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Boca Rosa, una cooperativa textil que transforma la realidad de mujeres trans en Gualeguaychú

Martes, 23 de noviembre de 2021
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La cooperativa sostiene diez puestos de trabajo en las emblemáticas tierras del carnaval donde el taller de costura es una herramienta fundamental de inclusión y formación.

Aunque a los cinco años ya sabía que la imagen que le devolvía el espejo no la representaba, la transición de Gabriela Gómez Girones fue lenta y paulatina. Hija de un prefecto y alumna rebelde, dejó la vivienda de su mamá y su papá a los 13 para mudarse al primer lugar que sintió como propio: la casa de su abuela. Allí también vivía su tío, artista y diseñador. De su mano conoció el carnaval de Gualeguaychú, y esa impronta forma parte de Boca Rosa, la cooperativa textil conformada en su mayoría por mujeres trans que nació en plena pandemia y busca generar vocación costurera como herramienta de inserción laboral.

Gabriela tiene 40 años, vive hace 20 en Gualeguaychú –provincia de Entre Ríos- y trabajó durante 15 en el carnaval. Ese universo de trajes con plumas y lentejuelas fue su escuela en el rubro textil. Y al mismo tiempo fue –es- un rasgo propio de una ciudad que se convirtió en destino elegido por gran cantidad de personas trans y travestis de localidades y provincias vecinas.

“Mi raíz fue el carnaval. Mi tío era un gran artista de mi ciudad de Victoria, Entre Ríos. Me vine a Gualeguaychú por una decisión de mis segundos papás: mi abuela y mi tío. Fueron un poco los que me encaminaron en todo esto”, cuenta Gabriela. Dice que tuvo suerte: que trabajó cuatro años en blanco y que siempre encontró oportunidades laborales. Pero se quiebra “pensando en las compañeras que quedaron en el camino”, y quiere fomentar capacitaciones e inserción laboral como vías de inclusión.

De eso hablaba con su amiga Manuela González en charlas que fueron génesis de Boca Rosa. Única maestra trans y primera funcionaria trans de Entre Ríos, ella es responsable del Área de Género y Diversidad del Municipio de Gualeguaychú. “Cuando asumimos nos metimos de lleno en pensar cómo hacer para que las pibas tuvieran un trabajo, independencia económica. Empezamos a tejer desde el Estado el proyecto de una cooperativa textil. Porque el carnaval fue semillero de compañeras como Gabriela, que han podido llevar adelante una vida económica activa con eso. Pero sólo conocíamos dos o tres compañeras que sabían coser”. Convencer a otras para que se sumaran a aprender fue el primer desafío. La pandemia sólo complicó un poco las cosas, en un ámbito habituado a los obstáculos. “No me atribuyo nada, pero cómo se transforman las realidades cuando estamos nosotras”, sonríe Manuela.

Corte y confección

Boca-Rosa-2-Cooperativa-textual-1024x768A Valentina Barbosa le avisó una amiga. “Están por juntarse para hacer una cooperativa”, le dijo. Cuando se sumó a la primera reunión, ni siquiera sabía de qué se trataba. Apenas se enteró que era un emprendimiento textil, le gustó. Llevaba tiempo buscando trabajo, mientras se dedicaba a “hacer la calle. No tenía otra cosa”. Así, durante diez años.

Ahora es una de las que sabe manejar las cuatro máquinas industriales que la cooperativa pudo adquirir gracias a un programa provincial. Mientras espera que se logre la matriculación para avanzar con la producción y vender al público, se capacita en corte y confección, hilvanado y costura. También, en computación. Y tiene una máquina de coser en su casa, para un emprendimiento propio. Hace lo que le encarguen, pero ella apunta especialmente a la ropa para mascotas.

“Boca Rosa es lo más. Tiene las mejores máquinas. Estamos chochas”, se alegra. Y cuenta que las primeras piezas que produjeron fueron toallitas para vender en centros de estéticas. También, banderines multicolores para la municipalidad. Como ella, una decena de personas integra la cooperativa, que debe su nombre a Pequeña Pe, artista referenta del colectivo travesti trans de Entre Ríos, fallecida en circunstancias poco claras. Uno de sus temas se llamaba Boca Rosa.

Valentina tiene 31 años y nació en Zárate, pero eligió Gualeguaychú. “Mi recorrido fue de muy chica. Sentía esto y me decidí a los 12. Les conté a mis viejos. Me lo respetaron. Lo único que me pidieron es que me cuide. Me acercaba a las chicas más grandes de Zárate y ellas me tiraban data de cómo ir armándome. Me fui haciendo de a poco”, relata su transición.

Vivió tres años en Calafate, hasta que se instaló en tierra carnavalesca. “Siempre buscaba trabajo en otros lugares, no acá, porque no se abría nada. Es la primera vez que me pasa algo así”, dice sobre la experiencia en la cooperativa. “Hace rato que tendría que haberse dado el cambio. Antes no nos incluían en nada. Si querías un trabajo, no te veían con esos ojos. Como si perteneciéramos a otro ambiente. Sólo para lo que ellos querían. Ahora se puede tirar un currículum y no te rechazan ni te miran con mala cara”. 

“Más allá de lo textil, esto sirvió mucho para unirlas, que se conocieran, que compartan un espacio”, resalta Manuela, funcionaria en una ciudad donde estima que hay medio centenar de mujeres trans mayores de 18 años. “Esta es una ciudad diversa por sus orígenes: Gualeguaychú creció a la par de la diversidad. En el desfile de carrozas las creativas siempre fuimos las travestis. Tiene esa cultura LGTB y es un plus que hace que sea un lugar al que las compañeras migran. Acá se sienten contenidas, eso ha permitido profundizar un montón de cosas, laburar con los privados. Tiene ese plus: que es un lugar que las compañeras elijen”.

Pero, aclara, “no deja de haber mentalidad conservadora de pueblo. Por eso está bueno pensar en dispositivos territoriales que acompañen a travestis y sus familias. Porque cuando una sale del clóset también sale la familia: empiezan a ser el hermano, la mamá de la travesti”, dice, y apuesta por el rol que cumplirá en ese sentido la Casa de la Diversidad, un proyecto pionero que ya está en marcha, tras la firma de un convenio de adhesión al Programa de infraestructura del cuidado con la Secretaría de Obras Públicas de la Nación, por $63 millones. “Y buscamos también apuntar al privado –remarca Manuela– Que no esté todo en manos del Estado. Que la sociedad se abra a este derecho negado por tantos años”.

Pandemia y pizzetas

“Cuando surge la primera reunión por la cooperativa, el problema era que casi ninguna sabía sobre el rubro. Había que entusiasmarlas, conducirlas, enseñarles. Llegamos a un pre acuerdo con el municipio para empezar y nos anotamos en varios programas para tener financiamiento. Pudimos comprar la maquinaria. Estábamos felices. Pero nos agarró la pandemia. Justo cuando estábamos todas entusiasmadas. Dijimos ¿cómo seguimos? Y ahí surge la idea de capacitarnos”, cuenta Gabriela Gómez Girones, al frente de Boca Rosa. Talleres, cursos y hasta completar el secundario de forma virtual, mientras se pensaba y organizaba lo que vendría post cuarentena.

“Mi idea era guiarlas, pero no podíamos juntarnos. Empezamos un curso virtual de corte y confección y fue muy productivo, así que este año lo estamos siguiendo. Las chicas cuando tuvimos las primeras reuniones virtuales no entendían mucho. Después cuando nos reencontramos en el aula fueron con miedo, pero empezaron a coser, se sentaron ante las máquinas y ya están más enganchadas”. Comenzaron por la blanquería –toallas y manteles– para hacer todo más rápido y recto. Piensan ofrecer el servicio a hospitales y asilos, y empiezan a imaginar proyectos más grandes, como confeccionar equipos de protección personal para ámbitos sanitarios.

Por lo pronto, realizan prácticas en la Escuela Secundaria “María América Barbosa” para aprender más sobre el manejo de las máquinas de coser. Y el municipio les cedió un ala del “Espacio de las Juventudes”, llamado Casa Redes 2, que aún está siendo acondicionado. Todo el proceso cuenta con el apoyo de la seccional de Entre Ríos de la Federación de Cooperativas de Trabajo de la República Argentina (FECOOTRA) y de la Confederación Argentina de Trabajadores Cooperativos Asociados Ltda. (CONARCOOP).

“Hemos arrancado despacito. Así va a salir mejor. El año pasado teníamos que pagar matrículas y otras cosas y se nos ocurrió vender pizzetas. No sólo para recaudar plata sino también para hacernos presentes y que nos fueran conociendo. Creo que fue la mejor manera de entrar a los hogares de nuestra comuna: la gente nos vio, nos conoció, se copó mucho con la compra. Las compañeras estaban contentas. Fue como volver a vivir, después de mucho tiempo encerradas y con miedo. Ese miedo se les fue cuando empezaron a tener este contacto”.

Gabriela también está contenta. Pide disculpas una y otra vez por irse por las ramas, mientras habla a borbotones sobre los planes para Boca Rosa. “El Estado se ha hecho presente. Para nosotras fue algo que nunca pensábamos que iba a pasar –celebra- La gente se está parando un poquito más en los zapatos del otro y ya no te miran con esos ojos que te miraban antes. Lo importante es no guardarse. Salir, mostrarse y contar lo que hacemos. Lo único que nos faltó fueron oportunidades. Hoy lo estamos disfrutando y vamos a dejar algo muy lindo para que las que siguen lo aprovechen mejor y no pasen por los que hemos pasado nosotras, y ni hablar las anteriores”.

Fuente Agencia Presentes

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Juntas y Unidas: la cooperativa trans que cuida a personas mayores

Jueves, 30 de enero de 2020
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JUNTAS-Y-UNIDAS-COOPERATIVA-TRANS-ROSARIOWhatsApp-Image-2020-01-23-at-10.51.25-e1580232954274-874x437Por Laura Hintze

Yanina Saucedo, 49 años, sale de su casa a las ocho de la mañana. No quiere llegar tarde al geriátrico donde trabaja dos horas por día cuidando a Rosita, una señora de 91, “italiana, divina, lúcida y sin prejuicios”. Yanina lleva una ensalada de frutas que preparó porque sabe que a Rosita le dan ganas de comer algo fresco en verano. “Mi trabajo es ése: acompañarla, que esté mejor”, dice.  El día anterior le leyó cinco párrafos de un libro. No se acuerda el nombre pero sí que hablaba del mar y de la soledad. Yanina Saucedo es una de las seis trans/travestis que integran Juntas y Unidas, una cooperativa de trabajo que ofrece servicios de acompañamiento y promoción gerontológica en la ciudad de Rosario. Surgió a partir del acompañamiento del Núcleo de Diversidad y Género de la Asociación Civil Programa Andrés Rosario, una institución que se aboca al tratamiento de consumo problemático y situaciones de vulnerabilidad de derechos.

Yanina llegó al Programa Andrés en 2018. Hacía tres años que había fallecido su pareja y transitaba “un momento difícil de salud, por un problema de alcoholismo”. Llegó y se encontró con compañeras que atravesaban situaciones parecidas. “Las clases que nos daban venían con un combo de médicos y psicólogas. Juntas salimos adelante. Lucharon contra todo, porque es muy difícil salir de una situación como la que estaba yo. Pero además las clases se transformaron en la posibilidad de pensar algo diferente, otra vida, porque hay algo más detrás del consumo. Jamás de los jamases imaginé esto: que íbamos a armar una cooperativa”, dice sonriente.

JUNTAS-Y-UNIDAS-COOPERATIVA-TRANS-ROSARIOWhatsApp-Image-2020-01-23-at-10.51.35Presentación de la cooperativa de trabajo, en diciembre de 2019

Deborah Segovia también llegó al programa por problemas de adicciones. No buscaba un trabajo porque asegura estar bien con el suyo, el trabajo sexual. Conocía “de la calle” a las que ahora son sus compañeras y asegura que con el Programa creció la relación. “En la capacitación empecé a hacer terapia. Era obligatorio. Yo no soy muy amante de la psicología pero me ayudó un poco y ahora estamos bárbaras, esperando que surjan nuevos trabajos”.

Para Deborah esta cooperativa es una oportunidad, pero no sólo para ella y sus compañeras sino para que la sociedad “deje de ver fantasmas en las personas trans”. “Nosotras también podemos darle amor a otros, hacer compañía, sociabilizar.

Deborah y Yanina hacen hincapié en la necesidad de que el Estado y también la ciudadanía asuman el compromiso de que la cooperativa Juntas y Unidas se consolide con nuevos trabajos y confianza en el colectivo trans/travesti. “Queremos trabajar y que confíen en nosotras”, dicen, como gritan miles en cada movilización.

La cooperativa ya tiene su número de matrícula asignada por el INAES y la Dirección Provincial de Cooperativas. Se presentó oficialmente en diciembre de 2019. Sus integrantes se reúnen cada semana en la Asociación Civil Programa Andrés Rosario y en el Centro Cultural “Casa de las Locas”. Cuentan con el acompañamiento de referentes de su comunidad travesti-trans, de profesionales de la salud y con asesoramiento administrativo.

Cuidar, amar y tener un trabajo 

JUNTAS-Y-UNIDAS-COOPERATIVA-TRANS-ROSARIOWhatsApp-Image-2020-01-23-at-10.51.32Mara Ojeda tiene 37 y llegó al Programa Andrés a principios de 2017. “Como todas, me inicié por la problemática de consumo y otra fundamental: la falta de trabajo”, cuenta. Mara considera que existe un hilo conductor: el trabajo sexual y la noche fomentando el consumo problemático. Que tenían que tratar eso pero también ir al fondo: encontrar un trabajo. “Terminé el secundario hace 20 años. Ya era trans, y sabía que no me iba a ayudar a conseguir trabajo, que no me lo iban a dar juzgándome por lo que soy. ¡Imaginate si iba a pensar en hacer lo que quería! De soñar con un trabajo, ni hablar. En cierto aspecto, nos quitaron los sueños”, dice.

La cooperativa es, para Mara, un logro colectivo y personal, poder construir algo propio. “Entré pensando que jamás iba a poder. No me sentía capaz de hacer otra cosa que no fuera la prostitución. Lograr esto era imposible y poder hacerlo fue maravilloso, asegura. “Esa Mara de 2017 era insegura y un poco descreída de sí misma, pero no por culpa mía. No me daban la oportunidad de ser quien soy. Ya logré el primer paso, pude”.

Apenas entró al Programa Andrés, Mara consiguió trabajo en un geriátrico y estuvo ahí un año y medio aproximadamente. Lo mejor de su profesión, dice, es estar para una persona que te necesita. “Eso te llena el corazón”, asegura.  Y remarca que si hay algo de lo que saben las chicas trans es de tareas de cuidado. “Siempre nos cuidamos entre nosotras”, dice. Recuerda que fueron – y aún hoy son- expulsadas de la casa, viven expuestas a la violencia institucional y machista, a la discriminación, a la falta de derechos básicos como casa, trabajo y salud. “Las chicas trans siempre estamos para acompañarnos. Sabemos lo que es cuidar a alguien. Este trabajo es la posibilidad de demostrar lo que nos fue negado, sabemos cuidar, amar y sostener un trabajo”.

Calidad de vida para todes

Fabiana Fernández es antropóloga, docente y parte del equipo del Programa Andrés Rosario (PAR) que acompañó al Núcleo de Diversidad y Género a partir del cual nació la cooperativa de trabajo Juntas y Unidas.  Según explicó Fernández, el dispositivo surgió a partir de un análisis de la activista travesti rosarina Michelle Mendoza, quien se acercó al Programa Andrés para plantear la necesidad de atender el consumo problemático de sus compañeras. Cuando iban a las instituciones tradicionales, públicas o privadas, se encontraban con muchos obstáculos.

“Como Programa Andrés decidimos darle lugar a esa demanda y resultó ser de una gran transformación para la asociación. Las travas nos cambiaron la vida institucional y la vida propia, literalmente. Ellas ahora transitan la institución con mucha soltura, sintiéndola propia. Fue un proceso muy importante para nosotres”, celebra Fernández.

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De las adicciones al trabajo

Una de las propuestas del programa fue que el dispositivo fuera coordinado por una integrante de la comunidad trans y acompañado por profesionales del programa y de la Subsecretaría de Diversidad de la provincia de Santa Fe. “Esa coordinación mixta fue fundamental. Hizo una enorme diferencia respecto de la llegada, de la manera de poner sobre la mesa las contradicciones entre las lógicas institucionales y las necesidades específicas de la comunidad”, remarcó la antropóloga.

La propuesta tuvo dos ramas: la atención terapéutica y la unidad productiva como contrapartida. “Entendíamos que lo que favorece el consumo son las estrategias de supervivencia. Entonces con las chicas consideramos que tener una alternativa laboral podía ser un buen aliciente”, agregó Fernández.

Desde la mirada del programa, “adictes somos todes a algo”. “El consumo de cualquier sustancia o de cualquier cosa que venga a paliar ciertos vacíos se vuelve problemático cuando no te deja armar un contexto de vida saludable, propicio para vos y otres, explica la antropóloga. “En ese sentido, seguimos mirando con preocupación los consumos problemáticos de las compañeras trans/travestis. En algunos casos, exacerbado por la estrategia de vida que necesitan para sobrevivir: el trabajo sexual muchas veces ahonda el consumo, la discriminación también, por supuesto, y todo el contexto de exclusión, de vulneración de derechos a los que están sometidas sus vidas cotidianas. Todo eso genera una angustia que  aprieta mucho y eso exacerba el consumo de sustancias”.

Desde el programa explican que el objetivo no es curar a nadie, ni siquiera que las personas dejen de consumir. Lo que busca es lograr que ese consumo “se transforme en algo que no sea obturador de una mejor calidad de vida”. “Por eso los acompañamientos son largos y atienden a los procesos individuales, no los entendemos en términos de éxito o fracaso, sino de lo que aporta a la calidad de vida. Estamos contentes y orgulloses de lo que vienen logrando las chicas de Juntas y Unidas. Hay que tener la cabeza fría y el corazón caliente para esos acompañamientos, pensarlos en términos de restitución de derechos, y eso es todo: desde poder habilitar la construcción de un baño hasta propiciar la visita de familiares y amigues para un cumpleaños”.

Datos de contacto
La cooperativa Juntas y Unidas funciona en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Para contratar los servicios de acompañamiento y promoción gerontológica que ofrece, contactarse al 0341- 155 044443.

Fuente Agencia Presentes

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Cooperativa textil argentina lanzará marca de ropa para el colectivo transexual

Jueves, 29 de enero de 2015
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Estilo_DiversaEstilo Diversa, la primera cooperativa textil integrada en Latinoamérica formada por miembros de todas las identidades sexuales, lleva años diseñando y fabricando ropa destinada a hombres y mujeres transexuales.

Tras su nacimiento como cooperativa textil en el año 2010 como una plataforma para promover el emprendimiento y la solidaridad de los argentinos, Estilo Diversa quiere ir un paso más allá y ha anunciado que creará su propia marca de ropa con un marcado público objetivo: el colectivo transexual. “La idea es vestir a todo el mundo, pero en especial al colectivo trans, femenino y masculino, que biológicamente tiene otra moldería y otro estilo porque en los negocios generalmente solo se encuentra ropa muy llamativa” anunció en un comunicado Soledad Pilar Gómez, presidenta de la cooperativa.

Además, diseñarán y confeccionarán una nueva línea de calzado en el que se tendrán en cuenta las medidas adecuadas para hombres y mujeres transexuales. “Estamos diseñando los moldes con las medidas antropométricas de la población trans (…) ya que no encuentran número en las zapaterías tradicionales”, asegura Gómez en la nota.

Facilitar el trabajo y evitar la marginalidad

Esta nueva idea –que también incluye la apertura de un local para facilitar el acceso los diseños de todo el mundo– viene a reforzar su proyecto como cooperativa cuya máxima prioridad es lograr la inserción laboral de este colectivo e evitar la marginalidad. “El acceso a un trabajo formal abre las puertas a nuevas oportunidades y disminuye los niveles de exclusión, ya que en muchas situaciones las personas trans ejercen la prostitución como forma de supervivencia, y las que logran conseguir un empleo digno, habitualmente se enfrentan a situaciones de presión o discriminación (…) afirma Gómez y señalo que por eso “hemos participado de distintos programas de sensibilización y capacitación en oficios”.

La cooperativa comenzó a despuntar en el año 2012, cuando desde el Ministerio de Trabajo les encargaron la confección de pañuelos para repartir durante la celebración de Orgullo LGTB. Tal y como sostiene Gómez, “en este proceso fue fundamental el rol que desempeñó y desempeña el Estado nacional, en particular la Subsecretaría de Economía Social y el Ministerio de Desarrollo Social; todos aprendimos mucho, algunos cuando llegaron no sabían ni enhebrar una aguja y hoy pueden sacar un molde, pasarlo a la tela y coserlo“.

Fuente Cáscara amarga

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