“Nadie convence a nadie”, por Juan de Dios Regordán Domínguez
Leído en la página web de Redes Cristianas
Cada vez veo más claro lo difícil que es la comunicación humana y lo que cuesta entender lo que la otra persona dice o nos quiere comunicar. Desde este momento, en el que escribo, te digo que respeto tus puntos de vista porque también estoy convencido de que “nadie convence a nadie”. Pienso que a cada persona hay que acercarse con el máximo respeto. Y hemos de acercarnos humildemente a todo lo que hay dentro del ser humano. Las personas no son “como árboles que se mueven a nuestro alrededor”, sino seres humanos llamados a ser libres, cargados de riqueza interior, casi siempre desconocida. ¿Quién soy yo para atreverme a pretender convencer a alguien?
En los momentos actuales, en los que se suele vivir un fuerte individualismo, los argumentos lógicos y artificiales, no valen para convencer a nadie. Pero sí solemos decir que las palabras mueven y los ejemplos arrastran. Por ello, hoy más que nunca, se necesitan testigos vivientes de carne y hueso, para que la gente se comunique de corazón a corazón. Habrá que cambiar muchas cosas, pero los cambios necesarios nunca vendrán desde el poder ni desde la imposición, sino desde los compromisos personales comprometidos desde la base, desde la realidad. Por eso, la tarea de toda persona inquieta, debería consistir en presentar, con valentía, nuevos planteamientos con un compromiso humilde, pero audaz.
.En cada momento hemos de examinar nuestros comportamientos para que, al menos, la gente que se comunica con nosotros tenga motivos para que, de manera sencilla, pueda comprobar que conformamos nuestra existencia con lo que decimos y defendemos. Hemos de reflexionar, meditando en aquellos aspectos que nos puedan ayudar a ser cada día más libres en la búsqueda del Infinito, que siempre estará muy cerca de nosotros, aunque muchas veces nos cueste encontrarlo. Es necesario despojarse de toda actitud de superioridad para, dentro de los niveles de la simple humildad, hacernos sujetos capaces de abrir ampliamente las puertas de nuestros sentimientos y dejarnos empapar de la justicia, la bondad y la verdad.
En el deseo de compartir reflexiones y sentimientos que otros me han regalado, o que yo, a través de la experiencia de mi vida, he asumido o elaborado personalmente sobre la vivencia religiosa, manifiesto que la fe es una energía que mueve la vida hacia grandes derroteros; guía nuestra vida no sólo ofreciendo puntos de luz, sino sobre todo tocando en el corazón, en lo más profundo. Comprobamos que la razón necesita muchas evidencias para arriesgarse y el corazón sólo necesita un rayo de esperanza. Las cosas más bellas y grandes, que la vida nos regala, no se pueden ver, ni siquiera palpar, sólo se pueden acariciar con la humildad de una persona sincera. Es entonces cuando comprendemos lo que es dar cuando no tenemos, aún cuando nosotros mismos necesitemos.
En cualquier área de la vida, los fracasos entristecen, pero más triste aún es permanecer en los lamentos. A pesar de todos los problemas y dificultades, hay que mirar positivamente hacia delante. Hay que hacer del hoy un fundamento del mañana y tratar de vivirlo de tal manera que, cuando sea parte del pasado, pueda verlo como un grato recuerdo. Hay que arriesgarlo todo a cambio de un sueño, de un ideal; confiar en las personas, buscar en lo imposible. Aprender a sonreír porque una sonrisa puede dar luz y esperanza a la vida de alguien. “nadie convence a nadie”, pero sí podemos crear un ambiente propicio para que cada uno actúe libremente para madurar su propia decisión. Podemos cambiar el mundo desde nuestra propia experiencia.
juandediosrd@hotmail.com
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