En Cuba persiste la homofobia como conducta social: Castro Espín
Durante su estadía en la ciudad de México, en el marco de la Conferencia Mundial de ILGA, la directora del CENESEX habló de los logros y pendientes de Cuba en materia de derechos LGBT.
Existe una política de Estado que prohíbe la discriminación por orientación sexual, pero aún no se ha logrado el reconocimiento legal de la identidad de género y siguen pendientes reformas al Código de Familia para incluir esos derechos, reconoce la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) de Cuba, Mariela Castro Espín, durante la entrevista con La Jornada en la residencia del embajador de Cuba en México, ubicada en Lomas de Chapultepec.
Las conciencias no cambian rápidamente. Cuba lleva más de 50 años de revolución y todavía persisten pensamientos dogmáticos que insisten en imponer una visión de la sexualidad basada en prejuicios y exclusiones. Nada más que esos sectores tienen un problema: en la isla hay una política de Estado que promueve la educación integral desde la infancia y prohíbe la discriminación por cuestiones de orientación sexual.
Ha costado trabajo: la homofobia persiste como conducta social, no como política, asegura Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) de Cuba, e hija del presidente Raúl Castro y de la fallecida revolucionaria Vilma Espín.
Sin embargo, agrega, una sociedad como la cubana, socialista, que promueve la justicia y la equidad no puede reproducir desigualdades, prejuicios y discriminación en contra de personas homosexuales, lesbianas o transgénero.
Todavía no se ha logrado el reconocimiento legal de la identidad de género, aunque existe un proyecto de ley y es momento de retomarlo y actualizarlo. En la agenda legislativa cubana también están pendientes reformas al Código de Familia para incluir los derechos por orientación sexual e identidad de género, apunta.
Promotora incansable de los derechos sexuales y reproductivos, Mariela Castro también subraya la importancia de asegurar la educación integral de la sexualidad porque es dar las herramientas a los ciudadanos, en las diferentes etapas de su vida, para que sean libres. Y al ser libres demuestran su capacidad y responsabilidad.
Y agrega: en la medida que adquieres responsabilidad sobre tu vida, tu capacidad reproductiva y de relación social, adquieres una gran libertad. Eso es lo que busca Mariela: que termine la manipulación por los prejuicios, por los intereses de poder heredados y que cada individuo sepa hacerse cargo de sus decisiones.
La activista estuvo de visita en México para participar en la Conferencia Mundial de la ILGA. En entrevista comenta sobre los temas pendientes en Cuba y América Latina, como el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción.
Lo tienen en el Distrito Federal y es muy bueno, porque si los heterosexuales tenemos la oportunidad de elegir casarnos o no, tener familia dentro o fuera del matrimonio, las parejas del mismo sexo deben tener ese mismo derecho.
La sexóloga cubana insiste en que el cambio de actitudes se logra luego de un proceso de análisis y reflexión, el cual debe iniciar con la familia y la comunidad. Dar la información sólo a los niños los coloca en una contradicción si esos conocimientos carecen del aval de la familia. Es difícil, pero vale la pena y en la isla existe el interés de que los hijos no se pierdan de nada.
Un sector, que generalmente no se toma en cuenta es el de la tercera edad. Los adultos mayores tuvieron otro aprendizaje y experiencias de vida diferentes. Mariela recuerda algunas investigaciones realizadas en Cuba, las cuales detectaron que entre los malestares reportados están los relacionados con el género: la mujer se ha sentido aplastada en la relación de pareja.
Cuando ellas piden ayuda en el Cenesex, se dan cuenta de que su vida pudo haber sido distinta. Y aun a esa edad, ha habido varias mujeres que cambian y ya no quieren ser la camarera del marido. “Y los viejitos tienen que aprender y cambiar también. Es fuerte, pero también su convicción y dicen: ‘antes de morirme lo voy a pasar mejor’ ”.
Eso implica otro reto, que es no irse al extremo y estigmatizar a los hombres. Ellos son parte de la misma trampa cultural que asignó a las mujeres determinadas tareas y otras a los varones. Ambos quedaron una situación de vulnerabilidad de salud y social.
El trabajo de Mariela Castro va más allá de la isla. Participa en una red de alianzas con organizaciones civiles de países de América Latina porque al parecer, son las que pueden impulsar los cambios ante la falta de voluntad política de los gobiernos. Han organizado reuniones regionales donde conocen por dónde va cada país y se ponen de acuerdo. La idea es avanzar para ampliar el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, aprender de los errores y aciertos de los otros, dice.
En América Latina, uno de los retos principales es el poder que aún conserva la iglesia católica, incluso, en la toma de decisiones de la política pública. La evidencia de ello es la precaria situación de las mujeres que son criminalizadas cuando deciden interrumpir sus embarazos.
Es increíble, afirma, que en pleno siglo XXI no puedan tomar decisiones sobre su cuerpo como si fueran mujeres sin alma, incapaces, seres inferiores.
Mariela reconoce que las resistencias seguirán, pero también nuestros puntos de vista son incansables. No nos vamos a rendir.
(Imagen: La Jornada / Francisco Olvera).
Fuente La Jornada (UNAM) / Ángeles Cruz Martínez
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