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Me convertiré, Seré Evangelio viviente

Sábado, 29 de marzo de 2025

Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

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| Alfonso Olaz OFS

Detente ya caminante!

Tus caminos desde antiguo,
ya son de los pasos perdidos,
no de los caminos de Jesus redimido

¡Detente ya hermano!
Aprisa, sube al monte de la luz
Aligera ya toda tu pesada carga
Arrollidate y da gracias a tu creador

Ahora ya, lleno de su fuerza,
con la hermana humildad
Y de la mano del hermano- Jesús,
sube con esperanza al monte de la Cruz, la de los dos

Hermano
¡Hasta ahora hiciste todo lo que quisiste!

Ahora, sé brújula del creador
y reorienta tus pasos fatigados:
por sus caminos, para ti blanqueados

Ya no tengas miedo
y abre tu corazón al hermano evangelio, al suyo

Déjate amar por él
Y conocerás al Amor
Para ser su amor
Que todo lo cuestiona

Serás un loco libre del amor
Del hermano cuerdo del evangelio
Testigo subversivo de El Salvador, de la incomodidad del mal
Para contar con tu vida
la vida de Jesús hermano

Con Él todo es posible
hasta Amar para encontrar La Vida
Con la tuya, ser ya la Suya
para siempre
Para Ser- Vida
Para ser Vida, para todos, para todos…
Del evangelio a la vida
De la vida al evangelio

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Hacia una Iglesia de colores diversos en la que de verdad podamos caminar juntos

Lunes, 24 de marzo de 2025

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Las ‘conversiones‘ de la Iglesia en esta Cuaresma (I): en busca de la diversidad

“Creo, sinceramente, que sí es necesaria esta conversión de la Iglesia en muchos ámbitos, y muy especialmente en materia LGTBIQ+. Porque el TODOS, TODOS, TODOS, de la Iglesia que ansía Francisco y el TODOS, TODOS, TODOS que algunos mitrados verbalizan con pomposidad no es aún, ni de lejos, una realidad”

“Una Iglesia que se empeña en señalarnos como pecadores, en cuestionar que podamos amar “de verdad” y formar una familia, en arrinconarnos y, en los casos más extremos, una Iglesia que aún cree que la homosexualidad es una enfermedad de la que nos pueden curar sometiéndonos a vergonzantes, indignas (e ilegales) terapias de conversión”

“Esas personas, sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos han de ser, ya son, la levadura en la masa LGTBIfóbica de la Iglesia. Esa levadura que haga fermentar, desde dentro, un cambio real y efectivo de la Iglesia hacia nuestro colectivo”

“En esta cuaresma, enriquecida por la gracia del Año jubilar, deseo ofrecerles algunas reflexiones sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria”. Este fragmento deCaminemos juntos en la esperanza, el bello mensaje que ha compartido con nosotros Francisco para esta Cuaresma, es la mejor forma de iniciar esta reflexión sobre la necesidad de CONVERSIÓN de la Iglesia en materia LGTBIQ+.

Francisco nos invita a una CONVERSIÓN COMUNITARIA; una conversión de nuestras pequeñas comunidades cristianas locales, pero ¿también de la gran comunidad de hermanas y hermanos que es (o debiera ser) la Iglesia Universal?

Creo, sinceramente, que sí es necesaria esta conversión de la Iglesia en muchos ámbitos, y muy especialmente en materia LGTBIQ+. Porque el TODOS, TODOS, TODOS, de la Iglesia que ansía Francisco y el TODOS, TODOS, TODOS que algunos mitrados verbalizan con pomposidad no es aún, ni de lejos, una realidad.

Sigamos reflexionando con Francisco: Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios”. ¿De verdad en la Iglesia se nos trata con la dignidad que nos merecemos todos, también las personas LGTBIQ+, como hijos de Dios que somos? . Parece evidente que no siempre… porque si se nos tratara, de verdad, con dignidad, no sería necesario que Francisco nos recordara en ese mismo mensaje cuaresmal, la necesidad de caminar “sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido”.

Y somos muchos quienes nos sentimos excluidos, quienes no experimentamos con la fuerza que anhelamos el abrazo misericordioso de una Iglesia que no siempre actúa como madre, ni como padre. Una Iglesia que se empeña en señalarnos como pecadores, en cuestionar que podamos amar “de verdad” y formar una familia, en arrinconarnos y, en los casos más extremos, una Iglesia que aún cree que la homosexualidad es una enfermedad de la que nos pueden curar sometiéndonos a vergonzantes, indignas (e ilegales) terapias de conversión.

Claro, que siempre nos queda la opción de negarnos a nosotros mismos; de reprimir nuestros sentimientos; de ocultar nuestro verdadero yo; de volver a la oscuridad y el frío de los armarios; y entonces, con suerte, cual sepulcros blanqueados, se nos tolera.

 “Caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía…”, señala Francisco. ¡Ay, la hipocresía!

¿No es hipocresía apartar de los sacramentos y de la participación activa de nuestra comunidad cristiana de referencia a quienes no ocultamos cómo somos y a quién amamos, pero “aceptarnos” sin demasiados problemas en el caso de vivir ocultos y escondidos? ¿No es hipocresía que se nos hable de afectos desordenados que generan “escándalo” en nuestra comunidad, mientras se mira hacia otro lado cuando esos afectos desordenados son practicados de puertas adentro de sacristías, seminarios, conventos o casas parroquiales?

¡Cuánto camino nos queda por recorrer! Y mucho me temo que será largo, tortuoso y que en él encontraremos quienes, auto ungidos de una supuesta superioridad moral, pondrán todas las trabas posibles para que no avancemos. Pero, desde la esperanza a la que nos invita Francisco, alzo la mirada y oteo, al final de ese duro camino, un horizonte más acogedor, menos excluyente, más digno, menos hipócrita, más salvífico, menos inquisitorial…

Un horizonte que ya está prefigurado en personas y comunidades concretas que ya han realizado ese proceso de conversión que la Iglesia Universal no ha llevado a cabo todavía. Y esas personas, sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos han de ser, ya son, la levadura en la masa LGTBIfóbica de la Iglesia. Esa levadura que haga fermentar, desde dentro, un cambio real y efectivo de la Iglesia hacia nuestro colectivo.

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La levadura existe, con nombres y apellidos. Ellas y ellos, desde su vocación concreta, son pequeñas lámparas que, contra y viento y marea, permanecen encendidas. Y su luz, aunque parezca tenue y vacilante, no se apaga. Y su luz, aunque parezca tenue y vacilante es un rayo de esperanza para quienes anhelamos sentirnos acogidos y no rechazados, comprendidos y no juzgados.

Y su luz, aunque parezca tenue y vacilante, alumbra desde dentro y deja en evidencia las vergüenzas de una Iglesia necesitada de conversión.

¡Gracias por ser levadura y ser lámpara! ¡Por favor, no dejéis de serlo! ¡Por favor, seguid sembrando a tiempo y a destiempo para que la Iglesia rectifique, avance, abra de verdad sus brazos, sea de verdaderamente Universal y se ensanche para que en ella quepamos TODOS, TODOS, TODOS, amemos a quien amemos!.

¡Por favor, seguid impulsando la conversión que la Iglesia necesita! ¡Por favor, seguid ayudándonos para que no caigamos en la tentación de alejarnos para siempre de un hogar común al que pertenecemos con la dignidad de hijos de Dios, con la unción bautismal que nos abrió las puertas de este hogar en el que algunos no quieren vernos! ¡Por favor, seguid trabajando por dejar atrás una Iglesia en blanco y negro, porque es mucho más bonita una Iglesia de colores diversos en la que podamos compartir el camino que nos lleve al encuentro definitivo con quien sabemos nos ama!

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), Iglesia Católica , , , , , , ,

Conversión… Saber esperar

Domingo, 23 de marzo de 2025

Sabemos que nos esperas, Señor, porque sabes que la espera es esperanza… y esperamos también que riegues nuestras vidas con tu ternura… para que nuestra  vida sea un reflejo de tu bondad y de frutos de justicia que haga mejor la de los demás…

_Mirando por la ventana+melancolia+trsiteza

 

Saber esperar; sabiendo
que el tiempo no existe ya.

Ni el correo ni la prensa
tienen caja forestal.

El sol es de ayer, de siempre.
Y un día es un día más.

La noche, con “muriçoca”.
La tuna, no es de fiar.

Mañana será otro día,
y arroz no nos faltará…

Despertaremos cansados,
com vontade de sentar”;

pero con la espera al hombro,
¡y nos tocará esperar

otro día, todo el día,
…para aprender a esperar!

*

Pedro Casaldáliga
Clamor elemental. Ed Sígueme, 1971

***

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó:

“¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.”

Y les dijo esta parábola: “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.

Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?

Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”.

*

Lucas 13, 1-9

***

Todo es provisional en la vida del hombre, todo está ligado al tiempo: en este sentido, tanto justos como pecadores viven en el tiempo, tiempo que es un don de Dios para ellos, un tiempo de gracia, y por ello, un tiempo abierto a la conversión. Ni el pecador empedernido ni el justo empedernido permanecerán así para siempre. Están llamados a ser “pecadores en conversión”.

Dios nos toca de muchas maneras para llevarnos a este estado de conversión. Nosotros sólo podemos prepararnos para que Dios nos toque. Fuera de la conversión estamos fuera del amor. En este caso no le quedarían al hombre más que dos posibilidades: la satisfacción de sí y la justicia propia, o una profunda insatisfacción y la desesperación. Fuera de la conversión no podemos estar en la presencia del verdadero Dios, pues no estaríamos junto a Dios, sino ¡unto a uno de nuestros numerosos ídolos. Además, sin Dios, no podemos permanecer en la conversión, porque no es nunca el fruto de buenas resoluciones o del esfuerzo. Es el primer paso del amor, del Amor de Dios más que del nuestro. Convertirse es ceder al dominio insistente de Dios, es abandonarse a la primera señal de amor que percibimos como procedente de Él. Abandono en el sentido de capitulación. Si capitulamos ante Dios, nos entregamos a Él. Todas nuestras resistencias se funden ante el fuego consumidor de su Palabra y ante su mirada; no nos queda ya más que la oración del profeta Jeremías: “Haznos volver a ti, Señor, y volveremos” (Lam 5,21; cf. Jr 31,18).

*

André Louf,
A merced de su gracia,
Madrid 1991, 19-24, passim.

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“Conversión cuaresmal, tan cerca y tan lejos”, por Gabriel María Otalora

Miércoles, 12 de marzo de 2025

IMG_0323De su blog Punto de Encuentro:

Conversión cristiana, hay que repetirlo, es tomar la decisión de un cambio de orientación personal en nuestra manera de sentir y pensar. Significa deseo de trabajarnos en nuestro interior para influir en los demás de otra manera, con nuestras acciones y omisiones. La Cuaresma es el tiempo especial para mejorar, así de fácil… decirlo, cuando lo que aprieta es el apego excesivo al placer y al consumismo.

La actitud de fondo que solemos pasar por alto, es trabajar este cambio interior desde el encuentro con el amor de Dios, que es lo que nos transforma. El Papa Francisco deja claro que el desapego en nuestra fe no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande: la comunión con Dios para compartirlo con nuestros semejantes; esto es evangelizar tras encontrarnos con “el tesoro escondido”.

A veces parece casi como si Dios callara justo cuando hemos dado el paso para acercarnos a Él; es entonces cuando a veces surge la tentación de creer que es imposible convertirse de verdad, que es tan difícil que la Cuaresma pierde su sentido y que la Buena Noticia se diluye con lo que esto supone para vaciar la tarea evangelizadora. Pero sentir no es saber. El que sabe, espera en Dios en clave de amor esperanzado

Ante los momentos de desánimo, de duda, y también de incoherencias, el Papa nos recuerda el valor de la oración y el don gratuito de su amor. La conversión es una gracia, y es necesario pedirle a Dios que nos ayude a perseverar en este cambio a mejor ante las tentaciones. El desánimo es parte del camino. Por eso mismo, las oraciones de petición en esta dirección son las que el Espíritu escucha y atiende siempre… pero dejando a Dios ser Dios respetando sus tiempos.

La metamorfosis espiritual es un proceso continuo. Requiere introspección y compromiso diario. Se trata de una transformación interna que nos impulsa a amar a Dios y por extensión, amar a nuestros semejantes. Nos hemos quedado, me parece, en el activismo social, loable y necesario, pero desprovisto de la actitud que Jesús nos mostró para hacer lo mismo. Aquí radica algo esencial: poner el acento en el cómo hacemos las cosas: la escucha activa, la sonrisa del corazón, la paciencia con quien se desahoga; trabajar nuestros defectos, limar las faltas de delicadeza, de maledicencia, de desconsideración.

No se trata solo de evitar el mal o cumplir con normas externas, signos de algo que debe anidar en nuestra interioridad. En este sentido, los musulmanes entienden mejor el Ramadán que nosotros la Cuaresma. No es un rito sino una purificación. Hemos llegado a no comer los viernes carne (picada) y sustituirla por pescado (rodaballo) perdiendo el sentido profundo de este tiempo purificador.

La mejor penitencia es domeñar nuestro interior a favor de quienes nos rodean, por amor a Dios. Misericordia quiero, y no sacrificios… lo recuerda el profeta Oseas en el AT. No es nuevo… Lo que ocurre es que nos viene mejor sacrificarnos en nuestras costumbres consumistas en lugar de cambiar nuestro estilo de vida. Lo esencial, repito, es la mejora personal, nuestra interioridad, procurando actitudes de bondad y compartiendo más y mejor nuestro tiempo y nuestro dinero; es difícil, y por eso la Cuaresma duda lo que dura como tiempo de reparación y de preparación para vivir el Triduo Pascual como se merece.

Este año 2025, Francisco nos exhorta a que dirijamos la mirada y el corazón especialmente a centrarnos en la verdadera compasión ante realidad de los inmigrantes y los refugiados, y en general con todos los vulnerables. La segunda mirada compasiva es a vivir la sinodalidad o la vocación de la Iglesia a caminar unida entre diferentes. En este sentido, el Papa advierte sobre el peligro del individualismo y subraya la importancia de escuchar, acompañar y trabajar en comunidad, sin dejar a nadie atrás. Es una manera esencial de vivir mejor nuestras comunidades eclesiales. Qué verdes estamos en esto…

Finalmente, el Papa nos invita a que vivamos la Cuaresma 2025 con verdadera esperanza cristiana, la que no defrauda si se vive como un estado anímico, como una orientación vital de que todo tiene sentido por encima de los sucesos intramundanos. A confiar plenamente en Dios desde nuestra necesidad de su perdón que transforma. Porque si no hay futuro en nuestro corazón, es imposible apasionarse.

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“Miércoles de ceniza”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Miércoles, 5 de marzo de 2025
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cuaresma_portada_01De su blog Kristau alternatiba (Alternativa cristiana):

Dos artículos para reflexionar ante el tiempo fuerte que comenzamos hoy…

Ha vuelto el tiempo de Cuaresma, cuarenta días que los cristianos podemos vivir como un «tiempo especial», un tiempo propicio, un tiempo de retorno al Señor.

San Benito, en su Regla, escribe que toda la vida del monje debe ser una gran Cuaresma: es decir, toda la vida debe estar comprometida con la conversión, pero en realidad, tanto para los monjes como para los cristianos comunes, sigue siendo casi imposible vivir constantemente en el ejercicio de esta tensión espiritual.

La conversión nunca es un acontecimiento que sucede de una vez por todas, sino que es un dinamismo que debemos renovar en cada edad, en cada estación, cada día de nuestra existencia. Sí, porque aflojamos nuestras fuerzas, nos cansamos, somos presa de la confusión y de la conciencia de nuestra debilidad, estamos habitados por impulsos que nos hacen caer y contradecir nuestro camino hacia el Señor. No somos capaces de vivir siempre una existencia pascual: la inconstancia, la costumbre, la rutina nos lo impiden.

He aquí pues el tiempo propicio de la Cuaresma, tiempo de «ejercicios cristianos», tiempo en el que intensificamos ciertas acciones y retomamos algunas actitudes que, repetidas con particular atención y fuerza, nos permiten desarrollar, confirmar y aumentar nuestras respuestas a las exigencias del seguimiento cristiano.

Es cierto que la Cuaresma es, o más bien debería ser, vivida por los cristianos, pero sigo convencido de que lo que es auténticamente cristiano es también auténticamente humano y, por tanto, concierne a todos los seres humanos, independientemente de su fe.

Esta constatación puede parecer extraña a muchos, pero en realidad, precisamente porque también los no creyentes tienen una vida interior, son capaces de una vida humanizadora y la buscan, el tiempo de Cuaresma puede decirles algo también a ellos.

A veces me sorprende cómo la gente se interesa y casi quiere participar en el Ramadán musulmán, mientras que no les interesa e incluso les molesta la mera mención de la Cuaresma cristiana.

¿Depende quizás, también en este caso, de la incapacidad de los cristianos de comunicar el significado de su experiencia de fe? 

Sin embargo, las instancias que presiden la Cuaresma están al servicio del hombre, son una ayuda para que el hombre pueda hacer de su propia vida una obra de arte. No pocas veces he meditado sobre la Cuaresma, destacando ante todo las necesidades de la oración y del ayuno, pero ahora quisiera detenerme en otros «ejercicios», empezando por el de volver a lo esencial de la vida humana: se trata de redescubrir la libertad a través del desapego de muchas cosas que no son necesarias sino que resultan engorrosas para nuestra vida, como la hiedra que asfixia las plantas o los líquenes que desmoronan las rocas.

La Cuaresma puede ser un tiempo subversivo en el que simplificar la vida: en una sociedad como la nuestra, en la que prevalece el culto al yo, descentralizarse en las relaciones cotidianas con los demás y con las cosas, quitarse las máscaras, romper la costra que cierra nuestro corazón es un ejercicio de humanización al que nadie debe rechazar.

En esto también hay un ejercicio de autenticidad, de verdad sobre uno mismo. Vivimos en una sociedad donde lo que cuenta es lo que se ve, lo que aparece, una sociedad que se fija más en los objetivos a perseguir que en el estilo y los medios utilizados para alcanzarlos.

Se hace entonces necesario plantearnos una pregunta: ¿por qué hacemos determinadas cosas, especialmente por qué realizamos acciones consideradas buenas? ¿Ser visto, conseguir consenso, recibir aplausos? Para nosotros los cristianos, las palabras de Jesús resuenan a menudo durante la Cuaresma: “Vuestro Padre ve en lo secreto… No seáis como los que hacen alarde de su piedad… No imitéis a los hipócritas… No exijáis a los demás lo que no hacéis… No impongáis a los demás cargas que no podáis levantar con un dedo…”.

¿Pero no se aplican estas advertencias a todo el mundo? ¿No son estas palabras ricas en enseñanza y sabiduría humana?

Sí, el tiempo de Cuaresma y sus «prácticas» no levantan un muro entre cristianos y no cristianos, sino que podrían ofrecer más bien una invitación a emprender una dirección común: conozco alguna familia en la que sólo uno de los cónyuges es creyente y cristiano practicante pero en las que ambos deciden realizar juntos durante la Cuaresma algunos «ejercicios» en vista de la autenticidad de las relaciones, de la simplificación de la vida, de la actitud hacia los demás…

Esta convergencia puede contribuir también a una humanización personal y familiar, aportando un gran bien a todos: es necesario coraje, ciertamente, pero los creyentes – seguros de que Dios ve en el secreto de los corazones – nos atrevemos a ofrecer a los no creyentes la posibilidad de que recorramos juntos los caminos de un humanismo de autenticidad para una mejor calidad de vida.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Es miércoles de ceniza

Cada año vuelve la Cuaresma, un tiempo pleno de cuarenta días que los cristianos deben vivir juntos como tiempo de conversión, de retorno a Dios.

Los cristianos deben vivir siempre la lucha contra los ídolos seductores, es siempre el tiempo favorable para acoger la gracia y la misericordia del Señor, pero la Iglesia -que en su inteligencia conoce la incapacidad de nuestra humanidad para vivir con fuerte tensión el camino cotidiano hacia el Reino- pide que haya un tiempo preciso que se desprenda de la vida cotidiana, un tiempo “otro”, un tiempo fuerte en el que converjan en el esfuerzo de conversión la mayor parte de las energías que cada uno posee.

Y la Iglesia pide que esto sea vivido simultáneamente por todos los cristianos, es decir, que sea un esfuerzo hecho todos juntos, en comunión y solidaridad. Por tanto, son cuarenta días para el retorno a Dios, para el rechazo de los ídolos seductores pero alienantes, para un mayor conocimiento de la infinita misericordia del Señor.

La conversión, de hecho, no es un acontecimiento que sucede de una vez para siempre, sino que es un dinamismo que debe renovarse en los diversos momentos de la existencia, en las diversas edades, especialmente cuando el paso del tiempo puede inducir en el cristiano una adaptación a la mundanidad, un cansancio, una pérdida del sentido y de la finalidad de la propia vocación que lo lleva a vivir la fe en la esquizofrenia.

Sí, la Cuaresma es un tiempo para redescubrir la propia verdad y autenticidad, incluso antes de ser un tiempo de penitencia: no es un tiempo para “hacer” alguna obra particular de caridad o de mortificación, sino un tiempo para redescubrir la verdad del propio ser.

Jesús dice que también los hipócritas ayunan, también los hipócritas hacen la caridad (cf. Mt 6,1-6.16-18): precisamente por esto es necesario unificar la vida ante Dios y ordenar el fin y los medios de la vida cristiana, sin confundirlos.

La Cuaresma quiere revivir los cuarenta años de Israel en el desierto, guiando al creyente al autoconocimiento, es decir, al conocimiento de lo que el Señor del creyente ya sabe: un conocimiento que no se hace a partir de una introspección psicológica, sino que encuentra luz y orientación en la Palabra de Dios.

Como Jesús luchó y derrotó al tentador durante cuarenta días en el desierto gracias a la fuerza de la Palabra de Dios (cf. Mt 4,1-11), así el cristiano está llamado a escuchar, leer y orar con mayor intensidad y asiduidad –en la soledad como en la liturgia– la Palabra de Dios contenida en las Escrituras.

La lucha de Jesús en el desierto se vuelve entonces verdaderamente ejemplar y, luchando contra los ídolos, el cristiano deja de hacer el mal que está acostumbrado a hacer y comienza a hacer el bien que no hace. Surge así la “diferencia cristiana”, aquello que constituye al cristiano y lo hace elocuente en compañía de los hombres, lo capacita para mostrar el Evangelio vivido, hecho carne y vida.

El Miércoles de Ceniza marca el inicio de este tiempo favorable y de gracia que es la Cuaresma, y se caracteriza, como su nombre lo indica, por la imposición de la ceniza sobre la cabeza de cada cristiano.

Un gesto que quizá hoy no se entiende siempre pero que, si se explica y se entiende, puede ser más eficaz que las palabras para transmitir una verdad.

La ceniza, de hecho, es el fruto del fuego ardiente, contiene el símbolo de la purificación, constituye una referencia a la condición de nuestro cuerpo que, después de la muerte, se descompone y se convierte en polvo: sí, como un árbol frondoso, una vez cortado y quemado, se convierte en ceniza, así sucede con nuestro cuerpo devuelto a la tierra, pero esa ceniza está destinada a la resurrección.

El simbolismo de la ceniza es rico y ya es conocido en el Antiguo Testamento y en la oración judía: rociar la cabeza con ceniza es signo de penitencia, de deseo de cambio a través de la prueba, del crisol, del fuego purificador.

Naturalmente se trata sólo de un signo, que quiere significar un auténtico acontecimiento espiritual vivido en la vida cotidiana del cristiano: la conversión y el arrepentimiento del corazón contrito.

Pero precisamente esta cualidad de signo, de gesto, si se vive con convicción e invocando al Espíritu, puede imprimirse en el cuerpo, en el corazón y en el espíritu del cristiano, favoreciendo así el acontecimiento de la conversión.

En un tiempo, en el rito de la imposición de la ceniza, se recordaba al cristiano ante todo su condición de hombre tomado de la tierra y vuelto a la tierra, según la palabra del Señor dirigida a Adán pecador (cf. Gn 3, 19).

Hoy el rito se ha enriquecido de significado. De hecho la palabra que acompaña el gesto puede ser también la invitación hecha por Juan el Bautista y por el mismo Jesús al inicio de su predicación: “Convertíos y creed en el Evangelio”…

Sí, recibir la ceniza significa tomar conciencia de que el fuego del amor de Dios consume nuestro pecadoAcoger las cenizas en nuestras manos significa percibir que el peso de nuestros pecados, consumidos por la misericordia de Dios, es poco peso.

Mirar esas cenizas significa reconfirmar nuestra fe pascual: seremos cenizas, pero destinados a la resurrecciónSí, en nuestra Pascua nuestra carne resucitará y la misericordia de Dios como fuego consumirá nuestros pecados en la muerte.

Al vivir el Miércoles de Ceniza, los cristianos no hacen otra cosa que reafirmar su fe en la reconciliación con Dios en Cristo, su esperanza de resucitar un día con Cristo para la vida eterna, su vocación a la caridad que nunca terminará. El Miércoles de Ceniza es el anuncio de la Pascua para cada uno de nosotros.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

 

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“ Cuaresma: oportunidad de repensar nuestra fe”, por Consuelo Vélez

Miércoles, 5 de marzo de 2025
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De su blog Fe y Vida:

El 5 de marzo se inicia cuaresma con la celebración del miércoles de ceniza. Es un tiempo de preparación para conmemorar el acontecimiento fundamental de nuestra fe: la muerte y la resurrección de Jesús. Convendría repensar el significado de este día para vivir este tiempo con más conciencia, pero, sobre todo, para que pueda dar más fruto en nuestra vida.

En algunos lugares ha crecido el número de personas que acuden a la imposición de la ceniza. Sin embargo, si preguntáramos por el sentido de lo que están haciendo, bastantes personas responderían que lo hacen buscando una protección o una bendición de Dios, pero desconocen el verdadero significado de este sacramental. En realidad, hay muchas búsquedas espirituales que responden a la necesidad de solución de los problemas que viven las personas y no importa si el rito lo ofrece la iglesia católica o cualquier otra confesión de fe. Lo que interesa es participar de algo que les fortalezca, los anime, les ayude a afrontar lo que viven. Todo esto es legítimo, necesario y si ayuda a las personas, es importante respetarlo. Pero vale la pena reflexionar sobre lo que celebramos los cristianos para saber “dar razón de nuestra fe” (1 Pe 3, 15-16).

Cuaresma, etimológicamente viene de la palabra latina, cuadragesima, señalando así los cuarenta días que faltan para celebrar el misterio pascual. Es tiempo de preparación, conversión, reflexión sobre el núcleo de nuestra fe y sus consecuencias para la vida. Es tiempo de preguntarse en qué creemos, por qué creemos, cómo ser consecuentes con lo que creemos, cómo podríamos dar testimonio más claro de lo que creemos.

Los cristianos creemos en la encarnación de nuestro Dios en Jesús y, en consecuencia, creemos en sus palabras y obras. Jesús nos comunicó con su vida lo que Dios desea de la humanidad y el camino para realizarnos plenamente en el amor, construyendo un mundo justo y en paz, entre los seres humanos y con la creación. Por tanto, la conversión a la que nos invita este tiempo de cuaresma no se puede quedar en algún ayuno o abstinencia o en la participación litúrgica. La conversión, a la que se nos llama, supone contrastarnos con la persona de Jesús y ver si nuestra vida ha asumido sus valores y los pone en práctica.

Las preguntas que convendría hacerse podrían ser, por ejemplo, por la imagen de Dios que tenemos. Vivimos y anunciamos al Dios de Jesús, ese Dios misericordioso con toda la humanidad, ¿sin ninguna exclusión para ninguno de sus hijos? En sociedades como las nuestras donde se da tanta exclusión por razón de etnia, de género, de condición social y, como hemos visto en algunos países, en razón de su condición de migrante, cuaresma nos invita a dar un testimonio muy claro y decidido por la inclusión de todos los seres humanos, estando atentos a cualquier condición que atente contra la dignidad humana, con voz profética para denunciarla y buscar caminos de integración.

Otra pregunta que podríamos hacernos va en la línea de la praxis de Jesús. Un Jesús libre de la Ley cuando ella atenta contra los seres humanos, libre del Templo cuando este no es liberador sino mediación de ritos externos, libre del tener para vivir la solidaridad, libre del poder, practicando el servicio, libre de las búsquedas personales para construir el bien común. ¿Es nuestra fe generadora de libertad o nos encierra en legalismos, fundamentalismos, escrúpulos, vanaglorias? En tiempos donde crecen las posturas tradicionalistas se necesita vivir una experiencia de fe que libere, permitiendo entender los signos de los tiempos y responder a ellos.

Muy importante es preguntarnos sobre la dimensión social y política de la fe. Las experiencias religiosas han de ser para la vida, para la construcción de sociedades más justas y en paz, para realizar obras de misericordia y solidaridad que actualicen para el presente, la vivencia de las primeras comunidades cristianas. No debería pasarnos lo que relata la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) de dejar a los caídos en el camino por “no mancharse” para cumplir con la purificación ritual o permanecer indiferentes ante la realidad de los hermanos porque se tiene prisa con el cumplimiento de los oficios religiosos. Nuestra conciencia socio política ha de ser lúcida, siempre apoyando las políticas que garanticen la justicia para todos y rechazando aquellas políticas que se centran en el lucro y la ganancia, sin importar las consecuencias humanas y ambientales de tales propuestas. En este último sentido, preguntarnos por la responsabilidad ecológica, es imprescindible. Hemos ido tomando más conciencia de que la salvación de nuestro Dios no es solo para la humanidad sino para toda la creación, pero dependerá de nuestro cuidado y capacidad de vivir en armonía con ella, sin depredarla y extinguirla.

Tenemos cuarenta días por delante para pensar en estas cuestiones o en muchas otras que pueden surgir en el corazón de cada uno. No dejemos pasar esta oportunidad que nos brinda el ciclo litúrgico de tomar el pulso de nuestra fe y reorientar la marcha. En eso consiste la conversión y se nos invita a vivirla en este tiempo. Por supuesto, con mucha “esperanza, como lo ha señalado el Papa al invitarnos a vivir el Jubileo de la esperanza, sabiendo que por parte de Dios está todo dado y depende solo de nuestra generosidad que su amor hacia la humanidad se haga real y palpable en el mundo que vivimos.

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Miércoles de Ceniza, cuaresma de Jesús

Miércoles, 5 de marzo de 2025
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IMG_9323Empieza la cuaresma y este día se suele comentar el relato de las tentaciones de Jesús tal como han sido narradas, con pequeñas variantes, por Mt 4 y Lc 4 (partiendo de un supuesto documento Q).  Pero el evangelio de Marcos ofrece un relato especial y muy profundo  que hoy quiero comentar, tomando como base   mis libros sobre Marcos.

El texto de Marcos es muy simple, dos sencillas referencias, pero evoca en clave apocalíptica (simbólica) los temas esenciales de la historia de la humanidad, que así puede entenderse como tiempo de prueba de Dios.

Texto Mc 1, 12-13

12 Y de pronto, el Espíritu lo expulsó al desierto;
13 y estaba en el desierto durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
Y estaba con las fieras y los ángeles le servían

Lleno del Espíritu del Dios, que le ha llamado Hijo Querido, tras salir del agua del bautismo (superando así el nivel de conversión de Juan Bautista), Jesús debe asumir la tentación satánica, en un gesto donde se vinculan, en clave simbólica, los rasgos principales de la trama de Marcos, que presenta a Jesús entre fieras y ángeles.

Éste es un relato anticipatorio, de tipo especular (un texto espejo) que permite comprender desde el principio lo que sigue. Es como si pudiéramos quitar por un momento los velos que ocultan la verdad de los personajes, para ver la identidad de cada uno.

No es Hijo (ni ha recibido el Espíritu) para encerrarse y vivir en aislamiento, sino para extender la filiación, como indica el texto al afirmar que de pronto (euthys, 1, 12), el mismo Espíritu que había recibido le arrojó al desierto, que ya no es lugar de “metanoia” o conversión (como para el Bautista), sino de prueba mesiánica, signo de las dificultades y problemas que Jesús ha de vencer en su camino de Hijo de Dios, a lo largo de su vida, en lucha con Satanás.

Así lo dice este breve texto, construido a modo de parábola fundante, que proyecta sobre Jesús los cuarenta años de prueba de los israelitas de antaño en el desierto. Es posible que el autor ignore los motivos más concretos de la tentación, que aparecen en el documento Q (Lc 4 y Mt 4: pan, poder, milagro). Pero parece más probable suponer que Marcos no quiso introducirlos, aunque fueran conocidos y narrados en algunos ambientes, construyendo, en cambio, este relato que resulta necesario para entender su Evangelio, pues sirve para presentar a un personaje clave de su trama (Satán).

Marcos ha comenzado hablando del Bautista como iniciador profético y ha descubierto a Dios como agente principal (trascendente), pero a fin de comprender la vida y obra de Jesús, él debe presentar también a Satanás como antagonista, acudiendo para ello a unos motivos importantes de su tradición israelita (y de la primera Iglesia).

Marcos ha querido presentar desde el principio a Satanás, para que se sepa quién ha sido (y está siendo) el antagonista real (siendo simbólico) de Jesús. Por otra parte, como irá mostrando el evangelio de Marcos, Satanás y/o los espíritus inmundos sólo actúan de manera expresa hasta un momento de la trama (dejamos de sentir a Satanás en 8,33 y a los espíritus malignos en 9,29). ¿A qué se debe? Probablemente al hecho de que Satanás es solamente un «indicador» de los poderes perversos que se adueñan de la humanidad. Por eso, cuando los seres humanos llegan a su maldad extrema (en los relatos del juicio de Jesús en Jerusalén y en los motivos centrales de su muerte), son ellos mismos y no Satanás ni sus demonios, los que tientan a Jesús.
Pero vengamos ya al pasaje. Tras la gran revelación que sigue al Bautismo, allí donde parece que Jesús (Hijo Querido) debería vencer toda oposición, sin dificultades, Marcos ha querido mostrar que su camino mesiánico, definido por el descenso del Espíritu y la palabra de Dios, estará marcado por la tentación y el conflicto. En un primer momento, este pasaje nos resulta extraño, con mezcla de fábula (presencia de fieras), de mito religioso (oponen ángeles y diablo) y de relato edificante (el héroe Jesús vence a Satanás).

Ciertamente hay esos y otros rasgos en el texto. Pero al estudiarlo con más detenimiento, descubrimos que ellos quedan de tal forma ensamblados que se integran en un tipo de unidad de oposición revelatoria, en cuyo centro está Jesús, entre ángeles y fieras, entre el Espíritu y Satán, en un espacio y tiempo muy especial (del desierto y los cuarenta días):

Desierto
ESPÍRITU → Ángeles → JESUS ← Fieras ←SATÁN
Cuarenta días

Y de pronto el Espíritu lo «expulsó» (1, 12). Se trata, sin duda, del Espíritu de Dios (santo), que él ha recibido tras el bautismo (1, 9; cf. 1, 8), que no le deja ya estar junto al río de la conversión (el Jordán, con el Bautista), sino que le “expulsa” (ekballei), como expulsó a Adán del paraíso (exeballen, con el mismo verbo: Gen 3, 24), para que habite así en el mundo de la prueba. Según Gen 2, 3, Dios había ofrecido a los hombres su Espíritu (aliento), haciéndoles capaces de vivir en sí mismos (de discernir y decidirse). Pues bien, ese mismo Espíritu de Dios “arroja” ahora a Jesús (le expulsa del lugar de una filiación que resolvería todos sus problemas) para llevarle al desierto de la prueba, de manera que él aparece como un “poseído” del Espíritu.
 El texto dice que le expulsó al Desierto (1, 12). Por exigencia de la tradición israelita, según el relato de Marcos, el lugar de prueba no es ya el paraíso (como en Gen 2-3), sino el desierto: espacio inhabitado, donde el hombre ha de moverse entre las fuerzas primigenias de la realidad. Este desierto donde el Espíritu expulsa a Jesús no es el de Juan, en 1, 4, junto al río del bautismo, sino el lugar de las “tentaciones y pruebas” de los israelitas, según el Pentateuco (en Éxodo, Números y Deuteronomio).

 Cuarenta días. Éstos son los días de su prueba (1, 13), reflejo y concreción de los cuarenta años de prueba del antiguo Israel. En algún sentido se puede añadir que ese desierto (espacio) y esos cuarenta días (tiempo) responden también al paraíso de Gen 2, que aparece así como lugar donde Jesús, nuevo Adán, invierte el antiguo pecado y despliega la verdad del ser humano. Jesús ha vuelto así al principio (los cuarenta días), para convocar, como Hijo de Dios y con la fuerza del Espíritu, la auténtica familia de Dios sobre la tierra. En ese principio de Jesús se encuentran incluidos sus seguidores.

Éste es el lugar donde Jesús asume la prueba que implica el ser Hijo de Dios (un ser humano). Significativamente, Marcos no dice que Jesús ayune (en contra de los paralelo de Mateo y Lucas), pues el ayuno es un signo propio de Juan Bautista (que comía langostas de estepa y miel silvestre), en el nivel del judaísmo antiguo. La prueba de Jesús consistirá en hallarse frente a frente con Satán, Tentador hecho persona, a lo largo de cuarenta días. Uno frente a otro se situarán los dos signos centrales de la vida: Jesús como principio de vida liberada, y Satanás, que es signo y causa de muerte.

b. En lucha con Satán.

Como he indicado ya, el texto afirma que estaba en el desierto cuarenta días y cuarenta noches (1, 13), días y noches que no son un tiempo que pasa y queda atrás, de manera que después ya no hará desierto, ni tentación, ni servicio (de ángeles), sino todo lo contrario: estos días (lo mismo que la palabra anterior de Dios: «tú eres mi Hijo») reflejan y explicitan una dimensión permanente del evangelio, expresando el sentido de conjunto de la vida mesiánica de Jesús.

− Siendo tentado. Como he dicho, a diferencia del Q (Lc 4 y Mt 4), Marcos no ha concretado las tentaciones, pero es evidente que está evocando la prueba original de Adán: Jesús, el Hijo de Dios, es el comienzo de una nueva humanidad que debe superar las pruebas de la vida mesiánica. Marcos no dice tampoco que Jesús ayune, para sentir al fin hambre y ser tentado (como Lc y Mt), sino que es tentado a lo largo de los cuarenta días y noches.
− Por Satán. El texto le presenta sin comentarios, como antagonista de Jesús, llamándole Satán, que significa el Tentador. La Biblia de Israel no posee una doctrina consecuente sobre Satán, pero le concibe básicamente como un tipo de fiscal (acusador, tentador) de la corte angélica de Dios (cf. Job 1-2; 1 Cron 21, 1; Zac 3, 1-2). Satán no es un dios perverso que se opone al Dios bueno (como suponen algunos dualismos, de origen quizá persa, que aparecen incluso en Qumrán). No es tampoco un ángel malo, creado así por Dios, sino que ha empezado siendo bueno (realizando funciones propias del mismo Dios), pero que, en un momento dado, por influjo del entorno religioso o por evolución de la experiencia israelita, se ha vuelto perverso.

En tiempos de Jesús no había surgido todavía en Israel una satanología unitaria, aceptada por todos, pero la vida de la mayoría de los judíos aparecía llena de “poderes” perversos, entre los que pueden distinguirse dos fundamentales.

(a) Por un lado está Satán (satanas: 1, 13; 3, 23.26; 4, 15; 8, 33), a quien la tradición del Q llama en griego ho diabolos (cf. Lc 4, 3. 6. 13), que puede significar “tentador” en general (como en Mc 8, 33). Este Satán es el “príncipe” de los demonios (cf. 3, 22), el que dirige el imperio del mal, un tipo de anti-dios.
(b) Por otro lado están los “espíritus impuros” (cf. 1, 26; 5, 8 etc.), que pueden concebirse también como “demonios” (daimonion/daimonia: 3, 15; 7, 26-30), bajo el poder de Satán. Pues bien, nuestro pasaje presenta a Jesús enfrentado con Satán, el Diablo (príncipe de los demonios), sobre quienes (y por quienes) ese Diablo impone su reinado.
Pues bien, en ese contexto, los israelitas identifican lo demoníaco con lo impuro (cf. Mc 3,11; 5,2; 7,25, etc.), es decir, con aquello que destruye al ser humano y le impide realizarse en plenitud.

Demoníaca la enfermedad, entendida como sujeción, impotencia, incapacidad de ver, andar, comunicarse. Es demoníaca en especial una especie de locura más o menos cercana a la epilepsia y/o la esquizofrenia, pues saca al hombre fuera de sí y le deja en manos de una especie de necesidad que le domina. Pues bien, Jesús abre el camino del reino ayudando a estos hombres, es decir, oponiéndose a Satán y haciendo posible que ellos «vivan» de manera autónoma, siendo ellos mimos, pensando por sí mismos. Esa ayuda no es un sencillo gesto higiénico, ni efecto de un puro humanismo bondadoso, sino una lucha fuerte contra el imperio de Satán (en griego Diabolos o Diablo), que se expresa en el poder de los demonios (que son como un ejército de espíritus perversos al servicio de Satán).

Eso significa que el “enemigo” (o adversario) de Jesús, según Marcos, no es Roma (como imperio), ni los sacerdotes de Jerusalén (como institución religiosa), ni Herodes Antipas y los jerarcas de Galilea, sino Satán, a quien él presenta así, en su forma semita (cf. 3, 23-26; 4, 15; 8, 33) como fuerza y símbolo del mal (y no en su forma griega, que es Diabolos, como hace Mt 4, 1 y Lc 4, 2), cuyo poder se visibiliza y actúa en la enfermedad y la opresión del hombre. Pues bien, en ese contexto aparecerá Jesús, para liberar a los israelitas más pobres (más oprimidos) del poder de Satán que les domina. Leer más…

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Conversión de San Pablo

Sábado, 25 de enero de 2025
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    Saulo de Tarso, antes de su conversión, era un judío convencido de su religión y totalmente contrario a la nueva fe que empezaba a difundirse por Palestina y sus alrededores.

        Tuvo alguna responsabilidad también en el martirio de san Esteban, protomártir, del que se habla en los Hechos de los apóstoles. Saulo encontró a Jesús resucitado en el camino de Damasco y este acontecimiento cambió de manera radical su modo de creer y de pensar. El Señor resucitado se convirtió en el centro de su espiritualidad y de su teología. Una vez apóstol del Evangelio, Pablo estableció en Antioquía de Siria el punto de partida de sus viajes misioneros, donde aparece como testigo infatigable de la fe en Jesús resucitado. Estos viajes le incitaron a escribir diversas cartas a las distintas comunidades cristianas que había fundado. Pablo, verdadero y auténtico apóstol, siempre llevó buen cuidado en «volver» a Jerusalén, con el deseo de confrontarse con los apóstoles de Jesús a fin de no correr en vano.

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No quieras buscar ninguna cosa fuera del Señor; busca al Señor y él te escuchará; y mientras todavía estés hablando, te dirá: «Estoy aquí». ¿Qué significa «Estoy aquí»? Estoy presente. ¿Qué quieres, qué esperas de mí? Todo lo que puedo darte es nada en comparación conmigo. Tómame a mí mismo, goza de mí, acércate a mí. Aún no puedes hacerlo del todo, pero tócame con la fe y quedarás inseparablemente unido a mí, y yo te libraré de todos tus fardos, para que puedas adherirte a mí por completo.

*

Agustín de Hipona,
Exposición sobre el salmo 33, 9ss

***

El edificio espiritual construido por san Pablo, con su profundidad profética y sus escarpadas ascensiones, emerge alto sobre el plano de nuestra apacible piedad cristiana. ¿Quién fue este grande, que obró a la sombra de Uno inmensamente más grande que él? ¿Quién fue este atrevido pionero, este «errante entre dos mundos»?

Dos ciudades ejercieron una influencia decisiva en el ciclo de su formación: Tarso y Jerusalén. «Soy un judío de Tarso de Cilicia…»: así se calificó Pablo ante el comandante romano cuando fue encarcelado. Dos corrientes de antigua civilización afluían, pues, y se fundían en él: la educación judía en familia y la formación griega que absorbía en la capital de su provincia natal, dotada de universidad. Está escrito, ciertamente, en los designios de la Providencia que este hombre, destinado a que en su vida actuara como misionero en medio de los paganos, debería recibir su primera educación en un centro mundial del paganismo.

Aquel para quien ya no debería existir diferencia alguna entre judíos y paganos, entre griegos y bárbaros, entre libres y esclavos [cf. Col 3,11; 1 Cor 12,13), no debía nacer entre las idílicas colinas de Galilea, sino en el tumulto de un rico emporio comercial donde afluían y se mezclaban gentes de todas las naciones sometidas al Imperio romano.

        «Soy de Tarso, una ciudad no oscura de Cilicia». Parece que se refleja en esta respuesta un sentimiento de genuino orgullo griego por su propia ciudad de nacimiento. Tarso competía, en efecto, con Alejandría y Atenas por la conquista del primado en el campo de la cultura; en ella se elegían los maestros para los príncipes imperiales de Roma, y es natural que un centro de cultura tan eminente influyera en la formación de la personalidad del futuro apóstol… En Tarso dominaban la espiritualidad y la lengua griega junto a las leyes romanas y a la austeridad de la sinagoga judía.

*

J. Holzner,
San Pablo,
Editorial Herder, Barcelona 1989.

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Tarde te amé…

Miércoles, 28 de agosto de 2024
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Recordamos hoy, en su fiesta, al converso Agustín de Hipona…

“Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”

San Agustín

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“¡Tarde te amé,

hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé!

Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,

Y por fuera te buscaba;

Y deforme como era,

Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas

Que, si no estuviesen en ti, no serían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:

Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;

Exhalaste tu perfume y respiré,

Y suspiro por ti;

Gusté de ti, y siento hambre y sed;

Me tocaste y me abrasé en tu paz.”

*

San Agustín

***

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Alessandro Preziosi como Agustín en el filme Sant Agostinho

No con conciencia dudosa, sino cierta, Señor, te amo yo. Heriste mi corazón con tu palabra y te amé. Mas también el cielo y la tierra y todo cuanto en ellos se contiene he aquí que me dicen de todas partes que te ame; ni cesan de decírselo a todos, a fin de que sean inexcusables.

Sin embargo, tú te compadecerás más altamente de quien te compadecieres y prestarás más tu misericordia con quien fueses misericordioso: de otro modo, el cielo y la tierra cantarían tus alabanzas a sordos.

Y ¿qué es lo que amo cuando yo te amo? No belleza de cuerpo ni hermosura de tiempo, no blancura de luz, tan amable a estos ojos terrenos; no dulces melodías de toda clase de cantilenas, no fragancia de flores, de ungüentos y de aromas; no manas ni mieles, no miembros gratos a los amplexos de la carne: nada de esto amo cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y cierto alimento, y cierto amplexo, cuando amo a mi Dios, luz, voz, fragancia, alimento y amplexo del hombre mío interior, donde resplandece a mi alma lo que no se consume comiendo, y se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios .

*

Confesiones X, 6,8.

 

***

Agustín nació en Tagaste el 13 de noviembre del año 354. Fue educado siguiendo los hábitos cristianos de su madre, Mónica, y, como se reveló enseguida como un ¡oven de prometedoras cualidades, fue encaminado a la carrera de retórica. Ya desde los tiempos de estudio en Cartago estuvo marcado por una incomodidad interior que le llevaría lejos. La primera respuesta a esta sed de totalidad fue una vida mundana tejida por varios vínculos, más o menos límpidos. Ahora bien, la inquietud es también sed y búsqueda de la verdad: se apasiona con la lectura del Ortensio de Cicerón, lee la Sagrada Escritura, pero no se entusiasma con ella y acaba por adherirse al racionalismo y al materialismo de la secta de los maniqueos. Tras haber enseñado en Tagaste y en Cartago, se traslada primero a Roma (383) y después a Milán (384). Aauí su viaje espiritual da un viraje decisivo: conoce y escucha al obispo Ambrosio, revisa sus posiciones sobre la Iglesia católica, vuelve a leer la Sagrada Escritura y, en medio de la lucha entre sus antiguos hábitos de vida y los nuevos impulsos interiores, al final se abre a la luz y a la riqueza de Cristo.

Fue bautizado el año 387 por Ambrosio. Decidido a volver a África, se establece en Tagaste y funda allí su primera comunidad monástica, siguiendo el modelo de la comunidad cristiana de Jerusalén. En el año 391 fue ordenado sacerdote por el obispo Valerio, a quien en el 395 le sucede en la guía de la diócesis de Hipona. Desde entonces se dedicó por completo a la vida de la Iglesia -ministerio de la Palabra, defensa de la fe-, aunque prosigue con la experiencia de vida común con un grupo de hermanos monjes, a los que traslada al episcopio. Escribió más de doscientos libros y casi un millar de documentos, entre sermones y cartas. Murió el 28 de agosto del año 430. Hasta tal punto fue hijo de la Iglesia que se convirtió en padre… y doctor.

En Agustín no vivió un solo hombre: vivió en él la criatura de carne y hueso, de nervios y sangre, con su desarrollo misterioso, múltiple; vivió el escritor, conjuntamente sumo escritor, sumo filósofo, sumo teólogo, y sobre cualquier otra cosa poeta sumo de los afectos y de las verdades; vivió el cristiano y el monje, el sacerdote y el obispo, el santo. Recibió de Dios toaos los clones más altos: una juventud tempestuosa, la palabra creadora, el silencio inenarrable de la oración, la fuerza necesaria para gobernar su ánimo en la navegación ultraterrena y en el aura de lo divino. Experiencia de hijo y de padre, de pecador desbandado y de obispo muy rígido, de escolar y profesor y, por tanto, de maestro de su pueblo y de todo el Occidente; de mundano y de monje, de escritor y de filósofo, de polemista y de amigo, de pensador y de contradictor y orador.

En todos esos pasajes no perdáis nada de su riquísima y potentísima humanidad: todo lo llevó consigo y lo fundió en el ardor y en la luz única de su santidad doloroso y extática. Amó, y de su experiencia de amor surgirá un amor a Dios, tal vez el más elevado que jamás haya salido de corazón humano […].

Cuando moría Agustín en su ciudad asediada, no moría nada: nacía, para él, en los cielos amados sin paz y deseados sin tregua; nacía, para nosotros, en nuestra historia y en nuestra alma. Desde aquel día hay algo de agustiniano tanto en la historia de todos los hombres como en la historia de cada uno de ellos.

*

G. de Luca,
Sant’Agostino. Scrítti d’occasione e traduzioni

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“Un nuevo modo de ser Iglesia”, por Gabriel Mª Otalora

Viernes, 7 de junio de 2024
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iglesia-puebloDe su blog Punto de Encuentro:

Mi amigo Juanjo Irala me recuerda y comparte una noticia que apareció en la revista diocesana de Bizkaia (Alkarren barri) en noviembre de 2021. ¿Y dónde está la novedad en mayo de 2024? Pues sencillamente, en que dicha noticia resulta más actual si cabe que entonces. Voy a explicarme:

Dicha reseña informaba del paso por Bilbao de Rafael Luciani, miembro de la Comisión Teológica del Sínodo de la Sinodalidad, invitado por el Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bizkaia para la conferencia inaugural del curso pastoral 2021-2022. Lo que mantiene su actualidad es que centró su disertación en la necesaria “conversión personal de las mentalidades” junto a la necesaria “conversión de las estructuras” eclesiales “para que la participación y corresponsabilidad de todos pueda ser efectiva y no solamente afectiva”. Conversión necesaria de las actitudes y las instituciones.

Noticia es también que las dos páginas que trataban del tema han pasado más bien desapercibidas, en cuanto al avance en la construcción de ese nuevo modo de ser Iglesia. Luciani desgranó los principales significados que supone esta formidable apuesta del Papa Francisco por una Iglesia renovada, en medio de tantas reticencias y ausencia de liderazgo que el Papa pidió a los obispos en el interregno hasta octubre, cuando se celebre el Sínodo de la Sinodalidad. Se ha estancado la reforma principal, la del corazón, para que sea efectiva la reforma institucional consiguiente.

Ahí van las pistas sinodales que dejó entonces Rafael Luciani, que se me antojan más acuciantes ahora que en 2021:

  1. Renovada recepción del Concilio Vaticano II. La sinodalidad va más allá de una reorganización estructural. Apunta también a cómo queremos caminar, a la manera de comunicarnos, las dinámicas organizativas y repensar las estructuras eclesiales.
  2. Nuevo modelo institucional de Iglesia. En este reto debemos participar todos y todas.
  3. Otro modelo de ser, de vivir y de operar en la Iglesia: responde a una espiritualidad que debe calar en las actitudes en el modo de operar en la Iglesia. Lleva implícita una dinámica de reaprender.
  4. Reforma de las estructuras eclesiales: el modelo clerical institucional es un problema sistémico estructural. Estamos ante una patología del poder eclesial.
  5. La corresponsabiliad pasa a ser esencial, y no auxiliar. Se recupera el concepto de entender el Pueblo de Dios como totalidad. En consecuencia, todos tendremos deberes y derechos por el Bautismo a partir de consensos y de la mutua comprensión entre diferentes.
  6. La escucha recíproca. También aquítodos tenemos algo que aprender.
  7. Repensarnos desde nuestra realidad teológica y cultural local. Existen 3 maneras de construir sinodalidad en lo local: a) La escucha comunitaria de la palabra y la celebración de la Eucaristía. b) Adaptación de las estructuras para avanzar hacia la sinodalidad. c) Consulta en las parroquias para discernir y tomar decisiones.
  8. Tomarnos en serio que la Iglesia pertenece a todo el pueblo de Dios. La autoridad, pues, de servicio, que debe ser ejercida en el marco de la sinodalidad para una Iglesia fecunda y unida.

Releo los contenidos y, efectivamente, parece inexplicable que semejante llamada en 2021 parezca casi novedosa a mediados de 2024. Fue en Bizkaia, pero podía haber sido en cualquier otra diócesis. Pues que estas reflexiones sirvan para dar pasos hacia la sensibilización que propicie otro modo de ser y vivir eclesial. Nos jugamos la evangelización, también en lo local.

No hay mejor noticia, me parece, que podamos trabajar en el marco de la fiesta de Pentecostés.

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Conversión

Miércoles, 8 de mayo de 2024
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Del blog Nova Bella:

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La transformación del mundo coincide con la conversión personal.

*

Pierre Ganne

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“La conversión fundamental”, por Juan Zapatero

Miércoles, 20 de marzo de 2024
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IMG_3276Una de las invitaciones frecuentes que la Iglesia repite con más insistencia a sus fieles, durante el tiempo de Cuaresma, es, sin ningún género de duda, la invitación a la conversión. De hecho las palabras que dirige el sacerdote o el representante de la comunidad a la persona que se acerca para que le imponga la ceniza, durante el Miércoles de dicho nombre,  van claramente en esta dirección: “Conviértete y cree en el Evangelio“.

Si nos atenemos a lo que dice la RAE sobre “convertirse“, encontramos entre otras acepciones, la de “transformarse”, “hacer que alguien cambie o cambiar uno mismo”, “moverse de un sitio para trasladarse a otro”, etc.

Para comenzar, debo decir que mis recuerdos, siendo niño o recién estrenada la juventud, por ser el momento en que yo era más consciente, respecto a la Cuaresma, eran de que se trataba de un tiempo muy especial, un tiempo privilegiado de gracia, nos decían, que debíamos aprovechar para profundizar y ahondar en nuestra conversión. Cabe recordar, en este sentido, aquellas tandas de ejercicios espirituales, conferencias cuaresmales, etc., separadas en muchos casos por razón de edad y de sexo, durante el tiempo que duraba dicha práctica, en que se nos insistía y advertía de la necesidad de cambiar nuestras vidas. Un cambio centrado, sobre todo, en eliminar, más que estructuras y actitudes arraigadas a nivel personal, acciones concretas negativas o contrarias a la moralidad vigente en el momento (recuerdo aquellas subidas del tono de la voz, por parte de los predicadores, cuando sacaban a colación el tema de las blasfemias).

A ello iban dirigidas aquellas pláticas, prédicas y sermones encaminados a mover los sentimientos de la gente allí presente, con el fin de ayudarlos a que se reconocieran pecadores por haber transgredido las leyes morales y los preceptos prescritos por la Iglesia. Se recomendaba de manera encarecida a los asistentes, una vez acabados los días que duraban los ejercicios o en cualquier momento de la Cuaresma, a hacer una “buena” confesión que, si era general, mejor que mejor. Solían centrarse los predicadores en actitudes relacionadas con posibles prácticas viciadas de la vida, relacionadas casi siempre con los “mismos” o con el “mismo” mandamiento de la ley de Dios. Una vez recibida la absolución y rezadas las oraciones pertinentes, impuestas por el confesor como penitencia, se volvía a la vida diaria procurando evitar cometer los pecados confesados o, como mínimo, retardarlos el máximo tiempo posible.

Quienes contáis con algunos años, recordaréis aquel doble tipo de dolor de los pecados sobre el que nos hablaba el catecismo: el de contrición y el de atrición, necesarios en toda confesión. Al primero se le denominaba “perfecto” por el reconocimiento por parte del pecador de haber ofendido a Dios “por su bondad infinita”, según las propias palabras del catecismo.  Al de atricción, en cambio, se le llamaba “imperfecto“, porque el motivo del dolor de los propios pecados no era otro que el miedo a las penas del infierno.

Dejando atrás semejantes distingos del catecismo de entonces, propios de la época y del tipo de moral del momento, pienso que tiene sentido seguir hablando hoy de la “conversión“, ahondando o, si se me permite, puliendo un tanto aquella idea de “contrición” de entonces.

Creo que se hace necesario, por lo que a la conversión se refiere, dejar un poco de lado el punto de la conversión “desde donde“, para centrarnos más en el de la conversión “hacia dónde”. Porque tengo muy claro personalmente que es desde lo segundo que la persona puede llegar a conseguir la “conversión fundamental”. Necesitamos dejar de dar el protagonismo a nuestras miserias y deficiencias, sin olvidarlas, claro, sólo faltaba!, para decidirnos de una vez por todas a poner todo nuestro empeño en apostar por el Dios que Jesús nos presenta en el Evangelio (de ahí el “Conviértete y cree en el Evangelio). Que no es otro que el Dios (Abba) que ama y perdona sin condiciones y, por ello, salía cada tarde, y continúa saliendo también hoy cada día, a ver si retorna el hijo que se ha apartado de Él.

Creo que sigue siendo esta la asignatura pendiente para los creyentes en general y para los cristianos, ¿católicos?, en particular. Porque, mientras no se produzca en nosotros este cambio radical y profundo (metanoia), continuaremos por los derroteros de “negar las bendiciones…”, por parte de unos y de que “dichas bendiciones no duren más de quince segundos”, por parte de otros (perdóneseme, por favor, la alusión a tan triste episodio).

No he querido hablar una vez más de la conversión, a secas, aprovechando el tiempo litúrgico en que estamos. He pretendido, sencillamente, hacer hincapié en que sólo desde la conversión fundamental”, que no es otra que la vuelta al Dios del amor y la bondad, nuestras deficiencias y miserias dejarán de tener el protagonismo, para otorgárselo al Dios del amor y la misericordia; anticipándonos, en todo caso, a aquel “Oh feliz culpa…”, de la Vigilia Pascual.

Juan Zapatero Ballesteros

zapatero_j@yahoo.es

Fuente Fe Adulta

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“Actualizar la Cuaresma”, por Gabriel Mª Otalora.

Viernes, 23 de febrero de 2024
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Convertíos y creed en el Evangelio - 1De su blog Punto de Encuentro:

Llamamos Cuaresma al periodo de 40 días (cuadragésima) como tiempo de preparación de la Pascua. Esto es importante y se nos olvida: que no es solo una puerta estrecha, ni el objetivo es la mortificación. Ocurre lo mismo cuando subimos una montaña para disfrutar de las vistas y tonificar el cuerpo: el objetivo no es el cansancio, el esfuerzo muscular, el frío o el calor del camino, sino las vistas maravillosas, el reponer fuerzas en la cima compartiendo un buen refrigerio, el haberlo conseguido y el placer de la experiencia vivida.

Por eso entiendo mal el aspecto de las procesiones de Semana Santa, centradas en el Viernes Santo, e incluso en el dolorismo que a veces lo impregna todo. La Cuaresma y la Semana Santa apuntan a lo esencial: a la Pascua, al paso del Señor de la muerte a la Vida, con lo que esto supone de esperanza y tarea a nuestro alrededor. La razón de ser de la Cuaresma es justamente prepararse para vivir la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte, que no tiene la última palabra. Buena Noticia, sin duda.

Naturalmente que para ello hay que esforzarse en el tiempo cuaresmal de cara al compromiso evangelizador a base de ejemplo. Es un mandato principal que los medios para lograrlo no deben despistarnos, y mucho menos convertirlos en fines. La Cuaresma en el siglo XXI no ha cambiado en su fundamento, pero, como decía Juan XXIII, hay que estar con los signos de los tiempos a la hora de su aplicación por cada creyente.

Cuaresma significa cambio a mejor. Es un tiempo fuerte para vivir con una doble mirada, primero interior, y desde ahí a nuestro alrededor con los ojos de Dios. Lo cierto es que la palabra “conversión” está devaluada, ahora se percibe como un retroceso al pasado, algo obsoleto y anacrónico… ¿Qué significa “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15)? En positivo es una mejora en nuestras actitudes personales para que generen amor en sus diferentes formas (compasión, ayuda, aceptación, comprensión, escucha…). En negativo es el esfuerzo por domeñar aquellas actitudes no son acordes con la Buena Noticia que Jesús vivió y predicó.

Conversión para ser la mejor posibilidad de cada uno, sin quedarnos en una Cuaresma de solo privaciones y normas… Es algo más exigente que el cumplimiento del “cumplo y miento”. Es corregir las desviaciones del corazón y orientarlo de nuevo hacia Dios. La conversión interior, la que cuesta mucho más que los sacrificios tradicionales.

¿Qué nos dice el Papa del tiempo de Cuaresma? El camino de conversión cuaresmal se manifiesta en hechos concretos, de hacer o de no hacer. Para esta Cuaresma 2024, Francisco nos propone reflexionar sobre la esclavitud (consumismo y otras adicciones) y la libertad (para convertirla en amor). “No se trata solamente de tomar distancia del mal, sino de poner en práctica todo el bien posible: esto es convertirse”. El Señor es capaz de “hacer este milagro”, es decir, “cambiarnos”, no de un día para el otro, sino en el camino de toda la vida.

CONVERSIÓN Y SINODALIDAD

Palabras del Papa: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la auto-preservación”. La reforma de estructuras que exige la conversión de nuestras actitudes sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida” al mundo (EG 27).

De este modo, la conversión personal y pastoral es presentada como la condición sin la cual no habrá una verdadera reforma eclesial. Más importante es cambiar las actitudes que las estructuras, que también, porque lo importante es vivir el Mensaje como Pueblo de Dios, y no la institución eclesial, que es un medio operativo para el fin. De hecho, la conversión pastoral está ahora relacionada con las “reformas espirituales, pastorales e institucionales” (Aparecida 367).

Se ha recalcado mucho la importancia de la formación permanente. Pero Francisco afirma: no es suficiente, porque se necesita también y, sobre todo, “una conversión y una purificación permanente”. Sin ella, “el esfuerzo funcional sería inútil”.

El Papa propone “dos caminos” que nos desafía a que continuamos el viaje sinodal eclesial. El primer camino es la oración: Tenemos que escuchar a Jesús para llevar a cabo la misión. La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que escuchamos a Jesús en la Palabra, pero también en los acontecimientos de la vida. Y lo segundo escucha también a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia. Esto es difícil, ¡pero es una estupenda penitencia!

Mientras continuamos nuestro camino hacia la alegría pascual, meta de la Cuaresma, nos esforzamos en la conversión -mediante el ayuno, la limosna y oración cuaresmales-, entendida de manera amplia. Va mucho más de lo litúrgico y doctrinal. Va de llevar la cruz de cada día a la manera en que la vivió Jesús, transformándola en amor.

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“Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”

Domingo, 18 de febrero de 2024
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Anthem

Los pájaros cantaron
Al amanecer
Empieza otra vez
Los oí decir
No te detengas en lo que
Ya se ha ido
O lo que aún no ha sido

Sí, las guerras
Serán libradas otra vez
La paloma sagrada
Será capturada otra vez
Comprada y vendida
Y comprada otra vez
La paloma nunca es libre

Toquen las campanas que aún suenan
Olviden sus sacrificios perfectos
Hay una grieta, una grieta en todas las cosas
Así es como entra la luz

Pedimos señales
Las señales fueron enviadas:
El nacimiento traicionado
El matrimonio gastado
Sí, la viudez
De todo gobierno
Señalеs que pudieran ver todos

Ya no puеdo correr más
Con esa multitud sin ley
Mientras los asesinos en lugares altos
Dicen sus plegarias en voz alta
Pero han convocado, han convocado
Una nube de tormenta
Y lo van a oír de mí

Toquen las campanas que aún suenan
Olviden sus sacrificios perfectos
Hay una grieta, una grieta en todas las cosas
Así es como entra la luz

Puedes juntar las partes
No obtendrás la suma
Puedes iniciar la marcha
No hay un tambor
Todo corazón, todo corazón
Al amor vendrá
Pero como un refugiado

Toquen las campanas que aún suenan
Olviden sus sacrificios perfectos
Hay una grieta, una grieta en todas las cosas
Así es como entra la luz

Toquen las campanas que aún suenan
Olviden sus sacrificios perfectos
Hay una grieta, una grieta en todas las cosas
Así es como entra la luz
Así es como entra la luz
Así es como entra la luz

*

Leonar Cohen

***

***

El Espíritu empujó a Jesús al desierto.

Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás;

vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”

*

(Marcos 1, 12-15)

***

Hacerse hombre significa hacerse “pobre”, no tener nada con que presentarme fuerte frente a Dios, ningún apoyo, ninguna fuerza o seguridad fuera del compromiso y el sacrificio del propio corazón. El llegar a ser hombre viene a ser como la confesión de la pobreza del espíritu humano frente a la reivindicación total de la inaccesible trascendencia de Dios. Con la valentía de esta pobreza comenzó la aventura divina de nuestra salvación. Jesús no se tuvo por nada ni se defendía con nada, ni siquiera con su origen. Satanás, por el contrario, trata de impedir esta pobreza radical. Quiere hacer a Jesús fuerte, porque sólo teme una cosa: la impotencia de Dios en la naturaleza humana que asumió, Dios en un corazón humano destinado al sacrificio, que desde la fidelidad incondicional a su innata pobreza sufre desde dentro – y por lo tanto salva la necesidad y perdición del hombre.

Por eso la tentación de Satanás es un atentado contra el  autoaniquilamiento de Dios, una tentación contra la seguridad y “riqueza de espíritu”, contra la divinidad de Jesús, un sondeo a la seriedad y grandeza de su humanidad. Desde los comienzos hizo y hace lo mismo, y siempre le reconoceremos por las palabras: “Seréis como dioses”. Esta es la tentación de las tentaciones, con mil variaciones: la tentación contra la verdad de la naturaleza asignada al hombre. El pretende que la tierra sea exclusivamente suya, y con la tierra también el hombre: el hombre, en torno al cual se combatía antes de despertarse al alba de su libertad de suerte que ya nunca se le podía pedir e invitar a tomar una decisión libre por sí mismo de manera desinteresada, pero siempre o cortejado amigablemente o astutamente atacado.

*

J. B. Metz,
Pobreza en el Espíritu. Meditaciones teológicas,
Brescia 1968, 105.

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40 días…

Miércoles, 14 de febrero de 2024
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Hoy, miércoles de Ceniza, que marca la entrada en la Cuaresma se nos invita a volvernos totalmente a Dios y tomar el camino que nos llevará a la Pascua, para revestir con Cristo la posesión del Resucitado. Y cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… Conversión no es sino retomar el rumbo, encontrar el camino, hacer realidad el mandato de Jesús, único mandato en realidad: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús…

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40 días que se nos dan para seguir un camino:

Ruta de conversión

Camino de fe

Ruta de confianza

Camino de Resurrección.

Es en la oración, el ayuno y el compartir con discreción y humildad a imagen de nuestra comunidad que Dios nos llama a tomar nuestro bastón de peregrino.

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¿Y si en el camino me dejo buscar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo mirar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo amar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejé servir por Cristo?

Entonces podría amar como Él.

Podría servir como Él.

Muéstrame Señor el camino del Amor para que la mañana de Pascua, en la alegría del encuentro yo reconozca al Resucitado.

*

Anne-Marie,
hermana de la Communion Béthanie

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Lecturas para hoy

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Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].

El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.

La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.

*

K. Ware,
Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim.

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Conversión de San Pablo

Jueves, 25 de enero de 2024
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Saulo de Tarso, antes de su conversión, era un judío convencido de su religión y totalmente contrario a la nueva fe que empezaba a difundirse por Palestina y sus alrededores.

        Tuvo alguna responsabilidad también en el martirio de san Esteban, protomártir, del que se habla en los Hechos de los apóstoles. Saulo encontró a Jesús resucitado en el camino de Damasco y este acontecimiento cambió de manera radical su modo de creer y de pensar. El Señor resucitado se convirtió en el centro de su espiritualidad y de su teología. Una vez apóstol del Evangelio, Pablo estableció en Antioquía de Siria el punto de partida de sus viajes misioneros, donde aparece como testigo infatigable de la fe en Jesús resucitado. Estos viajes le incitaron a escribir diversas cartas a las distintas comunidades cristianas que había fundado. Pablo, verdadero y auténtico apóstol, siempre llevó buen cuidado en «volver» a Jerusalén, con el deseo de confrontarse con los apóstoles de Jesús a fin de no correr en vano.

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No quieras buscar ninguna cosa fuera del Señor; busca al Señor y él te escuchará; y mientras todavía estés hablando, te dirá: «Estoy aquí». ¿Qué significa «Estoy aquí»? Estoy presente. ¿Qué quieres, qué esperas de mí? Todo lo que puedo darte es nada en comparación conmigo. Tómame a mí mismo, goza de mí, acércate a mí. Aún no puedes hacerlo del todo, pero tócame con la fe y quedarás inseparablemente unido a mí, y yo te libraré de todos tus fardos, para que puedas adherirte a mí por completo.

*

Agustín de Hipona,
Exposición sobre el salmo 33, 9ss

***

El edificio espiritual construido por san Pablo, con su profundidad profética y sus escarpadas ascensiones, emerge alto sobre el plano de nuestra apacible piedad cristiana. ¿Quién fue este grande, que obró a la sombra de Uno inmensamente más grande que él? ¿Quién fue este atrevido pionero, este «errante entre dos mundos»?

        Dos ciudades ejercieron una influencia decisiva en el ciclo de su formación: Tarso y Jerusalén. «Soy un judío de Tarso de Cilicia…»: así se calificó Pablo ante el comandante romano cuando fue encarcelado. Dos corrientes de antigua civilización afluían, pues, y se fundían en él: la educación judía en familia y la formación griega que absorbía en la capital de su provincia natal, dotada de universidad. Está escrito, ciertamente, en los designios de la Providencia que este hombre, destinado a que en su vida actuara como misionero en medio de los paganos, debería recibir su primera educación en un centro mundial del paganismo.

        Aquel para quien ya no debería existir diferencia alguna entre judíos y paganos, entre griegos y bárbaros, entre libres y esclavos [cf. Col 3,11; 1 Cor 12,13), no debía nacer entre las idílicas colinas de Galilea, sino en el tumulto de un rico emporio comercial donde afluían y se mezclaban gentes de todas las naciones sometidas al Imperio romano.

        «Soy de Tarso, una ciudad no oscura de Cilicia». Parece que se refleja en esta respuesta un sentimiento de genuino orgullo griego por su propia ciudad de nacimiento. Tarso competía, en efecto, con Alejandría y Atenas por la conquista del primado en el campo de la cultura; en ella se elegían los maestros para los príncipes imperiales de Roma, y es natural que un centro de cultura tan eminente influyera en la formación de la personalidad del futuro apóstol… En Tarso dominaban la espiritualidad y la lengua griega junto a las leyes romanas y a la austeridad de la sinagoga judía.

*

J. Holzner,
San Pablo,
Editorial Herder, Barcelona 1989.

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“Haz que alguien más lo haga. Yo no.”

Lunes, 22 de enero de 2024
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IMG_2593La publicación de hoy es del editor de Bondings 2.0, Francis DeBernardo.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el tercer domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

En la primera lectura litúrgica de hoy, conocemos a Jonás, un profeta reacio. Dios lo eligió para pedirle a la gente que vivía en la impíamente pecadora ciudad de Nínive que se arrepintiera. Jonás no quería hacerlo y no lo culpo. Fue un trabajo duro y potencialmente peligroso. Pero después de tres días en el vientre de una ballena, Jonás acepta su llamada y viaja a Nínive. Debido a la predicación de Jonás sobre el arrepentimiento, el pueblo cambia sus malos caminos y Dios salva la ciudad.

En las Escrituras hebreas, todos los profetas inicialmente se muestran reacios. “Consigue que alguien más lo haga”, es a menudo su primera respuesta a Dios. “Yo no.” La llamada de Dios a los profetas no es una llamada bienvenida. Significa que el profeta será desafiado a ser diferente de la corriente principal de la sociedad. Y esa diferencia puede incomodar a otros porque significa que tienen que pensar en sus propias vidas, en sus formas quizás limitadas de pensar, y tomar la decisión de salir de sus zonas de confort y adoptar una nueva perspectiva.

Debido a que las personas LGBTQ+ son una minoría de la población, su forma normal de ser parece extraña y diferente a la de la sociedad en general. Por eso, a menudo se les percibe como un desafío para los demás. Su existencia no encaja perfectamente en las opiniones preconfiguradas que la gente tiene sobre la sexualidad y el género. Para que otras personas las acepten, a menudo significa que tienen que pasar por una especie de conversión de pensamiento sobre las categorías tradicionales que pensaban que eran defectos básicos de la humanidad y la sociedad.

Cuando me involucré por primera vez en la educación del ministerio LGBTQ+ hace más de 30 años, una de las formas estándar en que describiría a las personas LGBTQ+ a audiencias que pueden haber tenido una experiencia limitada en conocer esta comunidad es que eran “como todos los demás“. Estaba tratando de enfatizar la humanidad de las personas LGBTQ+, para que los de afuera supieran que sus vidas eran perfectamente “normales”, que tenían mucho en común con las personas heterosexuales y cisgénero. Todavía haría esa afirmación hoy (aunque debido a que las personas LGBTQ+ han logrado una visibilidad mucho mayor en la sociedad, la necesidad de tal descripción ha disminuido considerablemente).

Pero a lo largo de mis años de ministerio, comencé a expresar otra verdad que aprendí: la simple presencia de personas LGBTQ+ puede presentar un desafío amenazador para algunas personas. Para algunas personas, aceptar a las personas LGBTQ+ significa que es posible que sea necesario ampliar sus ideas sobre lo que significa ser hombre o mujer. Para algunos, puede significar que sus creencias sobre el propósito de la actividad sexual en una relación requieren reexaminaciones. La presencia de personas LGBTQ+ totalmente integradas puede significar que los estándares de alguien sobre lo que es normal versus lo que es desviado deben ser destruidos. Y como la sexualidad y el género son partes tan básicas de las identidades de las personas y de la forma en que se relacionan con los demás, esos desafíos pueden ser muy aterradores y perturbadores.

Pero Jesús en la lectura del evangelio de hoy llama al mundo y a su gente a comenzar el proceso de su forma de pensar sobre lo que es real en el mundo. “El reino de Dios está cerca. Arrepiéntanse”, le dice a la gente. Jesús está llamando a las personas a abandonar sus viejas formas de pensar para aceptar una nueva forma de pensar, una en la que estén más abiertos a recibir las buenas noticias del evangelio: las buenas noticias de que Dios ama a todos.

Las personas LGBTQ+ pueden desafiar los puntos de vista tradicionales de nuestra iglesia sobre la sexualidad y el género. Eso puede incomodar a la gente. Puede significar renunciar a certezas que se consideran fundamentales. Pero también significa liberar a las personas para que vean la belleza de la diversidad, la santidad del amor sexual, el don de vivir auténticamente. Significa reconocer que Dios puede sorprendernos continuamente, y que el llamado más constante de Dios hacia nosotros es siempre ampliar nuestra visión para tratar de ver el mundo como Dios lo ve, rico en misericordia.

Debido a que las personas LGBTQ+ siempre han sido, y probablemente siempre serán, una minoría de la población general, su diferencia con la mayoría siempre se destacará como un desafío. Que nuestra iglesia vea ese desafío como un llamado a arrepentirse de sus viejas formas de ver la sexualidad y el género, y a estar abierta al llamado de Dios a expandir continuamente cualquier idea que impida que las personas florezcan como su verdadero yo.

—Francis DeBernardo, New Ways Ministry, 21 de enero de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”

Domingo, 21 de enero de 2024
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Propósito

     Por fin echaré a andar…
Sólo, por donde sea,
por donde quiera Dios y su momento
y mi sinceridad.

Ya me estaba cansando
de pisarme la vida tristemente.

¡Aire, cielo, aire, mar, cielo, mar, aire!

Sólo, o con vosotros, ¡con los hombres!
¡¡ pero fuera de mí !!

*

Pedro Casaldáliga
Palabra Ungida, 1955

***

Jesús les dijo:

–  “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”

–  “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron… y se marcharon con él.

*

Marcos 1, 14-20

***

Ser cristiano significa prestar atención al kairós, a este «momento especial» de la manifestación de Dios en nuestro aquí y ahora. En él se desarrolla la dimensión auténticamente profética de toda vida cristiana, en la atención […] a todos los signos de la presencia del Reino en nuestra historia. Acoger el Reino de Dios implica una conducta: «Convertíos», precepto urgente, «el tiempo se acaba» (1 Cor 7,29), que acompaña al don del Reino y engendra una nueva actitud respecto a Dios y respecto a los hermanos. Jonás recibió la misión de llamar a la conversión a Nínive, la capital del imperio enemigo de Israel. El profeta, un judío amante de su patria, se niega a realizar esta tarea, pero al final acepta la voluntad de perdón del Señor, que carece de límites raciales o religiosos. El Reino es gracia, aunque para nosotros es también un deber.

Los primeros discípulos escucharon la «Buena Noticia» y fueron llamados a asociarse a la misión de Jesús (Mc 1,16-20). El Evangelio marcó profundamente sus vidas. Así debe marcar también la nuestra.

*

Gustavo Gutiérrez,
Condividere la Parola, Brescia 1996, pp. 170ss

***

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“La pasión que animó a Jesús”. 3º Tiempo Ordinario – B (Marcos 1,14-20)

Domingo, 21 de enero de 2024
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793781-300x201Propiamente, Jesús no enseñó una «doctrina religiosa» para que sus discípulos la aprendieran y difundieran correctamente. Jesús anuncia más bien un «acontecimiento» que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo. Él lo está ya experimentando: «Dios se está introduciendo en la vida con su fuerza salvadora. Hay que hacerle sitio».

Según el evangelio más antiguo, Jesús proclamaba esta Buena Noticia de Dios: «Se ha cumplido el plazo. Está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia». Es un buen resumen del mensaje de Jesús: «Se avecina un tiempo nuevo. Dios no quiere dejarnos solos frente a nuestros problemas y desafíos. Quiere construir junto a nosotros una vida más humana. Cambiad de manera de pensar y de actuar. Vivid creyendo esta Buena Noticia».

Los expertos piensan que esto que Jesús llama «reino de Dios» es el corazón de su mensaje y la pasión que alienta toda su vida. Lo sorprendente es que Jesús nunca explica directamente en qué consiste el «reino de Dios». Lo que hace es sugerir en parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería la vida si hubiera gente que actuara como él.

Para Jesús, el «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. Ese era el fuego que llevaba dentro: ¿cómo sería la vida en el Imperio si en Roma reinara Dios y no Tiberio?, ¿cómo cambiarían las cosas si se imitara no a Tiberio, que solo busca poder, riqueza y honor, sino a Dios, que pide justicia y compasión para los últimos?

¿Cómo sería la vida en las aldeas de Galilea si en Tiberíades reinara Dios y no Antipas?, ¿cómo cambiaría todo si la gente se pareciera no a los grandes terratenientes, que explotan a los campesinos, sino a Dios, que los quiere ver comiendo y no muertos de hambre?

Para Jesús, el reino de Dios no es un sueño. Es el proyecto que Dios quiere llevar adelante en el mundo. El único objetivo que han de tener sus seguidores. ¿Cómo sería la Iglesia si se dedicara solo a construir la vida tal como la quiere Dios, no como la quieren los amos del mundo?, ¿cómo seríamos los cristianos si viviéramos convirtiéndonos al reino de Dios?, ¿cómo lucharíamos por el «pan de cada día» para todo ser humano?, ¿cómo gritaríamos: «Venga tu reino»?

José Antonio Pagola

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“Convertíos y creed en el Evangelio”. Domingo 21 de enero de 2024. Domingo tercero del tiempo ordinario

Domingo, 21 de enero de 2024
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12-ordinarioB3 cerezoLeído en Koinonia:

Jonás 3,1-5.10: Los ninivitas se convirtieron de su mala vida.
Salmo responsorial: 24: Señor, enséñame tus caminos.
1Corintios 7,29-31: La representación de este mundo se termina.
Marcos 1,14-20: Convertíos y creced en el Evangelio

Como es sabido, en las lecturas de la liturgia de los domingos, la primera y la tercera están siempre unidas temáticamente, mientras que la segunda suele ir por caminos independientes. Hoy la pareja de lecturas principales son la de la predicación de Jonás sobre la ciudad Nínive, y la predicación de Jesús al comenzar su ministerio, precisamente «cuando arrestaron a Juan», o sea, al faltar el profeta.

La lectura sobre Jonás hoy presenta un contenido positivo: el profeta atiende el mandato de Dios que le envía a predicar, va, predica, y además tiene éxito su predicación, pues la ciudad se arrepiente.

El comentario más simple a este texto puede ir por la línea de la importancia de la predicación profética para la conversión de los que están alejados de Dios. Es un tema conocido. Y, como decíamos, hace un paralelismo con el texto del evangelio: Jesús es un nuevo profeta, que empalma con la línea de los profetas clásicos, que también se lanza por los caminos para predicar un mensaje de conversión.

Para unos oyentes más críticos, esta segunda lectura es preocupante. Porque el conjunto entero de lo que en ella se expresa pertenece a un marco de comprensión hoy insostenible: un Dios arriba, directamente imaginado como un gran rey, que envía su mensajero para predicar un mensaje de conversión, mensaje que antes no pudo surtir efecto porque el profeta no quiso ir a predicar, pero que ahora es atendido y obedecido por los ninivitas. «Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció, y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó». Esta imagen de un Dios arriba, que toma decisiones, envía mensajeros, les insiste, se comunica con los seres humanos por medio de esos mensajeros profetas, y que «al ver» las obras de penitencia «se compadece y se arrepiente de la catástrofe con que había amenazado a la ciudad»… es, obviamente, humana, muy humana, demasiado humana, sin duda. Es, claramente, un «antropomorfismo». Dios no es un Señor que esté ahí «arriba, ahí afuera», ni que esté enviando mensajeros, ni es alguien que pueda amenazar, ni que se pueda arrepentir… Hoy sabemos que Dios no es así, que lo que llamamos «Dios» es en realidad un misterio que no puede ser reducido a una imagen o una imaginación antropomórfica semejante.

Sería bueno, incluso necesario, referirse a esta calidad de antropomorfismo que tiene esta lectura –como tantísimas otras–, y hacer caer en la cuenta a los oyentes que no los estamos tomando por niños, sino que, simplemente, estamos utilizando un texto compuesto hace más de veinticinco siglos, y que la imagen de Dios que aparece en él nos resulta hoy inviable. Es importante decirlo, y no es bueno darlo por sobreentendido, porque puede haber –con razón- personas que se sientan mal al escuchar estas imágenes, como si se sintieran retrotraídas al tiempo de la catequesis infantil. Y, desde luego, es recomendable abordar –en esta u otra ocasión– el tema de las imágenes de Dios, y aclarar que si somos personas de hoy, lo más probable es que no nos encaje bien el lenguaje clásico (o ancestral) sobre Dios, y que tenemos todo el derecho a ser críticos y a utilizar otro.

Éste podría ser, sin más, el buen tema de reflexión central para la homilía de hoy. Es más que suficientemente importante. Recomendamos el libro del obispo anglicano John Shelby SPONG, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, colección «Tiempo axial», Abya Yala, Quito 2011, tiempoaxial.org).

La lectura de la 1ª carta de Pablo a los corintios también puede iluminarse hoy con la del evangelio de Marcos: ante el reinado de Dios que ha sido instaurado por la actuación de Jesús -su predicación, sus milagros, sus controversias, especialmente su muerte y resurrección-, todas las realidades humanas adquieren un nuevo sentido: comprar, vender, llorar, reírse, casarse o permanecer célibe, todo es diferente y su valor distinto. Lo absolutamente definitivo es el ejercicio de la voluntad salvífica de Dios que Jesús vino a poner en marcha. Por eso Pablo puede afirmar que “la presentación de este mundo se termina”, es decir, que Dios hace nuevas todas las cosas realizando la utopía de su Reino en donde pobres y tristes, enfermos y condenados, excluidos y ofendidos de la tierra son rescatados y acogidos, y en donde los ricos y los poderosos son llamados urgentemente a la conversión.

Después de narrarnos los comienzos del evangelio con Juan Bautista, con la unción mesiánica de Jesús en el río Jordán y con sus tentaciones en el desierto, Marcos nos relata, en unas frases muy condensadas, los comienzos de la actividad pública de Jesús: es el humilde carpintero de Nazaret que ahora recorre su región, la próspera pero mal–afamada Galilea, predicando en las aldeas y ciudades, en los cruces de los caminos, en las sinagogas y en las plazas. Su voz llega a quien quiera oírlo, sin excluir a nadie, sin exigir nada a cambio. Una voz desnuda y vibrante como la de los antiguos profetas. Marcos resume el entero contenido de la predicación de Jesús en estos dos momentos: el reinado de Dios ha comenzado –es que se ha cumplido el plazo de su espera– y ante el reinado de Dios sólo cabe convertirse, acogerlo, aceptarlo con fe.

Muchos reinados recordaban los judíos que escuchaban a Jesús: el muy reciente reinado de Herodes el Grande, sanguinario y ambicioso; el reinado de los asmoneos, descendientes de los libertadores Macabeos, reyes que habían ejercido simultáneamente el sumo sacerdocio y habían oprimido al pueblo, tanto o más que los ocupadores griegos, los seléucidas. Recordaban también a los viejos reyes del remoto pasado, convertidos en figuras de leyendas doradas, David y su hijo Salomón, y la lista tan larga de sus descendientes que por casi 500 años habían ejercido sobre el pueblo un poder totalitario, casi siempre tiránico y explotador. ¿De qué rey hablaba ahora Jesús? Del anunciado por los profetas y anhelado por los justos. Un rey divino que garantizaría a los pobres y a los humildes la justicia y el derecho y excluiría de su vista a los violentos y a los opresores. Un rey universal que anularía las fronteras entre los pueblos y haría confluir a su monte santo a todas las naciones, incluso a las más bárbaras y sanguinarias, para instaurar en el mundo una era de paz y fraternidad, sólo comparable a la era paradisíaca de antes del pecado.

Este «reinado de Dios» que Jesús anunciaba hace 2000 años por Galilea, sigue siendo la esperanza de todos los pobres de la tierra. Ese reino que ya está en marcha desde que Jesús lo proclamara, porque lo siguen anunciando sus discípulos, los que Él llamó en su seguimiento para confiarles la tarea de pescar en las redes del Reino a los seres humanos de buena voluntad. Es el Reino que proclama la Iglesia y que todos los cristianos del mundo se afanan por construir de mil maneras, todas ellas reflejo de la voluntad amorosa de Dios: curando a los enfermos, dando pan a los hambrientos, calmando la sed de los sedientos, enseñando al que no sabe, perdonando a los pecadores y acogiéndolos en la mesa fraterna; denunciando, con palabras y actitudes, a los violentos, opresores e injustos.

A nosotros corresponde, como a Jonás, a Pablo y al mismo Jesús, retomar las banderas del reinado de Dios y anunciarlo en nuestros tiempos y en nuestras sociedades: a todos los que sufren y a todos los que oprimen y deben convertirse, para que la voluntad amorosa de Dios se cumpla para todos los seres del universo. Leer más…

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