Comentarios desactivados en La política de género de la Arquidiócesis de Portland aparentemente ignora el Vaticano II, escribe teólogo
SimonMary Asese Aihiokhai
A principios de esta semana se supo que la Arquidiócesis de Portland en Oregón cerró temporalmente su departamento de escuelas católicas, lo que llevó a especular que la decisión puede deberse a meses de reacción violenta contra una política negativa para personas transgénero que la arquidiócesis lanzó a principios de este año. (Puede leer el informe de Bondings 2.0 sobre esta noticia haciendo clic aquí).
Antes del anuncio del cierre de la oficina de las escuelas, un teólogo local ya identificó los problemas con la política de identidad de género de la arquidiócesis. SimonMary Asese Aihiokhai, un teólogo sistemático de la Universidad de Portland, publicó su crítica en el National Catholic Reporter.
El arzobispo Alexander Sample emitió la política a finales de enero. Ordena que los estudiantes transgénero sean malinterpretados en las escuelas católicas porque el tratamiento de los estudiantes “dependerá de la identidad sexual biológica, en lugar de la identidad de género autopercibida”. En su crítica, Aihiokhai ilustra el problema que tienen algunos prelados en su tendencia a confundir sexo y género:
“Desde mi experiencia de los discursos sobre el género en los círculos eclesiales, me he dado cuenta de que parece haber una falta de conciencia sobre la naturaleza fenomenológica del género. La autocomprensión de género no está dentro del dominio de la conceptualización. Más bien, está dentro del dominio de las construcciones socioculturales y políticas de las identidades. . .
“O tal vez sea mejor decir que hay un desprecio por los hallazgos fuera de la lectura literal del relato de Génesis. Sí, la iglesia ubica sus enseñanzas en una tradición. Sin embargo, esta tradición es viva. Como todas las tradiciones vivas, debe crecer. Debe dejarse criticar para que pueda abrazar plenamente la vocación espiritualista de leer los signos de los tiempos”.
El teólogo argumenta que la iglesia debe aceptar responder a las experiencias del pueblo de Dios en lugar de afirmar una comprensión rígida de la identidad de género que no habla de las realidades vividas por las personas queer:
“Hace más de dos décadas, si alguien me hubiera pedido mi opinión sobre el fenómeno de la conciencia de género fluida, habría opinado que tal fenómeno era inmoral o desordenado. Sin embargo, me he encontrado con muchas personas que han compartido conmigo sus éxitos, historias y luchas en la vida mientras intentan entender quiénes son.
“A través de estos encuentros, me he dado cuenta de que quizás, nuestras visiones teológicas que ofrecen significados rígidos a lo que no es rígido por su naturaleza es donde radica el problema”.
Aihiokhai se opone a la forma en que los líderes de la iglesia como Sample han empleado las Escrituras contra las personas LGBTQ+, y sugiere que surgen problemas “cuando leemos las Escrituras solo a través de una lente literal“. Se necesita un compromiso crítico con los textos, y el teólogo propone algunas preguntas orientadoras:
* “¿Qué significa ser hombre o mujer en la época en que se escribieron los textos por primera vez, especialmente en las comunidades donde se escribieron y recibieron los textos?
* “¿Cómo se refleja esa comprensión en el progreso o retroceso de la historia humana?
* “¿Las experiencias de quién quedaron fuera y las experiencias de quién fueron centradas?”
Aihiokhai argumenta que el Vaticano II, que llamó a la iglesia a responder a los “signos de los tiempos”, parece haber sido completamente ignorado por la nueva política, que en cambio ofrece un punto de vista tradicionalista arraigado. En cambio, postula el teólogo, una respuesta a las identidades trans que responda verdaderamente al Espíritu requiere una actitud de apertura y humildad ideológica:
“Para enseñar y recibir correctamente, debemos centrar lo que llamo tener un asiento vacío en nuestras cabezas, nuestros corazones, nuestra imaginación y nuestras interpretaciones didácticas de lo que entendemos que es la verdad. En pocas palabras, debemos reconocer que nuestra comprensión de la verdad de Dios siempre es limitada y no agota el contenido de la verdad misma.
“Para no convertirnos en un ídolo de Dios para nosotros mismos, tener ese asiento epistémico vacío permite la recepción del aspecto ilógico de la verdad de Dios”.
Aihiokhai lamenta la falta de énfasis en el discernimiento en la política, que no deja espacio para la comprensión auténtica de la propia identidad queer. Negarse a reconocer la diversidad de la expresión de género y considerar cualquier crecimiento fuera de una comprensión binaria del género como una imposibilidad, también se opone a la espiritualidad consultiva y evolutiva del Vaticano II. En lugar de miedo o ira, el autor aboga por una actitud de curiosidad:
“No podemos simplemente rechazar lo que consideramos desconocido. Hacer eso es perder la lección clave de conversión que está enraizada en la invitación que Dios nos hace a encontrarnos con Cristo resucitado… La proclamación del Evangelio se trata del acompañamiento de todas las personas. Implica un lento abrazo a la tentación de juzgar al otro por ser diferente. Se trata ante todo de aceptar radicalmente al otro sin dejar de tener curiosidad por saber por qué es como es. . .
“Nuestras instituciones de aprendizaje son lugares donde verdaderamente podemos practicar este abrazo radical de la suspensión del juicio y honrar la praxis de la curiosidad para comprender lo que sucede en las vidas de nuestros hijos y hermanos. Cuando implementamos políticas que rechazan los hallazgos de otras disciplinas, estamos diciendo que el matrimonio del corazón y la mente que define una forma saludable en que la iglesia puede responder a las señales de los tiempos ya no significa nada”.
Dr. Aihiokhai ofrece una respuesta intelectualmente rica y espiritualmente empática a la política de identidad de género miope y dañina del arzobispo Sample. En el futuro, en lugar de exigir el cumplimiento de políticas equivocadas que buscan erradicar la presencia de estudiantes abiertamente queer en la educación católica, los clérigos deberían consultar a teólogos como Aihiokhai, así como a ministros pastorales, comunidades queer y sus familias antes de emitir pautas sobre LGBTQ+. asuntos.
—Andru Zodrow (él/él) y Robert Shine (él/él), New Ways Ministry, 30 de junio de 2023
Comentarios desactivados en Tomás Muro: “Nuestro pequeño Pentecostés fue el Concilio Vaticano II”
“Lo hemos olvidado y gran parte de la jerarquía lo ha ninguneado o marginado”
“En aquellos años 1960, en la Iglesia de Juan XXIII y Pablo VI había espíritu, viento de libertad, tono vital evangélico. Un “cantus firmus” nos decía que “había que cambiar”
“Nos entendíamos, nos sentíamos libres y creativos en la Iglesia”
Nuestro “pequeño Pentecostés” fue el Concilio Vaticano II, que lo hemos olvidado y gran parte de la jerarquía lo ha ninguneado o marginado.
En aquellos años 1960, en la Iglesia de Juan XXIII y Pablo VI había espíritu, viento de libertad, tono vital evangélico. Un “cantus firmus” nos decía que “había que cambiar”.
El concilio se celebró en cuatro sesiones de 1962 a 1965. El Espíritu soplaba con energía por medio de los obispos, teólogos, hermanos separados, laicado, etc…
Nos entendíamos, nos sentíamos libres y creativos en la Iglesia.
Pablo VI murió en 1978. Quizás en ese momento comenzaron a arrinconar el Concilio y las brasas de Emaús se fueron apagando.
Recientemente me ha llegado por Whatsapp una antigua frase del expresidente, Ronald Reagan, de los Estados Unidos. Su pequeña charla se puede resumir en tres palabras y una metáfora. Las palabras We, the People (nosotros el pueblo) hacen alusión al sujeto en torno al que debe girar la vida política y la metáfora habla de un coche, cuya propiedad es del pueblo que deja como conductor al gobernante de turno tras unas elecciones y un programa de gobierno para cuya ejecución ha sido elegido
Es bueno recordar este hecho ya que muchos gobernantes se consideran dueños y señores de la silla que ocupan y con frecuencia no miran al bienestar de la gente sino al suyo propio. Hacen nombramientos entre sus familiares y conocidos a los que llenan los bolsillos y tratan de perpetuarse en el poder. Hay algunos que hacen fraude en las elecciones o incluso fuerzan el cambio de las constituciones para que no haya límites temporales al ejercicio del cargo. Todo vale para conseguirlo por lo que el pueblo, ese sujeto que es el propietario del poder, no se atreve a levantar la voz por miedo a represalias.
Todos somos conscientes de que la democracia está muriendo por una lenta enfermedad de las instituciones que pueden frenar al ejercicio despótico del poder, ya sean los jueces, los fiscales o los medios de comunicación a los que se ponen constantes trabas que llegan incluso al asesinato
¿Y qué pasa en la Iglesia? Nuestra institución no es una democracia, pero vive en un mundo cambiante que influye en el pensamiento eclesial cuando la cultura ambiente difiere, o parece diferir, de las certezas eclesiales. La primera reacción es cerrarse en banda algo imposible ya que no hay más que ver la presión que ejercen las mujeres para alcanzar puestos de poder y los colectivos LGTB que piden ser reconocidos. El concilio Vaticano II pidió que se tuvieran en cuenta estos signos de los tiempos pues eran una realidad que con frecuencia nuestra Iglesia no había tenido en cuenta o les había dado la espalda. No había ayudado en este empeño de apertura del pensamiento la declaración de infalibilidad pontificia que hizo el concilio Vaticano I.
Pero no estoy hablando de algo nuevo, aunque estaba dormido que es el sentido de los fieles, sensus fidei, que significa la comunión de todos los fieles invadidos por el Espíritu en pos de la verdad. El cardenal Newman habló de tres magisterios en la Iglesia: los obispos, los teólogos y el pueblo, los dos últimos muchas veces silenciados ya que el que levantaba la voz sufría las consecuencias que alcanzaban desde la excomunión hasta la pérdida de empleos o cátedras. Aquí destaca como algo novedoso la teología del laicado, la teología de un creyente cuya vida está inmersa en las realidades temporales y en su situación la revelación del Espíritu puede adquirir connotaciones distintas. De aquí la necesidad de que la jerarquía escuche a todos los fieles
La Gaudium et Spes nos dijo que era propio de todo el pueblo de Dios, pero especialmente de los pastores y los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la Palabra divina, a fin de que la Verdad pueda ser mejor percibida y entendida
Veo con esperanza el proceso sinodal donde la voz de todas las parroquias del mundo va a estar presente. También creo que algunos miembros de la jerarquía, que no están acostumbrados a escuchar, van a poner todos los palos en la rueda que puedan con la intención, que nunca confesaran, que descarrile el movimiento, pero poco a poco, la Iglesia se va abriendo y hace camino al andar
Comentarios desactivados en 60 años del Vaticano II: Juan XXIII abre el Concilio apostando por “la medicina de la misericordia” frente a los agoreros “de la severidad”
Juan XXIII, por De Agostini, 1958–1963
Roncalli habla en la apertura de “una Iglesia que mirará con confianza a los tiempos futuros”
“Después de casi veinte siglos, las situaciones y los problemas gravísimos de la humanidad no cambian”. De ese diagnóstico partía Juan XXIII en su discurso de apertura -hoy, 11 de octubre, hace 60 años- del Concilio Vaticano II
“Nos parece que debemos discrepar decididamente de estos agoreros, que siempre anuncian lo peor, como si el fin del mundo fuera inminente”
“Algunos, aunque inflamados de celo por la religión, valoran sin embargo los hechos sin la suficiente objetividad ni prudencia de juicio. En las condiciones actuales de la sociedad humana no pueden ver más que ruina y problemas”
“Después de casi veinte siglos, las situaciones y los problemas gravísimos de la humanidad no cambian”. De ese diagnóstico partía Juan XXIII en su discurso de apertura, hoy (ayer), 11 de octubre, hace 60 años, del Concilio Vaticano II, un evento que, confesaba el Papa Bueno ante los obispos y cardenales llegados de todo el mundo para tan solemne ocasión, “esperamos que haga que la Iglesia mirará con confianza a los tiempos futuros”
Ya es sabido que ese concilio ecuménico marcó un antes y un después en el devenir de la Iglesia del que todavía se están extrayendo consecuencias, aunque no sin duras resistencias internas. De ellas habló también el Papa Roncalli, de quienes, ayer como hoy, ponen palos en las ruedas, pero también de la necesidad de mirar al mundo con misericordia y no solo “con las armas de la severidad”.
Esto es lo que les dijo el hoy Papa santo a aquellos agoreros y así justificó la necesidad de aquel Concilio.
– “No sin ofender a Nuestros oídos, nos llegan los rumores de algunos que, aunque inflamados de celo por la religión, valoran sin embargo los hechos sin la suficiente objetividad ni prudencia de juicio. En las condiciones actuales de la sociedad humana no pueden ver más que ruina y problemas”
– Llegan a decir que nuestros tiempos, si se comparan con los siglos pasados, son totalmente peores; y llegan a comportarse como si no tuvieran nada que aprender de la historia, que es la maestra de la vida, y como si en la época de los Concilios anteriores todo procediera felizmente en lo que respecta a la doctrina cristiana, la moral y la justa libertad de la Iglesia”.
– “Nos parece que debemos discrepar decididamente de estos agoreros, que siempre anuncian lo peor, como si el fin del mundo fuera inminente”.
Pero estos “agoreros” no estaban únicamente en el seno de la Iglesia. Fuera de ella, en el mundo civil, había también poderosas fuerzas que trataban de coartar la libertad de los pastores para su propia reflexión y debate de acuerdo al avance de los tiempos, También de ellos dejó consigna Juan XXIII en su discurso de apertura.
– “Basta echar un vistazo a los anales eclesiásticos para ver con claridad que los propios Concilios Ecuménicos, cuyos acontecimientos están registrados con letras de oro en la historia de la Iglesia, se han celebrado a menudo no sin grandes dificultades y dolores a causa de la indebida interferencia del poder civil”.
– “A veces, ciertamente, los Príncipes de este mundo se propusieron sinceramente asumir la protección de la Iglesia, pero muchas veces esto no ocurrió sin daño y peligro”.
– “No deja de ser una esperanza y Nuestro gran consuelo que veamos que hoy la Iglesia, liberada por fin de tantos impedimentos profanos de épocas pasadas, desde este Templo Vaticano, como desde un segundo Cenáculo de los Apóstoles, por medio de vosotros pueda alzar su voz, preñada de autoridad y majestad”.
Así pues, indiferente a los agoreros de dentro y de fuera, Juan XXIII mostraba su convencimiento, del que había dado muestra ya desde 1959, de la necesidad de que la Iglesia de mediados del siglo XX hiciese una ‘puesta al día’ que reclamaban los numerosos acontecimientos vividos con una vertiginosa rapidez en el mundo, y que amenazaban con dejar a la Iglesia como una rémora encastillada y ajena al desarrollo de la humanidad, sin que eso supusiera que tendría que dar la ‘bendición’ a todo.
Decía Juan XXIII:
– “La Iglesia no ha permanecido indiferente a esos maravillosos descubrimientos del ingenio humano y a ese progreso de las ideas del que hoy disfrutamos, ni ha sido incapaz de apreciarlos honestamente; pero, siguiendo estos hechos con vigilante cuidado, no deja de amonestar a los hombres para que, por encima de la atracción de las realidades visibles, vuelvan sus ojos a Dios”.
– “Es necesario en estos tiempos actuales que toda la enseñanza cristiana sea reexaminada por todos, con una mente serena y tranquila, sin quitarle nada, con ese modo cuidadoso de pensar y formular las palabras que se manifiesta especialmente en las actas de los Concilios de Trento y del Vaticano I”.
– “Es necesario que la misma doctrina sea examinada más amplia y minuciosamente y que las mentes estén más imbuidas e informadas, como lo desean ardientemente todos los sinceros defensores de la verdad cristiana, católica y apostólica; es necesario que esta doctrina cierta e inmutable, a la que hay que dar un asentimiento fiel, sea profundizada y expuesta como lo exigen nuestros tiempos”.
– “Porque una cosa es el depósito de la Fe, es decir, las verdades contenidas en nuestra venerable doctrina, y otra el modo de proclamarlas, pero siempre en el mismo sentido y significado. Hay que dar mucha importancia a este método y, si es necesario, aplicarlo con paciencia; es decir, la forma de exposición que mejor corresponde al Magisterio, cuya naturaleza es predominantemente pastoral”
– “No hay época en la que la Iglesia no se haya opuesto a estos errores; a menudo incluso los ha condenado, y a veces con la máxima severidad. En cuanto a la época actual, la Esposa de Cristo prefiere utilizar la medicina de la misericordia antes que tomar las armas de la severidad; piensa que debe responder a las necesidades de hoy exponiendo el valor de su enseñanza más claramente que condenándola”.
– [Dirigiéndose a los padres conciliares] “Se requiere de ti paz mental serena, armonía fraterna, moderación de las iniciativas, corrección de las discusiones, sabiduría en todas las decisiones”.
Comentarios desactivados en He venido a traer fuego a la tierra
>Creo que la vida no es una aventura que debamos vivir según las modas que corren, sino con un compromiso encaminado a realizar el proyecto que Dios tiene sobre cada uno de nosotros: un proyecto de amor que transforma nuestra existencia.
Creo que la mayor alegría de un hombre es encontrar a Jesucristo, Dios hecho carne. En él, todo -miserias, pecados, historia, esperanza- asume una nueva dimensión y un nuevo significado.
Creo que cada hombre puede renacer a una vida genuina y digna en cualquier momento de su existencia. Cumpliendo hasta el final la voluntad de Dios no sólo puede hacerse libre, sino también derrotar al mal.”
*
Thomas Merton
***
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.”
*
Lucas 12, 49-53
***
*
Los apóstoles, instruidos por la palabra y por el ejemplo de Cristo, siguieron el mismo camino. Desde los primeros días de la Iglesia, los discípulos de Cristo se esforzaron en convertir a los hombres a la fe de Cristo Señor no por acción coercitiva ni por artificios indignos del Evangelio, sino ante todo por la virtud de la Palabra de Dios. Anunciaban a todos resueltamente el designio de Dios Salvador, «que quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4), pero, al mismo tiempo, respetaban a los débiles, aunque estuvieran en el error, manifestando de este modo cómo «cada cual dará a Dios cuenta de sí» (Rom 14,12), debiendo obedecer a su conciencia.
Al igual que Cristo, los apóstoles estuvieron siempre empeñados en dar testimonio de la verdad de Dios, atreviéndose a proclamar cada vez con mayor abundancia, ante el pueblo y las autoridades, «la Palabra de Dios con confianza» (Hch 4,31). Pues defendían con toda fidelidad que el Evangelio era verdaderamente la virtud de Dios para la salvación de todo el que cree. Despreciando, pues, todas «las armas de la carne», y siguiendo el ejemplo de la mansedumbre y de la modestia de Cristo, predicaron la Palabra de Dios confiando plenamente en la fuerza divina de esta palabra para destruir los poderes enemigos de Dios y llevar a los hombres a la fe y al acatamiento de Cristo. Los apóstoles, como el Maestro, reconocieron la legítima autoridad civil: «No hay autoridad que no venga de Dios», enseña el apóstol, que, en consecuencia, manda: «Toda persona esté sometida a las potestades superiores…, quien resiste a la autoridad resiste al orden establecido por Dios» (Rom 13,12). Y al mismo tiempo no tuvieron miedo de contradecir al poder público cuando éste se oponía a la santa voluntad de Dios: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29). Este camino lo siguieron innumerables mártires y fieles a través de los siglos y en todo el mundo.
La Iglesia, por consiguiente, fiel a la verdad evangélica, sigue el camino de Cristo y de los apóstoles cuando reconoce y promueve la libertad religiosa como conforme a la dignidad humana y a la revelación de Dios. Conservó y enseñó en el decurso de los tiempos la doctrina recibida del Maestro y de los apóstoles.
*
Concilio Vaticano II,
Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, llss.
Comentarios desactivados en “Buena Noticia para los pobres”. 3 Tiempo ordinario – C (Lucas 1,1-4; 4,14-21)
Uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús es su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear algo que es esencial en su actuación.
No nos engañemos. Su mensaje no es una buena noticia para todos, de manera indiscriminada. Él ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.
Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Ellos son los destinatarios del reino de Dios, los que se alegrarán cuando Dios «reine» entre sus hijos e hijas.
Pero ¿por qué son ellos los privilegiados? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial? La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No defiende un «clasismo moral». La única razón de su privilegio consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar» en el mundo sino haciéndoles justicia.
Dios no puede ser neutral ante un mundo desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un ser necesitado de justicia. Por eso la llegada de Dios es una buena noticia para él. Dios no puede reinar sino defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.
Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina» no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.
Pero no lo olvidemos. Lo que es buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los intereses de los ricos. Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre.
Comentarios desactivados en “Hoy se cumple esta Escritura”. Domingo 23 de enero de 2022. Domingo 3º del Tiempo Ordinario
Leído en Koinonia:
Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10: Leían el libro de la Ley, explicando el sentido. Salmo responsorial: 18: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. 1Corintios 12, 12-30: Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: Hoy se cumple esta Escritura.
En el libro de Nehemías se nos cuenta de una lectura pública y solemne del libro de la ley de Dios, el que nosotros los cristianos llamamos Pentateuco y en cambio los judíos designan como “Toráh”, Ley. Estamos a finales del siglo V AC, los judíos hace pocos años que han regresado del destierro en Babilonia y a duras penas han logrado reconstruir el templo, las murallas de la ciudad, sus propias casas. Les hace falta urgentemente una norma de vida, una especie de “constitución” por medio de la cual puedan regirse en todos las aspectos de la vida personal, social y religiosa. Esdras, un líder carismático, respetado por todos y considerado levita y escriba, es decir, sacerdote y maestro, les da esa ley, esa constitución que necesitan, proclamando solemnemente, ante todo el pueblo reunido, la santa Ley de Dios. Ya vimos como respondió la gente: comprometiéndose a cumplirla y guardarla, llorando sus infidelidades y, a instancias de sus líderes, celebrando una fiesta nacional: la fiesta de la promulgación de la Ley divina. Desde ese remoto día, quinientos años antes de Jesucristo, hasta hoy, los judíos ordenan sus vidas según los mandatos de la Toráh o Pentateuco.
El texto de Lc 4, 14ss era un texto sin relevancia en la vida práctica de la comunidad cristiana hasta hace sólo 50 años, un texto olvidado, como tantos otros que hoy nos parecen fundamentales. Fue la teología latinoamericana la que puso de relieve este texto como capital. Lucas lo pone al inicio de la vida pública de Jesús. Puede que no corresponda a algo que aconteciera realmente al principio (Juan, de hecho, pone otros pasajes como comienzo de su evangelio), pero lo fue en su significación. O sea, tal vez no ocurrieron las cosas así (y no es posible saberlo históricamente), pero Lucas tiene razón cuando sitúa esta escena en su evangelio como un inicio programático que contiene ya, en germen, simbólicamente, toda su misión.
Jesús, sin duda, tuvo que interpretar muchas veces su propia vida con estos textos proféticos de Isaías. Parece obvio que Jesús vio su vida como el cumplimiento, como la prolongación de aquel anuncio profético de la “Buena Noticia para los pobres”. La misión de Jesús es el anuncio de la Buena Noticia de la Liberación. La “ev-angelización” (“eu-angelo” = buena noticia) no es más que una forma de la liberación, la “liberación por la palabra”.
Las aplicaciones son muchas, y bastante directas:
-La misión cristiana hoy, continuando la misión de Jesús, tiene que ser… eso mismo, o sea: “continuación de la misión de Jesús”, en sentido literal y directo. Ser cristiano, en efecto, será «vivir y luchar por la Causa de Jesús», sentirse llamado a proclamar la Buena Noticia de la Liberación, entendiéndolo en su literalidad más material también: la “Buena Noticia” tiene que ser «buena» y tiene que ser «noticia». No se puede sustituir semánticamente por el «catecismo» o la «doctrina». Jesús no vino a enseñar “la doctrina”; la “evangelización” de Jesús no fue una «catequesis eclesiástico-pastoral»…
-La misión de Jesús no puede pretender ser neutral, “de centro”, “para todos sin distinción”, no inclinada ni para los ricos ni para los pobres… como pretenden tantas veces quienes confunden la Iglesia con una especie de anticipo piadoso de la Cruz Roja… Lo peor que podría decirse del evangelio es que fuese neutral, que no se pronuncia, que no opta por los pobres… La peor ideología sería la que ideologiza el evangelio de Jesús diciendo que es neutro e indiferente a los problemas humanos, sociales, económicos y políticos, porque se referiría sólo a “lo espiritual”…
-Puede ser bueno recordar una vez más: Jesús está lejos de la beneficencia y del asistencialismo… No se trata de “hacer caridad” a los pobres, sino de inaugurar el orden nuevo integral, el único que permite hablar de una liberación real… Es importante caer en la cuenta de que muchas veces que se habla de opción “preferencial” por los pobres se está claramente en una mentalidad asistencial, muy alejada del espíritu de Lc 4, 14ss.
-La palabra evangelizadora, o es activa y práctica en la praxis de liberación, o es anti-evangelizadora. La palabra evangelizadora no es palabra de teoría abstracta. Es una palabra que hace referencia a la realidad y la confronta con el proyecto de Dios. “Evangelizar es liberar por la palabra” (Nolan). Una palabra que no entra en la historia, que no se pronuncia, que se mantiene por encima de ella o en las nubes, que no moviliza, no sacude, no provoca solidaridad (ni suscita enemigos)… no es heredera de la «pasión» del Hijo de Dios.
Algunos recursos para trabajar catequéticamente este evangelio y este tema: Leer más…
Comentarios desactivados en 23.1.22. Manifiesto de Nazaret. A vosotros: Pobres, prisioneros, cegados y oprimidos… (Lc 4, 16-30)
Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 3. Tiempo ordinario. Ciclo c. Jesús proclama y expone en Nazaret (Lc 4, 16-30) su manifiesto mesiánico, a favor de pobres, prisioneros, cegados y oprimidos, partiendo del programa de Isaías Is 61, 1-3. Esta es la Carta Magna de su Reino, en contra del Imperio Romano que Lucas él conocía bien, como intelectual y ciudadano.
Cada evangelio tiene su estilo y programa. Marcos era un inmenso narrador, Mateo un catequista judeo-cristiano, Juan era un místico en la línea de la gnosis.
Lucas, en cambio, es un escritor de oficio, un intelectual greco-romano, que quiere promover un camino de transformación social del imperio, empezando desde Nazaret, para culminar en Roma donde presentrá a Pablo encadenado anunciando el evangelio de la transformación universal que Jesús empezó anunciando en Nazaret.
| X.Pikaza
Introducción. Manifiesto en contra de un judaísmo y cristianismo entendidos como poder establecido.
Lucas ha estudiado, ha comparado, ha descubierto la singularidad del evangelio de Jesús (Lc 1,1-4) y así quiere proponerla, desarrollando de un modo ordenado su argumento. Ha comenzado presentando la “prehistoria” del evangelio, con la anunciación y nacimiento de Juan Bautista y de Jesús (Lc 1-2).
Ha seguido exponiendo el mensaje del Bautista, con el bautismo y las tentaciones de Jesús, es decir, con las falsas propuestas de un “mesianismo diabólico” que él quiere superar (Lc 3,1-4, 13). Y en esa línea quiere proclamar la “novedad” del mensaje y camino de Jesús, escogiendo para ello el lugar propio (Nazaret) y un lugar apropiado (un sábado, en la sinagoga del oficial judaísmo).
Este manifiesto de Jesús, fundado en el programa mesiánico de Isaías, sigue siendo escandaloso. Lo fue para los judíos “nacionalistas” de Nazaret, que querían poner la religión al servicio de su “pueblo” (es decir, de su iglesia particular). Y lo sigue siendo para gran parte de los cristianos actuales, que ponen sus iglesias al servicio del “orden establecido”:
Es contrario a los que ponen sus intereses de Iglesia, sus posibles dogmas y estructuras sacrales por encima de los pobres y excluidos, los oprimidos y esclavizados del mundo, sean de la religión y país que fueren.
Es contrario a los que defienden su “cristianismo sociológico” (su forma de entender un tipo de Estado, Capital, Empresa, TV o radio) por encima de la liberación de los pobres.
Los judíos nacionales de Nazaret tenían razón en contra de Jesús, pues Jesús iba en contra de su estructura socio-religiosa, esto es, de su judaísmo de clan egoísta, al servicio de sí mismo.
Este manifiesta de Jesús va también en contra de un tipo de cristianismo sociológico, propio de un tipo de jerarcas que creen en su religión, no en la liberación y libertad de todos los pobres del mundo…
Va también en contra de un “cristianismo establecido” como poder social, en defensa del orden, poder y riqueza de algunos en contra de los oprimidos del mundo.
Anuncio profético: cinco obras mesiánicas (Lc 4, 16-21).
Lucas lleva a Jesús a Nazaret, su pueblo, para que presente allí su Manifiesto de Dios; pero los nazarenos, sus paisanos, no le aceptan, y parecen preguntarle: ¿tú, quién eres? y él responde citando unas palabras de Isaías. Vengamos al texto:
Entró en la sinagoga, tomó el libro… y encontró el pasaje donde está escrito: El Espíritu del Señor esta sobre mí; ‒ por eso me ha ungido para evangelizar a los pobres; – por eso me ha enviado: para ofrecer la libertad a los presos y la vista a los ciegos; para enviar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Enrolló el volumen… y dijo: Hoy… se ha cumplido esta Escritura (cf. Lc 4, 16-21).
Como Ungido de Dios (=Mesías), Jesús retoma J las palabras de Is 61, 1-3, introduciendo en ellas una novedad significativa, tomada de Is 58, 6: “Me ha ungido para enviar en libertad a los oprimidos”. No es mensajero de un Dios puramente interior, ni maestro intimista (¡que lo es!), sino que declara cumplidas para todos, de un modo social, en su vida y persona, las promesas de la misericordia:
(Dios…) me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres (ptôkhois). El Espíritu de Dios le ha ungido, y por eso puede anunciar su presencia, evangelizando a los pobres, hambrientos de pan y/o carentes de esperanza. Ésta es la raíz de su programa de Reino, expandido en los momentos que siguen. No habla de Dios en sí, ni de una Iglesia separada, no de unos derechos de los bien establecido (eclesiásticos, civiles, económico o culturales). Empieza hablando del derecho divino de los pobres.
Me ha enviado para proclamar la libertad a los prisioneros (aikhmalôtois), esclavizados en cárcel o destierro, víctimas de la violencia. Prisioneros son los que han caído bajo el poder de los fuertes, los vencidos, expulsados y encadenados, víctimas de guerra… Prisioneros son los que no pueden vivir en libertad y autonomía, en conocimiento y gozo, porque el conocimiento y poder lo han “copado” los poderosos y ricos del mundo. Tampoco ahora habla Jesús de Dios, ni de sus derechos como “cristo”, ni de la iglesia. Sigue hablando del derecho divino de los pobres-oprimidos.
Me ha enviado para proclamar (=ofrecer) vista a los invidentes, aquellos a quienes luna enfermedad propia o la violencia del sistema “cultural” les impide que vean. Jesús proclama su “palabra de verdad” (su iluminación, su conocimiento) por encima y en contra de las redes de un sistema de “medios” que se han puesto al servicio del poder, condenando a la ceguera cultural y social a los pobres.
Para enviar en libertad a los oprimidos. Los antes pobres y prisioneros aparecen ahora como “oprimidos” en sentido económico, social, personal. No son “oprimidos por sí mismos”, están oprimidos por otros. “Enviar en libertad a los oprimidos” significa enfrentarse con los opresores, quitarle el poder de opresión que ellos han tomado por la fuerza. Éste programa de Jesús (y de aquellos que quieren seguirle) es peligroso y le constará al vida. Le matarán al fin lo que no quieren la libertad de los pobres…
Para proclamar el año de gracia (dekton= aceptable) del Señor. El “año” significa aquí el “tiempo nuevo” de la rehabilitación, de la redención, de la liberación… A Jesús pueden matarle, pero su programa y camino de liberación sigue adelante, porque es el programa y camino de Dios.
Jesús puede afirmar así, de un modo público, ante todos: Hoy se ha cumplido esta Escritura (Lc 4, 21), que se expresa y despliega en las cinco obras de misericordia liberadora, de mesianismo socialmente transformador, que empiezan con la buena noticia a los pobres, siguen con la liberación de prisioneros/oprimidos (y la curación de ciegos), y culminan en el cumplimiento del jubileo de la redención universal.
Después de celebrar las tres epifanías (a los magos, en el Jordán, en Caná), volvemos al evangelio de Lucas. Cuando lo escribió tomó como punto de partida el de Marcos. Incluso lo copió a veces al pie de la letra. Pero, en bastantes ocasiones, lo cambia y completa. Uno de los casos más curioso de cambio y añadido lo tenemos en el evangelio de este domingo.
La liturgia ha complicado las cosas al unir dos textos muy distintos: la introducción de Lucas a su evangelio (1,1-4) y la actuación de Jesús en Nazaret (4,14-21). Quien pretenda tratar los dos temas en la homilía puede provocar que sus oyentes terminen con la cabeza caliente y los pies fríos. Aconsejaría limitarse al segundo. Dejo el comentario a la introducción para un apéndice.
Actuación de Jesús en Nazaret (Lc 4,14-21)
Marcos cuenta que Jesús, cuando metieron en la cárcel a Juan Bautista, se dirigió a Galilea y proclamaba: “Se ha cumplido el plazo y está cerca el reinado de Dios. Convertíos y creed la buena noticia”.
Lucas también dice que Jesús se dirigió a Galilea y predicaba en las sinagogas, pero no dice qué predicaba. Las primeras palabras públicas las pronunciará en la sinagoga de Nazaret, y no hablan del plazo que se ha cumplido ni de la cercanía del reinado de Dios; tampoco piden la conversión y la fe.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
– Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.
El reinado de Dios no está cerca, se ha hecho presente en Jesús
Lo primero que hace Jesús es leer un texto de Isaías que pretende consolar a los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. Son imágenes que no debemos interpretar al pie de la letra. No se trata de ciegos físicos ni de presos. Este texto, escrito probablemente en el siglo VI o V a.C., describe la triste situación en la que se encontraba por entonces el pueblo de Israel, sometido al imperio persa. Una situación bastante parecida a la de los judíos del tiempo de Jesús, sometidos al imperio romano. Los presentes en la sinagoga de Nazaret podían verse reflejados perfectamente en esas palabras del libro de Isaías. Pero lo importante es lo que Jesús añade: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
Cuando se comparan las primeras palabras de Jesús en Marcos y Lucas se advierte una interesante diferencia. En Marcos, lo esencial es el reinado de Dios y la actitud que debemos adoptar ante su cercanía (conversión y fe). En Lucas, la fuerza recae en el personaje sobre quien Dios ha enviado su Espíritu: Jesús. No se trata de que el reinado de Dios esté cerca, se ha hecho ya presente en Jesús.
¿Qué se cumple hoy?
El texto de Isaías se puede interpretar, a la ligera, como si el personaje del que habla (para nosotros, Jesús) fuese a llevar a cabo la mejora social de los pobres, la liberación de los cautivos, la curación de los ciegos, la libertad de los oprimidos. Sin embargo, el texto no pone el énfasis en la acción, sino en el anuncio. La traducción litúrgica usa tres veces el verbo “anunciar” (en griego sería una vez “evangelizar” y dos “anunciar”). Este matiz es importante, porque coincide con lo que hizo Jesús. Es cierto que curó a algún ciego, pero no liberó de los romanos ni mejoró la situación económica de los pobres. Lo que hizo fue “anunciar el año de gracia del Señor”, hablar de un Dios Padre, que nos ama incluso cuando las circunstancias de nuestra vida siguen siendo muy duras.
Un optimismo desafiante
La liturgia ha dividido el relato de Lucas en dos domingos. Con ello, nos quedamos sin saber cómo reaccionará el auditorio a lo que ha dicho Jesús. La sabremos el próximo domingo. Lo que hoy debe quedarnos es el profundo optimismo del mensaje de Isaías, que, al mismo tiempo, supone un desafío para nuestra fe. ¿Se ha cumplido realmente esa Escritura que anuncia la mejora y la salvación a pobres, ciegos, cautivos y oprimidos? Una rápida lectura del periódico bastaría para ponerlo en duda. Cuando Lucas escribió su evangelio, cuarenta o cincuenta años después de la muerte de Jesús, también tendría motivos para dudar de esta promesa. Sin embargo, no lo hizo. Jesús había cumplido su misión de anunciar el año de gracia del Señor, había traído esperanza y consuelo. Había motivo más que suficiente para creer que esa palabra se había cumplido y se siguen cumpliendo hoy.
La 1ª lectura (Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10)
En aquellos días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era mediados del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo -pues se hallaba en un puesto elevado- y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: «Amén, amén.» Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.» Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.»
Este episodio se interpreta generalmente como el punto de partida histórico de la lectura pública de los textos sagrados judíos y ayuda a comprender lo ocurrido en la sinagoga de Nazaret. La escena se sitúa en la segunda mitad el siglo V a.C., en tiempos de Esdras, y representa una gran novedad. Hasta entonces, quienes hablaban en público eran los profetas. Ahora se lee el libro de la Ley de Moisés (quizá alguna parte del Deuteronomio), de acuerdo con un ritual muy preciso, que se mantuvo parcialmente en las sinagogas: Esdras se sitúa en un púlpito, la gente se pone en pie, Esdras bendice al Señor y todos adoran. Según otra versión, quienes leen son los levitas, que, al mismo tiempo, explican el sentido de lo que han leído.
La introducción al evangelio (Lc 1,1-4)
Ya que el ciclo C está dedicado al evangelio de Lucas, se recoge el prólogo, en el que Lucas ofrece cuatro datos esenciales: a) por qué escribe la obra; b) a quién la dedica; c) qué método usa; d) qué pretende. [La traducción litúrgica ha cambiado el orden, colocando el primer lugar al destinatario].
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo, después de informarme, he resuelto, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el principio; para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Justificación. Llama la atención la referencia a esos muchos que emprendieron la tarea de contar lo sucedido. Si Lucas escribe en la década de los años 80-90, ¿quiénes son esos muchos? Podemos citar con seguridad el evangelio de Marcos, que usará como punto de partida, y el documento con dichos de Jesús conocido como «fuente Q». También otra serie de documentos menores, fragmentarios, utilizados por Lucas en la redacción de su evangelio. Más importante es que los califica de «testigos oculares», convertidos más tarde en «servidores de la Palabra».
Destinatario. ¿Quién es Teófilo? Normalmente se ha pensado en un pagano convertido al cristianismo, de buena posición social y económica, dispuesto a costear los gastos que suponen viajes, investigación y redacción de la obra. Otros no ven claro que se trate de un pagano convertido; podría ser un judío.
Método. Volviendo a los precursores, Lucas no se siente satisfecho con su labor. Encuentra que no han escrito «desde el principio» (a;nwqen), «todo» (pa/sin), «exactamente» (avkribw/j) y «por orden» (kaqexh/j). Estas cuatro deficiencias son las que pretende mejorar. En un breve resumen, podemos decir que «desde el principio» lo lleva a comenzar por la infancia; «todo», a incluir en el relato de Marcos la gran aportación de los Dichos (Q) y de otras tradiciones que él ha descubierto; «exactamente», a situar los hechos en su contexto histórico preciso: censo de Quirino (2,1-2), actividad de Juan Bautista (3,1-2); «por orden», a componer la obra de forma coherente, cuidando al mismo tiempo su calidad literaria.
Finalidad. Se indica claramente: «para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido». Esto sugiere que Teófilo ha sido «catequizado» (kathch,qhj) solo oralmente. La obra de Lucas servirá para dar autoridad y solidez a esa enseñanza, confirmando y ampliando lo aprendido anteriormente. Este dato es fundamental para no extrañarse de ciertas «incongruencias» de Lucas. Por ejemplo, en 5,3 habla de Simón como si fuera conocido para el lector, aunque es la primera vez que lo nombra. De hecho, un lector que ya ha sido catequizado sabe muy bien quién es Simón Pedro.
***
Quien desee completar estas ideas puede consultar J. L. Sicre, El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús. Verbo Divino. Estella 2021, pp. 63-67.
“Volvió” y nosotros volvemos a estrenar tiempo litúrgico. Bueno, en rigor empezamos hace casi dos semanas. El tiempo de Navidad terminó con el Bautismo del Señor y desde entonces empezamos el “Tiempo Ordinario”. Es el más largo de los tiempos litúrgicos y sin embargo parece que le damos poca importancia.
El Adviento y la Cuaresma son tiempos fuertes, llenos de compromisos y anhelos. La Navidad y la Pascua son tiempos de mucha fiesta y alegría. El Tiempo Ordinario pasa más desapercibido, es silencioso, pero es aquí donde se “cuece” la vida.
Lo que decíamos, lo estamos estrenando y durante este año la liturgia nos presenta el evangelio de Lucas. Tenemos treinta y pico semanas para saborear la experiencia de Jesús que tuvo la comunidad de Lucas.
Y así, de una volada, nos hemos plantado en el capítulo 4, en la vida pública de Jesús. Los relatos del anuncio y el nacimiento los hemos recordado en Navidad. Ahora estamos de nuevo en la línea de salida. Jesús vuelve a Galilea y volverá alguna vez más, y también nos hará volver. Pero no vuelve de cualquier manera, vuelve “con la fuerza del Espíritu”. ¿Qué tal si también nosotras nos animamos a volver así, con la fuerza del Espíritu?
Ahora que las fiestas de Navidad nos han devuelto a nuestras rutinas, a nuestra cotidianidad, volvamos con ganas. Volvamos con novedad.
Lo conocido no es menos emocionante o más pobre, las cosas buenas no solo suceden en vacaciones. Toda nuestra vida está llena de regalos por abrir. Muchas veces no llevan papel de colores ni son objetos que podamos almacenar. Quizá por ello a penas los percibimos y se quedan esperando.
¡Anímate! Y vuelve tú también a tu Galilea. Pero vuelve con la fuerza del Espíritu para que en ti se cumpla el Sueño de Dios.
Oración
Derrama, Trinidad Santa, tu Espíritu sobre nosotras para que nos acerquemos a tu Palabra y descubramos la Buena Noticia. Para que nuestras vidas sean signos de libertad. Amén.
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DOMINGO III (C)
Lc 4,14-21
Este ciclo (C) toca leer el evangelio de Lucas, que empieza con un paralelismo de la infancia entre el Bautista y Jesús en los dos primeros capítulo. A partir de aquí, se olvida de todo lo dicho y comienza solemnemente su evangelio: “En el año quince del gobierno de Tiberio Cesar… vino la palabra de Dios sobre Juan… Después del bautismo y las tentaciones, propone un nuevo comienzo con un resumen: Regresó a Galilea con la fuerza del Espíritu, enseñaba en las sinagogas y su fama se extendió.
No es la primera vez que entra en una sinagoga pues dice: “como era su costumbre”. Y “haz aquí lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm. El texto de Isaías es el punto de partida. Pero más importante aún que la cita, es la omisión voluntaria de la última parte que decía: “… y un día de venganza para nuestro Dios” (estaba expresamente prohibido añadir o quitar un ápice del texto). Los que escuchaban se dieron cuenta de la omisión. Atreverse a rectificar la Escritura era inaceptable.
Isaías habló en metáforas, no habla de curación física. Jesús se niega a entrar en la dinámica que ellos esperan. Ni la misión de Elías ni la de Eliseo fue remediar necesidades materiales. Continúa Lucas con un texto en que Jesús realiza toda clase de curaciones, ahora en Cafarnaúm. Pero termina orando en descampado y diciendo a los que le buscan: Vámonos a otros pueblos a predicar, que para eso he venido.
No comenta un texto de la Torá, que era lo más sagrado para el judaísmo sino un texto profético. El fundamento de la predicación de Jesús se encuentra más en los profetas que en el Pentateuco. Para los primeros cristianos estaba claro que el mismo Espíritu, que ha inspirado la Escritura, unge a Jesús a ir mucho más allá de ella, superando el carácter absoluto que le habían dado los rabinos. Ninguna teología, ninguna norma tiene valor absoluto. El ser humano debe estar siempre abierto al futuro.
Al aplicarse a sí mismo el texto, está declarando su condición de “Ungido”. Seguramente es esta pretensión la que provoca la reacción de sus vecinos, que le conocían de toda la vida y sabían quién era su padre y su madre. En otras muchas partes de los evangelios se apunta a la misma idea: La mayor cercanía a la persona se convierte en el mayor obstáculo para poder aceptar lo que es. Para un judío era impensable que alguien se atreviera a cambiar la idea de Dios de la Escritura.
Partiendo de Isaías, Jesús anuncia su novedoso mensaje. A las promesas de unos tiempos mesiánicos por parte de Isaías, contrapone Jesús los hechos: “hoy se cumple esta Escritura”. Toda la Biblia está basada en una promesa de liberación. No debemos entender literalmente el mensaje y seguir esperando lo que ya nos han dado. Dios no nos libera, Dios es la liberación. Soy yo el que debo tomar conciencia de ello.
La libertad es el estado natural del ser humano. La “buena noticia” de Jesús va dirigida a todos los que padecen cualquier clase de sometimiento, por eso tiene que consistir en una liberación. No debemos caer en una demagogia barata. La enumeración que hace Isaías no deja lugar a dudas. En nombre del evangelio no se puede predicar la simple liberación material, pero tampoco podemos conformarnos con una salvación espiritual, desentendiéndonos de las esclavitudes materiales.
Oprimir a alguien, o desentenderse del oprimido, es negar el Dios de Jesús. El Dios de Jesús no es el aliado de unos pocos. No es el Dios de los buenos, de los piadosos ni de los sabios; es, sobre todo, el Dios de los marginados, de los excluidos, de los enfermos y tarados, de los pecadores. Solo estaremos de parte Dios si estamos con ellos. Una religión, compatible con cualquier clase de exclusión, es idolátrica. “Id y contarle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan…”
Hoy el ser humano busca con ahínco la liberación de las opresiones externas, pero descuida la liberación interior que es la verdadera. Jesús habla de liberarse antes de liberar. En el evangelio de Juan, está muy claro que tan grave es oprimir como dejarse oprimir. El ser humano puede permanecer libre a pesar de los sometimientos externos; hay una parte de su ser que nadie puede doblegar. La primera obligación del hombre es no dejarse esclavizar y el primer derecho, verse libre de toda opresión.
¿Cómo conseguirlo? El evangelio nos lo acaba de decir: Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu. Ahí está la clave. Solo el Espíritu nos puede capacitar para cumplir la misión que tenemos como seres humanos. Tanto en el AT como en el NT, ungir era capacitar a uno para una misión. Pablo nos lo dice con claridad meridiana: Si todos hemos bebido de un mismo Espíritu, seremos capaces de superar el individualismo, y entraremos en la dinámica de pertenencia a un mismo cuerpo.
La idea de que todos formamos un solo cuerpo es genial. Ninguna explicación teológica puede decirnos más que esta imagen. La idea de que somos individuos con intereses contrapuestos es tan demencial como pensar que una parte de nuestro cuerpo pueda ir en contra de otra parte del mismo cuerpo. Cuando esto sucede le llamamos cáncer. El individualismo solo puede ser superado por la unidad del Espíritu.
Pablo nos invita a aceptarnos los unos a los otros como diferentes. Esa diversidad es precisamente la base de cualquier organismo. Sin ella el ser vivo sería inviable. Tal vez sea una de las exigencias más difíciles de nuestra condición de criaturas, aceptar la diversidad, aceptar al otro como diferente, encontrando en esa diferencia, no una amenaza sino una riqueza. Es fácil descubrir que estamos en la dinámica opuesta. Seguimos empeñados en rechazar y aniquilar al que no es como nosotros.
Lo único que predicó Jesús fue el amor, es decir, la unidad. Eso supone la superación de todo egoísmo y toda conciencia de individualidad. Los conocimientos científicos adquiridos en estos dos últimos siglos vienen en nuestra ayuda. Somos parte del universo, somos parte de la vida. Si seguimos buscando el sentido de mi existencia en la individualidad terminaremos todos locos. El sentido está en la totalidad, que no es algo separado de mi individualidad, sino que es su propio constitutivo esencial.
El Espíritu no es más que Dios presente en lo más hondo de nuestro ser. Eso que hay de divino en nosotros es nuestro verdadero ser. Todo lo demás, no solo es accidental, transitorio y caduco, sino que terminará por desaparecer. No tiene sentido que sigamos potenciando aquello de lo que tenemos que despegarnos. Querer poner en lo caduco el sentido a mi existencia es ir en contra de nuestra naturaleza más íntima.
Meditación
Hoy se cumple esa Escritura también en ti.
El Espíritu que actuó en Jesús, está actuando en ti.
El ego nos separa. El Espíritu nos identifica.
Conecta con esa energía divina que ya está en ti,
y la espiritualidad será lo más espontáneo y natural de tu vida.
«Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos»
En un momento determinado de su vida, Jesús deja su oficio y abandona Nazaret para dedicarse a una vida de profeta itinerante. Alcanza la fama en el entorno del lago de Genesaret, y cuando regresa a su tierra es rechazado por sus antiguos vecinos. Nada de particular, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de farsantes que se lanzaban entonces a los caminos de Galilea a predicar cualquier ocurrencia.
Vamos pues a fijarnos en el texto de Isaías leído por Jesús en la sinagoga.
Desde la más remota antigüedad, y en todos los ámbitos geográficos y todas las culturas, han surgido personas con una especial intuición de Dios —o una especial comunicación con Dios— que nos han revelado su sabiduría; la sabiduría de Dios.
En este hecho se da además una circunstancia reveladora, y es que aunque en el mundo encontramos culturas muy distintas, los principios morales y sapienciales son idénticos en todas las grandes religiones y los grandes sistemas filosóficos, lo que nos mueve a pensar que su origen tiene que ser el mismo; es decir, que Dios procura la felicidad de sus hijos y se vale de estos personajes para señalarles el camino.
Esta idea nos invita a revisar nuestro concepto de religión. Es habitual concebir la religión como un conjunto de normas o mandamientos de carácter ético cuyo cumplimiento nos acerca a Dios, pero quizá fuese más apropiado ver la religión como un cauce a través del cual los seres humanos vamos desentrañando la sabiduría de Dios; vamos encontrando las claves para lograr la felicidad que Dios quiere para nosotros.
¿Pero cuáles son esos grandes principios?… Pues en el fondo de todos ellos encontramos una misma idea: las actitudes humanitarias llenan de sentido nuestra vida, nos producen la plenitud del alma —del ánimo— y, en definitiva, nos producen felicidad… Muy sencillo y muy gratificante.
Pero llega un momento de la historia en que la humanidad en su conjunto empieza a dudar de estos grandes guías; en que pierde la fe que sus mayores tenían en sus criterios, y empieza a pensar que todas aquellas cosas que han soportado la vida humana a lo largo de los siglos, no son más que prejuicios que nos alienan, nos infantilizan y que debemos superar…
Y renunciamos a su sabiduría. Y cometemos la necedad de confiar nuestra vidas a unos guías que ni conocen el camino ni les interesa que nosotros lo conozcamos; que nos han arrebatado el sentido de nuestra vida y nos han convertido en algo muy parecido a un grupo de excursionistas perdidos en un bosque que camina en círculos a machetazos, arrasándolo todo y dejando por el camino un reguero de víctimas que no pueden aguantar el ritmo de los más fuertes.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
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DOMINGO 3º T.O. (C)
La fe en Jesús entraña creer como él creyó, afiliado enteramente a su Abbá, con quien se identifica desde su entrega a la realización del Reino de Dios. Consecuencia de ello es el hecho del seguimiento. Creer en Jesucristo es seguirle. En otras palabras: tiene fe quien cree en el Dios de Jesús o en el Jesús de Dios.
Jesús se sitúa en la tradición de los profetas. Le preocupa el cambio de la persona y de la sociedad para que reine la justicia o el reinado de Dios. La consecuencia es obvia: está cerca de Dios y de la conversión quien rompe un pasado o un presente de injusticia y vuelve a Dios o al reino de justicia. Lo esencial es descubrirlo implicado en el proceso transformador de la persona y de la sociedad.
Convertirse no es simplemente renunciar, hacer sacrificios, disponerse a recibir la gracia de un sacramento, ni siquiera equivale a creer en Dios desde lo más propio de la conciencia, ni se da sólo en el interior del corazón, sino que se enraíza, como la fe, la esperanza y la caridad, en la conciencia madura, adulta.
Nadie se convierte por imposición, sino por invitación del Espíritu de Jesús. Esta invitación exige una respuesta que se traduce en la ruptura de un pasado y un presente de injusticia, de relaciones desiguales, de superioridad y subordinación y vuelve a Dios o al reino de justicia.
Nada más profético en el contexto de un Sínodo que lleva por lema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, a convocatoria del papa Francisco, que la primera lectura de Pablo a los Corintios (12,12-30) en la que se nos dice que la Iglesia es como el cuerpo humano: debe haber diversas funciones y ministerios, pero ninguno puede funcionar sin los otros. Es más, aquellos que implican autoridad (no autoritarismo), son los que menos pueden funcionar aisladamente, ya que deben servir a la base. En la Iglesia no se puede mandar sin dejarse impactar o conmover por la base; todos somos Pueblo de Dios que camina.
En el evangelio, Jesús expone claramente en la sinagoga de su pueblo, su programa mesiánico: dar una buena noticia a los pobres, a los condenados la libertad, a los ciegos la vista, a los oprimidos la liberación. Lucas se lo transmite con entusiasmo a su joven amigo Teófilo “para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” y “mantener siempre viva la verdad de las cosas en las que ambos fueron enseñados”. También hoy a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI.
Jesús proclama que la unción que recibimos en el Bautismo, no separa del mundo, sino que compromete con el mundo en el sentido de la liberación de toda opresión. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido”. Todo cristiano debería ser el primero en la lucha contra toda clase de opresión y discriminación. Con más razón quienes ostentan la autoridad, que no es sino el servicio, ejercido sin prejuicios ni estereotipos, para que “todos seamos Uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28).
La autoridad en la Iglesia no puede separar y dividir a unos de otros, clérigos y laicos, hombres y mujeres. Esto es, clérigos que mandan y mujeres y hombres que obedecen; sacerdotes que predican en virtud de un “poder sagrado” y laicos eternamente callados, que escuchan y no tienen su palabra. Clérigos que celebran, enseñan, ejercen el poder poniéndose por encima de la Comunidad, dictan las normas morales favoreciendo la pasividad del Pueblo de Dios, que pese a todo, sigue trabajando y dando razón de su fe en todas las tareas eclesiales sin reconocimiento de la autoridad competente.
Si la base de la Iglesia es ser todos seguidores de Jesús, todos somos sinodales, compañeros de camino; todos consagrados, ungidos por el Espíritu para realizar nuestra misión en el mundo. Todos laicos, Pueblo de Dios consagrado por el Bautismo en el Espíritu.
La Iglesia discrimina por razón de sexo. Tampoco las mujeres ni los varones casados podemos representar a Cristo en la Iglesia occidental. El sexo y el celibato se han convertido en voluntad del Espíritu de Jesús. Y todo ello con un argumento engañoso de consecuencias desastrosas que descuida las necesidades de las comunidades cristianas, mina la debilitada autoridad de la Iglesia y provoca la desobediencia a las normas eclesiásticas del estamento clerical. ¿Dónde queda la verdad y la libertad evangélica?
Me conmueven hoy, especialmente las palabras de Jesús:
El Espíritu del Señor está sobre mí, sobre ti, porque te ha ungido.
Te ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a los descartados, a los sencillos, te ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos. Cautivos de sus prejuicios, de sus estereotipos, de su terquedad, de su prepotencia, de sus miedos, de sus recelos.
Y te ha enviado a anunciar el año de gracia del Señor, con audacia y con esperanza.
Todos tenían los ojos fijos en Él. Y añadió:
Hoy se cumple el pasaje de la Escritura que acabáis de escuchar.
La movilización feminista católica en Europa y Latinoamérica es un signo de los tiempos incuestionable. Anhelamos cambiar la estructura eclesial medieval por una Iglesia de corte profético, liberadora, valiente, circular, peregrina, que camina junto a todos los que creen y siguen a Jesús, el Señor. La reforma de la Iglesia es la vuelta a la fuente, a Jesucristo.
Hoy, laicos, pastores, obispo de Roma, comunidad de personas bautizadas con la misma dignidad, conscientes de estar llamadas con otros para seguir a Jesucristo y ser testigos creíbles del Evangelio, nos ponemos en camino en este Sínodo, que es “acontecimiento de gracia, proceso de sanación guiado por el Espíritu Santo”.
Si el cuarto evangelio presenta a Jesús como fuente de alegría (relato de las “bodas de Caná”), para Lucas es el portador de la “Buena Noticia”, la “respuesta” de Dios a los pobres, a todos los que se reconocen necesitados: “libertad para los cautivos, vista para los ciegos, liberación para los oprimidos”.
Tal presentación de la figura de Jesús contiene una sabia intuición atemporal -válida para todo tiempo- y una forma de expresión particular, condicionada por el momento histórico en que se escribe.
La intuición es que la realidad se halla definitivamente a salvo. Que, más allá de las apariencias y de las limitaciones de todo tipo, en el nivel profundo, en nuestra identidad última, somos plenitud. El horizonte y el fondo de lo real no es frustración, sino liberación radical. La realidad -nosotros incluidos- es necesidad e incluso carencia en el nivel aparente, pero es, al mismo tiempo, respuesta definitiva. Es otro modo de hablar de la paradoja que nos constituye: somos cautivos y somos libertad; somos ciegos y somos luz; nos experimentamos oprimidos y somos liberación.
La forma de expresión, nacida en un momento histórico determinado y condicionada por un determinado nivel de consciencia, coloca esa respuesta en un ser particular, considerado como “salvador celeste” que, desde “fuera”, vendría a saciar plenamente toda nuestra búsqueda.
El teísmo -un modo específico en el que se plasmó el anhelo espiritual y la vivencia religiosa de una gran parte de la humanidad durante unos milenios- ve al ser humano en su carencia e incluso en su pecado. Y cree que la salvación ha de llegar de “fuera”, de parte de un dios que contiene todas las respuestas a nuestras necesidades. Podría decirse que, en cierto modo, la visión que el teísmo tiene del ser humano es radicalmente parcial, ya que parece ver solo nuestra forma aparente. Sin embargo, si bien nuestra forma visible es carencia, nuestra profundidad última es plenitud, una con el fondo de todo lo que es, Vida o Consciencia.
A partir de esta comprensión, se nos regala un doble reconocimiento: por un lado, nuestra identidad no es el yo particular con el que fácilmente hemos vivido identificados -eso es únicamente nuestra personalidad-; por otro, todo lo que en el cristianismo se dice de Jesús puede decirse con toda razón de todo ser humano. Porque todos somos uno en nuestra identidad profunda: siendo diferentes, somos lo mismo.
¿Reconozco y vivo armoniosamente esa doble dimensión?
Teófilo no es tanto un individuo, sino que hemos de entenderlo en el sentido etimológico de la palabra: “Theos” Dios / “philos”: amigo. Lucas dirige su evangelio a los amigos de Dios. Dios es amigo, amigo nuestro, amigo de todos. (S Juan dirá que Dios es amor (1 Juan 4,8).
Así pues, excelentísimos amigos de Dios.
No es cosa de poca monta saber que sois -somos- amigos y que Dios os -nos- tiene a todos por amigos (incluidas nuestras calamidades). ¡Tantas veces hemos sido denostados por pecadores, tantas predicaciones nos han llamado y nos llaman de casi todo! Ya cansa tanto pecado y tanto infierno.
Es un bálsamo escuchar a san Lucas que nos llama: excelentísimos amigos de Dios. Dios es nuestro amigo.
El evangelio de Jesús es, pues, un evangelio dirigido a los amigos de Dios. El Dios de Jesús no es un justiciero temible al que hemos de contentar y aplacar. Dios es amigo.
Mientras Dios nos quiere, muchas veces vivimos como “clientes” de lo eclesiástico.
¿Me siento querido por Dios?
02.- ¿A qué ha venido Cristo?
El pasado domingo “asistíamos” al comienzo de la actividad de Jesús según el evangelio de Juan: las bodas de Caná: un vino nuevo de amor.
Hoy, hemos escuchado en el texto evangélico “el discurso programático”, el comienzo de la vida y actividad adulta de Jesús según el Evangelio de Lucas.
03.- Lo que caracteriza la tarea, la misión de Jesucristo.
“¿Cuál es el programa de Jesús?”
Buena noticia a los pobres Y liberación
La palabra eu – angelion significa buena noticia.
Jesús es la última y definitiva palabra de Dios.
Jesús -Él mismo- es ya buena noticia para los pobres.
Jesús estaba y está cerca de los débiles: de los enfermos físicos y psíquicos, estaba cerca de las personas problemáticas, de los pecadores.
Hay personas que en sí mismas son una buena noticia, un don, tienen y transmiten paz, serenidad.
04.- Liberación a los cautivos y oprimidos.
Dos veces aparece la libertad – liberación de los cautivos / oprimidos.
Desde Egipto y el destierro de Babilonia, cautividades y opresiones hay muchas en la vida, en la historia de los pueblos y de las personas. Opresiones económicas, sociales, eclesiásticas, políticas, raciales. Cautividades también en el orden personal, esclavitudes morales.
Es hermoso y cristiano sentirse, ser libre y ayudar a que los demás vivan en libertad.
05.- Un tiempo y una eternidad amables: gracia.
El texto que hemos escuchado en el evangelio lo toma Jesús del profeta Isaías. Jesús podía -¡debía!- haber continuado con el texto de Isaías: he sido enviado a anunciar el día de venganza de nuestro Dios, pero no lo hizo. Lo de JesuCristo es otra cuestión. Jesús no predica la venganza de Dios, sino que viene a anunciar el tiempo amable de Dios, un tiempo, una historia de gracia, de amabilidad.
06.- Y esta gracia y salvación está presente ya hoy
Hoy estamos salvados. Es el “hoy” lucano
Lc 2, 11: Hoy Os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Lc 4, 21: Hoy se cumple ante vosotros esta profecía”.
Lc 5, 26: Hoy hemos visto cosas extraordinarias, dice la gente tras la curación del paralítico
Lc 19, 5.9: Hoy tengo que alojarme en tu casa le dice Jesús a Zaqueo.
Hoy ha llegado la salvación a esta casa.
Lc 23, 43: Hoy estarás conmigo en el paraíso le dice Jesús
Hoy, no mañana, estamos salvados los pobres, oprimidos, esclavos y pecadores.
Esto infunde una gran paz y serenidad en nuestra vida.
Amigo de Dios, la buena noticia de Jesús es que Dios es nuestro amigo y que estamos en un tiempo de gracia y salvación.
Comentarios desactivados en Julio Puente López: “Ponerse en el lugar de las personas trans no es fácil, pero es de justicia y de fe cristiana”
“Fanatismo religioso y derecho natural”
“El periodista americano Michael Sea Winters afirma que se está produciendo un cisma de corte jansenístico en la Iglesia americana que ha infectado a la jerarquía y al clero”
“La radicalización, como vemos, no es algo exclusivo hoy de la lucha política y de la sociedad civil. El sector integrista sigue sin aceptar la realidad de una Iglesia que ha dejado atrás la ideología de cristiandad”
“No es fácil ponerse en el lugar de las personas trans, comprenderlas. Pero tenemos que hacerlo por deber de justicia y de fe cristiana. Tiene que haber protección legal para los millones de personas trans que hay en el mundo”
“Las rutas de la renovación son como un laberinto… La futura ley trans española, redactada desde el conocimiento científico y la sensatez, debería alcanzar el máximo consenso posible y contar con el asesoramiento y la experiencia de las personas de ese colectivo”
07.02.2021 | Julio Puente López
“¿Es el presidente de la Conferencia Episcopal ahora el gran imán de cada católico de Estados Unidos?” Es la pregunta que se hacía en el NCR el periodista Michael Sean Winters el pasado 27 de enero. Se refiere al arzobispo Gomez, miembro del Opus Dei. Winters afirma que se está produciendo un cisma de corte jansenístico en la Iglesia americana que ha infectado a la jerarquía y al clero. El influyente laico católico George Weigel, biógrafo de Juan Pablo II, sería uno de los que está flirteando con este tema.
Con motivo de la proclamación de Biden como nuevo presidente de Estados Unidos al Arzobispo Gomez le faltó tiempo para recordarle la doctrina de la Iglesia, la del aborto en concreto, que si este ignora le inhabilitaría según muchos neoconservadores para recibir la comunión. ¿Sería este un sacramento para los puros al que los débiles no podrían acudir para hacer más fuerte su fe? El papa Francisco no es de esa opinión.
La radicalización, como vemos, no es algo exclusivo hoy de la lucha política y de la sociedad civil. La Iglesia católica sufre también en su seno profundos enfrentamientos. Con nostalgia de la ideología de cristiandad o del Estado confesional, la oposición de carácter ultraconservador al programa de reformas del papa Francisco tiene las características de los comportamientos sectarios.
El sector integrista sigue sin aceptar la realidad de una Iglesia que ha dejado atrás la ideología de cristiandad. “El Vaticano I hablaba de la Iglesia como “sociedad perfecta”; el Vaticano II habla de la Iglesia como “necesitada de continua renovación”, leemos en la Historia de la Iglesia editada por la editorial San Pablo. El historiador Guido Zagheni dedica a este tema un capítulo de casi 70 páginas titulado “El proyecto de “cristiandad”: Modelo de relación entre la Iglesia y el mundo”. Su conclusión es clara: con el Vaticano II se ha superado la ideología de cristiandad.
Pero las rutas de la renovación no son fáciles. Son como un laberinto donde todos andamos dando vueltas sin encontrar la salida de Mt 6, 24: Dios o el dinero, evangelizar o colonizar. Y el clero renuncia, sí, al sexo, o lo intenta, pero se enreda siempre en los juegos del poder y de la acumulación de bienes, sin querer comprender que el cristianismo que cree que hay acceso a Dios desde el apego al dinero es falso. Es el problema que tienen todas esas personas tan amantes de las tradiciones religiosas y de la estética litúrgica, pero no tanto de la justa distribución de la riqueza.
En la década de los setenta el sociólogo alemán Franz-Xaver Kaufmann escribió un libro titulado “Theologie in soziologischer Sicht” (Herder, 1973). El autor dedica un capítulo a estudiar el papel que ha jugado el pensamiento iusnaturalista en la estabilización del catolicismo, sobre todo en la sociedad alemana. Fue el fundamento ideológico que hizo posible la aparición de una subcultura católica unida, cerrada y partidista en la esfera política. Desde Pio IX hasta el concilio Vaticano II el papado se sirvió de la teoría del derecho natural y de la apelación a la ley natural para marcar la frontera con la sociedad secular y dar cohesión a la comunidad de creyentes.
El Vaticano II supuso el fin de esa ideología, pero Juan Pablo II y Benedicto XVI volvieron a insistir en la teoría del derecho natural reivindicando un liderazgo moral del papado no solo para la Iglesia, sino también frente a la sociedad civil. Benedicto XVI en su viaje a España esgrimió el derecho natural al enjuiciar la ley del aborto y la ley del contrato civil entre personas del mismo sexo. La España laica entendió que era “una extorsión a la libertad de conciencia”. “La coartada justificadora era la supuesta violación del derecho positivo de una ley natural que solo la Iglesia católica se halla en condiciones de conocer, interpretar y aplicar” (Javier Pradera, El País, 10 de noviembre de 2010).
Y ahora los obispos de Estados Unidos, como si quisieran ser la tercera cámara del Estado, no han perdido ni un minuto en hablar al presidente Biden de la ley del aborto para influir así en su conciencia. Se olvidan de que el cristiano mayor de edad juzga por sí mismo lo que cree justo (cf. Lc 12, 56-57). Se olvidan de la legítima autonomía de la ciencia, de la autonomía de lo temporal, de que los obispos no pueden substituir la conciencia de los fieles, de que la misión de la Iglesia no es de orden político, económico o social. Estos obispos ignoran todo aquello que enseñó el Vaticano II en la Gaudium et spes.
La Iglesia anterior al Vaticano II era una sociedad que se decía perfecta y que constituía una cultura aparte y a la defensiva frente a lo que venía de fuera, que creaba una sociedad paralela con escuelas, universidades, hospitales, medios de comunicación y toda clase de sociedades y organismos a los que se añadía el adjetivo de “católicos”. Esa Iglesia no daba siempre un testimonio auténtico del Evangelio, porque conseguir influencia y poder no es evangelizar. Tradicionalista y dogmático, el catolicismo era visto por muchos como una secta. En América se usaba con frecuencia la palabra inglesa “sectarian” para referirse a ese tipo de creyente católico. Ahora volverá a haber nuevos motivos para hacerlo.
Pero una Iglesia así, de doctrina y ritos que no cambian y que promete la salvación frente a un mundo extraviado, sigue teniendo sus adeptos. Ahí tenemos a los grupos católicos federados en “Una Voce”, y a los clásicos grupos ultraconservadores y fundamentalistas españoles de todos conocidos, con su interpretación al pie de la letra de la Escritura, su intransigencia y su rigidez dogmática.
Wolfgang Waldstein, el famoso jurista de Salzburgo que el papa Benedicto XVI citó en su discurso en el “Reichstag” de Berlín, gran defensor del iusnaturalismo tal como lo explicaba el magisterio hasta hace poco, fue nombrado presidente de honor de la asociación laica alemana “Pro Missa Tridentina”. El cardenal Rouco Varela reflexionó en 2019 sobre ese discurso del papa Ratzinger en el Parlamento de Berlín en 2011. En su artículo, “¿Un nuevo retorno del derecho natural?” publicado en Ius Communionis, presenta Rouco el discurso de Benedicto XVI como una propuesta para recuperar el “derecho natural” como categoría intelectual y como valor ético-jurídico.
Todo ello es legítimo y tiene su sentido, pero conviene no olvidar que un “corazón dócil, que sepa escuchar para juzgar, para discernir entre el bien y el mal”, como pedía Salomón (cf. 1 R 3, 9), es algo que no le es negado a ningún hombre honesto. Benedicto XVI cita ese pasaje con la expresión de “un corazón oyente” (“ein hörendes Herz”) y también cita el versículo de Rm 2, 15 que habla de una ley escrita en el corazón, en la conciencia de todo hombre, no solo en la de los cristianos. Ya nos dijo Ebner, y luego Rahner, que el hombre es “Hörer des Wortes”, “oyente de la palabra” divina. Y es la “confianza en la palabra” lo que constituye para el personalismo la última instancia, el fundamento de la vida social, de la ley y del derecho. Aunque Ebner nos recuerda, citando Dt 30, 14, que Dios ha puesto su palabra en nuestro corazón para que la podamos poner en práctica, nos dice en sus “Glosas al prólogo del Evangelio de Juan” (1921) que “no es necesario en absoluto entender esta confianza en un primer momento en sentido religioso”. Tal vez los estudiosos del derecho podrían encontrar aquí un puente entre el positivismo jurídico de H. Kelsen, contemporáneo de Ebner, por cierto, y el iusnaturalismo.
La ley natural no se encuentra en ninguna caja fuerte del Vaticano bajo siete llaves teniendo acceso a ella solamente el magisterio del papa. Que su fundamento sea la ley eterna de Dios no anula la capacidad de todo hombre para razonar. Como enseñó hace años el profesor Stephen Buckle “la idea de derecho natural no proporciona atajos al razonamiento moral”. La promulgación de esa ley y de ese derecho corresponde, como ya defendió Santo Tomás de Aquino, a la inteligencia humana. En ese sentido, como muestra Buckle, la ley natural bien entendida tiene capacidad para incorporar el cambio.
Siguiendo las enseñanzas del profesor Jesús Vega López, si le he entendido bien, esta ley no puede interpretarse en un sentido radicalmente contrario a la idea de igualdad en su sentido moderno y contemporáneo, puesto que incluye la noción de universalidad normativa que da origen a la idea de “ley moral”.
El contenido de la ley natural ha de ser interpretado, pero sin apelar a una antropología natural inalterable, porque entonces estamos haciendo una interpretación no igualitaria negando los hallazgos del razonamiento crítico jurídico que reconoce que existe un derecho fundamental a la igualdad de trato y a la no discriminación. La afirmación de este derecho constituye la base de las legislaciones de los Estados occidentales que reconocen las uniones civiles de las personas del mismo sexo y los derechos de las personas con sexualidades diversas. Sin reconocer este derecho a la igualdad de trato, que la Iglesia debería aplicar a sus propios fieles, a las mujeres y a las minorías sexuales, resulta difícil ver que las pretensiones de la Iglesia en estas materias puedan tener acogida en un Estado constitucional laico. No aparecerían ante los ciudadanos como una doctrina moral “razonable”.
No es de extrañar que las reformas del papa Francisco encuentren oposición cuando queriendo ser fiel al espíritu de “aggiornamento” y de renovación de la Iglesia del Vaticano II afronta los problemas sin recurrir a esa teoría del derecho natural. El cardenal Müller se expresó así en una entrevista del Corriere della Sera: “La palabra de Dios vale para todos los tiempos. Y habla del derecho natural, moral. La constitución antropológica no se respeta en esta nueva antropología LGTB”. Según Müller “el papa es el primer intérprete de la ley natural”. Y pregunta: “¿Por qué interviene en estos asuntos de los Estados sin subrayar la dimensión de la ley natural?”
En 2019 este cardenal viajó a Estados Unidos y se vio con los miembros de la Corte Suprema y católicos conservadores, Samuel Alito y Brett Kavanaugh, así como con Brian S. Brown, conocido activista homófobo y con la princesa Gloria von Thurn und Taxis, una millonaria de Ratisbona amiga de los que se oponen a Francisco. Esta empresaria ultraconservadora, que ve en Müller al Trump de la Iglesia, fue la que puso al cardenal en contacto con Stephen Bannon. Uno recuerda aquellas palabras de Ebner cuando se preguntaba en su escrito “El escándalo de la representación” qué espera la aristocracia de una victoria de Dios. “Nada cuando se da en el corazón del hombre. Pero ¿qué de esta en el mundo?”
Hermana Mónica Astorga OCD, quien acompaña y ayuda a mujeres trans (Diario de Río Negro/Gobierno Provincial )
Los grupos de presión que mezclan política y religión son, como vemos, especialmente activos en América. Francisco parece estar en buena forma, pero ya se han publicado libros que nos hablan de cómo debería ser el próximo papa. George Weigel y Edward Pertin han publicado sendos libros con el mismo título, The Next Pope. Si en Roma o en la iglesia alemana se estudia la posibilidad de dar la comunión a los divorciados que han vuelto a contraer matrimonio Weigel, haciendo una interpretación burda del Evangelio, se apresurará a señalar que el papa no puede cambiar la doctrina de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio. Es una táctica común en el sectarismo refutar lo que el adversario no ha sostenido. Lo que técnicamente llaman“mutatio elenchi”si se hace a sabiendas. Una forma de acusar falsamente. Además se pasa por alto Mt 19, 9: “a no ser en caso de porneia”, algo que rompería el matrimonio.
Weigel no ha dudado en tergiversar la doctrina social del papa Juan Pablo II en la encíclica “Centesimus annus” (1991). Pero el texto es claro: “Queda mostrado cuán inaceptable es la afirmación de que la derrota del llamado “socialismo real” deja al capitalismo como único modelo de organización económica. Hay que romper las barreras y los monopolios que colocan a tantos pueblos al margen del desarrollo, y asegurar a todos —individuos y naciones— las condiciones básicas que permitan participar en dicho desarrollo” (Centesimus annus, 35). No es pues verdad como afirma Weigel que el papa apoyara la doctrina de la autorregulación libre de los mercados.
El sectarismo ultraconservador se hace con frecuencia fanatismo obsesivo en los temas de la sexualidad y de las relaciones humanas. Así, por ejemplo, el que fue arzobispo de San Luis, el conservador americano Carlson, hoy ya retirado, insistía todavía en 2020 en que “la comprensión católica de la persona humana sostiene que el sexo y el género no pueden separarse”. Pero la realidad de la vida hace pedazos la rigidez de esa doctrina de la Relación final del Sínodo de los obispos de 2015 recogida luego en otros documentos.
Un caso real lo puede mostrar. Recordemos a J. Morris. Falleció el 20 de noviembre de 2020 a la edad de 94 años. Sirvió en el ejército británico durante la segunda guerra mundial, se graduó como oficial de inteligencia en Sandhurst, trabajó como periodista y, como miembro de la expedición de Hurt y Hillay en su conquista del Everest, dio la noticia en exclusiva para The Times en 1953. Morris, después de estudiar en Oxford, contrajo matrimonio con Elisabeth Tuckniss, la mujer de su vida con la que tuvo 5 hijos. Escribió más de 40 obras, entre ellas Pax Britannica, una historia del imperio británico en tres tomos y libros de viajes traducidos a muchos idiomas. James Morris, nacido biológicamente como varón, siempre supo que era mujer.
En 1972 James Morris viajó a Casablanca para someterse a una reasignación de sexo. Lean su obra “Conumdrum” (Enigma). Desde entonces y hasta que murió en 2020 fue Jan Morris. Tras un divorcio al tener que someterse a las leyes, de nuevo la unión civil con Elisabeth Tuckniss, el tú de su yo, más allá del sexo y de la orientación sexual. Fue una mujer transgénero primero, mujer transexual después de la operación, en una larga lista en la que están Lili Elbe, Virginia Prince, Caitlyn Jenner, Georgine Kellermann y millones de otras. Y habría que hablar también de los hombres trans, que nacieron con el sexo biológico de mujer. Está claro que el sexo y el género no siempre van de la mano. Son cosas diferentes. Y otra cosa distinta de ambos es la orientación sexual. Y eso simplemente es lo que afirman los estudios de género.
No es fácil ponerse en el lugar de las personas trans, comprenderlas. Pero tenemos que hacerlo por deber de justicia y de fe cristiana. Tiene que haber protección legal para los millones de personas trans que hay en el mundo. La futura ley trans española, redactada desde el conocimiento científico y la sensatez, especialmente en los que se refiere a los menores, debería alcanzar el máximo consenso posible y contar con el asesoramiento y la experiencia de las personas de ese colectivo.
La comunidad transgénero de Estados Unidos (cerca de un millón de personas) le hizo saber al arzobispo Carlson que su doctrina desconocía su problemática. Si se evitan las posturas sectarias no tendría por qué ocurrirle lo mismo a la Iglesia en España.
Comentarios desactivados en Jesús Martínez Gordo: ¿’Por todos’ o ‘Por muchos’? La ‘contrarreforma litúrgica de Benedicto XVI.
“Un aviso importante para los partidarios, en este y en otros asuntos, de una lectura involutiva de la reforma que, aprobada en el aula conciliar, ratificada e impulsada por Pablo VI y “recibida” por la inmensa mayoría del pueblo de Dios, fue torpedeada -desde sus primeros momentos- por el teólogo J. Ratzinger”
Juan Pablo II: “El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres”
El pasado 28 de agosto una comisión de la Conferencia Episcopal Italiana le entregaba a Francisco una copia del nuevo misal. El Papa les agradeció el gesto subrayando la importancia del trabajo realizado y la continuidad en la aplicación del Vaticano II. Dicho misal, que será obligatorio en Italia a partir del 4 de abril de 2021, domingo de Pascua, presenta, entre otros, un detalle que no ha pasado desapercibido, al menos entre nosotros: conserva la expresión “derramada por vosotros y por todos” en la consagración del vino.
Es mucha la tinta corrida estos últimos años sobre el asunto. Quizá, por ello, no está de más, volver a recordar qué supone recuperar semejante traducción en los tiempos eclesiales que corren: en mi opinión, un aviso importante para los partidarios, en este y en otros asuntos, de una lectura involutiva de la reforma que, aprobada en el aula conciliar, ratificada e impulsada por Pablo VI y “recibida” por la inmensa mayoría del pueblo de Dios, fue torpedeada -desde sus primeros momentos- por el teólogo J. Ratzinger, posteriormente, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe y Papa Benedicto XVI; emérito en la actualidad.
Es bien conocido el diagnostico que mereció al cardenal J. Ratzinger la reforma litúrgica de Pablo VI: “ha producido unos daños extremadamente graves” ya que, al romper radicalmente con la tradición, ha propiciado la impresión de que es posible una recreación de la misma “ex novo” (J. Ratzinger, “Mi vida. Autobiografía”, Madrid, 2006, 105. 177).
También son conocidas las posteriores autorizaciones del Papa Benedicto XVI para celebrar la misa en latín (Exhortación postsinodal “Sacramentum caritatis”, febrero 2007) y para recuperar la liturgia romana anterior a la reforma impulsada por Pablo VI en 1970 (Carta Apostólica “Summorum Pontificum”, julio 2007).
E igualmente es conocida la sorprendente “reforma” de la reforma litúrgica en la que se implicó -y, en este sentido, (contra)reforma- revisando la fórmula de consagración del vino, vigente hasta entonces y, por extensión, su apuesta por una traducción literal de la misa del rito romano a las lenguas vernáculas.
La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo “por todos”: en alemán “für Alle”, en inglés “for all”, en español “por todos los hombres”, en francés “pour la multitude”, en italiano “per tutti” y en euskera “guztientzat”.
La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo “por todos”: en alemán “für Alle”, en inglés “for all”, en español “por todos los hombres”, en francés “pour la multitude”, en italiano “per tutti” y en euskera “guztientzat”
Sin embargo, el 24 abril de 2012 el sitio web de la Conferencia Episcopal Alemana publicaba una carta de Benedicto XVI, fechada el 14 abril de 2012, en la que pedía a los obispos alemanes (tras su aprobación de una nueva edición del misal, del “Gotteslob”) que se atuvieran al texto latino y que adoptasen la expresión “für Viele” (por muchos) en vez de “für Alle” (por todos): “ésta es mi sangre derramada por vosotros y por muchos”.
Fue una decisión que no sorprendió a los conocedores de la trayectoria teológica del Papa Benedicto XVI, implicado desde hacía varios decenios (y sin mucho éxito durante el pontificado de Juan Pablo II) en traducir el “pro multis” como “por muchos”.
Las referencias normativas más cercanas a este texto papal eran la Instrucción “Liturgiam authenticam” (2001) de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, así como una carta de la misma Congregación (2006) en la que se abordaba específicamente la traducción de la expresión “pro multis”.
En la Instrucción “Liturgiam authenticam” se recordaba que el rito romano “tiene un estilo y una estructura propias que hay que respetar en lo posible también en las traducciones”. Por eso, recomendaba cuidar la exactitud de los textos latinos en las diferentes lenguas vernáculas y relegar todo lo que fuera creatividad.
El debate antecedente
Desde el primer momento, esta Instrucción fue descalificada e ignorada por la inmensa mayoría de las Conferencias episcopales del mundo e, incluso, por un importante sector de la misma curia vaticana tal y como se puede constatar en la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” (2003) y en la carta de Juan Pablo II a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005.
Concretamente, en el número 2 de la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” de Juan Pablo II se podía leer, cuando se recordaban las palabras de Jesús para la consagración del vino: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados (cf. Mc 14, 24; Lc 22, 20; 1 Co 11, 25)”. Era un texto en el que se recuperaba –como se podía apreciar – el “por todos” reconociendo las traducciones presentes en los misales postconciliares.
Esta es la versión italiana del Misal, en la que se sigue consagrando “Por todos”
Y en el número 4 de la carta que Juan Pablo II dirigía a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005 (la última, antes de fallecer), se leía: “‘Hoc est enim corpus meum quod pro vobis tradetur’. El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres. Es una salvación integral y al mismo tiempo universal, porque nadie, a menos que lo rechace libremente, es excluido del poder salvador de la sangre de Cristo: ‘qui pro vobis et pro multis effundetur’. Se trata de un sacrificio ofrecido por ‘muchos’, como dice el texto bíblico (Mc 14, 24; Mt 26, 28; cf. Is. 53, 11-12), con una expresión típicamente semítica, que indica la multitud a la que llega la salvación lograda por el único Cristo y, al mismo tiempo, la totalidad de los seres humanos a los que ha sido ofrecida: es sangre ‘derramada por vosotros y por todos’, como explicitan acertadamente algunas traducciones. En efecto, la carne de Cristo se da ‘para la vida del mundo’ (Jn 6, 51; cf. 1 Jn 2, 2)”.
El hecho de que esta carta (en la que se daba un posicionamiento neto a favor del “por todos”) no fuera sometido previamente al dictamen de la Congregación para la Doctrina de la Fe provocó una protesta del cardenal J. Ratzinger en una borrascosa reunión de los jefes de algunos dicasterios de la curia vaticana.
Estando así las cosas y una vez elegido Papa, no extrañó que la traducción del “pro multis” se convirtiera en uno de los objetivos de la (contra)reforma litúrgica en la que siempre estuvo comprometido quien fuera prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe con Juan Pablo II.
El criterio de traducción
La primera señal durante el pontificado de Benedicto XVI fue la citada carta de la Congregación para el Culto Divino del año 2006. En este texto se recordaba, en primer lugar, que la fórmula consecratoria entonces vigente (“por todos”) se atenía a la ortodoxia y era válida, además de coherente, con los “principios que han presidido la traducción de los textos litúrgicos en las lenguas modernas”. Era evidente que con este reconocimiento se quería salir al paso de cualquier duda sobre la reforma litúrgica emprendida por Pablo VI en aplicación del Concilio Vaticano II.
Sin embargo, la Congregación para el Culto Divino defendía, en un segundo momento, la necesidad de cambiar la traducción apoyándose, para ello, en “la equivalencia formal” o literal, en vez de en “la equivalencia estructural” o dinámica (es decir, más atenta al sentido) hasta entonces imperante. Era una decisión que fundamentaba en un supuesto “empobrecimiento” litúrgico provocado por la aplicación de dicha “equivalencia estructural o dinámica”. Por eso, pedía que se evitaran las traducciones “interpretativas” y que se favorecieran las literales.
Se trataba de una decisión sustentada en un diagnóstico y en una argumentación no compartidos por muchísimos sacerdotes, teólogos, obispos y -sobre todo, y sorprendentemente- por una buena parte de las Conferencias episcopales del mundo. Por eso, fue contestada y ninguneada, a pesar de que algunas Conferencias episcopales la aplicaron sin mayores problemas: España, Hungría, Estados Unidos y unas pocas de América Latina.
La carta a los obispos alemanes
Con la carta dirigida al presidente de la Conferencia episcopal alemana en abril de 2012, Benedicto XVI pretendió salir al paso de estas reticencias. Y si era cierto que lo hacía en un tono que buscaba convencer, no lo era menos que se trataba de una decisión que iba a ser exigida por la curia vaticana a partir de su publicación.
Benedicto XVI recordaba, en primer lugar, cómo fue informado por el presidente de la Conferencia episcopal alemana en su visita del 15 de marzo de 2012 sobre el hecho de que entre los obispos de lengua alemana no había todavía consenso en lo concerniente a la traducción de las palabras “pro multis”. Existían obispos (la mayoría de los austriacos y una buena parte de los alemanes) que deseaban mantener el “por todos” en la nueva edición del “Gotteslob”, a pesar de que la Conferencia episcopal alemana estaba mayoritariamente de acuerdo en el “por muchos”, tal y como deseaba la Santa Sede.
Seguidamente, traía a colación su compromiso de pronunciarse por escrito sobre esta importante cuestión para “prevenir una división en el lugar más íntimo de nuestra oración”.
“En los años sesenta -recordaba Benedicto XVI- cuando el misal romano, bajo la responsabilidad de los obispos, tenía que ser traducido al alemán, existía un consenso exegético sobre el hecho de que el término ‘los muchos’, ‘muchos’, en Isaías 53, 11 s., era una forma expresiva hebrea para indicar el conjunto, ‘todos’. La palabra ‘muchos’ en los relatos de la institución de Mateo y de Marcos era, por lo tanto, considerada un semitismo y tenía que ser traducida por ‘todos’. Ello se extendió también a la traducción del texto latino, donde ‘pro multis’, por medio de los relatos de los Evangelios, se refería a Isaías 53 y, por lo tanto, debía ser traducido como ‘por todos’”.
Sin embargo, proseguía el Papa J. Ratzinger, ese consenso exegético se había desmoronado. Ya no existía.
Era cierto que en los tiempos inmediatamente posteriores al Concilio se entendía que la Biblia y los textos litúrgicos estaban tan distanciados del mundo y del pensamiento de la gente que, incluso, traducidos, continuarían siendo incomprensibles para cuantos participaban en las funciones litúrgicas. Por eso, se consideró necesario traducir interpretando con el fin de allanar las dificultades y acercar a la celebración. Se buscaba ir a lo sustancial, dejando en segundo término la preocupación por la literalidad. Éste ha seguido siendo un criterio de traducción justificado hasta la actualidad.
Sin embargo, continuó Benedicto XVI en primera persona, cuando pronuncio las oraciones litúrgicas en varios idiomas, constato “que a veces no hay casi similitudes entre las distintas traducciones, y que el texto común sobre el que se basan es, muchas veces, sólo lejanamente reconocible”. Este problema viene acompañado de “banalizaciones que constituyen verdaderas pérdidas”. Por eso, la experiencia me indica, cada día con mayor claridad, “que, como orientación para la traducción, el principio de correspondencia no literal, sino estructural, tiene sus límites”. Obviamente, esta situación no me lleva a prescribir un “verbalismo unilateral”, sino a poner en primer plano (en conformidad con la Instrucción “Liturgiam authenticam”) “el principio de la correspondencia literal”.
Lo hago porque quiero que la Palabra sagrada emerja “lo más posible por sí misma, también con su lejanía y con las preguntas que conlleva”. Y porque es preciso volver a recordar la competencia de la Iglesia en “la tarea de la interpretación para que -en los límites de nuestra respectiva comprensión- nos llegue el mensaje que el Señor nos ha destinado”.
Éste fue el personal diagnóstico del papa J. Ratzinger en el que enmarcar la decisión de la Santa Sede para que en la nueva traducción del misal la expresión “pro multis” fuera traducida como tal, sin ser interpretada. “La traducción interpretativa ‘por todos’ debía ser sustituida por la simple traducción ‘por muchos’”.
Me hago cargo –continuó el Papa- de que existen personas para quienes esta traducción cuestiona que Cristo ha muerto por todos o que se preguntan si la Iglesia no está destruyendo la herencia del Concilio y modificando su doctrina. De ahí la importancia de una catequesis que explique lo que está en juego con esta decisión y que enfatice, de manera particular, “la universalidad de la salvación que llega” en Jesús.
En el corazón de dicha catequesis se debería tener muy presente que “en la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en absoluto ‘muchos’, sino muy pocos, una pequeña masa que sigue disminuyendo. Y, sin embargo, somos ‘muchos’: ‘Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas’ (Ap. 7, 9). Somos muchos y representamos a todos. Por lo tanto, las palabras ‘muchos y ‘todos’ van juntas y hacen referencia la una a la otra en la responsabilidad y en la promesa”.
La sombra de gnosticismo, calvinismo y jansenismo
Los debates (anteriores y posteriores) a estos pronunciamientos del Papa y de la Congregación para el Culto Divino fueron recogidos por Francesco Pieri (docente de griego bíblico y Patrología en la Facultad Teológica de Emilia-Romaña) en un articulo publicado en Il Regno – Attualità 10 (2012) 297-301 (“Per una moltitudine. Sulla traduzione delle parole eucaristiche”) y ampliado en un libro (Dehoniana Libri, 2012).
En el citado libro, Francesco Pieri recordaba -en mi opinión, acertadamente- que, tras el problema lingüístico, se encontraba otro, de enorme relevancia teológica y pastoral: en la traducción propuesta por el Papa y la Curia vaticana se corría el riesgo de propiciar una comprensión tendencialmente gnóstica, calvinista o jansenista de la voluntad salvífica de Dios ya que se podría dar a entender que había personas que quedaban excluidas al no quedar debidamente resaltadas la universalidad de la salvación.
Ésta era la razón por la que muchas Conferencias episcopales nacionales se resistían a recibir la decisión adoptada por Roma o de que hicieran oídos sordos a la misma. Concretamente, la Iglesia Italiana, a pesar de contar con un episcopado muy moderado y bastante alineado con la cúpula vaticana, tampoco había aceptado la orden. Así, por ejemplo, Bruno Forte (arzobispo de Chieti-Vasto), interviniendo en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (noviembre de 2010), sostuvo que la alternativa “por muchos-por todos” era teológicamente fundada, pero demasiado sutil para explicar a la gente. Por eso, se manifestó partidario de “mantener la traducción actualmente en uso”, es decir, “por todos”.
Sometida a votación la propuesta vaticana, sólo 11 de los 187 obispos presentes se decantaron a favor de la fórmula “por muchos”, siendo una anécdota menor que el arzobispo de Chieti-Vasto se manifestara dos años después (“Corriere della Sera”, 26 de agosto de 2012) a favor del “por muchos” porque le parecía que si bien era cierto que el “por todos” enfatiza el destino universal de la salvación ofrecida en Cristo, el “por muchos” era más sensible a la libre elección de cada uno y, por eso, más respetuoso de la dignidad de las personas.
Las dos cuestiones de fondo
En cualquier caso, la decisión tomada por J. Ratzinger reabrió diferentes debates referidos no sólo a la entidad de la cuestión dogmática en juego, sino también al procedimiento seguido y a la cuestionable idoneidad de la decisión papal.
El método empleado. El Concilio reconoció a las “autoridades eclesiásticas territoriales” la competencia sobre la traducción y la adaptación de los textos litúrgicos, correspondiendo a la Santa Sede su consentimiento, una vez hechas las observaciones y correcciones que estimara pertinentes (SC 40).
Sin embargo, Benedicto XVI eligió el camino inverso, como, por lo demás, había hecho en otras muchas otras ocasiones y para diferentes cuestiones (y K. Wojtyla antes de él): era el que iba del centro a la periferia, minando, de esta manera, la reciprocidad entre el primado de la sede romana y la colegialidad de los sucesores de los apóstoles puestos al frente de las Iglesias, una verdad proclamada por el Vaticano II.
Como se puede apreciar, se trataba de una decisión (y de un modo de proceder) que hacían peligrar la necesaria complementariedad entre el principio “petrino” y el “paulino” y que devaluaban la herencia apostólica de la Iglesia de Roma y la estructura profunda del catolicismo.
Una decisión de dudosa idoneidad. Pero, además, la apuesta del Papa J. Ratzinger por la traducción literal ignoraba o no tenía en cuenta que la expresión “por muchos” resonaba de manera diferente en nuestros oídos y en los de los destinatarios de los evangelios de Marcos y Mateo. Así, por ejemplo, había lenguas en las que “muchos” se oponía, en unos casos, a “pocos” y, en otras, a “todos”. Incluso, existían expresiones en las que podía equivaler a “no pocos” o “no todos”.
Pero había más. F. Pieri recordó, citando al biblista Albert Vanhoye, que “la palabra hebrea ‘rabbim’ sólo significa que, de hecho, hay ‘un gran número’, sin precisar si corresponde o no a la totalidad”.
La recepción (todavía pendiente) del Vaticano II
El sorprendente posicionamiento del Papa J. Ratzinger evidenció, una vez más, que el problema doméstico número uno de la Iglesia católica seguía siendo (también en su pontificado) el de la colegialidad de todos los obispos en el gobierno eclesial presididos, por supuesto, que, en un modelo de comunión, por el sucesor de Pedro. Y, con él, la improcedencia (siendo muy suave) de imponer una recepción personal y (contra)reformista al resto de la Iglesia católica o, cuando menos, a la inmensa mayoría del pueblo de Dios.
Afortunadamente, esto es lo que se ha empezado a corregir en el pontificado de Francisco, por más que algunos (montados en el carro de sus “verdades innegociables”) le nieguen el pan y la sal. Les guste o no, es mucho todavía el camino que queda por andar en la recepción del Vaticano II. También en lo referente a una primera recepción de la liturgia que, en lengua vernácula y “por todos”, hace tiempo que da señales -sobradamente evidentes- de agotamiento e insignificatividad y, por ello, de una urgente y nueva reforma, es decir, de una (contra) reforma como superación de la liderada por Pablo VI y en las antípodas, por supuesto, de la abanderada por J. Ratzinger.
Comentarios desactivados en “Memoria de una conversa”, por Dolores Aleixandre
De su blog Un grano de mostaza:
Aquellos desatinos litúrgicos del post concilio
Pertenezco a la generación que vivió los primeros cambios del Vaticano II y que comenzaron por la liturgia: había que sacudirse las sandalias tanto polvo de rituales arcanos y vestimentas extrañas; había que desterrar también costumbres anquilosadas y nos pusimos a ello con entusiasmo: queríamos acercar la Eucaristía al Pueblo de Dios para que volviera a ser Pan roto y compartido que circulaba en la comunidad de hermanos y hermanas. No siempre supimos hacerlo con tino. Recuerdo celebraciones sin altar, sin mantel, sin ornamentos, sin velas, sin flores: todos alrededor de una mesa con un plato y un vaso de la cocina, pan y vino normales y en alguna ocasión, hasta cenicero para que el celebrante pudiera fumar sin problemas. La “conversación homilética” devoraba casi todo el tiempo, no se usaba libro alguno y el ritual se iba improvisando. Con el paso del tiempo yo iba notando un malestar difuso, como si mi sentido estético se resintiera, pero era impensable una vuelta atrás: cualquier propuesta en ese sentido sería tachada de conservadurismo.
Pero a final de los 70 fui en Pascua a Taizé y ese fue mi “camino de Damasco” porque allí “recuperé los sentidos”. Viví con asombro la importancia que daban a los iconos, al orden, a la luz y las flores, al color, la música y el incienso. Me sumergí en otro ámbito al que había dejado de dar importancia y tomé conciencia de cuánto me ayudaba todo aquello que yo daba por irrecuperable a la hora de celebrar y rezar. Mis sentidos estaban hambrientos y se dieron un banquete, estaban atrofiados y despertaron.
Pero lo difícil me esperaba a la vuelta. Me puse a actuar con ese fervor no siempre acertado de los conversos, empeñada en introducir cambios en nuestro modo de celebrar, pero en mi entorno pastoral (sacerdotes, catequistas, animadores de grupos) no estaban por la labor de incorporar nada nuevo. Les parecía que dar importancia la estética y cuidar la vista, el oído o el olfato era puro esteticismo y que eso significaba un paso atrás, un intento de sacralizar lo que se había secularizado con tanto esfuerzo y tantas rupturas. Me dijeron que me había vuelto conservadora y espiritualista y que no entendían qué necesidad había de poner en cuestión lo incuestionable.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces, las cosas han vuelto a su cauce. ¿A su verdadero cauce? Cuánto nos queda aún para que todo nuestro ser, sentidos incluidos, “entre en el gozo del Señor”…
Comentarios desactivados en “Descubrir el proyecto de Dios”. 17 Tiempo ordinario – A (Mateo 13,44-52)
No era fácil creer a Jesús. Algunos se sentían atraídos por sus palabras. En otros, por el contrario, surgían no pocas dudas. ¿Era razonable seguir a Jesús o una locura? Hoy sucede lo mismo: ¿merece la pena comprometerse en su proyecto de humanizar la vida o es más práctico ocuparnos cada uno de nuestro propio bienestar? Mientras tanto se nos puede pasar la vida sin tomar decisión alguna.
Jesús cuenta dos breves parábolas. En ambos relatos, el respectivo protagonista se encuentra con un tesoro enormemente valioso o con una perla de valor incalculable. Los dos reaccionan del mismo modo: venden todo lo que tienen y se hacen con el tesoro o con la perla. Es, sin duda, lo más sensato y razonable.
El reino de Dios está «oculto». Muchos no han descubierto todavía el gran proyecto que tiene Dios de un mundo nuevo. Sin embargo, no es un misterio inaccesible. Está «oculto» en Jesús, en su vida y en su mensaje. Una comunidad cristiana que no ha descubierto el reino de Dios no conoce bien a Jesús, no puede seguir sus pasos.
El descubrimiento del reino de Dios cambia la vida de quien lo descubre. Su «alegría» es inconfundible. Ha encontrado lo esencial, lo mejor de Jesús, lo que puede trasformar su vida. Si los cristianos no descubrimos el proyecto de Jesús, en la Iglesia no habrá alegría.
Los dos protagonistas de las parábolas toman la misma decisión: «venden todo lo que tienen». Nada es más importante que «buscar el reino de Dios y su justicia». Todo lo demás viene después, es relativo y ha de quedar subordinado al proyecto de Dios.
Esta es la decisión más importante que hemos de tomar en la Iglesia y en las comunidades cristianas: liberarnos de tantas cosas accidentales para comprometernos en el reino de Dios. Despojarnos de lo superfluo. Olvidarnos de otros intereses. Saber «perder» para «ganar» en autenticidad. Si lo hacemos, estamos colaborando en la conversión de la Iglesia.
Comentarios desactivados en ” Vende todo lo que tiene y compra el campo”. Domingo 26 de julio de 2020. 17º domingo de tiempo ordinario.
Leído en Koinonia:
1Reyes 3,5.7-12: Pediste discernimiento Salmo responsorial: 118:¡Cuánto amo tu voluntad, Señor! Romanos 8,28-30: Nos predestinó a ser imagen de su Hijo Mateo 13,44-52: Vende todo lo que tiene y compra el campo
La palabra de Dios siempre nos va a proponer motivos y razones para acrecentar nuestra inseguridad frente a la vida y frente al seguimiento, de una causa que creemos muy importante para los que nos llamamos cristianos: el Reino, la Utopía.
Las lecturas de hoy son un llamado al cambio de actitudes relativas de nuestras prácticas, muchas veces tan egoístas, a los valores profundos y absolutos que propone Jesús desde la propuesta del proyecto del Reino.
Hay que tener muy claro que la presentación de Salomón que hace el primer libro de los Reyes, pretende mostrar (bastante románticamente) lo que para el escritor sagrado representaba y significaba este rey “maravilloso” en la teoría, pero que en la práctica y por lo que consiguió en la historia del pueblo, no pasó a ser sino un rey más, que se aprovechó de su poder para explotar, esclavizar y manipular la conciencia débil del pueblo, y construir su reinado de gloria en la magnificencia literaria que se construyó en torno a su figura y su reinado.
Hay que saber diferenciar entre la estructura del reino que representa Salomón (la de la monarquía con sus estructuras económicas, políticas, militares y religiosas para manejar los hilos del poder) y la propuesta del Reino que presenta y enseña Jesús con sus palabras, pero sobre todo con su práctica de justicia y de igualdad.
Descubrir el mensaje que se revela por Jesús y su reinado, abre los horizontes hacia una nueva humanidad. Una vez que se ha descubierto el valor absoluto que tiene el Reino, es necesario tomar una posición, y frente a este descubrimiento ningún precio es demasiado alto, pues el Reino se convierte en el único valor absoluto para quien lo descubre.
El proyecto del «Reino de los cielos», según la expresión de Mateo, se convierte para muchas personas en una alegre pero exigente sorpresa, que en el caminar normal de la vida se produjo por medio de un encuentro afortunado que impregnó de una gran riqueza la existencia. Ese Reino trajo una exigencia, que genera al mismo tiempo inseguridad, pues se descubre que es necesario venderlo todo, despojarse de muchos «bienes» que atan, e ir al encuentro de la absoluta posesión del Reino, como su mayor riqueza. Quien ha descubierto desde su práctica concreta en la vida, los valores del Reino… encontró su mejor tesoro, la mejor perla que podía estar buscando extraviadamente en otros rincones.
Las dos parábolas iniciales (del tesoro escondido y de la perla) parece que se contrapusieran a la llamada e invitación de Jesús a dejar bienes y riquezas para seguirlo. Sin embargo nos enseñan las parábolas, que el Reino es la mayor riqueza para el seguidor de Jesús: Luego de sentir la llamada de Jesús y de descubrir el Reino, el camino se debe seguir con alegría, porque se ha encontrado todo.
En estas dos parábolas, el Reino es la realidad que supera a nuestro egoísmo. Dejar las certezas inseguras del hoy, por la certeza mayor, abre los caminos para que venta a nosotros el reinado de Dios, el Buen Vivir, el mayor Bien (Ubi bonum, ibi Regnum), la transformación radical de nuestro mundo, con sus tantas y tantas estructuras injustas.
Para el seguidor de Jesús es necesario romper los esquemas de muchas estructuras que deshumanizan. Personas que esperan un cambio sin ponerse en búsqueda, pero se atan a su herencia legalista, que no les permite salir a encontrar nuevas posibilidades para su existencia o para la existencia de los demás. Estas parábolas se refieren a otras personas, que encuentran un sentido que creían perdido para sus vidas y se arriesgan al cambio y a la novedad, y se ponen en marcha hacia proyectos alternativos de hermandad solidaria entre los seres humanos.
Jesús concluye esta enseñanza preguntando si han entendido todo lo dicho por medio de la palabra, que había estado escondida, pero que ahora no deja de salir a la luz. Y presenta el modelo ideal del discípulo, capaz de entender el mensaje del Reino y sacar oportunamente lo viejo y lo nuevo del mensaje que ha recibido. La novedad del Reino viene por medio de la palabra, acumulada en la historia del propio pueblo por medio de sus valores, la cultura, el proyecto original en torno al cual se dio origen a Israel como pueblo, sus luchas y procesos en búsqueda de la justicia y su interpretación de la historia desde un Dios liberador, con su opción por los pobres. Esta oferta del Reino que propone Jesús es una realidad que quiere hombres y mujeres capaces de incorporar los propios valores del Reino a las nuevas realidades que Jesús puso en marcha a partir del anuncio y la práctica del Reino. Leer más…
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