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“Cuatro libros transformadores”, por Gabriel María Otalora.

Sábado, 21 de septiembre de 2024
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IMG_7717De su blog Punto de Encuentro:

A los lectores nos gusta compartir lecturas: hablar de ellas, transmitir de igual manera que nos gustaría que otras personas nos recomendaran sus libros. No me refiero aquí a la crítica literaria, necesaria tantas veces, sino a la experiencia interior que el autor o autora de un libro comunica. O mejor dicho, lo que uno filtra de lo que está leyendo y cree que puede servir a otras personas, al menos lo esencial de dicha vivencia tan intelectual como espiritual.

Dicho lo anterior, voy a recomendar cuatro libros que son para mí un verdadero kit de campaña con el que adentrarse con amor en la vida cotidiana. Son una bocanada de aire fresco, tanto por separado como entrelazados, por su capacidad de rumiar con éxito sus relecturas. Un accidente casero me ha permitido más tiempo para ahondar de nuevo en tres de ellos, y descubrir este libro que paso a comentaren primer lugar:

¡Oh noche que guiaste!, subtitulado De la inhospitalidad al encuentro (Sal Terrae), y escrito por Carlos María Antunes. Es un libro breve que no parece a primera vista que atesora tanta sabiduría. Su reflexión gira en torno a la fortaleza que supone reconocer la vulnerabilidad. Un libro luminoso y lleno de esperanza, accesible y que además permite convertir su reflexiones en oración. Para descubrir el tesoro que llevamos dentro: “A través de nuestras ruinas Él nos enseñará la dimensión del corazón de Dios. Es a través de la herida por donde entra la luz”.

Compasión (Sígueme), de Katerina Lachmanova. Es un librito cuyo título lo dice todo. En capítulos breves y sencillos, que no simples, la autora nos introduce en el corazón de esta actitud esencial humana y cristina por su profundo sentido teológico, pegado al Evangelio. La compasión como el lenguaje de la fraternidad. Este libro es una excelente ayuda para abrir nuestro corazón a la necesidad del otro. Lo he regalado en varias ocasiones con resultados reconfortantes.

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El aliento del alma. Reflexiones sobre la oración, de Joan Chittister (Sal Terrrae). Libro también breve cuyas reflexiones se han convertido en lectura de cabecera. Cuando la autora afirma que la oración es co-creadora, toca un punto muy sensible de nuestra fe. De hecho, esta afirmación se complementa con otra reflexión suya, que vale su peso en oro: cuando nuestra oración no es respondida, solo sabemos con seguridad una cosa: que el desafío que la vida nos plantea ahora consiste en vivirla de manera diferente. Y será mediante la oración cómo descubriremos la manera de hacerlo.

Muéstrame tu rostro. Hacia la intimidad con Dios, de Ignacio Larrañaga (San Pablo).Con más de 22 ediciones, estamos ante un libro consolador. La aceptación -que no resignación- nos lleva del abandono de la fe a la paz; la fortaleza ante el silencio, la esperanza contra toda esperanza, vivir según la figura de Jesús, bendecir siempre… Estamos ante un tratado de superación sustentado en actitudes y conductas de amor que llevan aparejadas algunos ejercicios para preparar nuestro interior de la mejor manera. Un clásico que no defraudará para ser leído como un manual de navegación interior

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Vulnerabilidad sanadora, compasión, oración, aceptación desde la fe. Casi nada. Quiero finalizar con un breve poema de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, recogido en el libro de Antunes:

Las personas más bellas
Con las que me he encontrado
Son aquellas que han conocido
La derrota, el sufrimiento, la pérdida
Y han encontrado la forma de salir
De sus abismos. Estas personas
Tienen un aprecio, una sensibilidad
Y una comprensión de la vida
Que las llenan de compasión, de humildad
Y de una profunda inquietud amorosa.
Las personas bellas no surgen de la nada.

***

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“Compasivos y misericordiosos”, por Miguel Ángel Mesa.

Jueves, 12 de septiembre de 2024
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De su blog Otro Mundo es posible: 

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«Creemos que lo que está en juego en el principio-misericordia es la misma noción –y posibilidad real– de formar todos una sola familia humana»
(Jon Sobrino).

La misericordia también es una de las palabras que han sido más maltratadasdesde el lenguaje y la doctrina cristiana durante siglos, empleándose casi exclusivamente como un «apiadarse» de alguien que lo pasa mal y ofrecerle una limosna, una ayuda «caritativa».

En latín, la palabra misericordia se compone de misere (miseria, necesidad, pobre);  y cor, cordis (corazón), es decir, tener un corazón solidario con aquellos que sufren la injusticia y tienen algún tipo de necesidad.

En hebreo el término que se emplea para designar la misericordia es rajamín, que significa sentir cariño, afecto entrañable, conmoverse hasta las entrañas. Es lo que siente Yahvé por sus hijos e hijas que sufren, especialmente por los más olvidados y marginados, las viudas, los huérfanos, los inmigrantes.

Y a Jesús, tan lleno e identificado con los sentimientos de su Dios, también se le conmueven las entrañas al contemplar tanto dolor, sufrimiento, miseria y exclusión entre los hombres y mujeres más despreciados de Israel.

Este sí que es el auténtico significado y la consiguiente puesta en práctica de la misericordia. Hoy también es completamente necesario que contemplemos tanto pesar y desconsuelo, hasta que nos consiga estremecer y nos haga salir de nosotros mismos para solidarizarnos con los más indefensos de nuestro mundo actual.

La persona misericordiosa rompe con cualquier afán competitivo, para llegar a ver en cada persona a un hermano, no a un rival. Nadie puede ser misericordioso ni ofrecer compasión hacia alguien que considera su enemigo. He aquí una de las causas y de las soluciones para desligarnos de esta rivalidad absurda entre seres humanos, para llegar a entendernos, a comunicarnos, a ayudarnos y cuidarnos.

La misericordia, para que sea eficaz, debe ir acompañada de la paz, la solidaridad y la justicia. Es como el bálsamo, la dulzura que cura, fortalece y rehabilita. Y no solo en el en el encuentro entre dos personas, sino también a nivel social. Se necesita mucha ternura, mucha misericordia en nuestra sociedad. Y no pensemos que son remedios «suavones», porque cuando hacemos presente la compasión, la misericordia, la indulgencia en las relaciones sociales, todo cambia…

Para luchar contra la corrupción, la mentira, los odios, la injusticia, el olvido de los más miserables, la virtud también pública a emplear es la misericordia. La verdad la acompaña siempre, para que no se quede en un simple analgésico. El perdón, la comprensión, la alegría, la empatía son virtudes-hermanas de la misericordia. Que ayudarán a cambiar los problemas de una sociedad desde sus raíces.

Una persona misericordiosa vive de otra forma, se relaciona de una manera muy distinta con los demás, con el medio ambiente, con el universo. Será una mujer, un hombre muy humano y, por lo tanto, muy espiritual, porque solo quien siente en su interior las heridas de los demás y de todo lo que le rodea, puede sentir cómo su corazón, su vida se expande, transformando todo a su paso, desde la compasión, la dulzura y la misericordia.

«Felices quienes mantienen un corazón vivo y atento, lleno de ternura y misericordia».

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“El proyecto anticivilizatorio de la extrema derecha”, por Gabriel Moreno González

Sábado, 3 de agosto de 2024
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“Frenarla es un imperativo ético y moral inexcusable”

En los últimos años se ha extendido la sensación y la idea de que nuestras democracias occidentales están en serio peligro, amenazadas por múltiples riesgos, entre los que sobresale la presencia cada vez mayor de la extrema derecha en el escenario político

La posibilidad de que los contrapesos y límites de la democracia liberal y del Estado de Derecho se degraden continuamente hasta difuminarse o que, directamente, salten por los aires, son reales y exigen una protección cerrada de estos postulados por parte de las fuerzas democráticas, incluidas, sobre todo, las de la derecha tradicional, liberal, conservadora o democristiana

En los últimos años se ha extendido la sensación y la idea de que nuestras democracias occidentales están en serio peligro, amenazadas por múltiples riesgos, entre los que sobresale la presencia cada vez mayor de la extrema derecha en el escenario político. La posibilidad de que los contrapesos y límites de la democracia liberal y del Estado de Derecho se degraden continuamente hasta difuminarse o que, directamente, salten por los aires, son reales y exigen una protección cerrada de estos postulados por parte de las fuerzas democráticas, incluidas, sobre todo, las de la derecha tradicional, liberal, conservadora o democristiana.

IMG_6178Trump tampoco leyó este libro…

Esta respuesta debería encuadrarse en un respeto casi sagrado por las formas y las instituciones propias de la democracia constitucional, pues no puede hacerse frente a los riesgos de la demagogia, la polarización binaria o la crispación si se participa de las mismas y de la colonización partidista de los mecanismos que el constitucionalismo ha diseñado para controlar al poder político.

Predicar con el ejemplo es imperativo por sí mismo, pero también una base firme para cualquier estrategia de defensa democrática que se proyecte. Defensa que, en una situación ideal y harto improbable, debería articularse además mediante un abordaje integral de las causas que provocan el malestar que canalizan los partidos radicales, como la desigualdad, la ausencia de certeza y seguridad para los proyectos vitales de la ciudadanía o las consecuencias inequitativas de los cambios inducidos por la transición ecológica y la globalización

Con todo, hay un aspecto de la extrema derecha que no suele ser reseñado, un conjunto de peligros que no pasan estrictamente por la degradación de las instituciones ni los ataques a la democracia procedimental. Me refiero a la naturaleza anticivilizatoria de su proyecto, que abiertamente se dirige contra los principios y valores que caracterizan o debieran caracterizar a nuestra cultura.

En primer lugar, en el discurso contrario a la inmigración subyace una pretensión deshumanizadora que no va únicamente contra las personas migrantes, sino contra todos nosotros, al degradarnos moralmente y al eliminar las barreras éticas que podrían frenar cualquier desviación del poder. La política dura de expulsión a terceros países que propugnan Sunak o Meloni, por las cifras que se manejan, es altamente ineficiente y no cumpliría ni de lejos con sus ampulosos y crueles objetivos.

IMG_6179¿Para qué entonces esa fijación? No solo porque la pretendida estrategia sirve de cortina de humo para sus problemas internos, sino también porque la “normalización” de prácticas que creíamos desterradas de nuestro viejo continente despeja gradualmente los límites éticos de la acción política. Como en el poema de Kavafis, si finalmente los bárbaros somos nosotros, será más fácil que la propia barbarie se instale y termine triunfando.

Segundo, el negacionismo climático que comparten los partidos de extrema derecha(Vox aquí parece llevar la delantera en Europa), socava la conservación de la historia, las formas tradicionales de vida y las manifestaciones culturales esenciales de nuestro paradigma occidental. Dejarnos abandonados al calentamiento global es abandonar también cualquier intento de conservar lo mejor de una herencia de siglos, desde la naturaleza que nos rodea, nuestra relación con el medio, el mundo rural o el trabajo agroganadero hasta referencias indiscutibles para el canon cultural.

Que las estaciones muten y se desdibujen hace que tampoco podamos entender bien ya la obra de Vivaldi. Por eso se echa en falta, al menos en las latitudes españolas, un ecologismo conservador o un conservadurismo ecologista, conjuntos ideológicos consecuentes y coherentes, como tan temprano viera, entre otros, el gran Roger Scruton.

El sálvese quien pueda que abre la motosierra de Milei o las estúpidas diatribas de Abascal justifican en el fondo la secesión de los ricos, la desarticulación social y la competición desalmada entre los de abajo

En tercer lugar, el neoliberalismo que impulsan y enarbolan muchas formaciones de extrema derecha, como las encabezadas por los Milei, Abascal, Trump o Ventura (no nos olvidemos nunca del Chega portugués), profundiza la desigualdad económica, sí, pero también las dinámicas individualistas de una población ya bastante atomizada, aumentándose la disgregación social y la pérdida de sentido colectivo.

IMG_5749Al volverse líquidas, cuando no irreconocibles, nuestras comunidades de copertenencia dejan de ser los espacios naturales de solidaridad y de transmisión de los recuerdos y valores comunes que nos definen y nos dan arraigo, como tan bien explicara Simone Weil. El sálvese quien pueda que abre la motosierra de Milei o las estúpidas diatribas de Abascal justifican en el fondo la secesión de los ricos, la desarticulación social y la competición desalmada entre los de abajo, queriendo vender como imposible cualquier impulso de solidaridad. No es casualidad, por ello, que la justicia social o el discurso del Papa Francisco estén constantemente en sus dianas.

La compasión es la base de la fraternidad, y la solidaridad y la pertenencia, incluido nuestro arraigo en el medio natural, son elementos esenciales para la igualdad y la verdadera libertad. Valores que permiten y deberían alentar las democracias, y valores que están en juego por quienes no solo van contra ellas, sino contra la misma argamasa que une a nuestra cada vez más incivilizada civilización. Frenar a la extrema derecha no es solo una necesidad democrática, sino también un imperativo ético y moral inexcusable.

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , , , , ,

¿Dónde está la compasión en los documentos de la Iglesia sobre identidad de género?

Viernes, 17 de mayo de 2024
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La publicación de hoy es del diácono Ray Dever, colaborador de Bondings 2.0, quien es padre de una mujer transgénero adulta, y también es un diácono católico retirado con casi 50 años de experiencia en diversos ministerios parroquiales y pastorales. El diácono Ray ha sido invitado a abordar cuestiones LGBTQ por varias publicaciones nacionales y organizaciones católicas, incluida la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU., y con frecuencia brinda asesoramiento pastoral a familias católicas con niños transgénero de todo Estados Unidos. Tiene tres títulos de posgrado, incluida una maestría en teología.

Desde la promulgación de Dignitas Infinita por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano en abril, se ha producido una explosión de discusión y debate tanto en círculos seculares como eclesiásticos sobre lo que dice el documento sobre cuestiones de identidad de género. Si bien esta atención no es sorprendente dado el peso doctrinal del documento y la cuestionable decisión de incluir la “teoría de género” y el “cambio de sexo” entre las “graves violaciones de la dignidad humana”, este no es el único documento reciente de la Iglesia que aborda la identidad de género. cuestiones de esta manera. De hecho, esto parece la culminación de cinco años de documentos sobre identidad de género, comenzando con“Varón y Mujer Él los creó”, promulgado por la entonces Congregación para la Educación Católica del Vaticano en 2019, seguido de más de 50 políticas diocesanas similares en los EE. UU.

Una crítica común a la preparación de todos estos documentos, incluido Dignitas Infinita, ha sido la falta de un encuentro significativo por parte de los distintos autores con las personas transgénero, los profesionales médicos que las atienden y los científicos que están aumentando nuestra comprensión sobre ellas. Los documentos y políticas basados en la falta de información precisa son inevitablemente defectuosos. Pero esta negativa a abordar los hechos sobre las personas transgénero también trae consigo algo más que me preocupa mucho: una sorprendente falta de compasión.

Como madre de una mujer transgénero, ha sido doloroso experimentar la falta de compasión básica hacia personas transgénero como mi hija, que no han elegido este difícil camino en la vida, un camino marcado por constante marginación y discriminación. Si bien dudo en citar un ejemplo de esta falta de comprensión y compasión entre tantos en estas docenas de documentos, encontré uno demasiado atroz para ignorarlo. Entre una serie de declaraciones mal informadas en una carta pastoral sobre identidad de género promulgada por la Arquidiócesis de Detroit en febrero se encontraba la siguiente: “No es infrecuente que los padres sean objeto de afirmaciones manipuladoras de que si no afirman las preferencias de género de sus hijos, corren el riesgo de volverlos o ella al suicidio.

Para aquellos que han experimentado personalmente la realidad de los elevados niveles de suicidio entre las personas LGBTQ, especialmente las personas transgénero, es difícil imaginar un comentario más equivocado, mal informado o insensible. Cuando mi esposa y yo nos turnamos para permanecer despiertos por la noche para garantizar la seguridad de nuestra hija durante un período en la escuela secundaria en el que ella tuvo dos intentos de suicidio, puedo garantizar que la manipulación era lo más alejado de la mente de cualquiera. Después de haber experimentado la noche en que abandonó el campus de la Universidad de Georgetown durante su primer semestre allí con la intención de saltar del puente Key al río Potomac, y de haberme angustiado durante la loca lucha por encontrarla y llevarla de regreso a un lugar seguro, lo encuentro más que insultante. sugerir que la manipulación del apoyo de sus padres a su identidad de género fue un factor. Afortunadamente, ese período aterrador en la vida de nuestra hija ha quedado atrás, y estamos agradecidos todos los días de que ella esté prosperando y sea capaz de vivir como ella misma, con la dignidad humana otorgada por Dios y descrita en Dignitas Infinita. Su viaje hasta este lugar se hizo mucho más difícil por el rechazo de la iglesia en la que creció. Y su viaje habría sido imposible sin la atención médica y psicológica que recibió, atención que, según estos documentos, no debería estar disponible para ella.

¿Dónde está nuestra compasión? ¿Cuándo se extenderá nuestro acercamiento a los marginados a las personas transgénero? ¿Dónde está nuestra respuesta a las palabras de Jesús en la parábola del Juicio Final, que todo lo que hagamos por los más pequeños entre nosotros, lo hacemos por él? Algunos pueden señalar el lenguaje que pide el acompañamiento de personas transgénero que contienen muchos de estos documentos de la iglesia, pero esas palabras no tienen sentido cuando la base de ese acompañamiento es la negación de la verdad de su existencia y la intención declarada de ese acompañamiento es convencerlos de el supuesto error de sus caminos.

Theodore Roosevelt dijo una vez que “a nadie le importa cuánto sabes, hasta que sepan cuánto te importas”. Las docenas de documentos de la iglesia sobre identidad de género ciertamente intentan demostrar cuánto sabemos sobre la teología y la antropología de todo esto, pero también demuestran lo poco que parecemos preocuparnos por las personas reales cuyas vidas se ven afectadas por la disforia de género. Y eso claramente necesita cambiar si queremos ser fieles a nuestra fe. Quizás sea hora de hacer una pausa en la redacción de documentos y políticas sobre identidad de género hasta que hagamos el esfuerzo de comprender mejor la realidad de las vidas de las personas transgénero y desarrollar cierta compasión básica por ellas. El amor es lo primero.

—Diácono Ray Dever, 6 de mayo de 2024

Fuente New Ways Ministry

General, Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica , , , , , , ,

¡Señor de la noche, Dios de luz, Visita mi establo oscuro!

Domingo, 24 de diciembre de 2023
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Para decir juntos nuestra fe.

¡Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que la Navidad tenga lugar esta noche (…)

En tus tierna manos
deposito mi miedo de no ser …
Esta noche naceremos
de un mismo aliento;
Nacerás en mí
Para venir al mundo que me rodea,
Y yo naceré de ti,
Acogida como una reina
Acogido como un rey
Hasta en mis más sombríos rincones.

¡ Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que Navidad se efectue esta noche (…)
Entonces, por fin, en mi desierto
habrá sitio para los otros,
Aquellos que te nombro ahora
En un silencio
Que implora tu compasión.

*

Lytta Basset

***

Nota:

Esta tarde a las 16:00, hora española, aparecerá la felicitación de Navidad y, a las 21:00h, los textos y meditaciones de la Misa de Media Noche, y a pretor de las 18:00h , otros textos más para que nos acompañen los momentos previos a la cena de Nochebuena y a lo largo de esta noche santa… Acordémonos de quienes esta noche la pasan solos o no pueden celebrarlo por multitud de razones….

***

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Tu dolor es mi dolor

Viernes, 8 de septiembre de 2023
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Compasión significa hacerse cercano al que sufre. Pero podemos acercarnos a otra persona solo cuando estamos dispuestos a hacernos vulnerables nosotros mismos. Una persona compasiva dice: Soy tu hermano; soy tu hermana; soy humano, frágil y mortal, igual que tú. No me escandalizan tus lágrimas, ni me da miedo tu dolor. Yo también he llorado. Yo también he sentido dolor. Podemos estar con el otro solo cuando el otro deja de ser “otro” y se hace como nosotros.”

*

Henri Nouwen

***

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“Educar en la interioridad prójima”, por José Arregi

Martes, 11 de abril de 2023
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buen-samaritanoLeído en su blog Umbrales de luz:

“¿Educamos para el sosiego y la paz ?” Con estas palabras se abre este libro breve y denso, unas palabras incluidas entre dos signos de interrogación en negro y rodeadas de un espacio vacío en blanco. En ese hueco blanco de la interrogación queda el lector atrapado, suspendido, atento al silencioso vacío blanco. Y en calma. Ahí nos conducen estas páginas del amigo Txemi Santamaría.

El es teólogo, psicólogo y psicoterapeuta. Educador, en definitiva. Menciono los “títulos” del autor solo para subrayar la esencia y finalidad del libro, a saber: que aprendamos a adentrarnos en el vacío silencioso de la interrogación, y ahí descubramos lo que realmente somos o aquello que somos capaces de ser, y nos pongamos en camino al fondo de nosotros mismos y de todo, al vacío y la plenitud de nuestro ser, a la libertad de la projimidad, a la paz. Y así seamos todos teólogos, psicólogos, psicoterapeutas, educadores.

 ¿Quién es realmente teó-logo, “alguien que habla de Dios?” No el que conoce y ofrece las respuestas de un supuesto “Señor de lo alto” [en vasco “Jaun-goiko”, que significa “Dios”], sino el que convierte las respuestas que vienen de lejos en preguntas de prójimo: “¿Qué te pasa? ¿Qué te duele?”. Pues “Dios” no es sino el infinito signo de interrogación hecho de projimidad compasiva. Ya seamos “creyentes” o “incrédulos”,  todos podemos ser verdaderamente teólogos, interrogadores compasivos de cuanto es, transcendiendo en paz todas las respuestas y creencias.

¿Y quién es psicólogo, es decir, “conocedor de la mente o psique” humana (inteligencia, voluntad, sentimiento, misteriosa memoria)? No lo es, principalmente, el experto académico que mira y explica desde fuera, desde arriba, las sinuosas y confusas zonas de esta nuestra problemática naturaleza, sino el que, iluminado por la conciencia de las propias sombras, ha aprendido, en la escuela de la vida y de la compasión, a comprender con empatía las debilidades del otro, a convertir sus extravíos en indicaciones, a ser humilde prójimo del prójimo, a ser fiel compañero de viaje. Porque sólo conociéndonos a nosotros mismos en profundidad podremos comprender al prójimo, y viceversa, solo conociendo al prójimo podemos comprendernos.

¿Y quién es verdadero psicoterapeuta, es decir, “sanador del espíritu o de la psique humanos”? No quien tiene a mano recetas fáciles para todos los problemas, sino quien, poniéndose en el lugar del prójimo herido, sabe ver con ojos de bondad sus dolores e impotencias como propios, pues efectivamente lo son. Quien mira con ojos de misericordia las faltas y carencias del prójimo como heridas, no con ojos acusadores como culpas. No somos seres “culpables”, ni “inocentes”, sino seres incompletos, caminantes y errantes hacia el Todo en busca de unos ojos de misericordia. El ungüento de la compasión es la mejor medicina. La compasión nos hace buenos, sanos, plenos. El compasivo es sano, aun siendo inacabado y caminante. Y es sanador. ¿Quién no puede ser compasivo compañero de viaje, a pesar de sus sombras, a pesar de sus heridas, a pesar de sus límites y a pesar de sus impotencias?

He ahí la visión del mundo, del ser humano, de la vida, que encontramos en el fondo de este libro. Es una propuesta educativa inspirada en la mirada profunda y en la projimidad compasiva. La primera frase se abre con esta pregunta: “¿Educamos para el sosiego y la paz ?”. Obviamente, la educación no se limita. La familia en todas sus formas, la acción cultural, el trabajo, la política, los medios de comunicación, el ocio, las redes sociales… son espacios de educación. Estemos donde estemos y seamos lo que seamos, todos podemos y debemos ser educadores, al igual que “teólogos”, psicólogos y psicoterapeutas.

¿Y en qué consiste ser educador? En enseñar a vivir bien, es decir, en bondad y en bienaventuranza. Es nuestro ser verdadero hecho de projimidad feliz. Educar consiste en aprender y enseñar a crecer decreciendo, acompañar en el camino hacia esa naturaleza revolucionaria hecha de compasión y paz, de vacío y plenitud. De otro modo seremos devorados por nuestra necesidad de crecer, este ritmo de crecimiento incontenible y sin rumbo que nos arrastra. La velocidad de lo que llamamos “progreso” arruina la vida buena, el bienestar común. ¿Educamos para respirar, para ser hermanos y hermanas compasivas y felices, para vivir en la justicia de la paz o en la paz de la justicia?

La interioridad es la base de la educación integral. Pero el término interioridad resulta equívoco, en la medida en que sugiere dualismo y aislamiento. La interioridad no es intimismo cerrado, no es mera introspección. La interioridad no es búsqueda y ejercicio de una trascendencia más allá de la inmanencia. La interioridad no es aislamiento, no se opone a exterioridad, pues el “dentro” y el “fuera” no existen en sí, sino en nuestra manera de ver. La interioridad no es estatismo ni inacción, porque nada es estático e inactivo. La interioridad no se opone a materialidad y corporalidad, pues nada existe –ni sentimiento, ni inteligencia, ni voluntad, ni memoria ni Dios sin alguna forma de cuerpo o de materia; y a la inversa: no existe nada que en su fondo no sea energía, aliento, “alma”, potencialidad de ser, de vivir, de actuar. Eliminemos, pues, la contraposición interioridad-exterioridad, lo mismo que el dualismo materialidad-espiritualidad.

“La interioridad es espacio integrador”, dice Txemi Santamaría. La interioridad no es una parte o dimensión de lo que somos, sino la conciencia que une todas las partes y dimensiones de nuestro ser con todo lo que es. Es la experiencia del Todo. Es la conciencia de que somos uno con la Unidad, la Comunión, la Interrelación cósmica infinita – con la piedra, el agua, el aire, el árbol, el pájaro, todos los seres humanos; con las partículas atómicas, las galaxias gigantescas, el universo o multiverso infinito.

Somos uno con todo. Venimos del Todo a esta corta vida, en comunión con todos los demás vivientes. Nos dirigimos al Todo, en unión con el Aliento Vital de todo, a través del tránsito liberador o pascua que llamamos muerte Somos minúsculos pulmones de la pascua interminable de la vida.

Si todo cuanto es y nuestro propio ser lo observáramos y sintiéramos como uno con Todo…, si desarrolláramos una cosmología, una antropología, una psicología, una filosofía de la comunión universal –o una “teología” del Misterio de Bien y de Bienaventuranza, más allá del “Dios Señor de lo alto” metafísico separado, más allá de la religión–…, si aprendiéramos y enseñáramos a detenernos, a callar, a escuchar, a mirar, a admirar, a sentir, a conmovernos, como primer aprendizaje y asignatura en todos los currículos…, si implementáramos una pedagogía de la comunión universal, de la projimidad compasiva en todos los ámbitos vitales y sociales –la educación, la ciencia, la política, la economía, toda la cultura–…, si practicáramos personal y públicamente lo que Ken Wilber llama “espiritualidad integral”…, todo se transformaría. Se nos abriría el aliento. Viviríamos.

He ahí el gran reto de hoy, el más grave de todos los tiempos: o bien crecemos y educamos en esa interioridad hecha de projimidad o nos asfixiamos a nosotros mismos y los unos a los otros en la competición acelerada por el crecimiento. Sin duda, el Aliento infinito de Lo que Es seguirá animando aun sin nosotros. Pero en aquello que nos concierne a nosotros, depende también de nosotros.

Aizarna, 21 de marzo de 2023
(Prólogo a Txemi Santamaria, Isilasunean jolaska, IDTP, Bilbao 2022, pp. 11-14)

Fuente www.josearregi.com

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La gente va a los templos

Miércoles, 1 de febrero de 2023
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Del blog de José Arregi Umbrales de luz:

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La gente va a los templos
a saludarme…
¡Qué simples e ignorantes son mis hijos,
que piensan que vivo aislado!

¿Por qué no vienen y me saludan
en la procesión de la vida, donde yo habito,
en las granjas, en las fábricas y en el mercado,
donde aliento a los que ganan el pan con el sudor de su frente?

¿Por qué no vienen y me saludan
en las barracas de los pobres,
y me encuentran bendiciendo a los pobres y necesitados
y secando las lágrimas de las viudas y los huérfanos?

¿Por qué no vienen y me saludan
al borde del camino,
y me encuentran bendiciendo al mendigo que pide pan?
¿Por qué no vienen y me saludan
entre aquéllos que son pisoteados por los orgullosos de alma y poder,
y me contemplan sosteniendo su sufrimiento y derramando compasión?

¿Por qué no vienen y me saludan
entre las mujeres hundidas por la sumisión y la violencia
entre las que me siento para bendecirlas y levantarlas?

Estoy seguro de que nunca pueden echarme de menos
si intentan encontrarme entre el sudor y la lucha por la vida
y en las lágrimas y las tragedias de los pobres.

*

Kushdeva Singh,
físico, místico y activista social indio,
(1902–1985)

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***

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“La com-pasión en un mundo injusto”, por Juan José Tamayo

Viernes, 13 de enero de 2023
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Compasión.2-234x300Leído en su blog:

La com-pasión como principio teológico

Mis intervenciones se centraron en clarificar el verdadero sentido de la com-pasión frente al maltrato, la deformación y el falseamiento de la palabra y a la ausencia de su práctica en un mundo injusto e insolidario, y en proponer un nuevo principio teológico: el perincipio-com-pasión

El pasado 18 de diciembre fui invitado al Encuentro que cada año celebran por estas fechas las comunidades de base de la Región de Murcia, a quienes vengo acompañando durante 37 años. Acepté encantado y muy agradecido. La asistencia fue numerosa y la participación muy activa, teniendo en el recuerdo a Gabriel Abellán, iniciador del movimiento comunitario murciano, que había fallecido el 4 de diciembre. Me pidieron hablara sobre “La com-pasión en un mundo injusto” teniendo como referencia mi libro del mismo título (Fragmenta, Barcelona, 2021). Mis dos intervenciones se centraron en clarificar el verdadero sentido de la com-pasión frente al maltrato, la deformación y el falseamiento de la palabra y a la ausencia de su práctica en un mundo injusto e insolidario, y en proponer un nuevo principio teológico: el perincipio-com-pasión.

A continuación, ofrezco un resumen de mis reflexiones expuestas en el Encuentro en el siguiente quincecálogo y su correspondiente cambio de paradigma.

Quincecálogo de la compasión

1. Ver, pensar, sentir, co-sentir, vivir la realidad desde las víctimas, desde las personas dolientes, desde los márgenes (no desde los victimarios, ni desde el poder), pero sin caer en el victimismo, que paraliza las energías utópicas y transformadoras de la realidad.

2. Identificar a las víctimas individuales y colectivas, con nombres y apellidos, sus circunstancias en cada momento histórico. ¿Quiénes son las víctimas hoy? Algunos ejemplos: el pueblo palestino, el pueblo saharaui, el pueblo kurdo, el pueblo ucranio, el pueblo peruano sometido a una dictadura cívico-militar, las mujeres y los hombres iraníes que participan en las manifestaciones por el asesinato, a manos de la policía, de Mahsa Amini por no vestir “correctamente” el velo, las mujeres afganas, las víctimas de la pederastia clerical, etc.

3.Practicar la solidaridad fraterno-sororal con las mujeres, mayoría de la humanidad, que han sido las grandes olvidadas del pasado, inferiorizadas y subalternizadas en el presente, discriminadas interseccionalmente por género, por pertenecer a etnias despreciadas, por tener identidades sexuales diferentes a la binariedad sexual y a la heteronormatividad, por practicar religiones y espiritualidades consideradas anticuadas, por pertenecer a las clases sociales más desfavorecidas, etc.; víctimas de todo tipo de violencia: física, sexual, simbólica, laboral, económica, que con frecuencia desemboca en feminicidios (en España, desde 2003, 1173 mujeres asesinadas; este año, a  fecha del 21 de diciembre, 44).

4. Tomar en serio sus sufrimientos, no banalizarlos, creer los relatos de las víctimas, incorporarlos a nuestras vidas como parte fundamental de nuestra existencia. Es importante incorporar a nuestras vidas los momentos alegres y festivos, pero también la negatividad de la historia.

5. Ponernos de su lado, asumir los sufrimientos de las personas y de los colectivos dolientes. Es quizá lo más difícil, pero hay que intentarlo, siguiendo el principio de la filosofía Ubuntu: “yo solo soy si tu también eres”, que traducido al ámbito de la com-pasión significa: “tus sufrimientos, tus alegrías son mis sufrimientos, mis alegrías”.

6. Analizar las causas de los sufrimientos de las otras y los otros, y luchar contra ellas, sin dar ninguna causa por imposible y perdida.

7. Devolver la dignidad negada a las víctimas.

8. Reparar el daño causado aquí y ahora, no dejarlo ad kalendas graecas ni -como hacen con frecuencia las religiones-, remitir la reparación a la otra vida como falso consuelo.

9. Comprometerse a evitar que se repitan los sufrimientos y las causas que los provocan.

10. Tratar a las víctimas como iguales, sin complejo de superioridad ni arrogantemente, y menos aún culpabilizándolas.

11.La com-pasión exige tener memoria histórica –“subversiva”, como afirma Walter Benjamin- de las víctimas del pasado, reconocer la razón de los vencidos y la legitimidad de las causas por las que lucharon.

12. Denunciar a los victimarios, evitar la impunidad, exigir juicios justos y reparadores del daño causado, sin caer en la venganza, generar procesos regenerativos para los victimarios.

13. Cuidar de la naturaleza, nuestra casa común, maltratada, depredada por el modelo de desarrollo científico-técnico de la Modernidad. El cuidado es la traducción de la compasión para con la naturaleza, de la que formamos parte.

14. Denunciar el mal común, que es el resultado de la civilización del capital, como afirma Ignacio Ellacuría, y defender el bien común, que debe traducirse en la defensa de los Bienes Comunes de la Tierra y de la Humanidad, que no pueden ser privatizados.

15. Defender la vida, no a través de discursos falsamente universalistas ni de proclamaciones abstractas, sino la vida de quienes la tienen más amenazada, de una vida digna, eco-humana.

Este quincecálogo de la compasión se encierra en tres principios:

a) La com-pasión es el fundamento de la ética, de nuestros juicios de valor y de los comportamientos humanos, como reconocen las distintas concepciones morales: filosóficas, teológicas, laicas, religiosas, etc.

b) La com-pasión es la virtud y el principio ético que nos hace humanos, solidarios con el dolor de los demás: la falta de compasión no des-humaniza, nos torna in-humanos, nos convierte en monstruos.

c)  La com-pasión transforma nuestra identidad individualista en identidad solidaria, en inter- y alter-identidad, y nos libera del egoísmo.

Cambio de paradigma

Este quincecálogo exige:

1. Un cambio de paradigma en la consideración del ser humano: de la independencia, la autosuficiencia, la fortaleza, la individualidad, y en el caso de los hombres, la masculinidad hegemónica, a la fragilidad, la precariedad, la vulnerabilidad, la inseguridad, la incertidumbre, la llorosidad.

2. Un cambio en la concepción de la com-pasión, que va de sentir pena, lástima a nivel individual y pasivamente, sin mover un dedo por cambiar la realidad, a traducirla políticamente como virtud pública revolucionaria, transformadora.

3. Liberar a Dios de los viejos atributos de la teodicea: omniscien-cia, omnipoten-cia, omnipresen-cia, providen-cia, violen-cia, que lo vinculan con los poderosos de la tierra, y devolverle los atributos de la com-pasión, la clemencia, la misericordia, la solidaridad, la justicia, etc.

4. Bajar a Dios de la metafísica y ubicarlo en los terrenos de la ética, que es la filosofía y la teología primera, y, en concreto, de la ética de la com-pasión.

5. Bajar a Dios de las alturas celestes y colocarlo del lado de las víctimas.

6. Bajar a Jesús de Nazaret de la trascendencia que no hace pie en la historia y ubicarlo en la kénosis (Flp 2,6-11), en las bienaventuranzas, en la comensalía.

8. Crear una Iglesia nazarena y samaritana, que, además de aliviar los sufrimientos eco-humanos, de la tierra y de la humanidad, lucha contra las causas que los provocan y es ella misma ejemplo de com-pasión.

9. Convertir la com-pasión en principio teológico junto con el principio-esperanza, el principio-memoria subversiva de las víctimas, el principio-liberación.

10. Pasar de la religión como cumplimiento legalista de los mandamientos de la ley de Dios, a la práctica de la com-pasión con las personas malheridas, vulnerabilizadas (parábola del Buen Samaritano).

Termino esta reflexión con un texto de la escritora Rosa Montero que se encuentra en plena sintonía con las ideas expuestas en este Encuentro:

“Todas las grandes y bellas palabras [libertad, injusticia, igualdad] son susceptibles de ser traicionadas y convertidas en un arma de exterminio. Todas, menos una. La más hermosa que hay en el mundo es compasión, o tal vez prefieras denominarla empatía (hay un prejuicio contra la compasión que yo no comparto). Es el único de los grandes valores que no puede ser retorcido y utilizado como herramienta de destrucción del prójimo, porque te obliga a ponerte en el lugar del otro. He aquí una pequeña verdad a la que agarrarnos en estos tiempos de tribulación y de mentiras. En un mundo en donde todo parece falso, este concepto simple y obvio es una nuez de certeza irrebatible. Un rincón de luz en el que atrincherarnos para intentar desde ahí mejorar las cosas. Yo no creo en casi nada, pero creo en eso”.

(Rosa Montero, “Una pequeña verdad”: El País Semanal, 13 de marzo de 2022, p. 88).

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¡Señor de la noche, Dios de luz, Visita mi establo oscuro!

Sábado, 24 de diciembre de 2022
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Para decir juntos nuestra fe.

¡Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que la Navidad tenga lugar esta noche (…)

En tus tierna manos
deposito mi miedo de no ser …
Esta noche naceremos
de un mismo aliento;
Nacerás en mí
Para venir al mundo que me rodea,
Y yo naceré de ti,
Acogida como una reina
Acogido como un rey
Hasta en mis más sombríos rincones.

¡ Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que Navidad se efectue esta noche (…)
Entonces, por fin, en mi desierto
habrá sitio para los otros,
Aquellos que te nombro ahora
En un silencio
Que implora tu compasión.

*

Lytta Basset

***

Nota:

Esta tarde a las 16:00, hora española, aparecerá la felicitación de Navidad y, a partir de las 18:00h, los textos y meditaciones de la Misa de Media Noche, y otros textos más para que nos acompañen los momentos previos a la cena de Nochebuena y a lo largo de esta noche santa… Acordémonos de quienes esta noche la pasan solos o no pueden celebrarlo por multitud de razones….

***

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Sacerdote gay reflexiona sobre aprender a decir “te amo” mientras cuida de un amigo moribundo

Martes, 13 de diciembre de 2022
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15813107-338B-4D42-AA3D-E604ACF79824Un verdadero encuentro con el dar y recibir amor cogió por sorpresa al P. Peter Daly. El sacerdote, un nuevo miembro de la Junta del New Ways Ministry, compartió recientemente su experiencia de cuidar a su amigo moribundo, José Luis Sánchez, y el profundo efecto que  José Luis tuvo en su comprensión  de la vida y el amor.

En el National Catholic Reporter, Daly relata su vida juntos durante el último año y medio de lucha de José Luis contra el cáncer de colon metastásico inoperable. Durante este período, que Daly describe como “el período más intenso de amor y pérdida en mi vida“, fue cuidador, compañero de habitación y sistema de apoyo completo para su querido amigo mientras compartían la vida juntos.

Daly explica que aunque ambos hombres se identifican como homosexuales, su relación no era sexual, aunque era profundamente íntima: “Nuestro amor era emocional y espiritual, no sexual. Pero, sin embargo, fue amor verdadero.” Sus 16 meses juntos arrojaron nueva luz sobre el significado del amor para Daly, que fue ordenado en 1986. Explica:

“Como sacerdote, a menudo he anhelado la intimidad. Les decimos a todos que Dios es amor. Le decimos a la gente que todo el sentido de la vida es amar. Pero rara vez conocemos el poder, la belleza y el dolor del amor… mi amistad con José Luis fue la más profunda y rica experiencia de amor que he tenido en mi vida.”

José Luis, bibliotecario jubilado en Washington D.C., creció como católico en Puerto Rico y se sintió rechazado y herido por la Iglesia Católica, como muchos hombres homosexuales. Había asistido a una iglesia unitaria durante los últimos 20 años, estaba involucrado con la comunidad local de Dignidad, coordinando su serie de conferencias. Según Daly, “leyó más teología y Escritura que la mayoría de los sacerdotes”. Los hombres se conocieron en un club de lectura Dignity cuando el P. Daly habló con el grupo sobre su novela Strange Gods, (Dioses extraños), una historia de corrupción y redención en la iglesia.

Es importante destacar que Daly aclara que José Luis no era un “católico en el exilio. No anhelaba que la iglesia lo llevara de vuelta.” Expresó su fe en la espiritualidad y la justicia social, sirviendo a los pobres y dando generosamente, incluso ofreciendo servicios de traducción y poseyendo muy poco. Encontró un profundo significado en la ópera, habiendo interpretado papeles principales en Carmen y Pagliacci, expresando en una nota que Daly encontró después de su muerte, “Cuando trabajo, Dios me respeta. Cuando canto, Dios me ama.”

Mientras Daly describe sus rutinas diarias, expresa ternura sobre las comidas, los platos y la vida ordinaria: “A veces me apoyo en él. A veces, él se apoyaba en mí. Al final de la noche, nos ayudábamos mutuamente a subir las escaleras”. Con ambos hombres con problemas de salud, José Luis con cáncer y Daly con insuficiencia cardíaca congestiva, estos pequeños actos de cuidado mutuo tenían una profunda intimidad:

“Por lo general, nos damos un abrazo y un beso de buenas noches. La mayoría de las noches, nos acordamos de decir: ‘Te amo’. Para alguien como yo que había vivido su vida adulta sin escuchar nunca esas palabras, fue un terremoto “.

Apenas dos semanas antes de la muerte de José Luis, Daly dijo que su amigo se despertó un día confundido y dijo: “Tengo que averiguar cómo llegar a casa.” Al interrogarlo, Daly se dio cuenta de que no estaba hablando de su antiguo apartamento o incluso de Puerto Rico. José Luis simplemente señaló hacia el cielo y el cielo. A su muerte, Daly cantó himnos junto a la cama de José Luis, pronunciando el último “Aleluya” de “Todas las criaturas de Nuestro Dios y Rey” justo antes de su último aliento.

La reflexión de Daly está destinada principalmente a honrar el recuerdo de su querido amigo. Pero, como él también dice: “Siento la necesidad de ser honesto conmigo mismo. En mi año 72º necesito vivir con integridad. ¿Si no es ahora, cuando? ” Él continúa:

“He vivido la vida que la iglesia me ha pedido. Siempre me esforcé por vivir una vida casta. No estaba rompiendo mis compromisos entre bastidores. Pero he cambiado en los últimos 40 años. También lo ha hecho la iglesia. También lo ha hecho el mundo… no soy el único sacerdote con estas luchas”.

Daly tiene Esperanza en un cambio dentro de la iglesia institucional en su visión sobre las relaciones LGBTQ+, ofreciendo su propia historia sincera para continuar cambiando la narrativa hacia un enfoque en personas y relaciones reales y lejos de la doctrina alienada de la experiencia humana:

“Los 16 meses con José Luis en mi casa fueron pura gracia. Fueron el antídoto paraa la soledad y la herida del celibato. José me dio el gran regalo de decir, ‘Te amo.’ Aprendí a decirlo de nuevo. El amor es amor.”

–Gela Howard McParland (ella/ella), New Ways Ministery, 5 de diciembre de 2022

Fuente New Ways Ministry

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Jesús, maestro, ten compasión de nosotros

Domingo, 9 de octubre de 2022
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Los diez leprosos

Eran diez leprosos. Era
esa infinita legión
que sobrevive a la vera
de nuestra desatención.

Te esperan y nos espera
en ellos Tu compasión.
Hecha la cuenta sincera,
¿cuántos somos?, ¿cuántos son?

Leproso Tú y compañía,
carta de ciudadanía
nunca os acaban de dar.

¿Qué Francisco aún os besa?
¿Qué Clara os sienta a la mesa?
¿Qué Iglesia os hace de hogar?

*

Pedro Casaldáliga
Vivamos de Esperanza

***

 

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

“Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.”

Al verlos, les dijo:

“Id a presentaros a los sacerdotes.”

Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.

Éste era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo:

“¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”

Y le dijo:

“Levántate, vete; tu fe te ha salvado.”

*

Lucas 17, 11-19

***

Existo como un pequeño fragmento en la realidad ilimitada del mundo. Sin embargo, soy más grande que el mundo, porque mi pensamiento puede alcanzar y rebasar todas las cosas; más aún, es capaz de buscar lo que no se encuentra en el universo, a saber: el significado del universo. Me han sido dados unos pocos años de vida: he nacido y moriré. Sin embargo, mi pensamiento es capaz de atravesar estos estrechos límites y se plantea el problema de lo que había antes y de lo que habrá después. Estoy condicionado por mil instintos interiores y estoy manipulado por mil cosas exteriores que me solicitan. Sin embargo, puedo decidir libremente entre una acción y otra, entre una persona y otra, entre un destino y otro. En mi único ser hay, por tanto, algo que me hace pequeño, efímero, esclavo, y hay algo que me nace grande, duradero, libre.

Existo como alguien que pide ser salvado. Tengo sed de verdad sobre mi origen, sobre mi naturaleza, sobre mi suerte última, pero sé que el riesgo del error me acecha. Tengo sed de una alegría sin fin, pero sé que cada día que pasa me acerca al sufrimiento y a la muerte, y esta perspectiva me entristece ya desde ahora. Tengo sed de vivir en justicia, pero sé que soy, poco o mucho, repetidamente injusto. La salvación que necesito es, por consiguiente, salvación del error, de la muerte, de la culpa.

Esta salvación me ha sido dada por la bondad de Dios, que envió al mundo a mi Salvador: Jesús de Nazaret, crucificado y resucitado, que hoy está vivo y es Señor. El Señor Jesús me salva alcanzándome allí donde me encuentro, con una gratuidad y una misericordia inesperadas. Ahora bien, no me salva como un objeto inerte; al contrario, me concede aceptar libremente la iniciativa del Padre, a través del acto de fe; me concede configurarme libremente en mi conducta a su ley de amor; me permite entregarme libremente a la alabanza, a la acción de gracias, a la imploración a través de la oración.

*

G. Biffi, lo credo, Milán 1980, 55ss

***

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Compasión

Viernes, 10 de junio de 2022
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La compasión consiste en tener el atrevimiento de reconocer nuestro recíproco destino, a fin de que podamos ir hacia adelante, todos juntos, hacia la tierra que Dios nos indica. Compasión significa también “Compartir la alegría”, lo que puede ser tan importante como compartir el dolor. Dar a los otros la posibilidad de ser completamente felices, dejar florecer en plenitud su alegría.

Ahora bien, la compasión es algo más que una esclavitud compartida con el mismo miedo y el mismo suspiro de alivio, y es más que una alegría compartida. Y es que tu compasión nace de la oración, nace de tu encuentro con Dios, que es también el Dios de todos.

En el mismo momento en que te des cuenta de que el Dios que te ama sin condiciones ama a todos los otros seres humanos con el mismo amor, se abrirá ante ti un nuevo modo de vivir, para que llegues a ver con unos ojos nuevos a los que viven a tu lado en este mundo. Te darás cuenta de que tampoco ellos tienen motivos para sentir miedo, de que tampoco deben esconderse detrás de un seto, de que tampoco tienen necesidad de armas para ser humanos.

Comprenderás que el jardín interior que ha estado desierto durante tanto tiempo, puede florecer también para ellos.

*

H. J. M. Nouwen,
A maní aperte,
Brescia 19973, 47s.

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A tus pies.

Lunes, 4 de abril de 2022
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Aquí estoy, Señor, a tus pies,
asustada, y aturdida,
temblorosa y silenciosa,
estremecida y expectante,
sabiendo que he llegado acusada,
pero sintiendo que avivas, en mi corazón,
las cenizas del deseo y la esperanza
y despiertas, con tu mirada y roce
mis entrañas yermas.

Aquí estoy, Señor, a tus pies
rodeada por quienes ves
y sus corazones de piedra,
abrumada por mis hechos
y mi conciencia mal enseñada,
juzgada y condenada
sin poder decir una palabra.
Soy carne despreciada y chivo expiatorio
de quienes pueden y mandan

Aquí estoy, Señor, a tus pies
sin dignidad ni autoestima,
con los ojos desorientados
pero con el corazón palpitando,
con el anhelo encendido,
con el deseo disparado,
aguardando lo que más quiero – tu abrazo–,
luchando contra mis fantasmas y miedos,
desempolvando mi esperanza olvidada,
y nuestros encuentros y promesas enamoradas.

Aquí estoy, Señor, a tus pies,
medio cautiva, medio avergonzada,
necesitada, sin entender nada…
pero queriendo despojarme
de tanto peso e inercia,
rogándote que cures las heridas de mi alma
y orientes mis puertas y ventanas
hacia lo que no siempre quiero
y, sin embargo, es mi mayor certeza.

Aquí estoy, Señor, a tus pies.,
¡Tú sabes cómo!

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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El hijo pródigo, el hermano y el Padre

Viernes, 1 de abril de 2022
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hijo-prodigo-iconoDe su blog Punto de encuentro:

El pasaje evangélico de este domingo viene como anillo al dedo para este tiempo final de la Cuaresma como tiempo de conversión, de cambio, de pensar en qué haría Jesús en mi lugar.

En el relato del hijo pródigo, es el corazón del Padre el que se manifiesta. Parábola que solemos llamar también del Padre y de la Madre, pues Dios, que no es masculino ni femenino, reúne todo lo mejor que existe en el ser humano. Hay que recordar a Isaías: “Como consuela la propia madre así os consolaré yo”. Igualmente en tradición sapiencial, la sabiduría de Dios se presenta personificada en una figura femenina (Prov 8,22-26; Eclo 24,9…). Jesús utiliza también el símil de la gallina que quiere reunir a los hijos bajo su protección (Lucas). Son visiones de Dios limitadas por nuestro lenguaje antropomórfico para expresar el amor divino.

Lucas deja claro en el relato que el dios de la pureza legal, deja paso al Dios de la misericordia en el contexto de una trilogía de parábolas que muestran a un Dios que no da por perdido a nadie, sino que busca y espera siempre frente a las críticas de los fariseos y los letrados, molestos porque “los pecadores se acercaban a escucharle”.

Jesús muestra en la parábola a un Padre que ama ¡y perdona! por igual a los dos hijos. Es importante destacar lo inaudito en aquella cultura teocrática de actuar con perdón y misericordia cuando se mancillaba el honor familiar de la forma que lo hizo el hijo menor, hasta el extremo de la actitud que mantiene el padre de la parábola todos los días, expectante y acogedor, hasta que vuelve el pródigo que le ha deshonrado. En este sentido, es entendible el estupor del hijo mayor viendo como su padre va contra la ley establecida por verdadero amor: una acogida amorosa hasta el punto de colocarle al hijo pequeño el mejor vestido, signo de dignidad, además de ponerle el anillo que le otorga autoridad y calzarle para que no se sienta un siervo. Estamos ante un resumen de todo el Evangelio, el anuncio de la Buena Nueva a los pecadores llamada “parábola del amor del padre” por Joaquim Jeremías.

No olvidemos que el relato no indica ninguna señal de remordimiento del pródigo que toma el doloroso camino de regreso por una sola razón: “¡Me muero de hambre!”. Su esperanza es que logre convertirse al menos en un siervo. Por tanto, no es él quien se salva, sino la actitud paterna que desarbola su táctica con su amor desbordante, solo porque ha decidido volver buscando el perdón por necesidad. Qué bella oración podemos hacer con estos mimbres…

El amor y el perdón del padre son anteriores a todo; estamos llamados a la fiesta que tiene preparada como signo de un nuevo tiempo porque “en la casa de mi Padre hay sitio para todos”, aunque primero tengamos que nacer de nuevo (Juan). Nosotros también somos hijos pródigos cada vez que “pedimos la herencia” y nos alejamos para buscar el amor donde no podemos encontrarlo. No es fácil, pero uno de los grandes retos del cristiano para no convertirse él mismo en excluido consiste precisamente en la humildad de volver a Dios, siempre anhelante para recibirnos.

La historia del pródigo es la historia de nuestras vidas. Unas veces pródigos, pero en otras ocasiones nos comportamos como el otro hermano, el aparentemente bueno, pero cuya conducta envidiosa y mezquina retrata a los fariseos y escribas que escuchaban la parábola. Por eso la humildad verdadera nace de la experiencia de la propia imperfección.

El padre trata de convencer al hijo mayor para que se sume a la fiesta pero este rehúsa llamarle hermano (“ese hijo tuyo”, le dice) recriminando el trato de favor de su padre. Lo que le escandaliza -lo que no soporta- es que su padre no le pone a él de ejemplo, dando rienda suelta a su fariseísmo y resentimiento. En el trasfondo del hijo mayor está el pueblo elegido de Israel que no quiere sumarse a la fiesta que invita Jesús. Soportando otra dolorosa humillación pública, el padre sale al encuentro, esta vez para recuperar al otro hijo que le recrimina en público con un corazón endurecido, ajeno a toda confianza y gratitud. Nos fijamos en el hijo menor sin reparar cuánto podemos tener del hijo mayor. Que hasta los apóstoles intentaron varias veces impedir que los excluidos se acercasen a Jesús.

Pero como dice Katerina Lachmanova, compasión es la faceta de Dios manifestada sin límites para con el afligido, el infeliz y el pecador… ¿Y quién de nosotros no pertenece al menos a una de estas tres categorías?

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Aprendiendo a amar a quienes nos hacen daño.

Lunes, 21 de febrero de 2022
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B1291FF2-F188-44BB-9A02-B24FE010BDDFLa reflexión de hoy es de la colaboradora de Bondings 2.0, Yunuen Trujillo, cuya breve biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de ayer domingo, para el Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

“Hemos aprendido de memoria la regla de oro; entreguémoslo ahora a la vida.” Edwin Markham, poeta estadounidense

El evangelio de hoy nos trae quizás la más simple pero una de las enseñanzas más desafiantes: Haz con los demás lo que te gustaría que hicieran contigo”. La regla de oro, como se la conoce comúnmente, es el principio ético culturalmente más universal en la historia de la humanidad, y cada religión importante presenta alguna variación de la misma. Tan simple y universalmente aceptada como es esta regla, es uno de los principios más difíciles de seguir.

En la lectura de hoy, la regla de oro se nos presenta en medio de una serie de corolarios. Jesús nos dice que en lugar de buscar retribución después de que alguien nos hace daño, debemos perdonar a nuestros enemigos, no buscar venganza y hacer el bien a quienes nos odian. También nos dice que, cada vez que una persona nos golpea en una mejilla, debemos ofrecer la otra mejilla.

¿Esperar qué?

Los católicos LGBTQ estamos muy familiarizados con la injusticia y, a menudo, hemos tenido que limpiarnos del odio interiorizado hacia nosotros mismos. Para nosotros, permitir que otros nos lastimen sin buscar retribución o justicia a menudo parece un movimiento en contra de nuestra propia supervivencia. El hecho de que estos versículos bíblicos hayan sido utilizados en el pasado por algunos expertos religiosos para silenciar nuestros llamados válidos a la justicia tampoco ayuda. Para comprender y comprometer esta enseñanza a la vida, no podemos aislarla de todo el Evangelio, las cosas deben entenderse en su contexto.

En primer lugar, toda la vida, el ministerio e incluso la muerte y la resurrección de Jesús se centraron en el amor radical de los pobres y vulnerables y en su apoyo a ellos: Jesús mismo era pobre y vulnerable. Una y otra vez, Jesús rompe las reglas sociales y religiosas de su tiempo para estar con los que fueron maltratados y juzgados. Jesús se hace amigo de los marginados, está con los marginados, sana a los marginados, pone a los marginados en posiciones de liderazgo y predica que el Reino de Dios no está lleno de poderosos, sino de aquellos que han sufrido injusticia. Hoy, como ayer, Jesús está con nosotros y nos recuerda que somos Hijos amados de Dios, seres humanos plenos que merecemos vivir una vida digna.

En segundo lugar, Jesús reconoce que existe la injusticia y que, por mucho que intentemos obtener una retribución terrenal, una buena parte de la injusticia queda impune por parte de una sociedad que aún no se ha “resuelto” o que es francamente corrupta. Sin embargo, no importa lo que hagan los poderosos para herir, la justicia divina siempre favorecerá a aquellos que no han hecho daño; ya sea en este reino o en el siguiente.

Tercero (y esta es una parte MUY importante), cuando Jesús nos dice que debemos “hacer con los demás lo que nos gustaría que hicieran con nosotros” y que debemos amar a nuestro prójimo, no dice que debemos amar más a nuestro prójimo. que nosotros mismos. Más bien, dice que debemos amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos. No podemos dar lo que no tenemos para nosotros.

Amarnos a nosotros mismos a menudo requiere establecer límites saludables con aquellos que nos han lastimado, incluso miembros de la familia o miembros de nuestra comunidad. La clave es crear límites saludables para el presente y el futuro, mientras se deja ir el resentimiento y el odio que son el resultado del pasado. Nadie lleva la carga del resentimiento y el odio sino nosotros mismos. Dejar ir y eventualmente iniciar un proceso de perdón es un acto radical de amor propio.

Además de ese enfoque en el amor a uno mismo, Jesús nos pide que vayamos más allá del simple “dejar ir” y nos pide que aprendamos a amar y tener compasión hacia el otro, especialmente hacia aquellos que nos han hecho daño. Aquellos que causaron daño a menudo han sido dañados por otro, o se están dañando a sí mismos constantemente, siendo víctimas de su propia amargura. Aquellos que no son hospitalarios con sus propias heridas no pueden soportar ver la herida de otro, qué terrible debe ser vivir una vida así.

Nuestro corazón debe estar centrado en el amor, reconociendo que cualquier sentimiento e intención que albergamos en nuestro corazón hacia los demás permanecerá en nuestro corazón y solo volverá a nosotros. Al mismo tiempo, debemos ser humildes y recordar que tampoco somos perfectos y, a menos que procesemos nuestro propio dolor, podemos ser igualmente amargos con los demás. La vida da muchas vueltas y un día podemos encontrarnos siendo nosotros mismos los que causamos daño; luego querríamos que los demás tuvieran compasión de nosotros, hasta que nos volvamos a encontrar.

El amor es la única respuesta; amor arraigado, amor equilibrado, amor que va más allá de nuestros límites y razonamientos humanos, amor radical. No hay otra respuesta.

—Yunuén Trujillo, 20 de febrero de 2022

Fuente New Ways Ministry

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“¿Qué es perdonar?”. 7 Tiempo ordinario – C (Lucas 4,21-30)

Domingo, 20 de febrero de 2022
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El mensaje de Jesús es claro y rotundo: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian». ¿Es posible vivir en esta actitud? ¿Qué se nos está pidiendo? ¿Podemos amar al enemigo? Tal vez hemos de comenzar por conocer mejor lo que significa «perdonar».

Es importante, en primer lugar, entender y aceptar los sentimientos de ira, rebelión o agresividad que nacen en nosotros. Es normal. Estamos heridos. Para no hacernos todavía más daño necesitamos recuperar en lo posible la paz interior que nos ayude a reaccionar de manera sana.

La primera decisión del que perdona es no vengarse. No es fácil. La venganza es la respuesta casi instintiva que nos nace de dentro cuando nos han herido o humillado. Buscamos compensar nuestro sufrimiento haciendo sufrir al que nos ha hecho daño. Para perdonar es importante no gastar energías en imaginar nuestra revancha.

Es decisivo sobre todo no alimentar el resentimiento. No permitir que el odio se instale en nuestro corazón. Tenemos derecho a que se nos haga justicia; el que perdona no renuncia a sus derechos. Pero lo importante es irnos curando del daño que nos han hecho.

Perdonar puede exigir tiempo. El perdón no consiste en un acto de la voluntad, que lo arregla rápidamente todo. Por lo general, el perdón es el final de un proceso en el que intervienen también la sensibilidad, la comprensión, la lucidez y, en el caso del creyente, la fe en un Dios de cuyo perdón vivimos todos.

Para perdonar es necesario a veces compartir con alguien nuestros sentimientos. Perdonar no quiere decir olvidar el daño que nos han hecho, pero sí recordarlo de la manera menos dañosa para el ofensor y para uno mismo. El que llega a perdonar se vuelve a sentir mejor.

Quien va entendiendo así el perdón comprende que el mensaje de Jesús, lejos de ser algo imposible e irritante, es el camino acertado para ir curando las relaciones humanas, siempre amenazadas por nuestras injusticias y conflictos.

José Antonio Pagola

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“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Domingo 20 de febrero de 2022. 7º Ordinario. Ciclo C

Domingo, 20 de febrero de 2022
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15-ordinario7 (C) cerezoDe Koinonia:

1Samuel 26, 2 7-9. 12-13. 22-23: El Señor te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra ti.
Salmo responsorial: 102: El Señor es compasivo y misericordioso.
1Corintios 15, 45-49: Somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Lucas 6, 27-38: Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

Primera lectura En 1Sam 24 leemos que David perdona la vida de Saúl. Muy cerca, en 1Sam 26 nos encontramos una versión del mismo relato, que, aunque distinto en la forma, en el fondo sigue siendo el mismo. El texto pretende mostrar cómo en la vida de David la misericordia está unida a su valentía. Después entrar de David en el ejército de Saúl, sus brillantes actuaciones despertaron en Saúl envidia y deseos de darle muerte. David tiene que huir, viviendo un tiempo como fugitivo. Los Zifitas le avisan a Saúl que David está escondido en el desierto. De inmediato “Saúl se levantó y bajó al desierto de Zif, acompañado de tres mil hombres escogidos de todo Israel, para buscar allí a David” (1 Sam 26,2). Dándose cuenta David que Saúl había armado su campamento y que todos dormían, se acercó junto con su ayudante Abisay, encontrando efectivamente dormido a Saúl y todo su ejército. Dios les había mandado un sueño profundo. Todas las condiciones estaban dadas para que David diera de baja a quien quería darle muerte sin razón. Abisay le pide a David que le permita clavar a Saúl en tierra con su lanza. David se niega porque no puede ser clavado en tierra aquel cuya vida depende del que está en el cielo, pues ha sido ungido por el mismo Dios. David muestra su misericordia respetándole la vida a Saúl, y su fidelidad a Dios, reconociéndolo como su ungido. David termina la escena dejando todo en manos de Dios: “Yahvé devolverá a cada uno según sus méritos y fidelidad, pues te había entregado en mi poder, pero no he querido levantar mi mano contra ti por ser el ungido de Yahvé” (1 Sam 26,23).

Segunda lectura

Pablo sigue empeñado en su reflexión sobre la resurrección de los muertos. 1Cor 15,35-58 trae algunos argumentos sobre el modo de nuestra resurrección corporal. En el texto de hoy, Pablo recoge algunas interpretaciones judías que identifican al Adán del primer capítulo del Génesis como el creado a imagen de Dios y por tanto como ser celestial; en cambio, el del capítulo 2 corresponde al Adán sacado del barro y por tanto, un ser terreno y mortal. Jesucristo es el Adán espiritual a quien deben asemejarse los creyentes. Hay que anotar que los judíos no entendían lo espiritual como lo inmaterial, sino como lo que es dinámico, activo, que anima y da vida. Los cristianos en cambio conocemos las dos facetas, en cuanto que nacemos como el Adán terrestre, pecador y corruptible, pero estamos llamados a ser semejantes al Adán espiritual, que es Cristo, que nos anima y nos da vida en abundancia.

Evangelio

Seguimos con el “sermón del llano”. Después de una primera parte de bienaventuranzas y “Ayes”, Jesús inicia la segunda parte invitando a todos los que lo escuchan a cultivar un amor misericordioso y universal para llegar a ser como el Padre que está en los cielos. Si a los pobres los había llamado bienaventurados sin exigirles ningún comportamiento ético previo, ahora, si quieren seguir siéndolo deben llenarse del modo de ser cristiano. Para esto, se necesita según Jesús, algunos principios fundamentales.

En primer lugar, el amor a los enemigos. El AT ve en el odio a los enemigos algo natural (Sal 35), Jesús en cambio une el amor a los enemigos con el amor al prójimo. Los padres de la Iglesia, vieron en el perdón a los enemigos, la gran novedad de la ética cristiana. El filósofo judío del siglo XX P. Lapide (citado por Francois Bovon) escribió: “alegrarse de la desgracia del otro, odiar a los enemigos, devolver mal por mal, son actos prohibidos, mientras que se exige la magnanimidad y el socorro ofrecido al enemigo necesitado. Pero el judaísmo ignora el amor a los enemigos como principio moral.

Este imperativo es el único en los tres capítulos del sermón de la montaña, que no tiene ni un paralelismo claro ni una analogía con la literatura rabínica. Constituye, en términos teológicos, una propiedad jesuánica”. La novedad de Jesús supera por tanto la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente”, que rigió por siglos la justicia de Israel. También supera la fórmula veterotestamentaria y neotestamentaria de “amarás al prójimo como a ti mismo” pues ya incluye a los enemigos. Esto no significa que estamos exentos de tener enemigos, menos aún, los que al estilo de Jesús luchamos contra la injusticia, la intolerancia, la corrupción, la violencia, etc. De lo que se trata es de no asumir actitudes condenatorias, sino de abrir los espacios y posibilidades para que los “enemigos” encuentren el camino de la conversión y reconciliación. Que vean en nosotros el amor del Padre y el testimonio vivo de lo agradable que es vivir como hermanos.

Un segundo principio es “al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra. Al que te arrebate el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames” (vv. 29-30). Jesús no intenta reducirnos a la pasividad, el conformismo o la resignación (se trata de ser mansos, pero no “mensos”, tontos). ¿Por cuánto tiempo utilizaron los poderosos la “resignación cristiana” para acallar las voces que exigía sus derechos? No se trata de renunciar a nuestros derechos ni de callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver las diferencias y los conflictos, también, renunciar a nuestras comodidades o a nuestras prendas más preciadas para darla a los que más las necesitan. En este sentido, Jesús supera el concepto de compartir que se tenía hasta el momento, pues ya no basta solo compartir el “pan con el hambriento…” sino entregarlo todo, incluso hasta la propia vida.

En 6,31 encontramos lo que suele llamarse la regla de oro de la convivencia humana. Esta regla era ya conocida en el mundo judío. La novedad de Jesús es cambiar su sentido de reciprocidad por la búsqueda sincera e inagotable de “tratar bien al otro, como quisiéramos que nos trataran a nosotros. La prueba mayor de “tratar bien” es hacerlo con los enemigos, que significa el amor por todos aquellos que con sus obras hacen del mundo un caos, la tolerancia por lo que piensan diferente, la comprensión por los que escogen caminos diferentes, etc. Esto hay que concretizarlo religiosamente rezando por los que nos persiguen y bendiciendo a los que nos maldicen. Amar, bendecir, orar por los “enemigos” no significa perder el sentido de la crítica, de la denuncia o de la reprensión. Lo que pide Jesús es que la iniciativa del amor, del perdón, de la bendición la llevemos los cristianos. Es el testimonio lo que más rápida y eficazmente puede cambiar a los que odian, hacen el mal y maldicen. Bien dice Mt 5,16: “hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. El v. 35 es un precioso resumen de todo lo dicho hasta el momento. En el v. 36 encontramos un tercer principio para vivir al modo cristiano: “Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre de ustedes”. Mientras Lucas habla de misericordia Mateo de perfección. La misericordia se presenta como un elemento constitutivo del ser cristiano, por que lo es también de Dios.

¿Nos hemos preguntando alguna vez cuán misericordiosos somos? Muchas veces confundimos la misericordia o la compasión con la lástima y eso no es cristiano, por que el que tiene lástima inconscientemente se presenta como superior al otro, en cambio el que tiene misericordia establece una relación de hermanos para encontrar juntos el camino del Señor.

En cuarto lugar, tenemos tres exhortaciones que concretan la actitud misericordiosa de todo cristiano. La primera “No juzguen y no serán juzgados” (v. 37). Esto no significa perder la capacidad de opinar sobre lo bueno o lo malo, sino destruir al hermano a través de la crítica, el chisme y la calumnia. Si esta primera exhortación se dice en negativo, la segunda será en positivo: “perdonen y serán perdonados. La misericordia no se entiende sin la capacidad de perdonar, por que es en este momento cuando las comunidades llegan a vivir realmente como hermanos. La última exhortación, también en positivo es “Den y se les dará”. La misericordia encuentra su punto más alto en el dar y darse. El testimonio de Jesús fue de entrega total por la causa de Dios. Dios lo entregó todo, hasta su propio Hijo. ¿Y nosotros? Entregamos lo que nos sobra o solo lo menos importante. Dar hasta la propia vida por el hermano es la manera más auténtica de vivir el cristianismo. Leer más…

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Dom 20.2.20. Jesús en estado puro: Amar al enemigo, perdonar, no juzgar (Lc 6, 27-36,)

Domingo, 20 de febrero de 2022
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2806A905-80E0-4072-AB21-3C2942BCA7A0-768x516Del blog de Xabier Pikaza:

Ésta es su experiencia, expresada en forma de amor (incluso a los enemigos), de perdón y de superación de un orden judicial de Dios o de los hombres, en línea de amor creador. Ésta es la “esencia de cristianismo”, no hay otra; la aportación del evangelio a la cultura y vida humana.

Se supera así todo principio de guerra” (ojo por ojo), toda venganza, todo intento de construir la paz con armas. Se supera al mismo tiempo la “justicia de ley” y se establece el supra-principio de la gratuidad: No juzguéis, perdonad y amad a todos.

¿Qué se puede hacer si no se puede hacer la guerra, ni cobrar por fuerza las deudas, ni juzgar a los demas? ¡Todo, absolutamente todo! Amar, sembrar vida… Podrán verlo quienes sigan leyendo y quieran gozar del evangelio. Culmino así y supero las cuatro “postales anteriores” sobre el ejército en la Biblia.

Texto (Lc 6, 27-38).

1. Principio y concreciones. 27 A quienes me escuchéis:

  • Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian;
  • 28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian.
  • 29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra;
  • y al que te quite el manto, no le impidas (que tome) la túnica. .
  • 30 A cualquiera que te pida, dale;
  • y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.

2.Razonamiento

  •  31como queráis que los hombres os traten, tratadlos a ellos.
  • 32 Si sólo amáis a los que os aman,
  • ¿qué mérito tenéis? También los pecadores (=egoístas) aman a quienes les aman.
  • 33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien,
  • ¿qué mérito tenéis? También los pecadores (egoístas)  hacen lo mismo.
  • 34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir ¿qué mérito tenéis?
  • También los pecadores (egoístas) se prestan entre sí para recibir de nuevo

3. Como Dios

  • Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos,
  • haced el bien y prestad, sin pedir nada a cambio.Y vuestra recompensa será grande y seréis hijos del Altísimo,
  • pues también Él es bondadoso con los desagradecidos y malos.
  • 36 Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso
  • Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

 4.Conclusión

  • No juzguéis, y no seréis juzgados;no condenéis, y no seréis condenados;
  • perdonad, y seréis perdonados
  • Dad, y se os dará:os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. (Lc 6, 27-38).

1. Principio humano. La buena nueva de una humanidad liberada (6, 27-30)

Éste es el principio evangélico” del mensaje y vida de Jesús, el germen de vida que él ha sembrado en la historia de los hombres.  No empieza hablando desde Dios, como si Dios le mandara (¡aquí no se cita para nada a Dios!), sino como “profeta/sabio”, experto en humanidad”, desde su propia experiencia de la historia de Israel y de los pueblos.

Así ofrece  cuatro ejemplos de inversión o ruptura del  esquema comercial y legal del talión, que puede expresarse en un famoso principio de química: Nada se crea ni destruye, todo se transforma conforme a un esquema de equivalencia dinámica. En contra de eso, el evangelio establece aquí tres principios de “creación” gratuita: amar, bendecir, no responder con violencia y robo.

  1. Hay un nivel básico práctica generosa, que se expresa como amor y generosidad activa en relación con los «enemigos», superando así los esquemas de retribución (de mérito y provecho egoísta). No basta la cordialidad o amor interno; es necesario que el amor se exprese en el gesto de la ayuda dirigida hacia los otros. No basta con decir que quiero a los demás, debo mostrarlo actuando bien con ellos.
  2. Hay un nivel más alto (de transformación personal), que puede expresarse en un plano expresamente plano religioso (orad por los enemigos, pedir para ellos lo mejor)pero también en un plano simplemente humana: que bendigamos a los enemigos, que hablemos bien de ellos, que deseemos para ellos lo mejor (un mandato de Jesús que la iglesia que lleva su nombre a veces no ha cumplido: Muchas oraciones de los cristianos piden a derrote y destruya a los enemigos
  3. Hay un nivel económico (dar, prestar a fondo perdido). No basta amar con el corazón y orar con la mente; hay que ayudar económicamente a los enemigos, hay que perdonarles.

  La exigencia del amor al enemigo se manifiesta así en la vida concreta, en forma de oración (¡religión!) y economía (comunicación de bienes). Según eso, el principio final de la de gratuidad (¡no-juzgar!) se expande en unas «concreciones ejemplares», que implican una «práctica de gratuidad», que no puede legislarse en plano de juicio, pero que puede y debe presentarse como principio de conducta: «Al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra, y al que te quite el manto, no le impidas (que tome) la túnica. A todo el que te pide dale, y al que te quite lo tuyo, no se lo pidas de nuevo» (6, 29-30).

Vivimos sobre un mundo definido por la violencia (golpear en la mejilla, robar) y por un tipo de necesidad (hay gente que no tiene más remedio que pedir). Pues bien, para evitar que la espiral de los deseos se desboque, el texto nos invita a realizar una renuncia creadora que se expresa en tres gestos. (1) No responder a la violencia con violencia (poner la otra mejilla). (2) No impedir el robo con medios coactivos. (3) Ser generoso con aquellos que nos piden algo, no exigírselo de nuevo. Esos gestos implican una transparencia económica (no oculto lo que tengo, no lo cierro, ni lo tapo, pues no quiero excitar más el deseo de posibles ladrones escondidos) y un desprendimiento activo (no exijo mi derecho, ni interpreto mi vida en clave de propiedad). Así supero el nivel de una ley entendida como medio de auto-defensa (incluso violenta), para situarme en un plano de generosidad[1].

El principio de gracia (no-juicio) se expresa en forma de gratuidad activa, que puede superar y supera la espiral de los deseos violentos. Jesús piensa que esa gratuidad (no defenderse, no ocultar lo que se tiene, dar lo propio…) puede cortar y corta la espiral de violencia que nos amenaza. Ese principio no se puede demostrar, pues las demostraciones pertenecen al plano de la equivalencia, regulada por la ley (cf. 6, 32-34), pero puede y debe iluminar la vida de los hombres. Esta es la experiencia clave del ágape, que es amor creador, frente a un eros (de un tipo de amor de equivalencia) que podría interpretarse en clave de equivalencia entre aquello que se recibe y se da. Jesús no quiere mantener el mundo como está; está seguro de que tal como está se destruye. Por eso quiere cambiarlo[2].

(2) Razonamiento: “demostración “humana” (sin apelar a Dios; Lc 6, 31-34).

             Los cristianos (y en especial algunos “eclesiásticos” que se piensan dueños de las llaves de ocultas del conocimiento y de la vida) apelan inmediatamente a Dios, diciendo que las cosas anteriores han de hacerse porque Dios lo manda. Pues bien, Jesús (que hablaba de Dios y le llamaba Padre, como veremos) no empieza apelando para nada a Dios. Apela sólo a la verdad del hombre. Los “mandatos” anteriores (amar al enemigo, poner la otra mejilla, perdonar…) brota del mismo “conocimiento humano”.

            No brota de un Dios superior (porque él así lo mande), sino del mismo conocimiento humano, de un “auténtico” egoísmo, abierto a todos los hombres, como indicaré en las siete reflexiones que siguen:

1.Hay un principio, y ese principio eres tú mismo: Haz a los otros lo que quieres que los otros te hagan a ti. El principio de la “nueva conducta” es uno mismo: Descubrir que no tengo un deseo de que me amen. Para que eso se cumpla de verdad tengo que descubrir que los demás son también personas (como yo lo son), de manera que para que me amen de verdad tienen que ser libres, como yo…

2.De aquí deriva el segundo principio: Haz a los demás lo que deseas que ellos te hagan… Eso significa que tienen que desear para los otros lo que deseas para ti. Para que los demás te puedan amar como tú quieres tienes que tratarlos a ellos como quieres que ellos te traten.

3. Una legión de exegetas y filósofos (entre ellos el mismo Kant) han afirmado que este es un principio de amor egoísta…, que no es signo de Jesús, ni de Dios… Han dicho, además, que este principio (ama a los demás como quieres que ellos te amen) forma parte de la ética “vulgar” de un tipo de judaísmo helenista del entorno de Jesús. Pero a eso se puede responden de dos maneras:

4.Primera respuesta. Este principio (tratar a los demás como quieres que ellos te traten) no es un principio egoísta, sino la superación de todo egoísmo. En el fondo está el descubrimiento del otro como “otro yo”, como alguien a quien debo amar como a mí mismo, como deseo que los demás me traten y amen. No tengo que negarme (odiarme), sino al contrario “amarme” sanamente, deseando que otros me amen… y amándoles yo a ellos de esa forma.

5.Segunda respuesta. Desde aquí se entiende el “pecado”. Ese pasaje habla tres veces de “pecadores”, pero no les define como gentiles, como enemigos de la religión etc., sino como personas que sólo quieren y ayudan a los demás en un plano “comercial”: Es el pecado de los que aman con una segunda intención (para que les amen a ellos); es el pecado de los que prestan y dan… pero sólo con un “interés”, para cobrar los intereses….

6.En contra de riesgo de egoísmo, cuando dice “como queréis que os amen amadlos…”,Jesús está pidiendo que amemos a los otros como otros, como personas, queriendo su bien (no sólo el nuestro). Ciertamente, nos amamos a nosotros mismos (queremos nuestro bien), pero igualmente debemos querer el bien de los demás.

7.Sólo así el egoísmo se convierte en “gratuidad, en universalidad”. Sólo queriendo a los demás gratuitamente, como seres distintos, puedo recibir yo también un amor “gratuito”: no me amarán como siervos, esclavos… sino como amigos libres. Sólo en libertad de amor puede “existir” la humanidad. De lo contrario se destruya a sí misma.

(3) Principio teológico, como Dios… (6, 34-36).

             Sólo en este momento Jesús puede apelar y apela al Dios como “creador gratuito… Éste es el Dios creador, que no presta con usura, que no da para esperar después la “paga”. El dios que da gratuitamente, todo, sin quedarse sin nada, absolutamente sin nada.

Dios no crea para que los hombres le respondan pagándole lo que le deben… Los hombres no deben absolutamente nada a Dios; no tienen obligación ninguna de rendirle algún homenaje de sometimiento o sumisión. Dios lo da todo, gratuitamente, toda la vida es un regalo.

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Amad a vuestros enemigos. Domingo 7º. Ciclo C

Domingo, 20 de febrero de 2022
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ninos-judio-y-palestinoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, en la primera parte del “Discurso en la llanura”, Jesús distinguía dos antagónicos: pobres-odiados y ricos-estimados. Los primeros recibirán en el cielo su recompensa; los segundos lo perderán todo. Pero aquí, en la tierra, ¿cómo deben relacionarse ambos grupos? ¿Deben comenzar los pobres una guerra contra los ricos? ¿Pueden contentarse, al menos, con maldecirlos y desearles toda clase de desgracias? A favor de esta postura se podrían citar numerosos salmos, textos proféticos, y la práctica contemporánea de la comunidad de Qumrán. Pero Lucas quiere inculcar una actitud muy distinta, basándose en la enseñanza de Jesús.

Comportamiento con los enemigos (6,27-36)

Al comienzo del evangelio de Lucas, Zacarías, padre de Juan Bautista, profetiza que el descendiente de David vendrá “para que arrancados de las manos de los enemigos, le sirvamos [a Dios] con santidad y justicia”. Es una falsa esperanza. La venida de Jesús no nos arranca de las manos de los enemigos. ¿Qué hacer con ellos?

Ante los sentimientos y palabras adversos

«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.

Jesús comienza dirigiéndose a “vosotros que escucháis”, sus discípulos. No puede ser más duro y exigente: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ya no se trata de dos grupos separados (pobres – ricos), cada uno viviendo su propia vida. Hay un grupo enemigo que odia, maldice e injuria a las comunidades cristianas. Igual que hoy día se odia, insulta y critica a la Iglesia. ¿Cómo reaccionar ante ello? Es frecuente la autodefensa, negar las acusaciones o relativizarlas. No es eso lo que quiere Jesús. Incluso en el caso de que el odio, la crítica o la maldición sean injustificados, la postura del cristiano debe ser positiva. De las cuatro cosas que indica Lucas, dos al menos son posibles en cualquier circunstancia: hacer el bien y rezar. El “amor” no hay que entenderlo en sentido afectivo (como el amor entre los esposos, o entre padres e hijos), sino en el sentido práctico de “hacer el bien”. En el evangelio de Lucas, el ejemplo concreto sería el de Jesús curando la oreja del soldado que viene a detenerlo.

Ante las acciones

Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que te quite lo tuyo, no se lo reclames.

De repente, del “vosotros” se cambia al “”. Lo que hay que afrontar ahora no son sentimientos adversos (odio) o palabras hirientes (maldiciones, injurias), sino acciones concretas: “Al que te golpee en la mejilla… al que te quite el manto… al que te pide… al que te quite”. Estas frases le gustarían mucho a Gandhi. Pero a la mayoría le pueden resultar absurdas y prestarse al chiste: “Al que te robe el móvil, dale también el reloj”; “al empresario que intenta robarte, no se lo reclames”.

¿Hay que tomar estas exhortaciones al pie de la letra? En el NT se escuchan dos bofetadas: una a Jesús y otra a Pablo. Ninguno de los dos pone la otra mejilla. Jesús reacciona: “Si he hablado mal, dime en qué. Y si no, ¿por qué me pegas?” (Jn 18,23). Pablo, que se dirige al sumo sacerdote, es más duro: “Dios te va a golpear a ti, pared encalada. Tú estas sentado para juzgarme según la Ley y me mandas golpear contra la Ley” (Hch 23,3).

En cambio, con respecto al no reclamar en caso de injusticia, hay una reflexión de Pablo muy parecida. Un miembro de la comunidad de Corinto tuvo un pleito con otro y acudió a los tribunales paganos. Pablo les escribe que eso debería resolverlo un experto dentro de la comunidad. Y añade algo en la línea del evangelio que comentamos: “Ya es bastante desgracia que tengáis pleitos entre vosotros. ¿Por qué no os dejáis más bien perjudicar? ¿Por qué no os dejáis despojar?” (1 Cor 6,1-11).

La regla de oro

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. 

El discurso vuelve al “vosotros”: “Como queréis que os traten los hombres tratadlos vosotros a ellos”. La formulación negativa de esta famosa norma aconseja: “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan”. Aquí se pide algo más que no hacer daño; se pide tratar bien a cualquier persona. ¿Cómo te gusta que te trate la gente, hable de ti (por delante y por detrás), se comporte contigo? Ponte en la piel de la otra persona y actúa como te gustaría que ella se comportase contigo.

Motivos para actuar así

Lucas es consciente de que Jesús pide algo muy difícil. Por eso añade tres motivos que pueden ayudarnos a actuar de ese modo.

1) El cristiano debe superar a los pecadores.

Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué merito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman.
Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué merito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.

Lo repite tres veces, recogiendo dos verbos iniciales (amar, hacer el bien) y añadiendo uno nuevo (prestar). Si el cristiano se limita a imitar al pecador, no tiene mérito alguno. Se queda sin premio.

2) El premio.

¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.

Ya al principio del discurso prometió Jesús “una recompensa abundante en el cielo” (6,23). Ahora vuelve a mencionar esa “recompensa abundante” (6,35). Pero no habrá que esperar a la otra vida para recibirla porque, actuando de ese modo, “seréis hijos de Dios, que es generoso con ingratos y malvados”. Algunas personas han pagado grandes sumas por un título nobiliario. La realidad de “hijo de Dios” no se compra, se consigue actuando de forma benévola con los enemigos.

3) Un buen hijo  debe imitar a su Padre, que es compasivo (v.36),

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo

  La compasión de Dios la confirmará más adelante la parábola de los dos hermanos, en la que el padre abraza y festeja al hijo sinvergüenza que ha gastado su fortuna con malas mujeres. Jesús pide mucho, pero también Dios se exige mucho a sí mismo.

Jesús y sus enemigos: ataque, reproche, silencio, disculpa y perdón

Los preceptos anteriores resultan a veces muy tajantes, sin matices. Si Jesús mismo no practicó alguno de ellos, ¿cómo debemos interpretar los otros? La respuesta se encuentra en el resto del evangelio. Leyéndolo se advierte que el tema de los enemigos es mucho más complejo de lo que aquí aparece. Jesús encuentra enemigos muy distintos a lo largo de su vida: los escribas y fariseos, enemigos continuos, que critican y condenan todo lo que hace; las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén (sacerdotes y ancianos), que lo condenan a muerte y se burlan de él cuando está en la cruz; Judas, que lo traiciona; los soldados, que se burlan de él, lo golpean y crucifican; el mal ladrón, que lo zahiere.

La reacción de Jesús es muy distinta en cada caso. A los escribas y fariseos no los bendice; los ataca de forma durísima, sin desaprovechar ocasión alguna de condenarlos, insultarlos y dejarlos en ridículo. A las autoridades les reprocha en el huerto que vengan a apresarlo como si fuera un ladrón, luego guarda silencio. Con un reproche reacciona también ante Judas: “¿Con un beso entregas al hijo del hombre?”. Ante los soldados, por mucho que se burlen de él y lo hieran, no protesta ni maldice. Pero su actitud global la representan sus palabras en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, que abarcan a todos los grupos. No solo perdona, también disculpa. Al morir por todos nosotros, estaba cumpliendo su mandato de hacer el bien a los que nos odian.

La medida que uséis con los demás la usará Dios con vosotros (37-38)

El discurso cambia de tema. Deja de referirse a los enemigos para centrarse en la conducta con los otros miembros de la comunidad.

No juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados;
perdonad, y seréis perdonados;
dad, y se os dará:
os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.
La medida que uséis, la usarán con vosotros.

La primera parte comenzó con cuatro órdenes (amad, haced bien, bendecid, rezad). Ahora encontramos dos prohibiciones (no juzguéis, no condenéis) y dos mandatos (perdonad, dad).

Lo novedoso es que de nuestra conducta depende la que adopte Dios con nosotros. Si juzgamos, nos juzgará; si condenamos, nos condenará; si perdonamos, nos perdonará; si damos, nos dará. Y aquí llega al colmo el tema de la “recompensa abundante” que ha salido ya dos veces en el discurso; ahora se dice que será “una medida generosa, apretada, remecida, rebosante”.

Estas cuatro normas parecen una receta excelente para corromper a Dios y forzarle a tratarnos bien y perdonarnos. Por desgracia, muchas veces preferimos arriesgar su condena por el breve placer de criticar o condenar a alguien.

El tema de no juzgar y no condenar se desarrolla a continuación, pero la liturgia ha reservado el resto del discurso para el domingo 8º.

La 1ª lectura (1 Samuel 26,2.7-9.12-13)

En aquellos días, Saúl emprendió la bajada hacia el páramo de Zif, con tres mil soldados israelitas, para dar una batida en busca de David.
David y Abisay fueron de noche al campamento; Saúl estaba echado, durmiendo en medio del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David:
—«Dios te pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe».
Pero David replicó:
«¡No lo mates!, que no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor».
David tomó la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y se marcharon. Nadie los vio, ni se enteró, ni se despertó: estaban todos dormidos, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.
David cruzó a la otra parte, se plantó en la cima del monte, lejos, dejando mucho espacio en medio, y gritó:
«Aquí está la lanza del rey. Que venga uno de los mozos a recogerla. El Señor pagará a cada uno su justicia y su lealtad. Porque él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor».

Ofrece un ejemplo concreto de perdón al enemigo, pero por debajo de lo que pide el evangelio. David, perseguido continuamente por Saúl, tiene la posibilidad de matarlo. A eso lo anima su compañero Abisai. David se niega a hacerlo “porque no se puede atentar impunemente contra el Ungido del Señor”. ¿Y si no se tratara del rey? Cuando estaba al servicio de los filisteos devastaba los pueblos vecinos “sin dejar vivo hombre ni mujer”. David no es el modelo ideal para el modo de tratar al enemigo. Pero podemos aplicarnos el mensaje de esta escena: si David perdonó a Saúl por ser el rey de Israel, yo debo perdonar a cualquiera por ser hijo de Dios.

Cuando los enemigos nos hacen un gran favor

En esta época en que se critica tanto a la Iglesia, conviene recordar que las críticas y persecuciones le hacen gran bien. Tertuliano escribía en el siglo III: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”.

En 1870, el estado italiano se apoderó de Roma y arrebató al Papa la mayor parte de los Estados Pontificios. Lo que muchos católicos de finales del siglo XIX vivieron como una terrible ofensa a la Iglesia, hoy lo vemos como una bendición de Dios. Algunos incluso piensan que Italia debería haberse quedado con todo. San Pedro no tenía nada.

Un propósito muy evangélico

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