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50 años del Pacto de las Catacumbas

Domingo, 15 de noviembre de 2015
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catacumbas-de-la-domitila_560x280(Víctor Codina sj, teólogo).- ¿Qué es el Pacto de las Catacumbas? Durante el concilio Vaticano II (1962-1965) un grupo de obispos, principalmente de América Latina, liderados por Helder Cámara, se reunían periódicamente para reflexionar sobre el lema de la Iglesia de los pobres que Juan XXIII había propuesto para el concilio. Les motivaba a ello un deseo de fidelidad al Jesús pobre de Nazaret y también el testimonio del sacerdote Paul Gauthier y de la carmelita Marie Thérèse Lescase que trabajaban como obreros en Nazaret.

Tras un largo tiempo de diálogo y discusiones, pocos días antes de la clausura del Vaticano II, el 16 de noviembre de 1965, 40 obispos se reunieron en las Catacumbas de Sta Domitila de Roma para celebrar la eucaristía y firmar un compromiso, el llamado Pacto de las Catacumbas, al que se adhirieron otros 500 obispos del concilio.

En este Pacto, los obispos, conscientes de sus deficiencias en su vida de pobreza, con humildad pero también con toda determinación y toda la fuerza que Dios les quiere dar, se comprometen a 13 decisiones. Resumimos brevemente sus principales contenidos.

Procurar vivir al modo ordinario de la población en lo que toca a casa, comida y medios de locomoción; renunciar a signos de riqueza en vestimentas y metales preciosos, ni oro ni plata; no poseer bienes muebles ni inmuebles ni cuentas en el banco a nombre propio, sino, si es necesario, todo a nombre de la diócesis y obras sociales; confiar la gestión financiera a laicos competentes y conscientes de su misión apostólica; rechazar ser llamados con títulos como Eminencia, Excelencia, Monseñor…preferir ser llamados Padres; evitar todo tipo de concesiones de privilegios y preferencias.

A estas decisiones, más de tipo personal, se añaden una serie de opciones apostólicas: dar todo su tiempo, reflexión, corazón y medios al servicio de las personas, de los grupos trabajadores y económicamente débiles, apoyando a todos aquellos que se sienten llamados a evangelizar a los pobres; transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y la justicia; hacer lo posible para que los gobiernos decidan y pongan en práctica las leyes y estructuras necesarias para la justicia, igualdad y desarrollo armónico del hombre y de todos los hombres.

Como obispos comprometerse a ayudar los proyectos de episcopados pobres y pedir a organismos internacionales estructuras que permitan a las mayorías pobres salir de su miseria; compartir la vida en caridad pastoral con sacerdotes, religiosos y laicos para que el ministerio sea un verdadero servicio, revisando la vida con ellos, procurando ser más animadores de la fe que jefes según el mundo.

Al regresar a sus diócesis se comprometen a dar a conocer estas decisiones a sus diocesanos, pidiendo les ayuden con su colaboración y oraciones.

Han pasado 50 años del Pacto de las Catacumbas, muchas de estas semillas evangélicas han florecido, pero todavía muchos de estos compromisos son tareas pendientes.

Este Pacto de las Catacumbas ahora se actualiza con el Papa Francisco, quien con sus gestos simbólicos y sus exhortaciones nos invita a todos a vivir una vida sencilla y solidaria, donde los ministros no sean faraones, ni príncipes, ni capataces…sino servidores que huelan a oveja, para que toda la Iglesia sea pobre y para los pobres.

Los 50 años del Pacto de las Catacumbas puede ser para todos una ocasión de examen y conversión a una Iglesia más evangélica, a la Iglesia de Jesús, el carpintero de Nazaret.

Para ello podemos repetir la plegaria con la que concluye el Pacto: “Que Dios nos ayude a ser fieles”

Fuente Religión Digital

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“¿Bendecirán las iglesias a parejas LGTB casadas civilmente?”, por Juan Masiá Clavel

Viernes, 23 de octubre de 2015
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GAY COUPLE EMBRACE DURING WEDDING CEREMONY IN TORONTO CHURCHLeído en su blog Vivir y pensar en la Frontera:

Esta semana estarán hablando los sinodales en Roma sobre la acogida evangélica de todas las personas en las comunidades cristianas; y, concretamente, sobre la acogida comunitaria y bendición eclesial de las parejas LGTB que han formalizado civilmente su enlace matrimonial.

Una persona participante en el Sínodo, que habla con condición de confidencialidad, hace la siguiente pregunta: “Respetando lo prescrito en el Derecho Canónico sobre el matrimonio, y reconociendo que no puedo presidir y testificar como celebrante el matrimonio de dos contrayentes LGTB (discúlpeseme el recurso a las abreviaturas), pregunto: ¿Podría celebrarse litúrgicamente -aunque no canónicamente- la acogida eclesial de esa pareja que se ha casado ya civilmente? ¿Podría hacerse según un ritual de bendición (hay decenas de ejemplos en el benediccional ritual romano, desde la bendición del agua hasta la de las semillas, pasando por la bendición de la mujer embarazada y del feto, o la bendición de los hogares, o de la primera piedra de un edificio o de los altares,etc…); podría celebrarse con esta bendición el enlace de la pareja, incluso con un ritual semejante al de la liturgia matrimonial, aunque no se trate de una “boda canónica”?

La respuesta a su pregunta, estimado pastor, es sencillamente que sí.

Pero reconozco que le estoy respondiendo desde la moral evangélica y la reflexión teológica. Si le hace usted esta pregunta a quien identifique la moral teológica con el derecho canónico, es posible que no se atreva a darle esta respuesta.

Permítame sugererirle que, en vez de gastar tiempo y energías en argumentar en contra o a favor de la “ideología de la indisolubilidad” , empleasen tiempo y estudio para plantear cómo liberar la vida sacramental del control por el derecho canónico, y cómo reconocer que lo que necesitamos no es una mano de pintura pastoral a la fachada del “castillo de la iglesia”, sino cómo “salir del castillo” una iglesia “en salida” que peregrina hacia la Vida pernoctando en tienda de campaña.

Han reptido muchos de ustedes estos días que solo pretenden adaptaciones pastorales, sin tocar doctrinas. ni magisterios inmutables. Pero el problema es reconocer humildemente la evolución de las doctrinas y la falibilidad histórica de los magisterios, sin miedo a que se desmorone la fe por salir del castillo de las doctrinas y magisterios que la oprimen.

Y no tengan miedo a que esto provoque divisiones en la comunidad. Lo que nos une es la fe y no las teologías, nos une el Evangelio y no las ideologías. La fe permanece, las doctrinas cambian y evolucionan, y hasta los dogmas se reinterpretan…

Desde esta postura, monseñor, le respondo a su pregunta: Sí, podemos bendecir en la iglesia a esas parejas, aunque hoy por hoy no se permita formalmente su boda canónica.

Además, creo que podemos justificarlo con la reflexión siguiente, basada en la definición conciliar de matrimonio.

“Comunidad íntima de vida y amor” es la definición que resume el ideal de la unión esponsal propuesta por el Concilio Vaticano II en la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy (Gaudium et spes, 1965, n.48).

Las uniones civilmente reconocidas de personas gays, lesbianas, transexuales o bisexuales (LGTB), podrían reconocerse incluídas en el marco de esa definición conciliar; por tanto, sería justificable la bendición religiosa de estas uniones en la iglesia católica (aunque, por el momento, no se haya formalizado oficialmente su institucionalización como boda canónica). Debería ser posible acoger sacramentalmente a esas personas, e incluso celebrar pastoral y litúrgicamente una bendición de quienes ya están socialmente constituidos como familia con todos sus derechos civilmente reconocidos.

La definición conciliar del enlace como comunión de vida y amor es amplia y profunda, como para que tenga cabida en ella la relación conyugal de una pareja tanto heterosexual como no heterosexual.

Comunión de amor. No de amor como mero enamoramiento transitorio solamente. Se casaron no solo porque se querían, sino para quererse más y mejor.

Comunión de vida, porque se prometieron recorrer unidos el camino de su vida, no meramente “hasta que la muerte los separe”, sino “hasta que la vida entera recorrida al unísono los acabe de unir por completo”.

Comunión, que es un proceso que dura lo que dure la vida juntos, si la debilidad humana no separa la unión deseada por Dios para que la pareja la consume con el camino de su vida.

Por el momento, mientras la iglesia-institución no da el paso de cambiar o abolir determinaciones canónicas, las iglesias-comunidad de fe podrían y deberían dar pasos eficaces y positivos en la acogida de las personas.

Podría servir, como un ejemplo de referencia, la práctica, aprobada por Roma, de celebrar en la iglesia católica de Japón una ceremonia religiosa para el enlace de personas no bautizadas, que “se casan en la iglesia sin casarse por la iglesia”, si se permite la expresión popular para referirse a estas celebraciones religiosas sin “boda canónica”.

“El matrimonio entre personas no bautizadas y no creyentes, celebrado según el ritual católico, ha sido una de las actividades habituales de la Iglesia en Japón desde hace varias décadas, con la aprobación de la Santa Sede”. Así escribe (en la Respuesta al Secretariado del Sínodo extraordinario de los Obispos, n.2) el arzobispo Peter Takeo Okada, de la archidiócesis de Tokyo, Presidente de la Conferencia episcopal japonesa.

No es una “boda según el derecho canónico”, sino una celebración religiosa para bendecir el enlace que ya han contraido civilmente los cónyuges (mediante la inscripción en el registro civil según la ley del país). Por eso está justificada la expresión popular, que sería inapropiada si hablamos con precisión jurídico-doctrinal: se casan “en” la iglesia, pero no “por” la iglesia. Dicho sencillamente, se bendice en la iglesia el enlace de quienes han contraido matrimonio civilmente.

Esta práctica pastoral -que separa claramente el enlace civil y la celebración religiosa- proporcionaría un modelo para los dos casos siguientes que, según propuestas desde Japón al Sínodo, se deseaba que fuesen tratados por la asamblea episcopal:

1) Celebración religiosa (en este caso sacramental, aunque no sea boda canónica) de un nuevo matrimonio contraido civilmente por personas católicas divorciadas y vueltas a casar.

2) Celebración religiosa de la unión de parejas no heterosexuales, que han contraido enlace civilmente cuando, donde y según lo determinan las leyes del país respectivo.

Esta propuesta, que parecerá demasiado radical, es más bien insuficiente. La propuesta radical debería ser sacar los sacramentos por completo fuera del derecho canónico, separar canonicidad y sacramentalidad, no juridificar la vida de fe… Pero no es previsible, lamentablemente, que la Iglesia vaya a ser capaz de soltar ese lastre pesado de muchos siglos…

Cuando se anunció el resultdo del referendum irlandés, en el que prevaleció el apoyo al reconocimiento del enlace matrimonial igualitario, se suscitó preocupación y tristeza entre quienes creían identificar una derrota en la defensa de la institución matrimonial. Más bien habría que decir lo contrario: no es una derrota ni una amenaza para la institución matrimonial, sino un apoyo. Hay también quienes aceptan a regañadientes el reconocimiento civil de la unión homosexual, pero impondrían la condición de no llamarla matrimonio ni equipararla con la unión heterosexual. Hay también quienes fuerzan el argumento, jugando con las etimologías de “matrimonio”, “patrimonio” etc… No sé si les tranquilizaría, sin enredarse en pros y contras de género, hablar en ambos casos de “enlace esponsal”. En todo caso, a quienes insisten, con razón, en “hacer todo lo posible para defender, proteger y promover la institución matrimonial y la familia”, habría que tranquilizarles, porque el enlace igualitario no amenaza, sino apoya precisamente la institución matrimonial, al insistir en la formalización social del enlace, en vez de reducirlo al ámbito privado de la convivencia de hecho más o menos estable.

Se ha diagnosticado, en el contexto de la llamada cultura de la provisionalidad, que aumenta el divorcio, así como la falta de interés por formalizar civilmente las uniones, sin reducirlas a convivencia de hecho con dudosa estabilidad. Precisamente en ese contexto resulta significativo el interés, deseo y reclamación, por parte de parejas LGBT, del reconocimiento social, jurídico y cultural (que podría y debería ser también religioso) de su unión matrimonial.

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“Las reformas posibles de Francisco”, por Nicolás Castellanos

Domingo, 9 de agosto de 2015
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papamultitud_560x280De su blog Hombres Nuevos:

Retomar y aplicar el Concilio Vaticano II, “coger al mundo en su carrera”

Yves Congar: “La labor reformadora nace del amor a la Iglesia”

¿Qué reformas debieran ahora impulsarse bajo la inspiración del Papa Francisco? Repaso y sugiero algunas de mayor calado. – Retomar y aplicar el Concilio Vaticano II: el retorno a las fuentes, la eclesiología de comunión, mayor énfasis en el protagonismo de los laicos, que la mujer pueda intervenir a la hora de tomar decisiones en la Iglesia.

– Recuperar la preocupación de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II de dialogar con el mundo, “coger al mundo en su carrera”. Y en este diálogo con el mundo, hacer un discernimiento sobre los nuevos signos de los tiempos: la descentralización del poder, el ecumenismo, el diálogo interreligioso, la escasez de vocaciones sacerdotales, religiosas, de compromiso laical, servicio de la comunidad cristiana en el mundo moderno, ¿y de la parroquia, qué?

– Desde el Concilio Vaticano II tenemos pendiente responder a esta pregunta: ¿Iglesia, qué dices de Dios? La cuestión de Dios tiene que pasar a primer plano. Y la respuesta tiene que ser colegial desde toda la geografía eclesial.

– La Iglesia debe, en opinión de muchos, hacer una hermenéutica integral del kerigma cristiano, desde el logos de la modernidad.

– Desde el SUR estimo que un capítulo fundamental de la agenda pastoral y social del nuevo sucesor de Pedro tiene que ser la JUSTICIA EN EL MUNDO y el PROBLEMA PLANETARIO DE LA POBREZA, IGNOMINIA DE LA HUMANIDAD.

– Como pastor, al obispo de Roma le puede la Salus animarum”, que empieza con la promoción integral, desde ahora y desde aquí, de TODO el hombre y de TODAS las mujeres y hombres y culmina en el cielo.

– Como pastor bueno y samaritano se pregunta todas las noches: ¿Dónde van a dormir los pobres en esta excluyente civilización? Y no puede menos de reafirmar la opción preferencial por los pobres.

– Será crítico con la economía globalizada del mercado, con la violación de los derechos humanos y defensor del 75% de empobrecidos y excluidos. Todo esto exige ser audaz y valiente como María de Nazaret en el Magníficat.

Debe pesar más su densidad de pastor que la burocracia de la Curia imponiendo un poder centralizador. Se espera que sea el obispo de Roma, en colegialidad con todos los obispos del mundo, que también son sucesores de los apóstoles.

– Hoy, que se habla de la muerte de las utopías y el fin de la historia, es la gran oportunidad de presentar la oferta gratuita no impuesta de la utopía de Jesús, la mística del Evangelio, libro abierto a la vida, a la personalización y a la más exquisita humanización, alma de esta sociedad de tecnologías punta.

No puede faltar en su agenda promover un ecumenismo real desde las bases eclesiales y en la cúspide, en donde se dé un real diálogo de escucha, compartir y decidir juntos. El diálogo con las grandes religiones pueden servir de antídoto a algunos fundamentalismos reinantes.

Un papa libre, en fidelidad al Evangelio, en esta sociedad cambiante no puede acosar a los teólogos sino instaurar un diálogo y comunión dialéctica, entrañable, crítica y profética. Los jóvenes de hoy le piden que preste atención a los cambios radicales y permanentes de la sociedad para que no se desenganchen de la Iglesia.

En el inicio de su itinerario apostólico tras las huellas de Pedro sería bueno recordar aquel axioma del gran teólogo y cardenal, Y. Congar: “La labor reformadora nace del amor a la Iglesia”.

Nicolás Castellanos

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“Actualizar la liturgia”, por José Mª Castillo

Lunes, 3 de agosto de 2015
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Misa en latínDe su blog Teología sin Censura:

Se sabe que el difunto cardenal Martini le dijo al papa Benedicto XVI que la Iglesia lleva doscientos años de retraso respecto a la sociedad y a la cultura actual. Supongo que Martini se refería al ejercicio del poder y al sistema de gobierno eclesiástico. Si el cardenal le hubiera hablado al papa de la liturgia, lo más probable es que le habría dicho que la Iglesia lleva un retraso de más de mil años.

No estoy exagerando. Basta repasar la excelente y documentada historia de la misa, de J. A. Jungmann, para caer en la cuenta de que la estructura de la celebración eucarística, el lenguaje que en ella se utiliza (aunque esté traducido del latín), la mayor parte de los gestos rituales y el conjunto de la ceremonia, todo eso se quedó anclado y atascado en lo que se hacía y se expresaba según el lenguaje y las costumbres de la Alta Edad Media. O sea, según los usos y formas de expresión que eran actuales en los lejanos tiempos del siglo quinto al octavo. Sin duda alguna, se puede afirmar que no existe ninguna otra institución, por más conservadora que sea, que se comporte de esta manera. ¿Y nos sorprende que haya tantos cristianos que apenas van a misa?

Por esto conviene reconocer que la Constitución sobre la Liturgia, del concilio Vaticano II, hizo bien a la Iglesia en algunas cosas, por ejemplo al permitir la traducción del latín a las lenguas actuales. Pero también es cierto que aquello fue una “actualización” que se quedó muy corta.

Seguramente porque faltó tiempo, la debida preparación y las condiciones indispensables para afrontar los problemas más de fondo y más actuales que afectan a la liturgia, los rituales, los signos, los símbolos y los embrollados y actualísimos temas relacionados con la comunicación entre los seres humanos.

Sobre todo cuando se trata de comunicar y poner en claro cuestiones tan complicadas como es todo lo que se refiere a nuestras relaciones con “lo trascendente”. Y sabemos que eso precisamente es lo que se pretende en la liturgia. ¿Por qué habrá tantos católicos más preocupados por ser fieles al Catecismo que por afrontar y resolver estos problemas tan serios y apremiantes?

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El Cardenal Burke lidera a 22 obispos en la dureza homófoba, mientras Francisco advierte a los luteranos de que no se puede olvidar el tema de la sexualidad en el diálogo ecuménico

Jueves, 7 de mayo de 2015
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Burke

Recogen más de 225.000 firmas

La oposición al Papa Francisco prosigue. Más de 225.000 personas, entre ellas cuatro cardenales y 22 obispos, han firmado una petición contra la posibilidad de que el Vaticano integre mejor en la Iglesia a los divorciados que se han vuelto a casar o a los homosexuales.

La petición, impulsada por el cardenal ultraconservador estadounidense Raymond Leo Burke y dirigida al papa Francisco, fue lanzada en enero de cara al sínodo (reunión de obispos) sobre la familia previsto en octubre en el Vaticano.

Los firmantes están preocupados por la intención expresada el año pasado por algunos cardenales y teólogos de acoger dentro de la iglesia a divorciados que se han vuelto a casar, personas que viven en concubinato o homosexuales.

Para los conservadores la reforma más polémica, de la que habló el cardenal alemán Walter Kasper, considerado cercano al papa, sería la autorización de comulgar otorgada a algunos divorciados que se han vuelto a casar por lo civil a condición de que lleven cabo primero un “camino de penitencia”.

Por otra parte, el Papa Francisco ha recibido este viernes en audiencia a la arzobispa luterana de Upsala (Suecia), Antje Jackelén, que encabeza la delegación de la Iglesia Evangélica-Luterana en ese país, y ha pedido que los temas relacionados con familia, matrimonio y sexualidad no sean silenciados por temor a poner en peligro el consenso entre los cristianos.

“De actualidad urgente es también la cuestión de la dignidad de la vida humana, que debe respetarse siempre, así como las temáticas relacionadas con la familia, el matrimonio y la sexualidad que no pueden ser silenciadas o ignoradas por temor a poner en peligro el consenso ecuménico ya alcanzado. Sería una pena si sobre estas cuestiones tan importantes se consolidasen nuevas diferencias confesionales”, ha precisado el Pontífice.

Francisco ha recordado que el año pasado se celebró el 50 aniversario del decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II Unitatis Redintegratioque sigue siendo el punto de referencia clave para el empeño ecuménico de la Iglesia católica.

el-papa-y-la-delegacion-luterana-de-sueciaEn este documento se invitaba a todos los fieles católicos a emprender el camino de la unidad para superar la división entre los cristianos, que “no solo se opone abiertamente a la voluntad de Cristo, sino que es también escándalo para el mundo y perjudica a la más santa de las causas: la predicación del Evangelio a toda criatura”.

El decreto expresa “un profundo respeto y aprecio por aquellos hermanos y hermanas separados a quienes, en la coexistencia cotidiana, se corre a veces el peligro de prestar poca consideración”. “En realidad no deben ser percibidos como adversarios o competidores, sino reconocidos por lo que son: hermanos y hermanas en la fe”, ha añadido el Pontífice.

 En este sentido, ha subrayado que “católicos y luteranos deben buscar y promover la unidad en las diócesis, parroquias y comunidades de todo el mundo” y, en ese sentido, ha mencionado el reciente documento ‘Del conflicto a la comunión. La conmemoración conjunta luterano-católica de la Reforma en el 2017′, publicado por la Comisión Luterano-Católica para la Unidad. “Esperamos sinceramente –ha indicado– que esta iniciativa lleve a dar, con la ayuda de Dios y nuestra colaboración con Él y con los demás, más pasos en el camino de la unidad.

A su juicio, la llamada a la unidad también implica “una exhortación apremiante al compromiso común en el ámbito caritativo en favor de todos aquellos que en el mundo sufren por causa de la miseria y la violencia”. Concretamente, ha recordado a los cristianos perseguidos.

Finalmente, Francisco ha dado las gracias a la Iglesia luterana sueca por haber acogido a tantos emigrantes sudamericanos en tiempos de las dictaduras, un hecho que “hizo crecer a las familias”, y por “la delicadeza” con que Antje Jackelén nombró al amigo del Papa, el pastor Anders Root que le ayudó “mucho” en su vida espiritual.

Fuente Religión Digital

General, Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica, Iglesia Luterana , , , , , , , , , ,

Misericordia, viga maestra que sostiene a la Iglesia

Domingo, 26 de abril de 2015
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102vigaEl Papa acaba de publicar una bula convocando para el año 2016 a un jubileo extraordinario de la misericordia. Precisamente ahí, en el anuncio de la misericordia de Dios y en la vivencia de las obras de misericordia, se juega la Iglesia su credibilidad, o sea, el ser escuchada y respetada. Pues la misericordia es “la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia”. En la misericordia, y no en la ley o en la justicia, está la clave para entender el Evangelio de Jesús. Lo que movía a Jesús, en todas las circunstancias, era la misericordia. En ella se refleja el modo de obrar del Padre y ella es criterio para saber quienes son realmente sus hijos.

Subrayo tres de las muchas ideas que pueden encontrarse en la carta de Francisco. La primera es la relación entre el jubileo de la misericordia y el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento, con el que ella iniciaba un nuevo periodo de su historia. Y de hacer siempre reales las palabras de Juan XXIII en su discurso inaugural del Concilio: la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad.

El segundo subrayado se refiere a una idea de Tomás de Aquino, recogida también por la liturgia: donde Dios manifiesta de verdad su omnipotencia es cuando usa de misericordia. La misericordia, lejos de ser un signo de debilidad, es un signo del poder de Dios. ¿Cómo es esto posible? Vale la pena recordar la explicación que ofrece Santo Tomás: “la manera de demostrar que Dios tiene el poder supremo es perdonando libremente los pecados… porque perdonando y apiadándose conduce a los hombres a la participación del bien infinito, que es el máximo efecto del poder divino”. En otras palabras: tiene poder el que logra lo que se propone. Lo que Dios quiere para todos y cada uno de sus hijos es la salvación. Perdonando los pecados consigue ese fin. Luego su poder se manifiesta cuando perdona y tiene misericordia.

Al final de la carta hay una pequeña sorpresa. La misericordia puede favorecer el diálogo interreligioso. Ella posee un valor que sobrepasa los confines de la Iglesia. En primer lugar, porque es una ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano. Por tanto, puede ser un buen lugar de encuentro con todo ser humano. Pero también porque las grandes religiones monoteístas, como el judaísmo y el islam, la consideran uno de los atributos más calificativos de Dios. Por eso, el Papa desea que este año jubilar de la misericordia “nos haga más abiertos al diálogo” para conocer esas nobles tradiciones religiosas y permita que todos los creyentes en el único Dios nos comprendamos mejor. Más aún: el Papa desea que la vivencia de la misericordia “elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación”.

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Iglesia “en salida” vs restauración identitaria: ¿empate técnico? , por Pedro A. Ribeiro de Oliveira

Domingo, 15 de marzo de 2015
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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.Leído en la página web de Redes Cristianas

“Estamos en medio de una crisis eclesial donde importantes sectores intermedios importantes obstruyen el proyecto de Iglesia del Papa, una Iglesia “en salida”. Para destrabar el proceso y llevar adelante el proyecto es indispensable la movilización de las bases eclesiales que sólo ganarán fuerza en la medida que los sectores de la liberación y los sectores carismáticos caminaran juntos “, dice Pedro A. Ribeiro de Oliveira, sociólogo, en artículo publicado a continuación.

Pedro A. Ribeiro de Oliveira tiene un doctorado en Sociología por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Es profesor en la Maestría en Ciencias de la Religión de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais – PUC-Minas, consultor ISER-Asesoría. Entre sus obras, destacamos Fe y Política: Fundamentos(Aparecida: Ideas & Letters, 2004), Fortaleciendo la red de una Iglesia misionera (San Paulo: Paulinas 1997) y Religión y dominación de clase (Petropolis: Vozes, 1985).

Aquí está el artículo.

El Papa asombró all mundo con su visita a Lampedusa, donde se solidarizó con los migrantes que buscan ilegalmente una mejor vida en Europa, Francisco mostró su proyecto de pontificado: una Iglesia “en salida”. Explicitó este proyecto en la exhortación “La Alegría del Evangelio” (# 20-24), donde dice preferir “una Iglesia accidentada, herida, embarrada por haber salido a las calles, a una Iglesia enferma por estar encerrada (# 49). Este proyecto está ganando la simpatía y el entusiasmo de muchas personas, dentro y fuera de la Iglesia Católica, pero hay fuertes indicios de resistencia a él dentro de la jerarquía católica, porque va en la dirección opuesta a la línea de los dos pontificados anteriores, centrados en el proyecto que se puede llamar restauración identitaria. Haciendo un análisis de coyuntura de la situación, me parece que estos dos proyectos están ahora en “empate técnico”. ¿Es posible desbloquear el impasse que impide la actualización de la Iglesia propuesta del Concilio Vaticano II que viene? Analizar el problema desde el punto de vista sociológico es el propósito de este artículo (1).

La elección de Juan Pablo II marca el comienzo del proceso de restauración identitaria de la Iglesia Católica: proyecto de reafirmación de la Iglesia y de sospecha de todo lo que no tuviera la marca católica. Su propósito no era volver al pasado tridentino, pero imponer la interpretación del Concilio Vaticano II desde el Concilio Vaticano I, que convirtió la autoridad del Papa suprema e incontestable sobre toda la Iglesia Católica. Contando con la participación del teólogo Joseph Ratzinger, que le sucedió en el papado, Juan Pablo II utilizó varios instrumentos eclesiásticos para implementar este proyecto, siendo el principal: el nombramiento de obispos en sintonía con la misma línea, la reforma del derecho caónico y la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica y las normas restrictivas para la liturgia.

Este proyecto encontró apoyo en los movimientos eclesiales como el Opus Dei, Comunión y Liberación, Focolares, Camino Neocatecumenal, Renovación Carismática Católica y otros de un alcance más pequeño a nivel global. La gama de alianzas formadas por el Papa, la Curia Romana, los obispos de su confianza en las diócesis clave, y los Movimientos eclesiales procedieron a difundir su propia interpretación de los documentos promulgados por el Concilio como la única interpretación auténtica, mientras que descalificaban a cualquier divergencia.

Así, Juan Pablo II y Benedicto XVI reforzaron la tradición tridentina que ve en la salvación individual de las almas la misión propia de la Iglesia – como dijo Benedicto XVI al episcopado brasileño, 12 de mayo 2007 – mientras que la población católica quiere protección, cura y seguridad (catolicismo popular), una alegre convivencia y cercanía con lo divino (catolicismo carismático) y la reafirmación de la fe en otro mundo posible donde la Justicia y la Paz se abracen ( catolicismo de la liberación). Sin darse cuenta que la salvación de las almas a través de los sacramentos está perdiendo terreno, minada por paradigma técnico-científico de la modernidad, el hedonismo favorecido por el acceso al mercado de consumo, por la valoración y apreciación de la vida terrena y la incredulidad en el infierno, la Iglesia ve la reducirse el número de sus fieles, especialmente entre los jóvenes (2).

Dada esta falta de coincidencia, la Iglesia busca atraer fieles ofreciéndoles espectáculos religiosos que combinan entretenimiento, misa y devociones (marianas, los santos y el Santísimo). Estaciones de radio y televisión, así como los santuarios se convierten en el escenario de este espectáculo religión-media donde los sacerdotes atrajeron mucho público, pero más allá de las emociones del espectáculo, cada uno vuelve a su vida cotidiana sin fortalecer sus lazos con la Iglesia.

Todo esto debilitó el impulso de las innovaciones introducidas por el Concilio (la actitud ecuménica e interreligiosa, Teología de la Liberación, las Comunidades Eclesiales de Base, los órganos colegiados, la liturgia inculturada, la renovación de la vida religiosa, la apertura de los seminarios, y otros), pero sin implementar un nuevo modelo de Iglesia Católica capaz de diálogo con el mundo contemporáneo. La rigidez de la Iglesia para insistir en su convicción de ser eportadora de la verdad absoluta en contraposición al “relativismo” del mundo ha creado una barrera de comunicación entre ellos. Por un lado estaba el cuerpo clerical facultado por el proyecto de restauración identitaria; y del otro estaba la gran masa de laicos y laicas reducidos a la condición de auxiliares de los curas, sino de simples usuarios de los servicios religiosos.

El fracaso del proyecto de restauración identitatira llevó a la renuncia de Benedicto, pero no desmanteló su red de apoyo: ella tiene todavía tiene adeptos en la Curia romana – su bastión principal – en los Movimientos eclesiales que explícitan o disimuladamente cultivan la tradición tridentina, entre muchos obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas formados para ese modelo de iglesia. Aunque estos sectores declaran su obediencia piadosa al Papa, hay indicios de que a ellos les desagradan tanto las críticas de Francisco a la ostentación mundana de las personas consagradas, como su aliento a una Iglesia pobre y servidora de los pobres.

Por otra parte, no se puede olvidar la importancia del patrimonio y activos económicos acumulados por la Iglesia: ellos pueden asegurarle una sobrevida independientes de los fieles.

Ante esta situación de “empate técnico” entre los dos proyectos, ¿Cómo será la forma de un desempate para la Iglesia “en la salida”? Como se dijo antes, este desempate se decidirá ante la base formada por la gran comunidad católica, más que en los tribunales eclesiásticos. Es entonces necesario examinar qué sectores de la comunidad católica tienen afinidad con el proyecto de Francisco.

La Iglesia “en salida” no puede contar ni con los Movimientos tradicionalistas, ni con los oriundos de Renovación Carismática que vuelven a los tiempos de Pío XII – como Shalon, Toca de Assis, Nueva Canción y otros. Tampoco puede contar con los fieles practicantes del catolicismo popular- devocionales y protector. El apoyo de la Iglesia “en salida” sólo puede residir en sectores cuyas raíces se encuentran en el Concilio Vaticano II: por un lado, el sector polarizado por las Comunidades Eclesiales de Base y Pastoral Social; y por el otros, los diversos grupos congregados por el Movimiento carismático. Veamos esto más de cerca.

El catolicismo de la liberación es fruto de la recepción latinoamericana del Concilio Ecuménico de 1962 a 1965 y tuvo importancia por el desempeño de las Comunidades Eclesiales de Base – CEB – Pastoral Social junto con los movimientos sociales. Tiene su fundamentación en la Teología de la Liberación que, mientras era descalificada en espacios eclesiales oficiales, se mantiene muy viva en la sociedad brasileña. Aunque minoritario tiene,en el episcopado, el clero y sobre todo en la intelectualidad católica

El catolicismo carismático es hoy la forma hegemónica de la Iglesia en Brasil. Introducido en la década de 1970 por la Renovación Carismática Católica – RCC – que combina la oración de alabanza, la música y la curación. Su organización a través de los grupos de oración apoyados por equipos de servicio le dan una gran autonomía respecto a las autoridades eclesiásticas, mientras que su énfasis en la práctica de los sacramentos favorece su integración en las estructuras parroquiales. En la década de 1990 el movimiento carismático se dividió en dos partes: uno asume la pastoral de las parroquias dándole el tono carismático, mientras que los otros forman “comunidades de vida” y ” de alianza”, que poco a poco retornaron al catolicismo de la salvación individual revestido con un estilo carismático. Es necesario tener en cuenta esta distinción, porque la RCC no se identifica con esos Movimientos ni con los sacerdotes mediáticos y si con los grupos de oración. También hay que señalar que si bien la forma carismática es hegemónico hoy en la mayoría de las parroquias y las diócesis de Brasil, su fundamentación teológica sigue siendo frágil.

Obsérvese que tanto el catolicismo de la liberación como el carismático nacieron del Concilio Vaticano II, a pesar de que han tomado caminos divergentes: mientras que los sectores polarizados por la CEB y la Pastoral Social, buscan hacer realidad el Reino de Dios en el mundo de los pobres, los sectores sintonizados con RCC quieren implantarlo en el corazón de cada persona; mientras unos realizan celebraciones que nutren la relación entre la fe y la política, los otros hacen celebraciones de alabanza. Tales diferencias, sin embargo, no implican necesariamente incompatibilidad entre estos dos frutos del Concilio Vaticano II, pues son como dos hermanos separados por las circunstancias históricas y no por enemistad o antagonismo de fondo. En este sentido, hay que recordar dos cosas: crece tanto el número de animadores CEBs que son miembros de grupos de oración carismáticos, como el número de personas que participan activamente en las luchas sociales sin abandonar el camino de la oración carismática.

Llegamos a la conclusión de este análisis de coyuntura eclesiástica recordando que Francisco comenzó su pontificado – con la construcción de puentes – pidiendo que oren por él. Pero no sólo orar. También es necesario movilizar a la comunidad católica para la realización de su proyecto. Después de años habituados a entender la “misión” como rebaño de personas atraídas por la Iglesia para llevarlos a la práctica de los sacramentos, asumir el proyecto de la Iglesia “en salida” requiere elaboración teórica y acciones prácticas. Teórica, porque se trata de recuperar y actualizar la visión del Concilio Vaticano II; practicar, porque se trata de construir una “nueva manera de ser Iglesia” no desde el templo, sino de las casas y la calle.

Francisco es sin duda el personaje principal de este proyecto, pero sólo podrá lograrlo con la ayuda de los sectores intermedios de la iglesia – obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas – y la movilización de las bases. En esto radica el punto clave de este análisis: de la participación activa de laicos y laicas depende el éxito del proyecto de Iglesia “en salida”. En este sentido, es esencial la reconciliación y el entendimiento entre los sectores católicos polarizados por las CEBs y Pastorales Sociales y los sectores de los y grupos agregados de oración de raíces carismáticas. Desde allí se puede hacer crecer su cooperación en favor del éxito del proyecto de Iglesia “en salida”.

Estamos en medio de una crisis eclesial donde sectores intermedios importantes obstruyen el proyecto papal de Iglesia “en salida”. Para desobstruir el proceso y llevar adelante el proyecto es indispensable y esencial movilizar a las bases de la Iglesia que sólo ganarán fuerza en la medida que los sectores de la liberación y los sectores carismáticos caminaran juntos. Esta tarea no es fácil, pero es en la crisis que somos más creativos.

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Cardenal Reinhard Marx: “No podemos estar diciendo cada día que alguien está viviendo el pecado”. No es posible decir: “Todo lo que tú haces, porque tú eres homosexual, es negativo”

Sábado, 14 de febrero de 2015
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el-cardenal-marxUna interesante  entrevista que ha puesto de los nervios a la Caverna y a su medio digital…

“La des-clericalización del poder es muy importante para la Curia Romana”

“No estamos creando una nueva Iglesia, pero hay un aire fresco, un paso hacia adelante”

“No podemos estar diciendo cada día que alguien está viviendo el pecado”

(Luke Hansen, sj., en América).- El Cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y Freising, es presidente de la conferencia episcopal alemana, miembro del Consejo de Cardenales que aconseja al Papa Francisco en materias de gobernanza eclesial, coordinador del Consejo Vaticano para la Economía y autor de El Capital: Un clamor por el hombre (2008).

Su experiencia en el Consejo de Cardenales, ¿le ha dado alguna perspectiva diferente sobre la Iglesia?

Tengo una nueva responsabilidad. Cuando me entrevistan -como hoy- y me preguntan, “¿Qué está haciendo en el consejo?” y “¿Qué significa estar con el Papa?”, siento una gran responsabilidad. Sin embargo, no veo a la Iglesia de una manera nueva. He sido obispo durante 18 años, cardenal por 5 años, y he sido parte de Sínodos. Veo, sí, mi nueva responsabilidad y sus nuevas oportunidades, y también el momento histórico como un paso hacia delante en la Iglesia y de ser parte de la historia de la Iglesia.

¿Cuáles son las nuevas oportunidades?

Todo este pontificado ha abierto nuevos derroteros. Pueden sentirse. Aquí en los Estados Unidos todos hablan sobre Francisco, incluso personas que no pertenecen a la Iglesia Católica. Tengo que decirlo: El papa no es la Iglesia. La Iglesia es más que el papa. Pero hay una nueva atmósfera. Un rabino me dijo, “Diga al papa que nos ayuda por fortalecer toda religión, no solo a la Iglesia Católica“. Entonces se trata de un nuevo movimiento.

En el Consejo de Cardenales tenemos la misión especial de crear una nueva constitución para la Curia Romana, reformar el Banco del Vaticano y discutir muchos otros temas con el papa. Pero no podemos estar presente todos los días en Roma. Este pontificado debe verse así, como un paso mayor y nuevo. Es mi impresión que estamos en camino. No estamos creando una nueva iglesia -sigue siendo la Católica- pero que hay un aire fresco, un paso hacia adelante.

¿Qué desafío plantea este nuevo tiempo a la Iglesia?

Lo mejor es leer Evangelii Gaudium. Algunas personas dicen, “No sabemos lo que el papa quiere realmente.” Yo digo, “Lean el texto.” No da respuestas mágicas a cuestiones complejas, pero sí muestra el rumbo del Espiritu, la manera de la evangelización, estando cerca de la gente, cerca de los pobres, cerca de quienes han fallado, cerca de los pecadores, no una iglesia narcisista, no una iglesia de temor. Hay un impulso nuevo, libre, a salir afuera. Algunos se preocupan de lo que va a suceder. Francisco usa la siguiente imagen: “Prefiero una iglesia herida, adolorida y sucia porque ha estado en las calles“, más que una iglesia que es muy limpia y que tiene la verdad y todo lo necesario. Esta última no ayuda a las personas. El Evangelio no es nuevo, pero Francisco lo expresa de una manera nueva que inspira a muchas personas en todo el mundo, y que dicen, “Sí, esa es la Iglesia.” Es un gran regalo para nosotros. Es muy importante. Veremos qué hace. Ha sido Papa por solo dos años, lo que no es mucho tiempo.

¿Qué nos puede decir acerca del Papa Francisco, la persona, sobre su trabajo muy cercano a él?

El es muy auténtico. Es relajado, calmado. A su edad no necesita lograr cosas o probar que es “alguien”. Es muy claro y abierto, y sin ser orgulloso. Y fuerte. No es una persona débil, sino fuerte. Pienso que no es tan importante analizar el carácter del Papa, pero entiendo el interés.

Lo que sí es interesante es cómo, junto con él, podemos desarrollar un camino hacia adelante en la Iglesia. Por ejemplo, el escribe en Evangelii Gaudium acerca de las relaciones entre el centro que es Roma y las conferencias de obispos, y también acerca del trabajo pastoral en las parroquias, las iglesias locales y el carácter de los Sínodos. Estas son cosas muy importantes para el futuro de la Iglesia. Es tan importante como tener un Papa. Hoy en día todo el mundo está hablando acerca de la Iglesia Católica, no totalmente de manera positiva, pero sí en su mayoría.

Así, Cristo lo hizo muy bien al crear el oficio de San Pedro. Lo vemos. Pero esto no significa centralismo. Le dije al Papa, Un institución centralizada no es una institución fuerte. Es una institución débil. El Concilio Vaticano II comenzó a establecer un nuevo equilibrio entre la Iglesia central y las iglesias locales, porque se vio, hace 50 años, el comienzo de la iglesia universal. Esto sin embargo no está todavía logrado. Debemos hacer que ocurra por primera vez. Ahora, 50 años después, vemos lo que debe ser una iglesia en un mundo globalizado, una iglesia universal, globalizada. Aun no la hemos organizado de manera suficiente. Esta es la gran tarea para este siglo. La tentación es centralizar, pero esto no funcionará. El otro desafío es encontrar un camino para explicar la fe en las distintas regiones del mundo. ¿Qué es lo que los sínodos y las iglesias locales hacen en conjunto con Roma? ¿Cómo podemos hacer esto de una manera correcta?

Dos temas del Sínodo son los divorciados católicos vueltos a casar y los católicos gay, especialmente los que mantienen relaciones. ¿Tiene usted oportunidad de escuchar directamente a estos católicos en su actual ministerio?

He sido sacerdote por 35 años. Este problema no es nuevo. Tengo la impresión que tenemos mucho que hacer en el campo teológico, no solamente en relación a la cuestión del divorcio, sino también en cuanto a la teología del matrimonio. Me sorprendo cuando algunos dicen sobre este asunto, “todo está claro”. Las cosas no están claras. No es una cuestión acerca de cómo la doctrina de la Iglesia está siendo determinada por los tiempos actuales. Es una cuestión de aggiornamento, de decir todo esto de manera que la gente pueda entenderlo, y de adaptar siempre nuestra doctrina al Evangelio, a la teología, en sentido de encontrar nuevos caminos para entender lo que Jesús dijo, el significado de la tradición de la Iglesia, la teología y así con las otras cosas. Hay mucho que hacer.

He hablado con muchos expertos -canonistas y teólogos- quienes reconocen muchas cuestiones relacionadas con la sacramentalidad y validez de los matrimonios. Una interrogante es: ¿Qué podemos hacer cuando una persona se casa, se divorcia y luego encuentra un nuevo compañero/a? Hay diversas posiciones. Algunos obispos en el Sínodo dijeron: “Están viviendo en pecado”. Pero otros dijeron: “No podemos estar diciendo cada día que alguien está en pecado. Esto no es posible“. Como ve, hay cuestiones acerca de las cuales debemos conversar. Abrimos una discusión sobre estos temas en la Conferencia de los Obispos alemanes. Ahora el texto está publicado. Pienso que es un muy buen texto y una buena contribución para la discusión en el Sínodo.

Es muy importante que en el Sínodo no se tenga el espíritu del “todo o nada”. No es un buen camino. El Sínodo no puede tener ganadores y perdedores. Este no es el espíritu del Sínodo. El espíritu del Sínodo está en encontrar un camino juntos, no decir, “¿Cómo puedo encontrar un camino para imponer mi postura, mi pensamiento?” Más bien: “¿Cómo puedo entender la otra postura, y cómo podemos encontrar juntos una nueva postura?” Este es el espíritu del Sínodo.

Por lo tanto, es importante señalar que estamos trabajando sobre estos temas. Espero que el Papa inspirará este Sínodo. El Sínodo no puede decidir. Solo es un concilio o un papa puede decidir. Estas cuestiones deben ser entendidas en un contexto más amplio. La tarea es ayudar a la gente a vivir. No se trata, de acuerdo con Evangelii Gaudium, acerca de cómo podemos defender la verdad. Se trata de ayudar a la gente a encontrar la verdad. Esto es lo importante.

La Eucaristía y la reconciliación son necesarias para la gente. Decimos a algunas personas, “Tú no te reconciliarás hasta tu muerte”. Esto es imposible de creer cuando ves las situaciones. Puedo poner ejemplos. En el espíritu de Evangelii Gaudium debemos ver cómo la Eucaristía es medicina para la gente, para ayudar a la gente. Debemos encontrar caminos para que la gente pueda recibir la Eucaristía. ¡No se trata de encontrar caminos para mantenerlos afuera! Debemos encontrar caminos para acogerlos. Debemos utilizar nuestra creatividad para preguntarnos, “¿Podemos hacer algo?“. Quizás no es posible en algunas situaciones. Esa no es la cuestión. El objetivo es cómo podemos acoger a las personas.

En el Sínodo usted se refirió “al caso de dos homosexuales que han estado viviendo juntos por 35 años y cuidándose uno al otro, incluso en las últimas fases de sus vidas”, y usted preguntó: “¿Cómo podemos decir que eso no tiene valor?” ¿Qué ha aprendido usted de estas relaciones y tienen alguna relación con la ética sexual actual?

Al hablar de ética sexual, quizás no tenemos que comenzar con el hecho de dormir juntos, sino con el amor, la fidelidad y la búsqueda de una relación que dure toda la vida. Yo estoy asombrado de como la mayoría de nuestros jóvenes, incluidos los católicos homosexuales activos, buscan una relación que dure para siempre. La doctrina de la Iglesia no es extraña para esta gente. Es verdad. Debemos comenzar desde los puntos centrales de la doctrina para ver el sueño: el sueño es que una persona diga, o un hombre y una mujer digan, “Usted y usted, para siempre.”, “Usted y usted, para siempre”. Y que nosotros como Iglesia digamos: “Sí, eso está Ok. ¡Su visión es la correcta!”. Entonces, así encontramos un camino. Entonces, después quizás se da un fracaso. Ellos encuentran a la persona, y quizás no es un gran éxito. Pero la fidelidad de por vida está bien y es buena.

La Iglesia dice que una relación gay no está al mismo nivel que una relación entre un hombre y una mujer. Eso es claro. Pero cuando ellos son fieles, cuando están comprometidos con los pobres, cuando están trabajando, no es posible decir: “Todo lo que tú haces, porque tú eres homosexual, es negativo”. Eso no debe ser dicho, y yo no he escuchado ninguna crítica al respecto. No es posible mirar a una persona solo desde un punto de vista, sin mirar la situación completa de la persona. Eso es muy importante en ética sexual.

Lo mismo pasa con las personas que están juntas pero se casan más tarde, o cuando son fieles el uno al otro pero están unidos sólo por el matrimonio civil. No es posible que digamos que esa relación fue totalmente negativa si es que en la pareja son fieles el uno al otro, y están esperando, o planificando su vida, y después de diez años encuentran el camino hacia el sacramento. Cuando es posible, tenemos que ayudar a la pareja a encontrar plenitud en el sacramento del matrimonio. Nosotros discutimos de estas cosas en el Sínodo, y muchos padres sinodales compartían esta opinión. Yo no estaba solo en este tema.

El mes pasado el obispo Johan Bonny de Amberes, Bélgica, dijo que la Iglesia debía reconocer una “diversidad de formas” y podría bendecir a algunas relaciones homosexuales basadas en los valores del amor, fidelidad y compromiso. ¿Es importante para la Iglesia discutir estas posibilidades?

Yo dije en el Sínodo que Pablo VI tuvo una gran visión en “Humanae Vitae”. La relación entre un hombre y una mujer es muy importante. Las relaciones sexuales en una relación fiel están fundadas en la conexión entre la procreación, el darse amor, la sexualidad y la apertura a la vida. Pablo VI creía que esa conexión podía ser destruida. Él estaba en lo correcto; basta mirar todas las cuestiones abiertas por la medicina reproductiva. No podemos excluir este gran modelo de sexualidad, y decir, “tenemos diversidad” o “todos tienen el derecho a…“. El gran significado de la sexualidad es la relación entre un hombre y una mujer y la apertura a dar vida. Yo también he mencionado previamente que la cuestión de acompañar personas, para ver que están haciendo las personas con su vida y sus situaciones personales.

¿Cómo vivirán las Iglesias Católica y Protestantes el 500° Aniversario de la Reforma en 2017? ¿Cuáles son las posibilidades de una mayor cooperación entre nuestras Iglesias?

Nosotros estamos recorriendo un buen camino en Alemania al nivel de la Santa Sede, con la Federación Luterana Mundial, para reunirnos a hacer memoria sobre este acontecimiento. Nosotros, la Iglesia Católica, no podemos “celebrar” este aniversario, pues no es bueno que la Iglesia haya estado dividida durante estos siglos. Pero tenemos que sanar nuestras memorias – un importante paso adelante en nuestra relación. En Alemania, yo estuve muy contento de constatar que las cabezas de la Iglesia Protestante tienen muy claro que no quieren celebrar este aniversario sin los católicos. Hace cien años, o incluso hace 50 años, un obispo Protestante jamás habría dicho: “Yo sólo celebraré cuando los católicos estén presentes”. Por lo tanto, estamos planificándolo juntos. “Sanar nuestras memorias” será una celebración en conjunto.

En Alemania, las cabezas de la Iglesia Protestante y la Iglesia Católica harán una peregrinación a Tierra Santa para volver a nuestras fuentes. Haremos una celebración mayor, no sobre Martín Lutero, sino sobre Cristo, una fiesta de Cristo, para mirar hacia adelante: ¿cuál es nuestro testimonio hoy? ¿qué podemos hacer hoy? ¿cuál es el futuro de la fe cristiana y qué podemos hacer juntos? Esos son nuestros planes para enmarcar el aniversario 500° de la Reforma.

El papa Francisco ha invitado a un rol más importante de las mujeres en la Iglesia. ¿Qué es lo que imagina como posible? ¿Qué ayudaría a la Iglesia a cumplir mejor su misión?

La des-clericalización del poder es muy importante para la Curia Romana y para la administración de las diócesis. Debemos mirar el derecho canónico y reflexionar teológicamente, para ver cuáles roles necesariamente requieren sacerdotes; y luego todos los demás roles, en el sentido más amplio posible, tienen que estar abiertos para los laicos, hombres y mujeres, pero especialmente mujeres. En la administración del Vaticano no es necesario que los sacerdotes guíen todas las congregaciones, consejos y departamentos. Es una pena que no haya mujeres entre los laicos del Consejo de Economía. Los especialistas fueron elegidos antes de que yo comenzara como coordinador, pero buscaré a mujeres para servir en ese rol.

Por primera vez en la historia del Vaticano, nuestro consejo tiene a laicos con las mismas responsabilidades y derechos que los cardenales. Eso no parece ser una gran cosa, pero las grandes cosas comienzan con pequeños pasos, ¿cierto?

Yo lo digo y lo repito también en mi diócesis: Por favor vean cómo podemos incorporar a los laicos, especialmente a las mujeres, en posiciones de responsabilidad en la administración diocesana. Nosotros hemos elaborado un plan para la Iglesia Católica en Alemania para tener a más mujeres en posiciones de liderazgo en las administraciones diocesanas. En tres años evaluaremos que es lo que se ha hecho al respecto.

En este asunto debemos hacer un gran esfuerzo por el futuro, no solamente para ser modernos e imitar al mundo, sino para darnos cuenta de que esta exclusión de las mujeres no está en el espíritu del Evangelio. A veces el desarrollo del mundo nos da pistas – vox temporis vox Dei (“la voz de los tiempos es la voz de Dios”). El desarrollo en el mundo nos da signos, signos de los tiempos. Juan XXIII y el Concilio Vaticano II nos dijeron que debemos interpretar los signos de los tiempos a la luz del Evangelio. Uno de esos signos son los derechos de la mujer, la liberación de la mujer. Juan XXIII lo dijo hace más de 50 años. Estamos siempre en camino para realizarlo.

El progreso no es aparente.

¡A veces ha sido peor!

¿Qué impedimentos necesitan superarse?

La mentalidad! La mentalidad! La mentalidad! Y las decisiones de los responsables. Está claro: Los obispos tienen que decidir. Los obispos y el Santo Padre tienen que comenzar a cambiar. He participado en seminarios y cursos para jefes de empresas, y siempre estuvo claro que los peldaños se limpian desde arriba, no desde abajo -de arriba hacia abajo, no de abajo hacia arriba. Entonces son los líderes quienes deben comenzar. Los jefes. La mentalidad debe cambiar. La Iglesia no es una empresa, pero los métodos no son demasiado diferentes. Debemos trabajar más en equipo, en proyectos. La pregunta es: ¿Quién tiene los recursos para llevar esas ideas adelante? No, ¿quién es clerical? Dios nos da a todas esas personas, y nosotros decimos, “No, no es un clérigo, no puede hacer este trabajo, o su idea no es tan imporante”. Esto no es aceptable. No, no, no.

El Papa Francisco hará su primera visita a los Estados Unidos en septiembre. ¿Qué espera Ud. de ella?

Siempre me sorprendo de la capacidad del Papa de congregar a las personas e inspirarlas. Espero que la gente en los Estados Unidos pueda tener también esta experiencia. Una de las principales tareas y desafíos para un obispo, y para el Papa, es congregar a las personas y unir al mundo. La Iglesia es instrumentum unitatis, un instrumento y sacramento de unidad entre las personas, y entre Dios y las personas. Espero que cuando el Papa visite los Estados Unidos -y posiblemente las Naciones Unidas- que la Iglesia pueda mostrar al mundo que será un instrumento no para sí misma sino de unidad de las naciones y el mundo.

Vía Religión Digital

 

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José María Castillo: ¿Otro restauracionismo preconciliar?

Domingo, 4 de enero de 2015
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20603720aLeído en su blog Teología sin Censura:

El Papa ve “escandaloso” las listas de precios en las iglesias para recibir los sacramentos

Las “quince enfermedades de la Curia“, según Francisco

El Papa pide perdón “por mis errores y los de mis colaboradores, y por los escándalos que han hecho tanto daño

“Francisco está amenazado, tan amenazado como la unidad de la Iglesia”

“Estamos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar”

“Con razón advierte A. Torres Queiruga que estamos ante un ‘escándalo'”

“Al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que dice y hace lo que a Müller (y a sus colegas) les parece bien “

¿No tuvimos bastante en la Iglesia con el restauracionismo que Juan Pablo II promovió y defendió con firmeza, durante su largo pontificado, para frenar y – si hubiera sido posible – incluso bloquear el impulso renovador que representó el concilio Vaticano II? ¿No ha quedado patente que aquel intento ha desembocado en un alejamiento mayor de la Iglesia en sus relaciones con la cultura de nuestro tiempo? A estas alturas, hay motivos fundados para pensar que aún no hemos reflexionado a fondo lo que ha significado para la Iglesia el hecho de que un papa teólogo, de la talla de Benedicto XVI, se haya visto en la apremiante necesidad de tener que presentar su renuncia al papado.

Sea cual sea el motivo determinante por el que el papa Ratzinger tomó semejante decisión, parece razonable pensar que Benedicto XVI se vio en la apremiante urgencia de dejar el gobierno de la Iglesia en otras manos porque, sin duda alguna, él vio que la situación no podía ponerse peor de lo que ya estaba. A partir de entonces, el cónclave que eligió a Francisco se dio cuenta de que la Iglesia necesitaba un rumbo nuevo. Y, a la vista de todo lo que ha sucedido, ¿vamos a tener el atrevimiento de tropezar dos veces en la misma piedra?

Pues sí. Efectivamente, da la impresión de que hay quienes se aferran al empeño por repetir la misma historia. Como es bien sabido, ya no es un secreto para nadie que cinco eminentes cardenales (Müller, Caffarra, De Paolis, Brandmüller y Burke) han buscado el apoyo del ex-papa Ratzinger para que les ayude en su intento de corregir el nuevo proyecto de papado y de Iglesia que estamos viendo en el papa Francisco. Se sabe también que Benedicto XVI se negó a aceptar las pretensiones de los cinco purpurados. Y no contento con eso, avisó de inmediato a Bergoglio que se pusiera en guardia por lo que se le venía encima con las pretensiones de los cinco cardenales mencionados y del “bloque preconciliar” de Iglesia que, sin duda, esos purpurados representan.

¿Ha quedado todo resuelto con este intento frustrado de un más que probable enfrentamiento de cinco importantes cardenales con el papa Francisco? Nada de eso. Después del fracaso de los mencionados cinco cardenales, los purpurados han seguido, erre que erre, en su empeño. Y ahora, lo que han hecho ha sido publicar un libro, en el que colaboran los cinco, y del que con razón advierte el profesor A. Torres Queiruga que estamos ante una “sorpresa mayúscula”, incluso ante un “escándalo”.

¿Por qué? Sin duda, los cinco eminentes eclesiásticos (y el bloque preconciliar de Iglesia, que ellos representan) están persuadidos de que el proyecto pastoral de cercanía al Evangelio, y al sufrimiento de los pobres y excluidos de este mundo, será un proyecto “enteramente responsable” si “presupone una teología que se abandona a Dios que se revela, presentándole el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad” (Card. G. L. Müller).

cinco-cardenales-vs-papa-720_560x280Si yo me he enterado bien, estas palabras del Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, vienen a decir que el papa actual, con sus gestos de profunda humanidad y cercanía a los que sufren, da pie para pensar (y decir) que no presupone “una teología que se abandona a Dios”, ni le presenta así (a ese mismo Dios) “el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad”. ¿Se puede hacer semejante insinuación contra el papa y quedarse tan fresco? ¿No sospecha este eminente cardenal que así, al decir eso, lo que en realidad está indicando es que hasta el papa se tiene que someter a lo que piensa el cardenal prefecto del Santo Oficio?

Al hacer estas preguntas, estoy afrontando un problema bastante más serio de lo que algunos se imaginan. Porque, echando mano de argucias teológicas de este calibre, lo que en realidad se pone al descubierto es que el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe le está diciendo a la Iglesia que al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que el Papa dice y hace lo que a este Cardenal (y a sus colegas) les parece bien que se debe decir y enseñar. Pero, entonces y si es que eso es así, ¿no estamos haciendo trizas la tradición secular de la Iglesia y las enseñanzas de los concilios Vaticano I y Vaticano II (Denz.-Hün. 3060; LG 22) cuando nos han explicado la naturaleza y la razón de ser del Romano Pontífice?

No estoy alambicando sobre el sexo de los ángeles o cosas parecidas. El momento, que estamos viviendo en la Iglesia, es mucho más grave de lo que seguramente muchos piensan. El problema de fondo del Vaticano II se repite. Y, de la misma manera que sucedió entonces, la resistencia al cambio se hace fuerte, seguramente más fuerte de lo que imaginamos. El papa Francisco quiere a toda costa una Iglesia que viva el Evangelio, cercana al sufrimiento humano y dispuesta, ante todo, a remediar los dolores, humillaciones y violencias que azotan sobre todo a los más débiles. Y es decisivo comprender que Francisco quiere una Iglesia entregada a semejante tarea aun cuando para ello sea necesario anteponer el logro de la felicidad de los que más sufren a tradiciones, normas y rituales que, en definitiva, lo que consiguen es tranquilizar conciencias satisfechas por sus “ortodoxias” y sus “observancias”.

Al decir esto, estamos tocando el nudo del problema. Si las quince enfermedades, que Francisco explicó y aplicó a los hombres de la Curia, en su discurso del pasado día 22, son la expresión de lo que realmente ocurre en el Vaticano, se comprende perfectamente que, en las oficinas de la Curia, abunden los funcionarios eclesiásticos (de todos los rangos) que no pueden comprender el genuino carácter cristiano de los dogmas y de las confesiones de fe. Porque se trata de personas que, en las dignidades, cargos y privilegios alcanzados, se han situado en un status que, si quieren mantenerlo, por eso mismo no pueden comprender que “el genuino carácter cristiano de los dogmas de fe está en la peligrosidad crítica y liberadora, y al mismo tiempo redentora, con la que actualizan el mensaje” de Jesús, de forma que “los hombres se asusten de él y, no obstante, se vean avasallados por su fuerza” (J. B. Metz; cf. D. Bonhoeffer).

Así las cosas, yo entiendo perfectamente que estemos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar. Como entiendo igualmente que mucha gente piense en el papa Francisco como un hombre amenazado. Tan amenazado como la unidad de la Iglesia. Y, por tanto, el futuro de esta Iglesia a la que queremos de verdad. Una Iglesia en la que no pretendemos ser más papistas que el papa. Y en la que siempre, y en cualquier caso, aceptamos al sucesor de Pedro, coincida o no coincida con nuestros puntos de vista.

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Francisco, a José María Castillo: “Te perdí en los años 80, y ahora te vuelvo a encontrar”

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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matecas_560x280De izquierda a derecha, Manuel Guerrero, José Manuel Vidal, José María Castillo y Reyes Mate

El teólogo granadino admite que el Papa le escribió, “de su puño y letra” el pasado mes de agosto

Sentido homenaje al padre de la “Teología Popular” en el Colegio Mayor Chaminade

“Me preocupa mucho la Iglesia porque la quiero con toda mi alma, en contra de los que me tachan, acusan y ofenden con exceso de hacerla daño”

(Jesús Bastante).- Fue la guinda al homenaje que tuvo lugar anoche en el Colegio Mayor Chaminade. El protagonista, el maestro José María Castillo, admitió, a preguntas de sus cercanos, que el pasado mes de agosto recibió “una carta del Papa, que está escrita, hasta el sobre, de su puño y letra”. “Te perdí en los años 80, y ahora te vuelvo a encontrar”, anunció, emocionado, el padre de la Teología Popular. Décadas después de ser condenado, sin pruebas ni juicio, por Doctrina de la Fe, el propio Pontífice es quien -como ha hecho recientemente con Gustavo Gutiérrez- aboga por su necesaria rehabilitación.

“Él me tenía que conocer cuando era provincial de los jesuitas en Argentina, y el pasado mes de abril, a través de la periodista Elisabetta Piqué, le mandé mi libro La Laicidad del Evangelio -explicó Castillo-. Un día, en agosto, me llegó una carta del Papa, que está escrita, hasta el sobre, de su puño y letra. Y allí me decía:Padre José María Castillo…‘. Eso se lo podía haber ahorrado, porque no hay más padre que Dios (bromeó). Y en la carta me dice: ‘Te perdí en los años 80, y ahora te vuelvo a encontrar’. Me dijo que le ha dado mucha alegría, y ‘te pido reza por mí como yo rezo por ti’, y acaba con un gran abrazo”.

“Son unas letras breves, pero de su puño y letra. Eso, expresado de esa manera, para mí representa muchísimo. Por eso me gustaría poder hablar con él”, subrayó Castillo, quien definió al Papa Francisco como uno de los hombres más influyentes del mundo“, que utiliza esa influencia para cambiar las cosas para todos. “El mundo, a su vez, vislumbra por dónde va Francisco, que posee una humanidad, cercanía, saber estar y firmeza que nos sirve a todos como ejemplo“.

En cuanto al futuro de la Iglesia, Castillo reclamó, y creímos escuchar al mismo Papa, recuperar cuanto antes un gobierno sinodal en la Iglesia, que toda la gestión del gobierno no esté centrada en Roma. Irle quitando poderes a la curia y dándoselos a las conferencia episcopales, y que éstas procedieran como en el primer milenio, hasta la reforma gregoriana, donde las decisionesla tomaban los sínodos”.

“Cuanto antes se haga esto, ya está dando pasos que veo difícil que tengan retorno, muy decisivos. No es quitar poder al papado, sino redistribuir su poder, hacer la tarea más compartida, más internacionalizada…”, insistió Castillo.

Tras la carta del Papa, el teólogo confesó que “me gustaría poder hablar con él un rato, aunque solo fueran diez minutos. Me pondría nervioso, pero le agradecería el bien que está haciendo y le pediría, en nombre de tanta gente que espera mucho de él, que no se canse, que siga adelante, todo el tiempo que su salud le permita. ¡Y que no venga con renuncias ahora!”.

El acto arrancó con unas breves palabras del editor de Desclée, Manuel Guerrero, quien admitió que “a José María le conozco desde antes que él lo sepa: quedé prendado y enamorado por su mensaje”, y presentó los últimos libros de su autor: La laicidad del Evangelio, Teología Popular, o La Religión de Jesús. “Estos libros te oxigenan, te echas para atrás tranquilo, en el asiento, te liberas…. Yo quiero de esto”.

Por su parte, el director de Religión Digital, José Manuel Vidal, incidió en que “somos muchos los que admiramos, queremos, seguimos y debemos mucho a José María Castillo”. En su intervención, el periodista, que se autodefinió como “seguidor, discípulo y amigo” del homenajeado, apuntó a Castillo con tres palabras: Alimento, pontífice y primavera”.

Alimento, porque Castillo es “un gran teólogo, que tiene una gran obra, pero que además sabe transmitirla”. Y es que “su teología es capaz de dialogar de tú a tú, con los grandes pensadores, pero también la virtud de poder conectar con la gente sencilla. Una teología clara, fecunda, divulgativa y al alcance de cualquiera”. “Ésta es la Teología de Francisco. Él no es teólogo ni divulgador. Ha bebido su teología de teólogos y pensadores como Castillo y otros muchos. El Papa ha leído a Castillo, y que ha estado muy cerca del Papa, y ha sido uno de sus referentes claros“, apuntó Vidal, antes de que el teólogo hablase de la carta del Papa. Leer más…

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Perfil humano y eclesial de Pablo VI: En la beatificación del Papa Montini

Domingo, 19 de octubre de 2014
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Un interesante reportaje publicad en el último número de Vida Nueva:

Repaso a la figura del papa del Concilio Vaticano II, que será beatificado este domingo

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EDUARDO DE LA HERA BUEDO (RESPONSABLE DE RELACIONES INTERCONFESIONALES Y COLABORADOR DE LA DELEGACIÓN DEL CLERO DIÓCESIS DE PALENCIA) |

El día 19 de octubre, concluida la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, que abordará los desafíos pastorales de la familia, será beatificado el papa Pablo VI: “El Papa que no supimos amar en España”, según dijo José Luis Martín Descalzo, inolvidable director de Vida Nueva. O El primer Papa moderno, como tituló su amplia biografía el escritor Peter Hebblethwaite[1].

Conocemos bien la trayectoria pastoral de este Papa de “nuestro tiempo”: el Papa del Concilio Vaticano II (así ha pasado ya a la historia). Podríamos añadir también: el Papa del difícil, hermoso y consolador posconcilio. Papa o timonel de una Iglesia en trance de alumbramiento (toda la Iglesia lo es, sobre todo después de un Concilio).

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En enero de 2012 (ver VN, nº 2.784), Vida Nueva me pidió un Pliego sobre Pablo VI y el Concilio, en su 50º aniversario. Allí expliqué las tres claves del Vaticano II que este Papa alentó con buen pulso y mucho coraje. Las resumo en estos tres puntos:

  • 1. Tomar conciencia de lo que está llamada a ser la Iglesia.
  • 2. Renovar y reformar.
  • 3. Dialogar para construir.

Ahora se me pide que trace el breve perfil humano y eclesial de un Papa que, por fin, comienza a ser reconocido públicamente como un gran guía de la Iglesia.

Al papa Pablo VI le correspondió pastorear la Iglesia del Señor en un momento particularmente difícil: fue Papa en un tiempo de inclemencia, con fuertes borrascas y granizadas. Con embestidas a babor y a estribor, a derecha e izquierda de la barca de Pedro. Todo un cambio de época. Y más de una tormenta le cayó encima.

Elegido papa con 66 años en junio de 1963, a la muerte de Juan XXIII, Pablo VI sirvió a la Iglesia durante quince años, hasta el 6 de agosto de 1978 en que murió. Dos años y medio de Concilio en sus tres últimas sesiones (de septiembre de 1963 a diciembre de 1965) y trece de duro y gozoso posconcilio.

Poco a poco, se ha ido haciendo justicia a este gran Papa, a este hombre de Iglesia, a la que amó profundamente y por la que, en aras de su unidad, sufrió mucho. No en vano, en su testamento dejó escrito:

Siento que la Iglesia me rodea: ¡Santa Iglesia, una, católica y apostólica, recibe con mi bendición y saludo, mi supremo acto de amor! (…) Ruego que el Concilio se lleve a término felizmente y se trate de cumplir con fidelidad sus prescripciones (…) Cierro los ojos sobre esta tierra doliente, dramática y magnífica, implorando una vez más sobre ella la Bondad divina. [2]

I. Montini y el norte italiano

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Recordamos hoy a Pablo VI como aquel Papa norteño (de la Italia del Norte), nacido en Concesio (1897), a pocos kilómetros de Brescia, admirador de los montes y montañas de su tierra; nostálgico siempre del verde prealpino y de aquellos colores amarillos del otoño que él evocaba en sus cartas y que dejaron honda huella en el alma sensible de Giovanni Battista Montini. Con veinte años, fascinado por el paisaje, escribía desde Verolavecchia, el hogar familiar de su madre, Giuditta Alghisi, una postal a los suyos, en la que decía:

Querría que la abuela viniese aquí abajo, a disfrutar del sol del otoño. La vendimia ha concluido, pero todavía queda uva para que la abuela y tía María hagan una de sus bebidas medicinales, preferidas. [3]

Su familia

Giuditta Alghisi Montini.

Giorgio Montini, padre de Pablo VI, paseando por Brescia en 1908. Fuente: Isacem.

La abuela Francesca, mamá Giuditta y una tía soltera (María) se encargaron de cuidarle con esmero e inculcarle los valores de la fe cristiana. Su padre, Giorgio Montini, abogado, periodista y diputado por el PPI (Partido Popular Italiano), le buscó buenos colegios, maestros y orientadores. Giambattista tuvo, además, dos hermanos, distintos a él, pero con los que congenió siempre: su hermano Francesco ejerció de médico (murió siendo Pablo VI papa); y el mayor, Ludovico, abogado, diputado y, más tarde, en 1963, senador de la República italiana. Con su hijo, Fausto Montini (uno de los sobrinos más queridos de Pablo VI), estuve hablando en Concesio, hace poco más de un año, con motivo del congreso, allí celebrado, sobre Pablo VI y el Concilio Vaticano II, y él guarda celosamente la memoria de la familia…

El trozo de tierra italiana donde Giovanni Battista Montini respiró su formación primera fue Brescia (via delle Grazie, 17), muy cerca del santuario de la Virgen de las Gracias. Allí estuvo su hogar familiar y espiritual. Montini tenía la marca que imprime el norte italiano… Norte y sur, en Italia, podríamos decir que marcan carácter. No es lo mismo haber nacido o haber crecido en Brescia, en Milán, en Turín o en Bérgamo (la tierra de Juan XXIII) que haber venido a este mundo en Nápoles, Salerno o Sicilia (sin quitarle ninguno de sus encantos al sur, donde se encuentran sencillos y nobles corazones).

¿Recuerdan ustedes aquella película de Luchino Visconti, Rocco e i suoi fratelli (Rocco y sus hermanos), cuando unos muchachos sencillos, apegados a su tierra del sur siciliano, llegan a Milán con su madre, la señora Paroni, (la mamma) buscando trabajo, y la gran urbe los degrada y literalmente los devora? Pablo VI era del norte italiano, lo cual no es una anécdota menor. El norte montañoso, verde, con sus tradiciones y su cultura. Pero, sobre todo, con sus industrias y sus grandes concentraciones de obreros en ciudades, como Milán, “buscándose la vida”. El norte rico.
Montini en 1920.

Alumno externo del seminario

Giovanni Battista Montini fue ordenado sacerdote (1920) en la catedral de Brescia, siendo muy joven, con 23 años, tras haber realizado como externo sus estudios del seminario, debido a su delicada salud. Conoció, siendo muy joven, los años trágicos de la Gran Guerra (algunos de sus amigos más mayores nunca volvieron del frente).

Su adolescencia estuvo espiritualmente cuidada y protegida al lado de los Oratorianos de Brescia, el padre Giulio Bevilacqua
y el padre Paolo Caresana. Allí hizo grandes amigos. Pronto fue enviado a ampliar estudios a Roma, residiendo en el seminario lombardo. Montini ya entonces amaba la vida interior, el estudio tranquilo, las relaciones sin prisas. En todo caso, Roma, después de Brescia, fue la “segunda patria” del futuro Pablo VI.

Lecturas de juventud

Las lecturas de Montini fueron las de los teólogos, filósofos y literatos que, en aquel momento, estaban en el candelero. Sus maestros se llamaron Jacques Maritain, Charles Journet, Henri de Lubac, Yves-Marie Congar, Jerôme Hamer

Es curioso constatar que todos habían sido grandes eclesiólogos y algunos, como Congar, pioneros del ecumenismo católico. Y todos o casi todos, del área francófona. Jean Villot, secretario de Estado en la Santa Sede con Pablo VI (1967) era, precisamente, francés. Todo lo cual llevó a algunos a tildarle de “afrancesado”. A Montini le gustaba la literatura de su tiempo (siendo joven sacerdote, había hecho una recensión para la revista Studium de El diario de un cura rural, de G. Bernanos), conocía la pintura y, en general, el arte del momento.

Si en los Museos Vaticanos se puede contemplar hoy una sección de “arte contemporáneo”, es gracias a una iniciativa suya. Un hombre de una total lucidez de pensamiento y de una gran fuerza de voluntad, de una tenacidad a prueba de bombas, que le llevó, en una ocasión, a decir aquello de “soy frágil, pero soy Pedro”.

Montini era, ciertamente, un hombre frágil; pero espiritualmente fuerte
y de una gran capacidad de trabajo.

II. Al servicio de la Iglesia

Montini en los años 30.

Giovanni Battista Montini se aclimató muy bien a la Ciudad Eterna. Y no porque en ella quisiera “hacer carrera”, sino porque Roma le ofrecía de todo para su formación: en la universidad de los jesuitas (la Gregoriana), se matriculó en filosofía; en la Facultad de Letras de la Sapienza (universidad civil de Roma), se aplicó a la filología clásica; pero donde tuvo que dedicarse a fondo fue en la Academia Diplomática de la Plaza de la Minerva, al lado del Panteón (1921).

Fue por obediencia a monseñor Pizzardo, sustituto de la Secretaría de Estado con Benedicto XV, ya que –según hemos dicho– su vocación específica como estudiante era la teología, las letras, el pensamiento, el arte. Muchas veces comentaba que, “por obediencia”, le había tocado hacer lo que no le complacía.

Con 26 años, en 1923, le enviaron a Polonia: fue como agregado a la Nunciatura Apostólica de Varsovia (“sin paga ni siquiera ropa de abrigo”, según dijo él). Una experiencia poco reconfortante, que solo duró seis meses. De regreso a Roma, se entregó a la animación cristiana de los grupos apostólicos juveniles, como consiliario (o asistente eclesiástico) de la Federación Universitaria Católica Italiana (FUCI), cargo que simultaneó con tareas de colaborador en la vaticana Secretaría de Estado.

Llegó a ser, de 1925 a 1933, consiliario nacional de la FUCI. Y tuvo que sufrir humillaciones, ya que fue invitado a presentar la dimisión por la animadversión que tenía hacia él un alto curial, “tocado” de la ideología mussoliniana. No olvidemos que Montini había bebido ya los vientos democráticos en el seno de su familia bresciana.

La sede de la FUCI fue arrasada por los fascistas. Montini cuenta cómo algunas de sus reuniones eran violentamente interrumpidas. decía Giovanni Battista en una carta a sus padres [4]:

El fascismo morirá de indigestión, si continúa así, y será vencido por su propia prepotencia.

Esto explica que monseñor Montini fuera muy crítico, aunque siempre prudente, con los Pactos de Letrán llevados a cabo por Pío XI (1929). La bota de Mussolini, pisando los mármoles vaticanos, le produjo malestar interior. Había que evitar pactos ideológicos con aquel régimen prepotente y excluyente y, por el contrario, lejos de las ideologías totalitarias –pensaba el futuro papa–, se debían reforzar las energías espirituales.

A Montini nunca le asfixió el trabajo curial, ya que supo compaginarlo con el trabajo apostólico entre los jóvenes de Acción Católica. No pocos, entre ellos, descubrieron la política como un servicio en la naciente Democracia Cristiana.

En la Curia vaticana

Con el papa Pio XII.

Su experiencia de curia y sus años como profesor de Historia de la Diplomacia Pontificia (1930-1937) tampoco le aprisionaron en las envaradas formas diplomáticas, sino que, con inquietud misionera, viajó por Francia, Alemania y Reino Unido. Le interesaba el genio cultural de los pueblos, su expresión en el arte y en la religiosidad.

En mayo de 1938 acompañó a Budapest al cardenal Eugenio Pacelli, legado pontificio en el 34º Congreso Eucarístico Internacional. Cuando Pacelli es elegido papa (1939), Montini tiene 42 años. En la Secretaría de Estado, al lado de Pío XII, es testigo de los acontecimientos terribles de la II Guerra Mundial. Montini redactó aquel dramático llamamiento de Pío XII:

¡Aún estamos a tiempo! ¡Nada se pierde con la paz! ¡Todo puede perderse con la guerra! [5]

Concluida la conflagración, viaja a América del Norte. Estamos ya en 1951, y por entonces Montini ha perdido el pelo de la cabeza, pero sus ideas siguen siendo claras respecto a la misión pastoral de la Iglesia en el “nuevo orden” que surge de la II Guerra Mundial.

Con 55 años es nombrado prosecretario de Estado para los asuntos ordinarios (o internos) de la Iglesia, al lado de monseñor Tardini, que se ocupó de los asuntos extraordinarios, y siempre bajo la autoridad del papa Pío XII, quien, tras la muerte del cardenal Maglione, secretario de Estado, dijo que no quería más secretarios y que lo que él necesitaba eran “ejecutores”, no personas que gobernaran a su lado.

Arzobispo de Milán

El 1 de noviembre de 1954, el papa Pacelli lo envió a Milán como arzobispo, consciente de su valía, para que adquiriera “rodaje pastoral” y en previsión de misiones más importantes. Un mes después, era ordenado obispo por el cardenal Eugenio Tisserant en la Basílica de San Pedro…

El papa Juan XXIII nombró cardenal a Montini.

Pastor, pues, durante casi diez años (1955-1963) en una de las Iglesias más grandes y complejas de Italia: la Iglesia de san Ambrosio de Milán. Con todos los problemas de una archidiócesis como es esta, en permanente misión, y con los conflictos del mundo obrero siempre a flor de piel.

En la Iglesia de Milán trabajó denodadamente en estos frentes: en el mundo obrero, con una misión popular de hondo calado (1957); en el mundo de la cultura, cerca de la Universidad Católica del Sagrado Corazón; con los jóvenes de las Asociaciones Cristianas de Trabajadores Italianos (ACLI); al lado de las inquietudes pastorales de los sacerdotes y sus parroquias (algunas de ellas, perdidas entre las montañas prealpinas).

En octubre de 1958, muere Pío XII y es elegido papa Juan XXIII. Entre los primeros cardenales que elige ‘el Papa bueno’, destaca Giovanni Battista Montini (consistorio del 15 de diciembre de 1958). Las cartas que Roncalli y Montini se intercambiaron, signo de amistad, son elocuentes y están publicadas por el Instituto Pablo VI, bajo la supervisión y cuidado del longevo Loris Capovilla, secretario particular del papa Roncalli [6].

En 1960 –todavía en Milán– su empuje misionero le lleva a Norteamérica y a Brasil. Dos años más tarde, en el verano de 1962, visitará algunas de la Iglesias jóvenes de África. Cuando regresa, se dispone a participar en la primera sesión del Concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962.

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III. EL PAPA DEL CONCILIO (introducción)

Él mismo se había preocupado de predicar entre los fieles de su archidiócesis la importancia del Concilio para la Iglesia [7]. Elegido, en 1961, miembro de la Comisión central preparatoria, el cardenal Montini contribuyó a vertebrar y dar unidad al elenco de temas propuestos para los debates, y se alineó enseguida con algunos escogidos miembros de la Comisión central, sobre todo de las Iglesias centroeuropeas: Döpfner, Alfrink, Bea, Léger y Maximos IV Saigh. Pronto estos prelados destacaron por ser la avanzadilla del Concilio…

Dice el historiador Giacomo Martina que, ya en la primera sesión, el cardenal de Milán había llegado a ser uno de los exponentes más conocidos de una línea de pensamiento teológico y pastoral que fue cobrando consensos siempre mayores con Giacomo Lercaro, arzobispo de Bolonia; con Léo Joseph Suenens, arzobispo belga de Malinas; y con el arzobispo alemán de Munich, Julius Döpfner, que llegó al Concilio teniendo cerca como asesor a un joven teólogo llamado Joseph Ratzinger [8].

El 3 de junio de 1963 se apagó la lámpara del papa Juan XXIII, que cerró los ojos a este mundo entre el reconocimiento de los hombres y mujeres de buena voluntad y las oraciones del mundo cristiano.

Siguientes apartados (suscriptores):

  • III. EL PAPA DEL CONCILIO (completo)
  • IV. UN PAPA CRUCIFICADO
  • V. TRANSFIGURACIÓN DE PABLO VI
  • CINCO PROPUESTAS PARA DESPUÉS DE UNA BEATIFICACIÓN

Perfil humano y eclesial de Pablo VI: En la beatificación del Papa Montini (PDF para suscriptores)

En el nº 2.913 de Vida Nueva

[1] Giselda Adornato, gran especialista en Montini –sobre todo, en su etapa como arzobispo de Milán–, tiene un libro con un título parecido: Pablo VI. El coraje de la modernidad (San Pablo, Madrid, 2010).
[2] Cf. Il Testamento, en Insegnamenti XVI (1978), pp. 592-594.
[3] “El texto original no dice ‘bebida preferida’, sino ampeloterapia (‘bebida medicinal’), que me es difícil traducir”: cf. N. VIAN (ed.), Lettere ai familiari (2 vol.) (Istituto Paolo VI-Studium, Brescia-Roma, 1986, 1001). Cita en: E. DE LA HERA, La noche transfigurada (Biografía de Pablo VI), BAC, Madrid, 2002, p. 22.
[4] Cf. G. ADORNATO, Pablo VI. El coraje de la modernidad, o. c., p. 34.
[5] Cf. E. DE LA HERA, La noche transfigurada, BAC, Madrid, 2002, p. 294.
[6] L. F. CAPOVILLA, Giovanni e Paolo. Due Papi. Saggio di corresppondenza (1925-1962), en Studium (Quaderni dell’Istituto Paolo VI, 2), Brescia, 1982.
[7] En la Cuaresma de 1962, sacó a la luz una carta pastoral (Pensemos en el Concilio) importante para conocer las expectativas de Montini en torno al Vaticano II.
[8] Cf. G. MARTINA, Paolo VI e la ripresa del Concilio, en Istituto Paolo VI, Paolo VI e i problemi eclesiologici al Concilio, en Studium, Brescia, 1989, pp. 23-24.

  • Película biográfica de Pablo VI: El Papa en la tempestad (Fabrizio Costa, 2008):

Video by RAI

© Radiotelevisione Italiana

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“Palabra viva y encarnada”, por Carlos Ayala Ramírez

Jueves, 2 de octubre de 2014
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2014_09_carlos-ayala-bibliaLeído en Adital

El último domingo de septiembre se celebra el Día de la Biblia. Sabemos que esta es fundamental para la fe cristiana. El teólogo Rafael de Sivatte, en su libro Dios camina con los pobres, nos dice que en el Antiguo Testamento se narra la historia de un pueblo al que Dios animó y acompañó en su camino de liberación de la esclavitud, y con el que hizo una alianza. De ese pueblo surgiría Jesús (el Mesías, el Siervo de Yahvé, el Hijo del Hombre). El Nuevo Testamento da fe de Jesús de Nazaret (el nuevo ser humano, el Hijo de Dios), al que no se le puede comprender en profundidad sin comprender la historia y el pueblo del que surgió. La Biblia, pues, es como una biblioteca, un conjunto de libros en el que un pueblo fue formulando y transmitiendo sus experiencias de Dios. No está escrita, por tanto, por una u otra persona, sino por todo un pueblo creyente que, a lo largo de muchos siglos de historia, en diferentes lugares (Egipto, Mesopotamia, Judá-Sur, Israel-Norte, Canaán), con diferentes estilos o géneros literarios (cuentos, poesías, leyendas, proverbios, refranes), fue poniendo por escrito su experiencia de fe. En definitiva, en la Biblia nos encontramos con la larga historia de un pueblo creyente.

Antes que un catálogo de verdades, la Biblia es la manifestación de la gracia, el amor y la misericordia de Dios para nosotros. Su objetivo principal y el de su interpretación es ayudar al pueblo a descubrir la presencia amigable y gratuita de ese Dios y experimentar su amor liberador. La certeza mayor que la Biblia nos comunica es que Dios escucha el clamor de su pueblo oprimido. Él está presente en la vida y en la historia de este pueblo, y lo ayuda en su liberación. Este es el núcleo de toda la revelación, expresado en el nombre Yahvé, Dios con nosotros. Por el misterio de la encarnación, la Palabra de Dios asume las características y formas de lenguaje humano. La palabra de Dios no es abstracta, ajena al curso de la historia. En la Sagrada Escritura, Dios habló a través de los seres humanos en leguaje humano. Por ello, debe ser interpretada también con la ayuda de los criterios que se usan para interpretar el lenguaje humano, es decir, con la ayuda de la investigación histórica, la arqueología, la crítica literaria, entre otras.

El papa Francisco, en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, propone algunas orientaciones para el estudio de la Biblia que, en principio, van dirigidas a los predicadores, pero también pueden ayudar a las comunidades y al cristiano en particular.

En primer lugar, hay que descubrir el mensaje principal. Ante todo, según el papa, conviene estar seguros de comprender adecuadamente el significado de las palabras que leemos. En este sentido, advierte que el texto bíblico que estudiamos tiene dos mil o tres mil años; por tanto, su lenguaje es muy distinto del que usamos ahora. Por más que nos parezca entender las palabras, que están traducidas a nuestra lengua, eso no significa que comprendamos correctamente lo quería expresar el escritor. De ahí la importancia de informarnos de los diversos recursos que ofrece el análisis literario, para acceder al mensaje central que el autor quiere transmitir, lo cual implica no solo reconocer una idea, sino también el efecto que ese autor ha querido producir.

Por ejemplo, explica el papa, “si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas noticias”.

En segundo lugar, hay que tener una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios. Este criterio recomienda que no solo se conozca el aspecto lingüístico o exegético del texto, sino que también es necesario acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en nuestros pensamientos y sentimientos. En este sentido, se recuerda que Jesús se irritaba frente a los pretendidos maestros, muy exigentes con los demás, pero incapaces de dejarse iluminar por la Palabra. La necesidad de escucharla con apertura sincera, dejando que toque la propia vida, que la interpele, que la exhorte y movilice, es fundamental si no se quiere ser un “falso profeta, un estafador o un charlatán vacío”, sentencia el papa.

En tercer lugar, se plantea una forma concreta de escuchar la Palabra y dejarse transformar por el Espíritu presente en ella: la lectura espiritual del texto, esto es, escuchar y descubrir la palabra de Dios en la vida, la oración y el compromiso. En este contexto, es bueno y oportuno preguntarse ¿qué me dice a mí el texto?, ¿qué quiere cambiar de mi vida con este mensaje?, ¿qué me molesta en este texto?, ¿por qué esto no me interesa? O bien, ¿qué me agrada?, ¿qué me estimula de esta Palabra?, ¿qué me atrae y por qué? En definitiva, afirma Francisco, se trata de mirar “con sinceridad la propia existencia y presentarnos sin mentiras ante Dios, dispuestos a seguir creciendo, y de que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr”.

En cuarto lugar, hay que tener un oído en el pueblo, es decir, no solo se trata de ser un contemplativo de la Palabra, sino también un contemplativo del pueblo. Al respecto, Francisco señala que “hay que conectar el mensaje del texto bíblico con una situación humana, con una experiencia que necesite la luz de la Palabra (…) Lo que se procura descubrir es lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia”. Este aspecto fue también señalado con vehemencia por Pablo VI, en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, al plantear que la evangelización no estará completa si no tiene en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida, personal y social. De ahí la necesidad de que la evangelización lleve consigo un mensaje explícito adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado a la vida de las personas y los pueblos. En frase del papa Francisco: “Partir de un hecho para que la Palabra pueda resonar con fuerza en su invitación a la conversión, a la adoración, a actitudes de fraternidad y de servicio”.

Finalmente, el pontífice aconseja que no solo hay que dar importancia a los contenidos del mensaje bíblico, sino a las formas concretas de enseñarlos. En este sentido, sugiere usar imágenes en la predicación. Explica que “una imagen atractiva hace que el mensaje se sienta como algo familiar, cercano, posible, conectado con la propia vida”. Cuidar la forma significa que la enseñanza bíblica debe contener una idea, un sentimiento, una imagen. Que debe ser sencilla, clara, directa, y adaptada a la realidad de los interlocutores. El Concilio Vaticano II recomendó la lectura habitual de la Biblia. Pero no por simple curiosidad, interés cultural o afán proselitista. La razón de fondo es más decisiva: “Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo”. Y Cristo es la Buena Noticia de Dios para los pobres y para los hombres y mujeres que construyen un mundo humano.

23/09/2014

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“La decisión más importante”. 27 de julio de 2014. 17 tiempo ordinario (A). Mateo 13, 44-52.

Domingo, 27 de julio de 2014
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40-OrdinarioA17El evangelio recoge dos breves parábolas de Jesús con un mismo mensaje. En ambos relatos, el protagonista descubre un tesoro enormemente valioso o una perla de valor incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo: venden con alegría y decisión lo que tienen, y se hacen con el tesoro o la perla. Según Jesús, así reaccionan los que descubren el reino de Dios.

Al parecer, Jesús teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre, que consiste en conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso, encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.

¿Qué podemos decir hoy después de veinte siglos de cristianismo? ¿Por qué tantos cristianos buenos viven encerrados en su práctica religiosa con la sensación de no haber descubierto en ella ningún “tesoro”? ¿Dónde está la raíz última de esa falta de entusiasmo y alegría en no pocos ámbitos de nuestra Iglesia, incapaz de atraer hacia el núcleo del Evangelio a tantos hombres y mujeres que se van alejando de ella, sin renunciar por eso a Dios ni a Jesús?

Después del Concilio, Pablo VI hizo esta afirmación rotunda: ”Solo el reino de Dios es absoluto. Todo lo demás es relativo”. Años más tarde, Juan Pablo II lo reafirmó diciendo: “La Iglesia no es ella su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento”. El Papa Francisco nos viene repitiendo: “El proyecto de Jesús es instaurar el reino de Dios”.

Si ésta es la fe de la Iglesia, ¿por qué hay cristianos que ni siquiera han oído hablar de ese proyecto que Jesús llamaba “reino de Dios”? ¿Por qué no saben que la pasión que animó toda la vida de Jesús, la razón de ser y el objetivo de toda su actuación, fue anunciar y promover ese proyecto humanizador del Padre: buscar el reino de Dios y su justicia?

La Iglesia no puede renovarse desde su raíz si no descubre el “tesoro” del reino de Dios. No es lo mismo llamar a los cristianos a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer un mundo más humano, que vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos hacen olvidar el verdadero núcleo del Evangelio.

El Papa Francisco nos está diciendo que “el reino de Dios nos reclama”. Este grito nos llega desde el corazón mismo del Evangelio. Lo hemos de escuchar. Seguramente, la decisión más importante que hemos de tomar hoy en la Iglesia y en nuestras comunidades cristianas es la de recuperar el proyecto del reino de Dios con alegría y entusiasmo.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Contribuye a descubrir el tesoro oculto del reino de Dios. Pásalo.

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“Dios puede más en el mundo que al interior de la Iglesia”, por Marco Antonio Velásquez Uribe

Miércoles, 18 de junio de 2014
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En el día del Espíritu Santo, ese gesto de grandeza humana tendrá los frutos de paz deseados en un abrazo inolvidable que, en la sede de Pedro…

 No hay duda que el Papa Francisco encuentra grandes dificultades al interior de la Iglesia para impulsar un programa de reformas que la conduzca al encuentro con un mundo anhelante de Dios. Él como insigne hijo de Iñigo de Loyola sabe que la impronta ignaciana contiene en sus sabios elementos decisivos para poner a la Iglesia en la senda del futuro. Por ello se le ve disponiendo “todo su haber y poseer” a un ritmo frenético e infatigable, porque bien sabe que hay poco tiempo para dotar a la Iglesia universal de ese rasgo esencial del cristianismo, aquel que le fuera dado como carisma al fundador de la Compañía de Jesús: “en todo amar y servir, para la mayor gloria de Dios”. Francisco sabe que sin ese sello de espiritualidad servidora la Iglesia corre el grave riesgo de convertirse en un gesto insignificante, sin repercusión social.

Como estricto “contemplativo en la acción”, es un pastor modelado en su estilo por esa Iglesia-Pueblo de Dios, donde le ha cabido conducirla por los caminos de la esperanza, primero en su querido Buenos Aires y ahora desde la silla de Pedro. En esa tarea se ha dejado impregnar por la vida de su Pueblo, donde ha descubierto que el primer servicio de la Iglesia se debe a los pobres y sencillos, a los explotados y a las víctimas de un modelo de sociedad esclavizante de multitudes.

Es ahí donde Francisco se estrella con los poderosos, que se constituyen en sus principales adversarios. Y claro, si los ha denunciado en público, dejándolos expuestos en sus vanidades y en sus pomposas ostentaciones. Sus lujosos palacios y sus majares han quedado a la vista de todos, mientras sus ocultas intensiones son reveladas. Como pastores son prestos para condenar y lentos para el perdón y la misericordia, gobiernan con severidad y cargan las espaldas de los débiles con pesos agobiantes, abren las puertas del cielo a sus amigos y las del infierno a sus enemigos, somenten a costa de miedo apagando el Espíritu; con su ejemplo ahuyentan a muchedumbres.

En este contexto, difícil es la tarea del insobornable Francisco con tantos trepas y carreristas en su cercanía, también con la de no pocos dispersos en la amplia geografía de las Iglesias locales que, indiferentes a los consejos del papa, pastorean a sus rebaños ajenos a los vientos que soplan en Roma. Para ellos, nada ha cambiado, sólo esperan con certeza y paciencia la llegada de un nuevo cónclave. Bien podría decirse que ya han jurado venganza por tanta ignominia revelada.

Así, es comprensible la indiferencia eclesial al magisterio del papa Francisco, la resistencia para volver al Concilio Vaticano II, la rebeldía para multiplicar entre los pobres y afligidos la “dulce y confortadora alegría del Evangelio”, en resumen, tanto silencio de la Evangelii Gaudium.

Ésta es la triste historia de la soledad que acompaña al papa Francisco, cuya voz profética y magisterial es despreciada por muchos de sus colaboradores y acogida con admiración por paganos, gobernantes y líderes religiosos. Sin embargo, esa misma historia ya registra en sus anales que, así como un día el papa Francisco denunció la globalización de la indiferencia desde Lampedusa, en el día de Pentecostés de 2014 el mismo papa tendió un puente de plata para construir la paz mundial, reuniendo en Roma a los líderes políticos y religiosos de los judíos, musulmanes y cristianos. En el día del Espíritu Santo, ese gesto de grandeza humana tendrá los frutos de paz deseados en un abrazo inolvidable que, en la sede de Pedro, unió a Simón Peres y Mahmoud Abbas; todo acompañado de la oración silente del patriarca ortodoxo Bartolomé.

Es evidente que Dios puede más en el mundo que al interior de la Iglesia.

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Pablo VI será beatificado en octubre.

Viernes, 9 de mayo de 2014
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pppabloviEl Papa Montini será beato a petición del Sínodo de los Obispos

Cumplió con la gran misión de llevar a puerto el Concilio Vaticano II

El Papa Pablo VI, cuyo pontificado abarcó el periodo 1963-1978, será beatificado el 19 de octubre de este año, luego que cardenales y obispos de la Congregación para la Causa de los Santos confirmara el milagro atribuido en la cura inexplicable de un niño todavía no nacido.

Según informa la agencia de noticias ANSA, Giovanni Battista Montini será beato a petición del Sínodo de los Obispos, órganos instituido por el propio Pablo VI.

El Papa cumplió con la gran misión de llevar a puerto el Concilio Vaticano II. Su peregrinaje a Jerusalén y Tierra Santa, marcado por el encuentro con el patriarca de la Iglesia ortodoxa fue histórico.

Los objetivos básicos de su papado fueron proseguir el Concilio, la paz en el mundo y la unidad de los cristianos.

Asimismo, recibió al ministro de Asuntos Exteriores de la entonces URSS, Gromyko, en 1966, pero sus diversos contactos con países del Este no supusieron grandes cambios en las relaciones entre ambas partes. Sí fueron espectaculares los resultados de la política de acercamiento a la Iglesia oriental, como el encuentro fraternal con el Patriarca Atenágoras de 1967 en Constantinopla.

El Papa no cejó en sus viajes. Tras su desplazamiento a Tierra Santa de 1964, estuvo en el congreso eucarístico de Bombay en el mismo año; en 1965 visitó Nueva York; en 1967, Fátima; un año después, Bogotá; en 1969 estuvo en Ginebra y África, y en 1970 viajó por Extremo Oriente. Pese a no tener la popularidad de su predecesor, Pablo VI realizó un intenso trabajo. (RD/Agencias)

Fuente Religión Digital

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J. I. González Faus: «Es obligatorio que la Iglesia piense cómo los objetos del culto pueden servir a los pobres» , por Javier Morán

Domingo, 4 de mayo de 2014
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obligatorio-iglesiaImagen extraída de: La Nueva España

Voces. Javier Morán. [La Nueva España] El jesuita José Ignacio González Faus, uno de los dos o tres grandes teólogos españoles, advierte de las presiones en las que se mueve el Papa Francisco y defiende que la Iglesia se desprenda de sus bienes en favor de los pobres. González Faus dictó ayer, sábado, la conferencia “De Romero a Francisco, y los pobres de Cristo”, promovida por el Comité Óscar Romero de Asturias. Monseñor Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, fue asesinado el 24 de marzo de 1980, después de que denunciase con tenacidad las injusticias de su pueblo. Y aunque antes había sido un mitrado de corte clásico, fue otro asesinato, el del jesuita Rutilio Grande (12 de marzo de 1977), el que acentuó sus denuncias en nombre del Evangelio.

González Faus, nacido en Valencia en 1933, ingresó en la Compañía de Jesús en 1950. Culminó sus estudios teológicos con el doctorado en la Facultad de Innsbruck (Alemania). Ha sido profesor en el Instituto de Teología Fundamental de San Cugat del Vallés (Barcelona), así como en varias universidades latinoamericanas. También fue responsable académico del Centro de Estudios Cristianismo y Justicia de Barcelona. Entre sus libros destacan “La humanidad nueva. Ensayo de cristología” (1974), “Acceso a Jesús” (1979), “Clamor del reino” (1982) y “Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre” (1989). Sus últimas obras publicadas han sido “El rostro humano de Dios”, “Otro mundo es posible… desde Jesús”, “Herejías del catolicismo actual” y “El amor en tiempos de cólera… económica”.

-¿Qué es lo que va de Romero a Francisco?

-Lo que tienen ambos en común es la sintonía evangélica con el mundo de hoy. Una mirada al mundo desde los ojos del Evangelio que en Romero supuso su asesinato en El Salvador, y en Francisco, con un magisterio más amplio, supone lo contrario a una mirada puramente ejercida desde el poder religioso, que es la que tiene muchas veces la Iglesia oficial, como si se creyera la voz de Dios y fuera mucho más la de un juez que de un hermano. Y en el tiempo que va entre ambos se ha dado lo que el teólogo Karl Rahner llamó un “invierno eclesial”, es decir, que después del Concilio Vaticano II, por miedo o por la imprudencia de un lado, vino la reacción de la curia, que se supone la tenía más o menos pensada. Yo digo a veces que habíamos metido el Concilio en el congelador y a ver si ahora lo sacamos y lo ponemos un poco al baño María para que vuelva. Quizá la gran promesa de Francisco sea que saquemos la mirada evangélica del congelador.

modelo-mendigo-e1351374118361-¿Usted acaba de pedir en una carta al Papa que la Iglesia enajene bienes de culto para dárselos a los pobres?

-En esa carta no hago nada más que citar unas frases de Juan Pablo II cuando dijo que en tiempos de crisis es quizás obligatorio que la Iglesia piense en cómo los objetos del culto divino pueden servir a los pobres. Lo único que digo es que, si se hace así, se dará más culto a Dios que teniéndolos metidos donde sea.

-Hay quienes califican esas propuestas de demagógicas, porque ¿a quién se le vendería, por ejemplo, la custodia del Corpus de Toledo?

-No hablo nunca de vender, sino de enajenar, que es una palabra suficientemente vaga, y digo incluso en esa carta que se nombre a un grupo de expertos en economía que estudie a ver si con eso se puede hacer algo. A lo mejor el ejemplo de la custodia de Toledo no está bien puesto, pero hay infinidad de otras cosas, como cálices de oro y otros objetos. Lo que me hubiera gustado es ver en la Iglesia esa preocupación y, como no la he visto, pienso que si Francisco moviera a nuestros obispos y les recordara lo que dijo Juan Pablo II la Iglesia daría un ejemplo y mejor culto a Dios que teniendo esos objetos guardados en una vitrina.

-Al igual que recuerda esa frase de Juan Pablo II, usted suele citar la tradición de la Iglesia y los errores que cometió, por ejemplo, en el libro “La autoridad de la verdad. Momentos oscuros del magisterio eclesiástico”.

-También es algo que le debo a Rahner, es decir, que no descuidemos la tradición de la Iglesia porque, además de tener algunos aspectos muy lamentables, tiene unas riquezas enormes. Me he metido en la tradición de la Iglesia y creo que su fuente original, el Evangelio, es la que debe motivar a la Iglesia, y no el progresismo actual ni cosas de ésas. También me da cierto miedo que las generaciones que nos siguen, por no saber latín o por ser de otra época, crean que el mundo empieza con ellos o que la tradición de la Iglesia se reduce al siglo XIX. Pero ésa no es la tradición y me gustaría abogar por volver a lo mejor del cristianismo original.

-Con la tradición en la mano, ¿se puede ser crítico respecto a la Iglesia del presente?

-Se debe ser porque es evidente que la Iglesia se equivocó muchas veces, lo que pasa es que tal vez esos errores se pueden contextualizar y decir que en su tiempo no fue un error tan grande. Pero lo terrible es que cuando una medida discutible se acepta luego se le quiera convertir en palabra de Dios. Pongo el ejemplo de los Estados Pontificios. No sé si entre Carlomagno y el Papa Adriano I estuvo bien o mal darle un poder político a la Iglesia. Lo veo oscuro, pero en aquella época era todo muy oscuro. Lo que no entiendo es que diez siglos después, cuando Italia se quiere unificar, Pío IX diga que los Estados Pontificios no son suyos, sino de Dios, y que por ello no puede cederlos. Eso no tuvo sentido. Puede que en el siglo IX fuera una medida de excepción, pero en el siglo XIX no tenía ningún sentido y hubo que quitarlo a la fuerza, por desgracia.

-En sus críticas a la Iglesia o en sus escritos ¿ha recibido alguna censura de la Santa Sede?

-Sí he tenido alguna, pero no ha llegado la sangre al río. Y en parte también porque mis superiores jesuitas se han portado muy bien conmigo, incluso en la curia general de la Compañía en Roma. Leer más…

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¿Expulsado de la fila? Pablo VI, una gran memoria.

Jueves, 1 de mayo de 2014
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pabloVI--644x362Coincido plenamente con el autor… Del blog de Xabier Pikaza:

Lo ha podido ver hasta el más torpe de la clase, al mirar en la tele las grandes celebraciones del domingo.

— Santo el Papa anterior, Juan XXIII.
— Santo el siguiente, Juan Pablo II.
— Él nada, su silla de santo vacía (27.4.14).

Tan grande ha sido el impacto creado por su hueco que un adolescente, casi niño, me ha preguntado si le han “echado” del Vaticano. Le he dicho que no, que no es eso, que Pablo VI es muy importante, pero no le he convencido.

¡Y yo tampoco he quedado del todo convencido de mis argumentos! Por eso protesto (sin entrar en el tema de Juan Pablo I, el papa del mes, que bastante tuvo con morirse a tiempo). Por eso he querido escribir esta postal, rompiendo una lanza por Pablo VI, aunque no sea totalmente un santo de toda mi devoción.

Así protesto contra éste agravio comparativo. Ciertamente, Juan XXIII tiene galones para santo. Pero ahí podíamos parar. O todos los papas del siglo XX santos (los que estudié en la postal del otro día), por decreto precedente, o ninguno.

pablo_vi_sacerdotePablo VI, joven sacerdote

Un papa como un castillo

Era papa (1964-1978) cuando yo estaba en Roma de estudiante (1965-1970). Íbamos alguna vez a verle en el balcón, aunque no mucho, visitábamos más la biblioteca del Bíblico de la P. de la Pilotta. Después le vi y le tuve muy de cerca el año 1974, estando de Capítulo en Roma, en una audiencia, a mi lado, a dos pasos, serio, tristón cara de santo. Me dio mucha pena, tan metido en sí mismo. Me miró y le guiñe el ojo, como en signo de complicidad, diciéndole: “ánimo, muchacho, no tengas miedo, que la Iglesia sigue”. No me hizo caso, parecía inescrutable. Evidentemente, estaba en otros temas, de los que seguiré hablando.

Presentaré los grandes valores de Pablo VI, evocaré sus (a mi juicio) grandes limitaciones. Pero desde aquí quiero decir que es un Papa a quien amo y admiro, protestando contra todos los que le han echado la culpa de los males de la Iglesia posterior.

Fue un papa culto, de hondo humanismo, con un sentido fuerte de la libertad y la grandeza de la vida. Agarró el toro por los cuernos y quiso ser fiel al concilio, cuando Juan XXIII tuvo la ocurrencia de morirse, justo cuando el Concilio andaba más líado (el año 1963). Esa si que fue jugada. Mucho en marcha el Concilio, lió la madeja, dejando casi todo patas arriba, con todos los santos padres conciliares discutiendo y se fue al cielo, que era su sitio. Ese fue Juan XXIII.

Pablo VI, artífice del Concilio, un Papa lleno de valores.

El que se cargó con el pato del Concilio fue Pablo VI, y lo hizo bien. Agarró el Concilio por los mismísimos meollos y lo sacó adelante, como un titán. Nadie podría haberlo hecho como él, aunque algunos le tildamos ya entonces de miedoso, en varios asuntos que no es momento de recordar. Ese es su mérito. Por eso habría que hacerle santo sin más, o no pararse en Juan XXIII que fue una excepción, y no seguir con Juan Pablo II y hacerle santo, que es mezclarlo todo.

Quiso ser fiel al Concilio, pero tuvo quizá miedo a sus posibles consecuencias, en un mundo cambiante. Empezó a viajar fuera del Vaticano, como gran embajador de la Iglesia, que él presentaba como experta en humanidad, y asumió «la voz de los pobres, de los desheredados, de los sufrientes, de aquellos que anhelan la justicia, la dignidad de la vida, la libertad, el bienestar y el progreso” (cf. Discurso en la ONU, 4, 10, 1965).

Grandes logros, un Papa con galones.

Entre sus gestos eclesiales básicos pueden citarse:

300px-Entrevista_2‒ Con Atenágoras, fin de un milenio de enfrentamientos. El 7 de agosto de 1965 Pablo VI de Roma y Atenágoras, patriarca de Constantinopla levantaban la excomunión que sus predecesores habían dictado el año 1054. Terminaban así más de novecientos años de condenas mutuas. Ciertamente, ese gesto no resolvía todos los problemas, ni llevaba a la plena comunión de las iglesias, pero abría un camino nuevo de confianza y diálogo que aún no ha culminado, pues quedan pendientes no sólo cuestiones de interpretación del pasado, sino también del futuro de la Iglesia.

‒ Nueva forma de colegialidad. Con el Motu proprio “Apostólica sollicitudo” (15 IX 1965), instituyó las conferencias episcopales, un nuevo tipo de división y administración eclesial (antes habían existido patriarcados e iglesias nacionales e imperiales, con el valor y riesgo que ello a veces implicaba, pero no conferencias episcopales). De esa forma iniciaba un camino problemático y prometedor de transformación eclesial cuyos resultados no pueden valorarse todavía (año 2013), por las trabas y dificultades que este tipo de estructura está encontrando.

‒ Índice de libros prohibidos, libertad de pensamiento. El 14 de junio de 1966 (notificación de la Congregación de la Doctrina de la fe: Post Litteras apostolicas), el papa suprimió el Índice de Libros prohibidos (creado el año 1559), que había comprimido la conciencia católica durante cuatro siglos. Según eso, la formación y cultura de los cristianos adultos quedaba en manos de su libre responsabilidad. Sólo debían ser aprobadas por la Iglesia las traducciones católicas de la Biblia, los textos litúrgicos y los manuales catequéticos oficiales. Esta decisión ha permitido un impulso cultural católico sin precedentes, aunque algunos sectores eclesiales añoren los tiempos anteriores. Con ese gesto abrió las puertas y ventanas de la teología y del pensamiento a la verdad, a la búsqueda, a la confianza.

6a00d8341bfb1653ef017c38b1a41e970bCon el General de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe

‒Ecclesiam Suam (Su Iglesia, 1964), un programa de diálogo. Fue la primera y más importante de las encíclicas de Pablo VI (y quizá de la Iglesia moderna). El Papa recoge y expone en ella su programa de vida cristiana, centrada en el diálogo, en todos los planos de la vida: Con el mundo y la cultura, con las diversas religiones, con las iglesias no católicas, entre los diversos grupos de la Iglesia. Por esta encíclica, que aún no ha sido plenamente “recibida”, Pablo VI sigue siendo el papa de un Evangelio dialogal, en la línea de los primeros concilios (siglos IV-VII) y del conciliarismo del XV, de manera que la misma razón se interpreta como diálogo, es decir, como forma de ser en comunión. Nadie, ni antes ni después, habló como él del diálogo como esencia de la vida humana y como centro de la Iglesia. Nunca se había escrito un documento como éste.

‒ Populorum Progressio (El progreso de los pueblos, 1967), desarrollo humano al servicio de la paz. A Juan XXIII le había interesado ante todo “la paz en la tierra” (Pacem in Terris, 1963). Pablo VI ha pensado más en claves de progreso, en un momento en que los antiguos pueblos coloniales (Tercer Mundo) estaban alcanzando su independencia, para entrar en el concierto de los países llamados libres. A su juicio, la solución de los problemas políticos y sociales implica un desarrollo armónico y solidario de los pueblos (más que de los estados), por encima de las oposiciones y riesgos del capitalismo y del comunismo. Todo parece indicar que tras cuarenta y cinco años de andadura conflictiva sus deseos no se han cumplido, pues el progreso de unos ha implicado el retroceso sangrante de otros (de la mayoría). Se equivocó en la forma de entender el progreso como liberador. Hoy pasados casi cincuenta años los sabemos muy bien, pero su intención era buena…

‒ Evangelii nuntiandi, El evangelio y la liberación (1975). Asumió el motivo de la Evangelización, pero de un modo serio (no como después han hecho otros papas, cerrando caminos). Su encíclica ha sido y sigue siendo el mejor testimonio de apertura de la Iglesia de Roma a las corrientes de la vida, de la justicia social, de la transformación de las estructuras de la Iglesia. Este Encíclica estuvo y sigue estando en la base de la nueva iglesia de América Latina y del mundo entero, en línea de libertad real, de encarnación, de comunión.

Un Papa de miedos, tres problemas…

Era el momento de la gran transformación, eran los años en que podía haberse puesto en marcha la nueva iglesia, con inmenso impulsos. Pero en un momento dado el Papa tuvo miedo, miedo de que la Iglesia se le fuera de la mano. Pensó, quizá, que los ángeles que el Juan XXIII y el Vaticano II habían soldado a los aires de la vida podían volverse demonios, y así tuvo tres gestos que han marcado la vida de la Iglesia hasta el día de hoy, de forma negativa. Éstos son sus tres gestos más significativos, en orden cronológico:

‒ Sacerdotalis Caelibatus (1967), cerrojazo al “avance” del clero. Había acabado hace dos años el Concilio, todos esperábamos que el Papa moviera ficha. Había empezado la inmensa lista de peticiones de abandono de los ministerios por el tema del celibato, miles y miles. Todos esperábamos, digo, que el Papa moviera ficha. Recuerdo que estaba en Roma, con la ingenuidad de una iglesia en marcha. Pero el Papa tuvo miedo, un miedo inmenso. Tenía el Concilio en sus manos, pero quiso que todo siguiera igual en el clero. Concedió dispensas y dispensas, pero quedó triste. No tuvo ánimos para abrir nuevos caminos, formas distintas de ministerios, sin suprimir del todo el celibato, pero trazando otras vías… El problema se enquistó, y aumento, y aumentó en los años posteriores… Fue una tristeza, de manera que lo que no hizo él se tendrá que hacer cincuenta años después, pero ya peor, a la defensiva.

DOCU_GRUPO John F. Kennedy, Pope Paul VICon John F. Kennedy

‒ Humanae Vitae (De la vida humana, 1968), miedo al amor de la vida. Es una encíclica espléndida sobre el sentido y despliegue de la realidad humana, en el plano biológico, psicológico y espiritual. Pues bien, su influjo ha quedado determinado (¿dañado?) por un tema que en el conjunto de la encíclica parece secundario, pero que ha sido determinante hasta hoy (2013): La prohibición de los métodos artificiales para evitar el embarazo (anticonceptivos). Esa decisión la tomó el mismo papa, quizá por miedo, después que una parte considerable de los expertos se pronunciara en sentido contrario o pensara que era mejor dejar el tema abierto. A la vista de las consecuencias del tema (y viendo que una mayoría de católicos no cumple la norma papal), muchos opinan que el tema no estaba aún maduro para tomar una decisión distinta. Pero aquel gran Papa miedoso que fue Pablo VI pudo y debió haberla tomad. Seguimos sufriendo todavía las consecuencias de su decisión negativa. Una inmensa mayoría de la iglesia se ha desenganchado en este campo de la doctrina del Papa.

‒ Inter Insigniores (Prohibición de la ordenación ministerial de las mujeres, 1976). Era el momento adecuado. Así lo confiesa el mismo texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en un texto preparado por el mismo Papa, el 15 de octubre de 1976, fiesta de Santa Teresa de Jesús…, una mujer “ordenada”. Era el momento, y lo confiesa el mismo texto, citando las palabras de Juan XXIII (Pacem in terris, 1963), cuando dice que las mujeres entran y deben entrar en la vida pública (en especial entre los cristianos). Todos esperábamos un paso en adelante. Pero Pablo VI tuvo otra vez miedo, cerró las puertas… y así dejó el tema empantanado y envenenado hasta el día de hoy. Entonces lo podía haber hecho, haber abierto una puerta, haber trazado un camino. Muchos pensamos que quiso hacerlo, pero tuvo miedo. Vino por aquellos días K. Rahner a Salamanca y nos contó la verdad del tema. Fue una pena que Pablo VI no hubiera sido Juan XXIII.

Conclusión

Entre los grandes valores y los miedos de Pablo VI (celibato, mujeres, anticonceptivos…) han terminado casi dominando los miedos, en temas que siguen pendientes. A pesar de ello fue un inmenso Papa, que había tomado y guiado el Concilio por los cuernos. Me daba pena cuando le vi de cerca y le guiñé con el ojo izquierdo. Ahora me siento contento por él.

No me hace falta que la hagan santo, pero el hecho de que esté Juan XXIII (con galones propios) y Juan Pablo II (uno delante de él, otro detrás)… y que a él le hayan echado de la fila (¡con el pobre Juan Pablo I!) me da una rabia inmensa. Es un agravio comparativo.

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“¿Qué queda del proyecto del Papa?”, por Juan A. Estrada

Domingo, 23 de marzo de 2014
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Francisco2_t670Leído en la página web de Redes Cristianas

DESDE el principio, el papa Francisco sorprendió y abrió espacio a la esperanza. No hay duda de que ha cambiado el estilo del Papa, rompiendo con el autoritarismo y la sacralidad que impregnaron a muchos papados anteriores. El papa Francisco optó por humanizar el Papado, después de siglos de un proceso de divinización, y por despapalizar la Iglesia. Ya no era sólo él quien bendecía, sino el pedía ser bendecido.

Pidió y sigue pidiendo que se rece por él, subrayando su debilidad y la necesidad que tiene de todos, para dar una perspectiva evangélica a la Iglesia. Frecuentemente cambian las personas al asumir un cargo, según el conocido refrán popular de “si quieres conocer a Juanillo, dale un carguillo”. En este caso es la persona la que está transformando el cargo, aunque también éste impregna a la persona que lo ocupa.

Es uno de esos casos, en los que a mayor responsabilidad y altura de miras, se mejora a las personas. Bergoglio fue mejor obispo que superior de los jesuitas y el papa está mostrando que puede ser mejor que el arzobispo de Buenos Aires. El contacto con el pueblo, en lugar de aislarse de él; la toma de conciencia del sufrimiento de las personas; la sensibilización con las necesidades de los pobres y la percepción de que la corrupción, el nepotismo y el autoritarismo tienen un lugar en la Iglesia, está determinando el nuevo estilo papal. Por eso, un año después, subsiste la esperanza y hay todavía confianza en su proyecto.

Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. Es más fácil cambiar la sensibilidad personal y ofrecer un nuevo estilo de ejercer la autoridad que acometer las necesarias reformas en la Iglesia y replantear sus instituciones. Hay aquí un círculo inevitable. Son las personas las que construyen las estructuras. Pero, las instituciones, a su vez, inciden en las personas, las impregnan y las determinan. El ser humano es un producto social, además de ser protagonista de la sociedad. Si no cambiamos las instituciones, éstas acaban transformando a las personas.

El pecado de los hombres genera estructuras de pecado y éstas revierten en los sujetos que las han creado. Hay que atender a ambos frentes, el personal y el social. Por eso, no basta un papa bueno y más evangélico, sino que se necesita también el reformador de una Iglesia que se ha quedado obsoleta en un tiempo de rápidos cambios. Sobre todo hace falta el impulsor de un proceso de cristianización de la iglesia, porque ésta se ha constituido en un poder bastante mundano, alejado del espíritu y la letra de los evangelios.

Esas reformas todavía no se han realizado, un año después. De tal modo que si mañana se muriera el papa dejaría un cuerpo institucional que, básicamente, es el mismo que heredó, a pesar de su cambio de estilo. Pero las grandes reformas necesitan tiempo, tanto más cuanto más profundas sean. Y ese cambio ya está en proceso con comisiones de cardenales que tienen que acometerlo; con la preparación de un sínodo que tiene que abordar grandes problemas que inciden en la vida de las personas; con nombramientos episcopales que buscan universalizar una nueva forma de ejercer la autoridad; con una llamada a la participación de todas las iglesias y un nuevo contexto que permite expresarse a cristianos hasta ahora silenciados… Hay mucha gente que respira después de sentirse asfixiada durante décadas, hay más libertad y participación, y crece el interés por el cristianismo en gente muy distante de la Iglesia en décadas anteriores.

Podríamos recurrir al símil de los brotes verdes o del final del túnel, según el modismo político que prefiramos. Pero se trata sólo de eso, aunque no es poco, porque subsisten los indicios y la esperanza que se generó el primer momento. Pero, hasta ahora, es un programa más en ciernes que realizado; más un proyecto y un deseo que una realidad constatable. Es comprensible el entusiasmo que genera el Papa, más cercano en su estilo a Juan XXIII que a sus predecesores inmediatos, aunque hay que evitar la lacra del culto a la personalidad que subsiste en la Iglesia.

También debe imperar la prudencia ante una personalidad de religiosidad y teología conservadora, aunque de indudable talante evangélico. Salvando las distancias, es el dilema que tuvo el arzobispo Óscar Romero en el Salvador, que pasó de un tradicionalismo cerrado a ser un reformador de la iglesia y un propulsor de un cambio evangélico. Esperemos que el proceso de cristianización que vive Bergoglio en el contacto con la realidad de la Iglesia le lleve también a ser el renovador e inspirador de una nueva forma de iglesia. Se trata de seguir adelante con el Concilio Vaticano II, que inauguró una primavera en la Iglesia. En ambos momentos históricos subsisten estructuras, grupos y personas que se resisten a una reforma de la Iglesia. Por eso, el proyecto de renovación ha comenzado, pero lo más difícil queda por hacer.

Diario de Sevilla, 18 03 14

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“El evangelio no quiere mujeres oprimidas; Jesús nos quiere felices y bailando”

Domingo, 9 de marzo de 2014
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dones-eglesiaGracias a Homoprotestantes hemos conocido esta entrevista:

Entrevista a Ernestina Ródenas, presidenta de Dones en L’Església

“Soy de izquierda, obrera. Siempre me he tenido que mover en ambientes hostiles y contrarios. Estoy en la frontera, soy incómoda para muchos”. Así se presenta Ernestina Ródenas, presidenta del Col·lectiu de Dones en l’Església, que aglutina en Catalunya a alrededor de 200 creyentes (religiosas y laicas; también algunos varones) comprometidas con la igualdad de género. Incorporan el pensamiento feminista a la teología de la liberación, debaten con mujeres de otras confesiones y con feministas laicas, defienden el discurso del Concilio Vaticano II de que “la Iglesia no es el único espacio de salvación, sino una de las puertas”.

Una vez al mes, celebran el memorial del Señor, haciendo una formación sobre la Eucaristía a modo de “catequesis ilustrada con perspectiva de género”. “Está prohibido por la Iglesia, pero no nos importa. Bueno, las religiosas tienen menos libertad. Una mujer, que es responsable de su congregación, nos dijo en un acto: ‘A mí no me importa salir en la foto, pero ya me he llevado muchos palos’”. Ródenas tiene claro que Iglesia no es sinónimo de una jerarquía que se opone a los derechos de las mujeres, sino que la construye una comunidad de creyentes para la que el Evangelio no es un instrumento al servicio del poder, sino una fuente de liberación.

¿Identifica en las mujeres necesidades espirituales diferentes a las de los hombres?

Las mujeres estamos muy cerca de la vida, de las necesidades de la vida que se aprenden en comunidad. Tenemos mucha necesidad de expresarnos, no somos personajes solitarios. Los hombres, en cambio, han ligado la espiritualidad a la soledad y el aislamiento. Tradicionalmente, las iglesias han estado llenas de mujeres, porque es un espacio al que hemos podido ir solas, sin que nadie nos culpabilice, incluso como forma de escapar del ámbito doméstico. Además, las mujeres buscamos en la religión respuestas a nuestras experiencias vitales. Creamos vida, cuidamos vida; comprendemos fácilmente los mensajes religiosos, como el de la encarnación de Jesús, un dios que puedes estrechar en los brazos. También sentimos una mayor necesidad de buscar respuestas al sufrimiento, debido a los deberes y papeles que se nos han asignado. El evangelio puede ser liberador. Jesús siempre se inclinó por la mujer y por los más débiles, como indican las interpretaciones del evangelio nada misóginas que se han hecho últimamente.

Mucha gente atea no entiende cómo es que, siendo las iglesias instituciones con una organización patriarcal y con un discurso contrario a los derechos de las mujeres (como los reproductivos), sigan teniendo una base feminizada. ¿Qué hace que las mujeres sigan participando en estas instituciones?

Para mí la Iglesia no es la jerarquía. Somos la comunidad de creyentes. Nos reunimos, leemos el evangelio, que contiene palabras de liberación, que se pueden interpretar desde la perspectiva de género. Hay esperanza para rato. Por ejemplo, la historia de la mujer encorvada que sanó Jesús, porque no podía soportar verla así. Simboliza a la mujer oprimida que no puede levantar la vista del suelo. Jesús la endereza. Ella se pone de pie, anda, alaba a Dios, canta y baila. La religión entendida como la práctica del mensaje evangélico no quiere ver a ninguna mujer encorvada. Nos quiere de pie, felices… Nunca condena.

ernestina-rodenasEn una investigación sobre mujeres y religiones, he encontrado la siguiente afirmación: las mujeres identifican que las religiones imponen sus normas morales con mayor rigor sobre ellas que sobre los hombres; son conscientes de esa doble moral, pero no tienen herramientas para cuestionarla. ¿Qué opina?

No existe el hombre que embaraza, sólo la mujer embarazada, a ella se le cargan todas las penas, la exclusión, la culpa, la penalización. La mujer se queda sola y acusada por todo el mundo. El prostituidor y el proxeneta reciben menor condena que la prostituta. La doble moral es descaradamente actual. A la madre soltera y a la prostituta, Jesús les dice: “Yo no te condeno”.

La penalización del aborto es otro ejemplo de esa ideología que machaca a las mujeres. Pero hay herramientas. En el aniversario del Concilio Vaticano II, aboguemos por la libre conciencia, por que cada quién discierna sus opciones fundamentales. Y dejemos a un lado la culpa.

Popularmente se habla de la culpa cristiana. ¿No es una emoción inherente al catolicismo?

La culpa ha calado mucho. La civilización europea proviene de tesis no sólo cristianas, también aristotélicas, que no eran propicias a que la mujer tuviera un lugar prominente en la sociedad. La cultura cristiana europea ha pasado muchas épocas, en las que la mujer ha sido más libre. Nosotras arrastramos el estigma del clericalismo agudo de Franco. La culpa no es inherente al mensaje auténtico. La jerarquía, para tener poder, ha potenciado la cristiandad y se ha olvidado el reino de Dios: la paz, la justicia, la igualdad. Los estados han utilizado la religión como instrumento de dominio y poder. Los más débiles lo sufren.

Pero, en materia de moral sexual, ¿hay algún mandato insalvable? ¿Se pueden cuestionar todos?

Los movimientos feministas laicos nos han hecho un gran favor redescubriendo el sentido del placer, de la alegría, en contra de la idea de que hemos venido al mundo para sufrir. Las mujeres católicas lo han ido interiorizando. En España las mujeres no podían estudiar teología, pero en otros países sí, y había teólogas feministas de las que estamos aprendiendo. Sabemos que Dios puede ser madre y padre a la vez, no se le puede poner etiquetas. Y que, donde hay amor, ahí está Dios.

Ese es el lema de una campaña a favor de la diversidad del Movimiento Feminista de Nicaragua, cuya imagen es de dos mujeres besándose. ¿Qué le parece?

Pues muy bien. No es que el amor sea algo perfecto que pueda con todo, pero me parece un buen mensaje.

Entonces, ¿qué es el pecado?

El pecado es un invento. Es la negación de la vida, la negación de la posibilidad de ser feliz. Es una construcción social. El pecado es un desorden que te provocas a ti misma, pero tú eres el primer damnificado y tienes una carga que te llevas a cuestas. Jesús hablaba de pecado porque era el lenguaje de la época, pero no cargaba contra los pecadores. Asistimos a una teología del pecado muy totalitaria. El recurso fácil es culpabilizar a la mujer, cargar más peso a la mujer encorvada. La confesión es un instrumento de poder. Hace años que no me confieso. Por eso las mujeres van abandonando las iglesias. Los obreros abandonaron la iglesia por las injusticias a principios del siglo XX, los jóvenes a mediados de siglo, las mujeres en el siglo XXI. Queremos cambiar las cosas, y también queremos que los hombres cambien su modelo de masculinidad.

Pero, ¿cómo puede una mujer de un pueblo pequeño acceder a esos discursos alternativos a los del cura de su parroquia?

Antes era imposible. O te ibas del pueblo, o te metías en una orden religiosa. Ahora las mujeres de los pueblos tienen recursos. Hay medios de comunicación. Escriben cartas, envían correos, opinan. Si es necesario, denuncian. Abandonemos la idea de la mujer pobrecita que no sabe. Han perdido el miedo a pronunciarse. El discurso patriarcal viene de muy antiguo, no lo emite sólo la iglesia sino toda la sociedad: desde los medios de comunicación a los púlpitos, se dice a las mujeres lo que tienen que hacer. Es muy difícil sustraerse de ese pensamiento único. A medida que las mujeres se organizan en grupos, ahí hay una fuerza.

La Conferencia Episcopal se vuelca contra el aborto, pero no se ha manifestado contra la violencia machista, contra el feminicidio.

La Iglesia tiene un defecto: le obsesiona mucho el final y el principio de la vida. Reserva únicamente a Dios el derecho a decidir. Esto marca la postura ante la eutanasia y el aborto. Así, que se mate en guerras parece inevitable y, efectivamente, no se han desarrollado medidas de protección a las víctimas de la violencia machista. La jerarquía confunde el poder de Dios con su propio poder de influir. Pero hay personas clarividentes dentro de la Iglesia que lo están denunciando, como Teresa Forcades.

El libro ‘Cásate y sé sumisa’ se ha convertido en un éxito de ventas. ¿Cree que ese mandato de sumisión femenina impera en el discurso hegemónico de la Iglesia católica?

Se podían haber ahorrado ese libro. Ni me molesto en contestar. No vamos a discutir tonterías. Es un intento desesperado de querer salvar lo que ven amenazado: sienten que con el papa Francisco, todo se les va de las manos. El pensamiento único aparentemente da seguridad. Vendes tu libre conciencia a cambio de esa falsa seguridad.

¿Qué espera del papa Francisco?

Está en nuestra línea, de desmontar artificios innecesarios, abriendo camino para que el Evangelio pueda leerse con mayor claridad; bienvenido sea. Pero no soy mitómana. Es una voz como la nuestra, sólo que desde el altavoz del Vaticano suena más alto y lejos.

¿Aboga por que las mujeres que se topen con discursos machistas en las Iglesias vivan su fe sin intermediarios o en espacios alternativos?

Eso estamos haciendo. Las mujeres enseñamos, aprendemos teología, historia, biblia, trabajamos en redes solidarias con otras mujeres para conseguir la igualdad, somos críticas como cómo gobiernan los hombres. Pensamos estrategias para desmontar mitos y lenguajes excluyentes. Debatimos sobre ecofeminismo, teología queer (la teología de los márgenes, que reconoce a Dios en los sujetos que desecha la sociedad; negros, homosexuales, transexuales…). Rescatamos la aportación indispensable de mujeres bíblicas, históricas. Por ejemplo, contamos que San Jerónimo, quien tradujo la biblia (representado en una cueva, desnudo con una calavera) contó con un grupo de mujeres del Tridentino que tenían poder (porque los hombres estaban en la guerra) y que fueron un apoyo clave en su trabajo.

Construimos la Iglesia que soñamos. No queremos ser iguales que ellos, no queremos que nos hagan curas ni llegar a papas. No nos interesa. No tendría que haber papa ni Vaticano.

Autora: June Fernández
Fuente: Pikara

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“El drama de una Iglesia dividida”, por Juan Arias.

Jueves, 13 de febrero de 2014
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1391918793_517096_1391918909_noticia_normalEl papa Francisco, el miércoles en El Vaticano. / ALESSANDRO DI MEO (EFE)

Un buen análisis a raíz de la macroencuesta de Univisión… Leemos en El País:

¿Por qué el cuestionario del Papa no llega a los católicos?

El problema para el nuevo Papa es que las ideas de los fieles sobre la doctrina varían mucho de un continente a otro

 Algo extraño está ocurriendo entre los católicos del mundo que mientras aprueban y aplauden casi a la unanimidad al papa Francisco, rechazan buena parte de la doctrina de su Iglesia.

Ello crea una gran responsabilidad al nuevo papado recién instaurado. Si el Vaticano tomara como plausibles los resultados de esta encuesta, ¿cómo debería comportarse el papa Francisco con esas imposiciones actuales de la Iglesia en las que ya no creen sus fieles, sobre todo los más jóvenes?

Entre los temas como aborto, uso del condón, celibato obligatorio, matrimonio de homosexuales, sacramentos a los divorciados o sacerdocio femenino, algunos resultados no dejan de ser sorprendentes.

Las iglesias católicas “nuevas”, las alejadas de Europa, son las que tienen más contradicciones

Por ejemplo, el hecho de que la Iglesia del futuro, es decir la de los jóvenes católicos de hoy, estará formada por los más críticos a esas enseñanzas de la Iglesia en materia de sexualidad y costumbres. En la medida en que los católicos suben de edad, sus posiciones parecen más conservadoras. Y esa es la Iglesia que menos contará en el futuro.

Hay más. Si para este Papa, llegado de la periferia del mundo, la Iglesia que más parece interesarle es justamente la de los suburbios del planeta, son estas iglesias llamadas “nuevas” en contraposición a la vieja iglesia europea, las que presentan mayores contradicciones.

Por ejemplo, las iglesias de África y Asia aparecen a las antípodas de las europeas y americanas presentándose rotundamente más conservadoras. Sorprende, por ejemplo, la mayoría aplastante de católicos que en África se dicen contrarios a la abolición del celibato sacerdotal o del sacerdocio de la mujer.

Ello llevaría a pensar medidas diferentes para iglesias también diferentes sin pretender legislar para la Iglesia universal. Recuerdo que durante el Concilio Vaticano II entrevisté al único cardenal negro entonces, Mons. Rugambwa. Le pregunté cuales eran los problemas más graves de la Iglesia en aquel momento y me respondió con una punta de ironía: “¿En qué tribu de mi diócesis?”. Fue toda una lección que nunca olvidé, porque me comentó después: “Ese es el problema de vosotros los europeos que queréis legislar para la Iglesia Universal cuando hasta en mi diócesis los problemas pueden ser diferentes en cada etnia”.

Otro dato que deberá ser analizado es que los católicos que más van a la Iglesia, es decir, los más practicantes son también los más conservadores. ¿A quienes escuchará el Papa? ¿A esos fieles más devotos o a las ovejas más alejadas que aparecen al mismo tiempo más sintonizadas con los tiempos actuales? Los que menos frecuentan son los más abiertos y por tanto los más cercanos a los jóvenes.

Los católicos que viven en regiones secularizadas como Europa o Estados Unidos son los que más rechazan la doctrina tradicional de la Iglesia en materia de sexo. Son, al revés, los católicos de países menos secularizados, para quienes la religión supone aún un factor importante en la sociedad, los que mejor aceptan ciertos preceptos conservadores.

Choca, sin embargo, cómo la Iglesia está dividida en varios planos. Mientras la mayoría rechaza la condena del aborto, quizás el tema al que la Iglesia jamás renunciará porque choca con el principio fundamental del derecho a la vida, está a favor de otros temas a los que la Iglesia podría renunciar como el celibato obligatorio que no es ningún dogma y que el papa podría abolir de un plumazo. O incluso el rechazo de que la mujer pueda acceder al sacerdocio que se advierte en las Iglesias de América Latina, África y Ásia, mientras sería admitido en Europa.

Al contrario, la unión estable entre personas del mismo sexo es rechazado casi masivamente en la secularizada Europa y con un porcentaje menor, por ejemplo, en América Latina.

No lo sería fácil al papa Francisco, con estos resultados en la mano, tomar decisiones para todas las Iglesias, sobre todo porque se advierte también en materia de doctrina tradicional la influencia de los diferentes episcopados en las decisiones de los católicos. Dos ejemplos clásicos son México y Brasil. Mientras el primero aparece muy tradicional en temas como la aceptación de curas casados (65% en contra) y hasta el más crítico con la figura del nuevo papa, o el 61% se opone al matrimonio gay, Brasil, aparece mucho más liberal en todo. Ello depende en parte a que Brasil tuvo en el pasado un episcopado que se destacó por su apertura social y su acercamiento a los problemas reales de la gente con figuras conocidas mundialmente como Helder Camara, Evaristo Arns, Aloisio Lorsheider o Mons. Pedro Casaldaliga, que actuaron desafiando tantas veces las directrices conservadoras llegadas desde El Vaticano.

Queda claro que la Iglesia Católica no es unánime en su pensamiento, a veces aparece hasta contradictoria y con diferencias profundas dentro de un mismo continente como, por ejemplo, en América Latina. Ello dificultará, sin duda las decisiones del nuevo papa Francisco.

Aplaudido personalmente por unanimidad planetaria por los católicos que rechazan en cambio varios puntos de la doctrina de la Iglesia, ello podría significar que los católicos confían en que este Papa estará a favor de abrir nuevos caminos de diálogo, que dejará arrinconadas nuevos anatemas y que caminará por los senderos evangélicos de la comprensión y de la misericordia.

Es, en efecto, el primer papa que ha admitido públicamente: “Yo también peco”. Paradójicamente con él pueden identificarse hoy sea los aún conservadores que los que desean abrir caminos nuevos.

Ahí reside la responsabilidad de Francisco de haber recibido un sobresaliente tanto por parte de unos como de otros. Ahora su desafío será cómo, en las materias controvertidas, podrá contentar a todos a la vez.

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