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Martes, 24 de mayo de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Tras las huellas vivas de Etty Hillesum

Mientras que nuestro mundo contemporáneo atraviese una crisis de sentido, una joven mujer judía puede ayudarnos a atravesar la prueba y a guardar la esperanza.

Del 1941 al 1943, en Amsterdam, Etty Hillesum mantiene un diario de una densidad excepcional. Consigna en 11 cuadernos las últimas experiencias de su vida. Este extraordinario documento es un verdadero testamento espiritual. Descubrimos allí su fe inquebrantable en el hombre al mismo tiempo que éste comte sus más negras fechorías durante la segunda guerra mundial. Etty Hillesum murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943 después de haber pasado los últimos meses de su vida en el campo de tránsito de Westerbork al servicio de sus hermanos judíos.

 

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“No creo en absoluto que pudiéramos corregir cualquier cosa que sea en el mundo exterior, que primero no la hayamos corregido en nosotros mismos. La única lección  de esta guerra es que hemos aprendido a buscar en nosotros mismos y no en otro lugar. “

*
Etty Hillesum
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***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

Obras ES /3. Consolar, soportar, dialogar

Jueves, 19 de mayo de 2016
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consolar01Del blog de Xabier Pikaza:

Termina con esta postal la exposición de las siete obras de misericordia espirituales (propias del Espíritu Santo), que he querido poner de relieve con ocasión de la fiesta de Pentecostés.

El mismo Espíritu de Dios consuela a los tristes, nos consuela y hace que nosotros podamos consolar a los demás, como dice San Pablo en Rom 8 y 2 Cor 1. Por eso le llamamos Consolador o Paráclito: Fuente y sentido de todo consuelo profundo.

Éstas son las tres últimas: consolar a los tristes, soportar las adversidades de la vida y dialogar con el misterio (esto es, pedir a Dios por vivos y difuntos), descubriendo y realizando así el sentido de la vida como diálogo con Dios, dialogando (en lo que podamos) con todos los hombres y mujeres.
Cada lector podrá destacar una de ellas.

images— Para algunos, la más importante será el consuelo, que consiste en acompañar y animar a los tristes, angustiados, abatidos, levantando la “moral” de los demás, para caminar con ellos.

— Otros insistirán en la paciencia activa, entendida como aguante en las adversidades. No se puede consolar si uno se deja hundir, si se deprime por nada, si no sabe mantenerse en un mundo cargado de riesgos.

Paciencia activa es el aguante, es decir, la resistencia , como ha puesto de relieve el libro del Apocalipsis. No es una resistencia resentida, sino un gesto de compromiso activo con la vida, a favor de los demás, en esperanza.

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— Finalmente, la más importante de todas las obras es la oración, entendida como diálogo, con Dios y con los otros. No se trata simplemente de pedir, sino de pedir y dar, de acompañar a los demás en el camino (y de un modo especial al mismo Dios).

La oración nos vincula sobre el campo de la vida, como a la pareja del cuadro de Millet, con la pareja orando al mediodía el Ángelus. Ambos dialogan así y se vinculan, no sólo con el campo en que trabajan, sino con el Dios creador, con los vivos y difuntos.

Como verá quien lea la postar entera, sigo tomando como referencia la obra que hemos escrito J. A. Pagola y un servidor con el título de Entrañable Dios. Las obras de misericordia (Verbo Divino, 2016). Allí he puesto de relieve el origen y sentido de las obras de misericordia corporales y espirituales (por utilizar este lenguaje, quizá poco apropiado, de la tradición teológica, pues también las obras llamadas corporales, tomadas de Mt 25, 31-46, son obras espirituales).

CONSOLAR AL TRISTE

El perdón era la obra central de la misericordia (era la cuarta, estaba en medio de las siete). Pues bien, tras el perdón, como despliegue ulterior del proceso educativo, viene el consuelo, en la línea de las bienaventuranzas que han sido y siguen siendo la lección más honda de la escuela de Jesús, cuando decía «felices los que lloran, porque serán consolados» (Mt 5,5). No son felices porque lloran (ni porque tienen hambre, ni son pobres…), sino porque recibirán consuelo de otros (serán saciados, heredarán el Reino).
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Esta es sin duda una obra de Dios, el gran consolador, pero es, al mismo tiempo, una obra de la comunidad cristiana, entendida como escuela de consuelo para los tristes.

En este contexto se inscriben las palabras simbólicas de Pablo, cuando afirma que la tierra entera gime, en dolores de parto, y nosotros los seres humanos gemimos con ella, esperando la liberación que proviene de Dios, viniendo de los hermanos que nos ofrecen su consuelo (Rom 8,21-24; cf. 2 Cor 1,3-7). Así lo recordaba una propuesta esencial de Ignacio de Loyola: «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae, comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros» (Ejercicios espirituales 224). Pero en nuestro caso no se trata solo de unos amigos que se consuelan entre sí, sino de la misma escuela cristiana entendida como tiempo y tarea de consuelo.

Los cristianos forman una comunidad de consolados y consoladores, empezando por las mujeres de Pascua (cf. Mt 28,5.9), a las que Jesús decía «no temáis, alegraos». En la base del testimonio de Jesús y de la escuela cristiana sigue estando el testimonio de aquellas mujeres de la tumba vacía, que cambiaron su oficio de plañideras por el de consoladoras, anunciando a todos que Jesús se hallaba vivo, iniciando así una obra de educación por (para) el consuelo, que han realizado y siguen realizando sobre todo las mujeres en la Iglesia.

No ha llamado Jesús a los creyentes para llorar junto a una tumba, sino para que sean testigos de la alegría de Dios, para anunciar la resurrección de su Hijo (¡la nuestra!), en la línea de las experiencias de pascua. Sin duda hay otros temas de educación pascual, pero sin consuelo acaban siendo insuficientes, de forma que la Iglesia corre el riesgo de hacerse escuela de muerte, un culto de cementerio (cf. El papa Francisco, Evangelii Gaudium —El gozo del Evangelio—, 2013). Hay momentos de tristeza, vinculados con el luto a los muertos y la opresión de los débiles, pero han de estar al servicio del consuelo más alto de pascua.

En esa línea ha de entenderse la revelación bíblica, partiendo de Ex 34,6-7, donde el mismo Dios aparece como rahum y hannun, con entrañas maternas, lleno de gracia y de consuelo. Así han de mostrarlo los creyentes, en un mundo amenazado por la tristeza, en el que muchos buscan el consuelo no solo de terapeutas profesionales, sino de augures y videntes que no logran alcanzar el fondo humano/divino del alma amenazada por la depresión, angustia y tristeza:

Depresión psicológica. Se ha venido extendiendo no solo entre los mayores, sino entre niños y adolescentes; como un bajón vital, que tiene varias causas (soledad familiar, miedo a lo desconocido, incapacidad de afrontar el futuro…) y que parece extenderse cada vez con más fuerza, pudiendo convertirse en una gran pandemia. Este es un problema universal, pero afecta especialmente a las sociedades que parecen más adelantadas. Leer más…

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Las obras del Espíritu Santo 2. Corregir y perdonar

Miércoles, 18 de mayo de 2016
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13006502_589978524512677_9210146826564605329_nDel blog de Xabier Pikaza:

Ayer presenté las dos primeras obras de misericordia espiritual, es decir, las dos primeras obras del Espíritu Santo (enseñar y aconsejar). Hoy presento las dos siguientes: Corregir y perdonar. Estas obras van en la línea de la cuarta estrofa del Himno al Espíritu Santo:

Riega la tierra en sequía.
Sana el corazón enfermo.
Lava las manchas.
Infunde calor de vida en el hielo.
Doma al espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

La novedad está en que esas obras no las realiza el Espíritu Santo desde fuera, como si fuera un poder externo, independiente de nosotros, sino a través de aquello que nosotros vamos impulsando, promoviendo, realizando, como testigos y portadores del Espíritu de Cristo. Somos nosotros los que podemos y debemos:

Regar la tierra en sequía, sanar el corazón enfermo,
domar el espíritu indómito, guiar al que tuerce el sendero…

Nosotros mismos somos portadores del Espíritu de Cristo, realizadores de su obras, que es nuestra siendo de él, del mismo Espíritu Divino de Pentecostés.

Éstas son pues las dos siguientes obras del Espíritu Santo: corregir y perdonar. Así lo indicaré a continuación. Sigo tomando el texto de mi libro Entrañable Dios, las Obras de Misericordia. Continúa la semana de Pentecostés, buen día.

CORREGIR AL QUE YERRA

Tras el consejo viene la denuncia y corrección, como supieron los profetas, y como ratifica Jesús cuando proclama: «Se ha cumplido el tiempo y llega el Reino de Dios, convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). La corrección se expresa así en forma de conversión: Jesús ha creído en la capacidad de cambio de los seres humanos, y por eso les corrige, a fin de que se conviertan, es decir, para que empiecen a pensar de otra manera (con meta-noein, pensar de un modo distinto, más alto).

Ese cambio de mente, para dejar el pasado y pensar/obrar de otra manera constituye un momento clave de la educación, promovida por el Espíritu Santo. En esa línea, como signo y anuncio del Reino, han de entenderse las correcciones que están en el fondo de las antítesis (Mt 5,21-48), en las que Jesús polemiza con escribas y fariseos, mostrándoles el riesgo en que se encuentran, pidiéndoles que cambien: «Habéis oído que se ha dicho, yo en cambio os digo…».

Es insuficiente no matar; hay que superar el odio. No basta el talión («ojo por ojo…»), hay que amar al enemigo, etc. En esa línea de corrección se sitúa su gesto final de «purificación» del templo (Mc 11,15-17 y par.), cuando descubrimos que no le ha bastado criticar y corregir de palabra, sino que lo ha hecho con un gesto intenso de protesta (cosa que ha motivado su condena a muerte). En ese aspecto quiero citar un rasgo de la corrección de Jesús, desde la parábola de la oveja extraviada (errante), que pierde su rumbo y debe ser rescatada del peligro por el pastor:

Oveja errante (Mt 18,12-14). A diferencia de lo que pasa en Lc 15,4-7, la oveja de la parábola de Mateo no está simplemente perdida (apolesasa), sino que va errante/planea (planêthê), se aleja del rebaño de las otras cien ovejas y de esa forma se extravía, de manera que el pastor ha de salir a buscarla. Esto significa que el educador cristiano no busca solo a la perdida (quizá sin causa propia), sino que deja todo para a encontrar a la que «planea» (va errante) por su ignorancia o culpa, como los astros caídos de la tradición apocalíptica del judaísmo tardío (libros de Henoc) y del primer cristianismo (Orígenes). Mateo supone así que Jesús busca a la errante, no para obligarla a volver, sino para corregir su rumbo y ofrecerle su perdón, si es que se deja.

Esta es una parábola eclesial, que no trata en principio de ovejas de otros grupos, sino de miembros de la comunidad que se han separado de ella (de su comunión) y andan vagando perdidas. Pues bien, la parábola asegura que Jesús los busca con pasión, alegrándose de recibirlos de nuevo en su grupo. Desde ese fondo se vinculan dos rasgos o elementos paradójicamente cercanos.

(a) Las ovejas son libres, de forma que pueden marcharse y errar (trazar sus caminos).

(b) Pero el pastor/educador las busca, no para castigarlas u obligarlas a volver, sino para ofrecerles espacio en su rebaño.

Corregir es buscar, es perdonar y amar. La tarea del pastor/educador empieza cuando busca a la oveja errante, mientras ella sigue perdida, sin pensar en convertirse. No es la oveja la que se empieza arrepintiendo y busca al pastor, como en la parábola del hijo pródigo que vuelve a casa, sino que es el mismo pastor el que va por los campos a buscarla (cf. Lc 15,11-32). A diferencia del padre que espera, el pastor de esta parábola (cf. también Lc 15,4-7) no se limita a esperar, sino que se arriesga y abandona la seguridad de las noventa y nueve ovejas fieles del rebaño para buscar a la errante, que ha querido perderse ella misma (o se pierde de hecho), y no hace nada por volver, aunque el texto parece suponer que al fin se deja ayudar, cuando el pastor la encuentra.

En este contexto, ‘corregir’ no es amonestar, ni condenar, sino buscar, procurando de todas las maneras el cambio no solo de la oveja errante, sino el resto de aquellas que quieren extraviarse o se pierden.

El evangelio de Juan ha reformulado esta parábola de la corrección añadiendo que el buen pastor (= educador) arriesga su vida por sus ovejas porque las conoce (= las ama), y porque también ellas le aman (cf. Jn 10,14-16), en un gesto de intimidad amorosa que define todo este evangelio. En esa línea puede hablar de un discípulo amado porque sabe que hay un maestro amante, conforme a la pedagogía helenista que establece relaciones de amor muy profundas entre maestro y discípulo (cf. Jn 13,21-26; 19,26-27: 20,1-10; 21,20-23).

Confesión, un tipo de corrección. Esta parábola del pastor nos sitúa ante un tipo de educador de calle, que sale en busca de la oveja extraviada, logrando convencerla a fin para que vuelva, integrándose en la escuela común de los noventa y nueve «hermanos» creyentes o en la vida de conjunto de la sociedad. A diferencia de eso, los confesores (corregidores oficiales) de la tradición posterior de la Iglesia (a partir del siglo X-XI y sobre todo desde el XIII) han venido a presentarse más como educadores establecidos, que no salen a buscar a las ovejas, pero las esperan y acogen en santuarios e iglesias desde donde esperan, acogen y corrigen a los que yerran y acuden a su sacramento.

Estos confesores sacramentales no han ido a buscar a las perdidas, pero las reciben si vienen, y las corrigen y perdonan, porque han recibido poder eclesial y/o social para ello. En ese contexto, la corrección más profunda de la Iglesia se ha realizado a través de la confesión, por la que el pecador reconoce el mal realizado y manifiesta un propósito de enmienda, iniciando así un proceso dialogal, que solo alcanza un resultado positivo si el mismo pecador reconoce su pecado y recibe el apoyo del buen maestro (confesor) y de la comunidad educativa, que le recibe de nuevo y le ofrece una oportunidad de transformación. Leer más…

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“Siempre es posible corregirse y volver a empezar”, por Leonardo Boff

Lunes, 28 de septiembre de 2015
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a_11Aunque hace referencia al caso muy particular de la situación política brasileña, el espíritu del artículo puede aplicarse a cualquier causa justa, a cualquier grupo humano, sea social, religioso o político… a cualquier faceta de la vida y, cómo no, a nuestra propia vida de fe y espiritualidad. Leído en la página web de Redes Cristianas

No toda crisis, ni todo caos son necesariamente malos. La crisis acrisola, funciona como un crisol que purifica el oro de las gangas y lo libera para un nuevo uso. El caos no es solo caótico; también puede ser generativo. Es caótico porque destruye cierto orden que no atiende las demandas de un pueblo; es generativo porque a partir de un nuevo reajuste de los factores, inaugura un nuevo orden que hace mejor la vida del pueblo. Dicen algunos cosmólogos que la vida surgió del caos. Este organizó internamente los elementos de alta complejidad y de esta complejidad hizo surgir la vida en la Tierra y más tarde nuestra vida consciente (Prigogine, Swimme, Morin y otros).

La actual crisis política y el caos social obedecen a la lógica descrita arriba. Ofrecen una oportunidad de refundación del orden social a partir del caos social y de los elementos depurados de la crisis. Como en Brasil hacemos todo a medias y no concluimos casi ningún proyecto (independencia, abolición de la esclavitud, la república, la democracia representativa, la nueva democracia post dictadura militar, la amnistía) existe el riesgo de que perdamos nuevamente la oportunidad de hacer algo realmente profundo y cabal, o continuaremos con la ilusión acostumbrada de que poniendo esparadrapos curamos la herida que gangrena la vida social desde hace tanto tiempo.

Antes de cualquier iniciativa nueva, el PT, que hegemonizó el proceso nuevo en la política brasilera, debe hacer lo que hasta ahora no ha hecho: una autocrítica pública y humilde de los errores cometidos, de no haber sabido usar el poder realmente como instrumento de cambios y no de ventajas corporativas y de haber perdido la conexión orgánica con los movimientos sociales. Necesita hacer su mea-culpa porque algunos con poder traicionaron a millones de afiliados al haber manchado y rasgado su principal bandera: la moralidad pública y la transparencia en todo lo que hicieran. Aquel pequeño puñado de corruptos y de ladrones del dinero público dentro de Petrobras que traicionaron a más de un millón de afiliados al PT y avergonzaron a la nación, deberán ser borrados de la memoria.

Cito a frei Betto que estuvo dentro del poder central y que ideó Hambre Cero. Al darse cuenta de los desvíos, dejó el gobierno comentando: «El PT en 12 años no promovió ninguna reforma de la estructura, ni agraria, ni tributaria, ni política. ¿Había alternativa para el PT? Sí, si no hubiese arrojado su garantía de gobernabilidad en los brazos del mercado y del Congreso; si hubiese promovido la reforma agraria, para hacer a Brasil menos dependiente de la exportación de materias primas, y favorecido más el mercado interno; si osase hacer la reforma tributaria recomendada por Piketty, priorizando la producción y no la especulación; si hubiese, en fin, asegurado la gobernabilidad prioritariamente mediante el apoyo de los movimientos sociales, como hizo Evo Morales en Bolivia… Si el gobierno no vuelve a beber en su fuente de origen –los movimientos sociales y las propuestas originales del PT– las fuerzas conservadoras volverán a ocupar Planalto».

Y ahora concluyo yo: hemos echado a perder la revolución pacífica y popular hecha a partir de 2003 cuando ocurrió no un cambio de poder sino el cambio de la base social que sustenta el Estado: el pueblo organizado, antes al margen y ahora puesto en el centro. El PT puede soportar el rechazo de los poderosos. Lo que no puede es defraudar al pueblo y a los humildes que tanta confianza y esperanza pusieron en él. Y muchos, como frei Betto y yo, que nunca nos inscribimos en el PT (preferimos el todo y no la parte que es el partido), pero siempre apoyamos su causa, por verla justa y afín a las propuestas sociales de la Iglesia de la Liberación, sentimos abatimiento y decepción. No tenía por qué ser así. Y lo fue por inmoralidad, por falta de amor al pueblo y por la ausencia de conexión orgánica con los movimientos sociales.

No por eso desistiremos. En el espectro político actual no vislumbramos ningún proyecto que huya de la sumisión al capitalismo neoliberal, que haga a la sociedad menos malvada y que presente líderes confiables que mejoren la vida del pueblo. La vida nos enseña y las Escrituras cristianas no se cansan de repetir: quien cayó siempre puede levantarse; quien pecó siempre puede redimirse después de una clara conversión al primer amor. Hasta se dice que quien estaba muerto puede ser resucitado, como Lázaro y el joven de Naín.

El PT tiene que volver a comenzar desde allá abajo, humilde y abierto a aprender de los errores y de la sabiduría del pueblo trabajador. Son válidos todavía los ideales primeros: inclusión social de millones de marginados, desarrollo social con distribución de la renta y redistribución de la riqueza nacional, cuidado de la naturaleza con sus bienes y servicios amenazados y la siempre ansiada justicia social. Pero todo esto no podrá sostenerse si no viene acompañado de una reforma política, tributaria y fuerte inversión en la agroecología, dada la imposibilidad actual de hacer la reforma agraria.

Para que eso ocurra, necesitamos creer en lo justo de esta causa; fortalecerse frente a la batalla que será entablada contra el PT por aquellos que viven batiendo ollas llenas, que nunca quieren cambios por miedo a perder beneficios; pero sin usar jamás las armas que ellos usan –mentiras y distorsiones– sino las que ellos no pueden usar: la verdad, la transparencia, la humildad de reconocer los errores y la voluntad de mejorar día a día, de querer un Brasil soberano y un pueblo feliz porque es lo justo, no más destinado a penar en las periferias existenciales sino a brillar. Sigue siendo válido lo que Don Quijote sentenciaba: «no hay que aceptar las derrotas sin dar antes todas las batallas».

Leonardo Boff es teólogo, ecólogo y escritor, vea La Gran Transformación, Madrid, Nueva Utopía 2014.

Traducción de MJ Gavito Milano

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