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Corpus Christi : Saldrá a vuestro encuentro un “maricón”, seguidle

Martes, 4 de junio de 2024
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Del blog de Xabier Pikaza:

“Este homosexual del agua es el principio de la Fiesta”

Hablando a los obispos italianos, con su habitual desparpajo  porteño, el Papa les ha dicho que no quiere “mariconeos” entre curas.  Esa palabra (maricón) tiene cien usos,  muchos se  han escandalizado al escucharla y el mismo Francisco ha tenido que pedir  perdón por emplearla.

Pero no es suya, la dijo primero Jesucristo,  con más hondura y radicalidad: “cuando entréis en la Ciudad Jerusalén encontraréis al homosexual, con su cántaro de agua; seguidle, él os dirá donde y cómo celebrar la Fiesta“.

Toda la prensa ha comentado el tema. En RD aparecen hoy  (20.4.24) tres justificaciones sobre el tema,  una de A. F. Barrajón, otra de J. M. Gordo y otra de J. Kamiruaga.  No defienden al Papa, sino que defienden a Jesús, que quiso poner como parábola (dirigente y guía de su fiesta de Corpus/pascua) al homosexual del cántaro de agua de Jerusalén,  sin tener que pedir perdón por ello.

Este es uno de esos evangelios que parecen escondidos y, sin embargo, muy vivos en la memoria de la iglesia. Feliz jueves de Corpus. Este homosexual del agua es el principio de la Fiesta.

Evangelio del Corpus : Mc 14,12-16.22-26

 El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
– “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

“Id a la ciudad saldrá a vuestro encuentro (apantêsei) encontraréis un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle (akolouthêsate)  y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.”

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

+ “Tomad, esto es mi cuerpo.”

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

+ “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.”

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

INTRODUCCIÓN

A la liturgia pascual en casa de Simón Leproso (Mc14, 3-9) sigue en Marcos la cena de pascua que los discípulos proponen a Jesús, ratificando la tradición judía (14, 12). Jesús acepta esa propuesta, pero sustituye la celebración de la Pascua antigua que le piden los discípulos por una fiesta de solidaridad mesiánica, iniciada por el homosexual marginado y despreciado del agua de Jerusalén.

− Historia. Este pasaje evoca un acontecimiento de la vida de Jesús, en el momento final de su camino, para indicar que él mantuvo su programa y esperanza de Reino, allí mismo, en Jerusalén (14, 25), celebrando con sus compañeros la fiesta judía, pero aceptando (y anunciando), al mismo tiempo, su entrega/muerte (el don de su cuerpo) al servicio de  Reino. Sus discípulos quieren manipularle. Pero hay un homosexual que no anda con “mariconeos” pero que le entiende y guía a sus discípulos a la fiesta del Corpus, el cuerpo de Cristo que somos todos.

− Iglesia. Éste es un texto de fe pascual, que asume y formula la comprensión que la iglesia de Marcos (y antes la de Pablo: cf. 1 Cor 11, 23-25) ha tenido de la Cena del Cuerpo de Jesús, centrada en los signos del pan y del vino que expresan su entrega y alianza a favor de todos (=muchos). Posiblemente, la formulación que ofrece Marcos sólo ha podido fijarse en un contexto helenista (judeo-cristiano) que interpreta de un modo sacramental el cuerpo y la sangre de Jesús, que se vinculan al despliegue total de su vida, abriendo un camino de agua/amor y de eucaristía (comunión) que es Jerusalén, la iglesia. Esta fiesta de corpus se inicia con el aguador/homosexual (afeminado, despreciado por los grandes “machos”)

Elementos  

IMG_5127(1) La iniciativa parte de los discípulos, que quieren celebrar la pascua (Mc 14, 12-17)… y para prepararla bien Jesús hace que encuentren y sigan a un aguador afeminado/homosexual, (con gestos de mariconeo) que les marca el camino. En la línea que lleva a la iglesia resulta esencial  este afeminado del Corpus, en Jerusalén, Roma y la ONU, por poner tres lugares.

(2) Al comienzo de la cena, Jesús anuncia que uno de ellos va a entregarle. A diferencia del afeminado, que les lleva por el buen camino, Jesús dice a sus discípulos que, queriendo ser muy machos, haciéndose importantes, ellos van atraicionarle. (14, 17-21). (3) A pesar de ello, Jesús les ofrece su cuerpo y sangre, diciéndoles que sigan al afeminado que les marcará el camino   (14, 22-24).

(3) En ese contexto, Jesús  ratifica su proyecto y promete a sus discípulos que tomará con ellos la próxima copa en el Reino (14, 25).  Todo acaba con el anuncio de la negación y escándalo de sus discípulos (14, 26-31). Pero el afeminado del agua sigue esperando a la entrada de Jerusalén

A la entrada de la ciudad, ante la fiesta del Corpus un “afeminado” Los discípulos quieren sacrificar (cf. ethyon: 14, 12) con Jesús la pascua, al modo tradicional. Son los Doce (14, 17) y representan la esperanza nacional israelita. No le preguntan si quiere celebrarla, sino dónde deben prepararla (ellos) para que él la coma. Desean que él celebre la pascua judía, según la costumbre. Ellos lo proponen y Jesús lo acepta, al menos en un primer momento, para decirles después, en el centro de la celebración judía, que van a rechazarle, a pesar de que él les ofrece su propio pan y vino, es decir, su propia comida (14, 18-21.27-31).

La cena del cuerpo de Jesús (tomad y comed, amaos unos a los otros) empieza con el signo de este afeminado del agua: Jesús entrega  su cuerpo  a los Doce fuertes discípulos. Han seguido al homosexual de la entrada, pero no han entendido,  no quieren entender,   El aguador cumple su tarea: Le lleva a la casa de la celebración… pero los discípulos terminan rechazando la eucaristía como don del cuerpo  y terminan buscando cada uno su propio poder.

De todas formas, el paso por Jerusalén no ha sido inútil, pues Jesús ha debido pronunciar allí el gran discurso sobre el fin del templo y el anuncio del evangelio a todas las naciones (Mc 13, 10). La subida a Jerusalén ha sido necesaria, no para quedarse allí (las estructuras israelitas han fracasado), sino para iniciar el nuevo camino de pascua en Galilea. Desde ese fondo seguiremos leyendo el texto.

La cena que quieren los discípulos

Lógicamente, la iniciativa ha partido de los Doce que siguen moviéndose a nivel israelita de comidas puras y de templo, de exclusión de los “afeminados” y de condena de los diferentes: Quieren celebrar así la solidaridad “eterna” de Israel, tanto en perspectiva de recuerdo (se identifican con los liberados de Egipto) como de compromiso actual: todos los judíos se vinculan en un cuerpo, especialmente aquellos que comparten la pascua del cordero. Pues bien, esa pascua judía del cordero introduce una profunda disonancia en la trama teológica de Marcos (Jesús no comerá el cordero santo del pueblo santo, sino que dará cu cuerpo en amor por todos, empezando por los expulsados de Israel..

Como parece normal, los discípulos quieren sacrificar la pascua al modo judío, es decir, formando con Jesús una comunidad limpia, de puros observantes de la Ley nacional, como si Jesús no hubiera traído ninguna novedad. Pues bien, ellos proponen y, de manera sorprendente, Jesús acepta, pero no para hacer lo que ellos quieren, sino algo muy distinto, en línea histórica y teológica.

Marcos ha querido resaltar de esa manera la novedad de Jesús frente a la pascua judía y lo hará, mostrando en ese escena, con traición y negaciones, el fracaso del mesianismo israelita de los Doce y de la función intra-judía de los discípulos (a quienes Jesús había elegido para “ser-con-él” y proclamar el reino; cf. 3, 13-19). Ellos le rechazan en el centro de la “pascua” que quieren ofrecerle en Jerusalén. Por eso, la misión universal de Jesús se iniciará de otra manera, no en Jerusalén sino en Galilea (Mc 14, 28; 16, 7-8), fundándose en la Cena de entrega Jesús y no en la pascua nacional judía que sus discípulos buscaban.

IMG_5128En nuestro caso, el hombre del cántaro de agua (14, 13) a quien los discípulos deben acudir para preparar la fiesta puede referirse a un disminuido psíquico (pues los varones “normales” no solían ir a la fuente por agua o un hombre de sexualidad “ambigua” (se decía que sólo los homosexuales realizaban trabajos de mujeres como éste).Sea como fuere, Jesús ofrece el signo del hombre del cántaro (que servirá) para poner de relieve el carácter concreto de la escena y de todo lo que sigue.

(a) Saldrá a vuestro encuentro un aguador (un hombre cargando con un cántaro de agua)… Todas las palabras son significativas:

Apantêsei hymin… No se dice que le encontraréis tras buscarle, sino que saldrá (vendrá) a vuestro encuentro. Está allí como esperándoos. No le encontráis vosotros,  viene él a vuestro encontento: Se pondrá ante vosotros, con dos partículas performativa: Ap y Anti…. Es como si quisiera ocupar vuestro camino, como si supiera que le necesitáis. No es uno “arrojado al borde” (como el herido de la parábola del buen samaritano). Viene él, porque quiere, porque os quiere, porque os necesita y le necesitáis… En ningún otro lugar del NT, que yo sepa, se habla de un hombre (anthropos, ser humano), varón o mujer, que sale a nuestro encuentro con esta urgencia…..

Un hombre (ser humano) cargado con un cántaro de agua… Bi se duce que lleva un cántaro…, sino que lo “soporta”, que “carga con él”, como si estuviera oprimido por su peso. Es “esclavo” del agua, con la que sube a hombros desde la fuente de Siloé (el enviado de Dios) hasta la altura de la ciudad…, un homosexual con la carga y peso de todos los hombres y mujeres… Bastadson, encorvado, aplastado…. por el agua para todos…

El cántaro de agua se llama keramion,  es decir, un recipiente de “cerámica”, el cántaro propio de las mujeres. un ánfora, un jarrón, una vasija… Sabe lo que es estar todo el día aplastado bajo el peso del agua para otros, como mujer-esclava, como homosexual despreciado al servicio de los “grandes-puros…

Seguidlo. Jesús no dice “seguidme” como en otros casos, como casi siempre, sino seguirle a él, akolouthêsate autô, seguid al homosexual, al hombre del cántaro…  Los cristianos de pascua (es decir, del Corpus) somo seguidores de un homosexual, portador de un cántaro de agua, a la entrada de la ciudad.

Seguidle a él…akolouthêsate autô. En Mc 14, 3-9 Jesús había dicho que recordemos lo que había hecho la mujer de la unción (en todos los lugares donde se anuncie el evangelio se dirá y hará lo que ella ha hecho…). Pues bien, en este momento, Jesús nos dice a los buscadores de la pascua, a los celebrantes del Corpus, que sigamos al hombre del cántaro. se podría decir más alto, pero no más fuerte…

 Éste es un hecho insólito, ya que eran mujeres las que solían llevar el agua en recipientes en cántaros, jarras o tinajas. Además, el cántaro/ánfora es signo femenino, tanto en Grecia (Pandora) como en todo el oriente. El Antiguo Testamento vincula la traída de agua en cántaros con mujeres (Gn 24, 11-21; Ex 2, 16; 1 Sm 9, 11). Por otras parte, los artistas griegos y romanos presentan regularmente a esclavos portando jarras de vino o de agua (como muestra el signo del Acuario…).

Es un signo es extraño:. No esperaríamos a un hombre con cántaro a la entrada de Jerusalén. Menos podemos entender el hecho de que ese hombre deba “dirigir” la celebración de la pascua/corpus de los discípulos la iglesia actual (tema del que seguían discutiendo el otro día los obispos de Italia con el Papa porteño). Pues bien, diga lo que diga el Papa Francisco, Jesús nos sigue diciendo que sigamos al “amariconado” del cántaro de agua. Ése es el director de seminario de los dos “discípulos” oficiales de Jesús, que me parecen los zebedeos (aunque no puedo probarlo).

Ciertamente, ese “amariconado del puerto o fuente del agua (como sísifo eterno que lleva la roca-jarrón hasta la altura….) puede ser de un esclavo empleado en tareas domésticas, despreciado por todos, que “pasa” de todos. Pero es precisamente él el que se fija en los enviados de Jesús y descubre que están buscando un lugar y momento para la fiesta del cuerpo de Jesús…

  Este afeminado, esclavizado del agua, despreciado y utilizado por todos,  es el único que está atento y sabe lo que pasa en la ciudad y descubre que estos dos discípulos de Jesús necesitan ayuda, y sale a su encuentro con el agua a cuestas y les habla, y les dirige….Sin este “maricón dela agua”, como dice el papa porteño a los obispos de Italia, es imposible la fiesta del cuerpo de Jesús.

 Éste es un esclavo/maricón atento a los discípulos de Jesús, hombre que sale a su encuentro y les ofrece un “servicio” especial, que parece de mujeres… pero que que es de seres humanos verdaderos, que saben servir, hacer cuerpo, hacerse cuerpo, varones y mujeres.

Este aguador, esclavo del agua, hombre o mujer, de tendencia quizá homosexual (no diferencia como varón de poder)  será el que guía a los discípulos de Jesús. El tema es que  los discípulos para cumplir la palabra de Jesús y celebrar el “corpus”.

El aguador les lleva a la casa donde está dueño (oikodespotê) que es en el fondo el mismo Dios, que les muestra el  katalyma el lugar de la fiesta del cuerpo de la Iglesia. Esta alternancia entre al aguador guía y el dueño divino de la casa para todos es una clave para entender y vivir el evangelio. Todo nos permite suponer que ese “portador de agua” ha recibido aquí un carácter simbólico: Es un signo, el signo, de los ministros de la iglesia, varones y/o mujeres, que se ponen al servicio de la vida, del agua del templo donde Jesús dirá: Venid y bebed todos….

Este hombre “afeminado”, del cántaro de agua, un siervo que realiza tareas secundarias, aparece así como guía de la cena familiar que Jesús celebrará con los Doce, es decir, con aquellos discípulos suyos que quieren que retorne a la “sacralidad judía”. Van sus discípulos, encuentran al hombre del cántaro y llegan hasta el dueño de casa que prepara la sala de la fiesta (el anagaion: 14, 15). Después, entrada ya la tarde, viene a cenar él con sus discípulos (14, 14), cuidadosamente presentados como los Doce (14, 17).

Esta cena constituye la última oportunidad para los Doce en cuanto tales. Sabemos que Jesús les ha elegido (3, 14.16) como señal del Israel escatológico. Ellos han podido conocer (con otros seguidores) el sentido más profundo de las parábolas del reino (4, 10) y han proclamado en Israel el mensaje mesiánico (6, 7). Jesús ha querido hacerles servidores de los otros (9, 35) y por eso les ha instruido en la enseñanza más secreta de su entrega por el reino (10, 32). Le han acompañado en la intimidad de los últimos días (11, 11), aunque sabemos ya que uno de ellos ha decidido traicionarle (14, 10). Pues bien, desde ese contexto, se nos dice que ellos “invitan” a Jesús y que Jesús acepta.

1ª INTERPRETACIÓN DEL AGUADOR  (MANUEL VILLALOBOS, HOMBRES ABYECTOS).

A mi juicio, el autor que mejor ha interpretado el tema del “hombre del cántaro”, iniciador de la fiesta de “corpus” de Cristo ha sido el biblista mexicano Manuel Villalobos Mendoza, en un tipo titulado, publicado en ingles, y en castellano, con el título  Cuerpos abyectos en el evangelio de Marcos (El Almendro, Córdoba y Herder, Barcelona. Villalobos ha mostrado va más allá de la diferencia e imposición de Género   buscando a una serie de personajes que no están definición por su función de género, sino por su humanidad, como son este aguador de la fiesta de Pascua/Corpus y el joven/neaniskos.

Villalobos ha mostrado que el  evangelio de Marcos traspasa todos los límites de género en su relato de la pasión. Los personajes que presenta, incluido Jesús, tienen en común que son del otro lado: transgreden todo tipo de fronteras y causan confusión en la unidad y el orden promovidos por los judíos de la época. Marcos describe algunos personajes del relato como excluidos de la sociedad y del templo debido a su género, enfermedad o afeminamiento. La abyección es lo que distingue lo totalmente humano de lo que no lo es.

El proceso de convertirse en humano o inhumano es un mecanismo de exclusión, rígido y bien orquestado. Jesús define un nuevo orden y unas nuevas fronteras gracias a su celo por anunciar buenas noticias para todos los cuerpos abyectos.

Este homosexual, aguador afeminado,  servidor de los que vienen a Jerusalén que es la Iglesia, nos sigue marcando el auténtico camino, nos lleva al katalyma   de la auténtica iglesia.

IMG_5130Si no encontramos al afeminado del agua, si no n os marca el camino, no entraremos en el misterio del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Este afeminado del agua de la puerta de Jerusalén es signo de los los cuerpos abyectos, aquellos que son marginados, rechazados y humillados por la sociedad, y particularmente por la religión, pero que se sienten identificados con el cuerpo abyecto de Jesús (cuerpo traspasado por clavos, crucificado…)..

  Los hombres y mujeres de cuerpos abyectos ofrecen una nueva visión de la  vida y muerte muerte de Jesús, que nos abre el espacio y camino divino de su muerte, como  experiencia de amor y esperanza de resurrección.

Conclusiones que se deducen de la exébesis de M. Villalobos y del aguador del Corpus.

  1. La exégesis bíblica ha de ser biográfica, de testimonio personal.  La exégesis de la biblia ha estado dominada por un tipo de “filosofía intemporal” e impersonal, como si no importara la vida, la experiencia y testimonio de los lectores. En contra de eso, R. Villalobos propone una lectura “situada” de los textos. La verdadera lectura de la Biblia son los creyentes, como personas y como iglesia.
  2. La exégesis “bíblica ha de estar “marcada” desde la perspectiva de los “cuerpos”, no de un tipo de almas separadas de los cuerpos, parcial para ser universal. Más que a salvar almas en el sentido posterior de la palabras, Jesús vino a “liberar” cuerpos, especialmente “cuerpo abyectos”, de mujeres dominadas, de varones enfermos (conforme a la visión dominante”. Vino ante todo para acompañar a muchos “del otro lado”, que no cabían en la ortodoxia oficial del templo. Es una exégesis parcial, y sólo así puede ser universal.
  3. Debe ser una exégesis que reconstruya el texto de Marcos,  un evangelio “truncado”, escrito para personas “truncadas”, acortadas, en sentido integral (personal y social, sexual y económico…), superando la función  establecida y dominante de unos “géneros” impuestos desde la autoridad oficial del sistema.
  4. Debe ser una exégesis gozosamente liberadora, al servicio de la vida, en el sentido radical del término. Una exégesis eclesial y social, abierto a todos los hombres y mujeres, al servicio de Dios del amor y de la vida, de la libertad y el gozo de los cuerpos, en la línea de la “resurrección de la carne.”

2º EJEMPLO DE LECTURA DEL TEXTO DEL HOMBRE DEL CÁNTARO SALVADOR SANTOS: Un Paso, un Mundo (Almendro, Córdoba 2009, 742 páginas)

IMG_5133Más que un libro de pura exégesis es una novela escrita a la luz del comentario de mis coletas y amigos  J. Mateos y F. Camacho, El evangelio de Marcos. Análisis lingüístico y comentario exegético I-III, Almendro, Córdoba 1993-2000).

Juan Mateos SJ (1917-2003), fue mi profesor de Griego, luego colega y amigo, traductor de la Nueva Biblia Española.

Fernando Camacho (1946-20189 eramos colegas y amigo, vino a defender su tesis doctoral a Salamanca, formé parte del tribunal (año 1983); como es normal, discutimos y nos abrazamos. Nos dejó aún joven, el año 2018. Ha sido y sigue siendo una luz para la iglesia del entorno de Sevilla, con la ayuda de homosexuales de diverso tipo.

Del comentario de ambos (Juan Mateos y Fernando Camacho) toma Salvador la trama de su “novela” ejemplar, de la que entresaco unas ideas

De la novela de Salvador entresaco las páginas que siguen:

El hombre del cántaro quiebra el orden establecido como natural. Su sola presencia advierte a los enviados de la invalidez de sus códigos de conducta. Sin él, los discípulos carecen de rumbo y destino seguros.

El hombre del cántaro les saldrá al paso como la única garantía de hallar lo que buscan. Ellos habrán de trocar ante él sus esquemas mentales.El hombre invertido aparece en el texto como modelo de discípulo advirtiendo que la sociedad alternativa no se distinguirá por sus privilegios, sino por el insustituible servicio de marcar la ruta hasta el escenario donde se celebrará la definitiva libertad. La escueta consigna a los enviados no admite dudas: “Seguidlo”. La expresión formada por el verbo (ἀκολουθέω) acompañado de pronombre se usa casi siempre en Marcos para indicar el seguimiento a Jesús (1,18; 2,14.15; 6,1; 8,34; 9,38; 10,21.28.32.52; 11,9; 14,54; 15,41).

El hombre-mujer se convierte así en el guía ideal para los discípulos. Hace las veces de Jesús, que se ha identificado con él. Ha depositado en el afeminado su absoluta confianza. El hombre-mujer ocupará su lugar y dirigirá a los enviados hacia su destino. Gracias al Galileo, un personaje insignificante ha pasado a ocupar el papel de protagonista.

La imagen afeminada del hombre del cántaro en posición tan destacada pudo generar escándalo entre lectores de procedencia judía, lo que explicaría que, en su relato, Mateo suprimiera de un plumazo al hombre del cántaro y, con ello, su labor de encaminar a los discípulos hasta la casa: “Id a la ciudad, a casa de Fulano…” (Mt 26,18). Él tiene allí las puertas abiertas. El hombre del cántaro no necesita salvoconducto, pertenece a los de la casa. Una vez en ella, el “dueño” pasa a ser el interlocutor válido para los discípulos.

16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua. El relato termina dando cuenta del cumplimiento del encargo por parte de los enviados, de la exactitud con que lo llevaron a efecto y de la preparación de la Cena de Pascua.

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Haced nuevas eucaristías

Lunes, 3 de junio de 2024
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He ido de aldea en aldea,
anunciando la buena nueva
curando enfermedades,
liberando a la gente de sus demonios
personales y grupales
y acercando tu amor de Padre
a todas las personas necesitadas
y con las entrañas abiertas…

El Reino ha llenado mi vida,
día a día, plenamente.
He deseado tanto que todos comenzaran
a vivir y caminar en la tierra
como hijos y hermanos,
con la paz en las manos
la justicia en el corazón,
la mirada serena y limpia,
el rostro sonriente
y sus bienes y dones en común…

Y sigo creyendo, hoy como el primer día,
que el Reino es posible para todos,
aunque la semilla apenas haya surgido
y sea todavía tan débil,
y el fruto no tenga garantía,
y este momento me turbe
y rompa mis quereres y expectativas…

Al principio, cuando era primavera,
quise alegrar el corazón de todos
los que se aman y lo celebran
convirtiendo el agua en vino.
Pero nadie lo entendió,
ni el maestresala,
ni los invitados,
ni los que se casaban…

He vivido minuto a minuto,
procurando que esta tierra sea el lugar
donde Tú, Padre, y todas las personas
se encuentren y se quieran.
Algunas veces se ha realizado el milagro
y ha brotado con fuerza la vida.
Pero la mayoría de las veces
los hombres y mujeres no acuden a su cita…

La muerte me acecha, no hacen falta profecías.
Los que mandan me la tienen jurada
pues no les gusta mi manera.
Quizá ya lo hayan previsto todo.
Pero antes de que ocurra nada,
quiero partir y entregar mi persona
en el pan y el vino, fruto de la cosecha,
para que todos tengan vida
y puedan sentarse en la mesa del Reino,
y sepan que mi entrega por ellos
siempre ha sido auténtica y que voy a llegar
hasta las últimas consecuencias…

Hoy mismo quiero que tengan una tierra nueva,
primicia de sus sueños y mis promesas,
donde no haya hambre ni tristeza,
a menos que queden transformadas en esperanza.
¡Cuánto deseo que el universo entero se recree
y adquiera la bondad de la primera hora,
y encuentre la luz recién amanecida!

¡Qué distinto sería todo, ya desde ahora,
si hombres y mujeres descubrieran,
en su pequeñez su grandeza,
en su libertad su fuerza creadora
y en su amor la unidad y la vida florecida!
También ellos vivirían en pascua continua
y serían capaces de soñar estas cosas…

Por eso, hoy, tomo de la tierra su esfuerzo,
su sudor y fruto, su canto y grito.
Tomo el pan como mi propio cuerpo,
y lo parto y entrego a cada uno en esta mesa
porque es mesa de esperanzas compartidas…

Los que comieron conmigo otras veces
el pan de cada día
en la mesa de los pecadores,
en los caminos polvorientos,
en los descampados yermos y sedientos,
entenderán mi gesto…

Y alzo, de nuevo, la copa de vino
para crear una nueva alianza
que sacie a todos los sedientos,
que quite los miedos más íntimos
y comparta los secretos.
Quiero hacer nuevas todas las cosas.
Voy a hacerme yo mismo vino
para recorran la vida
y entiendan y gocen sus caminos.

No puedo más, ni alcanzo a llegar a otros sitios,
mas quiero que mi entrega y muerte sea por todos,
presentes y ausentes, creyentes e indiferentes…

… … …

Tomad y comed, esto es mi cuerpo.
Tomad y bebed, es el vino de la vida nueva.

Y aprended que no es tan dura ni oscura
la vida que os espera.
Ponedle canto, banquete y un poco de fiesta,
y haced nuevas eucaristías.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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(imágenes de Freepik)

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Con amor intrépido, somos el cuerpo de Cristo: un sacerdote gay reflexiona

Lunes, 3 de junio de 2024
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IMG_5197Fr. Fred Daley

La publicación de hoy es de P. Frederick D. Daley, un sacerdote abiertamente gay que es párroco de la parroquia de Todos los Santos en Syracuse, Nueva York.

Las lecturas litúrgicas de hoy para la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi), se pueden encontrar aquí.

Tras la publicación del último documento “Dignitas Infinita” (Dignitas Infinita) por parte del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano, el Grupo de Trabajo LGBTQ+ de nuestra parroquia invitó a los feligreses a leer el documento y reunirse para una sesión de escucha sinodal. Varias personas compartieron el profundo dolor que continúan experimentando como resultado de la declaración del Vaticano sobre la identidad de género, que, en el mejor de los casos, parece obsoleta. Una adolescente transgénero compartió que en su antigua parroquia le dijeron que sería elegible para la Confirmación solo si usaba su nombre bautismal y se vestía “apropiadamente” para el género asignado al nacer.

En esta Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, durante el mes en que celebramos el Mes del Orgullo LGBTQ+, me gustaría reflexionar sobre la verdad de nuestra Fe: que somos el Cuerpo de Cristo. Jesús amó y acogió a cada persona sin excepción. ¡Y como discípulos de Jesús, estamos llamados a hacer lo mismo! En medio del dolor, el sufrimiento y los sacrificios de muchos, en los últimos años se han producido milagros, dentro de la Iglesia y la sociedad y dentro de la comunidad LGBTQ+. Aunque el cambio dramático en las actitudes hacia las personas LGBTQ+ recientemente fue uno de los cambios más rápidos y dramáticos en la sociedad, no ocurrió de la noche a la mañana. El cambio comenzó con voces intrépidas de amor que se arriesgaron por el bien de la verdad: la verdad que nos hace libres.

Hace un par de años, fui invitado por el capítulo de Call to Action (Llamada a la Acción) de la ciudad de Nueva York para contar mi historia de salida del armario como sacerdote gay. El evento se celebró en el convento de las Hermanas de la Caridad, a pocas cuadras del Stonewall Inn. Recuerdo haber caminado temprano en la mañana hasta el Inn y orar con profunda gratitud por esos valientes profetas con amor intrépido que desencadenaron la milagrosa revolución de resistencia al pecado del odio, la exclusión y la opresión de los homosexuales. Estas personas valientes e intrépidas rompieron un ciclo en el que la ignorancia conduce al miedo, el miedo conduce al odio y la violencia y, muy a menudo, la violencia conduce a la muerte… incluso a la muerte en la Cruz. Las acciones de nuestros hermanos en Stonewall rompieron este ciclo: “Detente”, dijeron. “No tenemos que vivir de esta manera“.

Otro momento clave que condujo a este sorprendente cambio cultural fue el comienzo de la epidemia de SIDA. En el otoño de 1989, estaba en un año sabático de estudios en el Regis College de la Universidad de Toronto, a pocas cuadras del Gay Village de la ciudad. Qué maravilloso fue para mí, un sacerdote encerrado en ese momento, disfrutar de ir a restaurantes, teatros y desfiles gay. Pero también recuerdo los cuerpos destrozados, percibidos como “hombres muertos caminando”, los muchos momentos de manifestación pidiendo ayuda e investigación médica, y esas historias inquietantes de hombres jóvenes que regresaban a casa y les decían a sus padres, con amor intrépido: “Soy gay y me estoy muriendo de SIDA”.

Pero en aquellos días, el mundo también estaba expuesto a hombres asombrosos con amor intrépido, que se cuidaban tiernamente unos a otros, se sacrificaban unos por otros, mientras casi todos los demás huían. Ese coraje, ese amor y ese cariño tuvieron un efecto enorme al cambiar los corazones de las personas y destruir los mitos, estereotipos y noticias falsas que habían estado oprimiendo a la comunidad LGBTQ+ durante siglos. Demostraron una vez más que somos el Cuerpo de Cristo.

Otro movimiento que conduce a nuestro momento actual destaca cómo el cambio genuino siempre comienza en los márgenes, en las periferias, con las personas y con el Cuerpo de Cristo. Cuando era pastor de la Iglesia St. Francis De Sales, Utica, Nueva York, la agencia local de Catholic Charities-Caridades Católicas, la oficina del alcalde, los departamentos de bomberos y de policía estaban planeando un aniversario conmemorativo del primer año del 11 de septiembre, y me invitaron a dar el discurso de apertura. Se esperaba que asistieran cientos de personas y yo planeaba reflexionar sobre cómo resistir la violencia con amor no violento.

Una semana antes del evento, había un aviso de cuatro líneas en el Utica Observer-Dispatch anunciando que nuestra parroquia iba a albergar una misa para la comunidad LGBTQ+. Con ese aviso, estalló una bomba: el alcalde y los jefes de la policía y los bomberos dijeron que se retirarían del acto conmemorativo ¡si el P. Daley, quien estaba organizando una misa para los homosexuales, era el orador principal! Veinticuatro horas después, Caridades Católicas se puso en contacto conmigo y retiró mi invitación, diciendo que realmente no tenían otra opción.

Ese domingo celebramos la Misa por la Comunidad LGBTQ+. Habríamos agradecido que vinieran 15 o 20 personas. Imagínese nuestra feliz conmoción y sorpresa cuando asistieron cientos de personas: policías y bomberos, personas con arcoíris y cintas, llenando el espacio hasta quedar de pie solo para apoyar a la comunidad gay de Utica. Agradecí al alcalde, a la policía y a los jefes de bomberos por ayudar a aumentar la asistencia. Las personas de la comunidad, el Cuerpo de Cristo, con amor intrépido, a menudo van muy por delante de los líderes.

IMG_5195Mientras nos regocijamos por los avances legales, sociales e incluso religiosos que hemos logrado en los últimos años, es difícil imaginar que las personas LGBTQ+ se hayan convertido en otro fútbol político, saturado de actitudes de odio, mentiras y violencia, y alimentando una creciente reacción política contra las protecciones legales. Las leyes que nos protegerían de la discriminación siguen cayendo en las legislaturas, mientras que al mismo tiempo se multiplican las leyes que promueven la discriminación. Según el Center for American Progress, más de un tercio de las personas LGBTQ+ en Estados Unidos enfrentaron algún tipo de discriminación, a menudo agravada por género, raza, religión, clase y otros factores. A nivel mundial, cientos de personas transgénero son asesinadas cada año debido a su identidad de género, especialmente si son personas de color.

¡Con amor intrépido, estamos aquí y somos el Cuerpo de Cristo! No hay vuelta atrás: ¡no puedes volver a poner la pasta de dientes en el tubo! ¡No puedes contener la primavera! El camino hacia la justicia y la liberación, hacia la paz y el mundo como Dios quiere, es largo, pero cada uno de nosotros puede hacer su parte: algunos plantan las semillas, como la gente de Stonewall; algunos recogen la cosecha, como la Corte Suprema de Estados Unidos en 2015. Poco a poco, el amor intrépido nos hace avanzar como Cuerpo de Cristo.

No importa cuánto creamos en la Presencia Real de Jesús en la Mesa del Altar, no importa cuántas veces vayamos a Misa, no importa cuán devotos seamos, si no logramos ser transformados en el Cuerpo de Cristo fuera de la iglesia, si no logramos convertirnos en la Presencia Real de Cristo fuera de la iglesia, entonces no logramos ser verdaderamente cristianos. Y no logramos ser verdaderamente católicos.

San Agustín nos dice que debemos convertirnos en lo que recibimos, tanto individual como comunitariamente: ¡Recibimos el Cuerpo de Cristo, para convertirnos en el Cuerpo de Cristo! Y continuamos haciéndolo mientras celebramos el Orgullo y continuamos nuestro viaje para convertirnos en ese Cuerpo.

—P. Fred Daley, 2 de junio de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre.

Domingo, 2 de junio de 2024
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Mi cuerpo es comida

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida,

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga

***

***

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

“¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

“Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

– “Tomad, esto es mi cuerpo.”

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

“Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.”

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

*

Marcos 14,12-16.22-26

***

Hacia un idolatría de la Eucaristía.

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[…] El mismo Cristo  debe asfixiarse en nuestros ostensorios de oro, en nuestros cálices incomparables, en nuestros copones incrustados de joyas, Él quiso sólo la paja del Pesebre o la madera de la cruz. El culto exagerado de la Eucaristía tiende a hacer de nuestras iglesias templos paganos.

Louis Evely

*

Condúceme de lo irreal a lo real, condúceme de las tinieblas a la luz, condúceme de la muerte a la inmortalidad.

Brihadaranyaka Upanishad

***

Una liturgia sin compromiso místico

Los faraones de Egipto han sido divinizados y los monumentos no dejan de representar su investidura divina. Cuando, más tarde, Alejandro el Grande conquistó Egipto, no creyó que pudiera asegurar su dominación sobre las colonias sin hacerse reconocer como Dios. Del mismo modo los emperadores romanos, para consolidar la unidad de su imperio, aceptaron, luego finalmente impusieron, esta divinización de Roma y de su persona.

Pero esta divinización del faraón provocaba también, casi necesariamente, la “faraonización” de dios. Había una simbiosis, una suerte de comunidad de vida en la que las reacciones eran recíprocas y, finalmente, la imagen de la divinidad se amoldaba a la del faraón divinizado.

¿Hasta qué punto esta situación ha sido reproducida a lo largo de los siglos, incluso en el pensamiento de Israel? ¿En qué medida nuestra liturgia no guarda vestigios de este intercambio ambiguo entre la realeza terrestre y la realeza divina? ¿Hasta qué punto incluso el concepto de la realeza divina no es simplemente una emanación de la realeza humana?

¿En qué medida, en Bizancio, la liturgia de Palacio y la liturgia de Santa Sofía no coincidían en una misma imagen, donde la realeza divina y la realeza humana se confundían de nuevo?

Y en qué medida nuestra liturgia no es todavía una supervivencia de las liturgias reales que no comprometen nunca el fondo del alma? ¿No podemos pensar, a veces, que en nuestra misma liturgia, se trata de rendir homenaje a un soberano, de procesiónar alrededor de su altar, de erigirle un santuario dedicado a él, y una vez hecho esto, queda con Dios, todo esto que puede realizarse y celebrar sin ninguna especie de compromiso místico?

Algo extremadamente peligroso

Es evidente que, si el hombre de la calle es tan a menudo completamente extraño a lo que pasa en nuestras iglesias, es porque no pasa allí ningún acontecimiento susceptible de tocarlo aunque sea un poco. El no se siente allí de ninguna manera alcanzado y concernido a lo más íntimo de él mismo.

Hay una religión aparente que  no asume compromiso profundo. Esto es extremadamente grave, y podemos preguntarnos hasta qué punto esto no es a causa de la Eucaristía que llegamos a una confusión tan radical sobre la esencia misma del mensaje de Jesús.

Una especie de materialismo religioso, el peor de todos; puede trágicamente establecerse alrededor de la Eucaristía; tenemos un catalizador de paladio, un pararrayos celeste, sobre la casa, podemos dormir tranquilo, Dios está allí en su cajita y lo tenemos constantemente a nuestra disposición.

¿Nos hemos cuestionado suficientemente sobre  el valor de nuestras comuniones? ¿sobre elvalor de esos niños? ¿Qué producen? ¿Qué cambian?

En las comuniones sin compromiso, donde se cuenta con el opus operatum (un efecto producido infaliblemente por el hecho de que se recibe el sacramento), en las comuniones donde mecánicamente se debe ser santificado porque se abrió la boca o se tendió la mano para recibir la hostia: hay allí algo extremadamente peligroso porque no se ve en absoluto toda la exigencia que está en la base de una conversión verdadera, y que supone a un nuevo nacimiento; no vemos en absoluto la exigencia de la comunión que implica esta transformación radical donde se pasa del mí posesivo al mi oblativo. ¿ Incluso, cuántos sacerdotes  que celebran la misa cada día todavía puede, quizá, estar todavía allí?

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Resituar la Eucaristía en la perspectiva evangélica

Debemos pues resituar la Eucaristía, hay que situarla allí dónde la vida de la Iglesia debe encontrar su unidad, hay que situarla en su sitio, es decir en la perspectiva evangélica que se nos impone en los últimos encuentros del Señor con sus discípulos.

La última consigna que resuena en todas las páginas del relato joánico, es que os améis unos a otros como yo os he amado. Y esta consigna es también el criterio que hace reconocer a los discípulos de Jesús: ” en esto os reconocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros.

Y para dar una lección a sus discípulos, Jesús les lavó los pies. Esto es lo que es amar a tu prójimo: lo que he hecho es para que hagáis vosotros lo mismo los unos a los otros.

Por extraño que pueda parecer, la Eucaristía parece haber desaparecido, ni siquiera se nombra en este lugar, ¿por qué? Debido a que está implícita en esta mandato (lavatorio de los pies). Está implícitamente contenida en el mandato y en la consigna final del Señor: “Amaos los unos a los otros”, ya que es exactamente la misma cosa.

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“Os conviene que yo me vaya “

Recordemos las trágicas palabras de Jesús en el discurso después de la Última Cena: “Es bueno que yo me vaya porque, si no me voy, el Paráclito, el Espíritu Santo, no vendrá a a vosotros”. ¿Cómo no ver en estas palabras la confesión de un fracaso? Jesús nunca convirtió a nadie … ¡a nadie! Ni la muchedumbre, ni los sacerdotes, ni las autoridades, ni Herodes ni sus discípulos, ni incluso el discípulo amado que se dormirá como los otros enseguida en el Jardín de la Agonía: no ha convertido a nadie.

Y la llamada suprema que les dirige  a sus discípulos en el lavamiento de los pies se quedará sin eco: no comprenden que el reino de Dios está dentro de ellos mismos.

No comprenderán que es para hacer nacer este reino interior que Jesús se arrodilla delante de ellos para lavarles los pies, y no comprenden  que es para arrancar la piedra de nuestros corazones que Jesús muere sobre la cruz. Y la última pregunta que le harán a Jesús justo antes de la Ascensión será significativa de esta total  incomprensión.

¡La humanidad de Jesús debe pues desaparecer! Y es sólo en lo invisible, en el fuego del Pentecostés, como encontrarán a su Maestro como una presencia interior, no lo verán en lo sucesivo ya más delante de ellos sino dentro de ellos, y es en aquel momento cuando lo reconocerán. ¿Podemos desde entonces imaginar un solo instante que Nuestro Señor nos haya dado la Eucaristía para que refabriquemos con este sacramento un culto idolátrico, para que pudiéramos poseerlo allí, al alcance de nuestra mano, encerrándole en una caja para que nos pertenezca? ¿ Podemos concebir un materialismo igual por parte del Señor? ¿Cómo podemos imaginar que les hubiera robado su presencia visible a los Apóstoles para restituirnos en la hostia un foco de idolatría, como si pudiéramos disponer de Dios como el resultado de un objeto? Es absolutamente imposible, es exactamente lo contrario que sucede cuando Jesús nos da la Eucaristía.

*

Maurice Zundel

La Rochette, 1963

(Fuente)

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“Experiencia decisiva”. Cuerpo y Sangre de Cristo – B (Marcos 14,12-16.22-26)

Domingo, 2 de junio de 2024
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 corpus_bComo es natural, la celebración de la misa ha ido cambiando a lo largo de los siglos. Según la época, los cristianos han ido destacando algunos aspectos y descuidando otros. La misa ha servido de marco para celebrar coronaciones de reyes y papas, rendir homenajes o conmemorar victorias de guerra. Los músicos la han convertido en concierto. Los pueblos la han integrado en sus devociones y costumbres religiosas…Después de veinte siglos puede ser necesario recordar alguno de los rasgos esenciales de la última cena del Señor, tal como era recordada y vivida por las primeras generaciones cristianas.

En el trasfondo de esa cena hay una convicción firme: sus seguidores no quedarán huérfanos. La muerte de Jesús no podrá romper su comunión con él. Nadie ha de sentir el vacío de su ausencia. Sus discípulos no se quedan solos, a merced de los avatares de la historia. En el centro de toda comunidad cristiana que celebra la eucaristía está Cristo vivo y operante. Aquí está el secreto de su fuerza.

De él se alimenta la fe de sus seguidores. No basta asistir a esa cena. Los discípulos son invitados a «comer». Para alimentar nuestra adhesión a Jesucristo necesitamos reunirnos a escuchar sus palabras e introducirlas en nuestro corazón; necesitamos acercarnos a comulgar con él identificándonos con su estilo de vivir. Ninguna otra experiencia nos puede ofrecer alimento más sólido.

No hemos de olvidar que «comulgar» con Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha muerto «entregado» totalmente a los demás. Así insiste Jesús. Su cuerpo es un «cuerpo entregado» y su sangre es una «sangre derramada» por la salvación de todos. Es una contradicción acercarnos a «comulgar» con Jesús resistiéndonos a preocuparnos de algo que no sea nuestro propio interés.

Nada hay más central y decisivo para los seguidores de Jesús que la celebración de esta cena del Señor. Por eso hemos de cuidarla tanto. Bien celebrada, la eucaristía nos moldea, nos va uniendo a Jesús, nos alimenta con su vida, nos familiariza con el evangelio, nos invita a vivir en actitud de servicio fraterno y nos sostiene en la esperanza del reencuentro final con él.

José Antonio Pagola

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“Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre”. Domingo 02 de junio de 2024. Cuerpo y Sangre de Cristo.

Domingo, 2 de junio de 2024
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36-corpusB cerezoLeído en Koinonia:

Éxodo 24,3-8: Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros.
Salmo responsorial: 115: Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
Hebreos 9,11-15: La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia.
Marcos 14,12-16.22-26: Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre.

Situada entre dos mares, con sus dos puertos, Corinto era el centro más importante del archipiélago griego, encrucijada de culturas y razas, a mitad de camino entre Oriente y Occidente.

Su población estaba compuesta por doscientos mil hombres libres y cuatrocientos mil esclavos. Dicen que Corinto tenía ocho kms. de recinto amurallado, veintitrés templos, cinco supermercados, una plaza central y dos teatros, uno de ellos capaz para veintidós mil espectadores. En Corinto se daban cita los vicios típicos de los grandes puertos. La ociosidad de los marineros y la afluencia de turistas, llegados de todas partes, la habían convertido en una especie de capital de «Las Vegas» del Mundo Mediterráneo. “Vivir como un corintio” era sinónimo de depravación; “corintia” era el término universalmente empleado para designar a las prostitutas, y ya puede uno imaginarse lo que significaba “corintizar”.

En Corinto, cuya población era muy heterogénea (griegos, romanos, judíos y orientales) se veneraban todos los dioses del Panteón griego. Sobre todos, Afrodita, cuyo templo estaba asistido por mil prostitutas.

Hacia el año 50 de nuestra era llegó a esta ciudad Pablo de Tarso. Tras predicar el Evangelio fundó una comunidad cristiana. Durante dieciocho meses permaneció como animador de la misma. Sus feligreses pertenecían a las clases populares (pobres y esclavos), pero también los había de entre la gente notable, por su cultura y por su dinero. Nació así una de las comunidades cristianas primitivas más conflictivas.

Cuando Pablo, por exigencias de su trabajo misionero, se marchó de Corinto, se declaró en su seno una verdadera lucha de clases que se manifestaba vergonzosamente en la celebración de la Eucaristía. Los nuevos cristianos, ricos y pobres, libres y esclavos, convivían, pero no compartían; eran insolidarios. A la hora de celebrar la Eucaristía (por aquel entonces se trataba simplemente de comer juntos recordando a Jesús) se reunían todos, pero cada uno formaba un grupo con los de su clase social, de modo que “mientras unos pasaban hambre, los otros se emborrachaban” (1 Cor 11,l7ss). (¡Qué actual es todo esto!).

Desde Éfeso, Pablo les dirigió una dura carta para recordarles qué era aquello de la Eucaristía, lo que Jesús hizo la noche antes de ser entregado a la muerte, cuando, «mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: Tomen, esto es mi cuerpo. 23Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias, se la pasó y todos bebieron. 24Y les dijo: Esto es la sangre de la alianza mía que se derrama por todos».

Sería malentender a Jesús que lo que estaba haciendo era mandar ir a misa y comulgar, un rito que en nada complica la vida. Rito que no sirve para nada si, antes de misa, no se toma el pan -símbolo de nuestra persona, nuestros bienes, nuestra vida entera- y se parte, como Jesús, para repartirlo y compartirlo con los que son nuestros prójimos cotidianos.

[Impresiona visitar las iglesias y comprobar la diversidad de clases sociales que alojan. Todas tienen cabida en ellas, sin que se les exija nada a cambio. El rico entra rico y el pobre, pobre, y salen los dos igual que entran. En circunstancias similares a las que concurren en muchas misas dominicales, Pablo dijo a los feligreses de Corinto: “Es imposible comer así la cena del Señor”. Dicho de otro modo, “así no vale la eucaristía”, pues la cena del Señor iguala a todos los comensales en la vida, y comulgar exige, para que el rito no sea una farsa, partir, repartir y compartir.

La lucha de clases, como en Corinto, se ha instalado en nuestras eucaristías. Y donde ésta existe no puede ni debe celebrarse la cena del Señor. Los israelitas en el desierto comprendieron bien que la alianza entre Dios y el pueblo los comprometía a cumplir lo que pide el Señor, sus mandamientos. Jesús, antes de partir, celebra la nueva alianza con su pueblo y le deja un único mandamiento, el del amor sin fronteras. Éste es el requisito para celebrar la eucaristía: acabar con todo signo de división y desigualdad entre los que la celebran].

Habrá que recuperar, por tanto, el significado profundo del rito que Jesús realiza. «La sangre que se derrama por ustedes» significa la muerte violenta que Jesús habría de padecer como expresión de su amor al ser humano; «beber de la copa» lleva consigo aceptar la muerte de Jesús y comprometerse con él y como él a dar la vida, si fuese necesario, por los otros. Y esto es lo que se expresa en la eucaristía; ésta es la nueva alianza, un compromiso de amor a los demás hasta la muerte. Quien no entiende así la eucaristía, se ha quedado en un puro rito que para nada sirve.

Una mala interpretación de las palabras de Jesús ha identificado el pan con su cuerpo y el vino con su sangre, llegándose a hablar del milagro de la «transustanciación o conversión del pan en el cuerpo y del vino en la sangre de Cristo». Los teólogos, por lo demás, se las ven y se las desean para explicar este misterio. Como si esto fuera lo importante de aquel rito inicial. El significado de aquellas palabras es bien diferente: «En la cena, Jesús ofrece el pan («tomad) y explica que es su cuerpo. En la cultura judía «cuerpo» (en gr. soma) significaba la persona en cuanto identidad, presencia y actividad; en consecuencia, al invitar a tomar el pan/cuerpo, invita Jesús a asimilarse a él, a aceptar su persona y actividad histórica como norma de vida; él mismo da la fuerza para ello, al hacer pan/alimento. El efecto que produce el pan en la vida humana es el que produce Jesús en sus discípulos. El evangelista no indica que los discípulos coman el pan, pues todavía no se han asimilado a Jesús, no han digerido su forma de ser y de vivir, haciéndola vida de sus vidas. Al contrario que el pan, Jesús da la copa sin decir nada y, en cambio, se afirma explícitamente que «todos bebieron de ella». Después de darla a beber, Jesús dice que «ésa es la sangre de la alianza que se derrama por todos». La sangre que se derrama significa la muerte violenta o, mejor, la persona en cuanto sufre tal género de muerte. «Beber de la copa» significa, por tanto, aceptar la muerte de Jesús y comprometerse, como él, a no desistir de la actividad salvadora (representada por el pan) por temor ni siquiera a la muerte. «Comer el pan» y «beber la copa» son actos inseparables; es decir, que no se puede aceptar la vida de Jesús sin aceptar su entrega hasta el fin, y que el compromiso de quien sigue a Jesús incluye una entrega como la suya. Éste es el verdadero significado de la eucaristía. Tal vez nosotros la hayamos reducido al misterio -por lo demás bastante difícil de entender y explicar- de la conversión del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.

«Todos los domingos, en nuestra parroquia, juntos van a misa los trabajadores y los propietarios. Si todos reciben la gracia de Dios, esto no lo entiende ni Santa Lucía ni este servidor». Leer más…

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Dom 2. 06.24. Cuerpo a Cuerpo, Eucaristía

Domingo, 2 de junio de 2024
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Del blog de Xabier Pikaza:

El cuerpo de Dios es nuestro. Nuestro cuerpo es de Dios.

Cuerpo, carne, palabra; camino y presencia de Dios. Eso somos, de manera que su fiesta es nuestra y la nuestra suya.   Buen día a todos: Profetas, sacerdotes y reyes de Dios.  

Fiesta del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, que es la Eucaristía

Juan 6, 51-58. Nos hemos acostumbrado al gesto de Jesús que dice “esto es mi cuerpo”, dándonos su pan, para que lo compartamos, de manera apenas nos causa extrañeza, porque lo entendemos  como palabra teórica, que sólo Jesús y sus grades iniciados pronuncian.

Pero esa palabra (éste es mi cuerpo, esta es  mi sangre)es de todos los creyentes, de todos los compañeros y amigos de Jesús, profetas, reyes sacerdotes.

Un cuerpo, eso es, algo visible y concreto, una forma de comunión entre hombres, mujeres y niños, abierta a todos, en torno al pan que comparten, en nombre de Jesús, recordando y expresando su entrega… sin poderes ni jerarquías de dominio, porque “el Cristo es cuerpo” (cf. 1 Cor 12, 27), un cuerpo donde, en este contexto radical, ni él mismo es Cabeza, pues todos miembros unos de (y con) los otros.

Algunos cristianos posteriores han querido construir una institución “de separados“, con libros importantes y buenas genealogías, pero han corrido el riesgo de perder el “cuerpo a cuerpo” de Jesús, que eso su Iglesia, un encuentro concreto de personas, mujeres y hombres, que se dan la vida y la comparten, formando de esa forma una comunión visible, simbolizada y expresada en el pan compartido, que es el signo supremo de este cuerpo a cuerpo de amor que es la comunión de los compañeros, amigos y hermanos de Jesús.

Texto. Juan 6,51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

– “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”

Disputaban los judíos entre sí:

“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Entonces Jesús les dijo:

“Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.

IMG_5178No voy a comentar el texto en forma exegética, ni compararlo a los textos de la fundación de la eucaristía en la Última Cena, según los sinópticos. Sólo quiero evocar el sentido del “cuerpo” ¿Quién y cómo puede decir: esto es mi cuerpo? ¿De qué forma se puede dar y compartir el cuerpo, la vida concreta formando así un “cuerpo” humano?

– El signo de Jesús es el pan compartido. No el alimento de las purificaciones y los ázimos rituales (que comen separados los buenos judíos), sino el pan de cada día, al que alude el Padrenuestro: la comida que se ofrece a los pobres, se comparte con los pecadores y se expande en forma universal. Este es su signo: todo lo que ha dicho, todo lo que ha hecho se condensa y expresa en forma de alimento que sustenta y vincula a los humanos. Sin justicia social y comunicación económica no existe de verdad eucaristía.

– El pan suscita y crea Cuerpo… Jesús no anuncia una verdad abstracta, separada de la vida, una pura ley social, un principio religioso… Al contrario, mesías de Dios, Jesús es cuerpo, esto es, vida expandida, sentida, compartida. El evangelio nos sitúa de esta forma en el nivel de la corporalidad cercana, que la mujer del vaso de alabastro (Mc 14, 3-9) expresaba en forma de perfume y que Jesús ofrece como pan (comida). Sin comunión personal (de cuerpo y sangre) no existe eucaristía, ni existe sociedad humana.

– El pan hecho Cuerpo expresa la vida mesiánica, que se da y acoge, se goza y comparte, en comida de solidaridad y de justicia, de comunión mutua y de fiesta. Una tradición del cristianismo ha entendido esa experiencia de dar y compartir el cuerpo en término de “liturgia sacrificial”, es decir de cuerpo en cruz, de expiación. Pero antes que eso, el pan compartido es regalo (que se da y disfruta), la unión de un cuerpo es un gozo de vivir y compartir en compañía.

PROFETAS, REYES,SACERDOTES DEL CUERPO DE CRISTO. 

Jesucristo es Aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido “Sacerdote, Profeta y Rey”. Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas (cf . Redemptor Hominis 18-21).

784 Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: «Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo “un reino de sacerdotes para Dios, su Padre”.  

785 El pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de Cristo”. Lo es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y jerarquía, cuando “se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre” (LG 12) y profundiza en su comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.

786 El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo. Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección (cf. Jn 12, 32). Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo “venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28). Para el cristiano, “servir a Cristo es reinar” (LG 36), particularmente “en los pobres y en los que sufren” donde descubre “la imagen de su Fundador pobre y sufriente” (LG 8). El pueblo de Dios realiza su “dignidad regia” viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.

«Todos los cristianos espirituales y perfectos debe saber que son partícipes del linaje regio y del oficio sacerdotal  (Catecismo de la Iglesia Católica 1992, Num. 783 ).

TODOS LOS CRISTIANOS (MUJERES Y VARON SON CUEPO DE CRISTO)

IMG_5179Todos los bautizados son profetas (es decir, legisladores, portadores  de la Palabra de la palabra… No reciben su doctrina de otros maestros exteriores, no son puros “dependientes” de un magisterio esterno, sino portadores y testigos de la palabra de Dios que son “maestros”, en una línea que han puesto de relieve las Cartas de Juan: Cada cristiano recibe y despliega desde el fondo de sí mismo la palabra de Dos, cada uno “se es ley para sí mismo”, en comunión con otros (Juan de la Cruz, Subida).

Todos los bautizados son reyes en Cristo. No son esclavos de nadie ni de Cristo, sino que son el m mismo Cristo. Nadie puede imponerles su dictado y mandar sobre ellos. Son reyes, responsables de sí mismos, capaces de realizar la obra de Cristo, en él y con él. En Cristo no hay reyes y súbditos, señores y esclavos, sino que todos son “uno” en Cristo, con su mismo poder de amor y servicio mutuo

Todos son, finalmente sacerdotes… en el sentido radical de la palabra. Éste es el sacerdocio verdadero, el más profundo, ése que suele llamarse “sacerdocio común de los fieles” (que es el sacerdocio “ontológico“, si es que puede utilizarse esa palabra helenista). No hay una “tribu sacerdotal“, como la de Leví-Aarón en el AT, sino un sacerdocio único, simbolizado por Melquisedec, que es Cristo (hebreos). La santidad de Cristo y su obra santificadora, representada y celebrada por la eucaristía, es por tanto un “carisma” de todos los bautizados, que se identifican con Cristo, varones o mujeres.

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La sangre y el pan. Fiesta del Corpus Christi. Ciclo B.

Domingo, 2 de junio de 2024
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corpuschristiDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Esta fiesta comenzó a celebrarse en Bélgica en 1246, y adquirió su mayor difusión pública dos siglos más tarde, en 1447, cuando el Papa Nicolás V recorrió procesionalmente con la Sagrada Forma las calles de Roma. Dos cosas pretende: fomentar la devoción a la Eucaristía y confesar públicamente la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino. Las lecturas, sin restar importancia a estos aspectos, centran la atención en el compromiso del cristiano con Dios, sellado con el sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo.

1ª lectura: la sangre y la antigua alianza (Éxodo 24,3-8)

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:

– «Haremos todo lo que dice el Señor.»

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar.

Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:

– «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.»

Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:

– «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»

       La lectura cuenta el momento culminante de la experiencia de los israelitas en el monte Sinaí. Después de escuchar la proclamación de la voluntad de Dios (el decálogo y el código de la alianza), manifiesta su voluntad de cumplirla: «Haremos todo lo que el Señor nos dice».

         En una mentalidad moderna, poco amante de símbolos, esas palabras habrían bastado. El hombre antiguo no era igual. Un pacto tan serio requería un símbolo potente. Y no hay cosa más expresiva que la sangre, en la que radica la vida. Siglos más tarde, algunos caballeros medievales sellaban un pacto haciéndose un corte en el antebrazo y mezclando la sangre. Naturalmente, Dios no puede sellar una alianza con los hombres mediante ese rito. Por muchos antropomorfismos que usen los autores bíblicos al hablar de Dios, él no tiene un brazo que cortarse ni una sangre que mezclar. Tampoco se puede pedir a todos los israelitas que se hagan un corte y den un poco de sangre. Se recurre entonces al siguiente simbolismo: Dios queda representado por un altar, y la sangre no será de dioses ni de hombres, sino de vacas. Al matarlas, la mitad de la sangre se derrama sobre el altar. Se expresa con ello el compromiso que Dios contrae con su pueblo. La otra mitad se recoge en vasijas, pero antes de rociar con ella al pueblo, se vuelve a leer el documento de la alianza (Éxodo 20-23), y el pueblo asiente de nuevo: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos

        Pero en la antigüedad hay también otra forma, incluso más frecuente, de sellar una alianza: comiendo juntos los interesados. Esta modalidad también aparece en el relato del Éxodo (pero ha sido omitida por la liturgia). Después de la ceremonia de la sangre con todo el pueblo, Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta dirigentes de Israel suben al monte, donde comen y beben ante el Señor (Éxodo 24,9-11). Esta segunda modalidad será esencial para entender el evangelio.

2ª lectura: la sangre, el perdón y la nueva alianza (Hebreos 9,11-15)

               Como diría un cínico, los buenos propósitos nunca se cumplen. En el caso de los israelita llevaría razón. El propósito de obedecer a Dios y hacer lo que él manda no lo llevaron a la práctica a menudo. Surgía entonces la necesidad de expiar por esos pecados, incluso los involuntarios. Y la sangre vuelve a adquirir gran importancia. Ya que en ella radica la vida, es lo mejor que se puede ofrecer a Dios para conseguir su perdón. Pero el Dios de Israel no exige víctimas humanas. La sangre será de animales puros: machos cabríos, becerros, toros, vacas, corderos, tórtolas, pichones.

            El autor de la carta a los Hebreos contrasta esta práctica antigua con la de Jesús, que se ofrece a sí mismo como sacrificio sin mancha. Con ello, no sólo nos consigue el perdón sino que, al mismo tiempo, sella con su sangre una nueva alianza entre Dios y nosotros.

Hermanos:

Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.

Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.

Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Evangelio: pan, vino y nueva alianza (Marcos 14-12-16. 22-26)

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

– «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

+ «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”  Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

+ «Tomad, esto es mi cuerpo.»

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

+ «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

          La acción de Jesús en la Cena de Pascua reúne las dos formas de sellar una alianza que comentamos en la primera lectura, pero invirtiendo el orden. Se comienza por la comida, se termina aludiendo a la sangre de la nueva alianza. Aparte de esto hay diferencias notables. Los discípulos no comen en presencia de Dios, comen con Jesús, comen el pan que él les da, no la carne de animales sacrificados; y el vino que beben significa algo muy distinto a lo que bebieron las autoridades de Israel: anticipa la sangre de Jesús derramada por todos.

      ¿Dónde radica la diferencia principal entre la antigua y la nueva alianza? En que la antigua no cuesta nada a nadie; basta matar unos animales para obtener su sangre. La nueva, en cambio, supone un sacrificio personal, el sacrificio supremo de entregar la propia vida, la propia carne y sangre.

       Pero no podemos quedarnos en la simple referencia al pan y al vino, al cuerpo y la sangre. Para Jesús son la forma simbólica de sellar nuestro compromiso con Dios, por el que nos obligamos a cumplir su voluntad.

         El cuarto evangelio, que no cuenta la institución de la Eucaristía, pone en este momento en boca de Jesús un largo discurso en el que insiste, por activa y por pasiva, en que observemos sus mandamientos, mejor dicho, su único mandamiento: que nos amemos los unos a los otros.

         IMG_5074

        Si la celebración del Corpus Christi se limita a una expresión devota de nuestra devoción a la Eucaristía o, peor aún, si se convierte en simple fiesta de interés turístico, no cumple su auténtico sentido. Es fácil lanzar flores a la custodia por la calle; lo difícil es tratar bien a las personas que nos encontramos por la calle.

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“ Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo” 2 de junio de 2024

Domingo, 2 de junio de 2024
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Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio…

cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.

(Mc 14, 12-16.22-26)

Hoy celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y esta fiesta puede ayudarnos a hacer un pequeño examen de conciencia, puede ser una llamada de atención, un reclamo.

Como seres humanos que somos tenemos que buscar siempre un equilibrio ya que nuestra tendencia a los extremos es grande. Hoy podemos quedarnos tranquilamente adorando el Pan y el Vino al tiempo que olvidamos el sufrimiento de la humanidad con lo cual nos estaríamos alejando del verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre de Cristo.

Jesús no nos dejó su Cuerpo y su Sangre para contemplarlos, sino para comerlo y beberla. Para “tragarlo”. Tragar el Cuerpo y la Sangre de Jesús significa querer ser UNO con Él y con su manera de vivir.

Cuando comulgamos estamos diciendo públicamente que queremos vivir como vivió Jesús. Que creemos en el Dios que anunció y que estamos dispuestas a acompañarlo hasta las últimas consecuencias.

El Pan y el Vino son, nada más y nada menos, el signo de la entrega amorosa que vendrá después de la Cena. El Pan y el Vino son el Cuerpo entregado y la Sangre derramada en una muerte violenta, injusta y maldita.

Cuando tomamos el Pan y el Vino de la Eucaristía no solamente nos unimos a quienes en nuestro mundo sufren y entregan sus vidas, sino que expresamos de una manera pública que nosotras estamos dispuestas a sufrir y a entregar nuestras vidas por amor.

Por eso el Cuerpo y la Sangre de Cristo apenas se pueden adorar porque una voz nos recuerda que no podemos quedarnos mirando al cielo, o al Pan o al Vino, sino que tenemos que ir y hacer lo mismo.

Oración

Trinidad Santa, haznos valientes para asumir el compromiso que nos reclaman el Pan y el Vino de tu Reino.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Sólo hacernos paz nos llevará a la plenitud.

Domingo, 2 de junio de 2024
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b38e1f35f42276d461b9a8ff6ab0251cCORPUS II (B)

Mc 14,12-26

La eucaristía es el sacramento de nuestra fe. Por muy claras que tenga las ideas y por muy razonada que sea la explicación, siempre termina pesando más la postura tradicional. Pero resulta que la tradición que prevalece no es la original, sino la que se fue elaborando a través de los siglos, al tiempo que se perdía el sentido original del sacramento. ¿Alguien puede imaginarse a Pedro poniéndose de rodillas ante el trozo de pan que le ofrecía Jesús o recogiendo las migas que habían caído?

Este sacramento encierra numerosos aspectos, todos interesantes. Hoy me voy a ceñir a lo que es como sacramento. Todos los sacramentos son signos. Si no tenemos claro lo que es un signo, mal podremos entender lo que es un sacramento. En la primera mitad del siglo pasado Cassirer inventó y desarrolló una nueva definición del ser humano. Ya no se trata de ‘animal racional’ sino de ‘animal simbólico’. Este nuevo concepto no lleva a una comprensión del ser humano mucho más amplia y profunda. La racionalidad no queda abolida, pero se interpreta como insuficiente para explicar lo que es el hombre.

Esta idea puede ser muy útil para adentrarnos en una nueva manera de entender los sacramentos como signos. Signo es cualquier sonido, gesto o realidad que, a través de nuestros sentidos, provoca en nuestra mente una imagen concreta que está más allá de lo que vemos u oímos. Los signos son la única manera que tenemos los humanos de trasmitir lo que tenemos en nuestro cerebro, que no coincide nunca con lo que entra por nuestros sentidos. Las realidades trascendentes no caen bajo el objeto de nuestros sentidos, por lo cual, si queremos hacerlas presentes tenemos que utilizar signos.

En la eucaristía, el signo no es el pan sino el pan partido, repartido, preparado para ser comido y el vino derramado, bebido como sangre, vida que se pone al servicio de los demás. En ambos casos, la realidad significada es el AMOR, que es Dios. Esta realidad, por ser trascendente, divina, está siempre ahí porque no está sometida al tiempo y al espacio. Ni se trae ni se lleva, ni se pone ni se quita. DIOS-AGAPE está invadiéndolo todo e identificándolo con Él en todo instante, pero nosotros podemos no ser conscientes de ello, por eso necesitamos los signos para tomar conciencia de esa realidad.

Dios no puede estar en uno más que en otros. Está siempre en todos de la misma manera. Somos nosotros los que podemos pasar toda la vida sin enterarnos o podemos tomar conciencia de esta realidad y vivirla. El signo lo necesitamos nosotros porque las cosas llegan a nuestro cerebro a través de los sentidos. Dios ni necesita los signos ni está condicionado por ellos. Dios no está más presente en nosotros después de comulgar que antes. Comulgamos para tomar conciencia de lo que nos desborda.

Creo que estamos en condiciones de comprender que los sacramentos ni son magia ni son milagros. La experiencia me dice lo difícil que va a ser superar la comprensión de la eucaristía como magia. Cuando celebramos una eucaristía, ni el sacerdote ni Dios hacen ningún milagro. Lo que hacemos es algo mucho más profundo, pero lo tenemos que hacer nosotros mismos. Tomar conciencia de lo que fue Jesús durante su vida mortal y comprometernos a ser nosotros lo mismo. Lo que pasa fuera de mí, lo que puedo ver u oír es solo un medio para descubrir, dentro de mí, una realidad que me transciende.

Lo repito: el signo no es el pan, sino el pan partido, preparado para ser comido. Partir el pan forma parte de la esencia del signo. Jesús se hace presente en ese gesto, no en la materia del pan. Si comprendiéramos bien esto, se evitarían todos los malentendidos sobre la presencia de Jesús en la eucaristía. El pan consagrado hace siempre referencia a una ‘fracción del pan’, (celebración eucarística). Lo mismo en la copa. El signo no es la copa sino el cáliz bebido, es decir, compartido. Para los judíos la sangre era la vida. La copa derramada es la vida de Jesús (no la muerte) puesta al servicio de todos.

Debemos superar el “ex opere operato”. Ninguna celebración puede tener valor automático. Cuando me llamaron al orden, me dijeron: “Tú tienes que ser como el farmacéutico, que despacha las pastillas a los clientes sin explicarles lo que han hecho en el laboratorio”. Mi desacuerdo es absoluto. La aspirina produce su efecto en el paciente automáticamente, aunque no tenga ni idea de su composición. Pero los sacramentos son la unión de un signo con una realidad significada que no se puede dar sin una mente despierta. Sin esa conexión, el rito se queda en puro garabato.

La realidad significada es Jesús como don; es Dios-Ágape, manifestado en Jesús. La palabra hebrea que traducen al griego por soma, no significa cuerpo. En la antropología judía, el ser humano era un todo único, pero distinguían distintos aspectos: hombre carne, hombre cuerpo, hombre alma, hombre espíritu. Hombre cuerpo no hace referencia a la carne, sino a la persona sujeto de relaciones. El soma griego todavía conserva ese significado. Al traducirlo por “corpus”, se impuso el significado físico, distorsionando el mensaje original. Jesús no dijo: Esto es mi cuerpo sino esto soy yo.

La eucaristía resume la actitud vital de Jesús, que consistió en manifestar, amando, lo que es Dios. Como buen hijo hace siempre presente al padre. La realidad significada, por ser espiritual, no está sometida al tiempo ni al espacio. Hacemos el signo, no para crearla sino para descubrirla y poder vivirla. No podemos celebrar la eucaristía sin los demás. Solo en nuestras relaciones con los demás podemos hacer presente el amor. Con demasiada frecuencia hemos convertido la eucaristía en una devoción particular en la que los otros incluso nos molestan, como me han comentado alguna vez.

Jesús nunca hizo hincapié en que amaba mucho a su Abba; sino en su unidad con Él. Esa misma es la experiencia de todos los místicos. S. Juan de la Cruz: “¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!” Dios no puede hacerse presente en un lugar acotado, sencillamente porque no puede dejar de estar en todo lugar. Tampoco puede estar más presente aquí que allí. Nosotros, como seres humanos, no tememos más remedio que percibirlo en un lugar para poder tomar conciencia de su realidad.

Cuando Jesús propone el mandamiento nuevo, está hablando de las consecuencias que debía tener en nuestra vida, el amor (ágape) del Padre. El fin último de la celebración de una eucaristía, es hacer presente con los signos, este ágape que nos fundiría con Dios y nos abriría a los demás, hasta sentirlos fundidos en Dios. El hombre puede tomar conciencia de este hecho y vivirlo. El que lo descubre y lo vive descubre su verdadero ser y disfruta siéndolo. Nunca se nos ocurra pensar que dándonos a los demás, les estamos haciendo un favor. Con esa actitud de entrega, estás alcanzando tú la plenitud.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Corpus

Domingo, 2 de junio de 2024
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Mc 14, 12-16. 22-26

«Tomad, éste es mi cuerpo» … «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos»

En la fiesta del Corpus Christi se celebra la presencia real de Jesús en las especies sacramentales del pan y del vino, y esto se manifiesta sacando la custodia a la calle e invitando a los fieles a adorarla.

Desde nuestra óptica ilustrada, este tipo de devoción nos parece pueril y trasnochado, y nuestro primer impulso suele ser criticarlo o descalificarlo. Pero topamos con un problema, y es que muchos cristianos –probablemente la mayoría– lo comparten, interpretan las palabras de Jesús como algo que convierte el pan y el vino en su cuerpo y su sangre, y se conmueven al adorar la custodia o contemplarla en procesión por las calles de su ciudad.

Y al verlo, solemos pensar que son ellos los que creen mal y nosotros los que creemos bien; y como creemos bien, nos expresamos a menudo en un lenguaje asertivo propio de personas en posesión de la verdad que no deja espacio para ninguna otra creencia. Nosotros somos la vanguardia, la que debe marcar el camino, porque, no en vano, nuestra fe se soporta sobre una firme base exegética y no en tradiciones de dudosa procedencia e intencionalidad como son las de la Iglesia.

Ahora bien, si una mayoría de cristianos profesa una fe que a una minoría nos parece inapropiada, estamos ante un dilema en el que sólo parecen caber dos alternativas: o bien la devoción popular es la que interpreta adecuadamente el mensaje de Jesús, «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a los sencillos», o bien el cristianismo genuino es algo reservado a iniciados capaces de entender aquello que la gente normal no entiende.

La primera de ellas nos resulta difícil de digerir y la segunda descabellada, así que algo debe estar fallando en nuestro razonamiento… Acudimos al evangelio y hallamos la respuesta, pues vemos el poco énfasis que hace en la doctrina y su constante exhortación a la acción, al amor, al perdón, al servicio: «Por sus obras los conoceréis».

El evangelio nos da dos claves importantes para enfocar bien las cosas. La primera, que las creencias son secundarias; que lo importante es el amor que da fruto. La segunda, que la vanguardia la marcan quienes más aman y más sirven, cualesquiera que sean sus creencias… «El que quiera ser el primero entre vosotros…»

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fe Adulta

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“Mi cuerpo para la vida del mundo”

Domingo, 2 de junio de 2024
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eucaristia0(Mc 14,12-16.22-26)

Hoy celebramos la solemnidad del cuerpo y sangre de Cristo. Es una fiesta, popular y eclesial, que centra nuestra mirada en el misterio de la pascua como la comprensión de toda la misión de Jesús: su vida para la vida del mundo.

Comprender la vida como ofrenda y bendición para todos es un criterio esencial del cristianismo. La propia vida fecunda las vidas de los demás y la muerte es el desenlace que consuma el proceso: como el grano de trigo que da fruto, como el cuerpo en el pan y la sangre en el vino, la vida es transformada en resurrección. Es una forma original de comprender la vida entera desde el misterio pascual, repleto de bendiciones, acciones de gracias y comidas en el seno de una nueva familia llamada a beber el vino nuevo en el reino presente de Dios.

El relato marqueano, posiblemente una reconstrucción interpretativa de la comunidad primitiva, deja entrever algo de la posible conciencia de Jesús en relación a su propia muerte, que está próxima, desde una óptica concreta. La antigua alianza centraba la celebración de la pascua, es decir del “paso de Dios”, en la fiesta de la consolidación de un pueblo tras su liberación de la esclavitud. En ella reunía la fiesta de agricultores (panes sin levadura) junto a la de los ganaderos (el cordero). El relato marqueano recupera esta unidad de festividades a la vez que reproduce en parte la estructura de la celebración pascual familiar judía. Centrada en la bendición (beraka) y en la acción de gracias a Dios por su acción liberadora que se hace presente la cena pascual judía, la última cena se compone igualmente de la bendición de las copas y del pan, de palabras de acción de gracias y del canto de los salmos (Hallel) (v.22-24) si bien con algunas modificaciones. El ambiente es de una habitación de una casa -una sala amplia, amueblada y arreglada (v. 15)-, y los comensales -en lugar de ser los miembros de una familia- son los compañeros de Jesús.

En este contexto pascual, la muerte de Jesús es entendida en clave de paso del Señor, siempre salvífica y vivificante, plenificadora y capaz de ofrecer abundancia. El cuerpo, como es considerado desde el judaísmo, es la completud de la persona. En el caso de Jesús, su origen, misión, humanidad, divinidad… están incluidos en su persona, en su cuerpo. La ritualidad de la acción de gracias y de las bendiciones cobran entonces sentido de plenitud al referirse al cuerpo de Cristo, y su sangre, para la vida de todos y de toda la creación: “Mi cuerpo para la vida del mundo”.

Además el tiempo de las palabras rituales es importante. En el judaísmo, el pasado muestra el horizonte: de la misma manera como Dios nos salvó en el pasado, ahora nos colma de sus dones. Estos dones, en el cristianismo, se condensan en el cuerpo y sangre de Cristo, ahora repartido para todos. Y en boca de Jesús se ponen palabras escatológicas que expresan la plenitud del reino donde abunda el vino nuevo: “No beberé más del fruto de la vid hasta que beba del vino nuevo en el reino de Dios”. Si advertimos que el reino escatológico se hace presente en relatos anteriores de curaciones, de enseñanza, de reconciliación… la plenitud de este reino se comprende en la abundancia del vino nuevo, “presente” en medio de la comunidad reunida tras la resurrección de Jesús.

Paula Depalma

 Fuente Fe Adulta

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Todo es cuerpo de la “consciencia”.

Domingo, 2 de junio de 2024
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2 junio 2024

Mc 14, 12-16

Parece claro que, en una lectura no literal ni confesional, cuando Jesús afirma sobre el pan que “esto es mi cuerpo”, se está refiriendo a la realidad completa. Con lo que, aquella cena, a tenor de esas palabras, solo cabe leerla en clave de celebración de la unidad. Por ello mismo, tienen razón quienes entienden la eucaristía en esa misma clave.

El conjunto de todos los objetos que percibimos y que constituyen la realidad aparente no son sino expresiones o manifestaciones de lo único realmente real, es decir, despliegue desbordante de la única consciencia.

La teóloga Sallie McFague afirma, metafóricamente, que “el mundo es cuerpo de Dios”. La intuición es la misma. Si no entendemos por “dios” un ser separado, al margen del mundo, sino el Fondo de todo lo que es, estaríamos utilizando nombres diferentes -dios, consciencia, vida, ser…- para referirnos a Aquello que no tiene nombre -porque no es un objeto- y que, sin embargo, es lo único que permanece cuanto todo lo demás cambia.

Reconocer que todo sin excepción es “cuerpo” de la consciencia constituye la más rotunda afirmación de la unidad de todo, de la no-separación más allá de todas las diferencias. Tal es la afirmación central de la comprensión no-dual. Y eso mismo es lo que hace que la comprensión sea radicalmente transformadora.

¿Cómo no habría de cambiar la forma de ver y de vivir cuando se comprende que, más allá de la admirable y bella multiplicidad de formas, todo es uno y lo mismo? Por tanto, la mirada que se queda solo en la forma resulta ser, no solo pobre y limitada, sino absolutamente errónea. Y del error no puede surgir sino confusión, división y sufrimiento.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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De las armas forjarán arados. Entonces celebraremos la Eucaristía.

Domingo, 2 de junio de 2024
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eucaristia-720_270x250Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- ORIGEN DE LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI.

La Eucaristía evidentemente comienza con Jesús.

Pero a fines del siglo XIII cuando surja en Lieja, Bélgica, una espiritualidad Eucarística cuyo centro fue la Abadía de Cornillón. Este movimiento dio origen a la fiesta del Corpus Christi y a diversas costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, las procesiones, etc.

Será el Concilio de Trento, en el siglo XVI, el que potenciará que todos los años, determinado día festivo, se celebre esta fiesta.

02. ÉXODO

La cena celebrada por los hebreos la víspera de salir de la esclavitud de Egipto en el Éxodo liberador es la Pascua judía.

Hoy hemos escuchado cómo Moisés -ya en el camino del desierto de la vida- tras bajar del monte Sinaí con las tablas de la ley y, una vez que el pueblo acoge la Palabra del Señor, Moisés roció con sangre al pueblo y sella así la ALIANZA de amistad entre Dios y su pueblo.

Es la ALIANZA de Dios, el pacto y encuentro salvíficos de Dios con su pueblo.

03. NUEVA ALIANZA

Nosotros celebramos la Pascua cristiana sellada por JesuCristo en la cruz. La Pascua cristiana quedó plasmada durante toda la vida de Jesús y en la víspera de su pasión en la Cena pascual de despedida.

Y con la Pascua de JesuCristo celebramos la Nueva y definitiva Alianza de Dios con la humanidad.

La última y definitiva Palabra de Dios para con nosotros es la redención de Cristo: la Alianza o pacto de amistad de Dios con la humanidad.

04. TOMAD Y COMED MI CUERPO / TOMAD Y BEBED.

Cuerpo en la antropología del NT no es meramente la corporeidad física, sino que cuerpo (soma) significa la persona como identidad, la presencia de la persona, su pensamiento.

Cuando Jesús nos invita a tomar y comer su cuerpo no nos invita a un acto biológico-gastronómico, ni a un rito, sino a asimilarse a Él, a acogerle a él como persona, como criterio y pauta de vida. Él mismo nos da fuerza para ello: el pan de vida es el alimento cristiano.

Tomad y bebed… es una llamada a acoger agradecidos la muerte de Jesús, la redención de Jesús.

05. BANQUETE DEL REINO.

La Eucaristía hemos de situarla en el contexto de las muchas comidas, banquetes salvíficos que Jesús celebró con mucha gente: comidas de encuentro y de vida.

El Reino de Dios es equiparado por Jesús a un banquete de bodas, a un encuentro fraterno

RECORDEMOS:

El encuentro del hijo pródigo con el Padre se sella con un banquete, había que celebrar una fiesta, porque este hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida (Lc 15, 11-32).

* A Jesús le echaban en cara que comía con pecadores y publicanos, (Mc 2,16).

Recordemos el encuentro de Jesús con Zaqueo: hoy ha entrado la salvación a esta casa (Lc 19, 1-10).

Evoquemos la infinidad de momentos en los que Jesús alude el banquete, la comida como encuentro de salvación (Mt 22,1-14).

o El evangelio de San Juan sitúa la Eucaristía no tanto en la última Cena, sino en el cp. 6: en la multiplicación de los panes, (Jn 6). El pueblo tiene hambre. Cristo es pan de vida: Yo soy el pan de vida

(Jn 6). Un milagro de solidaridad.

El Reino de los cielos se parece a un banquete, (Mt 22,24)

Ofrece un banquete, llama a pobres, mancos, cojos, ciegos, (Lc y serás bienaventurado)

Los dos de Emaús reconocen la Vida al partir el pan (Lc 24, 13-35, v 30: Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio).

Junto al lago Jesús les dice a los suyos si tienen algo que comer, comen pan y pescado (Lc 24, 36-49) y cuando compartieron el pan, se les abrió la inteligencia y comprendieron (v 45).

En nuestra tradición neotestamentaria y eclesial la “Última Cena” tiene una densidad e intensidad grandes.

La Eucaristía no es un rito, una liturgia, no es una ley para cumplir con la Iglesia y salvar mi alma: aquel viejo “cumplir con Pascua”. La Eucaristía es algo más, más hermoso y profundo: LA EUCARISTÍA ES VIDA, es el pan de vida, es el grano de trigo que ha de morir para fructificar es acoger la redención del Señor en nuestra vida.

Impregnemos nuestra “vida de la Vida”. Disfrutemos la vida desde la Vida.

06. EU – XARIS: BUENA GRACIA: ACCIÓN DE GRACIAS.

La Eucaristía es vivir en acción de gracias por la nueva Alianza, por la liberación definitiva, la redención realizada por Cristo.

En la Eucaristía hacemos memoria (“revivimos”) el nuevo Éxodo liberador el pecado y de la muerte y damos gracias por ello al Señor.

07. LA MESA DEL SEÑOR ESTÁ ABIERTA A TODOS.

De la mesa de los ricos de este mundo están excluidos muchos, ¿la mayoría de la humanidad? ¿Cuántos millones de personas viven muriendo de hambre por desnutrición?

La mesa de los ricos y de los poderosos está cerrada a los pobres.

Por otra parte, se hace extraño cómo el rigor litúrgico y moral han ido reduciendo “los cubiertos de los comensales” de la mesa de JesuCristo.

Para los que viven del entramado moral-litúrgico, la Eucaristía conlleva la “rigidez litúrgica del desfile del día de la victoria”. Para los que andamos como podemos en la vida, la Eucaristía es Emaús, pobres hombres y mujeres a veces desesperanzados, que tienen la fortuna de encontrarse con Cristo y se sientan a la mesa con él.

Es de mucho consuelo saber que la mesa del Señor está abierta a todos, especialmente a los pecadores y publicanos.

Da mucho paz saber que todos tenemos sitio en la mesa, en la fiesta del Padre. No importa nuestra condición moral, nuestro pecado. Somos hijos pródigos, publicanos, “magdalenas”, hemorroísas, “zaqueos” pero Dios nos sienta a su mesa y encantado.

ACCIÓN DE GRACIAS Y ESPERANZA

Jesús deseaba celebrar la Eucaristía con nosotros al final de los

tiempos, cuando vuelva. Quizás, como los dos de Emaús, caminamos desesperanzados en la vida. La Eucaristía fortalece la esperanza de que terminaremos sentados a la mesa abundante del Señor.

Acción de gracias. Vivir en gracia en el fondo es vivir agradecidamente, vivir dando gracias a Dios y a la vida.

CELEBREMOS LA MEMORIA DEL SEÑOR

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“Corpus Christi: memorial de la fidelidad y coherencia de Jesús a la misión encomendada”

Domingo, 2 de junio de 2024
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IMG_5054Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:

La pasión de Jesús ya no tiene vuelta atrás. Las consecuencias de su misión lo han llevado a la cruz y Jesús no huye, sino que la asume en fidelidad al Dios Padre/Madre que lo ha enviado para ello.

Cuando Jesús dice, este es mi cuerpo, se está entregando todo él, su humanidad es real y su entrega es total.

La eucaristía que celebramos aquí es anuncio del banquete escatológico, es comenzar a vivir, desde ahora, lo que esperamos vivir en la eternidad.

El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua? Y envió a dos de sus discípulos, y les dijo: Vayan a la ciudad, y allí saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo; y donde él entre, digan al dueño de la casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi habitación en la que pueda comer la Pascua con mis discípulos?'” Y él les mostrará un gran aposento alto, amueblado y preparado; hagan los preparativos para nosotros allí. Salieron, pues, los discípulos y llegaron a la ciudad, y encontraron todo tal como Él les había dicho; y prepararon la Pascua (…) Y mientras comían, tomó pan, y habiéndolo bendecido lo partió, se lo dio a ellos, y dijo: Tomen, esto es mi cuerpo. Y tomando una copa, después de dar gracias, se la dio a ellos, y todos bebieron de ella. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos. En verdad les digo: Ya no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios. Después de cantar un himno, salieron para el monte de los Olivos. (Marcos 14, 12-16.22-26)

En esta festividad del “Corpus Christi” -cuerpo del Señor– Marcos nos ofrece el texto de la comida pascual que, en la vida histórica de Jesús se celebró antes de ser crucificado y, justamente, estando Judas entre ellos. Este anuncio de la traición de Judas se omite en este día porque el énfasis va a estar puesto en el partir el pan, en la eucaristía.

 Recordemos que la comida pascual de los judíos tenía varios momentos estipulados. El vino se distribuía en cuatro copas, la última de las cuales iba acompañada de una bendición. El pan ázimo lo partía el responsable de la celebración y se lo daba a los comensales. Luego de hacer unas preguntas y responderlas, se procedía a comer el cordero pascual que había sido sacrificado en el Templo de Jerusalén. Después se cantaban los salmos. Esta comida pascual era una comida de familia (no de comunidad lo que implicaría que se hiciera en la sinagoga o en el Templo) y se celebraba en Jerusalén, de ahí, que tantas personas peregrinaran a esta ciudad. Conviene conocer estos datos de la cultura judía para entender, cómo a partir de su significado original, Jesús le da otro significado que es el que estamos llamados a vivir.

Deteniéndonos más en el texto, este inicia con la preparación de la cena que realizarán los discípulos siguiendo las instrucciones que Jesús les da. La manera de relatarlo, recuerda al texto del domingo de Ramos, donde Jesús también envía a sus discípulos a preparar la entrada triunfal a Jerusalén. Parece que allí todo está previsto para ello. De alguna manera, el texto muestra que la pasión de Jesús ya no tiene vuelta atrás. Las consecuencias de su misión lo han llevado a la cruz y Jesús no huye, sino que la asume en fidelidad al Dios Padre/Madre que lo ha enviado para ello.

En el texto no se hace referencia al cordero pascual porque, en el contexto de la pasión, Jesús mismo es el cordero que se entrega por los suyos. Jesús entrega su cuerpo y, su sangre, signo de la nueva alianza.

Hay que recordar que cuando en la mentalidad semita se habla del cuerpo, se está hablando de toda la persona. Es la mentalidad griega, dualista, la que nos hace pensar al ser humano como un compuesto de alma y cuerpo. No es así para los semitas. Si ellos se refieren a una parte de la persona: alma, corazón, entrañas, cuerpo, se están refiriendo a toda la persona. Por eso, cuando Jesús dice, este es mi cuerpo, se está entregando todo él, su humanidad es real y su entrega es total. Por su parte, la sangre derramada habla de su muerte violenta, haciendo eco del siervo sufriente del relato del profeta Isaías. Añade que se entrega por “muchos”. Aquí conviene hacer una aclaración: El significado semita de “muchos” es “todos. Lamentablemente, en aras de ser fieles a las palabras originales, Benedicto XVI, cambio el “todos” que el celebrante decía, por el “muchos”, creando confusión porque ahora parece que la entrega de Jesús no es por todos. Conviene hacer esta aclaración para no perder el significado de la entrega de Jesús por toda la humanidad.

Notemos también que en la pascua judía al tomar la última copa se bendecía. En este texto se “da gracias” y de ahí viene el entender la eucaristía como una “acción de gracias”. El texto termina diciendo que Jesús no volverá a beber del fruto de la vid hasta el día definitivo. Es decir, la eucaristía que celebramos aquí es anuncio del banquete escatológico, es comenzar a vivir, desde ahora, lo que esperamos vivir en la eternidad.

Todo lo dicho aquí puede iluminar mejor el sentido de esta festividad. El Corpus Christi no es simplemente la adoración de Jesús eucaristía y el reconocimiento de su presencia entre nosotros a través del pan y el vino. Es memorial de su pasión, de su fidelidad, de su coherencia a la misión encomendada. Es la entrega total y generosa por todos. Es el adelanto de la vida definitiva a la que aspiramos. Ahora la cena no es la de la familia judía sino la de la nueva familia que surge por el discipulado. Y es una cena donde no hay un cordero para cenar sino una vida para entregar. Por tanto, que contemplar a Jesús Eucaristía, nos lleve a vivir la pascua del servicio, de la fraternidad/sororidad, de la misericordia, de la generosidad.

(Foto tomada de: https://www.eltiempo.com/vida/religion/corpus-christi-2023-cuando-es-y-como-se-celebra-en-colombia-776011)

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Somos las manos, los pies y el corazón palpitante de Jesús para la inclusión LGBTQ+

Lunes, 12 de junio de 2023
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IMG_9875La reflexión de hoy es de la colaboradora de Bondings 2.0 Yunuen Trujillo, cuya biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para la Fiesta del Corpus Christi se pueden encontrar aquí.

Hace unas semanas, regresé a mi parroquia de origen para participar en la primera misa de un buen amigo que acababa de ser ordenado diácono de transición. No había estado en esa parroquia al menos desde antes de la pandemia. Desde el momento en que estacioné en el estacionamiento sentí una sensación de paz. “Estoy en casa“, cantó mi corazón.

Esta parroquia fue el primer lugar donde me sentí verdaderamente parte del Cuerpo de Cristo, mi cuna de la fe. En esta parroquia, pasé años en el ministerio de adultos jóvenes, canté en cientos de misas, hice amigos, reí, lloré, me abrí en oración y crecí en mi fe. Después de que salí, la comunidad no tan progresista continuó dándome la bienvenida, incluso cuando comencé a usar una cinta de arcoíris en cada misa cada vez que servía como lector o ministro eucarístico. La comunidad me conocía y se preocupaba por mí; ser gay aparentemente no era un problema.

Sin embargo, justo al comienzo de la pandemia, tuve un episodio de “noche oscura del alma“. Desanimado por algunos desafíos en el Ministerio LGBTQ, agradecí un descanso de servir en la parroquia cuando comenzó la pandemia. Más tarde me casé y me mudé a una ciudad lejana y no había regresado hasta la Misa de mi amigo.

Cuando llegó el momento de tomar la Comunión, caminé en la fila para recibirla, usando mi cinta de arcoíris, ahora felizmente casada. “¿Mi amigo me negará la Eucaristía? ¿Él dudará? ¿Se está entrenando a los seminaristas para pelear las guerras culturales en la línea de la Comunión?”

“El cuerpo de Cristo”, dijo, mientras levantaba la cabeza y esbozaba una sonrisa cuando se dio cuenta de que era yo. “Amén”, respondí, y suspiré aliviada.

Jesús les dijo: “Amén, amén, les digo, a menos que coman la carne del Hijo del Hombre y beban su sangre, no tienen vida dentro de ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”. (Juan 6:53-54)

Hoy celebramos la fiesta del Corpus Christi, exaltando la Presencia Real del Cuerpo y la Sangre de Jesús en la Eucaristía. Celebraciones como la de hoy pueden traer cierto nivel de ansiedad a los católicos LGBTQ y a otras personas a las que se les ha dicho que deben excluirse de participar en la Eucaristía simplemente por un estado civil particular o por la falta de él. Sin embargo, al final del día, la decisión de recibir es un asunto de conciencia del comulgante.

¿Eres uno con Cristo? ¿Estás en estado de gracia? Esta pregunta debe ser respondida por cada individuo. Ningún grupo de personas debe creer que la respuesta siempre es “” o “no” simplemente basándose en un aspecto de sí mismo. Un examen de conciencia debe incluir todos los aspectos de nuestra vida.

Para quien no sepa responder a esas dos preguntas, o no se sienta a gusto con las respuestas, le recomiendo buscar un buen director espiritual o un confesor que le proporcione un acercamiento pastoral y le pueda guiar en su proceso de discernimiento. No deberíamos tener que saltar bucles y aros para encontrar una respuesta. Encuentro muy útil la guía del Papa Francisco en la Alegría del Evangelio: “La Eucaristía, aunque es la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino una poderosa medicina y alimento para los débiles”. (núm. 47).

Como seguidores de Jesús, todos estamos tratando de ser mejores. Todos tenemos desafíos y defectos, pero también tenemos virtudes y dones dados por Dios. Nuestra sexualidad es un regalo ya que Dios nos hizo perfectamente quienes somos. Entonces, para responder a esas preguntas, debemos mirar más allá de los paradigmas de género dominante y gay/heterosexual.

La fiesta del Corpus Christi es también un momento para reflexionar sobre el Cuerpo Místico de Cristo. En virtud de nuestro bautismo, todos somos parte de una unión mística en un Cuerpo espiritual de Cristo. Este día puede ser un momento para reflexionar sobre nuestro compromiso en este Cuerpo:

¿Sientes que eres parte de este Cuerpo?

TSe sientes bienvenido en tu parroquia y parte de la comunidad?

¿Hay una parroquia más acogedora a la que puedas asistir en tu zona?

¿Cómo puedes crear espacios más acogedores para los demás?

Hay mucho trabajo por hacer en el ministerio LGTBQ, pero todos somos las manos, los pies y el corazón palpitante de Jesús, moviendo este Cuerpo de Cristo que es la iglesia en una dirección más acogedora.

Si está buscando una comunidad acogedora, consulte la lista de parroquias y comunidades de fe LGBTQ-friendly del Ministerio New Ways, disponible aquí. Para obtener información sobre cómo hacer que su parroquia sea más acogedora, visite el programa “Next Steps” (“Próximos pasos“) haciendo clic aquí.

—Yunuen Trujillo (ella/ella), 11 de junio de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Pan y vino”. 11 de junio de 2023. Cuerpo y Sangre de Cristo. Juan 6, 51-58.

Domingo, 11 de junio de 2023
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corpuschristiEmpobreceríamos gravemente el contenido de la eucaristía si olvidáramos que en ella hemos de encontrar los creyentes el alimento que ha de nutrir nuestra existencia. Es cierto que la eucaristía es una comida compartida por hermanos que se sienten unidos en una misma fe. Pero, aun siendo muy importante esta comunión fraterna, es todavía insuficiente si olvidamos la unión con Cristo, que se nos da como alimento.

Algo semejante hemos de decir de la presencia de Cristo en la eucaristía. Se ha subrayado, y con razón, esta presencia sacramental de Cristo en el pan y el vino, pero Cristo no está ahí por estar; está presente ofreciéndose como alimento que sostiene nuestras vidas.

Si queremos redescubrir el hondo significado de la eucaristía, hemos de recuperar el simbolismo básico del pan y el vino. Para subsistir, el hombre necesita comer y beber. Y este simple hecho, a veces tan olvidado en las sociedades satisfechas del bienestar, revela que el ser humano no se fundamenta a sí mismo, sino que vive recibiendo misteriosamente la vida.

La sociedad contemporánea está perdiendo capacidad para descubrir el significado de los gestos básicos del ser humano. Sin embargo, son estos gestos sencillos y originarios los que nos devuelven a nuestra verdadera condición de criaturas, que reciben la vida como regalo de Dios.

Concretamente, el pan es el símbolo elocuente que condensa en sí mismo todo lo que significa para la persona la comida y el alimento. Por eso el pan ha sido venerado en muchas culturas de manera casi sagrada. Todavía recordará más de uno cómo nuestras madres nos lo hacían besar cuando, por descuido, caía al suelo algún trozo.

Pero, desde que nos llega de la tierra hasta la mesa, el pan necesita ser trabajado por quienes siembran, abonan el terreno, siegan y recogen las espigas, muelen el trigo, cuecen la harina. El vino supone un proceso todavía más complejo en su elaboración.

Por eso, cuando se presenta el pan y el vino sobre el altar, se dice que son «fruto de la tierra y del trabajo del hombre». Por una parte son «fruto de la tierra» y nos recuerdan que el mundo y nosotros mismos somos un don que ha surgido de las manos del Creador. Por otra son «fruto del trabajo», y significan lo que los hombres hacemos y construimos con nuestro esfuerzo solidario.

Ese pan y ese vino se convertirán para los creyentes en «pan de vida» y «cáliz de salvación». Ahí encontramos los cristianos esa «verdadera comida» y «verdadera bebida» que nos dice Jesús. Una comida y una bebida que alimentan nuestra vida sobre la tierra, nos invitan a trabajarla y mejorarla, y nos sostienen mientras caminamos hacia la vida eterna

José Antonio Pagola

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“Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”. Domingo 11 de junio de 2023. Cuerpo y Sangre de Cristo.

Domingo, 11 de junio de 2023
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34-CorpuschristiALeído en Koinonia:

Deuteronomio 8,2-3.14b-16a: Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres
Salmo responsorial: 147:
Glorifica al Señor, Jerusalén.
1Corintios 10,16-17:
El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo
Juan 6,51-58:
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida

El Deuteronomio pone en boca de Moisés tres grandes y solemnes discursos ante el pueblo, antes de entrar en la tierra prometida. Algunos han catalogado el Deuteronomio como el “testamento de Moisés”, refiriéndose a sus últimas palabras, llenas de unción y de una honda espiritualidad. Moisés hace memoria del pasado, para dar sentido al hoy de cada generación. La primera palabra de nuestro texto es “recuerda”. Recordar, hacer memoria, conectar con el pasado glorioso, es parte de la historia de fe, o de la salvación. Dios no sólo ha irrumpido en un momento dado en la historia de este pueblo, sino que ha estado presente en todos los momentos alegres y tristes. Nunca le ha abandonado. Más aún las pruebas sufridas en el desierto, fueron necesarias para madurar, para confiar, para vivir exclusivamente de Yahvé, sin apoyos humanos. El desierto es símbolo de la fe pura. El hambre, necesidad básica y urgente se convirtió en prueba para medir la fe-confianza en el Dios que sacia plenamente. Más tarde en una sociedad próspera y consumista el pueblo se olvidó de Yahveh. Fue entonces cuando estos discursos de Moisés adquirieron plena actualidad. Se les recuerda que: “no sólo de pan vive el ser humano sino de cuanto sale de la boca de Dios“. Desde esta perspectiva el ayuno adquiere su sentido profundo. Recuérdese que Mateo retomará este verso para enfrentar las tentaciones de Jesús. En la fiesta de hoy proclamamos a Jesús, Pan de vida, ante las hambres de nuestros desiertos. El es el verdadero maná que Dios da a la humanidad. Todos los demás panes (el dinero, el sexo, el consumismo, la fama, el poder…) no logran saciar plenamente las ansias de hambre del corazón humano, más aún dejan un hambre mayor… Viene entonces Jesús con su palabra y sus gestos, con su propuesta de Reino y Alianza y hace posible un mundo lleno de posibilidades en donde todo se comparte y nadie pasa necesidad.

Pablo orienta a una comunidad de los peligros de división. Aprovecha el contexto comunitario de la Eucaristía para hacer algunas aplicaciones prácticas a este respecto. La palabra clave es: el Cáliz, el Pan… ¿no nos “une” a todos, en la sangre, en el cuerpo de Cristo?. El tema es: La unión de todos en el cuerpo y la sangre de Cristo. De este modo revela el grave compromiso de unidad (común – unión) entre todos. Beber el Cáliz, comer el Pan…expresan el hondo sentido de una fe comprometida por la unidad, la fraternidad, el amor, la solidaridad, la entrega, a los hermanos en Cristo. Si esto no está claro, nuestras Eucaristías están vacías de sentido, o son un mero rito religioso intimista, muy lejos de lo que lo que Pablo quiso inculcar a su comunidad. Acto seguido el Apóstol de los gentiles remacha el tema con la comparación “el Pan es uno… nosotros somos muchos”… para concluir que al comulgar “formamos un solo cuerpo”. La unidad en la universalidad, es un tema de gran actualidad. Pero también “el cuerpo” expresa la dimensión sacramental de la Iglesia que en la diversidad de razas y culturas visibiliza al Cristo total.

El capítulo 6 del evangelio según San Juan está consagrado al llamado “discurso eucarístico”. Los versos del 51-59 revelan una unidad en la expresión: “vivirá para siempre“, con la que comienza y termina nuestro texto. Jesús mediante una fórmula de auto revelación se declara: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo“. Los judíos no entendían. Sucede lo mismo en nuestros días. Sin fe es imposible entender este gran misterio. Aunque lo explique el mismo Jesús, sin fe es imposible captar el sentido que encierran estas palabras y su alcance en la vida. Partiendo entonces de la fe, podemos afirmar con propiedad que Jesús es el Pan de Vida. Es decir, es aquel que ha venido, no de este mundo limitado e insaciable, sino de arriba, de Dios, para saciar definitivamente las hambrunas enraizadas en el corazón humano. Las profundas insatisfacciones, que son muchas, el cansancio de la vida, el sin sentido, los anhelos del corazón… encuentran en este Pan de vida un remedio saludable. La terrible soledad se transforma en habitación de comunión de vida. El creyente ya no vive para sí, es un consagrado, un poseído por una presencia transformadora que le eterniza y da pleno sentido a su existencia. Un dato interesante de este Evangelio es la relación que hace de esta comida (única y sin precedentes), con el sacrificio de Jesús: se trata de comer su cuerpo, beber su sangre. Al comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo el creyente no solo recibe, se identifica, se une a… sino que es capacitado para dar, ofrecer, entregar una vida digna… a semejanza de aquel a quien comulga.

 Mi Cuerpo es Comida

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida,

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

(Pedro CASALDÁLIGA)

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 058 de la serie «Un tal Jesús» (http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/), de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «El gemido del viento». Leer más…

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11.5.2023. Cuerpo y Sangre de Dios, fiesta del Corpus

Domingo, 11 de junio de 2023
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para-celebrar-fiesta-del-pan,-fiesta-del-vinoDel blog de Xabier Pikaza:

Ésta es una fiesta religiosa y social, fiesta cristiana abierta al mundo entero universal, fiesta de todos aquellos que quieren vincularse entre sí, de un modo concreto, compartiendo el pan, bebiendo juntos el vino de la vida, en alegría y esperanza, dispuestos a entregarse en amor, unos a otros, por los otros.Aquí ofrezco un resumen del sentido de  esta fiesta,  desde una vertiente bíblica, católica, en la línea de  Fiesta del Pan, Fiesta del Vino. Mesa común y Eucaristía.  


Iglesia, el barco del pan. Ante la fiesta del Corpus (Mc 8, 14-21)

 Jesús no ha sido un profeta de ayunos, sino que ha sabido beber y ha bebido, compartiendo con los marginados de su pueblo, el pan y los peces, como han destacado los evangelios en los diversos relatos de las “multiplicaciones”, que debemos entender como comidas mesiánicas de Jesús, a cielo abierto, con todos los que vienen (cf Mc 6,30-44; (, 1-10 par). En ese fondo se sitúa mejor su manera de asumir la muerte.

Sintiéndose amenazado, Jesús quiso beber con sus amigos el vino de fiesta final, prometiendo que la próxima vez lo bebería con ellos en el Reino. Por eso, es normal que las iglesias de Jerusalén y Antioquía (representadas por los textos de la institución eucarística) y luego todas las iglesias hayan conservado las palabras de la última cena sobre el vino como expresión radical de la entrega y esperanza de Jesús (uniéndolas a la palabra sobre el pan), como seguiremos indicando.

a. Mc 14, 25a par. Compromiso po la vida, el pan compartido

«En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vid…». Este pasaje vincula dos elementos:

(1) Voto de renuncia: Jesús se compromete a no tomar más vino mientras siga existiendo el mundo actual.

(2) Promesa de abundancia: Jesús anuncia a sus amigos el vino del Reino. El texto comienza de un modo elevado (en verdad os digo…), y sigue con una triple negación (no, no, no: ouketi ou mê…), que debe interpretarse como juramento o voto sagrado, en el que el mismo Dios actúa como testigo, en fórmula que podría traducirse: «así me haga Dios en el caso de que…».

En el momento más solemne de su vida, rodeado por sus discípulos, tomando con ellos la última copa, Jesús se compromete a no beber más hasta que llegue en plenitud el Reino que él ha prometido e iniciado (cf. Mc 9, 1; 13, 30), Este juramento puede interpretarse como voto de abstinencia escatológica, de tal manera que, de ahora en adelante, Jesús puede presentarse como nazareo del reino, renunciando al vino. Lógicamente, al acercarse el momento decisivo, Jesús proclama que ya no beberá más vino en este mundo viejo, en este orden de cosas, pero añade que llega (se está acercando de inmediato) el reino.

b. Mc 14, 25b. Vino nuevo del Reino.

Jesús promete abstenerse de beber vino “hasta que beba (con vosotros) el vino nuevo del Reino”. Eso significa que ha puesto su destino al servicio de la viña de Dios, es decir, de la plenitud escatológica. Con el “vino de este mundo”, en la fiesta de su despedida (entrega), ha prometido a sus amigos el “vino nuevo” (es decir, el vino de la nueva cosecha del Reino).

Este juramento escatológico deriva de todo su camino de evangelio: Jesús ha ofrecido su mesa (pan y peces) a los marginados y pobres, a los publicanos y multitudes. Ahora, en el momento final, asumiendo y recreando la mejor tradición israelita, él declara y proclama delante de sus amigos que ha cumplido su camino, ha terminado su tarea: sólo queda pendiente la respuesta de Dios, el vino del “año nuevo”, la fiesta del Reino.

Así pasa del “vino viejo” de esta fiesta de despedida (que el ritual de la institución eucarística interpreta como sangre de alianza: Mc 14, 23-24) al “vino nuevo” de la promesa de culminación mesiánica: al beber la última copa (copa vieja), en compañía de sus discípulos, Jesús les está invitando a tomar la “nueva copa” en el Reino, es decir, en la vida compartida para siempre. Entendido de esta forma, este logion desborda el nivel de los elementos centrales de la pascua judía (pan sin levadura, hierbas amargas o cordero sacrificado), abriéndose a la nueva tierra y vino del Reino.

Para Patio Global. Pinturas religiosas en China

2. Cena de Jesús.

Fundación de la Eucaristía. Podemos recordar los datos básicos

(a) Los defensores del sistema (imperio  templo) han condenado a Jesús como socialmente peligroso. Los sanedritas pueden acusarle de blasfemo, diciendo que ha querido colocarse en el lugar más alto, como Dios para su pueblo (cf. Mc 14, 64); en realidad le han rechazado por a-social o antisocial: no encaja dentro del orden de su “templo” (cf. Mc 12, 10-11). Los romanos le condenan a muerte porque quiere hacerse Rey de los judíos (Mc 15, 12), ocupando así un lugar que estaba ya ocupado por el César, rey de Roma y portador de un “orden sagrado” sobre el mundo.

(b) Jesús ha muerto como representante mesiánico de Dios. Profundizando en esa experiencia, los cristianos han comprendido que la última razón de su condena no ha sido la dureza de aquellos sus jueces y verdugos, sino el modo de actuar del mismo Jesús. Su forma de vida, su proyecto de reino, le ha convertido en un hombre peligroso. Por portarse como se ha portado, por defender lo que ha defendido, ha tenido que estar dispuesto a morir. Ciertamente, le han matado.

Pero ha sido él quien ha dado la vida, la ha puesto en manos de Dios Padre. Pues bien, precisamente allí donde los poderes de este mundo le condenan como hombre peligroso, quitándole la vida, se eleva Jesús en la mesa de la despedida y ofrece a los suyos el pan y vino de su reino. Este recuerdo está en el fondo del relato litúrgico de la fundación de la eucaristía, que sirve para interpretar el sentido de la muerte de Jesús y de su presencia en la comida de la comunidad: «Y estando ellos comiendo, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió, se lo dio y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo. Tomó luego un cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y bebieron todo de él. Y les dijo: Ésta es la sangre de mi alianza que se derrama por muchos» (Mc 14, 24)

Así aparece Jesús como iniciador de estirpe, fundador de la nueva familia de aquellos que comparten su cuerpo y su forma de vida (sangre). El judaísmo era en aquel tiempo un grupo de solidaridad de sangre (descendencia, vida) y de cuerpo (vinculado en torno al pan y la casa). Pues bien, el mismo Jesús que ha superado (ha roto) la estructura de familia antigua, fundada en el poder del los padres y de una genealogía clasista, fundamenta en su entrega la nueva familia de los hijos de Dios, vinculados en carne y sangre. Desde aquí queremos evocar los dos signos.

(a) Esto es mi cuerpo (sôma), simbolizado en el pan que se parte (entrega y comparte) a fin de que todos se vinculen en una misma vida y comunión, rotas las barreras que dividen a varones y mujeres, puros e impuros, enfermos y sanos, judíos y gentiles. Éste es el sacramento mesiánico, el descubrimiento y despliegue de la vida, que Jesús ofrece, no por nacimiento biológico, solidaridad personal, entrega mutua y palabra compartida.

(b) Es la sangre de mi alianza… Esta sangre que vincula con Jesús (desde Jesús) a todos los hombres no es la fuerza biológica de generación (como la que buscan en ese tiempo los judíos), no es una sacralización de los aspectos nacionales o raciales de la vida; tampoco es la sangre ritual de los sacrificios compartidos, la violencia de los animales muertos, pues Jesús transciende el carácter sacral de las religiones de violencia, que identifican la presencia de Dios con un ritual de sacrificios, sino aquella que se expande y crea vida por medio de la entrega de la propia vida. Así aparece Jesús, como padre/madre de nueva humanidad, creador de una estirpe universal de hermanos, vinculados desde el Padre.

El cuerpo y la sangre de Jesús vinculan en alianza (comunión de solidaridad humana) a todos los que quieran asumir su proyecto, vivir su evangelio. Normalmente, los hombres transmiten su nombre y recuerdo a través de la generación física. Pues bien, Jesús transmite vida, crea familia, suscita la comunión de los hijos de Dios, entregando su propio ser, como verdadero padre/madre, hermano/compañero de la nueva humanidad.

Así viene a presentarse como el hombre pleno, el ser humano, que engendra y sostiene la vida entregándose a sí mismo como principio de humanidad. Situadas así, en el principio y centro de la manifestación de Dios, las dos palabras clave (pan-cuerpo, sangre-alianza) evocan el principio generador y unificador de la realidad humana. No son las partes materiales de un cadáver, como a veces se ha pensado (el cuerpo lo sólido y la sangre lo líquido), sino la totalidad de la vida interpretada como fuente de existencia para todos los humanos. Para los judíos, el cuerpo o familia se fundaba en la solidaridad biológica (semen, sangre engendradora) y en la vinculación sacrificial de la sangre animal, vertida en nombre y para unión del pueblo. Pues bien, en contra de eso, la unidad y fuerza del pueblo de Jesús está en la experiencia del pan compartido y de la alianza de la sangre, ofrecida (derramada) por todos.

3. Los tres elementos de la fiesta

Conforme a esta experiencia de Jesús y de sus seguidores, la Iglesia cristiana se configura como vinculación concreta de personas que comen y beben, recordando a Jesús. Ciertamente, la Iglesia tiene otros rasgos (es comunidad de fe y de oración). Pero el más importante de ellos, el que define todos los restantes, es el que está vinculado a la comida. Los cristianos son iglesia porque comen juntos. En este contexto se sitúan las tres palabras fundamentales de la liturgia:

a. Eucaristía.

Significa acción de gracias y esto es lo que proclama el celebrante principal en el momento más solemne del prefacio: situado ante el misterio de Dios, que aparece de forma generosa en los dones del pan y del vino, en nombre de todos los celebrantes, eleva la voz presentando ante Dios una fuerte acción de gracias, reasumiendo las palabras del Gloria: te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias. Dios ha creado al hombre gratis, como madre generosa que regala a su hijo lo mejor que tiene y puede; no le debemos nada, pero es bello que le agradezcamos su regalo. Gratis nos ha regalado Dios la vida; nada puede ya exigirnos por ella. En contra de todas las teorías contractuales que imponen al humano el deber de agradecer a Dios sus dones (de servirle), la eucaristía muestra que no tenemos ninguna obligación de hacerlo.

Gratuitamente nos ha dado Dios lo que somos; de igual manera podemos y debemos (si queremos) responderle, con el pan y vino de Jesús, haciendo que resuene en nuestra voz la voz de toda la creación. De esa forma, el Dios de la eucaristía se muestra Padre/Madre en el principio, centro y el fin de su camino. De esa forma, después de habernos dado lo que es y lo que tiene, queda frágil e indefenso en nuestras manos, esperando una respuesta de amor, sin poderla imponer, sin imponerse jamás sobre nosotros. De esa forma, siendo Padre/Padre y fundamento de Vida en nuestra vida, se vuelve Amigo, presencia enamorada (cf. Ap 21-22).

b. Memorial o recuerdo de Jesús (Anámnesis).

Los diversos ritos recuerdan y actualizan un misterio anterior, algo que sucedió al principio de los tiempos (mito pagano) o en el momento histórico concreto de la fundación de un movimiento religioso (aquí en la Cena de Jesús, que se expresa en la Eucaristía). En ese sentido, la Eucaristía es recuerdo y presencia de la historia de Jesús, Hijo de Dios, el Hombre plenamente realizado (Hijo del humano). Por eso, al celebrarla los cristianos retornan a las raíces mesiánicas y aprenden el oficio gozoso de ser hombre y /o mujer, en el rito liberador y enamorado de darnos mutuamente el pan, compartir el cuerpo y regalarnos la vida (sangre) unos a otros, en camino de resurrección. Éste es el único oficio, la tarea gozosa y salvadora de la historia: aprender a ser (hacerse) humanos en plenitud, con el mismo Dios que por Jesús ha venido a convertirse en compañero de sus fieles, entregándoles su vida (cuerpo, sangre).

Recordar significa repetir y actualizar, no por obligación, como si nada hubiera pasado desde entonces, sino en libertad creadora. La iglesia no puede limitarse a copiar lo que hizo Jesús, sino que ha de hacerse ella misma Jesús (=comunidad mesiánica), actualizando en la historia actual la fiesta mesiánica del pan compartido y la sangre entregada, en camino de resurrección.

2. Epíclesis o invocación del Espíritu Santo.

Desde el origen de los tiempos llegan las grandes invocaciones, llamadas sacrales, dirigidas a los dioses o genios protectores de la vida. Pues bien, la Eucaristía es invocación dirigida al Espíritu de Dios, para que exprese y realice su obra, por Jesús, en esta misma historia. Reunidos en su nombre, los cristianos pueden invocarle confiados, sabiendo que su fuerza les alienta, que su vida les sostiene. Por dos veces, en el centro de la gran Oración Eucarística, los fieles invocan al Espíritu Santo: para que actúe sobre los dones ofrecidos (pan y vino), convirtiéndolos en cuerpo de Cristo; para que venga sobre los fieles, de forma que ellos mismos sean en su plenitud Cuerpo mesiánico y puedan mantenerse en unidad, dando la sangre (vida) unos por otros.

De esa forma, la eucaristía aparece al fin en como aquello que ha sido siempre: la forma primordial de la oración humana; la misma vida concebida y realizada a modo de oración, ante los dones compartidos, en agradecimiento a Dios, en recuerdo de Jesús. De esa manera se supera la distancia que se había establecido entre Dios y los humanos. Sin dejar de ser divino, Dios se ha vuelto, por Jesús, la Vida de la vida humana, en el pan y vino de la fraternidad, en el camino de la sangre derramada en favor de los demás. Aquí se expresa Dios, aquí se manifiesta la verdad del ser humano, como eucaristía y resurrección en Cristo, por medio del Espíritu

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El maná y el pan de vida. Fiesta del Corpus Christi. Ciclo A.

Domingo, 11 de junio de 2023
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corpus-christiDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj: 

Esta fiesta comenzó a celebrarse en Bélgica en 1246, y adquirió su mayor difusión pública dos siglos más tarde, en 1447, cuando el Papa Nicolás V recorrió procesionalmente con la Sagrada Forma las calles de Roma. Dos cosas pretende: fomentar la devoción a la Eucaristía y confesar públicamente la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino.

            Sin embargo, las lecturas del ciclo A conceden más importancia al tema de la vida, con el que es fácil sintonizar en un mundo de guerras y atentados como el que vivimos. El evangelio de hoy comienza y termina con las mismas palabras: «el que coma de este pan vivirá para siempre». Y en medio: «el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día».

Sobrevivir y vivir eternamente

            El 1 de junio de 2009, el vuelo 447 de Air France entre Rio de Janeiro y París desapareció en mitad de la noche con 216 pasajeros y 12 tripulantes. Se salvó un matrimonio, no recuerdo si porque llegó tarde al embarque o por un cambio de última hora. Pero ese matrimonio se hizo famoso porque murió en un accidente de automóvil pocos días después. La supervivencia a un accidente, a un ataque terrorista, a una calamidad, no garantiza vivir eternamente.

            Mucha gente acepta la muerte con resignación o fatalismo. Otros se rebelan contra ella, como Unamuno: «Con razón, sin razón, o contra ella, no me da la gana de morirme». El cuarto evangelio también se rebela contra la muerte. Comienza afirmando que en la Palabra de Dios «había vida». Y ha venido al mundo para que nosotros participemos de esa vida eterna.

            Para expresar el contraste entre “supervivencia” y “vida eterna” las lecturas de hoy contrastan el maná con el alimento que nos ofrece Jesús. El Deuteronomio (1ª lectura) habla del maná como de un alimento sorprendente, novedoso, «que no conocías tú ni conocieron tus padres». Pero no se detiene, como hace el libro del Éxodo, en sus cualidades sorprendentes y su carácter milagroso. Es un alimento de pura supervivencia, que no garantiza la inmortalidad. En el evangelio, las palabras de Jesús subrayan este aspecto: el pan que comieron vuestros padres no los libró de la muerte. En cambio, el alimento que da Jesús, su cuerpo y su sangre, sí garantiza la vida eterna: «yo lo resucitaré en el último día». Estas palabras, tomadas del largo discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, anticipan la resurrección de Lázaro y el destino de todos nosotros.

Inmortalidad y vida eterna

            Sin embargo, el alimento que ofrece Jesús no se limita a garantizar la inmortalidad. Tiene también valor para el presente. «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él». Este es el sentido que tiene a veces el término «vida eterna» en el cuarto evangelio. No es vida de ultratumba, sino vida aquí y ahora, en una dimensión distinta, gracias al contacto íntimo, misterioso, con Jesús.

Unión con Jesús y unión con los hermanos

            La idea de que, al comulgar, Jesús habita en nosotros y nosotros en él, corre el peligro de interpretarse de forma muy individualista. La lectura de Pablo a los corintios ayuda a evitar ese error. La comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo no es algo que nos aísla. Al contrario, es precisamente lo que nos une, «porque comemos todos del mismo pan».

Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16ª

Moisés habló al pueblo, diciendo:

El camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no. Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres.»

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 16-17

Hermanos:

El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

―Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

Disputaban los judíos entre sí:

―¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

Entonces Jesús les dijo:

―Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.

 

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