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Silencio sonoro.

Domingo, 29 de julio de 2018
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sermon-on-the-mountain“¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio” (Teresa de Calcuta)

29 de julio. Domingo XVII del TO

Jn 6, 1-15

Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos

Romano Guardini (1885-1968) uno de los teólogos más acreditados del siglo XX, desarrolla en su obra El Señor: meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo, las siguientes ideas: En el silencio es donde suceden los grandes acontecimientos. No en el tumultuoso derroche del acontecer externo, sino en la augusta claridad de la visión interior, en el sigiloso movimiento de las decisiones, en el sacrificio oculto y en la abnegación, es decir, cuando el corazón, tocado por el amor, convoca la libertad de espíritu para entrar en acción, y su seno es fecundado para dar fruto. Los poderes silenciosos son los auténticamente creativos.

Fray Marcos maneja magistralmente, como buen miembro de la Orden de Predicadores, estos silencios poderosos y fecundos en sus misas dominicales de Parquelagos. Yo he podido contabilizarle al menos cuatro y apuntan a una reflexión profunda -casi una oración- sobre lo que está diciendo o haciendo en la eucaristía. Otros, abundantes, aunque más breves, los hace cuando cree que es necesario que los feligreses interioricemos algo de lo que allí está sucediendo. La oración, dijo en una ocasión, es una conversación, un diálogo con Dios Trino: mientras que en algunos momentos nos dirigimos a Dios, en otros guardamos silencio para escucharle.

Me encanta observar el vuelo de la tórtola europea o el pato canadiense en sus anuales emigraciones. No dejan huellas en el aire, pues caminan tras ellos. Pero me embrujan más las de las aves o animales que dejan sus pisadas en la arena; también las de los seres humanos. Puedo contemplarlas, distinguirlas y disfrutar de la belleza de sus plantas: sublimes momentos de silencio sonoro y de diálogo conmigo mismo, con los restantes seres y con la naturaleza.

Lo dijo poéticamente Teresa de Calcuta, mística y santa, en su discurso el día en que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979: “¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio”. Tú sí dejaste profundas huellas marcadas en el camino de tu diario vivir que, justo con las de Jesús, nos están ayudando a encontrar las nuestras.

En cualquier espacio de la naturaleza, en pleno bosque centenario de robles, castaños y abedules, por ejemplo, el arte, la vida de todos los días y la naturaleza en su estado más puro se mezclan en idílicos paisajes, dando lugar a encuentros culturales participativos, abierto a diversas propuestas creativas y al bienestar personal. “Haga un lugar al silencio, a este gran maestro. Dentro de sus actividades, sin interrumpir nada, abra el oído de la mente y, detrás del ruido, en ausencia de meditación, escuche el silencio. Piense en la presencia del silencio, comience a percibir porque el pensamiento es una evocación. Una evocación cuyo mágico significado de este término llama a la manifestación de la causa referida. En el silencio se disuelve el pensamiento, y el ser real reaparece. Cada día contemple en varias ocasiones la corriente de la inmensidad del silencio interior, y así a lo largo de los años podrá establecer y hacer crecer su intimidad con el silencio. El silencio es el espacio que contiene el conocimiento y, llegado a ese punto de sí mismo, el silencio y usted estarán en conocimiento de lo inefable. Debemos aprender a guardar silencio”, escribió el maestro espiritual hinduista indio Ramana Ramarishi (1870-1950).

En Jn 6, 3 se nos dice que “Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos”. Se sentó para compartir con ellos en silencio, para escuchar el viento, para enseñar a nuestras manos a respetar las cosas, para hacernos sabios y comprender los secretos de cada hoja y cada roca, como rezan los indios norteamericanos.

ORACIÓN DE LOS INDIOS SIOUX

Oh gran espíritu, cuya voz oigo en el viento y cuyo respiro da vida a todo el universo. Óyeme, soy pequeño y débil, uno de tus muchos hijos.  Déjame pasear en la belleza y permíteme que mis ojos siempre puedan contemplar el rojo y el púrpura de la puesta de sol. Haz que mis manos respeten las muchas cosas que tus has creado y agudiza mis oídos para oír tu voz. Hazme sabio para comprender todas las lecciones que tu has escondido detrás de cada hoja y de cada roca. Dame fuerza no para ser más fuerte que mi hermano sino para luchar contra mi peor enemigo: yo mismo. Y hazme siempre listo para ir ante ti con las manos limpias y la mirada recta para que cuando la luz se desvanezca como se desvanece la puesta de sol mi espíritu pueda llegar ante ti sin ninguna vergüenza.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Comprar?… compartir.

Domingo, 29 de julio de 2018
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jesus-y-ninos1(Jn 6, 1-15)

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte  del mar de Galilea… en este tiempo se acerca a la orilla del mar Mediterráneo.

Lo seguía mucha gente…  buscando el sentido de la vida en forma de sanación física, psíquica, económica y espiritual. También hoy se acerca a la desolación de quienes sólo tienen la herramienta de sus pies en marcha y la voluntad de sobrevivir con dignidad.

Subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. La montaña como lugar de visión en perspectiva y de espacio comunitario. Estaba cerca la Pascua, el paso, gentes en movimiento, de camino.

Levantó los ojos… allí estaban. No hay obstáculos que detengan a quienes huyen de la violencia y del hambre; ni altas montañas que no se atrevan escalar, ni mares que les detengan si se trata de encontrar una vida plena, asumiendo el riesgo de una muerte rápida. Hoy.

¿Recordaste al profeta Eliseo dando las primicias de pan? (2 Reyes 4, 42-44): “Dáselo a la gente y que coman… comerán y sobrará”. Seguramente. Aquel texto lo habrías escuchado muchas veces en la sinagoga. Tus discípulos también, pero no parece que relacionaran el asunto.

“Felipe, ¿con qué compraremos panes para que coman estos? Preguntaste a modo de prueba sabiendo que no se trata de comprar sino de compartir, punto de partida para que haya milagros.

Felipe debió quedar boquiabierto con tu pregunta y para remate, aparece Andrés proponiendo soluciones imposibles sin fe alguna en el proyecto: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es eso para tantos?”.

En los textos de los otros evangelios, sin preámbulo alguno, planteas a tus discípulos el reto: “Dadles vosotros de comer” (Mt 14, 16; Mc 6, 37 y Lc 9,13). Quizás Juan, que te conocía más de cerca, con su amplia mirada contemplativa, intuyó que les estabas poniendo a prueba, más allá de que te dieran ideas para enviar a casa a todo el personal que empezaba a ser un problema de logística.

¡Manos a la obra!, no te queda otra, tu compasión te pone en marcha pensando en el cansancio de aquella masa humana. Lo primero que descansen: “Haced que se recueste la gente”. Por suerte era un lugar mullido, tenía hierba, eso dice Juan.

Cuando alguien llega a una casa, si los de dentro practican la hospitalidad y están atentos, sabiendo que ha hecho un largo camino, ha sudado y no ha comido a sus horas, no piden explicaciones. Ofrecen sitio para descansar y alimento lo más rápido posible.

Jesús toma lo que hay, cinco panes y dos peces, y da gracias porque lo haya. El milagro se vuelve cotidiano: se parte, se reparte, se comparte y, contra todo pronóstico inicial, las sobras se recogen en doce canastos.

Sabías que no iban a entender ni los sentados en la hierba ni los discípulos. Sabías que se transmitiría lo ocurrido como algo mágico y que vendrían a por ti para nombrarte rey y quitarse de problemas.

¡Espera, no te retires todavía a la soledad de la montaña! ¡Vuélvete hacia nosotros con tus pies en la arena bañados por las olas a la orilla del Mediterráneo! ¿No vas a decirnos algo para probarnos?

La brisa del mar es tu aliada: “Dadles vosotros de comer”… y comed juntos, compartiendo el pan que os dejo día a día; es de todos porque lleva la levadura del Amor de Dios a toda la humanidad.

Mari Paz López Santos

Domingo, 29 julio 2018

Fuente Fe Adulta

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La Eucaristía nos ha de llevar a la solidaridad

Domingo, 29 de julio de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. MEMORIA DE LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES.

Sea como fuere, el relato -el acontecimiento- de la multiplicación de los panes, quedó muy grabado en la mente y en el corazón de los primeros cristianos. Es uno de los acontecimientos-relatos que lo narran los cuatro evangelistas.

Jesús se preocupa de las necesidades, de las enfermedades, de las marginaciones, en el caso de hoy del hambre de aquella multitud que había acudido a escucharle. La gente, el ser humano necesita comer.

v 5. Estaba cerca la Pascua de los judíos”, No es un dato cronológico, sino teológico. La Pascua de los judíos ni alimenta ni salva. La gente no sube ya a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús la liberación que ni el templo ni la religión pueden dar.

Necesitamos comer en el sentido más amplio de la palabra: pan, cultura, higiene, medicina, fe.

02. LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES NO ES MAGIA.

Era evidente que Jesús ni sus discípulos podían comprar pan para toda aquella gente

Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo, porque para resolver el problema del hambre (crisis, tercer mundo, Grecia, etc.) se necesita algo más que dinero: solidaridad y buena voluntad.

Había un muchacho que tenía cinco panes y dos peces. Pero el muchacho no se los queda para él: los reparte.

v 8 Andrés una solución distinta a la del comprar. Habla de los panes y los peces que descubre, como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (un chaval débil) representa al insignificante grupo de los discípulos.

El hambre, la crisis, el tercer mundo se resuelve cuando nadie acapara lo suyo habiendo otros que pasan hambre.

La Iglesia y la humanidad habremos de aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengamos, aunque sólo sea “cinco panes de cebada y un par de peces”.

5 panes y dos peces: 5+2: 7. Siete es número de plenitud. Hay alimento de sobra para todos.

Llama la atención en el papa Francisco esta preocupación por “multiplicar los panes”. En el fondo es lo que ha hecho en sus viajes, aunque no faltan quienes también le han criticado por la defensa de los pueblos débiles y oprimidos.

Es muy difícil enseñar a compartir cuando únicamente sabemos comprar con ansiedad. Los criterios hondamente insolidarios, que rigen nuestras sociedades difícilmente resolverán el problema del hambre.

El milagro de la multiplicación de los panes consiste en liberarnos de nuestra indiferencia ante quienes mueren de miseria y hambre.

Cuando somos solidarios, hay pana para todos, incluso sobra. Llenaron doce canastas, que hacen referencia a las doce tribus de Israel, es decir: todo el pueblo.


03. v 10 JESÚS MANDÓ QUE SE SENTARAN (RECOSTARAN) TODOS.

orcx_maizasdadComer recostado era signo de personas libres. La solidaridad crea personas solidarias y libres. La Eucaristía -cuando es tal- crea fraternidad. El cristianismo no crea “clases sociales”, estamentos, no quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Todos vosotros sois hermanos, (Mt 23,8).

04. MULTIPLICAR LOS PANES ES EUCARISTÍA.

Hoy hemos comenzado a leer el cp. 6º de san Juan, que seguiremos leyendo durante un mes, más o menos. Es un largo texto que nos habla de la multiplicación de los panes, después pasa al pan de vida: Yo soy el pan de vida. Nos habla de la Eucaristía:

Jesús Dijo la acción de gracias. Eucaristhesas: “habiendo dado gracias”. Este dato tiene mucha miga. Se trata de conectar la comida y la solidaridad con el ámbito del Señor. Es la Eucaristía. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario

Es la Eucaristía, (que vamos a continuar celebrando)

Baste por hoy terminar con que: la solidaridad, multiplicar los panes es Eucaristía y la Eucaristía nos ha de llevar a la solidaridad.

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Compartiendo humanidad.

Sábado, 5 de agosto de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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“La alegría está oculta en la compasión. La palabra compasión significa literalmente ‘padecer con’. No parece muy probable que padecer con otro pueda producirnos alegría, sin embargo, estar con una persona que sufre, brindarle simplemente nuestra presencia a alguien desesperado, compartir con un amigo momentos de confusión e incertidumbre… experiencias así pueden producirnos una honda alegría. No felicidad ni tampoco entusiasmo, ni una gran satisfacción, pero sí la alegría callada de estar allí para el otro y vivir en una profunda solidaridad con nuestros hermanos en esta familia humana.

A menudo, esta es una solidaridad en la debilidad, el quebranto o las heridas, pero conduce al corazón de la alegría que supone compartir nuestra humanidad con otros.”

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Henri Nouwen

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Reflexión del Jueves Santo. 13 de Abril, 2017

Jueves, 13 de abril de 2017
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Algunas ideas  para centrar estos días que comenzamos a vivir.

Muchas veces nos acercamos a las celebraciones litúrgicas  casi por costumbre o con la esperanza de que se nos conmueva el corazón con algunas de las cosas que vemos, escuchamos,…

No está de más saber un poquito sobre lo que significan estos días, y, en este caso, lo que expresa esta fiesta de jueves santo.

La Semana santa no existió siempre, qué va.  Durante algún tiempo se celebró la Pascua solo durante un día. Andando el tiempo se va viendo la necesidad de celebrar también el viernes y el sábado. Así nos encontramos con el triduo Pascual.

El viernes recordamos con intensidad la pasión y muerte del Maestro. En la celebración encontramos puntos importantes como son la lectura de la Palabra de Dios, principalmente el relato evangélico de la Pasión, la adoración de la Cruz,  expresión máxima del Amor de Jesús por la humanidad , y la comunión. Este día no hay consagración, se comulga con el pan reservado del jueves santo.

El sábado santo es un día “alitúrgico”, es decir, no hay sacramentos, solo tenemos la liturgia de las horas (laudes, vísperas, etc.). Es un día de silencio, de espera, tenemos la Palabra de Dios y la promesa de la resurrección.

El sábado termina con la gran fiesta de la Vigilia Pascual, la gran noche de vela festiva que nos recuerda a aquella primera noche de vela de María de Magdala, cuando, al amanecer vivió el encuentro transformador con el Resucitado.

En esta celebración toman protagonismo la Luz, la Palabra de Dios, el Agua y el Pan y el Vino. En nuestro monasterio procuramos “tirar la casa por la ventana” y vivimos una celebración larga, con mucho símbolo, movimiento, música, pequeñajos que a ratos corretean y a ratos se duermen,  silencio, hondura, fe y compromiso. La noche se prolonga tras la liturgia con otra liturgia en torno a un chocolate.

¿Y el jueves? El jueves se introdujo como preparación al Triduo pascual. Siempre hay una preparación previa para la vivencia de los grandes acontecimientos que marcan nuestra fe.

El jueves se celebra tradicionalmente el día del Amor fraterno y el día de la Institución de la Eucaristía. Las empresas comerciales quizás no lo saben aún y por eso no ha hecho campaña para vender quién sabe qué.

En la celebración de esta tarde, adquiere una intensidad importante el evangelio del día. Juan nos narra no la eucaristía, como podría esperarse sino el lavatorio de los pies. ¿Por qué? Quizás para cuando Juan escribe este texto la celebración de la eucaristía en las casa ya había empezado a desvirtuarse con los abusos que se derivan de la rutina, los conflictos por las jerarquías, etc. Juan quiere unir el gesto de la fracción del pan y del vino compartido (que es narrado por los otros evangelistas) con el gesto del lavatorio de los pies.

Jesús no es un Maestro sentado en una cátedra, en un púlpito, o en una sede, no, es un Hermano que se inclina ante los pies sucios de sus amigos y amigas para lavárselos, realizando un servicio propio de siervos y mujeres. Quizás la idea se la dio su amiga María de Betania, la hermana de Marta y Lázaro, cuando días antes, en una cena, María había derramado un perfume carísimo sobre los pies del Jesús  secándoselos con su cabello posteriormente.

¿Qué sentiría el galileo en esos momentos? Jesús reconoce en ese gesto de la mujer una profecía, un anuncio, y él lo perpetuará después en esa cena con discípulos (y, probablemente, con más gente).

Es  fácil lo que podemos deducir de la unión entre el gesto del pan/vino y el lavatorio.  Es fácil y… complicado. Tan complicado que a lo largo del tiempo el gesto ministerial (de servicio) del lavatorio ha quedado relegado a un simbolismo en un día del año.

A lo largo de la historia nos encontramos con épocas en las que se celebraba una comida fraterna los domingos, épocas en las que ya no era una comida fraterna  sino un encuentro más ritualizado, incluso épocas en las que ya ni tan siquiera se comulgaba (de ahí viene el gesto del sacerdote de elevar la hostia, cuando a los fieles se les prohibía comulgar y entonces hacían algo así como una “comunión ocular” con el pan consagrado), y más historias.

Jesús, en esa cena parte un par y vierte un vino. Jesús reparte, no ya su cuerpo y su sangre, sino su propia vida. “Haced esto”. Y esto es las dos cosas lavar los pies y entregar la vida. Las dos cosas que son una sola. “Haced esto” es un imperativo, tan imperativo como el “hágase”, que también lo es.

La última cena, es el tiempo de un Jesús “des-trozado”, hecho trozos, como el pan. De un Jesús inclinado, abajado, siervo como uno de tantos.

El misterio de la eucaristía no es solo la transformación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor. Eso sería casi fácil, ya que es el Espíritu quien lo realiza. Lo complicado es que nos hagamos cuerpo y sangre del mismo Cristo, y que también nos des-trocemos y nos vertamos. Y eso sí que es misterio, y gracia, y promesa y deseo del Padre.

Para la reflexión:

¿Es la eucaristía para mí un momento de profunda elevación espiritual y… poco más?

¿Me hago, mejor, soy eucaristía?  Es decir, ¿lavo los pies, me parto y me derramo por los demás?

…….

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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13.4.17. Todo el año es Jueves Santo. La próxima copa en Jerusalén

Jueves, 13 de abril de 2017
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maria_comunidaddiscipulos-maximino-cerezoDel blog de Xabier Pikaza:

Este jueves celebra la Iglesia la cena de despedida de Jesús, vinculada a la eucaristía y al amor fraterno.

Se trata de una cena enigmática y luminosa, cena de la traición y de la gran invitación de Jesús, que se despide de los suyos prometiéndoles que la próxima copa la beberá con ellos en el Reino de los Cielos.

Éstos son los aspectos que voy a desarrollar este Jueves central de la Semana de Jesús. Tiene esta fiera otros aspectos importantes:

— la Eucaristía en sí misma, el don de Dios, hecho pan y vino compartido, la fiesta de la vida;

— el lavatorio de pies, no hay amor sin servicio mutuo, sin acogida a los distintos, extraños, extranjeros;

— el mandato del amor fraterno; es el mandamiento originario de Dios, que Jesús presenta como mandamiento nuevo, experiencia de amistad;

— la invitación a repetir sus gestos los gestos de Jesús; la liturgia cristiana es una re-presentación, una renovación del camino de Cristo, como puse ayer de relieve, en la postal sobre el Retablo de Salamanca

— la “fundación” del ministerio universal de la Iglesia, un ministerio de todos los cristianos

Cada uno de esos rasgos nos podría servir de meditación, en la línea de la historia de Jesús y de la Iglesia cristiana, pero hoy quiero destacar la despedida de Jesús y su invitación al Reino de Dios, con la próxima copa en la Jerusalén del Reino.

17796521_769258236584704_4617916635520584497_nPara la Iglesia de Jesús, todo el año es Jueves Santo, día del amor fraterno… y todos los cristianos son testigos y ministros de ese amor originario y final de Jesús , mientras preparamos esperamos la Gloriosa Venida de su Reino, la Nueva Jerusalén.

En la imagen 1 (de M. Cerezo), todos son celebrantes y ministros de la Eucaristía, igual hombres que mujeres, sobre todo, las mujeres (una de ellas parece estar presidiendo…, aunque quien preside es el mismo Amor de Dios, encarnado en Jesús, un Jueves Danto).

Imagen 2. A cien metros del lugar donde vive y trabaja M. Cerezo está la imagen de la Última Cena del Retablo de la Catedral Vieja de Salamanca. De las 53 tablas del “re-tablo” he tratado estos días. Aquí presento en formato pequeño la de la Eucaristía, de mediados del siglo XV.

Buen día de Jueves Santo a todos, amigos cercanos, conocidos, todos, en la Iglesia de Jesús y fuera de la Iglesia, pues todos este día estamos invitados a la copa del amor, sabiendo que la próxima será en Jerusalén.

1. CENA DE DESPEDIDA Y RUPTURA.

Los exegetas han querido y quieren saber si la Última Cena fue o no Cena de Pascua judía. No lo sabemos. Lo que sabemos es que fue cena de despedida de Jesús y de traición de los discípulos.

1. Deseo de los Doce: que sea Pascua.

Significativamente, la celebración de la Cena de Pascua es una propuesta de los Doce (cf. Mc 14, 12. 17), que quieren sacrificar el cordero, al modo judío, es decir, formando con Jesús una comunidad limpia, de puros observantes varones (que, según Marcos) no han entendido la novedad mesiánica.

Ellos, los Doce (representantes de la esperanza nacional israelita), proponen a Jesús la celebración de la cena pascual y Jesús acepta, pero no para aclamar con ellos la gloria de la identidad ritual, de los judíos puros, sino para mostrarles, en el mismo centro de su comida, que ellos van a rechazarle (cf. Mc 14, 18-21.27-31), mostrando así que la pascua “pura” (de limpios cumplidores nacionales) ha perdido el sentido, dentro de su movimiento de Jesús. Sólo superando ese nivel de pascua (vinculado a la negación de los discípulos) podrá entenderse la afirmación de Jesús, que, a pesar de eso, abriendo un espacio nuevo de esperanzas, les invita al nuevo vino del Reino (cf. Mc 14, 25).

2. El gran contraste: Traición de los discípulos.

El evangelio de Marcos quiere mostrar la novedad de Jesús frente a las instituciones anteriores y por eso presenta esta “cena de pascua”, que los discípulos proponen a Jesús, como momento de traición y negaciones, en el que culmina y pierde su sentido el mesianismo oficial y la función intra-judía de aquellos Doce (a quienes Jesús había elegido para “ser-con-él” y proclamar el reino; cf. Mc 3, 13-19). Por eso, la misma cena de afirmación de Jesús (que mantiene y culmina su propuesta de Reino, como veremos en el apartado siguiente) viene a presentarse como reunión de ruptura mesiánica y entrega de sus discípulos. Así lo recuerda de forma dramática el texto de Pablo, el más antiguo de todos los que conservamos sobre el tema: “El Señor Jesús, en la noche en que fue entregado…” (1 Cor 15, 23).

Allí donde sus discípulos le entregan y venden, Jesús les regala su vida (eucaristía). En la misma cena de pascua que ellos quieren ofrecerle (o compartir con él en Jerusalén) los Doce en cuanto tales (discípulos varones/oficiales) rechazan a Jesús, se desmarcan de su movimiento.

3. Ruptura del movimiento de Jesús.

Los discípulos no han sido un elemento secundario, sino parte esencial de su mensaje y camino. Ellos están vinculados de un modo esencial al proyecto de Jesús y así los hemos ido viendo, a lo largo de este libro (especialmente desde cap. 16). Pues bien, ahora descubrimos que son un “proyecto fracasado”. Jesús les invita al Reino (¡la próxima copa…! Mc 14, 25) y ellos le abandonan.

Jesús les entrega su “cuerpo” (Mc 14, 22-24) y ellos le entregan a él para la muerte. En el fondo de estos signos de contraste hay un recuerdo histórico: la unidad de la trama mesiánica de Jesús, vinculada a los Doce, se ha roto precisamente en la reunión de despedida (donde Jesús quería ratificarla). Por eso, su movimiento continuará, pero de otra manera, porque él les seguirá esperando en Galilea (Mc 14, 28; 16, 7-8), para empezar otra vez desde su entrega personal (su muerte) y no en la pascua nacional judía que sus discípulos buscaban (pues ellos mismos le entregan a la muerte, le traicionan). En esa línea, la Iglesia posterior recordará que la historia de Jesús empezó otra vez a partir de unas mujeres, que permanecerán con él ante la Cruz (cf. Mc 14, 40-41 par).

Esa entrega/negación de los discípulos, que rechazan a Jesús en la misma Cena que él les ofrece, tiene en los textos del evangelio tanta importancia como la institución eucarística. En sentido redaccional (y teológico e incluso histórico) la Cena de Judas, de Pedro y los Doce culmina en la huída de Getsemaní (Mc 14, 50 par) y en las negaciones finales de Pedo (Mc 14, 66-72 par).

4. Las mujeres.

En el contexto anterior ha de entenderse la presencia y/o ausencia de las mujeres. Si aparecen con Jesús en la cruz (el día siguiente), es lógico que hayan estado la víspera a su mesa. Éste es un tema importante para algunos teólogos, porque de la presencia o ausencia histórica de las mujeres en la cena de la institución (de la que hablaremos después) deducen la posibilidad de que ellas puedan ser o no ser “ordenadas”.

Para el evangelio, el problema no está en que esas mujeres hayan estado o no en la Cena (¡puede suponerse que sí!), sino en que los varones oficiales (podríamos decir, los “ordenados”, que serían los Doce) han rechazado la pretendida ordenación, negando a Jesús y abandonándoles la muerte, de manera que la nueva historia mesiánica empezará de otra manera, desde las mujeres.

Pienso que ellas “tuvieron que estar” en la cena, pero no como los Doce, pues en todo el relato esos Doce aparecen como aquellos que van a entregar y negar a Jesús, mientras él les invita a culminar su obra (cf. Mc 14, 17-21. 25-31 par).

5. Jesús mantuvo hasta el final su proyecto,

incluso en contra de los suyos, y los suyos le abandonaron, no por simple miedo (¡cosa que sería muy respetable!), sino porque tenían otros propósitos de reino, en la línea tradicional del mesianismo nacional judío. Parece que cenaron con él, pero tuvieron que “discutir” y enfrentarse y, al final, se fueron (al final de la Cena o en Getsemaní). Ni Jesús, enviado mesiánico, pudo evitar la ruptura. Él les invitó a su Reino, de la manera más honda posible (como veremos en el próximo apartado): Leer más…

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Soy pan que me parto y me reparto. Soy Vida que me derramo para todos.

Jueves, 13 de abril de 2017
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servicio3Jn 13, 1-15

La liturgia de este día se centra en el recuerdo de la cena: el lavatorio de los pies y las palabras y gestos que dieron lugar a la eucaristía. Ni los evangelistas, ni los exégetas se ponen de acuerdo si fue o no fue una cena pascual. No tiene mayor importancia, porque para nosotros lo esencial está en lo que va más allá del rito judío de la cena pascual. Esta Pascua no es ya la pascua de los judíos. Es curioso que los tres evangelistas que narran la institución de la eucaristía, no hablen del lavatorio de los pies, y Juan que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía.

Tampoco sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. La protesta de Pedro deja claro que, en aquel momento, los discípulos no entendieron nada.

Sin embargo, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas palabras está encerrado lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros como cristianos. Por eso, la liturgia de hoy es de las más densas de todo el año.

Debemos tomar conciencia de la importancia de lo que celebramos, como la toma el evangelista Jn cuando ha hecho esa grandiosa obertura: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto grado. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.

Comenzamos por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve, no como señor. Lo importante no es el hecho físico, sino el simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano, está en el servir a los demás. Fijaos que ese profundo simbolismo es lo que se quiere manifestar en el evangelio de Juan.

El más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundiza en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Sospecho que la eucaristía se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, y proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Dios, que se da siempre y a todos sin condiciones ni reservas.

Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva que da Jesús a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amar a los demás, eso sí, como Dios ama, como Jesús amó. Una eucaristía celebrada como una devoción más, que comienza y termina en la iglesia, no es la eucaristía que celebró Jesús. Debemos hacer un verdadero esfuerzo por superar la tentación de seguir oyendo misa y comprometernos en la celebración de la eucaristía.

En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en una visión espiritualista y abstracta que no afecta a mi vida concreta. La presencia real de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una manera estática y física, nos ha impedido durante siglos, descubrir el aspecto vivencial del sacramento y dejarnos al margen de la verdadera intención de Jesús al compartir esos gestos con sus discípulos.

Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi­cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo” en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe. Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.

Por haber insistido exclusivamente en la presencia real de Cristo en la eucaristía, nos acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos debía de recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico por una adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que nada me exige y nada me motiva.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida y aceptada. Solo un Jesús des-trozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Descubrir que destrozarnos para que nos puedan comer, es también la meta para nosotros, es el primer objetivo de un seguidor de Jesús. Pero de esto hablaremos mañana, Viernes Santo.

Juan no menciona la eucaristía en el relato de la última cena, pero no se olvidó de un sacramento que tuvo tanta importancia para la primera comunidad. En el c. 6 de su evangelio, encontramos la explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”; y a continuación: “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que me presta su adhesión, nunca pasará sed”. Está muy claro que comer materialmente el pan y beber literalmente la sangre, no es más que un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre al servicio a los demás hasta deshacerse por ellos. El mayor peligro que tenemos hoy los cristianos es acercarnos al sacramento como medio de unirnos a Dios, olvidándonos de los hombres.

En el mismo c. 6, dice un poco más adelante: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” vivirá por mí”. No hay en todo el NT una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que le siga tendrá también esa misma Vida, la definitiva, la trascendente, la que no se verá alterada por la muerte biológica. Para hacer nuestra esa Vida, tenemos que aceptar la “muerte”, no la física, aunque también, sino la muerte a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber Vida. No se trata renunciar a nada, sino de conseguirlo todo. Todo lo que no es esa Vida, antes o después, se desvanecerá.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Carmen Soto: Lavaos los pies unas/os a otras/os.

Jueves, 13 de abril de 2017
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SNM128510 Jesus Washing the Feet of his Disciples, 1898 (oil and grisaille on paper) by Edelfelt, Albert Gustaf Aristides (1854-1905) chalk and grisaille on paper 58x47 © Nationalmuseum, Stockholm, Sweden Finnish, out of copyright El evangelio según Juan, es quizá uno de los textos más densos del Nuevo Testamento por su modo de ahondar en la figura de Jesús y su capacidad simbólica. En el relato en el que Jesús lava los pies a sus discípulos esta hondura adquiere un tono muy especial, no solo porque se realiza en los últimos momentos de la vida de Jesús, sino porque expresa una de las claves más radicales de su propuesta.

Jesús sabe que los líderes religiosos y políticos de su pueblo quieren matarlo y ha decidido que su modo de afrontar la persecución no va a ser huir, pero tampoco un enfrentamiento violento. En su respuesta quiere reflejar el perdón y la misericordia del ABBA que sostiene su vida. Su entrega no será un mero acto heroico, sino el testimonio del modo de afrontar el mal y la injusticia desde los valores el Reino, desde el sueño de Dios.

El relato de Juan, presenta a Jesús, como el anfitrión de una cena a la que ha invitado a sus amigos y amigas antes de la fiesta de la Pascua y los sorprende con un gesto que en su sociedad nunca haría una persona honorable: les lava los pies. Lavar los pies era un gesto de hospitalidad en las sociedades del mundo antiguo hacia quien llegaba a una casa de visita. Generalmente los desplazamientos se realizaban andando o en cabalgaduras y la mayor parte de las veces por caminos polvorientos, por lo que los pies de los/as visitantes llegaban sucios y cansados y por eso lavar los pies a los/as recién llegados/as era un modo de hacerlos/as sentir cómodos/as y acogidos/as en la casa a la que llegaban. Ese trabajo lo realizaban siempre las personas de menor estatus entre los habitantes de la casa, generalmente los esclavos o las mujeres.

Pedro, desde los valores aprendidos, se escandaliza de que el maestro tuviese la osadía de ponerse de rodillas ante sus discípulos/as y aparecer como un esclavo. Para él lo honesto es negarse a dejarse lavar los pies porque sería vergonzoso y una falta de respeto aceptarlo. Jesús insiste, poniéndolo en una situación comprometida: o acepta o deja de ser su seguidor. La respuesta de Pedro es rápida y decidida, aunque exagerada. Jesús lo invita a la moderación en las formas, pero a la hondura en la fe y en el compromiso: “Quien se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues el resto está limpio” (Jn 13,10).

Con un gesto aparentemente insignificante Jesús rompe las fronteras que los seres humanos construimos para diferenciarnos, para mostrarnos superiores. Lavando los pies a sus amigos los invita a entrar en un espacio nuevo, para construir relaciones diferentes, en las que desaparecen las barreras de género, estatus, poder, religión y se construye desde el respeto, el encuentro y la equidad.

De este modo, Juan, recuerda a su comunidad que la actitud más importante para seguir a Jesús es el servicio; pero no cualquier servicio, sino el que no da prestigio, ni honorabilidad, y el realizarlo, suponía igualarse con la gente más pobre e insignificante. Ver a Jesús lavando los pies a sus compañeros y compañeras de mesa, sonaba a subversivo, aun para los y las que le habían seguido. Escucharlo preguntándoles si entendían el gesto que acababa de realizar desafiaba lo aprendido, urgía a construir la comunidad desde otros criterios, desde otra mirada, desde otro lugar.

Lavar los pies es hacer memoria de la vida y misión de Jesús, es dejarse seducir por lo pequeño de la historia, por la debilidad del amor, por la grandeza del perdón, por la hondura de la gratuidad como la de aquella mujer anónima que derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús reconociéndolo como mesías (Mc 14, 1-9) y de la que el mismo Jesús dijo: Os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia, se mencionará también lo que ella ha hecho. (Mc 14,9).

Un nuevo jueves santo más, pongámonos a los pies del mundo, apostemos por vivir de otra manera, hagamos del amor el origen de todas nuestras acciones y del servicio el modo de mirar el mundo y así, seremos como la mujer del perfume, memoria de la Buena Noticia de Jesús que aquella noche se puso de rodillas para lavar los pies a sus compañeros/as de mesa.

Carmen Soto, ssj

Fuente Fe Adulta

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Tratémonos como hermanos.

Jueves, 13 de abril de 2017
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el-abrazo-1976-juan-genoves-custom2Hermanos, hoy recordamos la cena de Jesús con sus discípulos. Jesús sabe que su “hora” ha llegado, que es el momento de “pasar de este mundo al Padre”. Y mientras cenaba, se levanta y se pone a lavar los pies a sus discípulos. Su amor por los suyos le lleva al servicio. Oremos.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, que nuestra Iglesia tome conciencia de lo que es su primera misión y su razón de ser: servir siempre hasta la entrega de la propia vida. Y servir con sencillez, sin valerse de su condición y de su misión para ponerse por encima de los demás.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, que todos los seguidores de Jesús, seamos capaces de captar la hondura de la propuesta que hoy nos hace y con valentía optemos por una vida que se gaste sirviendo a los más desfavorecidos.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, sacúdenos de nuestros acomodamientos, cambia nuestra mirada para que sepamos ver y responder a tantas necesidades como se viven en nuestros entornos.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, que todos los hombres y mujeres que viven en situaciones exclavizantes encuentren cómo salir de esos contextos y así conocer que otra vida más digna, justa y humana es posible.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

Padre bueno, en este día del amor fraterno, te damos las gracias por el amor con que en tu hijo nos has amado, que su entrega aliente nuestra vida y su ser servicio nuestro modo de vida. Te damos las gracias porque en Jesús te reconocemos como Padre que nos quieres y sostienes.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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Crecer en la amistad

Miércoles, 1 de marzo de 2017
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juan_jesusPregón de Cuaresma

Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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¿Qué me traes, día de hoy?

Jueves, 26 de enero de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Cada día nos tiene reservada una sorpresa. Pero únicamente si la esperamos seremos capaces de verla, oírla, sentirla, cuando se nos presente.

No tengamos miedo a recibir la sorpresa de cada día, ya llegue en forma de tristeza o de alegría. Ya sea pequeña y trivial, o significativa.

Se creará un nuevo espacio en el que podremos dar la bienvenida a una nueva experiencia y celebrar de forma más plena nuestra humanidad compartida. “

“La alegría y la tristeza nunca llegan solas. Cuando nuestros corazones se regocijan ante una vista espectacular al mismo tiempo podemos echar de menos a nuestros amigos que no están presentes en ese momento para disfrutarla. Y cuando nos embarga el dolor quizás podamos descubrir el valor de la verdadera amistad. La alegría está oculta en el dolor y el dolor en la alegría. Si tratamos de evitar a toda costa la tristeza puede que nunca experimentemos la alegría y, si desconfiamos del éxtasis, tampoco podrá alcanzarnos nunca la agonía. La alegría y el dolor son los padres de nuestro crecimiento espiritual.”

*

Henri Nouwen

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“Dos humanidades” por Koldo Aldai

Jueves, 25 de agosto de 2016
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933730_25188496El magnate populista y faltón, recién iniciado en su carrera ya oficial hacia la Casa Blanca insiste en que América es lo primero (“America firts”). Cala el mensaje de Trump. Hay demasiados norteamericanos, demasiados humanos que deseamos ser los primeros en más derechos, en más privilegios en olvido de los otros. Si todos queremos ser los primeros, no habrá sitio para los últimos en este gran hogar planetario. Un futuro más halagüeño lo alumbrará el deseo convencido de un creciente número de humanos de no ganar privilegios a costa o en detrimento de terceros. Las naciones operan a imagen y semejanza de nosotros, los súbditos. Un pueblo es grande cuando acoge, abre sus puertas, ayuda, se vuelca en el progreso global, no sólo propio. Hacer de nuevo grande a América (“Make America great again“) tiene por lo tanto más que ver con hacerla solidaria con los destinos del mundo, que hacerla más rica, imperial y belicosa.

América no es lo primero, tampoco Inglaterra, tampoco España… En esta inmensa nave por nombre Tierra, que no permitiremos que se hunda, lo primero son las mujeres y los niños. Lo primero son las que redondean su vientre, alumbran vida y acercan nuevas generaciones. Lo primero son los ancianos y desvalidos, los explotados, los perseguidos por causa de la libertad y la justicia, los refugiados que huyen del horror de la guerra. Lo primero son los que sufren, los que no tienen pan para su estómago, ni pizarra para sus hijos. Son los hermanos de cualquier raza, condición o color que no tienen sus más elementales necesidades satisfechas.

Observamos de forma cada vez más nítida las dos humanidades diferenciadas. Tenemos por un lado la humanidad del “exit”, la que colmada de miedos se arma, se blinda, la que desea salirse de todos los afanes comunes, de todos los esfuerzos colectivos, globales, unitarios en ciernes. Es la humanidad del ombligo, la que conjuga sólo en primera persona, la que únicamente sigue la supuesta lógica, la más ilógica de todas, del beneficio, del privilegio propio en perjuicio de la Tierra y la comunidad más o menos global.

Veremos a esa humanidad en América, pero también en el corazón de Europa o en Inglaterra. La veremos agitar pancartas de “not ilegals, not refugees, not foreing workers…” temerosa de perder lo que ha gozado, de que el bienestar sea una dicha cada vez más extendida. Es una humanidad sin futuro, pues éste es una geografía siempre colectiva. Es una humanidad insostenible, porque con el individualismo la vida palidece, se seca y acaba muriendo. Está por todas partes, allí donde el humano piensa sólo en sí mismo. Ahora sale claramente a relucir en los pasteles de colores que cantan los resultados de las elecciones en muchos países. Esos escrutinios, en los que se juegan a menudo unas fronteras más o menos abiertas, delatan la extensión de esta humanidad temerosa.

Felizmente hay otra humanidad que no cree en los privilegios, que siente que todos somos los primeros, que hemos de avanzar unidos, sin dejar a nadie atrás. Es la humanidad que no tiene miedo a compartir, que piensa y siente en clave colectiva, que no ve al foráneo, al refugiado como un estorbo, sino como un hermano en apuros, necesitado de ayuda. Es la humanidad que establece puentes, alianzas, que cree que las fronteras son una rémora del pasado que irán cayendo, que nos iremos cada día más y más uniendo. Es la humanidad que busca cooperar en los más diversos ámbitos.

La disyuntiva se nos presenta global e individualmente. No sólo los pueblos y la naciones deben pronunciarse al respecto; también a nivel individual nos habremos de plantear si somos de los que abren o cierran los brazos, de los de la acogida o del blindaje, de los que soñamos en un mundo en el que haya un sitio para todos, o únicamente para los de mi equipo de fútbol, para los de mi clase social, mi nación, mi religión, o los que tienen mí mismo color de piel… El futuro se escribirá en clave de compartir y cooperar o no se escribirá. ¿Cuál de las dos humanidades saldrá adelante? Esperamos que la del corazón abierto y generoso, la del alero ancho, no a costa de la otra atrincherada, sino sencillamente porque la primera habrá conseguido ganar, abrazo tras abrazo, el endurecido corazón de la blindada.

Koldo Aldai

Fuente Fe Adulta

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“La cara y la cruz evangélica”, por Gabriel Mª Otalora

Sábado, 2 de julio de 2016
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70400874_3068f18894_oLeído en la página web de Redes Cristianas

A los católicos acomodados del Primer Mundo se nos hace cuesta arriba ejercer de buenos cristianos. Argumentamos que la cruz es difícil y dolorosa la exigencia de la puerta estrecha. Pasamos por alto que las normas de Dios son para nuestro beneficio, porque el camino fácil acaba por endurecernos las entrañas secando lo mejor que existe en el corazón humano; ya estamos viendo el tipo de selva que somos capaces de crear cuando nos apartamos las enseñanzas del Maestro.

Pero también solemos olvidarnos de los frutos maravillosos de la Buena Noticia cuando se convierte en acciones de amor, aunque suele costar, y a veces mucho. Subir a una montaña se puede percibir desde el cansancio y las dificultades pero también desde la belleza que ofrece la naturaleza y el sano ejercicio.

Veamos un ejemplo concreto de hasta qué punto el mensaje de Jesús puede llegar a ser maravilloso cuando damos un paso al frente. Nos lo cuenta Joan Chittister en uno de sus libros. Ocurrió en una conferencia en Asia para analizar los problemas de las mujeres de todo el mundo, pero en especial de las necesidades de las de los países en desarrollo, donde la mayoría de participantes eran pobres y mujeres, y solo unos cuantos eran activistas bien financiados u observadores oficiales. Cuando se intercambiaron los correos electrónicos entre los participantes para mantener el contacto, una de ellas llamada Rose, una keniata pastora de una iglesia presbiteriana africana, justificó dejar en blanco su dirección de e-mail diciendo que no tenía correo electrónico porque era muy caro para su comunidad. Y cuando podía utilizarlo, la conexión era demasiado lenta para resultar eficaz y fiable. Cuando terminó la conferencia y todos se despedían, otra conferenciante le dijo a Joan Chittister justo antes de compartir el taxi juntas: “No puedo irme sin ver antes a Rose. Le prometí que le daría una cosa”.

“¿Qué le diste a Rose?”, le preguntó Chittester durante el trayecto en taxi a su compañera. “Mi tarjeta de crédito”, me respondió. “¿Tu tarjeta de crédito?” -dijo la religiosa asombrada-: ¿y por qué demonios se la has dado?”, le volvió a preguntar. “Para que pueda pagar las mensualidades de su correo electrónico”, le respondió tranquilamente.

La alegría de compartir en estado puro toma aquí la más alta expresión de madurez humana. Esta actitud de salir al paso de la necesidad ajena con audacia, es la esencia de la Eucaristía. Y de la oración de petición misma, en su mejor versión de pedir luz y fuerza para avanzar en el camino de la solidaridad. En Occidente somos más de los Mandamientos que de las Bienaventuranzas, estamos centrados en “no hacer el mal” más que en “hacer el bien”. Nos olvidamos de la audacia del samaritano en su camino a Jericó y de la flagrante transgresión de Jesús en varios Sabbat cuando cura por amor a quienes sufren.

Ponemos puertas intelectuales y espirituales a la audacia del amor. Nos falta fe en las maravillas del Espíritu: Señor, haz que vea; que sea tu luz para otros aunque tenga que ser a contracorriente de mis planes o mis medidas. Amén.

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Maestro, ¿qué hacemos nosotros?

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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El Sur,
el Sur,
¡no el Occidente, hermanos!

Somos pobres,
pero somos
mayoría
¡y el futuro!

Gracias a tu ayer,
habrá para ellos
un mañana,
hermano.

Mi hoy, entre los dos,
ha de ser responsable
como un arco de Historia
en el puente del Reino.

¿Qué le dice el Tercer Mundo
al Primer Mundo?
– ¡Si no fuerais lo que sois,
podríamos ser
los que somos!

¿Por qué lo que es de todos
no es de nadie,
si todos somos todos?

Dos son los problemas,
dos:
los demás
y yo.

Vuestros tiempos perdidos
son mi tiempo de canto.
Me anticipo a gritaros que ya es hora.
(Quizás roncos de angustia,
por causa de la noche,
los gallos, los poetas, despertamos el día).

*

EUCARISTÍA
Para Arturo Paoli

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras, 1994

***

¿Qué hacemos nosotros?

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?

Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”

Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?”

Él les contestó: “No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.”

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

– “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizara con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.”

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

*

Lucas 3, 10-18

***

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“Repartir con el que no tiene”. 3 Adviento – C (Lucas 3,10-18)

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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03_adviento_C-251x300La palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.

El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.

Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.

¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?

Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?

Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es esta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.

Por eso, hemos valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.

José Antonio Pagola

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Dom 13.12.15. Juan Bautista, hombre de Adviento

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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san juan bautista el grecoDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 3 Adviento. Lucas 3, 10-18.

La liturgia de este domingo sigue insistiendo en la figura y mensaje de Juan Bautista, y aprovecho la ocasión para ofrecer una visión de conjunto de su vida y obra, conforme al testimonio de las fuentes antiguas (Flavio Josefo, Q, Sinópticos), dejando a un lado la tradición del Cuarto Evangelio y de la literatura posterior.

El trabajo puede parecer algo erudito y está pensado para la discusión y estudio, pero pienso que algunos lectores del blog podrán encontrarlo valioso para entender mejor el sentido de Juan en el comienzo del mensaje y de la vida de Jesús, en este tiempo en el que siguen escuchándose anuncios de juicio.

En el centro del Adviento la Iglesia ha colocado al “precursor” de Jesús, como un vigía, una voz de aviso. Hubiera sido difícil encontrar un personaje más significativo, más actual.

He presentado parte de este material en otros lugares, y en parte en este mismo blog. He vuelto a fijarlo, de un modo más organizado en el Gran Diccionario de la Biblia, donde podrá encontrarlo quien lo busque. Pero he pensado que algunos lectores agradecerán la visión de conjunto que sigue. Mañana o pasado comentaré en concreto el evangelio del domingo, con la propuesta económica de Juan Bautista, conforme al evangelio de Lucas.

Marcos. Juan y su gente (Mc 1, 1-8).

gran-diccionario-de-la-bibliaDel origen de Juan Bautista no sabemos mucho, pues los datos sobre su familia y nacimiento que ofrece Lucas (Lc 1) son más teológicos que históricos, aunque al fondo puede haber algunos elementos fiables. Según ellos, Juan pertenecía a una familia levítica del entorno de Jerusalén y se educó en el “desierto”, como los esenios de Qumrán (aunque quizá no con ellos).

De todas formas, parece que, por su origen, era un sacerdote, preocupado por el pecado y la pureza, no un “hijo de David” como Jesús, pero abandonó su posible función laboral y/o cultual para hacerse profeta. No aceptó el dominio de la ciudad sagrada (Jerusalén) sobre el campo, ni admitió la autoridad del templo; por eso volvió a los principios de la historia de Israel, en el desierto, para anunciar el juicio .En esa se sitúa el texto básico Marcos:

Comienzo del evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. Según está escrito en el profeta Isaías, “mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino, voz del que grita en el desierto: (Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos!” surgió en el desierto Juan el Bautista, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él y, después de reconocer sus pecados, Juan los bautizaba en el río Jordán… Esto era lo que proclamaba: “Detrás de mí viene el que es Más Fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo (Mc 1, 1.5.7-8).

Marcos mira a Juan desde una perspectiva cristiana y le interpreta como principio del evangelio. Eso significa que, a su juicio, el mensaje de Jesús no provenía de los sacerdotes levitas, encargados de mantener la sacralidad del templo; por eso, él no irá a Jerusalén para recibir instrucciones. Jesús tampoco se sitúa en la línea de los escribas oficiales, que frecuentan las escuelas más o menos oficiales y definen lo puro y lo manchado (cf. Mc 6, 1-6; Mc 7, 1-3), ni se apoya en las tradiciones de heroísmo nacional guerrero, simbolizadas por los antiguos macabeos o los nuevos celosos. Jesús quiso aprender con el mensaje y proyecto del Bautista.

Notas esenciales de Juan, según Marcos

El Juan Bautista de Marcos está al servicio de Jesús, pero muestra unos rasgos que son específicamente suyos (de Juan) y que le definen como uno de los profetas apocalípticos que abundaron en su tiempo. Éstos son sus rasgos básicos, que no han sido ni pueden ser cristianizados en la línea posterior de la Iglesia.

1. La alternativa del desierto.

Jesús iniciará su camino en Galilea (Mc 1, 14), para culminarlo en Jerusalén. Juan, en cambio, ha quedado en el desierto hasta el final (hasta que le prenda el rey Herodes Antipas; cf. Mc 1, 14), sin cruzar el Jordán ni entrar en la tierra prometida, en la situación de los israelitas anteriores a Josué. Desde ese fondo rechaza las estructuras sociales y las instituciones sacrales de los judíos instalados ya en la tierra. Su estilo de vida es signo de condena para los sacerdotes y los ricos. Por eso vuelve al principio de la historia israelita (trazada en los libros que van del Éxodo al Deuteronomio), reuniendo a unos discípulos en el desierto y preparar la llegada del juicio de Dios, que les permitirá entrar en la tierra prometida.

2. Un río de frontera.

Allí donde acaba el desierto discurre el Jordán y aquellos que lo crucen de verdad (como hicieron antaño Josué y los suyos; cf. Jos 1-4) recibirán la herencia de la tierra prometida. A la vera del río habita Juan, preparándose para pasar a la tierra y recibir el don de Dios (Mc 1, 5). En su entorno se forma una “iglesia” de entusiastas escatológicos, atentos al primer “movimiento” del agua (cf. Jn 5, 3-4) para atravesar el río y entrar en la tierra prometida. Juan no lo hará, pues le matarán antes de cruzarlo. Jesús lo cruzará para iniciar la tarea del Reino en Galilea.

3. Vestido de profeta.

Juan y sus discípulos se cubren con pelo de camello y cinturón de cuero (Mc 1, 6). Así recuerdan a Elías, profeta ejemplar (a quien seguirá recordando Jesús), anunciador del juicio de Dios sobre el Carmelo (cf. 1 Rey 18). Estas vestiduras son signo de austeridad profética y de vida de desierto (antes de entrar en la tierra cultivada). Pero el camello no es sólo señal de austeridad sino de impureza (cf. Lev 11, 4). Así cubierto, Juan protesta contra las normas de los “miembros puros” de Qumrán o del farisaísmo. Jesús seguirá en esa línea de protesta, pero en Galilea, acogiendo y ayudando de un modo especial a los impuros.

4. Comida: saltamontes y miel silvestre (Mc 1, 6).

Parece evocar un ideal de vuelta a la naturaleza, antes que los hebreos entraran en la tierra prometida (alimentos sin preparar, no sujetos a las leyes del mercado). Juan y sus discípulos forman, por su comida y vestido, una comunidad contra-cultural y anti-cultual (no compran en el mercado; no acuden al templo, ni acatan las normas de pureza de puro y/o de qumranitas). Ellos son unos “transgresores” (la miel silvestre era impura, por contener restos de mosquitos e insectos. En esa línea avanzará Jesús, pero no comiendo de desierto, sino compartiendo la comida con impuros y expulsados.

5. Conversión y bautismo.

El Más Fuerte. La vida penitencial, que culmina y se expresa en el bautismo, ofrece a los discípulos de Juan la mayor esperanza: pasarán el Jordán y entrarán, de manera liberada, en la tierra prometida. El texto acentúa la función de Juan (¡yo os bautizo…!: Mc 1, 8), el contexto destaca su personalidad: ha convocado un grupo de seguidores, llevándoles al desierto y bautizándoles en el río de las promesas, con la certeza de que viene el Más Fuerte, es decir, el mismo Dios (o su delegado final, en línea mesiánica).

6. El río y lo de más allá.

Juan es profeta del río. Permanece al otro lado, llega hasta el agua e introduce a los creyentes (convertidos) en sus aguas de juicio y esperanza. Pero no se atreve a forzar el río e ir más allá, porque sólo Dios puede “dividir de verdad las aguas”, a fin de que los liberados pasen al otro lado, con la colaboración del Más Fuerte. En el fondo de su gesto hallamos la “esperanza de Josué”: cuando las aguas se abrieron y los israelitas pasaron a la tierra prometida (cf. Jos 5. Esa esperanza de que las aguas del río se mueran está al fondo. Jn 5, 1-15). Sólo Dios o su delegado mesiánico puede “abrir el agua”, para que crucemos de la orilla del desierto a la tierra prometida. Pues bien, Jesús dirá que Dios ya ha llegado, y pasará el Jordán para realizar los signos del Reino en Galilea .

Juan eleva así protesta contra el judaísmo más oficial de su tiempo, esperando el signo de Dios para cruzar el Jordán e iniciar una vida nueva en la tierra prometida. Ciertamente, el Bautista aguarda el juicio de Dios, pero ése no es un juicio final/final de destrucción del mundo, sino un juicio histórico/escatológico.

Los discípulos de Juan no fueron penitentes puros, sino hombres y mujeres de esperanza, animados por la exigencia de conversión y la certeza de que Dios les abrirá las puertas de la tierra prometida. Así se situaron, a la orilla del Jordán, en la orilla del desierto de las promesas y los nuevos comienzos, dispuestos a escuchar la voz de Dios y ponerse en pie para cruzar el río y llegar a la orilla de la libertad. No necesitan programar lo que vendrá después: será Dios quien hablará, actuará el Más Fuerte. Entre los que esperaron que se abriera el río y llegara el Más Fuerte estuvo por un tiempo Jesús Galileo.

Juan y Bano, dos bautistas. Marcos y Flavio Josefo

Marcos y los restantes evangelios saben que Juan ha reunido a muchos hombres y mujeres de Judea y Jerusalén, que se convierten y bautizan (Mc 1, 4-5), y sabe también que ha tenido discípulos más íntimos, que le han seguido fielmente (cf. Mc 2, 18) y que han recogido y enterrado su cuerpo, decapitado por Herodes (6, 29). Es muy posible que conozcan otros detalles de la doctrina y la vida de Juan (cf. Mt 3, 1-12; Lc 3, 1-9; Jn 1, 19-28 etc.), pero sólo han destacado sus relaciones con Jesús y en ese contexto hemos podido hablar de las gentes del Bautista. Leer más…

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Dom 3 Adviento: Deberes de todos: Gente llana, hacienda/comercio, soldados (Continuación…)

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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La predicación de Sn. Juan el Bautista. 1634-1635. Rembrandt.Del blog de Xabier Pikaza:

Tercer Domingo de Adviento. Ciclo b. Sigo con el tema de ayer, que es el mensaje moral del Bautista, que aparece en la imagen alumbrando con su exigencia de justicia la gran cueva de la tierra.

Andan los políticos de propaganda, anunciando reinos nuevos, si ganan las elección, y diciendo a unos y otros que cumplamos los deberes; no estaría mal que escucharan al Bautista, lo mismo que todos, la gente de a pie, los publicanos de la hacienda y el comercio, los soldados.

Pues bien, en este contexto de espera de Navidad, la liturgia sigue recordando a Juan, que proclamaba los auténticos deberes de Adviento, al servicio de la igualdad y la justicia entre los hombres:

– Deberes para todos
‒ Deberes para la gente de la hacienda y el comercio
‒ Deberes para los soldados

Ayer he presentado en una postal larga la historia de Juan y sus relaciones con Jesús. Hoy me fijo sólo en la tabla de deberes, que él expone ante todos, según el evangelio de Lucas.

Estos deberes son universales, para los hombres y mujeres, pero él Juan los aplica de un modo especial a publicanos y soldados (gente de dinero y de poder: ricos y políticos), pues ellos deben convertirse primero y cumplir bien su función al servicio de la vida humana.

No hay una norma de Iglesia, una moral de sacerdotes… Ellos han de cumplir la moral de todos: el que tiene dos túnicas de una al que no tiene, y el que tenga comida que haga lo mismo

Al servicio de la casa, comida y vestido de todos han de estar publicanos y soldados (funcionarios del dinero y la política), y todos los demás, incluida la Iglesia.

Esto es lo que Juan, según el evangelio de Lucas, como una ley básica, es decir, natural o, mejor dicho, humana. Es lo que debe pedir (y sobre todo ofrecer) la Iglesia a todos, si es que quiere ofrecer su Navidad y ser significativa para el mundo . Buen Adviento a todos.

Texto. Lc 3, 10-18, una justicia para todos

Tiene dos partes. Una (a) recoge y actualiza el mensaje moral de los profetas. Otra (b) retoma el motivo apocalíptico. Aquí voy a centrarme sólo en la primera: Lc 3, 1-14

1) La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? 11 Y les contestaba: 1 El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo.

2) Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: –-Maestro, ¿qué tenemos que hacer? Él les respondió: –No exijáis nada fuera de lo fijado.

3) También los soldados le preguntaban: – ¿Y nosotros qué tenemos que hacer? Juan les contestó: –No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaos con vuestra paga.

Juan, los deberes humanos.

Lucas presenta en mensaje de Juan Bautista desde una perspectiva ética, que puede y debe aplicarse a todos los pueblos. Deja a un lado los aspectos exclusivamente judíos (confesionales) de su mensaje y lo condensa en una tabla ética de deberes sociales, que se aplican primero a todos los hombres y mujeres y luego a dos estamentos especial: los publicano-comerciantes y los soldados.

Es aquí donde, a mi juicio, debería situarse el mensaje de la Iglesia cuando habla a la sociedad civil (sin necesidad de apelar a Jesús)… Éste es un mensaje humano: Bástale al hombre una casa, bástale una túnica… Todo lo que sea más ha de ser para compartirlo.

Éste es un mensaje muy sencillo. No necesita reuniones episcopales, ni consejos de Europa, ni comisiones internacionales. Es un mensaje inmediato y cercano, de comunión humana, pacífica, sencilla, generosa.

Es un mensaje que cree en el hombre… No se trata de “matar” a publicanos y soldados, sino de descubrir que también ellos son humanos, iniciando la gran revolución de la igualdad y comunicación. Es aquí donde debería ofrecer su ejemplo la iglesia de Roma y la de Salamanca, , con todas las iglesias:

1) Norma Universal. Deberes de la gente. Igualdad básica:

“El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna,
y el que tenga comida que haga lo mismo”.

Los problemas de fondo son comida y vestido; y en ambos casos la exigencia de la “moral profética” es el compartir:

‒ El vestido” son las posesiones, empezando por la casa (el primer vestido), y siguiendo por la rompa…: quien “conserve” o tenga algo que le sobre (dos casas, dos euros) mientras otro no tiene nada… va en contra de la moral profética (que aquí tomamos como “moral natural”)… Esto se aplica a todos, como moral político, pero debe cumplirse de un modo especial en la Iglesia. No hay aquí mandatos sagrados de catecismos especiales, sino la norma primordial de la vida humana: Que todos los bienes son comunes, al servicio de los necesitados. Todo lo demás es ideología, venga de donde viniere, del cuartel, del banco o del mismo campanario.

‒ Quien almacene comida mientras otros hombres o mujeres pasa hambre… no puede ni siquiera acercarse a Jesús…, no puede pasar por Juan Bautista. Almacenar comida es tener los bancos llenos, al servicio de uno mismo, de mi propio grupos… Toda comida almacenada para algunos, mientras otros pasan hambre va en contra del mensaje del Bautista, de la ley originaria de la vida.

Ésta es la única moral, éste es el único mensaje profético para todos los hombres, sean o no cristianos: La finalidad de la vida no es amontonar casas, vestidos, dinero… sino compartir entre todos. La economía y la vida ha de ponerse al servicio de todas las personas.
No se trata por ahora de creer en Jesús, ni de aceptar la iglesias, dogmas o jerarquías especiales… La verdad profética de adviento consiste está en compartir la vida: El hombre sólo puede poseer aquello que necesita para vivir, de forma que debe dar aquello que le sobre a quien no tiene nada (o tiene menos). Ahí pueden ir algunos ejemplos:

— Pisos, casas e iglesias vacías… han de ser para aquellos que no tienen ningún piso, iglesia o casa…
‒ Los que tienen dos pisos han de dar uno a quien no tiene ninguno… haciendo así que la producción y el comercio se ponga al servicio de la igualdad (fraternidad) no del capital.
‒ Todo lo que a uno le sobra mientras otros pasan hambre no es suyo, es de los pobres

2) Norma para los publicanos, la gente de hacienda y negocios:
“No exijáis nada fuera de lo fijado”.

Publicanos son los que dirigen la economía, cobrando los impuestos para los servicios públicos… En sentido extenso, publicanos son hoy todos los que “manejan” dinero público (desde las multinacionales hasta los empleados de hacienda, gentes del BM, del FMI etc).

Juan supone que debe haber un orden económico, una norma buena, bien establecida (en griego: diatetagmenon), una taxis, un tipo de “sistema” que regula las relaciones económicas, al servicio de todos… Evidentemente, Juan sabe que lo establecido puede ser injusto, y en ese caso debe cambiarse, al servicio de la norma 1 (todo lo que sobra es para los pobres), pero piensa que en principio los gestores del dinero pueden cumplir un buen servicio (¡no los manda al infierno a la primera, como haríamos muchos de nosotros, cansados ya de tanto cinismo y manoseo!).

Juan Bautista les pide a los “gestores” del sistema que sólo “exijan” (sólo cobren) lo regulado por su servicio (suponiendo que cumplen la norma 1: Todo lo que sobra es para los pobres). Eso significa que ha de haber publicanos que organizan el sistema económico… Pero ellos no pueden hacerse dueños del sistema para servicio particular, sino para bien de todos.

Este Juan (conforme a la versión de Lucas) es un indignado, pero dentro del sistema, para cambiarlo al servicio del bien común. No aparece como un incendiario que quema las mieses por venganza; es un hombre del orden y el sistema, pero un orden y un sistema para bien de todos. Y aquí se vuelve a la norma primera: la economía ha de estar al servicio del reparto de túnicas y de comida (es decir, de humanidad).

3)Norma para los soldados.
No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie,
y contentaos con vuestra paga.

Juan vive en un “imperium”, es decir, en una sociedad militarista, organizada y presidida por soldados (el emperador era el primer soldado). Donde él decía “soldados” deberíamos decir hoy “soldados y políticos, policías y agentes del orden”, es decir, funcionarios de la administración política.

Muchos judíos de aquel tiempo querían que se aboliera el imperio, que no hubiera soldados. Juan, en cambio, los admite, pero quiere ponerlos al servicio de la comunión universal. Así reconoce la necesidad de unos “funcionarios” que pueden entenderse casi como “policía” al servicio del orden del imperio. No es antimilitarista, no es anarquista… No es tampoco un celota guerrillero. Admite a los soldados/funcionarios (con cierto poder), pero cree y dice que ellos deben cambiar y por eso les pide a los soldados tres cosas.

(a) No uséis la violencia. Juan nos sitúa ante unos soldados que no son ya portadores de violencia (no emplean la espada, van sin armas…), sino ministros de la paz, es decir, de un orden social que no puede imponerse matando, sino protegiendo y ayudando. Éstos soldados tendrían que ser “pacifistas activos”, dispuestos, en el fondo, a dejarse matar para proteger a los débiles. Unos soldados que no luchan contra otros soldados, sino que defienden a los pobres e indefensos.

(2) No hagáis extorsión a nadie.
El texto utiliza una palabra muy plástica “me sykophantêsete”, no ser “psicofantes”, no utilizar la propia ventaja para oprimir a los demás. Esto implica, en el fondo, no emplear el poder para servicio propio, no acusar a los demás y oprimirles, buscando así la ventaja propia. Esto que se dice así de los soldados debe aplicarse a todos los funcionarios públicos, a todos los que pueden emplear su autoridad o poder para “engordarse” a sí mismos: ¡No utilizar nunca el poder para ventaja propia!

(3) Contentaos con vuestra paga. El poder de las armas se ha asociado desde antiguo al robo y al enriquecimiento. Juan pide a los soldados que no utilicen su poder para enriquecerse. Lo mismo puede y debe decirse de todos los funcionarios públicos (desde los banqueros hasta empleados de la administración): ¡Hay una para que debe ser justa, un dinero público para bien de todos! Contentarse con ello, y en caso de duda acudir a la norma 1: Si tienes dos túnicas dale una a quien no tiene ninguna.

Conclusión y apéndice. Juan Bautista según F. Josefo y

Ésta es la moral natural de Juan Bautista… Éste es para Lucas el punto de partida para llegar al evangelio. Jesús es algo más (es gratuidad). Para llegar a Jesús hay que pasar por Juan Bautista.

De esa forma, el evangelio de Lucas se sitúa cerca del historiador Flavio Josefo que, por aquellos mismos años (hacia el 90 d. C.) presenta a Juan como a moralista, que pide la conversión interior para los hombres

Juan, de sobrenombre Bautista… era un hombre bueno que recomendaba incluso a los judíos que practicaran las virtudes y se comportaran justamente en las relaciones entre ellos y piadosamente con Dios y que, cumplidas esas condicione, acudieran a bautizarse…, dando por sentado que su alma estaba ya purificada de antemano con la práctica de la justicia. Y como el resto de las gentes se unieran a él (pues sentían un placer exultante al escuchar sus palabras), Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular (puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía), optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión… Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella» (Antigüedades, XVIII, 116-119; Trad. J. Vara, Akal, Madrid 2002).

Josefo ha querido presentarle como un moralista, parecido a los estoicos y cínicos de su entorno, un predicador de la virtud, en la línea de Lucas 3, 10-14. Pero aún así hay una diferencia básica. Josefo parece destacar más el aspecto interior y personal del mensaje de Juan. Lucas en cambio pone de relieve el aspecto social.

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“Tierra Nuestra, Libertad”: “Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”

Domingo, 26 de julio de 2015
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Tierra Nuestra, Libertad”.

Esta es la Tierra nuestra:

¡La libertad,

humanos!

Esta es la Tierra nuestra:

¡La de todos,

hermanos!

La Tierra de los Hombres

que caminan por ella

a pie desnudo y pobre.

Que en ella nacen, de ella,

para crecer con ella,

como troncos de Espíritu y de Carne.

Que se entierran en ella

como siembra

de Ceniza y de Espíritu,

para hacerla fecunda como a una esposa madre.

Que se entregan a ella,

cada día,

y la entregan a Dios y al Universo,

en pensamiento y sudor,

en su alegría

y en su dolor,

con la mirada

y con la azada

y con el verso…

¡Prostitutos creídos

de la Madre común,

sus malnacidos!

¡Malditas sean

las cercas vuestras,

las que os cercan

por dentro,

gordos,

solos,

como cerdos cebados;

cerrando,

con su alambre y sus títulos,

fuera de vuestro amor

a los hermanos!

¡Malditas sean

todas las cercas!

¡Malditas todas las

propiedades privadas

que nos privan

de vivir y de amar!

¡Malditas sean todas las leyes,

amañadas por unas pocas manos

para amparar cercas y bueyes,

hacer la Tierra esclava

y esclavos los humanos!

¡Otra es la Tierra nuestra, hombres todos!

¡La humana Tierra Libre, hermanos!

*

Pedro Casaldáliga

Tierra nuestra, libertad, Editorial Guadalupe, Buenos Aires 1974, 151 pp

***

 

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:

“¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”

Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe contestó:

“Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.”

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:

“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?”

Jesús dijo:

“Decid a la gente que se siente en el suelo.”

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

“Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

“Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.”

Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

*

Juan 6,1-15

***

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“Nuestro gran pecado”. 17 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,1-15)

Domingo, 26 de julio de 2015
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17-852853El episodio de la multiplicación de los panes gozó de gran popularidad entre los seguidores de Jesús. Todos los evangelistas lo recuerdan. Seguramente, les conmovía pensar que aquel hombre de Dios se había preocupado de alimentar a una muchedumbre que se había quedado sin lo necesario para comer.

Según la versión de Juan, el primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús. Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano.

Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero.

Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».

La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?

Jesús piensa en Dios. No es posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas mueran de hambre. Por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo, «levanta los ojos al cielo y dice la acción de gracias». La Tierra y todo lo que nos alimenta lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a todos sus hijos e hijas. Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para vivir es que lo hemos olvidado. Es nuestro gran pecado aunque casi nunca lo confesemos.

Al compartir el pan de la eucaristía, los primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo resucitado, pero, al mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían sus bienes con los más necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado todavía el Espíritu de Jesús.

José Antonio Pagola

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“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. Domingo 26 de julio de 2015. Domingo 17º de tiempo ordinario.

Domingo, 26 de julio de 2015
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42-ordinarioB17 cerezoLeído en Koinonia:

2Reyes 4,42-44: Comerán y sobrará.
Salmo responsorial: 144: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Efesios 4,1-6:Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Juan 6,1-15: Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

2Re 4, 42-44

La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se nos presenta la multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para sentir su fuerza y su energía.

Ef 4, 1-6

Este texto es una exhortación a la unidad. Pablo desde la prisión suplica a los Efesios que vivan de acuerdo con la vocación a la que han sido llamados y se esfuercen por mantener la unidad, ya que han recibido un mismo bautismo. El reconocimiento de la paternidad de Dios nos lleva a reconocer en los demás a nuestros hermanos.

Una intachable conducta de vida corresponde a la vocación que han recibido los que antes eran gentiles. La vida digna del llamamiento a la esperanza se muestra en el hecho de que los miembros de la Iglesia guarden la unidad obrada por el Espíritu en el único cuerpo.

Se habla de la relación con la Iglesia y en la Iglesia como comunión que los abraza. La desintegración de la unidad es señal de desesperanza de los miembros de la Iglesia. Presupuestos internos para la unidad son: tener en más estima a los otros que a sí mismo, saber apreciar los dones que Dios ha dado a los demás, pensar y sentir unánimemente… Todo esto presupone apartarse de todas las formas de ambición. La humildad y la modestia desempeñan un gran papel donde hay amenaza contra la unidad. La mansedumbre, la apacibilidad, la dulzura son comportamientos con el prójimo que alejan toda clase de riñas, evitan la acritud y el sentimiento de superioridad. La paciencia es un rasgo esencial del amor, hace posible y salvaguarda la unidad de la paz.

El llamamiento que se hace a los que antes eran gentiles es un llamamiento hacia los otros, a respetar el espacio interno y externo, a permitirles que sean ellos mismos y a poderles apreciar en el amor. El Espíritu es el poder que crea y conserva la unidad y esta unidad es la que hay que guardar.

Jn 6, 1-15

Mucha gente acudía a escuchar a Jesús. A veces venían de lejos, y era lógico que vinieran preparados para pasar unos días. Venían atraídos por la fama de los milagros y señales que realizaba. Jesús aprovecha el momento para dar una lección a sus oyentes. Comienza preguntándole a Felipe que con qué comprarían panes para dar de comer a la multitud. Felipe le dice que no bastarían doscientos denarios. Andrés le dice que hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero que eso no es nada para tanta gente. Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo.

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizá todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre… El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.

La dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en dinero, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio, todo se tasa y se comercializa. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de la primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra. La multitud, al ver lo que Jesús ha hecho, intenta llevárselo para proclamarlo rey pero Jesús huye solo a la montaña. Leer más…

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