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20 de Febrero. Domingo VII. Tiempo Ordinario

Domingo, 20 de febrero de 2022
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Amad a vuestro enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.”

(Lc 6, 27-38)

Con el evangelio de hoy no nos vale esa excusa tan socorrida del “no lo entiendo”. Algunas veces nos encontramos con pasajes de significado oscuro pero hoy todo queda meridianamente claro.

Sabemos exactamente lo que quieren decir las palabras de Jesús. No hay problemas de interpretación.

Por eso, hoy tampoco nos vale eso de “no sé lo que quiere Dios de mí”. Este texto es todo un programa de vida. Podríamos incluso llamarlo “La Regla de Vida de Jesús.” Vamos a ver cómo quedaría:

Regla de Vida de Jesús

  1. Amad a vuestros enemigos.
  2. Haced el bien a los que os maldicen
  3. Orad por los que os injurian.
  4. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra.
  5. Al que te quite la capa, déjale también la túnica.
  6. A quien pide, dale.
  7. Al que se lleva lo tuyo, no se lo reclames.
  8. Tratad a los demás como queráis que ellos os traten.
  9. Prestad sin esperar.
  10. Sed compasivos.
  11. No juzguéis.
  12. No condenéis.
  13. Perdonad.
  14. Dad.

La verdad es que queda bien, es un texto corto, fácil de aprender, no tan fácil de vivir. Creo que hoy comprendo un poco más a San Francisco cuando, ante la insistencia de sus hermanos en que escribiera una Regla, los remitía al evangelio. No sé si a aquellos primeros franciscanos les parecería poco, o quizá demasiado…

Lo cierto es que, hacer de la vida de Jesús, o de sus palabras nuestro criterio de vida, no es tarea fácil. Ni siquiera sería fácil tomar este pequeño fragmento de hoy y tratar de vivirlo. Tal vez por eso necesitamos las unas de las otras, por eso nos conviene que la Iglesia sea muy plural y rica en matices. Necesitamos distintos movimientos y familias religiosas que con su esfuerzo hagan vida una palabra, un gesto, un rasgo de la vida de Jesús y, así, entre todos y todas, iremsos formando ese hermoso Rostro de Dios del que somos imagen cuando nos unimos.

Oración

Haznos parte de esa imagen tuya. Ayúdanos, Trinidad Santa, a reflejar un pequeño destello de tu Luz.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

 

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Si descubro que no hay enemigo, podré amor a todos.

Domingo, 20 de febrero de 2022
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DOMINGO   7º  (C)

Lc 6,27-38

Seguimos con el sermón del llano de Lucas. Después de las bienaventuranzas, nos propone otro de los hitos del mensaje evangélico: “Amad a vuestros enemigos”. Es el único dato que puede asegurarnos que cumplimos la propuesta. Tampoco es fácil entenderlo, mejor dicho, es imposible entenderlo si no se tiene la vivencia de unidad con Dios. Como programación o como obligación venida de fuera, nunca tendrá éxito, aunque el que lo proponga sea el mismo Dios. Para entrar en la dinámica que los evangelios nos proponen es indispensable comprender que no hay ningún enemigo.

Si sigo pensando que estas exigencias son demasiado radicales, es que no he entendido nada del mensaje evangélico; aún estás pensándote como individualidad separada y egótica, no te has enterado de lo que realmente eres. Jesús propone un planteamiento existencial, que va más allá de toda comprensión racional. Compromete el ser entero, porque se trata de dar sentido a toda mi existencia. Es verdad que desbarata el concepto de justicia del todo el AT y también el del Derecho Romano que nosotros manejamos. Pagar a cada uno según sus obras o la ley del talión, ojo por ojo… quedan superadas.

Quiero sacaros de la sensación de angustia al descubrir que no somos capaces de amar al enemigo. Esa incapacidad es consecuencia inevitable de un mal planteamiento. Si sigo creyendo que el amor es un sentimiento, cerceno la posibilidad de cumplir el evangelio, porque los sentimientos no están sujetos a la voluntad, son independientes y anteriores a  nuestros deseos. Intentaré explicarlo. En griego hay dos verbos que nosotros traducimos por amar: “agapeo” y “phileo”. Pero los primeros cristianos aplicaron al “agapeo” un significado muy concreto, que va más allá del que aplicamos al amor humano.

Agape significó para ellos el amor de Dios o el de un ser humano que imita el amor de Dios. Y ya sabemos que el amor en Dios no es una relación sino un total identificación con todo. Phileo siguió significando un amor de amistad, de cariño, de empatía con otra persona. En el texto que comentamos dice agapete, es decir, amaos como Dios ama o mejor, amaos con el mismo amor de Dios. Esta pequeña aclaración nos puede dar una pista de cómo debemos entender el amor a los enemigos. No se nos exige simpatía o amistad con el enemigo sino el amor de Dios al que tenemos que imitar.

Cuando interpreto la propuesta de amar al enemigo como una obligación de tener sentimientos positivos hacia él, entramos en una esquizofrenia porque no está a mi alcance. Lo que pide Jesús es otra cosa que sí está al alcance de nuestra voluntad. Se nos pide que amemos con el mismo amor con que Dios nos ama. Yo no puedo tener simpatía hacia el que me está haciendo daño, pero puedo considerar que hay algo en ese sujeto por lo que Dios le ama; y yo estoy obligado a considerar ese aspecto que me permita considerarlo parte de mí e identificarme con él a pesar de su actitud.

Esto quiere decir que el amor que nos pide Jesús no está provocado por las cualida­des del otro, sino que es consecuencia exclusiva de una maduración personal. En la vida normal damos por supuesto que tenemos que amar a la persona amable; que debemos acercar­nos a las personas que nos pueden aportar algo positivo. El evangelio nos pide algo muy distinto. Dios ama a todos los seres, no porque son buenos, sino porque Él es bueno. Pero en vez de entrar en la dinámica del amor de Dios, le hemos metido a Él en la dinámica de nuestro instinto. Hemos hecho un dios que premia a los buenos y castiga a los malos. Si pensamos que Dios ama solo a los buenos, ¡qué podemos hacer nosotros!

Ningún amor puede ser consecuencia de un mandamiento. Cualquier forma de programación es lo más contrario al amor. Ésta es la causa de tanto fracaso espiritual. El amor de que habla el evangelio, como todo amor, tiene que ser consecuencia de un conocimiento. La voluntad es una potencia ciega, no tiene capacidad ninguna de elección. Solo puede ser movida por un objeto que la inteligencia le presente como bueno. Lo que le es presentado como malo, lo rechaza sin paliativos, no puede hacer otra cosa. Cuando en la vida real, repetimos una y otra vez una acción que consideramos mala, es que, en el fondo, no hemos descubierto la razón de mal en esa acción, y solamente la hemos considerado mala como fruto de una programación externa o una obligación impuesta.

Pero ese conocimiento, que nos lleve a descubrir como algo bueno el amor al enemigo, no puede ser el que nos dan los sentidos ni la razón, que ha surgido exclusivamente para apoyar a los sentidos y garantizar la vida individual y biológica. El conocimiento que me lleve a amar al enemigo tiene que ser una toma de conciencia de lo que realmente soy, y por ese camino, descubrir lo que son los demás. Este amor es lo contrario del egoísmo. Llamamos egoísmo a una búsqueda del interés individual del falso yo. Cuando descubro que mi verdadero ser y el ser del otro se identifican, no necesitaré más razones para amarle. De la misma manera que no tengo que hacer ningún esfuerzo para amar todos los miembros de mi cuerpo, aunque estén enfermos y me duelan.

No podemos esperar que este Amor, que se nos pide en el evangelio, sea algo espontáneo. Todo lo contrario, va contra la esencia del ADN que nos empuja a hacer todo aquello que puede afianzar nuestro ser biológico y a evitar todo lo que pueda dañarlo. Para dar el paso de lo biológico a lo espiritual, tenemos que recorrer un proceso de aprendizaje inteligente, pero más allá de la razón. Solo la intuición puede llevarme al verdadero conocimiento, del que saldrá el Amor-agape.

Los motivos que propone el evangelio para ese amor, también apuntan al “agape”. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Mateo es más radical y habla de “sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto.” Se nos pide que nos comportemos como Dios. Se nos pide salir al padre, comportarse como el padre. Solo alcanzando una conciencia clara de ser hijos, podremos considerarnos hermanos. Para los judíos, el concepto de hijo estaba más ligado a la relación humana que a la biológica. Alcanzar la plenitud humana es imitar a Dios como Padre. Por eso Jesús consideró a Dios Padre.

Otro problema muy complicado es compaginar este amor con la lucha por la justicia, por los derechos humanos. Jesús habla de no oprimir, pero también, de no dejarse oprimir. Tenemos la obligación de enfrentarnos a todo el que oprime a otro o trata de oprimirme a mí. Tolerar la violencia es hacerse cómplice de esa violencia. Si no ayudamos a los demás a conseguir los derechos mínimos que no se le pueden negar a un ser humano, se nos calificará, con razón, de inhumanos. Pero la defensa de la justicia, nunca se debe hacer con odio, venganza y violencia. Sin la experiencia interior, será imposible armonizar la lucha por la justicia y el verdadero amor. Sin renunciar a la lucha por la justicia, debemos tener claro que esa lucha, tenemos que llevarla a cabo con amor.

Meditación

La exigencia de amor está dentro de ti. Es tu verdadero ser.
Cuando llegues al centro mismo de tu ser, lo descubrirás.
Si eres uno con el UNO, eres UNO con todos.
Si eres UNO, no hay opción, porque no hay otro.
Si te empeñas en ser uno separado,
potenciarás tu yo, pero te destrozas como ser humano.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús en estado puro.

Domingo, 20 de febrero de 2022
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Lc 6, 29-38

«Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen… Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis… no condenéis… perdonad…»

Estamos en el núcleo más íntimo del evangelio; en lo que más genuinamente expresa el sueño de Jesús; el Reino: una humanidad de hijos que solo queriéndose como hermanos encontrará su camino.

Pero estas expresiones que hoy leemos pueden ser interpretadas de muy diversas maneras. De hecho, unos la interpretan como una norma moral sumamente exigente que nos abre las puertas del cielo, otros, como un tratado de sabiduría que nos señala el camino de la felicidad, y otros, como una propuesta genial de convivencia capaz de llevar la humanidad a la plenitud a la que está destinada.

Pero conociendo a Jesús como creemos conocerle, resulta muy difícil imaginar que solo buscase la raquítica salvación de una docena de perfectos, sino que nos estaba proponiendo un proyecto de mucha más envergadura… Y así debieron creerlo también los poderosos de Israel, pues solo necesitaron unos meses de predicación para saber que tenían que matarlo porque su doctrina hacía peligrar su estatus y comprometía su forma de vida.

Y es que una lectura superficial del evangelio nos puede llevar a concluir que Jesús no abordó los problemas sociales y políticos de su época —y por tanto de ninguna época—; que sus consideraciones están tan centradas en la persona que no son válidas para dar solución a las dificultades reales de la sociedad. Pero si profundizamos en él veremos que es justo al contrario, porque Jesús construye el Reino desde dentro, no desde fuera, se centra en las personas para que esas personas construyan una sociedad humana mucho más justa y fraterna.

El objetivo último de cualquier sociedad es la convivencia, pero la convivencia se puede tratar de imponer a través de las leyes —cosa que nunca se logra— o se puede sembrar. Como decía Ruiz de Galarreta: «La ley deja a la persona a sus fuerzas, le pone preceptos que debe cumplir, le amenaza, le castiga, pero no le cambia el corazón. El Evangelio le coloca ante el don de Dios, le hace conocer a su Padre, le convierte en Hijo, lo cambia por dentro… y ya no tiene que mandarle nada».

Cuando la convivencia se siembra, tarda un tiempo en dar fruto, pero cuando lo da, da el ciento por uno. La razón es que las actitudes evangélicas —aunque parezca lo contrario— son contagiosas, y cada acción de generosidad, de perdón, de fraternidad, es una siembra que acaba dando fruto. Y es por eso por lo que estamos invitados a actuar como hijos; a estar en el mundo como estuvo Jesús, porque su semilla es poderosa y capaz de cambiarlo definitivamente a mejor.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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El plan al revés.

Domingo, 20 de febrero de 2022
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(Lc 6, 27-38)

Tienes un plan, una hoja de ruta que requiere, como punto básico, ponerse a la escucha. “A vosotros que me escucháis os digo…”.

Con tantas distracciones alrededor es posible que ni siquiera lleguemos al punto básico. Pero no nos pongamos negativos, vamos a pensar que sí, que llegamos a escuchar desde dentro: “Amad a vuestros enemigos”.

Suena contra natura. El individualismo reinante nos pone en guardia: cualquiera puede ser el enemigo. Bajar la guardia es complicado. ¿Qué significa este mensaje?… y hay más: “Haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian”. Algunos ya tuvieron bastante, se retiran.

“Haced el bien… sed misericordiosos… no juzguéis… perdonad… dad…”. “Amad a vuestros enemigos”, escuchan de nuevo quienes quedaron expectantes.

Es muy posible que interpretemos este evangelio mirando siempre hacia fuera, a los otros. Habría revisar, humildemente, lo que sucede dentro de cada uno.

Empecemos por un poderoso enemigo interno: el ego. Campa a sus anchas tomando decisiones sobre quien es amigo, quien enemigo. Sus prácticas son sibilinas, egoístas, discriminatorias, selectivas, abusivas… y va tejiendo una red que es la envidia de la araña más ingeniosa. El miedo es su principal arma, disimulada con síntomas de prepotencia, ambición y exigencia. Quien se sienta libre de esto “que tire la primera piedra” (Jn 8,7)

Ahora miremos hacia fuera, al complicado entramado mundial: guerras, abusos, leyes injustas, discriminación por color de piel, por ser pobre, por ser mujer; alambradas y muros que señalan a los que llegan como enemigos; usos y abusos financieros delictivos amparados en marcos legales envueltos en oscuridades difíciles de detectar; muertes y detenciones de personas activas en la denuncia y en la ayuda a los más desfavorecidos… y volvemos a escuchar: “Amad a vuestros enemigos”.

Existe otra posibilidad. Mirémonos a un espejo, compartamos una pregunta con nuestra imagen: ¿Alguien piensa en mí como un enemigo, alguien concreto con intención desea causarme algún mal? Es duro.

En este choque de trenes vive el homo sapiens (en sentido masculino y femenino) sin reconocer que la humanidad es una y que, aunque camine orgullosamente erguido, no llegará a ser quien está llamado a ser hasta que cambie las herramientas que empuña desde hace millones de años por otras que mucho más sutiles: la bondad, la misericordia, el perdón, la generosidad, el cuidado, la ayuda desinteresada, oración, la bendición…

Propones un plan al revés que nos deja confusos, aturdidos. Nos propones conversión. Nos empujas hacia el precipicio para ver si reaccionamos y aprendemos a vivir desde el Amor, con una única inscripción en la hoja de ruta que recibimos al llegar a este mundo: “Amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 13, 34-35). Así no habrá enemigos sino hermanos.

Demos gracias por tantos hombres y mujeres que hicieron y hacen de su vida una obra de arte de Amor.

Mari Paz López Santos

Fuente Fe Adulta

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Amor como certeza de no-separación.

Domingo, 20 de febrero de 2022
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20 febrero 2022

Lc 6, 27-38

El amor no nace de la voluntad, sino de la comprensión: en nuestra verdadera identidad, somos Amor. Habremos de recurrir a la voluntad para poner los medios que nos ayuden a liberarlo cuando lo notemos apagado o bloqueado, pero el amor no nace de la voluntad: es una realidad transpersonal, es lo que somos.

El amor no conoce fronteras, límites ni finales: es dinamismo que fluye sin cesar. Lo cual no niega que sea también lúcido y asertivo.

El amor no pone condiciones -es siempre humilde, gratuito e incondicional-, aunque moviliza poderosamente y nos saca de las inercias del egocentrismo.

El amor da paz, aunque nunca nos deja en paz.

El amor incluye a los enemigos -tal como afirma Jesús, que supo vivirlo así-, porque no existe nada separado de la totalidad: la realidad es no-separación. De hecho -más allá de la legítima protección ante cualquier amenaza-, lo que impide amarlos es la lectura que el ego hace de ellos y de la situación.

El amor es universal, pero el ego, según sus particulares e interesados criterios, divide y fracciona la humanidad en “buenos” y “malos”. A partir de esa etiquetación, genera comportamientos de diverso tipo.

Lo que ha ocurrido es que se ha desplazado el amor del centro, lugar que pretende ocupar el ego. El amor es, por su propia naturaleza, universal; el ego, por el contrario, egocéntrico. El amor fluye en todas las direcciones; el ego se mueve en función de sus intereses.

El amor no es, en primer lugar, un sentimiento o una emoción; es certeza de no separación. En cuanto tal, el amor no pasa nunca, porque aquella certeza es definitiva: define la naturaleza de lo real. La realidad no es una suma de objetos separados, sino un único tejido que, desplegado en infinidad de formas diferentes, comparte la misma “sustancia” o identidad. Eso explica que también los “enemigos”, más allá de todos sus comportamientos, son no-separados de mí.

¿Cómo entiendo y vivo el amor?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El perdón no arregla el pasado, pero mejora el futuro

Domingo, 20 de febrero de 2022
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F6799A96-DFA2-4586-9293-6DE64CCEF402Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

0.1.- El amor es la experiencia fundamental del cristiano.

    La experiencia primordial y fundante del cristiano es la de ser amado por Dios. Dios es amor, (1Jn 4,8). Dios nos ama siempre y, sobre todo, en nuestra condición de pecadores y seres débiles:

Dios nos ama cuando aún éramos pecadores, (Rom 5,8).

    El Dios que se nos da a conocer en Jesús no es un Dios exigente o amenazante, sino que es un Dios de bondad.

    Ni tan siquiera se trata de un amor recíproco, de amistad (filia), sino la cuestión es que Dios nos ha amado primero, (1Jn 4,10.16).

    La experiencia cristiana más genuina es, pues, la del amor. Donde hay amor, hay cristianismo. Es lo que tantas veces hemos cantado en nuestra vida: Ubi charitas et amor, Deus ibi est: donde hay caridad y amor, allí está Dios

    Somos cristianos cuando nos sentimos amados por Dios incluso -y sobre todo- cuando nos vemos hundidos en la vida.

Cuando no se tiene la experiencia de ser amado en la vida es muy difícil ser cristiano, sentirse bienaventurado en la vida (recordemos lo que escuchábamos el domingo pasado: sed bienaventurados, felices en la vida).

Uno puede ser un perfecto religioso cumplidor de la ley, aceptar militarmente el dogma, la dcotrina y la disciplina eclesiástica, pero ser cristiano es amar y ser amado.

02.- Amor incluso al enemigo.

    El amor, el amor al enemigo es el núcleo moral del cristianismo. En ocasiones amar significa perdonar al amigo y al enemigo.

    La primera pulsión ante el enemigo es el odio, la venganza.

Ante viejas cuestiones familiares, políticas, en el pueblo, etc., brotan sentimientos de “ajuste de cuentas”, de desprecios, de “cerrar puertas y relaciones”, represalias, etc.

    Pero la venganza multiplica el mal, la enemistad, el odio y no soluciona nada, sino que encona las situaciones.

La enemistad y el odio se solucionan con el perdón, no con la venganza.

03.- Poner razón en los sentimientos.

    El primer sentimiento que brota en nosotros ante un grave agravio u ofensa es el odio, la venganza. Somos humanos. Pero hemos de aprender a dar salida sensata y razonable a nuestros impulsos y pulsiones. Se trata de poner razón en nuestra pulsionalidad. La venganza más eficaz es el perdón.

Poner un poco de razón en los sentimientos de odio crean un clima de respeto, de comprensión, de aprender a vivir en respetuosa convivencia. En los viejos contenciosos familiares, político-sociales, etc., es sano e inteligente crear un clima de respeto, de comprensión, de aprender a vivir en sana y, cuando menos, educada convivencia.

Poner un poco de razón en el odio es inteligente, sano, humano y cristiano.

    Saber dejar de lado viejas actitudes, problemas y ofensas indican una gran calidad personal, una profunda bondad, un alto nivel cristiano. Son una variante del perdón

04.- Justicia y amor.

    El amor incluso a los enemigos ha de llegar también a la justicia. Una justicia sin bondad fácilmente se convierte en venganza, en ajuste de cuentas.

    La justicia a gran y pequeña escala no puede mirar la realidad solamente desde la ley y el Derecho. Quienes han de administrar justicia no han de hacerlo no solamente la ley, sino también la convivencia, la bondad, el respeto y la magnanimidad.

    Llegaremos la pacificación de nuestro pueblo cuando sepamos poner un poco de magnanimidad y corazón amplio en la justicia y cuando veamos las cosas desde lo que escuchábamos en el evangelio: desde el perdón y desde el tratad a los demás como queréis que ellos os traten.

    En la Iglesia también se han olvidados estas cosas y muchas veces se actúa y condena con justicia que suena más a represalia y a condenación que a misericordia.

    No nos olvidemos que cuando Dios hace justicia, lo que hace es amarnos más.

05.- Ser discretos en la vida.

En ocasiones amar significa ser discretos y saber callarse en la vida. En cuestiones y defectos -pecados- personales, en cuestiones familiares, profesionales, de vecindad, de pueblo, etc… amar significa no ir por la vida aireando, aventando, los defectos y fracasos de los demás; y mucho menos calumniar.

No es libertad de expresión airear, publicar, radiar, televisar -muchas veces con intereses comerciales- las debilidades y fracasos humanos. En muchos contextos amar significa callar. ¿Quién no tiene fallos y pecado en la vida? No tiremos la primera piedra.

06.-Bendecid y orad por quienes o maldicen / haced el bien / sed compasivos.

    Bendecid: decid bien.

Ante un problema grave, ante un pecado, ante una ofensa o un defecto de los demás, un fracaso enseguida le “damos al ventilador” para que se extienda lo más posible la cuestión.

    Si queremos decir algo, digamos bien: bendigamos y no echemos más leña al fuego. En ocasiones la mejor forma de hablar es callarse.

    Y al mismo tiempo: orad y sed compasivos.

    Es otra actitud hondamente cristiana: ser compasivos, no juzgar, no condenar. ¡Cuántas veces leemos en los evangelios que Jesús sintió lástima, tuvo compasión, incluso en alguna ocasión lloró!

    Acojamos en nuestra vida el amor y el perdón del Señor. Con ese amor y perdón, también nosotros podremos amar y perdonar.

Bendecid, orad y amad a vuestros enemigos

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El principio-compasión. Ver la realidad desde las víctimas y sentirse afectado por ellas

Viernes, 14 de enero de 2022
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AC2D3039-859A-4BA2-80F6-8D00C46B2616“El libro ‘La compasión en un mundo injusto’, de Juan José Tamayo, es fruto de la pandemia, en muchos sentidos”

“En este contexto Tamayo ha intuido que la compasión ha de dejar de ser una virtud bajo sospecha para convertirse en algo esencial a la vida y a la convivencia humana”

Su itinerario tiene tres momentos que corresponden al VER, JUZGAR y ACTUAR de la teología de la liberación latinoamericana, pero acentuando aquí que el ver no es una simple mirada sociológica sino un ver la realdad desde las víctimas”

Examina ampliamente el tema de la compasión en las diversas religiones: Islam, hinduismo, budismo y religiones originarias de América latina y concluye que hay una gran convergencia en todas ellas”

“El libro es un asumir el Principio compasión como clave de lectura, interpretación, cuestionamiento y conversión transformadora tanto personal como colectiva. Es algo original, actual y necesario”

El libro‘La compasión en un mundo injusto’, de Juan José Tamayo, es fruto de la pandemia, en muchos sentidos. No solo porque el confinamiento en casa ofrecía tiempo para leer y escribir, sino sobre todo porque la pandemia ha desvelado la vulnerabilidad humana y la injusticia a nivel nacional y mundial

En este contexto Tamayo ha intuido que la compasión ha de dejar de ser una virtud bajo sospecha para convertirse en algo esencial a la vida y a la convivencia humana, común a todas las religiones y central en la fe cristiana, que cree en el amor entrañable de Dios mostrado en Jesús de Nazaret. La compasión no es simple sentimiento de conmiseración y lástima sino una empatía con las víctimas que lleva al compromiso con la justicia.

Así Tamayo completa de modo original el Principio esperanza de Ernst Bloch y el Principio misericordia de Jon Sobrino, con el Principio compasión. Este principio compasión da unidad y originalidad a toda la obra.

Su itinerario tiene tres momentos, que constituyen las tres partes del libro, pero cada una de estas tres partes es tan completa que en realidad podríamos decir que hay tres libros en uno.

Comienza por analizar el mundo estructuralmente injusto y desigual que vivimos, en sus diferentes manifestaciones.

Luego sigue una reflexión sobre la compasión como valor ínsito en el ser humano y opción de Dios, manifestado en Jesús de Nazaret. El Principio-compasión es necesario para que nuestra teología no se convierta en cómplice de los victimarios. Se examina la compasión en el judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo, budismo y religiones originaras de Amerindia. Es la parte nuclear y central del libro.

Finalmente se aborda la historificación de la compasión para que la compasión se convierta en lucha contra los grandes grupos económicos de poder, mostrando así que la compasión se traduce en solidaridad con las víctimas y un amor políticamente eficaz.

Estos tres momentos del itinerario corresponden al VER, JUZGAR y ACTUAR de la teología de la liberaciónlatinoamericana, pero acentuando aquí que el ver no es una simple mirada sociológica sino un ver la realdad desde las víctimas, desde abajo y sentirse afectado por ella.

Lo más original y extenso es la profundización del Principio-compasión en las tradiciones humanistas, religiosas y bíblicas”

I.En la primera parte Tamayo se aproxima al mundo injusto y desigual de hoyque se manifiesta, entre otras cosas, en la injusticia ecológica, la insolidaridad con inmigrantes y refugiados, la injusticia de género contra las mujeres, la necropolítica y el descarte de los marginados, la injusticia económica, cultural y cognitiva, la vuelta del fascismo y del cristo-fascismo (el nacional-catolicismo y el cristo´-fascismo en la España hoy) y finalmente la constatación de que la pandemia es selectiva, no ha afectado a todos igualmente.

II.En la segunda parte se analiza el Principio compasión que caracteriza al ser humano en su dimensión más profunda, aunque no siempre se traduce en una práctica compasiva y solidaria. La compasión está presente en las tradiciones humanistas y religiosas, aunque no siempre las personas, creyentes y no creyentes han mostrado empatía con los que sufren, con los crucificados de la historia. Este referente ético de las religiones constituye su principio teológico.

El ser humano no es solo homo sapiens; es también homo patiens, ser compasivo, no solo vale el “atrévete a pensar” sino también el “atrévete a sufrir con el que sufre y con la creación que sufre dolores de parto (Rm 8,22).

Tamayo observa que los diccionarios bíblicos hablan más de misericordia divina que de compasión. Sin embargo. el Dios bíblico aparece como compasivo ante el dolor humano, el sufrimiento y la opresión. La escritura usa los términos rahamin y hesed. Rahamin significa entrañas, vientre materno. Hesed es compadecerse tener cariño y compasión.

En el Éxodo Dios se compadece del sufrimiento del pueblo Ex 3, 7-12-Los sapienciales y salmos expresan la compasión de Dios (Sal 103)

Pero esta compasión está unida al Mispat (derecho) y sedaqa (justicia) que son atributos bíblicos de Dios que los profetas proclaman y denuncian a sus incumplidores; jefes, sacerdotes, y comerciantes que son injustos, aunque aparezcan como piadosos. Los profetas realizan un cambio de paradigma religioso: el ayuno es abrir prisiones injustas, la verdadera religión es hacer el bien, el sacrificio y holocausto es reconocer a Dios y ayudar al prójimo. Conocer a Dios es hacer justicia al prójimo (Jer 22,15-16).

La utopía profética es utopía de paz y comunidad ecohumana (Is 11, 6-8) La utopía bíblica es la de la vida, del sustento y de la vida cotidiana.

Todo esto se refuerza y profundiza en el Nuevo Testamento. Jesús de Nazaret se compadece del sufrimiento, cura a enfermos, incluso en sábado, pone la vida del pueblo por encima del sábado y la ley, afirma “misericordia quiero y no sacrificios”, expulsa a los vendedores del templo; las bienaventuranzas y el juicio final de Mt 25 son alegatos a favor de la compasión. Pero esta compasión de Jesús es conflictiva: las autoridades religiosas le llevarán a la cruz.

Jesús fue un indignado contra la religión oficial y sus teólogos, contra el poder religioso, económico y político, con la sociedad patriarcal y siente el abandono de Dios en la cruz.

El buen samaritano, muestra una ética de la compasión, se le conmueven las entrañas, ayuda y de su tiempo al que sufre. La iglesia ha de ser samaritana y compasiva.

Tamayo examina ampliamente el tema de la compasión en las diversas religiones: Islam, hinduismo, budismo y religiones originarias de América latina yconcluye que hay una gran convergencia en todas ellas, expresada en principios como “no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti”, “no somos extraños para nadie, somos amigos de todos”, “yo soy yo si tú también eres”.

Sin embargo, durante mucho tiempo, la teología, incluso cristiana, aplicaba a Dios términos como omnipotente, motor inmóvil, causa sui, principio de todo, un Dios incapaz de sentir, amar, sufrir, insensible al dolor humano. Esta imagen es más cercana a los amigos de Job que a Jesús. A pesar de ello todas las religiones han tenido personas compasivas y el sufrimiento ha entrado en la teología. La teología no puede pasar de largo ante el sufrimiento, sería cinismo. Para Horkheimer, la teología es la esperanza de que la injusticia no sea lo último, la esperanza de que el asesino no triunfe sobre la víctima inocente.

III. La tercera parte mira a la praxis. La compasión no es solo individual, interpersonal e intersubjetiva, sino que la compasión debe historificarse para poder ser liberadora y encarnarse en instituciones sociales, ejerciendo una crítica, resistencia y solidaridad transformadora de las vidas dañadas, atender al anawim, al otro me pide ayuda (Levinas).

Tamayo critica los sistemas contrarios a la compasión y deja muy claro que no hay compasión sin justicia sin reconocimiento de la dignidad humana, sin igualdad y justicia de género, sin cuidado de la tierra, sin defensa de los derechos humanos, sin hospitalidad, sin considerar que el centro es la tierra, sin pluralismo cultural, étnico y religioso, sin espiritualidad liberadora. La práctica de justicia y implica participación en movimientos sociales, renuncia a nuestra arrogancia y superioridad, asumir nuestra ambigüedad, etc.

Dentro de la parte de la historificación de la compasión, Tamayo incluye la reflexión de algunos autores sobre la compasión. Metz, en su teología política critica la reducción de la razón a una ilustración privatizante que no escucha la voz de las víctimas y propone una memoria subversiva de las víctimas, lejos de una teología de la gloria y de todo triunfalismo. Defiende un ecumenismo de la compasión con empatía hacia el sufrimiento ajeno. Cita a Schopenauer para quien la compasión es el fundamento de la ética; para Levinas, la responsabilididad por el otro es la filosofía primera. Para Joan Carles Mélich, el ser humano es doliente, quaerente y deseante, debe vivir bajo la dimensión patética de la existencia: lo contingente, corpóreo, provisional, situacional, frágil, circunstancial, no lo absoluto ni lo categórico. La ética comienza cuando los demás entran en esfena, cuando nos ponernos al lado de las personas sobrantes, desechos de la sociedad. La ética es una relación compasiva, una respuesta al dolor del otro, es transgresora del orden social establecido. Hay que ver al mundo no desde la razón pura sino desde la razón desvalida, una razón encarnada en la historia, trágica, no separada del tiempo ni del cuerpo, que sospecha del mito del progreso. Frente a la razón ilustrada está la razón desvalida, frente al bien, la bondad, frente al deber cumplido, la vergüenza.

Metz propone una mística de ojos abiertos, con un corazón solidario y un amor políticamente eficaz. La mística no es algo pre-lógico, antirracional, sino una experiencia antropológica fundamental (Zambrana), forma parte de la historia, para ir más allá, crea personas de incansable entrega a los demás, aunque resulten extrañas y sospechosas como Eckhart y Juan de la Cruz, recuerda Tamayo

Hay una relación intrínseca entre mística y política, Dios es justicia (Jeremías 23,6), la justicia es tema no sólo político sino teológico, Dios hace justicia a las víctimas. El cristianismo ha sido más sensible al pecado que al dolor de las víctimas (Metz), en cambio Jesús fue liberador y compasivo

Conclusión

El libro de Tamayo no es solo una toma de conciencia de nuestra realidad injusta y discriminatoria, ni solo un diálogo con las tradiciones religiosas y las éticas contemporánea, sino un asumir el Principio compasión como clave de lectura, interpretación, cuestionamiento y conversión transformadora tanto personal como colectiva. Es algo original, actual y necesario. Le agradecemos a Tamayo este esfuerzo.

Personalmente, luego de vivir casi 40 años en Bolivia, he sintonizado mucho con este Principio-compasión de Tamayo.

 Fuente Religión Digital

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La Navidad de las Beguinas

Jueves, 30 de diciembre de 2021
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Del blog de José Arregi Umbrales de luz:

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El movimiento de las beguinas nació por el  “monjas de clausura”, como era la norma canónica estricta en la Edad Media para las mujeres animadas por ese deseo. Las beguinas aspiraban a la libertad espiritual, intelectual e institucional respecto del clero. Conciliaban la vida activa y contemplativa, vivían de su trabajo manual, se dedicaban a la atención de los más pobres, cultivaban la lectura y el estudio, también la escritura y la predicación. Fueron objeto de constante recelo y de reiteradas condenas por parte de papas y obispos.

Entre ellas se cuentan grandes poetas, teólogas y místicas como Hadewich de Amberes (s. XIII), Matilde de Magdeburgo (s. XIII) o Margarita Porete, condenada a la hoguera por la Inquisición en París en 1310. El movimiento resistió y perduró en Bélgica hasta el año 2013.

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He aquí un texto que circulaba entre ellas e inspiraba su vida:

Si algún pobre me pide, yo le daré.
Si siente dolor, lloraré con él.
Si está desconsolado, lo confortaré.
Si no puede moverse, lo llevaré.
Si es ciego, lo guiaré.
Si tiene hambre, lo alimentaré.
Si está desnudo, lo vestiré.
Si tiene frío, le daré calor.
Si va errante, lo cobijaré.

Cada vez que lo hagamos, por poco que sea, nace Jesús, es Navidad.

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¡Señor de la noche, Dios de luz, Visita mi establo oscuro!

Viernes, 24 de diciembre de 2021
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Para decir juntos nuestra fe.

¡Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que la Navidad tenga lugar esta noche (…)

En tus tierna manos
deposito mi miedo de no ser …
Esta noche naceremos
de un mismo aliento;
Nacerás en mí
Para venir al mundo que me rodea,
Y yo naceré de ti,
Acogida como una reina
Acogido como un rey
Hasta en mis más sombríos rincones.

¡ Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que Navidad se efectue esta noche (…)
Entonces, por fin, en mi desierto
habrá sitio para los otros,
Aquellos que te nombro ahora
En un silencio
Que implora tu compasión.

*

Lytta Basset

***

Nota:

Esta tarde a las 16:00, hora española, aparecerá la felicitación de Navidad y, a partir de las 18:00h, los textos y meditaciones de la Misa de Media Noche, y otros textos más para que nos acompañen los momentos previos a la cena de Nochebuena y a lo largo de esta noche santa… Acordémonos de quienes esta noche la pasan solos o no pueden celebrarlo por multitud de razones….

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Cómo comunicar en una sociedad polarizada

Viernes, 17 de septiembre de 2021
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sociedad-polarizada-02Un interesante análisis que hemos leído en ATRIO:

Diego Fares (jesuíta boliviano) y Austen Ivereigh (escritor católico inglés) han escrito juntos este ensayo que acaba de publicar la Civiltà Cattolica, que sigue en punta. Lo he leído con calma el viernes por la tarde, y me ha iluminado y tranquilizado tras una semana en ATRIO marcada por el tono agresivo e insultante que ha cobrado algún hilo, haciendo abandonar tal vez a algunos atrieros. Invito a leerlo con calma en el fin de semana. Es largo pero de lenguaje sencillo. Esperanzador pero no buenista o francisquista, buscando el diálogo entre posturas contrarias que no es lo mismo que contradictorias. Ya me diréis. AD.

Comunicar en una sociedad polarizada, ser promotores de unión, de encuentro, de reconciliación, de coincidencia en la diversidad: ¿cuál es la actitud, la forma mentis necesaria para ser buenos comunicadores en un contexto en el que la polarización quiere imponer su ley a todo discurso público o privado?

La polarización es un fenómeno tan antiguo como la humanidad, pero que ahora tiende a incrementarse exponencialmente frente a cambios e incertidumbres a gran escala. En EE. UU., donde casi la mitad de los demócratas y los republicanos ven a los otros como una amenaza al bienestar de la nación, la creciente polarización ha despertado estudios y proyectos para intentar superarla[1].

En este ámbito se destaca el psicólogo social Jonathan Haidt, quien en The Righteous Mind ha subrayado la importancia de las «intuiciones morales» y el hecho de que las personas busquen argumentos para defenderlas[2]. Para superar la brecha que los separa, liberales y conservadores tienen necesidad de aprender cuáles son las intuiciones morales que los motivan a unos y a otros.

La organización de ciudadanos Better Angels busca «despolarizar América» realizando proyectos prácticos en los que reúne a partidarios de los demócratas y de los republicanos[3]. Su fundador, David Blankenhorn, que se describe como una persona herida por las culture wars americanas, ha identificado siete «hábitos» para «despolarizar» el conflicto, deduciéndolos de las siete virtudes del cristianismo clásico. Las tres virtudes más altas, según Blankenhorn, son:

  • 1) «criticar desde dentro», es decir, criticar al otro desde un valor que se tiene en común con él (reconociendo que las intuiciones morales suelen ser universales);
  • 2) «buscar los bienes en conflicto»; reconocer que, mientras que algunos conflictos tratan del bien en oposición al mal, la mayoría de ellos son conflictos entre bienes, y la tarea, por tanto, no consiste en separar el bien del mal sino en reconocer y sopesar los bienes que compiten entre sí;
  • 3) «contar más de dos», es decir, superar la tendencia a dividir en binomios antagónicos, que conducen a pseudodesacuerdos[4].

También en la Iglesia católica estadounidense podemos encontrar intentos de superar las agudas divisiones intraeclesiásticas entre católicos «progresistas» y «conservadores». En junio de 2018, por ejemplo, la Georgetown University patrocinó un encuentro de ochenta líderes con el fin de intentar superar la polarización a partir de la doctrina social de Iglesia y del ejemplo del papa Francisco[5]. Uno de los ponentes, el arzobispo de Chicago, cardenal Blase Joseph Cupich, hizo notar la distinción entre partidismo (partisanship) y polarización. Lo primero es división o desacuerdo que, sin embargo, permite trabajar juntos para lograr fines compartidos, mientras que, en el caso de la polarización, el aislamiento y la desconfianza entre unos y otros hace imposible la cooperación. Cupich recordó a san Juan Pablo II, quien describió la polarización como un pecado porque suscita obstáculos por lo visto insuperables para el cumplimiento del plan divino para la humanidad.

La postura del papa Francisco ante la polarización

El papa Francisco ha observado que «nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos»[6].

En su mensaje para la 53ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales dice: «La identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros)[7]. El ser miembros los unos de los otros —afirma en su reflexión el santo padre— es la motivación más profunda de la obligación de custodiar la verdad, que se revela precisamente en la comunión[8]. El Papa describe la Iglesia como «una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los likes, sino sobre la verdad, sobre el “amén” con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás»[9].

Uno de los discursos más contundentes al respecto fue el que el papa Francisco pronunció ante el Congreso de EE.UU.: «Puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores». Y proseguía, exponiendo una posible paradoja: «En el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice no»[10]. En clave cristiana, este «no», esta resistencia, es un «criterio de sanidad y ortodoxia cristiana» que consiste «no tanto en el modo de actuar como en el modo de resistir»[11]. Dicha resistencia personal reconoce que la polarización nace primero en el corazón humano y, posteriormente, puede estar fomentada por los medios y la política.

En el Mensaje para la 50.ª Jornada de las Comunicaciones Sociales el Papa precisó que el mal uso de los medios de comunicación puede «conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos»[12]. Del mismo modo, una política está enferma cuando prospera en función de los conflictos, acentuándolos para aumentar el poder o la influencia del político «intermediario», muy distinta de una política sana que se esfuerza en conciliar a las personas en torno al bien común, y en la cual el político es «mediador»: uno que se sacrifica a sí mismo en favor del pueblo[13].

Ya en 1974, en sus comienzos como provincial de los jesuitas, Bergoglio hacía ver que en los Ejercicios Espirituales el pecado es «fundamento desintegrador de nuestra pertenencia al Señor y a la Iglesia»[14]. El pecado desintegra también nuestra pertenencia a la humanidad. «El único enemigo real —reflexionaba Bergoglio— es el enemigo del plan de Dios»[15], que, como dice Pablo «dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman» (Rom 8, 28)». Y concluía: «Esta es la hermenéutica para discernir lo principal de lo accesorio, lo auténtico de lo falso»[16], las «contradicciones del momento» del tiempo de Dios[17], que es «más grande que nuestras contradicciones»[18].18

Una «forma mentis» despolarizadora

Analizaremos ahora cuatro actitudes del papa Francisco que pueden ayudarnos a configurar la forma mentis[19] necesaria para discernir cómo comunicar bien en medio de una sociedad polarizada. Se trata de dos «noes» y de dos «síes». Ante todo, no discutir con el que busca polarizar y no dejarse confundir por falsas contradicciones. Segundo, decir sí —más con las obras que con las palabras— a la misericordia como paradigma último, y decirlo en dialecto materno, que llega al corazón de cada persona en su propia cultura.

 Consideremos en primer lugar algunas situaciones en las que el Papa, con pocas palabras (a veces le bastó un gesto, una pausa o un silencio elocuente), comunicó bien en un contexto de polarización.

En el encuentro celebrado en el Augustinianum sobre el diálogo intergeneracional con ocasión de la presentación del libro La sabiduría de los años[20], el papa Francisco dialogó con una pareja de abuelos que le expresaron su necesidad de ser ayudados para poder hablar bien con sus hijos. Le decían: «A pesar de nuestros esfuerzos como padres para transmitir la fe, los hijos algunas veces son muy críticos, nos contestan y parecen rechazar su educación católica. ¿Qué debemos decirles?».

El Papa hizo una pausa de apenas un instante y respondió resueltamente: «Hay algo que dije una vez, porque se me ocurrió espontáneamente, sobre la transmisión de la fe: la fe debería transmitirse “en dialecto”. Siempre. El dialecto familiar, el dialecto… Pensad en la madre de aquellos siete jóvenes que leemos en el Libro de los Macabeos: dos veces la historia bíblica dice que la mamá los alentaba “en dialecto”, en la lengua materna, porque la fe se había transmitido así, la fe se transmite en el hogar»[21]. Después agregó: «Nunca discutáis, nunca, porque es una trampa: los hijos quieren llevar a los padres a la discusión. No. Mejor decir: “No sé responder a esto, busca en otra parte, pero busca, busca…”. Evitad siempre la discusión directa, porque aleja. Y siempre el testimonio “en dialecto”, o sea con esas caricias que ellos entienden»[22].

La fuerza de ese breve diálogo entre el Papa y la pareja de padres-abuelos contiene un núcleo comunicativo que despoja de sus armas al que, voluntariamente o no, polariza. Se trata de adoptar estas dos actitudes: dar testimonio en dialecto y no discutir. No discutir supone hacer un discernimiento: decir «no» a una falsa polarización y decir «sí» a un paradigma superador: el de la misericordia. Leer más…

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“El principio compasión y las víctimas de Covid-19”, por Leonardo Boff

Jueves, 8 de julio de 2021
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54371667_403“Hasta la persona más brutal y anticomunitaria no es inmune a la fuerza de la compasión”

“A través de la Covid-19 la Madre Tierra está llevando a cabo un contraataque sobre la humanidad. Es igualmente una señal y una advertencia que nos envía”

“El mayor teólogo cristiano, Tomás de Aquino, señala en su Suma Teológica que la compasión es la más elevada de todas las virtudes”

“La reflexión moderna lo confirma; existe en nosotros algo más profundo y ancestral, surgido hace más de 200 millones de años: la razón sensible y cordial, que es la capacidad de sentir, de afectar y ser afectado, de tener empatía, sensibilidad y amor”

Ante la devastación causada por la Covid-19 en toda la población, sin excepción, es más urgente que nunca vivir la compasión con los que sufren, como nuestro lado más humano, sensible y solidario

A través de la Covid-19 la Madre Tierra está llevando a cabo un contraataque sobre la humanidad como reacción al ataque avasallador que ella viene sufriendo desde hace siglos. La Covid-19 es igualmente una señal y una advertencia que nos envía: no podemos hacerle una guerra como hemos hecho hasta ahora, pues está destruyendo las bases biológicas que la sustentan y sustentan también todas las demás formas de vida, especialmente, la humana.

Tenemos que cambiar, de lo contrario podrá enviarnos virus más letales todavía, quien sabe, hasta un virus invencible contra el cual nada podríamos hacer. Entonces estaríamospodía decirseriamente amenazados como especie. No sin razón que la Covid-19 ha atacado solo a los seres humanos, como aviso y lección. Ha llevado ya a la muerte a millones de personas, dejando un viacrucis de sufrimientos a otros millones y una amenaza letal que puede alcanzar a todos los demás.

Los números fríos esconden un mar de padecimientos por vidas perdidas, por amores destrozados, por proyectos destruidos. No hay suficientes pañuelos para enjugar las lágrimas de los familiares queridos o de los amigos muertos, a los cuales no pudieron darles un último adiós, hacerles el duelo y acompañarlos a la sepultura.

Como si no bastase el sufrimiento producido a gran parte de la humanidad por el sistema capitalista y neoliberal imperante, ferozmente competitivo y nada cooperativo. Él ha permitidoque el 1% de los más ricos posea a título personal el 45% de toda la riqueza global mientras que el 50% más pobre queda con menos del 1%, según un informe reciente del Crédit Suisse.

Oigamosa quien más entiende de capitalismo en el siglo XXI, el francés Thomas Piketty, refiriéndose al caso brasilero. Aquí, afirma, se verifica la mayor concentración de renta del mundo; los millonarios brasileros, entre el 1% de los más ricos, están por delante de los millonarios del petróleo de Oriente Medio. No sorprende los millones de marginados y excluidos que esta nefasta desigualdad produce.

Nuevamente los números fríos no pueden esconder el hambre, la miseria, la alta mortandad de niños y la devastación de la naturaleza, especialmente en la Amazonia y en otros biomas, implicadas en este proceso de saqueo de las riquezas naturales.

Pero en este momento, debido a la irrupción del coronavirus, la humanidad está crucificada y mal sabemos cómo bajarla de la cruz. Es ahora cuando debemos activar en todos nosotros una de las virtudes más sagradas del ser humano: la compasión. Ella está atestiguada en todos los pueblos y culturas: la capacidad de situarse en el lugar del otro, compartir su dolor y, así, aliviarlo.

El mayor teólogo cristiano, Tomás de Aquino, señala en su Suma Teológica que la compasión es la más elevada de todas las virtudes, pues no solamente abre la persona a otra persona sino que la abre hacia la más débil y necesitada de ayuda. En este sentido, concluía, es una característica esencial de Dios.

Nos estamos refiriendo al principio compasión, no simplemente a la compasión. El principio, en sentido más profundo (filosófico), significa una disposición originaria y esencial, generadora de una actitud permanente que se traduce en actos pero nunca se agota en ellos. Está siempre abierta a nuevos actos. En otras palabras, el principio tiene que ver con algo que es propio de la naturaleza humana. Porque es así, el economista y filósofo inglés, Adam Smith (1723-1790) en su libro sobre la Teoría de los Sentimientos Éticos pudo decir: hasta la persona más brutal y anticomunitaria no es inmune a la fuerza de la compasión.

La reflexión moderna nos ha ayudado a rescatar el principio compasión. Para el pensamiento crítico va quedando cada vez más claro que el ser humano no se estructura solamente sobre la razón intelectual-analítica, necesaria para darnos cuenta de la complejidad de nuestro mundo. Existe en nosotros algo más profundo y ancestral, surgido hace más de 200 millones de años cuando irrumpieron en la evolución los mamíferos: la razón sensible y cordial, que es la capacidad de sentir, de afectar y ser afectado, de tener empatía, sensibilidad y amor.

Somos seres racionales pero esencialmente sensibles. A decir verdad, construimos el mundo a partir de lazos afectivos. Tales lazos hacen que las personas y las situaciones sean preciosas y portadoras de valor. No solo habitamos el mundo por medio del trabajo sino por la empatía, el cuidado y la amorosidad. Este es el lugar de la compasión.

Quien ha trabajado esto mejor que nosotros los occidentales ha sido el budismo. La compasión (Karuná) se articula en dos movimientos distintos y complementarios: el desapego total y el cuidado esencial. Desapego significa dejar al otro ser, no encuadrarlo, respetar su vida y su destino. Cuidar de él implica no dejarlo nunca solo en su sufrimiento, envolverse afectivamente con él para que pueda vivir mejor haciendo más leve su dolor.

Lo terrible del sufrimiento no es el sufrimiento en sí, sino sufrirlo en soledad. La compasión consiste en no dejar al otro solo. Es estar a su lado, sentir sus padecimientos y angustias, decirle palabras de consuelo y darle un abrazo cargado de afecto.

Hoy los que están sufriendo, llorando y desanimados con el destino trágico de la vida necesitan esta compasión y esta profunda sensibilidad humanitaria que nace de la razón sensible y cordial. Palabras que parecen comunes adquieren otro sonido, resuenan dentro del corazón, dan serenidad y suscitan un pequeño rayo de esperanza de que todo va a pasar. La partida fue trágica pero la llegada a Dios es bienaventurada.

La tradición judeocristiana testimonia la grandeza de la compasión. En hebreo es “rahamim” que significa “tener entrañas”, sentir al otro con sentimiento profundo. Más que sentir es identificarse con el otro. El Dios de Jesús y Jesús mismo se muestran especialmente misericordiosos, como se revela en las parábolas del buen samaritano (Lc 10,30-37) y del hijo pródigo (Lc 15,11-32). Curiosamente en esta parábola, el cambio no está tanto en el hijo que vuelve, sino en el padre que se vuelve hacia el hijo pródigo.

Ante la devastación causada por la Covid-19 en toda la población, sin excepción, es más urgente que nunca vivir la compasión con los que sufren, como nuestro lado más humano, sensible y solidario.

*Leonardo Boff ha escrito con Werner Müller el libro Principio compasión&cuidado, Vozes 2009; Covid-19: la Madre Tierra contraataca a la humanidad, Vozes 2020.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Su nombre es compasión

Jueves, 1 de julio de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“¿Cuál es mi nuevo desierto? Su nombre es compasión. No existe yermo tan terrible, tan bello, tan árido y tan fructífero como el yermo de la compasión. Es el único desierto que verdaderamente florecerá como el lirio. Se convertirá en un estanque. Echará brotes y florecerá y saltará de gozo. En el desierto de la compasión la tierra sedienta ve brotar fuentes de agua, el pobre posee todas las cosas. No existen fronteras que controlen a los moradores de esta soledad en la cual yo vivo solo, tan aislado como la Hostia sobre el altar, que, siendo el alimento de todos los hombres, pertenece a todos y no pertenece a nadie, porque Dios está conmigo y se asienta en las ruinas de mi corazón, predicando Su evangelio a los pobres.

Muero de amor por ti, Compasión: te tomo por mi Señora, del mismo modo que Francisco se desposó con la pobreza, yo me desposo contigo, Reina de los eremitas y Madre de los pobres“.

*

Thomas Merton
El signo de Jonás

***

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Doblan por nosotros las campanas

Jueves, 25 de febrero de 2021
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Del blog de José Arregi Umbrales de luz:

img2.rtve.es(Reuters, Laszlo Balogh)

Doblan por nosotros las campanas

y hay que recuperar las patrias del dolor,

atreverse a borrar las fronteras,

cometer la osadía de la compasión.

*

Gioconda Belli

camapanas

***

 

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Domingo VI del Tiempo Ordinario. 14 de febrero, 2021

Domingo, 14 de febrero de 2021
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“Encolerizado (Jesús se enfada), extendió la mano y lo tocó diciendo: -Quiero: queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.”

(Mc 1, 40-45)

Muchas traducciones dicen que Jesús sintió lástima o se compadeció del leproso cuando le dijo  «si quieres puedes sanarme», pero quienes entienden de Biblia, y traducciones como la de la Biblia de Jerusalén, aseguran que los textos originales dicen que Jesús se “encolerizó”: “encolerizado, extendió su mano le tocó y le dijo: quiero, queda limpio”.

Jesús no se enfada muchas veces, al menos no nos lo cuentan los evangelios, pero hay por lo menos tres momentos en los que se dice o se muestra que Jesús se ha enfadado: este fragmento con el leproso, con los fariseos por lo que piensan en su interior, y con los mercaderes en el Templo.

Por más que nos choque y que tratemos de maquillarlo, Jesús se enfadaba.

Pero, ¿por qué se enfada con este pobre leproso que le pide que lo sane? No parece muy en la línea de Jesús esto de enfadarse en lugar de “compadecerse” ante la enfermedad.

Bien, según quienes estudian la Biblia, lo que enfada a Jesús hasta el punto de encolerizarse es que le busquemos solo para quedar libres de una enfermedad. Le enfada que no queramos conectar con la hondura de su mensaje, de su Buena Noticia.

Jesús no quiere sanar por sanar. No vino a librarnos de la enfermedad. Tampoco del sufrimiento. Jesús no es un “solucionador de problemas”. Dios tampoco.

Jesús vino a mostrarnos quién es Dios. Ese es su mensaje. Ese es el sentido de su vida y también el motivo de su muerte violenta en una cruz.

Marcos, en su evangelio, nos dice que Jesús nos manifiesta quién es Dios cuando se deja clavar en la Cruz. Dios es el que escoge el último lugar, el que nadie quiere. Y para llegar al Dios de Jesús no hay más camino que ocupar el lugar de las últimas de nuestra sociedad, de nuestro mundo.

No se trata tanto de ir a ayudar a quienes lo pasan mal, se trata de ser una más, de ocupar su lugar para que esa persona pueda ocupar el nuestro.

Algo similar a lo que hacían los frailes trinitarios en los orígenes de la Orden, quedarse en el lugar de los cautivos.

Oración

No permitas, Trinidad Santa, que te busquemos solo para liberarnos de nuestras ataduras personales. Haznos comprender el camino exigente de tu evangelio. Amén.

 

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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¡Señor de la noche, Dios de luz, Visita mi establo oscuro!

Jueves, 24 de diciembre de 2020
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Para decir juntos nuestra fe.

¡Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que la Navidad tenga lugar esta noche (…)

En tus tierna manos
deposito mi miedo de no ser …
Esta noche naceremos
de un mismo aliento;
Nacerás en mí
Para venir al mundo que me rodea,
Y yo naceré de ti,
Acogida como una reina
Acogido como un rey
Hasta en mis más sombríos rincones.

¡ Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que Navidad se efectue esta noche (…)
Entonces, por fin, en mi desierto
habrá sitio para los otros,
Aquellos que te nombro ahora
En un silencio
Que implora tu compasión.

*

Lytta Basset

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Nota:

Esta tarde a las 16:00, hora española, aparecerá la felicitación de Navidad y, a partir de las 18:00h, los textos y meditaciones de la Misa de Media Noche, y tres textos más para que nos acompañen los momentos previos a la cena de Nochebuena y a lo largo de esta noche santa… Acordémonos de quienes esta noche la pasan solos o no pueden celebrarlo por multitud de razones….

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Compasión

Viernes, 18 de diciembre de 2020
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Un fruto de la caridad: no deberíamos ser capaces de ver sufrir a nadie sin sufrir con él; no deberíamos ser capaces de ver llorar a nadie sin que nosotros lloremos.

Es un acto de amor que nos hace adentrarnos en el corazón unos de otros y sentir lo que sienten, y no como aquellos insensibles al dolor de los afligidos y al sufrimiento de los pobres. ¡Qué sensible era el Hijo de Dios! Esa ternura le llevó a bajar del cielo; miraba a los hombres privados de su gloria; se conmovió de su desgracia.

También nosotros debemos enternecernos ante los sufrimientos de nuestro prójimo participando en sus penas. ¿Cómo puedo sufrir con su enfermedad sino por una comunión recíproca con el Señor, que es nuestra cabeza?.

*

Vicente de Paúl,
Entretiens spirituels aux Missionnaires,
París 1960, 689-691

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“Esta es nuestra fe”, por Gabriel María Otalora

Miércoles, 18 de noviembre de 2020
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Ferdinand Hodler El buen samaritano, 1885De su blog Punto de Encuentro:

Jesús vivió en una época marcada por la omnipresencia de la ley judía de un pueblo que esperaba impaciente la llegada del Mesías que les liberara de los invasores -entonces eran los romanos- y una sociología estructural que fabricaba muchos excluidos.

A pesar de tan ominosa realidad, Jesús amplía el concepto “prójimo” reducido entonces al círculo de “los nuestros”. Él está con el que sufre, sin exclusiones de ningún tipo aunque le cueste la vida. Las excepciones son cosa nuestra. No aprueba que los romanos ni los publicanos y terratenientes judíos opriman al pueblo. Pero se centra en lo que entiende como esencial, básico: mostrar la Buen Noticia del amor del Padre desfigurada por la interpretación religiosa y las cargas que imponían los jefes político-religiosos con tanta hipocresía en nombre de Dios.

Para Jesús, cualquier limitación de acoger desaparece ante la persona que tenga necesidad de mí -como prójimo- y que yo pueda ayudar, independientemente de cualquier otra consideración, aun de tipo religioso. Es el comienzo de la religión del amor y de la verdadera imagen de Dios. Y ahora sigue urgiendo mostrar el verdadero rostro de Dios Amor con testimonio y ejemplo a nuestro alrededor.

Este domingo celebramos precisamente el gran día de la culminación que lo es para miles de millones de personas que nos han precedido y ya gozan de un eterno presente en la plenitud del Amor de Dios.

“Haced esto en memoria mía”, el estribillo que echamos en falta en buena parte de nuestra Iglesia occidental. Es con Jesús que nace el cristianismo no como una ideología sino como una relación de amor sintiéndonos comunidad, más allá del conocimiento de verdades fundamentales; hechos de amor, no solo verdades en forma de leyes. No se habla de “enseñanzas de los apóstoles”, sino de Hechos de los apóstoles.

Para todos, la sentencia inapelable “Por sus hechos los reconoceréis”. Antonio Salas nos recuerda que, si exprimiésemos a fondo el potencial del evangelio, acaso algún día se considere tan religiosa la asistencia a misa (cometido religioso) como la lucha a favor de un marginado (cometido profano). Desde luego que las prioridades actuales necesitan una urgente revisión en la práctica porque la fe sin frutos es una fe muerta.

Veamos un ejemplo concreto que nos puede revelar hasta qué punto el mensaje de Jesús puede ser maravilloso y rompedor cuando lo practicamos con amor. Lo cuenta Joan Chittester en uno de sus libros. Ocurrió en una conferencia en Asia para analizar los problemas de las mujeres, en especial de las necesidades de las mujeres de los países en desarrollo, donde la mayoría de asistentes a dicha conferencia eran pobres y mujeres, y solo unos cuantos eran activistas bien financiados y observadores oficiales.

Cuando se intercambiaron los correos electrónicos entre los participantes para mantener el contacto, una de ellas llamada Rose, pastora presbiteriana keniata, justificó dejar en blanco su dirección de e-mail diciendo que no tenía correo electrónico porque era muy caro para su comunidad. Y cuando podía utilizarlo, la conexión era demasiado lenta y poco fiable. Al finalizar la conferencia y la gente se despedía, otra conferenciante le dijo a Joan Chittister justo antes de compartir el taxi juntas: “No puedo irme sin ver antes a Rose. Le prometí que le daría una cosa”. “¿Qué le diste a Rose?”, le preguntó Chittester durante el trayecto en taxi a su compañera. “Mi tarjeta de crédito”, me respondió. “¿Tu tarjeta de crédito?” -dijo Chittester-: ¿y por qué demonios se la has dado?”, le insistió. “Para que pueda pagar las mensualidades de su correo electrónico”, le respondió tranquilamente.

Solo recuperaremos el interés de los alejados como verdadera buena noticia dando pasos firmes hacia lo esencial; y estamos demasiado pasivos, calculadores, interesados: “No me preocupan el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética -decía Martin Luther King-, lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Por eso, el ejemplo del samaritano compasivo desborda el contexto religioso judío de entonces para convertirse en un referente atemporal y una llamada al compromiso de todos, al qué hay que hacer y cómo hacerlo.

Aceptemos con la humildad del publicano que Dios nos quiere a todos igual, que las indignidades y exclusiones son cosa nuestra, no suya. Y que Cristo murió por todos -no por “muchos”– porque todos somos llamados a ser eternidad de amor gozando la presencia de Dios Amor, tal cual es, pero empezando aquí, tras las huellas de Jesús. Esta es nuestra fe y no admite atajos aunque algunos parece que leen el evangelio del revés.

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Liderar con compasión

Martes, 1 de septiembre de 2020
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Del blog de Henri Nouwen:

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“La misión del líder cristiano es la de sacar a flote lo mejor que tiene el hombre e impulsarlo hacia delante, hacia una comunidad más humana. El peligro está en que su ojo, hábil a la hora de hacer un buen diagnóstico, se convierta más en un ojo que hace análisis detallados y distantes, que en el ojo de alguien que, con sentido de compasión, haga el camino con su hermano. Y sí los sacerdotes y ministros del mañana piensan que la solución al problema del liderazgo cristiano de cara a la próxima generación es una mejor preparación, pueden acabar sintiéndose más frustrados y desilusionados que los líderes de hoy”.

“No es misión del líder cristiano ir de un lado para otro intentando nerviosamente redimir a las personas, salvarlas en el último minuto, ponerlas en el buen camino. Porque hemos sido redimidos una sola vez y para siempre. El líder cristiano está llamado a ayudar a los demás a afirmar estas grandes buenas nuevas y a hacer visible en los acontecimientos diarios el hecho de que detrás de la cortina sucia de nuestros penosos síntomas hay algo grande que ver: la cara de Aquel a cuya imagen hemos sido modelados”

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Henri Nouwen,
El sanador herido

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Miguel Ángel Mesa: Mística de la Compasión.

Martes, 14 de julio de 2020
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compasivos-1De su blog Otro mundo es posible:

La mística de la compasión impregna a la persona cuando se deja afectar por el rostro sufriente del otro, cuando las miradas doloridas se le clavan en la piel del alma y siente su tristeza como propia, en sus propias entrañas.

La mística de la compasión es todo lo contrario a la impasibilidad, la apatía, la indiferencia y la tibieza.

La mística de la compasión nos impulsa a estar vigilantes y dispuestos, con los ojos y los oídos siempre bien abiertos, para descubrir dónde se encuentran los empobrecidos, rechazados y marginados por el sistema, para salir a su encuentro.

La mística de la compasión se enfrenta y denuncia a los distintos poderes económicos y políticos que excluyen y discriminan; y cuida de las víctimas, las consuela y reincorpora a la vida social, ofreciéndoles una nueva perspectiva a su vida, después de haber recuperado su dignidad.

La mística de la compasión no vive de certezas dogmáticas, sino de búsquedas a tientas, pero conjuntas, desde el desconcierto de sentirnos frágiles, vulnerables, pero, a la vez, con el humilde convencimiento de tener un Espíritu, un aliento interior, que nos da fuerzas para enfrentar y sobreponernos a cualquier dificultad.

La mística de la compasión sabe que una persona tiene una capacidad limitada para aliviar tanto dolor, pero si muchas se unen, si se animan y abrazan, si se comprometen a liberar de la miseria, el odio, el racismo… tienen muchas más posibilidades de solucionar los problemas.

La mística de la compasión se deja acompañar muchos días por la tristeza, al no ver ningún resultado, ni vislumbrar caminos ni soluciones para solventar las dificultades. Entonces las tardes se vuelven grises y hay que aceptarla como compañera, permanecer en silencio y respirar profundamente hasta que vaya pasando.

La mística de la compasión, a pesar de todo, no se deja vencer y saca del hondón interior resistencia y fortaleza para seguir caminando, compartiendo, abriendo la mente, el corazón y las manos, y tendiéndolas hacia el otro que camina a nuestro lado.

La mística de la compasión es la compañera fiel de la esperanza. Pero una esperanza activa que ofrece ánimos y entusiasmo: construyendo alternativas para quien se encuentra sin empleo, dando alimentos a quien hoy carecen de ellos, acogiendo e integrando al inmigrante, sanando las heridas del odio y la violencia, ofreciendo casas para la gente sin hogar, luchando por la igualdad de la mujer y respeto para las personas LGTBI…

La mística de la compasión también sabe celebrar el gozo de la amistad y la fraternidad, organizando encuentros y fiestas para dialogar, recargar las pilas y sentirnos unidos. Así, comiendo y brindando, bailando y riendo, apreciamos la íntima satisfacción de sentirnos hermanados con quienes nos regalan el don gratuito de la confianza y la alegría compartida.

Miguel Ángel Mesa

Fuente Fe Adulta

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Juan José Tamayo: “Jesús contrapone la compasión a los sacrificios”

Miércoles, 22 de abril de 2020
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Compasión“En cuanto compasivo, el ser humano se siente solidario con la suerte del resto de los seres humanos y de la Naturaleza, de forma que todo acto de homi-cidio y de eco-cidio se convierte en sui-cidio: matar a otra persona o destruir la naturaleza es matarse o destruirse a uno mismo

Las iglesias cristianas a lo largo de su historia se han movido entre dos actitudes: la insensibilidad ante el sufrimiento humano y la compasión con las víctimas. Hoy solo tendrá credibilidad el cristianismo si, como el buen Samaritano, realiza prácticas compasivasIglesia: una, santa, católica, apostólica. Y samaritana y compasiva”

La compasión es principio de humanidad. La persona puede ser definida como ser compasivo. Sin compasión, no hay humanidad, se cierne la impiedad, la dureza de corazón, la cerrazón de mente y el bloqueo de la inteligencia. En cuanto compasivo, el ser humano se siente solidario con la suerte del resto de los seres humanos y de la Naturaleza, de forma que todo acto de homi-cidio y de eco-cidio se convierte en sui-cidio: matar a otra persona o destruir la naturaleza es matarse o destruirse a uno mismo. Caín, matando a Abel, se está matando a sí mismo. Sin compasión, el ser humano se torna lobo estepario que se guía por la ley de la selva. Sin compasión, no hay respeto por la vida de l@s otr@s, sino la guerra de todos contra todos.

La compasión, opción y actitud fundamental de Dios ante el sufrimiento y la opresión

La compasiónes la opción y la actitud fundamental de Dios, ejemplo de sensibilidad ante el sufrimiento y la opresión. La palabra hebrea que se traduce por compasión es rahamin, derivada de rahem, vientre, entrañas. En la antropología bíblica, vientre es el lugar de la compasión y se le aplica a Dios capaz de actuar compasivamente desde sus entrañas.

Nos lo recuerda la tradición bíblica del Éxodo, que presenta a Yahvé movido a compasión por los sufrimientos del pueblo hebreo y los gritos de auxilio que llegan al cielo, y comprometido con la liberación de la esclavitud de Egipto:

“He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sufrimientos (conocer= compartir, sufrir con). He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para subirlos a de esta tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel… Así, pues, el clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto la opresión con que los egipcios los afligen. Ahora, pues, ve: yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto. Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este monte” (Éx 3,7-12).

La compasión está en la base de la legislación hebrea que defiende los derechos de los huérfanos, las viudas y los extranjeros, desatendidos en la práctica. Es el mensaje y la práctica de los profetas y las profetisas de Israel/Palestina, para quienes la religión verdadera no consiste en ofrecer sacrificios, sino en hacer el bien, establecer el derecho y practicar la justicia. En la tradición profética uno de los nombres de Dios es “Justicia”, como afirma el profeta Jeremías: “Este es el nombre con el que lo llamarán: ‘Yahvé, nuestra Justicia” (Jr 23,6).

La compasión, opción fundamental de Jesús

La compasión conforma el ser de Jesús de Nazaret, su estilo de vida, su forma de pensar y de vivir a Dios, su manera de entender al ser humano, su relación con los demás, su modo de conocer, de creer, de esperar, de amar, su lectura de las Escrituras, su actitud ante las víctimas, ante las personas hambrientas (misereor super turbas).

En el trasfondo de la actuación de Jesús aparece siempre el sufrimiento de las mayorías, de los empobrecidos, de las personas discapacitadas, enfermas, privadas de dignidad. Ante ellas no queda impasible, sino que se le remueven las entrañas. Jesús pone como ejemplo de persona compasiva, de “persona cabal” (Sobrino) a un Samaritano, a quien convierte en sacramento del prójimo, cuando los judíos ortodoxos lo consideraban enemigo y hereje. El Samaritano, “movido a compasión”, atendió a la persona malherida, maltrecha, a diferencia del sacerdote y del levita, que pasan de largo porque su prioridad era la práctica cultual en el templo, ajena a la justicia.

Siguiendo la mejor tradición profética, Jesús contrapone la compasión a los sacrificios:

– “Misericordia quiero, que no sacrificio” (Mateo 12,1-9, citando a Oseas 6,6), afirma en la respuesta a los fariseos critican a los discípulos por arrancar espigas el sábado.

– Cuando los fariseos le echan en cara que coma con publicanos y pecadores, Jesús les responde: “No necesitan de médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender lo que significa misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt 9,12-13).

– La práctica de la compasión para con los empobrecidos y la crítica de quienes generan el empobrecimiento son la causa principal de su destino final: la condena a muerte y la ejecución en la cruz.

– La compasión es la virtud por excelencia proclamada en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los misericordiosos…”. Felicidad y compasión son inseparables. Una persona es feliz compartiendo y aliviando el dolor las personas que sufren. La falta de entrañas de misericordia hace infelices a quienes no practican dicha virtud y a quienes sufren.

Las iglesias cristianas a lo largo de su historia se han movido entre dos actitudes: la insensibilidad ante el sufrimiento humano y la compasión con las víctimas. Hoy solo tendrá credibilidad el cristianismo si, como el buen Samaritano,  realiza prácticas compasivas. A las notas tradicionales aplicadas a la Iglesia: una, santa, católica, apostólica (los tradicionalistas añaden una quinta: romana, que no forma parte del Credo), yo añadiría otras dos: samaritana y compasiva.

La compasión, principio teológico

Mientras escribía este artículo consulté varios diccionarios teológicos y bíblicos y en ninguno de ellos he encontrado las entradas “Compasión” y Misericordia.  Ha sido Jon Sobrino quien ha incorporado en el discurso teológico el principio-misericordia (El principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados, Sal Terrae, Santander 1992). Sin dejarse guiar por la compasión, la teología pasa de largo inmisericordemente ante el sufrimiento humano y se torna cómplice de él. La alternativa es, afirma Sobrino, una teología como inteligencia y praxis del amor, de la justicia y de la misericordia, que se hace cargo del dolor de las víctimas: una teología como inteligencia de la com-pasión, que denuncia a los victimarios y toma partido por las personas, los colectivos y la naturaleza sufrientes que gritan de dolor.

Sin embargo, la teología tradicionalmente ha sido una disciplina sin entrañas de misericordia. Los atributos que aplicaba a Dios eran la Omnipoten-cia, la Omniscien-cia, la Omnipoten-cia y la Providen-cia. Lo definía como Motor inmóvil, Conocimiento de conocimiento, Causa sui, Principio y fundamento de todas  las cosas. Tal Dios es incapaz de sentir, de amar, de sufrir, de compadecerse, se torna insensible al sufrimiento humano. Esa imagen está más cerca del Dios de la teodicea y  de los amigos de Job que de Jesús de Nazaret y del Dios del éxodo “misericordioso y clemente, lento a la ira y rico en amor y fidelidad” (Éx 34,6).

Fuente Religión Digital

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