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Cardenal Sarah: “Comulgar en la mano es un ataque diabólico a la Eucaristía”

Miércoles, 28 de febrero de 2018
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Le-cardinal-Robert-Sarah-nouveau-prefet-Congregation-pour-culte-divin_0_730_333A uno que se le ha ido la olla…

El polémico purpurado cree que es “una falta de respeto al Santísimo”

“El ataque malvado más insidioso (…) sembrando errores y favoreciendo una forma inadecuada de recibirlo”

“¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios? Recibirlo de rodillas y en la lengua es mucho más adecuado para el sacramento mismo”

Francisco desautoriza a Sarah y le pide “evitar malentendidos” sobre la reforma litúrgica

(Jesús Bastante).- Es uno de los líderes de la oposición al Papa Francisco. Seguramente, el que atesora un mayor poder en la Curia, como máximo responsable de Liturgia. Ahora, el cardenal Robert Sarah da un paso más, y arremete contra aquellos católicos que, legítimamente, solicitan recibir la comunión en la mano: “Es un ataque diabólico a la Eucaristía”, proclama.

Sarah, quien ya recibió dos amonestaciones públicas por parte de Francisco tras sugerir que los curas volvieran a celebrar la Eucaristía a espaldas del pueblo y por tildar la misa del Vaticano II, al menos en muchas de sus manifestaciones, de “profana y superficial”, ha escrito un prefacio al libro de un sacerdote italiano, Federico Bortoli, titulado ‘La distribución de la comunión en la mano. Perfiles históricos, jurídicos y pastorales‘, en el que asegura que la forma de dar la Comunión en la mano es una falta de respeto al Santísimo.

“El ataque malvado más insidioso consiste en tratar de extinguir la fe en la Eucaristía sembrando errores y favoreciendo una forma inadecuada de recibirlo, apunta Sarah, quien añade que “la guerra entre el arcángel Miguel y sus ángeles, por un lado, y Lucifer, por el otro, continúa hoy en los corazones de los fieles: el objetivo de Satanás es el sacrificio de la Misa y la presencia real de Jesús en la hostia consagrada”.

Para el cardenal, es necesario que los fieles vuelvan a arrodillarse para recibir, en la boca, la Eucaristía. “¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios? Recibirlo de rodillas y en la lengua es mucho más adecuado para el sacramento mismo”.

No es única ocasión en que Sarah ha criticado la forma de comulgar. Así, el pasado año, el Prefecto de Culto Divino advirtió contra la “devastación, destrucción y guerras” que ha provocado la misa vernácula en la Iglesia a nivel doctrinal, moral y disciplinario.

El Vaticano II, admitió Sarah, ha sido responsable de algunas “buenas iniciativas” en cuanto a la participación activa de los fieles en la misa y a su progreso en la vida cristiana. Sin embargo, denunció, no podemos cerrar los ojos al desastre, la devastación y el cisma que los promotores modernos de una liturgia viviente causaron al remodelar la liturgia de la Iglesia de acuerdo con sus ideas”.

“Muchos creen y declaran alto y fuerte que el Concilio Vaticano II ocasionó una verdadera primavera en la Iglesia”, escribía Sarah. “Sin embargo, un número cada vez mayor de líderes eclesiales consideran esta “primavera” como un rechazo, un renuncio a su herencia milenaria, o incluso como un interrogatorio radical de su pasado y tradición”. Y todo esto como consecuencia de la “tendencia sacrílega” en la Iglesia posconciliar “de reducir la sagrada misa a una simple comida social”.

Fuente Religión Digital

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50 años de Medellín

Jueves, 1 de febrero de 2018
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medellin_560x280“Recepción del Concilio en América”

“Pablo VI trazaba tres direcciones para la Conferencia -espiritual, pastoral y social- que hoy siguen vigentes”

(Saturnino Rodríguez).- No puedo ocultar la satisfacción de preparar esta presentación sobre un acontecimiento tan importante como lo fue la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia hace ya este año 50 años-en el ya mítico año 1968, que inauguró a finales de agosto el papa Pablo VI en el primer viaje que hacía un Papa al continente Americano.

Satisfacción por haberlo vivido directamente en mis “10 años americanos” junto a otras vivencias que me marcaron y que han ha tenido y tienen gran repercusión en el porvenir de la Iglesia latinoamericana y universal y que para mí han supuesto hacer de Colombia mi “segunda patria”.

Medellín: la aplicación para América del Concilio Vaticano II

El Papa Francisco que visitó recientemente Chile y Perú ha repetido en sus intervenciones muchos de las propuestas que hizo hace ahora 50 años en el emblemático año 1968 la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia (CELAM) (26 agosto – 8 sept. 1968) como concreción del Concilio Vaticano II que tanta resonancia y repercusión han tenido en la Iglesia universal. Esta II Conferencia de Medellín fue inaugurada por Pablo VI en el histórico primer viaje de una Papa a América.

Sus Conclusiones el Papa Francisco las recalcaría como uno de los redactores principales intervinientes de la V Conferencia de Aparecida (Brasil ) y en sus intervenciones y viajes y muy recientemente en su viaje (nov 2017) a Colombia, donde se celebró aquella II Conferencia en 1968.

El CELAM prepara la celebración del 50º de Medellín

Para celebrar esos 50 años de la II Conferencia en Medellín, Colombia, el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) prepara un Congreso que se celebrará entre el 23 y el 26 de agosto de este año 2018 en el mismo lugar en donde se celebró la II Conferencia, para “conmemorar y proyectar el mensaje de Medellín como un mensaje clave de la Iglesia en el continente con diálogo en la Iglesia universal. Latinoamericana”. El Congreso impulsado por el CELAM cuenta también con el respaldo de la Confederación de Religiosos y religiosas, el Secretariado Latinoamericano y del Caribe de Cáritas, SECLAC y con la propia Arquidiócesis de Medellín.

Anticipándose al 50º aniversario de Medellín, en octubre del año2015 al celebrar el II Congreso Continental de Teología (Belo Horizonte, Brasil), teólogos y teólogas de diversos países latinoamericanos acordaron celebrar un Congreso académico internacional de teología con el título: “Medellín 50 años después: memoria y perspectivas de futuro” .

Y así la Red Amerindia y la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de El Salvador celebrarán del 30 de agosto al 2 de septiembre de 2018 en la misma ciudad su III Congreso de Teología en torno al “patrimonio de Medellín” bajo el lema “Los clamores de los pobres y de la Tierra nos interpelan”. Los teólogos latinoamericanos buscan reafirmar la opción por los pobres y “por nuevos modelos de Iglesia más comunitaria, participativa y ‘en salida’ en la línea del papa Francisco. (El I Congreso se celebró en Sao Leopoldo (Brasil) en 2012).

El Concilio fue el antecedente inmediato de Medellín

Si el Concilio Vaticano II (1962-1965) fue una “Primavera de la Iglesia”, Medellín, que fue la “recepción del Concilio en América”, fue el jardín donde iba creciendo. A diferencia de lo sucedido en la I Conferencia del Episcopado (Río de Janeiro 1956) donde la Santa Sede la preparó y realizó en todas sus partes, la II Conferencia, en Medellín sería el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) quien definiría los temas, la mecánica de trabajo y la elección de los conferencistas con la aprobación de la Santa Sede. Los antecedentes inmediatos de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano pueden situarse hacia el otoño de 1965 cuando el Concilio Vaticano II estaba a días de clausurarse.

Fue en ese momento cuando Pablo VI reunió a los obispos de la directiva y equipos del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) que participaban en el Concilio, con motivo del décimo aniversario de la creación de dicho organismo episcopal. Pablo VI exhortó a los presentes a asumir una visión crítica frente a los problemas que agitaban a América Latina como un requerimiento indispensable para la acción pastoral de la Iglesia en esas regiones.

Sería, pues, en ese ambiente cuando el entonces presidente del CELAM, Manuel Larrain Errázuriz (obispo de Talca, Chile) comenzó a poner en marcha el proyecto que le encomendara el papa Pablo VI, de quien era amigo personal desde los años en que era el cardenal Montini. Amigo también del jesuita Alberto Hurtado a quien haría santo Benedicto XVI, amigo de los más avanzados obispos europeos desde el Concilio, de los “nobeles” Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Jacques Maritain, y de Roger Schtz prior de la Comunidad de Taizé.

El obispo chileno Manuel Larraín Errázuriz era un hombre “en salida” como pide hoy para el Iglesia el papa Francisco, un pastor integrante del grupo que se denominó entonces catolicismo social que durante el Concilio Vaticano II (1962-1965) formó parte del sector más progresista. Fue uno de los cuarenta obispos firmantes del Pacto de las catacumbas de Domitila (Nov. 1965), encabezado por otra de la figuras señeras del CELAM, el arzobispo brasileño Helder Cámara -postulado cuatro veces al Premio Nobel de la Paz. Pacto por el que se comprometieron a caminar con los pobres asumiendo un estilo de vida sencillo y renunciando a todo símbolo de poder. Decía Dom Helder “Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.

Tras la reunión ordinaria del CELAM en Mar de Plata (Argentina), en mayo de 1967, se pidió al Vaticano que convocara la Conferencia, sugiriendo al mismo tiempo como sede la ciudad de Medellín. En julio de 1967 se recibió la aprobación y comenzaron los preparativos. Se aprobó también el tema de la misma: La presencia de la iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Vaticano II”, tema propuesto por Pablo VI en la reunión con los obispos latinoamericanos en noviembre de 1965. Así, pues la II Conferencia del CELAM sería inaugurada por Pablo VI el 24 de agosto de 1968 y se clausuraría el 6 de septiembre del mismo año.

Las reuniones previas a la II Conferencia de Medellín

Entre las principales reuniones previas del Episcopado Latinoamericano y órganos del CELAM para preparar la II Conferencia destacaron estos Encuentros que tanto influirían en la celebración de II Conferencia de Medellín: En Baños (Ecuador) (junio 1966) sobre temas de educación, laicos y acción social. Mar de Plata (Argentina), en la X Asamblea Ordinario del CELAM sobre desarrollo e integración (octubre 1966). Buga (Colombia),(febrero 1967) en el I Encuentro Latinoamericano de Universidades Católicas, sobre la universidad católica en América Latina. Melgar (Colombia) (abril 1968 en el Encuentro Latinoam. sobre pastoral misionera. Itapoan, Salvador (Brasil), (marzo 1968) con el tema Pastoral Social de la Iglesia y Medellín (Colombia), (11 al 18 agosto 1968, sobre Catequesis.

Las 3 líneas trazadas por Pablo VI en Medellín

El 24 de agosto de 1968 el papa Pablo VI inauguraba en Bogotá la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano que se clausuraría el 6 de septiembre y cuyas sesiones de trabajo se celebrarían en el Seminario de Medellín. En su apretura oficial Pablo VI trazaba “tres direcciones” para las tareas: espiritual, pastoral y social que hoy, medio siglo después, contienen muchas preguntas que siguen vigentes y que en varios casos se retoman en la encíclica Evangelii gaudium del Papa Francisco del que se espera un importante mensaje al celebrar los 50 años y cuyo papel fue decisivo – siendo cardenal – en la V Conferencia que presidiría Benedicto XVI en Aparecida (Brasil) (13-31 mayo 2007) en la que el entonces arzobispo de Buenos Aires cardenal Bergoglio tuvo un destacado papel. Resumimos a continuación esas tres líneas que proponía Pablo VI en la inauguración

Estas eran las 3 líneas: 1- Espiritual, señalando que no debemos dedicarnos al apostolado, si no sabemos corroborarlo con el ejemplo de las virtudes cristianas y sacerdotales. 2- Pastoral ya que la Iglesia institucional aparece hoy confrontada con otra llamada carismática, como si la primera fuese la de un cristianismo ya superada, mientras la otra, sería capaz de interpretar el cristianismo para responder a los problemas urgentes y reales de nuestro tiempo. 3- Social favoreciendo todo esfuerzo honesto para promover la renovación y la elevación de los pobres partiendo de la propia sencillez de la Iglesia en sus formas que es un testimonio de fidelidad evangélica como condición, alguna vez imprescindible, para dar crédito a su propia misión.

La metodología empleada en las sesiones de Medellín

La metodología adoptada por la Conferencia de Medellín (1968) corresponde al método “ver-juzgar-actuar” que se remonta al método de “revisión de vida”, surgido en el seno de las propuestas pastorales de la Juventud Obrera Católica (JOC) de la “Acción Católica” ,organización laical de renovación en la Iglesia que fundó en 1920 el sacerdote belga Joseph Cardijn por el compromiso social de la Iglesia católica en los comienzos del siglo y fue nombrado cardenal en 1965. La JOC agrupa aun hoy a los dirigentes obreros católicos en todo el mundo.

Un obispo que presidía la Comisión de trabajo sobre los pobres de la II Conferencia de Medellín en 1968 escribía sobre la misma diciendo que uno de los temas más difíciles fue el de la violencia y la paz. Había en aquella época algunos cristianos que querían justificar la violencia, apoyando las guerrillas, con sentimiento pero sin reflexión teológica. Con mucho acierto Pablo VI habló del asunto, y fue muy claro y muy orientador en sus palabras de inauguración en Bogotá enseñando el camino pacificador que debe tener el cristiano en nuestra realidad, al trabajar por la justicia en espíritu de paz, de reconciliación, como después recogerían las Conclusiones.

Las ponencias durante la II Conferencia de Medellín servirían de guía a las 16 comisiones y subcomisiones encargadas de elaborar las aplicaciones pastorales, cuya división y títulos corresponden fundamentalmente a las Conclusiones del Documento Final. Ponencias que expusieron los siguientes obispos:

I. Los signos de los tiempos en América Latina – MARCOS MC GRATH, obispo de Santiago de Veraguas, Panamá.
II. Interpretación cristiana de los signos de los tiempos hoy en América Latina – EDUARDO F. PIRONIO, Secretario General del CELAM
III. La Iglesia en América Latina y la promoción humana – EUGENIO DE ARAÚJO SALES, Administrador Apostólico, Salvador, Brasil.
IV. La evangelización en América Latina – SAMUEL RUIZ G., obispo de San Cristóbal de las Casas, México.
V. La pastoral de masas y la pastoral de élites – LUIS EDUARDO HENRÍQUEZ, obispo auxiliar de Caracas.
VI. La unidad visible de la Iglesia y la coordinación pastoral – PABLO MUÑOZ VEGA, Arzobispo de Quito
VII. Coordinación Pastoral – LEONIDAS E. PROAÑO, Obispo de Riobamba

Los documentos conclusivos de Medellín

Las Conclusiones de Medellín fueron aprobadas por el Papa Pablo VI siendo el presidente de la CELAM Avelar Brandao Vilela y secretario general Eduardo F. Pironio. Las Conclusiones irían repartidas en 16 documentos, agrupados a su vez en tres grandes secciones:

Promoción humana 1. Justicia 2. La Paz 3. Familia y demografía 4. Educación 5. Juventud

Evangelización y crecimiento de la fe 6. Pastoral popular 7. Pastoral de élites 8. Catequesis 9. Liturgia

La Iglesia visible y sus estructuras 10. Movimientos de laicos 11. Sacerdotes 12. Religiosos 13. La formación del clero 14. La pobreza de la Iglesia 15. Pastoral de conjunto y 16. Medios de comunicación social.

Las Conclusiones de Medellín se enfocan hacia la presencia de la Iglesia para “transformar a América Latina a la luz del Concilio Vaticano II”. La solicitud pastoral recae sobre tres áreas: 1ª- La promoción del hombre y de los pueblos hacia los valores de justicia, paz, educación y familia 2ª La necesidad de evangelización y maduración de la fe a través de la catequesis y liturgia y 3ª Los problemas que giran en torno a toda la comunidad para que sea más fuerte la unidad y la acción pastoral.

Se incorpora de manera especial a los laicos en estas tareas de “promoción humana” teniendo en cuenta como “fuentes” la Biblia y el Magisterio de la Iglesia destacando las encíclicas Gaudium et spes, Populorum progressio, Pacem in terris, Gravissimum educationis, Lumen gentium, Sacrosantum concilium, entre muchas otras. Todo ello forma parte de la Doctrina Social Cristiana cuya tarea es anunciar el Evangelio y denunciar las injusticias con el método de “ver, juzgar y actuar”.

Se trató también de la que denominaron “recepción creativa”, esto es, no se limitó simplemente a ajustar la iglesia de la región a las directrices emanadas del Concilio, sino que también intentó adecuar y enriquecer la recepción desde su propia historia y contexto; a manera de ejemplo tenemos las Comunidades de Base, el planteamiento de la salvación como liberación en la historia, la sacramentalidad de la iglesia desde la pobreza, y su compromiso total con los pobres y marginados. De hecho estas opciones y otros temas como el de la dimensión política de la fe y la relación entre desarrollo y salvación serían por los que Medellín llegaría a ser reconocido y recordado en la posteridad y a partir de las cuales se cosolidaba la “teología de la liberación”.

El mensaje de Medellín sigue vivo en la Iglesia

El teólogo brasileño Leonardo Boff, uno de los propulsores de las “Comunidades de Base” y la “Teología de la Liberación” escribe a los 50 años de Medellín recordando que el mérito de Medellín en el 1968 no fue el histórico sino el kerigmático, es decir lo que representa en términos históricos porque dió a luz a la Iglesia latinoamericana como tal. Sus textos constituyen la “Carta magna” de la Iglesia del Continente y el “acto de fundación” de la Iglesia de América Latina y Caribe a partir y en función de sus pueblos y de sus culturas. Leer más…

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“La decisión más importante”. 30 de julio de 2017. 17 tiempo ordinario (A). Mateo 13, 44-52.

Domingo, 30 de julio de 2017
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40. A 17El evangelio recoge dos breves parábolas de Jesús con un mismo mensaje. En ambos relatos, el protagonista descubre un tesoro enormemente valioso o una perla de valor incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo: venden con alegría y decisión lo que tienen, y se hacen con el tesoro o la perla. Según Jesús, así reaccionan los que descubren el reino de Dios.

Al parecer, Jesús teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre, que consiste en conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso, encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.

¿Qué podemos decir hoy después de veinte siglos de cristianismo? ¿Por qué tantos cristianos buenos viven encerrados en su práctica religiosa con la sensación de no haber descubierto en ella ningún “tesoro”? ¿Dónde está la raíz última de esa falta de entusiasmo y alegría en no pocos ámbitos de nuestra Iglesia, incapaz de atraer hacia el núcleo del Evangelio a tantos hombres y mujeres que se van alejando de ella, sin renunciar por eso a Dios ni a Jesús?

Después del Concilio, Pablo VI hizo esta afirmación rotunda: ”Solo el reino de Dios es absoluto. Todo lo demás es relativo”. Años más tarde, Juan Pablo II lo reafirmó diciendo: “La Iglesia no es ella su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento”. El Papa Francisco nos viene repitiendo: “El proyecto de Jesús es instaurar el reino de Dios”.

Si ésta es la fe de la Iglesia, ¿por qué hay cristianos que ni siquiera han oído hablar de ese proyecto que Jesús llamaba “reino de Dios”? ¿Por qué no saben que la pasión que animó toda la vida de Jesús, la razón de ser y el objetivo de toda su actuación, fue anunciar y promover ese proyecto humanizador del Padre: buscar el reino de Dios y su justicia?

La Iglesia no puede renovarse desde su raíz si no descubre el “tesoro” del reino de Dios. No es lo mismo llamar a los cristianos a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer un mundo más humano, que vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos hacen olvidar el verdadero núcleo del Evangelio.

El Papa Francisco nos está diciendo que “el reino de Dios nos reclama”. Este grito nos llega desde el corazón mismo del Evangelio. Lo hemos de escuchar. Seguramente, la decisión más importante que hemos de tomar hoy en la Iglesia y en nuestras comunidades cristianas es la de recuperar el proyecto del reino de Dios con alegría y entusiasmo.

José Antonio Pagola

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La gracia (o no) de ser mujer

Domingo, 26 de marzo de 2017
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“‘Ordinatio sacerdotalis’, una puerta mal cerrada”

“El machismo tiene carta de ciudadanía en determinados sectores de la Iglesia” 

(Manuel Regal).- Hace pocos días Christina Moreira hizo pública a través de los medios de comunicación su condición de mujer ordenada como cura y de su práctica pastoral como tal en la comunidad “Home Novo” de A Coruña.

La primera mujer gallega, la primera también española que da este paso, dentro de las 240 existentes en todo el mundo, entre las que se encuentra una docena de mujeres obispas, eso sí, sin ninguna estructura de poder. Lo hacía siendo conocedora de que con todo eso ella y la comunidad que la acompaña rompían con las normas eclesiásticas vigentes, pero desde el convencimiento de que respondía así a una vocación personal muy discernida, asentada en la condición de igualdad que hombre y mujer tienen por naturaleza como miembros de la familia cristiana a través del bautismo.

Ya hemos transmitido en estas mismas páginas nuestro opinión sobre la cuestión de la ordenación de las mujeres como cuidadoras de la comunidad. Cuando después del Vaticano II el Papa Paulo VI hubo de dar respuesta a la demanda eclesial de un debate sobre la cuestión, solicitó el parecer al respecto de un equipo de expertos en temas bíblicos; estos manifestaron unánimemente que desde un punto de vista exegético no había ningún impedimento para que las mujeres pudiesen ser ordenadas como cuidadoras de la comunidad.

Aún así, por indicación de este Papa, la Comisión para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Seper, en el año 1976, publicó la declaración Inter insigniores, en la que se cerraba esta posibilidad echando mano básicamente de dos argumentos: Cristo, designando a los Doce apóstoles creó el servicio sacerdotal sólo para hombres, y la actuación sacramental in persona Christi demanda que sea hombre quien lo pueda representar.

Pensamos, con muchísimas personas creyentes, con muchísimos teólogos también, que esos dos argumentos son muy discutibles; el primero, porque no existe la seguridad de que la designación de los Doce hubiese tenido para Jesús el alcance de crear un cuerpo sacerdotal tal como después fue apareciendo en la Iglesia; y el segundo, por lo mismo y además porque condicionar con el sexo la capacidad representativa de Cristo, hoy parece simplemente aberrante. Quién mejor representará a Cristo será la persona, hombre o mujer, que más viva en la actitud de servir hasta el extremo de dar la vida.

Pero esos fueron también los argumentos de los que echó mano el Papa Juan Pablo II para cerrar el debate en su breve carta Ordinatio sacerdotalis del año 1994. Y así no tiene reparos en afirmar en ella que es “una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del Universo”(n. 3). Permítaseme la vulgaridad, pero es mucho decir de Dios poder afirmar tal cosa por muy Papa que uno sea, máximo cuando no existen evidencias que lo justifiquen y las consecuencias son tan graves para todo el conjunto eclesial y para la mujeres en concreto, en un momento histórico en el que el feminismo se presenta como un signo de los tiempos que demanda escucha fiel, discernimiento atento y prácticas cuidadosamente maduradas.

Sin dudar para nada de sus rectísimas intenciones, a muchísimas personas de la Iglesia esa declaración nos ha llegado como una manera de esquivar el debate de un tema ciertamente espinoso, pasándole al mismísimo Dios la patata caliente.

El arzobispado de Santiago, en su declaración esquemática y aséptica, no hace sino emplear estas mismas argumentaciones para declarar ilícita e inválida la ordenación como cura de Christina Moreira y, por lo tanto, también los sacramentos que ella y su comunidad realizan y viven.

Pero así están las cosas. El deseo del Papa Juan Pablo II de que el asunto quedase definitivamente cerrado no se ha cumplido, porque la sociedad está ahí apretando y porque una parte muy considerable de la Iglesia seguimos pensando que esa fue una puerta mal cerrada.

Corremos el riesgo de convertirnos en una institución anacrónica, quizás ya lo estamos siendo en buena medida, y no precisamente por apegarnos en cuerpo y alma al estilo de vida de Jesús, lo cual merecería la pena el aislamiento, sino por vincularnos artificialmente a unos modelos eclesiales que podrían cambiar precisamente buscando ser más fieles al espíritu de Cristo.

Algo que una vecina nuestra, mujer de aldea, sin conocimientos teológicos, pero con fina sensibilidad cristiana, resolvía a su manera con esta argumentación simple en un momento en que en pequeño grupo se hablaba de estas cosas: “A mí me da igual que el médico sea hombre o mujer, que el profesor de nuestros hijos sea hombre o mujer, que el veterinario sea hombre o mujer; yo lo que quiero es que sea buena persona y que cumpla bien su oficio”. Lo más sencillo es casi siempre lo más verdadero.

La respuesta en los medios digitales ante la actuación de Christina Moreira demuestra hasta qué punto la desconsideración hacia la mujer, el machismo, tiene carta de ciudadanía en determinados sectores de la Iglesia, como la tiene también por desgracia en la sociedad de la que formamos parte.

Suponemos que Christina Moreira hace pública su condición y práctica de cura porque lo ve como algo normal, porque entiende que puede ser un signo profético en bien de la Iglesia y de las mujeres, porque piensa que puede ayudar a que el debate se mantenga vivo a pesar de todo. Suponemos que estará dispuesta a poner las espaldas bajo los golpes que le van a caer encima, como le caen a quien a tales cosas se arriesga. Deseamos que pueda vivir todo esto sin afán ninguno de méritos y prestigios cristianamente anacrónicos. De nuestra parte reciba respeto, cierta admiración y agradecimiento y oración: que los golpes no la hundan, que los aplausos no la confundan. Y Dios dirá.

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Fuente Religión Digital

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Gustavo Gutiérrez: “El compromiso con el pobre no puede evitar la denuncia de las causas de la pobreza”

Lunes, 20 de febrero de 2017
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scannone-1gustavoEl Boston College acoge a los dos “inspiradores teóricos” de las reformas de Bergoglio

Scannone: “Francisco quiere que los pobres sean “no sólo protagonistas, sino también artesanos y hacedores de historia”

(José M. Vidal, Boston).- Juan Carlos Scannone (Buenos Aires, 1931) y Gustavo Gutiérrez (Lima, 1928) son los dos grandes patriarcas de los más de 50 teólogos reunidos en el I Encuentro Iberoamericano, que se está celebrando en el Boston College. El primero, es el líder de la Teología del Pueblo, la que dicen que sigue el Papa Francisco. El segundo, es el reconocido ‘padre’ de la Teología de la Liberación. Los dos son los inspiradores teóricos de las reformas de Bergoglio.

Por la mañana intervino al teólogo peruano, y había expectación por escucharlo. Por su pasado y por su presente. Porque sigue teniendo ideas geniales, expuestas de una forma directa y sencilla. Y con mucho sentido del humor, que le lleva a reírse incluso de sí mismo. “Me gustaría hablar de pie, pero ya sé que no hay mucha diferencia entre que lo haga de pié o sentado”, comenzó diciendo, en alusión a su corta estatura física.

Su charla, titulada La interpretación del pobre en un mundo globalizado a los 50 años del Concilio’, comenzó abordando el tema de la pobreza, que surge en los años 60, con la irrupción del pobre en la Teología y el interés de la reflexión teológica por abordar no sólo la pobreza, sino también sus causas.

A su juicio, con Pío X y Pío XII, “los pobres tenían que ser humildes, para recibir ayuda; y los ricos, generosos, para ayudar a los pobres”. Sólo con Juan XXIII se comenzó a hablar “de las causas de la pobreza”.

Gutiérrez sentó así las bases de su pensamiento: “La pobreza nunca es buena, nunca, porque siempre es muerte temprana e injusta y “el compromiso con el pobre no puede evitar la denuncia de las causas de la pobreza”. Porque, el “pobre es una ‘no persona’, un no considerado persona, un insignificante”. O como dice Hanna Arendt, “el pobre es aquel que no tiene derecho a tener derechos”. Por eso, la pobreza es un un “asunto teológico, que expresa la fractura de la creación”.

El proceso teológico de la Teología de la Liberación se basó, según Gutiérrez, en dos grandes temas: la salvación universal y la relación naturaleza-sobrenaturaleza. Porque, “para hacer teología hay que estar en contacto con la realidad”.

Y para explicarlo, Gutiérrez acudió a esta metáfora: “El mensaje cristiano es como carne congelada. Ahí está todo, pero no se puede comer. Hay que descongelarlo, es decir situarlo en la realidad actual”. Como el Papa, “que se sitúa a este nivel básico, en la frescura del Evangelio”.

Una teología asentada en la praxis. Y citó, para corroborarlo, a Simone Weil, “si quieres saber si una persona cree en Dios, no te fijes en lo que dice de Él, sino en lo que dice del mundo”.

Y una teología profundamente espiritual. “La espiritualidad es fundamental en el proceso teológico, porque es un estilo de vida y una manera de ser”, explicó. Por eso, la TL nunca va a morir, aunque los medios de comunicación “la mataron al año de nacer y la siguen matando a cada rato”. De ahí que, cuando a Gutiérrez le preguntan por la muerte de la TL, siempre dice: “A mí no me invitaron a su funeral y creo que tenía derecho a estar en él”.

En este proceso, fue el Vaticano II el que “abrió puertas, para seguir descongelando”, al igual que hizo la Conferencia de Medellín.

La TL lleva aparejado, según Gutiérrez, el martirio. Unas veces, físico, como el de Enrique Pereira Neto. Y otras, también físico, pero alargado en el tiempo, “haciendo la vida imposible a los teólogos de la liberación”. Por eso, “hubo mártires por Dios, por la Iglesia y por su pueblo”.

Una teología, la de la liberación, que lleva a la praxis y a plantearse, desde la realidad, “cómo decirle al pobre que Dios le ama, cuando su vida misma es la negación del amor”. Quizás, la única vía sea “ser solidarios con los pobres” y sobre todo, “ayudarles a ser sujetos de su destino”.

Por eso a Gutiérrez no le gustan los que se proclaman ‘la voz de los sin voz’, porque “nuestra meta es que los que no tienen voz la tengan. De ahí el componente de “las pastoral de la amistad” que tiene que haber en la reflexión teológica. “No hay auténtico compromiso con los pobres, si no somos sus amigos”. Y es que, como dijo en el turno de preguntas, “la teología no solo hay que estudiarla, sino y sobre todo, vivirla”.

“Una teología atravesada por la misericordia”

A continuación, intervino el economista peruano Umberto Ortiz, que demostró con datos, cifras y estadísticas que “el 29,2% de la población de Latinoamérica (175 millones) está por debajo del umbral de la pobreza, a lo que hay que sumarle los 70 millones que viven en la indigencia”.

Además, “Latinoamérica sigue siendo la región más desigual del mundo” y “los pobres son los más afectados por el cambio climático”, explicó el profesor.

La teóloga colombiana, Olga Consuelo Vélez, sacudió al auditorio con su ponencia, titulada ‘Las periferias geográficas y existenciales, desafíos para la Teología’. Tras denunciar “la persecución abierta a la teología de la liberación por algunos sectores de la institución eclesial”, reconoció que, a eso se unió, en los últimos años, “el desánimo y el cansancio de algunos teólogos y teólogas”.

Hasta que “vino un Papa del ‘fin del mundo’, cuyos gestos y palabras nos hicieron volver la mirada de nuevo hacia los pobres”, porque Francisco “coloca la opción preferencial por los pobres como categoría teológica y no meramente cultural”.

Se trata, según la teóloga de la Universidad Javeriana de Bogotá, de “desinstalarse, para salir a las periferias geográficas y existenciales”, lo cual exige una “conversión pastoral”. Y, para ello, los teólogos tienen que revisar el “‘desde dónde’ respondemos a las necesidades concretas que nos interpelan” y preguntarse: “¿Están los pobres del mundo en el centro de nuestra reflexión teológica?”

Para conseguirlo, Olga Consuelo Vélez apuesta por “una teología atravesada por la misericordia” y “una teología con sabor de actualidad”. Para concluir con esta afirmación: “Tal vez lo más importante de esta reflexión es preguntarnos si en este movimiento eclesial que estamos viviendo hoy con Francisco nos sentimos comprometidos y dispuestos a cambiar“.

En ese sentido, destacó que, por ejemplo, la teología de género es todavía un anexo en muchos centros universitarios, que siguen marcados por una cultura patriarcal y clerical”.

Por su parte, el teólogo jesuita también colombiano, Guillermo Sarasa abordó el tema de ‘Hablar de Dios en tiempos de globalización’, asegurando que la globalización ofrece oportunidades pero también riesgos, al tiempo que abogada por el anuncio explícito de Cristo en los centros universitarios católicos.

Los pobres, protagonistas y poetas

El primer ponente en intervenir por la tarde fue el jesuita Juan Carlos Scannone, uno de los ‘gurús’ de la Teología del Pueblo, que definió “como una corriente de la Teología de la Liberación”, y que centró su intervención en ‘La colaboración teológica con la pastoral del Papa Francisco’. Leer más…

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Los poderosos cultivan fundamentalismos

Sábado, 17 de diciembre de 2016
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061217-las-tres-religiones-culturas-alianza-de-civilizaciones-laicista-fundamentalismo“Fundamentalismo es la corriente religiosa o ideológica que promueve la interpretación literal de sus textos sagrados fundacionales, o la aplicación intransigente y estricta de una doctrina o práctica establecida” (Wikipedia). Se trata de una actitud vital contraria a cualquier cambio en las doctrinas y las prácticas que se consideran esenciales e inamovibles en un sistema ideológico, especialmente religioso.

Los fundamentalistas interpretan sus textos fundacionales (Biblia, Corán…) al pie de la letra, sin tener para nada en cuenta la cultura de las épocas en las que se escribieron los textos, su marco histórico, las evoluciones progresivas de los mensajes, ni los desafíos actuales de las ciencias.

Exigen ser gobernados por líderes infalibles y leyes inamovibles. Sólo así se sienten seguros. Los cambios les aterrorizan. Su verdad es la única y, por consiguiente, su militancia se concreta en amargos desprecios y crueles violencias.

Las grandes religiones monoteístas con mucha frecuencia han mantenido actitudes fundamentalistas. Todas en su historia están manchadas de despreciada sangre inocente. Y todos los dictadores se han aupado sobre ideologías fundamentalistas.

El fundamentalismo mantiene al pueblo idiotizado, sin posibilidad de construir nada nuevo. Es como una religión universal, intercultural, que permite y fomenta el mantenimiento de gobiernos religiosos y políticos dictatoriales, para que se mantenga todo fijo y único, sin posibilidad de cambios.

Las intuiciones de Rockefeller

En cuanto un sector del pueblo comienza a desprenderse de sus enfoques fundamentalistas, los grandes de la tierra se ponen muy nerviosos. El Concilio Vaticano II (1962-65) y su aterrizaje en Latinoamérica con los documentos Justicia y Paz de Medellín (1968) fomentaron un poderoso despertar del pueblo. La Biblia, por primera vez en manos de este pueblo creyente y oprimido, superados básicamente los fundamentalismos, potencializó fuertemente la concientización y organización popular.

En esta misma época, en 1968, el magnate Nelson Rockefeller, vicepresidente entonces de Estados Unidos, después de una gira por Latinoamérica informaba que la Iglesia Católica no era ya “un aliado seguro para Estados Unidos”. Cincuenta años antes el presidente Roosevelt había alertado que: “Será larga y difícil la absorción de estos países por Estados Unidos, mientras sean países católicos”.

Entre los campesinos paraguayos, y de algunos otros países, este despertar se concretó en las Ligas Agrarias Cristianas. En Latinoamérica en general fue cuajando en diversos tipos de Comunidades Eclesiales de Base. Y ello les asustó a Rockefeller y compañía. Según su visión este tipo de catolicismo era “un centro peligroso de revolución potencial”. No les agrada ver que la Iglesia Católica de entonces “educa a los pueblos, les da cultura, les hace pensar y les anuncia la inalienable dignidad de los hombres”. Por ello planificaron cómo reemplazar a los católicos latinoamericanos por “otro tipo de cristianos”.

Los documentos de Santa Fe

Son documentos de la CIA redactados en la ciudad de Santa Fe, capital del Estado de Nuevo México, entre los años 1980 y 2000, que planifican la proyección del poder global de Estados Unidos. Cada Documento venía a tener una vigencia de  4 ó 6 años. En mayo de 1980 se hizo “Santa Fe I” dirigido a Ronald Reagan. A finales de 2000 vio la luz “Santa Fe IV”.

Analizan concienzudamente la realidad económica, política y cultural de Latinoamérica, amenazada, según ellos, por una influencia creciente del comunismo, enmascarado en los nuevos tipos de católicos.

A pesar de que su contenido es esencialmente económico-político, les preocupa el factor religioso, especialmente las nuevas vivencias de la Iglesia Católica.

El documento de 1980 advierte que la presencia de determinadas tendencias en la Iglesia Católica y algunos textos de las conferencias episcopales latinoamericanas eran peligrosos para la política exterior de Estados Unidos.

El cuarto, en el 2000, pide “combatir por todos los medios a la Teología de la Liberación y controlar los medios de comunicación de masas…”

Para ello, recomiendan la promoción de sectas fundamentalistas desencarnadas de la realidad: neo-pentecostales, mormones, Testigos de Jehová y aun la secta Moon. El presidente Nixon apoyó el proyecto totalmente. Y el Congreso financia un creciente envío de misioneros fundamentalistas, especialmente mormones, que han llenado el continente de capillas de línea espiritualista, enemigas de todo tipo de compromiso socio-político.

Reacciones vaticanas

Los medios de comunicación –los de los poderosos- desarrollaron una fuerte campaña de desprestigio y demonización de la Teología de la Liberación, y de los teólogos y obispos que la desarrollaban. Y, por supuesto, de las organizaciones populares que la vivían. Se les acusaba de infiltración marxista, de ingenuos idiotas útiles o directamente de comunistas infiltrados en la Iglesia… La insidiosa campaña, bien orquestada, fue produciendo desconfianzas, recelos, distanciamientos de las autoridades eclesiásticas… Y dolorosos desconciertos entre el pueblo.
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Los ultraconservadores acusan al arzobispo de Belo Horizonte, Walmor Oliveira de Azevedo, de “difundir la ideología de género”

Martes, 13 de diciembre de 2016
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dom-walmor-opiniao-do-leitor-22-05-14El texto del ‘proyecto evangelizador’ se basa y se inspira en la ‘Amoris Laetitia’

(Mauro Lopes, corresponsal en Río).- Las directrices sobre la familia contenidas en el Proyecto de Evangelización / Anuncio de la Palabra – Directrices de la acción evangelizadora de la Arquidiócesis de Belo Horizonte (2017-2020), publicado el jueves (8) durante la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, despertaron la furia de los sectores ultraconservadores catolicos, que comenzaron una campaña contra el arzobispo dom Walmor Oliveira de Azevedo, acusándolo de “difundir la ideología de género”.

El texto de la Arquidiócesis es una expresión avanzada de la familia a partir del Sínodo de 2014/2015 y claramente inspirado en la exhortación post-sinodal Amoris Laetitia del Papa Francisco. Los pasajes acerca de la familia que están movilizando a las webs ultraconservadoras, como ‘Infocatolica’ y ‘Fratres in unum‘ (de Brasil) son:

“El matrimonio, en el que las mujeres y los hombres buscan, según la gracia de Dios, corresponder a las profundidades de su vocación, tiene valor para la Iglesia y para la sociedad, y no restringe el conocimiento de la existencia de otras configuraciones familiares, derivadas de situaciones sociais, culturais, económicas y religiosas diversas. Es comprensible, entonces, que la familia es la unión de las personas en la conciencia de amor “cuya fuerza […] radica principalmente en su capacidad de amar y enseñar a amar” (cf. Francisco, Amoris Laetitia, n.53), constituyendo un núcleo fundamental de las sociedades. Como Iglesia doméstica, la familia necesita ser valorada constantemente en sus peculiaridades y las pluralidades que enriquecen la Iglesia. Por lo tanto, debemos :

a) Valorar, con el compromiso evangélico y pastoral, el potencial humano para formar y vivir en una familia, dándose cuenta de la institución familiar como el primer lugar para la experiencia de la evangelización y el despertar de la fe;

b) Promover acciones pastorales capazes de dialogar y acojer a todas las familias, en sus diferentes configuraciones, con respeto y cuidado, por lo que se sientan pertenecer de hecho a la comunidad que se constroyen en su testimonio de amor. Hay que tener cuidado para que esta perspectiva incluya también parejas de nuevas uniones, las parejas de hecho y non casadas en la Iglesia, los divorciados, que se ofresca a todas aquellas familias un servicio cualificado de acogida. Presta atención a que, en ese mismo horizonte, las personas sean acompañadas en sus diferentes identidades sexuales (gays, transexuales, lesbianas, travestis, transexuales y bisexuales)”.

De acuerdo con los redactores de los sitios rigoristas, estas declaraciones “adoptan la perspectiva de la llamada ideología de género”. Además, afirman ellos, que el texto de Belo Horizonte, “al definir a la família como simple unión de personas en el amor y omitir que surge de la unión de conyugal de un hombre y una mujer el documento apunta a una interpretación mucho más amplia de la institución familiar y la relativiza”.

Más grande fue el escándalo del site por el hecho de que el documento incorpora el concepto de “identidad sexual” y admite la existencia de las personas trans y aún más, la posibilidad de que se tiene derecho a un nombre social: “Exactamente uno de los aspectos esenciales de la ideologia de género, que lleva incluso a reivindicar el reconocimiento de un ‘nombre social'”.

El sitio Fratres in Unum de Brazil fue aún más agresivo: “Bueno, la Arquidiócesis de Belo Horizonte, por cierto, parece que decidieron adherirse abiertamente a la ideología de género. ¿Mera ignorancia o pura malicia? Parece que esto último es cierto, por que no es de hoy, ni todavia por casualidad, pero con todo el conocimiento de los hechos “.

A partir de ahí, el redactor despachó fuertes ataques contra don Walmor y el rector de la Universidad Catolica de Minas Gerais, dom Joaquim Mol. El artículo concluye instando a sus lectores a una campaña contra el arzobispo y la Arquidiócesis, con solicitudes de acciónes direccionadas a: Nunciatura Apostólica, la Secretaria de Estado de la Santa Sede, Congregación para la Doctrina de la Fe, la Congregación para el Clero y hasta la Signatura Apostólica.

En una declaración acerca de la campaña de los dos sites, la Arquidiócesis dijo que los dos falsean el significado del texto de las Directrices y señaló que “en comunión con la Iglesia, la Arquidiócesis de Belo Horizonte comparte la convicción de que el matrimonio es la unión entre el hombre y la mujer al ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret. Al mismo tiempo, ya que orienta Francisco, busca acoger y realizar un seguimiento, sin exclusiones y juicios, dando testimonio de la misericordia de Dios, para que todos puedan ver”.

El texto de las Directrices es una fuerte manifestación de la renovación experimentada por la Iglesia con Francisco. En ellas, la Arquidiócesis dijo que su gobierno debe estar marcada por la “colegialidad”, una traducción local de la apelación de Francisco al espíritu de “sinodalidad”, superando la estructura piramidal que ha marcado a la Iglesia durante siglos.

Por otra parte, los autores de las Directrices indican un desacuerdo radical con toda la concepción de la Iglesia defendida y practicada por los conservadores :

“Este nuevo paradigma pastoral y evangelizador, en primer lugar, deberá ser desarrollado en los pilares de la eclesiología del Vaticano II. El Concilio desarrolló la comprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios que habla a la sociedad moderna, es servidora de la humanidad, especialmente los más pobres, lejos del eclesiocentrismo medieval, el clericalismo y la romanización del catolicismo tridentino, asumiendo así una eclesiología de comunión”.

El Vicario Episcopal de Acción Pastoral, Padre Aureo Nogueira de Freitas, dijo em la introducción del documento que sus referencias de preparación fueran, desde la perspectiva del pontificado de Francisco, el Concilio Vaticano II, la Conferencia de Aparecida y la “tradición liberadora latino-americana”.

Las Directrices de la Arquidiócesis de Belo Horizonte son resultado de la 5ª Asamblea del Pueblo de Dios, que tuvo lugar entre el 13 de diciembre de 2015 y 20 de noviembre de 2016, en paralelo a lo Jubileo de la Misericordia y movilizó a miles de fieles en las parroquias, pastorales, comunidades y movimientos de la capital de Minas Gerais.

En la convocatoria de la Asamblea, que se celebra cada cuatro años en Belo Horizonte, dom Walmor anunció que ella iba a suceder como resultado de la interpelación del Papa de “por uma ‘Iglesia em salida’, en misión, profética y compasiva”

Las recomendaciones y sugerencias de cientos de reuniones se han consolidado en la Asamblea Arquidiocesana, que votó las Directrices el 15 de octubre. Se contó con la presencia del arzobispo y obispos auxiliares, vicarios, dos laicos de cada parroquia (elegidos de entre los miembros del Consejo Pastoral de la Parroquia), coordinadores pastorales y otros invitados, un total de más de 100 personas.

Para leer el texto en portugués, pinche aquí

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Juan Pablo I, 32 días y una noche

Viernes, 26 de agosto de 2016
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luciani“Luciani se iba a tomar en serio el Vaticano II”

“La Iglesia tendría que plantearse seriamente la posibilidad de la autopsia, o de hacerla pública”

(José Luis Ferrando).- El largo pontificado de Juan Pablo II no ha podido con la memoria del Papa Juan Pablo I. A pesar de su brevedad, el recuerdo de su personalidad permanece en la mente de muchos hombres y mujeres.

Elegido el 26 de agosto de 1978, moría en extrañas circunstancias 33 días después. En pocos días supo transmitir una aire nuevo a la Iglesia. Sus escritos e intervenciones apuntaban, sin duda a un camino de renovación profunda. La impresión era que Albino Luciani se iba a tomar en serio el Concilio Vaticano II. En septiembre se cumplirán 38 años de su misteriosa muerte. De acuerdo con el comunicado oficial de la Santa Sede, falleció de un infarto de miocardio agudo. Sin embargo, las contradicciones, testimonios forzados, silencios y desmentidos en torno a este acontecimiento, que la Curia zanjó en su momento de manera definitiva, son absolutamente incontestables. Son pocos los que piensan que esa noche las cosas se sucedieron de forma natural…

Unos pocos años, después de estos hechos, cenando en el hotel Notre Dame de Jerusalén con un cardenal francés jubilado, ya fallecido, le pregunté a bocajarro: ¿Es posible que el Papa haya podido ser asesinado? Mi interlocutor mi miró fijamente y me dijo: en Roma todo es posible. Y añadió: “eres jóven, lee la historia de los Papas”. Sin duda, este hombre culto me reenviaba, precisamente a un periodo particularmente tétrico, que justifica ampliamente la denominación de «edad oscura» aplicada indiscriminadamente a todo el medioevo por la Ilustración. El cardenal Baronio, en sus famosos Anales, llamó a esta época «saeculum ferreum» (el Siglo de Hierro). La mayor parte de asesinatos de Papas corresponde precisamente a este tiempo, marcado por los manejos políticos de dos poderosas familias emparentadas: los Albericos o Tusculanos y los Crescencios. Estas familias y, particularmente sus mujeres, se erigieron en árbitros de Roma y de sus Pontífices. No ha habido, gracias a Dios, nada equiparable a esta nefasta etapa en la historia de los Papas. Muchos Pontífices en este período murieron envenenados por sus familiares, coperos o servidores más cercanos. Otros estrangulados u otras muertes más horribles y sofisticadas. En resumen, la violencia ha penetrado muchas veces los muros de San Pedro.

La lista de asesinatos, gracias a Dios, se cierra en una época ya lejana, pero pudo haber sido reabierta en al menos un par de ocasiones. La primera, durante el viaje de Pablo VI por Asia y Oceanía en noviembre y diciembre de 1970. En la escala de Manila, en las Filipinas, se le acercó un loco que logró asestarle una puñalada por la espalda, antes de que fuera reducido por el corpulento monseñor Paul Marcinkus, que acompañaba al Papa en sus periplos. La segunda ocasión en que en los tiempos recientes se ha intentado acabar con la vida de un Papa fue en 1981, cuando el terrorista turco Ali Agca, disparó en plena plaza de San Pedro a Juan Pablo II. No consta de otros Pontífices que muriesen asesinados. Evidentemente, en estos dos casos, nos referimos a intentos de asesinato desde instancias exteriores a la Iglesia. No es el caso de Juan Pablo I, ya que difícilmente, desde el exterior alguien hubiera podido penetrar en los Palacios Apostólicos para perpetrar un crimen.

Por eso: ¿Qué pasó aquella tarde-noche misteriosa? ¿Qué razones había para elim inarle, si ese fue el caso? ¿Qué reformas, que no interesaban a algunos, estaba planteando? De este tema hay mucha literatura, pero han pasado varios años y las incógnitas permanecen. Probablemente, la Iglesia tendría que plantearse seriamente la posibilidad de la autopsia. O de hacer pública, la que algunos afirman que se hizo, a no ser que fuera destruída inmediatamente, por que no interesaba. Así de sencillo. No creo que esta práctica médica afecte a la “santidad” del cuerpo papal, pero si puede ser una medida de seguridad adicional de cara al presente y al futuro. Igual que en épocas recientes han desaparecido papeles de la mesa Papal, pueden suceder otras cosas. La tentación está siempre presente. Esperemos que algún día, del mismo modo que se examinan los cuerpos años después para cuestiones relacionadas con beatificaciones y santificaciones, se pudiera hacer lo mismo para clarificar los enigmas de la muerte de este Papa de la sonrisa. La Iglesia le debe una explicación y una clarificación al mundo, o al menos a los cristianos, a los que este Pontífice despertó a la esperanza y a la alegría.

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Guido Pozzo: la Fraternidad de San Pío X “ha aceptado” la proposición de una Prelatura Personal

Lunes, 15 de agosto de 2016
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lefebvrianos

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La puntilla definitiva al Concilio Vaticano II… Si estos fanáticos integristas vuelven a la Iglesia Católica, está claro que otros tendrán que irse…

A costa de la relativización de algunos documentos del Vaticano II

La oferta de esta estructura canónica “es un gran voto de confianza hacia la FSSPX”

(Cameron Doody).- El superior de la cismática y ultraconservadora Fraternidad de San Pío X (FSSPX), Bernard Fellay, “ha aceptado” la oferta del Vaticano de que este grupo se reconcilie con la Iglesia de Roma bajo la figura de una Prelatura Personal, si bien, para que dicha proposición se haga efectiva, “hay todavía detalles que aclarar”.

Esto es lo que ha revelado esta semana el encargado del Vaticano de las negociaciones con los lefebvrianos -el secretario de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, monseñor Guido Pozzo-, quien además ha explicado que “el núcleo de la discusión” que aún está pendiente “es la cuestión de en qué medida los textos del Vaticano II están en continuidad con el Magisterio constante de la Iglesia”.

Como explicó el arzobispo Pozzo al periódico alemán Die Zeit, el grupo ultra aún tiene “dificultades” con la declaración Nostra Aetate, el decreto Unitatis Redintegratio y la declaración Dignitatis Humanae -documentos todos del Vaticano II- además de “cuestiones respecto a las relaciones del cristianismo con la modernidad”.

Con sus declaraciones, el prelado no revelaba ninguna novedad que no se supiera ya. Lo que sí causa cierto asombro, no obstante, es su afirmación de que los documentos con los que la Iglesia ha concretado su aggiornamento o “actualización” a las realidades del mundo moderno no contienen “dogmas o declaraciones definitivas”.

Al contrario. Según sostiene el arzobispo, la postura que los padres del Vaticano II adoptaron respecto a las relaciones de la Iglesia católica con las otras Iglesias, las otras religiones y el Estado son discutibles, y clarificables, respecto al “reconocimiento canónico” o “grado de aceptación” que requieren, tanto por parte de los miembros de la FSSPX como por la de los católicos que ya están en comunión con Roma.

Como muestra de este proyecto de relativización de la importancia del Concilio Vaticano II -que, en la versión del arzobispo Pozzo, habrá formado parte de las negociaciones de Roma con el grupo ultratradicionalista de la FSSPX- el prelado ha rechazado la interpretación que otorgue a la declaración Nostra Aetate cualquier importancia más allá de la de una colección de “normas prácticas y pastorales”.

Dicha declaración “no tiene ninguna autoridad dogmática, y como tal nadie puede exigir que uno la reconozca como dogmática”. Es más, “esta declaración solo puede entenderse a la luz de la tradición y del Magisterio continuo”, lo cual viene a decir que cualquier lectura de dicha declaración que sostenga que “hay un camino salvífico independiente de Cristo y su Iglesia … es totalmente infundada y tiene que ser rechazada“.

En la opinión del secretario de Ecclesia Dei, tal renuncia, en la Iglesia de hoy, a la doctrina de extra ecclesiam nulla salus“fuera de la Iglesia no hay salvación”– es fruto de un efímero “Espíritu del Concilio” que, además de haber causado mucha “confusión e inseguridad”, sería el culpable directo de que aún no haya unidad entre la Iglesia de Roma y la Fraternidad de San Pío X.

Este “espíritu” de apertura -al cual, cabe señalar, se deben las reformas de la Iglesia católica durante los últimos cincuenta años- no es, para el arzobispo Pozzo, nada más que un zeitgeist“el espíritu de la época”– que, además de haber instrumentalizado, deformado o recortado los mensajes del Concilio y de los papas, “no tiene nada que ver con la Tradición de la Iglesia”.

Y es en este sentido -en el giro necesario hacia que el Vaticano II se deje de interpretar como “un súper dogma pastoral, sino parte de la totalidad de la Tradición y el magisterio constante”- que las discusiones con los lefebvrianos, para Pozzo, están siendo especialmente fructíferas.

La otra faceta del diseño del arzobispo Pozzo para la posible reconciliación de la FSSPX con la Iglesia de Roma es, si cabe, aún más preocupante. El acercamiento a los lefebvrianos habrá pasado, por lo que el prelado ha revelado esta semana a Die Zeit, por una redefinición de los que son “realmente los requisitos esenciales para ser católico”, y eso desde una hermenéutica del “fondo decisivo de la Tradición continua”.

“Nosotros estamos de acuerdo con la Fraternidad”, dice el monseñor Pozzo, “en el principio de que el concilio [Vaticano II] sólo puede ser comprendido con exactitud en el contexto de la totalidad de la Tradición y del Magisterio perenne”. Pero es discutible que las reformas del Vaticano II hacia el diálogo con, y aprecio de, las otras religiones, las otras Iglesias y las sociedades ideológicamente plurales deban ser consideradas como “innovaciones” a la “fe auténtica”, o como “adaptaciones” al espíritu de los tiempos -y por tanto, y según el arzobispo Pozzo, inadmisibles bajo la “hermenéutica de continuidad”- o como un desarrollo natural del depositum fidei.

Pozzo cita al Secretario del Concilio, el cardenal Pericle Felici, y al entonces Secretario del Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el arzobispo Johannes Willebrands, en el intento de rebajar la importancia de Nostra Aetate y los otros documentos “pastorales”y no dogmáticos“- del Concilio.

“Cuando el Papa [Francisco] me nombró de nuevo como Secretario de la Comisión Ecclesia Dei”, también revela Pozzo al semanario alemán, “me instó a dialogar con paciencia, determinación y sin prisa”. De ahí los criterios impuestos por el pontífice -junto con las “relaciones personales” necesarias “para crear un clima de confianza”, y la involucración “en la evangelización y el trabajo caritativo”– por los que habrá que evaluar cualquier futuro acuerdo definitivo con la FSSPX.

“El estilo y la disposición concreta de Francisco ayudan a lograr la unidad entre las personas no sólo para pensar, sino también para aprender”, afirma el arzobispo Pozzo. Es esta insistencia del Papa Bergoglio en la pastoral, la misericordia y la transformación a través del encuentro el que será el único criterio para juzgar hasta qué punto la discusión con los lefebvrianos ha sido “enriquecedora para toda la Iglesia”, como Pozzo pretende que sea.

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La misericordia, ¿un acto político?

Martes, 7 de junio de 2016
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RV8391_ArticoloJosep M. Rambla Blanch. Hace unos meses el papa Francisco inició el Jubileo de la Misericordia, para ayudarnos a vivir la misericordia, la que todo el mundo necesita recibir de parte de Dios, pero también la que debemos practicar para con tanta gente abrumada por el sufrimiento.

Sin embargo, hay palabras traidoras. Palabras que quieren significar cosas buenas, pero sólo oírlas ya suenan mal a los oídos, al menos a algunos oídos. Una de esas es la misericordia. Y no hay que recurrir a las burlas de Nietzsche para constatarlo. Al oír la palabra misericordia muchas personas piensan en sentimentalismo barato, obras de caridad para rehuir la justicia, ayuda a las personas sin pensar en las causas que las hacen sufrir… Un maleficio, una palabra importante, pero engañosa, porque no quiere significar otra cosa que el sentimiento personal profundo por el sufrimiento de los demás, un sentimiento que mueve a la acción sincera y generosa para aliviar este sufrimiento… Corazón y miseria componen las dos partes de esta palabra: un corazón que siente la miseria o sufrimiento de los demás…

La misericordia es pues un sentimiento profundo y dinámico, que no permite que quien lo siente se quede inmóvil o pasivo ante tanto sufrimiento que hay en la humanidad. Es el alma de la solidaridad, de la acción social, del compromiso por la justicia… Por un lado, la compasión es propiamente la actitud permanente que se da en cualquier situación, siempre que hay fraternidad y amor, y por otra parte, la misericordia es la compasión hacia la persona que sufre. Una actitud profunda, una conmoción del corazón, que conduce a los actos de solidaridad…

La fe en un Dios que ama al mundo y por eso es misericordioso

El Dios bíblico es un Dios con sentimientos, que se alegra de haber hecho el mundo y de haber creado al Hombre. “Vio que todo era muy bueno” (Gen 1,31). Pero, más adelante, el relato fundante del Sinaí nos presenta un Dios que, porque ama, siente el sufrimiento del pueblo oprimido, lo quiere liberar y cuenta con Moisés como líder de esta liberación (Ex 3, 7-10). En el AT, a pesar de episodios de la historia del pueblo donde parece que Dios presenta un rostro un poco adusto, y que hay que interpretarlos en el conjunto de la historia de salvación, la constante es que Dios es “compasivo y benigno” (Salmo 103), “su misericordia es eterna” (Salmo 136).

Jesús viene a llevar a la cumbre esta trayectoria de la revelación de Dios. Su vida y su acción revelan al “Padre misericordioso” (Lc 6, 36). Él mismo se manifiesta como el hombre poseído por el Espíritu enviado a liberar todo tipo de esclavitudes y a anunciar una buena noticia a los pobres anunciando un mundo nuevo (Lc 4, 16-21). Este hombre espiritual resulta desconcertante, porque relativiza costumbres, ritos y prácticas religiosas, incluso el Templo, y se relaciona con gente pobre y de mala reputación. Y cuando, movido por este desconcierto, Juan envía a sus discípulos a preguntarle si es él el que espera todo el pueblo, Jesús les responde con este signo de identidad de su misión: curar enfermos, hacer andar cojos, resucitar muertos y anunciar una buena noticia a los pobres (cf. Mt 11, 2-6). Porque, ante las necesidades y sufrimientos de los demás, a Jesús “se le removían las entrañas, es decir, el sufrimiento de los otros le conmovía.

El “principio-misericordia”

De acuerdo con toda esta visión de la tradición del AT y del NT, hace ya más de veinticinco años Jon Sobrino formuló el “principio-misericordia”, inspirándose en la expresión de Ernst Bloch, el “principio-esperanza”. Porque la misericordia es lo que mueve toda la acción de Dios en el AT y de Jesús en el NT. Jesús hace muchas cosas y en muchos lugares (enseña, cura, denuncia, alimenta, dialoga, etc.), pero la misericordia es lo que inspira y mueve todo en su vida y acción. Siente a fondo el sufrimiento de la gente, antes que ocuparse del pecado se preocupa de aliviar su dolor. Un hecho, sin embargo, hay que remarcar, que Jesús no se limita a la esfera de lo privado, sino que extiende la misericordia a dimensiones colectivas y públicas: reparte el alimento a una multitud, interpela a los ricos, predica a las masas y las alienta, denuncia los abusos de las autoridades religiosas y políticas, se enfrenta a los manipuladores de la religión del Templo…

La misericordia política

Este principio-misericordia es, pues, lo que ha de iluminar y conducir la vida de los seguidores de Jesús, y de la Iglesia como comunidad. Es lo que el Vaticano II marcó como orientación de la Iglesia del futuro, una Iglesia samaritana, una Iglesia de la misericordia. Una misericordia que abarca las relaciones más inmediatas y cercanas de las personas, pero que tiene que hacer frente también al ámbito estructural del mal y de la injusticia. Nos lo recuerda el papa Francisco: “La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder con todas sus fuerzas” (Evangelii Gaudium 188). Esta sería la gran eficacia de nuestra solidaridad y compromiso por un mundo más fraterno y justo: ser personas, comunidades y grupos marcados por una pasión, la del sufrimiento de los demás. Imaginemos qué pasaría si en los ayuntamientos, en los parlamentos, en el Consejo de Seguridad de la ONU, en el Banco Mundial o el FMI hubiera la mitad de las personas con el virus de la misericordia… Precisamente el papa Francisco, al convocar el Año de la Misericordia 2016, llama a la conversión a los que cometen actos criminales a menudo movidos por la codicia, a las personas que adoran el dinero y causan un mundo injusto, a las que navegan en medio de la corrupción… Y los llama a experimentar la misericordia de Dios, que si la acogen los transformará en misericordiosos. Si el principio-misericordia fuera el motor de nuestra sociedad, se confirmaría que “la misericordia es un acto político” (Louis Lebrêt).

Misericordia con humildad y con alegría

No seamos ingenuos, no miremos la sociedad desde fuera, como si los males sólo vinieran de los demás. Como aquel fariseo de la parábola que juzgaba a todos y él se sentía reconfortado con sus prácticas y ritos religiosos. El evangelio nos dice que al final de la historia “todo el mundo” será juzgado no por el mal que ha hecho, sino por el bien que ha dejado de hacer, por la falta de misericordia… “Tenía hambre…, tenía sed…, era forastero…, estaba desnudo…, enfermo y en la cárcel…, y no me hicisteis caso” (Mt 25, 31-46). Un reconocimiento leal de lo que no hacemos y podríamos hacer para cambiar las cosas, por nuestras complicidades y silencios, por nuestras pasividades ante la injusticia, sería una excelente colaboración a la sociedad del cambio, a una nueva sociedad. Y, por ello, el Papa habla a los cristianos de la renovación del sacramento de la reconciliación, que puede ser un momento de reconocimiento sincero de nuestra poca misericordia, que nos abra a la misericordia de Dios, nos empuje a una verdadera y generosa solidaridad y nos haga probar la bienaventuranza de “felices los misericordiosos” (Mt 5, 7).

Por eso, este tiempo que el papa Francisco ha querido poner bajo el signo de la misericordia, podría ser también el tiempo de la recuperación de una verdadera alegría, la de las personas que acogen la misericordia de Dios abriéndose a la vez a la búsqueda de la justicia y al trabajo de la paz. No creo que muchos lleguemos a alcanzar el nivel de Etty Hillesum, que en medio de un campo de concentración, sufriendo, rebelándose y luchando, aún podía exclamar: “la vida es bella”. Pero sí podemos “practicar misericordia con alegría”, como recomendaba san Pablo (Rom 12, 8). Tal vez haremos realidad, aunque sea un poco, el sueño del profeta: “Libera a los que han sido encarcelados injustamente… deja libres a los oprimidos… comparte tu pan con el hambriento, acoge en tu casa a los pobres vagabundos, viste al que va desnudo. ¡No los rehúyas, que son hermanos tuyos! Entonces brillará como el alba tu luz y tus heridas se cerrarán en un momento… Entonces tu luz se alzará en la oscuridad, tu atardecer será claro como el mediodía… Serás como un huerto empapado de agua, como una fuente que nunca cesa” (Is 58, 6-11).

Fuente Cristianismo y Justicia

Imagen extraída de: Radio Vaticano

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Francisco podría conceder una Prelatura Personal o un Ordinariato a los lefebvrianos

Miércoles, 4 de mayo de 2016
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fellay1_560x280El Papa impondría tres requisitos previos genéricos a la Fraternidad San Pío X

Fellay, que se reunió con Bergoglio hace semanas, dijo que “Amoris Laetitia nos hace llorar”

En una decisión que si se concreta causará desconcierto y críticas en el mundo católico, el Papa Francisco estaría por ofrecer a los ex cismáticos tradicionalistas del arzobispo francés Marcel Lefebvre, fallecido en 1991, un estatuto canónico regular dentro de la Iglesia.

Según información coincidente de fuentes periodísticas internacionales y de la misma Fraternidad San Pío X, con base en Econe, Suiza, que Lefebvre fundó en 1970, el pontífice argentino impondría tres requisitos previos genéricos, que a los ultramontanos no crean problemas doctrinarios, para acogerlos en “una estructura eclesiástica apropiada”, como reclaman los tradicionalistas. Esa estructura sería una prelatura personal, como el Opus Dei, o un ordinariato, como el que rige para los anglicanos tradicionalistas que abandonaron la Iglesia de Inglaterra cuando ésta aceptó la ordenación sacerdotal de mujeres.

A diferencia de los papas anteriores (Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI), que exigieron a la comunidad lefebvriana como paso previo a cualquier negociación que aceptaran los documentos del Concilio Vaticano II, el magisterio de los últimos pontífices y la histórica reforma de la misa en el posconcilio, Jorge Bergoglio abandonaría esta posición y, afirmando su línea de una Iglesia inclusiva, aceptaría que estos temas fundamentales sean objeto “de discusión y aclaraciones” posteriores. Esto lo dijo monseñor Guido Pozzo, secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, responsable de los coloquios doctrinales con la Fraternidad San Pío X.

Monseñor Pozzo en los últimos años ha proseguido los contactos con los ultraconservadores lefebvrianos y afirmó que “se ha llegado a una importante elucidación: el Concilio Vaticano II puede ser adecuadamente comprendido solo en el contexto de la plena tradición de la Iglesia y su contante magisterio”. Una conclusión más bien abstracta.

Entre los lefebvrianos circula un documento desde el 19 de febrero que tras enumerar los avances logrados, la vocación de mantener bien altas las banderas de la tradición católica y las enseñanzas de monseñor Lefebvre, afirma que “ha llegado el tiempo para normalizar la situación de la sociedad” con Roma.

En el documento se señala que la iglesia “sigue sangrando por mil heridas”, lo que representa un aviso de que “no nos callaremos“.

A principios de este mes, el sucesor de Marcel Lefebvre al frente de la comunidad de Econe, el también monseñor francés Bernard Fellay, se encontró en el Vaticano con Francisco. Unos días después Fellay dijo que el coloquio “sirvió para saldar las relaciones entre la fraternidad y la Sede Apostólica”. “Fue una alegría”, agregó el líder de los lefebvrianos.

En cuanto a la exhortación apostólica “Alegría del Amor“, que el papa firmó como la conclusión del doble sínodo de la familia, Fellay dijo que “nos hace llorar”, un comentario tajante para poner distancia con las posiciones de Bergoglio.

El Papa argentino dio un paso importante para esta reconciliación, que muchos consideran prácticamente imposible, con una decisión espectacular: las confesiones que los fieles hagan ante un sacerdote lefebvriano son totalmente válidas. Jorge Bergoglio lo justificó en el ámbito del año jubilar de la misericordia, que concluirá el 8 de noviembre.

Según monseñor Fellay, el Papa Francisco es “inclasificable y aunque para los lefebvrianos muchas decisiones del actual pontífice son “horribles”, el sucesor de monseñor Lefebvre recordó que cuando Bergoglio era el cardenal de Buenos Aires ayudó a la comunidad, que tenía dificultades con los permisos de estadía. En la Argentina está una de las comunidades más importantes de los lefebvrianos y Bergoglio cree que la reconciliación es posible porque “todos somos católicos.

Lefebvre fue suspendido “a divinis” por Pablo VI después que ordenó sacerdotes sin permiso de Roma. En 1988, tras duras y casi desesperadas negociaciones, Juan Pablo II fulminó con la excomunión a Lefebvre y otro obispo brasileño que consagraron a cuatro episcopales, también excomulgados, de la comunidad. Entre ellos estaban Fellay, el actual líder, y el londinense Richard Williamson.

En enero de 2009, el papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, que había luchado tanto para evitar el cisma lefebvriano, levantó la excomunión a los cuatro obispos consagrados por Lefebvre.

Esta decisión causó el estallido de un escándalo de tan vastas proporciones que puede considerárselo como una de las causas que llevaron a Ratzinger, en febrero de 2013, a una histórica renuncia como Papa Benedicto XVI, que cambió para siempre el perfil del pontificado.

Williamson era director del seminario lefebvriano de La Reja, un suburbio de Buenos Aires. El gobierno de Cristina Fernández lo expulsó del país después que Williamson reiteró ante la televisión pública sueca su convicción pronazi de que “ningún judío murió en las cámaras de gas” de los campos de exterminio de Hitler.

Extremista entre los extremistas, monseñor Williamson pasó de excomulgado a suspendido “a divinis” por la decisión de Benedicto XVI, pero entabló una dura controversia con la comunidad lefebvriana, oponiéndose a cualquier negociación para volver a la comunión con el Papa de Roma. Finalmente fue expulsado con gran alivio por la Fraternidad de San Pío X, quitando así un escollo formidable a las largas negociaciones con el Vaticano.

En marzo del año pasado, Williamson recuperó la condición de excomulgado, por segunda vez, cuando en un monasterio benedictino cerca de Río de Janeiro consagró obispo al padre Jean-Michel Faure, que como él se oponía a cualquier arreglo con el Vaticano. Faure, también excomulgado, se había alejado voluntariamente de la comunidad lefebvriana.

(Valores/Clarin)

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Carta del Papa Francisco a Hans Küng

Domingo, 1 de mayo de 2016
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franciscung_560x280Hans Küng: “El Papa corresponde a mi deseo de abrir un debate libre sobre la infalibilidad”

Francisco responde al teólogo suizo, a quien llama “querido hermano”

“No quiere seguir siendo el único portavoz de la Iglesia (…). No fija limitación alguna”

(J. Bastante).- El Papa corresponde a mi deseo de abrir un debate libre sobre el dogma de la infalibilidad. El teólogo suizo, Hans Küng, anuncia, en las páginas de El País, que Francisco ha respondido a su “llamamiento” para poder analizar esta cuestión en el seno de la Iglesia.

El día 9 de marzo de 2016 se publicó en importantes periódicos de diferentes países mi Llamamiento al papa Francisco rogándole que hiciera posible un debate abierto, imparcial y libre de prejuicios sobre la cuestión de la infalibilidad.“Me alegró mucho recibir, inmediatamente después de Pascua y a través de la nunciatura de Berlín, una respuesta personal del papa Francisco fechada el Domingo de Ramos (20 de marzo)”, escribe Küng, que agradece al Pontífice “que no me dejara con mi Llamamiento, por decirlo de alguna manera, suspendido en el vacío”; que “fuera él mismo quien respondiera, y no su secretario privado o el cardenal secretario de Estado”; y que “resaltase el carácter fraternal de su carta en español mediante el uso del encabezamiento en cursiva y en alemán “lieber Mitbruder” (“querido hermano”)“.

En opinión de Küng (que no publica la carta de respuesta papal), Francisco valoró “altamente las reflexiones que me habían conducido a publicar el volumen 5 [de mis obras completas], dedicado a la infalibilidad, en el que propongo debatir teológicamente las diferentes cuestiones en torno a este dogma a la luz de la sagrada Escritura y de la Tradición”.

“El papa Francisco no fija limitación alguna. De esta forma, corresponde a mi deseo de abrir un debate libre sobre el dogma de la infalibilidad”, subraya Hans Küng, quien concluye que “este nuevo espacio de libertad debe ser aprovechado para avanzar en el esclarecimiento de las declaraciones dogmáticas controvertidas en la Iglesia católica y la ecúmene”.

“No podía yo imaginar entonces el gran espacio de libertad que, pocos días después, abriría el papa Francisco en su exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, añade el teólogo suizo, quien subraya cómo el Papa “no quiere seguir siendo el único portavoz de la Iglesia. Este es el nuevo espíritu que siempre esperé del Magisterio. Estoy convencido de que, por fin, también el dogma de la infalibilidad, una cuestión fundamental y decisiva de la Iglesia católica, se podrá debatir con espíritu libre, abierto y alejado de todo prejuicio”.

“Estoy profundamente agradecido al papa Francisco por ofrecernos esta posibilidad. Mi agradecimiento se une a la expectativa de que los obispos, teólogas y teólogos hagan suyo sin reservas este espíritu y colaboren en la tarea de esclarecer el dogma de la infalibilidad en el espíritu de la Escritura y de la gran Tradición eclesial“, finaliza.

Fuente El País, vía Religión Digital

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“Los obispos tienen mucha culpa de la relajación litúrgica de los fieles en la celebración de la Vigilia de Pascua”, por Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Domingo, 24 de abril de 2016
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2011-04-23_vigilia_pascual_4Leído en la página web de Redes Cristianas

Viene a cuento el explosivo titular a la vista de lo que está sucediendo en la celebración de la Pascua. En mi parroquia, de los más o menos 8.000 feligreses, han acudido a celebrar la Vigilia Pascual exactamente 18, de los que 8 ejercían alguna tarea litúrgica. Así que hemos juntado a los pocos que éramos, y hemos concelebrado todos en torno a la mesa. Después han sido unánimes en expresar su alegría por la cercanía, autenticidad de la celebración, y por la hondura que una pequeña comunidad de esas dimensiones han hecho posible. Y nos hemos preguntado, ¿por qué acude tan poca gente a la celebración centro, fuente y culmen del año litúrgico? La respuesta más sencilla y aparentemente lógica es la hora, a las 11 de la noche.

¿Seguro? En una ciudad bien iluminada, en un barrio en el que las ventanas están encendidas casi todas las noches hasta más de la una de la madrugada, y con una noche primaveral y olorosa, sin viento, ni amenaza de lluvia ni pizca de frío, el argumento de lo tardío de la hora no me convence. Mi opinión es que, simplemente, a nuestros católicos no les agrada, ni les emociona, ni les dice nada, celebrar la Vigilia Pascual

Se trata de una constatación triste, penosa, y que causa mucho desánimo entre los que nos dedicamos a dinamizar, coordinar y presidir las reuniones litúrgicas. Y las causas son varias, pero, la principal, el cansancio, tedio, aburrimiento y poca gracia y creatividad, espontaneidad, comunicación, y pasión, que, por lo general, faltan de manera flagrante en las celebraciones litúrgicas de nuestra Iglesia. Los maestros de Liturgia se contentan, generalmente, con el libro de normas y rúbricas, como si de su estricto cumplimiento se derivara, automáticamente, la dignidad y la añorada belleza de las funciones litúrgicas. Y no es así, lo que se produce con ese agarrotamiento no es otra cosa que una falsa frialdad hierática, que no tiene por qué representar la fuerza, la savia, el calor y hasta la pasión de una celebración comunitaria. Una de las razones más reconocidas de la increíble persistencia histórica del judaísmo es que el centro de su culto no se realiza en la hermosa, pero muchas veces gélida, armonía de un templo impecable, sino en calor acogedor del hogar. Ha sido fundamental para la supervivencia digna y creativa de los judíos que cada año celebren la Pascua en las entrañas de sus casas.

Hubo voces después del Concilio Vaticano II, que todavía perduran, de que se multiplicaban los abusos litúrgicos en muchas, y atrevidas, interpretaciones falsas, y falseadoras, de la reforma litúrgica conciliar. Y, ¿saben quiénes proferían esas voces? Pues los que más llevan abusando de la liturgia cristiana desde siglos: los monseñores, doctores y doctorcillos vaticanos de Liturgia, o de las diócesis más copetudas, serias y solemnes, -más lo primero que lo segundo-, satisfechos con la parafernalia de sus celebraciones, como las que nos llegan de los pontificales del Vaticano, o la Almudena, o del Pilar de Zaragoza, o de la catedral de San Patricio de Nueva York. ¿Abuso litúrgico, esas celebraciones?, se preguntará alguno. Pues sí, lo he escrito y lo reitero: comparen esos espectáculos, televisivamente muy conseguidos, con la celebración de la Cena del Señor, o las de los primeros cristianos, y me digan quién es el que abusa. Y, ¿qué tiene que ver la colección de ornamentos, mitras, tiaras, báculos, inciensos, venias, saludos, y ritos cortesanos, con la bella sobriedad de las asambleas litúrgicas de la Iglesia primitiva?

Ahora volveré al tema candente y, yo diría, sangrante, de la Vigilia Pascual. He preguntado, en la misa de 9,30 hs. del domingo siguiente a la Pascua, cuántos habían celebrado la Vigilia Pascual, y a qué horas, y de unos 35 sólo lo habían hecho tres mujeres, ¡qué casualidad!, una a las 22,00., y otras dos a la 2o,00 hs. Además me he enterado de que en Madrid se han celebrado Vigilias desde las 18,00 hs., seis de la tarde, todo ello con la ¿sana? intención de incomodar lo menos posible a los fieles con una hora intempestiva. Y así nos va. La Vigilia Pascual no se celebra todas las semanas, ni todos los meses, ni siquiera todos los trimestres, ni siquiera semestres. Se trata de una celebración anual, que podría, por su reiteración, complicar, interferir, o hasta dañar, el sano hábito de no cambiar ni un milímetro, ni un segundo, la dulce secuencia de los sueños plácidos, placenteros y tranquilizadores. No vayamos, pues, a exponer a nuestros fieles, más bien desgastados y decrépitos, a una ruina total.

Es decir, si no se puede celebrar la Vigilia de Pascua, no la celebremos, pero no convirtamos la Vigilia, ese momento único, mágico y arrebatador, en un rito más, que no vamos de dejar de celebrar, ¡faltaría más!, por los escrúpulos de unos puristas de la Liturgia. Pero, ¡de verdad!, no se trata de esto, sino de no engañar ni defraudar a los fieles en un momento litúrgico único, irrepetible, y que demanda, más que ninguna otra celebración, la total sintonía con el entorno físico de la Noche, y, -a ser posible, que lo es, normalmente-, que englobe, como supone el glorioso cántico del pregón pascual, por lo menos ¡parte de la noche de Pascua!. Yo no digo que los obispos impongan horarios litúrgicos, pero sí que marquen líneas. Y que dejen claro que no se trata de Vigilias de Pascua aquellas que de eso, de Vigilia, y de Pascua, tienen más bien poco. ¿No podrían emplear una de sus cartas pastorales, en los días previos a la Semana Santa, en animar, alentar y hasta provocar a los fieles a la celebración de la Vigilia Pascual, al mismo tiempo que en disuadir a los párrocos del empleo de horarios inadecuados, que solo consiguen maltratar, y rebajar hasta niveles ínfimos, lo que debería ser una vigilia honda, nocturna, tensa, pero festiva?

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Hans Küng pide al Papa Francisco que revise el dogma de la infalibilidad papal

Domingo, 13 de marzo de 2016
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franciscung_560x280“Igual que Juan XXIII entonces, intenta hoy, con todas sus fuerzas, insuflar aire fresco a la Iglesia”

Reclama “una discusión libre, imparcial y desprejuiciada de todas las cuestiones pendientes y reprimidas”

El teólogo suizo Hans Küng, que cumplirá la próxima semana 88 años, ha reiterado su petición al Papa Francisco de que revise la infabilidad papal, que según la teología dogmática católica constituye un dogma de fe y por la cual el pontífice está preservado de cometer un error porque sus declaraciones en temas de fe y moral, como toda verdad de fe, no se presta a discusión de ninguna índole.

No es la primera vez que Küng, considerado uno de los teólogos más influyente del Concilio Vaticano II y criticado por los sectores más conservadores por ser considerado como el ejemplo práctico del disenso, rechaza la infalibilidad papal. En 1970 publicó un libro titulado ‘Infalible?, una pregunta’ y el papa Juan Pablo II le retiró la licencia eclesiástica para oficiar.

En un artículo, publicado por varios periódicos en diferentes países con motivo de la publicación de su último libro, el teólogo ha hecho de nuevo un llamamiento para que el Obispo de Roma analice este dogma de fe que, a su juicio, “ha bloqueado, de manera tácita, desde el concilio Vaticano II todas las reformas que hubieran exigido revisar posiciones dogmáticas anteriores”.

Este es el contenido del artículo, publicado en castellano en El País:

Un llamamiento al Papa Francisco

Es apenas concebible que el papa Francisco hubiera pretendido establecer una definición de la infalibilidad papal como la que, en el siglo XIX, promoviera Pío IX con buenas y no tan buenas mañas. Tampoco es imaginable que Francisco tuviera interés, como Pío XII, en la definición de un dogma infalible acerca de María. Lo concebible es, más bien, que el papa Francisco (como en su día Juan XXIII ante los estudiantes del Pontificio Colegio Griego) declarase con una sonrisa: “Ío non sono infallibile” -“Yo no soy infalible”-. En vista del asombro de los estudiantes, el papa Juan añadió: “Solo soy infalible cuando defino ex cathedra, pero nunca lo haré”.
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El 18 de diciembre de 1979 el papa Juan Pablo II me retiró la licencia eclesiástica por haber cuestionado la infalibilidad papal. En el segundo volumen de mis memorias, Verdad controvertida, demuestro, apoyándome en una extensa documentación, que se trataba de una acción urdida con precisión y en secreto, jurídicamente impugnable, teológicamente infundada y políticamente contraproducente. El debate acerca de la revocación de la missio canonica y de la infalibilidad se prolongó todavía bastante tiempo. Pero mi reputación ante el pueblo creyente no pudo ser destruida. Y tal como yo había predicho, no han cesado las discusiones en torno a las grandes reformas pendientes. Al contrario: se han agudizado fuertemente bajo los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Estas son las que yo mencionaba entonces: el entendimiento entre las distintas confesiones; el mutuo reconocimiento de los ministerios y de las distintas celebraciones de la eucaristía; las cuestiones del divorcio y de la ordenación de las mujeres; el celibato obligatorio y la catastrófica falta de sacerdotes, y, sobre todo, el gobierno de la Iglesia católica. Y preguntaba: “¿A dónde conducís a nuestra Iglesia?”.

Estas demandas tienen ahora la misma actualidad que hace 35 años. Pero el motivo decisivo de la incapacidad de introducir reformas en todos estos planos sigue siendo, hoy como ayer, la doctrina de la infalibilidad del magisterio, que ha deparado a nuestra Iglesia un largo invierno. Igual que Juan XXIII entonces, intenta hoy el papa Francisco, con todas sus fuerzas, insuflar aire fresco a la Iglesia. Y topa con una resistencia masiva, como sucedió en el último sínodo mundial de los obispos de octubre de 2015. No nos engañemos: sin una re-visión constructiva del dogma de la infalibilidad apenas será posible una verdadera renovación.

Tanto más sorprendente resulta entonces que la discusión sobre la infalibilidad haya desaparecido del mapa. Muchos teólogos católicos, temerosos de sanciones amenazantes como las dirigidas contra mí, apenas se han ocupado ya críticamente con la ideología de la infalibilidad, y la jerarquía procura siempre que es posible evitar este tema impopular en la Iglesia y la sociedad. Solo en contadas ocasiones ha invocado expresamente Joseph Ratzinger, como prefecto de la fe, esa doctrina. Pero el tabú de la infalibilidad ha bloqueado de manera tácita desde el Concilio Vaticano II todas las reformas que hubieran exigido revisar posiciones dogmáticas anteriores. Esto no vale solo para la encíclica Humanae vitae, contraria a la anticoncepción, sino también para los sacramentos y el monopolio del magisterio “auténtico”, o para la relación entre sacerdocio particular y universal; sino que atañe asimismo a la estructura sinodal de la Iglesia y a la pretensión absoluta de poder del papa, así como a la relación con otras confesiones y religiones y con el mundo laico en general. Por eso se vuelve más acuciante que nunca la pregunta: “¿Hacia dónde se dirige a comienzos del siglo XXI esta Iglesia que sigue teniendo la fijación del dogma de la infalibilidad?”. La época antimoderna, anunciada por el Concilio Vaticano I, ha concluido hoy de una vez por todas.

Ahora que cumplo 88 años, puedo decir que no he escatimado esfuerzos para reunir en el quinto volumen de mis Obras completas los numerosos textos pertinentes, ordenarlos cronológica y temáticamente según las distintas fases de la discusión y aclararlos a través del contexto biográfico. Con este libro en la mano quisiera ahora repetir un llamamiento al Papa que, a lo largo de decenios de discusión teológica y político-eclesiástica, he formulado en múltiples ocasiones siempre en vano. Ruego encarecidamente al papa Francisco, quien siempre me ha respondido fraternalmente:

“Acepte esta amplia documentación y permita que tenga lugar en nuestra Iglesia una discusión libre, imparcial y desprejuiciada de todas las cuestiones pendientes y reprimidas que tienen que ver con el dogma de la infalibilidad. De este modo se podría regenerar honestamente el problemático legado vaticano de los últimos 150 años y enmendarlo en el sentido de la Sagrada Escritura y de la tradición ecuménica. No se trata de un relativismo trivial que socava los cimientos éticos de la Iglesia y la sociedad. Pero tampoco de un inmisericorde dogmatismo que mata el espíritu empecinándose en la letra, que impide una renovación a fondo de la vida y la enseñanza de la Iglesia y bloquea cualquier avance serio en el terreno del ecumenismo. Y mucho menos se trata para mí de que se me dé personalmente la razón. Está en juego el bien de la Iglesia y de la ecúmene.

Soy muy consciente de que mi ruego posiblemente le resulte inoportuno a alguien que como usted, en palabras de un buen conocedor de los asuntos vaticanos, vive entre lobos. Pero, confrontado el pasado año con los males de la curia e incluso con los escándalos, ha confirmado usted con valentía su voluntad de reforma en el discurso de Navidad pronunciado el 21 de diciembre de 2015 ante la curia romana: ‘Considero que es mi obligación afirmar que esto ha sido -y lo será siempre- motivo de sincera reflexión y decisivas medidas. La reforma seguirá adelante con determinación, lucidez y resolución, porque Ecclesia semper reformanda’.

No quisiera exacerbar, en detrimento de todo realismo, las esperanzas que abrigan muchos en nuestra Iglesia; la cuestión de la infalibilidad no admite en la Iglesia católica una solución de la noche a la mañana. Pero afortunadamente es usted casi 10 años más joven que yo y, como espero, me sobrevivirá. Y seguramente comprenderá que en mi condición de teólogo, llegado al final de mis días y movido por una profunda simpatía hacia usted y su labor pastoral, quiera, ahora que todavía estoy a tiempo, hacerle llegar mi ruego de que se proceda a una discusión libre y seria sobre la infalibilidad, tal como queda fundamentada, de la mejor manera posible, en el presente volumen: non in destructionem, sed in aedificationem ecclesiae, ‘no para la destrucción, sino para la edificación de la Iglesia’. Esto significaría para mí el cumplimiento de una esperanza a la que nunca he renunciado“.

Fuente Religión Digital

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“En la misma dirección”. 3 Tiempo ordinario – C (Lucas 1,1-4; 4,14-21)

Domingo, 24 de enero de 2016
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3-TO-C-290x300Antes de comenzar a narrar la actividad de Jesús, Lucas quiere dejar muy claro a sus lectores cuál es la pasión que impulsa al Profeta de Galilea y cuál es la meta de toda su actuación. Los cristianos han de saber en qué dirección empuja a Jesús el Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección.

Lucas describe con todo detalle lo que hace Jesús en la sinagoga de su pueblo: se pone de pie, recibe el libro sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas por Jesús pues exponen la tarea a la que se siente enviado por Dios.

Sorprendentemente, el texto no habla de organizar una religión más perfecta o de implantar un culto más digno, sino de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y desgraciados. Esto es lo que lee. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Al terminar, les dice: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».

El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres, orientando toda su vida hacia los más necesitados, oprimidos y humillados. En esta dirección hemos de trabajar sus seguidores. Esta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e hijas.

No lo hemos de olvidar. La «opción por los pobres» no es un invento de unos teólogos del siglo veinte, ni una moda puesta en circulación después del Vaticano II. Es la opción del Espíritu de Dios que anima la vida entera de Jesús, y que sus seguidores hemos de introducir en la historia humana. Lo decía Pablo VI: es un deber de la Iglesia «ayudar a que nazca la liberación… y hacer que sea total».

No es posible vivir y anunciar a Jesucristo si no es desde la defensa de los últimos y la solidaridad con los excluidos. Si lo que hacemos y proclamamos desde la Iglesia de Jesús no es captado como algo bueno y liberador por los que más sufren, ¿qué evangelio estamos predicando? ¿A qué Jesús estamos siguiendo? ¿Qué espiritualidad estamos promoviendo? Dicho de manera clara: ¿qué impresión tenemos en la iglesia actual? ¿Estamos caminando en la misma dirección que Jesús?

José Antonio Pagola

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“Peregrinación ecuménica alentada por el Espíritu”, por Juan Masiá sj

Jueves, 21 de enero de 2016
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ecumenismo1De su blog Vivir y Pensar en la Frontera:

Celebramos esta semana, como desde hace ya más de un siglo, el octavario de oración por la unión de las iglesias (entre las fiestas litúrgicas petrina y paulina del 18 y 25 de enero). Pero hoy la vivimos con el talante ecuménico postconciliar de “peregrinar juntos hacia la unidad” (Evangelii gaudium, n. 244), en vez del exclusivismo contrarreformista de la época de Pío X.

Hoy ya no presume la iglesia católica de ser el tronco del árbol en el que únicamente “subsista la iglesia de Jesucristo”, del que se habrían desgajado, según la teología contrarreformista, las “ramas separadas”. Para aquella mentalidad preconciliar, rezar por la unidad significaba pedir que las ramas separadas se reunieran de nuevo y reinsertaran en el tronco.

Cuando el 25 de enero de 1959 anunció el Papa Juan XXIII la convocatoria del Concilio Vaticano II dijo que, con esa ocasión, rogaba por “una amistosa y renovada invitación a nuestros hermanos separados de las Iglesias cristianas a participar con nosotros del banquete de gracia y hermandad, al que aspiran tantas almas en tantos rincones del mundo” (G. Zizola, L’Utopia di Papa Giovanni, p. 322).

Estas palabras del Papa le parecieron sospechosas a los funcionarios de la Curia que las “re-escribieron” en los términos siguientes en el comunicado de prensa oficial dado por el Secretario de Estado, Cardenal Tardini: “invitación a las comunidades separadas para buscar la unidad”. Habían suprimido la calificación de “iglesias” y “hermanos”. También había desaparecido la expresión que invitaba a “participar del banquete de gracia y hermandad”, por miedo a que se viese en ella una invitación a la mesa eucarística (P. Hdebblethwaite, Juan XXIII. El Papa del Concilio, PPC, 2000, p.386-88).

Durante los años siguientes de preparación del Concilio y durante la primera sesión de este, prosiguió la tensión entre la propuesta ecuménica y la oposición contrarreformista. Deo gratias, al fin triunfó el ecumenismo en el Decreto Unitatis redintegratio, de 21 de noviembre de 1964.

Ahora la imagen ya no es la de una reunión de “ellos, las ramas” con “nosotros, el tronco”. Ahora todos somos ramas separadas del tronco: Cristo. No se trata de que “ellos-ellas” vuelvan a “nuestro redil”, sino de que todos “nosotros/nosotras, ellos/ellas, todos ramas” nos renovemos y reformemos continuamente: “todos examinan su fidelidad a la voluntad de Cristo y emprenden la renovación y reforma” (Concilio Vat. II, Unitatis redintegratio, n. 4).

Sin embargo, es conocida la marcha atrás que se fue dando en los últimos años de Juan Pablo II. Después de la publicación por el card. Ratzinger de Dominus Jesus (Congregación para la Doctrina de la Fe, 6-VIII-2000), los escritos teológicos que se referían a las confesionalidades protestantes como “iglesias hermanas” eran amonestados por las correspondientes instancias inquisitoriales.

Por eso resultan tan positivas y esperanzadoras las palabras del Papa Francisco cuando repite que el anuncio de paz de Jesucristo “no es el de una paz negociada, sino la convicción de que la unidad del Espíritu armoniza todas las diversidades(EG 230). Francisco ve la marcha hacia la unidad deseada por Jesús: “que todos sean uno” (Jn 17, 21) como el camino hacia una meta: “siempre somos peregrinos y peregrinamos juntos” (EG 244).

Ocurre con la “unidad de las iglesias” un equívoco semejante al que se produce con la mal llamada (canónicamente) “indisolubilidad del matrimonio”. Ni la una ni la otra son una propiedad o característica ya dada desde el principio, ni un punto de partida, sino una meta a la que se está llamado, se promete caminar y se camina, pero… La unión de las familias, comno la unión de los esposos y la unión de la familia humana, de la que aspiran a ser signo las iglesias son, como la paz, algo que hay que construir; son un don y una tarea, como suele repetir Francisco y ha repetido el Sínodo de los obispos.

No somos nosotros el tronco, con el monopolio de la verdad. Somos todos ramas separadas que peregrinan hacia el tronco de Cristo, sin tener ninguna el monopolio de la meta.

Pero, al mismo tiempo, tenemos también el optimismo esperanzador de saber que, aunque nos desviemos o separemos del tronco de Cristo por el camino, Él no se separa, sino que sigue estando con, en y junto a cada rama y “subsiste”, es decir, está presente, animando y vivificando con su Espíritu, a cada una.

También en la rama que a veces ha presumido de ser tronco, también en ella “susbsiste” la Iglesia de Cristo (C.Vaticano II, Lumen gentium n. 8). Como dirían nuestros hermanos budistas: “hasta los buenos se salvan”. O como diría Jesús: “Hasta los que se creen justos se salvan, porque no he venido por los justos, sino por los pecadores… pero, como pecadores son todos…, pues resulta que por todos he venido para salvarlos a todos” (cf Lc 5, 32 y Mt 9, 13).

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Iglesia, comunidades y ministerios: Hacia un modelo de cura no clerical

Viernes, 8 de enero de 2016
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orthodox-calendar-2014-6“Sin esos grupos vivos que comparten su fe no hay Iglesia”

“La opcionalidad (y no la imposición) es más fiel al mensaje liberador de Jesús”

“Es preciso reconocer a estas comunidades el derecho a elegir y encomendar las tareas, servicios y ministerios a las personas que consideren más preparadas y adecuadas para cada tarea, sin distinción de sexo ni de estado. Que puedan de esta forma llegar a ser comunidades abiertas, inclusivas, desde la pluralidad y el respeto mutuo.” Y sin distinción de orientación sexual… ¿verdad hermanos?

(Moceop).- Tras casi cuarenta años de recorrido compartido (7 congresos internacionales, 7 latinoamericanos y otros muchos nacionales), el Movimiento internacional de curas casados en su actual configuración como Federación Latinoamericana y Federación Europea, tras haberse reunido en un congreso en Guadarrama (Madrid, España), bajo el lema “Curas en unas comunidades adultas”, hemos decidido hacer público este comunicado.

A todo el Pueblo de Dios

Acabamos de celebrar el 50º aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II; y las esperanzas y compromisos sembrados por aquel acontecimiento histórico nos han animado a ofrecer una vez más nuestra experiencia y nuestra reflexión como movimiento eclesial y como integrantes de la comunidad universal de creyentes en Jesús de Nazaret.

En nuestro origen está la reivindicación de un celibato opcional para los curas de la Iglesia católica de Occidente: libertad que debería ser reconocida y respetada no sólo por ser un derecho humano, sino también porque la opcionalidad (y no la imposición) es más fiel al mensaje liberador de Jesús y a la práctica milenaria de las iglesias, así como por estar íntimamente relacionado con el derecho de las comunidades a tener servidores dedicados a su atención, hoy insuficientemente satisfecho.

Pero nuestro recorrido como colectivo ha ido ampliando esa perspectiva inicial -centrada en torno al celibato- para aspirar y avanzar hacia un modelo de cura no clerical y un tipo de iglesia no asentada férreamente sobre un cura exclusivamente varón, célibe y clérigo.

Durante esos largos años, quienes hoy hacemos este comunicado, hemos estado integrados y comprometidos, con sencillez y fidelidad, en muchos grupos comunitarios, buscando sentido cristiano a nuestras vidas y ayudando a quienes nos hemos encontrado, a descubrir su dignidad como seres humanos y como hijos de nuestro Padre-Madre Dios.

Desde esos compromisos, nos atrevemos a decir:

1º.- Estamos convencidos -y en ello coincidimos con otras comunidades y movimientos de iglesia, parroquiales y no parroquiales- de que el modelo de cristianismo mayoritariamente imperante está desfasado; y lejos de ayudar a la implantación del Reinado de Dios y su justicia, es con frecuencia un obstáculo para la vivencia de los valores evangélicos. Un nuevo tipo de iglesia y de comunidades es urgente para poder aportar algo válido frente a los retos que el ser humano tiene planteados hoy.

celibato2º.- El eje de este nuevo modelo de iglesia debe ser la comunidad, la vida comunitaria de los creyentes en Jesús. Sin esos grupos vivos que comparten su vida y su fe, que intentan descubrir el Reinado de Dios y vivirlo, no hay Iglesia. Y no podemos ignorar que las estructuras parroquiales en un gran porcentaje son dispensarios de servicios religiosos y cultuales más que comunidades vivas.

3º.- Para la renovación de la Iglesia y de las comunidades de creyentes hacia un modelo activamente comunitario de asamblea del Pueblo de Dios, es preciso un cambio estructural; no son suficientes los meros esfuerzos personales. Hay una inercia de siglos (Estado Vaticano, curias, leyes, tradiciones…) que actúa como un peso muerto y dificulta cualquier reforma progresiva.

4º.- Nuestro recorrido nos ha hecho experimentar y comprender que el motor de esa transformación se encuentra en el interior de las mismas comunidades: solamente unas comunidades adultas, maduras, pueden llevar a cabo esa transformación estructural necesaria y urgente. La estructura actual -preferentemente centrada en la parroquia y el culto- no tiende sino a perpetuar el inmovilismo y a adoptar cambios de forma sin ir al fondo.

5º.- También hemos comprendido y experimentado que los curas -sean célibes o no: no es esa la cuestión principal- no pueden seguir concentrando todo en sus personas y pretender asumir todas las tareas y responsabilidades. Su misma identidad y la calidad de su servicio imponen una evolución hacia una mayor participación y hacia un pluralismo de modelos en función y en dependencia de las comunidades concretas.

6º.- Esas comunidades adultas existen ya; en ocasiones son ignoradas o perseguidas; pero es necesario incentivarlas. Son pequeños grupos de dimensiones reducidas, donde sus componentes se conocen, comparten, viven la igualdad, la corresponsabilidad, la fraternidad y sororidad. Tenemos que seguir luchando por ese estilo de comunidades, perfectamente aceptables dentro de la pluralidad de modelos eclesiales.

7º.- Esa adultez y mayoría de edad les permite adaptarse a las exigencias culturales de nuestro mundo cambiante, vivir y formular la fe de forma y en lenguaje comprensibles y organizarse desde dentro según sus necesidades. Esas comunidades son libres y ejercen la libertad de los hijos e hijas de Dios; no viven ancladas en el pasado. Su referencia no es la obediencia, sino la creatividad desde la fe. Y desde ahí, pueden ser entendidas en nuestras sociedades.

iglesia-de-los-pobres8º.- Desde esta óptica, resulta cada vez más contradictoria e injusta la situación de las mujeres: mayoritariamente presentes en la vida eclesial, pero apartadas tradicionalmente de las tareas de estudio, responsabilidad y gobierno. No existe ningún fundamento para mantener esta discriminación, que además supone la pérdida de un potencial humano irremplazable. Se puede razonablemente esperar al mismo tiempo que su presencia cambiará las estructuras de animación y de gobierno a mejores, más justas y más equilibradas.

9º.- Y, finalmente, es preciso reconocer a estas comunidades el derecho a elegir y encomendar las tareas, servicios y ministerios a las personas que consideren más preparadas y adecuadas para cada tarea, sin distinción de sexo ni de estado. Que puedan de esta forma llegar a ser comunidades abiertas, inclusivas, desde la pluralidad y el respeto mutuo.

Hemos encontrado y participamos en comunidades de este tipo. No son una quimera sino una realidad a pesar de sus deficiencias y dificultades. Y estamos decididos a seguir luchando para que cada día sean más numerosas y auténticas. Este camino no es sencillo. Somos conscientes de que los compromisos que asumimos, pueden crear problemas: en ocasiones bordeamos la ilegalidad, aunque no por capricho o arbitrariedad; y sabemos que, con frecuencia, la vida va muy por delante de la normativa legal y que el Espíritu no está sometido a leyes.

Los retos actuales nos exigen abrir caminos de diálogo y encuentro; y en esos campos tan necesitados de cambio, ser creativos, asumir el protagonismo de las comunidades y hacer así realidad aquellas intuiciones y declaraciones del Vaticano II (vida fraterna, solidaria, ecuménica, comprometida por la paz y la justicia con todos los hombres y mujeres de buena voluntad…) que tanta ilusión despertaron, que fueron arrinconadas como peligrosas y que hoy, con la llegada del papa Francisco, han cobrado actualidad y recuperado su carta de ciudadanía en nuestra Iglesia.

Invitamos a todos los creyentes en Jesús a ser valientes y adentrarse en estas sendas de creatividad, adultez y libertad, para hacer cada día más real el Evangelio de la misericordia y de la responsabilidad ante los seres humanos y ante nuestra Madre Tierra.

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La urgencia de volver a la Iglesia de los pobres – Homilía de Jon Sobrino (Encuentro Pacto de las Catacumbas)

Martes, 24 de noviembre de 2015
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bajar-de-la-cruz-a-los-pobres-cristologa-de-la-liberacin-1-638Estos días hemos reflexionado sobre “el pacto de las catacumbas” que hace cincuenta años firmaron en este lugar alrededor de cuarenta obipos. Se comprometían personalmente a construir “una Iglesia pobre y servidora”. Asi estaban recogiendo el gran deseo de Juan XXIII:  que la Iglesia sea “una Iglesia de los pobres”. En el aula conciliar no prosperó la idea, pero el pacto de las catumbas se convirtió en el legado “secreto” del Vaticano II.

 Hoy, en esta eucaristía, ante Dios y reunidos como su pueblo, quisiéramos comprometernos en la construcion de esa Iglesia, que es la unica Iglesia de Jesus. Es la mejor manera, y en definitiva la única manera, de recordar el pacto de las catacumbas como es debido. Y de renovarlo con la urgencia necesaria.

Tras el pacto ha habido epocas de florecimiento eclesial, y es bueno recordarlo para tener aliento en épocas difíciles: si la gracia fue real, es que hoy tambien es posible. Y sigue habiendo un gran pecado, que nos urge a seguir siendo responsbles de erradicarlo y a estar dispuestos a correr riesgos. Pecado es en nuestros dias Lampedusa, los refugiados que buscan sobrevivir ante la eficaz indiferencia de Europa. Y pecado es la pederastia de sacerdotes y el carrerismo de altos eclesiásticos. Todo ello lo recuerda con vigor y rigor  el papa Francisco.

Pero es mas fructífero recordar la gracia. Es mas dificil porque nos exige mucho. Y es mas gozoso, porque, lo que ha ocurrido en estos cincuenta años sigue siendo una buena noticia. Ha ocurrido en mucho lugares, pero me comprenderán si me centro en el continente latinoamericano.

Ha habido obispos padres de la Iglesia, algunos de ellos mártires, Don Helder Camara, Angelelli, don Samuel Ruiz, Leonidas Proaño, Juan Gerardi. Ha habido, menos conocidas, madres de la Iglesia, laicas y religiosas, algunas de ellas mártires. En El Salvador María Julia Hernández, Marianella García Villa, Rufina Amaya, Silvia Arriola. Ha habido comunidades de base, así llamadas porque están a la base de la sociedad de  un mundo pobre, y comunidades indígenas que luchan por sus culturas. Ha habido seminarios y universidades que enseñan y promueven la liberación de los oprimidos. Ha habido teología de la liberación y cercanía de iglesias hermanas. Ha habido muchos mártires, mucho amor y mucha entrega. Y la Iglesia se ha parecido un poco más a Jesús.

Al firmar el pacto de las catacumbas los obispos tuvieron sencillez, lucidez y decisión. Qusiera decir ahora lo que, en lo personal, mas me ha impactado de lo que ayudaron a generar una corriente episcopal.

1. El nosotros del pacto fue recogido en Medellín.

En el pacto de las catacumbas los obispos hablaron muy personalmente. No hablaron para enseñar a los fieles, sino para hablar unos a otros. Llegaron a formar un “nosotros” existencial. Y generaron una importante corriente eclesial.

Tres años despues en Medellin los obispos dijeron. “Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores –pidiéndonos- una liberación que no les llega de ninguna parte (n. 2). Y añaden lo que no se suele decir: “Llega también hasta nosotros las quejas de que la Jerarquía, el clero, los religiosos, son ricos y aliados de los ricos” (n. 2). Aclaran que a veces se confunde la apariencia con la realidad, pero reconocen que hay cosas que han contribuido a crear la imagen de una Iglesia institucional rica: los grandes edificios, las casas de párrocos y religiosos, cuando son superiores a las del barrio en que viven; los vehículos propios, a veces lujosos; la manera de vestir heredada de otras épocas…

Esclarecidas las exageraciones, y hablando en primera persona los obispos reconocen lo que de verdad hay en las quejas. “En el contexto de pobreza y aun miseria en que vive la gran mayoría del pueblo latinoamericano, los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida y una cierta seguridad, mientras los pobres carecen de lo indispensable y se debaten entre la angustia y la incertidumbre” (n. 3).

Reconocen el distanciamiento y desinterés que los pobres resienten. “No faltan casos en que los pobres sienten que sus obispos, o sus párrocos y religiosos, no se identifican realmente con ellos, con sus problemas y angustias, que no siempre apoyan a los que trabajan con ellos o abogan por su suerte” (n.  3). Resuena el papa Francisco.

Estas palabras pensadas y detalladas muestran que los obispos tomaron en serio existencialmente, como personas  y como grupo, el clamor de los pobres.

Y tambien lo presupone las palabras iniciales de Medellin. “Existen muchos estudios sobre la situación del hombre latinoamericano. En todos ellos se describe la miseria que margina a grandes grupos humanos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo” (n.1).

El texto es de suma importancia. Al ponerlo al comienzo de todo el documento los obispos confiesan lo que está en su mente y en su corazón. Y llama poderosamente la atención que, siendo un texto escrito por obispos, creyentes en Dios, amantes de Jesucristo y servidores en la Iglesia, sus primeras palabras no sean palabras religiosas, ni bíblicas, ni dogmáticas. Son palabras sobre la realidad de este mundo; más en directo, sobre su pecado. Mencionan a quienes lo sufren, y, por implicación, a quienes lo cometen. El pecado mayor es la “injusticia”. Las palabras “clama al cielo” pueden ser el equivalente al término español “desorbitante”, pero también se pueden entender como en Éxodo 3, 9: “El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí”, dice Yahvé.

2. Mons. Romero fue fiel a  los pobres hasta el martirio

El cambio de Monseñor se debió sustancialmente al asesinato de Rutilio Gande  el 12 de marzo de 1977 en Aguilares. Es bien conocido. Ahora quiero recordar su total cercanía a pobres, empobrecidos y víctimas.

El 19 de junio de 1977 Monseñor  volvió a Aguilares, cuando el ejército salió del pueblo tras un mes de haberlo ocupado y haber asesinado alrededor de cien campesinos. Recuerdo perfectamente como comenzó su homilía: “A mí me toca ir recogiendo cadáveres”. Fue duro con los criminales y les recordó las palabras de la Escritura:  ”Quien a hierro mata, a hierro muere”. En el ofertorio presentó a Dios a las cuatro religiosas que se había ofrecido a sustituir a los sacerdotes expulsados de Aguilares. Y a los campesinos que, atemorizados, no habían ido al templo, pero que podían escuchar sus palabras a traves de altavoces les dijo: “Ustedes son la imagen del Divino Traspasado… [Este pueblo] es la imagen de todos los pueblos que, como Aguilares, serán atravesados, serán ultrajados”(1) .

Monseñor preparaba sus homilías pensando en el pueblo sufriente. Así lo dijo en su última homilía dominical, la víspera de ser asesinado: “Le pido al Señor durante la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento, y, aunque siga siendo una voz que clama en el desierto, sé que la iglesia está haciendo el esfuerzo por cumplir su misión” (2) .

Y con ese pueblo se comprometió hasta el final. “Quiero asegurarles a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo, sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio me exige”(3) .

Monseñor tomó en serio la construcción de una iglesia, la relacionó con el pueblo crucificado. La Iglesia de Jesús es una Iglesia perseguida. En un arrebato evangélico dijo: “Me alegro, hermanos, de que nuestra Iglesia sea perseguida, precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres”(4) . Y en un arrebato mayor confesó: “Sería triste que, en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente, no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas de su pueblo”(5) .

Monseñor fue un hombre feliz. En 1979 le dijo al comienzo de la homilia al director de una delegación de Iglesias hermanas de Estados Unidos: “Quiero que a su regreso exprese simplemente lo que ha visto y oído, y lleve el testimonio de que con este pueblo no cuesta ser buen pastor; es un pueblo que empuja a su servicio… Más que un servicio… significa para mí un deber que me llena de satisfacción”(6) .

En el funeral que celebramos en la UCA su poco despues del asesinato Ellacuria dijo en su homilia: “Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.

 3. Otro 16 de noviembre, en 1989, en El Salvador fueron asesinados seis jesuitas y dos trabajadoras de la UCA.

Despues de Medellín no solo Monseñor Romero fue asesinado. Ya he mencionado al principio los nombres de hombres y mujeres mártires. Tambien hubo niños y ancianos. Permìtaseme recordar ahora a mis compañeros asesinados hace 26 años. Me han hecho pensar sobre lo que es el cristianismo, la Iglesia y la universidad. Por ser jesuitas su recuerdo puede ayudar a los religiosos y religiosas. Y por trabajar en una univesidad puede ayudar a laicos y laicas.

Iluminan el cristianismo porque reprodujeron en forma real, no intencional o devocional, la vida de Jesús. Su mirada se dirigió a los pobres reales, los que no dan la vida por supuesto y viven  y mueren sometidos a la opresión del hambre, la injusticia, el desprecio, y a la represión de torturas, desaparecimientos, asesinatos, muchas veces con gran crueldad. Se movieron a compasión e “hicieron milagros”, poniendo ciencia, talentos, tiempo y descanso, al servicio de la verdad y de la justicia. Y “expulsaron demonios”. Ciertamente lucharon contra los demonios de fuera, los opresores, oligarcas, gobiernos, fuerzas armadas, y de esos defendieron a los pobres. No les faltaron modelos, Rutilio Grande y Monseñor Romero. Y fueron fieles hasta el final, en medio de bombas y amenazas, con misericordia consecuente. Murieron como Jesús, y han engrosado una nube de testigos, cristianos, sacerdotes, religiosos, también agnósticos, que han dado su vida por la justicia. Estos son los “mártires jesuánicos”, referente esencial para los cristianos y para cualquiera que quiera vivir humana y decentemente en nuestro mundo.

Fueron fieles a su vocación, y actualizaron a San Ignacio. Su tarea fue bajar de la cruz al pueblo crucificado, la liberación de la opresión, especialmente la producida por causas estructurales, y elegir el camino de la civilización de la pobreza en contra de la civilización de la riqueza, acumuladora y deshumanizante.

En este contexto me parece oportuno recordar un hecho singular: los mártires de la UCA nunca discernieron si era voluntad de Dios quedarse en el país, con riesgos, amenazas y persecuciones, o salir del país. Creo que ni se les ocurrió. Actuaron “sin dubitar ni poder dubitar” (Ejercicios de san Ignacio n. 175). Si nos preguntamos “que movía y atraía la voluntad”, podemos decir que era “Dios nuestro Señor” comunicándose al alma. Pero creo  que conocemos las realidades históricas que no les ataban al pais: “el sufrimiento del pueblo”, ”la vergüenza que daba abandonar al pueblo”, “la fuerza cohesionante de la comunidad”, “el recuerdo enriquecedor de Monseñor Romero, de nueve sacerdotes y cinco religiosas asesinadas”, incluso el “haberse acostumbrado a la persecución”. Pienso que todo ello movía la voluntad e iluminaba las decisiones y el camino a seguir. Dios no actuaba a través de cualquier cosa, sino a traves de las que hemos mencionado.

El Padre Arrupe dijo de ellos que “éstos son los jesuitas que necesita hoy el mundo y la Iglesia. Hombres impulsados por el amor de Cristo, que sirvan a sus hermanos sin distinción de raza o de clase. Hombres que sepan identificarse con los que sufren, vivir con ellos hasta dar la vida en su ayuda. Hombres valientes que sepan defender los derechos humanos, hasta el sacrificio de la vida, si fuera necesario” (19 de marzo, 1977, una semana despues del asesinato de Rutilio Grande).

 Con los jesuitas murieron asesinadas dos mujeres: Julia Elba Ramos, 42 años, cocinera de una comunidad de jóvenes jesuitas, pobre, alegre e intuitiva, y trabajadora toda su vida. Y su hija Celina, 15 años, activa, estudiante y catequista; con su novio habían pensado comprometerse en diciembre de 1989. Se quedaron a dormir en la residencia de los jesuitas, pues allí se sentían más seguras. Pero la orden fue “no dejar testigos”. En las fotos se nota el intento de Julia Elba de defender a su hija con su propio cuerpo. Son el símbolo del pueblo crucificado, inocente e indefenso.

Una última reflexión creyente. De los mártires de la UCA, unos fueron más parecidos a Monseñor Romero, los jesuitas. Otros fueron más parecidos al pueblo crucificado, las dos mujeres. Mirándolos a todos ellos y ellas en su conjunto, podemos decir que con ellos y ellas Jesús y su Dios pasaron por este mundo cargando con la cruz. Pero también hay que decir que, contra toda apariencia, en ellos y ellas pasó el Dios de la salvación. Así lo escribió el P. Ellacuría con rigor científico. Por mi parte escrito: “fuera de los pobres -y de las víctimas- no hay salvación”.

 4. Los mártires traen salvación

Hemos recordado a mártires. Su vida y su muerte son de gran dureza, y por eso mis palabras pueden sonar fuertes. Pero también es verdad que a ellos se dirigen las bienaventuranzas de Jesús. Y que para nosotros son -pueden ser- una bendición: nos animan a entregarnos a los demás y a tener esperanza, ánimo que no se encuentra, con esa fuerza, en ninguna otra parte, ni en la liturgia ni en la actividad de la academia.

Los seis jesuitas de la UCA cargan con nosotros y nos llevan en su fe, Julia Elba y Celina nos llevan en la suya, pero de manera distinta. Yo al menos, no puedo entrar en su misterio. Pero Dios sí lo conoce y ellas -Dios sabe cómo- nos llevan a Dios.

Y contra toda ciencia y prudencia, los mártires generan esperanza. Miles de campesinos pobres, con familiares muertos, se juntan la víspera del 16 de noviembre en la UCA para celebrar unos con otros, rezar y cantar. Jürgen Moltmann lo teorizo muy bien hace unos años: “no toda vida es ocasión de esperanza, pero sí lo es la vida de Jesús, quien, por amor, tomó sobre sí la cruz”.

Para terminar quiero agradecer al Papa Francisco que  se ha estado moviendo de nuevo en las catacumbas. A su modo, con humor y sencillez, con dureza y con cariño. Quiere reformar la Iglesia. Ayudémosle, no solo aplaudamos.

A Monsenor Luigi Bettazzi un gran abrazo. Y el agradecimiento de los salvadoreños a quienes nos ayudo en los años dificiles.

   Y a los mártires, que descansen en paz. Que su paz nos transmita a los vivos la esperanza, y que su recuerdo no nos deje descansar en paz.

Homilia de Jon Sobrino en el marco del encuentro celebrando los 50 años del Pacto de las Catacumbas realizado en Roma noviembre 2015

Fuente Amerindia

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Como una conspiración… Los cuarenta del Pacto de 1965 (2)

Martes, 17 de noviembre de 2015
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basilica_martires_nereo_y_aquileoDel blog de Xabier Pikaza:

Se reunieron unos cuarenta obispos del Concilio, el 16, 11. 1965, casi en secreto, para celebrar una misa en la Catacumba de Domitila (imagen 1) y firmar un Pacto de Pobreza episcopal. No se conoce su número exacto: No tomaron, que se sepa, una “foto de familia”, ni conservamos el documento original…

Sólo se conservan algunas transcripciones, en varias lenguas (publiqué ayer la española), y la memoria de aquella “pequeña” asamblea silenciosa, de la que sólo se ocuparon algunos medios muy especializados, en notas de prensa tardía. Porque la gran Noticia era el Concilio Universal que se estaba celebrando en la Basílica Inmensa de San Pedro, con miles de corresponsales de prensa, con radios y televisiones.

Allí arriba, en San Pedro, los obispos habían hablado, y mucho, de pobreza, diciendo y publicando cosas memorables, que ha estudiado con toda precisión Joan Planellas en el trabajo central del libro que le dedicamos (El Pacto de las Catacumbas, Verbo Divino, Estella 2015, 81-110 imagen 2, portada del libro. con una pintura de la misma catacumba).

— Pero los 2500 Padres conciliares, en conjunto, no pudieron firmar un compromiso personal y colectivo de pobreza como el de este pacto (como si la pobreza fuera esencial para ellos, como si la iglesia tuviera que ser Una, Santa, Católica y Apostólica, pero no Pobre).el-pacto-de-las-catacumbas-y-la-mision-de-los-pobres-en-la-iglesia

Por eso, estos Cuarenta, en nombre de otros muchos, quizá hasta setecientos dejando por un día la altura de la Basílica de Pedro, bajaron a la Catacumba de Domitila, casi en secreto, sin llamar a la prensa, y rezaron y firmaron este documento admirable, sin obligar a nadie, comprometiéndose ellos mismos.
Se reunieron pues con toda discreción, en un catacumba, para retomar el pulso e impulso de la primera iglesia romana. Faltan muchos que quizá hubieran ido, pero no lo hicieron por “prudencia”. Pero estos cuarenta, muchos de América Latina, estuvieron, rezaron y firmaron.

Querían tener una celebración discreta lejos de la prensa,, para evitar que su gesto de sencillez y compromiso fuera interpretado como una “lección” a los otros obispos.

La primera referencia de la celebración apareció en una nota de Henri Fesquet casi un mes más tarde en Le Monde, el 8.12.1965: “Un groupe d‘ évêques anonymes s’engage à donner le témoignage extérieur d’une vie de stricte pauvreté” (Un grupo de obispos de grupo anónimos se comprometen a dar testimonio exterior de una vida de pobreza estricta (cf. Fesquet, Journal du Concile, Forcalquier, Paris, 1966, 1110-1113).

La misa la celebró Charles M.Himmer, obispo de Tournai, pero el máximo impulsor del documento fue Helder Camara de Recife, Brasil, aunque no se sabe quién lo redactó. Mas tarde se unieron muchos, entre ellos Roger Etchegaray, Presidente del Pontificio Consejo por la Justicia y la Paz. El Papa Francisco lo habría firmado, puede hacerlo el próximo día 16.

Los firmantes del pacto

Referencias en:

http://www.sedosmission.org/web/attachments/article/137/Catacomb%20Pact%20-%20Spanish.pdf
Beozzo, José Oscar (17 de noviembrede 2012). «Nota sobre los participantes en la celebración del Pacto de las Catacumbas, las Catacumbas de Santa Domitila, Roma, 16 de noviembre 1965». Evangelizadoras de los Apóstoles.

Brasil:

Dom Antônio Fragoso (Crateús-CE),
Don Francisco Mesquita Filho Austregésilo (Afogados da Ingazeira – PE),
Dom João Batista da Mota e Albuquerque, arzobispo de Vitória, ES,
P. Luiz Gonzaga Fernandes, que había de ser consagrado obispo auxiliar de Vitória
Dom Jorge Marcos de Oliveira (Santo André-SP),
Dom Helder Camara, obispo de Recife
Dom Henrique Golland Trindade, OFM, arzobispo de Botucatu, SP,
Dom José Maria Pires, arzobispo de Paraíba, PB.

Colombia:

Mons. Tulio Botero Salazar, arzobispo de Medellín
Mons. Antonio Medina Medina, obispo auxiliar de Medellín
Mons. Anibal Muñoz Duque, Obispo de Nueva Pamplona,
Mons. Raúl Zambrano de Facatativá
Mons. Angelo Cuniberti, vicario apostólico de Florencia.

Argentina:

Mons. Alberto Devoto de la diócesis de Goya
Mons. Vicente Faustino Zazpe de la diócesis de Rafaela
Mons. Juan José Iriarte de Reconquista

Otros países de América Latina

Mons. Alfredo Viola, obispo de Salto (Uruguay) y su auxiliar,
Mons. Marcelo Mendiharat, obispo auxiliar de Salto (Uruguay)
Mons. Manuel Larraín de Talca en Chile,
Mons. Gregorio McGrath Marco de Panamá (Diócesis de Santiago de Veraguas),
Mons. Leonidas Proaño en Riobamba, Ecuador

Francia

Mons Guy Marie Riobé, obispo de Orleans,
Mons Gérard Huyghe, obispo de Arras,
Mons. Adrien Gand, obispo auxiliar de Lille

Otros países de Europa

Mons. Charles Marie Himmer, obispo de Tournai, Bélgica,
Mons. Rafael González Moralejo, obispo auxiliar de Valencia, España,
Mons. Julius Angerhausen, obispo auxiliar de Essen, Alemania…
Mons. Luigi Betazzi, obispo auxiliar de Bolonia

África

Dom Bernard Yago, arzobispo de Abidjan, Costa de Marfil
Mons. José Blomjous, obispo de Mwanza, en Tanzania
Mons. Georges Mercier, obispo de Laghouat en el Sahara, África

Asia y América del Norte

Mons. Hakim, obispo melquita de Nazaret,
Mons. Haddad, obispo melquita, auxiliar de Beirut, Líbano
Mons. Gérard Marie Coderre, obispo de Saint Jean de Quebec, Canadá,
Mons. Charles Joseph de Melckebeke, de origen un belga, obispo de Ningxia, China.

(Reflexión posterior:
¿Quién no descubre inmediatamente el peso inmenso de algunos de esos cuarenta, verdaderos Padre de la Iglesia del siglo XX, obispos cuyo nombre y memoria nos sigue manteniendo en la línea de la fe y vida cristiana? A modo de ejemplo recordaré sólo a unos pocos:

Mons. Helder Camara, obispo de Recife
Mons. Tulio Botero Salazar, arzobispo de Medellín
Mons. Juan José Iriarte de Reconquista
Mons. Manuel Larraín de Talca en Chile
Mons. Gregorio McGrath Marco de Panamá (Diócesis de Santiago de Veraguas),
Mons. Leonidas Proaño en Riobamba, Ecuador
Mons. Guy Marie Riobé, obispo de Orleans
Mons. Charles Marie Himmer, obispo de Tournai, Bélgica
Mons. Rafael González Moralejo, obispo auxiliar de Valencia
Mons. Luigi Betazzi, obispo auxiliar de Bolonia
Mons. Georges Mercier, obispo de Laghouat en el Sahara
Mons. Hakim, obispo melquita de Nazaret,
Mons. Haddad, obispo melquita, auxiliar de Beirut, Líbano
Mons. Gérard Marie Coderre, obispo de Saint Jean de Quebec

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El Pacto de las Catacumbas (16. 11. 1965)

Lunes, 16 de noviembre de 2015
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el-pacto-de-las-catacumbas-y-la-mision-de-los-pobres-en-la-iglesiaTerminando el Concilio Vaticano II, inspirados por el movimiento que se estaba gestando en la Iglesia, unos 40 obispos de todo el mundo se reunieron en las Catacumbas de Domitila para firmar lo que hoy en día se conoce como el Pacto de las Catacumbas.

Eran pocos los que “celebraron” y firmaron aquel día el Manifiesto, de un modo casi secreto, a modo de conspiración cristiana, pero ellos aparecen como representantes de otros muchos obispos del Concilio, que eran en conjunto unos 700, inspirados especialmente por Cardenal G. Lercaro de Bolonia y H. Cámara de Brasil.

Con este Pacto, aquellos obispos se comprometieron a caminar con los pobres y a ser una Iglesia pobre al servicio de los pobres, con ellos y entre ellos. Para lograr eso, se comprometieron a llevar un estilo de vida simple, renunciando no sólo a los símbolos de poder, sino al mismo poder externo, volviendo de esa forma a la raíz del evangelio.

El espíritu de ese Pacto ha guiado desde entonces algunas de las mejores iniciativas de la Iglesia, el Oriente y Occidente, de manera que su texto ha venido a convertirse en una de las páginas mas influyentes y significativas de la historia cristiana de la actualidad, aunque aún no se hayan cumplido todos sus objetivos, como quiere el Papa Francisco, que es “hijo espiritual” de aquel pacto (aunque no pudo firmarlo, no era entonces obispo)

Por eso, al cumplirse los cincuenta años de aquel acontecimiento, hemos querido recoger en este libro no sólo el texto del Pacto y los nombres de aquellos que lo firmaron, sino algunos trabajos más significativos que ayuden a entenderlo y situarlo en su historia pasada, en su actualidad y en su necesaria proyección hacia el futuro. Así nos hemos propuesto estudiarlo y promoverlo en el conjunto de la iglesia y de la sociedad.

Con este motivo, a petición de la Congregación y de la Editorial de los Misioneros del Verbo Divino, custodios de la catacumba de Domitila, J. Antunes de Silva y un servidor, con la colaboración de más de veinte especialistas, hemos preparado este libro, publicado a la vez en cuatro lenguas (castellano, portugués, inglés e italiano), que recoge el origen, impacto y actualidad de aquel manifiesto, como iré indicando en los días que siguen.

Hoy presento el texto del pacto. En días sucesivos presentaré a los firmantes y estudiaré el contenido de su mensaje, presentando también a los más de veinte colaboradores actuales que han estudiado el Pacto, desde una perspectiva actual, con J. A. Da Silva y conmigo. Simplemente acabo dando gracias a la Editorial Verbo Divino por habernos permitido presentar en este libro aquel gran Documento de Pacto, quizá el más importante de la Iglesia Católica del siglo XX.

Pacto de las Catacumbas
(Catacumba de Domitila, 16 noviembre 1965)

(Contexto) El 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, cerca de 40 padres conciliares celebraron una eucaristía en las catacumbas de santa Domitila. Pidieron “ser fieles al espíritu de Jesús”, y al terminar la celebración firmaron lo que llamaron “el pacto de las catacumbas”. El “pacto” es una invitación a los “hermanos en el episcopado” a llevar una “vida de pobreza” y a ser una Iglesia “servidora y pobre” como lo quería Juan XXIII. Los firmantes -entre ellos muchos latinoamericanos y brasileños, a los que después se unieron otros- se comprometían a vivir en pobreza, a rechazar todos los símbolos o privilegios de poder y a colocar a los pobres en el centro de su ministerio pastoral.

(Texto)

“Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros en una iniciativa en la que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos en el episcopado; contando, sobre todo, con la gracia y la fuerza de nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y con la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo que sigue:

1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.

2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.

3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc, a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.

4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Mt 10, 8; Hech 6, 1-7.

5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor…). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.

6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.

7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.

8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis. Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.

9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.

10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.

11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos:

* a compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
* a pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.
12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así,
* nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
* buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
* procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
* nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-10.

13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.
Que Dios nos ayude a ser fieles.

(Para una presentación más amplia del libro:
http://www.verbodivino.es/libro/4209/el-pacto-de-las-catacumbas-y-la-mision-de-los-pobres-en-la-iglesia )

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