe de los reyes de la tierra”. Pero no se considera por encima de nosotros ni lejos de nosotros. “Nos ama y nos ha lavado con su sangre”, y nos hace compartir su dignidad convirtiéndonos en un “reino de sacerdotes”. Tras la desaparición de la monarquía judía, esta expresión significaba que el pueblo estaría regido por sacerdotes. El Apocalipsis lo enfoca de manera distinta: no exalta el poder de los sacerdotes, sino el carácter sacerdotal del pueblo de Dios.

Y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos. Amén. Mirad, que viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso.

            La tercera, del evangelio de Juan, ofrece una visión más crítica de la realeza. Es un auténtico interrogatorio, en el que Pilato formula cuatro preguntas; pero Jesús no es un acusado que se limita a responder. A la primera pregunta responde con otra pregunta casi insultante para un prefecto romano. A la segunda, “¿Qué has hecho?”, tampoco responde. Se remonta a la pregunta inicial de Pilato sobre si es el rey de los judíos, y se expresa de forma tan desconcertante, hablando de “un reino que no es de aquí”, que a Pilato no le quedan las ideas claras. Su pregunta final no es “¿Eres tú el rey de los judíos”, sino “¿Luego tú eres rey?”. La dimensión nacionalista desaparece; lo importante es la realeza misma de Jesús. Después de lo anterior, lo lógico sería que Jesús se limitase a responder: “Sí, soy rey”. En cambio, añade algo absolutamente nuevo: no ha venido a gobernar, ni a recibir honor y gloria, sino a dar testimonio de la verdad. Si recordamos que él es “el camino, la verdad y la vida”, Jesús ha venido a dar testimonio de sí mismo, a darse a conocer, a demostrar a la gente que “tanto amó Dios al mundo, que le dio a su hijo unigénito”. Un testimonio por el que lo acusarán de blasfemo y que, entre otros motivos, le costará la vida.

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Respondió Jesús: “¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?”  Pilato respondió: “¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” Respondió Jesús: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.” Entonces Pilato le dijo: “¿Luego tú eres Rey?” Respondió Jesús: “Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

Reflexión personal

 Generalmente esperamos de la homilía que nos ilumine y nos anime a ser mejores, a vivir de acuerdo con la enseñanza y el ejemplo de Jesús. Y esto es esencial si tenemos en cuenta las últimas palabras del evangelio: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Pero la fiesta de Cristo Rey nos invita también a felicitar, dar la enhorabuena a quien tanto ha hecho por nosotros.

Al mismo tiempo, el sentido primitivo de la fiesta encaja perfectamente con la situación que vivimos hoy de problemas sociales, políticos y económicos. No podemos ser ingenuos en las soluciones, pero tampoco podemos negarle la razón a Pío XI: si el mundo viviese de acuerdo con el evangelio, otro gallo nos cantaría.

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Jesucristo Rey del Universo. Último Domingo del Tiempo Ordinario. 21 de Noviembre de 2021

Domingo, 21 de noviembre de 2021
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“Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

(Jn 18, 33-37)

Jesús es Rey. Hoy celebramos precisamente eso: Jesucristo Rey del Universo. Pero hay que reconocer que después de tantos reyes (¡y de tantos tiranos!) la imagen de rey no nos cae simpática. Tampoco los gobernantes nos ofrecen una imagen en la que apoyarnos.

Vivimos un cambio de época en el que las instituciones y los organismos de poder se encuentran en crisis, algo que sucede en la historia con una rítmica periodicidad.

El poder tiende a convertir a todos en lo mismo. Da exactamente igual si uno llega al poder por heredar un apellido o por aclamación popular, una vez en el poder se sucumbe al propio bienestar y al de los más cercanos. Pasa con los grandes poderes y pasa con los pequeños.

Tal vez por eso Jesús se apartó siempre del poder. Cuando las multitudes quieren proclamarlo rey él se aparta. Él había venido para servir. Parece que el único antídoto contra la tiranía es precisamente el servicio al estilo de Jesús.

Pero no nos engañemos, el servicio es desagradable. Ponerse a los pies de los demás facilita el ser pisoteado. Y también se corre el peligro de caer en el servilismo que denigra.

El camino que recorre Jesús es estrecho y poco claro. Caminar tras sus huellas es decidirse a dejarse confrontar continuamente.

El mismo Jesús se pasa medio evangelio “retirándose a orar”. Jesús se hizo ser humano y pasó por las mismas dudas y las mismas tentaciones que pasamos todas las personas.

Su reinado estaba al servicio de la verdad. Y la verdad suele ser siempre más amplia. Nuestros puntos de vista, nuestra claridad meridiana suelen palidecer cuando se descubre la verdad. La verdad no se deja poseer por una sola persona. Al contrario, se reparte. Todas tenemos algo de verdad. El problema es creer que esa pequeña verdad que tenemos es la verdad completa. Ese es el principio de la tiranía y del fanatismo.

Oración

¡Que venga tu reino, Trinidad Santa! Ábrenos la mente para que podamos reconocer que Tu Verdad es siempre más amplia de lo que alcanzamos a ver.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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